"(...) – El Estatut de 2006 se planteó como un paso disfrazado hacia la secesión: “el somni d’una Catalunya sense cap mena d’entrebancs a la lliure i plena interdependència que una nació necessita avui” (Preámbulo).
Sometido a votación en junio de 2006, sólo lo aprobó el 36% del censo; el Estatut de 1979 lo había votado el 53%, y la Constitución el 62%. El nacionalismo forzaba la división de Cataluña.
– En julio de 2010 el Tribunal Constitucional anuló los artículos inconstitucionales del Estatut. El nacionalismo montó una manifestación de protesta encabezada por el president Montilla (PSC).
La Vanguardia del Règim habló de 1 millón de personas; no habían más de 65.000 (en 2012 el mismo diario contó 1,5 millones, pero 3 días después reconocía que no pasaban de 0,6 millones).
Según el relato separatista, este es el momento en que “els catalans”
deciden hacerse separatistas. El nacionalismo iniciaba la tensión
callejera y la mentira de las cifras.
– Pero en junio de 2011 el nacionalismo se dio cuenta de que había perdido la calle a manos de los “indignados”. Por 1ª vez desde 1975 una enorme masa de catalanes se manifestaba sin una sola senyera y bloqueaba la entrada al Parlament. Mas tuvo que entrar en helicóptero.
Por otra parte, la Generalitat estaba quebrada. El nacionalismo decidió tomar 2 medidas:
1) Virar al separatismo esparciendo el espanyansroba y el ensvolenaixafar (como confesaría el conseller Santi Vila,
el relato separatista se inventó para tapar 6.000€ millones de
recortes).
2) Retomar el control social mediante la creación de la ANC.
El nacionalismo se lanzaba a una operación masiva de engaño e
ingeniería social.
– Y llegaron las
manifestaciones, la contaminación del espacio público con cubanas, la
agobiante presión mediática y la recitación ubicua de los 3 mandamientos
del nacionalismo: Nosaltres Somcollonuts, Espanyansroba, Anem a Catadisney. ¿Objetivo? Un referéndum que dijera al mundo que antes o después llegaría la secesión.
Pero España es un Estado de Derecho, y el nacionalismo tuvo que conformarse con montar un butifarrèndum el 9-N de 2014 (“creería que Cataluña es Guinea”, dijo un catedrático de la junta electoral). ¿Resultado? Sólo un 35% de catalanes votó, y sólo un 29% apoyó laindependència. Y recontado por Junqueras, escolti. El nacionalismo se cargaba la democracia.
– Quedaba el recurso final vaticinado por Girauta: unas elecciones autonómicas travestidas en plebiscitarias. Para evitar el suicidio los nacionalistas pusieron toda la carne en el asador y se unieron en una especie de Operación Triunfo que llamaron Junts pel Sí: decían que era “l’eina definitiva per fer laindependència”.
Por el camino rompieron CiU, rompieron Unió y se rompieron la crisma: el
“27 ese” de 2015 los partidos de JxS perdieron 9 diputados y la mayoría
absoluta, el separatismo se quedó por debajo del 48% de los votos y no
rebasó el 37% del censo. Mucho menos de lo que esperaban. Ahora
dependían de los bolivarianos de la CUP. El nacionalismo se batasunizaba
definitivamente. (...)" (Dolça Catalunya, 28/10/15)
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