Mostrando entradas con la etiqueta l. Gobierno de Torra: destitución. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta l. Gobierno de Torra: destitución. Mostrar todas las entradas

13/10/20

Torra, una silla vacía como todo legado... Recordara a Presidentorra con una silla vacía es una idea extraordinaria, nada simboliza mejor el paso de este hombre por la Generalitat que un objeto inanimado, sin cerebro

"Si los catalanes no se nos va el dinero pagando pensiones a los ex presidentes, que ya tenemos unos cuantos -el único que tuvo el detalle de morirse fue en Tarradellas- se nos irá en mobiliario y en obras en el palacio de la Generalitat.

Primero fue Presidentorra quien no podía ocupar el despacho del Vivales, con lo cual tuvimos que habilitar una estancia para él, que no es que la necesitara para casi nada, mira, ya ves el trabajo que hacía, pero un Gobern no puede tener un presidente trabajando en el pasillo o en un bar cercano a la plaza de Santiago, tirando del wifi del establecimiento.

Ahora nos encontramos que lo que no se podrá utilizar en todo lo que queda de legislatura es la silla de Presidentorra en el Consejo Ejecutivo. No queda claro si es por respeto hacia la figura ausente o porque, por razones sanitarias, nadie se atreve a sentarse donde había depositado sus presidenciales nalgas el destituido.

A los catalanes nos va el simbolismo. En Girona llegamos a presentar en público el atril donde el Vivales había firmado no sé qué, y la gente le hacía fotos, lo tocaba, lo besaba, lo veneraba.

Con la silla de Presidentorra se podría hacer lo mismo, ya que nadie se atreve a sentarse, es una inutilidad mantenerla en la sala de Consejos dei Gobiernillo. Se podría pasear por pueblos de toda la geografía catalana, incluso se podría cobrar un módico precio por sentarse un rato -el pueblo no es tan quisquilloso como los consejeros-, que las cajas de resistencia cada día están más vacías.

Los catalanes empiezan a estar hartos de la tabarra de la independencia, la prueba es que el 1-O, si no fuera por TV3, nadie habría notado que era el aniversario del día que todos fueron engañados por sus líderes. Hacen falta novedades, se necesitan actos que recuerden que somos un pueblo oprimido, y nada mejor para ello que mostrar una silla vacía. Hay familias que mantienen en la mesa la silla vacía del abuelo, hasta muchos años después de que el hombre haya pasado a mejor vida.

Es una forma de recordarlo, o quizás es pereza de volver a repartir los puestos en la mesa. Con Presidentorra debe pasar lo mismo, y tener siempre una silla vacía mientras se discuten acciones de gobierno, es la mejor forma de recordarlo, ya que no hay ninguna diferencia con cuando estaba presente.

Recordara a Presidentorra con una silla vacía es una idea extraordinaria, nada simboliza mejor el paso de este hombre por la Generalitat que un objeto inanimado, sin cerebro. Lo extraño es que hasta ahora a nadie se le hubiera ocurrido representarlo así, los despachos de la administración en toda Cataluña deberían tener colgada la foto oficial de una silla vacía, mucho más reconocible como presidente que un retrato de Presidentorra.

Uno va a hacer una gestión en un despacho oficial, ve en la pared la foto de Presidentorra y piensa que es el abuelo del subsecretario. En cambio, ve la foto de una silla vacía, y recuerda aquel presidente gris y fugaz que era como si no estuviera, sí hombre, aquel, ahora no recuerdo el nombre pero ya sé que quieres decir.

Está claro que la silla vacía también nos transporta al patetismo de los maridos abandonados que se resisten a reconocer su soledad y guardan en casa, intocable, la silla, la almohada, o la sábana que utilizaba su santa antes de envolverse con el monitor de samba.

Este resistirse a aceptar unos hechos consumados, este rebelarse contra el hecho inamovible, pero siempre desde el simbolismo, Dios nos guarde de levantar la voz, es muy catalán." (
Albert Soler, Diari de Girona, 09/10/20)

8/10/20

Torra y el ridículo final, consecuencia de una reiterada desobediencia sin ningún sentido estratégico... Torra ha sido el mejor president que los no secesionistas hemos podido tener los últimos dos años... tuvo que reconocer en su mensaje de despedida no haber podido hacer nada de lo que prometió sabiendo que a nadie le importa ya lo que haga ni lo que diga...

 "Ya está, se acabó. Adiós a Quim Torra. Aunque llevábamos meses dando por hecho su inhabilitación y especulando sobre los escenarios siguientes, el final de su presidencia no deja de ser en sí misma una noticia importante. 

Es la primera vez que la justicia expulsa de su cargo a la primera autoridad de Cataluña. Ahora bien, es un final políticamente ridículo, consecuencia de una reiterada desobediencia sin ningún sentido estratégico, según ha reconocido el propio Carles Puigdemont en su segundo libro de memorias.(...)

 Y ha acabado inhabilitado no por hacer efectiva “la construcción de la república surgida del mandato del referéndum”, lo que auguraba alguna escena con más épica en el balcón de la plaça Sant Jaume, sino por no quitar a tiempo una insulsa pancarta en periodo electoral. En este sentido, Torra ha sido el mejor president que los no secesionistas hemos podido tener los últimos dos años. 

Le echaremos un poco de menos porque la caricatura del personaje ha sido muy fácil. Su lenguaje ampuloso y el aspecto de payés ricachón de su fisonomía, sus polémicos artículos de tintes xenófobos de los que tanto se ha hablado, sus rabietas cuando la realidad desmentía su republiqueta de fantasía o el impagable “apreteu, apreteu” dirigido a los CDR ante el primer aniversario del 1 de octubre.

Su final es ridículo aunque Torra intente vestirlo de otro acto represivo del “demofóbico” Estado español. O tal vez sí era consciente de que su salida iba a ser irrisoria y por eso estaba decidido en enero pasado a convocar elecciones cuando comprobó que ERC no iba a seguirle en la estrategia de confrontación con la justicia. Fue entonces cuando perdió la condición de diputado en virtud de las resoluciones del Tribunal Supremo y de la Junta Electoral Central, que Roger Torrent  aceptó sin rechistar. 

 Torra es un iluminado, un activista, pero no carece del todo de sentido político, y hubiera preferido disolver el Parlament antes de que lo dejaran fuera de juego sin poder hacer nada más que un último discurso de queja. Pero la pandemia se ha cruzado por en medio y como president vicario ha obedecido en última instancia a Puigdemont que en verano le prohibió convocar elecciones para el 4 de octubre. Su idolatrado jefe de Waterloo necesitaba más tiempo para configurar su espacio electoral y ganarle la batalla del relato a ERC.

Para Torra anteayer fue un día triste porque tuvo que reconocer en su mensaje de despedida no haber podido hacer nada de lo que prometió, y porque sabe que a nadie le importa ya lo que haga ni lo que diga. 

 La prueba es que, pese a las llamadas a la protesta masiva de la ANC, Òmnium y los CDR, las calles y plazas en Cataluña estuvieron bastante tranquilas, con poca gente y escasos incidentes. La ridiculez del personaje, incapaz de obedecerse a sí mismo y convocar esas elecciones que prometió hace nueve meses, arrastra al gobierno autonómico a un largo periodo de interinidad hasta como mínimo la próxima primavera, entre que se pone en marcha el reloj del calendario, se convocan las elecciones, se vota y se elije un nuevo Govern.

Es un final bochornoso para el independentismo, con los republicanos rechazando ya el carácter plebiscitario de esas tardías elecciones, y que resume la inutilidad absoluta del procés, desde el principio hasta el fin. No ha servido más que para hacernos daño como sociedad, para autolesionarnos, enfrentarnos y agotarnos, aunque en JxCat y ERC sigan escondiendo su enorme irresponsabilidad bajo la retórica victimista a la que el catalán medio, como escribía Xavier Salvador este lunes, es tan adicto."                 (Joaquim Coll, Crónica Global, 30/09/20)

6/10/20

Efectos y perspectivas electorales de la inhabilitación de Torra... las próximas elecciones en Catalunya determinarán el destino del proceso soberanista iniciado hace una década. Un factor decisivo radicará en el comportamiento de la ciudadanía no independentista, si se moviliza y se llega a la excepcional participación del 80% de las últimas autonómicas

 "La confirmación de la inhabilitación del president vicario de la Generalitat, Quim Torra, ha señalado el final de una legislatura que podría calificarse de transición, tras unas elecciones convocadas en diciembre de 2017 por Mariano Rajoy en el marco de la aplicación del artículo 155 de la Constitución y tras las convulsiones de la Declaración Unilateral de Independencia.

Torra, quien provenía del activismo político-cultural, había sido presidente de Ómnium Cultural y militante de Unió Democràtica de Catalunya y de Reagrupament, escisión derechista de ERC, figuraba en el número once de la lista de Junts per Catalunya por Barcelona. Además, se había labrado una dudosa reputación como director del Born, convertido en un parque temático nacionalista y por sus artículos periodísticos de fuerte contenido hispanófobo y supremacista. De hecho, accedió a la presidencia de la Generalitat de manera totalmente inesperada tras las fallidas investiduras de Carles Puigdemont, Jordi Sánchez y Jordi Turull.

En su sesión de investidura afirmó que no pensaba ejercer como presidente de una autonomía, ni siquiera como tal pues consideraba a Puigdemont el presidente legítimo del país. Asimismo planteó una hoja de ruta para hacer efectivo el supuesto mandato del 1 de octubre consistente en la elaboración de una Constitución catalana que sería refrendada en un referéndum tras el cual, de obtener mayoría, se proclamaría la independencia del país. Unos objetivos que revelaban una continuidad con el proceso soberanista pero que pronto se demostraron inviables pues ignoraban que éste había finalizado con la aplicación del 155 y con la prisión y la fuga de los dirigentes del movimiento independentista.

 Prueba de ello fue que tras la sentencia del procés, cuando todos los sectores del independentismo protagonizaron masivas manifestaciones de protesta en las calles, los partidos independentistas fueron incapaces de articular una respuesta común y, a pesar de la altisonante retórica, acataron la decisión judicial. Éste fue, sin duda, el “momentum” que Torra había esperado para reactivar el proceso independentista, pero éste pasó sin que se avanzara un milímetro en el objetivo de instaurar la República catalana.

 Otros factores que vienen a aquilatar esta tesis radican en la implosión del espacio postconvergente con la aparición de diversas formaciones, especialmente Partit Nacionalista de Catalunya (PNC) y Lliga Democràtica, que buscan recuperar la tradición pactista del catalanismo y rechazan la vía unilateral, así como con la ruptura entre el PDeCat y JxCat.

Ante la imposibilidad de avanzar en la consecución de estos objetivos, Torra se refugió en una suerte de gestos simbólicos, uno de los cuales, la negativa a retirar la pancarta en el balcón de la Generalitat, le han costado la presidencia.

Por otro lado, su agónico mandato ha estado determinado por las profundas diferencias y los constantes enfrentamientos con ERC, su socio de gobierno, el cual sin manifestarlo explícitamente es consciente del fracaso de la vía unilateral y de la necesidad de recomponer la estrategia del movimiento independentista con un planteamiento a largo plazo, el cual radica básicamente en ampliar la base social del secesionismo y superar la barrera del 50% de los votos.

Especialmente, cuando en España había caído el gobierno del PP y, por primera vez en la historia del país desde la restauración de la democracia, el ejecutivo estaba liderado por un gobierno de coalición progresista, dentro del cual Podemos mostraba su sintonía con algunas de las principales reivindicaciones del movimiento secesionista, como el ejercicio de la autodeterminación, y cuando algunos de sus dirigentes como Jaume Asens se declaraban abiertamente independentistas.

De hecho, tras la inhabilitación de Torra sus principales dirigentes la han considerado desproporcionada y han criticado con dureza la sentencia judicial. Está por ver si este constante seguidismo será castigado por sus bases electorales en su inmensa mayoría contrarias a la secesión. Una distorsión que podría conducirles a la irrelevancia, como de hecho ya ha ocurrido en Galicia y Euskadi.

Promesas baldías

A pesar de los constantes requerimientos de la oposición, pero también de su socio de gobierno y de la CUP, imprescindible para conformar la mayoría independentista en el Parlament, Torra se ha negado a hacerlo. Ello responde a la estrategia de Waterloo para debilitar a ERC e impedir que se alce con la hegemonía del movimiento secesionista. 

Así pues, como han evaluado diversos analistas, esta negativa puede considerarse el último servicio a Puigdemont. Por un lado, se busca reactivar las pulsiones victimistas de sus bases sociales; por otro, otorgarle el margen de tiempo suficiente para estructurar su partido y su oferta política, JxCat, cuyas siglas son ahora objeto de una pugna con el PDeCat que se dirimirá en los tribunales. 

También, por motivos estrictamente personales, pues Torra pretende identificarse con la figura del presidente mártir, sacrificado por los poderes del Estado español, y abandonar con cierta dignidad el cargo tras un mandato errático y desafortunado.

Sin embargo, la escasa respuesta en las calles a su inhabilitación, en comparación con las masivas concentraciones y manifestaciones tras la sentencia del procés, indican no solo un cierto cansancio de sus bases sociales y a los efectos desmovilizadores de Covid-19, sino que apuntan a ciertas contradicciones de fondo. En efecto, no se puede recabar la movilización de la militancia del independentismo cuando se han incumplido tantas promesas. Solo por poner dos ejemplos, como cuando se aseguró que en 18 meses se conseguiría la independencia y numerosos Estados estaban dispuestos a reconocerla o cuando Puigdemont se comprometió a volver a Catalunya si ganaba las elecciones de diciembre de 2017.

 Además, el independentismo se ha caracterizado por llevar la confrontación hasta el borde del abismo, pero dar marcha atrás en el momento decisivo. Así, cuando se proclamó la independencia, no se publicó en el Boletín Oficial de la Generalitat para evitar que ésta tuviera efectos jurídicos y no se arrió la bandera española de los edificios la Generalitat o cuando el propio Torra se jactó de no retirar la pancarta que ha conducido a su inhabilitación para hacerlo ya fuera de plazo. Finalmente, resulta muy duro para los militantes del movimiento independentista que sus líderes les pidan que desobedezcan, cuando éstos no lo hacen o reclamar que se movilicen en las calles pero enviarles a los Mossos d’Esquadra para reprimirlos.

Finalmente, resulta para ellos desalentador el espectáculo de las constantes trifulcas entre los socios más pendientes de los réditos electorales que del magno objetivo de conseguir la independencia del país. Ello agravado por la ausencia de una alternativa estratégica, de una hoja de ruta, para hacer efectiva la República catalana.

Cinco diferencias

Los comicios catalanes, previstos para la última semana de enero o la primera de febrero, se plantean en unas circunstancias notablemente distintas a las anteriores convocatorias electorales marcadas por la lógica procesista.

En primer lugar, no existe la llamada unidad estratégica de las tres formaciones independentistas con representación parlamentaria, sino que éstas se presentan profundamente divididas, sin una hoja de ruta compartida para alcanzar el objetivo del Estado propio.

En segundo lugar, como ya hemos apuntado, han surgido diversas formaciones del ámbito del catalanismo pactista y no unilateralista que, de obtener representación parlamentaria, podrían comprometer la mayoría independentista en el Parlament.

En tercer lugar, el gobierno de coalición progresista, a diferencia del PP, multiplica los gestos conciliadores respecto al movimiento independentista, sin duda siguiendo las recomendaciones del PSC. De este modo, se avino a constituir la mesa de diálogo, exigencia de ERC para apoyar la investidura de Sánchez, pero que Torra se encargó de boicotear con condiciones maximalistas. 

Asimismo está tramitando los indultos a los presos independentistas y prepara la modificación de los delitos de rebelión y sedición que podrían comportar la excarcelación de los líderes del movimiento. Estas medidas no solo buscan facilitar el apoyo de ERC y los cuatro diputados del PDeCat que han roto con Puigdemont a los Presupuestos Generales del Estado, sino crear un clima de cierta distensión en Catalunya, arrebatando a los sectores más hiperventilados del secesionismo su principal motivo de movilización. En efecto, desde el PSC y los Comunes se piensa que hasta que no se resuelva la cuestión de los presos será muy difícil, por no decir imposible, restablecer un cierto clima de normalidad política en Catalunya. 

En realidad, PSOE y PSC darán todas las facilidades para que ERC obtenga la hegemonía dentro del movimiento independentista y pueda liderar el ejecutivo catalán como la única opción viable para atisbar cierta estabilidad parlamentaria en Madrid y cierto clima de diálogo en Barcelona. Ahora bien, resulta muy complicado predecir el comportamiento de ERC que no ha roto su relación edípica con la antigua Convergència y que estará sometida a las enormes presiones de JxCat erigidos en guardianes de la ortodoxia independentista y prestos a tildarlos de traidores y cómplices de la represión.

En cuarto lugar, la situación generada por la pandemia puede contribuir a modificar las prioridades de amplios sectores de la ciudadanía catalana; particularmente, en el denominado independentismo de aluvión que se sumaron al movimiento secesionista en los momentos álgidos del procés soberanista los cuales podrían considerar que ahora toca combatir los efectos socioeconómicos de la pandemia y dejar el objetivo de la secesión para tiempos mejores.

En quinto lugar, a pesar del cansancio y el desánimo que cunde entre las filas de las bases mesocráticas del movimiento independentista, la imagen de un Estado sumido en una profunda crisis institucional podría servir para apuntalar las opciones de los partidos independentistas. Así lo transmite la situación en la Comunidad Autónoma de Madrid, el bloqueo en la cúpula del poder judicial o el desprestigio de la monarquía manchada por la corrupción del rey emérito y los movimientos en la oscuridad de Felipe VI.

Incógnitas electorales

En cierto modo, las próximas elecciones en Catalunya determinarán el destino del proceso soberanista iniciado hace una década.

 Hasta el proceso soberanista los comicios autonómicos estaban determinados por la llamada abstención dual y selectiva, mediante la cual un amplio segmento de electores, que votaban PSOE en las generales, se abstenían en las catalanas, conducta que contribuía a explicar las mayorías de CiU. Esta dinámica se rompió en las últimas autonómicas donde se asistió a una extraordinaria movilización del electorado no independentista y una nunca vista participación en torno al 80% del censo electoral. 

Si esta elevada participación no se reproduce podría darse la paradoja que ahora, en medio de la división interna y la ausencia de hoja de ruta para la independencia, los partidos separatistas superasen la barrera del 50% de los votos. Por ello, ERC se ha apresurado a desmarcarse del testamento político de Torra, quien propugnó que los próximos comicios tengan un carácter plebiscitario, lo cual contribuiría a movilizar al electorado no independentista y le obligaría a volver a la vía unilateral si se superase la barrera del 50% de los votos. 

Asimismo Torra planteó que la autonomía resulta uno de los principales obstáculos para alcanzar la independencia, lo cual puede interpretarse no tanto como una defensa de la vuelta al centralismo, en la lógica de cuanto peor mejor, sino como un velado ataque a Esquerra por su acatamiento del ordenamiento estatutario y a la legalidad vigente.

Por todo ello, el resultado de los próximos comicios en Catalunya podría determinar el futuro de la convulsa vida pública del país durante un largo periodo y quizás inaugurar un nuevo ciclo postprocesista de la política catalana."                (Antonio Santamaría, El viejo topo, 02/10/20)

2/10/20

Xavier Rius: ¿Por qué nadie en Catalunya dice esto? Torra, sin honor... Cuando colgaba pancartas partidistas en el balcón de la Generalitat no estaba defendiendo la libertad de expresión, sino violando el derecho a la equitativa participación política de sus conciudadanos. Un derecho que incluye disponer de edificios públicos neutrales, no contaminados por símbolos, proclamas ni otros aderezos propios de una parte de la sociedad

Xavier Rius @xriusenoticies

 ¿Por qué nadie en Catalunya dice esto?

 http://tinyurl.com/y4puw2et

 8:57 a. m. · 29 sept. 2020
5 Retweets 19 Me gusta

"El Tribunal Supremo acaba de ratificar la condena por desobediencia contra Quim Torra que dictó el tribunal superior catalán, más esperable aún por cuanto el propio reo había reconocido haber sido desobediente. En virtud de ello lo condena a la inhabilitación para el ejercicio de todo cargo público, incluida la presidencia de la Generalitat de Cataluña que viene ostentando desde hace algo más de dos años.  (...)

Se abrirá así paso automático a unas elecciones anticipadas, que deberían celebrarse dentro de un máximo de cuatro meses, aunque no cabe excluir intentos de retrasar de manera deliberada la convocatoria. Cuanto antes sea la cita con las urnas, mejor. Es necesario intentar salir de la prolongada parálisis política, ineficacia administrativa, división social, crispación moral y creciente incertidumbre al que su Ejecutivo ha sometido a los catalanes, pero también al conjunto de los españoles.

Torra se va a casa sin honor porque, sabiendo que los jueces no podían emitir un fallo distinto sin prevaricar, ha prorrogado su Gobierno en medio de una permanente y ruidosa ruptura interna, solo para intentar presentarse como presidente-víctima al ser desposeído del cargo por los jueces. Hay pocos abusos más manifiestos del honorable cargo de president que el perpetrado por Torra en exclusivo beneficio de sí mismo.

Ambos tribunales le han condenado, sobre todo, por un delito que debe causar sonrojo a todo gobernante al atentar contra su propia alta función: si contraría la norma y desobedece, destruye la legitimidad de su cargo. Es decir, el fundamento de la legitimidad sobre la que puede exigir obediencia a los ciudadanos. De hecho, cierta anomia social ante las instrucciones sobre la pandemia se vinculan a ese pésimo y caprichoso ejemplo.

La condena le supone también una deshonra, y no solo porque lo sitúa en el campo de los delincuentes, sino porque muestra también la falsedad de su relato. Cuando colgaba pancartas partidistas en el balcón de la Generalitat no estaba defendiendo la libertad de expresión, sino violando el derecho a la equitativa participación política de sus conciudadanos. Un derecho que incluye disponer de edificios públicos neutrales, no contaminados por símbolos, proclamas ni otros aderezos propios de una parte de la sociedad, por ende minoritaria.

La leyenda de que a Torra se le desposee de su cargo por ser presidente de los catalanes, que alimentará las protestas —probablemente menguantes— de los sectores más enrocados y aderezará sus posteriores pasos hacia la Justicia europea, es del todo falsa: se lo inhabilita por atentar contra sus derechos fundamentales.

La detallada programación oficial de protestas, apoyadas desde el propio poder autonómico, es tanto más sorprendente cuanto su base es la más frágil de cuantas se han exhibido en los últimos diez años. La aportación del gobernante Torra a la sociedad catalana es irrelevante, cuando no perjudicial. La única movilización decisiva será ahora la de los votantes. Para que Cataluña no siga retrocediendo."          (Editorial de El País, 29/09/20)

1/10/20

Xavier Rius: Todavía no somos conscientes del mal que ha hecho Torra. No sólo por dejar el país paralizado en plena pandemia -más de lo que ya lo estaba- sino por la inestabilidad en la que nos ha hundido. Un pozo sin fondo

"Todavía no somos conscientes del mal que ha hecho Torra. No sólo por dejar el país paralizado en plena pandemia -más de lo que ya lo estaba- sino por la inestabilidad en la que nos ha hundido. Un pozo sin fondo.

De entrada, las elecciones no serán hasta Enero o Febrero. Estamos en Septiembre: cuatro meses. Se abre un largo período de interinidad: diez días para el fallido pleno de investidura. Dos meses más para, en teoría, encontrar otro candidato. Y finalmente disolución de la cámara: 54 días hasta las elecciones. El único responsable es Torra. Bueno, Torra y Puigdemont.

No es que lo hayan condenado por una pancarta sino por una desobediencia “obstinada y contumaz” como decía el Supremo. Y por unanimidad. Pero si lo admitió él hasta en el juicio: "sí, desobedecí". Ya puestos podría haber buscado un motivo más épico. Pero al procesismo siempre la faltan cojones al final.

El hombre iba lamentándose en las últimas semanas -en medios afines com la ACN o Vilaweb- que no le habían dejado culminar la independencia. Incluso que la Generalitat era un "embalum", que poco respeto para la institución que presidía.

Pero lo peor no es todo el vodevil. No sé si nos damos cuenta de la imagen que proyectamos los catalanes en el mundo.

Jordi Pujol, en sus memorias, dice que para que lo recibieran en todas las cancillerías europeas sólo había un secreto: "haciéndolo muy bien" (Vol II, pág. 353). "La seriedad es una actitud básica para que un país vaya adelante" expone unas páginas antes (Vol II, pág. 73). Bueno, pues esto se ha ido al carajo. En su última visita oficial a Bélgica antes de la escapada a Puigdemont sólo le recibió el alcalde de Gante. Y aún porque era un nacionalista flamenco. Y Torra fue a Lisboa a reabrir la delegación de la Generalitat en Portugal y no había nadie excepto altos cargos de la Generalitat y TV3. Es que ni una autoridad local. Nada. Han dejado un páramo, un desierto, un erial.

Pero no es sólo un tema de prestigio o de reconocimiento internacional -estos que se empeñaron que el mundo nos miraba. Catalunya se ha sumido en la inestabilidad política. Es una de las consecuencias más nefastas del proceso. En el bien entendido, además, de que unas elecciones ralentizan toda la maquinaria política y administrativa.

Los tres últimos meses -y soy benigno con el plazo- los consejeros, diputados y altos cargos están más preocupados de su futuro profesional que de su trabajo. ¿Iré en la listas? ¿En qué posición? ¿Saldré reelegido? ¿He de dar codazos? Es humano pero no ayuda. Y los tres meses después de la convocatoria electoral hay que esperar que sea elegido el nuevo presidente, nombre a sus consejeros y éstos designen a su vez hasta el último director general.

Pueden pasar, con suerte, como mínimo seis meses. Y que no sean más. Tanto en Catalunya como en Madrid ya hemos vivido períodos de interinidad. Pero es que resulta que Catalunya ha vivido ya cuatro elecciones anticipadas: las del 2006 con Maragall, las del 2012 y del 2015 con Mas, las del 2017 por el 155 y ahora las del 2021. Estamos, sin duda, a la cabeza del récord europeo. Alexis Tsipras convocó sólo unas elecciones anticipadas cuando Grecia estaba al borde del rescate. Nosotros hemos superado todas las expectativas. ¡Los catalanes, que teníamos fama de serios y pencaires!

Lo peor es que de la inestabilidad -que comporta también inseguridad jurídica e incertidumbre económica- es muy fácil entrar pero muy difícil salir. Es como las arenas movedizas."
(Xavier Rius, director de e-notícies, 29/09/20)

30/9/20

Xavier Rius: En el clavo: Torra, la jubilación y el desprecio

Xavier Rius  @xriusenoticies 

En el clavo: Torra, la jubilación y el desprecio   

http://tinyurl.com/y4frlqte 

 9:21 a. m. · 29 sept. 2020
1 Retweet  2 Me gusta

"Será lo mismo como expresidente que como presidente. Aprovechará las prestaciones del estatus y no hará nada que ponga en peligro su retribución ni mucho menos su vida en libertad. 

Se va un presidente especialmente denostado por los suyos. 

Se va un presidente que hace tiempo que tenía ganas de irse a vivir tranquilo y con el sueldo asegurado. Ni los más afines han salido a defender su causa. El informe del Gabinete Jurídico de la Generalitat fue ayer tajante al darlo por cesado en el mismo instante que llegara la sentencia. Si casi siempre hubo margen para por lo menos especular con subterfugios legales con los asuntos que el presidente Puigdemont planteó, no ha habido piedad para Torra y los propios abogados de la institución que hasta ayer presidió le acompañaron a la salida. 

No cuenta Torra con el afecto ni de los suyos para pensar en algún tipo de continuidad en la política. Un ejemplo de ello es que en su despedida pidió que «las próximas elecciones autonómicas sean un plebiscito que confirme el 1 de octubre» y los que sobre todo le respondieron fueron los independentistas, reprochándole que «no ha hecho nada por la libertad de Cataluña» durante su mandato. Eran reproches con causa.

Durante sus últimas días en el cargo, el expresidente comentó a alguno de sus colaboradores la posibilidad de retomar su labor como editor. Su editorial, como su presidencia, empezó cargada de promesas y acabó teniendo más subvenciones que ingresos y pidiendo a los autores que se pagaran la edición o negándoles el cobro de cualquier anticipo. Es poco probable que vuelva a tomar las riendas de A Contra Vent, sin tener las ganancias aseguradas, ni por supuesto teniendo que arriesgar su dinero. Igualmente, ni primero como editor ni luego como presidente, ha destacado Torra por su capacidad de trabajo, ni por su abnegación, ni por su entrega. La jubilación es el estado moral que más le encaja. 

Despacho de expresidente

Se espera de él que acuda algunas horas a la semana a su despacho de expresidente, cuando elija la sede y se lo acomoden a su gusto. También está entre sus planes más realistas escribir un libro sobre su experiencia política, pero de momento pudimos asistir el domingo por la noche –la víspera de su inhabilitación– a su faceta más doméstica, puesto a comentar por Twitter un programa de TV3 sobre padres e hijos. Precisamente de su familia, y concretamente de su hija Carola, afectada de espina bífida, va a tener más tiempo de ocuparse, como siempre hizo antes de dedicarse a la política. 

También tendrá que atender con especial cuidado a su esposa, llamada como su hija mayor, enferma de cáncer y que superó durante la presidencia de su esposo dramáticos momentos en que se temió por su vida. Para Torra –a diferencia de otros expresidentes, como Jordi Pujol– la vida familiar nunca supuso un agobio. Poder cobrar el salario de expresidente de por vida sin tener que trabajar en nada concreto cuadra perfectamente con su sistema vital, con su interés por las cosas, y con su energía.

Los últimos presidentes nacionalistas han tenido un destino menos agradable: Pujol fue desposeído de todos sus atributos de expresidente al confesar que había ocultado una donación a Hacienda, el Tribunal de Cuentas condenó a Artur Mas a devolver 4,9 millones de euros, y Carles Puigdemont se encuentra huido de la Justicia. Estuvo siempre en los cálculos de Torra poder ser expresidente sin sobresaltos y lo ha logrado.

 No le ha funcionado la parte de épica que quiso atribuirse sin correr riesgos remarcables, con una inhabilitación de bajo perfil y por un acto sin relevancia como el de colgar dos pancartas durante dos horas, pero la propia apatía del personaje le hará pronto olvidar los inconvenientes y la comodidad de la jubilación pesará más que cualquier cuenta pendiente.

Ni Junts ni PDECat 

 No será un activo de Junts ni del PDECat. Tal vez lo único que une hoy a los dos partidos es el alivio que ambos sintieron al conocerse que ya no era presidente. El PDECat reaccionó con total indiferencia, y los periodistas mostraron más interés por el futuro de Torra que los dirigentes. En Junts había un resentimiento añadido por su poca disciplina y obediencia. El Supremo le ha inhabilitado, pero son sus compañeros los que le mandan a casa, que es lo que buscaba, y cobrando. Hay algo que para Torra es mejor que hacer la independencia, y es no hacer nada."                     (Salvador Sostres, Kioskoymas, 29/09/20; fuente: ABC, 29/09/20)

29/9/20

Dos presidentes condenados y uno huido en tres años... ¿record mundial? ¿Apuestas a ver quién lo hacía mejor? ¿Mala suerte por triplicado?

 "(...) Mas fue el primero de los tres máximos dirigentes de la Generalitat condenados o perseguidos por la justicia en tres años: a su sentencia le seguiría después la destitución, siete meses después, de Carles Puigdemont en aplicación del artículo 155 y su posterior fuga a Bélgica y la inhabilitación dictada hoy contra Quim Torra por desobedecer y no retirar una pancarta del Palau de la Generalitat.

El independentismo suele acusar al Estado de “ejercer esa represión” encarnada, además, en esos tres presidentes -los tres en la órbita del mismo partido- en poco más de tres años. Mas, eso sí, ya se había apartado de la primera línea política en enero de 2016 al exigir a la CUP su marcha para pactar con Junts pel Sí, la coalición formada entonces por el PDeCAT y ERC. Mas fue condenado por desobedecer al Tribunal Constitucional y organizar la consulta en la que participaron dos millones de personas. El Supremo rebajó la condena a un año. Meses después, el Tribunal de Cuentas les condenó a pagar 4,6 millones de euros para sufragar los costes del 9-N.

Siete meses después de la condena a Mas, Puigdemont fue destituido en aplicación del artículo 155 y huyó de España después de que el Parlament proclamara la independencia y la creación de una república fallida. El expresident, ahora eurodiputado, sabe que no puede cruzar la frontera a riesgo de ser detenido. “Una vez más, el Estado español interfiere en nuestras instituciones democráticas. "De destitución en destitución hasta la república final. Junto a ti, president”, ha afirmado Puigdemont en las redes sociales.

Esta Diada, deslucida por la covid-19, Torra hizo un discurso en el que presagió el final de su mandato en vísperas de la vista en la que el Supremo debía revisar el fallo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que ya le había condenado por desobediencia. En el texto, Torra afirmó que desde el 1-O de 2017 “el Estado ha descargado toda su represión contra demócratas pacíficos que aún hoy sufren una persecución política propia de un Estado autoritario y vengativo”.

Frente a esa lectura, la oposición constitucionalista suele esgrimir que el balance de tres presidentes en tres años es una muestra más de una década perdida, en la que el procés solo ha aportado inestabilidad política en Cataluña además de un daño a la economía. Ciudadanos y el PP ponen el acento también en la ruptura de la convivencia. Las dos formaciones han clamado en contra de la tramitación de los indultos a los presos del procés que, en cambio, ha sido recibido con frialdad por el independentismo. (...)"                  (Ángels Piñón, El País, 28/09/20)

28/9/20

Torra inhabilitado... no por su catastrófica gestión del Covid19... por la que el 80% de los presidentes autonómicos también deberían ser destituidos... por comportamiento criminal, a lo 'bolsonaro', en la pandemia

"Torra, adiós...

El Tribunal Supremo ha decidido por unanimidad inhabilitar al presidente Quim Torra por desobedecer la orden de la JEC y no haber descolgado a tiempo la pancarta con un lazo amarillo y "Libertad presos políticos" durante la campaña electoral del 28-A.

Once días después de la vista del recurso, los cinco magistrados finalmente han decidido ratificar la sentencia de un año y medio de inhabilitación a que Torra fue condenado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) por desobediencia.

La sentencia es firme, pero no será efectiva hasta que el TSJC, que es quien juzgarlo, la comunique a Torra de forma personal. En ese momento, el presidente quedará destituido, al igual que todo el gobierno, y el vicepresidente Pere Aragonés pasará a sustituirlo con funciones limitadas. Será un gobierno sin presidente y con todos los consejeros en funciones." (e-noticies, 28/09/20)


"La Sala Penal del Tribunal Supremo ha decidido, sin votos discrepantes del fallo, confirmar la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de condenar a Quim Torra a un año y medio de inhabilitación para cargo público.

El fallo indica que el presidente de la Generalitat desobedeció de forma "contumaz y obstinada” a la Junta Electoral Central, encargada de velar por la neutralidad de los poderes públicos en las elecciones, al negarse a retirar una pancarta del balcón de Palau.

Según los magistrados, Torra es libre de hacer las manifestaciones y actos que reflejen su identidad política, pero no de desobedecer al órgano constitucional encargado de la limpieza de los procesos electorales. Confirman así no solo la inhabilitación, sino también la multa de 30.000 euros, por negarse a retirar la enseña de un edificio público durante los comicios generales de abril de 2019. " (Elena Burés, Crónica global, 28/09/20)