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16/4/21

Boris Johnson quiere impedir la división del Reino Unido. El problema es que los parlamentos delegados de Escocia y Gales pueden trabajar, y lo hacen, contra Westminster, y luego culpar a Londres de cualquier fracaso

 "El primer ministro británico adoptará su enfoque habitual de optimismo agresivo y una gran cantidad de dinero en efectivo para contrarrestar las presiones de rápido crecimiento que amenazan con dividir la Unión. Escocia amenaza de nuevo con liberarse de Westminster. La violencia, alimentada en parte por las tensiones por el Brexit, ha estallado en Irlanda del Norte. Incluso Gales está experimentando un aumento del apoyo nacionalista.

 La solución de Johnson: "Proyecto Amor", según Alister Jack, secretario de estado del Reino Unido para Escocia y uno de los tres ministros territoriales entrevistados para este artículo. Al igual que sus homólogos a cargo de las relaciones de Westminster con Gales e Irlanda del Norte, Jack es consciente de que asumió el cargo en un momento en el que seguir siendo parte del Reino Unido podría necesitar venderse mejor.

“Lo que estamos haciendo es fortalecer la Unión; esa es la política en Whitehall ”, dijo Jack. "Reconocemos que hay muchos, muchos grandes beneficios para nuestra familia de naciones y tal vez no los pregonamos lo suficiente".

 Aunque Inglaterra es el gobernante en jefe de facto, los gobiernos delegados en las otras tres naciones ejercen el poder sobre amplias franjas de la vida británica, incluida la salud, la educación y el bienestar. El problema de Johnson es que los parlamentos delegados pueden trabajar, y lo hacen, contra Westminster, y luego culpar a Londres de cualquier fracaso.  (...)

El secretario de Irlanda del Norte, Brandon Lewis, dijo que el plan para mantener a las cuatro naciones unidas era convencerlas de los beneficios de la unión y de lo que cada una ofrece en su conjunto. Dijo que el gobierno debería ser "un poco más valiente" al hablar de esas victorias, y mencionó como ejemplo la inversión empresarial que está llegando a Irlanda del Norte.

 “Project Love” será un esfuerzo lento que requerirá toda la fuerza de Whitehall para tener muchas esperanzas de que funcione. Y, en marcado contraste con la campaña de miedo que caracterizó el referéndum de independencia de Escocia de 2014 y gran parte de la lucha por el Brexit de 2016, buscará presentar casos optimistas a favor de la unión, para mostrarle a la gente de Escocia, Gales e Irlanda del Norte lo que estar en la familia. de naciones significa para ellos. (...)

 Escocia es seguramente la preocupación más inmediata de Johnson. El apoyo a la independencia alcanzó su punto más alto durante la pandemia y, después de una breve caída, está aumentando nuevamente antes de las elecciones parlamentarias escocesas del próximo mes. La fuerza independentista dominante de Holyrood, el Partido Nacional Escocés, está en camino de ganar la contienda, con la única pregunta de por cuánto.

 El apoyo a la fuerte respuesta al coronavirus del primer ministro del SNP, Nicola Sturgeon, parece estar convenciendo a los votantes. Pero es el Brexit, al que se opuso más del 60 por ciento de los escoceses, lo que proporciona el principal argumento nacionalista. Sturgeon espera que al ganar la mayoría absoluta en las elecciones también pueda asegurar un mandato para un segundo referéndum de independencia (...), y podría llevar su caso a los tribunales si, o más bien cuando, Westminster se niegue. dar el consentimiento para repetirlo.

 El secretario de Escocia, Jack, admitió la creciente ansiedad por el estatus de su nación. "Por supuesto, estoy preocupado por eso", dijo. "Me preocupo profundamente por eso". Pero se mantuvo cauteloso sobre si una gran victoria del SNP abriría la puerta a otro referéndum. "Creemos que la disputa constitucional y la división es el camino equivocado a seguir en este momento", dijo.

 El apoyo a la independencia también ha aumentado en Gales, aunque desde un comienzo mucho más bajo que en Escocia. Una encuesta publicada en marzo encontró que el 39 por ciento de los encuestados respaldaba una ruptura con el Reino Unido, y la mayoría citaba diferentes actitudes sociales hacia el resto de Gran Bretaña. 

Aunque muy por debajo de la mayoría, el sentimiento nacionalista ha sido lo suficientemente fuerte como para levantar rumores de que la actual administración laborista tiene que formar otra coalición con el partido independentista Plaid Cymru después de las elecciones de la Asamblea de Gales el próximo mes.

 Al igual que su homólogo escocés, el secretario de Gales Hart está preocupado de que Cardiff pueda terminar en un precipicio similar si el gobierno de Johnson no puede responder de manera efectiva a los movimientos nacionalistas. "Aunque las cifras están bastante lejos de Escocia, si miras hacia atrás 20 a 25 años, entonces puedes ver el tipo de cambio general", dijo. "Creo que eso es lo que debemos tomar en serio y, por encima de todos, respetuosamente ". Añadió que Westminster necesita mejorar su juego: "Creo que por el momento no estamos dejando absolutamente claro cómo creemos que es el unionismo y por qué es algo bueno".

 Mientras tanto, el Brexit está pasando factura a Irlanda del Norte, con la nueva frontera comercial en el Mar de Irlanda, lo que permite que Irlanda del Norte permanezca encerrada en las reglas de la unión aduanera de la UE, lo que provoca trastornos comerciales y agitación política. 

A algunos en el gobierno les preocupa que el apoyo al unionismo moderado esté siendo dañado por la disputa, que amenaza el frágil acuerdo de reparto del poder en Irlanda del Norte que puso fin al conflicto de décadas entre unionistas y nacionalistas. La violencia ha estallado en los últimos días, en parte debido a las disputas del Brexit.

 El secretario de Irlanda del Norte, Lewis, tiene la autoridad, y según el Acuerdo del Viernes Santo, la responsabilidad, de convocar un referéndum sobre la unificación de Irlanda si la evidencia sugiere que una mayoría apoya la causa nacionalista. "No hay por el momento ningún indicio de que se vaya a realizar una encuesta fronteriza en el corto plazo", dijo.

 Pero están aumentando las preocupaciones de que las elecciones a la Asamblea de Irlanda del Norte el próximo año podrían convertirse en un referéndum de facto sobre el acuerdo del Brexit y sumir en la confusión el díscolo acto de equilibrio político en la nación."             (Emilio Casalichio, POLITICO, 14/04/21)

15/4/21

La OCDE ha señalado que "la principal prioridad política debe ser la eliminación de las diferencias normativas regionales que son obstáculos al crecimiento de las empresas, en particular mediante la aplicación de la Ley de Unidad de Mercado"

 "La OCDE recomendó este miércoles a España que aplique subidas de impuestos para corregir desequilibrios cuando la recuperación económica sea firme tras la pandemia e incluyan mecanismos compensatorios para los más desfavorecidos. Además, el organismo ha señalado que "la principal prioridad política debe ser la eliminación de las diferencias normativas regionales que son obstáculos al crecimiento de las empresas, en particular mediante la aplicación de la Ley de Unidad de Mercado". 

 En su informe anual sobre las reformas estructurales publicado este miércoles, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) subraya que esa mayor presión fiscal tendría que ir acompañada, además, de medidas temporales y selectivas para compensar su efecto a los más vulnerables.

 La organización económica señala que es necesaria la subida de impuestos para "reducir las desigualdades, frenar la contaminación y las emisiones y financiar las reformas de los mercados de trabajo, la educación y la innovación", pero pide que se realicen cuando la economía se haya recuperado tras el impacto de la pandemia. (...)

Respecto a la unidad de mercado, la OCDE señala que "las diferencias normativas regionales suponen un obstáculo para la consecución de un verdadero mercado único y frenan el crecimiento de las empresas, obstaculizando la productividad y la creación de empleo". (...)"               (eldiario.es, 14/04/21)

11/3/21

En España una de las expresiones de la crisis del Estado es el agotamiento del modelo autonómico... es evidente que tiene problemas de diseño... ha puesto en marcha el agravio comparativo como motor del Estado... se ha visto la debilidad de la gestión descentralizada de la Sanidad... es necesario crear espacios de cooperación: Agencias públicas estatales potentes donde se encuentren las agencias autonómicas, por ejemplo...

 "(...)  Joan Coscubiela (Barceloneta, 1954) alcanzó en noviembre de 2017 gran relevancia nacional por sus diatribas en el Parlament contra la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que votaron los de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras junto a la CUP poco después del 1-O.  Lo malo de esa inesperada fama es que Coscubiela dejaría la política tras la DUI. En su primer año de retiro presentó un libro, Empantanados. Y ahora vuelve a la carga con su segunda obra, La pandemia del capitalismo (Planeta). (...)

PREGUNTA: Aunque en La pandemia del capitalismo hay una reflexión global sobre los servicios públicos, el modelo económico o la democracia, hay un elemento que aparece en todo el libro: el agotamiento del modelo autonómico.

RESPUESTA. He trazado una línea entre la crisis de la democracia y otras crisis más locales, y en el caso de España una de esas expresiones de la crisis del Estado es el agotamiento del modelo autonómico. Éste ha recibido ataques injustos alentados por el humo del procès, pero es evidente que tiene problemas de diseño. Ante la falta de un modelo federal, se ha puesto en marcha el agravio comparativo como motor del Estado.

P: Dice que el federalismo sufrió un varapalo en el referéndum por el Estatuto de Andalucía de 1980.

R: No, no tanto el federalismo sino la Constitución, cuyo artículo 2 ["La Constitución se fundamenta en la disoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran"] es absolutamente polimórfico: unidad de Estado a la par que autonomía territorial. Se podía haber resuelto de otra manera: un tratamiento diferencial a las nacionalidades históricas, Euskadi y Cataluña, frente a otros territorios que ni siquiera se habían planteado tener siquiera comunidad autónoma. El referéndum de Andalucía supone un momento decisivo: se ve lo complicado que iba a ser la construcción de un estado autonómico asimétrico que podía haber sido un estado federal.

P: Y de ahí parte el agravio comparativo.

R: Al no tener las fuerzas políticas y sociales un modelo de Estado... la derecha tiene uno, el Estado centralizado; el nacionalismo catalán tiene otro, la independencia; el foralismo vasco y navarro, otro. Pero la izquierda no tiene un modelo de estado que defienda el federalismo. El agravio comparativo se vio en su esplendor en la reforma de los estatutos de autonomía, en la etapa de Zapatero.

P: ¿Cree que el modelo autonómico ha fracasado en la lucha contra el coronavirus?

R: Aquí veo dos cosas que pueden parecer contradictorias pero que para mí no lo son: a nivel político ha habido muchas trabas, pero también creo que ha habido más prácticas federales de las que se reconocen a nivel sanitario, técnico u otras. Pedro Sánchez de repente convocó tantas conferencias de presidentes de golpe... no hay una cultura federal. El federalismo es una cultura.

 P: En el libro lamenta la inexistencia de “mecanismos de cooperación federal”.

R: Hay algo evidente: se ha visto la debilidad de la gestión descentralizada de la Sanidad, la falta de coordinación entre los organismos de Salud Pública. Apunto en el libro a cosas imprescindibles en una reforma del Estado: la necesidad de crear espacios de cooperación. Agencias públicas estatales potentes donde se encuentren las agencias autonómicas, por ejemplo. ¡Y no he dicho que las agencias deban ser simétricas! La masa crítica ciudadana es distinta en un lado y en otro.

P: Es muy crítico con el procés durante la pandemia, al haber este “compartido la estrategia [de la ultraderecha] de desestabilizar a los responsables científicos, técnicos y políticos” del Gobierno central.

R: Quim Torra y Díaz Ayuso, desde lugares contrapuestos, ejercieron el mismo papel: debilitar los espacios de cooperación y descreditar a los técnicos responsables de salud pública. E incluso veo similitudes entre ambos y Trump. Esto no atañe a sus partidos: dirigentes del PP como Feijóo han hecho gala de una actitud responsable. E incluso en Cataluña tras la dimisión forzada de Torra ha habido un cambio en ese sentido a mejor. (...)"                                (Entrevista a Joan Coscubiela, Pablo García, InfoLibre, 26/02/21)

16/12/20

Desfeudalizar el Estado autonómico... o la corriente subterránea de malestar entre los españoles, avisada de unas disfunciones descubiertas por la pandemia, y molesta por las coacciones identitarias en que incurren ciertas autonomías, terminará por desembocar en un neocentralismo sin miramientos

 "Se llama Central Remota para las Operaciones de Socorro Sanitario (CROSS en su sigla) y tiene una tarea fundamental: cuando una región agota las camas disponibles en sus hospitales, el sistema se activa buscando soluciones para el traslado de los pacientes a estructuras hospitalarias de regiones limítrofes. ¿España? Va a ser que no: Italia. 

Un país que, al igual que el nuestro, tiene su sanidad descentralizada por mandato constitucional igual que el nuestro. En lo peor de la pandemia, durante los 67 días transcurridos desde el 9 de marzo hasta el 20 de mayo, fueron 116 los italianos pacientes de COVID-19 u otras enfermedades que, mediante ambulancia, helicóptero o avión, fueron transferidos de su lugar de residencia a una región que podía darles cuidado. También en Francia, al saturarse las capacidades sanitarias de París, se medicalizaron trenes de alta velocidad para trasladar pacientes a regiones menos golpeadas por el virus. 

Nada de esto ocurrió en España. El Ministerio de Sanidad español llegó a anunciar que contemplaba la movilidad intercomunitaria de pacientes y el Ministerio de Fomento dijo haber medicalizado vagones de tren que, sin embargo, nunca fueron usados. La falta de protocolos claros y conocidos dejó los casos de traslados entre comunidades en anecdóticos. En Murcia se recibieron dos pacientes de Albacete. El préstamo de equipamientos sanitarios tampoco fue un recurso optimizado. 

El presidente gallego Núñez Feijoo tuvo que defender en el parlamento de Galicia la decisión de enviar respiradores a Madrid en el pico de la crisis. Le reñía Antón Sánchez, el portavoz del Grupo Común da Esquerda: la izquierda.

 Evitemos la demagogia. Trasladar un paciente a larga distancia no es fácil y a menudo ni siquiera es aconsejable. Pero si hay un país donde hubiera ayudado la existencia de protocolos que lo facilitaran ese es España. Pero España, como quien dijo, is different. En 2018, el Congreso tumbó, con los votos en contra de PSOE, Podemos y los grupos nacionalistas, la propuesta de Ciudadanos de crear una tarjeta sanitaria única y un historial clínico digital accesible desde cualquier punto del país. 

No es que la propuesta se juzgase centralista, que también: es que se juzgó “retrógrada”: “Qué poco entiende usted el Estado autonómico”, reprochó la representante socialista a Francisco Igea, a la sazón portavoz de Ciudadanos en materia sanitaria. Cierto: los sistemas pueden ser “interoperables”, pero mejor que eso, para facilitar la vida al usuario, es que sean comunes. Pero “común” es, ay, la palabra tabú en España, que enciende todas las sirenas, eriza todos los cabellos, borra todas las sonrisas y amotina, ay, a todas las izquierdas (o al menos, a los partidos que se presentan bajo esa advocación espacial). 

No, si es común no se puede. Trabajoso y problemoso ha sido ya que el app de rastreo de contagios del Covid-19 fuese común, aunque, a la vista está, dada su deficiente implantación, que decir “interoperabilidad” no equivale a conseguirla. (Con esta nota esquizofrénica añadida: los partidos que rehúsan como gato panza arriba los procesos de armonización y comunitarización en el marco español, los promueven y celebran en el ámbito europeo como signo de progreso; como si el rancho aparte que pide Puigdemont fuera bueno y malo el que pide Orban). 

Pero cosamos todavía un botón más en esta muestra: ante el debate en torno a si hay profesionales de la medicina en número bastante en España para capear la crisis sanitaria, me entero, leyendo a Rafael Matesanz (ABC, 27 de septiembre) que no existe en España un registro estatal de médicos, “algo tan elemental que nos permitiera saber en cada momento las disponibilidades, prever jubilaciones y planificar las necesidades con antelación, ha sido reiteradamente solicitado por las organizaciones profesionales, prometido por distintos ministros y nunca llevado a cabo”. 

La autoridad de Matesanz proviene, dicho sea de paso, del prestigio que le otorga haber llevado a la excelencia mundial una de las pocas cosas que los españoles aún tenemos en común, la Organización Nacional de Trasplantes. Por ahora los órganos vitales de los ciudadanos españoles no sufren tacha de “invadir competencias”. Se ve que el centralismo no es obstáculo para que te donen un riñón.

Se equivocará quien piense que este escribano es un porfiado jacobino, cuyo escaso caletre no le alcanza para saber que España es un país plural y diverso. Antes al contrario, el que suscribe, sin creer que el centralismo sea anatema, se cuenta entre los españoles que consideran que la planta organizativa federal es la que más se adapta a la estructura territorial del país. 

A condición, claro, de que ese federalismo sea racional, a veces cooperativo y otras competitivo, pero siempre en beneficio de los ciudadanos; respetuoso de las diferencias, pero no al servicio de ellas. Que en eso ha derivado el Estado autonómico: en el teatro donde, en lugar de permitir que lo propio y lo común afloren de manera espontánea, lo privativo de cada parte se fuerza y compele y escenifica, y donde lo común español, que sin duda existe tras de una convivencia vieja de siglos, se ahoga y sofoca y estigmatiza cuando no se prohíbe directamente. 

Incluso, se echa de ver, en ámbitos aparentemente distantes de la identidad histórica, como es la salud de las personas. Y lo que antes era tabú es ya una no pequeña corriente subterránea de opinión: que el Estado autonómico, tal y como se ha configurado -es decir, al sabor de los nacionalismos subestatales- trae ventajas a las elites regionales creadas al cobijo de su presupuesto, pero empieza a perjudicar no solo la convivencia sino también las oportunidades de reforma y relanzamiento económico del país.

 Un reflejo de esta tendencia aislacionista de las comunidades autónomas podría estar en los datos que certifican la escasa movilidad interna de los españoles. Y digo “podría” porque no hay, que yo sepa, estudios que examinen si los niveles de migración interna dentro de España, ciertamente bajos en un análisis comparado, guardan relación con el progresivo enroque autonómico. 

Lo que sabemos, gracias a las cifras que proporciona el Servicio Público de Empleo Estatal, es que la tasa de movilidad entre comunidades autónomas, esto es, la proporción de contratos que obligan a cambiar de lugar a una persona, oscila entre el 8% y el 12% según el año (y el porcentaje baja por debajo del 5% cuando se refiere solo a desempleados que buscan empleo). 

Considerando que la mayor parte de esos contratos se agrupan en actividades de temporada (hostelería y agricultura) el panorama es el de un español medio que se mueve poco o nada, acusando acaso atributos estables de una cultura sedentaria, pero quizá también por los pocos incentivos que el sistema autonómico genera para moverse de una comunidad a otra. 

De hecho, no es temerario afirmar que desde ciertos gobiernos no se hace ningún esfuerzo por atraer gente de otras regiones, y eso cuando el esfuerzo no es por ahuyentarlos. Los procesos de las administraciones públicas autonómicas, que cada vez traen más trabas al candidato foráneo, son indicio de que la intención no es fomentar la movilidad. Por sectores, el caso más claro quizá sea el universitario: en España un 70% de profesores trabaja en el centro donde obtuvo el doctorado

 Y si de los discentes se trata, empieza a ser habitual que alumnos de distintas regiones de España traben relación entre ellos antes en Pisa, Lovaina, Estocolmo o la ciudad europea donde el Programa Erasmus les lleve, que en alguna bella localidad de ese país cuasi extranjero llamado resto-de-España. Por regiones, el caso más conspicuo de ensimismamiento es el catalán: conforme los datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística sobre saldo migratorio entre comunidades, se da el curioso (pero poco sorprendente) fenómeno de una comunidad de renta alta como Cataluña que empieza a comportarse como un demógrafo esperaría que lo hiciese una región de renta baja: expulsando gente. 

Cualquiera que sea la explicación de este fenómeno, un factor insoslayable es lo poco que apetece vivir allí donde la construcción de una identidad que excluye por decreto todo lo español se ha convertido en el molesto sonido omnizumbante que acompaña a la vida familiar y profesional.

Cuius autonomia, eius identitas

 La deriva adquiere un aspecto medieval. Más que taifas musulmanas, en las que, al fin y al cabo, hasta donde sabemos, había cierta libertad de culto y tolerancia con fieles de otras religiones, las comunidades autónomas españoles adoptan la fisonomía de dogmáticos feudos medievales (no en balde los líderes de las franquicias autonómicas de los partidos reciben el remoquete de “barones”) donde impera una nueva gleba, la de la “identidad”, que como argolla en el tobillo, ata al nuevo siervo, el ciudadano, a un territorio al que se atribuyen por ley rasgos culturales unívocos y prefijados, contrayendo la libertad y autonomía de las personas para realizar su plan de vida. 

Hasta algo tan íntimo con la lengua que uno desea hablar y transmitir a sus hijos está sujeta a la terca interferencia del señor autonómico. Hemos sabido de campañas de ayuntamientos que envían cartas a sus hijos invitándoles a que a la hora del registro, se usen nombres vernáculos y cambien la grafía de los apellidos a “la lengua propia”, no vaya a ser que el niño o la niña no se adapte. Lo mismo sucede con la pertinaz querella en torno a la lengua vehicular. 

Huelga decirlo, pero digámoslo tantas veces como sea necesario para atravesar la empalizada de mentiras que rodea este debate: la exclusión legal de la lengua española de su condición de lengua vehicular en buena parte del Estado, vaciándolo efectivamente de contenido su condición de lengua co-oficial de algunas comunidades, es una barrabasada educativa y política sin parangón en democracias plurilingües. También aquí parece haberse impuesto el principio de que manda el territorio sobre el ciudadano. Lo ha explicitado con gran claridad la portavoz del gobierno, Maria Jesús Montero. 

En recientes declaraciones, al arrimo de la polémica suscitada por la nueva ley de educación, ha formulado con inusitada nitidez la doctrina que subyace a la supresión del español como lengua vehicular: “Hay que dialogar para intentar consensuar un texto que reconozca la libertad y diversidad de nuestro país”, para que así “cada uno se pueda expresar también en las condiciones que le marca su propio territorio”. Repitamos: “que cada uno se pueda expresar también en las condiciones que le marca su propio territorio”. En la primera frase se nos promete libertad. En la segunda esa libertad ha marchitado y hay que obedecer el telúrico mandato de la tierra.

 Al oír estas declaraciones, de inmediato recordé el viejo lema de la Europa anterior a la Revolución Francesa: Cuius regio, eius religio. Quiere decir: a cada uno la religión de su rey. No hay elección. Si uno vive bajo un monarca o señor católico, pues católico. Si lo hace bajo un señor o monarca protestante, pues protestante. La confesión religiosa del príncipe será la de todos sus súbditos. Tal fue el arreglo pactado en la Paz de Augsburgo en 1555 para poner fin a las guerras de religión en Europa. 

Un principio antipluralista abolido siglos más tarde por la Europa liberal, fundadora de la libertad de conciencia y de culto. La deriva neomedieval de la España autonómica rescata el principio para la nueva religión del siglo: la de la identidad, que en nuestro país se concreta sobre todo en identidad etnolingüística. La nueva divisa, en latín macarrónico, podría ser esta: Cuius autonomia, eius identitas. ¿Y bien? podría decir alguien. ¿No es cierto acaso que en nuestro país se hablan varias lenguas y todas ellas merecen nuestra estima, y las minoritarias, protección y fomento? Tan razonable y cierto es que tal fue el acuerdo del 78: que todas las lenguas de nuestro país eran españolas y que todas las tradiciones culturales que se expresan esas lenguas tenían cabida en él.

 Pero no es lo mismo un país plural y mestizo, donde cada cual tiene libertad para conjugar diversos niveles de pertenencia, que una sucesión de uniformidades yuxtapuestas en régimen de monocultivo identitario. Esta es la perversión: querer conjugar la máxima cantidad de diferencia entre comunidades con la máxima cantidad posible de uniformismo dentro de la comunidad. Es decir, la destrucción de la pluralidad española, que, por fuerza, ha de apoyarse en una unidad previa, base necesaria de la mezcla. 

Común y propio: tal es el binomio determinante de la realidad histórica de España cuando se la permite respirar en paz: si falta lo propio, la comunidad es injusta; si falta la común, no hay comunidad. La España del 78 dijo que todas las lenguas del país eran españolas y, con justicia y buen sentido, abrió escuelas en catalán, vasco y gallego. Algunas comunidades han dicho: solo una de las lenguas aquí habladas es propia, y cierran las puertas a la enseñanza en español, que también es, digo yo, lengua española. Ese no era el trato. 

Ese no era el trato, y aunque aún se hallan doctores Pangloss del Estado autonómico, que insisten en lo mucho bueno que la descentralización ha aportado a nuestra vida (y no les falta razón en ciertos casos), cada vez, como decía, son más quienes creen que el saldo entre lo bueno y lo malo se vence de lo malo. 

Personas que están de acuerdo con Benito Arruñada -catedrático de organización de empresas de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona y una de las voces críticas- cuando escribe que “dejando a un lado el interés de los propios políticos y funcionarios en multiplicar sus empleos, empieza a estar claro que el único motivo para mantener las autonomías es el de reforzar nuestras identidades regionales” (Autonomías, ¿para qué? Voz Pópuli, 6 de septiembre) O léase también al eurodiputado de Ciudadanos y prestigioso economista Luis Garicano (El fracaso del Estado autonómico, El Español, 5 de septiembre), que observa, menos tajante que Arruñada, como “la deslealtad de los que promovieron el desmantelamiento del Estado y el cortoplacismo y la ceguera de quienes lo permitieron han pasado factura durante la pandemia”. 

Como se ve, el malestar va en aumento. Un nuevo motivo de queja, por cierto, es la desigualdad fiscal. Así es: desde 1997, las comunidades autónomas de régimen común tienen poder para modificar impuestos. Y aunque las reglas y los márgenes son los mismos para todas, la política de baja presión impositiva de la Comunidad de Madrid viene siendo tachada de desleal por parte de otras comunidades. Doble incongruencia: la queja proviene de las regiones más celosas de su autonomía, aquellas que querrían descentralizar hasta los arreglos del himno, mientras se calla piadosamente sobre las muy discutibles ventajas privativas de las dos comunidades forales, egregio caso de desigualdad fiscal en el Estado. 

En fin, sean cuales fueren las razones, si llevamos tiempo escuchando que el Estado autonómico es insuficiente para las élites de los nacionalismos subestatales, tanto se ha tensado la cuerda, que ahora la tenemos rota también por el otro cabo: la que agrupa a los españoles que consideran que el equilibrio territorial pactado del 78, tal y como se ha plasmado en sucesivas rondas descentralizadoras sin aparente final, tampoco les vale a ellos: desean más autonomía, sí… pero para la Administración General del Estado. Ya hay un partido, Vox, que crece casi exclusivamente al calor de ese renacido anti-autonomismo que los analistas harían mal en creer fenómeno únicamente mesetario. El desenlace de esta querella política no está escrito. 

Merece la pena insistir: uno puede seguir pensando que la mejor planta organizativa para el Estado, la que más se ajusta a la constitución histórica del país, es la federal o autonómica, y al mismo tiempo creer que de no proceder a una rápida desfeudalización del Estado autonómico realmente existente, la corriente subterránea (y cada vez más terránea) de malestar entre los españoles, avisada de unas disfunciones descubiertas por la pandemia, y molesta por las coacciones identitarias en que incurren ciertas autonomías, terminará por desembocar en un neocentralismo sin miramientos. 

Si todavía hay en España unitaristas que desean salvar el pacto autonómico o persuadir a la opinión pública de que el federalismo es la fórmula más apta de reparto territorial de poder, mi consejo es que admitan sin más demora la deriva neomedieval del Estado de las autonomías hoy vigente y propongan mecanismos de corrección para que, en la mejor tradición del principio de subsidiaridad, el autogobierno vuelva a ponerse al servicio de las personas y deje de estarlo al de las identidades “históricas” y sus autodesignados fideicomisarios.

 Juan Claudio de Ramón Jacob (Madrid, 1982) es escritor. Se licenció en Derecho y en Filosofía. Le interesan la historia de las ideas políticas y el futuro de España y de Europa. Colabora en medios como El Mundo, El País, The Objective, Letras Libres, Revista de Libros, Jot Down, Claves de Razón Práctica, Nueva Revista y El Ciervo. En 2018 publicó Canadiana: viaje al país de las segundas oportunidades (Debate) y Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña (Deusto). Participó en la obra colectiva Anatomía del procés: claves de la mayor crisis de la democracia española (Debate). Con Aurora Nacarino-Brabo coordinó La España de Abel: 40 jóvenes españoles contra el cainismo en el 40.º aniversario de la Constitución española (Deusto). Su artículo “El final del paradigma Ortega-Cambó” mereció el VIII Premio Antonio Fontán de Periodismo Político."               (Juan Claudio de Ramón Jacob, Notario del s.XXI, Nov-Dic 2020, nº 94)

27/8/20

Los gobiernos autonómicos descubren desolados que Sánchez ha abandonado el presidencialismo... ¿Quieres más seguridad jurídica? Ahí tienes un estado de alarma a medida solo para tu territorio que los partidos del Gobierno de coalición no tendrán inconveniente en ratificar en el Congreso. ¿Os faltan manos para el rastreo de casos? Allá van 2.000 militares. ¿Hay dudas sobre la vuelta al colegio? Os dimos 16.000 millones a fondo perdido para que contratarais profesores... algunos presidentes autonómicos ya están sudando

 "La prensa de derechas decía que había un «clamor» para que el Gobierno central asumiera el liderazgo en la lucha contra el coronavirus y pasara por encima de las competencias de las Comunidades Autónomas. Era también el mensaje del PP, preocupado por el impacto de la enfermedad en la reputación de sus gobiernos autonómicos. 

Ambos eran los mismos que desdeñaron primero y rechazaron después las últimas prórrogas del estado de alarma, ese instrumento legal excepcional que concede todo el poder al Gobierno central. Por la gravedad de la situación y por las decisiones contradictorias o simplemente absurdas de algunos jueces metidos en el papel de expertos en pandemias, se decía que varias autonomías exigían «instrumentos jurídicos» de los que carecían.

Tanto marear con la Constitución y ahora resulta que algunos de sus principios básicos son sólo unas simples directrices.

Ya tienen una respuesta de Pedro Sánchez. ¿Quieres más seguridad jurídica? Ahí tienes un estado de alarma a medida solo para tu territorio que los partidos del Gobierno de coalición no tendrán inconveniente en ratificar en el Congreso. ¿Os faltan manos para el rastreo de casos? Allá van 2.000 militares. ¿Hay dudas sobre la vuelta al colegio? Os dimos 16.000 millones a fondo perdido para que contratarais profesores y acometierais inversiones. ¿Queréis que Moncloa y Sanidad asuman el control absoluto y por tanto asuman las consecuencias negativas? «El Estado autonómico no es un invento de quita y pon. Está en el Título VIII de la Constitución», explicó el presidente.

Sánchez regresó de sus vacaciones dispuesto a mantener la apuesta. El desgaste brutal sufrido en primavera no pareció notarse mucho en las encuestas, pero es un error pensar que eso va a continuar siendo así. En especial, cuando los datos de contagios en España son ahora muy malos, mucho peores que en el resto de Europa y todavía no ha llegado el otoño cuando el riesgo será mucho mayor, aunque algunos hayan tenido ahora mucha prisa en decretar la inauguración oficial de la segunda oleada de la pandemia. 

Todos los esfuerzos y sacrificios del confinamiento corren el riesgo de quedar amortizados. Lo mismo se puede decir de los gobiernos que no se pongan las pilas.  (...)

Mientras los hospitales aguanten en la mayor parte del país, Moncloa ha decidido que es mejor volver al sistema parlamentario y autonómico. Las autonomías cuentan con las competencias y los recursos, después de que hayan recibido la ayuda del Estado, para ejecutar sus funciones. Si hay que ir más lejos, ahí está la opción del estado de alarma para los valientes, que no conlleva necesariamente un confinamiento generalizado.

No se sabe cuándo empezaron a sudar algunos presidentes autonómicos ante el dilema. Algunos ya han salido corriendo para negar que eso sea necesario. Otros más inteligentes se limitan a no precipitarse y afirman que tomarán las medidas necesarias en cada momento. Cuando alguien con mando en plaza dice que cada palo aguante su vela, es conveniente que cada uno tenga claro cuánto pesa esa vela.  (...)

Más promesas en el tema que más preocupa ahora mismo a millones de españoles. Aunque las competencias de educación sean de las autonomías, Sánchez utilizó la primera persona del plural en este caso. «Vamos a hacer de los centros educativos centros seguros de Covid», prometió. «Les garantizo a los padres y madres y al personal docente que los centros educativos van a ser libre de Covid». Eso es poner el listón muy alto y, por otro lado, es lo que esperan escuchar los progenitores.

«Mi pregunta es: ¿cómo lo va a garantizar?», le respondió un escéptico Casado abriendo los brazos. Resulta que es el mismo compromiso que había anunciado Isabel Díaz Ayuso. «No mandamos a los alumnos a lugares de riesgo. Mandamos a los alumnos a lugares seguros», dijo la presidenta madrileña. (...)

Póngame todo lo que hayan pedido Euskadi y Catalunya. Esa fue la tendencia de los gobiernos autonómicos cuando optaron por aumentar sus competencias hasta el límite. Ahora algunos desearán no estar tan expuestos. Es lo malo de llevar tatuada la palabra Constitución en la frente. Lo puede ver todo el mundo."                   (Guerra Eterna, 26/08/20)

26/8/20

Fracaso ¿autonómico? La gestión de la nueva normalidad parece peor que la de la fase de alarma y confinamiento. Causa de esta desgracia es la ínfima calidad del liderazgo en algunas autonomías. Si la energía de las bravatas anti-Gobierno lanzadas el segundo trimestre se hubiese dedicado a perseguir con humildad el virus, otro gallo cantaría

 "La gestión de la nueva normalidad parece peor que la de la fase de alarma y confinamiento. Entonces existían excusas y coartadas: el desconocimiento del virus, la falta de preparación preventiva de un sistema sanitario excelente en lo curativo. Ya no. Así que la reincidencia es más grave que la ignorancia.

Causa de esta desgracia es la ínfima calidad del liderazgo en algunas autonomías. Si la energía de las bravatas anti-Gobierno lanzadas el segundo trimestre se hubiese dedicado a perseguir con humildad el virus, otro gallo cantaría, y el contraste entre la crítica al otro y la ineficacia propia sería menos sangrante.

Por eso es útil recordar que hubo quien culpó de los muertos a los demás (al Gobierno, desde Madrid y desde el PP; al Estado, por no permitir la secesión, desde la Generalitat). Quien ninguneó la Conferencia de Presidentes o la usó para agitar. Quien acusó a los demás por la carencia de material preventivo, pero fracasó en obtenerlo. Quien se quejó de la recentralización de competencias, si bien fue incapaz de ejercer las propias (cubrir la plaza de ¡director de Salud! en Cataluña, vacante casi dos meses en la fase más dura de la pandemia; ignorar las advertencias de la directora equivalente en Madrid y empujarla a dimitir). Quien ocultó datos o los censura en su web. Quien reclama recentralizar cuando urgió capacidad individual para desescalar, y cambió a su última fase en menos de 24 horas.

Y así, hasta el infinito.

Pero no se debe generalizar. A diferencia de los aislacionistas extremos —Isabel Díaz Ayuso y Quim Torra—, otros presidentes autonómicos, de distintos partidos, han sido responsables y prudentes. Y sobre todo, ellos, el Gobierno y la ciudadanía han sufrido una carencia estructural. La respuesta del sistema sanitario ha sido deficiente no porque su grueso estuviese asignado a las autonomías, sino “por la mala calidad de su descentralización en parcelas territoriales desconectadas entre sí”, como ha radiografiado el periodista Antonio Franco (El Periódico, 21/8).

 Esa carencia estructural se detecta también en otros ámbitos: el reparto descendente de competencias no se completa con una eficaz dotación ascendente de mecanismos de coordinación fluida. La federalización del Estado es un proceso inacabado, a medio fraguar, desequilibrado. Y así, sufrimos los vicios tanto de las actitudes centralistas como de las fragmentadoras. Y gozamos menos las ventajas de la concertación desde la diversidad."                         (

6/8/20

Es hora de recentralizar el Estado... desde la izquierda. Durante el estado de alarma las acusaciones de recentralización han sido constantes, y el Gobierno de coalición ha sido incapaz, no ya de imponer su autoridad, sino tan siquiera de coordinar razonablemente a las Comunidades Autónomas.

"Las comunidades autónomas son instituciones españolas que ejercen una parte del poder del Estado en un reparto de competencias establecido por la Constitución.

La asignación de esas competencias es asimétrica, tanto por el proceso que la propia Constitución define como forma de acceso a la autonomía, como por las cesiones de competencias que, desde el Gobierno a las Comunidades Autónomas, se han hecho a lo largo de las más de cuatro décadas de continuo derrotismo gubernamental.


El sistema autonómico español está considerado por muchos expertos como un sistema federal o cuasi federal. La realidad es que combina elementos confederales, federales y descentralizadores.


No lo digo por primera vez, pero nuestro sistema autonómico bebe, en esta materia, de la Constitución de la Segunda República Española. En aquella, el acceso a la autonomía era más exigente, pues se necesitaban para ello las dos terceras partes del censo electoral (ver artículo 12 del Titulo Primero: Organización Territorial), mientras la Constitución del 78 tan solo exigía más de la mitad del censo (Capítulo Tercero del Título VIII. De las Comunidades Autónomas).


En Cataluña, con un censo de casi cuatro millones y medio, tan solo acudió a votar su Referéndum sobre el proyecto de Estatuto de Autonomía un 59,7% ─no llegaba ni a los 2/3, el 66%─; de los que votaron, un 88,15% lo hizo a favor, lo que permitió superar la mitad del censo: un 52,62%. Si se revisan los datos observaremos que la provincia de Tarragona no llegó a la mitad del censo: se quedó en un insuficiente 47,38%.


Pensamiento débil y complejo de culpa


La redacción de la Constitución del 78, excesivamente indefinida, permitió la sentencia del Constitucional que anulaba la LOAPA. Desde entonces se ha instalado en la sociedad española un sentimiento de anuencia, de resignación, de pensamiento débil que asume como imposible una reforma racional del sistema territorial. Parece que solo cabe huir hacia adelante en un proceso de desmembración de España 


Todo ello alimentado desde un complejo de culpa de la izquierda, heredada del mal entendido antifranquismo, junto con una renovada leyenda negra, bien financiada desde los nacionalismos y nuestros propios gobernantes, que llevan al español a avergonzarse de serlo. Se puede ser catalán, gallego, andaluz, valenciano, asturiano o extremeño, pero no español.

La izquierda antiespañola de España reclama el derecho de autodeterminación como cura de fierabrás, sin entender que la ruptura del Estado Español (ahora sí) es el mayor ataque a los derechos de la clase obrera que dice defender. Algunos más “progresistas” apuestan por el federalismo como solución, sin entender que el federalismo, históricamente, es un proceso hacia la unificación. Plantear un incremento de competencias para ciertas autonomías solo puede llevar a una confederación o a una secesión de parte.


La Segunda República Española huyó de la definición de “Estado Federal”, de forma muy consciente ─se define como Estado Integral, no por casualidad─, tras la experiencia de la Primera República y su degeneración cantonalista. Hoy, nos acercamos peligrosamente a una situación no similar sino más grave.

La pandemia parecía, para algunos, situarnos en un nuevo escenario donde el secesionismo saldría más debilitado. Nada más lejos de la realidad. Durante el estado de alarma las acusaciones de recentralización han sido constantes, y el Gobierno de coalición ha sido incapaz, no ya de imponer su autoridad, sino tan siquiera de coordinar razonablemente a las Comunidades Autónomas. Las continuas actitudes de humillación ante los nacionalismos negando que existiera ánimo de recentralización denotan la debilidad del Gobierno central, no solo por su dependencia de los votos nacionalistas, sino también por su falta de proyecto para España.


Recuperaron las competencias en sanidad y no parecen estar haciendo lo mejor.


Recentralización desde la izquierda


Tal vez es hora de que hablemos de recentralización desde la izquierda. En Sanidad, cada autonomía se ha dedicado a privatizarla, beneficiando a consorcios privados políticamente afines. A las Mareas Blancas les falta un discurso más contundente para que se les entienda su apuesta por la Sanidad Pública: reclamar, junto a la desprivatización de todo lo privatizado, el retorno a la Administración Central de las competencias en Sanidad.


Lo mismo podemos decir de la Educación. Si no hay Lealtad Constitucional, no tiene sentido que cada Autonomía tenga competencias educativas plenas para dedicarlas a sus procesos de “construcción nacional”. La enseñanza de todas las lenguas españolas (catalán, vasco, gallego, español) puede perfectamente asumirlas el Estado Central, manteniendo en cada zona una convivencia lingüística sana y cooperativa.


Las vergonzosas declaraciones de cargos del Govern de la Generalitat sobre la inconveniencia del uso del castellano o español en TV3 y en el Parlament de Catalunya demuestran el uso espurio que se lleva haciendo del tema desde que Jordi Pujol ─un monarca sin corona al que nadie parece querer juzgar─ llegó a President. No son salidas de tono: es una constante a la que la izquierda y la derecha española han puesto siempre en sordina. (...)"


(Vicente Serrano. Miembro de la Junta Directiva de la asociación Alternativa Ciudadana Progresista, Crónica Popular, 13/07/20)

16/7/20

Estamos a un paso de necesitar apuntar que se puede hacer y que no en cada una de las diecisiete autonomías. Ni competentes ni coherentes ni medidas coordinadas... digno de 17 reinos taifas mediocres

Recordáis aquello del Estado de Alarma y el gobierno autoritario coercitivo y bla, bla, que no estaba haciendo las cosas bien y bla, bla y que debía terminar con el EA y devolver las competencias a las autonomías? Pues mirad la competencia de los presidentes autonómicos
 Estamos a un paso de necesitar apuntar que se puede hacer y que no en cada una de las diecisiete autonomías. Ni competentes ni coherentes ni medidas coordinadas... digno de 17 reinos taifas mediocres.
7:44 p. m. · 12 jul. 2020

En respuesta a  @CcagigalNeira
hasta tendría sentido coordinarlo a nivel europeo y con criterios científicos y unificados

Totalmente de acuerdo. Es más, debería haberse hecho así.

14/7/20

Óscar Guardingo: La cuestión es ya cómo se reconfigurará el mapa político durante y tras la desaparición de Podemos. ¿Nuevo confederalismo? Creo que no... creo que los que esperen una articulación confederal de BNG, Bildu y ERC con Teruel Existe, CHA, Compromís, Más Madrid, Adelante Andalucía, etc pueden esperar sentados. El proyecto de los nacionalistas no es refundar España, sino separarse. La plurinacionalidad de España sería la derrota de los independentistas y nunca será su objetivo

"Sobre las recientes elecciones en Galicia y Euskadi se puede escribir desde diferentes prismas y claves. Vamos a centrarnos aquí en los movimientos que la inexorable desaparición electoral de Podemos está produciendo. Pasaré rápido de largo de las causas del declive electoral de Podemos. El análisis ya está hecho y nada ha cambiado. 

La realidad es tozuda y la presencia en el gobierno es solo un maquillaje a las profundas crisis que sufre Podemos. No vale la pena detenerse mucho. Primero, porque es como hablar con un muro. Ya han dejado claro, como en el chiste, que el gato es suyo y se lo f#lla cuando quiere. Segundo, porque seguramente ha pasado ya la oportunidad y hoy Podemos tiene poco presente y menos futuro. La duda es el suelo. Íñigo Errejón lo situaba en los resultados de IU (entre el 6 y el 9 por ciento). También podrían ser los de la desaparecida izquierda italiana (por debajo del 2 por ciento). Pronto lo sabremos. En cualquier caso, negros augurios. 


La cuestión es ya cómo se reconfigurará el mapa político durante y tras la desaparición de Podemos. Es en esta clave desde donde vamos a mirar los resultados electorales gallegos y vascos. El derrumbe electoral de Podemos apenas ha sido aprovechado por el PSOE y sí por el BNG y EH Bildu. España tiene un problema territorial más allá del Procés, y seguramente tiene más que ver con Madrid que con Cataluña. El Madrid hipertrofiado fruto del modelo neoliberal del PP ha roto los equilibrios sociales, económicos y políticos del país. 

Frente a ese gigantesco Madrid que vacía de población y atrae todas las inversiones se levanta una defensa del territorio que tiene más que ver con recuperar ese equilibro roto por una competencia desleal del Madrid global de los negocios que con el mero nacionalismo. No podríamos entender de otra manera la irrupción de Teruel Existe, una fuerza imposible de situar en un eje nacionalista. El último Congreso de los Diputados marcaba también el mayor número de diputados de partidos de ámbitos autonómicos o provinciales. España tiene un problema territorial y se expresa políticamente.


La siguiente clave sería si se puede articular políticamente esa amalgama heterogénea de grupos que son expresión de la crisis territorial. No perdamos de vista que aunque la mayoría las podríamos situar entre la izquierda y el centroizquierda ni sus territorios ni su posición nacional son comparables. ¿Podría llegar a articularse una confederación de grupos territoriales con una propuesta constituyente para España? Esta es la propuesta que dejaba caer Errejón en un tuit y que no es nueva en nuestro país. Desde Euskadiko Ezkerra y Rafael Ribó a los últimos años de Gaspar Llamazares -por cierto, con Juan Carlos Monedero como gurú- la cuestión de una confederación ibérica de las izquierdas ha planeado varías veces, siempre con escaso éxito.

 Al inicio de la legislatura varios grupos nacionalistas hicieron un amago de articulación. Tenemos que saber que estos partidos siempre tienen sus caras más confederales en Madrid y sus posiciones más nacionalistas en su casa. Así ha sido en ERC con Joan Tardà y el nuevo Gabriel Rufián, como en Bildu con Oskar Matute y su celebrado discurso en la sesión de investidura. Sin embargo, esos partidos en sus territorios están más escorados hacia el nacionalismo y el independentismo que sus representantes en el Congreso.

Es por eso que creo que los que esperen una articulación confederal de BNG, Bildu y ERC con Teruel Existe, CHA, Compromís, Más Madrid, Adelante Andalucía, etc pueden esperar sentados. El proyecto de los nacionalistas no es refundar España, sino separarse. La plurinacionalidad de España sería la derrota de los independentistas y nunca será su objetivo. El independentismo crece por la frustración del cambio en España y la acumulación de agravios. 

Una ventana de oportunidad constituyente para España debilita siempre a los grupos independentistas. El cierre de la oportunidad les refuerza. Esta es la ecuación. No hay dos Españas. Hay tres. La del statu quo del reino de España, la otra España plurinacional, federal y republicana y la que niega cualquier proyecto común.

El federalismo es la cooperación en un proyecto común. El confederalismo es un arreglo imposible entre elementos que no suman"                       (Óscar Guardingo, Sese Carnet, 13/07/20)

14/5/20

De la crisis de la Covid19 aprenderemos que España ya no es un país preparado para trabajar centralizadamente. La España de las autonomías es un sálvese quien pueda

"De la crisis de la Covidien aprenderemos que España ya no es un país preparado para trabajar centralizadamente.

La España de las autonomías es un sálvese quien pueda en el que paradójicamente los defensores más entusiastas de la centralización son los que aplauden con más ganas a Diaz Ayuso.

Al principio Torra aspiraba a decir que en Cataluña moría menos gente que en la lejana España. La idea de fondo era clara: "España nos mata, con la República nos iría mejor".

Después llegó la dura realidad, en muchas partes del país, en Andalucía sin ir más lejos, lo hacen mejor. Lo que ocurre en las residencias de ancianos no es el país con helado gratis y donde los abuelos no irían a la escuela a buscar a sus nietos que prometía la ANC.

El cambio de estrategia tiene por objetivo colocar el sambenito en Madrid, como siempre. Para Torra poner los muertos sobre la mesa permite culpabilizar a ERC, que controla salud y servicios sociales, recordar a todos que los republicanos son los socios de Sánchez y él no, y de paso cuando el resto de comunidades autónomas den los datos reales él dirá que ya lo había advertido."                (Joan López Alegre, RAC1, 17/04/20)

30/4/20

La diferencia con Alemania. Allí no se burlan de los muertos de Berlín... defensores de la devolución de las competencias prescinden del hecho de que los estados federados colaboran en todos los aspectos de la crisis con el Gobierno central, y en ningún momento han prescindido del concepto de la lealtad institucional

"Los defensores de que la administración española comparta con las comunidades autónomas la gestión del estado de alarma, aplicado para frenar la epidemia del coronavirus, suelen evocar estos días los positivos resultados de la gestión del problema en Alemania. Y los justifican como el producto de la colaboración entre la administración central y los estados federados. Por el contrario, atribuyen las negativas cifras de España al centralismo de la gestión.

El problema es que estos defensores de la descentralización, e incluso de la devolución de las competencias, prescinden del hecho de que en Alemania, los estados federados colaboran en todos los aspectos de la crisis con el Gobierno central, y en ningún momento han prescindido del concepto de la lealtad institucional, un criterio básico para que un estado descentralizado, o federal, pueda funcionar con eficacia.

Sin embargo, las autoridades independentistas de la Generalitat de Catalunya están intentando boicotear, desde que empezó la epidemia, la actuación del Gobierno central, para desgastar su imagen y conseguir su desprestigio, sin tener en cuenta que este boicot puede provocar eventualmente un incremento de las víctimas. Es decir, en Alemania, los partidarios de que los länder tengan más competencias no se burlan de los muertos que el coronavirus causa en Berlín, como sí ocurre aquí."               (e-notícies, 30/04/20)

17/4/20

El coronavirus da la vuelta al debate territorial hacia la “recentralización”

"El 18 de marzo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acudía al Congreso de los Diputados a explicar el decreto del estado de alarma. "El virus no distingue entre ideologías, ni clases, ni territorios, nos está golpeando a todos", aseguraba el líder del Ejecutivo apuntando a la capacidad uniformadora de la pandemia. 

La enfermedad no conoce fronteras, pero la gestión para atajarla sí. El coronavirus ha tensado al Estado en todas sus costuras, desde los límites materiales hasta el territorial. Algunos partidos ven en esta crisis un refuerzo del Estado y una tendencia hacia la recentralización, mientras el presidente del Gobierno lo niega. (...)

La inquietud de las fuerzas nacionalistas por la gestión de Sánchez en la crisis del coronavirus es palpable y lo muestran en sus intervenciones públicas. El pasado 7 de abril, los presidentes del PNV y del PDeCAT, Andoni Ortuzar y David Bonvehí, se reunieron por vía telemática para lanzar un mensaje común: la preocupación por la "recentralización" con la que el Ejecutivo ha gestionado la crisis del coronavirus. A ambos partidos también les inquieta el uso de las políticas activas de empleo en la gestión de la pandemia. (...)

La crisis del coronavirus ha arrasado con la agenda de un Gobierno de coalición que apenas había echado andar y cuya acción legislativa depende de un Congreso muy fragmentado. Fuerzas nacionalistas como ERC o PNV son decisivas, una condición que suelen recordarle al Ejecutivo. Sin embargo, el estado de alarma decretado para coordinar la lucha contra la epidemia impuso el mando único, que reside desde entonces en el presidente del Gobierno y en cuatro ministros (Sanidad, Interior, Defensa y Transportes).  (...)

Sin embargo, desde el principio de la pandemia, han surgido tensiones, incluidas las que Sánchez ha tenido con la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, que preside la comunidad autónoma más afectada. (...)

El protagonismo del Estado durante esta crisis es evidente, pero Mertxe Aizpurua también cree que la escenografía de las ruedas de prensa tienen un segundo mensaje político: "Pretenden dar una idea de la uniformidad del Estado". La presencia de las direcciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en la sala de prensa de Moncloa se han hecho habituales y la imagen del Ejército por las calles ha dejado de ser infrecuente.  (...)
El Estado de las autonomías: ¿validado o superado?

Si para algunos los errores de coordinación son una muestra del buen funcionamiento del Estado de las autonomías, otros lo ven desbordado: "La lección es que el estado autonómico es un modelo agotado. Por eso, ahora más que nunca, no renunciamos a nuestra legítima aspiración, que es la independencia, es decir, la libertad en la toma de decisiones que mejoren la vida -en este caso, literalmente- de la ciudadanía", anuncian desde el PDeCat. (...)"        (Sara Montero, Cuarto Poder, 11/04/20) 

10/1/20

Más del 50% de los leoneses apoyan abandonar la Comunidad Autónoma de Castilla y León... cantonalismo...

"La mitad de los ciudadanos de la provincia de León apoyan la creación de una Comunidad Autónoma propia distinta de Castilla y León, según un estudio sociológico elaborado por la empresa Celeste-Tel para iLeón.com. En concreto un 50,5% de los leoneses respaldan la creación de una nueva Autonomía, que sería la número 18 de España en caso de llegar a ser una realidad

Se trata de la primera encuesta publicada desde el resurgir del movimiento leonesista pro autonomía para la Región Leonesa, cuando a finales del año pasado una decena de ayuntamientos han aprobado mociones a favor de la creación de una nueva Comunidad Autónoma.

En este estudio se ha preguntado por el posicionamiento a favor, en contra o indiferente de una autonomía para la provincia de León; además de la modalidad preferida de Comunidad Autónoma, en caso de que se fuera a constitutir. El barómetro, realizado los días 2 y 3 de enero, recoge además valoraciones sobre la situación política creada tras la aprobación de las mociones pro autonomía.

A la pregunta '¿Apoya la creación de una nueva Comunidad Autónoma para la provincia de León al margen de la actual Castilla y León?' El 50,5% de los encuestados responden afirmativamente, frente a apenas un 16,6% de respuestas 'en contra' de crear la nueva Autonomía. La segunda opción de respuestas en el sondeo es 'Me da igual', a la que responden una quinta parte de los encuestados (21,1%). El 11,8% de los encuestados no responde o contesta a la pregunta.

El apoyo de los ciudadanos leoneses a la autonomía propia, en el formato que sea, es mayoritario en todas las franjas de edad. La que va entre los 45 y 64 años es la que más se posiciona, con un 57,1% a favor de una autonomía propia para León. La segunda franja de edad con más apoyo se produce entre los 18 y 30 años, cuando alcanza el 56,7% de apoyo. El menor apoyo se produce entre quienes tienen 65 años y más, donde apenas el 37,8% se muestran 'a favor' de la hipotética nueva Comunidad.

El mayor rechazo a la creación de otra Comunidad Autónoma se produce entre los leoneses de la franja entre 31 y 44 años ya que casi una cuarta parte de los encuestados (23%) rechazan la creación de una Comunidad diferente de Castilla y León. Por franjas de edad el rechazo supone una cuarta parte de los mayores de 65 años (20%) y los que menos se oponen son los jóvenes (18-30 años) que apenas un 13,3% se posiciona en contra, cifras similares a los de las edades 45-54 (13,4%). El 'Me da igual' más destacado del sondeo es entre los mayores de 65 años, que también lideran la falta de respuestas a la encuesta.

¿Qué modelo es el favorito para una hipotética autonomía para León?

El sondeo de Celeste-Tel, acotado a los habitantes de la provincia de León, ha preguntado también por el hipotético modelo autonómico. Aunque las mociones aprobadas en varios ayuntamientos hablan siempre de una autonomía para la Región Leonesa -León, Zamora y Salamanca- esta cuestión siempre ha sido objeto de debate, por lo que se ha abierto el abanico de respuestas posibles.

A la pregunta 'En caso de que León se saliera de Castilla y León, ¿qué configuración autonómica preferiría para la Provincia de León?' El 45,3% de los encuestados han apostado por una Comunidad Autónoma para la provincia de León solo, convirtiéndose en la primera opción a gran distancia de la segunda.

La Autonomía para las tres provincias de la Región Leonesa -León, Zamora y Salamanca- es la segunda opción elegida, con un apoyo de un 26% de los encuestados. Pero una unión entre León y el Principado de Asturias, una de las opciones que se barajó en el proceso preautonómico, logra el apoyo de un 18,7% de los leoneses. La creación de una nueva Comunidad con una provincia específica para la comarca del Bierzo se lleva un 5,3% de los apoyos.

El trabajo de campo de la encuesta tuvo lugar los pasados 2 y 3 de enero, después de haber saltado a la actualidad nacional la llamada 'cuestión leonesa', el movimiento autonomista leonés, después de la aprobación en el Ayuntamiento de León, con el apoyo del PSOE, Podemos y Unión del Pueblo Leonés, de un moción en este sentido. Concejales del Partido Popular o de Ciudadanos también han apoyado mociones en diferentes localidades, generando un debate público sobre este movimiento autonomista que ha revivido después de 40 años de debates locales."                 (Antonio Vega, eldiario.es, 08/01/20)

21/3/19

Tarjeta sanitaria única para toda España... ¡YA!

"El debate sobre la tarjeta sanitaria única es, aparentemente, de una transcendencia relativa, pero me parece que en él se resumen gran parte del resto de debates que nos ocupan y, además, nos permite contrastar cuáles son las posiciones de unos y otros sobre la cuestión más importante que tenemos sobre la mesa actualmente y que no es otra, en el fondo, que la de si España seguirá siendo un único estado o, por el contrario, avanzamos hacia la descomposición.

Quizás quien haya leído lo anterior piense que exagero (por decirlo suavemente). Le animo a que me siga en los próximos párrafos antes de dar esa opinió por definitiva.
 Como casi todos los españoles tengo una tarjeta sanitaria pública expedida por las autoridades competentes de mi Comunidad Autónoma (Cataluña), y como muchos españoles también tengo una tarjeta de una mutua privada.

En estos momentos utilizo la tarjeta de la mutua privada de la misma forma en toda España. Ya puedo encontrarme en Barcelona, mi provincia de residencia, como en Asturias, Andalucía o Madrid, en todos esos lugares la tarjeta de la mutua privada me permite acceder a los mismos servicios. La tarjeta de la sanidad pública, en cambio, tan solo me habilita plenamente para acceder a los servicios públicos sanitarios en Cataluña

En el resto de Comunidades Autónomas, cuando he tenido que acceder a los servicios sanitarios ha sido en la condición de "desplazado", lo que obliga a realizar ciertos trámites y tiene una duración limitada (puede comprobarse en este enlace). Además, el desplazamiento plantea problemas para las recetas y para la obtención de ciertas informaciones sobre el historial del paciente.

Una tarjeta sanitaria única debería permitir la asistencia sanitaria plena en todo el territorio español sin tener que recurrir a la obtención de una tarjeta de desplazado. Además debería ser suficiente para poder obtener recetas de la sanidad pública en todas las Comunidades Autónomas. ¿Quién puede negar que esto serían ventajas para todos los españoles? ¿Quién puede defender que es mejor mantener la situación de división actual?

No se me alcanza ninguna razón para oponerse a la tarjeta sanitaria única más allá de la defensa de las competencias autonómicas; una defensa que, además, se haría ya al margen de la utilidad que esas competencias tengan para el ciudadano, sino tan solo por entender que las competencias en sí mismas ya son un objetivo que ha de ser mantenido.

Este es el núcleo del problema. La descentralización autonómica puede ser positiva si supone acercar el poder público al ciudadano y convertirlo en más eficaz y flexible; esto es, cuando responde a un fin superior, que es el de prestar unos mejores servicios públicos.

 Creo que es conveniente en muchos ámbitos que ese acercamiento al ciudadano se produzca porque, además, permite una participación política de mayor calidad e intensidad; ahora bien, si este es el fin que justifica la descentralización autonómica, en aquellos casos en los que se compruebe que sirve mejor a los intereses de los ciudadanos una estructura común para toda España debería implementarse aunque supusiera alguna limitación en las competencias autonómicas.

Quien no lo vea así y entienda que cualquier limitación de las competencias autonómicas es negativa y que, por tanto, solamente en supuestos especialmente justificados deberían establecerse herramientas centralizadas, como podría ser la tarjeta sanitaria única; es que ha dotado de sustantividad a la autonomía, la pasa a considerar no como un instrumento al servicio de los ciudadanos, sino como algo valioso en sí porque responde a un fin que ha de prevalecer sobre la mejor atención a las personas.

¿Qué fin puede ser éste? Tan solo hay una respuesta: las propuestas nacionalistas que pretenden que España se estructure como una yuxtaposición de pueblos (naciones) diferenciados. Si no es por este argumento ¿qué sentido tiene oponerse a una tarejeta sanitaria única que facilitaría la vida de las personas que se desplazan entre Comunidades Autónomas? Tan solo tiene sentido esa oposición si se entiende que la garantía y desarrollo de las competencias autonómicas prima sobre la mejora de las condiciones de prestación de los servicios públicos. Y este puede ser un debate relevante.

 Es un debate relevante porque está en la base del proyecto de país que cada actor político tiene. El Estado de las Autonomías que diseñaba la Constitución española no era una suerte de confederación en la que la existencia y competencias de las Comunidades Autónomas se convierte en la piedra angular de todo el Estado. España, en el diseño constitucional, es un Estado indisoluble que puede organizarse en Comunidades Autónomas, que asumen determinadas competencias pero sin cuestionar ni la unidad de la nación española ni la existencia de competencias estatales de cierta entidad, también en muchos de los ámbitos en que existen competencias concurrentes de las Comunidades Autónomas. (...)

Este es el debate esencial en la España actual: ¿avanzará España hacia la confederación (lo que incluiría el derecho de secesión de las comunidades autónomas o, por el contrario, se mantendrá en el diseño autonómico de 1978? No se trata de una disyuntiva banal, y la posición que se adopte en relación a la tarjeta sanitaria única no parece que pueda desligarse de la que se adopte en relación al debate entre profundización en las competencias autonómicas o garantía de los derechos de los ciudadanos.  (...)

De hecho, el proyecto de tarjeta sanitaria única es aún más claro en este sentido que otros casos, ya que el argumento basado en la mejora de los servicios de los que disfrutan los ciudadanos se ve reforzado por el hecho de que en la actualidad son las tarjetas sanitarias privadas las que ofrecen iguales condiciones en toda España. Desde una perspectiva que podríamos califcar de "izquierda" ¿qué argumentos existen, más allá precisamente de la defensa de las competencias autonómicas, existen para negar a las tarjetas sanitarias públicas lo que ya tienen las privadas?

No es, por tanto, un tema menor, así que espero que en las próximas citas electorales los partidos políticos sean muy claros sobre este punto. Adelanto que quienes pongan dificultades a esta tarjeta sanitaria única estarán indicando -desde mi perspectiva- que están dispuestos a hacer ceder los intereses generales del conjunto de los ciudadanos con el fin de potenciar las competencias autonómicas, lo que, de nuevo en mi opinión, no tiene más justificación, en última instancia, que en planteamientos nacionalistas."              (El Jardín de las hipótesis inconclusas, 06/03/19)