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15/5/23

El Parlamento de Lituania prohíbe a ciudadanos rusos y bielorrusos adquirir bienes inmuebles

"El Parlamento de Lituania ha aprobado este martes un proyecto de ley con el que se prohíbe a ciudadanos rusos y bielorrusos adquirir bienes inmuebles, siendo el país báltico uno de los que más medidas legislativas ha aprobado contra Rusia en represalia por su invasión de Ucrania.

El Parlamento de Lituania –Seimas– ha aprobado este martes un proyecto de ley con el que se prohíbe a ciudadanos rusos y bielorrusos adquirir bienes inmuebles, siendo el país báltico uno de los que más medidas legislativas ha aprobado contra Rusia en represalia por su invasión de Ucrania.

El proyecto ha contado con 76 votos a favor, trece en contra y 34 abstenciones. Las excepciones a la norma se aplicarán en aquellos ciudadanos rusos y bielorrusos con permiso de residencia permanente, o bien hayan adquirido dichos inmuebles a modo de herencia, recoge el portal de noticias báltico Delfi. (...)

En las últimas fechas, el Seimas ha legislado para prohibir a los ciudadanos rusos en el país poder portar armar y retirar toda referencia a su pasado soviético, ha incluido a Rusia en su lista de patrocinadores del terrorismo, ha aprobado resoluciones para pedir a la ONU cerrar el espacio aéreo sobre Ucrania, o presionar a Occidente para «aislar a Rusia»."             (diario dia, 04/04/23)

12/5/23

Reuters: Exámenes de espíritu nacional en Letonia sólo a ciudadanos rusoparlantes. Examen de rusofobia podrían llamarlo. Si fallan, pueden serr deportados, a pesar de llevar viviendo allí décadas

Carlos Glez. Penalva @cgpenalva

Exámenes de espíritu nacional en Letonia sólo a ciudadanos rusoparlantes. Examen de rusofobia podrían llamarlo. Si fallan, pueden serr deportados, a pesar de llevar viviendo allí décadas.
La bandera de la URSS que liberó Berlín del nazismo, ha sido borrada de las celebraciones.
Reuters @Reuters

In Latvia’s capital Riga, dozens of elderly Russians wait to take a basic Latvian language test, as a proof of loyalty to a country where they have lived for decades. If they fail, they may face expulsion https://reut.rs/3M57d01

Traducido del inglés

En la capital de Letonia, Riga, decenas de ancianos rusos esperan para realizar un examen básico de idioma letón, como prueba de lealtad a un país en el que han vivido durante décadas. Si fallan, pueden enfrentar la expulsión https://reut.rs/3M57d01

5:30 p. m. · 8 may. 2023 2 M Reproducciones
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11:20 p. m. · 8 may. 2023 3.822 Reproducciones
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10/1/23

Hace ya un tiempo que los primeros bebés catalanes del año suelen ser de origen árabe o sudamericano... y se considera a los neonatos una especie de inmigrantes pequeñitos que no merecen la condición de genuinos catalanes... En 2023 se ha repetido la tendencia y el primer (supuesto) catalán ha sido un niño llamado Zakaría, cuyos progenitores atienden por los no muy catalanes nombres de Maryem y Mohamed. Otro recién llegado es Yusaf, cuyos padres se llaman Khadija y Ahmed... “No vamos bien”, ha decretado el lazismo radical, negándoles la catalanidad a los nuevos bebés, y hasta una concejala de Ripoll, Silvia Orriols, ha llegado a la desoladora conclusión de que ya no nacen catalanes... también se ha sumado a la regañina algún paranoico convencido de que estamos asistiendo a la Gran Sustitución... o sea, les han dicho a los tiernos infantes que no se hagan la ilusión de ser catalanes por el mero hecho de haber nacido en Cataluña, pues la catalanidad, caso de alcanzarla, van a tener que trabajársela a conciencia para no ser considerados durante toda su vida unos moracos. Se olvida a menudo el componente racista del independentismo, pero queda claramente al descubierto cada Año Nuevo, cuando los guardianes de las esencias descubren horrorizados que los primeros catalanes en llegar son moracos o panchitos... El racista catalán evoluciona con los tiempos que le toca vivir, eso sí. De esa manera, se han unido al charnego, el moraco y el panchito

 "Hace ya un tiempo que los primeros bebés catalanes del año suelen ser de origen árabe o sudamericano, cosa a la que no debería dársele demasiada importancia, a no ser que se forme parte del lazismo más radical y se considere a los neonatos una especie de inmigrantes pequeñitos que no merecen la condición de genuinos catalanes (para ser una nación sin estado –o una región española, como prefieran—, Cataluña siempre ha sido bastante tacaña a la hora de otorgar la nacionalidad, como si se tratara de un privilegio que hay que ganarse a pulso y no dejarlo en manos del azar: yo mismo lo noté en el colegio, cuando aún no hablaba catalán, en el trato que me dispensaban algunos alumnos de una catalanidad mucho más acrisolada que la mía). 

En 2023 se ha repetido la tendencia y el primer (supuesto) catalán ha sido un niño llamado Zakaría, nacido en el hospital de Palamós, cuyos progenitores atienden por los no muy catalanes nombres de Maryem y Mohamed. Otro recién llegado es un tal Yusaf, cuyos padres se llaman Khadija y Ahmed. Y un tercero ha sido el retoño de una pareja boliviana.

“No vamos bien”, ha decretado el lazismo radical antes de propulsarse a las redes sociales para negarles la catalanidad a los nuevos bebés, y hasta una concejala de Ripoll, Silvia Orriols, ha llegado a la desoladora conclusión de que ya no nacen catalanes, que se parece mucho a decir que los catalanes no se reproducen al ritmo que deberían. 

Creo que también se ha sumado a la regañina algún paranoico convencido de que estamos asistiendo a la Gran Sustitución, concepto también popular en Francia según el cual los árabes en Europa se clonan a lo bestia para acabar siendo más que los autóctonos y convertir a todos nuestros países en una especie de califatos (puede que, entre la masa de inmigrantes, haya algunos majaretas que creen en la Teoría de la Sustitución, pero me da la impresión de que son una minoría y que la mayoría de ellos se reproduce más que los catalanes de pro a causa de la costumbre, la inercia cultural o, simplemente, la inconsciencia: los lazis deberían encontrar razones positivas y humanistas a la menor tasa de reproducción de los catalanes, muchos de los cuales se resisten con respecto a este tema no estirando más el brazo que la manga).

En cualquier caso, el recibimiento que les ha deparado el lazismo radical en las redes sociales a Zakaría y Yusaf no coincide mucho con esa patraña tan extendida que afirma que Cataluña es una tierra de acogida. Más bien les han dicho a los tiernos infantes que no se hagan la ilusión de ser catalanes por el mero hecho de haber nacido en Cataluña, pues la catalanidad, caso de alcanzarla, van a tener que trabajársela a conciencia para no ser considerados durante toda su vida unos moracos.

Se olvida a menudo el componente racista del independentismo, pero queda claramente al descubierto cada Año Nuevo, cuando los guardianes de las esencias descubren horrorizados que los primeros catalanes en llegar (tal vez porque tienen más hambre que los bebés de padres autóctonos) son moracos o panchitos, neologismos muy útiles para demostrar que eres un supremacista como la copa de un pino: cuando no había árabes ni americanos en Cataluña, el racista local se tenía que conformar con los charnegos, término despectivo aplicado a murcianos, extremeños, andaluces y demás gente de mal vivir, de esos que, como sostenía la difunta Montserrat Carulla adelantándose a la Teoría de le Sustitución, habían sido enviados aquí por Franco para acabar con nuestro carácter y lengua nacionales (y no para salir de pobres, que es lo que aparentaban).

El racista catalán evoluciona con los tiempos que le toca vivir, eso sí. De esa manera, se han unido al charnego el moraco y el panchito. Y si tuviéramos una colonia de extraterrestres, seguro que nuestros supremacistas se inventarían rápidamente un término ofensivo para referirse a ellos. Suele decirse que el patriotismo es el amor a lo propio y que el nacionalismo es el odio al vecino. En Cataluña hace tiempo que se confunden interesadamente ambos conceptos, y para los lazis, siempre se la gana el que no se corresponde con su idea de la catalanidad. Una curiosa manera de hacer amigos, como demuestra el hecho de que los adolescentes catalanes se lancen a hablar en castellano en cuanto salen del aula.

Sostenía Jordi Pujol que las familias catalanas deberían tener tres hijos, ni más ni menos (si él tenía siete, era por un exceso de patriotismo y para compensar lo de esos malos catalanes que se conformaban con dos retoños, uno o ninguno). Y como en la Cataluña actual todo viene de Pujol, sus herederos se lanzan a las redes sociales para cometer una doble ofensa patriótica: afear la conducta reproductiva de los catalanes que no se pasan la vida echando hijos al mundo y rasgarse las vestiduras por el hecho de que se pueda considerar catalán a alguien que atiende por Zakaría o Yusaf.

 ¿Os creías que erais catalanes por haber nacido en Cataluña, chiquitines? Pues hay quien cree que no y que os vais a tener que ganar la catalanidad a pulso, aunque, hagáis lo que hagáis, como antes les sucedió a los españoles, en el fondo, nunca acabaréis siendo de aquí. Así pues, en cuanto crezcáis un poco, os vais a una mezquita en la que os coman el tarro, formáis un comando islámico y cometéis un atentado atroz. En ese momento, dada la peculiar lógica catalana, se producirán muestras de solidaridad hacia vosotros, cundirá la autocrítica por doquier y se nos urgirá a no incurrir en la islamofobia. Realmente, el que nos entienda, que nos compre."                    (Ramón de España , Crónica Global, 03/01/23)

11/3/22

Una descripción inmejorable de lo que significa el 'derecho de suelo', el de la ciudadanía (todos los que viven en Francia son franceses con iguales derechos), y el 'derecho de sangre' germánico, el del racismo, el del fascismo (sólo los hijos de madres alemanas son ciudadanos alemanes)... en la contestación de Zemmour a una francesa negra

  "La respuesta racista del candidato francés Éric Zemmour a una mujer negra en directo.

 Otra polémica más se cierne sobre el candidato a las elecciones presidenciales francesas, Éric Zemmour, después de que esta misma semana ocho mujeres le acusasen de acoso sexual. “Me tomó las manos, bloqueó la cabina del ascensor y me besó por la fuerza”, relata una de ellas.

En esta ocasión, el también periodista y analista político sorprendió a los espectadores galos el pasado lunes cuando, durante su intervención en un programa de la cadena LCI, respondía de forma racista a una mujer negra que se encontraba entre el público. Su respuesta no solo se ha viralizado sino que ha provocado una ola de críticas respecto al líder de Reconquista y su opinión respecto la inmigración y las cuestiones racializadas.(...)

 Sin embargo, ha sido durante su intervención televisiva en un programa de la televisión francesa LCI donde hemos podido ver al candidato francés confirmando que es una persona racista. Todo ocurrió cuando Zemmour se enfrentaba a las preguntas del público presente en el plató y una mujer negra le hizo la siguiente pregunta: “Señor Zemmour, si llega a ser presidente, ¿sería posible que una persona como yo viva en Francia para buscar una vida mejor?”.

 A lo que el candidato respondió con un frío “No” aunque manteniendo en todo momento la sonrisa. Ante la incomodidad de su respuesta racista, las presentadoras decidieron dar por finalizada la entrevista: “Gracias, Señor Zemmour por haber respondido a nuestras preguntas.

 Sin embargo, la contestación del político no ha quedado ahí, las redes han viralizado lo sucedido, denunciado la omisión que hizo la cadena respecto a la respuesta racista y dejando claro que se está produciendo una "normalización del fascismo en directo".              (Monica Paredes, La Vanguardia, 09/03/22)

2/3/22

El Jacobino, una isla dentro de la izquierda... La conversión al nacionalismo de la izquierda oficial ha sido sorprendente. Pero hay reductos de progreso que no están contagiados por este virus identitario

 "Ellos mismos se autodenominan "una izquierda huérfana", y ciertamente es así desde el momento en que la izquierda oficial, aun cuando muchos de sus componentes no se declaren nacionalistas, mantiene con el soberanismo cierta complicidad o al menos un coqueteo culpable.

 Los promotores del Club de los jacobinos —que, supongo, han escogido el nombre en referencia a ese otro club de la Revolución francesa que tenía como domicilio un antiguo convento de dominicos de París (Saint-Jacques)— se declaran defensores de la igualdad de todos los ciudadanos y de la unidad y homogeneidad de la República (Estado), como un todo y por encima de los intereses de las partes.

Desde el canal El Jacobino, cosa extraña en la izquierda (en la española, no en la europea), se defiende el Estado como el principal instrumento con que cuentan las clases sociales menos favorecidas para remediar, aunque sea parcialmente, las desigualdades que crea el mercado. 

 Es comprensible que antiguamente la izquierda desconfiase del Estado, cuando este era liberal, porque, tal como sostenía Marx, constituía el consejo de administración de la clase dominante. En España, existe una razón añadida, los 40 años de franquismo. Se quiera o no, el Estado se identificaba con la dictadura. Pero todo eso queda ya muy lejos y, tal como mantienen los actuales jacobinos, el problema radica ahora en la globalización y en el neoliberalismo económico.

En estos momentos, al menos en Europa, el Estado es social, democrático y de derecho y, aunque tal vez con defectos, constituye el único baluarte que puede frenar al poder económico en sus pretensiones. La globalización, sin embargo, ha roto este equilibrio; mientras los mercados se han hecho más y más grandes, el poder político democrático ha quedado encerrado en sus dimensiones anteriores, e impotente en buena medida para enfrentarse a las fuerzas económicas. Esta es también la crítica más profunda que se puede hacer a la Unión Europea, ya que mientras se da la unidad mercantil, financiera y monetaria, está muy lejos de lograrse la unidad política.

 La izquierda en su conjunto debería haber tomado posiciones en contra de todo aquello que pueda debilitar al Estado, por lo tanto, de su fraccionamiento; tendría que combatir a todas las fuerzas centrífugas que pretenden romper la unidad política para constituir reinos de taifas. La lucha por la igualdad debe pasar forzosamente por la defensa de la integridad territorial. Es por ello por lo que cuesta tanto entender que, al menos en nuestro país, estos planteamientos hayan tenido que refugiarse en reductos como los de El Jacobino, mientras la izquierda oficial clama por el derecho a decidir, que es un eufemismo vergonzante del derecho de autodeterminación, reconocido por la ONU exclusivamente para las colonias, y resulta difícil que alguien pueda respaldar que las regiones más ricas de España, como Cataluña o el País Vasco, puedan ser tenidas por colonias. 

 Hacen falta muchos espacios como este de El Jacobino donde se pueda escuchar un discurso contrario al del nacionalismo y se manifieste el absurdo que significa que la izquierda lo apoye, o sea directamente su cómplice. ¿Cómo se puede defender desde una óptica progresista que las provincias del este de Alemania explotan a la rica Baviera, o la Italia del sur a la del norte, o Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha a Cataluña y al País Vasco?

Se precisan muchas plataformas como la de El Jacobino en las que se preconice que la lucha por la igualdad en el plano personal pasa por la consolidación de la igualdad entre territorios, y al mismo tiempo se muestre la semejanza que existe entre el neoliberalismo económico y el nacionalismo. Los dos reclaman una falsa libertad que se apoya en sustraer la libertad a los demás. Los dos se basan en el egocentrismo y en el supremacismo. 

El primero reclama que el dinero se quede en el bolsillo de los ciudadanos; el segundo, en las arcas del correspondiente territorio. Ambos se oponen a la redistribución porque piensan que lo que poseen se debe a sus méritos y a sus excelencias personales o a los de su aldea y cortijo, y no a que para obtenerlo hayan necesitado la colaboración de toda la sociedad o de la nación en su conjunto.

Bienvenido sea El Jacobino. Muchos éxitos y ojalá cunda el ejemplo."                  

 (Juan Francisco Martín Seco, economista. El Confidencial, 23/06/21)

26/10/21

Las demandas y consideraciones de un ciudadano no nacionalista de Cataluña, y/o charnego... Que no se nos sitúe en la penumbra. No somos ni queremos ser invisibles. Que la izquierda española (también la catalana) no nos ubique, como suele hacer, en el campo de la reacción o del españolismo rancio... que queremos ser ciudadanos/as trabajadores con todos nuestros derechos... hermanados con el resto de trabajadores españoles. No admitiremos ser ciudadanos de segunda o tercera clase

"(...) Las demandas y consideraciones de un ciudadano no nacionalista de Cataluña podían ser estas (con brevedad, las vacaciones se aproximan):

1. Que nuestro Ser (cívico), el de los ciudadanos no nacionalistas, no es la Nada.

2. Que no se nos sitúe en la penumbra. No somos ni queremos ser invisibles.

3. Que no se nos arroje de nuevo, como en septiembre y octubre de 2017, fuera del ágora política.

4. Que la izquierda española (también la catalana) no nos ubique, como suele hacer, en el campo de la reacción o del españolismo rancio.

5. Que se nos considere parte sustantiva de la ciudadanía de Cataluña. Nada de “altres catalans” o formulaciones afines (a las que no negamos, en algunos casos, buena intención).

6. Que los medios públicos.Cat no sean lo que son: instrumentos ininterrumpidos de intoxicación nacional-secesionista que forman y deforman la conciencia y opinión de millones de ciudadanos.

7. Que los escándalos sean eso, escándalos. Por ejemplo, que TV3 promocione una escuela militar de verano vinculada al secesionismo (https://www.eltriangle.eu/es/2021/07/06/tv3-promociona-una-escuela-militar-de-verano-vinculada-al-independentismo/) o que las multas y responsabilidades civiles relacionadas con una actividad delictiva (el “procés” por ejemplo) corran a cargo de una administración pública (Joaquim Coll: “Huele a corrupción, o como a mínimo a fraude de ley. No puede ser que una administración cree un fondo para pagar en último término las fianzas de sus propias autoridades acusadas de malversación.”).

8. Que el castellano (uno de nuestras lenguas, no nuestra lengua en singular) no sea considerado lengua de unas bestias con rostro humano, lengua impropia de Cataluña, lengua de colonizadores [1]

9. Que las ficciones, y finalidades y deseos interesados, no se confundan con lecciones “indiscutibles” de Historia, y que la estrellada no sea considerada bandera de Cataluña, sino símbolo (marcadamente excluyente) del sector nacional-secesionista.

10. Que las corruptelas y enchufes sean considerados como tales, como corruptelas y enchufes, y no como “prácticas de país”. ¡Que el gobierno de la Generalitat deje de estar al servicio excluyente “de los suyos”!

11. Que los cuentos y mentiras (¡España nos roba!) sean considerados lo que son, cuentos y mentiras. Cataluña ha recibido 10.789,08 millones (38,97% del total) de los 27.687,37 millones que el gobierno de España ha asignado este año con cargo al Fondo de Financiación. Segundo lugar: la Comunidad Valenciana: 6.885,34, 24,81%; tercer lugar: Andalucía: 2.979,33 millones (menos de la tercera parte de Cataluña).

12. Que nadie use nunca jamás más la expresión honorable president Pujol o gran home d’Estat o de país para referirse al capo de la gran famiglia [2].

13. Que la ideología nacionalista sea vista tal cual es: como una ideología que amplía diferencias interesadamente y separa ciudadanos y pueblos en beneficio de sectores privilegiados que aspiran a serlo más aún.

14. Que la educación en Cataluña, punto esencial de su programa a medio y largo plazo, no sea un medio de adoctrinamiento nacionalista.

15. Que no es ninguna aspiración socialmente justa ni abono para ningún sendero emancipatorio soñar con vivir en una Andorra a lo grande.

16. Que las amistades del mundo nacional-secesionista con Israel sean consideradas como lo que son, amistades muy peligrosas con uno de los Estados criminales del mundo.

17. Que lo esencial para nosotros siga estando en el puesto de mando: igualdad, libertad, solidaridad, fraternidad, apoyo mutuo, máxima preocupación por los más vulnerables y ¡que sigamos estando hermanados al resto de trabajadores españoles!

18. Que todos deberíamos ser conscientes que la exclusión, el supremacismo y la hispanofobia no son, no pueden ser señales de ningún movimiento emancipador, que el procesismo es otra cosa.

19. Que nunca hemos sido colonizadores de nada, y que hay que plantar cara cuando la ocasión lo exige. ¡Y nos lo exige!

20. Que no es falsa demagogia, sino realidad al desnudo, lo que cuenta María Jesús Cañizares en este artículo: “Sin dinero para la sanidad, solo para rescatar independentistas” [3] “Solo un dato: los planes de refuerzo de la asistencia primaria sanitaria en verano cuestan unos cinco millones de euros. Es decir, la mitad del fondo creado por el Govern. Pero el consejero de Salud, Josep Maria Argimon, asegura que “tenemos las manos que tenemos, no podemos contratar más personal porque no hay. Si no tenemos más financiación, el sistema petará”.

En síntesis: que queremos ser ciudadanos/as trabajadores con todos nuestros derechos, con todas nuestras aspiraciones, hermanados con el resto de trabajadores españoles. No admitiremos ser ciudadanos de segunda o tercera clase. (...)"       (Salvador López-Arnal, blog, 08/07/21)

6/7/21

7 veces campeona de España, 4 veces olímpica, más de 20 años en la selección, escolarizada desde parvulario en España, mis padres son españoles desde hace años... Pero para @Marca soy una ucraniana con pasaporte español. Tócate las narices... el derecho de suelo español te hace española... el derecho de sangre alemán (el de los bárbaros del norte, Puigdemont y el de Marca), nunca te lo permitiría

Ignasi Guardans @iguardans

 Esto es muchísimo más importante de lo que parece. En el @DiarioMarca_ deberán tener una conversación. Pero no es una anécdota. Es retrato de un grave problema cultural en este país, que afecta incluso a gente de buena fe, y no solo a la derecha xenófoba. España es otra cosa.

4:41 p. m. · 20 jun. 2021
8 Retweets 2 Tweets citados 53 Me gusta


Marquesa Indignada #AboliciónOBarbarie @marquesanonima
En respuesta a @iguardans y @DiarioMarca_

 Això és el que fan alguns indepes d'anomenar-nos "espanyols residents a Catalunya"

Galia Dvorak @galiadvorak

 7 veces campeona de España, 4 veces olímpica, más de 20 años en la selección, escolarizada desde parvulario en España, mis padres son españoles desde hace años... Pero para @Marca soy una ucraniana con pasaporte español. Tócate las narices.

6:46 p. m. · 19 jun. 2021
13,9 mil Retweets 493 Tweets citados 55,2 mil Me gusta

 Galia Dvorak @galiadvorak

 Bueno, pues como mi tuit de ma nacionalidad se ha viralizado voy a poner un hilillo para zanjar la polémica y pasar a la siguiente cosa ya que no me siento muy cómoda siendo viral por esto y no por lo que hago o por quién soy.

Ayer @marca publicó la noticia que resulta que es un comunicado de @EFEnoticias que luego otros medios como @sport han transcrito tal cual. A @marca le ha tocado pillar porque fueron los primeros...y porque no es la primera vez.

Ser hija de inmigrantes no es fácil ni tan siquiera en un país tan abierto como España y muchas veces te sientes desencajada (sí, es un guiño a @margayakovenko. Por mucho que hayas crecido aquí y tus primeras lenguas hayan sido el catalán y el castellano...

Para algunos siempre eres y serás una extranjera y te señalan por ello. Y duele porque por muy orgullosa que estés de tus raíces vas a Ucrania y allí si que eres una completa extranjera que por desgracia ni siquiera habla el idioma.

Y si eres deportista, duele por partida doble porque aunque hayas crecido en un país, te hayas formado deportivamente en él y lo representes en competiciones internacionales te siguen diciendo que no eres de aquí.

Mi cruz es haber nacido en Kiev pero por ejemplo @MXiaoPodium y @SXZhangPodium han nacido aquí pero se encuentran con el mismo problema porque hay gente a la que no les gusta que haya españoles con sus rasgos.

Yo entiendo que muchas veces estás noticias están hechas sin maldad y desde el desconocimiento, pero tenéis que entendernos a nosotras también, que con perdón, llevamos tragando mierda toda la vida.

Y victimismos cero, ya que en general me considero privilegiada pero si denunciando estas cosas públicamente logro que haya un poco más de consciencia sobre el tema pues mejor.

Y eso es todo. Para los que me habéis seguido por el tuit de denuncia siento defraudar: tuiteo muy poco y en general solo sobre pinpón.


Y no tengo nada que promocionar aparte de de mí misma así que si queréis seguirme en Instagram, allí también soy @galiadvorak (una de las grandes ventajas de tener unos orígenes diversos es que nadie se llama como tú) 

12:06 p. m. · 20 jun. 2021
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15/6/21

El Consejo Constitucional francés, el homónimo de nuestro Tribunal Constitucional, ha dictaminado que la inmersión lingüística obligatoria solo puede ser en francés.

"La 5ª República francesa nos ha dado una noticia poco comentada entre los ámbitos nacionalistas de nuestros lares. El Consejo Constitucional, el homónimo de nuestro Tribunal Constitucional ha dictaminado que la inmersión lingüística obligatoria solo puede ser en francés. (...)

En la España de hoy, en Cataluña, son los hispano-hablantes los que han de luchar por el respeto y el cumplimento de la normativa de enseñanza de nuestra idioma común, con los consabidos problemas que eso lleva en este asfixiante clima de tensión al que nos han abocado los gobiernos nacionalistas. Se acude a los tribunales para que el 25% de las clases, ¡un porcentaje impresionante!, se ofrezca en español. Las sentencias dan la razón a lo obvio y sensato en una democracia, pero en esta Cataluña de nacional-separatistas “oprimidos” no se cumplen. Aquellos que se consideran reprimidos por un centralista Estado impiden no ya la libre elección de lengua en la educación sino el cumplimiento de sentencias al respecto. (...)

Volvamos a los franceses. En 1991, el mencionado Consejo Constitucional dejó claro a los nacionalistas corsos que el conjunto de los ciudadanos franceses es el depositario de la soberanía nacional y que esa soberanía no podía ser fraccionada a voluntad de una o varias partes del todo. (...)

Los derechos son de los ciudadanos, no de los territorios, no de grupos privilegiados, esto pertenece a otros tiempos, feudales, no democráticos. (...)"           (Daniel Rubiol, Crónica popular, 08/06/21)

8/1/21

Los independentistas de izquierda ensayan un acercamiento a las izquierdas del conjunto de España con el fin de ampliar su base social. Si lo consiguen, será el final de una agenda progresista en España durante varias generaciones... pues su solidaridad es solo con los "nuestros" y necesariamente frente a los "no nuestros"... en esencia la misma lógica que la de "America first": Cataluña first, Galicia first, Euskadi first... la única salida es refundar un demos común y la experiencia de la lucha contra el COVID ha reforzado antes que debilitado el estado de opinión que apunta en este sentido

 "El procés se ha estrellado, pero ha generado una dinámica de largo recorrido que obliga a pensar en antes y después. Solo es posible orientarse en ella comprendiendo las lógicas diferenciadas que alimentan lo nacional/identitario y el eje izquierda/derecha. Los independentistas de izquierdas consideran que es posible fundir ambas en una sola a pesar de su incompatibilidad.

Su concepción de la solidaridad, que sin duda existe, está y estará siempre subordinada a la lógica nacional del demos que pretenden construir: solidaridad quizás, pero solo con los "nuestros" y necesariamente frente a los "no nuestros", en esencia la misma lógica que la de "America first": Cataluña first, Galicia first, Euskadi first. 

 El procés ha demostrado que el voluntarismo institucional no va a permitir nunca alcanzar la independencia y Esquerra ha iniciado un repliegue táctico al que se suma Bildu y, antes o después, también el BNG. 
 
 Aplicando medidas sociales, apostando por el cambio demográfico y cancelando temporalmente su alianza con las derechas secesionistas, estas fuerzas ensayan un acercamiento a las izquierdas del conjunto de España con el fin de ampliar la base social del independentismo intentando incorporar a sectores populares no nacionalistas castigados por la crisis para iniciar un nuevo procés, esta vez con más apoyo ciudadano y quizás extendido al conjunto de España. 
 
Será el momento en el que volverán a su antigua coalición con la derecha secesionista, pues el eje nacional siempre prevalece frente al social cuando el objetivo último es la independencia. Si lo consiguen, será el final de una agenda progresista en España durante varias generaciones. 

 Unidas Podemos no dispone de una estrategia comparable para el tema territorial. La mayoría de sus dirigentes siguen aferrados a la lectura de la autodeterminación entendiéndola como una cuestión democrática antes que como un problema de definición del demos con capacidad de "decidir", en definitiva siguen aferrados al dogma supremo de los nacionalistas.
 
 Unidas Podemos intenta instrumentalizarlos tácticamente para que les apoyen en sus iniciativas progresistas, una estrategia relativamente normal propia de cualquier escaramuza parlamentaria. Pero la cosa es en realidad al revés, pues son los independentistas los que están instrumentalizando a Unidas Podemos que, al no disponer de una propuesta territorial e identitaria propia, se colocan en una posición de desventaja estructural en el protocolo de las concesiones mutuas. 

 Quizás sin saberlo, su apuesta intuitiva es la de Azaña en los primeros años de la República: los catalanes y vascos tienen derecho a cosas identitarias "blandas" mientras que los "castellanos" se tienen que conformar con conquistar los mecanismos fríos y weberianos de gestión racional del Estado para así poder resistir frente a las cosas "blandas", siempre abrumadoras, de la derecha españolista. 
 
Azaña fue traicionado por los nacionalistas porque ni vascos ni catalanes se conformaban con cosas blandas como él pensaba, sino que su objetivo era y es la construcción de un estado frío y weberiano propio: las "cosas blandas" siempre son la antesala de otras más frías y contundentes. 

Las izquierdas españolas, entre las que se encuentran muchos votantes y dirigentes del PSOE procedentes de las zonas más ricas del país, siguen aferradas a este malentendido que les da argumentos para resistir frente a la derecha. Pero no es una estrategia realista pues la derecha se crece siempre con los enfrentamientos entre identidades excluyentes, con lo cual queda neutralizada la ventaja inicial que obtienen las izquierdas de esta clase de alianzas. 
 
Unidas Podemos cree que el problema se puede solucionar retóricamente repitiendo "nuestra patria" cada vez que se habla de justicia social y de Constitución. Pero esto es subestimar el peso político de las "cosas blandas", ignorar que ni el demos español ni ningún otro puede subsistir sin ellas, sin un relato identitario consensuado y coherente que trascienda la retórica. 
 
Esta clase de relato no pasa en España por sustituir el nacionalismo lingüístico al norte del Ebro y del Miño por el nacionalismo lingüístico de tiempos pasados sino –entre otras cosas que incluyen la revisión del título octavo– por impulsar una política de pluralismo lingüístico en todo el territorio, un pluralismo que irá fraguando una nueva identidad compartida y esa lealtad imprescindible para construir un todo federal y simétrico inspirado en principios republicanos. 

La derecha española ni es inocente ni es ajena a esta dinámica. Su patrimonialización sentimental del demos nacional y sus constantes intentos de expulsar de él a la izquierda como estrategia de defensa de su agenda socioeconómica arrojan a esta última a la orfandad identitaria y, desde ahí, a los brazos de los que diseñan desde hace décadas la destrucción del demos español, la inevitable balcanización de la Península Ibérica. 

Pero tampoco sirve el sectarismo frente a conservadores y liberales como hacen no pocos progresistas, incluidos los que reivindican hoy una Tercera República. Si, como tarde tras el procés, se hace más y más evidente que hay que inventar una nueva nación de nacionalidades, también liberales y conservadores tienen que participar en el proceso pues representan la mitad del país. Pero así como las izquierdas tienen que aprender a aceptarlos, también estos tienen que aceptar de una vez por todas que a la izquierda del centro-izquierda vive una parte también sustancial del país, y que las opiniones opuestas al neoliberalismo no significan pretender destruirlo. 
 
Conservadores y liberales solo tendrían que seguirle los pasos a Adolfo Suárez, que entendió en 1977 que sin la legalización del PCE no era viable una democracia parlamentaria de tipo occidental, y menos aún el demos constitucional que tocaba construir y que toca reconstruir ahora. Antes que insistir en la expulsión de las izquierdas estigmatizándolas de "radicales" –el radicalismo afecta hoy más bien a la ortodoxia neoliberal– la aportación de los conservadores a la refundación del demos común debía ser el arrinconamiento del golpismo ideológico de la ultraderecha, así como el rescate de las tradiciones del humanismo cristiano en beneficio del conjunto del país. 

También los liberales tienen que mover ficha redescubriendo su propia tradición humanista –por ejemplo a John Rawls y J. M. Keynes– antes que insistir en el ultraliberalismo antihumanista de Von Hayek o Milton Friedman que, por lo demás, no ofrece solución alguna a los problemas globales que se han agudizado tras las crisis de 2008 y del COVID. 
 
Como ha demostrado Thomas Picketty, no hay posibilidad de crear un demos democrático, un orden civilizado y un espacio de identidad compartida sin hablar de solidaridad no solo entre territorios, como conceden al menos formalmente los liberales españoles –no siempre los conservadores– sino también entre clases y grupos sociales. 
 
No hay otra forma de asegurar que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos en todo el territorio, y no va a ser posible arrinconar a los independentisas –confesos o no– sin una propuesta sincera de solidaridad tanto interterritorial como también social, pues estamos hablando del tercer fundamento –junto con la igualdad y la libertad– de cualquier demos construido sobre bases civilizadas. 

El problema es la cultura del corto plazo, que contrasta con los largos recorridos estratégicos de los nacionalistas y que impide arrostrar el bloqueo secular que sufre la idea de España desde el siglo XIX. Tanto Unidas Podemos hoy como Felipe González o José María Aznar antes que ellos hicieron concesiones estratégicas a los nacionalistas a cambio de apoyos coyunturales. 
 
No habría sido grave, como tampoco lo es que Bildu apoye hoy los presupuestos, si detrás hubiera una estrategia realista de construcción de país sobre la que avanzar a medio y largo plazo. Pero esa estrategia no existía ni existe entre los partidos de ámbito estatal sean de izquierdas o de derechas, lo cual les condena a navegar en un pobre "aquí y ahora" mientras otros exploran escenarios para la balcanización pacífica del sudoeste de Europa. 

El procés ha generado una dinámica que tiende a reforzar a los independentistas. Pero también puede provocar otra que, por fin, actúe en sentido contrario, pues ha dejado al descubierto el coste del mirar a otro lado o del aferrarse al pasado: la única salida es refundar un demos común y la experiencia de la lucha contra el COVID ha reforzado antes que debilitado el estado de opinión que apunta en este sentido. 
 
Tenemos que ponerle fin a la cultura confederalizante a la que ha llevado el desarrollo del actual Título Octavo, basada en la conquista de relaciones bilaterales entre el Gobierno central y los territorios mientras persiste la pelea entre todos ellos debajo de la mesa. En 1978 no se abordó el problema de la identidad común por diferentes razones, pero es imposible crear un espacio federal y solidario sin la construcción de una serie de "cosas blandas" que nos puedan unir a todos, y no solo a catalanes y vascos entre sí como equivocadamente sostuvo Azaña con toda su buena voluntad. 

Hay que forjar un gran pacto para la creación de un demos federal, solidario y tendencialmente simétrico del que siempre quedará fuera ese 30% del país que siempre va a oponerse, pero que debería tener capacidad de incluir a todo el resto. Todos los actores interesados en participar tienen que aprender a salir fuera de su zona de confort ideológico en temas identitarios, de la deprimente ceguera, de la cultura del corto plazo. 
 
El nuevo demos no solo tendrá que reconocer la pluralidad ideológica sino también la lingüística y cultural del conjunto del territorio, entendida como algo más que la simple suma de sus trozos. Por mucho que hoy parezca utópico e imposible sin serlo en absoluto, es la única solución. Y además encierra una clave: la clave para impulsar el propio proyecto de integración europea, la clave para impulsar cualquier proyecto de construcción multilateral del mundo."                 
 

3/8/20

Puigdemont: "Tenemos que estar pendientes de poner en tensión un cuerpo policial para tener el control de territorio? Que al final es control de personas. No solo control físico sino de personas."... o sea, control de los charnegos... la via eslovena, la que privó a los falsos eslovenos de la ciudadanía, de poder recibir tratamientos médicos gratuitos, poseer los inmuebles que habían comprado, no poder tener una cuenta en un banco...

"El ex president de la Generalitat, Carles Puigdemont, en una entrevista en Vilaweb, reclama que "tenemos que estar pendientes de poner en tensión un cuerpo policial para tener el control de territorio? Que al final es control de personas. No solo control físico sino de personas. Debemos ser capaces de preparar el control del territorio, y tenerlo a punto cuando volvemos a encontrar aquella pared que España siempre tiene preparada".

"La lección de 2017 es que cuando España, incluso en momentos tan críticos, habla de negociar, no nos lo tenemos que creer. Hemos de aprender. Y no volver a cometer este error. Esta lección la pongo al servicio de generaciones futuras: que entiendan que delante hay un estado que es trilero. Lección para relacionarse con el Estado español en el futuro", apunta por otra parte.

Puigdemont cree que "si España nos señala como único camino transitable para que Cataluña sea un estado independiente, y ejerza el derecho a la autodeterminación, el de gestionar un conflicto con España, las lecciones de octubre del 2017 son muy útiles".

El ex president cree que "nosotros no tenemos que poner la violencia. Y que la violencia es algo muy diferente de la resistencia activa y otras cosas. Nosotros hemos de preguntar cada día en España si piensa renunciar a la violencia para impedir la independencia. Del mismo modo que yo sí estoy dispuesto a renunciar a la violencia para llegar a la independencia".

Finalmente señala que "una parte de los miembros de la Guardia Civil, a diferencia de la Policía Nacional, viven aquí y se integran familiarmente. Esta gente es necesario que sientan que una República independiente también es suya, aunque ellos no la quieran".     (e-notícies, 23/07/20)


"El día después de la vía eslovena: la purga que dejó sin nacionalidad a 25.000 personas. El proceso independentista que la Generalitat ha tomado como modelo para Cataluña purgó de los registros a miles de 'falsos eslovenos'.

Es bien sabido que Eslovenia consiguió la independencia de la extinta Yugoslavia en junio de 1991 tras 10 días de conflicto armado, 76 muertos y el apoyo de estados como Alemania o el Vaticano. Pero se sabe mucho menos de lo que ocurrió justo después, de la pos-independencia. Una de las primeras acciones del recién inaugurado Gobierno constituyó una grave violación de derechos humanos, según los propios tribunales europeos: en febrero de 1992 se suprimeron en los registros civiles los nombres de todos los ciudadanos que no habían solicitado —o a los que se les había negado— la nueva ciudadanía.


La decisión afectó a aquellos que no se sentían parte de esa nueva patria, así como a aquellos que las autoridades no consideraron 'verdaderos eslovenos' por sus atecedentes culturales, políticos o étnicos. El atropello afectó a más de 25.000 individuos que fueron despojados de su estatus legal —se convirtieron en apátridas de la noche a la mañana— y que hoy, más de 25 años después, tras varias sentencias nacionales e internacionales, siguen pleiteando en los tribunales o han rehecho sus vidas en terceros países.


De acuerdo con los datos proporcionados por instituciones y organizaciones de la Unión Europea, más de un 1% de la población, al menos 25.671 personas, 'desaparecieron' de los registros de residentes permanentes. La operación fue autorizada por los responsables del Ministerio de Interior esloveno y se puso en marcha sin informar previamente a los afectados, que perdieron su derecho a trabajar, a recibir asistencia médica y a todos los beneficios sociales (pensiones, trabajos en la Administración pública, etcétera). En los casos más dramáticos, fueron directamente expulsados del país. Otros se enteraron cuando se les denegó la entrada tras regresar de un viaje al extranjero.


¿Cómo ocurrió algo así? “La respuesta es sencilla. La iniciativa la impulsaron los partidos de la derecha nacionalista. Pero también los partidos de centro-izquierda, temerosos de perder votos, no quisieron hacer nada en los años posteriores para tratar de corregir las injusticias que sufrieron los ‘borrados’ [las víctimas de esta supresión de ciudadanía]”, explica a El Confidencial Matevž Krivic, abogado, exjuez del Tribunal Constitucional esloveno y una de las personas que más se han esforzado por intentar resolver el caso. “Durante mucho tiempo, ningún Gobierno quiso enfrentarse a este problema. La opinión pública veía muy negativamente a los borrados", coincide en una entrevista vía correo la investigadora Maja Ladic, del Instituto para la Paz (Mirovni Institute) de Liubliana, "y los políticos temían perder su popularidad si intentaban resolver el problema”.


Los no eslovenos

Esta cancelación masiva golpeó en particular a personas que habían estado viviendo varios años en Eslovenia pero habían nacido en otros estados de la hoy difunta Yugoslavia socialista, y que o no habían solicitado la nacionalidad eslovena en los seis meses posteriores a la declaración de independencia del país, o habían sido rechazados por distintos motivos. Algunos de ellos habían pertenecido al Ejército Nacional Yugoslavo, aunque las organizaciones también encontraron casos de personas nacidas en Eslovenia pero cuyos padres nacieron en otras repúblicas de la hoy extinta Yugoslavia. La vieja república federal de Tito permitía —incluso potenciaba— que la población se mezclase y se desplazase libremente por el territorio. Era habitual cambiar de territorio mediante el estatus de 'residente permanente', que permitía acceder a los mismos derechos que los demás conservando la nacionalidad de su país de origen.


La medida tuvo efectos dramáticos. “En 1993, la policía irrumpió en nuestro apartamento y nos pidió entregarles todos nuestros pasaportes. También el de nuestra hija más pequeña, nacida en Eslovenia y que no había vivido en ningún otro lugar. Fue un 'shock”, explica una mujer bosnia, según el testimonio recogido por el Instituto para la Paz de Liubliana. “En 1991, solicité la nueva ciudadanía para toda mi familia. Aceptaron las peticiones de mi mujer y de mis hijos, pero la mía no, porque faltaban algunos papeles. Les respondí que no podía viajar para recuperar estos documentos porque había sufrido un grave accidente de tránsito y me borraron”, contó otro ciudadano nacido en Serbia y que llevaba más de 30 años viviendo y trabajando en Eslovenia cuando fue objeto de la cancelación.


“Han perdido el derecho a votar, a ser elegidos, incluso a recibir una pensión después de las décadas transcurridas en Eslovenia”, rezaba, por su parte, un informe de 1996 del Instituto Helsinki Monitor. “Tampoco tienen derecho a recibir tratamientos médicos gratuitos por los cuales han pagado impuestos toda su vida (…) o poseer inmuebles que han comprado”, continúa el testimonio. No poder poseer una cuenta en un banco o tener acceso a cuidados médicos, hasta el fenómeno de las familias rotas por la expulsión del país de un familiar, fueron otras consecuencias de la medida para miles de individuos.


El fin de las hostilidades y el desmoronamiento definitivo de Yugoslavia tampoco acarrearon una solución definitiva al problema. Porque el asunto se escondió durante mucho tiempo bajo la alfombra. El tema empezó a sacudir a la opinión pública en 2012, gracias a una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En el procedimiento conocido como Kuric v. Slovenia, la Gran Sala del TEDH reconoció que los demandantes habían sufrido discriminación y dispuso un plazo de un año para la creación de un plan nacional de indemnizaciones para las víctimas. “Sin el pronunciamiento del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el problema probablemente nunca se habría encarado”, opina Lalic.

Una rabia que persiste

Incluso después de la intervención de la corte europea, solo unos pocos, menos de la mitad, recuperaron los derechos perdidos. “De esos 25.671, solo 11.000 han recuperado su estatus legal en la actualidad. Unos 3.000 fallecieron y, para los restantes 12.000, el Tribunal Constitucional esloveno pidió ya en el lejano 2003 una regularización de su estatus. Pero esto fue ignorado hasta 2010, cuando la ley sobre los borrados fue parcialmente enmendada”, sostiene Krivic. “Los casos más graves son los de los apátridas, que todavía existen. Es el caso de algunos niños nacidos en Eslovenia fruto de uniones de personas de otras repúblicas yugoslavas”, señala la investigadora Ladic.


La batalla de los borrados, de hecho, también ha generado en estos años multitud de debates jurídicos y legislativos dentro y fuera de Eslovenia. Desde 1992 ha habido, en total, dos sentencias del Tribunal Constitucional esloveno, tres leyes nacionales, dos pronunciamientos del TEDH, un esquema de compensaciones (en 2014), un referéndum poco tiempo después y numerosos informes académicos. Algo que, sin embargo, no ha resuelto la indignación y la rabia de muchos de los afectados. Todavía hay casos que se reportan al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, asegura Krivic. “Es una vergüenza para Eslovenia”, insiste el juez. Las compensaciones económicas para las víctimas se siguen peleando en los tribunales a día de hoy y el tema sigue ocupando estos días a la opinión pública de la joven república, la más próspera de la extinta Yugoslavia.


Esto se debe, en parte, a que las indemnizaciones han sido escasas. En concreto, según cifras enviadas por el Gobierno esloveno a El Confidencial, 8.176 individuos han presentado solicitudes y 5.792 han obtenido hasta la fecha una indemnización por los daños sufridos, tras el establecimiento del esquema de compensaciones de 2014. “En total, el Estado aprobó indemnizaciones por unos 26,4 millones de euros, el equivalente a un promedio de 4.500 euros por cada individuo damnificado. Nadie recibió más de 13.000 euros”, afirma Ladic. “El Estado se ha esforzado en los últimos cinco años para dar una justa reparación”, sostiene, por su parte, una portavoz del Gobierno esloveno.


Con el paso de los años se han conocido además detalles escabrosos sobre cómo se llegó a esa decisión entre 1991 y 1992. De acuerdo con la documentación recabada por el Instituto para la Paz de Liubliana, el entonces ministerio del Interior sabía qué consecuencias tendría el acto. “Tenemos que ignorar los derechos que estas personas tienen ahora”, se lee en una carta del ministro de la época, Igor Bavčar. Una misiva en la que, haciendo sus recomendaciones al Gobierno esloveno, el organismo se dice consciente también de que estas personas poseen familiares en Eslovenia y, por tanto, tienen un arraigo en el país.


El caso ha manchado el expediente internacional de Eslovenia. Ha llegado a ser el Estado de los 47 miembros del Consejo de Europa con el porcentaje per cápita más alto de denuncias por violaciones de derechos humanos, según un informe del TEDH de 2014, con 148 violaciones por cada millón de individuos. Hasta 2016, Eslovenia había perdido el 94% de los procesos en los que era parte, una tasa equivalente solo a la de Rusia." (Irene Savio, El Confidencial, 12/012/18)

17/12/19

Manuel Valls: Cataluña no es una nación. España es una nación plural capaz de aunar y respetar las distintas sensibilidades de los ciudadanos. Cambiar lo que ya tenemos, una vibrante nación cívica y plural, por una especie de Yugoslavia ibérica, donde los ciudadanos tengan cada uno una nacionalidad distinta, me parece una irresponsabilidad. El nacionalismo, repito una vez más, es guerra porque tiene una lógica supremacista y etnicista... No podemos abandonar los valores progresistas, igualitarios y europeístas, cuya base son las personas y no los territorios...

"Cataluña no es una nación. Asumo que ésta es una afirmación contundente y va a generar debate, algunos incluso intentarán acusarme diciendo que no comprendo los matices de lo que sucede en Cataluña. Nada más lejos de la realidad. La cuestión identitaria o nacional se ha convertido en el gran problema de España, no es un debate pequeño. El concepto nación es discutido y discutible. 

Éste no es un debate nuevo. Sin embargo, plantear a día de hoy este debate sólo buscando con ello facilitar un posible pacto para una investidura o una nueva mayoría es muy peligroso, mucho más incluso que cuando lo hizo Zapatero. Lo sabemos todos, el contexto ha cambiado. 

Aquellos que afirman que España es un estado plurinacional se equivocan, entran de lleno en el marco mental del nacionalismo catalán. Aceptan como válidas premisas interesadamente falsas cuya pretensión es construir un relato en torno al derecho de toda nación a poseer un estado.

España es una nación plural capaz de aunar y respetar las distintas sensibilidades de los ciudadanos. La Constitución de 1978 y los diferentes estatutos de autonomía han conseguido proteger la diversidad y riqueza cultural de España como no lo hubiera hecho ninguna otra fórmula, siendo buena prueba de ello la pluralidad lingüística, cultural y social de este país. 

Siempre será más plural una nación como la española, inclusiva, diversa y plurilingüe, que una hipotética e imposible nación de naciones que, por definición, empobrecería a España considerándola una suma de realidades invariables, uniformes y estancas. Concebir España como un ente plurinacional sólo serviría para sembrar la duda entre españoles sobre a qué comunidad política pertenecen.

El PSC arguye que la solución debe pasar por ofrecer la posibilidad de reconocer, respetar e integrar las diversas identidades nacionales que conviven en España sin mermar la cohesión social y la igualdad entre españoles. Cabe preguntarse, entonces: ¿no lo garantiza ya la Constitución en su articulado? En el momento en que Miquel Iceta inicia el recuento de nacionalidades comete dos errores: olvida mencionar la nación española y abre la caja de Pandora iniciando un debate de definiciones muy peligroso que no solventa absolutamente nada. 

Sus razonamientos podrían incluso acabar derivando a la justificación de la existencia de los supuestos «países catalanes». Está jugando a aprendiz de brujo. Quienes se reivindican nación cultural suelen hacerlo para reivindicarse como nación política para después imponer el derecho a la autodeterminación y separarse. El independentismo, por defecto, no anhela un nuevo encaje territorial sino una ruptura con el Estado. Es por ello que no se le puede contentar con otro modelo, nunca será suficiente autogobierno porque sus reclamaciones sólo terminarán cuando levanten una frontera entre Cataluña y el resto de España. 

Cambiar lo que ya tenemos, una vibrante nación cívica y plural, por una especie de Yugoslavia ibérica, donde los ciudadanos tengan cada uno una nacionalidad distinta, me parece una irresponsabilidad. El nacionalismo, repito una vez más, es guerra porque tiene una lógica supremacista y etnicista.

El nacionalismo ha defendido que todo el diseño constitucional era insuficiente para garantizar la supervivencia de la lengua y cultura que consideran propias, pero la realidad es que no se trata de un interés honesto sino de una indisimulada excusa para avanzar en su objetivo: la secesión. Además, olvidan que las lenguas son herramientas, no un fin en sí mismo. Los catalanes somos afortunados al contar con dos lenguas oficiales que nos son comunes. 

Y esto es capital, tan propio nos es el catalán como el español. El independentismo ha intentado durante años establecer la diferenciación entre lengua oficial y lengua propia, argumentando que pese a que el español es lengua oficial no nos es propia y debe ser tratada como secundaria en las instituciones y la vida pública.

Ante este escenario, y teniendo en cuenta que la Unión Europea es una organización de estados-nación entre los que destaca España como una de las naciones más antiguas de Europa, es clave aportar una estrategia clara que no se vea condicionada por el marco mental del nacionalismo, alejada de la búsqueda de un nuevo encaje territorial para Cataluña o para cualquier otro territorio. 

El PSOE no puede renunciar a los valores de la izquierda que, por definición, ha buscado eliminar las fronteras. La izquierda necesita de un rearme ideológico en Cataluña y en el resto de España para combatir al nacionalismo y defender los principios básicos de libertad e igualdad amparados por la Constitución. Los nacionalismos avanzan de nuevo en España de forma preocupante, y las negociaciones con ellos para facilitar la investidura no hacen más que facilitarles el camino. 

Negociar con el PNV para crear un nuevo Estatuto en el País Vasco en el que se hable de «ciudadanos nacionales» haciendo referencia únicamente a los ciudadanos vascos o negociar con Bildu en Navarra debilitará todavía más el pacto entre españoles. No podemos abandonar los valores progresistas, igualitarios y europeístas, cuya base son las personas y no los territorios, renunciando a la tradición y la historia para mirar al futuro que debemos construir en España, un país fuerte y democrático, y con la mirada fija en la edificación de una gran Europa.

Es cierto que a día de hoy España se enfrenta a grandes retos, pero una cosa es buscar una solución a un problema de convivencia discutiendo con los partidos nacionalistas y con todos los que no lo son y otra muy diferente es cederles la llave de la gobernabilidad de España. Un pacto con ERC sería un caballo de Troya dentro del Gobierno de España que no nos podemos permitir."                          

(Manuel Valls, concejal de Barcelona, El Mundo, 14/12/19, en Revista de Prensa, 14/12/19)

13/12/19

Observo el debate sobre cuántas naciones hay en España (que si una, que si cuatro, que si ocho) y me dan ganas de llorar ante tanta tontería.

"(...) La palabra nación tiene dos significados muy diferentes:

La primera es la nación como una organización política soberana que comprende un territorio determinado. En esta acepción, España es una nación, Francia es una nación, etc.

La segunda (que algunos llaman nacionalidad) hace referencia a una realidad sociocultural: las afinidades lingüísticas, culturales, religiosas, económicas, etc que se producen en un determinado territorio.


Las naciones como entes políticos soberanos son objetivas, están definidas en las constituciones respectivas y, en contra de lo que sostienen los nacionalistas (que prefieren explicaciones más glamurosas), se han forjado – que nadie se llame a engaño – en los campos de batalla o acuerdos internacionales.


Las naciones como entes culturales son emocionalmente más potentes pero también subjetivas y complejas. La identidad nacional puede ser muy diferente entre personas que comparten el mismo rellano de la escalera: por eso hay en Barcelona fachadas en la que el del tercero C cuelga una bandera española, el del tercero A una estelada… y el del tercero B pasa de los otros dos porque se siente – con toda legitimidad – ciudadano del mundo.


Las identidades son una propiedad exclusiva y compleja de los ciudadanos y ningún político tiene derecho a explicarle a la gente lo que es y cómo se debe sentir.

Los políticos, en cambio, tienen la obligación de gestionar políticamente las demandas de la ciudadanía – incluyendo las que hacen referencia a la organización territorial del poder político – y, por supuesto, atendiendo a la voluntad política mayoritaria de dicha ciudadanía.


En el ámbito político, la Constitución española permite la segregación de una parte del territorio aunque sea con un procedimiento muy complejo y que exige una mayoría cualificada. El problema es que, en el caso de Catalunya, hemos tenido dos tipos de políticos particularmente nefastos: los conservadores españoles que, a partir de los 90, hicieron bandera de desoir las aspiraciones de mayor autogobierno de Catalunya para sacar votos en el resto del Estado y los políticos catalanes que, desde hace 4 años, buscan votos sobre la base de reclamar la independencia sin tener, ni siquiera, el apoyo del 50% de los catalanes."                      (grosske, la izquierda unida y más, 11/12/19)

12/12/19

Cientos de miles de personas de origen ruso siguen sin acceso a la ciudadanía letona por no dominar el idioma...

"(...) En la pequeña república báltica, el idioma es todavía hoy uno de los factores que más fomenta divisiones entre la población letona y la comunidad que usa el ruso como lengua franca. Hace más de 25 años que las tropas soviéticas abandonaron los estados bálticos. Pero, en su mayoría, la población de habla rusa se quedó. 

Hoy, a medida que crece el conflicto latente entre los tres estados bálticos y Rusia, aumentan también las tensiones entre la población local y los cientos de miles de habitantes que se instalaron allí durante el dominio soviético y sus descendientes. Junto a la frontera con el gigante vecino, donde se concentra la minoría rusa, los temores de convulsiones al estilo de Ucrania son aún más evidentes.  (...)

A pesar de tener madre rusa, Kristina Kallas, la directora de la Facultad de Narva, se considera estoniana y, por eso, aquí es ella la minoría. De semblante serio, incluso cuando sonríe, la académica refiere como principal obstáculo a la convivencia la "segregación geográfica" que divide a las dos comunidades. Tanto en Estonia como en Letonia, la población rusa (alrededor del 30% de la población) está concentrada en las regiones este, junto a la frontera, mientras en las capitales –Tallinn y Riga– los ruso étnicos son prácticamente la mitad de la población.  

Kallas encabeza el recién creado partido Estonia 200, que se prepara para concurrir por primera vez a las elecciones legislativas que tendrán lugar el próximo año. Para fomentar la integración de las dos comunidades, no tiene dudas: “Es necesario abolir la división en las escuelas. Hoy los niños frecuentan una enseñanza diferente según la lengua que se habla en casa. Queremos acabar con esta separación”.   (...)

En Letonia, la sensación entre la comunidad ruso étnica es similar. “Estamos aislados dentro del país donde vivimos”, acusa Alexander Kuzmin, miembro de la Comisión de Derechos Humanos, que se dedica a la defensa de la minoría de origen ruso que reside en el país. Le preocupa en particular la situación de los llamados no ciudadanos: cientos de miles de personas que siguen sin acceso a la ciudadanía letona por no dominar el idioma. 

El trato dado a las minorías rusas en Estonia y Letonia es una de las principales armas arrojadizas utilizadas por los medios de comunicación con sede en Moscú contra los países vecinos, que acusan de rusofobia. Esta semana, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, recordó la situación de los apátridas en los Estados Bálticos, pocos días después de que Vladimir Putin volviera a manifestar todo hará para “proteger los derechos de los compatriotas que viven fuera de Rusia”.

 Desde que estalló el conflicto armado entre Ucrania y los rebeldes separatistas pro-rusos en el este del país, en los tres estados bálticos se propaga el temor de que un enfrentamiento semejante pueda alcanzar la región.   (...)

Sin embargo, el escenario junto al Mar Báltico es distinto del que se vive en Ucrania. “Los rusos de Estonia no tienen interés en unirse a Rusia”, cree Kristina Kallas. Asumiendo que las divisiones entre las dos comunidades son “aún mayores hoy que en los tiempos de la Unión Soviética”, la responsable considera que la minoría rusa en Estonia está principalmente interesada en “ganar poder y derechos”. Stefano Braghiroli, investigador de la Universidad de Tartu, en Estonia, también rechaza el carácter separatista de la comunidad: “La mayoría de los rusos que viven aquí piensan en Estonia como su casa. Pueden criticar al Gobierno, pero no quieren vivir en Rusia, porque los estándares de vida en los Estados bálticos son superiores”. El propio Alexander Kuzmin subraya que a pesar de que el “sentimiento de desánimo” dentro de la comunidad ruso étnica es fuerte, estos desean sobre todo ser tratados con “igualdad” dentro de una Letonia independiente.   (...)

En las tensiones entre las dos comunidades, la lectura del pasado sigue jugando un papel fundamental. Dependiendo de quién habla, el Ejército Rojo puede ser visto como libertador o como opresor. 

“Hay un negativismo en relación a la comunidad rusa porque esta comunidad fue creada durante la ocupación soviética y esos son los tiempos más negros que podemos recordar”, admite Kristina Kallas. La migración masiva ocurrida durante los casi 50 años de dominio soviético se ha sentido como un tsunami: “Los rusos pasaron de representar el 5% de la población al 35%”, señala, y añade que no logra vislumbrar aún una reconciliación entre las dos comunidades: “Será muy difícil porque los rusos que viven en Estonia no aceptan el relato de que el Ejército Rojo fue asesino porque ellos vinieron aquí con ese ejército. Sería admitir que ellos formaron parte de un régimen criminal y que su presencia es ilegal".


Para la comunidad ruso étnica la lectura de la historia reciente es bastante diferente. “El relato oficial dice que los países bálticos fueron ocupados por dos sistemas totalitarios, nazi y soviético. Pero no es correcto equiparar la represión de esos dos regímenes”, argumenta Alexander Kuzmin. En el período que siguió a la muerte de Stalin, hubo progreso: “Era un régimen no democrático, pero a un nivel diferente: muchas de las personas que fueron deportadas pudieron regresar”, señala el activista, lamentando que en Letonia se quiera olvidar todo el legado soviético. (...)"                 (Marïa Joao Morais, CTXT, 02/01/19)

3/12/19

El patriotismo constitucional: la idea de ciudadanía incluye la ciudadanía social... la nacionalidad o ciudadanía no se puede construir sobre lazos étnicos y culturales comunes sino en la práctica social y comunicativa de los propios ciudadanos... es la única forma de crear hoy un espacio de identificación común en Europa, el continente con la mayor diversidad étnica, cultural y lingüística del mundo...

"La idea del Patriotismo Constitucional (PC) nace en el contexto de la reunificación de Alemania hacia 1990: dos países con el mismo origen étnico y la misma lengua pero culturas políticas muy distintas entre sí. Intentaba definir un espacio común de encuentro identitario entre las dos Alemanias sin tener que recurrir a contenidos étnicos ni lingüísticos que podían generar una vuelta a la idea de nación de los años del nacionalsocialismo.

De hecho, el principio del derecho de sangre -la nacionalidad alemana se concedía en función de los ancestros- era aún el único vigente en este país hasta 1999 fecha en que se introdujo el derecho de suelo -ius soli- que concede la nacionalidad en función del lugar en el que se haya nacido tal y como sucede en Francia o los Estados Unidos desde hace ya mucho tiempo.

 La idea central del PC es que la nacionalidad o ciudadanía no se puede construir sobre lazos étnicos y culturales comunes sino en la práctica social y comunicativa de los propios ciudadanos, de un “plebiscito diario” como escribió Ernest Renan a finales del siglo XIX para -y esto es importante para entender el punto de vista de Renan- poder argumentar la pertenencia de Alsacia-Lorena a Francia, una región de origen étnico-cultural alemán incorporada a Alemania con la victoria militar del II Reich sobre Francia en la guerra de 1870/71.

Una idea central del PC es la necesidad de consensuar y respetar los procedimientos democráticos utilizados para llegar a posiciones y decisiones comunes. Esto es esencial pues sólo si se deciden previamente los procedimientos es posible conseguir que las decisiones tomadas en entornos pluralistas puedan llegar a ser respetadas por todos. Se puede decir, por tanto, que esta es una primera razón por la que los intentos de cambiar unilateralmente las reglas por parte de los protagonistas del procés es incompatible con la propuesta republicana del patriotismo constitucional. 

Esto no es poca cosa pues el PC probablemente sea la única forma de crear hoy un espacio de identificación común en Europa, el continente con la mayor diversidad étnica, cultural y lingüística del mundo. Cabe hacerse la pregunta si la fórmula sirve para abordar también el problema identitario y territorial de España. 

Yo creo que sí aunque su efectividad pasa por tener en cuenta lo siguiente: (a) por comprender el propio fenómeno identitario para llevarlo al terreno de la racionalidad y poderlo articular políticamente; (b) por comprender las premisas y el contexto histórico en el que Habermas hace su propuesta y (c) por no reducir el PC a una propuesta destinada a regular comportamientos individuales al margen de toda idea de colectividad o comunidad. 

Pero ¿qué es la identidad y cómo se construye? Es verdad: estamos saturados de tanto discurso identitario y los que estamos aquí abrazando los ideales de la izquierda hemos tenido que asistir durante años a cómo el discurso de solidaridad y justicia social viene sucumbiendo en nuestras propias filas frente al discurso identitario. Pero esto no quiere decir que la identidad no sea importante o que resulte imposible definirla racionalmente, pues no es sino la forma que tiene cada individuo, y por extensión un grupo de individuos, de verse a sí mismo en relación con el resto de la sociedad. 

Es imposible que esta identificación obedezca sólo a principios racionales pues tiene que ver con un sinnúmero de aspectos, muchos de contenido emocional y afectivo. Pero esto no deja fuera la posibilidad de definir el fenómeno identitario de forma racional pues la visión que tiene cada individuo de sí mismo en relación con el resto no es nunca del todo arbitraria pues depende de las características objetivas de esa sociedad y también de las experiencias vitales del individuo: un desencuentro profesional o familiar profundo puede cambiar la naturaleza de esta relación pero también los cambios políticos y culturales que se viven en en el resto de la sociedad. 

Las formas por medio de las cuales se crean y se transmiten las identidades dependen del tipo de sociedad de la que estemos hablando. En la sociedades tradicionales estas se traspasan de unas generaciones a otras a través de la familia y de la comunidad en un proceso espontáneo de transmisión cultural y lingüístico. Sus contenidos no son causales y tienen que ver con las formas de vida propias de estas sociedades: la agricultura tradicional, los espacios rurales, el pequeño comercio urbano, las pequeñas industrias familiares diseminadas por las comarcas, la familia estable y dotada de valores tradicionales, etc  

Las personas que nacen y viven en un entorno de este tipo sólo cambian muy lentamente, su identificación con el mundo que les rodea también porque dicho mundo cambia también sólo poco a poco. La identidad se percibe aquí como algo casi tan natural, eterno, certero y “objetivo” como las propias montañas, lo cual explica que a los gobiernos les resultara relativamente fácil convencer a las clases campesinas para que defiendan su “patria” con su vida y sin pedir nada a cambio. 

El radicalismo identitario de personajes como Torra o Puigdemont, que proceden de los espacios ideológicos más tradicionalistas de Cataluña. hacen alarde de esta fe casi ciega en la “objetividad” de su forma de sentir y de pensar lo que ellos entienden por Cataluña. 

Sin embargo, en los estados modernos, particularmente después de la segunda guerra mundial, la producción y reproducción identitaria sucede de forma muy distinta. Ahora son los gobiernos y no las tradiciones heredadas, los que construyen las identidades de forma planificada y sistemática a lo largo de varias generaciones, y haciendo uso del sistema educativo y de los medios de comunicación. 

Hay un acuerdo, una decisión política que lleva a inventar, literalmente, identidades políticas nuevas,  a plasmarlas en los libros escolares y a difundirlas. Se trata de un proceso enteramente político muy distinto del que se produce espontáneamente en los espacios tradicionales. Los gobiernos bucean en las tradiciones del país pero las reinventan haciendo, ademas, una lectura de la historia que sólo puede ser selectiva y en función de los valores que quieren resaltar para incorporarlos a las nuevas comunidades políticas. 

Ninguna de las dos formas de producción y reproducción identitaria se salvan de ser construcciones históricas, de ser cosas que han sido creadas en un momento pero que se pueden volver a construir en función de los cambios del presente. Esto se refiere tanto a la identidad “española” como a la “catalana” o a cualquier otra. Pero muchas personas argumentan como si sus planteamientos identitarios no fueran productos históricos e incluso creaciones políticas, tienen una visión naturalista de su identidad, como si esta estuviera escrita en sus genes. 

El resultado es un choque identitario permanente alimentado, en este caso, por los inspiradores del procés dirigidos por los espacios identitarios más tradicionalistas apoyados por los grupos sociales con alto capital cultural vinculados, preferentemente, a la Generalitat. No tiene sentido sentido alguno responder a esta situación con otra identidad igual de cerrada e históricamente acabada por incapaz de incorporar a sectores amplios de la población catalana, vasca etc La salida está en abordar la construcción política de una nueva identidad compartida por todos que deje detrás lo que nos a llevado a la situación actual. 

¿En qué medida nos podemos valer del PC para abordar los problemas del presente? 
La propuesta de PC de Habermas tiene que ser insertada en su contexto histórico. Cuando habla de ella tiene en mente la situación creada en Europa después de la segunda guerra mundial, una situación que incluía la firma de una serie de pactos sociales y políticos en los que, por primera vez, también tenían cabida a las clases menos favorecidas. Estos pactos, que se tradujeron en procesos redistributivos y en la protección del trabajo frente al capital, sirvieron de base para la construcción política de una identidad basada esa vez no en la superioridad étnica y cultural de una nación frente a otra, sino en la idea según la cual todos son ciudadanos iguales independientemente de su sexo, religión o su adscripción étnica. Pero no sólo. 

Además son iguales independientemente de su clase social, que es lo verdaderamente nueva, la idea de ciudadanía incluye la ciudadanía social. Este aspecto venía siendo una reinvindicación de las izquierdas occidentales desde mediados del siglo XIX, pero sólo se consiguió imponer políticamente tras los dos desastres bélicos de la primera mitad del siglo XX.

La propuesta de Habermas es un intento de solución global del problema político-identitario pero se apoya en la idea de ciudadanía social. Su argumento  es de calado: esta forma de ciudadanía es la única con capacidad de afrontar la creciente diversidad cultural, la progresiva individualización de las relaciones sociales o, incluso, el problema de los recursos -naturales, territoriales o energéticos- que son cada vez más escasos en el mundo, un problema que sólo puede solucionarse aplicando un criterio de ciudadanía válido para todas las personas que pueblan el planeta y no sólo para un grupo privilegiado de ellas pues, para que cada uno pueda ser autónomo y diferente, tiene que ser “igual” que el resto, tener asignado el mismo estatus en el mundo y en la sociedad, lo cual pasa por disponer de un mínimo de seguridad material, sanitaria y educativa.  

Por tanto sería sería un grave error ignorar las condiciones -económicas y sociales- requeridas para asegurar que el PC se siga asentando entre las poblaciones europeas como lo hizo durante tres o cuatro décadas, para que no sufra una erosión política como la que está sufriendo ahora. 

De hecho, la idea del PC no ha permitido evitar el auge de la ultraderecha en Alemania nacido de la ira y la frustración de la población alemana provocada por el desmontaje del su sistema de bienestar a partir de finales de 1990 (el programa “Harz IV”), y por la indignación provocada por el uso del dinero de los contribuyentes para rescatar a los bancos, un dinero que aparentemente no existía para ayudar a las víctimas de la crisis de 2008 que, a diferencia de estos últimos, no tenían ninguna culpa de la misma.   
    
Existe, por tanto, efectivamente el peligro, de que el PC pierda apoyos si un tercio de la población no tiene un empleo mínimamente digno, cuando los estados redistributivos encargados de hacer realidad sus premisas materiales se siguen viendo debilitados por la desregulacion financiera y otros factores, o cuando, en definitiva, el riesgo y la inseguridad siguen instalados en las vidas de cada vez más personas. Existe, por tanto, el peligro de hacer una lectura del PC que, si bien se apoya en la idea de la  igualdad política, se muestre insensible a los recursos necesarios para conseguir que esa se haga una realidad palpable para la mayoría de la población. 

Por mucho que uno se posiciones frente a los llamados “populismos”: cuando esta insensibilidad persiste se favorece el avance de los mecanismos identitarios de base tradicional pues muchos encuentran en ellos un refugio para preservarse de un sistema económico que no les tiene en cuenta. Esto no quiere decir que las cosas vayan a cambiar realmente, pero la imaginación de comunidades y lazos sociales que no van a volver nunca proporcionan un anhelo de seguridad y de certeza que puede llegar a ser muy intenso en momentos de crisis alimentando procesos tan irracionales, antidemocráticos e imposibles como el procés. 

Otro error sería interpretar el PC como una especie de construcción teórica abstracta que no tiene en cuenta los sentimientos de las personas, reducir, en definitiva, el problema identitario a un problema de distribución racional de recursos en una sociedad entendida como la mera suma ordenada y civilizada de individuos aislados siguiendo la tradición de John Locke. Desde luego esta no es la concepción de ciudadanía de Habermas, aún cuando algunos lo interpretan así. 

Lo que propone es un proyecto de convivencia en la que los individuos se conciben a sí mismos como parte de un conjunto del que no sólo participan pagando sus impuestos civilizadamente a cambio de servicios públicos, sino de un conjunto que además resulta constitutivo de su propia identidad individual, de la forma que tienen de verse a sí mismas las personas en relación con el resto. Para Habermas los ciudadanos deben participar plena y democráticamente no sólo para poder vivir sin conflictos nacidos de opiniones discordantes, sino además porque entienden que su participación en la esfera de lo público es la condición, incluso la esencia de su propia libertad: lo de todos no es ajeno y exterior, sino que forma parte de lo de cada uno. 

 Esto quiere decir que para que se cumplan las premisas del PC, el individualismo debe dar paso a la reciprocidad. “Nadie”  escribe Habermas “puede reivindicar la autonomía política para sí mismo para alcanzar sus intereses particulares sin tener en cuenta que esta autonomía sólo se puede llegar a realizar de forma colectiva a través de la práctica intersubjetiva. La posición jurídica del individuo se conforma así a través de una red de relaciones igualitarias basadas en el reconocimiento recíproco. Le exige a cada uno que adopte la perspectiva de la primera persona del plural -nosotros- antes que la perspectiva de un observador externo que sólo pretende alcanzar su propio éxito individual”. 

En definitiva: el PC pasa por la construcción de una comunidad, de un “nosotros” y no por la mera organización racional de una suma de individuos iguales pero aislados los unos de los otros, y que consideran “lo de todos” como un algo ajeno a sí mismos, un algo con lo que se relacionan de forma comparable a lo que sucede en las transacciones mercantiles, un algo, incluso, susceptible de ser apropiado individualmente en beneficio propio. 

Mi argumento es que tenemos que construir en España un nuevo “nosotros” que deje atrás los diferentes “nosotros” actualmente nos separan. Sus piezas no pueden incluir las tradiciones antidemocráticas, la violencia ejercida contra los inocentes, el autoritarismo en todas sus variantes o el sexismo, sino otras tales como la solidaridad entre clases y territorios, una suerte de plurilingüismo en todo el territorio que le permita acceder a todos los ciudadanos desde niños al menos a dos de las tres culturas lingüísticas de la “periferia”, una visión preservadora de los recursos naturales, culturales y artísticos que se han ido acumulando a lo largo de los siglos, etc. 

No tenemos que empezar desde cero pues la Constitución de 1978 es una referencia democrática fundamental en la historia de este país de países pero debemos completar la reforma del Título VIII con el diseño colectivo de un relato común de país, y que parta de las experiencias democráticas compartidas a lo largo de la historia, de la tradición regeneracionista y republicana que colocó a España a la cabeza de la cultura de la paz, de la democracia, de la ciencia y de las artes europeas, de la experiencia de tolerancia religiosa en la Edad Media hispana en medio de una Europa vandalizada, o también del acerbo civilizatorio acumulado por la cultura mediterránea que sugiere un espacio de diversidad cultural y encuentro único en el mundo etc, En ningún caso se trata aquí de combinar o encajar de otra forma “naciones” y “nacionalidades” ya existentes y consideradas acabadas históricamente, como sostienen tanto los nacionalistas al norte y al sur del Ebro, como los que apuestan por una especie de confederación. 

Por el contrario, se trata de construir política y culturalmente algo nuevo que sea algo más que una mera suma de lo que ya existe por separado. Los gobiernos de la España constitucional de 1978 no abordaron esta tarea, bien porque pensaban que la globalización la hacía obsoleta, bien porque no había posibilidad de consenso que fuera más allá de un “borrón y cuenta nueva” impuesto por el hecho, de que muchos le atribuían aún el régimen de Franco una elevada dosis legitimidad. 

Hoy esos son ya muy pocos, lo cual abre una oportunidad histórica para la construcción de un nuevo relato de país de países consensuable basado en experiencias de democracia, de libertad y de justicia comunes. 

El enfrentamiento identitario al que el procés ha colocado a toda la sociedad puede ser una oportunidad pues ha hecho evidente, en toda su crudeza, la naturaleza insostenible que lo que se ha venido fraguando desde 1978 en términos identitarios en España. El trauma producido puede llevar a muchos a dar el primer paso para romper con las lealtades identitarias que han venido funcionando hasta ahora con el fin de crear espacios para un nuevo espacio que mire al futuro y al mundo del siglo XXI. 

En realidad, se trata de una tarea que no sólo tienen que abordar los ciudadanos españoles sino los del conjunto de la Unión Europea pues, si se quiere seguir apostando por la UE hay que construir un relato europeo común basado en la parte humanista, democrática y tolerante de sus tradiciones, así como en el rechazo activo de todas aquellas que apunten en el sentido contrario: solo así se podrá evitar una reedición de las experiencias de entreguerras."

[Publicado originalmente en:  Tey, M. et al (coords): La democracia constitucional en el siglo XXI. Ed. Almuzara, Córdoba 2019]
 
Armando Fernández Steinko. Estudió Sociología, Economía e Historia en varias Universidades de Europa y Canadá y ha sido investigador visitante en varios centros de investigación europeos. En la actualidad es profesor titular de Sociología, acreditado para catedrático, en la Universidad Complutense, y participa en distintas líneas de investigación sobre blanqueo de capitales y dinero ilícito.  Pasos a la izquierda, 11/11/19)