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9/7/21

La deriva fascista 'a la hungara' del nacionalismo catalán: 'El gran conflicto de los próximos tiempos será entre quienes son de un lugar, como Viktor Orbán, y los que no quieren ser de ninguna parte, como Justin Trudeau. Los catalanes. Los catalanes de toda la vida, que ya no son la mayoría y no pueden integrar a nadie- aspiran, como siempre tarde y mal, a una soberanía como la que Hungría se esfuerza por mantener

Roger “Four Freedoms” Senserrich @Egocrata

En el fondo, nada que no hubiera escrito Torra antes.
 
"Un fantasma vuelta por Europa, el fantasma del euroescepticismo. 
 
En las últimas elecciones al Parlamento de la UE, en 2019, se calcula que unos 240 escaños, de un total de 705, se pueden considerar ocupados por representantes de varios partidos que no comulgan con la dogmática de Bruselas. Nacionalpopulistes es el término más amable con la que los califican los medios alineados con la UE, que son la mayoría. TV3 ya ve una amenaza totalitaria. 
 
El Reino Unido se ha ido y no parece que se haya hundido como la Atlántida, a pesar de los vaticinios en contra; John Carlin llegó a decir que el Brexit era "la victoria de la ignorancia, el populismo y la estupidez total". Ahora son Polonia y Hungría que sienten invadida su soberanía por las intromisiones de la Europa comunitaria. Los temas más conflictivos son la política demográfica y la ideología de género. La idea clave la ha formulado el presidente semestral de la UE: "Sólo podemos estar juntos en esta unión si compartimos y defendemos los mismos valores." Parecía una unión basada en la defensa de los intereses comunes, pero ahora nos hablan de valores. 
 
 ¿Quién decide cuáles son estos valores ?, porque por sufragio universal no los han determinado. ¿Y quien cree que son tan buenos para imponerles, mediante chantaje económico, a los demás? La cuestión es, como siempre, el que manda.
 
 El sábado 26 de junio el gobierno de Hungría, presidido por Viktor Orbán, puso un anuncio de plana en el diario ABC para manifestar su desacuerdo con lo que llama "el imperio europeo". Hungría en el siglo XIX logró transformar el imperio austriaco en el imperio austrohúngaro, y al XX pasó casi medio siglo sometida al imperio soviético: una cierta sensibilidad por estas cuestiones bien debe tener. Rechazan el proceso de crear una "unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa", como establece el artículo primero del Tratado sobre la UE; creen que las decisiones las deben tomar dirigentes electos, no "ONG internacionales" que no responden ante nadie, y proponen "aumentar el papel de los parlamentos nacionales".
 
 Se adivina una visión de Europa confederal, contraria a la Europa federal unitaria que ahora se está imponiendo; en este modelo alternativo, cada estado tendría la última palabra en los asuntos que le conciernen y las soberanías se mantendrían como las hemos conocidas desde la Paz de Westfalia. Así, el gobierno húngaro actual -al menos hasta que las maniobras europeístas no consigan derribar-lo- tiene la idea de mantener una Hungría húngara, de no renunciar a una política demográfica propia, de rechazar la imposición de cuotas de inmigrantes, de declinar la apología del hermafroditismo y del transformismo sexual que está haciendo estragos esta temporada.
 
 Los catalanes -los de toda la vida, que ya no son la mayoría de los habitantes de Cataluña y no pueden integrar a nadie- aspiran, como siempre tarde y mal, a una soberanía como la que Hungría se esfuerza por mantener y que estados más importantes se han resignado a descuidar; por ejemplo, el Canadá tal como lo entiende su primer ministro Justin Trudeau: "No hay una identidad central, ni una corriente cultural dominante en Canadá. Hay valores compartidos: apertura, respeto, compasión ... Estas cualidades son las que nos hacen ser el primer estado posnacional. " Renunciar a la propia identidad a cambio de esta palabrería no parece un buen negocio.
 
 Pero en cambio los catalanes, quizá por pereza de pensar en ello, se tragan todas las novedades de la globalización y dan por buenas las consignas que llegan de la UE y de más cerca. Todo el mundo sabe que con una natalidad próxima a la extinción, sin poder recuperar la potencia industrial de otros tiempos, con unas cargas impositivas hiperbólicas, unos políticos que parecen complacerse a expulsar empresas y un orden público camino de Mad Max, no se llega ninguna parte; todo el mundo lo sabe pero prefiere no hablar de ello. Incluso está mal visto constatar que el catalán de los medios de comunicación se ha convertido casi un dialecto del castellano.
 
 El gran conflicto de los próximos tiempos será entre quienes son de un lugar, como Viktor Orbán, y los que no quieren ser de ninguna parte, como Justin Trudeau. La aspiración extenuante a un estado nacional y la aceptación de las imposiciones que llevan directamente a un horizonte posnacional es una contradicción manifiesta que explica por qué nadie espera que Cataluña tenga ningún papel en este conflicto."                (Manuel Castaño, El Punt Avui, 08/07/21)

11/6/20

Las lenguas de Cataluña. Los 392.000 residentes extranjeros de Barcelona representan 175 nacionalidades y hablan un total de 300 idiomas. Estos catalanes multilingües tienen un enfoque fluido del lenguaje que no está ligado a la identidad. Ven el lenguaje más como una herramienta o un estado de ánimo

"No hay turistas en Barcelona,​​ninguno, y como resultado uno podría imaginar que, sin todos los extranjeros, los únicos idiomas que oiría hablar serían el catalán y el castellano. Pero, de hecho, escuchas muchos otros idiomas, en particular italiano, francés e inglés, pero también ruso, urdu y mandarín, entre otros.

Esto no debería ser una sorpresa dado que alrededor de una quinta parte de la población catalana nació fuera de España, una cifra que se eleva a casi el 25% en Barcelona y al 40% en Salt. Según un informe publicado el año pasado por la ONG Linguapax, los 392.000 residentes extranjeros de Barcelona representan 175 nacionalidades y hablan un total de 300 idiomas.

Cada pocos años, la Generalitat de Catalunya realiza una encuesta en la que se pregunta a los encuestados cuál es su idioma preferido, el catalán o el castellano, y en qué medida se identifican como catalán, español o una mezcla de ambos. No hay otras opciones.

A veces te preguntas dónde viven las personas que componen estos cuestionarios, precisamente no en el área metropolitana de Barcelona, ​​donde habitan cerca de dos tercios de la población. ¿Se les escapó la noticia de que la mujer que les sirve el café es probablemente latina o china, que la persona que cuida a su madre en la residencia probablemente sea de Colombia o Ecuador, que el ingeniero de Telefónica sea boliviano o peruano, que el taxista es de Pakistán?

Una nueva generación, los hijos e hijas de estos inmigrantes, han crecido y han sido educados en catalán, pero también hablan español y los idiomas de sus padres con fluidez. Pueden quedar fuera del campo de visión de la Generalitat, pero sus puntos de vista señalan el camino hacia un futuro multicultural y multilingüe para Catalunya que difiere de la hoja de ruta oficial.

“La idea de que simplemente marcando una casilla puede suscribirse a un idioma o identidad en particular va en contra de la comprensión actual sobre la complejidad de la realidad lingüística”, dice Scott Thornbury, una autoridad líder en la enseñanza de un segundo idioma, que ha vivido en Barcelona por más de 30 años.

“Las opciones de idioma, especialmente para los multilingües, son invariablemente locales y están acordadas, dependiendo de con quién estamos hablando, sobre qué, dónde y por qué. Y la correlación entre lenguaje e identidad se complica por el hecho de que las identidades en sí mismas no están talladas en piedra. Las identidades son fluidas y multifacéticas”.

Entrevistamos a siete jóvenes que crecieron en Barcelona hablando al menos un idioma además del catalán y el castellano y que tienen al menos un padre extranjero. Todos menos uno han sido educados en el sistema escolar catalán.

La identidad del idioma deriva de una combinación de experiencia, filiación y herencia. Si bien estos hallazgos son anecdóticos y no son una muestra científica, se podría intuir que, a pesar de la enorme inversión financiera y política en la promoción del catalán, muchos de los llamados nous catalans sienten poca afinidad con el idioma o la identidad.

Estos catalanes multilingües tienen un enfoque fluido del lenguaje que no está ligado a la identidad. Ven el lenguaje más como una herramienta o un estado de ánimo o incluso como tonos musicales, con algunos sentimientos que se adaptan mejor a un tono que a otro. Varios de ellos eligen diferentes idiomas para expresar enojo y tristeza, por ejemplo.

Tomemos el caso de Inés Carballo Rolph, de 18 años, cuya madre es inglesa y su padre español. Ambos idiomas se usan igualmente en casa. Al igual que muchos hablantes trilingües, Inés no siente que tenga una lengua materna. “Lo mezclamos mucho”, dice ella. “No hay un idioma predominante en la casa. Hablo español con mi hermano, pero hablamos mucho catalán cuando estamos fuera de casa”.

Dani Yao, de 19 años, dice que tiene tres lenguas maternas: mandarín estándar, español y catalán, pero se siente como en su salsa en español, aunque habla chino con sus padres y una mezcla de chino y español con su hermano menor. 

Se identifica como chino. “Soy un chino españolizado”, dice, y admite que, aunque habla catalán, “cuando estoy con un grupo de personas que hablan catalán, me siento un poco afuera”.

Laura Tejada Szabó, de 12 años, dice que siente que es una mezcla. Se considera catalana y española, “pero que tiende al español”. Ella habla inglés con su madre húngara pero su padre es de República Dominicana y el español es la lengua franca de la casa.

“Ahora la gente piensa que si hablas en catalán debes ser independentista y si hablas español eres de la ultraderecha”, dice Laura. Desarma viniendo de alguien tan joven.
Para Neus Magrinyà Thomson, 23 años, madre escocesa, padre catalán, el idioma principal en el hogar es el inglés, incluso con su hermana, aunque habla catalán con su padre y la mayoría de sus amigos.

“Si hablo de cosas académicas, me siento más cómoda en catalán porque eso es lo que me enseñaron”, dice Neus. “Cuando se trata de mis emociones, me resulta más fácil hablar en inglés. Pero siempre he pensado que al ser trilingüe tengo un pequeño déficit en los tres”.

“Si escribiera una novela sería en inglés o español”, dice ella. “No encuentro el catalán tan intuitivo”.

El español es el idioma común en la familia de Jan Groeneveld i Sousa, de 18 años, aunque su madre es alemana y su padre catalán. Jan también escribiría una novela en español. “Hablo mejor en catalán pero escribo mejor en español, porque he leído mucho en español”.

“Hablo árabe y español con mi madre, árabe con mis abuelos, pero español con mi hermano y mis tíos”, dice Omar Hicham, de 21 años, nacido en Barcelona de padres marroquíes. “No hablamos catalán en casa”.

Omar no sabe leer ni escribir en árabe y, aunque su hermano menor lo entiende, no lo habla. Se siente más español, que era el idioma dominante en el patio de la escuela primaria y secundaria.

A diferencia de los demás, todos educados en el sistema escolar catalán, Oscar Dayon de Grenet, de 14 años, siempre ha ido a escuelas francesas. Su madre es italiana y, mientras su padre creció en Inglaterra, sus padres eran franceses y españoles. Como resultado, Oscar habla con fluidez cinco idiomas. Habla italiano con su madre, inglés con su padre y una mezcla de español e italiano con su hermana menor. Cuando la familia está junta, hablan inglés. Oscar dice que si escribiera una novela sería en francés, pero siente que el español es su lengua materna.

En común con su enfoque libre de lenguaje, ninguno de ellos tiene un fuerte sentido de identidad lingüística o nacional. Dani y Omar se auto-identifican como chino-español y marroquí-español. En cuanto al resto de los entrevistados, solo Neus se identifica como catalana, e incluso ella agrega que “siempre me aseguro de decir que soy medio escocesa”.

A pesar de tener un padre catalán, Jan dice: “Si estoy en Alemania digo que soy español, pero no por ninguna razón política, o si no, digo que soy de Barcelona. En algunos contextos, digo que soy alemán. Hablo los idiomas y tengo algunas cosas culturales de aquí, pero realmente no me identifico con ningún país”.

La identidad nacional tampoco es un asunto para Inés. “En Londres digo que soy española porque no creo que sea británica, pero en España diría que soy británica porque no soy española. Nunca me he identificado como catalana; Barcelona solo es la ciudad en la que crecí. No tengo ninguna conexión emocional con el idioma o el lugar. Siento una conexión con los lugares de donde proviene mi familia [Galicia y Londres] pero no siento una conexión con España para considerarla mi nación”.

Oscar, a pesar de tener padres italianos e ingleses y de haber sido educado en francés, dice que se siente español, pero que apoyaría a Italia contra España en el fútbol. Recientemente apoyó al Napoli, el equipo de la ciudad natal de su madre, contra el Barça.
Alrededor del 98% de los catalanes entienden y hablan el catalán, una cifra con la que los defensores del idioma irlandés o galés solo podrían soñar, y sin embargo, la propia investigación de la Generalitat muestra que el número de ciudadanos para quienes el catalán es el idioma de primera elección se ha mantenido obstinado en torno a 35%. A pesar de décadas de inversión financiera y política en la promoción del catalán y a pesar de ser el idioma oficial de la educación, el español sigue siendo el idioma de preferencia para más de la mitad de la población. ¿Por qué?

“El español se ha convertido en el idioma social, que no es lo que la gente esperaba que sucediera”, dice David Block, profesor de ICREA en sociolingüística en la Universitat Pompeu Fabra, que ha tenido estrechos vínculos con Cataluña desde la década de 1970. Esto se debe en parte a la forma en que Internet y las redes sociales han potenciado aún más el español y el inglés, cree, además del hecho de que el catalán no se percibe como “tan guay”.

“Parte de esto se debe al trato a los inmigrantes, ya que a los africanos, chinos y asiáticos del sur directamente son denegados por los catalanohablantes que no les dan la oportunidad de expresarse con ellos en catalán porque tienden a perfilarlos racialmente”, dice.

A pesar de la educación catalana casi universal, a muchos catalanes todavía les cuesta creer que una persona de origen africano o asiático pueda hablar su idioma, lo que refuerza la impresión entre muchos inmigrantes de que el catalán no es para ellos.

“La investigación muestra que muchos jóvenes latinos no se identifican con el catalán”, dice Block. “Lo ven como el lenguaje de la clase media, de conformidad y autoridad. Hay mucha desafección y esto se refleja con su rechazo hacia el idioma catalán”.

Sin embargo, ninguno de los jóvenes entrevistados para este artículo rechaza el catalán. Como hijos de inmigrantes, han tenido la experiencia inusual de adquirir no uno sino dos de los idiomas del país anfitrión. Para ellos, el catalán es solo una herramienta más.

Ellos son el rostro humano de la globalización, personas de ascendencia mixta, culturas e idiomas: las personas que la ex primera ministra británica, Theresa May, calificó como “ciudadanos de ninguna parte”.

Pero no están en ninguna parte, están aquí, y no todos serán asimilados en una identidad preexistente. La identidad es una negociación de diferencia, no una suma de lo viejo y lo nuevo, no la mitad y la mitad. Y eso también se aplica al lenguaje. Aún quedan por ver qué opciones culturales y lingüísticas tomarán sus hijos.

Como dice Neus: “Si tengo hijos, ¿en qué idioma les hablaría? Si mi compañero fuera inglés, les hablaría en catalán, pero si fueran de aquí, les hablaría en inglés. Y si hablaran otro idioma, no sé qué haría”.                   (Stephen Burgen , CTXT, 9/06/2020)

28/11/18

Toca cambiar la identidad... del andaluz vago, del charnego bruto... a... Andalucía, uno de los mayores exportadores del mundo en el sector aeroespacial y líder europeo en tecnología de drones. Igual que en Texas hay una industria petrolera, los andaluces deben concentrarse en desarrollar una industria solar...

"(...) En 1975 uno de cada dos andaluces estaba sin escolarizar, uno de cada cuatro era analfabeto, únicamente el 5% tenía estudios universitarios y solo el 15% había terminado la secundaria. Hoy el 25% de los andaluces tienen estudios universitarios y uno de cada dos jóvenes va a la universidad. En 1980 trabajaban 1,6 millones de andaluces, 400.000 en la agricultura. En 2018 han superado los tres millones de afiliados a la Seguridad Social y el empleo crece el 3% anual.

Un crecimiento del empleo desde 1980 que supera al promedio de España en 25 puntos porcentuales y dobla el crecimiento del empleo en la Unión Europea. Si lo comparamos con Grecia, Portugal o el sur de Italia el crecimiento es aún más espectacular. Y las exportaciones han pasado de 1.000 millones de euros a 31.000 millones en 2017 superando a Madrid y situándose como segunda comunidad autónoma más exportadora solo superada por Cataluña. 

La pregunta que surge es ¿por qué Andalucía tiene una tasa de paro tan elevada? La población ha crecido un 30% desde 1980 mientras en Castilla y León ha caído un 7% y en Galicia tienen la misma. (...)

Los andaluces deberían poner su mirada en 2030 como ha hecho Naciones Unidas en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y esa debe ser su prioridad un crecimiento más sostenible social y ambientalmente.

 El reto del cambio climático ha provocado una revolución energética y el sol es el petróleo del siglo XXI. Andalucía tiene el doble de horas de sol que nuestros socios europeos. Igual que en Texas hay una industria petrolera, los andaluces deben concentrar a sus mejores empresarios, ingenieros e investigadores para desarrollar una industria solar.

El 70% del comercio mundial pasa por el estrecho de Gibraltar. Los puertos andaluces deben conseguir que esos barcos paren para producir parte de su cadena de valor y crear empleos de calidad y no solo para cambiar de barco o cargarlos en un camión. África está despertando y Algeciras debe aspirar a ser el principal puerto europeo en 2030. Para ello es necesario modernizar el corredor central para conectarlo con Francia y el corredor Mediterráneo.

Andalucía es uno de los mayores exportadores del mundo en el sector aeroespacial y según la Comisión Europea es líder europeo en tecnología de drones. Inteligencia artificial, análisis de datos, ciberseguridad, blockchain, fintech, agricultura biorgánica, innovación social, atraer nómadas digitales, etcétera.

Como decía el filósofo el pasado es incierto y el futuro es ilusionante. Si los andaluces dejan de mirar al retrovisor y ponen las largas descubrirán su potencial para dar otro salto de saltamontes en las próximas décadas. Si no lo hacen ellos, otros ocuparán su lugar en la era de la tecnología global."      (José Carlos díez, El País, 23/11/18)

9/11/18

Sólo el 18% de los barceloneses rechazan su nacionalidad española...

"La encuesta de servicios municipales llevaba a cabo por el Ayuntamiento de Barcelona liderado por Ada Colau nos aporta un dato que deja bien a las claras como se sienten la inmensa mayoría de los ciudadanos de la capital catalana, dejando en mal lugar las innumerables actitudes separatistas de su actual alcaldesa.

Sólo el 18,8% de los barceloneses se considera únicamente catalán y rechaza su nacionalidad española. El 33,9% de ellos dice sentirse tan español como catalán, mientras que el 6,1% afirma que su pertenencia a España es más fuerte que a Cataluña. En el caso contrario encontramos que un 22,9% se sienten más catalanes que españoles, pero sin dejar de sentirse españoles. Por último, el 6,2% afirma que su sentimiento es únicamente español.  (...)"             (El Catalán, 01/11/18)


5/7/18

“Exilio es otra cosa. Es temblar por no saber si tu familia está bien”... ¿Tiembla Puigdemont?

"Julie Fernández nació en Lieja como pudo nacer en Stuttgart. Sus padres viajaban rumbo a Alemania cuando el tren se detuvo en la ciudad belga. Como él sabía francés y había minas cerca, se apearon. Igual que otros muchos españoles, pobres casi todos, tomaron el camino de la emigración en los años sesenta. En su caso lo hicieron también empujados por el miedo a ser detenidos por su participación en huelgas mineras. Hasta hoy. Hoy es noviembre de 2017. 

Y la hija de mineros asturianos, nieta de republicanos encarcelados en España y de exiliados en Francia durante la Guerra Civil, se mueve por las laberínticas estancias del Parlamento belga acompañada de varios asistentes. "Se tarda dos años en aprender a no perderse", dice con jovialidad, con una sonrisa que recuerda la naturalidad de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, también de origen español.




La diputada pide perdón por su castellano —casi perfecto— y fuerza una voz maltrecha por la dura sesión parlamentaria dedicada a la crisis en Cataluña. A sus 45 años, es una figura ascendente del socialismo valón. La llegada de Puigdemont y sus exconsejeros a Bruselas ha catalanizado la bronca política en Bélgica

 Y ahí la silueta de Fernández se ha agigantado en su denuncia del nacionalismo. "Es poner fronteras cuando mi ideal es que todas se derrumben. Un ideal que nunca conseguiré seguramente. El nacionalismo, sea flamenco o catalán como el que representa Puigdemont, es la ruptura de la solidaridad, y como socialista no puedo entender eso", dispara.

Nadie ha pedido con tanta insistencia como ella que el primer ministro belga, Charles Michel, se pronuncie sobre Cataluña, reconozca la unidad de España y aparque la ambigüedad de su discurso. Bélgica ha sido el país menos efusivo en su apoyo al Gobierno de Madrid. Condenó la violencia policial del 1-O. No así el referéndum ilegal. 

Y tampoco ha respaldado abiertamente la acción de la justicia española. "La crisis se ha vuelto belgo-catalana por las continuas declaraciones de los ministros separatistas. ¿La política exterior la dirigen ellos o el primer ministro y el de Exteriores? El porvenir de Cataluña depende del de España, y eso incluye a todos los españoles", defiende.

La historia personal de Fernández está íntimamente ligada a España. Los dos días de viaje en autobús de cada verano de su infancia y adolescencia rumbo a Grado, en Asturias, eran parte del ritual vacacional. De esos meses callejeros, de junio a septiembre si había buenas notas, entre las risas de sus amigas cuando aparecía con casetes de Victor Manuel tratando de impresionarlas.

 Ellas iban un paso por delante. Ya oían a Mecano o Alaska y Dinarama. La España de la emigración y el exilio se movía a otros ritmos. Parafraseando a Dickens, era el mejor de los tiempos y a la vez, era el peor de los tiempos. 

"La primera angustia, que no identifiqué como política en ese momento porque era una niña, es el golpe de estado en España". Tenía nueve años y pasaba los días en la Casa del Pueblo de Lieja. Mientras sus padres hablaban de política, ella aprendía a bailar la jota o flamenco entre emigrantes españoles. Con Tejero tomando el control del Congreso, sus padres se desvivían por contactar a sus abuelos llamando al teléfono de la vecina, la única del edificio con un aparato.

La socialista ha crecido entre historias del exilio. Su padre pasó parte de su infancia en una playa francesa, recluido en uno de los muchos campos de refugiados donde españoles huidos de la guerra se hacinaban bajo el régimen colaboracionista de Vichy. Cerca de allí robaba chocolate, pan y fruta en el almacén de una estación.

 Para Fernández, el uso que el antiguo Gobierno catalán hace del término está lejos de la realidad. "El exilio es otra cosa. Es estar temblando por saber si tu familia está bien o no. Saber cómo comer y dar un futuro a tus hijos en un país que no conoces. Es abandonar los sueños que has construido en tu país porque tu vida depende de huir para sobrevivir".

Julie Fernández Fernández se coloca las gafas solo para mirar el móvil o leer. Un día se le empezó a cansar la vista. Con dos apellidos así es fácil pensar que sus orígenes podían ser motivo de curiosidad, pero su trayectoria vital está marcada por la mezcla. En su clase solo había cinco alumnos belgas.

 Su marido tiene ascendencia congoleña. Y presume de que su hijo de siete años es resultado de toda esa argamasa. "Como belga, defiendo mi identidad española, y reconozco el derecho de cada uno a tener la suya propia. Pero eso no se debe usar contra la solidaridad", insiste.

Tardó en conocer el racismo que también sufrieron sus padres. Cuando buscaban piso en Bélgica todavía había carteles donde se negaba la entrada a perros y extranjeros. Por eso también se ha colocado como una gran crítica de los mensajes limítrofes con la xenofobia del secretario de Estado de Inmigración, Theo Francken. El mismo que tiende la mano a conceder asilo a Carles Puigdemont mientras cierra las puertas a los refugiados y utiliza expresiones como "hacer limpieza" para referirse a la detención de migrantes sin papeles en Bruselas. El activismo contra esa política migratoria le ha costado amenazas.

 El mes pasado recibió una carta en neerlandés insultándola entre dibujos de cruces gamadas. "¡Vuelve a tu país!", le escribieron ignorando, deliberadamente o no, que aunque sus raíces son españolas, su país es Bélgica.

No es de las que se dejan intimidar. Sus compañeros de partido la llaman la Pasionaria por el ardor con que defiende sus posiciones, desde las que denuncia la condición de caballo de Troya del nacionalismo flamenco, a las que acusa de estar al frente de las mismas instituciones federales a las que ha ido despojando de competencias en una suerte de deconstrucción del Estado.

 Pese al apodo, su herencia política socialista le lleva a identificarse con otros líderes. "Mi primera imagen política feliz es Felipe González y Alfonso Guerra alzando los brazos tras ganar las elecciones de 1982. Lo que no entendía de niña es que todos estaban muy contentos pero todos estaban llorando".

Su entrada en política fue temprana. Ha sido secretaria de estado y fue teniente de alcalde de Lieja a los 28 años, cargo que actualmente compagina con el de diputada y que le obliga a vivir entre su ciudad natal y Bruselas. Desde entonces, ha sido testigo del complejo juego de equilibrios necesario para que flamencos y valones se pongan de acuerdo. 

541 días llegaron a estar sin Gobierno tras los comicios de 2010. Por eso, apela al diálogo como única posibilidad de que la crisis catalana no se enquiste. Su experiencia en uniones está contrastada. Cada sábado es la encargada de oficiar las bodas en Lieja. Unos 600 matrimonios al año. "Se hace repetitivo, pero intento disfrutarlo porque es un momento único en sus vidas".




El exprimer ministro belga Elio di Rupo, socialista francófono al frente del Gobierno belga de 2011 a 2014, acusó a Mariano Rajoy de actuar como un “franquista autoritario” en su gestión de la crisis catalana. Julie Fernández no es partidaria del uso gratuito de la comparación con la dictadura que tanto ha proliferado en las últimas semanas. "Mi familia me ha explicado lo que era el franquismo. La España no democrática y sin estado de Derecho. Por eso no llamo franquista a nadie".                 (Entrevista a Julie Fernández, diputada valona, Álvaro Sánchez, 27/11/17)

6/4/17

Las élites españolas, vinculadas (voluntariamente sometidas) a las oligarquías europeas del norte, reproducen un relato basado la emulación de lo que tiene lugar en Francia, Alemania, Inglatera o Escandinavia

"(...) Angelo Tasca, historiador y confundador del Partido Comunista Italiano, describe perplejo como el Partido Socialista de su país en 1919 (punto álgido del movimiento obrero en Italia) abandona la consigna de la “constituente” (elaborada por el mismo partido 2 años antes), justo en el momento en el que todas las fuerzas políticas empiezan a reivindicarla, es decir, justo cuando se había vuelto hegemónica. En ese momento los marxistas del Partido empiezan a difundir la consigna de “crear soviets”. (...)

En cualquier caso, 1919 vio surgir otras expresiones de poder popular “a la italiana”, como lo fueron las poderosas “cámaras del trabajo”, que controlaban el comercio y el empleo de los municipios, hasta tal punto que los comerciantes de la ciudad entregaban las llaves de sus negocios a los trabajadores organizados en estas cámaras.
 Una vez más la dirección del Partido Socialista dio la espalda al “movimiento realmente existente”, y solicitó a la clase obrera el abandono de estas estructuras en pro de la creación de “verdaderos soviets”. Así, los marxistas en la Italia de aquél entonces (con honrosas excepciones) idealizaban lo que ocurría en Rusia, mientras eran incapaces de valorar la creatividad y el carácter revolucionariode su “proletariado nacional”

. Es conveniente volver aquí a aquel verso de Gabino Palomares: “Tú,hipócrita ,que te muestras humilde ante el extranjero pero te vuelves soberbio con tus hermanos del pueblo”. Antes de juzgar prematuramente a aquellos camaradas italianos, deberíamos volver al presente.
 Las feministas prefieren hablar de prostitutas antes que de cuidadoras, los ecologistas prefieren a Wangari Mathai antes que a la Mesa de la Ría de Huelva, el sindicalista revolucionario prefiere ir a conferencias de LAB (sindicato abertzale) antes que a una huelga de limpiadoras en Sevilla, y muchos socialistas de la academia prefieren analizar más rigurosamente la “Revolución Ciudadana” de Correa que el profano “fenómeno de Podemos”. Lo que está claro es que aquello que se vive, aquello que se conoce, carece de toda épica y emoción.

Pero en el contexto del Estado Español,y, en concreto, en las zonas de nacionalidad española del mismo, la cuestión se complica aun más. Las élites españolas, vinculadas (voluntariamente sometidas) históricamente a las oligarquías europeas del norte, producen y reproducen la enfermedad de la Malinche. La burguesía liberal española ha construido un relato en el que el camino de la modernidad concluye con la integración europea.
 Es el mantra de “los países del entorno”. Los procesos de legitimación de las grandes políticas nacionales en clave neoliberal se fundamentan por la emulación de lo que tiene lugar en Francia, Alemania, Inglatera o Escandinavia. España tiene que imitar al Norte si quiere salir de su sempiterno atraso.
 Así, los alemanes son descritos como laboriosos y cívicos, frente a los vagos y pícaros españoles (a pesar de que según la OCDE trabajamos más, y que nuestras tasas de delincuencia son mucho menores). Los ingleses son ahorradores y pragmáticos, frente al despilfarro (a pesar de que la deuda publica británica ha alcanzado ya el 89%) y la mentalidad quijotesca que predomina aquí (idea que difundía el cipayo Ortega Y Gasset) . (...)

La izquierda tampoco es ajena al virus malinchista que inoculan nuestras élites, lo que ocurre es que se incuba de otra manera. Para nosotros los alemanes siguieron una transición modélica (aunque prohibieron el Partido Comunista y tienen una constitución elaborada por norteamericanos) y las eventuales huelgas en Francia son un modelo a imitar (aunque ninguna gozó de la explosividad y carácter disruptivo del 15-M, y ni siquiera fueron huelgas generales en sentido estricto, como sí ocurrió aquí). 
España es un país racista, frente al cosmopolitismo nórdico (a pesar de que todas las encuestas demuestran lo contrario y que aquí ningún partido del arco parlamentario hace del discurso anti-inmigración el eje central de su campaña) 
Por último, nosotros mismos nos fustigamos con el genocidio americano, la reconquista, el franquismo,etc. En lugar de construir un relato nacional alternativo, aceptamos el dominante, lo tomamos en serio y cargamos sobre nuestras espaldas toda la responsabilidad, la culpa y la vergüenza. Aceptamos (incluso envidiamos) el patriotismo venezolano, cubano, griego,etc.
 Y nos parece impensable que algo así pueda suceder aquí, aquí sí se es comunista o se tiene una mínima “sensibilidad de izquierdas” sólo se puede experimentar una vascofilia acomplejada o decretar cualquier tipo de identidad nacional inexistente, o incluso declararse enemigo de toda construcción nacional, pero nunca español

. No se trata de que aquellos que hayamos nacido en Sevilla, Murcia o cualquiera de las zonas del Estado español en las que no existe una adscripción a una identidad nacional distinta de la española, practiquemos una suerte de chauvinismo étnico (a la manera de la derecha fascista) y nos proclamemos “hijos del Cid”, o nos dediquemos a practicar delirantes discursos acerca de “lo español”.
 Si no queremos caer en los peligrosos sofismas del nacionalismo conservador y fascista, tenemos que comprender la nación en términos exclusivamente políticos, como lo hacía Jonh Stuart Mills cuando definía la nación como un grupo de personas dispuestas a vivir bajo un mismo gobierno. Sólo así podemos enfrentar el problema de la soberanía desde una lógica nacional y progresista.

Pero claro, si no se acepta la existencia de una nación española, no hay lucha posible en clave de liberación nacional frente al imperialismo germánico o americano. Bruno Carvalho, periodista portugués describe lo absurdo que resultó el fervor pro-zapatista en su país tan sólo unos meses después de la firma de Maastricht. 
Los mismos que aceptaban Maastrich como única vía posible hacia la modernidad europea, los que estaban ofreciendo en bandeja sus países al saqueo alemán, se recreaban con un movimiento que, entre otras cosas, impugnaba el poder del Norte Global. Lo que allí era aceptable, aquí no. Ellos eran indígenas, eran latinoamericanos,nosotros blancos y europeos.

Incluso ahora, que una buena parte de la izquierda radical está comprendiendo la realidad imperial alemana, maquillada por el proceso de integración europea, se crean argucias teórico-políticas para no hablar de revolución bajo parámetros nacionales. Tanto desde la Nueva Izquierda , como desde el poscomunismo,o, como viene siendo habitual, desde el trotskismo, empieza a estar de moda la idea de “la Unión de los Pueblos del Sur”. 
Pero ni que decir tiene que los procesos políticos siguen y seguirán siendo en clave nacional, la realidad es que los marcos cognitivos de nuestros pueblos siguen atrapados entre los moldes del Estado-Nación, los cosmopolitismos y los europeismos de izquierda sólo tienen lugar en capas muy minoritarias e “instruidas” de nuestras sociedades. Las movilizaciones son organizadas, convocadas y realizadas en unmarco nacional, aunque sean más o menos contagiosas. Los procesos electorales de primer orden son y seguirán siendo nacionales. 
Por otra parte, el inglés sigue sin ser una auténtica lengua puente entre las masas populares europeas (y mucho menos entre las de la periferia europea). Y, lo que es más importante, el desarrollo económico, social e histórico-político, incluso en Europa del Sur, es completamente asimétrico. De manera que es imposible soñar con “la revolución permanente” de Trotksy , el Plan B de Varoufakis o la unidad de los gobiernos del cambio que predican Garzón, Iglesias y Errejón. 
La imagen mítica de una revolución continental la heredan los primeros socialistas de las experiencias de 1820,1830 y 1848. Pero no podemos olvidar que aquellos no eran otra cosa que procesos nacionales que abrían ventanas de oportunidad a otros procesos nacionales (amén del fuerte componente nacionalista de muchos de estos). En resumidas cuentas, y con ánimo de provocar: “la revolución será nacional o no será”.

No queda más que concluir que si queremos transformar nuestra realidad autóctona tenemos que contar con nuestros propios sujetos autóctonos. Nuestra revolución no la van a importar Maduro ni Tsipras, ni la van a hacer los kurdos, ni los palestinos. Y, por supuesto, de ser, sería un proceso en el que se identifique la mayoría, no sólo las subjetividades marginales que tanto inspiran a la izquierda posmoderna. (...)"                   (La izquierda y la Malinche)

18/9/15

Isabel Coixet: “Nos llaman botiflers, españolazos, charnegos, desgraciados y hasta cosmopolitas”

"Somos lo peor de cada casa. Y somos muchos. Más de lo que parece. Más de lo que todo el mundo cree. Pasamos casi desapercibidos, caminamos de puntillas. Somos los tímidos que nos callamos en las discusiones porque lo nuestro no es discutir, los que no sabemos a quién votar porque nos parece que la votación está mal planteada de raíz, los que estamos encerrados con un solo juguete y ansiamos salir porque pensamos que sin juguetes, ahí afuera, también se puede jugar. 

Nos dan apuro los gritos, los himnos, las marchas, las banderas, los discursos. No son para gente de nuestra calaña, pero somos perfectamente capaces de tolerarlos y de respetar a los que vibran con ellos aunque carezcamos de ese esquivo gen que nos permitiría pasarlo en grande en los pasacalles.  (...)

Somos como sombras que se arrastran en silencio, como los tipos de La invasión de los ultracuerpos, fingiendo que somos como los demás, aunque por dentro estemos apenados, acojonados y perplejos. 

Somos catalanes a los que la independencia y todo lo que supone nos da una pereza inmensa. Ciudadanos de cuarta, frívolos y vagazos, conscientes de estar cometiendo un sacrilegio espantoso por el que asumimos la penitencia y el castigo que caerá inexorablemente sobre nuestras cabezas. Ya lo he dicho: lo peor de cada casa. 

La idea de España no nos fascina, pero no nos repugna. No sabemos si los rumores sobre la lista negra de los catalanes de pacotilla son ciertos, pero por supuesto estamos a favor de su existencia: gente como nosotros no debería tener cabida ni voz en esta gran nación que, al parecer, se avecina.

No nos cogemos de la mano, no ponemos banderas en los balcones, nos quitamos, con educación pero con firmeza, de encima a los postulantes que llaman para contarnos la buena nueva. (...)

Lo malo es que no paramos de preguntarnos en bucle: ¿Tanto costaba relajarse un poco y aparcar las amenazas y los victimismos? ¿Tanto? ¿Por qué no dejaron en su momento el "y tú más" de patio del colegio? ¿Por qué?  (...)

Como nos sentimos en casa tanto en Olot como en Orense o en Orán, nos llaman, merecidamente por supuesto, botiflers, españolazos, charnegos, desgraciados y hasta cosmopolitas.  (...)

Creemos que la historia no es un memorial de agravios, sino un instrumento para aprender de los errores. Pensamos y sentimos de otra manera: somos los pusilánimes que en su día votamos a Maragall confiando (sí, craso error) en que el diálogo político iría por otros derroteros: igualdad, justicia, fraternidad, solidaridad, honestidad, armonía, ayudar a los vecinos, sentido común... esas cosas que nos parecían fundamentales para construir una sociedad algo mejor y nos encontramos con una triple taza de caldo de un debate que en nuestra estúpida inocencia, creíamos perteneciente a otra época.  (...)

Somos tan ilusos que lo único que queremos es vivir en un lugar que se llame como se llame y tenga la bandera que tenga, pero en el que la justicia funcione sin trabas, los que mandan no metan mano a la caja, las carreteras tengan el firme en buen estado, los médicos y las enfermeras de la sanidad pública tengan tiempo para atendernos, donde cada uno pueda hablar y cantar y trabajar en el idioma que quiera, las escuelas públicas enseñen a los niños a pensar y algo de matemáticas y natación (sin exagerar lo de las matemáticas), la luz, el gas y el agua y un techo estén garantizados, los bares pongan un café decente y poca cosa más. 

Y donde, a ser posible, los discursos, a menos que los escriba David Foster Wallace, queden relegados a los banquetes de bodas o a los aniversarios de los centenarios de la familia.

Ahora, desde hace demasiados años, nos sentimos atrapados en el tiempo como Bill Murray en El día de la marmota, pero ni siquiera tenemos una Andie McDowell por la que merezca la pena despertar una y otra vez en el mismo día eterno y escuchar hasta el aburrimiento a Sony and Cher cantar I've got you babe. Seguro que hay cosas peores, pero ahora mismo no se nos ocurre ninguna. (...)"                  (   , El País 11 SEP 2015)

1/12/14

Miguel Poveda: 'Mas me cae fatal. Deja mal a los catalanes como yo'... "Este hombre lo mismo se cayó de la cuna y se dio un golpe en la cabeza"

"El cantaor Miguel Poveda (Barcelona, 1973) se ha despachado a gusto contra el presidente de la Generalitat, Artur Mas, durante su reaparición en Madrid en el ciclo del Centro Nacional de Difusión Nacional  'Andalucía Flamenca. El cantante catalán ha dicho estar un poco "dislocado" pero ha querido dejar clara al público que el presidente catalán le cae "fatal".

"Deja mal a los catalanes como yo. En Cataluña hay muchas más cosas que Artur Mas metiendo la pata. Este hombre lo mismo se cayó de la cuna y se dio un golpe en la cabeza. Igual cuando duerme es angelical, pero despierto es un hijo de su madre, como yo de la mía", ha dicho al público que abarrotaba este domingo el Auditorio Nacional, donde ha anunciado que publicará nuevo disco en febrero y ha adelantado algunos de los nuevos temas.

Artur Mas, ha recalcado, le cae "fatal" y le da igual decirlo porque él defiende a los catalanes como él y le da "mucha rabia" que "les esté dejando mal". Además, el artista ha reivindicado "la cultura universal, la de Carmen Amaya, la poesía, el arte, la que convive con el feísmo y el cotilleo".

"Perdonen el discurso, pero hay que manifestarse y defender los derechos de la humanidad", ha añadido el cantaor ante los aplausos del público."          (La Voz Libre, 01/12/2014)

12/10/14

Siscu Baiges: “El debate independentista nos aburre”

“Un buen día nos dijeron que teníamos que elegir entre papá y mamá. Que nuestra vida sólo podía circular en dos direcciones. Que teníamos que enfrentarnos a una disyuntiva donde no había lugar para las medias tintas. O A o B. (…) O con los españolistas o con los independentistas”. 

Así arranca el libro Los Ni-ni, ¿Qué hemos hecho para merecer esto?, del periodista Siscu Baiges (Barcelona, 1956). Un retrato desenfadado de aquellos que en el debate independentista de estos días en Cataluña navegan entre dos aguas. O más bien que prefieren quedarse en la orilla para atender a otros menesteres que consideran más importantes. 

El mismo autor se incluye entre los ‘ni-ni’: ni independentistas ni españolistas. “Comenzaron pareciendo una especie en vías de extinción pero hay quien cree que cada vez son más y que igual algún día, antes o después del 9 de noviembre, serán mayoría”, escribe Baiges.  (...)

La sensación de soledad que tienes cuando no te puedes identificar con un grupo que tenga una expresión pública clara y más o menos notable sí que es verdad que existe. Es una postura que no tiene demasiado eco porque en los medios lo que interesa es el enfrentamiento entre los que están en contra y los que están a favor. 

No es noticia que haya gente que no genere demasiada polémica. Pero esta sensación de soledad cada vez la tengo menos, creo que hay mucha gente que tiene esta sensación, que no vibra con estas cuestiones.  (...)

 Una parte de los motivos para escribir el libro, de explicar que ni una cosa ni la otra, es precisamente llamar la atención sobre las cosas que realmente creemos que son importantes. Si queréis hablar de cuestiones identitarias, hacedlo, pero no olvidéis que los problemas están aquí y debemos resolverlos ya, que no podemos esperar a que Cataluña sea independiente o que se cambie la Constitución o no sé qué para afrontarlos…

Personalmente creo que eso es una trampa, que los recortes no vienen porque España nos robe, aunque no ayuda demasiado la política que aplica el Gobierno español por lo que respecta a la imposición del déficit a las autonomías… Pero es la réplica en España de las obligaciones que te imponen desde Europa. Donde se debe ir si se quieren afrontar los problemas sociales es a Europa. (...)

No me preocupa tanto que Cataluña sea independiente o no, porque tampoco sé muy bién qué quiere decir, sino que sea lo que sea, resolver estos problemas. Si somos independientes y hacemos una renta garantizada de ciudadanía, si hacemos una Sanidad que no se privatice y no deriven a los enfermos hacia la privada para que se forren, pues fantástico.  (...)"            (Brais Benítez, La Marea, 13/09/2014)

2/9/14

La secesión no es un error, es un pecado, porque impone una elección política a unas personas que no tienen voluntad de tomar esta decisión

"(...) A lo que me opongo es al concepto de identidad, a la suposición de que o bien eres español o catalán, o eres quebequense o canadiense. Por ejemplo, ¿qué podemos decir de mí? Soy un canadiense inglés que hablo francés y el hecho de que hable francés forma parte de quién soy, no es solamente una competencia lingüística, es parte de mi identidad social, de mi identidad política. 

Y mi familia está enterrada en Quebec. Y en el debate entre Cataluña y España, ¿qué vamos a decir de las personas que tienen padre español y madre catalana o madre española y padre catalán?, ¿qué pasa con las personas que viven en Barcelona pero tienen sus antepasados en Galicia?

 Es decir, el proyecto nacional muchas veces te obliga a elegir. Los escoceses te dicen: "O escocés o británico" Pero hay cientos de miles de personas que son ambas cosas. 

Por lo tanto, el proyecto secesionista comienza con una suposición sobre la identidad humana que es totalmente falsa. Si el proyecto secesionista prevaleciera y Cataluña se separara después de un referéndum, de una declaración unilateral o como sea la independencia, dejarían a muchos seres humanos partidos en dos, desgarrados, con una parte de su identidad en un estado llamado Cataluña y la otra parte de su alma en España.

 A mí no me gusta que esto ocurra en Canadá, en España, ni en el Reino Unido. Porque me parece que todo se puede politizar, pero que la sabiduría y la política muchas veces no casan bien y a las personas no se las debe obligar a tomar decisiones existenciales contra su propia voluntad.

 Por lo tanto, creo que la secesión no es un error, es un pecado, porque impone una elección política a unas personas que no tienen voluntad de tomar esta decisión. La razón por la que la secesión de Quebec no funcionó -y nunca va a conseguirse- es que los quebequenses lo comprendieron que eso era así. 

Saben que viven en una sociedad en la que, por ejemplo, hay una persona que se llama Patrick Ryan, un hombre irlandés católico, pero que es francófono, que solamente habla francés. 

Y habrá gente cuyos nombres sean enteramente franceses de origen y que solo hablen inglés. Ese es mi país y así es vuestro país también. Esta es la razón por la que estas cuestiones tocan tanto las emociones.(...)"              ( , Cataluña, Escocia, Quebec: el ADN del nacionalismo, en Huff Post, 21/07/2014)

8/7/14

El vascuence se sigue empleando cotidianamente como elemento de exclusión, pues se asocia su falta de dominio con desapego al pueblo

"La identidad ideada por los hermanos Arana tenía tres elementos principales: una estirpe, una religión y una lengua. 

Los apellidos se fueron arrinconando, pues algunas de las familias que con más denuedo defendieron el vasquismo resultaron ser de origen francés (Chalbaud) o inglés (Horn); y el propio Luis Arana debió de cambiarle todos sus apellidos a su esposa catalana. Y aunque resulte una caricatura la película ‘Ocho apellidos vascos’, no deja de tener un fondo de verdad. 

En cuanto al catolicismo, éste ha ido desapareciendo del ideario nacionalista; aunque siga presente en el espíritu democrata-cristiano que informa la praxis de gobierno del PNV; empezando por la mencionada conferencia, que fue todo un canto al humanismo.

Para que sobreviviera lo fundamental del euskara, las autoridades nacionalistas decidieron sacrificar la literalidad del vizcaíno que hablaron los Arana, inventándose un idioma común –el batua– al estilo del hebreo moderno desarrollado por las autoridades de Israel. Vascos y judíos compartimos también numerosas diásporas, por lo que son muchos más los judíos que hablan inglés que los que hablan hebreo, siendo así mismo mucho más numerosos los vascos castellanoparlantes que los euskaldunes. 

Con más y menos justificación, parte de las poblaciones judía y vasca comparten la convicción de estar en «peligro de extinción»; razón por la cual muchos vienen apoyando la sistemática intolerancia hacia los que no consideran suficientemente comprometidos. 

Los judíos ultraortodoxos censuran a sus conciudadanos laicos por inmorales y no ser suficientemente firmes frente a los palestinos; mientras que muchos nacionalistas piensan que son «poco o nada vascos» quienes no apoyan a los partidos separatistas. Dos categorías autodesignadas de pertenencia al grupo.

El pasado domingo, un anciano trabajador bilbaíno que no pudo aprender euskara de niño, y que lleva más de cincuenta años arraigado en un pueblo guipuzcoano, se me quejaba de que todavía algunos le incordian en la taberna diciéndole que no es vasco.

 No es una excepción; el vascuence se sigue empleando cotidianamente como elemento de exclusión, pues se asocia su falta de dominio con desapego al pueblo. Presión social que en el ámbito rural puede llegar a ser importante, dado que son menores los ámbitos de socialización.  (...)

En mi opinión el concepto de identidad, con su inevitable connotación del ‘nosotros como oposición a ellos’ es el problema de fondo de la intolerancia y desconfianza; en Euskadi y en todas partes. Las identidades colectivas, incluidas las ‘historias nacionales’, se elaboran alrededor de resistencias a enemigos reales o exagerados.

 En nuestro caso, la negación de los hechos singulares vascos por gobiernos centrales en algunos periodos de los siglos XIX y XX no debería de servir de excusa para seguir afirmando que una identidad española es enemiga de la vasca o supone su negación. Para empezar, porque la llamada ‘identidad española’, en singular, y tal y como la configuró el franquismo, es una manipulación.

 El escritor norteamericano Inman Fox, en ‘La invención de España’ (1997) demostró cómo creaciones literarias y artísticas fueron empleadas para formular un imaginario unitario alrededor de Castilla. Lo mismo se puede decir del ‘Bizkaia por su independencia’ de Sabino Arana; aunque sea de mucha menos calidad literaria que las obras de Unamuno, Baroja o Maeztu. 

En la actualidad las personas nos identificamos con asuntos culturales y deportivos provenientes de todas las partes del mundo, porque las comunicaciones nos permiten elegir entre una amplísima oferta, porque se viaja y se conoce a personas de lugares alejados y porque nuestras carreras profesionales nos llevan de un lado para el otro. Por ello lo que nos define es cada vez más complejo y –además– va mutando con la edad. 

Hablar de identidad, en singular, y de forma estática, es un despropósito. De la lucha entre los grupos sociales predominantes en el campo tradicionalista (carlistas) y de las ciudades cosmopolitas (liberales), que estuvo en el trasfondo de nuestras luchas del siglo XIX, se ha pasado a una situación más compleja. 

Por ejemplo, la izquierda abertzale, de predominante implantación rural, mezcla elementos identitarios tradicionales (el euskara y las decisiones asamblearias) con causas globales (la ecología y el rechazo de las multinacionales); también gobierna San Sebastián, ciudad de gran tradición liberal, que cuenta con la arquitectura más afrancesada de España. 

Dado que cada vez tienen menor vigencia los estereotipos y las identidades colectivas, los gobernantes deberían de interferir lo menos posible en la decisión individual de cada persona sobre tratar de ser lo que quiera."            (EL CORREO 03/07/14,  IGNACIO SUÁREZ-ZULOAGA, en Fundación para la Libertad)

16/5/14

'El último de la fila' se disolvió porque Quimi Portet "empezaba a estar incómodo con el tema lingüístico"

"El cantante y compositor Manolo García, ex componente de El último de la fila, ha revelado en una entrevista para Jot Down que el grupo se disolvió, tras una década y media de vida, porque Quimi Portet -el otro miembro del dúo- "empezaba a estar incómodo con el tema lingüístico". El grupo catalán utilizaba habitualmente el castellano en sus canciones.

"El tema de la lengua para él es importante, él es catalán. Yo soy de los 'otros catalanes': soy catalán, evidentemente, y con todo el orgullo, pero mi lengua materna es el castellano. 

A él le apetecía que hiciéramos alguna canción en catalán, y yo encantado, hicimos alguna canción con Maria del Mar Bonet, en algún vídeo está ya algún guiño mío como lo de 'que soc de Barcelona i em moro de calor, de cara a Quimi, para hacerle reír un poco y complacerle a él. A mí me era indiferente.

 Yo defiendo absolutamente que los catalanes hablen catalán, evidentemente, y yo puedo hablar catalán, pero no tengo esa sensación de patria, igual que tampoco la tengo de patria española. A mí lo de los Estados y los Gobiernos no me interesa nada", ha explicado. (...)"         (Crónica Global, 16/05/2014)

6/5/14

La reciente derrota electoral de los secesionistas en el Quebec debe servir de lección a los separatistas de toda Europa

"(...) De hecho, la gran paradoja de la época actual de mundialización es la de que la búsqueda de la homogeneidad ha ido acompañada de una añoranza de las raíces étnicas y religiosas.

 Lo que Albert Einstein consideró una “fantasía maligna” sigue siendo una potente fuerza incluso en la Europa unida, donde el nacionalismo regional y el nativismo xenófobo no están a punto de desaparecer precisamente. 

En las guerras de los Balcanes del decenio de 1990, comunidades que habían compartido algunos paisajes durante siglos y personas que se habían criado juntas y habían ido a las mismas escuelas se combatieron ferozmente. Por utilizar una expresión freudiana, la identidad quedó reducida al narcisismo de diferencias menores.  (...)

el nacionalismo etnocéntrico ha de distorsionar por fuerza las relaciones de un pueblo con el resto del mundo. El sionismo es un ejemplo apropiado. La ideología ilustrada de una nación que resurgió de las cenizas de la Historia ha pasado a ser una fuerza obscura en manos de una nueva minoría social y política que ha pervertido esa idea. El sionismo se ha descarriado como paradigma definitorio para una nación deseosa de encontrar un puente con el mundo árabe circundante.
La Unión Europea, comunidad política construida con un consenso democrático, no fue establecida para provocar el fin del Estado-nación; su propósito ha sido el de convertir el nacionalismo en una fuerza benigna de cooperación transnacional.

 De forma más general, las democracias han mostrado que pueden conciliar la diversidad multiétnica y multilingüe con la unidad política general. Mientras haya grupos particulares dispuestos a abandonar la política de secesión y abrazar lo que Habermas llamó “patriotismo constitucional”, se puede descentralizar la adopción de decisiones políticas. (...)
La reciente derrota electoral de los secesionistas en el Quebec debe servir de lección a los separatistas de toda Europa. Decenios de incertidumbre constitucional hicieron que hubiera legiones de empresas que abandonaran el Quebec, lo que arruinó a Montreal como centro empresarial. Al final, los quebequenses se rebelaron contra la falsa ilusión de que el Estado del que querían separarse se pondría, alegre, al servicio de sus intereses.
Asimismo, si los nacionalistas lograran convencer a la mayoría de los escoceses para que votaran por la secesión este otoño, la hemorragia, ya de antiguo, del talento y del capital de Escocia podría acelerarse. Vemos un riesgo similar en el intento de conseguir la independencia de Cataluña respecto de España.

El Estado central siempre tiene sus responsabilidades en materia de construcción nacional.  (...)

Piénsese, en cambio, en la anexión por Italia del Tirol meridional, región de habla predominantemente alemana. Se adoptó esa decisión en la Conferencia de Paz de Versalles después de la primera guerra mundial sin consultar a la población, el noventa por ciento de la cual era de habla alemana.

Sin embargo, actualmente el Tirol meridional goza de una amplia autonomía constitucional, incluida una plena libertad cultural y un régimen fiscal que deja el 90 por ciento de los ingresos tributarios en la región. La pacífica coexistencia bilingüe de los habitantes de esa provincia puede ser una lección tanto para los gobiernos centrales rígidos como para los movimientos secesionistas carentes de realismo de otras partes.

Por ejemplo, una reciente encuesta de opinión no oficial mostró que el 89 por ciento de los residentes de la norteña “Republica Véneta” apoyan la independencia, pero, aunque el deseo de los venecianos de separarse del sur más pobre podría parecer familiar a otras regiones de Europa que se sienten agraviadas de tener que subvencionar a otras regiones  supuestamente incompetentes, se puede llevar la política de secesión hasta extremos absurdos.
Escocia podría alcanzar esos extremos. Los residentes en las islas Shetland, Órcadas y  Occidentales están pidiendo ya el derecho a decidir si seguir formando parte de una Escocia independiente.

Podemos imaginar fácilmente que el Gobierno de Edimburgo se opusiera a los nuevos secesionistas, del mismo modo que Westminster se opone a la independencia de Escocia actualmente.
Cuando el historiador Ernest Renan soñó con una Confederación Europea que superara el Estado-nación, no podía imaginar aún el problema planteado por microestados y paraestados. Creía que “el hombre no es un esclavo ni de su raza ni de su lengua ni de su religión ni del curso de los ríos ni de la dirección seguida por las cadenas montañosas”. Puede ser, pero aún no se ha demostrado."                 (Shlomo Ben-Ami, Project Syndicate, 05/05/2014)

29/1/14

Nacionalistas critican al futbolista Puyol por llamar Manuela a su hija... “Manuela, un nombre súper catalán… Pobre criatura”

"(...) “No puedo olvidar tu imagen besando la bandera de capitán del Barça ante el Bernabéu después de marcar y ahora llamas Manuela a tu hija. ¿Te has vuelto loco? Se merecía Montserrat o Merced.

Después de leer los comentarios veo que la mayoría piensa igual”, decía un usuario en ‘Ara’. “Pensaba que eras más catalán. Mucho llevar el brazalete con la ‘senyera’, pero chico, te has retratado”, añadía otro.

"TIRAN MÁS DOS TETAS QUE EL CATALÁN"

“¿Manuela? No me lo puedo creer. Y pensar que eres de Pobla de Segur”, “¿No le podrías haber puesto un nombre catalán?”, “Ahora entiendo porque en las celebraciones olvida muchas veces el Visca Catalunya”, “¿Manuela? Carles, y el catalán para la intimidad como Aznar, ¿no?”, “Manuela, un nombre súper catalán… Pobre criatura”, “¿Manuela?

Con lo catalán e independentista que es Puyol, seguro que ese nombre se debe a presiones externas”, “No olvidamos que juega con la ‘Roja’, es un ‘botifler’ (traidor a la causa catalana). Me han comentado un amigo que en su DNI pone Carlos”, comentaban otros usuarios.

Pese a que eran también muchos los que defendían que la pareja pusiera a su hija el nombre que quisiera y que se puede ser igual de catalán escogiendo un nombre español, otros muchos seguían criticando a los padres e incluso algunos veían a Vanesa Lorenzo detrás de la decisión, pese a que ésta es de Barcelona:
 “¿Manuela? Puyol, tiran más dos de tetas que el catalán”, “Manuela, nombre en castellano, ya sabemos quien lleva los pantalones…”.

También otros llamaban la atención sobre el hecho de que en los últimos nacimientos en ‘Can Barça’, los padres no hayan apostado por nombres catalanes, como Milan (Gerard Piqué y Shakira), Lia (Cesc Fábregas y Daniella Semaan) o Dylan, Kai y Vera (Víctor Valdés y Yolanda Cardona) “Niños ricos sin identidad que juegan con la ‘Roja’”, “¿Es que no saben poner nombres catalanes y normales en este grupo?”, criticaban algunos."            (La Voz Libre, 29/01/2014)


"En defensa del Manuela de Puyol.

 El nombre de la hija del capitán del Barça, Carles Puyol, Manuela -en honor a la abuela materna- ha sido motivo de polémica estos días, después de que algunos independentistas criticaran en las redes sociales la elección de un nombre castellano por parte de la pareja -alguno dice molesto también que en el DNI de Puyol dice Carlos-. Las críticas a Puyol fueron noticia en muchos medios de comunicación estatales, así como tema de tertulia en diferentes televisiones.

Sin embargo, también desde Cataluña han surgido voces que han defendido la libertad de los padres para elegir el nombre que quieran. Una de estas voces es la de Alfonso Arús, director y presentador de Arucitys en 8tv, que lamentó que haya quien "acabe obligando a la gente a poner el nombre que ellos quieren". "Los padres tienen toda la libertad del mundo", añadió.

En este sentido puso como ejemplo que "hay poca gente tan catalana como Serrat y se hace llamar Joan Manuel". "Tú crees que serás más o menos catalán por el nombre que le pongas a tus hijos? No, hombre, no!" , añadió la subdirectora del programa, Angie Cárdenas. También en twitter se ha impulsado la etiqueta #magradamanuela, en el que diferentes personas, algunas también independentistas, defienden a Puyol."             (e-notícies, 31/01/2014)



"A muchos comentaristas del Ara no les ha gustado lo que interpretan como un nombre que no es catalán.

Es sólo una anécdota, no sabemos si significativa. Pero ilustra la atmósfera cultural y afectiva que ha esparcido el nacionalismo entre sus fieles."            (Dolça Catalunya, 27/01/2014)

16/1/14

Se me abrió un mundo nuevo cuando pude empezar a leer textos escritos en catalán y aprendí a escribir en esta lengua

"(...) Sin embargo, había una cosa que le inquietaba y quería decírmela a pesar de no saber muy bien cómo. El motivo de su inquietud era saber dónde quedaba mi "catalanidad", cómo se podía entender que yo, siendo catalana y catalanohablante nata, me opusiera a la independencia. 

Él entendía las razones objetivas, como he dicho, pero no comprendía cómo yo podía pensar como pensaba y al mismo tiempo, no sentir que todo este pensamiento ponía de alguna manera en riesgo mi catalanidad. ¿No había una contradicción aquí?

Le dije que de contradicción, ninguna. Que pensar que si eres catalán, debes ser nacionalista o independentista y si no, ya no eres un buen catalán, era parte de la propaganda que hace años y años nos inunda por tierra, mar y aire, y que tiene a muchas personas coaccionadas precisamente en esta dirección: ¿No somos suficientemente catalanes si decimos no al nacionalismo/independentismo?

Le expliqué por qué nunca me he sentido identificada con el nacionalismo. Nací en el año 1964 en Sabadell en una familia catalanohablante. Todo mi entorno utilizaba esta lengua; recuerdo que entonces sólo tenía un amigo castellanohablante. 

Mi familia no hablaba nunca de política durante el franquismo delante de los hijos y para mí, el catalán era la lengua oral mientras que el español era la lengua escrita y culta. No me preguntaba por qué; sencillamente las cosas eran así. (...)

Tenía 11 años cuando murió Franco y poco pude entender entonces de la importancia del momento. Dos años más tarde, a los 13, ya era más consciente de los importantes acontecimientos que se estaban produciendo a mi alrededor. (...)

Se me abrió un mundo nuevo cuando pude empezar a leer textos escritos en catalán y aprendí a escribir en esta lengua. Recuerdo que fue fascinante para mí, que soy una persona de letras. Empecé a descubrir la literatura catalana y otros aspectos de la cultura, y me emocioné con las manifestaciones que pedían libertad, amnistía y un estatuto de autonomía para Cataluña. Un mundo nuevo, efectivamente. (...)

Sin embargo, este mundo nuevo no lo sentí nunca opuesto al español y a la cultura en español. Sentí que sumaba el catalán como lengua escrita y culta a la que hasta entonces era mi única lengua culta, el español, en la que leía y en la que me expresaba por escrito. 

En ningún momento sentí que tenía que escoger entre una o la otra o que el interés que tenía por descubrir el catalán escrito implicara necesariamente que tenía que rechazar el español. Con los años, las dos lenguas, orales y escritas, y las dos culturas han pasado a ser parte de mi identidad. No siento ningún trauma ni conflicto. Todo lo contrario, pienso que ser bilingüe es algo a celebrar porque supone un enriquecimiento personal.

Políticamente, y tal vez como consecuencia de lo anterior, nunca me atrajo el nacionalismo. Lo veía excluyente y provinciano, sentía que nos conducía al aislamiento y a la confrontación con el resto de España. No entendía por qué gozar de la lengua y la cultura catalanas tenía que hacerse en oposición a todo lo español. ¿Por qué teníamos que restar cuando podíamos sumar?

Actualmente, me siento parte de la comunidad catalanohablante. Y también me siento parte de la comunidad hispanohablante, de España, en primer lugar y de todo Latinoamérica, en segundo lugar. 

Además, soy profesora de inglés y viajo a menudo al Reino Unido. También me siento parte de la comunidad anglohablante, conozco bien su lengua y su cultura, especialmente la británica. Aprecio y me desagradan cosas de las tres culturas que siento mías.

No hay nada excepcional en mi historia personal. Somos muchos los que nos sentimos así pero, seguramente, podríamos ser muchos más si el nacionalismo no hubiera comenzado a gobernar la Generalidad desde los primeros años de la Transición. 

Entonces es cuando se pusieron las bases de la Cataluña oficial actual: monolingüe, monocultural, provinciana, aislada y enfrentada al resto de España, obsesionada por ser (no se sabe muy bien qué) en lugar de dedicar tiempo y energía a hacer y crecer, narcisista y con aires de superioridad, victimista e incapaz de introspección y autocrítica. 

Las cosas habrían sido muy diferentes si los primeros gobiernos de la Generalidad hubieran querido restaurar el catalán, la cultura catalana y las instituciones de gobierno catalanas en convivencia con, en lugar de en oposición a, el español, la cultura española y el Estado español. (...)"                 (Mercè Vilarrubias, Crónica Global, Jueves, 16 de enero de 2014)

3/12/13

España puede llegar a vetar el acceso de Escocia a la UE” (y viceversa, Londres puede vetar la entrada de Cataluña)

"(...) Giddens reflexiona sobre un continente que se asoma a un largo estancamiento, atacado por los populistas, espiado por sus aliados, inseguro de sí mismo, más alemán que nunca. Y no evita los charcos: analiza las pretensiones independentistas en su país y en España como “otra consecuencia de la crisis” y no esconde sus críticas a un debate “en general poco adulto, en el que falta reflexión y sobran emociones”. 

 “Siento decirles esto a escoceses y catalanes, pero es imprescindible hacerse una pregunta sobre las pretensiones secesionistas: ¿Dónde se detiene ese proceso?”
El mito fundacional de Europa es “la semilla de una idea más amplia”, en palabras del fallecido Tony Judt. Pero Giddens (Londres, 1938), en una charla con este diario, detecta un movimiento pendular en sentido contrario. Especialmente en Reino Unido: “Mi país demuestra una vez más que es un caso aparte.

 A los problemas no responde con un referéndum, sino con dos: el escocés y el europeo. Eso nos convierte en un peligro para la estabilidad, ante la perspectiva de que Escocia salga de Reino Unido y Reino Unido de Europa. Pase lo que pase, el país tiene que repensar su identidad”.

“Lo más preocupante”, a su juicio, “es que los británicos se enfrentan a decisiones tan importantes sin un debate serio”. “Si una mayoría reflexiona sobre estos temas y, con todos los datos sobre la mesa, los británicos decidimos irnos de la UE, o los escoceses deciden separarse, entonces no hay más que hablar: están en su derecho. 

Creo que Reino Unido puede sobrevivir sin la UE, y Escocia sin Reino Unido. Pero también creo que no hemos pensado lo suficiente en las consecuencias”.

 Giddens no ve paralelismos entre Escocia y Cataluña: “Es mucho más que eso: hay una conexión directa. Primero, porque no hay más que ver los continuos contactos entre los nacionalismos catalán y escocés. Y segundo, porque España puede llegar a vetar el acceso de Escocia a la UE” (y viceversa, Londres puede vetar la entrada de Cataluña). 

“Estoy firmemente a favor de las naciones cosmopolitas, en las que la gente es capaz de vivir al lado de alguien que piensa y siente de forma distinta”, se confiesa. “Pero no haga mucho caso”, ironiza, “al fin y al cabo soy británico y un europeísta entusiasta, algo aparentemente incompatible”. (...)"            (Entrevista a Giddens, El País, 27/11/2013)