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24/10/23

Aprendía a coser cuando la mataron... Me llegan las sangrientas palabras de Josu Ternera cuando estoy concentrada en un pespunte. Y se me mezcla la Sigma actual con el pedal de la Singer de aquella tarde del coche bomba contra la casa cuartel de Vic... Asesinaron a mi mejor amiga... Así es como el terror se infiltra en los actos más insignificantes de lo cotidiano, pero nadie va a juzgar a ningún asesino por impregnar mi primeros costuras rectas de dolor, pérdida y tristeza

 "Mi padre traía a veces cosas de los pisos que reformaba y un día se presentó con una vieja Singer. Me pasé días aprendiendo a usarla, peleándome con la correa que se salía de la rueda y el pesado pedal que mi pie infantil no conseguía dominar. Y luego había que enhebrar la aguja. Yo no tenía ni idea y mi madre tampoco, así que fui a casa de una vecina para que me diera cuatro indicaciones básicas. Pasé los días que siguieron pegada a mi máquina de coser. Llegaba del colegio al mediodía y corría a humedecer el extremo del hilo, hacer canilla, me inclinaba hasta casi rozar la aguja con la nariz. No había forma de enderezar los pespuntes, los derroteros en la tela eran la vergonzosa prueba de mi incompetencia como costurera. La obsesión por las puntadas rectas llenó los días que siguieron a la fatídica tarde con una tarea que tenía sentido y utilidad, por lo menos tenía mucho más sentido que lo que contaban en el telediario sobre lo que había pasado a 500 metros exactos desde casa. Esto es, que cuando yo aprendía a coser mataron a Ana Cristina.

Asesinaron a mi mejor amiga. Tengo pruebas que demuestran que lo era, mi mejor amiga. Una carta en la que me lo confesaba. “No te preocupes, eres tú y no M., pero no quiero herir sus sentimientos”. Siempre considerada, atenta, sensible. Qué importante era la amistad para las niñas de 5º de EGB que éramos entonces. Recuerdo días con el corazón en un puño preguntándome si sería correspondida, si tan querida, tan central, tan importante en su vida, si me tendría también como inseparable compañera. ¿Y si escoge a otra? No era solo que disfrutara pasando tiempo con ella; la admiraba y me parecía una niña, una persona extraordinaria. Todos la querían; no exagero ni mis recuerdos han sido deformados por el tiempo y la ausencia. Yo llegué a 3º porque me habían pasado de curso y ya era el segundo grupo en el que me tenía que integrar en menos de dos años. Encima, a mi hermano mellizo no lo adelantaron, así que aterricé en el aula muerta de miedo y cargada de culpa. Me sentaron a su lado y, a partir de entonces, todo fue fácil. No sé si la sonrisa tímida que aparece en este preciso instante registrado en mi memoria es el de la Cristina de verdad que me recibió o es la que vengo rescatando de vez en cuando de la fotografía que luego me regalaron sus padres. Un retrato de cuando hizo la primera comunión. Con dos trenzas de raíz medias y lustrosa cabellera color azabache. Y las inconfundibles gafas. De verdad que no me lo invento: sacaba buenas notas, tenía una relación excelente con los maestros y llevaba gafas, pero nadie la llamó nunca empollona, cuatro ojos ni pelota. No coincidimos como gafotas, porque cuando yo ingresé en el club del astigmatismo ya la habían matado. Habríamos hablado de modelos, colores. La óptica en la que me las hicieron estaba en el mismo paseo donde ella vivía. También la tienda de juguetes enorme que estaba justo enfrente de la casa cuartel. Era todo cristaleras. Se rompieron todos los cristales y la tienda nunca más volvió a abrir. Luego fue un restaurante chino.

 Hace tiempo que ya no estoy aprendiendo a coser; hace tiempo que sé coser y mi Sigma semiprofesional de pedal eléctrico me permite pespuntear con precisión a toda velocidad. Estaba puliendo el escote de un vestido cuando llegaron a mis oídos las palabras de un señor que habla de terrorismo cuando lo mejor que podría hacer es callarse. Porque no sabe que Ana Cristina tenía unas manos increíblemente habilidosas, algo fuera de lo común. No sabe nada ese hombre, ¿para qué habla? Ana Cristina no cosía, pero hacía ganchillo y le salían unos tapetes que parecían filigranas, con unos dibujos complicadísimos. Sacaba los patrones de revistas y era asombroso que una niña de tan corta edad fuera capaz de una tarea tan compleja. Claro que también sacaba dieces en Matemáticas y en Lengua. Y en todo. Menos Gimnasia, creo, pero da igual. Era amable, generosa. Prodigiosa. Cuando conocí a sus padres un día que fui a visitarla a casa, entendí de dónde le venían todas esas cualidades. Nada de esto sabe Josu Urrutikoetxea Bengoetxea, quien ha tenido el privilegio no solo de seguir vivo, sino de poder explicarse. Aunque Jordi Évole dice que le ha decepcionado, que esperaba más. Es bueno que te decepcionen los asesinos; preocupante sería lo contrario. Qué quieres que te diga un personaje capaz de afirmar incluso ahora que los muertos de Hipercor fueron culpa del Estado y que los guardias civiles merecían morir en Zaragoza.

Me llegan la voz del terrorista y sus sangrientas palabras por sorpresa cuando estoy concentrada en un pespunte a ras, que no es cosa fácil, créanme. Entonces se me mezcla la Sigma semiprofesional y ligera del presente con el pedal herrumbroso de la Singer de aquella tarde de mayo. Y oigo golondrinas porque, cuando me acuerdo de ese día, me viene también su sonido. Y al revés, cuando es primavera y vuelven las golondrinas pienso en Bécquer, pero también en Ana Cristina, porque en los atardeceres de mayo, te pongas como te pongas, siempre surcan los cielos estas aves migratorias.

 Lo que más me impresionó de la primera vez que estuve en la casa cuartel invitada por Ana Cristina es que la familia esperaba a que el padre acabara de trabajar para comer todos juntos. Algo imposible en mi casa; llegábamos todos con un hambre voraz al mediodía y mi madre nos servía inmediatamente la comida. Mi padre entraba y salía con sus horarios de autónomo y casi nunca comíamos con él. Le envidié a Cristina esa comunión familiar, pero, al mismo tiempo, me dio por preocuparme por esas dos horas desde que terminaban las clases hasta que se sentaban a la mesa. Por el hambre, ¿no tendría hambre? Me doy cuenta ahora del privilegio que supone que alguien te abra las puertas a su vida cotidiana, a la tan preciada intimidad. Lo que no consigo saber, y esta imprecisión me llena de angustia, es si el papel pintado del salón de Ana Cristina lo vi de verdad en el interior de su casa o es el que aparece en las imágenes que luego se difundieron de la casa cuartel cortada por la mitad como si fuera de juguete, con la intimidad de los salones y las cocinas expuesta de un modo tan absurdo y repentino a la intemperie. La intemperie del terror y la violencia.

 Mis recuerdos de aquella tarde de mayo me obligan a interrogarme sobre conciencia, memoria y cuerpo. Desde 1991, mis células se habrán renovado tantas veces que es posible que no conserve ninguna de entonces, pero es poner el pie en el pedal de mi máquina de coser y volver a la fatídica fecha. Así es como el terror se infiltra en los actos más insignificantes de lo cotidiano, pero nadie va a juzgar a ningún asesino por impregnar mi primeros costuras rectas de dolor, pérdida y tristeza. Tal vez fue culpa mía el haber fijado esa asociación entre mi máquina de coser y el atentado de Vic. En los días que siguieron no supe encauzar igual que mis compañeros lo que sentía y, en vez de llorar y gritar, me dediqué a practicar de forma obsesiva con la Singer. Le di al pesado pedal días y días sin parar hasta que terminé un pequeño pañuelo en el que escribí en mayúsculas y con tela floreada el nombre de “Ana”. Lo guardé con la foto de la comunión y la postal de Navidad que me había regalado: “Espero que disfrutes de tu teléfono”. Porque nos habían puesto línea y eso era un gran avance tecnológico.

 Cuando oí la voz cínica de Ternera en la radio, extractos del trabajo de Évole, quise pensar sobre este tema y dar mi opinión, pero no puedo, el cuerpo no me deja. El debate sobre libertad de expresión o creación, el periodismo o la polémica, todo parece un eco muy lejano cuando aprieto con el pie el pedal y me acuerdo de cuando cosía torcido. Mientras cada primavera las golondrinas regresen al atardecer trayendo consigo el temblor de los cristales y el estallido de una bomba, no podré, no podré opinar como si nada."               (Najat El Hachmi , El País, 23/10/23)

26/9/23

'No me llame Ternera' desvela el pavoroso recorrido de sangre sin arrepentimiento de Josu Ternera... repite varias veces en la entrevista que "matar no está bien"... lo que podría parecer parte de un proceso de arrepentimiento, pero no es así... En la casa cuartel de Vic murieron diez personas, cinco eran niños. ETA lanzó un coche bomba con 200 kilos de amonal por una rampa desde donde se veía a los pequeños jugando. "Una actitud equivocada", dice Ternera. También califica de "error político y humano" el secuestro y asesinato del concejal del PP Miguel Ángel Blanco... "no entiendo muy bien el objetivo de esa acción"... De ninguna de estas muertes se arrepiente en la entrevista... Francisco Ruiz, el agente urbano que fue gravísimamente herido en el atentado contra el alcalde de Galdácano, Víctor Legorburu, vive en Ciudad Real, "noté que había un rechazo hacia mi persona, aquello me dolió en el alma, tanto como el atentado. Tomamos la decisión de marcharnos de Euskadi, nos fuimos como apestados"... Este hombre, su familia y todas los familiares y amigos de las víctimas que murieron a manos de ETA, los que sufrieron el rechazo social –por convicción o por miedo– en Euskadi, los que tuvieron que salir de allí, abandonar sus vidas, se merecen poder ver esta película, como la ve ahora Francisco Ruiz al lado de Évole

 "Sobrecogedor y al mismo tiempo de un extraordinario interés, el documento periodístico que contiene la película documental No me llame Ternera, donde se recoge una larga entrevista con Josu Urrutikoetxea, conocido como Josu Ternera, exjefe de la banda terrorista ETA, deberá guardarse con cuidado en los archivos de la memoria reciente de este país. El retrato que este hombre se hace a sí mismo contestando a las preguntas de Jordi Évole es pavoroso, lo mismo que el que ofrece de la desaparecida ETA.

Si todos los que han pedido a gritos que no se proyecte en el 71 Festival de San Sebastián –la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y Dignidad y Justicia, colectivos policiales, intelectuales como Fernando Aramburu y Fernando Savater…– hubieran visto la película antes de proclamar a los cuatro vientos que era "humillante" y que se blanqueaba la figura de un asesino, no habrían abierto nunca la boca, no se hubieran apuntado a una vergonzosa lista, la de los censores del siglo XXI. Afortunadamente la Fiscalía no les ha secundado.

 Esta es una de las entrevistas más interesantes de los últimos años y, mucho más, es necesaria y esclarecedora, puro periodismo sin artificios, sin un solo resquicio para la sospecha o la duda, sin falsedades, y moralmente impecable por parte de Jordi Évole y el equipo de la película. Un equipo que pone la cámara antes este hombre y pregunta a pregunta desvela un recorrido escalofriante de sangre sin arrepentimiento.

 "Preciso que ETA ha desaparecido", sentencia en un momento Josu Ternera, en esta entrevista que Jordi Évole invita a ver a Francisco Ruiz, el agente urbano que fue gravísimamente herido en el atentado contra el alcalde de Galdácano, Víctor Legorburu, en 1976. Josu Ternera reconoce en la película que participó en la organización del atentado –él lo llama acción–, aunque no disparó. No fue procesado por este asesinato, se benefició de la Ley de Amnistía de 1977 impulsada por el gobierno de Adolfo Suárez.

Uno a uno, Évole conduce por distintos episodios sangrientos al exdirigente de ETA, que repite varias veces en la entrevista que "matar no está bien". "Ni usted ni nadie me habrá oído decir que matar está bien, nunca", dice. "Matar no es un placer para nadie. Eso es una mochila que un hombre o una mujer llevará hasta el final de sus días. Evidentemente que yo arrastro esa mochila". Podría parecer parte de un proceso de arrepentimiento, pero no es así.

 Josu Ternera reconoce "errores" en algunos atentados de ETA, pero para todos ellos tiene una siniestra coletilla. Hipercor, 19 de junio de 1987. Un coche bomba en el aparcamiento del establecimiento en un barrio popular de Barcelona terminó con la vida de 21 personas y dejó 46 heridos. "Un error de la organización", dice Josu Ternera, que inmediatamente añade: "Pero el Estado no protegió a sus ciudadanos después de dos avisos".

 El mismo razonamiento siniestro tiene para el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza, el 11 de diciembre de 1987. Hubo 11 muertos, cinco de ellos niñas, y 88 heridos, la mayoría civiles. La excusa de Josu Ternera, aterradora, es que no hubieran muerto civiles si hubiera hecho caso al comunicado de ETA diciendo que desalojasen a las familias de las casas.

En la casa cuartel de Vic, el 29 de mayo de 1991, murieron diez personas, cinco eran niños. ETA lanzó un coche bomba con 200 kilos de amonal por una rampa desde donde se veía a los pequeños jugando. "Una actitud equivocada", dice Josu Ternera. También califica de "error político y humano" el secuestro y asesinato del concejal del PP Miguel Ángel Blanco –"no entiendo muy bien el objetivo de esa acción"– en julio de 1997. De ninguna de estas muertes se arrepiente en la entrevista.

Preguntado por el atentado por parte del Batallón Vasco Español contra él mismo y su familia en 1975 resulta una respuesta inquietante, "la espiral de violencia de los dos lados devino en una insensibilidad al sufrimiento de los demás, nos pasó a todos". Si en algunos momentos de la entrevista miente o no, en otros, sin duda, se equivoca, los ciudadanos españoles no fueron insensibles ante el sufrimiento de miles de personas.

 Hoy, gracias a esta entrevista, no lo serán los jóvenes españoles que descubran el pasado sangriento de nuestra historia reciente y ello será gracias a esta película, codirigida por Jordi Évole y Márius Sánchez, que demuestran todo lo que puede aportar el buen periodismo, aunque éste se intente silenciar. ¡Bien por el Festival de San Sebastián!

Josu Ternera –17 años fugado, llegó a ser diputado en el Gobierno vasco, pasó 12 años en la cárcel, más de 20 de clandestinidad– participó en las negociaciones para poner fin al conflicto y, según su testimonio, después abandonó ETA. Pero después, en 2018, el 4 de mayo, fue el hombre que leyó el comunicado de la disolución de la banda terrorista. "ETA surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él".

Hoy Josu Ternera vive en Francia, en régimen domiciliario, a la espera de extradición a España, donde debe responder, entre otros delitos, por el atentado en contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. La Fiscalía pide 2.354 años de prisión.

Hoy Francisco Ruiz vive en Ciudad Real, donde se instaló tras el atentado en Galdácano en 1976. Allí llegó con seis años y después de cinco meses en el hospital luchando por su vida tras recibir doce disparos, "noté que había un rechazo hacia mi persona, aquello me dolió en el alma, tanto como el atentado. Tomamos la decisión de marcharnos de Euskadi, nos fuimos como apestados".

Este hombre, su familia y todas los familiares y amigos de las víctimas que murieron a manos de ETA, los que sufrieron el rechazo social –por convicción o por miedo– en Euskadi, los que tuvieron que salir de allí, abandonar sus vidas, se merecen poder ver esta película, como la ve ahora Francisco Ruiz al lado de Évole, y saber que existe ya para la memoria de nuestro país un documento grabado del larguísimo horror que instauró ETA."            (Begoña Piña , Público, 22/09/23)

22/5/23

Un algoritmo loco en Euskadi: buscas una víctima y te encuentras un etarra

 "Si uno busca en los cementerios de Sicilia los muertos de la Mafia puede llegar a pensar que la Mafia no existe, parece que no ha matado a nadie. En las lápidas de sus víctimas solo consta la fecha de defunción. Como mucho, frases casi poéticas: “Stroncato da mano crudele”, roto, arrancado, por una mano cruel. Entra dentro del tabú, del clima de terror, del temor a lo explícito. Es decir, miedo a decir la verdad. No sé qué explica algo parecido en el País Vasco en 2023. Supongo que la estupidez o la mala fe, o tener un alcalde de EH Bildu. Prueben a mirar la página web dedicada a la memoria del ayuntamiento de Galdakao, realizada por la sociedad Aranzadi. No es que no haya víctimas de ETA, es al revés, han desaparecido los asesinos, que además se han convertido en víctimas, los pobres. ETA lleva camino de convertirse en un fenómeno natural, como un virus o una desgracia meteorológica.

La web tiene un buscador de víctimas del municipio, pero con un algoritmo loco: buscas una víctima y te sale un etarra. Buscas al alcalde Víctor Legorburu, y ahí sale, asesinado en 1976, al día siguiente de que venciera el ultimátum de seis meses que le dio ETA para que se fuera del País Vasco. Pone “Autor: ETA”. Pero es que hay etarras de Galdakao y también aparecen como víctimas, mezclados con los vecinos que mataron. Por ejemplo, Jon Bienzobas. Es una víctima incluida en el apartado “Vulneraciones”, sección “Otros hechos derivados de la violencia política. Política penitenciaria y aplicación de leyes excepcionales. Autor: Estado español y francés”. Es una información algo limitada y como hay un apartado de “Observaciones”, uno va a ver, pero no, dice esto: “Aunque nació en Bilbao, creció en el barrio de Aperribai de Galdakao”. Podrían haber añadido que le gusta el mus o es del Athletic. Se me ocurre alguna observación más, como que asesinó al jurista Francisco Tomás y Valiente en su despacho de la universidad. No sé, como detalle de interés, por redondear.

Quizá es un lapsus, vamos a ver otro, en el que sea imposible olvidarse de hechos imborrables. Xabier García Gaztelu, Txapote. Pues no, es solo alguien que ha sufrido vulneraciones de derechos por la política penitenciaria. No te enteras de que es el asesino de Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez, José Luis López de Lacalle, Fernando Múgica y Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez, entre otros. Como ejercicio de memoria deja un poco que desear en una web dedicada a la memoria, es un poco cortita. Yo he tenido que reducir la enumeración de sus víctimas porque llenarían la columna, pero ellos no tenían límite de espacio.

Hay webs así en otros municipios vascos, como ha denunciado el PSE. No sé si esto es necesario dentro de la buena voluntad requerida a una comunidad humana para superar un trauma atroz. Me temo que no, y lo necesario es decir las cosas como son. Si no, la monstruosidad de lo que pasó se deja en el sobrentendido, pero ya no familiar o personal, sino institucional, que es inadmisible. Para sobrentender en privado, todos deben tener clara la verdad en público. Aunque todos queramos olvidar, otra cosa es olvidarse del tema, porque lo decisivo hoy es quién gestiona ese olvido. Por cierto, se habla de la apatía en Euskadi ante estos disparates de la desmemoria vasca, pero la del resto de España, donde ya parece que no es asunto nuestro y ni te enteras, tampoco está nada mal."                (ïñigo domínguez, El País, 14/04/23)

9/2/21

“Quisiera trasladar mi pesar a las familias de las tres personas que asesiné”

 "El pasado julio, el preso de ETA Mikel Azurmendi, alias Hankas, envió un largo texto manuscrito al director del Centro Penitenciario de Valencia en el que se quejaba de que, tras 22 años encarcelado, seguía clasificado en primer grado, el más duro, lo que le impedía obtener beneficios penitenciarios. Condenado a 418 años por, entre otros atentados, el asesinato del concejal del PP de Sevilla Alberto Jiménez Becerril y su esposa en 1998, Azurmendi esgrimía que llevaba tiempo rechazando la violencia. “Sí, reconozco el daño que he causado”, afirmaba en la misiva. 

El pasado 11 de noviembre, el Ministerio del Interior anunciaba su traslado y el de su compañera, la también etarra Maite Pedrosa, a una prisión cercana al País Vasco, la de Zuera (Zaragoza). La decisión provocó una tormenta política al coincidir con el apoyo parlamentario de EH Bildu a la tramitación del proyecto de Presupuestos del Gobierno.

Azurmendi es uno de los 42 presos etarras que, en lo que va de año han pedido perdón por carta, según datos de la lucha antiterrorista a los que ha tenido acceso EL PAÍS. La cifra es superior a la del año pasado, cuando fueron una treintena, y, sobre todo, a la de 2018, el año en el que ETA anunció su disolución, cuando fueron ocho. En la actualidad, permanecen recluidos en cárceles españolas 197 etarras

 “El salto ha sido cuantitativo, pero también cualitativo”, señalan fuentes policiales en referencia al contenido de las misivas. “Al poco de la disolución de ETA, los textos eran similares y se ajustaban a las directrices del EPPK [siglas en euskera del colectivo de presos de ETA] de no arrepentirse ni delatar. Ahora, las hay que también reflejan arrepentimiento”, recalcan. En una de estas misivas, inédita hasta ahora, un etarra escribe: “Quisiera trasladar mi pesar a las familias de estas tres personas [a las que asesiné], pedirles perdón”.

Las directrices a las que se refieren estas fuentes las marcó el EPPK en enero de 2018, cuando anunció la “total disposición” de sus reclusos a reconocer el dolor causado si con ello se mejoraba su situación penitenciaria. En abril de ese año, ETA hacía público un comunicado en el que también admitía el daño provocado como paso previo a su disolución formal materializada semanas después. 

Algunos presos que seguían la disciplina de la banda ya habían dado un primer paso en esa línea, como Jagoba Codó –al que la Audiencia Nacional dejó en libertad condicional el pasado agosto– quien en 2017 había hecho una renuncia genérica a la violencia en un texto en el que afirmaba: “Nadie es ajeno al dolor, ni al sufrido ni al causado, y penalmente lo estoy pagando”.

Tras aquellos dos comunicados, otros reclusos siguieron los pasos de Codó con misivas con un contenido también “muy estandarizado”, destacan fuentes policiales. En una de ellas, su autor decía querer utilizar “las vías políticas para fines políticos” y reconocía “el daño causado en las décadas que existió la organización a la que pertenecí”. Todo ello, en un texto impersonal con apartados. Fuentes del Gobierno vasco que han seguido la evolución de los presos de ETA destacan que “estas cartas siguen siendo la mayoría y responden a un formato preparado por los abogados defensores”. 

En su opinión, “solo buscan facilitar el traslado a una cárcel próxima a Euskadi y mejorar las condiciones penitenciarias”, añaden. EL PAÍS ha intentado contactar con varios abogados de etarras, pero han declinado hablar. También Etxerat, la asociación de familiares de los presos que permanecen dentro de la ortodoxia del EPPK, ha rehusado dar su opinión.

Sin embargo, frente a este tipo de textos, en los últimos meses varios presos han remitido cartas en las que incluso citan a las personas que asesinaron. “Reconozco el daño causado a las víctimas consecuencia de mi actividad armada en dicha organización, sobre todo a las tres víctimas mortales [incluye el nombre y apellidos de cada una de ellas], así como a sus seres queridos y a las personas que fueron heridas”, recoge una misiva manuscrita en la que el preso etarra, cuya identidad no se facilita para evitar represalias, añade: “Reconociendo la gravedad de haberles arrebatado la vida y aún la imposibilidad de devolvérsela, quiero que este reconocimiento y este pesar contribuya a reparar en parte el daño y sufrimiento causado a las víctimas del terrorismo, a todas las víctimas”.

“No debería haber pasado”

“ETA, en su día, reconoció el daño causado, así como el colectivo de presos. Yo, de mi lado, también quiero reconocer el daño que la lucha armada ha causado durante todos estos años, asimismo comprometerme a superar todos los problemas del conflicto”, escribió otro etarra el año pasado. En esta segunda misiva, este recluso añadía: “Eso no debería haber pasado y quiero decirlo porque es así como lo siento, de la misma forma que pienso que hace tiempo que se debería haber buscado una solución para terminar con tanto sufrimiento”. El interno de ETA terminaba reconociendo que el dolor y daños causados “no tienen solución” y mostrando su “respeto a los fallecidos, heridos y demás víctimas”.

Fuentes del Gobierno vasco consideran que este tipo de textos son un avance, aunque lamentan que todavía sean pocos: “No llegan a la docena”. Y culpa de ello a una parte de la izquierda abertzale, que en su opinión no permite a los reclusos de ETA “ir más allá y hacer en estos textos un verdadero planteamiento crítico de lo que fue la violencia terrorista”. La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) se muestra mucho más escéptica y duda, incluso, de que existan estas misivas. Carmen Ladrón de Guevara, abogada de la asociación, critica que Interior utilice su existencia para justificar los acercamientos. “Nunca nos han enseñado estas cartas. Ni a nosotros, como asociación, ni a ninguna víctima”. Para esta abogada, que ha ejercido la acusación en los últimos juicios contra etarras, el “verdadero arrepentimiento” no está en estas misivas sino “en la colaboración con la justicia, y eso no lo estamos viendo”.

Por el contrario, Roberto Manrique, herido de gravedad en el atentado del Hipercor de Barcelona, de junio de 1987, en el que murieron 21 personas, cree que estas cartas son “positivas”. En enero de 2011, con ETA aún activa, Manrique recibió una de uno de los etarras que colocó aquel coche bomba, Rafael Caride Simón, entonces acogido a la llamada Vía Nanclares de reinserción. En ella, el etarra afirmaba: “Reconozco el daño y sufrimiento que causaron en personas como usted las acciones llevadas a cabo durante nuestra militancia en ETA. No soy insensible al dolor y sufrimiento que las mismas generaron; de ahí mi compromiso sincero en tratar de ayudar a cerrar esas heridas y en que nadie más sufra lo que ustedes han sufrido”. Manrique, que un año después de aquella misiva mantuvo un encuentro “reparador” en prisión con el etarra, se muestra convencido de su sinceridad: “Creí en su arrepentimiento”.

Manrique recalca que este tipo de gestos no debe traducirse en beneficios penitenciarios: “Si me dicen que mi encuentro le podía permitir recortar un minuto de su condena, hubiera dicho que no por respeto al resto de las víctimas que causó”. Después de 19 años en cárceles españolas y otros siete en francesas, Caride Simón salió de la cárcel en agosto de 2019. Llevaba dos años en semilibertad. “Es la ley y hay que acatarla. Me consta que ha estado en prisión el tiempo del que tenía que estar”, señala esta víctima."            (Óscar López-Fonseca, El País, 23/11/20)

28/10/20

ETA... “Distintos o diferentes es el nombre elegante de la xenofobia”... La banda “asesinó al torturador franquista Melitón Manzanas y a víctimas de Manzanas”... es “incomprensible” que una corriente como la de ETA, con tintes “fascistas”, sobreviviera con apoyo social tras la dictadura...

 "Jon Viar, hijo de un exterrorista opuesto a la violencia, presenta ‘Traidores’, donde relata las raíces sociales y familiares de la banda.

Un chaval usa gafas de sol y se cubre cabeza y rostro con un pasamontañas. Habla en nombre de la banda terrorista ETA. Parece una declaración oficial, pero se trata tan solo de un niño de 13 años que ama el cine y empieza a darse cuenta de que odia esa violencia que planea sobre el País Vasco en la década de los noventa. Se llama Jon Viar y su padre, Iñaki, le confesó cuando tenía ocho que había pertenecido a ETA y que había estado en la cárcel. Varias décadas después, cualquier muchacho puede jugar a ser cineasta, pero muy pocos pueden conocer el dolor y el significado de ETA.

Jon Viar, de 34 años, ha presentado en el festival de cine Seminci de Valladolid su documental Traidores, donde recoge la persecución que su progenitor y otros tantos exetarras sufrieron porque renegaron de la violencia. Todo con la aquiescencia de los partidos políticos que, ni en democracia, fueron capaces de denunciar con firmeza el horror sembrado en territorio vasco.

El documental trata de explicar cómo el radicalismo se asentó en un nacionalismo que inoculó su rabia y su odio en una generación dispuesta a liquidar a quien le rebatiera. “Distintos o diferentes es el nombre elegante de la xenofobia”, se dice en la cinta. Iñaki Viar ratificó este pensamiento en la cárcel, donde pasó ocho años tras colocar una bomba en Bilbao, aunque no hubo víctimas. 

Posteriormente abrazó la psicología y el psicoanálisis para acabar descubriendo en su familia el poso que lo contaminó y le hizo cometer graves errores de los que supo arrepentirse. El director explica que su obra se sitúa entre 1998 y 2020, como si cuando era un chiquillo ya conociese el guion que intentaría plasmar ya de adulto. “Yo era un chico consciente del terrorismo y de ETA, en mi entorno no era tan habitual”, afirma Viar, que trata de desmontar el argumentario abertzale.

El cineasta se apoya en imágenes de producción familiar, de archivo y grabadas en la actualidad tanto en suelo vasco como en el penal de Segovia, donde su padre pasó parte de su estancia como preso y trazó un frustrado plan de fuga. El pequeño Viar ya reprodujo, con una crudeza llamativa en un adolescente, escenas como los secuestros de Miguel Ángel Blanco o la intrínseca cobardía de quienes asesinaban con un tiro de espalda. Solo que mientras él disparaba con cartuchos de fogueo, ETA recurría a la pólvora y a las balas.

La banda “asesinó al torturador franquista Melitón Manzanas y a víctimas de Manzanas”, denuncia el director. Su labor en el documental consiste en “ordenar la realidad” para ayudar a comprender un horror que duró demasiado. ETA anunció su total disolución en 2018 con un historial de casi 1.000 víctimas mortales e incontables afectados por un argumentario enraizado en el “racismo”, según los dos Viar.

 El nacimiento de su documental llega en un momento donde proliferan los retratos audiovisuales de la banda. Jon cree que hay dos perfiles: uno que intenta plasmar el horror y otro que lo disimula. Prefiere no criticar a sus compañeros de gremio y espera que esta cantidad de series se traduzca en un mayor conocimiento sobre esa historia reciente que los libros de texto no terminan de recoger. Nadie nace aprendido, ni en 1940 ni en 2003.

 El exetarra Iñaki Viar, de 73 años, deja a un lado el sombrero que cubre su pelo blanquísimo. La película, que tilda de “dura, dolorosa y triste” lo ha emocionado, pero no tarda en expresar con vehemencia lo “incomprensible” que resulta que una corriente como la de ETA, con tintes “fascistas”, sobreviviera con apoyo social tras la dictadura. Este psicoanalista reconoce que, como teorizó Freud, todo hombre “tiene que matar a su padre”, y que ese fue el primer paso para desmarcarse de un legado familiar nacionalista. 

Viar senior no reprueba que el pasado etarra se borre de la memoria colectiva —“el olvido es un mecanismo de defensa”— pero censura que tanto en el País Vasco como en España no haya el suficiente recuerdo a aquel “terror consolidado”. Este “traidor” para tantos excompañeros y para cierto sector de la sociedad vasca piensa que creaciones como las de su hijo “algo muestran” y pueden generar preguntas a los espectadores. A su juicio, Jon, que se declara defensor de los valores de la Ilustración, ha conseguido evidenciar una realidad: cómo el mayor de los horrores se puede gestar en la intimidad."                 (Juan Navarro, El País, 25/10/20)

20/10/20

Hoy es el cumpleaños de Gurutz Aguirresarobe, el asesino de Joxeba Pagaza. En la Herriko Taberna de Hernani han puesto una foto para que se le pueda felicitar. En Hernani, su pueblo, nuestro pueblo.

 "Hoy es el cumpleaños de Gurutz Aguirresarobe, el asesino de Joxeba Pagaza. En la Herriko Taberna de Hernani han puesto una foto para que se le pueda felicitar. En Hernani, su pueblo, nuestro pueblo.

 Nuestra madre sufrió antes de tener que marchar de allí -años antes del asesinato de su hijo- lo que era entrar en una pequeñísima cafetería que frecuentaba y que le hicieran el vacío. Nunca pudo volver. O que la insultasen cuando iba sola por la calle. O tener que cambiar de colmado para hacer la compra, por lo mismo.

  Joxeba sufrió un tormento de acoso y odio en forma de amenazas de muerte incluyendo golpes, el destrozo de sus coches -incendiados completamente tres veces- y el ataque con cóctel molotov a la vivienda que compartía con su esposa y dos niños muy pequeños.

Cuando lo asesinó Gurutz en 2003, el alcalde de HB, su jefe, no condenó el asesinato. Años después, Pablo Iglesias, actual vicepresidente del Gobierno, utilizó la foto de Rosa Díez y María San Gil, en el Pleno del Ayuntamiento de Andoain, para acusarlas de odio, a ellas, aquella tarde en que agonizaba Joxeba en un hospital muy cerca de Hernani y de Andoain, porque gritaban, sí, gritaban de justa indignación ante el alcalde y el resto de concejales conchabados con los asesinos de cada una de las víctimas inocentes.

En el año 2010, cuando detuvieron a Gurutz Aguirresarobe -a pocos metros de donde nuestra familia había vivido desde 1965 hasta la huida-, la entonces alcaldesa, después diputada nacional, Marian Beitialarrangoitia, cedió el Ayuntamiento para la rueda de prensa de los familiares y amigos de los detenidos. Estaba con ellos. En Hernani casi siempre gobiernan los herederos políticos de ETA.

Algún lector podrá preguntarse si tenemos derecho a incomodarles con los hechos del pasado.

La convocatoria de ese pasado monstruoso lo realizan cada vez que homenajean a los asesinos como héroes a los que salen de prisión o cada vez que se ponen carteles gigantes de los etarras en los lugares emblemáticos de cada pueblo vasco o navarro, muy especialmente en las fiestas populares, para que los niños interioricen que ese es el eje de lo correcto socialmente.

Pueden, o no, seguir leyendo. Van más hechos. Gurutz Aguirresarobe mintió durante el juicio dentro de una campaña de comunicación para impostarse como la víctima. La hemeroteca del 15 de noviembre de 2011 no tiene desperdicio y el cinismo es más apreciable ahora, claro.

Dos de los colaboradores necesarios para el asesinato de Joxeba Pagaza salieron de prisión en 2018 tras acordar una sentencia favorable; pero no, no escribieron a cada familia de asesinados por su colaboración. Nosotros sí imploramos a la alcaldesa que no fueran recibidos como héroes. Ella estuvo en el recibimiento.

Desde ese mismo día el sindicato del entorno, LAB, orquestó una campaña de victimismo de más de un año porque la sentencia era ambigua y pese al esfuerzo de la Diputación Foral de Gipuzkoa, Iñaki Igerategi consiguió regresar a su puesto de funcionario público. En aquellos meses se sucedieron los carteles, los actos políticos, los plantes de sus compañeros… ¿para pedirle que condenara el pasado? No. Es lo contrario.

La clave de cada homenaje, de cada campaña de victimismo, se fundamenta en no condenar ese pasado. Aquellos que reconocen el pasado no son homenajeados. Y eso es lo que revive el pasado en su atroz y calculada crueldad política.

Van sólo unos pocos hechos más. Dan luz, brillante, al conjunto. Si pueden soportarlo, lean.

El asesino de Joxeba Pagazaurtundúa fue detenido por la Ertzaintza en la madrugada del 12 de marzo del año 2005 por hechos distintos al asesinato y que están recogidos en un atestado que conocimos años después del juicio.

Fue detenido muy cerca de Hernani por amenazar a la patrulla de ertzainas. Agredió a los ertzainas que debieron acudir a reforzar la detención. Intentó que los noctámbulos de la zona se unieran a él para generar un altercado y estuvo a punto de conseguirlo. Causó daños en el coche patrulla mientras lo trasladaban. La furia. La ira. Se preguntarán por qué.

No pudo soportar que días antes un grupo de ertzainas homenajeara humildemente a un ertzaina, Iñaki Totorika, asesinado en un lugar emblemático de Hernani, Zinko Enea.

En la entrada de la comisaría de Hernani gritó: “¡Que venga a sacarme Totorika! ¿Dónde está Totorika? ¿Qué hacíais el martes en Zinko Enea? Os vamos a hacer a todos como Totorika”.

Dentro de la celda, siguió gritando “¡Que venga Totorika! Ya os cogeremos en Zinko Enea, y ya os llevarán también flores. Vais a morir todos, ertzainak torturatzailea. Cuando volváis a casa, acordaros -sic- de Totorika, que voló. Cuando vayas por la calle, gírate y mira atrás, pun, pun, uno menos. Yo hago lo que hago por Euskadi, por mi patria.”

Gurutz Aguirresarobe fue detenido en su domicilio el 4 de agosto de 2010. A pocos metros de Zinko Enea. Desde el balcón de nuestra vivienda familiar pasé muchas horas de la infancia jugando y mirando hacia Zinko Enea.

El exorcismo que apacigüe la atrocidad política del pasado llegaría si su jefe, de entonces y de ahora, Arnaldo Otegui, condenara el pasado y asumiera la responsabilidad política sin cinismo, y se retirase.

Sánchez ha cometido el peor error político de la historia reciente de España. Y el mayor pecado, al arrastrar a los socialistas con él.

Hoy cumple años el asesino, de Joxeba Pagazaurtundúa."                  

(Maite Pagazaurtundúa, Crónica Popular, 18/10/20El Mundo, 13 de octubre de 2020)

10/2/20

La Audiencia Nacional ordena que el abogado Gonzalo Boye, que ahora representa a Puigdemont y Torra, indemnice a Emiliano Revilla, al que secuestró en 1988

"La Audiencia Nacional ha ordenado embargar los bienes a Gonzalo Boye, actual abogado de Carles Puigdemont y Quim Torra, para indemnizar al empresario Emiliano Revilla, en cuyo secuestro perpetrado por ETA participó en 1988. 

Boye fue condenado en los años noventa a prisión y a una responsabilidad civil solidaria —junto con el resto de los acusados— de 200 millones de pesetas (1,2 millones de euros), algo que no ha cumplido.

 La Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional considera en un auto que adelantó Europa Press y al que ha tenido acceso EL PAÍS que la responsabilidad civil de Boye no ha prescrito y ordena el cumplimiento. Fuentes cercanas al abogado han indicado que van a recurrir alegando antecedentes similares en los que fue confirmada la prescripción.

Boye fue juzgado por formar parte de una célula que dio apoyo a la banda terrorista ETA. Se le consideró autor responsable de un delito de detención ilegal y fue condenado una pena de 14 años y 8 meses de cárcel, de los que cumplió seis. Un año antes de obtener la libertad condicional había comunicado que abonaría de forma fraccionada el pago de la indemnización, a razón de 5.000 pesetas mensuales. 


Sin embargo, en 2008, la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) presentó un escrito en el que advirtió de que no había cumplido con la responsabilidad civil y pedía hacer una investigación patrimonial, ordenada después por la Fiscalía.

Boye alega que la responsabilidad civil reclamada prescribió el 5 de agosto de 2012, 15 años después del "último y único requerimiento de pago efectuado" en este procedimiento, pero la Audiencia Nacional rechaza este argumento al entender que existen "actos para interrumpir" la prescripción. Uno de estos actos es esa investigación patrimonial ordenada por Fiscalía en 2008. (...)"            (El País, 07/02/20)

21/5/18

Durante la larga conversación el exasesino Fernández no solo no dio muestra alguna de arrepentimiento sino que no la dio tampoco de responsabilidad. Yo iba oyéndole y no dejaba de pensar en un psicópata sexual que empezara a decir que sus impulsos, o sea, el asesinato y violación de mujeres, fueron fruto de las circunstancias...




"Este fin de semana, y en un programa de mucha audiencia, entrevistaron a un exasesino llamado Josean Fernández Hernando en la televisión pública catalana. Entre los crímenes de este hombre está el de un comerciante (él prefirió llamarle chivato), al que mató para que el País Vasco fuera libre. La entrevista duró 40 minutos. 

El exasesino insistió mucho en que el llamado relato sobre los crímenes de ETA no podía tener una verdad sino muchas verdades y que cada uno debía decir la suya. Él, sin embargo, se mostró algo pudoroso con la propia. 

Cuando la locutora mencionó que había asesinado a un comerciante contestó que eso es lo que había dicho la policía, mientras sonreía y hacía sonreír a su interlocutora. La entrevista tuvo gran interés. Casi no hubo zona de la inmoralidad nacionalista, política o periodística que no fuera exhibida. Y despejó cualquier duda sobre la existencia del delito político. Hay personas de buena fe que niegan que exista en democracia. 

Y que, en consecuencia, niegan que pueda haber presos políticos. Es un grave error. La política mata, como matan el sexo o el dinero. Si esto se asumiera hasta el fondo serían imposibles obscenas ceremonias como las de la otra noche. Porque durante la larga conversación el exasesino Fernández no solo no dio muestra alguna de arrepentimiento -eso, aunque brille, es poco importante-, sino que no la dio tampoco de responsabilidad. 

Lo que él llamaba sistemáticamente acciones fueron solo la consecuencia inevitable de un contexto determinado. Un contexto que obligaba y que por lo tanto es imposible que generase arrepentimiento. 

Yo iba oyéndole y no dejaba de pensar en el psicópata sexual. Es decir, en la imposible posibilidad de que TV3 trajera la semana próxima otro Fernández al estudio y allí empezara a decir que sus impulsos, o sea, el asesinato y violación de mujeres, fueron fruto de las circunstancias. (La única diferencia entre los psicópatas políticos y los sexuales es que donde uno dice circunstancias el otro dice contexto). 

Cuenta y resultado, en fin, de la nube negra que se instalaba en su cabeza algunos anocheceres y que lo sacaba inexorablemente a las calles en busca de aire y sangre fresca. Y que no tenía sentido arrepentirse porque las circunstancias habían sido obligatorias. Y que si no sentía la necesidad de pedir perdón no se le podía exigir que lo pidiera, como con tan claridad estaba diciendo nuestro Josean Fernández.

Las entrevistas a psicópatas son delicadas y no se puede generalizar sobre su conveniencia. Caso a caso. Pero es intolerable que la política ennoblezca la psicopatía y aún más que no figure entre sus preferentes relatos."                    (Arcadi Espada, El Mundo, 08/05/18)

8/5/18

¿Por qué los etarras no muestran un arrepentimiento sincero? Ellos no se quieren sentir como miserables por la persecución a sus vecinos. Como no quieren reconocer eso, no van a parar de dar la murga de colocarse como víctimas... El perdón cara a cara entre víctima y verdugos



"Comprendo que reprocharle a los terroristas etarras las miserias de su comunicado de despedida (?) puede parecer tan superfluo como criticar a Jack el Destripador por la fetidez de su aliento. 

 (...) Desde luego, lamentarse por las víctimas que no tenían nada que ver con el conflicto, dando por buenas y justificadas las otras, es repugnante. Pero aún peor es lamentarse de las aciagas circunstancias (empezando por el bombardeo de Gernika) que les obligaron a oficiar de asesinos: 

“¡Qué más hubiéramos querido que hubiese paz y libertad!”. 

Pues las hubo, claro, a partir del 78 y a pesar de ellos. Porque se convirtieron en el peor enemigo de la democracia, su obstáculo más peligroso, la coartada de los militares golpistas, la mejor garantía de perpetuación de la policía franquista.

 ¿Por qué en su fementido comunicado no mencionan a su víctima principal, la democracia española? ¿Por qué en vez de privatizar los sufrimientos personales no asumen la perspectiva política reconociendo su campaña de tantas décadas contra las libertades y los derechos de todos los ciudadanos? 

A ver, puestos a jugar un poco: ¿qué entienden ellos por esa paz y libertad que falta? ¿Cómo tendría que haber sido el país después de la larga dictadura para que ya no hicieran falta intimidaciones y crímenes? ¿Deberíamos todos habernos puesto en posición de saludo hasta que nos llegasen sus órdenes? 

Sobre todo: ¿por qué no se dejan de lágrimas de cocodrilo y dicen sencillamente que reconocen la democracia constitucional vigente, la que defendieron contra ellos esos “implicados en el conflicto” a los que asesinaron?"               (Fernando Savater, El País, 05/05/18)


 "(...)  Cuando ETA habla de la teoría del conflicto trata de repartir las cargas de su responsabilidad. 

No les debemos nada porque dejen de matar y lo que venden desde hace seis años es humo. ¿Pueden reescribir la historia? Si les dejamos, sí.

¿Por qué cree que no muestran un arrepentimiento sincero? Se disculpan frente a unas víctimas, pero no con otras...

Hay motivos de psicología social: ellos no se quieren sentir como miserables por la persecución de sus vecinos, por una identidad tóxica que se convirtió en asesina; un ataque al sistema democrático y a la ley. Como no quieren reconocer eso, no van a parar de dar la murga de colocarse como víctimas.  (...)

¿No hay convencimiento moral sobre el daño causado sino más bien oportunismo?

Lo de poner el contador a cero es literal. Es querer desprenderse del peso de los muertos, negarse a asumir la responsabilidad de haberlos provocado. Hay una parte que es judicial, de la que deben responder individualmente quienes han cometido crímenes. Luego está la responsabilidad de los políticos, los que mejor han salido de toda esta historia. Los herederos de ETA. Condenaron a futuro. 

Dijeron, ¿bombas o votos? Quitamos las bombas para que estos puedan tener votos. Hace seis años dejaron de matar para conseguir la legalización de la sigla política, pero podría haber sido más exigente: condenaron a futuro pero no la historia de terror. Tenían una enorme responsabilidad.

¿Con la disolución de ETA queda completamente cerrada la situación en País Vasco y Navarra? 

No. Es mejorable. Queda trabajo por realizar. Como no ha habido una vergüenza moral siguen con el narcisismo, el egocentrismo, un video a las dos, otro a las cinco... Están vendiendo humo. Son muy trabajadores. 

Hay que reconocerlo. Si nosotros nos dormimos, avanzarán porque no hay que olvidar que las tensiones institucionales y territoriales en nuestro país pueden volver de diversas maneras... Hay un trabajo muy importante por delante de lo que significa la ley, la libertad, el Estado de Derecho...  (...)

Durante muchos años una parte importante de la sociedad vasca dio la espalda a las víctimas. Incluso insinuando cierta culpabilidad. Entierros clandestinos; lejos de los pueblos de los difuntos. Asesinados y estigmatizados. ¿Queda algún gesto pendiente por parte de la sociedad que ha tenido una actitud como poco ambigua?

Hubo mucha parte de la sociedad que estuvo muy manipulada y muy mal liderada. Y con mucho miedo. La gente, bajo el miedo, actúa de una forma ética muy discutible. Sí que los líderes del nacionalismo nunca o casi nunca estuvieron a la altura de la persecución de sus vecinos. 

Y por eso les interesa adornar el pasado y las responsabilidades. Si se empiezan a aclarar bien las responsabilidades del mundo de ETA y de sus herederos y cómplices emergería la pregunta incómoda: ¿y qué hicisteis vosotros que gobernabais? No estabais cuando vuestros vecinos estaban siendo perseguidos. Necesitamos tiempo, la gente necesitaba aliviarse.... Ahora es una oportunidad para cerrar mejor las heridas.

¿Cómo se construye la memoria para sellar las fracturas de la sociedad?

Queda un trabajo histórico muy importante. El hecho de que haya un centro memorial con buenos historiadores es fundamental. Que en la universidad del País Vasco esté gente como Luis Castells y otros es muy necesario. Si no hay un trabajo riguroso de memoria podemos ser vulnerables al intento de manipulación ideológica del nacionalismo vasco. 

Durante los 80 les resultaba mucho más cercano el pensamiento integrista del nacionalismo radical que el pensamiento plural de quienes éramos sus adversarios políticos. Cuando hacía campañas durante aquella época, gente como Egibar [dirigente del PNV] nos decía: "vosotros no sois buenos vascos, sois anti vascos". Hoy no se atreverían a decirlo. Lo decían entonces cuando nos estaban persiguiendo para matarnos.

Albert Camus hubiera respondido a Egibar: "amo demasiado a mi país como para ser nacionalista"

Mucha gente suele distinguir entre nacionalista y patriota. Se pueden querer muchas cosas de la tierra en la que uno ha nacido, de la historia y la cultura heredada pero convertir eso en exclusión de los demás es recurrente y tóxico a lo largo de la historia. Pobreza, exclusión, la selección adversa de líderes.... Dijo Mitterrand: "nacionalismo es la guerra".

Dice Stuart Mill que la tolerancia es el barómetro de la salud moral de una sociedad. ¿Cómo está la salud moral de la sociedad vasca estos días?

Hay que ser intolerante con los intolerantes. Lo decía el propio Machado en Juan de Mairena. El pacifismo a ultranza en ese periodo de entreguerras, decía Machado, era una verdadera estupidez porque significaba que los más caraduras, los más violentos, los que no tenían escrúpulos se hacían con el poder. Tolerancia en lo que debemos serlo e intolerancia con lo que no debe ser tolerado... Con el sexismo, con la xenofobia, con todos los pensamientos excluyentes...  (...)

Hace años su familia instaló un buzón de Joseba en Andoáin para que quien quisiera pudiera mandarle cartas. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de lo que ha leído? 

Al inicio nos escribían sobre todo amigos y gente que nos quiere, pero después lo que más nos sorprendió fue quienes nos cuentan, ahora arrepentidos, que miraron para otro lado, incluso quienes apoyaron el asesinato de mi hermano. Queremos ordenar las cartas para contribuir a la memoria que tanto necesitamos ahora."                 (Entrevista a Maite Pagazaurtundúa, Carlos Carnicero, Huff Post, 03/05/18)


"Esther Pascual había pedido reuniones pequeñas, con grupos de tres personas, para poder explicar tranquilamente en qué consistía el programa y que cada cual planteara sus dudas. 

No le importaba que eso supusiera visitar varios días la cárcel, a 350 kilómetros de su casa. Estaba ante el mayor reto profesional de su vida y quería ir con calma. Pero, como sucede tantas veces, la realidad arrolla los planes perfectamente calculados.

- ¿De tres en tres? – le dijo entre risas Juan Antonio, el director de la prisión-. Venga, entra, que ahí están.

- Que ahí están… ¿cuántos?

- Pues todos.

Pascual respiró hondo antes de entrar en la sala. Se encontró con una veintena larga de personas. Presos con extensas condenas por terrorismo a sus espaldas que habían acabado reunidos en la cárcel de Nanclares de Oca (Álava) porque se habían alejado de ETA. Eran todos disidentes, pero mantenían planteamientos muy diversos. Ella les ofreció entrar en un proceso de mediación penal para encontrarse con sus víctimas. Les habló sobre la reconciliación y el perdón.

“Fue una reunión complicada, tensa”, recuerda la mediadora y abogada, más de siete años después. La recibieron con desconfianza. Lo primero que le preguntaron fue si era del CNI o una periodista infiltrada; luego, si era una enviada del entonces ministro del Interior, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. 

“Les expliqué cómo iba a funcionar el programa. Que era voluntario y que no iban a tener ningún beneficio penitenciario por participar en él; que era algo puramente personal; que si alguien estaba interesado, tenía que empezar a trabajar conmigo de forma individual en un proceso que podía ser largo; y que se arriesgaban a que luego las víctimas no quisieran reunirse con ellos. Era un paso que dábamos todos sin saber hasta dónde íbamos a poder llegar”.

Los reclusos comenzaron un debate acalorado sobre el perdón, sobre si había que pedirlo de forma individual o lo tenía que hacer ETA como colectivo. Entre ellos no había acuerdo. Finalmente, cinco le dijeron que estaban interesados en hablar con ella individualmente. Uno lo expresó públicamente. Los otros, de forma discreta.

Así empezó un programa que acabó con una decena de encuentros entre presos por delitos terroristas y víctimas de la organización a lo largo de 2011. En algunos casos eran sus víctimas directas, familiares de una de las personas a las que habían matado. En otros, los internos se presentaban como miembros de una organización con estructura militar en la que todos se hacían responsables de todos los atentados.

Tres de los protagonistas de que estos encuentros se llevaran a cabo se han reunido una mañana de finales de abril en Madrid a petición de este periódico. Se trata de la propia Pascual, la entonces secretaria general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, y Txema Urkijo, que en 2011 era adjunto de la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco -dirigida por Maixabel Lasa, víctima ella misma después de que ETA asesinara en 2000 a su marido, Juan Mari Jauregi, exgobernador civil de Gipuzkoa-.

 Los tres defienden un camino, la vía Nanclares, que luego se frenó pero que supuso que miembros de ETA reconocieran sin ambages el daño causado a las víctimas y que la violencia no debió usarse jamás para alcanzar fines políticos.

Nanclares, el intento de quebrar la cohesión del colectivo de presos

Las cárceles han sido siempre una clave de la política antiterrorista, un punto central tanto para ETA como para el Estado. La banda terrorista tenía (y tiene) mecanismos de férreo control sobre los presos que apuntala con apoyo jurídico y económico tanto para ellos como para sus familias. Y el Estado, desde que a finales de los 80 inauguró la política de dispersión, ha tratado en todo momento de quebrar este frente con distintas estrategias según el momento y el Gobierno de turno.

Mercedes Gallizo llegó a Instituciones Penitenciarias en 2004. Se encontró con muchos presos con dudas sobre su vinculación con ETA, sobre la violencia. Cuando la banda terrorista volvió a matar después de la tregua de 2006, las críticas aumentaron dentro de la cárcel. Muchos, además, se sentían abandonados por una organización que apenas había hablado de su situación durante sus conversaciones con el Gobierno. A finales de 2008 Interior fue trasladando a estos reclusos críticos a prisiones cercanas al País Vasco ­­-Zuera, en Zaragoza, y Villabona, en Asturias- para favorecer el debate entre ellos. 

Había presos que habían sido miembros destacados de ETA, como Francisco Mujika Garmendia, Pakito, miembro de la dirección entre 1987 y 1992 que en 2004 ya había escrito una carta a la dirección de ETA pidiendo el fin de la violencia, Joseba Urrusolo Sistiaga, Iñaki de Rentería, Valentín Lasarte, Carmen Gisasola -exjefa del comando Bizkaia-, José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, o Kepa Pikabea. Los dos últimos también habían escrito una carta después del fin de la tregua defendiendo “la inutilidad de la lucha armada”.

Pero lograr que entraran en el camino de la reinserción individual era una empresa muy complicada. “Muchos de los reclusos eran históricos de la banda que sentían que debían lealtad a ETA aunque no estuvieran ya de acuerdo con ellos y que no querían llevar a cabo una crítica pública ni separarse del todo del colectivo de presos”, recuerda Gallizo. En todo caso, Zuera y Villabona se convirtieron en lugares de reflexión colectiva y se empezaron a conceder los primeros permisos penitenciarios.

De allí, los que daban un paso más y firmaban una carta rechazando la violencia, pidiendo perdón a las víctimas y comprometiéndose a hacer frente a las indemnizaciones civiles (requisitos que exige el Código Penal para que los presos por terrorismo puedan obtener beneficios penitenciarios) fueron luego trasladados a la prisión alavesa de Nanclares de Oca, ya en Euskadi, donde comenzaron a aprobarse modelos específicos de cumplimiento para que pudieran salir de la cárcel para estudiar o trabajar.

“Podía haber en torno a 80 o 90 personas con dudas en las cárceles en ese momento”, recuerda Gallizo. “Gente con una posición más o menos clara en el sentido de que no quería saber ya nada de ETA. Pero dar el paso definitivo de hacerlo público era complicado. Suponía ponerse en evidencia, perder todos los apoyos del colectivo, emocionales y económicos, poner a sus familias en una situación delicada en sus pueblos… Era un paso muy difícil para ellos”. Un paso que suponía, a todos los efectos, pasar a ser etiquetado como disidente oficial y público, y que solo dieron una veintena de presos.

Aparece la idea de “acercarse a las víctimas”

“Los que llegaron a Nanclares empezaron poco a poco a comentar su interés por acercarse a las víctimas de alguna forma”, recuerda Txema Urkijo. “No hablaban de encuentros restaurativos ni de nada concreto. Simplemente se planteaban aproximarse a ese mundo. Nosotros pensamos que eso no podía hacerse así como así llevando a víctimas a la cárcel”.

 "Tenía que hacerse una intervención profesional, con un programa protocolizado”, añade Gallizo. Por eso se pusieron en contacto con Esther Pascual, que aceptó el encargo. A partir de ahí, los tres intervinientes –el Ministerio del Interior, la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco y la mediadora- empezaron a trabajar en el más absoluto secreto.

Pascual comenzó a entrevistarse con los cinco presos que habían decidido entrar en el programa después de esa primera reunión colectiva. “Los funcionarios de la cárcel ya habían hecho un trabajo previo con ellos que fue muy importante en todo el proceso”, recuerda. “Luego, en las entrevistas individuales, había que ir muy poco a poco.

 A muchos les costaba entrar a analizar sus vidas, les resultaba difícil volver a según qué cosas. El tema de las emociones no lo tenían trabajado. Es normal. Para matar a otro tienes que anular tus sentimientos. Pero para que pudieran llegar a reunirse con una víctima era muy importante que recuperaran esa parte, que recuperaran la empatía y su lado emocional”.

“Son personas que no se van a perdonar nunca lo que han hecho y que simplemente tratan de vivir con ello”, añade. “La reflexión sobre el pasado que llevaban a cabo era dolorosa, llena de soledad. Cuando alguien recupera la humanidad, le resulta difícil convivir con lo que hizo”. En cada entrevista, cada uno de ellos se iba abriendo más. Pascual observaba el tono, la sinceridad… para decidir cuándo estaban preparados para reunirse con una víctima. 

“El discurso en contra de la violencia tenía que estar claro”, explica. “Las víctimas no pueden tolerar ningún tipo de justificación. Por eso a uno de los cinco le dije que no podía seguir adelante. Era una persona que, de alguna manera, seguía justificando algunos crímenes. Al final continuaron los cuatro que consideré preparados”.

Mientras tanto, en paralelo, la Dirección de Atención a Víctimas del Gobierno vasco convocó otra reunión. Pascual explicó el programa de mediación a un grupo de víctimas de ETA y quiso la casualidad que aceptaran cuatro, exactamente el mismo número de presos que iban a mantener los encuentros. La mediadora inició en ese momento una serie de entrevistas individuales también con las víctimas.

“Estaban preocupadas”, recuerda. “No querían que el programa pudiera ser para los presos algo instrumental para obtener beneficios penitenciarios. Les expliqué que no era así. Lo que muchas buscaban era poder decirle a la persona cómo se habían sentido durante todos esos años, cómo les había cambiado la vida el atentado. Algunas decían que querían participar para ser un ejemplo de convivencia, para que sus hijos y nietos no vivan instalados en el odio. La mayoría decía que no necesitaban que les pidieran perdón, pero en muchas ocasiones esto cambió después”.

Cara a cara con el perdón

Finalmente, se llevó a cabo el primer encuentro. Luego el segundo, y el tercero, y el cuarto. “Todos, y los que siguieron, salieron extraordinariamente bien”, señala Pascual. “Sin excepción. En el primero ya me di cuenta de que yo sobraba, que lo importante era el trabajo previo que se había hecho con ellos. Una vez allí, el encuentro eran ellos. 

El uno frente al otro. La víctima y el victimario. Normalmente, la víctima saca lo que tiene dentro, se crece y logra transmitir con entereza el dolor que ha guardado durante años. Muchos acabaron de una forma cálida y algunos se han seguido viendo después. Todas las víctimas salieron mejor de lo que entraron y se sintieron, de alguna forma, reconfortadas”.

Después de estos primeros encuentros, en mayo de 2011, entre octubre y noviembre de ese año se llevaron a cabo unos talleres en la cárcel de Nanclares con un objetivo parecido: abrir la cárcel al exterior y fomentar la autocrítica, el cuestionamiento de la violencia. Una decena de presos participaron en esas charlas, coordinadas por el abogado y profesor de derecho penal Xabier Etxebarria

Acudieron tres víctimas: Jaime Arrese e Iñaki García Arrizabalaga, cuyos padres –político de UCD el del primero; delegado de Telefónica en Gipuzkoa el segundo- fueron asesinados por los Comandos Autónomos Anticapitalistas el mismo día, el 23 de octubre de 1980, y Gorka Landaburu, periodista que sufrió un atentado con carta bomba en 2001 que le causó graves heridas y la amputación de varios dedos de la mano.

Eran charlas más generales, menos personales que los encuentros. En el caso de Landaburu, al final se le acercaron dos de los presos para informarle de que formaban parte del Comando Buruntza, el que le había mandado la bomba. “Nosotros no participamos directamente, pero te pedimos perdón”, le dijeron

También acudieron a esos talleres, entre otros, el filósofo Reyes Mate, el coordinador de Lokarri Paul Ríos, el exconsejero de Cultura del Gobierno vasco Joseba Arregi o el exrector de la Universidad del País Vasco Peio Salaburu. Algunos de los presos explicaron a este periódico sus razones para participar: avanzar en el camino de la autocrítica de su pasado como terroristas.

Entre tanto se comenzó a trabajar para una segunda tanda de seis encuentros más, en los que participaron también otros mediadores junto a Pascual, que dio a luz en medio de ese proceso. “Todo salió igual de bien que en la primera fase”, recuerda Pascual. “Y menos mal, porque un solo fracaso habría sido un gran fracaso”.

Muchos de los participantes en los encuentros lo han contado: Iñaki García Arrizabalaga; Josu Elespe –hijo de Froilán Elespe, primer concejal socialista asesinado por ETA-; la propia Maixabel Lasa, que se ha reunido con dos de los asesinos de su marido, Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta; el empresario Emiliano Revilla, que se reunió con su secuestrador, Joseba Urrusolo Sistiaga; Rosa, víctima de Hipercor, que se reunió con Rafael Caride, condenado por el atentado; los exmiembros de ETA Iñaki Recarte, Fernando de Luis Astarloa y Valentín Lasarte… Otros han preferido mantenerse en el anonimato.

Todo empezó y acabó en 2011

En octubre de 2011 ETA declaró el cese definitivo de la violencia. Un mes después hubo elecciones generales y un cambio de Gobierno en España. Ambas cosas tuvieron consecuencias en las prisiones. Por un lado, los reclusos críticos apostaron por esperar una solución colectiva para su situación una vez que ETA ya no mataba. Querían evitar significarse de forma individual. 

Por otro, el nuevo Ejecutivo, liderado por Mariano Rajoy, no siguió la línea iniciada por sus predecesores en Nanclares. No se sumaron más presos a esta vía y, los que lo habían hecho, se sentían cada vez más abandonados por las autoridades cuando salían de prisión. Habían perdido las ayudas del colectivo, en muchos casos en sus pueblos los trataban como apestados, y se quejaban de no recibir nungún apoyo a pesar del paso que habían dado.

Los encuentros también se frenaron. Se llevaron a cabo dos sin labor de mediación o preparación previa entre Consuelo Ordoñez –hermana del concejal popular asesinado por ETA en 1995 Gregorio Ordoñez- y Valentín Lasarte; y entre la víctima de Hipercor Roberto Manrique y uno de los condenados por la matanza, Rafael Caride.

 Un tercer encuentro que se había trabajado a medias con el equipo anterior también se produjo. Después, en años sucesivos, algunos disidentes de ETA ya fuera de la cárcel se han reunido con sus víctimas, con y sin mediador de por medio.

Cuando los primeros encuentros se hicieron públicos, en septiembre de 2011, con el testimonio en este periódico de uno de los primeros participantes, Iñaki García Arrizabalaga, hubo mucho debate entre las víctimas. Algunas criticaron el riesgo de un posible blanqueamiento de la banda a través de estos perdones individuales, que no creían sinceros. 

 Finalmente se llegó a un acuerdo tácito de respeto mutuo entendiendo que hay miles de víctimas de ETA, que cada una siente y piensa de una manera, y que tan respetable es quien desea que le pidan perdón y que se arrepientan de haber matado como quien rechaza participar en iniciativas de este tipo.

Han pasado siete años desde entonces. 

Ahora, tras la disolución de ETA, habrá que ver si el resto de los presos empiezan a cumplir individualmente los requisitos para acogerse a beneficios penitenciarios, requisitos que incluyen reconocer el daño causado y pedir perdón a las víctimas, aunque sea por escrito.
 
“No deberíamos olvidar Nanclares por lo que supuso”, concluye Gallizo. “Fomentar la autocrítica de ETA, tanto en el mundo de los presos como por parte de las instituciones, no es un signo de debilidad, sino de valentía. Es algo necesario para no cerrar en falso esta dolorosa página del pasado”. 

“Los presos, tarde o temprano, van a salir a la calle y tienen que vivir en sociedad”, añade Pascual. “Ojalá este tipo de encuentros pudieran darse en el futuro para aquellos que estén interesados, víctimas y victimarios. Es mejor para las víctimas convivir con gente que está reinsertada y que ha hecho una reflexión autocrítica sobre la violencia terrorista que convivir con personas que salen a la calle orgullosas de lo que hicieron”.                (Mónica Ceberio, El País, 02/05/18)