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9/2/21

“Quisiera trasladar mi pesar a las familias de las tres personas que asesiné”

 "El pasado julio, el preso de ETA Mikel Azurmendi, alias Hankas, envió un largo texto manuscrito al director del Centro Penitenciario de Valencia en el que se quejaba de que, tras 22 años encarcelado, seguía clasificado en primer grado, el más duro, lo que le impedía obtener beneficios penitenciarios. Condenado a 418 años por, entre otros atentados, el asesinato del concejal del PP de Sevilla Alberto Jiménez Becerril y su esposa en 1998, Azurmendi esgrimía que llevaba tiempo rechazando la violencia. “Sí, reconozco el daño que he causado”, afirmaba en la misiva. 

El pasado 11 de noviembre, el Ministerio del Interior anunciaba su traslado y el de su compañera, la también etarra Maite Pedrosa, a una prisión cercana al País Vasco, la de Zuera (Zaragoza). La decisión provocó una tormenta política al coincidir con el apoyo parlamentario de EH Bildu a la tramitación del proyecto de Presupuestos del Gobierno.

Azurmendi es uno de los 42 presos etarras que, en lo que va de año han pedido perdón por carta, según datos de la lucha antiterrorista a los que ha tenido acceso EL PAÍS. La cifra es superior a la del año pasado, cuando fueron una treintena, y, sobre todo, a la de 2018, el año en el que ETA anunció su disolución, cuando fueron ocho. En la actualidad, permanecen recluidos en cárceles españolas 197 etarras

 “El salto ha sido cuantitativo, pero también cualitativo”, señalan fuentes policiales en referencia al contenido de las misivas. “Al poco de la disolución de ETA, los textos eran similares y se ajustaban a las directrices del EPPK [siglas en euskera del colectivo de presos de ETA] de no arrepentirse ni delatar. Ahora, las hay que también reflejan arrepentimiento”, recalcan. En una de estas misivas, inédita hasta ahora, un etarra escribe: “Quisiera trasladar mi pesar a las familias de estas tres personas [a las que asesiné], pedirles perdón”.

Las directrices a las que se refieren estas fuentes las marcó el EPPK en enero de 2018, cuando anunció la “total disposición” de sus reclusos a reconocer el dolor causado si con ello se mejoraba su situación penitenciaria. En abril de ese año, ETA hacía público un comunicado en el que también admitía el daño provocado como paso previo a su disolución formal materializada semanas después. 

Algunos presos que seguían la disciplina de la banda ya habían dado un primer paso en esa línea, como Jagoba Codó –al que la Audiencia Nacional dejó en libertad condicional el pasado agosto– quien en 2017 había hecho una renuncia genérica a la violencia en un texto en el que afirmaba: “Nadie es ajeno al dolor, ni al sufrido ni al causado, y penalmente lo estoy pagando”.

Tras aquellos dos comunicados, otros reclusos siguieron los pasos de Codó con misivas con un contenido también “muy estandarizado”, destacan fuentes policiales. En una de ellas, su autor decía querer utilizar “las vías políticas para fines políticos” y reconocía “el daño causado en las décadas que existió la organización a la que pertenecí”. Todo ello, en un texto impersonal con apartados. Fuentes del Gobierno vasco que han seguido la evolución de los presos de ETA destacan que “estas cartas siguen siendo la mayoría y responden a un formato preparado por los abogados defensores”. 

En su opinión, “solo buscan facilitar el traslado a una cárcel próxima a Euskadi y mejorar las condiciones penitenciarias”, añaden. EL PAÍS ha intentado contactar con varios abogados de etarras, pero han declinado hablar. También Etxerat, la asociación de familiares de los presos que permanecen dentro de la ortodoxia del EPPK, ha rehusado dar su opinión.

Sin embargo, frente a este tipo de textos, en los últimos meses varios presos han remitido cartas en las que incluso citan a las personas que asesinaron. “Reconozco el daño causado a las víctimas consecuencia de mi actividad armada en dicha organización, sobre todo a las tres víctimas mortales [incluye el nombre y apellidos de cada una de ellas], así como a sus seres queridos y a las personas que fueron heridas”, recoge una misiva manuscrita en la que el preso etarra, cuya identidad no se facilita para evitar represalias, añade: “Reconociendo la gravedad de haberles arrebatado la vida y aún la imposibilidad de devolvérsela, quiero que este reconocimiento y este pesar contribuya a reparar en parte el daño y sufrimiento causado a las víctimas del terrorismo, a todas las víctimas”.

“No debería haber pasado”

“ETA, en su día, reconoció el daño causado, así como el colectivo de presos. Yo, de mi lado, también quiero reconocer el daño que la lucha armada ha causado durante todos estos años, asimismo comprometerme a superar todos los problemas del conflicto”, escribió otro etarra el año pasado. En esta segunda misiva, este recluso añadía: “Eso no debería haber pasado y quiero decirlo porque es así como lo siento, de la misma forma que pienso que hace tiempo que se debería haber buscado una solución para terminar con tanto sufrimiento”. El interno de ETA terminaba reconociendo que el dolor y daños causados “no tienen solución” y mostrando su “respeto a los fallecidos, heridos y demás víctimas”.

Fuentes del Gobierno vasco consideran que este tipo de textos son un avance, aunque lamentan que todavía sean pocos: “No llegan a la docena”. Y culpa de ello a una parte de la izquierda abertzale, que en su opinión no permite a los reclusos de ETA “ir más allá y hacer en estos textos un verdadero planteamiento crítico de lo que fue la violencia terrorista”. La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) se muestra mucho más escéptica y duda, incluso, de que existan estas misivas. Carmen Ladrón de Guevara, abogada de la asociación, critica que Interior utilice su existencia para justificar los acercamientos. “Nunca nos han enseñado estas cartas. Ni a nosotros, como asociación, ni a ninguna víctima”. Para esta abogada, que ha ejercido la acusación en los últimos juicios contra etarras, el “verdadero arrepentimiento” no está en estas misivas sino “en la colaboración con la justicia, y eso no lo estamos viendo”.

Por el contrario, Roberto Manrique, herido de gravedad en el atentado del Hipercor de Barcelona, de junio de 1987, en el que murieron 21 personas, cree que estas cartas son “positivas”. En enero de 2011, con ETA aún activa, Manrique recibió una de uno de los etarras que colocó aquel coche bomba, Rafael Caride Simón, entonces acogido a la llamada Vía Nanclares de reinserción. En ella, el etarra afirmaba: “Reconozco el daño y sufrimiento que causaron en personas como usted las acciones llevadas a cabo durante nuestra militancia en ETA. No soy insensible al dolor y sufrimiento que las mismas generaron; de ahí mi compromiso sincero en tratar de ayudar a cerrar esas heridas y en que nadie más sufra lo que ustedes han sufrido”. Manrique, que un año después de aquella misiva mantuvo un encuentro “reparador” en prisión con el etarra, se muestra convencido de su sinceridad: “Creí en su arrepentimiento”.

Manrique recalca que este tipo de gestos no debe traducirse en beneficios penitenciarios: “Si me dicen que mi encuentro le podía permitir recortar un minuto de su condena, hubiera dicho que no por respeto al resto de las víctimas que causó”. Después de 19 años en cárceles españolas y otros siete en francesas, Caride Simón salió de la cárcel en agosto de 2019. Llevaba dos años en semilibertad. “Es la ley y hay que acatarla. Me consta que ha estado en prisión el tiempo del que tenía que estar”, señala esta víctima."            (Óscar López-Fonseca, El País, 23/11/20)

17/1/17

Los presos de ETA cada vez importan menos a todo el mundo... Son 350, muchos más que los linces ibéricos que quedan en libertad

" Pues que no. Que los presos de ETA no quieren arrepentirse públicamente ni tampoco pedir perdón a sus víctimas. Bueno, algunos sí quieren, pero no son mayoría. Lo de pedir perdón y arrepentirse es un trámite que la ley española exige para que este tipo de asesinos obtenga beneficios penitenciarios.


Los presos asesinos quieren tener acceso a esos beneficios sin tener que decir ni “perdón” ni “me equivoqué”, lo que equivale a enviar a las víctimas un mensaje cristalino: “Lo volvería a hacer”.
Dicho con otras palabras, los presos dicen: “Volvería a volar el cuartel de Vic con sus niños dentro, a hacer la matanza masiva de República Dominicana en Madrid, a disparar a bocajarro a Joseba Pagaza o a dar un tiro en la nuca a José Luis López de la Calle”.

La verdad es que es difícil estar al lado de quienes piden que se tenga más piedad con esta gente. Yo creo que la ley penitenciaria española es bastante buena para los castigados por terrorismo. Y si nos dicen que lo volverían a hacer, ¿cómo apiadarse de estos desalmados?

Son 350, muchos más que los linces ibéricos que quedan en libertad, y nos cuestan mucho más dinero que los felinos en trance de extinción. Pero conviene tenerles encerrados mientras no digan que no lo van a volver a hacer.
Hay quien dice que la estabilidad política de Euskadi depende de que cambie la política penitenciaria.

Yo creo que los presos de la banda cada vez importan menos a todo el mundo. Llegará un día en que las familias les obliguen a cambiar su forma de reivindicarse, y a aceptar, de una vez por todas, que han perdido la guerra, que sus jefes tienen que entregar las armas, y que ellos nos tienen que decir que se equivocaron. Esto no es una venganza, es una mínima precaución.

 ¿Por qué vamos a dejar en libertad a alguien que ha demostrado que puede matar de esa manera y ha sido condenado por un tribunal, con todas las garantías de defensa? También hay que preguntarse si no tienen derecho, el mismo derecho, los pederastas asesinos de niños o los violadores.

La estabilidad política y social del País Vasco ya no depende en absoluto de los presos de ETA, ya no depende nada de ETA.

El terrorismo ha perdido una guerra que declaró contra la democracia española. Solo le queda reconocer su derrota.

Cuando lo haga, la democracia española volverá a ser generosa como ha sido siempre. Empiecen por decir “perdón”.              (Jorge M. Reverte, El País , 30/12/16)

2/12/13

Etarras recibidos con fiestas

"El etarra Francisco Javier Martínez Izagirre, alias Javi de Usansolo, condenado por el atentado que costó la vida al niño de 3 años Fabio Moreno Asla, fue recibido la madrugada del martes al miércoles a su llegada al municipio vizcaíno de Galdácano con el lanzamiento de cohetes y vítores a favor de los presos de ETA.

Javi de Usansolo, miembro del comando Vizcaya, abandonó la prisión de Jaén II sobre las 17:30 horas del martes, en cumplimiento de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que anuló la retroactividad de la doctrina Parot. El etarra llegó en coche a la ciudad vizcaína, al que pertenece el barrio de Usansolo, sobre la 1:30 horas, junto con su mujer y su hijo.

Según recoge El Correo, un centenar de personas aguardaba la llegada de Javi de Usansolo, al que dieron la bienvenida con el lanzamiento de cohetes e hicieron un pasillo de honor portando antorchas, ikurriñas y banderas a favor del acercamiento de los presos de ETA. Al bajarse del vehículo para dar las gracias por la acogida, el etarra fue abrazado, aplaudido y jaleado por sus allegados.

El recibimiento al miembro de ETA tuvo lugar cerca del lugar donde el comando al que pertenecía colocó el 5 de diciembre de 1986 un artefacto explosivo bajo el coche del ciudadano Magin Nogueira, que resultó herido de gravedad, al que confundieron con un integrante de las fuerzas de seguridad.

Javi de Usansolo fue condenado a 85 años de prisión por el atentado ocurrido el 7 de noviembre de 1991 con un artefacto explosivo bajo uno de los asientos del coche del guardia civil Antonio Moreno Chica, en Guecho (Vizcaya), que causó la muerte del pequeño Fabio, así como heridas a su hermano Alexander y al propio agente.

Además, la etarra Inmaculada Pacho fue recibida también hace dos noches entre aplausos por un centenar de personas en el casco viejo de Bilbao después de haber sido excarcelada una vez que se le ha dejado de aplicar la doctrina Parot.

 Pacho salió de la cárcel de Campos del Río (Murcia) y fue integrante del comando Vizcaya y condenada a 549 años de prisión, entre otros delitos, por la colocación en 1990 de un coche bomba en la comisaría de Burgos, que quedó destruida y 45 personas tuvieron que ser atendidas de diversas lesiones. (...)"                   (Crónica Global, 28/11/2013)

27/10/13

España es el único país de la Unión Europea, con Portugal, que no tiene cadena perpetua, revisable o no. De ahí la doctrina Parot

"Después del llanto y crujir de dientes producido por el fallo del Tribunal de Estrasburgo, bastante justificados, conviene recuperar la compostura y recordar unas cuantas cosas que ayuden a superar la tendencia patriótica a la autoflagelación (y de paso cuestionen el júbilo de los proetarras y asimilados, a los cuales podíamos hacerles la misma pregunta que a la hiena necrófaga: “¿De qué coño se ríen?”) . 

La llamada doctrina Parot no ha sido tumbada ni desautorizada y sigue siendo tan razonable como siempre. Es una respuesta lógica a la necesidad de adecuar proporcionalmente la pena al delito cometido. No tendría ningún sentido condenar a un asesino a miles de años de cárcel si la remisión de su condena a todos los efectos solo pudiera operar sobre los 30 años —ahora 40— de cumplimiento máximo de la pena.

 Ya sabemos que nadie va a estar mil años encarcelado, pero esa enorme condena no pude tener otro objetivo que garantizar que los beneficios penitenciarios que puedan corresponder al reo no abreviarán su estancia en prisión como si sus delitos fueran de menor cuantía. (...)

A fin de cuentas, podemos enorgullecernos de que España no ha sido castigada por tener una legislación atroz, sino, al contrario, por no haber aceptado la legislación más dura vigente en otros lugares. Junto con Portugal, España es prácticamente el único país de la Unión Europea que no tiene cadena perpetua, sea revisable o no. 

Muchos nos alegramos de ello y queremos que siga siendo así, pero en casos como el que nos ocupa comprendemos la comodidad que ofrece a los jueces esa condena a perpetuidad. Nadie puede creer que un criminal que hubiese causado decenas de víctimas en las fuerzas de seguridad de Inglaterra o Francia iba a salir en libertad tras 20 años de cárcel, ni tras 40 ni probablemente nunca.

 Es cierto que esas condenas son revisables y que se tiene en cuenta el arrepentimiento del recluso, pero tal arrepentimiento nada tiene que ver con un pesar de corazón por las fechorías cometidas, sino que exige demostrarse colaborando activamente con la policía para detener a los cómplices o esclarecer otros delitos. 

 Los pentiti de la Mafia italiana no se limitan a llorar sus pecados, sino que denuncian y dan testimonio contra los capos: así se salvan a veces de la cadena perpetua. 

Por eso no hace mucho 18 condenados a reclusión de por vida en Francia pidieron que para ellos se reimplantase la pena de muerte: porque sus delitos atroces no eran del tipo que permite delatar a jefes o cómplices y por tanto no les cabía esperar razonablemente abreviamiento de su prisión. 

En nuestro país las cosas están establecidas de otro modo, hemos intentado compensarlo con medidas suplementarias y nos han pitado fuera de área jueces representantes de los países que no se andan con tantas contemplaciones.  (...)

Y ahora volvamos a una cuestión más de fondo. Es evidente que España, el último país de Europa que ha padecido un largo y sanguinario terrorismo que ha amenazado seriamente el desarrollo de su democracia, podía esperar una comprensión distinta de los países europeos que durante décadas permanecieron ajenos a nuestra tribulación, miraron para otro lado o hasta mostraron mayor tolerancia social para los criminales que para sus víctimas. Algo no hemos debido explicar bien, no solo en Europa sino en América (...)

Supongo que de nada servirá recomendarles a ellos y a otros —incluyendo españoles, desde luego, cuya buena voluntad en casos como este ya es más difícil suponer— un repaso de lo que ha sucedido en el País Vasco y de lo que pasa ahora como el que lleva a cabo Teo Uriarte en su reciente libro Tiempo de canallas. La democracia ante el fin de ETA (editorial Ikusager). Recuérdalo tú y recuérdaselo a otros, como se ha dicho en ocasiones semejantes…"                    (Fernando Savater, El País, 25/10/2013, Kairoi)