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11/1/21

Manel Manchón: Los trumpistas estaban en Cataluña... cuando fue investido Jordi Pujol, con Banca Catalana como excusa, hordas trumpistas --militantes de Convergència y exaltados nacionalistas pujolistas-- irrumpían en el Parlament y buscaban la figura de Raimon Obiols para recriminarle. Se trata del pecado original de la Cataluña contemporánea

 "Qué escándalo, aquí se juega. Esa ha sido la reacción de muchos nacionalistas cuando han comprobado cómo el populismo se ha hecho con el corazón de la democracia norteamericana y cómo las hordas partidarias de Donald Trump han llegado a asaltar el Capitolio. Un instante después, se vanaglorian del movimiento protagonizado por el independentismo catalán, que “puso las urnas” el 1 de octubre de 2017.

 Nada que ver, señalan, con el asedio al Departamento de Economía, que sólo pretendía protestar por el "abuso" de los jueces y por la “represión” del Estado. Olvidan todos ellos que el trumpismo ya estaba instalado en Cataluña y que, de forma lamentable, la sociedad catalana no lo quiso ver. (...)

Se trata del pecado original de la Cataluña contemporánea, que lo ha contaminado todo y que ahora paga esa misma sociedad catalana 36 años después. Parece una eternidad, pero lo que ocurrió en 1984 no se puede ni se debe olvidar, en el caso, claro, que se quiera iniciar una nueva etapa que mire al futuro de forma conjunta.

 El 31 de mayo de 1984, cuando fue investido Jordi Pujol, y con la investigación de Banca Catalana como gran excusa, esas hordas trumpistas --militantes de Convergència y exaltados nacionalistas pujolistas-- irrumpían en el Parlament y buscaban la alta figura de Raimon Obiols para recriminarle todos los males de Cataluña.

 Pujol, ya presidente por mayoría absoluta, se dejaba acompañar, desde el Parlament en la Ciutadella hasta el Palau de la Generalitat, por esos manifestantes patriotas que estuvieron a punto de zarandear el coche oficial de Obiols, ante las puertas del Parlament, con todo tipo de gritos de fondo, entre ellos un sonoro “matadlo, matadlo”

 Pujol, que supo cómo manejar la palanca del poder sin ningún escrúpulo, pronunció aquellas famosas palabras: “Sí, somos una nación, somos un pueblo y con un pueblo no se juega. A partir de ahora, cuando alguien hable de ética y de moral, hablaremos nosotros, no ellos”.

Obiols se indignó con aquella ocupación del Parlament y, pese a todas las críticas que recibió --por blando, por catalanista casi nacionalista, por no buscar el cuerpo a cuerpo con Pujol-- optó por representar el cuerpo central del catalanismo que siempre tuvo una actitud constructiva. Su figura y la del PSC sufrieron como nadie, y en TV3 se le ninguneó sin ningún remordimiento.

Esos trumpistas siempre han estado ahí, mostrando un odio que ha sido mucho más efectivo en las comarcas de interior, en esa Cataluña en el que el foco es menos intenso. Cuando se habla de la falta de resistencia del PSC o de que se camufló en el ambiente pujolista, se tiende a dejar de lado la circunstancia que marcó todo el periodo democrático, desde la Transición: esa mayoría absoluta de 1984 y la identificación de Pujol con un supuesto pueblo catalán. Y no se puede olvidar.

 Lo que sí se puede hacer es superarlo, con un nuevo lenguaje, con la atención puesta en la modernidad, en las necesidades urgentes de una sociedad que no podrá esperar mucho más si no quiere entrar, de forma definitiva, en una lenta pero inexorable decadencia económica, social y cultural.

 Los trumpistas, sin embargo, siguen ahí. No se han ido. Tienen otros ropajes, más modernos, como los que exhibe Laura Borràs, u otros peinados, como los de Elisenda Paluzie, u otros cortes de vestido, como los de Joan Canadell, o un vocabulario más directo y descarado, como el de Pilar Rahola. El ejemplo de esta última define de forma clara la degradación de ese nacionalismo que, supuestamente, era lo más moderno de Europa: su ataque sin contemplaciones contra Salvador Illa, hasta el punto de decir que sí, que “catalán sí es” pero, vaya, un catalán traidor que es capaz de manifestarse con Societat Civil Catalana el 8 de octubre de 2017, algo que se considera poco más que un crimen para la mente de Rahola.

 Y se debe recordar que aquella manifestación supuso la primera, desde la Transición, en la que se enarboló, de forma masiva por Barcelona, la bandera de España, la constitucional, la que unió a todos los pueblos de España, tras una dictadura. Fue un acto de pluralidad civil, con banderas españolas y senyeres catalanas.

 La última demostración de ese trumpismo que siempre ha existido es la advertencia de la ANC, la entidad que preside Paluzie, en la que se cubre las espaldas ante una posible derrota del independentismo con una denuncia de la “poca fiabilidad del sistema”, porque se entiende que los funcionarios españoles boicotearán el voto exterior de los catalanes en el extranjero que, se supone, es independentista. “Hay que lamentar las actitudes catalanofóbicas de algunos funcionarios del Estado español”, señala la entidad de Paluzie. ¿No se asemeja, sin duda, a los postulados de Trump?

En estos momentos el gran inconveniente para que Cataluña pueda seguir adelante, como una sociedad moderna, tolerante, que mire al futuro, es la posición de Junts per Catalunya, que ha recogido lo mejor de cada casa, con prepolíticos, como Borràs o Canadell, encargados de emponzoñar más y más la situación. Y con voceros, supuestamente desde fuera, pero tan dentro como los que forman parte de la lista del partido de Puigdemont, como Rahola que, además, muestran una especie de orgullo herido inexplicable para una cabeza racional.

Los trumpistas nunca se fueron, no miren a Estados Unidos. Han estado aquí, durante muchos años. Y pretenden seguir, desde las mismas instituciones."                 (Manel Manchón, Crónica Global, 09/01/21)

23/10/19

Pujol congregó a una masa enfervorecida frente a la Generalitat ... simultáneamente, unos cuantos energúmenos pujolistas agredieron (entre gritos de “matadlo, matadlo”) al diputado socialista Raimon Obiols. Si les interesa saber cuándo se jodió Cataluña, fue entonces. Mayo de 1984...

"(...) Durante unos años, pocos, creí que podía ocurrir algo formidable. El retorno de Josep Tarradellas, los Ayuntamientos democráticos, una intensa embriaguez de libertad.

 ¿Y si resultaba que ser catalán no tenía nada que ver con sentirse oprimido y estar en el lado correcto de la historia? ¿Y si resultaba que ser catalán no significaba otra cosa que manejarse con dos lenguas y vivir la vida como cualquiera?

Las dudas se despejaron enseguida. El 20 de marzo de 1980, la derecha nacionalista de Jordi Pujol (entonces disfrazado de socialdemócrata) obtuvo una mayoría justita en el Parlament. Y Pujol fue presidente. 

En 1984, los fiscales presentaron una querella contra Pujol y otros por fraudes y corruptelas cometidos en Banca Catalana

El 30 de mayo de 1984, Pujol congregó a una masa enfervorecida frente a la Generalitat y proclamó aquello tan famoso: “A partir de ahora, de ética y moral hablaremos nosotros, no ellos”. Qué hermoso, el “ellos” indeterminado. 

Casi simultáneamente, unos cuantos energúmenos pujolistas agredieron (entre gritos de “matadlo, matadlo”) al diputado socialista Raimon Obiols. Si les interesa saber cuándo se jodió el asunto, fue entonces. Mayo de 1984.

Lo demás, hasta hoy, era predecible."                       (Enric González, El País, 20/10/19)

23/11/18

El señalamiento del catalán traidor, Borrell, en el Congreso... se hace con el gesto de escupirle... con el precedente de la lluvia de escupitajos de las huestes de Pujol a Obiols... en los días de Banca Catalana




 "Con la tranquilidad que le caracteriza, a la que acompaña siempre la agudeza, Josep Borrell calificó ayer los insultos de Gabriel Rufián de “serrín” con “estiércol”. Fue la suya una metáfora apropiada después de que el diputado de ERC —que es exactamente lo que parece que es— le injuriase, mucho más allá de proferir un calificativo abrupto en el calor del debate parlamentario.  (...)

A Josep Borrell no solo tendrían que defenderle los suyos —que algunos lo hicieron con renuencia— sino cualquier ciudadano que se sepa y se sienta demócrata. (...)

Si algunos socialistas no dispusiesen de referentes como el de este catalán recio y brillante, acabarían creyendo que España es lo que se inventan los nacionalistas vascos y catalanes que es. Versionan nuestra historia con el mito nativista y, por lo tanto, reclamante de la autodeterminación poscolonial. Y por ahí Borrell no pasa. (...)"                  (José Antonio Zarzalejos, El Confidencial, 22/11/18)


"Los diputados de Esquerra Republicana abandonaban en fila el hemiciclo después de que hubiera sido expulsado Gabriel Rufián. Josep Borrell, ministro de Exteriores y protagonista de un tenso rifirrafe con el portavoz de ERC, contemplaba la escena en pie desde la primera fila de la bancada, cuando al paso de uno de los diputados independentistas ha reaccionado de forma airada: "¡Eh, eh, eh!", ha espetado mientras señalaba a Jordi Salvador. Inmediatamente después, Borrell ha asegurado que le había escupido. (...)"              (El País, 22/11/18)


 
Si el Sr. Rufián fuera Catilina le hubiera replicado, como Cicerón, "Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?" (¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?). Pero las Catilinarias tenían un nivel oratorio imposible de comparar con el del diputado Rufián.