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23/2/24

El nacionalismo, políticamente hegemónico desde el año 1980 en Cataluña, nos ha llevado a la debacle actual. No es una cuestión de siglas -CDC, UDC, PDECat, JxCat, ERC, CUP…- es una cuestión de concepto, de mentalidad y, sobre todo, de una manera de hacer y de gobernar... Jordi Pujol se llegó a identificar con Cataluña y la evidencia es que todo aquello que construyó ha acabado hundido, incluido el “país ideal” que imaginó

 "(...) El ideal de una Cataluña “libre, rica y próspera”, segregada de España y de la península Ibérica, ha marcado a las generaciones de catalanes que han nacido y vivido en esta tierra después de la muerte de Franco. Pero este ideal se ha basado sobre un gravísimo error: obviar que la realidad social es compleja y que hay una parte muy importante de la población que no tiene raíces catalanas y que también tiene derecho a expresarse en su lengua y a vivir su cultura con normalidad y plenitud.

La Generalitat, restablecida gracias a la tenacidad del presidente en el exilio, Josep Tarradellas, no ha sido percibida como la institución de “todos”, sino de solo una parte y esta falta de identificación ha entorpecido el proceso de integración. Hoy, más que nunca, hay que ratificar y defender que los 8 millones de habitantes de Cataluña, vengamos de donde vengamos, hablemos como hablemos, somos un solo pueblo, con los mismos derechos y los mismos deberes. 

 El nacionalismo catalán, además de su vertiente excluyente, ha cometido dos otros errores de gran calibre: caer en la lacra de la corrupción y, lo que es peor, intentar justificarla; y poner en marcha el delirante proceso independentista para intentar tapar el lado más oscuro y más sucio de su gestión. De este modo, hemos pasado del supuesto “oasis” pujolista -donde la “omertà mafiosa tapaba todas las críticas- al estallido de las cloacas y al actual desierto, en el cual estamos perdidos y desorientados.

 Para más inri, hemos perdido la empatía y la complicidad de los vecinos. El estropicio del 1-O no solo ha fracturado, todavía más, la sociedad catalana. Ha provocado una reacción de rechazo en la Cataluña Norte, en las Islas Baleares, en la Comunidad Valenciana y en Aragón, donde las últimas elecciones han instaurado gobiernos de derecha y de extrema-derecha, muy refractarios a la colaboración con la Generalitat y con todo aquello que tenga relación con el nacionalismo catalán.

La incapacidad y la impotencia para hacer frente a la sequía; el devastador informe PISA sobre la educación y los reiterados y brutales episodios de inseguridad ciudadana que sufrimos marcan el punto más bajo de Cataluña desde la recuperación de la democracia. Este desbarajuste coincide con un Gobierno, el de Pere Aragonès, que solo tiene 33 diputados en el Parlamento.

 Jordi Pujol, el “padre padrone del nacionalismo contemporáneo, tiene que ver cómo otra de sus obras -a la cual dedicó mucho dinero y esfuerzos-, la Gran Enciclopèdia Catalana (GEC ), también cae a pedazos. Esta empresa editorial arrastra una deuda de 15 millones de euros, ha tenido que vender el edificio corporativo al dueño de Bon Preu, Joan Font, y tiene previsto hacer un ERE de su plantilla.

La crisis de la GEC, fundada en 1968, se añade a las del grupo financiero Banca Catalana, al cierre del diario El Correo Catalán, de la revista Destino -de los que Jordi Pujol era propietario- y de Cadena 13, a la desintegración de Convergència Democrática por corrupción y a la imputación de toda la familia Pujol por esconder una fortuna en paraísos fiscales. Jordi Pujol se llegó a identificar con Cataluña y la evidencia es que todo aquello que construyó ha acabado hundido, incluido el “país ideal” que imaginó.

 Con el descalabro de la GEC culmina este desastre permanente que, bajo las consignas de “hacer país” y “esto ahora no toca”, hemos tenido que soportar el conjunto de los catalanes en las últimas décadas. Dando por sentado que en la iglesia nacionalista, presidida por el pantocrátor de Jordi Pujol, los convergentes eran los padres de esta gran familia mal avenida; los republicanos son los hijos; y los de la CUP, los nietos.

Es evidente que el edificio está en ruinas y que hay que hacer un “reset” con urgencia, pero el PSC, que tendría que liderar la alternativa, está atado de pies y manos por el apoyo que ERC da a la estabilidad de Pedro Sánchez. Mientras en Madrid, el PSOE necesite imperiosamente los escaños de los nacionalistas catalanes para poder gobernar, Salvador Illa se quedará sin la presidencia de la Generalitat. (...)

El nacionalismo ha llevado Cataluña al precipicio. Estamos en caída libre y todavía no hemos tocado fondo."            (Jaume Reixachs, elTriangle, 11/12/23)

10/6/22

Lledó: La idea de que somos mejores que otros es negativa. Hay que luchar por ser mejor, pero todos como conjunto. El nacionalismo no tiene por qué ser un mal, a no ser que te creas superior al otro, porque eso crea los fascismos de cualquier tipo

 "(...) P. Uno de los pocos momentos de su libro en que parece realmente enfadado es cuando habla del nacionalismo ¿Es realmente algo que le irrita tanto?

R. Esa última parte es más agresiva, pero creo realmente que tengo razón. Los principios del egoísmo, que son el prejuicio a la alteridad, el prejuicio racial, el prejuicio de que somos superiores a otros… No somos superiores. Ahí me he metido un poco en política y he resumido cosas que tenía pensadas. Eso del nacionalismo no lo entiendo, tal y como me lo dan a entender. 

Estoy orgulloso de mi lengua, pero eso me lleva a querer comunicar, como los alemanes que están orgullosos de Goethe. La idea de que somos mejores que otros es negativa. Hay que luchar por ser mejor, pero todos como conjunto. El nacionalismo no tiene por qué ser un mal, a no ser que te creas superior al otro, porque eso crea los fascismos de cualquier tipo.

P. ¿Cree que la palabra identidad que aparece en el título de su libro ha sido muy mal interpretada, como algo excluyente?

R. Un principio que está en los orígenes de la filosofía es conócete a ti mismo. Hay un concepto en la filosofía moderna, concretamente en Kant, que es el sujeto transcendental, que me parece maravilloso. Se trata del conocimiento libre, lúcido, lleno de luz, de uno mismo, y eso es lo que quieres transmitir a los demás. Eso es lo que crea la polis, lo que crea la sociedad, lo que crea la cultura… (...)"            (Entrevista a Emilio Lledó, Guillermo Altares, El País, 28/05/22)

18/2/22

Jordi Pujol y Vox coinciden... el patriotismo indepe catalán: «Catalán es todo aquel que vive y trabaja en Cataluña, y quiere serlo»... el patriotismo españolista: La condición de español ya no se adquiere a partir de un trámite sino de nebulosas ficciones más o menos racistas: «proyecto histórico, unidad de destino, querer serlo»... para los fascistas indepes catalanes, para los fascistas españolistas, la identidad nacional dejó de ser una circunstancia objetiva para convertirse en una segregación ideológica del poder

 "La condición de español ya no se adquiere a partir de un trámite sino de nebulosas ficciones más o menos racistas: «proyecto histórico, unidad de destino, querer serlo»

Uno de la voxemia dijo el martes en el Congreso que para ser español no basta con tener el Dni. Y aún añadió, intelectual: «España es un proyecto histórico que no puede estar abierto a cualquiera».(...)"                                 (Arcadi Espada, El Mundo, 16/02/22) 


 "A mediados del siglo XX, en plena dictadura de Franco, Jordi Pujol dejó dicho quién era catalán: «Catalán es todo aquel que vive y trabaja en Cataluña». 

La definición venía muy inspirada por la realidad. En aquellos años Cataluña estaba protagonizando la mayor inmigración conocida en Europa en tiempo de paz, que le llevaría a doblar su población en pocos años. Es cierto que Pujol compatibilizaba esa declaración con definiciones algo abruptas del hombre andaluz, en el que veía a alguien «insignificante, incapaz de dominio, de creación». 

Sea por su moral oscilatoria sea porque cayera en la cuenta de los trastornos que podía acarrear al nacionalismo una demografía mutante, lo cierto es que al cabo de poco tiempo introdujo un estrambote decisivo en la definición: «Catalán es todo aquel que vive y trabaja en Cataluña, y quiere serlo». De ahí ya no se movió. Hoy es la definición canónica que emplea el nacionalismo (...)

El centro de interés de la definición es el concepto de «voluntad». Como cualquiera en su sana lógica comprenderá «y quiere serlo» solo es un eufemismo de «y sigue las instrucciones». La prueba más dolorosa que da la historia sobre esa voluntad es la de aquellos judíos, pobrecitos, que se empeñaban en ser alemanes y se presentaban en Auschwitz con el pecho esmaltado de condecoraciones ganadas por su heroísmo en la Primera Guerra Mundial. Su voluntad, obviamente, la fijaban otros. Fue de este modo brutal como la identidad nacional dejó de ser una circunstancia objetiva para convertirse en una segregación ideológica del poder. (...)

  Así, dada la vigente definición pujolista, cualquiera puede abstenerse de ser catalán y, sobre todo, cualquiera puede dejar de serlo, por más que los reglamentos de la vida le obliguen a vivir y trabajar en Cataluña. Basta con no quererlo. Yo mismo no lo quiero. Hace tiempo me quité, y es absurdo que se empeñen en seguir considerándome catalán en cualquiera de sus formas, incluida aquella de traidor que tanto me ilusionó de niño."                   (Arcadi Espada, El Mundo, 05/04/16)

20/10/21

La burguesía catalana, entre los que había muchos que apoyaron a Franco, siempre fue supremacista. Ese supremacismo se proyectó especialmente contra los emigrantes que vinieron a trabajar a Cataluña... El procés ha reforzado ese supremacismo, ignorando y ninguneando a media Cataluña

 "Profesor de francés y catalán. Fue concejal de Sabadell por el PSC, forma parte de Greenpeace y otras plataformas ecologistas. Se siente muy identificado con Federalistes d’Esquerras. Desde hace una década colabora en el diario digital iSabadell.cat

Siendo rectora de calidad y política lingüística en la UPC, Nuria Pla, lanzó un tuit, en vísperas del 11S, diciendo “Tengo ganas de fuego, quemar contenedores y aeropuerto colapsado” ¿Cómo interpretar esto? ¿Se trata quizás de una llamada de la selva?

Los que pudieron creer que el independentismo era un movimiento pacífico se equivocaban. Lo vimos en los hechos de septiembre, quemando la Vía Layetana… Hay gente que reivindica esta violencia, pero, claro, no cuentan con el apoyo de la sociedad catalana, en su conjunto. Entre otras cosas, porque todos sabemos que esto es una revuelta burguesa. Se entendería que gente que gana 400 euros al mes saliera a la calle, pero quienes disponen de ingresos altos, con su torrecita, hablen de revolución solo son palabras. Seguro que la ya ex-vicerrectora que escribió eso sería incapaz de participar en lo que dice desear. Es la arenga a los de la CUP, que yo creo empiezan a olerse que se aprovechan de ellos.

Más allá de las ganas de violencia, no deja de sorprender que en pleno siglo XXI, con más de 200 años de Ilustración a la espalda, personas a las que se les supone un bagaje intelectual muy por encima de la media, se alineen con algo tan irracionalidad como el procés, sin cortarse un pelo…

Todos podemos tener impulsos irracionales, pero como ahora es tan fácil transitar desde ellos al mensaje, vía móvil, nada tiene de extraño que lo primero que pase por la cabeza pase de inmediato a los dedos. No hace mucho, cuando se veía en la tele algo que no gustaba se le gritaba a la pantalla sabiendo que no iba a responder. Sin, no es raro que gente que sin pensárselo lanza lo primero que se le ocurre, y cuando ve lo que se le viene encima lo borra. Se trata casi de un acto reflejo, que tenemos que aprender a controlar. Porque por ahí se cuelan no solo los prontos sino manipulaciones y trolas como aquélla muy celebrada de la mujer, que en los sucesos del 1-O, dijo que un antidisturbios le había roto los dedos, uno a uno. Tengo que confesar que yo mismo me alarmé. En la época de las redes digitales, de las que la propia autora del tuit parece ser una experta, tendríamos que recomendarnos algo más de prudencia.

Por añadidura, esa persona, como responsable de política lingüística de una Universidad, también se presupone que algo tiene que saber del valor de las palabras…

Ella forma parte de un movimiento visceral, emocional, en el cual no prima, sino todo lo contrario, la inteligencia, la sensibilidad, el saber estar… El sentido común da paso al fanatismo y en ese terreno no hay reglas. Se recurre al insulto. Conmigo lo han hecho muchísimas veces. Fascista y falangista es lo más suave que se me ha dicho solo por pensar diferente. Hay gente fría, calculadora, que ha promovido la utilización de determinadas palabras, sin ninguna legitimidad, pervirtiendo su sentido originario. Cuando se dice, por ejemplo, “exiliado”, refiriéndose a Puigdemont, llama la atención la tergiversación del término. Y así, “democracia”, “libertad”, «presos políticos”, “amnistía”, etc.

Pero, en definitiva, toda esta terminología viene prestada del pasado, y utilizada de manera torticera, claro… Pero nada nuevo bajo el sol.

Utilizan en favor propio conceptos, valores, reivindicaciones…, que tuvieron gran valor en el pasado y que, por cierto, no fueron ellos precisamente quienes los compartieron. Fundamentalmente, para tapar la gran corrupción que han protagonizado. Había gente que vivía muy bien, con Jordi Pujol a la cabeza. De hecho, Aznar no tocó ni una coma de la inversión, ni de nada, en Cataluña. Cuando sale a la luz la corrupción, el engaño, el robo (porque no es España quien roba, si no ellos) tienen que inventarse algo, y aparece el procés. Reivindican cosas imposibles, sabiendo que lo son, pero tienen que aguantar como sea.

¿Cómo, por ejemplo, ahora, la amnistía?

O son extremadamente listos, o extremadamente tontos ¿Cuándo alguien se lanza a lo que se lanzaron se puede pensar acaso que el Gobierno español no iba a hacer nada? ¿Alguien podía creer que no habría que pagar por lo que se hizo? Y ahora piden una amnistía ¿Para Puigdemont? Ha habido un indulto y carece de sentido tratar de borrar el pasado, diciendo que no hubo delitos. De hecho, Junts no está en la mesa de negociación entre otras cosas porque plantearon que en ella se hablara sobre los políticos huidos, y de su posible retorno. Resulta surrealista que, a ojos de una parte del independentismo, los “traidores” fueron a la cárcel y los que huyeron los “héroes”. Puigdemont es el héroe y Junqueras el traidor. Cataluña es el mundo al revés.

En este mundo al revés ocupa un lugar muy significativo lo que se ha llamado “supremacismo”, eso que según Wikipedia defiende la superioridad de un colectivo humano frente a los demás por razones étnicas, biológicas, culturales, religiosas o de origen…

La burguesía catalana, entre los que había muchos que apoyaron a Franco, siempre fue supremacista. Ese supremacismo se proyectó especialmente contra los emigrantes que vinieron a trabajar a Cataluña. Prueba de esto son, por ejemplo, cosas como que, en el centro de Sabadell, donde yo vivo, se le considere y se le llame Sabadell, propiamente dicho, y “los barrios”, de gente emigrante, son otra cosa. Eso pervive aún. El procés ha reforzado ese supremacismo, ignorando y ninguneando a media Cataluña. Resultó sorprendente que medio Parlamento se ausentara en una votación y ellos siguieran a lo suyo, como si nada. Cosas como asociar el “poble de Catalunya” a los suyos es intolerable.

En este estado de cosas ¿Qué paisajes se vislumbran?

Parece que Cataluña no tiene solución. La mesa de diálogo, si prospera, llegaría un nuevo estatuto, en el que naturalmente no se abriría la puerta a la autodeterminación, ni a la amnistía. Preveo un estatus a lo belga, donde los flamencos viven separados de los francófonos. Puede haber gobiernos independentistas para rato, porque el constitucionalismo no reúne condiciones para hacerle frente al nacionalismo.

En cualquier caso, el ramalazo independentista no desprende un cierto aroma de fin de época… ¿No hay algo o mucho de agónico en el nacionalismo catalán?

Parece que Pere Aragonés, por fin, podría “peneuvizarse”. Convertirse en un partido pragmático, capaz de pactar, más allá de su ideología o sus fines a largo plazo. Podría, por ejemplo, pactar con el Partido Socialista, como hace el PNV. Cosa que, nadie duda, le va muy bien. El nacionalismo siempre ha sido más mayoritario en el parlamento vasco que en el catalán y, sin embargo, eso nunca ha llegado a desembocar en un frente nacionalista. Urkullu, que encabezó en su partido la salida de la crisis de Ibarretxe, se comprometió a fondo en la salida del atolladero de Puigdemont. No hubo nada que hacer. Les da igual que todo se vaya a pique. La educación se hunde, la economía se evapora… Estamos cada vez más a la cola en los rankings. Esquerra parece que está intentando encauzar algo, y está por ver hasta dónde puede llegar, a la vista de las enormes presiones que soporta. Parece que lo más sensato sería llegar a un pacto con Salvador Illa. Seguramente, algún día llegará. Porque lo de Vía Layetana ha quedado atrás. Habrá quien añore que el 1-O no hubiera algún muerto, pero serán cada vez menos.

Pero la función del procés, como en los espectáculos de magia, se acaba. Se encienden las luces, y se vuelve a la realidad…

Soy defensor de la lengua catalana, porque me he ganado la vida dando clases de catalán. Pero es verdad que el catalán se ha instrumentalizado políticamente tanto, asociándolo al nacionalismo, que acabará pagando por ello. Cuando yo enseñaba catalán en barrios castellano-hablantes había pasión por aprenderlo, porque para muchos significaba una forma de acceder a otro estatus. De ahí, que la inmersión fuera apoyada por los inmigrantes. El propio Jordi Pujol se oponía a ello, porque temía que el catalán saldría perdiendo. Elegir la lengua podía contribuir a separarse. Aunque también es verdad que la buena inmersión tendría que haber sido en una doble dirección, bilingüe. Y eso no ha ocurrido. El catalán se haya asimilado tanto al nacionalismo que yo mismo he recibido insultos por hablar en catalán. Laura Borrás diciendo que no contestaba a una pregunta en castellano le está haciendo un flaco favor al catalán."                      (Entrevista a Josep Asensio, El Triangle, 03/10/21)

12/1/21

Independentismo trumpista catalán

 "(...) Desgraciadamente, el ‘trumpismo’ también ha tenido en los últimos años admiradores en Cataluña, que, desde los lamentables sucesos del Capitolio, ahora corren a desdecirse. Los encontramos en los ambientes ultraderechistas de Vox, partido que ha contado con el asesoramiento del gran ideólogo del ‘trumpismo’, Steve Bannon. Pero también en algunos segmentos del movimiento independentista que, desde hace años, emplean técnicas y mensajes propios de la derecha extrema excluyente.

Muchos nacionalistas catalanes no son conscientes, pero eslóganes como “España nos roba”, “Apadrina a un niño extremeño” o los ataques reiterados contra la supuesta vagancia de los trabajadores andaluces o el absentismo de los funcionarios madrileños entran de pleno en la construcción del discurso que, al otro lado del Atlántico, ha hecho eclosión con Donald Trump.

Independentistas del ‘frente duro’, como Joan Canadell, Josep Lluís Alay o Josep Costa han tuiteado en las redes sociales mensajes de ‘curiosa’ simpatía hacia la revolución paleoconservadora y supremacista del hasta ahora presidente de Estados Unidos. Y es que los conceptos identitarios, reaccionarios e insolidarios están muy presentes en el ‘corpus’ de todo nacionalismo. También del catalán.

La historia del catalanismo político tiene una vertiente execrable, que entronca directamente con las teorías nazis. Es aquella que confiere a los catalanes una supuesta diferencia y superioridad racial con los otros habitantes de la península Ibérica. En síntesis, los catalanes seríamos un prototipo de la raza aria, mientras que los españoles son una mezcla de celtas y árabes y tienen una inteligencia menos evolucionada.

El primero que expuso la teoría de la superioridad racial de los catalanes fue Pompeu Gener, a finales del siglo XIX, en su libro Herejías. Destacados prohombres del catalanismo de la primera mitad del siglo XX, como los sacralizados Enric Prat de la Riba, el doctor Robert, Antoni Rovira i Virgili o Pere Bosch Gimpera, también asumieron estas tesis estrafalarias.

Lo más inquietante es que esta línea de pensamiento supremacista ha sobrevivido en Cataluña después de la derrota del III Reich. Carles Muñoz Espinalt, creador de la psicoestética, ha tenido una gran influencia en el independentismo más hiperventilado, que ha conseguido importantes cuotas de poder en el régimen procesista. También el empresario Joan Baptista Cendrós, fundador de Òmnium Cultural y abuelo de David Madí, consideraba que había que matar a los castellanos (“Yo soy un fascista catalán, yo soy un nazi catalán y no acepto nada de España y pienso que todo lo que se haga para matar castellanos es bueno”).

Pero lo realmente preocupante es que políticos que han ocupado responsabilidades públicas en los últimos años, como Jordi Pujol, Heribert Barrera o Quim Torra, también han caído en estas abominables teorías para justificar que Cataluña tiene derecho a reivindicar su soberanía identitaria.

«El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico, es un hombre destruido, es generalmente un hombre poco hecho. Un hombre que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Si por la fuerza del número llegara a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, el andaluz destruiría a Cataluña” (Jordi Pujol). “La inmigración es la principal amenaza de Cataluña, conseguimos superar las oleadas de andaluces, pero ahora el catalán está en peligro. A mí me gustaría una Cataluña como la de la República: sin inmigrantes” (Heribert Barrera). “Están aquí, entre nosotros. Les repugna cualquier expresión de catalanidad. Es una fobia enfermiza. Hay algo freudiano en estas bestias. O una pequeña tara en su cadena de ADN” (Quim Torra).

El empresario Joan Canadell, tercero en la lista de JxCat para las próximas elecciones, también es de los que comulga con la doctrina identitaria y autocrática de la “America first” de Donald Trump. Así lo manifestó a través de un tuit escrito el día siguiente de las elecciones norteamericanas del año 2016: “Pediría por prudencia que el mundo indepe no se sitúe contra Trump”, afirmó. Después del asalto de los ‘trumpistas’ al Capitolio, se ha apresurado a borrar este polémico mensaje.

Joan Canadell participa de las demenciales teorías “conspiranoicas” que caracterizan a movimientos como QAnon, que ha tenido un gran protagonismo en los hechos del pasado 6 de enero en Washington. En su caso, para denunciar que el deep state español ha secuestrado la supuesta catalanidad de personajes ilustres cómo Cristóbal Colón o Miguel de Cervantes, en línea con las tesis del polémico Instituto de Nueva Historia (INH).

Además, Joan Canadell hace lo contrario de lo que predica. Afirma, por ejemplo, que si Cataluña fuera independiente habría muy poco paro. Pero la empresa de gasolineras low cost que dirige, Petrolis Independents, se caracteriza, precisamente, por prescindir de los puestos de trabajo y obtiene beneficios automatizando este servicio, sin pagar nóminas ni Seguridad Social. El paro se soluciona creando ocupación, pero Joan Canadell
–que todavía continúa, nominalmente, como presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona- no entiende ni aplica esta lección tan elemental."                 (Jaume Reichach, el Triangle, 11/01/21)

15/12/20

"Hay una guerra fratricida entre independentistas... que se ocupen de la pandemia, que no se pasen todo el día peleándose unos con otros"

  "El periodista y escritor, Manuel Trallero, ha afirmado que "hay una guerra fratricida entre independentistas" y ha reclamado "que se ocupen de la pandemia, que no se pasen todo el día peleándose unos con otros y no les quede tiempo de ocuparse de la pandemia. Al final dejaremos de hablar de la pandemia porque estos señores están peleando" ha lamentado.

Trallero ha criticado las medidas y los mensajes contradictorios emitidos por el Govern en la lucha contra la proliferación de la pandemia. Trallero, que ha participado en una entrevista a e-notícies, ha pedido "que no se contradigan entre ellos, que haya un portavoz autorizado que hable en nombre del Govern, pero que no se contradigan entre ellos".

"El Gobierno español tendrá muchos defectos, pero al menos hay un portavoz, aquí todo el mundo dice algo diferente de lo que ha dicho la otra. Pedirle a la población responsabilidad cuando los primeros irresponsables son ellos, me parece una catástrofe" ha considerado el periodista, que ha criticado el hecho de que "al consejero Samper le gusta mucho salir en la tele". "Hay muertos, estamos hablando vidas humanas, me parece dramático" ha expuesto, apuntando que "son una banda de mamarrachos que sólo les interesa salir en la televisión".

Trallero también ha explicado que el independentismo "es un movimiento populista al 100%". "Pujol fue un populista, desde el primer momento" ha manifestado el escritor en la entrevista. "El personalismo de Pujol no viene por inspiración del Espíritu Santo, es lo que se estaba mascando, a partir de ahí el independentismo lógicamente es un movimiento populista al 100%, con todos los elementos típicos del populismo de Trump" ha apuntado."              (Entrevista a Manuel Trallero, e-notícies, 12/12/20)

5/11/20

Burgaya: “El nacionalismo es una patología política”

"Una posición correosa, unívoca, durante todos los años del proceso independentista. El historiador Josep Burgaya, profesor en la Uvic, considera que el “nacionalismo es una patología política” que ha marcado toda la política catalana y que tiene su mayor expresión en el movimiento “populista” que se inició en 2012. Lo ha señalado en un coloquio organizado por Federalistes d’Esquerra, en el que ha desgranado buena parte del análisis que se muestra en su libro Populismo y relato independentista en Cataluña, ¿un peronismo de clases medias? (El Viejo topo).

Burgaya ha admitido que muchos de sus comentarios y artículos, como los que publica periódicamente en Crónica Global, son elogiados en su entorno, en Vic, pero siempre de una forma privada, prudente, con un cierto temor a que esos análisis compartidos puedan trascender. Eso es lo que ha generado el independentismo, con muchos intereses cruzados con el poder, un movimiento que se generó desde arriba, “nada que ver con la espontaneidad que se quiso trasladar, como algo surgido desde abajo, desde el pueblo”. Esos lazos con el poder suponen subvenciones, como ahora se han reflejado con la investigación del juez Aguirre; cargos, y plataformas mediáticas.
Con Pujol "empezó todo"

El historiador, autor de diversos trabajos de economía política, fue concejal del PSC en el Ayuntamiento de Vic. Pero se centró antes del procés en su actividad profesional, y ha sido uno de los analistas más mordaces con el objetivo de “desnudar” lo que había detrás del movimiento independentista. Una de sus ideas, reflejadas en el libro, es que sin Jordi Pujol no se entendería lo que ha pasado después. “Ha sido un político moderado y conservador, pero con él empezó todo”, ha señalado en el debate con Federalistes d’Esquerra.

El mensaje central es que el nacionalismo es “una patología política”, porque no define en ningún momento “cómo se organiza la sociedad”. Lo que hace “es algo previo, es definir cúal es la sociedad”, lo que ha llevado, finalmente, a una gran división social.

Uno de los errores, que en estos momentos se dilucida en el Congreso, es el papel de la lengua en el sistema educativo. Burgaya, sin entrar en la cuestión en detalle, sí ha señalado que sería “un grave error entrar en una descastellanización” de la sociedad catalana, cargando duramente contra “colectivos como Koiné que reclaman que el catalán sea la única lengua en Cataluña”.
Analógico frente a digital

Con preguntas sobre cómo se podría salir de la actual situación, Burgaya ha defendido que se puedan establecer puentes, entre los dos bloques, y se opte “por la razón, por dejar atrás todo el procés, sin que nadie deba renunciar a sus principios”. Es una “obligación”, ha precisado, porque Cataluña, en caso contrario, “entrará en una decadencia económica, que ya se percibe y se nota, tras diez años perdidos”.

La tesis de Burgaya es que toda la “agitación y venta del mensaje independentista” se puede superar con buenos argumentos, “desmontando” cada una de las “mentiras” que se han difundido, entre ellas que Europa aceptaría la independencia de una parte de un Estado, sin ser consciente de que la Unión Europea es un “club de estados”, y de que el Gobierno español, al margen de verse superado y de no saber combatir la propaganda independentista, actuó como debe hacer un Estado. “Lo que pasa es que el Gobierno de Rajoy respondió de forma analógica ante las formas digitales de un movimiento de activistas”. 

4/6/20

Miquel Vilanova, exdirigente de Unió: “el proceso ha generado un hundimiento anímico. La falta de autoestima es el origen del proceso”




"El abogado Miquel Vilanova, que fue primer teniente de alcalde de Banyoles durante ocho años (2007-2015) considera que “el proceso ha generado un hundimiento anímico” en esta entrevista con e-notícies.

Vilanova, exmilitante de Unió, opina también que “el catalanismo no ha muerto” pero que hay que “eliminar los dos bandos” y recuperar la empatía. Partidario de la mesa de diálogo, afirma que “el proceso se arregla con paciencia y diálogo”. “Yo ya soy catalán, no quiero serlo más”, añade.

También que “deberíamos generar empatía hacia el resto de España”. “Catalunya, cuando mejor le ha ido, es cuando se ha olvidado de mirar hacia dentro”, prosigue. En su opinión “cuando nos ha mirado el mundo ha sido durante los Juegos Olímpicos”.

Antiguo militante de UDC, afirma finalmente que “Unió es el único parido que no tiene las manos manchadas de sangre durante la Guerra Civil”. “El odio no lleva a ninguna parte”, insiste.
En esta entrevista explica por último que, durante un mitin de Mas en Banyoles en el 2015, se levantó y se fue porque ya no estaba de acuerdo con el derrotero que iba tomando el proceso."            (Entrevista a Miquel Vilanova, Xavier Rius, e-notícies, 02/06/20)

7/4/20

Nuria Espert: «El nacionalismo es un veneno, algo muy negativo»

"(...) Nuria Espert tiene ganas de contar, de repasar sus actos y sus actuaciones. Obviamente, está orgullosa de ser quien es y de haber llegado donde ha llegado. Y no es para menos. (...)

Lorca, siempre Lorca.

-En Londres querían representar a Federico García Lorca, que nunca se había hecho en el West End. Me llamaron porque yo había interpretado «Yerma» durante dos años en Londres, en dos festivales. Y ahí comenzó otra conexión con Lluís Pasqual, dirigiendo ese espectáculo, que fue un éxito enorme. Se quedó meses y meses en el West End. Y ese mismo espectáculo me fui a montarlo a Japón con actrices japonesas y a Israel con actrices árabes y cristianas.

¿Lo contrario de lo que ahora pasa con los nacionalismos?

El nacionalismo es un enemigo... La cultura no le va bien al nacionalismo porque le fuerza a elegir: «Esta sí, esta no». El nacionalismo es un veneno, es algo muy negativo. Para el mundo de la cultura, del pensamiento, de las artes, es muy negativo. (...)"                 (Entrevista a Nuria Espert, Laura Revuelta, ABC, 09/03/20)

31/1/20

¿El nacionalismo es una protesta del territorio contra la capital globalizada? Así es en toda Europa

"(...) El XIX fue el siglo europeo; el XX, el americano, y el XXI es el asiático. Es decir, chino.
EE.UU. ha apostado por Asia. Y millones de europeos, fíjese en el Brexit, vuelven al nacionalismo y ven su futuro en su pasado.

¿Eso incluye a nuestros nacionalismos?

La paradoja es que el independentismo catalán creía que la UE sería el marco democrático que se acomodaría a su secesionismo; y, en cambio, ha demostrado que es un obstáculo para ellos. Si Catalunya estuviera en el Cáucaso y no en la UE sería independiente.

¿Sin aliados exteriores el independentismo siempre será una mera aspiración?

Lo cierto es que el Govern independentista ha llamado a muchas puertas –dentro y fuera de la Unión Europea– y nadie le ha recibido.
Puedes declararla, pero no hay independencia si nadie la reconoce.

Y nadie la reconocerá hasta que logre una mayoría clara a favor. Si para cambiar una Constitución necesitas una mayoría cualificada, no se entiende que para crear un Estado baste con una mera mayoría en escaños, que no en votos.

¿Es el punto débil del independentismo?

Artur Mas reconocía que la independencia requería al menos el 60% de votos; pero, al final, se declaró con menos del 50%;les bastó una exigua mayoría parlamentaria, obtenida gracias a una ley electoral, la española,replicada aquí para favorecer a las comarcas nacionalistas y perjudicar a los barrios de Barcelona que no lo son.

¿El auge de Vox es una reacción al del independentismo?

El nacionalismo catalán y el español se retroalimentan y, a veces, se necesitan.

¿Lo que más se parece a un nacionalista catalán es un nacionalista español?

Los nacionalistas con Estado no se ven a sí mismos como nacionalistas, sino como patriotas. Pero tal vez lo significativo del nacionalismo español es que sus grandes líderes surgen en la periferia. Es reactivo a los periféricos.

¿El nacionalismo es también protesta del territorio contra la capital globalizada?

Así es en toda Europa. Y también en Catalunya; porque está claro que a Barcelona, Catalunya se le queda pequeña. Y es que es una capital dinámica global y multicultural que saldría perdiendo si fuera encasillada como capital de un pequeño Estado."                 (Entrevista a Xosé Manoel Núñez Seixas, Mané Espinosa, La Vanguardia)

14/1/20

Las naciones son gastronomía, no son esencias y materiales que vienen de tiempos pasados; no hay necesariamente una cultura o una historia detrás de cada nación... los nacionalismos (y las naciones) no están predefinidos ni predeterminados...

"(...) ¿Es posible no ser nacionalista?

La gran mayoría es algo nacionalista, aunque muchas veces sea de forma inconsciente. Muchísimos ciudadanos de Europa no tienen la necesidad de hacerlo visible u obvio salvo en momentos en los que hay un enfrentamiento. Lo suelen expresar con sentimientos banales: en el apego a la lengua, a una manera de ser, a unas costumbres o incluso a la gastronomía. 

La mayor parte, cuanto menos, necesita la nación como horizonte y como marco de referencia, aunque luego no sepan muy bien definirla. Después hay minorías cosmopolitas que consideran que la identidad nacional no sólo no es un elemento preponderante ni prioritario, sino que tienen muchas identidades y para ellos la nación no juega ningún papel. Pero son minoría.

¿Por ello defiende que las naciones tienen más que ver con la gastronomía que con la geología?
 
Las naciones son gastronomía, no son esencias y materiales que vienen de tiempos pasados; no hay necesariamente una cultura o una historia detrás de cada nación. Hay precondiciones que pueden explicar el mayor arraigo de los nacionalismos y que pueden ayudar, pero los nacionalismos (y las naciones) no están predefinidos ni predeterminados.

Pero todos rechazan la etiqueta de nacionalista. De hecho, apuntas en el libro que muchos intelectuales de este país aún niegan que exista el nacionalismo español.

El rechazo a la etiqueta nacionalista no es una cuestión española. También es muy propio del ámbito lingüístico francés, portugués, alemán… el término nacionalismo está denostado por el uso perverso e hipertrófico con consecuencias criminales. Está negativamente connotado desde 1945. Yo no digo que todo el mundo sea nacionalista de la manera en que lo pueda ser un ardiente defensor de la unidad de la patria como Abascal o como Quim Torra.
Muchos dicen ser patriotas y no nacionalistas…

La mayor parte de los ciudadanos se sitúa en escalas intermedias de baja intensidad. Algunos llaman a eso patriotismo y creen que es sano y que el nacionalismo es malo. La diferencia no es de naturaleza sino de gradación. Quizá decir que todo el mundo es nacionalista es un tanto exagerado, pero sí diría que la mayor parte de la gente necesita una nación.   (...)
Ahora que lo menciona, algunos atribuyen cierto “supremacismo” a algunos sectores del independentismo catalán. Y también se ha usado ese calificativo en sentido contrario.

Se trata de retórica y guerra de propaganda para deslegitimar al contario. La mayoría del nacionalismo catalán no cree que tenga una pureza especial o que sea superior. Otra cosa es que me digas que hay núcleos más puristas con el tema de la lengua que tienen problemas para tener una idea más cívica de nación. Torra se equivoca en muchos de sus planteamientos y es un nacionalista de perfil duro, pero no me parece que sea un supremacista.

¿Son los nacionalismos periféricos –Catalunya, Euskadi...– los que han provocado el resurgir el nacionalismo de Estado?

Una cosa no tiene por qué llevar a la otra, pero todo nacionalismo necesita un otro para consolidarse y para reafirmar su personalidad. Los nacionalismos sin Estado, precisamente por no tenerlo aunque haya instituciones sucedáneas y por no gozar de reconocimiento internacional, están forzados a una hipertrofia simbólica y de alguna manera tienen que hacer ostentación. En cambio, el nacionalismo de Estado muchas veces es más invisible y se alimenta con un nacionalismo trivial de baja intensidad. 

Se manifiesta y sale a la luz ante agresiones externas o amenazas internas como puede ser la secesión de una región o la presencia de una minoría o un colectivo que se considera extraño en la nación; o puede ser por la inmigración. Pero también en algunos momentos porque los actores políticos dan a la nación un valor supremo para enmascarar otros intereses. Y eso también puede pasar en los nacionalismos sin Estado.

¿Entonces el nacionalismo catalán es el motor de ese despertar del nacionalismo español?

Primero fue el plan Ibarretxe, del que nos hemos olvidado, como de ETA... Había un desafío para el que se tenía una receta de defensa de la Constitución, de los Derechos Humanos, etc. porque ETA mataba a gente inocente de todo tipo. El nacionalismo catalán plantea un desafío de otra naturaleza porque es cívico y es pacífico –quitando algunos de los últimos episodios–; pero se ha intentado calcar la receta de Euskadi con Catalunya. Además, en la época de José María de Aznar, sobre todo a partir del año 2000, ya se empezó un proyecto explícito de renacionalizar España, de normalizar España en el contexto europeo. 

Esa renacionalización empezaba con los símbolos: con el orgullo de la bandera, con el himno o con la presencia de mayores contenidos comunes en los currículos escolares de toda España. Luego José Luis Rodríguez Zapatero tenía un proyecto todo lo teórica e intelectualmente sofisticado que se quiera, pero al final no estaba muy construido. Hablaba de una España plural, de valoración de la pluralidad en la propia génesis de la identidad española, de valoración de la tradición republicana, federal… y se apoyaba en Maragall, Touriño y los valencianos, que ayudaron bastante.


¿Ante este último “desafío” cómo se ha reaccionado?

Con mayor polarización, una polarización que ha llevado a que se manifieste Vox, que es producto de esa proliferación de lo que llaman nacionalismo constitucional. Pese a que tiene elementos claramente neofascistas y de derecha radical como el rechazo a la inmigración, su núcleo es la defensa de la unidad de España frente al movimiento independentista catalán. Con todo, antes ya estaban ahí y en el momento adecuado surgió la España de los balcones. 

Existía cierta banalización y normalización de algunos símbolos como la bandera bicolor, que hasta la Eurocopa de 2008 o el Mundial de 2010 se veía muy poco. Y empezó a verse también en las periferias de Barcelona. Pero también es verdad que ya hay una generación que ha crecido en la España democrática y no tiene problemas para identificarse con la bandera que sus mayores asocian al franquismo o a la monarquía.

 El Estado de las Autonomías fue una solución improvisada que duró casi 40 años. Era un coche viejo que había que repararlo pero seguía funcionando. Es el momento de diseñar algo nuevo, aunque ese modelo está por definir. En mi opinión habría que huir de los estados nación clásicos. Tenemos teorías de nacionalismo posnacional, pero aquí impera la nostalgia, el retorno al Estado nación y vemos con casos como el del Brexit que una parte de la población se refugia en esta estructura vieja en tiempos de incertidumbre, con un contexto de crisis económica y de pérdida de importancia de Europa en el tablero global.
Afirma también en el libro que “si los nacionalismos periféricos se han sentido tradicionalmente cómodos en el escenario de la bilateralidad –nosotros a un lado, España al otro lado–, la necesidad de encajar esa bilateralidad en una multipolaridad más amplia, un escenario de competencia múltiple etnoterritorial, multiplica los dilemas”, pero a la vez “puede facilitar soluciones intermedias”. Si es así, ¿dónde queda el federalismo? ¿Por qué no arraiga?
 
Ahora no hay compañeros para ese menester. El nacionalismo vasco nunca estuvo ahí porque tiene su régimen foral y siempre ha preferido la bilateralidad. Buena parte del nacionalismo catalán también se movía en esa lógica desde la época de Pujol, en una suerte de pacto bilateral. Así no hay manera de construir el federalismo, máxime si en la derecha y algunos sectores de la izquierda española hay serias reticencias a ello. Un sistema federal debe basarse en la lealtad de los territorios que lo integran y si hay dos o tres territorios que siempre van a estar aspirando a algo más eso no funcionará. Pero hay otro problema básico que está por definir:

 ¿Deben federarse las actuales Comunidades Autónomas? ¿Sólo Catalunya, Euskadi, Galicia y Canarias? ¿Entonces qué pasa con Andalucía, Asturias o Valencia? También lo querrán. Se puede hacer un pacto de tres o cuatro naciones, pero eso implicaría constitucionalizar a otras naciones hoy periféricas y no se querrá. Es un asunto complejo y las fuerzas mayoritarias cuando llegan al Gobierno vuelven a lo malo conocido e intentan poner parches; vuelven al Estado de las Autonomías."                  (Entrevista a Xosé M. Nuñez Seixas, Iñaki Pardo,  La Vanguardia, 04/11/19)

9/1/20

Las fuerzas que dirigen el nacionalismo catalán son las mismas que encontramos en los territorios beneficiados por la globalización... Las clases dominantes utilizan un sentimiento nacionalista real para imponer un modelo neoliberal que perjudica a las clases populares en España, pero también en Cataluña

"(...) Los movimientos independentistas suelen ocultar un proceso de secesión social y cultural que en realidad se propone desmantelar las solidaridades nacionales y validar el modelo territorial desigualitario de la globalización, el de las grandes ciudades. Más que una renovación del nacionalismo, es antes que nada la secesión de las burguesías que lleva en estado latente la balcanización de los países desarrollados. […] 

Presentado como un caso de irredentismo cultural, el separatismo de los catalanes revela en primer lugar una reacción de las regiones ricas a la crisis económica y el hundimiento de las clases medias españolas. […] Lo dirige fundamentalmente una ideología liberal-libertaria característica de las nuevas burguesías. […] Las fuerzas que dirigen el nacionalismo catalán son las mismas que encontramos en los territorios beneficiados por la globalización, se apoyan en la alianza ideológica del liberalismo económico y del liberalismo social. 

Bajo el barniz nacionalista, de hecho, reencontramos los fundamentos ideológicos de las clases dominantes y de la nueva burguesía. También aquí el antifascismo se usa como arma de clase. Las clases dominantes utilizan un sentimiento nacionalista real para imponer un modelo neoliberal que, en consecuencia, perjudica a las clases populares en España, pero también en Cataluña, donde la concentración de la riqueza y del empleo en Barcelona ha operado en detrimento de las clases populares catalanas. (...)

Si el consenso posbélico pudo alumbrar los Treinta Gloriosos fue por la configuración de coaliciones positivas; en los momentos presentes la imagen es más bien la de la prevalencia de distintos tipos de coalescencias negativas internas y cruzadas. 

La principal de las internas es la que apuntó Barrington Moore en Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia, una coalición reaccionaria entre las élites urbanas –para el presente, financieras– y los sectores rurales –en este caso el nacionalpopulismo–. Las cruzadas operan de facto en marcos identitarios; la polarización subsiguiente favorece a los extremos de ambos espacios en contra de los moderados correspondientes. 

Hoy el suflé catalán alimenta la cocina incendiaria de Vox y Vox alimenta al suflé catalán. Ambos comparten la misma fe neoliberal. De ello dan fe las agresivas reformas de Artur Mas antes o la Ley Aragonés hoy del lado catalán, y la propuesta del gurú económico de Vox, Rubén Manso, de privatizar las pensiones, eliminar el salario mínimo y rebajar drásticamente los impuestos.

 La receta de Manso, Estado ultramínimo, privatización de sanidad, educación y servicios sociales está calcada de Nozick, como se observa desde el prefacio mismo de Anarchy, State, and Utopia, que se publicó un año después del golpe de Pinochet. Vox, que no elude la plantilla populista contra las élites, que defiende el cheque escolar y que no deja de invocar a España, no ha dicho palabra sobre ese rescate multimillonario a la banca a costa de la cartera de los españoles. De nuevo la alianza impía, la simbiosis perversa."                

(Martín Alonso Zarza, 'Desde la caída del Muro. ¿En las antípodas de los Treinta Gloriosos?', CTXT, 18/12/19)

6/11/19

Julio Llamazares: en Cataluña la mitad de la población se siente víctima de una opresión secular por parte de España, lo que la faculta para desobedecer las leyes sin dejar por ello de ser demócrata. Y del mismo modo sigue siendo pacifista, aunque prenda fuego a las calles. Ser víctima te da derecho a eso y a más, y el que no lo quiera entender allá él...

"Dice Daniele Giglioli, ensayista y profesor italiano, que ser víctima da privilegios (otorga prestigio, identidad, derechos, exige escucha y reconocimiento) y garantiza la inocencia propia, “porque la víctima no ha hecho, le han hecho”. Se refiere Giglioli no a las verdaderas víctimas, sino a esos que adoptan el victimismo como actitud, algo habitual en las sociedades modernas.

En Crítica de la víctima, publicado en Italia en 2014, desarrolla esa idea. “La víctima —dice Giglioli— no tiene necesidad de justificarse y ese es el sueño de todo poder. Por eso, nadie se postula para el poder sin decir que es víctima de algo: de Europa, de los extracomunitarios, de la banca.

 De hecho, establecer quién es más víctima es el pretexto de todas las guerras y la idea de la que parten los movimientos populistas”. Y pone ejemplos concretos: “En Italia, el 60% de los italianos votan por partidos que han adoptado la retórica de la víctima: en el norte dicen que somos víctimas de los emigrantes. El italiano rico se considera víctima de los que vienen de África, como Trump de los hispanos pobres o los promotores del independentismo catalán se consideran víctimas de España” (La Vanguardia, 9-3-2019).

Pero no es una idea sana, afirma Giglioli. Porque, aunque el victimismo llena un vacío de identidad y le da cierto sentido a la vida, es paralizante: “El victimismo perpetúa el dolor y cultiva el resentimiento. La idea sana es acabar con el dolor, el dolor de tus padres, de tus antepasados. 

Las personas que han sufrido por nosotros lo han hecho para que fuéramos felices, no para que continuáramos su dolor. Ser víctimas nos impide llegar a la mayoría de edad”. Así que las primeras víctimas del victimismo, según Giglioli, son ellas mismas, que se llegan a creer que lo son realmente, como los hipocondriacos con las enfermedades, lo que les impide vivir con normalidad.

Pero hay otras víctimas del victimismo, que somos todos los demás. Por el mero hecho de no ser víctimas, somos sospechosos, cuando no culpables, de su situación. Para Giglioli no hay ninguna duda de ello y por eso ha escrito contra ese paradigma de la sociedad moderna que hace que quien se constituye en víctima pretenda tener más derechos que el resto y que nadie discuta siquiera sus pretensiones. La víctima tiene razón por el mero hecho de serlo y eso le da derecho a hacer lo que quiera.

Los españoles estamos viviendo esa situación actualmente en Cataluña, donde la mitad de la población se siente víctima de una opresión secular por parte de España, lo que la faculta para desobedecer las leyes y las sentencias sin dejar por ello de ser demócrata (los antidemócratas somos los demás). 

Y del mismo modo siguen siendo pacifistas, aunque prendan fuego a las calles y ataquen a los policías con cócteles molotov. Ser víctima te da derecho a eso y a más, y el que no lo quiera entender allá él. Como dice Giglioli en su ensayo, el victimismo fomenta la paradoja porque convierte a la víctima en inocente por el mero hecho de sentirse víctima, no porque lo sea realmente.

Por ello, va a ser difícil romper ese círculo perverso en el que Cataluña vive y que propicia imágenes tan sorprendentes como la de su presidente cortando carreteras o la de la policía defendiéndose de los demócratas. Yo, por si acaso, para otra vida me pido también ser víctima, aunque solo sea para dejar de ser culpable de todo."                   (Julio Llamazares, 02/11/19)

15/7/19

Lo que ha habido aquí es el “pujolismo”, que ganó en los 80, y es la mayor calamidad que le ha ocurrido al país. Ha existido una voluntad expresa de desespañolizar el país. La expresión “Estado español” la odio profundamente porque la inventó Franco para reírse simultáneamente de carlistas y falangistas

"(...) La clase dominante global, tiene, desde luego, nombres y apellidos, pero se percibe como una abstracción ¿Se puede, en ese contexto, seguir hablando de “burguesías nacionales”?

Justamente, el otro día cayó en mis manos un librito que se llama “La teranyina”, que hace una disección, con nombres y apellidos, de las 200 familias que dominaban Cataluña, en el marco de la Semana Trágica, a principios del siglo XX. Eso debe seguir existiendo, pero no sé cómo funciona.

En cualquier caso, el “Procés”, no parece una creación de los ricos de Cataluña…

El “Procés” es fruto del azar y la curiosa historia de nuestro país. El bienintencionado Maragall cometió el error de desempolvar el Estatut, del cual no se quejaba casi nadie, y se metió en una aventura, con resultados imprevisibles y muy negativos. El malo fue el PP y el nacional-catolicismo rancio y franquista, pero el “Procés” es una aventura insensata.

¿Éstas decisiones políticas, incluida el referéndum del “Brexit”, no parecen producto de la frivolidad?

No es aquello de si la nariz de Cleopatra hubiese sido más corta, la historia del mundo hubiera cambiado, pero sí que hay algo de eso. Cuando acabé el preuniversitario traté de matricularme en la Escuela de Ingenieros de Madrid y, los muy burros, me matricularon en la escuela de peritos San Sebastián. Eso determinó mi trayectoria. El pobre Cameron quizá pensaba que el referéndum le iba a salir tan bien como el de Escocia, que también era algo muy arriesgado. Luego, unos cuantos demagogos empezaron a calentar el ambiente, y ahora muchos de ellos deben estar horrorizados. Está por ver como salen de ésta. (...)

¿Y la otra? ¿La catalana, del relato?

Si, ahora resulta que la palabra “republicana” está desprestigiada por el nacionalismo. Mi republicanismo, que es de la República española, es más bien sentimental. Yo me he criado acunado por la II República. Mi padre, que un romántico y una bellísima persona, nos hablaba todo el tiempo de la República. En España se había ido desarrollando, en ese contexto republicano, un tejido de minorías muy avanzadas (masones, libre-pensadores, vegetarianos…) que fueron exterminado por el franquismo.

¿Y de la madre de todas las batallas, el nacionalismo, que decir?

Empleando un lenguaje clásico, siempre he pensado que la cuestión nacional era una contradicción secundaria respecto a las verdaderamente importantes. He mirado con simpatía el catalanismo, como voluntad de reconocimiento de características propias, etc. Lo que ha habido aquí es el “pujolismo”, que ganó en los 80, y es la mayor calamidad que le ha ocurrido al país. 

Ha existido una voluntad expresa de desespañolizar el país. La expresión “Estado español” la odio profundamente porque la inventó Franco para reírse simultáneamente de carlistas y falangistas. Y ahora, tengo sensación de desánimo, porque todo esto es cansino."              (Entrevista a Guillermo Lusa, El Triangle, Peru Erroteta, 01/06/19)

10/7/19

Los españoles seguimos siendo muy poco nacionalistas. En cualquier caso, no existe un sentimiento nacionalista en España que tenga la densidad del sentimiento nacionalista catalán. Cuando afirmas esto en Cataluña nadie te cree, pero es una realidad...

"(...) Según las encuestas, los españoles se sienten menos nacionalistas que el resto de países de la Unión Europea. ¿Cree que esto ha cambiado tras la aparición de Vox?

No, seguimos siendo muy poco nacionalistas. Por supuesto, siempre ha existido ese 10 o 15% que a la primera de cambio saca la bandera y proclama sentirse muy español. Pero a esas personas habría que preguntarles: ¿Qué quiere decir sentirse español? Lo importante no es el territorio, sino la comunidad: el convenio que uno establece con el resto de ciudadanos. 

Y si ese contrato es bueno, uno puede sentirse, más que orgulloso, a gusto. En cualquier caso, no existe un sentimiento nacionalista en España que tenga la densidad del sentimiento nacionalista catalán. Cuando afirmas esto en Cataluña nadie te cree, pero es una realidad. (...)"

(Entrevista a Álex Sàlmón, Director de El Mundo-Barcelona, Óscar Benítez, El Catalán.es, 26/06/19)

18/6/19

Ignacio Varela: “El nacionalismo es la antesala de la xenofobia”

"(...)  El nacionalismo catalán suele apelar a un sentimiento que el resto de España “no puede comprender”. A su juicio, ¿qué papel deben de tener los sentimientos en la esfera política?

Los sentimientos forman parte de la condición humana, y la política la hacemos los humanos. Más que bueno o malo, ignorarlos es simplemente inútil. Otra cosa es instrumentalizarlos, exacerbarlos o manipularlos al servicio de un proyecto de poder. 

Hoy lo primero que se exige a un líder político es que ilusione a la gente. Forma parte de la infantilización colectiva, que es un signo de nuestro tiempo: no queremos dirigentes responsables, sino contadores de fábulas. Hay una gran demanda de cuentos en esta sociedad.

Torra ha llamado “bestias taradas” a los catalanes castellanoparlantes, Pujol se refirió al andaluz como un “hombre destruido” y Junqueras habló de diferencias genéticas entre catalanes y el resto de españoles. ¿Qué relación existe entre nacionalismo y xenofobia?

De alguna forma, los ejemplos que cita en la pregunta ya contienen la respuesta. El nacionalismo es la antesala de la xenofobia. La nacionalidad es un hecho; el nacionalismo, una ideología. Y por definición, es beligerante. Cuando el hecho de haber nacido en un lugar se convierte en el eje de tu visión del mundo y de tu posición política, es inevitable terminar enfrentando tu identidad nacional a las demás.

 El nacionalismo siempre necesita un enemigo, alguien contra el que afirmarse. Lo característico del nacionalismo catalán es que su xenofobia se expresa específicamente como hispanofobia. Aunque hay textos estremecedoramente racistas y supremacistas como los de Heribert Barrera, mentor político de Junqueras.

Según un estudio reciente, el 98,5% de los centros escolares catalanes veta el uso del castellano en pasillos, patio y comedor. ¿Qué opinión le merece el sistema de inmersión lingüística que se aplica en Cataluña?

Muestra el propósito sostenido de acabar, desde el poder político, con el hecho de que la sociedad catalana es histórica y culturalmente bilingüe. La propia expresión, “inmersión lingüística”, me parece terrible en su literalidad. 

En el fondo, es la versión invertida de lo que intentó hacer Franco. El lenguaje es una de las dos o tres cosas sustanciales que nos distinguen de otras especies zoológicas. Usarlo en un proyecto de homogeneización cultural me parece aberrante y peligroso.

Pero en esto también han tenido mucha responsabilidad los sucesivos gobiernos españoles. Como dijo Rubalcaba, España aceptó irse de Cataluña antes de que Cataluña se planteara seriamente irse de España. Ahora pagamos las consecuencias. (...)"                   (Óscar Benítez, El Catalán.es, 17/06/19)

23/5/19

Gabriel Albiac: “En Cataluña hubo un golpe de Estado de manual”... falló, en el último momento, sólo por la cobardía de sus gestores...

"(...) el filósofo Gabriel Albiac (Utiel, 1950), ha publicado un nuevo libro: Mayo del 68: Fin de fiesta (Editorial Confluencias). Contundente y desengañado, Albiac carga en esta entrevista contra el nacionalismo y las políticas de la identidad, tras las que adivina una “pulsión de muerte”.

Mitterrand aseguró que el “nacionalismo es la guerra”. ¿Sigue siendo así?

La identidad es la guerra. Es una paráfrasis del Freud de 1914. De un modo más riguroso: la identidad es pulsión de muerte. Porque sólo en la aniquilación —material o simbólica— del otro queda mi identidad suficientemente blindada. 

En política, es algo que entendió a la perfección Carl Schmitt, que no en vano fue el mentor jurídico del Estado de Hitler.

Pese al tiempo transcurrido, no nos ponemos de acuerdo a la hora de definir lo que ocurrió en Cataluña en el otoño de 2017. En su opinión, ¿fue o no un golpe de Estado?

Un golpe de Estado de manual. Gestado durante un período muy largo. Propiciado por una pasividad criminal de los gobiernos españoles entre 1978 y 2017. La estructura de doble poder —el Estado paralelo— pudo gestarse hasta en sus últimos detalles. 

El golpe de Estado —que los golpistas llaman “desconexión”— falló, en el último momento, sólo por la cobardía de sus gestores. Tal vez se habían creído su delirante leyenda de que es posible hacer un golpe de Estado sin sangre. Incluso, sin coste alguno.

Los defensores de la inmersión lingüística en Cataluña aducen que este es el único método para garantizar la cohesión en las aulas catalanas. ¿Suscribe el argumento?

La cohesión nacional, sin duda. ¿La académica? En ningún país con lengua de extensión limitada —Holanda, por ejemplo— se aplica tal suicidio.

¿Y cómo entender que parte de la izquierda española avale dicho modelo?

Eso a lo cual llaman “izquierda” —pero yo traté ya hace años de mostrar la inconsistencia actual de esa metáfora espacial— no es en España más que el último resto de una pulsión autodestructiva única en Europa. Ama morir. Y nada logrará impedírselo.

Para el escritor Félix de Azúa, el Gobierno de Quim Torra puede considerarse de “extrema derecha”. ¿Exagera?

Nazismo, en sentido propio. No hay más que leer a Rosenberg.

El Govern ha otorgado la Cruz de Sant Jordi a la expresidenta del Parlament Núria de Gispert, famosa por haber instado en varias ocasiones a Inés Arrimadas a “volverse a Cádiz”. ¿Cómo lo explica?

Es de una lógica aplastante. Nazis condecoran a nazis.

En los últimos tiempos, hemos visto a Elsa Artadi citar a Anna Frank para defender los lazos amarillos o a la Generalitat convertir un homenaje a las víctimas del nazismo en Mauthausen en una reivindicación a favor de los presos del procés. ¿Son lícitas estas comparaciones?

La desvergüenza puede llevar al ridículo. Es el caso.

Tras las elecciones, Pablo Iglesias afirmó que “quién no entienda que España es plurinacional, no entiende nada”. ¿Es esto así?

Lo que la cabeza de Iglesias está diciendo cuando enuncia eso es: España es odiosa y debe desaparecer.  (...)"                    (Óscar Benítez, ElCatalán.es, 12/05/19)

21/5/19

Fernando Aramburu: el nacionalismo es imponer tu nación hasta crear un espacio geográfico donde sólo quepan los puros, los auténticos como tú: es esa nación exclusiva y eterna que el nacionalista sueña para sí y los suyos...

"(...)La idea de nación nunca me ha gustado. Esa ideología que parcela el planeta y las personas en naciones es arbitraria…

Pero también somos nuestro origen.

Porque tememos quedarnos indefinidos, sin contenido. Y es que ningún ser humano es capaz de definirse sólo con respecto a sí mismo. Buscamos completarnos en lo colectivo.

¿Nos convierte eso en seres nacionales?

Incluso sabiendo que morimos, preferimos pensar que lo que hemos sido seguirá vivo en la generación siguiente; que hablará nuestra lengua y será nuestra misma nación…

¿No se puede tener una sin ofender?

No hablo de lo propio, sino de las pulsiones nacionalistas que surgen del ansia de perpetuar sobre todos los demás cuanto me define a mí.

¿Quien pierde el origen no pierde la identidad?

Eso es diferente del nacionalismo, que no es el natural amor a lo propio, sino imponer tu nación hasta crear un espacio geográfico donde sólo quepan los puros, los auténticos como tú: es esa nación exclusiva y eterna que el nacionalista sueña para sí y los suyos.

¿Y si tu nación es integradora?

La del nacionalismo no lo es, porque se nutre de esa ilusión de eternidad: si cumples una serie de normas, te proyectas en el más allá. Y las cumplen, porque el ser humano no puede estar tranquilo si no cree en que es eterno, que trascenderá su final.
Si es feliz así, sin molestar a nadie...

Es que necesita constatar que también hay otros con su misma fe y que están juntos, fuertes, con una misión en la vida...Y otros que no.  (...)"                                   (Entrevista a Fernando Aramburu, Lluís Amiguet, La Vanguardia, 26/04/19)

13/5/19

Guix: El procés es el fruto maduro de un meticuloso proceso de ingeniería social que proyectó el Muy Andorrable Jordi Pujol para instilar ese odio que hoy ha explotado y que recorre las calles y ciudades de toda Cataluña. Este proceso de implantación de odio en las mentes de los nacionalistas contra todo lo español...

"(...) El nacionalismo ha tratado de imponer al global de la sociedad catalana una falsa idea de nación basada en un concepto ilusorio de identidad experimentado colectivamente por una parte de la ciudadanía cuyas mentes han sido incapaces de resistir la ponzoña, la manipulación, el adoctrinamiento y la propaganda de los medios públicos catalanes (con TV3 y Catalunya Ràdio a la cabeza) y de los subvencionados por el gobierno autonómico (como los del imperio mediático del Grupo Godó: La Vanguardia, 8TV o RAC1).

El procés es, en definitiva, el resultado de esa sociedad de laboratorio, el fruto maduro de un meticuloso proceso de ingeniería social que proyectó el Muy Andorrable Jordi Pujol con su execrable y ominoso Plan 2000 (que regó con el dinero público que controlaba su gobierno autonómico), y del que se sirvió para instilar ese odio que hoy ha explotado y que recorre las calles y ciudades de toda Cataluña.

Este proceso de implantación de odio en las mentes de los nacionalistas contra todo lo español y contra la lengua común de todos los españoles se justifica, como se ha hecho históricamente desde finales del s.XIX, mediante la xenofobia y el racismo: Pompeu Gener, Pompeu Fabra, Prat de la Riba, el doctor Robert o tantos otros han sido maestros ejemplares para los supremacistas lazofílicos que actualmente gobiernan en la región de Cataluña.

Para ellos, como en cualquier otro nacionalismo que haya existido o que existirá, en el centro de su ideología siempre tiene que existir un enemigo exterior al cual culpar de todos aquellos problemas que han sido incapaces de solucionar o que, mayoritariamente, han creado ellos mismos. Y el totalitario y excluyente régimen nacionalseparatista catalán no es ninguna excepción.

 Parapetado tras las banderas del odio estelado, los lazos amarillos (que han robado a los enfermos de espina bífida) y los carteles que piden la liberación de golpistas impenitentes y apologetas supremacistas, este régimen ha sido incapaz de ejecutar y proponer a nivel autonómico ningún proyecto socioeconómico viable (que no sea el de la famiglia Pujol y el del 3%), ¡imagínense pues el magno naufragio que sería su estadito independiente!  (...)"                 (Pau Guix, dramaturgo, El Catalán, 10/03/19)

7/5/19

No es tergiversación, exageración ni licencia poética hablar del separatismo catalán como supremacista y totalitario... Las imágenes de los Escamots desfilando por Torregrosa (Lérida) el domingo 28 de abril, hablan por sí solas...



"No es tergiversación, exageración ni licencia poética hablar del separatismo catalán como supremacista y totalitario, con formas y simbología semejantes al del nacionalsocialismo de Hitler.

Las imágenes de los Escamots desfilando por Torregrosa (Lérida) el domingo 28 de abril, hablan por sí solas.

Uniformado como los camisas pardas de las juventudes hitlerianas, abanderado y aguerrido, ha resucitado en 2019 el grupo paramilitar creado por el partido Estat Català en 1922. 

Grupo comandado por el pistolero rompehuelgas Miquel Badía, “Capità Collons”, admirador de Mussolini y patriota admirable para Torra.

 A Badía lo mataron los mismos anarquistas contra los que él atentó mortalmente.