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20/5/19

Lo de que ETA surgió como consecuencia de la represión franquista es pura patraña... sus fines, que eran los del nacionalismo vasco irredento y extremoso... hubiera luchado contra cualquier régimen político español, República incluida, sencillamente porque luchaba contra España como poder colonial que sometía al pueblo vasco y le era igual quién fuera el titular de ese poder. Por eso, cuando terminó la dictadura franquista, cuando se amnistió a todos los terroristas, cuando una Constitución democrática fue promulgada, ETA siguió matando. Y matando más todavía...

"Hace meses que en estas páginas se publicó un delirante artículo de un terrorista nacionalista vasco que reconocía su error pasado salvo en un punto: decía que en la dictadura franquista, hasta 1975 por lo menos, lo de ETA fue una especie de continuación de la Guerra Civil, algo así como una resistencia armada ante el opresor fascista. 

Incluso, decía, ellos peleaban por la República española de 1931 o por su recuerdo. Bueno, pues ahora es el mismo Gobierno vasco el que se apunta a esta donosa patraña en su plan de explicación escolar de la violencia sufrida por la sociedad vasca. 

¿Explicación? ¿O más bien deliberada confusión, tanto en términos históricos como morales?
ETA nunca fue antifranquista, salvo en un sentido irrelevante: el de que como Franco era el jefe del Estado español, luchaba contra él. Como luchó contra el que siguió a Franco, el Rey Juan Carlos.

Y como hubiera luchado contra cualquier régimen político español, República incluida, sencillamente porque luchaba contra España como poder colonial que sometía al pueblo vasco y le era igual quién fuera el titular de ese poder. José Antonio Echevarrieta, uno de los pocos teóricos de fuste de ETA, lo dejó claro: «Primero la independencia, luego hablaremos de democracia».

 Por eso, cuando terminó la dictadura franquista, cuando en España se amnistió a todos los terroristas en 1977, cuando una Constitución democrática fue promulgada y activada en 1978, ETA siguió matando. Y matando más todavía, mucho más que antes. Porque no mataba a Franco, mataba a España. Y España era más peligrosa para sus fines una vez democratizada que cuando era pura dictadura.

Lo de que ETA surgió como consecuencia de la represión franquista es pura patraña, lo diga Agamenón o su porquero. Surgió como consecuencia de una decisión razonada e individual de unas personas que consideraron que generar terror social indiscriminado era una buena táctica para acercarse al logro de sus fines, que eran los del nacionalismo vasco irredento y extremoso.

El mismo nacionalismo que nunca luchó por la República española, a la que detestaba profundamente, sino por la independencia, y por eso rindió sus batallones cuando, para él, terminó la guerra en 1937.

Es relevante señalar que, en los años en que ETA empezó a matar, el nivel de represión que ejercía la dictadura llegó a sus mínimos históricos. En 1968 había… hasta ikastolas. El desarrollismo y el arribismo social había difuminado el recuerdo de la guerra y la dictadura era lo más parecido al régimen chino actual, el de «enriquécete y no pienses en libertades». Por eso a los de ETA les costó tanto dar el paso: porque matar era una realidad disonante, terriblemente disonante, en aquel momento. Casi tuvieron que forzarse para matar, decía Aranzadi.

Ahora bien, hay otra cosa cierta: aquel nivel de represión salvaje e indiscriminada que no existía en 1968 comenzó entonces a existir y fue real para 1975, en unos pocos años. La represión inexistente que los primeros violentos soñaban la consiguieron hacer real y efectiva con su práctica, ayudada -claro- por la torpeza y crueldad del régimen. Fueron ellos los que hicieron real lo imaginado con el éxito de su estrategia de acción-represión-socialización.

Esta reconversión y renacimiento de la represión dictatorial que pretende ahora alegarse como justificación inicial de ETA es en realidad, si bien se mira, la mejor demostración de que el terrorismo no puede nunca confundirse con una guerra, una insurgencia, resistencia o un maquis, como quieran ahora imaginarlo.

El terrorismo es una actividad con una específica y particular perversión, que lo distingue hasta de la guerra. Consistente en que el terrorista no busca sólo causar daño con su acción al enemigo que sueña, sea el sistema político existente o a la sociedad viviente (sea un daño indiscriminado sobre inocentes o un daño discriminado sobre culpables de algo), sino que quiere fervientemente que el sistema atacado reaccione a su vez dañando a inocentes. Es así como puede tener éxito: creando una represión salvaje allí donde antes existía conformismo aborregado.

Los terroristas nacionalistas vascos no sólo querían matar a Pardines o Monasterio, a Manzanas o Carrero Blanco, sino que querían sobre todo que la Guardia Civil o la Policía Armada mataran a cuantos más inocentes mejor. Cuando un paisano noctámbulo o madrugador caía acribillado en un control de carreteras, ETA aplaudía y se felicitaba por su éxito.

Cuantos más inocentes mueran, sobre todo si son vascos, mejor para nosotros, más posibilidades de éxito, más conciencia en el pueblo.

Esta es la perversión esencial del terrorismo, que lo distingue de cualquier otra violencia de las que entonces tuvieron lugar. Que ETA no sólo quería matar ella, sino que quería que sus enemigos mataran también, ello formaba parte de su plan y su estrategia.

Victimizaba a la población inocente por partida doble, aunque disfrazando siempre su acción para que pareciera fruto autónomo de la decisión del odiado invasor. Pero no, el terrorista nacionalista quiere que su pueblo sufra, es parte necesaria de su diseño táctico.

Por eso, precisamente cuando España fue consiguiendo a trancas y barrancas controlar y encauzar la violencia represiva, en la transición política, ETA mató más y más, porque intentaba desesperadamente que las fuerzas más negras del régimen salieran de sus cloacas, lo derribaran y, a ser posible, llevaran a cabo una represión tipo Pinochet sobre la sociedad. Eso es lo que busca y quiere, y en ello radica su perversión moral: que quiere la muerte y el sufrimiento represivo antes que la libertad. Y por eso no pueden ser tenidos como antifranquistas, ni libertarios, ni soldados de ningún ejército. Ni en 1968 ni en 2000."                    (José María Ruiz Soroa, 21/10/18)

14/5/19

¿Quién es responsable del terrorismo etarra? Nuestros dirigentes tienen una enorme responsabilidad por los mensajes que transmiten y son responsables de la violencia cuando sus mensajes nos someten a la fractura binaria del “o lo tomas o lo dejas: o eres leal a tu pueblo o traidor”...

"Por qué no se hizo etarra?

Optar por la violencia no es una decisión que toma uno de manera individual...

Usted no la tomó; otros, sí.

Pero que hubiera una organización que reclutaba a jóvenes como yo para ejercerla en nombre de la patria ya me obligaba a ­tomar partido: ¿Cojo las armas y mato o no? ­Algunos amigos míos sí se apuntaron a ETA.

¿Por qué usted no?

Es que eso que llamamos ideología es todo inducido. No nacemos independentistas; ni españoles. Nacemos con la mente en blanco y, desde el primer día, los adultos nos escriben sobre ella su idioma, religión, política. Resistirse es muy difícil y más cuando hay una presión social muy grande en pueblos pequeños.

Pero, al final, fue una decisión personal.

Que tuvo que tomar ese chaval en la época de ETA, pero no uno noruego que pescaba en su fiordo u otro italiano que tomaba el sol, porque a ellos nadie les obligó a hacerse esa pregunta.

¿Quién es responsable, entonces?

Nuestros dirigentes tienen una enorme responsabilidad por los mensajes que transmiten y son responsables de la violencia cuando sus mensajes no son de sosiego y nos someten a la fractura binaria del “o lo tomas o lo dejas: o eres leal a tu pueblo o traidor”.

¿Tanta culpa tienen sólo ellos?

Sí, porque esa distorsión hizo que jóvenes que hubieran tenido una vida pacífica tomaran las armas, que ya estaban dispuestas y preparadas. Eso es lo que he visto. Y no lo acepto.

¿Qué palabras nos llevan a la violencia?

Ninguna palabra ni idea autoriza a ser violento a nadie. Para mí lo importante es cada ser humano con su cara y su nombre, no una idea ni ninguna convicción.

Pero usted dice que las hay letales.

Las hay. No creo que nadie mate por la igualdad de la mujer o por el sufragio universal, o por la educación para todos… En cambio, hay otras ideas que sí calientan la sangre de los jóvenes.

Por ejemplo.

La idea de nación nunca me ha gustado. Esa ideología que parcela el planeta y las personas en naciones es arbitraria…  (...)"                   (Entrevista a Fernando Aramburu, Lluís Amiguet, La Vanguardia, 26/04/19)

25/3/19

Cuando un colaborador de la televisión pública catalana llama puta a Inés Arrimadas se trata de la expresión machista de un odio que no es machista, sino étnico. De Arrimadas no molesta el género, sino su resuelta españolidad. Sin embargo, lo que se reprobó a su agresor fue su machismo, no su hispanofobia...

"Cuando un colaborador de la televisión pública catalana llama puta a Inés Arrimadas es fácil, pero equívoco, deducir que estamos ante un insulto machista. En realidad, se trata de la expresión machista de un odio que no es machista, sino étnico. 

De Arrimadas no molesta el género, sino su resuelta españolidad. Si se tratara de un único caso, lo que acabo de decir parecería discutible. Intentemos, pues, establecer un patrón. 

Se recordará que, no hace mucho, a la líder de Ciudadanos ya se le deseó una violación múltiple. Lo hizo, mediante las agrestes redes sociales, una mujer que perdió su trabajo por ello. Lo mismo sucedió a un profesor de la Universidad de Barcelona que insultó a Miquel Iceta con garruladas homófobas. Triangulemos con un último incidente: la polémica suscitada cuando el Ayuntamiento de Sabadell amagó con retirar el nombre de una de sus plazas a Antonio Machado.

No dudo de que en los casos de Arrimadas e Iceta concurrieran machismo y homofobia. Pero dudo aún menos de que se hicieron acreedores de insultos no por su condición de mujer u homosexual sino por haberse erigido en obstáculo al proceso independentista; en otras palabras, por su apuesta por ser españoles. Sin embargo, lo que se reprobó a sus agresores verbales fue el machismo y la homofobia, no la hispanofobia. 

Algo parecido sucede con Machado: su nombre peligraba en el nomenclátor por “españolista”, pero lo alegado en su defensa fueron sus credenciales republicanas. De estos tres incidentes yo creí sacar una lección: la cultura política española tiene un lugar desde donde denunciar el machismo y la homofobia, y otro desde donde vindicar la II República, pero no tiene un lugar desde donde denunciar el odio que es específicamente antiespañol.

Veámoslo sensu contrario: Alsasua. Ni el género ni la orientación sexual comparecen. Tenemos a unos guardias civiles y sus parejas a los que se da una paliza, a ver si se largan del pueblo. Para el fiscal el delito es de odio. Pero una parte de la izquierda, falta de un lugar de donde hacer brotar la indignación, lo que ve es “una pelea de bar”.

Es como si la xenofobia antiespañola existiese en un ángulo ciego o fuera una hipótesis incómoda, porque invierte el tradicional relato sobre quien es agresor y quien agredido en España, quien el tolerante y quien el intolerante. Quizá por eso tras cada asesinato de ETA se llamaba a la “unidad de todos los demócratas”, cuando lo cierto es que ETA a sus víctimas las elegía no por demócratas sino por españolas. 

De hecho, yo también estoy un poco incómodo escribiendo este artículo. Soy español y no me siento orgulloso sino afortunado de serlo. El papel de víctima ni me toca ni lo quiero. Pero el odio antiespañol existe y quizá deberíamos empezar a llamarlo por su nombre."                 (Juan Claudio de Ramón, El País, 12/03/19)

31/10/16

Unos decidieron matar... otros no... esa es la única cuestión

"(...) El historiador Gaizka Fernández Soldevilla explica de forma muy didáctica en La voluntad del gudari cómo el 7 de junio de 1968 Txabi Etxebarrieta decidió de forma “libre y voluntaria” asesinar al guardia civil José Pardines Arcay, que estaba tratando de comprobar la matrícula falsa de su Seat 850 Coupé. 

Aquel primer crimen fue a su vez el desenlace de toda una serie de decisiones anteriores que se justificaron apelando al franquismo, a Argelia, a Indochina, al proletariado, al euskera o a la batalla de Roncesvalles, pero en aquel escenario hubo otras muchas personas que se sintieron interpeladas por las mismas injusticias, idénticos ideales y parecidos agravios históricos —reales o ficticios—, y que sin embargo trataron de alcanzar sus aspiraciones sin utilizar la violencia y sin necesidad de matar a nadie.

Esa diferencia radical se hizo aún más manifiesta cuando llegaron la democracia, los partidos políticos, la Constitución y las autonomías: ETA prefirió volcarse entonces en la “acción” para postergar cualquier debate de carácter ideológico, como ha afirmado en alguna ocasión Florencio Domínguez. 

Aunque ya no hay vuelta atrás para tantas personas asesinadas, es preciso que los asesinos -y también quienes alentaron o justificaron sus fechorías- se enfrenten de verdad a sí mismos, a su pasado, a sus crímenes, por mucho que la mayoría siga prefiriendo no verlos, como admitía Ibon Etxezarreta.

Ese sí que podría ser el comienzo de una nueva etapa."             (Javier Marrodán, El Español, 20/10/16)

19/7/16

Los «traidores a Euzkadi», es decir, los «ex combatientes vascos franquistas».... Álava y Navarra fueron dos de las provincias que más voluntarios aportaron al ejército franquista. Es un dato a borrar de la Historia, por el nacionalismo

"ETA surgió en 1958 con el objetivo último de continuar la Guerra de 1936, que la banda no entendía como una contienda civil sino como el último episodio de una supuestamente secular lucha de independencia contra el ocupante español.  (...)

 Dos años después, ETA anunciaba que «la Resistencia Vasca se prepara para una nueva fase de gigantescas proporciones. Preparémonos todos para la gran hora que se acerca». El 18 de julio de 1961, hace ahora 55 años, los etarras quemaron tres banderas rojigualdas en San Sebastián y sabotearon la línea férrea por la que iba a pasar un tren de ex combatientes franquistas que acudían a la capital guipuzcoana para conmemorar el 25º aniversario del Alzamiento Nacional. Fue un fiasco.(...)

Ahora bien, el sabotaje tenía un gran valor simbólico: suponía una tentativa de venganza contra quienes en 1937 habían derrotado a los gudaris, de los que los autoproclamados nuevos gudaris de ETA se reclamaban herederos.

El frustrado descarrilamiento tiene otra lectura. Y es que el ataque estaba dirigido contra aquéllos a los que la organización definió como «traidores a Euzkadi», es decir, los «ex combatientes vascos franquistas». 

Su sola existencia cuestionaba la interpretación de la Guerra Civil como una conquista española, ya que recordaba que una parte de los vascos había apoyado la sublevación del 18 de julio: Álava y Navarra fueron dos de las provincias que más voluntarios aportaron al ejército franquista. Era un dato que había que borrar de la Historia.  (...)

La Dictadura reaccionó con contundencia contra aquellos novatos adversarios. Las detenciones realizadas por las fuerzas policiales tuvieron un alto precio a nivel organizativo, lo que propició que un puñado de etarras cuestionaran la idoneidad de la «lucha armada», prefiriendo tácticas de resistencia civil.  (...)

El hecho de que hubiese miembros de la organización contrarios a la violencia demuestra que ésta no era inevitable. Cuando los etarras comenzaron a matar no estaban cumpliendo con su ineludible destino, que no estaba escrito. Sus atentados no eran el último episodio de un milenario «conflicto» étnico entre vascos y españoles, porque éste sólo existía en el imaginario bélico del nacionalismo radical. 

Y, desde luego, los integrantes de ETA no respondían como autómatas a una coyuntura concreta. Es cierto que el marco dictatorial, que abocaba a los disidentes a la cárcel o a la clandestinidad, volvía muy atractiva la «lucha armada» a ojos de las fuerzas antifranquistas, pero la casi totalidad de ellas se enfrentaron a Franco sin mancharse las manos de sangre.

Los jóvenes activistas de ETA estaban sometidos a la influencia de otros factores. En el orden externo, además del ultranacionalismo español y del centralismo del régimen, cabe mencionar el sentimiento agónico que les causaba el retroceso del euskera y la llegada de miles de inmigrantes, vistos como colonos, así como la adopción como modelo de los movimientos anticoloniales del Tercer Mundo.

 En el plano interno hay que señalar el nacionalismo vasco radical, el odio derivado de una lectura literal de la doctrina de Sabino Arana, el ya mencionado relato acerca de un secular «conflicto», el deseo de vengar a los viejos gudaris de 1936 y las ansias de superar al PNV.

Sin embargo, por mucho que condicionaran a los etarras, tales elementos no determinaron su actuación. Basta comparar la trayectoria de los miembros de ETA y la de los de EGI –las juventudes del PNV– o incluso la de Los Cabras de Xabier Zumalde, la primera escisión militarista de la banda. Unos y otros estaban influidos por todos los factores que se han enumerado en el presente párrafo, pero sólo los etarras decidieron matar. (...)"           (GAIZKA FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, El Mundo, 15/07/16)

13/3/15

Euskadi no fue víctima de un conflicto con el Estado sino de un intento de imposición de un proyecto totalitario por parte de ETA

"Los historiadores se han hecho cargo de la memoria sobre el terrorismo en el País Vasco (1968-2010), tras la proliferación de aportaciones y testimonios de políticos y periodistas

Un informe encargado hace un año por el Gobierno vasco a reconocidos historiadores profesionales, vinculados a la Universidad del País Vasco y pertenecientes al Instituto Valentín de Foronda, acaba de ver la luz y arroja una conclusión: Euskadi no fue víctima de un conflicto con el Estado sino de un intento de imposición de un proyecto totalitario por parte de ETA.

Esta tesis central se desprende de la extensa información aportada por los historiadores Raúl López Romo, Luis Castells, Antonio Ribera y José Antonio Pérez, sostenida por abundante bibliografía, fondos audiovisuales, una amplia base de datos y un informe de más de un centenar de páginas.

Aunque los historiadores han primado con creces la información sobre la opinión, su informe defiende esa tesis, de gran calado político, que irrumpe, además, en pleno debate en la sociedad vasca de exigencia a la izquierda abertzale de que admita el daño injusto causado por ETA y no se atrinchere en la tesis del “conflicto” para eludir su responsabilidad en el pasado.

Coincide con la declaración institucional del Gobierno vasco en el 15º aniversario del asesinato del exconsejero Fernando Buesa, en la que exigió a la izquierda abertzale esa autocrítica y reconoció que el Gobierno de Juan José Ibarretxe no estuvo a la altura. “No se puede pasar página con el argumento de que hay que mirar para adelante. Antes de olvidar hay que aclarar el porqué del terrorismo y su pretensión totalitaria, pensando en las futuras generaciones”, dice Castells.

Un primer dato relevante avala la tesis del proyecto totalitario de ETA sobre la del conflicto. Durante la dictadura (1968-1975), la etapa de carencia de todo tipo de libertades, el terrorismo asesinó tan solo al 5% de las víctimas mortales de toda su historia (1968-2010). 

El grueso de la actividad terrorista se concentró en la Transición (1976-1981), con 336 personas asesinadas (37%), y en la etapa de consolidación democrática (1982-1994), 435 personas asesinadas (46%). En la etapa final (1995-2010) descendió al 11% y a 98 personas asesinadas.

Fue en el breve periodo de la Transición en el que se concentró el mayor porcentaje de muertes por año (56%), seguido de la etapa de consolidación democrática (33%) y a mucha distancia de la etapa final (6%) y la dictadura (5,6%). El año con mayor número de muertos fue 1980, con 118, 96 de ellos por ETA y organizaciones afines (y 22 de grupos parapoliciales). Ese año se constituyó el Parlamento vasco.

 Y el segundo año más cruento fue 1979, con 80 asesinatos de ETA. Ese año se refrendó el Estatuto de Gernika. Lo que demuestra que ETA concentró su principal esfuerzo en tratar de desestabilizar la democracia en España y la autonomía vasca.

Los historiadores precisan que de las 914 víctimas del terrorismo en el periodo estudiado (1968-2010, que coincide con el primer y último atentado de ETA), 845 personas, el 92% lo fueron por esta banda. 

Otras 62 personas (7%), fueron asesinadas por grupos parapoliciales o de extrema derecha (BVE y GAL, principalmente) y 7 (1%) tienen un origen desconocido. López Romo precisa: “Tras el final de la dictadura, el principal responsable del terrorismo es ETA, cuya actuación ha configurado el marco del proceso histórico del terrorismo en Euskadi. ETA marcó el principio y el final del terrorismo”.  (...)

Aclara, también, que, a diferencia de Irlanda del Norte, “en el País Vasco no hubo dos bandas terroristas enfrentadas, con un apoyo social similar. Aquí solo hubo una, ETA, que contó con un importante apoyo en la calle. Los grupos parapoliciales no tenían apoyo social y su actividad, igual de rechazable, fue mucho menor y efímera”. 

Lo avala el que el 76% de los asesinatos de ETA durante la Transición (1976-1981) y el 82% durante la etapa de consolidación democrática (1982-1995) no generaron movilización social de apoyo, lo que sí sucedía cuando los muertos eran etarras.

 Los historiadores constatan cómo la situación cambió radicalmente a partir del asesinato del edil del PP Miguel Ángel Blanco, en 1997, con la multitudinaria respuesta a la “estrategia del sufrimiento” de ETA. No obstante, con el Pacto de Ajuria Enea de 1988 y la irrupción de Gesto por la Paz dos años antes se inició una respuesta social sistemática y el rechazo a la tesis etarra del “conflicto”.

 El Euskobarómetro, subraya el informe, marcó esta evolución. En la izquierda abertzale el apoyo total a ETA pasó de un 20%, en 1995, a un 3% en 2007.  (...)"              (   , El País,  11 MAR 2015)

1/8/11

"¿Cómo fue posible que en una sociedad desarrollada y culta como la vasca pudo perdurar y reproducirse un fenómeno violento como ETA tanto tiempo?"

"Existe una palabra en alemán -para no nativos más o menos impronunciable- que, debido a su popularidad en los últimos años, incluso ha entrado en los diccionarios coloquiales de otros idiomas. Se trata de Vergangenheitsbewältigung.

Describe ese largo proceso de confrontación pública sin tabúes con el pasado nacionalsocialista que, desde finales de la década de los sesenta, acabó con ese tiempo de silencio autoimpuesto que, tras el fin de la guerra, había permitido a los sobrevivientes de la catástrofe alemana reconstruir el país en medio de un artificial ambiente de normalidad y crecimiento económico. (...)

Obviamente, las diferencias históricas son abismales, pero sigo pensando que en estos momentos en los que estamos vislumbrando en el País Vasco, por primera vez desde hace cuatro décadas, una posibilidad real y tangible, no solo basada en un piadoso wishful thinking, de entrar en una nueva etapa pos-ETA, ha llegado la hora para un gran debate -no solo académico- sobre la que para mí es la pregunta básica:

¿cómo fue posible que en una sociedad desarrollada y culta como la vasca pudo perdurar y reproducirse un fenómeno violento como ETA durante tanto tiempo? (...)

Y es que hay preguntas incómodas para todos. Todas las fuerzas democráticas deberían preguntarse si sus tentaciones de instrumentalizar el fenómeno del terrorismo -para presionar a Madrid o para asegurarse mayorías políticas, o para ganar votos en el resto del Estado- ha sido uno de los factores que han alargado tanto el ciclo vital de ETA.

Los diferentes sectores de la sociedad civil no tendrán fácil encontrar una respuesta a la pregunta de si a lo largo de los años realmente han realizado un esfuerzo suficiente para combatir a la violencia y sus aliados, o si no ha ocurrido más bien lo contrario. (...)

Con todo, serán la izquierda abertzale y sus herederos los que tendrán que enfrentarse a las preguntas más comprometidas, muchas de ellas derivadas de experiencias dramáticas. No creo que ni para dicho colectivo, ni para la sociedad vasca en general, sea bueno abortar este necesario debate con la tan recurrente respuesta de que hay que mirar al futuro, y no al pasado. (...)

¿por qué tardaron más de 800 muertos hasta darse cuenta de que el ciclo de la violencia política se había acabado? ¿Quién es el responsable de la "pedofilia política" (X. Aierdi) que ha destruido la vida de tantos jóvenes que mataban creyéndose héroes de la patria?

Aquí ya no puede bastar la referencia al contencioso entre Euskal Herria y España que habría generado la violencia como si de un inevitable fenómeno climatológico se tratara.

La respuesta a estos interrogantes debería, al contrario, adentrarse en el análisis de la exitosa construcción de una microsociedad paralela funcionando como una religión civil, en la que Dios era sustituido por la nación, el sacerdote por la vanguardia armada y los mártires por los gudaris caídos.

No será fácil que unos jóvenes que durante años han mamado la idea de que un terrorista que mata está dando un supremo ejemplo de abnegación y amor a la patria lleguen a la conclusión de que en democracia no hay patria y bandera por la que merezca la pena matar o morir. (...)

Tras décadas de existencia subalterna bajo el mando de un grupo armado, esta transformación de la izquierda abertzale en un partido/movimiento nacionalista secularizado, democrático y respetuoso con el pluralismo vasco, no se producirá de un día para otro." (LUDGER MEES: La digestión del pasado vasco. El País, ed. Galicia, 20/08/2011, p. 25)

8/11/10

"La reconciliación necesita cien años"

"P. La izquierda abertzale está apostando por convencer a ETA de que termine. ¿Cree posible que la izquierda abertzale logre arrastrarla fuera de la violencia?

R. No descarto que se produzca una escisión y quede un grupo marginal como sucesor de ETA, porque no tengo la certeza de que ETA acabe del todo. Los etarras de hace 20 años tenían ideología, y los de ahora, no.

En el caso de que haya una escisión, tengo la esperanza de que el sector de la izquierda abertzale que siga apoyando la violencia sea, en contraste con lo sucedido en otras ocasiones, muy minoritario.

P. Entonces, ¿cree que estamos en la etapa terminal de ETA?

R. Sí, estamos en el proceso terminal de ETA como problema político. Ya he dicho que no tengo claro que alguien sigamatando en nombre de ETA, que ese alguien se atribuya la sucesión, porque aquí no hay testamento. En 1968, cuando ETA empezó a matar, se puso en marcha una maquinaria imparable, y muchos tuvimos una visión ingenua.

Recuerdo quemi amigo Ignacio Ellacuria (jesuita asesinado en 1989 en El Salvador por paramilitares del Ejército) solía decir que la violencia subversiva, desde un punto de vista cristiano, era una tentación, pero no un pecado. En aquella época vivíamos en la aureola de Camilo Torres (el cura guerrillero, asesinado en los años sesenta en Colombia). (...)

P. En un proceso terminal de ETA, ¿ve posible conciliar los intereses de las víctimas con los de los presos de ETA?

R. Es una tarea de no menos de cien años. Temo que no se haga justicia, que no se aclare la verdad de lo que ha pasado aquí, que se quiera resolver con un "haya paz", con el argumento de que todos, las víctimas y los de ETA, han sufrido, cuando creo que no es lomismo el sufrimiento de las víctimas y el de los verdugos.

Hay que reconocer los motivos por los que aquí se ha matado a la gente.

P. ¿Por qué cree que ETA ha matado?

R. ETA decía que mataba a unos porque eran guardias, a otros porque eran confidentes o drogadictos, etcétera. Pero ETA ha matado al diferente. ETA es para Euskadi como Auschwitz para Alemania. Nunca nada será lo mismo porque aquí se ha matado en nombre de la patria y hemos sido indiferentes ante la muerte, la extorsión, el secuestro...

P. Ha dicho que el proceso de reconciliación de la sociedad vasca puede durar cien años. ¿La Iglesia puede jugar un papel en ese proceso?

R. Creo que el proceso de reconciliación va a ser muy largo. Aquí se han roto amistades de años, familias. Aquí se necesita un proceso de reconstrucción de los valores, del reconocimiento del sufrimiento de las víctimas, del reconocimiento del otro como diferente y de su sufrimiento.

¿Cómo se va a hacer para reconstruir esto? ¿Acaso porque se ha acabado ETA? No lo creo. Pero en ese proceso la Iglesia tiene un papel porque a ella pertenecen víctimas, verdugos e indiferentes." (JAVIER VITORIA: "La reconciliación necesita cien años". El País, Domingo, 31/10/2010, p. 11)

31/5/10

El tio... el sobrino...

-Hace justo ahora 40 años, Antton Karrera era un joven de 26, empleado en Caja Laboral y comprometido con el euskera y la cultura vasca, que acababa de ser detenido por la Policía franquista y estaba a punto de convertirse en uno de los iconos de la resistencia contra la dictadura por su imputación en el Proceso de Burgos junto a otros 15 militantes de ETA.

Aquel chaval al que se le hacían inaguantables «las humillaciones» que infligía el régimen a quienes pensaban diferente, pero que empezaba ya a no comulgar con la progresiva fanatización etarra y que «nunca» compartió que la supuesta bondad de los fines justificara el recurso al asesinato, ha visto en los últimos meses, con sentido aturdimiento y distancia crítica, cómo su sobrino, Mikel Carrera Sarobe, 'Ata', era identificado primero como el jefe militar de la organización terrorista y luego caía detenido en Bayona en la última operación policial contra la cúpula de la banda.
(...)

¿Y qué puede empujar a un ser humano a arrebatar la vida a otro?

-Es muy duro. Es la obstinación, la obcecación, pensar que tu objetivo está por encima de los derechos de los demás; pensar, desgraciadamente, que la violencia sigue siendo un instrumento útil. Hay personas que han recapacitado y presos que están planteando que se reconozca el daño causado a las víctimas. Pero ese daño está hecho y deben asumir que no se puede reparar. La solución pasa por una salida sin concesiones políticas y con el reconocimiento expreso del daño causado, pero sin olvidar que la cárcel también está para rehabilitar. Para ser justos, ese derecho debe preservarse.

Antton Karrera se enteró por la prensa de que 'Ata' estaba siendo buscado por las fuerzas de seguridad como el cabecilla de ETA. Fue a principios de año, siguiendo el hilo de la nueva 'pista portuguesa'. Un día del invierno, un amigo de «las viejas luchas» le preguntó si tenía algo que ver con aquel joven al que se apuntaba como el máximo responsable de la organización terrorista. Atónito, compró el periódico y fue así, con un sentimiento «doblemente doloroso», como recompuso esos 20 años de la vida de su sobrino en los que no había mantenido contacto alguno con él." (Fundación para la Libertad, citando a EL CORREO, 30/5/2010)

25/9/09

La pedagogia del odio

La transmisión eficaz de la ideología nacionalista más radical se basa en hacer interiorizar precozmente dos o tres ideas sencillas, que hagan creer después que es preciso incluso matar a seres humanos por ellas. Ahora sabemos más que en los años en que 'Txeroki' era un niño. Los padres pueden evitar que los chavales de hoy terminen como él. (...)

El último informe del Defensor del Pueblo vasco establece claramente la precocidad del adoctrinamiento de niños en ciertos entornos. La transmisión eficaz de la ideología nacionalista más radical se basa precisamente en la precocidad de hacer interiorizar dos o tres ideas sencillas, que hagan creer después que es preciso incluso matar a seres humanos por ellas.

En febrero de 2005, Garikoitz Aspiazu escribió a un comando que actuaba en su provincia natal indicándoles que «tenemos que poner muertos encima de la mesa. Cuanto antes. Tenemos que poner patas arriba a un enemigo uniformado, da lo mismo el uniforme y dónde. En esta situación quedará de la hostia y nos dará mucha fuerza». (...)

En cualquier caso, para los 'txerokis' del País Vasco matar a una persona es un hecho plenamente consciente, que sirve para acumular más fuerza y condicionar la vida política. Yo creo sinceramente que nunca debería resultar impune algo así. Ni eficaz. (...)

Tal vez dentro de 10 ó 15 años descubra además el espanto moral. Ahora sabemos más que en los años en que Garikoitz era un niño y aprendió a amar desaforadamente una visión de la realidad. Hay padres que pueden evitar que los chavales que tienen ahora entre 10 y 12 terminen como él." (Fundación para la Libertad, citando a Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 23/9/2009)

3/9/09

¿Qué motivaciones han tenido los terroristas de ETA?

"Quienes han militado en ETA lo hicieron ante todo por el hecho de ser nacionalistas vascos. Habían hecho suyo un nacionalismo de carácter étnico y excluyente, que niega la pluralidad constitutiva del País Vasco y enfatiza pretendidos derechos colectivos en detrimento de derechos humanos individuales. Un nacionalismo incompatible con valores democráticos, proclive a la intolerancia y a justificar la violencia. Ahora bien, la adhesión a esta ideología y a sus objetivos políticos raramente basta para explicar la opción por el terrorismo. Si nos preguntamos por qué ha habido y hay vascos, básicamente varones y apenas veinteañeros al ser reclutados, la mitad de ellos guipuzcoanos, que se convirtieron en miembros de ETA, es preciso aludir a unae ETA, es preciso aludir a una serie de motivaciones individuales basadas en criterios de racionalidad, emotividad e identidad. Éstas se combinan de un modo variable según personas y periodos de tiempo, pero caben algunas generalizaciones respecto a los que se integraron en aquella organización terrorista desde hace cuatro décadas.

Por lo común, antes de incorporarse a ETA los futuros militantes habían llegado al convencimiento de que la violencia era útil para conseguir la independencia. (...)

Aun así, para aceptar finalmente el reclutamiento muchos necesitaron percibir fundadas expectativas de éxito, confianza en que ETA disponía de los recursos y el apoyo popular necesarios para lograr todos o buena parte de sus fines. Con todo, no pocos de quienes se integraron en la organización terrorista hubiesen renunciado a hacerlo en ausencia del santuario francés, cuya existencia hasta bien entrados los ochenta redujo considerablemente los riesgos y costes percibidos. Por otra parte, el prestigio social conferido a los etarras en ámbitos de la población vasca supuso un estímulo muy importante. Éste y otros incentivos selectivos reforzaban las motivaciones basadas en objetivos políticos, utilidad de la violencia y expectativas de éxito. (...)

Así, un buen número de los que se convirtieron en militantes de ETA sentían antes frustración, al no haberse cumplido las elevadas y crecientes expectativas políticas que tenían para el fin de la dictadura y el posfranquismo. Sin embargo, el odio ocupa un lugar central entre las motivaciones de los etarras. Un odio a España y a lo español que procedía, sobre todo, de haber experimentado una represión policial excesiva bajo el régimen autoritario y también durante la transición. Y asociada al odio aparece la venganza, que asimismo está entre las motivaciones que llevaron a no pocos adolescentes y jóvenes vascos a la militancia en ETA. Pero no es menos cierto que, con el paso del tiempo y la transformación de la seguridad interior española, ese odio dejó de estar relacionado con la conducta de los cuerpos policiales y pasó a ser producto del adoctrinamiento al que han estado sometidos numerosos quinceañeros vascos en el seno de la subcultura de la violencia que nutre de miembros a la organización terrorista.

Además, a muchos de los adolescentes y jóvenes nacionalistas que han sido militantes de ETA les acuciaba afirmarse como vascos. (...)

Se hicieron violentos para considerarse vascos y ser considerados así por los demás. Bajo la dictadura y el posfranquismo, reaccionaban con agresividad ante la imposibilidad de expresar en público los atributos de esa identidad que definían como vasca. Después, ya con la nueva democracia española y el autogobierno vasco, la perentoriedad de afirmarse violentamente como vascos, siempre según determinados cánones nacionalistas, ha sido inducida entre quinceañeros predispuestos por razones de edad a la búsqueda de una identidad e insertos en la subcultura del nacionalismo radical. Y de esta violenta lógica de identificación no han escapado hijos de inmigrantes andaluces, extremeños, castellanos o gallegos.(...)

Generalmente en el marco de redes sociales basadas en ligámenes afectivos de amistad o parentesco, y tras haber pasado por el aprendizaje social de la violencia que implica la kale borroka. Paradójicamente, las vidas de estas últimas generaciones de terroristas han discurrido en paralelo a la decadencia de ETA. Si hace tres o cuatro décadas quienes se convirtieron en etarras constituían una significativa minoría que no estaba mal vista por demasiados entre los vascos y contaba con un santuario francés, hoy no son probablemente más que un centenar de pistoleros a los que su sociedad ha dado la espalda y las autoridades francesas también persiguen.!" (Fernando Reinares: ¿Qué motivaciones han tenido los terroristas?. El País, Domingo, 26/07/2009, p. 4)