7/1/16

Los partidarios de apoyar la investidura de Mas, muy influyentes, perdieron el control de la situación interna de la CUP

" El alma urbana de la CUP se impuso a la rural. Los votos de Barcelona, Baix Llobregat y Vallès Occidental, las áreas duras de la crisis en Cataluña, se pronunciaron mayoritariamente en contra de la investidura de Artur Mas en sus respectivas asambleas territoriales.

A ellas se sumó el sector más izquierdista de la formación. Quien más ha sufrido el peso de la crisis se ha rebelado —como sucede con cualquier electorado europeo— ante la eventualidad de que el líder que durante los últimos años ha multiplicado los recortes en sanidad, educación y servicios sociales, el gran apologeta de la doctrina business-friendly,encabezara el movimiento hacia esa máxima expresión de la justicia social que, según sus valedores, pretende ser la independencia.

 La bandera, en este caso, no ha tapado lo que escondía debajo. (...)"             (   , El País 4 ENE 2016)

"La decisión de no facilitar la investidura de Artur Mas por parte de la Candidatura de Unidad Popular (CUP) ha sido el resultado inevitable de una situación: la pérdida de control de la dirección de la organización sobre el proceso interno de decisión. (...)

La pregunta es: ¿calibraron Mas y sus colaboradores la información que iba viniendo de la CUP de manera voluntarista?

  ¿Quién les iba radiando las posibilidades de que el president en funciones sería finalmente investido?

   Las informaciones coinciden en señalar que el diputado Antonio Baños (en la foto con Mas y Oriol Junqueras) era partidario de la investidura de Mas porque suponía impulsar finalmente el proceso soberanista convirtiendo la investidura en una cuestión menor, accidental. 

El ex diputado David Fernández, una personalidad muy influyente, aunque fuera del Consell, había escrito, parafraseando a Alexander Pope, que la CUP debía hacer bien su parte, y que solo en eso reside el honor.  (...)

Esta fracción de la CUP estimaba los resultados del 27-S como demasiado importantes para profundizar el camino de la independencia y, al tiempo, correr el riesgo de la marcha atrás a través del bloqueo a la investidura, ergo, a la formación del Govern. Por ello, impulsaron la veloz declaración de desconexión del 9 de noviembre. 

Era como si los dirigentes de la CUP partidarios de que Mas fuera president iban poniéndose los puntos de no retorno. 

   Pero, también, pensaban, unas nuevas elecciones suponían otro riesgo difícil de asumir. Por el cansancio y la confusión de los electores.

   Y last but not least existía otro factor: el virtual vacío político resultante de una encrucijada en la que Mariano Rajoy no podría garantizar su investidura ni el PSOE asegurar la formación de una alternativa. Un flamante Govern en Cataluña podía reanudar la ofensiva abortada por la acción del Tribunal Constitucional y la Audiencia Nacional. 

Al menos este cuadro seducía a los partidarios del sí a la investidura de Mas en la CUP. Dos meses de maniobra ante el panorama políticamente desértico en Madrid y la posible convocatoria de elecciones anticipadas.

   Los inputs que Mas y probablemente Forcadell, muy vinculada al president en funciones, fueron recibiendo eran ciertos, pero reflejo de unas fuentes que eran las partidarias de la investidura. Estas no iban de farol. No alardeaban, ni eran impostores. Creían poder controlar el proceso interno.

   Y al final no lo han conseguido. (...)

El problema es que para las bases de la CUP, que votaron en su mayoría por un independentismo izquierdista radical, la hoja de servicios de Mas y la corrupción de Convergencia Democrática de Cataluña, amén del caso de la familia Pujol, convertían en indigerible el respaldo a la investidura. 

También para muchos votantes que querían independencia y que no pagaron el precio de votar a Mas o a ERC. La portavoz, por así decir, de estos sectores ha sido la corriente Endavant, liderada por la diputada Anna Gabriel.

   Quizá si la aritmética parlamentaria se limitase a una abstención podía haber resultado más digerible. Pero no, se necesitaban dos cosas: el apoyo de dos diputados y la abstención de los restantes ocho.  (...)

   Los partidarios de apoyar la investidura, muy influyentes, perdieron el control de la situación interna de la CUP.  (...)

Mas tiene ahora la posibilidad de poner a prueba su coherencia. Ello le llevaría a decir: he sido el número 4 de la lista de Junts Pel Si y hay otras personas que pueden poner en marcha el procés. Esto sería lo que podríamos llamar el renunciamiento. La otra es dejar vencer los plazos y proceder a convocar nuevas elecciones autonómicas para el mes de marzo. 

   ¿Acudirá Mas a ellas con la nueva CDC, una nave cuyas vías de agua son como torrentes?   (...)"                      (Ernesto Ekaizer, El País, 03/01/16)

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