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6/8/24

Cataluña vive sumida en una depresión política desde hace al menos 10 años... Y pocas cosas proporcionan un placer más inmediato, en medio de la gran nada que es una depresión, que la adrenalina. Así que hay que provocar episodios extraordinariamente emocionantes, a poder ser épicos, para liberar adrenalina a raudales... Esto es lo que ha ocurrido en la Cataluña independentista la última década: idear manifestaciones descomunales, realizar votaciones, sesiones parlamentarias de retórica inflamada, convertir a los adversarios políticos en enemigos demoníacos, hacer historia tantas veces como la historia lo permita... El independentismo ha confundido la adrenalina con la independencia... Una parte mayoritaria de ERC tomó la decisión hace un tiempo de intentar salir del ciclo político de la adrenalina... Puigdemont vuelve para intentar que no muera jamás la depresión política de Cataluña. Puigdemont vuelve para liberar una dosis descomunal de adrenalina. No tiene ninguna finalidad política. Sólo la voluntad de perpetuar una melancolía patológica en la política catalana (Pau Luque)

 "Un país políticamente deprimido es mucho más que la suma de las depresiones políticas de cada uno de sus habitantes. O, según como se mire, mucho menos. Cataluña vive sumida en una depresión política desde hace al menos 10 años. Y pocas cosas proporcionan un placer más inmediato, en medio de la gran nada que es una depresión, que la adrenalina. Así que hay que provocar episodios extraordinariamente emocionantes, a poder ser épicos, para liberar adrenalina a raudales.

Esto es lo que ha ocurrido en la Cataluña independentista la última década. Idear manifestaciones descomunales y obtener de ellas imágenes vibrantes que puedas exportar a todo el mundo. Realizar votaciones entre muy pocas personas cuyo resultado sería irreversible para el destino de un país. Hacer historia tantas veces como la historia lo permita y, si no, peor para la historia. Reconocerse entre las luchas que han dado los pueblos más oprimidos los dos últimos siglos. Pergeñar sesiones parlamentarias de retórica inflamada. Racionalizar el discurso de los fanáticos. Convertir a los adversarios políticos en enemigos demoníacos. O eliminar de la ecuación a los antihéroes. Se trataba de experimentar un éxtasis tan sublime que la única opción aceptable, tras el consecuente bajón, consistía en forzar las situaciones para volver a experimentarlo.

El independentismo ha confundido la adrenalina con la independencia. Han creído que cuanto más emocionante fuera todo, que cuanto más frecuente fuera el subidón, más cerca se estaba de la independencia. Sin embargo, el estado mental adrenalínico no conduce a ningún lugar; es un fin en sí mismo. Así como el estrés laboral no hace que cumplas los objetivos de trabajo que te marcaron, la adrenalina política tampoco hace que te acerques a ninguno de los objetivos políticos a los que aspiras. El proceso independentista fue el ciclo político de la adrenalina, el ciclo político de la depresión.

Una parte mayoritaria de ERC, por una combinación de razones —algunas instrumentales, otras no—, tomó la decisión hace un tiempo de intentar salir del ciclo político de la adrenalina. Negociaba con el Gobierno central, hacía valer sus intereses y asumía que el improbable proyecto de la independencia de Cataluña requería un enfoque distinto del de los últimos 10 años. Con la misma voluntad de liberarse de la depresión, llegó a un preacuerdo hace unos días con el PSC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat. La consulta entre sus bases para refrendar el preacuerdo podía haber sido un normal episodio de democracia participativa. Pero una parte del independentismo, en su eterna luna de miel con la depresión política, decidió convertirla en otro hecho trascendental para la historia de Cataluña. ¿Cómo iban a hacer presidente —se alegaba— al miembro más españolista del PSC? ¿Cómo iban a entregar la Generalitat, en fin, a España? Así que la consulta se convirtió en un nuevo episodio adrenalínico del que todo el mundo debía estar pendiente desde el sofá, móvil en mano. Una vez terminado ese momento, el independentismo depresivo buscó, en las inminentes sesiones de investidura, el siguiente episodio adrenalínico. Y va a poner toda la carne en el asador.

Carles Puigdemont —que es a ERC lo que los molinos al Quijote— retornará a Cataluña para la investidura de Illa y se expondrá a ser detenido por los cargos que, hasta el momento, la judicatura considera que no quedan amparados por la amnistía. ¿Pero para qué vuelve en realidad Puigdemont? No vuelve para acercar a Cataluña a la independencia, tampoco para ser investido como presidente o para actuar como jefe de la oposición. No. Puigdemont vuelve para intentar que no muera jamás la depresión política de Cataluña. Puigdemont vuelve para liberar una dosis descomunal de adrenalina. No tiene ninguna finalidad política. Sólo la voluntad de perpetuar una melancolía patológica en la política catalana.

Tras saberse el resultado de la consulta entre las bases de ERC, Puigdemont escribió que había preferido esperar a pronunciarse después de la consulta para que no se le pudiera acusar de hacer chantaje emocional a ERC. Sin solución de continuidad, procedía en el mismo texto a sostener que la decisión de ERC de investir a Illa en el Parlament hacía posible que lo detuvieran a él mismo. Es decir, responsabilizaba a ERC de su potencial ingreso en prisión. Es posible que esta retorcida declaración de Puigdemont constituya la Capilla Sixtina del chantaje emocional. La pregunta es: ¿hay algún diputado de ERC en el Parlament susceptible de caer fulminado por la belleza de semejante obra maestra de la inmoralidad? Todo parece indicar que Puigdemont cree que hay al menos un Eduardo Tamayo —uno de los dos diputados del PSOE que en 2003 impidió la investidura del candidato socialista a la Comunidad de Madrid y en (des)honor al cual se acuñó la maravillosa expresión “tamayazo”— entre las filas de ERC. Así que está poniendo todo su empeño en lograr algo inaudito: un tamayazo emocional.

Y es que lo último que querría un prócer que declaró la independencia de su país para suspenderla exactamente al cabo de ocho segundos es que el ciclo político de la depresión y la adrenalina se terminara."               (Pau Luque es investigador en la UNAM, El País, 05/08/24)

23/7/24

POLITICO: Los guerreros independentistas de Escocia aplastados en las elecciones generales del Reino Unido... el SNP ahora tiene solo nueve escaños en el parlamento del Reino Unido, un impresionante cambio de fortuna en comparación con los 48 de los 59 escaños de Escocia que obtuvo la última vez que Gran Bretaña fue a las urnas en 2019... "Hasta cierto punto, la gente se ha desenamorado de nosotros y debemos preguntarnos por qué", dijo a la BBC Ian Blackford, ex líder del SNP

 "Los conservadores británicos no son los únicos grandes perdedores de las elecciones generales del Reino Unido.

Tras dominar la política escocesa durante años, el independentista Partido Nacional Escocés también tuvo una noche terrible.

Con el resultado final de las elecciones declaradas el sábado, el SNP ahora tiene solo nueve escaños en el parlamento del Reino Unido, un impresionante cambio de fortuna en comparación con los 48 de los 59 escaños de Escocia que obtuvo la última vez que Gran Bretaña fue a las urnas en 2019.

El resultado representa un desastre para el SNP, que afirmaba que ganar una mayoría de escaños en estas elecciones representaría un nuevo mandato para la independencia. El asediado líder del partido, John Swinney, dijo inmediatamente después que asumía la responsabilidad por el pobre resultado. Ahora se enfrentará a preguntas sobre lo que este revés significa para los sueños independentistas del partido.

"Es un resultado muy pobre para el Partido Nacional Escocés esta noche", dijo Swinney a la BBC. "Tendremos que hacer un examen de conciencia como partido".

En su intervención la noche de las elecciones, un candidato del SNP, al que se le concedió el anonimato para hablar con libertad, argumentó que el partido había "luchado por hacerse oír en el debate nacional", señalando el deseo de los votantes de deshacerse del gobierno conservador.

La mayoría de las enormes pérdidas del SNP fueron a manos de un rejuvenecido Partido Laborista Escocés, bajo su dinámico nuevo líder Anas Sarwar. (...)

El ascenso de los laboristas escoceses se produjo mientras caía la popularidad del SNP en Escocia. El SNP se ha enfrentado a una serie de escándalos, junto con la disminución de la fe en su gestión del gobierno escocés descentralizado. El partido también ha luchado por encontrar una figura de liderazgo con el mismo perfil nacional que Nicola Sturgeon, que dimitió bajo una nube en 2023.

"Hasta cierto punto, la gente se ha desenamorado de nosotros y debemos preguntarnos por qué", dijo a la BBC Ian Blackford, ex líder del SNP en Westminster. (...)"     

(Andrew McDonald  , POLITICO, 05/07/24, traducción DEEPL)

4/7/24

No es indignación lo que provocan aquellos muchachos, el grupo de jóvenes nacionalistas aglutinados alrededor de la familia Pujol, que creyeron entonces hacer historia, ni las penosas explicaciones actuales de su estratega en jefe una vez obtenido el penoso resultado que todos conocemos. Si acaso provocan conmiseración. Con tales jefes se entienden todas las derrotas. Pueden estar tranquilos sus enemigos seculares. Indigna, en cambio, que consiguieran hacerse con el timón del país durante tantos años y sigue indignando que sigan persistiendo en su capacidad para enredar e impedir que Cataluña sea de nuevo gobernada y lo antes posible... Si se pudiera descremar el componente nacionalista catalán, el personaje sería un prototipo perfecto de votante e incluso militante del PP... y es que ya Pla calificó a Jordi Pujol, de “milhomes d’ambició desmesurada”, una condición que forma parte del ADN convergente transmitido a las siguientes generaciones

 " La clave generacional supera a veces cualquier otra explicación. La experiencia compartida de un grupo de amigos de la misma edad se convierte a veces en la llave interpretativa de la historia. No es una llave universal, ni mucho menos. A veces no abre ninguna puerta y solo sirve para confundir. En otras, en cambio, encaja tan bien en la cerradura de los acontecimientos que termina convirtiéndose en imprescindible.

Este parece ser el caso del grupo de jóvenes nacionalistas aglutinados alrededor de la familia Pujol que promovieron a Artur Mas como sucesor del presidente de Convergència y de la Generalitat y luego se convirtieron en protagonistas destacados de la intentona secesionista de 2017. Lo cuenta en Merecer la victoria, libro firmado por David Madí, un destacado militante nacionalista al que José Antich, exdirector de La Vanguardia y fundador del periódico digital El Nacional, vinculado y financiado por el entorno de Junts, presenta como el estratega en jefe del proceso independentista.

Sorprende el título e incluso la portada, ilustrada con un dibujo de Winston Churchill en un gesto conminativo con el dedo señalando al lector. También sorprende la cita de apertura (”En la guerra, determinación. En las derrotas, resistencia. En la victoria, generosidad. En la paz: buena voluntad”) y las reiteradas referencias del autor a su admirado premier conservador, el político extranjero más inspirador para quien fue al parecer el jefe del Estado mayor del independentismo derrotado. También es elocuente el subtítulo, Una visión imprescindible del conflicto catalán, en la que el autor se adelanta a la crítica con un torpe e injustificado elogio de sí mismo. Cuadra con el tono de las instrucciones dirigidas al lector y propias de un libro de autoayuda, en las que adelanta también, con notable osadía y tuteo incluido, las reacciones que suscitará: “un relato que te interesará, te hará sentir orgulloso y te indignará”.

La realidad es que su interés es escaso. Hay más maledicencias que novedades en sus pretendidas revelaciones. Se cuela incluso algún bulo lamentable, sin prueba ni testimonio vivo alguno que pueda contradecirle, contra uno de los periodistas que mejor resistieron a los abusos de poder de la Generalitat pujolista, y en concreto al propio Madí cuando era la mano derecha de Artur Mas, entonces conseller en cap en el gobierno del presidente Pujol. Explica más sobre el tipo de mente de quienes dirigieron el independentismo que sobre el independentismo mismo. Pocos son los que pueden sentirse orgullosos, ni de los desgraciados sucesos sobre los que Madí exhibe su protagonismo intelectual, ni de la limitada capacidad reflexiva que ofrece en su explicación. No es extraño que la califique de “novela de no ficción”, puesto que versa sobre nuestra historia reciente, pero se aproxima a ella como si fuera una fantasía política urdida por un grupo de jóvenes a los que ahora, cuando ya son mayorcitos, su clandestino inspirador y estratega les explica las causas del fracaso, previa y reiterada aclaración de que se trata de “un relato para adultos”.

No hay duda de que eran unos adolescentes los que creyeron hacer historia con la campaña conocida como Freedom for Catalonia, con la que el entorno juvenil de Pujol pretendía aprovechar los Juegos Olímpicos del 92 para internacionalizar prematuramente la causa de una independencia para la que se sentían llamados a movilizarse en su vida adulta. No es indignación lo que provocan aquellos muchachos que creyeron entonces hacer historia, ni las penosas explicaciones actuales de su estratega en jefe una vez obtenido el penoso resultado que todos conocemos. Si acaso provocan conmiseración. Con tales jefes se entienden todas las derrotas. Pueden estar tranquilos sus enemigos seculares.

Indigna, en cambio, que consiguieran hacerse con el timón del país durante tantos años y sigue indignando que sigan persistiendo en su capacidad para enredar e impedir que Cataluña sea de nuevo gobernada y lo antes posible. En pocas ocasiones un partido catalán ha tenido en sus manos tanto poder, y en pocas ocasiones se han desperdiciado tantas oportunidades con tanta alegría y tanta irresponsabilidad, o se han aprovechado solo para la vanidad y el disfrute personales. “A nuestra generación —escribe Madí— le tocaba tomar el relevo de la de Pujol y situar el horizonte nacional justo un escalón antes de la independencia, así como escoger la generación posterior, que remataría el trabajo”. Ni una cosa, ni la otra. El desastre es fenomenal.

Madí se define como nacionalista y liberal. No esconde su talante conservador y su severa oposición a las izquierdas. Tampoco su querencia por la autoridad y el realismo político, si bien su maquiavelismo se ha revelado de pacotilla. Si se pudiera descremar el componente nacionalista catalán, el personaje sería un prototipo perfecto de votante e incluso militante del PP. Y como muchos militantes del PP en época reciente, a Madí también le gusta citar a Pla a su conveniencia. Yo no he encontrado en ninguno de sus libros y artículos la que más gusta citar desde el mundillo indepe: “Nada se parece más a un español de derechas que un español de izquierdas”.

Tengo, en cambio, subrayada la entrada del 28 de setiembre de 1918 del Quadern gris, donde recoge las palabras famosas salidas de boca del padre del escritor: “Lo que más se parece a un hombre de izquierdas en este país es un hombre de derechas. Son iguales, intercambiables, han mamado la misma leche. ¿Podría ser de otra forma? No lo dudes: esta división es inservible”. ¿España, Cataluña o simplemente l’Empordà? Que el lector decida. También subrayé en su día en las Notes del capvesprol, las palabras que dedicó a Jordi Pujol, fundador, padre espiritual y dirigente venerado por David Madí. Pla le calificó de “milhomes d’ambició desmesurada”, una condición que, a la vista está, forma parte del ADN convergente transmitido a las siguientes generaciones."

(Lluís Bassets , El País, 24/06/24)

8/6/24

Enric Juliana: Doce años después de 2012, de cuando Artur Mas, las posiciones nominalmente independentistas dejan de tener mayoría absoluta en la cámara catalana. Se abre una nueva etapa... Hay números para un nuevo tripartito de izquierdas, pero ese gobierno no se dará... El batacazo de Esquerra Republicana es colosal y aún no conocemos sus consecuencias. Ni las conocen ellos mismos... Con estos números, el independentismo difícilmente puede acabar forzando una repetición de los comicios. Illa podría obtener un resultado arrollador en octubre... La elevada abstención (42%) ha castigado esta vez a los independentistas. Sólo Junts levanta cabeza después de su regreso a las fuentes de Convergència, de la mano de la patronal Foment y del propio Jordi Pujol... Hay cansancio. Hay un profundo cansancio. Ni siquiera Aliança Catalana, el experimento de extrema derecha impulsado desde Ripoll, ha conseguido transformar ese cansancio en un resultado sorpresa, como auguraban algunos sondeos... Más derecha y menos independentismo... La izquierda irradiada desde 2014 por el fenómeno Podemos baja. Es el signo de los tiempos. Es el signo de Europa... El PP obtiene un muy buen resultado y logra sobrepasar a Vox... Pero atención: Vox no baja y consolida sus once diputados. Vox y Aliança Catalana, la Liga Norte de Ripoll, suman más de trescientos mil votos... Respiro para Pedro Sánchez en uno de los momentos más difíciles de su carrera

 "Gana Salvador Illa y el independentismo no alcanza la mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya por primera vez desde 2012, cuando Artur Mas, en plena crisis económica, adelantó las elecciones con la divisa del soberanismo. Moisés llamaba al pueblo catalán a un nuevo destino. (Mosaico era el gesto de Mas en los carteles de aquella campaña). Doce años después, las posiciones nominalmente independentistas dejan de tener mayoría absoluta en la cámara catalana. Se abre una nueva etapa.

Illa gana y muy teóricamente podría gobernar con el apoyo de Esquerra Republicana y los Comuns. Sería el tercer tripartito. La posibilidad aritmética de esa alianza estuvo bailando durante toda la noche y en el tramo final del escrutinio, el PSC recuperó un escaño por Lleida que facilita la suma de 68 diputados por parte de las izquierdas catalanas, a la espera del recuento definitivo.

Hay números para un nuevo tripartito de izquierdas, pero ese gobierno no se dará

Aunque los números existen, ese tercer tripartito no se va a formar. El batacazo de Esquerra Republicana es colosal y aún no conocemos sus consecuencias. Ni las conocen ellos mismos en estos momentos. Puede abrirse una crisis importante en el interior de ese partido, históricamente propenso a las divisiones internas. En su primera comparecencia pública, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, el hombre que ha conducido a su partido al desastre al adelantar temerariamente las elecciones, anunció que ERC pasará a la oposición.

En los próximos días y semanas se irá conociendo cuál es la posición de Esquerra ante la investidura. En su primera comparecencia pública, Carles Puigdemont dijo que no desea una repetición electoral. Es poco probable que ERC la desee. Los efectos de una repetición de las elecciones podrían ser catastróficas para los partidos que decidiesen bloquear la legislatura. El bloque independentista suma 61 diputados. Cincuenta y nueve escaños si excluimos a Aliança Catalana, con la que Junts, ERC y CUP dicen no querer pactar. Con estos números, el independentismo difícilmente puede acabar forzando una repetición de los comicios. Illa podría obtener un resultado arrollador en octubre.

El independentismo no suma mayoría en el Parlament, este es el dato clave de la jornada

La elevada abstención (42%) ha castigado esta vez a los independentistas. Sólo Junts levanta cabeza después de su regreso a las fuentes de Convergència, de la mano de la patronal Foment y del propio Jordi Pujol, que cerró la campaña con una significativa grabación en la que el histórico emblema de CDC aparecía en un ángulo de su despacho.

La repetición electoral no está en la agenda de la patronal Foment, entidad empresarial que diez días antes de iniciarse la campaña efectuó un gesto inequívoco al visitar a Puigdemont en el sur de Francia. Preside Foment, Josep Sánchez Llibre, ex diputado de CiU en el Congreso de los Diputados durante seis legislaturas, escuela democristiana. Sánchez Llibre no acudió sólo a la cita con el expresidente de la Generalitat en territorio francés, puesto que le acompañaba buena parte de la junta directiva de la principal organización patronal catalana. Un gesto inequívoco.

El batacazo de ERC es tan tremendo que puede cambiar todo el cuadro político

La consolidación de Junts en la pila bautismal de CDC y el enorme batazaco de ERC introducen otra novedad importante: la insomne pugna entre convergentes y republicanos, iniciada hace veinte años tras la retirada de Jordi Pujol, puede estar resolviéndose a favor de los primeros. Posiblemente se ha resuelto ya a favor de los primeros. Anoche Puigdemont se refirió a la necesidad de restablecer marcos unitarios del independentismo, esto es, colocar a la disminuida ERC bajo su órbita.

¿Vuelve Convergència? Vuelve el espíritu de Convergència sin renunciar a la retórica independentista. Esa retórica es hoy como la fruta confitada en la coca de Sant Joan. Da color y sabor.

Hay cansancio. Hay un profundo cansancio. Ni siquiera Aliança Catalana, el experimento de extrema derecha impulsado desde Ripoll, ha conseguido transformar ese cansancio en un resultado sorpresa, como auguraban algunos sondeos. La Liga Norte de Ripoll sólo consigue dos diputados, uno por Girona y otro por Lleida. Una repetición electoral les podría favorecer. Los resultados del grupo Alhora son inenarrables.

Más derecha y menos independentismo, escribe Josep Martí Blanch hoy en La Vanguardia. Tiene razón. El eje de la política catalana se desplaza a la derecha, encabezado por un PSC más pragmático que nunca. Bajan todas las formaciones situadas nominalmente a la izquierda de los socialistas. Los Comunes salvan el tipo: podía haber sido peor. La seriedad de Jessica Albiach, poco dada a la comedia, ha jugado a su favor. La izquierda irradiada desde 2014 por el fenómeno Podemos baja. Es el signo de los tiempos. Es el signo de Europa.

El PP obtiene un muy buen resultado y logra sobrepasar a Vox. Conquistar la cuarta posición era el objetivo de Alberto Núñez Feijóo. Alejandro Fernández no ha sido ajeno al buen resultado de los populares y fortifica su posición en el partido. Pero atención: Vox no baja y consolida sus once diputados. Vox y Aliança Catalana, la Liga Norte de Ripoll, suman más de trescientos mil votos.

Illa sudará para obtener la investidura, Sánchez sale reforzado

Si el Parlament de Catalunya se pudiese simplificar en el eje izquierda-derecha quedaría formado por 72 diputados de izquierda frente a 63 de derechas. No era esa la correlación de fuerzas en las anteriores legislaturas. El eje se ha movido a la derecha. El hilo musical de la sociedad catalana se ha modificado.

Cuadro español. Respiro para Pedro Sánchez en uno de los momentos más difíciles de su carrera. El activismo del líder del PSOE en la campaña no parece haber perjudicado a Illa. Los cinco días de abril de Sánchez no parecen haber pasado factura a los socialistas en el plano electoral.

Los resultados acreditan que los indultos y la ley de Amnistía han contribuido a destensar la sociedad catalana, generando un nuevo marco político.

Sin embargo, Salvador Illa aún no tiene la investidura en el bolsillo."                 (Enric Juliana, La Vanguardia, 13/05/24)

7/6/24

Cataluña, el fin de una etapa... el llamado procés murió en octubre de 2017 cuando se desvaneció el sueño de la unilateralidad... la tensión secesionista, que se ha prolongado con sus vaivenes hasta 2024, es lo que ha colapsado en las elecciones del domingo... El perdón de la pena de prisión en 2021 para los condenados en el juicio del procés supuso un antes y un después, desinflamó el lacismo y fue un gesto inteligente con un bajo coste... La amnistía, en cambio, ha premiado al partido independentista más radical y al prófugo Carles Puigdemont, resucitándolo políticamente en perjuicio de ERC, cuya estrategia pragmática ha sido duramente castigada en las urnas... La amnistía ha tenido costes y beneficios para el PSC. Por un lado, le ha permitido seguir drenando votos a su izquierda, de ERC y los Comunes, y también del centroderecha nacionalista moderado. Pero, por otro, su magnífico resultado esconde un trasvase hacia el PP, que ha sido la fuerza que más ha crecido en votos absolutos, y no solo a costa de la desaparición de Ciudadanos... Los dos partidos separatistas necesitan hacer la digestión del 12 de mayo y tomar conciencia de que se ha abierto una nueva etapa en la que la política catalana irá pareciéndose a la vasca... Cuando el ex president dijo que si no era restituido dejaría la primera línea política, acertó en el análisis de que su tiempo se había acabado. Un final que es también el inicio de una nueva etapa con Illa de president (Joaquim Coll)

 "El resultado de las elecciones del pasado domingo, más que poner fin al procés, tal como estos días tanto se afirma, supone el cierre de una larga etapa de tensión secesionista en Cataluña que estalló en 2012, provocó la mayor crisis de la democracia española cinco años más tarde y se ha prolongado hasta 2024 gracias a la existencia de una mayoría independentista en el Parlament. En rigor, el llamado procés murió en octubre de 2017 cuando se desvaneció el sueño de la unilateralidad. 

Hasta entonces, cientos de miles de catalanes creyeron que la secesión era posible si persistían en su deseo, se movilizaban en cada ocasión y acudían en masa a votar en unas elecciones que se revestían de plebiscitarias o participaban entusiásticamente en pseudorreferéndums convocados desde la Generalitat para desbordar al Estado. Si aun así el Gobierno español no se avenía a negociar, entonces, antes o después, la Europa democrática correría en su ayuda, creyeron también. Esa ensoñación se hundió en 2017.

Ahora bien, no hay que confundir el procés como momento concreto con el fenómeno de la tensión secesionista, hija de los largos años del pujolismo y sobre todo del fracaso del segundo Estatuto. Sin la tensión previamente acumulada, y el oportunismo para sortear las consecuencias de la crisis económica de 2008, Artur Mas no se habría atrevido en 2012 a dar el pistoletazo de salida a la exigencia de una consulta, que rápidamente se convirtió, como resultado del juego de la gallina con ERC, en un programa de secesión unilateral, que fue el deus ex machina de la política catalana hasta 2017. Ahora, en cambio, con el hundimiento del independentismo en las urnas, lo que se cierra es el conjunto de una larga etapa de 12 años, donde una mayoría minoritaria ha querido imponer de una forma u otra al conjunto de la sociedad catalana y española el ejercicio de la autodeterminación. En definitiva, el procés murió en 2017, mientras la tensión secesionista, que se ha prolongado con sus vaivenes hasta 2024, es lo que ha colapsado en las elecciones del domingo.

Hay que subrayar que las urnas no solo han despojado al independentismo de su hegemonía parlamentaria, sino que arrojan un dato muy revelador de la nueva etapa: la suma de los partidos (PSC, PP y Vox) que están explícitamente en contra de un referéndum alcanza los 68 diputados de la mayoría absoluta. Evidentemente, esa suma no es operativa para construir nada, pero subraya la fuerza del cambio de eje de la política catalana. En el nuevo Parlament los partidarios del polémico casino Hard Rock en Tarragona superan ampliamente a los del derecho a decidir. Las medidas de gracia que ha aprobado el Gobierno de Pedro Sánchez han tenido sin duda un efecto positivo en el proceso de normalización sociopolítica en Cataluña, aunque una cosa son los indultos y otra, muy diferente, la amnistía. El perdón de la pena de prisión en 2021 para los condenados en el juicio del procés supuso un antes y un después, desinflamó el lacismo y fue un gesto inteligente con un bajo coste y sin ningún riesgo. La amnistía, en cambio, ha sido una operación de pura conveniencia, un pago a cambio de siete votos para una investidura, que ha premiado al partido independentista más radical y al prófugo Carles Puigdemont, resucitándolo políticamente en perjuicio de ERC, cuya estrategia pragmática ha sido duramente castigada en las urnas, aunque en su hundimiento hay una multiplicidad de causas, empezando por una gestión bastante mediocre al frente del Govern de la Generalitat y un liderazgo, el de Pere Aragonès, fallido.

La amnistía ha tenido costes y beneficios para el PSC. Por un lado, le ha permitido seguir drenando votos a su izquierda, de ERC y los Comunes, y también del centroderecha nacionalista moderado. Pero, por otro, su magnífico resultado esconde un trasvase hacia el PP, que ha sido la fuerza que más ha crecido en votos absolutos, y no solo a costa de la desaparición de Ciudadanos. Puesto que Vox ha resistido muy bien, demostrando que hay una extrema derecha españolista que ha venido para quedarse, es evidente que hay una parte de voto socialista contrario a la amnistía que ha optado por Alejandro Fernández, un candidato con personalidad propia frente a la torpe dirección nacional del PP, brillante parlamentario y siempre contundente frente a las falsedades nacionalistas.

La clara victoria del socialista Salvador Illa se explica también por su perfil moderado, dialogante, que huye de la polarización, tan diferente en eso a Sánchez, y que encarna la perfecta simbiosis entre PSC y PSOE. El resultado para los socialistas catalanes es histórico, pues es la primera vez que ganan en votos y escaños, muy por delante de la segunda fuerza. No hay otra presidencia posible que la del líder socialista, por mucho que Carles Puigdemont intente ganar tiempo para atrasar lo inevitable, su retirada de la primera línea de la política. Anunciando que se presentará a la investidura pretende chantajear a ERC y forzar una carambola.

La afirmación trompeteada por algunos analistas de que Sánchez sacrificaría a Illa para seguir contando con el apoyo de los independentistas supone un desconocimiento absoluto de la historia del PSC. Es un partido de obediencia federal, pero autónomo en cuanto a su estrategia en Cataluña. Ya ocurrió con José Luis Rodríguez Zapatero cuando le medio prometió a Mas en 2006 que si ganaba las elecciones no habría otro tripartito de izquierdas, y sin embargo José Montilla se hizo con la presidencia de la Generalitat.

Esta vez no será diferente, y menos aún tras unos resultados tan buenos, con Junts muy por debajo y ERC hundida. Ahora bien, la investidura de Illa no será fácil, y existe el riesgo de volver a las urnas. No me parece el escenario más probable. Los dos partidos separatistas necesitan hacer la digestión del 12 de mayo y tomar conciencia de que se ha abierto una nueva etapa en la que la política catalana irá pareciéndose a la vasca. Tanto ERC como Junts han de revisar sus estrategias y liderazgos, y eso pasa por la anunciada jubilación de Puigdemont y también de Oriol Junqueras, aunque este se resista como gato panza arriba.

Con el paso de las semanas, y tras las elecciones europeas, en ERC verán que es absurdo bloquear la investidura de Illa, y puede que también en Junts. Una doble abstención permitiría a ambos partidos dejar de mirarse de reojo y al socialista formar un gobierno en solitario que daría un año de margen para formalizar un acuerdo de legislatura con uno de los dos partidos independentistas, preferentemente con ERC y el apoyo de los Comunes. Además, tanto Junts como ERC siguen condicionando la legislatura de Sánchez, lo que también es una forma de presión sobre el PSC en un juego en el que todos dependen los unos de los otros.

La repetición electoral en otoño nunca se puede descartar, pero ERC no está en condiciones de volver a las urnas tras la marcha de Aragonès y con una dirección cuestionada. Puigdemont puede tener más tentaciones en un cálculo cortoplacista, pero por encima de su teatralidad es un político inteligente. Sin ninguna esperanza de que se rehaga la unidad independentista, menos aún con la aparición disruptiva de la islamófoba Aliança Catalana, su empecinamiento sería visto como un capricho personal y el resultado para Junts podría empeorar. Cuando el ex president dijo que si no era restituido dejaría la primera línea política, acertó en el análisis de que su tiempo se había acabado. Un final que es también el inicio de una nueva etapa con Illa de president."

(Joaquim Coll es historiador. Revista de prensa, 15/05/24. Este artículo se publicó originalmente en El Mundo.)

6/6/24

Debacle independentista en tres años: del récord de 2021 a su mínimo histórico el 12M... un capital dilapidado en tres años de peleas internas continuas, hasta sufrir una debacle que lo deja muy lejos de los guarismos de los años del 'procés'... por comparar, CiU de Pujol tenía 50 diputados en 2012, 62 en 2010 y hasta 72 en 1984. Los 35 diputados de Puigdemont dan risa

"En las elecciones catalanas de 2021, el independentismo consiguió un hito: mayoría absoluta de escaños (74) y, por primera vez, también de votos (52 %), un capital dilapidado en tres años de peleas internas continuas, hasta sufrir una debacle que lo deja muy lejos de los guarismos de los años del 'procés'.

Hace tres años, el PSC de Salvador Illa fue el partido más votado, pero empató a 33 escaños con ERC, seguido de JxCat con 32, mientras que la CUP ocupó la quinta plaza, con nueve diputados.

El récord de votos y escaños que entonces sumaron ERC, JxCat y la CUP se tradujo en un pacto de investidura que llevó a Pere Aragonès a la presidencia de la Generalitat, con un Govern de coalición entre Esquerra y Junts, sustentado desde fuera por la CUP.

Aragonès arrancó con el compromiso de trabajar para "culminar" el proceso de independencia, pero la alianza con sus dos socios duró poco y enseguida se vio que, aparcada la vía unilateral, el 'procés' entraba en una fase de letargo, más centrada en levantar las causas judiciales por el 1-O que en avanzar hacia el Estado independiente.

La CUP ni tan siquiera le aprobó los primeros presupuestos de la legislatura, mientras que la cohabitación entre ERC y JxCat topó con constantes desencuentros, cada vez menos disimulados, hasta que la situación se hizo irrespirable y JxCat, en octubre de 2022, decidió en una consulta interna abandonar el Govern y pasar a la oposición.

Todo ello ocurría en medio del desconcierto entre el electorado independentista, que empezó a dar señales de desmovilización, sobre todo en unas manifestaciones de la Diada del 11 de septiembre cada vez menos concurridas.

En las elecciones municipales y generales del año pasado, ERC perdió miles de votos, mientras que el PSC volvía a convertirse en pilar fundamental para mantener a flote el PSOE.

Los siete escaños obtenidos por ERC y también por JxCat en las generales valían su peso en oro, porque eran claves para permitir la investidura de Pedro Sánchez, pero los síntomas de desmovilización de su electorado se han acabado confirmando este domingo.

La suma de JxCat (35), ERC (20), la CUP (4) y Aliança Catalana (2) no pasa de los 61 escaños, con más del 98 % escrutado, lo que dista mucho del récord alcanzado en 2021, cuando las candidaturas partidarias de la independencia de Cataluña lograron por primera vez la mayoría absoluta en escaños (74) y en votos (52 %).

Cuatro años antes, en 2017, después de la fallida declaración unilateral de independencia y de la suspensión de la autonomía con el artículo 155 de la Constitución, JxCat (34), ERC (32) y la CUP (4) sumaron un total de 70 escaños.

En las elecciones anteriores, en 2015, Convergència y ERC se presentaron conjuntamente bajo la fórmula unitaria de Junts pel Sí, que obtuvo 62 diputados, que, sumados a los 10 de la CUP, también superaron la mayoría absoluta (72).

Las primeras elecciones del 'procés' pueden considerarse que son las de 2012, convocadas por el entonces president Artur Mas bajo el compromiso de convocar una consulta soberanista: CiU consiguió 50 escaños, ERC subió a 21, mientras que la CUP obtuvo tres."            (Roger Mateos, El Obrero, 13/05/24)
 
 
"(...) Algo se ha roto en 2024 en el nacionalismo: el % de voto nacionalista -estable desde 1999- empieza a bajar y se sitúa en niveles de 1980.
  • JxC (CiU) solo consigue 675.000 votos. Solo en 2021 había tenido menos (568.000). Está lejísimos de los 1.347.000 que logró en 1984, o los 1.320.000 de 1995, o incluso los 1.116.000 de 2012. Son niveles paupérrimos, la mitad de sus resultados habituales antes del prusés. El partido pujolista tenía 50 diputados en 2012, 62 en 2010 y hasta 72 en 1984. Sus 35 diputados actuales dan risa.
  • ERC s’ha quedat en 427.000 vots, un 13,7% dels vots i un 8% del censo. El 2017 venia de 936.000 vots. Se ha quedado en 20 diputados, lejísimos de los 33 que tenía.
  • La CUP, el partit burgeset catabatasú, obtiene 128.000 votos, apenas algo más que cuando apareció en 2012 i molt lluny dels 338.000 del 2015. Solo retiene 4 diputados, cuando había llegado a 10 en 2015 i a 9 el 2021.
  • Aliança Catalana, el partit que retorna a les arrels pures del nacionalisme, recull 118.000 vots i 2 escons. (...)"                       (Dolça Catalunya, 13/05/24)

13/5/24

La baraka de Sánchez... ha vuelto a demostrar que es un gran táctico... por primera vez en unas autonómicas, el PSC gana en votos y escaños, y el independentismo no suma de ninguna forma posible... el avance de Junts no logra compensar el tremendo hundimiento de ERC y la pérdida de más de la mitad de la representación de la CUP... el conjunto de las formaciones que se declaran independentistas se quedan lejos de la mayoría absoluta. Este es un dato muy relevante que cierra definitivamente el libro del procés... Sánchez puede argumentar con hechos que la ley de amnistía ha servido para ello, aunque sabemos que la desmovilización separatista ya estaba en marcha desde hace tiempo... Lo más que ha logrado esa ley ha sido reforzar tanto al PP como a Vox, y resucitar un rato a Carles Puigdemont, en perjuicio sobre todo de ERC... El tripartito de izquierdas suma una raspada mayoría de 68 diputados. Para los republicanos la decisión de investir a Illa es muy complicada, aunque peor sería una repetición electoral. La presidencia del candidato socialista de una forma u otra parece inevitable, pues el crecimiento de Junts se queda lejos de las expectativas de los últimos días, con pocos alicientes para volver a las urnas... la victoria de Illa es clara, y refuerza a Sánchez y al PSOE de cara a las europeas. La legislatura podría estabilizarse porque ni Junts ni ERC tienen motivos para retirarle su apoyo... El escenario es el de un PSC hegemónico, al frente de los principales gobiernos locales, y con Illa de president, aunque su investidura no será coser y cantar (Joaquim Coll)

 "La holgada victoria de Salvador Illa supone también un triunfo incontestable para Pedro Sánchez. Por primera vez en unas autonómicas, el PSC gana en votos y escaños, y el independentismo no suma de ninguna forma posible desde 2012. El avance de Junts con Carles Puigdemont no logra compensar el tremendo hundimiento de ERC y la pérdida de más de la mitad de la representación de la CUP.

La entrada de la islamófoba Aliança Catalana no hubiera dado nunca una mayoría operativa al separatismo, pero es que el conjunto de las formaciones que se declaran independentistas se quedan lejos de la mayoría absoluta. Este es un dato muy relevante que cierra definitivamente el libro del procés. Para Sánchez es una excelente noticia, y le permite argumentar con hechos que la ley de amnistía ha servido para ello, aunque todos sabemos que la desmovilización separatista ya estaba en marcha desde hace tiempo, con o sin amnistía.

 Lo más que ha logrado esa ley ha sido reforzar tanto al PP como a Vox, y resucitar un rato a Carles Puigdemont, en perjuicio sobre todo de ERC, que sale muy tocada, tanto en su estrategia como en sus liderazgos. El tripartito de izquierdas suma una raspada mayoría de 68 diputados. Para los republicanos la decisión de investir a Illa es muy complicada, aunque peor sería una repetición electoral. La presidencia del candidato socialista de una forma u otra parece inevitable, pues el crecimiento de Junts se queda lejos de las expectativas de los últimos días, con pocos alicientes para volver a las urnas, y podría fortalecer a los sectores pragmáticos de la formación neoconvergente tras la jubilación de Puigdemont.

En clave de política nacional, estos resultados, donde la victoria de Illa es clara, refuerzan a Sánchez y al PSOE de cara a las europeas. La legislatura podría estabilizarse
porque ni Junts ni ERC tienen motivos para retirarle su apoyo. El líder socialista mantiene intacta su baraka y supera una prueba decisiva, pues Cataluña podía haber sido su tumba en caso de pinchazo. Políticamente, el debate sobre la amnistía queda superado. Al PP tampoco le ha ido nada mal, ha triplicado en diputados, certificando que la apuesta por Alejandro Fernández era la correcta, pese a que Vox aguanta muy bien y repite los 11 escaños de 2021.

La desaparición de Ciudadanos pone también simbólicamente fin a una etapa. La historia seguramente no ha sido justa con la formación naranja, pero sus errores han sido pertinaces desde que Albert Rivera se entregó en su estrategia de pactos al PP.

Sin duda se abre en Cataluña una nueva etapa, donde el interrogante es el rumbo que tomará ERC, que ayer noche anunció su pase a la oposición. El escenario es el de un PSC hegemónico, al frente de los principales gobiernos locales, y con Illa de president, aunque su investidura no será coser y cantar. Sánchez no ha podido tener mejor noticia desde que a las puertas de las elecciones catalanas dejó a España en vilo por si dimitía con el asunto de los bulos.

Ha vuelto a demostrar que es un gran táctico, sin importarle sacrificar convicciones o principios, haciendo de la política el arte de lo posible para sostenerse en el poder."          (Joaquim Coll, Crónica Global, 13/05/24)

8/5/24

Cataluña rozó el colapso. Fue el decenio largo del procés, desde 2012 hasta anteayer. Políticamente se precipitó en él. Económicamente, no se alcanzó la tragedia, pero sí el drama... Con todo, el inicial empujón oficial al traslado de empresas señeras; los intentos de boicot de la pintoresca Assemblea Nacional Catalana a empresas desafectas al secesionismo (ya condenados por la Audiencia barcelonesa); la memoria de las huelgas generales por motivos partidistas decretadas desde la Generalitat; el vacío al jefe del Estado en inauguraciones empresariales (del Mobile, a la SEAT en 2021, semicorregido el pasado día 5 de abril) aún exhiben rescoldos. Amén del deshilachamiento de la cohesión social, que se contagia a un desprestigio del idioma propio ―antes inclusivo, estimulante del ascensor social; ahora asociado con ribetes de lo excluyente― y en grado descendente, pero palpable aún, a los déficits de servicios sociales provocados por los recortes austeritarios que compartieron Convergència/Junts y Esquerra tanto en sus gobiernos coligados como desde sus alianzas parlamentarias. Son fenómenos de largo alcance, y percance, aunque afortunadamente ya bajo sordina (Xavier Vidal-Folch)

 "Cataluña rozó el colapso. Fue el decenio largo del procés, desde 2012 hasta anteayer. Políticamente se precipitó en él. Experimentó un insólito derrumbe por la pérdida temporal del soñado autogobierno —al que se despreció por ser un autonomismo “pasado de pantalla”—, la ruptura estatutaria y constitucional, la fractura social, la anemia de proyectos políticos, las suicidas carreras de muchos gobernantes, el rechazo de su propósito histórico en la gobernanza española, el desorden: todo eso se ha enderezado en buena medida durante el último trienio gracias a esfuerzos de distinto origen. Esfuerzos de catalanes redescubridores del pragmatismo (ERC) y de otros españoles practicantes del reencuentro (socialistas, comunes). “Per la concòrdia”, bautizó Francesc Cambó su libro de 1930, de contenido discutido y título memorable.

Económicamente, no se alcanzó la tragedia, pero sí el drama, lo cual es pernicioso, pues el esplendor catalán contemporáneo se fraguó siempre en la dupla comercio (economía) y cultura. El 12-M ofrece alguna ventana de oportunidad para revertirlo. Con todo, el inicial empujón oficial al traslado de empresas señeras; los intentos de boicot de la pintoresca Assemblea Nacional Catalana a empresas desafectas al secesionismo (ya condenados por la Audiencia barcelonesa); la memoria de las huelgas generales por motivos partidistas decretadas desde la Generalitat; el vacío al jefe del Estado en inauguraciones empresariales (del Mobile, a la SEAT en 2021, semicorregido el pasado día 5 de abril) aún exhiben rescoldos.

Amén del deshilachamiento de la cohesión social, que se contagia a un desprestigio del idioma propio ―antes inclusivo, estimulante del ascensor social; ahora asociado con ribetes de lo excluyente― y en grado descendente, pero palpable aún, a los déficits de servicios sociales provocados por los recortes austeritarios que compartieron Convergència/Junts y Esquerra tanto en sus gobiernos coligados como desde sus alianzas parlamentarias. Son fenómenos de largo alcance, y percance, aunque afortunadamente ya bajo sordina.

El más sonoro es la fuga de sedes sociales empresariales. Es del todo irrelevante la excusa de que no ha derrumbado el PIB, al no extenderse a fábricas y otros centros de producción y distribución. Pero la competencia internacional por atraer sedes corporativas es, como han estudiado Andreu Mas Colell y Xavier Vives, sustancial. Y es que el domicilio de una compañía absorbe sus mejores empleos directivos, estratégicos, institucionales, tecnológicos, jurídicos; es decir, el talento de Estado Mayor. También es inane la hipérbole que de ellas hace la caverna centralista, evocando 8.000 traslados eventualmente causados por el procés. En puridad hay que referirse al saldo neto (salidas menos llegadas) en los fatales y más migratorios años de 2017 y 2018: las salidas, detrayéndoles las entradas, ascendieron a 3.880. En los demás ejercicios apenas han registrado algún centenar. Y causados por factores múltiples: la capacidad de atracción de las capitales de Estado desde el inicio de la última globalización; la radialidad de la red viaria española; la permanente subejecución de las inversiones estatales regionalizables previstas en la comunidad periférica y la inversa sobreejecución en la central; la función aspiradora de la desleal competencia fiscal madrileña, bien radiografiada ―en Madrid:capitalidad, economía del conocimiento y competencia fiscal― por el Institut Valencià d’Investigacions Económiques en 2021 y que sin embargo resulta autopunitiva para la recaudación de los tramos altos del IRPF, como ha demostrado el Instituto de Estudios Fiscales en su estudio sobre las migraciones de profesionales de la España vaciada a Madrid entre 2016 y 2019.

Que el virus, aunque semicongelado, sobrevive lo certifica la reciente amenaza del sector fundamentalista indepe (Junts) con multar a las empresas fugitivas que no regresen de su “exilio” madrileño o valenciano, amenaza que no es más que un incentivo para no volver jamás, porque ¿a qué infierno intervencionista y despótico regresarían? ¡Y el dislate proviene de los herederos de la Convergència que se presentan como business friendly!

El declive relativo de la economía catalana durante el decenio de parálisis no es opinable. Es un dato. La comparación con la tradicional rival interna lo subraya. El peso de la Comunidad de Madrid (CAM) en el PIB español siempre fue, entre 2000 y 2010 a remolque de Cataluña ―bajo gobiernos nacionalistas moderados o del tripartito de izquierdas―, según datos del INE. En 2012, el Govern de Artur Mas quedó ligeramente detrás, con vaivenes, hasta que desde 2017 los de Carles Puigdemont, Quim Torra y Pere Aragonès vieron consolidarse una distancia negativa de medio punto o más. Las oscilaciones del ciclo —como región más industrial, Cataluña es muy sensible a las crisis y reacciona mejor a las recuperaciones— han generado algún volantazo, pero no en el conjunto del período: lo grave de este declive suave es que ha implicado la pérdida del liderazgo, de la primogenitura económica de España, posición no solo simbólica sino de amplios efectos prácticos.

El desfase macroeconómico, sin embargo, no es abrumador, y sí recuperable. El paro catalán en 2023 ha reculado al 9%; el madrileño, al 9,7%. El empuje exportador (26,2%) duplicó al capitalino (13,4%), claro que se debe más a la resiliencia de la empresa manufacturera que a ningún programa autonómico específico. A la contra, la inversión directa extranjera en el periodo 2019/2023 en la CAM (62,8%) ha quintuplicado la destinada a su rival (12,7%). Queda lejos del siglo XX y del principio del XXI, cuando los dirigentes catalanes viajaban a Japón en busca de inversiones industriales que equilibrasen las financieras recibidas por Madrid.

Donde Cataluña resiste mejor es en la industria del conocimiento, la tecnología, la innovación, en suma, del talento. Financiado sobre todo por empresas privadas y por la inversión pública europea, y menos, ay, por el sector público interno. Cataluña y la CAM encabezan la creación de empresas emergentes, startups, apoyadas en su 80% por capital exterior, pero la ciudad de Barcelona es la quinta del ranking europeo, y la capital, la sexta (ICEX, TBS-Business School). El Mobile ha generado un parque de un centenar de centros de desarrollo tecnológico de multinacionales extranjeras. El Sincrotrón Alba y la nueva plataforma científica apoyan la investigación. Además, Cataluña genera un tercio de las patentes, por un quinto su rival.

En lo inmediato, por tanto, casi todo es feo, pero nada hay irreversible. El peligro atenaza el largo plazo, el horizonte. Porque, como sucede con el derrumbe del modelo económico alemán causado por la invasión de Ucrania, el procés y el inmediato posprocés estrangulan las bases del crecimiento catalán acumuladas en dos siglos. La manufactura se impuso en el Principado casi en solitario, pese a pobreza natural, como describió Jordi Nadal en El fracaso de la revolución industrial en España (Ariel, 1984).

 Por varias causas. Una, la energía (los saltos hidroeléctricos del Llobregat que hicieron florecer el despegue textil; seguidos desde los sesenta por el gas de Argelia traído por Pere Duran Farell, y de las centrales nucleares en las últimas fases de la revolución industrial). Dos, el agua del Besós-Rec Comtal que alimentó el Poblenou, hoy barrio tecno barcelonés. Tres, la conectividad, marcada por el vanguardismo ferroviario (primer tren peninsular, el de Barcelona-Mataró, en 1848); viario (las primeras autopistas españolas) y aéreo (El Prat, primer aeropuerto comercial, desde 1927, seguido de Barajas en 1931). Y cuatro, amén del liderazgo de la burguesía, la innovación y el empuje profesional de ingenieros, encarregats, contramestres y obreros especialistas (véase Enginyers industrials, modernització económica i burgesia a Catalunya, Ramon Garrabou, L’Avenç, 1982).

La insurgencia política de la década perdida ha agostado la reproducción de esas fuentes de progreso. Respecto a las energías del futuro, las renovables, Cataluña no es locomotora sino colista: suponen el 15% de su suministro; por el 45% del conjunto de España; solo aporta el 4,5% de la energía estatal (según datos de Red Eléctrica); los Governs indepes solo han dispensado el 1,4% de la subvenciones previstas a las placas solares y abonado el10% de las ayudas al coche eléctrico. La República catalana es, al respecto, una colonia de Aragón.

El agua se agota por la sequía. Empresas como la cavista Freixenet tramitaron ERTE que la Generalitat obstaculizó. Los hoteleros de la Costa Brava alquilan minidesaladoras portátiles para salvar la industria turística. Y es que la más reciente respuesta oficial de envergadura al clima la dio en 2009 el tripartito de izquierdas, con la segunda y última gran desaladora, la del Llobregat. Luego, cero integral. Otras dos quedaron aparcadas. Valencia triplica su número. Mientras, e Govern de Esquerra se arrastra en ocurrencias: primero amenazó con multar a los municipios que más gastan, sin arreglar ni el canal del Urgell ni las viejas tuberías por las que se dilapida un 23% del agua potable, según la Agència Catalana de l’Aigua (que sabe sumar, pero alzas y alzas del canon sin aplicarlas más que al exceso de tesorería); luego prometió traer agua por barco; y al final opta por el invento saudí de desaladoras sobre barcazas… Los colegios profesionales técnicos prefieren las interconexiones: usar el agua del Ebro sobrante en Tarragona, para Barcelona: pero eso ¡nunca! que puede molestar al “territorio”.

El aeropuerto El Prat-Josep Tarradellas lleva también un vía crucis. En 2009 se acabó la terminal 1, luego hubo la nada. En 2021 AENA propuso una nueva ampliación de pistas, apoyada por el empresariado: así podría competir con (y complementar a Barajas-Adolfo Suarez ―orientada hacia el Oeste― como “hub” internacional ―hacia el Este―. Pero la ampliación interfería con una idílica laguna biodiversa, La Ricarda, con 541 especies (que serían transportables). Ganaron las aves a los 1.700 millones de inversión y los miles de empleos subsiguentes. Cataluña quedó presa, protestó el Cercle d’Economia, “en una espiral de irrelevancia económica”. Hasta que los socialistas impusieron una reconsideración y la patronal vehiculó media docena larga de alternativas… Todo acaba de culminar en una apuesta sardónica del Govern: ¡redoblar los vuelos más ruidosos sobre las zonas más pobladas, sin ampliar pistas, para salvar del traslado a unos cuantos animales! Una animalada de decrecimiento y de ambición provinciana que por fortuna ni AENA ni el Gobierno de España validan.

 Último pero esencial: el olvido del factor humano. Por el sistema sanitario: la comunidad ha caído hasta la cola nacional de las listas de espera hospitalarias: han pasado de 40 minutos en 2.010 a 62 en 2.023. Por el desplome del sistema educativo, que ha relegado a Cataluña a peor comunidad española y europea en 2021, según el Informe PISA, cayendo tres veces más que todo el alumnado español. También por los cuellos de botella en la formación profesional: parcheada la falta de plazas con ofertas de enseñanza digital (¡en oficios casi siempre manuales!). Y queda ahora lo más avieso, el abandono de un 40% de alumnos en los ciclos medios. Si Enric Prat de la Riba, el presidente de la Mancomunitat que en 1914 inauguró la legendaria Escola de Treball, resucitase por un instante, volvería presuroso al cenotafio."                                       ( Xavier Vidal-Folch , El País, 06/05/24)

24/4/24

Si un observador extranjero leyera sin más contexto los datos de las elecciones autonómicas catalanas de 2021 y de las vascas del pasado domingo, creería que ambas comunidades caminan con paso firme hacia la secesión. Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad... en el País Vasco nunca antes las dos formaciones soberanistas habían recogido tanto apoyo como este pasado domingo, sobrepasan los 2/3 de la Cámara vasca, y una amplia mayoría absoluta en votos, pero el objetivo confeso tanto del PNV como de EH Bildu durante la campaña era pactar con el PSE-PSOE... el crecimiento del soberanismo no implica un incremento de la tensión secesionista. A veces, también en política, más es menos... En el próximo ciclo político catalán, es muy probable que asistamos a una lenta extinción u olvido de la exigencia del referéndum, al igual que ya ha sucedido en Quebec, Escocia y País Vasco (Joaquim Coll)

 "Si un observador extranjero leyera sin más contexto los datos de las elecciones autonómicas catalanas de 2021 y de las vascas del pasado domingo, creería que ambas comunidades caminan con paso firme hacia la secesión. Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad.

Recordemos que, hace tres años, los titulares en prensa subrayaban que el independentismo, pese a la victoria en votos del PSC, había reforzado su mayoría absoluta en el Parlament, con 74 diputados, y que los votos que habían ido a opciones declaradamente secesionistas sumaban el 51,3% de los sufragios emitidos. Por primera vez, ¡victoria en votos!, exclamaron los medios soberanistas, escondiendo que lo habían logrado gracias a la participación más baja de la historia.

Durante las semanas siguientes, los sectores radicales como la ANC llamaron a ERC, Junts y CUP a implementar el "mandato del 1 de octubre", a proclamar nuevamente la república catalana, etcétera. Pero la investidura de Pere Aragonès salió adelante in extremis, casi a punto de la repetición electoral, y la unidad independentista duró muy poco.

ERC ha acabado la legislatura gobernando en solitario, con el apoyo en los presupuestos del PSC. La mayoría separatista no ha servido para nada y, mucho menos, su circunstancial victoria en votos. Para 12 de mayo, el sueño húmedo tanto de ERC como de Junts es ganar las elecciones, claro está, sobre todo ganarle al otro la primera plaza en el espacio soberanista, pero para formar Gobierno con el PSC y ser el interlocutor institucional con el Gobierno de Pedro Sánchez.

Otra cosa es que, si Salvador Illa queda primero, como todo parece indicar, a ambos les resulte complicadísimo por cuestiones estéticas investirlo de president. Quien lo hiciera recibiría el apelativo de "vendido" al sucursalismo. Junts está descartada, y en ERC, donde el sector junquerista no se opondría visceralmente a un pacto de gobierno con el PSC (¡vivir para ver!), existen numerosas dudas. Así pues, el sudoku poselectoral va a ser complicadísimo, pero el análisis de fondo no cambia.

En Euskadi, las circunstancias son muy diferentes, afortunadamente para los vascos (y "las vascas", la manía de doblar el género es otra de las cansinas aportaciones del nacionalismo al acervo común, aunque menos inocua que el derecho a decidir, que también tuvo su origen allí). Diferencias aparte entre Cataluña y el País Vasco, la dirección es la misma.

Nunca antes las dos formaciones soberanistas habían recogido tanto apoyo como este pasado domingo, sobrepasan los 2/3 de la Cámara vasca, y una amplia mayoría absoluta en votos, pero el objetivo confeso tanto del PNV como de EH Bildu durante la campaña era pactar con el PSE-PSOE. Con los resultados en la mano, que han sido buenos para las tres fuerzas principales, habrá Gobierno nuevamente de coalición entre gerifaltes y socialistas, sin que los abertzales, que no han logrado ganar las elecciones, pongan en cuestión su apoyo al Gobierno de Madrid.

Paradójicamente, el crecimiento del soberanismo no implica un incremento de la tensión secesionista. A veces, también en política, más es menos. En el País Vasco, más soberanismo parlamentario no equivale a más separatismo sociológico, sino a menos, a menos que nunca, según el euskobarómetro.

Y en Cataluña, aunque todas las formaciones independentistas sumaran mayoría absoluta el 12 de mayo, es improbable que volvieran a unirse para no ir a ningún sitio. Esta descripción no significa que no sigamos teniendo un problema territorial enorme, pero sí una invitación a no caer en el pesimismo, a creer que es solo cuestión de tiempo que el secesionismo consiga el objetivo del referéndum.

La prueba es que, en el País Vasco, con una mayoría soberanista más robusta que nunca, de este asunto no se ha hablado en campaña ni está en la agenda política. Y si en Cataluña la cuestión sigue viva es por el guerracivilismo entre ERC y Junts. En el próximo ciclo político catalán, sobre todo si Carles Puigdemont y Oriol Junqueras abandonan la primera línea, es muy probable que asistamos a una lenta extinción u olvido de la exigencia del referéndum, al igual que ya ha sucedido en Quebec, Escocia y País Vasco."                        (, Crónica Global, 24/04/24)

14/4/24

Puigdemont necesita mantener viva la ensoñación para convencer a los miles de personas que se entusiasmaron con el ‘procés’ de que aquello tuvo sentido... No digas que fue un sueño... Durante un lustro, decenas de miles de personas fueron felices mientras soñaban una utopía que dio genuino sentido a sus vidas. Y a pesar del tiempo pasado sin que haya pasado nada, probablemente prefieran seguir soñando (Jordi Amat)

 "Desde que las elecciones generales situaron de nuevo a su partido como un actor necesario de la gobernabilidad española, Carles Puigdemont ha activado un cambio estratégico que contradice la posición que había mantenido hasta el pasado julio: asume sin decirlo que el marco de su acción es el perimetrado por el ordenamiento constitucional y su horizonte ha dejado de ser la unilateralidad para retroceder a la demanda de un quimérico referéndum pactado de independencia. Esta es la parte políticamente más útil de la amnistía: la normalización de Junts para que, a efectos institucionales, pueda volver a ser una pieza del Estado autonómico como lo fue la antigua Convergència.

Otra cosa son las palabras que el expresident necesita pronunciar para lograr su cuadratura del círculo: realizar este cambio de estrategia sin ser electoralmente penalizado, llegar al lugar pactista donde está Esquerra sin que lo parezca y a la vez denunciar la claudicación de sus competidores, patrimonializar el 1 de octubre aunque vaciándolo de la operatividad que durante años prometió que tendría. La táctica para conseguirlo es explotar a su personaje y reciclar su lenguaje. Por eso la candidatura lleva su nombre y en la papeleta aparece su rostro. Por eso promete que regresará, esta vez sí, y, como dijo esta semana, solo seguirá si es restituido. El excelente autor de discursos que es Puigdemont, como puede constatarse en sus intervenciones desde septiembre, sigue utilizando la épica a través de la cual ha construido su propio mito. A través del mito carismático, reforzado en buena medida como respuesta a una persecución penal fallida, está en condiciones de convencer a los miles de personas que se entusiasmaron con el procés de que, a pesar de su derrota, a pesar de tantas energías malbaratadas, aquello tuvo sentido.

Hoy la principal virtud de su retórica es hablar como hablaba hasta ahora para tratar de mantener vivo ese sueño. En la sentencia del juicio a los líderes independentistas, Manuel Marchena utilizó el concepto de “ensoñación” para definir el procés. O era eso o fue un “artificio engañoso”. Fuera una cosa o fuera la otra, en los dos casos su objetivo era tensar la institucionalidad y movilizar a la ciudadanía con el propósito último de forzar una negociación con el Gobierno central. Es probable que el juez del Tribunal Supremo acertase en esta descripción de lo ocurrido y también al afirmar que entonces “el Estado mantuvo en todo momento el control de la fuerza, militar, policial, jurisdiccional e incluso social”. Pero si eso fue así, ¿por qué tanta gente quiso vivir y parece que quiere durmiendo en ese sueño? Hoy ya no se trata de un artificio ni un engaño. O, mejor dicho, ya nadie va a llevarse a engaño. Ni entre los miembros de su candidatura ni entre la gran mayoría de su electorado. Es otra cosa.

Durante un lustro, decenas de miles de personas fueron felices mientras soñaban una utopía que dio genuino sentido a sus vidas. Y a pesar del tiempo pasado sin que haya pasado nada, probablemente prefieran seguir soñando. Despertar en la realidad de la Cataluña de hoy, tan gris cuando has prometido llegar a Ítaca y despiertas en una Europa que sufre la amenaza bélica, es lo que ha intentado el Gobierno de Pere Aragonés —ahora situando el modelo de financiación otra vez en el debate— y es la base del catalanismo que expuso Salvador Illa en su conferencia programática del jueves. Ni es conflictiva ni es emocionante. Es gestión y es política. Puigdemont, por el contrario, necesita mantener viva la ensoñación, como escribió Kavafis en su poema: “Sobre todo, no te engañes, no digas que fue / un sueño, ni que se confundieron tus oídos”.           (Jordi Amat, El País, 14/04/24)

8/4/24

Una persona que no está dispuesta a pasar ni un solo día en la cárcel por la causa de la independencia de Cataluña es alguien a quien yo comprendo perfectamente... Puigdemont no puede dejar de pronunciar la palabra 'independencia' que en algún momento muy temprano interiorizó... ¿Pero pasar ni que sea un único y solitario día en el talego por desfigurar España? Ni de broma. Olvídense de lo que dice y fíjense solo en lo que hace. Puigdemont actúa teniendo muy claro que solo los locos o los tontos pisarían la cárcel por la independencia de Cataluña... consigue además pactar la amnistía para aquellos que, a diferencia de él, se habían dejado pillar... una vida entera exiliado en un país de la Unión Europea en pleno siglo XXI es infinitamente mejor que un solo día en una cárcel donde sea. En el fondo Puigdemont es, como todos los pícaros... no hay signo más inequívoco de que Puigdemont ha aceptado su vulgar derrota política que su regreso a Cataluña como un vulgar cabeza de lista que se presenta a unas anodinas, felices y vulgares elecciones autonómicas (Pau Luque)

 "El posible regreso de Carles Puigdemont a Cataluña difícilmente elevará su figura política. Como mito de Cataluña, Puigdemont ocupa un lugar muy discreto. Compararlo con Lluís Companys o con Jordi Pujol sería, por razones de distinta naturaleza, un ejercicio hiriente para Puigdemont. Comparémoslo, pues, con el último presidente de la Generalitat que regresó tras años de exilio. Josep Tarradellas poseía la fuerza moral de ser perseguido por una dictadura. Fuerza que quedó acreditada al ser su regreso a Cataluña parte de un pacto de Estado que refundaba democráticamente un país. Puigdemont llegará, si llega, a Cataluña como consecuencia de una carambola electoral que obligó a Sánchez a perfeccionar, más aún si cabe, su arte de hacer lo correcto por las razones incorrectas.

Al regreso de Tarradellas lo amparaba un relato forjado a la luz de las mejores virtudes políticas, como Jordi Pujol reconoce, con sorpresa retrospectiva, en sus Memòries. Al de Puigdemont no lo ampara ninguna narración que no sea tan, pero tan, de parte que a su lado el himno de tu equipo favorito de futbol se convierte en un canto a la equidistancia.

A Puigdemont lo votarán desde luego centenares de miles de personas pero, a estas alturas, su figura encarna, si acaso, a unos pocos centenares de personas que tiran de su propio cabello para salir del pozo emocional al que cayeron en 2017. Tarradellas, en cambio, encarnaba la suerte institucional de una cultura y una lengua sometidas al yugo de más de treinta años de fascismo.

Tarradellas, en fin, tenía voz moral. Puigdemont, tiene tuiter.

Ya paro. La comparación es insoportable, más aun si tenemos en cuenta que Tarradellas adquirió categoría de mito más por un deus ex machina que por su trayectoria política. Y, sin embargo, es porque Puigdemont palidece ante Tarradellas que hay que celebrar su eventual retorno.

 Y es que una persona que no está dispuesta a pasar ni un solo día en la cárcel por la causa de la independencia de Cataluña es alguien a quien yo comprendo perfectamente. Su retórica es ambigua, desde luego. Y no dejará de serlo. Su obsesión por el poder, así como su desprecio por la autoridad moral, hacen imposible que no hable como si quisiera destruir España. Pero del mismo modo que —como decía aquel refrán sefardí— no por decir “fuego” arde la boca, tampoco por decir “independencia” se rompe España. 

Puigdemont no puede dejar de pronunciar esa palabra que en algún momento muy temprano interiorizó y que ya no dejó de conjurar en él, así como en muchos otros, algún tipo de bienestar personal al que no está dispuesto a renunciar. ¿Pero pasar ni que sea un único y solitario día en el talego por desfigurar España? Ni de broma. Olvídense de lo que dice y fíjense solo en lo que hace. Puigdemont actúa teniendo muy claro que solo los locos o los tontos pisarían la cárcel por la independencia de Cataluña. Y ahora, en un episodio más de su magistral picardía disfrazada de alta política, Puigdemont consigue además pactar la amnistía para aquellos que, a diferencia de él, se habían dejado pillar.

Pero si digo que comprendo a quien cree que la independencia de Cataluña vale exactamente un total de cero días de cárcel es porque yo pienso lo mismo de la unidad de España: vale cero días de cárcel. Es una suerte de pacto implícito de no agresión, el que Puigdemont establece con gente como yo. Un pacto, por lo demás, del todo ininteligible fuera del manicomio en que se ha convertido la Cataluña política de las últimas décadas. Y un pacto que otros compañeros de generación, sin ir más lejos Oriol Junqueras, han rechazado porque sí asumieron que valía la pena ir a la cárcel por intentar resquebrajar España.

Cierto es que Puigdemont ha estado refugiado en Bélgica casi siete años. Pero no deduciría yo de semejante circunstancia que él piense que la independencia de Cataluña sí vale siete años de exilio. Lo único que inferiría es, en el fondo, una obviedad: una vida entera exiliado en un país de la Unión Europea en pleno siglo XXI es infinitamente mejor que un solo día en una cárcel donde sea. En el fondo Puigdemont es, como todos los pícaros, una persona sensata y de orden. Y la prueba definitiva es que, tras declarar la independencia de Cataluña y tras jurar haber destruido la unidad de España, Puigdemont se volvió de nuevo políticamente relevante en Cataluña al contribuir a la formación y estabilidad de un Gobierno…español.

Y es que si no fuera por lo acomplejados que por fortuna nos sentimos los españoles, más aún los catalanes que no somos independentistas, deberíamos concluir una cosa que de tan trivial se nos olvida, a saber, que no hay signo más inequívoco de que Puigdemont ha aceptado su vulgar derrota política que su regreso a Cataluña como un vulgar cabeza de lista que se presenta a unas anodinas, felices y vulgares elecciones autonómicas."         (Pau Luque Sánchez, El País, 07/04/24)

26/3/24

Puigdemont, fundamentalmente, anuncia su candidatura a las elecciones. Por tercera vez en su biografía... es, básicamente, una repetición... diferencia esta repetición de las anteriores la restitució, ese carlismo... Puigdemont, hoy, tan solo aspira a restituirse a sí mismo. Un indicativo de que va por libre... ¿Eso significa que Puigdemont volverá? No está claro. La ocasión para volver ya pasó. Fue en 2017. Y lo que no sucede a tiempo, se pudre... Pugidemont anunció, fundamentalmente, la identidad indepe. Lo que, ojo, es una llenapistas. La identidad indepe –sin programa, ni ganas, de indepe– es lo que une al procesismo, esa cosa inexportable e incomprensible, que entronca con un robusto torrente de votantes que procede del postpujolismo, y que prefiere ser –indepe– que estar –indepe–. Puigdemont ofrece, como ERC, una lista para la identidad indepe. Lo que, a su vez, también es una repetición (Guillem Martínez)

 "1- El discurso de Puigdemont, anunciando su candidatura a las elecciones autonómicas del 12M es, básicamente, una repetición. Pero, en tanto que repetición, está matizada por un hecho importante que la singulariza: el contexto. No es lo mismo prometer algo en 2017, que prometerlo en 2021, que prometerlo en 2024. O, como dijo el gran poeta catalán Jaime Gil de Biedma, uno no se mete dos veces en el mismo lío. ¿En qué lío se mete Puigdemont al repetir en 2024 lo ya señalado en 2017 y 2021? ¿Es diferente de los líos anteriores? El presente artículo intentará satisfacer esos interrogantes, analizando ese discurso, sus repeticiones, sus matices. Su significado. 

2- Puigdemont, fundamentalmente, anuncia su candidatura a las elecciones. Por tercera vez en su biografía. Su programa, su propuesta, su casi todo –es importante la partícula casi, que diferencia esta repetición de las anteriores– es la restitució –ese carlismo–, si bien en esta ocasión ya no se quiere restituir la Generalitat o el Govern, sino tan sólo la Presidència. Importante matiz: Puigdemont, hoy, tan solo aspira a restituirse a sí mismo. Un indicativo de que va por libre. Puigdemont observó, se diría, la candidatura de Xavier Trias al Ajuntament de BCN, en la que Trias se presentó como un fenómeno individual, fuera del campo semántico Junts. Indepe, pero no tanto, autonomista, pero no tanto, usuario de la derecha y abierto, pero no tanto. En BCN funcionó –muy velozmente, ojo– ese primer intento oficial de resignificar Junts hacia la derecha, y olvidar el rollo woke y la estética de pop-cristiano utilizada –y agotada, diría– durante una décadaTambién gustó de Trias, más aún, ese primer intento serio de reconvertir, ya de manera explícita, lo indepe en el nuevo autonomismo, que posibilitó que el abuelito, el padre y el hijo de centro-muy-derecha –tres estados de ánimo indepe, que podrían haberse organizado en tres listas– votaran, nuevamente, lo mismo. Importante: ese “lo mismo” emitió un estado de ánimo sobre la inmigración muy parecido al de otras extremas derechas europeas.

3- Es importante la negativa de Puigdemont a presentarse a las elecciones europeas. Supone abandonar a) la base de su sustento –algo novedoso; la historia del exilio de Puigdemont es también la historia de la búsqueda de ingresos; tras algunos experimentos, como el fallido Consell de la República, la estabilidad llegó solo con el escaño en Bruselas, hoy rechazado–. Pero también, y no menos importante, significa abandonar el b) principal asidero institucional ante una extradición –recordemos que, una vez otorgado el suplicatorio que pidió Llarena, solo gracias a su escaño Puigdemont ha conseguido la libre circulación por toda Europa, salvo, claro, en el país favorito de la Divina Providencia–. ¿Por qué lo hace entonces? ¿Para acentuar el valor de su apuesta catalana? Es posible. Pero es más probable que esa decisión responda al hecho de que, ante el delito de terrorismo –esa gracia de la AN, reída por el TS–, la casilla Parlamento Europeo ha finalizado a corto plazo. No existe ya ese refugio. El tercer acto del exilio de Puigdemont se desarrollará en Bélgica, si bien intentando el juego institucional en Catalunya –con el cargo de terrorismo sobre la chepa, tampoco será fácil–. Y tal vez sin ingresos. Este tema, o no está calculado, o no está resuelto, o es un indicio de que ya se considera que el margen de libertad de Puigdemont, tras la apuesta del TS por el pack terrorismo, se está perfilando. Veremos. 

4- ¿Eso significa que Puigdemont volverá? No está claro. La ocasión para volver ya pasó. Fue en 2017. Y lo que no sucede a tiempo, se pudre. Un amigo mío, que es fotógrafo de bodas, me explicó, en ese sentido, que las peores fotos son cuando la boda transcurre varios años después a cuando tenía sentido. Sobre la ocasión de oro para volver, en 2017: un asesor, me dicen, dibujó una campaña electoral en la que, emulando una campaña de Jean-Luc Mélenchon en Francia, Puigdemont intervendría en mítines catalanes, sin moverse de Bruselas, a través de hologramas. Como la Princesa Leia. En el mitin final, el verdadero Puigdemont aparecería justo encima de su holograma. Hubiera sido una locura. Tal vez una mayoría absoluta –entonces, el río/lío era otro–. Pero no sucedió. Sencillamente porque el procés no era, ni es, eso. Tiene otro carácter. Y, si es verdad que el carácter es el destino, Puigdemont no volverá, tampoco en esta repetición. El anuncio de su vuelta –importante: solo si hay opción de ser presi– es, más posiblemente, un intento de presión sobre ERC. Y diría que esa presión a ERC ya no es efectiva. Se ha roto, de tanto usarla.

5- Puigdemont habló del éxito –personal, incluso– de sus pactos con el PSOE. Que valoró como triunfo sobre el Estado. Lo que no es cierto, si vemos cómo las gasta el Estado en este tema. Lo que sí es cierto es que el procesismo –o intento de negociar con el Estado/Gobierno, desde el límite autonómico, a partir de la construcción de un objeto con el que negociar–, solo se ha producido en la fase exilio, con motivo de las negociaciones de la investidura de Sánchez. Puigdemont, curiosamente, mezcló esos logros del exilio –amnistía, oficialidad del catalán en el Congreso y la fugaz posibilidad de oficialidad del catalán en la UE– con otros itinerarios absolutamente y netamente autonómicos –el déficit fiscal, la baja ejecución de obra pública del Estado; y así–. Otra vez lo indepe como nuevo autonomismo. Otra vez reflejos de Trias. (...)

7- Me explicó un diputado veterano que, cuando un desconocido Puigdemont accedió, de carambola, a la Presidència de la Gene, en 2015, se presentó, en las visitas de los líderes de grupo del Parlament a su despacho, de la siguiente manera. Les enseñó una portada de El Alcázar –si usted aún no había nacido en los 80, por lo que tampoco se chutaba caballo, se lo explico: era un/el diario de la extrema derecha española del momento; muy pallá–. En esa portada aparecía Puigdemont, muy joven, con una estelada. Con esa foto antigua Pugidemont hacía dos cosas, supongo. La cosa a) era presentarse como indepe antiguo –en los 80, no había tantos indepes; de manera militante, más allá de ir por ahí cargando una bandera, un millar, me dicen–. La cosa b) era explicar una identidad, que no un programa, que no un itinerario, que no una voluntad. Un yo-soy-indepe, que no un yo-tengo-un-programa-hacia-la-indepe. Se trata de un canto a la identidad indepe, antes que a la indepe. Sí, suena raro. Denme crédito.

8- En su discurso, Pugidemont anunció, fundamentalmente, eso último. La identidad indepe. Lo que, ojo, es una llenapistas. La identidad indepe –sin programa, ni ganas, de indepe– es lo que une al procesismo, esa cosa inexportable e incomprensible, que entronca con un robusto torrente de votantes que procede del postpujolismo, y que prefiere ser –indepe– que estar –indepe–. Puigdemont ofrece, como ERC, una lista para la identidad indepe. Lo que, a su vez, también es una repetición. La mayor y más lejana.

9- Y esto es una crisis importante, nunca vista, del catalanismo. Ha muerto, ha finalizado como margen e itinerario, sin ceder ese rol a un independentismo efectivo, con un programa, con una idea efectiva de sociedad, que no existe, en tanto solo quiere querer ser, ser identidad, ser una fotografía antigua. Estas crisis de inteligencia tienen consecuencias en los países grandes. Imagínense en los pequeños. "             (Guillem Martínez , CTXT, 25/03/24)

1/3/24

El ilusorio proceso independentista ha conllevado una fuerte depresión social en Catalunya y una desconfianza social entre los diversos sectores sociales. Todo ello agudizado por un hecho innegable, el elevado activismo y esfuerzo del “procès” impulsado y dirigido desde las instituciones de gobierno de Catalunya fue en detrimento del avance y desarrollo de cualquier política económica y social, lo que ha comportado un importante retroceso en la calidad de vida de la población catalana

 "La situación en general de la sociedad catalana después de la década “procesista” es de un cierto desánimo y algo parecido al pesimismo y la tristeza. La década pasada ha dejado una fuerte huella negativa en el conjunto de una sociedad dividida y quebrada en esos años. Catalunya no se ha recuperado y arrastra la huella de la situación vivida estos últimos años.

Nada volverá a ser como antes, como mínimo por un largo tiempo. La división social fue muy profunda. El independentismo ha fracasado de una forma definitiva, aunque haya algunos que no lo acepten de forma pública. La idea de la Catalunya “un sol poble”  que fue hegemónica desde la transición y reivindicada de forma transversal ha sido enterrada por el “procesismo independentista”. Una gran parte de la sociedad y no sólo la castellanoparlante se vio agredida. Los insultos llamando “colonos” u otros epítetos formulados por los sectores más agresivos de los independentistas a las familias procedentes de la inmigración de los años 50 y 60 han comportado una profunda división en la sociedad catalana.

Es necesario recordar que en la lucha antifranquista y durante la transición una gran parte de los luchadores que reclamaban “LLibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia” procedían de la clase trabajadora emigrante. Sólo mirando las fichas de los detenidos antifranquistas en Catalunya se puede comprobar la preeminencia de apellidos no catalanes. En Catalunya quien más se movilizó por la libertad y la autonomía fueron la militancia de CCOO y del PSUC, y fundamentalmente trabajadores y estudiantes. La burguesía catalana no fue precisamente un ejemplo salvo honrosas excepciones de antifranquismo. Un ejemplo sirve de comprobación, en las primeras elecciones municipales una buena parte, principalmente fuera de las grandes ciudades, de alcaldes de la CiU “pujolista” habían sido ya alcaldes con el franquismo.

Una buena parte de la gente mayor movilizadas por los independentistas era gente que jamás había hecho nada durante el franquismo y parecía que estos años quisiera hacer su “revolución pendiente”.

En definitiva, el ilusorio proceso independentista ha conllevado una fuerte depresión social en Catalunya y una desconfianza social entre los diversos sectores sociales. Todo ello agudizado por un hecho innegable, el elevado activismo y esfuerzo del “procès” impulsado y dirigido desde las instituciones de gobierno de Catalunya fue en detrimento del avance y desarrollo de cualquier política económica y social, lo que ha comportado un importante retroceso en la calidad de vida de la población catalana.

Catalunya, que en su momento formaba parte de los llamados “Cuatro Motores para Europa”. Los Cuatro Motores era una asociación de cooperación interregional constituida el 1988 entre los territorios de Catalunya, Baden-Wurttemberg (BW), Lombardia y Ródano-Alpes (actualmente, Auvernia-Ródano-Alpes, AURA). En aquel momento los objetivos de colaboración estaban relacionados principalmente con la economía y la investigación así como con el arte y la cultura y también con la participación activa en la construcción europea. Hoy en día difícilmente podría señalarse a Catalunya en ese grupo.

Catalunya siempre fue un modelo no sólo de economía avanzada sino de modernidad en España en el siglo XX. En la actualidad Catalunya ha perdido fuelle tanto económico como cultural. El independentismo ha eliminado el cosmopolitismo reduciéndolo a un puro nacionalismo estrecho y arcaico.

En el ámbito social los gobiernos independentistas desde Artur Mas a Aragonés han comportado una reducción progresiva de los presupuestos de la Generalitat en las partidas dedicadas a Educación y Sanidad por poner un ejemplo. En el ámbito sanitario en el Presupuesto del último Gobierno Tripartito (PSC-ERC-ICV) dedicó un 35,51% del presupuesto a Sanidad y un 22,63 a Educación. Los gobiernos sucesivos fueron reduciendo el presupuesto en las partidas sociales hasta llegar al del 2022 donde dedicó a Sanidad un 23,95% ocupando el número 16 en el ranking de CCAA en lo relativo a gasto per cápita. En lo relativo a Educación su gasto presupuestario fue de un 18,58%  ocupando el puesto 11 en el ranking de las CCAA.

En lo referente al peso del sector industrial sobre el Valor Añadido Bruto podemos decir que en el año 2000 éste era en Catalunya del 26,9%, mientras que en el 2019, antes de la pandemia había descendido al 19,3%.  En referencia a la aportación al PIB del Estado, mientras que en el 2008 Catalunya aportó el 18,42% y Madrid el 17,74%, en el 2022 Catalunya con el 16,41% de población ha aportado el 19,01% del PIB siendo superada por Madrid que con el 14,22% de población ha aportado el 19,44%.

Asimismo los sucesivos gobiernos independentistas de la Generalitat han sido incapaces de plantear propuestas necesarias de futuro que situaran a Catalunya al frente de alguna de las transformaciones que la sociedad precisa. Dos ejemplos, el primero el relativo al impulso de las energías renovables, en el que Catalunya es la comunidad más atrasada en la implantación de dichas energías, tan solo un 15% de la energía es renovable frente al objetivo de alcanzar el 30%, mientras en el conjunto de España las energías renovables se sitúan en el 50%.. El segundo ejemplo que está de actualidad por la sequía, la falta de desalinizadoras. En la actualidad sólo hay dos en Catalunya, la más reciente fue obra del Gobierno Tripartito de Izquierdas, la del Llobregat que se inauguró en julio del 2009. Esta instalación puede dar servicio a 4,5 millones de habitantes y produce hasta 60 hm3/año de agua Desde entonces no se ha hecho nada más. La otra desalinizadora la del Tordera, de menor capacidad,  está fuera de circulación y ahora se pretende construir otra de  mayor capacidad pero con el problema de la falta de capacidad en el territorio de la energía eléctrica precisa para su funcionamiento.

No hay duda que el “procès” ha afectado negativamente tanto económica como socialmente a Catalunya. Hemos de recordar la fuga de empresas catalanas que deslocalizaron su sede social a otras partes del Estado. En total más 8.700 empresas deslocalizaron su sede fuera del conjunto de Catalunya.

Toda aquella aventura llevada a cabo por políticos que eran conscientes de que todo era una aventura ilegal e imposible, que engañaron a buena parte de la población haciéndoles creer que era posible, la proclamación de independencia duró unos escasos segundos el 27 de octubre de 2017, hasta su suspensión por el propio President de la Generalitat. Todo fue una farsa teatral indigna.

Posteriormente se produjeron hechos de todo tipo desde  la huida de Puigdemont al extranjero, la suspensión de la Autonomía de Catalunya por parte del Gobierno del PP y la intervención de la Generalitat. En las posteriores elecciones autonómicas las fuerzas independentistas volvieron a revalidar su exigua mayoría. Después de la condena por el Tribunal Supremo de dirigentes independentistas y su encierro en prisión, siguieron años de algaradas de todo tipo con importantes disturbios por el conjunto del país, con cortes de carretera, boicot de redes ferroviarias, ocupación del Aeropuerto de Barcelona, todo ello estimulado por el propio Govern y sus medios de comunicación públicos y privados afines. Finalmente llegó el inicio de la descompresión del “souffle” catalán con el indulto por parte del Gobierno de Sánchez como punto final a una etapa política desgraciada.

Y ahora nos encontramos con una sociedad catalana refractaria, dividida, con agravios de todo tipo dentro de la propia sociedad, y con poca adhesión al que- hacer político. Y con un profundo y pesimista sentimiento en el conjunto de la sociedad en todas sus variantes. La actual política catalana no resiste un análisis de calidad. Todos los partidos y sus políticas no provocan grandes motivaciones, ni por parte del independentismo con su sentimiento de derrota, ni en la otra parte de la sociedad no independentista que ha perdido su confianza en lo que comporta la creencia en una superación social del tiempo vivido de forma traumática. (...)"                 (Manel García Biel  , Nueva Tribuna.es, 29 de febrero de 2024)

23/2/24

El nacionalismo, políticamente hegemónico desde el año 1980 en Cataluña, nos ha llevado a la debacle actual. No es una cuestión de siglas -CDC, UDC, PDECat, JxCat, ERC, CUP…- es una cuestión de concepto, de mentalidad y, sobre todo, de una manera de hacer y de gobernar... Jordi Pujol se llegó a identificar con Cataluña y la evidencia es que todo aquello que construyó ha acabado hundido, incluido el “país ideal” que imaginó

 "(...) El ideal de una Cataluña “libre, rica y próspera”, segregada de España y de la península Ibérica, ha marcado a las generaciones de catalanes que han nacido y vivido en esta tierra después de la muerte de Franco. Pero este ideal se ha basado sobre un gravísimo error: obviar que la realidad social es compleja y que hay una parte muy importante de la población que no tiene raíces catalanas y que también tiene derecho a expresarse en su lengua y a vivir su cultura con normalidad y plenitud.

La Generalitat, restablecida gracias a la tenacidad del presidente en el exilio, Josep Tarradellas, no ha sido percibida como la institución de “todos”, sino de solo una parte y esta falta de identificación ha entorpecido el proceso de integración. Hoy, más que nunca, hay que ratificar y defender que los 8 millones de habitantes de Cataluña, vengamos de donde vengamos, hablemos como hablemos, somos un solo pueblo, con los mismos derechos y los mismos deberes. 

 El nacionalismo catalán, además de su vertiente excluyente, ha cometido dos otros errores de gran calibre: caer en la lacra de la corrupción y, lo que es peor, intentar justificarla; y poner en marcha el delirante proceso independentista para intentar tapar el lado más oscuro y más sucio de su gestión. De este modo, hemos pasado del supuesto “oasis” pujolista -donde la “omertà mafiosa tapaba todas las críticas- al estallido de las cloacas y al actual desierto, en el cual estamos perdidos y desorientados.

 Para más inri, hemos perdido la empatía y la complicidad de los vecinos. El estropicio del 1-O no solo ha fracturado, todavía más, la sociedad catalana. Ha provocado una reacción de rechazo en la Cataluña Norte, en las Islas Baleares, en la Comunidad Valenciana y en Aragón, donde las últimas elecciones han instaurado gobiernos de derecha y de extrema-derecha, muy refractarios a la colaboración con la Generalitat y con todo aquello que tenga relación con el nacionalismo catalán.

La incapacidad y la impotencia para hacer frente a la sequía; el devastador informe PISA sobre la educación y los reiterados y brutales episodios de inseguridad ciudadana que sufrimos marcan el punto más bajo de Cataluña desde la recuperación de la democracia. Este desbarajuste coincide con un Gobierno, el de Pere Aragonès, que solo tiene 33 diputados en el Parlamento.

 Jordi Pujol, el “padre padrone del nacionalismo contemporáneo, tiene que ver cómo otra de sus obras -a la cual dedicó mucho dinero y esfuerzos-, la Gran Enciclopèdia Catalana (GEC ), también cae a pedazos. Esta empresa editorial arrastra una deuda de 15 millones de euros, ha tenido que vender el edificio corporativo al dueño de Bon Preu, Joan Font, y tiene previsto hacer un ERE de su plantilla.

La crisis de la GEC, fundada en 1968, se añade a las del grupo financiero Banca Catalana, al cierre del diario El Correo Catalán, de la revista Destino -de los que Jordi Pujol era propietario- y de Cadena 13, a la desintegración de Convergència Democrática por corrupción y a la imputación de toda la familia Pujol por esconder una fortuna en paraísos fiscales. Jordi Pujol se llegó a identificar con Cataluña y la evidencia es que todo aquello que construyó ha acabado hundido, incluido el “país ideal” que imaginó.

 Con el descalabro de la GEC culmina este desastre permanente que, bajo las consignas de “hacer país” y “esto ahora no toca”, hemos tenido que soportar el conjunto de los catalanes en las últimas décadas. Dando por sentado que en la iglesia nacionalista, presidida por el pantocrátor de Jordi Pujol, los convergentes eran los padres de esta gran familia mal avenida; los republicanos son los hijos; y los de la CUP, los nietos.

Es evidente que el edificio está en ruinas y que hay que hacer un “reset” con urgencia, pero el PSC, que tendría que liderar la alternativa, está atado de pies y manos por el apoyo que ERC da a la estabilidad de Pedro Sánchez. Mientras en Madrid, el PSOE necesite imperiosamente los escaños de los nacionalistas catalanes para poder gobernar, Salvador Illa se quedará sin la presidencia de la Generalitat. (...)

El nacionalismo ha llevado Cataluña al precipicio. Estamos en caída libre y todavía no hemos tocado fondo."            (Jaume Reixachs, elTriangle, 11/12/23)