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11/1/22

Xavier Sardá: Breve historia de la inmersión... el responsable de la obligatoriedad de la enseñanza pública y concertada mayoritariamente catalán no es Marta Mata sino Pujol. Pero el ‘expresident’ se alegra más que nadie cuando el PSC dice hoy que Marta Mata fue la inspiradora de la inmersión. No hay mayor triunfo que cuando el rival político hace suyas las tesis del contrario

 "En los años 80, CiU y ERC propusieron la escuela separada: en catalán o castellano según la elección de los padres. Pero Marta Mata, del PSC, uno de los extraordinarios personajes que consiguen cambiar la historia de su sociedad, consiguió que el Parlament legislara la escuela única que ella imaginaba y quería bilingüe

Pero, a partir de ahí, Jordi Pujol encadenó victorias en Catalunya y apoyos clave en Madrid. Su intención fue clara. Joaquim Arenas, el encargado de llevar a cabo la inmersión en la Generalitat, ha declarado que su misión era "descastellanizar" la escuela. Hoy es firmante del 'manifiesto Koiné', donde se dice que la inmigración fue un "instrumento involuntario de colonización lingüística". 

Seguramente hablando en un catalán íntimo, José María Aznar llamó personalmente al entonces Defensor del Pueblo para decirle que no llevara al Tribunal Constitucional la ley de política linguística de 1998. 

Pujol consiguió lo que otros no han logrado. En Quebec, los nacionalistas legislaron ya de entrada que los hijos de quebequeses anglófonos tuvieran, si lo querían, educación en inglés y no inmersión en francés. Y más tarde, el Tribunal Supremo canadiense extendió ese derecho a todas las familias anglófonas venidas de otras partes de Canadá.  

Así pues, el responsable de la obligatoriedad de la enseñanza pública y concertada mayoritariamente catalán no es Marta Mata sino Pujol. Pero el ‘expresident’ se alegra más que nadie cuando el PSC dice hoy que Marta Mata fue la inspiradora de la inmersión. No hay mayor triunfo que cuando el rival político hace suyas las tesis del contrario

Por último, la Unión Europea nunca ha avalado la inmersión. En el párrafo 218 de su informe de 2008 dijo claramente que la Carta Europea de Lenguas Regionales "no prevé la enseñanza obligatoria en catalán para todos los alumnos, sino, únicamente, que todos los alumnos reciban educación en catalán si sus padres así lo desean".                 (Xavier Sardá, El Periódico, 27/11/21)

3/7/19

Quebec: “Si la amenaza de la separación marcó la huida del capital, las nuevas ordenanzas lingüísticas invitaron a muchas familias anglófonas, 'quebeckers', de varias generaciones, al exilio. Puede que más de medio millón de 'montrealers' hayan salido de Montreal en los últimos cuarenta años”

"Elisenda Paluzie, presidenta de la ANC, debe ser una gran patriota catalana. De esa clase de patriotas que estarían dispuestas a lograr la independencia de Cataluña aunque fuera para “plantar berzas”, en histórica y feliz expresión del fallecido Xabier Arzalluz pronunciada en 1987 como metáfora de lo que una secesión de Euskadi conllevaría para los vascos en términos de prosperidad y bienestar. 

Pues bien, la responsable de la entidad soberanista ha lanzado la consigna del “consumo estratégico”, que no es otra cosa que un boicot a las marcas comerciales que no parecen comulgar con la culminación del proceso secesionista. La iniciativa, siempre en esos estándares de eufemismo que utilizan los secesionistas, se formula en positivo: invita a consumir bienes y servicios de las empresas afectas a la causa de la 'non nata' república catalana.

Las lecturas en prensa de semejante iniciativa —un tiro en el pie de la economía de Cataluña— me han coincidido con la de ‘Canadiana’, un libro de viajes y vivencias de Juan Claudio de Ramón, diplomático español, reflejo de su estancia de cuatro años como consejero de la embajada de España en Ottawa (Canadá). La obra se subtitula ‘Viaje al país de las segundas oportunidades’ y, por pedagogía y amenidad, es muy recomendable.

 Lo es en su conjunto, pero, desde la perspectiva de los problemas políticos de España, resultan especialmente ilustrativas las páginas 120 y siguientes, en las que autor narra un desplazamiento a Montreal, capital de la provincia de Quebec, que hay que conectar con el “epílogo para españoles” que incluye unas anotaciones sobre la similitud y diferencia entre el fenómeno separatista en Cataluña y en Quebec.

Debería leerlo Elisenda Paluzie si es que los argumentos materiales y no solo los emocionales —que derivan a seguramente ilegales, como ese boicot que propugna a través de la iniciativa del “consumo estratégico”— hicieran alguna mella en su determinación autodestructiva de la economía catalana. Porque Juan Claudio de Ramón constata que “la marea soberanista se retira en Quebec” pero no sin antes haber causado daños extraordinarios. 

 Dice: “Como Barcelona para el nacionalismo catalán, la capital económica y cultural de Quebec es demasiado grande, demasiado híbrida, demasiado compleja y cosmopolita para no ser refractaria al empequeñecimiento cultural que las empresas nacionalistas comportan”, lo que explicaría muy bien los resultados de las últimas elecciones municipales en la Ciudad Condal y el previsible fracaso del boicot que la ANC ha puesto en marcha, al menos en la capital de Cataluña.

El mensaje económico-empresarial que ha dejado el independentismo en Quebec se describe en ‘Canadiana’ (editorial Debate) con contundencia: “Tras la victoria del PQ en 1976, bancos, aseguradoras y otras compañías que no estaban para independencias, trasladaron su sede financiera a Toronto, en mitad de una tormenta de acritud que en cuatro décadas no ha amainado por completo”. Nuestro diplomático apunta a un fenómeno más grave —o tanto— como el económico: el social. 

Lo formula así: “Si la amenaza de la separación marcó la huida del capital, las nuevas ordenanzas lingüísticas invitaron a muchas familias anglófonas, ‘quebeckers’, de varias generaciones, al exilio. Puede que más de medio millón de ‘montrealers’ hayan salido de Montreal en los últimos cuarenta años”. De tal manera que “cada vez que el soberanismo gana o repunta en las encuestas, los precios de la vivienda en Toronto suben”.

Pero parece que los separatistas de Quebec han aprendido: “Las brasas de la revolución tranquila y su legado de cosas buenas no tienen aspecto de volver a llamear. La sociedad quebequesa no quiere más cataclismos emocionales, que es lo que son los referéndums de independencia en sociedades democráticas. 

Ninguna sociedad se merece pasar por el trauma de escoger qué personas, de entre sus amigos y familiares, pasarán a ser extranjeros y cuáles quieren conservar como ciudadanos. Es dudoso que Quebec vuelva a ponerse en tan penoso trance una tercera vez”.

La sociedad quebequesa no quiere más cataclismos emocionales, que es lo que son los referéndums de independencia
 
Los afanes independentistas catalanes, tan autodestructivos, no son muy diferentes a otros precedentes en latitudes distintas y con condiciones relativamente homogéneas. También de Cataluña se han trasladado las sedes de más de 4.000 empresas; también Barcelona está perdiendo terreno respecto de Madrid; también en la capital de Cataluña hay advertencias sobre el disparate que comete el independentismo, formuladas desde la patronal y desde instancias empresariales (Sánchez Llibre o Juan José Brugera), igualmente desde tierras catalanas se dan fisuras y quiebras sociales nunca antes vistas ni oídas.

 Para saber adónde conduce todo este esfuerzo emotivo, visceral, ajeno a la realidad, no hay nada que imaginar. Basta con comprobar lo que ha ocurrido en Quebec tal y como lo cuenta, con un grado de serenidad y rigor excepcionales, Juan Claudio de Ramón. Que sería un buen guía para pasear por Montreal a la insensata Elisenda Paluzie.

Si ella y nosotros cerrásemos los ojos y leyéramos este párrafo sobre Montreal, quizá pensásemos que se refiere a Barcelona: “Hoy es una ciudad de rango medio, bella, divertida, pero no la gran urbe global que podría haber sido. Una gran ciudad, insisto, de amplios bulevares, buen comercio y una gama sugestiva de restaurantes. Aunque no exactamente lo que uno se imagina”. (...)"                (José Antonio Zarzalejos, El Confidencial, 27/06/19)

14/3/18

Para solventar el conflicto catalán bastaría “una palabra de la izquierda”

"Usted ha vivido en Canadá. ¿Qué podemos aprender de los canadienses sobre la cuestión soberanista?

Canadá es la única otra democracia occidental que se ha enfrentado a un proceso de secesión de cariz cultural. Lo ha superado, y, si queremos aprender de esa experiencia, debemos entender muy bien qué es lo que allí se hizo bien. Para mí, lo capital no fueron los referendos –que fueron expresión de la crisis y no la manera de abordarla, como interesadamente se hace creer a veces en España– sino la completa asunción por parte del gobierno, no sin resistencias de ciertos sectores anglófonos, de la importancia del francés en la Federación.
La solución no es totalmente importable a España –tenemos cuatro lenguas principales, no dos– pero sí nos podemos inspirar en este principio: si resuelves la querella lingüística, resuelves buena parte del problema. Por lo demás, no solo hubo enmienda y reforma por parte del Estado; también un constante ejercicio de defensa de los valores de la unión y el pluralismo. (...)

¿Y cómo entender que la fuga de empresas no haya reducido el apoyo al independentismo?

Bueno, seguramente la fuga de empresas no se haya traducido todavía en un movimiento efectivo de factores de producción. Pero eso da igual. Para un independentista convencido no hay nada más importante que perder de vista a España, y si eso pasa por perder tejido económico o calidad de vida, pues sea. El declive económico, que en muchas ocasiones a él no le afecta, no altera ese equilibrio de preferencias.

También sostiene que para solventar el conflicto catalán bastaría “una palabra de la izquierda”. ¿A qué se refiere?

 A que la izquierda es tradicionalmente la gran educadora de la opinión pública. Y no ha querido o no ha podido explicar las consecuencias que, desde el punto de vista de la solidaridad interterritorial, comporta un proyecto como el secesionista. Tampoco ha querido explicar, quizá porque no lo ha entendido, que en democracia, y España es una democracia, la autodeterminación sólo puede ser autosegregación, y eso atenta contra el ideal democrático, que es el de la igual ciudadanía.

Pedro Sánchez ha insistido en que la solución para Cataluña pasa por perfeccionar su autogobierno. ¿Está de acuerdo?

Depende de lo que queramos decir con “perfeccionar”. A lo mejor perfeccionar significa más autogobierno en unas áreas y menos en otras, porque hay cosas que se gestionan mejor en la cercanía y otras en la distancia.

 Eso es lo que podría pasar en un sistema federal más cabal. Si por perfeccionar entendemos que es necesario clarificar y delimitar mejor, de forma que se produzcan menos conflictos de competencias, entonces estoy de acuerdo. 

Por lo demás, y esto hay que repetirlo, ni en el sistema federal más avanzado existe el autogobierno blindado, porque siempre habrá una jurisdicción federal que podrá interpretar tu normativa para ver si es conforme a la Constitución.

Y de llevarse a cabo una reforma constitucional, ¿en qué sentido debería abordarse?

(...) En lo territorial, creo que deberíamos intentar dejar encauzado el contencioso lingüístico en la Constitución, que es lo que hizo Pierre Trudeau en Canadá. Resumiendo mucho, creo que debemos, por un lado, elevar el rango de las lenguas cooficiales. Pero quiero ser claro: no comparto el victimismo lingüístico del que hacen gala los nacionalistas.

 Creo que España, hoy por hoy, sí ampara su diversidad lingüística. Mi propuesta es que el Estado pase de ampararla a gestionarla activamente, para que nadie pueda pensar que su lengua está siendo preterida. España tiene una lengua común, pero no tiene una lengua nacional. Por otro lado, habría que sentar, en una ley general a partir de una disposición constitucional, los derechos lingüísticos de los administrados y las obligaciones de las administraciones. 

No es fácil, pero creo que hay amplio terreno para el encuentro si nos fijamos en las mejores prácticas de otras democracias plurilingües.

Tanto Iglesias como Colau han criticado el fenómeno Tabarnia por su falta de “seriedad”. ¿Por qué esta broma hace tan poca gracia a la nueva izquierda?

Bueno, es lo habitual. La izquierda, no toda, pero sí la de Colau o Iglesias, considera que todo lo que sea herir la sensibilidad del independentismo –al parecer, la noción de Tabarnia lo hace– es menos admisible que herir la sensibilidad de otros colectivos. Pero Tabarnia es sólo un espejo.

Puigdemont ha defendido la inmersión obligatoria en catalán asegurando que “si se separa a la gente por lengua, se acabará balcanizando Cataluña”. ¿Comparte ese pronóstico? 

Puigdemont emplea una trampa dialéctica habitual que consiste en ocultar una premisa en su razonamiento que no debemos dar por buena: que toda alternativa a la inmersión pasa por separar a los alumnos por lengua. Es obvio, y esta es la gran verdad convenientemente negada durante años, que hay sistemas pedagógicos alternativos a la “inmersión”, que no pasan por separar a los alumnos por lengua; se separan las materias, tantas en una lengua, tantas en otra. 

La llamada inmersión no cumple ninguna labor pedagógica que no pudiera cumplir una educación bilingüe, adaptada al contexto local, que es lo que se reclama. Pero sí cumple una función ideológica importante para Puigdemont y el independentismo, que es hacer de la lengua española algo extraño o forastero. Algo que se tiene en común, tiende a disiparse o adelgazarse.

Son muchos los que señalan que la fractura social en Cataluña podría tardar años o décadas en desaparecer. Pero, ¿qué puede hacerse para superarla?

Va a depender mucho de los tipos de liderazgos que surjan, tanto en Madrid como en Barcelona. Para que la gente deje de mirarse con desconfianza en razón del partido al que vota o deja de votar, hace falta que los líderes de esos partidos bajen el pistón y se hable un lenguaje más conciliador. Lo mismo con la prensa.

 Ciertamente, no soy equidistante. En mi opinión, el lenguaje que gasta el complejo político-mediático del soberanismo es de un calibre mucho más grueso que el que se usa en el resto de España, sin distinguir partidos. Pero también en Madrid se pueden escoger mejor las palabras."               (Entrevista a Juan Carlos Ramón, Colaborador en medios como El País, Jot Down o The Objective, Oscar Benítez, El Catalán, 07/03/18)

7/3/18

En Quebec la inmersión obligatoria de los anglófonos sería impensable, pues se vería como un ataque contra el pluralismo social y una violación de sus derechos lingüísticos

"(...) se sostiene que el modelo educativo de la inmersión es uno de los consensos básicos de la sociedad catalana, un modelo de educación lingüística exitoso que asegura la cohesión social. A quien pone en cuestión la inmersión se le acusa de poner en peligro la convivencia, cuando no se le tiene por enemigo declarado del catalán y de Cataluña. 

 El resultado, como no pocos analistas han señalado, es que la cuestión de la inmersión lingüística ha sido tratada como algo intocable e indiscutible, poco menos que un tabú. (...)

En sentido propio, la inmersión es un método para el aprendizaje de una segunda lengua en la escuela: en lugar de estudiarla como una asignatura, todas las actividades de clase y las tareas escolares se desarrollan en la segunda lengua, que usan los profesores y en la que están los materiales docentes; en resumen, la segunda lengua es usada como lengua vehicular de la enseñanza. Es lo que sucede cuando uno envía a su hijo al Liceo Francés o al Colegio Alemán. 

Como es obvio, la inmersión sólo existe en Cataluña para los alumnos castellanoparlantes, pues los catalanoparlantes reciben las enseñanzas en su lengua materna. Sería mejor hablar de un modelo de lengua vehicular única, el catalán, y donde la otra lengua oficial de la comunidad es una asignatura más, con dos o tres horas a la semana.

Y, claro, no es como el Liceo Francés. A diferencia de lo que sucede en otros países, es un modelo obligatorio para todos los alumnos, con independencia de su lengua materna o de la elección de los padres. De ahí lo excepcional que resulta cuando se lo compara con lo que vemos en Europa o en Norteamérica.

No se subraya suficientemente ese carácter excepcional. Por eso es ilustrativo compararlo con el caso de Quebec y no me refiero a la provincia canadiense por casualidad. Desde que en los años setenta el Parti Québécois de René Lévesque impulsó la nueva política lingüística de protección del francés, la legislación quebequense no sólo ha ejercido una indudable atracción sobre la sociolingüística catalana, sino que se ha convertido en modelo de referencia para el nacionalismo catalán. 

Tras su adopción en 1977, la Charte de la langue française, también conocida como ley 101, cambió por completo el régimen lingüístico de la provincia francófona. Por lo que aquí nos importa, en lo relativo a la enseñanza la ley estableció un sistema de inmersión lingüística con el propósito de frenar la debilidad demográfica del francés. 

Pero la inmersión sólo se aplica a los inmigrantes (allophones en la terminología al uso), que están obligados a escolarizar a sus hijos en escuelas francófonas; una obligación que también alcanza a los propios francófonos, aunque para ellos no cuenta como inmersión.

 En cambio, la importante minoría anglófona está exenta de tal obligación: si el padre o la madre, o un hermano mayor, se han educado en inglés, el niño puede ir a una escuela anglófona. ¡Los admirados québécois tienen un sistema de doble red escolar!

Efectivamente, en Quebec hay escuelas donde el francés es la lengua vehicular, y el inglés se enseña como asignatura, y escuelas donde la lengua vehicular es el inglés, siendo el francés asignatura obligatoria. La libertad de elección de escuela está así restringida para los padres inmigrantes y francófonos, pero no para los anglófonos que pueden elegir la escuela de sus hijos.

 La inmersión obligatoria de los anglófonos sería impensable, pues se vería como un ataque contra el pluralismo social y una violación de sus derechos lingüísticos. Hablamos de una provincia de mayoría francófona y donde sólo hay una lengua oficial, el francés, por contraste con Cataluña donde hay una mayoría que tiene el castellano como lengua materna y donde las dos lenguas son oficiales.

 La legislación lingüística además se ha ido suavizando allí con el paso de los años como consecuencia de una serie de sentencias judiciales sobre la necesidad de que leyes y reglamentos se publiquen en las dos lenguas, sobre la enseñanza (cláusula Canadá) o sobre señalización y anuncios públicos. 

Por seguir comparando, esas decisiones judiciales han sido puntualmente trasladadas a la legislación vigente. Y es irónico que ahora las quejas vengan de padres francófonos que consideran que el sistema deja a su hijos lingüísticamente en desventaja.

 No traigo el caso de Quebec para proponerlo como modelo de nada ni para abogar por un sistema de doble red escolar, pero sí para señalar que la doble red es lo más habitual en países multilingües. 

La anomalía es un sistema como el catalán. Salvo Groenlandia, como ha señalado Mercè Vilarrubias en una entrevista reciente, no es fácil encontrar un sistema educativo donde el niño no pueda ser escolarizado o desarrollar buena parte de su currículo en una lengua oficial hablada por la mayoría de la población.

Frente a eso se esgrime el argumento de que la doble red escolar segregaría a los niños y dañaría así la cohesión social. Rara vez se explica qué se quiere decir con ‘cohesión social’, pero cabe preguntarse si un sistema de doble red que permitiera a los padres elegir la escuela para sus hijos conduce necesariamente a la segregación. 

Desde luego, no parece que Finlandia, por citar un sistema educativo que se pone como ejemplo y donde coexisten escuelas en sueco y finlandés, presente un nivel de cohesión social inferior a la Cataluña fracturada por el procés.

Pero admitamos en aras del argumento que fuera así. Los defensores de la inmersión presentan siempre el debate en esos términos, como si hubiera que elegir ineluctablemente entre ésta y la ‘segregación escolar’, sin más opción. Con ello escamotean que hay otro modelo de escuela, distinto al actual sistema y también a la doble red escolar: de conjunción lingüística o bilingüismo equilibrado, en el que las dos lenguas oficiales se utilizan como lenguas vehiculares de aprendizaje.

 En un libro imprescindible sobre la cuestión (Sumar y no restar, 2012), Vilarrubias ha argumentado con detalle las ventajas de este modelo bilingüe en términos educativos y de equidad. Como ejemplo, basta considerar las actuales tasas de fracaso escolar entre alumnos castellanoparlantes, que duplican a las de los catalanoparlantes, como se puede seguir por la serie de informes Pisa.

 Además es la clase de escuela que mejor refleja la realidad plural y mestiza de la sociedad catalana, y que se ajusta mejor al modelo constitucional de regulación de la diversidad lingüística, según se desprende de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
Difícilmente podrá alegarse contra una escuela bilingüe que segrega a los alumnos o perjudica la cohesión social.

 De hecho, en ella habría inmersión, pero en los dos sentidos y no sólo en uno como hasta ahora. Otra cosa es que la cohesión social haya sido un mero pretexto y que la política nacionalista persiguiera en realidad una escuela monolingüe como palanca para la construcción nacional. Razones no faltan, como se ve, para celebrar que se reabra el debate sobre la inmersión."                (Manuel Toscano, Vox Populi, 02/03/18)

2/3/18

El “copia-pega” catalán de la inmersión lingüística canadiense

"(...) La inmersión en Quebec

• En Canadá, los programas de inmersión lingüística en francés comenzaron en 1965, en el alfoz sur de Montreal (Quebec), por iniciativa y gracias a la presión de los padres anglófonos, deseosos de armar lingüísticamente  a sus hijos y de que se convirtieran en ciudadanos bilingües  (inglés/francés). 
Luego, se extendieron a otras provincias limítrofes, principalmente a Ontario  y Nouveau-Brunswick. Estos programas han interesado a un 10% de la población escolar anglófona de Canadá que estudia una  segunda lengua.

• Estos programas de inmersión adoptaron formas diferentes: “inmersión precoz o larga”, “inmersión tardía o corta”, “inmersión media”, “inmersión total”, “inmersión parcial” e “inmersión doble”. 
Con esta tipología se pretendía flexibilizar, adaptar y dosificar el ritmo, la intensidad y el calendario de la inmersión (Germain, 1993), en aras de una mayor eficacia y eficiencia pedagógicas y de una mejor adecuación de la oferta a las características de los discentes. 
En los programas de “inmersión precoz o larga” y en la “inmersión total”, los niños canadienses de lengua materna inglesa recibían, desde el primer curso de primaria y en todas las materias, una enseñanza impartida sólo en francés. 
El inglés era introducido en 2º o 3er. curso, primero como materia, y luego como lengua de enseñanza de otras materias. Y finalmente, el inglés era introducido progresivamente para impartir el conjunto de las materias (Hagège, 1996).

• Globalmente considerados, los resultados de la inmersión en Canadá “fueron excelentes [...] al final de la enseñanza primaria: los niños anglófonos de 10 años tenían en francés una competencia de francófonos nativos” (Hagège, 1996). Otros investigadores, reconociendo la espectacularidad de los resultados obtenidos, han hecho una evaluación más matizada.

• Para éstos (Germain, 1993), los “alumnos de la inmersión total precoz” en francés obtuvieron, en general, en matemáticas y ciencias, los mismos resultados que los alumnos anglófonos de la enseñanza normal.  
Por otro lado, en general, los niños anglófonos “inmersionados” en francés desarrollaron también competencias lingüísticas en inglés, iguales o superiores a las de sus compañeros de los programas normales (i.e. no “inmersionados”). 
Finalmente, por lo que respecta a las competencias en francés, los alumnos “inmersionados” desarrollaron habilidades en comprensión oral y escrita semejantes a la de los niños nativos francófonos; sin embargo, en las habilidades de expresión oral y escrita presentaban, en general, evidentes lagunas o deficiencias gramaticales y fonéticas.

• Algunas precisiones o matizaciones son necesarias, para evaluar en su justa medida la “inmersión canadiense” y tomar en consideración la posibilidad de importarla a otros sistemas educativos; en nuestro caso, al catalán.
 Estos programas atrajeron y se aplicaron, sobre todo, a los alumnos anglófonos más favorecidos desde el punto de vista intelectual, cultural, social y económico (Calvé, 1991). Por otro lado, tenían carácter voluntario.  Además, como hemos indicado supra, se crearon por iniciativa de los padres anglófonos y se aplicaron sólo en la enseñanza primaria. 
En tercer lugar, la provincia canadiense de Québec, en la que se aplicaron principalmente, es una provincia en la que el “francés lengua materna” era mayoritario en relación con el  inglés. 
Finalmente, la inmersión se hizo en una lengua, el francés, que tenía y tiene un status de lengua internacional, que es lengua oficial de numerosos organismos internacionales y que está presente, como lengua oficial, en territorios de los 5 continentes.

• Además, la inmersión quebequesa no se ha generalizado a todos los niveles educativos: se ha limitado a la escuela primera y, por lo tanto, no ha tenido continuidad en la enseñanza secundaria. Como han constatado ciertos lingüistas, en Canadá, reina una lengua (el inglés) cuya implantación mundial hace problemática la curiosidad y la motivación por otras lenguas (Hagège, 1996). 
Además, para los especialistas del tema, la inmersión no es un modelo ideal (Hagège, 1996); en efecto, no se puede predecir en qué contexto(s) es recomendable, ya que no existe ningún criterio fiable que permita saber si la inmersión es algo conveniente para todos los “inmersionados”. 
Por otro lado, la inmersión supone un  cierto desfase respecto a ciertos principios de la pedagogía moderna, ya que se apoya sobre la “motivación extrínseca” y no sobre la “motivación intrínseca” (Bibeau, 1991). Finalmente y por eso, desde el inicio los programas canadienses de inmersión en francés, ha habido una hora de instrucción en la lengua materna de los alumnos, el inglés.

E. El “copy-paste” catalán de la inmersión lingüística canadiense

• Como hemos indicado supra, los responsables catalanes de la política educativa y lingüística importaron sólo, sin la preventiva y salutífera cuarentena, uno de los programas canadienses de inmersión, la “inmersión precoz total”. 
Además, cegados por la fe nacionalista de los neófitos o “cristianos nuevos”, los responsables políticos y sus cooperadores necesarios,  los asesores técnicos, no se han dado cuenta o, más bien, no han querido ver que las condiciones de Quebec y de Cataluña son totalmente diferentes e incluso, podríamos decir, antagónicas.
 Por eso, podemos aseverar que se han desvirtuado dichos programas y se han utilizado con fines políticos y no pedagógicos, ni altruistas. En efecto, para darse cuenta de ello, basta con oponer sistemáticamente los programas canadienses y el catalán desde distintos puntos de vista:

- en Quebec, la iniciativa de la inmersión parte de los padres anglófonos; sin embargo, en Cataluña, la iniciativa la tienen los políticos nacionalistas;

- en Quebec, el objetivo perseguido era conseguir un “bilingüismo escolar” (inglés/francés); en Cataluña, “normalizar” el uso del catalán en todos los sectores está desembocando en un “monolingüismo reductor y castrador”;

- en Quebec, la inmersión tiene carácter voluntario; en Cataluña, obligatorio;

- en Quebec, la inmersión adoptó diferentes formas (“inmersión precoz o larga”, “inmersión tardía o corta”, “inmersión media”, “inmersión total”, “inmersión parcial” e “inmersión doble”); en Cataluña, se impuso un modelo único (“inmersión precoz total”);

- en Quebec, se pensó siempre en los discentes; en Cataluña, ha primado la “construcción nacional” y los intereses de la casta política nacionalista;

- en Quebec, el inglés (lengua materna de los alumnos “inmersionados) es introducido progresivamente como materia de estudio y como lengua vehicular; en Cataluña, el castellano tiene un horario raquítico y, además, por ley y por la práctica docente,  está descartado como lengua vehicular;

- en Quebec, el alumnado era voluntario (10% de la población escolar canadiense) y estaba formado por niños de familias favorecidas social, cultural y económicamente; en Cataluña, el alumnado está formado por los hijos de las familias más desfavorecidas social, cultural y económicamente; los hijos de la “gente bien” pueden librarse de la inmersión en catalán al frecuentar la enseñanza privada nacional o extranjera (colegio alemán, liceo francés, colegio suizo, etc.);

- en Quebec, la inmersión se aplicó sólo en la enseñanza primaria; en Cataluña, la normalización por inmersión concierne todos los ciclos de enseñanza no universitaria y, en la actualidad, también se persigue la universitaria;

- en Quebec, la evaluación ha sido, globalmente, positiva; en Cataluña, a pesar de lo que digan ciertos expertos de la Unión Europea en sus informes, debidamente aleccionados por el “lobby” catalán en Bruselas, los resultados son catastróficos; basta con consultar los Informes Pisa, las evaluaciones que realiza periódicamente el Mec o el nivel lingüístico (en catalán o en castellano) de los alumnos que llegan a la universidad en Cataluña;

- en Quebec, se ha hecho una inmersión en francés, lengua materna y propia de la mayoría de la población; en Cataluña, la inmersión se hace en catalán, lengua materna y propia de menos de la mitad de la población;

- en Quebec, se ha enseñado el francés, lengua internacional, lengua de los organismos internacionales, lengua difundida —como lengua oficial— en países de los cinco continentes, lengua hablada por cientos de millones de locutores; en Cataluña, se trata de imponer el catalán, lengua que merece todo el respeto del mundo, pero lengua local, utilizada por dos o tres millones de personas, en una pequeña región del noreste de España y en tres pequeñísimos enclaves extranjeros (Andorra, Francia y el Alguer).

• Para completar este análisis contrastivo, tan revelador y desenmascarador del discurso y de los objetivos nacionalistas, debemos añadir una serie de consideraciones, que ponen en entredicho e invalidan, aún más, el programa de inmersión utilizado en Cataluña. 
En efecto, como lo pone de relieve J. C. Herreras (2006), los defensores a ultranza del programa catalán de inmersión lingüística han olvidado algunos de los principios básicos de la educación bilingüe, recogidos, desde hace mucho tiempo, en las recomendaciones de la UNESCO (1953).

• Según uno de estos principios, en la primera etapa de la enseñanza, lo más normal  y lo más eficaz es que en la escuela se utilice como lengua vehicular la lengua materna del niño. Si se utilizara otra, la comunicación, en un primer momento, no sería posible. 
Y aunque el profesor utilice medios no verbales de comunicación y aunque los niños desarrollen enseguida ciertas habilidades lingüísticas, la comunicación nunca será tan fácil y tan cómoda como con la lengua de casa. 
En efecto, como argumenta M. Siguán (1985), “el mundo de las palabras y significados escolares queda así cortado del mundo de las experiencias previas y externas a la escuela. Por eso es preferible y deseable el uso de la lengua materna en la educación, especialmente en sus primeras etapas”.

• Por otro lado, según otro principio, el aprendizaje de una lengua distinta de la materna, y sobre todo si se quiere que sea precoz, debe iniciarse de forma progresiva. Por eso, asevera M. Siguán, “la inmersión brusca sólo debe utilizarse cuando no exista otra posibilidad o cuando [...] los padres, [...], estén dispuestos a correr con los riesgos pedagógicos que comporta”.

•  Finalmente, J. C. Herreras (2006) pone el dedo en la llaga  de la contradicción existente entre la inmersión lingüística catalana actual y uno de los planteamientos y una de las reivindicaciones tradicionales de la pedagogía catalana en relación con la enseñanza del catalán y del castellano en Cataluña. 
Este planteamiento y esta reivindicación se fundamentan en las teorías sobre adquisición del lenguaje y en las recomendaciones de la UNESCO, según las cuales, en la primera infancia, es conveniente y necesario utilizar la lengua materna como lengua vehicular de los primeros aprendizajes. 
Ahora bien, subraya J.C. Herreras, “lo que ayer podía ser válido para los catalanohablantes y su lengua, el catalán, hoy no lo es para los castellanohablantes y el castellano, no por razones de interés psicopedagógico sino por razones de orden sociopolítico”.

• ¿Qué efectos directos y colaterales ha producido ya la desenfrenada y radical “normalización lingüística” del sistema educativo catalán a través de la “inmersión precoz total”? Esto será objeto de una próxima entrega de esta “lingüística para nacionalistas”.

Coda: “Algunas Comunidades Autónomas, contrariamente a lo declarado en su propia legislación, optan por un monolingüismo reductor, que limita y empobrece a todos los hablantes: no sólo a los que tienen el español como lengua materna, sino también, y contrariamente a lo que pudiéramos suponer, a los de lengua materna autonómica” (J.C. Herreras, Lenguas y Normalización en España, Gredos, Madrid, 2006, p.11)."                   (Manuel I. Cabezas González, 28/01/2008)

1/3/18

De “la inmersión en Quebec y en Cataluña”

"· Para sustituir el modelo inicial de “normalización lingüística flexible” por el de “normalización radical”, los responsables de la política educativa y lingüística de Cataluña han importado, deformándola intencionadamente, una de las fórmulas del modelo innovador de aprendizaje del francés por los anglófonos de Quebec (Canadá), modelo que, en la literatura científica, se ha denominado “inmersión”.

· En Quebec, los programas de inmersión lingüística en francés comenzaron en 1965, en el alfoz sur de Montreal, por iniciativa de los padres anglófonos, deseosos de armar lingüísticamente a sus hijos y de que se convirtieran en ciudadanos bilingües (inglés/francés). Luego, se extendieron a otras provincias limítrofes (Ontario y Nouveau-Brunswick). Además, la inmersión quebequesa se ha limitado a la escuela primera y, por lo tanto, no ha tenido continuidad en la enseñanza secundaria.

· ¿En qué medida este modelo quebequés podía y debía ser importando a Cataluña para llevar a cabo la mal llamada “normalización lingüística”, si las condiciones de Quebec y de Cataluña son totalmente diferentes e incluso antagónicas? Para intentar responder a esta pregunta, vamos a oponer, desde distintos puntos de vista, los programas canadienses y el modelo único de “inmersión radical”, implantado en Cataluña:

- en Quebec, la iniciativa de la inmersión parte de los padres anglófonos; sin embargo, en Cataluña, la iniciativa la tienen y la imponen los políticos nacionalistas;

- en Quebec, el objetivo perseguido era conseguir un “bilingüismo escolar” (inglés/francés); en Cataluña, “normalizar” el uso del catalán en todos los sectores, que está conduciendo a un “monolingüismo reductor y castrador”;

- en Quebec, la inmersión tiene carácter voluntario; en Cataluña, obligatorio;

- en Quebec, la inmersión adoptó diferentes formas (“inmersión precoz o larga”, “inmersión tardía o corta”, “inmersión media”, “inmersión total”, “inmersión parcial” e “inmersión doble”); en Cataluña, se impuso un modelo único, el café para todos (“inmersión precoz, total y obligatoria”);

- en Quebec, se pensó siempre en los discentes y en los deseos de los padres; en Cataluña, han primado la “construcción nacional” y los intereses de la casta política nacionalista;

- en Quebec, el inglés (lengua materna de los alumnos “inmersionados”) es introducido progresivamente como materia de estudio y como lengua vehicular; en Cataluña, el castellano tiene un horario raquítico y, además, por ley y por la práctica docente, fue y está descartado como lengua vehicular;

- en Quebec, el alumnado era voluntario (10% de la población escolar canadiense) y estaba formado por niños de familias favorecidas social, cultural y económicamente; en Cataluña, el alumnado está formado por los hijos de las familias más desfavorecidas social, cultural y económicamente; los hijos de la “gente bien” pueden librarse de la inmersión en catalán al frecuentar la enseñanza privada nacional o extranjera (colegio alemán, liceo francés, colegio suizo, etc.);

- en Quebec, la inmersión se aplicó sólo en la enseñanza primaria; en Cataluña, la normalización por inmersión concierne todos los ciclos de enseñanza no universitaria y, en la actualidad, también se persigue la universitaria;

- en Quebec, la evaluación de la inmersión ha sido, globalmente, positiva; en Cataluña, a pesar de lo que digan ciertos expertos de la Unión Europea en sus informes, debidamente aleccionados por el “lobby” catalán en Bruselas, los resultados son catastróficos: basta con consultar los Informes Pisa, las evaluaciones que realiza periódicamente el Mec o el nivel lingüístico (en catalán y/o en español) de los alumnos que llegan a la universidad en Cataluña;

- en Quebec, se ha hecho una inmersión en francés, lengua materna y propia de la mayoría de la población; en Cataluña, la inmersión se hace en catalán, lengua materna y propia de menos de la mitad de la población;

- en Quebec, se ha hecho una inmersión en francés, lengua internacional, lengua de los organismos internacionales, lengua difundida —como lengua oficial— en países de los cinco continentes, lengua hablada por cientos de millones de locutores; en Cataluña, se trata de imponer el catalán, lengua que merece todo el respeto del mundo, pero lengua local, utilizada por dos o tres millones de personas, en una pequeña región del noreste de España y en tres pequeñísimos enclaves extranjeros (Andorra, Francia y el Alguer).

· Este análisis contrastivo denota una importación torciera e interesada de una de las fórmulas del modelo de inmersión canadiense por parte de los nacionalistas catalanes, que están imponiendo, manu miliatari, el catalán en detrimento del español. (...)

En efecto, todas las evaluaciones coinciden en señalar que los resultados, tanto en el dominio del catalán como del español, son insatisfactorios y deficientes. Y, por otro lado, en Cataluña, las lenguas han dejado de ser instrumentos de comunicación y se han transformado armas de la lucha política. (...)" (Manuel I. Cabezas González, 23/03/18)

25/9/15

En Cataluña la lengua actúa como marcador identitario, y como elemento de distinción social que aporta estatus y prestigio

"(...) ¿El bilingüismo mata —como reza el título del libro del filólogo y escritor Pau Vidal—, al catalán o es que lastra decisivamente el proyecto independentista? (...)

¿Resulta razonable privar de la educación en su lengua materna a casi la mitad de los catalanes? ¿España puede permitirse el lujo de avalar políticas lingüísticas que refuercen la hegemonía cultural, ideológica y política nacionalista y lubrifiquen el camino de la ruptura? "No hay ningún país o territorio autogobernado con más de una lengua oficial que excluya a una de esas lenguas de la condición de lengua de enseñanza. 

La inmersión no cumple ninguna función pedagógica o social que no se pueda alcanzar por el sistema del bilingüismo vehicular, pero sí cumple la tarea de corroer los lazos sentimentales comunes que los nacionalistas necesitan para llevar a cabo su apuesta secesionista", asegura el ensayista y diplomático Juan Claudio de Ramón

 (...) es que, en Cataluña, particularmente, la lengua actúa no solo como marcador identitario, sino también como elemento de distinción social que aporta estatus y prestigio. (...)

De hecho, el porcentaje de los profesores y políticos locales de origen castellano hablante que se han pasado a adoptar el catalán es mucho más elevado que el que se produce entre la población en general. Y, por lo mismo, no deja de ser significativo que los policías autonómicos y otros colectivos hayan encontrado en el uso exclusivo del castellano una forma provocadora de protesta sindical y que esa actitud levante reacciones como la que el presentador de las "Actas del Simposio España contra Cataluña", Manuel Cuyás expresó en las páginas del El Punt Avui:
 "Lo que debería hacer el consejero de Interior Felipe Puig es hacer formar a los Mossos, identificar a los culpables y decirles usted, usted y usted fuera de la fila, y arrestados. O echarlos fuera del cuerpo. O degradarlos en una exposición pública (...) Algunos mossos han manchado el uniforme".
 
"La posesión de rasgos asociados con el grupo étnico dominante puede procurar, tanto a los que buscan la movilidad ascendente como a los que buscan evitar la movilidad descendente, ventajas simbólicas en términos de estatus social y puestos privilegiados en el mercado de trabajo. Estos procesos se exacerban en situaciones de crisis económicas.", explica Thomas Jeffrey Miley, sociólogo y profesor en la Universidad de Cambrige

 Miley hizo su tesis doctoral sobre la política lingüística catalana y no oculta su sorpresa por "el éxito" en la aplicación de un modelo educativo, "falsamente llamado de inmersión", dice él. "No conozco un caso parecido en ninguna otra parte del mundo. Ese éxito se explica, sin duda, por la hegemonía de un nacionalismo que ha hecho de la lengua la columna vertebral de su proyecto", afirma.

"Cuando llegué a Cataluña me sentí desconcertado al comprobar que el conjunto de la izquierda catalana apoyaba la llamada inmersión lingüística. Procedo de California y conozco bien el problema de la escolarización de los inmigrantes en los años 90. Allí, ha sido siempre la derecha la que ha tratado de imponer las políticas de inmersión en inglés frente a quienes consideramos que el respeto a la lengua materna en la educación es sagrado. 

Los pedagogos piensan que, de lo contrario, los niños pueden tener más dificultades de aprendizaje en los primeros años, sentir que proceden de estratos sociales inferiores y desarrollar actitudes de rechazo a la escuela. 

Pronto comprendí que la alianza entre el nacionalismo y el progresismo catalán tenía su origen en el trauma compartido del franquismo pero no deja de ser un disparate que la izquierda acepte que el sector público sea monopolizado por la población de lengua materna y piense en la protección de la lengua antes que en la protección de los derechos de los ciudadanos", indica el sociólogo norteamericano.

En su opinión, no cabe asimilar la inmersión lingüista catalana con la aplicada en Quebec a la minoría de habla inglesa que, por lo general disfruta de un estatus social medio alto. "En Quebec, la inmersión es voluntaria, no obligatoria, y no hay riesgo de que el profesor denigre la cultura angloparlante. Más que inmersión, lo de Cataluña parece una sumersión", concluye. 

Es un análisis que rechaza gran parte de la izquierda catalana aunque últimamente surgen voces críticas, desde las filas del PSC, preferentemente, que cuestionan la política lingüística.  (...)

Investigadores como Pau Mari-Klose y Albert Julià sostienen, sin embargo, que, a igualdad de condiciones socio-económicas, los estudiantes catalanes que tienen el castellano como lengua de uso habitual obtienen peores resultados en las pruebas estandarizadas que realiza PISA.  (...)

"Tenemos en marcha un nacionalismo de dominación, no de liberación. El catalán no está en peligro. Ahora, la lengua es una coartada para protegerse frente a la competencia y reservarse el sector público para ellos y sus descendientes. Ya hay estudios de altos funcionarios y miembros de las élites políticas que demuestran que cuanto más nacionalista eres más puestos importantes llegas a ocupar. 

Pasa en todos los partidos, salvo en ERC, pero es porque ahí todos son igual de nacionalistas", sostiene el profesor Enric Martínez, doctor en Ciencias Políticas. Un dato a favor de esa tesis es que, a principios de este siglo, el 67% de los parlamentarios autonómicos era hijo de padres nacidos en Cataluña, frente al 33% del conjunto de los ciudadanos nacidos en esa comunidad. (...)

"En momentos de crisis o escasez, la nacionalidad se convierte en un arma por la competencia de los recursos y la transmigración ideológica es una forma de subirse a la lancha salvavidas inflada con los materiales gaseosos e inflamables del repertorio romántico", concluye Martín Alonso, autor del trabajo: "El viraje étnico de la intelectualidad catalana".                    ( , El País, Madrid 24 SEP 2015)

7/5/15

En Quebec, un alumno anglófono canadiense siempre tiene derecho de recibir educación en su lengua materna, es decir, en inglés

"A raiz de la visita del ex primer ministro de Quebec Jean Charest en un acto organizado por Sociedad Civil Catalana y de mi resumen de la misma se ha creado cierta confusión sobre la regulación legal de esta materia en Quebec.

Para su conocimiento pueden leerlo en los siguientes links que pone a disposición el Departamento de Educación Superior e Investigación del Quebec en relación a la admisión en educación en lengua inglesa y en la instrucción en esta misma lengua. La información en cuestión va dirigida a los padres y tutores legales de los alumnos.

Se lo resumo.

Generalmente, un niño puede obtener una declaración de admisibilidad:

- Si ha recibido, en inglés, la mayor parte de la educación primaria o secundaria en Canadá.

- O un hermano o hermana recibieron la mayor parte de su instrucción primaria o secundaria en inglés en Canadá.

- O el padre o la madre recibieron la mayor parte de su educación primaria en inglés en Canadá. 

- Si el hijo de un padre que asistió a la escuela en Quebec después del 26 de agosto de 1977 y que podría haber sido admitido para la enseñanza de inglés en este momento.

Queda meridianamente claro que un alumno anglófono nacido en Quebec u otra parte del Canadá tiene el derecho de recibir educación en su lengua materna, es decir, en inglés."       (Francesc Moreno, Crónica Global, Miércoles, 6 de mayo de 2015)

9/3/15

Cuando Quebec aprobó la inmersión lingüística en sus escuelas, cientos de miles de residentes se marcharon masivamente a Toronto. Y la fuga de cerebros ya no cesó

"El canadiense Tyler Brûlé es Editor en Jefe de la revista Monocle. El pasado día 6 de febrero publicó un artículo en The Financial Times en su sección “Life & Arts” donde hablaba de la decadencia de Montreal. Cuenta que estuvo recientemente después de cuatro años de ausencia y aún le sorprendió más su grisura comparada con el brillo de los años 70. 

En aquellos tiempos los anuncios de las grandes empresas coronaban los edificios que bordean la autopista que va hacia el centro. Una vez allí se veían los logotipos y las insignias de los bancos y de las compañías aseguradoras más importantes. La ciudad había acogido la World Expo del 67 y se preparaba para ser anfitriona de los Juegos Olímpicos de Verano en el 76. Ahora el panorama era todo lo contrario.

 Las palabras que parecían dominar en las fachadas eran “à louer”. La generalización de estos reclamos, se lamenta Brûlé, evidencia que la cosas no están saliendo según lo imaginado. Antes se divisaba un skyline poblado de grúas y andamios. Justo como hoy en día en Toronto.

¿O han salido cómo algunos deseaban? Para los nacionalistas puede que sean suficientes determinados logros. No cabe duda de que Montreal es ahora un faro de la cultura francesa. Quizá el estancamiento económico, social y cultural sea sólo un daño colateral ante este gran éxito. 

Las empresas han de responder primero en inglés, las multinacionales gastan decenas de millones de dólares en etiquetar sus productos de manera que no incumplan con la política lingüística. Como dice el periodista, ni siquiera en la propia Francia se ve obligado Starbucks Coffee a ponerle un prefijo a su productos avisando de que se trata de “Café”. 

Cuando Quebec aprobó sus radicales leyes lingüísticas en 1970 cientos de miles de residentes cogieron la ruta hacia la frontera con Ontario. Lo cuenta el canadiense Steven Pinker sobre la comunidad judía –muy sensible a las leyes que suenan a discriminación- en su libro “Los ángeles que llevamos dentro”. Se marcharon masivamente a Toronto. Y la fuga de cerebros ya no cesó.

 Michael Ignatieff, otro canadiense, denuncia la política lingüística de Quebec en su libro “Sangre y pertenencia: viajes al nuevo nacionalismo”. Cuenta algo con cierta similitud a la experiencia en mi comunidad, Cataluña. La red de escuelas públicas de habla inglesa no puede por ley aceptar la entrada de hijos de familias francesas. 

Y eso a pesar de que las escuelas privadas inglesas están llenas de hijos de quebequenses cuyos padres quieren que sean bilingües. ¿Le suena esto? Recuerda con dolor la sacudida que significó cierta carta bomba en un buzón del barrio inglés de Montreal en 1963 y el asesinato de un político canadiense, Pierre La Porte, al final de esa década. 

Y reflexiona: “La idea de que hubiera quebequenses, aunque fueran pocos, que odiasen de tal modo Canadá que estuvieran incluso dispuestos a matar hizo que todo canadiense inglés se despertase del feliz aturdimiento en el que hasta entonces había vivido”.

Afortunadamente, no hubo más violencia, aparte de la moral. El programa de “normalización” lingüística se impuso. Pero, como constata Tyler Brûlé, 30 años más tarde se comprueba que esas leyes lingüísticas acarrean pobreza en todos los sentidos importantes."                (Teresa Giménez Barbat, ABC, 01/03/2015)

20/11/14

Inger Enkvist: “Cataluña es un ejemplo de cómo la educación se puede utilizar para fines perversos”




"La hispanista, ensayista y pedagoga sueca Inger Enkvist ha denunciado que “Cataluña es un ejemplo de cómo la educación se puede utilizar para fines perversos, para el adoctrinamiento” nacionalista. Así lo ha explicado durante la recepción del XX Premio a la Tolerancia, que anualmente entrega la Asociación por la Tolerancia.

Durante su discurso, Enkvist hizo un llamamiento a profesores, periodistas y políticos para “recuperar el valor de la verdad” como fórmula para combatir la “manipulación” que viene realizando el nacionalismo en Cataluña en ámbitos como las humanidades, la lengua, la literatura y la historia.

La pedagoga sueca señaló también que este tipo de “mentiras”, que también se dan en otros países, supone un tipo de “corrupción intelectual o moral”. Tomando prestadas unas palabras de George Orwel, Enkvist explicó cómo los nacionalismos tratan de “contaminar los procesos mentales, es decir, condicionar el pensamiento”, lo que “pone en peligro el correcto funcionamiento de la democracia”.  (...)

A lo largo de su carrera, Inger Enkvist ha denunciado firmemente la ideologización de la enseñanza. En su opinión, el objetivo de la educación es el pleno desarrollo cognitivo y afectivo del escolar y, por ello,  “una pedagogía honrada jamás puede aceptar la subordinación de ese fin a ninguna causa”. 

Según se explica desde la Asociación por la Tolerancia, “Inger Enkvist no busca la corrección política, sino aquello que considera mejor para el alumno, y expone sus convicciones con valentía y rigor en cualquier foro. Tal fue el caso de su intervención en el Parlamento catalán con motivo de la gestación de la LEC”.      (Somatemps, 19/11/2014)

3/7/14

Cuando las familias del castellano leyeron sus nombres en los periódicos, vieron como la gente cambiaba de acera para no saludarlos

"En las diferentes regiones del mundo donde conviven más de una lengua se suele optar por dos vías en el ámbito de la educación. O bien se elige una doble red de manera que los padres escogen la lengua vehicular en la que van a ser educados sus hijos, o bien escuelas en las que se imparten asignaturas en ambos idiomas más allá que las lingüísticas.

 El primer modelo es el mayoritario, aunque cada vez se introduce más el segundo en consonancia con las investigaciones pedagógicas y didácticas al respecto. En Finlandia, por ejemplo, predomina la doble red, pero empiezan a proliferar las escuelas en las que la educación se imparte en finlandés y sueco.

En principio, que alguien prefiera un modelo o el otro debería ser respetado por igual y, sin embargo, en Catalunyta esto no se cumple. Para empezar, en esta comunidad autónoma se aplica un modelo único en el mundo: la inmersión obligatoria en una lengua que no es la mayoritaria, privando así a más de la mitad de la población del derecho a recibir educación en su lengua materna y marginando una lengua oficial, el español, que no adquiere la categoría de lengua vehicular y de la que se imparten menos horas que de inglés.

La mal llamada inmersión lingüística --los niños catalano-hablantes no reciben inmersión, sino educación monolingüe en su lengua materna-- es una copia pervertida del modelo que se aplica en Canadá. 

Allí la inmersión en una lengua distinta a la materna se aplica de forma voluntaria y cuando los niños ya dominan la lectoescritura. Esto es importante porque, como demuestran numerosos estudios, la lengua materna es un facilitador de la enseñanzaPese a que el modelo catalán no se aplica en ningún otro lugar del mundo, aquí se presenta como el único posible para garantizar el buen nivel de ambas lenguas y la cohesión social.

Nadie que se pare a pensar seriamente en el tema puede creerse la propaganda oficial de que el nivel de español de los alumnos catalanes es superior al de los del resto de España porque estaríamos hablando prácticamente de un milagro: cero horas en educación infantil, dos en primaria y tres en secundaria y dos en bachillerato dan mejores resultados que toda una educación en ese idioma.

Se aferran a pruebas que nunca se han hecho en español en Catalunya como PISA o exámenes no homologables como las pruebas de evaluación diagnóstica. Además, en ambos casos, son exámenes de comprensión lectora y un mínimo de expresión escrita lo que no sirve para dictaminar el nivel lingüístico de nadie, sino tan solo un par de destrezas. 

Cualquier análisis mínimamente riguroso del tema acaba demostrando que el cacareado “modelo de éxito” solo es tal si lo entendemos en tanto que “construcción nacional”, pero no en términos pedagógicos.

En todo caso, aunque sin duda es legítimo que alguien defienda la inmersión, lo que no parece de recibo es el acoso al que se somete a los padres que deciden optar por otro modelo. Una de las cinco familias de las recientes sentencias decidió comunicar a otros padres su decisión antes de que estallara mediáticamente el caso. 

Hablaron con doce de las veinticinco familias de la clase de su hijo y en todos casos, la respuesta fue unánime: su total apoyo y felicitaciones por haber dado el paso porque, según decían, no puede ser que toda la educación sea en catalán y algo hay que hacer.

Cuando el caso salió a la luz y de manera mezquina fueron vapuleados en la prensa catalana subvencionada, en la que se llegó a dar los nombres de los menores y datos de los padres, vieron como la gente cambiaba de acera para no saludarlos. 

El AMPA del colegio se personó como causa contra ellos y recogieron firmas de adhesión al actual sistema. De las 12 familias que les habían mostrado su conformidad, diez firmaron. ¿Qué pasó por el camino para que se produjera esta transformación?

 Otro padre me contaba que, de repente, empezó a notar que a sus dos hijas les hacían el vacío. Preocupado fue a hablar con la directora del centro. Al día siguiente, uno de los padres del AMPA se dirigió a él y le pidió disculpas por lo que le habían hecho a las niñas y lo justificó con un “es que pensábamos que eráis una de las familias de la sentencia”. Como si fuera lo más normal del mundo.

 Los dos ejemplos corresponden a dos localidades alejadas así que la condena al ostracismo social parece ser el modus operandi habitual en el caso de aquellos que optan por intentar ejercer lo que en cualquier país democrático es un derecho reconocido: la educación en lengua materna.

Basta echar un vistazo a los medios públicos y subvencionados catalanes para comprobar que se trata a estas familias de manera absolutamente poco respetuosa. De hecho, Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural ha llegado a acusar a estos padres de maltratar a sus hijos y de usarlos y abusar de ellos.  (...)"         (Sonia Sierra, Economái Digital)

5/3/14

¿Por qué sería considerado inconstitucional el actual sistema de inmersión lingüística de Cataluña en Canadá? Por el derecho de los ciudadanos canadienses a poder educar a sus niños en su lengua materna, francés o inglés

"(...) B.S. ¿Cómo se manifiesta en la práctica en Canadá la cooficialidad del inglés y el francés?
J.C.R.  Todo lo que es administración federal ha de estar en ambos idiomas, desde las tarjetas de visita hasta los discursos. Luego cada una de las diez provincias –el equivalente a una comunidad autónoma– decide su régimen lingüístico. En Nueva Brunswick se reproduce el modelo central y la administración es bilingüe.

 Pero en Alberta la única lengua oficial es el inglés y en Quebec la única lengua oficial es el francés. Por cierto que en Quebec pasa una cosa curiosa desde el punto de vista catalán, y es que, siendo el francés la única lengua oficial, los anglófonos, que rondan un 10% de la población, tienen derecho, con pocas restricciones, a una enseñanza en inglés; justo lo contrario que en Cataluña, donde de una manera un tanto hipócrita, a mi entender, se hace cooficial el castellano, pero luego se lo expulsa del sistema como lengua de enseñanza, en cualquier medida. 

Eso llamaría mucho la atención en Canadá y sería considerado, con toda probabilidad, inconstitucional. Un segundo rasgo a tener en cuenta es que en Canadá el Estado es bilingüe pero la sociedad no. Menos de un 20% dice poder tener una conversación en las dos lenguas. En Quebec ese porcentaje ronda el 40%, y en Nueva Brunswick, cuya administración es ejemplarmente bilingüe, el 35%. 

El ideal de una sociedad completamente bilingüe se da ya por irrealizable. En el fondo, no se puede obligar a la gente a ser bilingüe, como no se la puede obligar a ser culta. Es una opción personal que el Estado favorece pero no impone. Lo contrario sería caer en el perfeccionismo estatal, que no cabe en sociedades liberales. 

Como decía antes, los derechos para los usuarios, las obligaciones para las administraciones. En todo caso, hay que tener en cuenta que inglés y francés son lenguas bastantes disímiles, lo que nos aleja del caso español y catalán.

 B.S. ¿Por qué sería considerado inconstitucional el actual sistema de inmersión lingüística de Cataluña en Canadá?  
J.C.R. No lo puedo asegurar, porque no soy juez canadiense, pero me temo que sería así. La Constitución de 1982, establece, dentro de la Carta de Derechos Fundamentales, en el artículo 23, el derecho de los ciudadanos canadienses a poder educar a sus niños en su lengua materna o en la lengua en la que los padres recibieron su instrucción. (En el entendido de que esa lengua es el francés o el inglés). 
Esa Carta fue un empeño del gran federalista Pierre Trudeau, que aseguraba los derechos lingüísticos tanto de las minorías francófonas en Canadá como de las minorías anglófonas en Quebec. Y  aunque la educación en Canadá es enteramente una competencia provincial, los nacionalistas no han podido rebasar ese límite marcado por la Constitución. 
Es verdad, como dice Albert Branchadell, que en los Estados federales la educación suele ser competencia exclusiva de los entes federados, pero siempre respetando el límite de los derechos fundamentales interpretados por el tribunal constitucional o corte suprema. El federalismo no crea zonas de excepción ni blinda competencias, y tampoco es ese su espíritu.



B.S. Usted plantea que para conseguir un equilibro en este tema, las comunidades con lengua propia deberían abandonar sus posiciones maximalistas. ¿En qué consiste esto? ¿En fijar un % de clases en castellano?  

J.C.R. Me gustaría aclarar que yo esto no lo planteo como un problema de cesiones mutuas ni de equidistancias. Yo creo que ambas reformas, la de ámbito estatal y la de ámbito catalán, son justas y necesarias en sí mismas. En Cataluña, lo primero es reconocer que existe un conflicto. 
Hay padres –yo mismo, que no soy catalán pero tengo una hija catalana– que querrían para sus hijos una escolarización en castellano, aunque fuera parcial y de manera conjunta con el catalán, y no obtienen satisfacción en ese deseo.

 No sólo no lo obtienen, sino que son estigmatizados por su propio gobierno, lo que es intolerable. Es injusto atacar a esos padres diciendo que no quieren que sus hijos aprendan catalán, porque lo que quieren es que aprendan bien las dos lenguas.
 Ignoro si esos padres son una mayoría o una minoría, pero el número de votantes de partidos contrarios a la inmersión lingüística obligatoria indica que la minoría no es tan exigua como se pretende. 

Y en todo caso, en una sociedad liberal, las minorías tienen derechos. De manera que partimos de una situación llamativa, y es que en una sociedad que dice enorgullecerse de su bilingüismo, y donde el castellano es, supuestamente, lengua oficial, está excluido como lengua de enseñanza. Algo no cuadra. 
Y tan raro es, que yo no conozco ningún país, provincia o territorio dotado de autogobierno donde una lengua oficial (en el caso de Cataluña, el castellano) que no sea asimismo una lengua de enseñanza.



B.S. La Generalitat asegura que garantiza el aprendizaje del castellano…
J.C.R. Esa frase requiere mucho matiz. Porque en cualquier caso, de ser cierta, el aprendizaje del castellano no lo garantizaría el modelo, sino el modelo auxiliado por la televisión, la calle o la familia. Aprender castellano no sería el mérito de una política educativa, sino algo que se ha externalizado. Pero es que a los padres no se les puede decir, vuestro hijo que aprenda el español en la calle.

 Porque, además, aquí hay que afinar con las palabras, porque lo que el padre quiere no es que aprenda el castellano, o conozca el castellano, sino que lo domine, y el dominio, esa relación de inmediatez con una lengua y de gusto por su acervo, sólo lo puede dar la vehicularidad. 

El padre quiere que su hijo domine el idioma, y ese deseo es completamente razonable, y ya vemos que aquí, en Canadá, es un derecho constitucional reconocido y respetado.

 Insisto, lo que pasa en Cataluña no se da en ningún otro sitio que yo conozca. Y lo absurdo del sistema lo revelan sus paradojas: ¿Cómo explicar que sea más sencillo estudiar en castellano en Alberta, Canadá, donde hay veintidós colegios bilingües inglés-español, que en Barcelona, hasta no hace mucho la capital cultural del mundo hispanoamericano?

 ¿Cómo explicar la mayor facilidad que se tendría para estudiar en español en una Cataluña independiente que en una Cataluña española? Porque el nuevo estado no negaría al Estado español, con el que se quiere tener una vecindad amistosa, las mismas facilidades que tienen el gobierno francés, italiano, alemán o japonés, para la apertura de colegios de su red pública en territorio catalán.

 Bueno, este conjunto de inconsistencias se explica, asumiendo que la finalidad del modelo vigente, basado en una inmersión obligatoria y total, no es pedagógica, sino política. 

 B.S. ¿No era pedagógica al menos en el principio? 
J.C.R. No niego que en el pasado la finalidad sí fuera pedagógica. El catalán era una lengua minoritaria y minorizada, era necesario rehabilitarla y se optó por ese modelo. Pero ese objetivo ya está conseguido. 

No hay ningún catalán de mi generación que no sepa hablar catalán. Los que denuncian la inmersión, como Albert Rivera, lo hacen en catalán. 
He escuchado con atención todas las razones que se aducen en defensa del modelo actual, y con toda la honestidad intelectual de la que soy capaz, creo que no se sostienen: se dice, por ejemplo, que el sistema se aplica con éxito y sin conflicto desde hace 35. No es verdad. El sistema no ha sido el mismo en los últimos 35 años, ha ido de más flexible a más intransigente. 
El conflicto existe, porque hay catalanes que quieren para sus hijos una educación en las dos lenguas y pelean por ello en los tribunales. Y no es un sistema de éxito porque los resultados académicos son mediocres. Se dice también que introducir el castellano segregaría al alumnado: tampoco es cierto: segrega las materias, tantas en una lengua, tantas en otra.
 El TC ha dicho mil veces que es legítimo que el catalán sea el centro de gravedad, pero no al precio de reducir el castellano a la extranjería. Tampoco es cierto que el sistema garantice el dominio de los dos idiomas; el conocimiento tal vez, el domino no. No hay pruebas homologables en todo el Estado que permitan verificar este punto. Y por supuesto el sistema no tiene aval internacional alguno.
Aquí es muy recomendable el libro de Mercé Vilarrubias, “Sumar y no restar” una profesora de Sabadell de lengua materna catalana que refuta el oficialismo con contundencia. El estrambote es que el establishment catalán pague para sus hijos la educación bilingüe o trilingüe que niega al conjunto de la sociedad.
 Pues miren, mi hija es catalana, en mi casa se hablan catalán y castellano, y quiero esa educación bilingüe para mi hija; no voy a aceptar que nadie me llame anticatalán o maltratador de niños (Muriel Casals dixit) por eso.



B.S. Pero los catalanes viven con naturalidad el bilingüismo en su vida diaria. 

J.C.R. Claro. Es otra de las paradojas. La sociedad catalana es, por regla general, muy considerada, y por deferencia se cambia al castellano en presencia de alguien que no maneja bien el catalán. Eso es muy estimable y de agradecer, porque no tendrían obligación.
 Es esta cortesía la que hace que muchos despistados de Madrid vengan y digan “¡pero si aquí no pasa nada!” Claro que pasa algo: hay legítimas aspiraciones insatisfechas y hay estigmatización institucionalizada. 
El gobierno catalán se sirve de la amabilidad de los catalanes para tapar una política intransigente y poco amable. Es curiosa la manera que a veces tenemos los ciudadanos de delegar lo peor de nosotros en nuestros representantes.



B.S.¿Cuál podría ser la fórmula para equilibrar el aprendizaje del castellano y de las lenguas propias en España? ¿Qué opina de la reciente resolución del TSJC de fijar un 25% de clases en castellano en algunos colegios catalanes?
J.C.R. Bastaría que algunas asignaturas troncales se dieran en castellano, aunque no llegaran al 50%. Estoy convencido de que con esa medida, tan sencilla y factible, todas las discusiones se sosegarían.

 No consigo que nadie me explique qué tremendo perjuicio traería eso al catalán. Los tribunales, que en ausencia de ley se ven obligados a arbitrar soluciones en equidad, hasta ahora dejaban a la Generalitat fijar el porcentaje de clases en español. 

Ahora, hartos del ninguneo, se atreven a fijar ellos mismos el porcentaje. Una ley como la que propongo lo resolvería. Un 25% es razonable y negarse a eso es fanatismo. No aconsejo a los nacionalistas catalanes ir a la ONU o a Bruselas y decir “los malvados españoles quieren acabar con el catalán imponiendo en nuestros colegios un 25% de las clases en español”. 

Mejor que no lo hagan, porque cualquier tercero imparcial y sereno, que a lo mejor viene de un país verdaderamente oprimido, pensaría que está en presencia de un frívolo o un histrión.(...)

B.S. Muchas gracias por esta entrevista.

J.C.R. ¿Puedo terminar con una cita?



B.S. Por supuesto.

J.C.R."Creo que es justo decir también que el derecho a la lengua materna es un derecho del hombre, un requisito pedagógico de la máxima importancia ... Cambiar de lengua en la niñez dificulta extraordinariamente la capacidad del niño. Nosotros nunca vamos a obligar a ningún niño de ambiente familiar castellano a estudiar en catalán".
 ¿Sabe quién dijo eso? Ramón Trías Fargas, dirigente histórico de CIU, en 1978, durante la Comisión Constitucional que debatía el Art. 3 de la Constitución. Viene citado por José María Ruiz Soroa, un hombre riguroso con sus fuentes, en “Tres ensayos liberales”. Los nacionalistas catalanes deberían andarse con cuidado antes de hablar de deslealtades."                   (Entrevista a Juan Claudio de Ramón, Esquerra sense fronteres,  19/02/2014)