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3/7/23

La idea del “gallego bruto” caía en pedazos frente a esa prueba empírica que mi padre certificaba

 "Tengo la fantasía de que me parezco a los gallegos, quizá por mi abuelo de A Coruña. Quizá por don Ángel Naveira, amigo de mi padre en Deán Funes, provincia de la Córdoba argentina. En aquel lejano entonces, aprendí que los gallegos no eran siempre rústicos, sino callados y astutos. No me lo enseñó mi abuelo gallego, porque murió antes de que yo pudiera conocerlo. Además, las anécdotas que repetían mi madre y mis tías acentuaban el prejuicio sobre aquel inmigrante agobiado por el trabajo, que decía con desprecio, posiblemente fingido, que las buenas notas obtenidas por sus hijos en la escuela apenas servían para “echarlas al puchero”. A lo mejor, esta era una metáfora que sus hijos no entendieron.

Pero, afortunadamente, a los seis años conocí a don Ángel Naveira. Había sido pescador en Galicia y su madre lo había embarcado hacia América para que no se le muriera “otro hijo en la mar”. Cumpliendo ese mandato, don Ángel le compró, en cuanto pudo, un pasaje a su hermano menor. Dos Naveira se salvaron así de la borrasca y el naufragio.

Durante 20 años, don Ángel durmió debajo del mostrador en el almacén de ramos generales que Carlos Dopazo, otro gallego nada bruto, había levantado con su reciente y pequeña fortuna. El almacén estaba en una aldea del norte argentino, que mi padre frecuentaba cuando íbamos a hacer las compras durante los largos meses de las vacaciones. Afable y conversador, don Ángel nos recibía en los escritorios de su ya importante comercio. Mi padre se sentaba allí y comenzaba una conversación de la cual era, muchas veces, el único interlocutor.

Yo daba vueltas entre piezas de lona, rollos de alambre, ruedas de molino, bidones y latas de conservas mientras esperaba que se hicieran las doce. A esa hora, acompañaba a don Ángel y a mi padre al bar del hotel frente a la plaza. Ellos tomaban su aperitivo de jerez y yo una naranjada con rodajas de salame y pedacitos de queso. Todos los días, don Ángel y mi padre discutían sobre quién iba a pagar el consumo. Los dos eran invitadores compulsivos, de modo que el torneo se repetía igual e inexorable, ya que los dos también rechazaban la forma más moderna de la alternancia. Siempre uno de ellos se afanaba por adelantarse en el momento de pedir la cuenta. Ambos sacudían las billeteras sobre sus cabezas, ante el rostro del mozo que ya estaba acostumbrado a la escena y elegía a uno u otro, seguro de que la propina sería buena, viniera de quien viniera.

Don Ángel, el gallego, porfiaba con mi padre, nieto y bisnieto de argentinos, en un cuadro de competencia entre inmigrantes y criollos. Venciera quien venciera, la porfía terminaba cuando nos levantábamos y don Ángel nos acompañaba hasta el carro, tirado por un caballo tobiano, que nos estaba esperando frente a la plaza. Mi padre, cuya palabra era santa, siempre decía que don Ángel era un hombre de gran inteligencia. De modo que la idea del “gallego bruto” caía en pedazos frente a esa prueba empírica que mi padre certificaba con la experiencia que yo le atribuía. Pepe, el hermano de don Ángel, que también se había salvado de la mar, inauguraba mi imagen de cultura gallega con un libro de Rosalía de Castro, del que me leía en voz alta Campanas de Bastabales.

Cuando, por Semana Santa, volvíamos al pueblito, encontrábamos a don Ángel haciendo los preparativos para un “guiso de pescado”, plato que no estaba incluido en nuestras inclinaciones decididamente carnívoras. El pueblito quedaba a 300 kilómetros de la ciudad más próxima. De esa ciudad llegaba algo que don Ángel consideraba alimento premium: bacalao. Supongo que sería alguna forma del pescado seco o salado, ya que nunca vi en esos caminos de tierra camiones frigoríficos. Fuera el pescado que fuere y en el estado en que don Ángel lo consiguiera, el Viernes Santo nos invitaba a comer ese guiso que comenzaba a preparar desde la mañana temprano. Ni a mi padre ni a mí nos gustaba el resultado de su esfuerzo; nos daba aprensión la olla con esos pedazos de algo desconocido, revueltos entre otros pedazos de galleta ablandada por el caldo, de donde brotaba un olor que resulta desagradable si antes no se ha aprendido que es agradable. De todos modos, mi padre, que comía como un criollo, se sentaba a la mesa de don Ángel y celebraba con él la ceremonia. Yo la pasaba peor porque practicaba esa intolerancia típica de los niños frente a comidas “raras”. Los niños no son exploradores gourmet, por lo menos en aquella época. Pero me gustaba escucharlo a don Ángel. Su acento me gustaba. Sobre todo, me gustaba la manera en que él y mi padre, transcurrido el almuerzo, hacia la media tarde, salían a caminar por el pueblo, tomados del brazo.

Mi padre, un hombre desbordante de prejuicios, con razón o sin ella, consideraba que su familia vivía desde un tiempo muy largo en Argentina. Sin embargo, esos prejuicios cayeron ante la discreta cortesía de don Ángel. O quizá don Ángel era la imagen de su inmigrante ideal: gallego de módico acento, buen escuchador, sin ningún rasgo pintoresco de esos que enloquecen al racismo y al nacionalismo. Lindo habría sido que don Ángel fuera mi abuelo."               (Beatriz Sarlo , El país, 24/06/23)

29/11/18

No, señor Torra, el franquismo no fue una pesadilla que sufrieron solo los catalanes, la sufrimos todos. Bueno, no todos, que en todas partes hubo quienes lo recibieron con todo tipo de parabienes, como pasó en Cataluña, por cierto, donde una parte importante de su burguesía se sumó encantada a la siniestra fiesta, como bien se explica en Habíamos ganado la guerra, el libro de memorias de Esther Tusquets...

"(...)  Una vez, con apenas 20 años, estuve en Bonn unos días. Fui a visitar a una amiga mía que estaba asistiendo a unas clases en su universidad. Mientras ella atendía sus deberes, yo deambulaba por la ciudad, sin hablar con nadie, pues no sabía ni una sola palabra de alemán. Llevaba conmigo el primer tomo de En busca del tiempo perdido, que leía incansablemente en cafés y jardines mientras esperaba el regreso de mi amiga. 

Una mañana, durante uno de esos paseos, oí la voz de una mujer cantando en español, y me acerqué a ver. Era una mujer de edad indefinida que, arrodillada en el suelo, como tantas veces había visto en mi infancia, estaba fregando el portal de una casa. La canción era la queja de un hombre al que habían robado su carro y se preguntaba dónde podía estar. 

Y esa imagen, y esa canción, me conmovieron de tal manera que no pude moverme de allí hasta que la mujer terminó de cantarla. Un chico, aprendiz de escritor, que estaba leyendo apasionadamente a Proust, hechizado por una canción de Manolo Escobar. ¿Hay quien entienda esta escena?

Es extraño esto de la patria, la mayor parte de las veces tiene que ver con cosas inconfesables. Lo que llamamos patriotismo bien podría definirse como una de esas tiernas perversiones que nos hacen amar inexplicablemente incluso aquello que nos avergüenza. 

No hay forma de evitarlo, son los asuntos del corazón, y ya se sabe que el corazón es un poco bobo. ¿Podríamos vivir si no lo fuera? Pero una cosa es que seamos permisivos con las tontunas de ese corazón, y otra, que le hagamos más caso de la cuenta. 

Para eso sirve el humor, para defendernos de sus excesos. No me refiero a ese tipo de humor que busca rebajar y ofender. Y ahí están los cientos de chistes que sobre las mujeres, los homosexuales, los emigrantes, los tartamudos o los que sufren alguna tara tenemos que soportar con tanta frecuencia. 

Me refiero al humor de los padres con sus niños pequeños, de las parejas entre sí, de los seres verdaderamente religiosos cuando miran el mundo. Es difícil concebir un amor en el que los amantes no se gasten bromas. Tienen que hacerlo para no ser devorados por su propio delirio. 

La broma los devuelve al mundo real. También las madres y los niños pequeños suelen tomarse a broma su propio amor. De otra forma caerían en la locura, lo que por desgracia pasa muchas veces. La broma es uno de los rostros de esa ternura que viene en su ayuda para salvarles.

Digo esto porque una de las cosas que caracterizan a estos nacionalismos furibundos que padecemos es su falta de humor. Juan José Millás escribió un luminoso artículo en que alertaba sobre los peligros de una identidad hipertrofiada. 

Nunca había que ser enteramente una sola cosa, venía a decir en ese artículo. En vez de ser español, había que ser medio español, lo que aplicado a los independentistas catalanes significa que harían bien en ser solo la mitad de lo que dicen ser. A unos y a otros nos quedaría así una parte libre, sin compromisos, con la que podríamos aspirar a ser otras cosas y llegar a entendernos. 

Roberto Rossellini dijo que el corazón de una sociedad es la ley, pero que el de una comunidad es el amor. Y hablar de una comunidad es hablar de fiestas comunes, de una lengua, de canciones y bailes, de comidas al aire libre, de celebraciones y fiestas compartidas. Y está bien disfrutar de todo eso, pero también es importante no tomárselo demasiado en serio, y no olvidar que ese amor del que habla Rossellini es el otro nombre de la fraternidad, que nos hace iguales a nuestros vecinos.

 No, señor Torra, el franquismo no fue una pesadilla que sufrieron solo los catalanes, la sufrimos todos. Bueno, no todos, que en todas partes hubo quienes lo recibieron con todo tipo de parabienes, como pasó en Cataluña, por cierto, donde una parte importante de su burguesía se sumó encantada a la siniestra fiesta, como bien se explica en Habíamos ganado la guerra, el libro de memorias de Esther Tusquets.   (...)

Los sueños excluyentes no solo son malos para quienes los sufren, sino también para quienes los imponen, que terminan siendo sus prisioneros. Y, entonces, el sueño se transforma en delirio. Es lo que les pasa a los fanáticos, que tienen sueños que no pueden abandonar, de los que ya no regresan. 

Pero ¿por qué conformarse con un solo sueño cuando se pueden tener todos los sueños? “El extranjero te permite ser tú mismo, al hacer de ti un extranjero”. Son palabras de Edmond Jabès, ciudadano del mundo. Quienes cruzan los puentes, eso es lo que todos deberíamos ser: extranjeros en esta tierra."                  (Gustavo Martín Garzo es escritor, El País, 22/11/18)

19/9/18

Surgen identidades colectivas producto del proceso de modernización capitalista, pero que en un primer momento, parten de las identidades rurales de las sociedades tradicionales




"(...) Steinko pasa a definir qué es la identidad desde una concepción materialista. Así, la identidad sería la percepción que cada uno tiene de sí mismo, pero no en abstracto, sino en la coyuntura concreta, no directamente relacionada con el cambio social impulsado por el proceso de modernización capitalista, aunque sí está –obviamente- influido por él. 

No hay paralelismo mecánico entre cambio social (modernización capitalista y los diferentes grados y protagonismos de los sectores tradicionales o estatales en cada país) y la formación de identidad de cada persona o grupo social, pero ambos se relacionan, porque para Steinko, no podemos entender la definición de la identidad como un proceso ahistórica.

Lo importante de la conformación de las identidades, son las narrativas que se diseñan y surgen a partir de ella. También hay que tener en cuenta que las identidades no son aleatorias, sino que cumplen una funcionalidad, lo que les quita arbitrariedad, ya que tienen que tener una relación con la realidad, tiene que obedecer siempre a algo mínimamente real. Definida la identidad, el profesor Steinko pasa a concretar dicho concepto en cada marco de sociedad: la tradicional, la moderna y la relacionada con el Estado.

En los espacios tradicionales de la sociedad, predomina el Etnos. Etnia, tradición, familia, mundo local, lazos estáticos y economías locales; los procesos de transmisión social responden a lo anterior, siendo la familia, la Iglesia, la comunidad los mecanismos de transmisión identitaria, que de manera automática, se transmiten de unas generaciones a otras. 

La tendencia a la automatización son muy fuertes y refuerzan la visión naturalizadora de la identidad, surgiendo la concepción del pueblo, el alma popular, la visión de pueblo ahistórica y esencialista, tan propagada por el romanticismo.

En las sociedades modernas, las identidades surgen de las relaciones mercantiles y de la incorporación al trabajo asalariado, que separa a las personas al trabajo, de la comunidad a la fábrica, aparece mecanismos de educación diferentes de la familia, como la Escuela y la construcción consciente en ella de una identidad nacional. Predomina la vida urbana y masificada, lo que le obliga a pensar en un todo y ensanchar su visión cognitiva del mundo. 

Surgen identidades colectivas producto de este proceso de modernización capitalista, pero que en un primer momento, parten de las identidades rurales de las sociedades tradicionales. De esta forma, la conciencia obrera primigenia, es deudora de esa identidad tradicional rural.

Eran momentos todavía en los que los Estados no eran sujetos protagonistas constructores de identidades, pero con la Segunda Guerra Mundial, los Estados irrumpen con un protagonismo no conocido. El proceso de modernización identitaria, de los ambientes proletarios tradicionales se va extinguiendo rápidamente, pasando de una identidad obrera a una identidad cada vez más ciudadana. 

El Estado ya no solo se centra en elementos relacionados con el ejército o el orden público, o movilizar al campesinado a la guerra a través de la transmisión de una identidad patriótica movilizadora de la guerra, a un Estado generador de identidades ciudadanas más democráticas, propias de los Estados del bienestar de la segunda pos guerra mundial, muy importante para entender la generación de identidades basadas en la individualización de las sociedades capitalistas modernas.

Este proceso de individualización comienza a crear un espacio público que conocemos como Demos. El Estado crea una infraestructura cultural y educativa para el desarrollo de ese demos, junto con el surgimiento de importantes medios de comunicación primarios. (...)"               

(Conferencia de Armando Fernández Steinko (UCM), Eddy Sánchez Iglesias , Mundo Obrero, 14/07/18)

29/1/18

La doble revuelta de los “olvidados”: “los olvidados del procés” que votan a Arrimadas, y “los olvidados por el Estado Espanyol”, los campesinos que votan a Puigdemont. La victoria electoral a Arrimadas es, seguramente, la principal derrota de la hegemonía del procés y de su capacidad de representar el universal de la nación...

"La palabra “olvidados” fue uno de los ejes de campaña de Marine Le Pen. Un significante que supo formular como pocos un eje de antagonismo claro contra la vieja Francia. Esa construcción discursiva que ya explicó Guillermo Fernández en su artículo Los olvidados de Marine Le Pen, nos sirve hoy para leer los resultados de los dos grandes partidos en Catalunya por partida doble: “los olvidados del procésy “los olvidados por el Estado Espanyol”. 

Por seguir aquello de la pirámide invertida del periodismo, lo importante no es lo que ha pasado, sino lo que se viene, y, por lo tanto, titularé las hipótesis de las dos grandes  construcciones del “nosotros” catalán con los dos principales movimientos de fondo que, a mi entender, se abren a consecuencia del resultado.  (...)

Albert Rivera inauguró este movimiento el mismo día 21D cuando recuperó vocablos que creíamos olvidados como “hundimiento del bipartidismo”. Esa restauración en clave de discurso regeneracionista –palabra que Arrimadas ha repetido durante toda la campaña– cabalgaría hoy sobre el fin del nacionalismo banal en España, es decir, sobre el sentir mayoritario de muchos ciudadanos que en un contexto de crisis de las identidades han decidido volver a agitar la bandera. 

Ante este hecho, algunos han querido ver un “auge del fascismo” y la defensa de una idea de España tradicional. Sin embargo, algunos estudios de opinión, como la encuesta que señalaba que el apoyo al referéndum en Catalunya se situaba en un 57%, podría indicar otra línea. Porque este reconocimiento implícito de las soberanías tenía lugar al mismo tiempo que los balcones se llenaban de banderas españolas. 


Esta hipótesis nos diría que, contrariamente a un cierre regresivo de la identidad española, se podría haber producido la apertura de un marco proclive a la disputa por la idea de España, que ha dejado de estar naturalizada y, por lo tanto, ha entrado en el ámbito de lo visible y discutible políticamente. Una formulación que podría expresarse en las calles de la siguiente manera: “Hay que defender España, pero España tiene que cambiar”.

Ciudadanos ganó hablando de Catalunya. Ganó ofreciendo la posibilidad de tener una identidad dual y de estar en contra del procés sin ser, por ese motivo, menos catalán que nadie. La Catalunya de los olvidados por las élites catalanas y el sistema mediático que irrumpió con fuerza impugnando un orden que venía de lejos y que nunca se esforzó en representarles más allá de la subalternidad y la caricatura.


La victoria de Ciudadanos no nos dice que Catalunya sea plurinacional, lo que nos dice es que hay miles de catalanes que han votado afirmándose como parte invisibilizada de esa comunidad política, que es como históricamente han triunfado siempre los movimientos de afirmación de los que se sienten excluidos por un determinado orden. 

En este sentido, es extremadamente peligroso deslizar la idea de que “Catalunya es plurinacional”, un discurso que iría en la línea de alimentar, sin quererlo, el relato de la exclusión de una gran parte de la comunidad política como se ha pretendido hacer con “Tabarnia”. 

Esa irrupción que dio la victoria electoral a Arrimadas es, seguramente, la principal derrota de la hegemonía del procés y de su capacidad de representar el universal de la nación. Esa derrota, sin embargo, no se produjo en las elecciones, sino que se inició en las grandes performances o tomas del espacio público con senyeras y banderas españolas que pasaron a adornar masivamente los balcones. 

Ni el espacio del cambio ni el independentismo se tomaron esto en serio y las personas que se manifestaron esos días o colocaron su rojigualda en el balcón fueron catalogados como “no catalanes” –siguen siendo constantes las acusaciones de que las manifestaciones se llenaron con autobuses y trenes de fuera de Catalunya– o “amigos del fascismo”. 

En este sentido, seguro que hay parte de verdad o mentira en esas afirmaciones, pero la importancia de estas tomas del espacio público no es la cantidad de gente, ni quién estaba, ni cómo llegaron, sino, como diría el sociólogo español Enrique Gil Calvo, es su capacidad de suscitar una catarsis colectiva y de generar identidades colectivas nuevas. 


Siguiendo este análisis, no hay duda de que la manifestación de “recuperem el seny” –por poner énfasis en la disputa que sí se ha dado de elementos de la identidad nacional catalana, en este caso, conservadora– cambió completamente los encuadres y relatos vigentes en Catalunya, pero también en España. 

Puigdemont y los aprendizajes del populismo en Europa

A pesar de haber aumentado en votos, los últimos acontecimientos y la victoria electoral de Arrimadas, han inaugurado una nueva fase resistencialista del procés que, como todo momento de resistencia, podría estar abriendo la puerta a un ciclo de cierre identitario. 

De forma paralela y como causa o consecuencia de esta nueva fase, nos encontramos con un Puigdemont que ha sabido leer, por fin, el papel de un movimiento soberanista en el seno de la Unión Europea que niega las soberanías: una construcción populista anclada en estos mismos “olvidados”, en este caso, por España y por Europa, con un fuerte arraigo en el ámbito rural catalán que rescata operaciones discursivas, salvando todas las distancias, similares a lo que en su día hicieron Trump o LePen.  (...)

Se ha hablado mucho de la incapacidad de ciertos sectores progresistas para entender qué ha representado Ciudadanos en las ciudades. Menos se ha hablado de esa misma incapacidad para entender a las clases populares del interior de nuestro país, donde se viven en primera persona los agravios de desinversión, el olvido del Estado a favor de las grandes urbes y la falta de oportunidades laborales para los jóvenes, y no tan jóvenes, donde la identidad y las tradiciones catalanes son pilares de socialización. 

En el ámbito de la izquierda catalana, esto sólo lo ha entendido la CUP, especialmente en su vertiente municipalista, que ha conseguido que la mayoría de los jóvenes voten y se identifiquen con las consignas de la izquierda independentista evitando, en gran parte, el apoyo mayoritario de una juventud sin oportunidades a posicionamientos reaccionarios. 

El papel de los ‘comunes’

“Cuando la derecha aprovecha a tus autores mejor que tú quizá es hora de tomarse un respiro y valorar la posibilidad de que estás haciendo algo rematadamente mal”. Esta frase extraída de un artículo reciente de Víctor Leonore –de lectura imprescindible– es una de esas lecciones que, como mínimo, merecerían un espacio en las notas de todas las personas vinculadas a los “espacios del cambio” –ese gran cajón de sastre– después de las elecciones catalanas. 

En relación al espacio político del cambio en Catalunya, un compañero siempre me decía que Podem y Catalunya en Comú, en el ámbito nacional catalán, eran como la música house, que parecían que iban a petar, pero nunca lo hacían. 

Más allá de toda la autocrítica necesaria del proceso electoral (el intento por imponer el eje izquierda-derecha, por ejemplo), creo que la incapacidad contextual y de enfoque del propio espacio a la hora de irrumpir generando coordenadas propias ha sido, sin duda, nuestro lastre principal. 

Esta es una tarea que necesita de una sola hipótesis firme y continuada en el tiempo, y que sigue pendiente, aunque seguramente dispone hoy de poco espacio político para tomar la iniciativa. En este sentido, nuestro papel principal en este etapa debería centrarse en el relato de la “Catalunya, motor de cambio” en conjugación con un impulso constituyente en España que frenara la ofensiva de Ciudadanos. 

Dicha tarea se vincula a una meta clara, que son las municipales de 2019, importantes no sólo en el ámbito electoral, sino en vistas de que hoy entramos en una fase de guerra de posiciones que implica construir y coger fuerzas desde la proximidad, más allá del Parlament, allí dónde aún queda mucho espacio político por construir.  (...)"             (María Corrales, CTXT, 17/01/18)

2/7/13

Todo poseedor de capital invertible descubrió que tenía raíces entre los campesinos movilizables que hablaban su lengua materna

"El persistente atractivo del nacionalismo es, en su totalidad, una magnífica introducción a un autor básico en el pensamiento crítico estadounidense (y universal) contemporáneo. Un autor lamentablemente ignorado en España.
[...] El nacionalismo se adaptaba tan perfectamente a la doble misión de domesticar a los trabajadores y despojar a los extranjeros que atrajo a todo el mundo, es decir, a todo aquel que detentara o deseara detentar una porción de capital.
Durante el siglo XIX, y en particular durante su segunda mitad, todo poseedor de capital invertible descubrió que tenía raíces entre los campesinos movilizables que hablaban su lengua materna y adoraban a los dioses de su padre.
El fervor de semejantes nacionalistas era transparentemente cínico, ya que se trataba de hombres que ya no tenían raíces entre los parientes de sus padres: habían encontrado la salvación en sus ahorros, rezaban por sus inversiones y hablaban el idioma de la contabilidad.
Sin embargo, habían aprendido de los estadounidenses y de los franceses que aunque no pudieran movilizar a sus paisanos en tanto leales servidores y clientes, sí podían movilizarlos en tanto leales italianos, griegos o alemanes, o en calidad de leales católicos, ortodoxos o protestantes. Lenguas, religiones y costumbres se convirtieron en materiales para la construcción de Estados-nación. [...]"

27/12/11

“Ahora [Madrid] es cosmopolita, una ciudad plenamente anónima, cosa que hoy no ocurre en Barcelona por ejemplo, donde rápidamente te preguntan de qué familia eres y donde veraneas y te hacen el retrato”

"Laura Freixas, escritora y columnista en La Vanguardia, en una entrevista en el diario del grupo Godó, este martes:


[...] En su novela está reflejado algo muy cierto y que cambió luego de forma sensible: Madrid por entonces era muy rural, una especie de agregación de gente de pueblos. Casi la antítesis de lo que ocurre ahora.

Es cierto sí, efectivamente, y ahora es cosmopolita, una ciudad plenamente anónima, cosa que hoy no ocurre en Barcelona por ejemplo, donde rápidamente te preguntan de qué familia eres y donde veraneas y te hacen el retrato, algo que a mí me agobiaba un poco. El Madrid de los setenta era un Madrid que era muy pueblo, se notaba que había mucha gente que venía del pueblo y que mentalmente todavía estaba en el pueblo.

Es un tipo de gente que todavía se ven en Madrid, aunque hoy sea efectivamente la única ciudad realmente anónima y cosmopolita de la península; sobre todo los viejos, es un tipo de viejo que no ves en Barcelona. Aquí ves viejas de luto, viejos con alpargatas y con boina sentados en los parques que serán de pueblo toda su vida.

Eso en los setenta se notaba mucho, entonces la narradora de mi libro aunque haya nacido en Madrid se siente muy pueblerina en comparación con los elegantes y cultos catalanes.(...)

 Y el estar en mitad de Castilla, que es un espacio despoblado y llano. Eso se nota más en el sur de Madrid, porque el norte está limitado por la sierra.

Es un poco el Far West, vas por el llano y ahí se levanta de pronto Madrid. Barcelona por eso me sigue pareciendo una ciudad mucho más bonita y elegante y más refinada, pero Madrid se ha beneficiado de ese crecimiento y hoy tiene una oferta cultural espléndida. Yo no [me] voy a mover de Madrid entre otras cosas por eso, aparte de razones más personales.

Y en cambio Barcelona ha conservado una característica muy ambivalente, que tiene bueno y tiene malo: no se ha borrado la distinción entre nosotros y los otros. Eso lo sé muy bien porque en mi familia hay las dos.

Una parte de mi familia es claramente nosotros, los catalanes de toda la vida que nunca nos hemos movido de aquí y siempre hemos sido de ciudad. Y los otros, que son los que han llegado de fuera con una mano delante y otra detrás, que es mi familia materna, que son castellanos muertos de hambre."                 (lavozdebarcelona.com, 27/12/2011)

20/1/11

Le tengo aprecio a los mares, a las rocas… Pero esa cosa que se llama “país”…

"Nigeria ha sido una tragedia permanente en su vida.

No puedo decir lo contrario, por desgracia. Me encantaría. He intentado olvidarme. Estuve varias veces en el exilio y me dije: Se acabó, tengo que dedicarme a mis libros. Ahora bien, en cuanto llegaba alguna amarga noticia desde allí se colaba entre mis defensas y me daba cuenta de que no me había olvidado en absoluto de Nigeria.

Dicho esto, permítame que le explique una cosa. Yo no soy patriota, no creo en ese constructo llamado “país”. La palabra “patriotismo”, en mi opinión, tiene muchas connotaciones. A veces se utiliza de forma oportunista, como una excusa para imponer una definición muy cuadriculada de la humanidad y de uno mismo. Para mí, eso es lo que significa la palabra “país”.

Pero le tengo aprecio a la humanidad, la humanidad con la que crecí, la humanidad con la que me identifico, la que forjó mi personalidad. Le tengo aprecio a los mares, a las rocas… Pero esa cosa que se llama “país”… Escribí un artículo una vez en el que dije: “Que se mueran los países”. Cuando hablo de Nigeria como país, no hablo de ese constructo artificial que incluso se nos impuso sin nuestro consentimiento cuando el Imperio británico dividió el continente.

Y cuando la gente va a la guerra, como nosotros lo hicimos, para preservar las fronteras nacionales, la circunstancia es de lo más estúpida, porque matas y mueres por el constructo ideado por otra persona." (ENTREVISTA: Wole Soyinka. El País Semanal, 29/08/2010, p. 34)

26/11/10

Puigcercós dice lo que deben ser, y sentir, los andaluces... o si no...

"hola que tal Joan, ¿no le parece penoso que un político de su altura afirme que los andaluces no pagan sus impuestos? ¿No se da cuenta usted de que pierde votos con semejante afirmación? Somos un par de millones los andaluces que votamos en Catalunya, no lo olvide. Un saludo.

R: (...) Y no hay par de millones de andaluces en Catalunya, a lo sumo unos miles, lo que hay son catalanes que tienen origenes andaluz. Uno, amigo, no puede ser inmigrante toda la vida y menos sus hijos o nietos. Decia Picasso: uno es no de donde nace si no de donde pace." (El País, 25/11/2010)

Comentario: El sr. Puigcercós se siente con derecho a decirle a la gente lo que tiene que ser. Simplemente, lo que diga él es lo que vale, ¿Y el andaluz que vive y trabaja en Madrid? ¿Tiene que ser, y sentirse, madrileño por narices? Y el que vive en Galicia ¿gallego?.

Cada uno es como se siente... y se siente según su cultura. Un andaluz que se siente flamenco, siempre será flamenco, aunque pague sus impuestos en Cataluña, o en Madrid.

O ¿los catalanes que viven en Madrid tienen que dejar de sentirse catalanes porque lo diga Esperanzita Aguirre? O un marroquí, dejarse de sentirse árabe porque viva en Alemania, y lo diga la Merkel.

16/11/10

O tópico dos "galleguiños" na televisión dos EE.UU.

"O programa "Esta noche tu night" parodia a unha suposta "miss Galicia" utilizando certos tópicos que se empregan contra os galegos. É emitido nunha cadea moi popular nos hispanos dos Estados Unidos. Vídeo no interior.
O conductor deste programa de Mega TV, Alexis Valdés, utilizou os tópicos dos "galleguiños" --gaita incluída-- para ridiculizar a unha suposta Miss Galicia, que encarna un personaxe masculino.
No programa a suposta miss galega non é fermosa, é tratada como parva e o presentador rise dela utilizando certos tópicos que son utilizados cos galegos, como o "iño", a "gaita" ou a incultura.
Mega TV é unha cadea de televisión e radio moi popular entre os hispanofalantes do sur e o leste dos Estados Unidos. Emítese a través de 11 emisoras, unha delas en Porto Rico. Velaí o polémico vídeo:



3/5/10

La base electoral del independentismo catalán... es ¿rural?

"Antonio Franco, periodista y ex director de El Periódico, en un artículo publicado el 30 de abril de 2010.
‘En muchos sitios los organizadores [de los referendos independentistas] quizá han cometido errores o han trabajado insuficientemente para atraer a los potenciales participantes. Pero el hecho es que, tras un número ya apreciable de consultas en localidades de diversas áreas geográficas y con diferentes tamaños, podemos deducir dos cosas. Una, que actualmente a la mayoría de los catalanes no les interesa el tema, ni siquiera desde el ángulo de la precaución. Dos, que la corriente secesionista es bastante rural, es decir. propia de la Catalunya más sentimental y tradicional.
Vale la pena subrayar este segundo dato porque revela que el independentismo es sobre todo patrimonio de la Catalunya menos industrial, menos tecnológica y menos cosmopolita. O, para expresarlo de otra manera, dicho sea con todos los respetos hacia los valores de las pequeñas localidades, de la Catalunya más alejada de la imagen moderna, dinámica y urbana que intenta proyectar internacionalmente nuestro país. Enlazando dos elementos ya mencionados, podríamos decir que, mientras nuestro secesionismo es bastante rural, en las ciudades únicamente es predominante entre el sector de los comunicadores que se expresan desde los grandes y medianos medios de prensa, radio, televisión e internet, es decir, entre los profesionales que configuran la llamada opinión publicada.
[...] Otra cuestión: el perfil más bien ruralista del sentimiento independentista hace aflorar el alcance real del desequilibrio político que produce en Catalunya la distorsión de la actual ley electoral. El peso electoral de las personas del segmento partidario de romper con España es muy superior al de la población urbana del área metropolitana de Barcelona, en general más españolista. Aunque una buena ley electoral deba incluir mecanismos de reequilibrio de los territorios, consultas como las que organizan los secesionistas están poniendo de manifiesto hasta qué punto la fórmula actual es excesiva e injusta’. (lavozdebarcelona.com, 02/05/2010)

5/10/09

Usted me habla... en gallego

(traductor gallego-español)

Comentarios al artículo de Farruco Graña: Darwinismo sociolingüístico. Vieiros, 29/09/2009.

#13 hai 6 dias Moncho_de_Lucas [Valora este comentario Positivo +6 Negativo]

A min o que me dá verdadeiramente pena é que os que falan galego non ESIXEN a súa lingua. Só abondaría con iso. Con iso ninguén nos faría calar. Mais escollemos o suicidio colectivo unha e outra vez.

#15 hai 6 dias Raimundo [Valora este comentario Positivo -7 Negativo]
Comentario mal valorado polos lectores.

#13 Moncho de Lucas... se os labregos gañasen 3.000 euros ao mes, xa verías como todolos comerciantes falarian con eles en galego...


E os da Xunta... pero como é ao reves...

Por certo, ¿Falouse en vieiros mais da enquisa sobre o galego (unha chorrada ridicula) que do precio do leite? Parecemeo...

Pois eso... se gañaran mais xa veriades de que falabamos mais...

Eso...

#25 hai 4 dias Moncho_de_Lucas

Eu non gaño 3000 ouros ao mes e se un banco non me envía os documentos en galego mándoos ao carallo. Así de claro.

Raimundo #26 hai 4 dias Raimundo [Valora este comentario Positivo -2 Negativo]

#25 Moncho de Lucas, se o 80% dos labregos galegos gañaran 3.000 euros ao mes... os banco nin pensarían en mandarlles os recibos en castelán...

E os comerciantes das vilas só falarían en galego, e os mestres, e os xunteiros, e os policias, e os do xulgado, os administrativos dos concellos, etc...

20/7/09

Galicia ayer... hoy Ecuador, China, Rumanía, Marruecos...

(traductor gallego-español)

#7
hai 2 dias Xaestoudevolta

Moi ben, McBert. Concordo contigo. Vivimos nunha sociedade opulenta, por tanto, quen vai loitar por nada? Pero eu ainda vou mais lonxe: Vivimos nunha sociedade (a galega) que interiorizou profundamente o discurso do escravo, daquel que menospreza a propia cultura (o idioma galego) en beneficio dunha cultura allea (o castelán). Falta dunha burguesía con sentido de país? Séculos de escurantismo? Permitideme, xa que estamos parafrasexando, citar a Graham Greene: Esquecedes o "factor humano". Un factor que fai posible que alguén coma eu, que non sou galego, senon sinxelamente un fillo de galegos que vive en Barcelona, tenha mais vontade de preservar a cultura dos seus pais ca moitos galegos de nacemento e condición. Galiza, senhores, é así porque así o queren os seus habitantes. É duro, mais é así. Quizais deberíamos facer coma os arxentinos, e comezar a pensar que ao noso país faille falta (con urxencia) unha terapia, un psicoanalise.

Raimundo #8 hai 2 dias Raimundo [Valora este comentario Positivo -2 Negativo]

#7 Xaestoudevolta, moitos fillos de emigrantes queren recordar a cultura dos pais... e case todolos netos... normal...

Hoxe en Ecuados, en Marruecos, en Rumanía, en China, en todo o mundo está a pasar o que pasou en Galicia, en Sicilia, en México, en Grecia, en Turquía, en Pakistán... os campesiños vanse pra as cidades... porque no campo morren de fame...

¿Escravos? Non, campesiños... ese é o "factor humano"... un factor moito mellor co "factor human" das cidades... onde perderán a súa cultura milenaria...

Nada novo baixo o sol... que as burguesías das cidades exploten o traballo dos campesiños nas súas fábricas e talleres... de Shanghai, Madrid, Barcelona, Berlín, Nova Iork..." (Comentarios ao artigo de Dani Álvarez: Impotencia, Vieiros, 17/07/2009)

4/5/09

De "bruto" a referente moral. Un estudio analiza la imagen de los gallegos en Argentina... de los campesinos en cualquier parte, en cualquier tiempo

"El tópico indica que al gallego en Argentina siempre se le ha identificado con un arquetipo de persona de pocas luces, algo tacaña aunque honrada a más no poder. Los chistes de gallegos que cada cierto tiempo se convierten en objeto de polémica mediática a ambos lados del océano son el argumento contundente que siempre se ha esgrimido como prueba irrefutable de que la imagen de los gallegos en el país austral ha quedado eternamente vinculada al tipo de emigrante que llegó a Argentina en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. (...)

La investigadora María Rosa Lojo, la experta en Literatura Marina Guidotti y el historiador Ruy Farias han trabajado durante cuatro años para analizar la imagen de los gallegos en la literatura, los sainetes y la prensa argentina. El resultado final es el libro Los gallegos en el imaginario argentino, un proyecto financiado por el Consello da Cultura Galega y que ha sido presentado hace unos días en Buenos Aires. Más que establecer conclusiones, el estudio realiza un pormenorizado análisis de la presencia de los gallegos en la literatura del país austral en diversas épocas.

"El estereotipo del gallego vinculado a trabajos de baja cualificación ya aparece en la literatura argentina del siglo XIX", explica María Rosa Lojo, quien señala que junto a las características negativas que suponen la falta de luces, la cortedad de miras y una cierta tacañería, también aparecen reflejadas cualidades como la honradez, la laboriosidad y el amor a la familia y a la tierra de origen. Los gallegos no fueron los únicos a los que se adjudicaron connotaciones negativas. La literatura de la época también refleja comentarios irónicos hacía otras colectividades afincadas en el país austral como como las integradas por italianos o rusos.

Del amplio análisis realizado en el estudio se pueden extraer otras curiosidades como el hecho de que las gallegas suelen aparecer como mujeres "guapas y seductoras" en la literatura frente a la imagen de fealdad que predomina en los chistes ilustrados." (El País, ed. Galicia, Galicia, 30/04/2009, p. 8)

21/7/08

El paisaje gallego, como la identidad, desapareció... al degradarse con los eucaliptos, con las urbanizaciones, con el nacionalismo (de ciudad)

"A nosa paisaxe xa non se corresponde coa nosa identidade cultural"

Un curso de verán da Universidade de Santiago profunda nas diferenzas entre a nosa paisaxe e a percepción que temos dela.

A literatura, o pensamento político, a arte ou mesmo a publicidade contribuíron a crear un estereotipo paisaxístico co que identificarnos. Sen embargo, a imaxe da nosa paisaxe mudou moito co tempo, sen que a nosa percepción evolucionase canda ela. Tal é así que imaxe cultural e imaxe real da paisaxe non son xa equivalentes para nós.

'Noutro tempo a nosa paisaxe agraria tradicional era a máis fidedigna expresión da nosa identidade', di Roxelio Pérez Moreira, director do curso de verán que está a tratar este tema en Monforte de Lemos. Se reparamos na historia, o nacionalismo atopou na paisaxe un dos símbolos máis claros de diferenciación, de igual xeito que as particularidades paisaxísticas foron recreadas polos intelectuais. En contraposición, esa imaxe ideal está cada vez máis afastada do país real.

Roxelio Pérez proponnos un exemplo: 'se buscamos no noso imaxinario unha estampa que reflicta unha paisaxe do monte galego acudiríamos a unha Galiza boscosa, con especies autóctonas como carballos ou castiñeiros. Sen embargo, máis do 70% dos nosos montes defínense por árbores ben diferentes a estas'. A urbanización, os cambios de uso da terra, as diferenzas no manexo do entorno... mudaron xa a imaxe real da nosa paisaxe.

Ollada identitaria

Outra cuestión é a conveniencia ou non de mudar esta percepción. O debate queda aberto: ¿deberiamos identificar a Galiza cunha imaxe de tendidos eléctricos, novas urbanizacións, galpóns, e adosados? Pérez Moreira asegura que a real é unha paisaxe caótica e de difícil lectura e que os cambios no territorio foron tales que non houbo unha evolución, senón degradación. A súa asunción tería consecuencias, se cadra para potenciar unha maior preservación da paisaxe tradicional, ou se cadra, non tería este efecto." (ROXELIO PÉREZ, PROFESOR DE EDAFOLOXÍA. Vieiros, 21/07/2008)

14/7/08

Indigenismo ¿democratismo? o sólo... buenismo

“P. En Europa hay una cierta fascinación con la causa indigenista. ¿Bolivia es un país tan indio como se dice?

R. Europa tiene que romper el problema de su mala conciencia y su visión roussoniana de Evo Morales, que es terriblemente perniciosa, y juzgarlo por si es buen o mal presidente, independientemente de su color. Bolivia es un país con una gran presencia indígena. Desde un punto de vista étnico y racial, si usamos el término, podemos pensar que el 45% de los bolivianos son indígenas. Pero ésa es una lectura inaceptable. Juzgar las características de un país por su origen étnico lleva al peligro de suponer que tienes que hacer una Constitución para los indígenas y entonces hacer lo que se intenta combatir: una Constitución con un plus indígena y no en la búsqueda de la igualdad. El principio básico de un ciudadano, un voto, la libertad individual y el criterio de la conciencia individual como algo fundamental, creo que es un aporte occidental del cual no se debe renegar.” (CARLOS MESA: "Evo Morales tiene al país preso de sus prejuicios". El País, ed. Galicia, Internacional, 09/07/2008, p. 6)

13/5/08

Los de la ciudad y los de la aldea no se entienden



El cementerio de Finisterre diseñado por César Portela. Fotos: Xurxo Lobato. El País, 11/05/2008, p. 44)
“El cementerio muerto. Diez años después de terminado, nadie ha sido enterrado en el vanguardista camposanto de César Portela. Los lugareños prefieren el municipal. (…)
El jardín de aromáticas que diseñó Portela ha quedado sepultado bajo las margaritas silvestres, las dedaleras y el carrasco. En esta época del año, las flores del tojo y la retama pintan la ladera de amarillo. Arriba, la carretera que lleva a los peregrinos al faro del mar tenebroso. Abajo, el acantilado donde todo se acababa. Y, a media falda, los 14 cubos de granito, aparentemente desordenados. Según el autor, como "rocas desprendidas" o "contenedores de un barco" naufragado que hubiesen arribado a la costa transportando, cada uno, 12 nichos.


Todos ellos (con otros tres cubos algo más arriba: la sala de autopsias, el depósito y la capilla) componen el cementerio sin muertos más valorado del planeta, un cementerio marino pensado para seguir creciendo por la ladera. Finalista de los premios Philippe Rotthieer (2002) y Mies van der Rohe (2003), reconocido como una de las mejores obras funerarias del mundo por Oxford y alabado en unas 50 publicaciones especializadas, el cementerio de Portela sigue provocando rechazo entre muchos vecinos. Los mayores quieren sepultar a los suyos en un lugar "más acogedor".

Portela, de 70 años, Premio Nacional de Arquitectura española en 1999 por el edificio de la estación de autobuses de Córdoba, tiene dicho: "La imagen del cementerio es la de una senda que atraviesa una aglomeración de casas, una serpiente que repta a lo largo de la ladera de la montaña hasta el mar, adaptándose a las repentinas variaciones del terreno (...) El proyecto imita el modo en que la naturaleza produce sus arquitecturas, y refleja la forma adoptada por los habitantes de esta tierra para producir las propias". (…)
"Aquí la gente pasa la tarde en el cementerio. Aquello está lejos. En invierno, el temporal hace imposible ir, y en verano, los buses de los turistas no dejan llegar", dice. El propio arquitecto reconoció a Traba que "hay que humanizar" la obra. Esa obra que, según él, le hizo perder el "miedo a la muerte". (…)
El de Portela es el tercer cementerio municipal que intentó Fisterra, "y ninguno cuajó". Hoy, el parroquial de Santa María das Areas, sigue siendo el único, caótico, camposanto. Hace mucho que no se vende nada, y cuando muere uno, incineran a su antecesor difunto. Lo malo es si mueren muy seguidos. "Yo, por si acaso", dice Nolina, "ya le estoy pagando la incineración a mis hijas". (El País, ed. Galicia, Cultura, 11/05/2008, p. 44)
“Entre los pocos vecinos enamorados del lugar, lo que no gusta es que las sepulturas sean de alquiler. Aquí todo el mundo quiere dormir su sueño eterno en casa propia. "Los modernos no lo creen, pero algo hay que nos domina, y si el Viernes Santo llueve, todo el año está revuelto. Con las cosas de los muertos no se puede andar jugando", filosofa Maruja, madre de un famoso ex jugador del Depor.

Muchos turistas, al ver los cubos desde la carretera, piensan que son bungalós. "¿Y el Ayuntamiento me alquilaría uno de ésos para el fin de semana?", preguntó uno en el semáforo marítimo. "Lo dudo", le respondieron, "por menos de 25 años, no va a poder ser". (El País, Ed. Galicia, Cultura, 11/05/2008, p. 44)

18/4/08

Nuestros señores, los suevos

"Vivimos el comienzo de una nueva etapa histórica y t necesitamos vernos en una nueva imagen. Tenemos que construir o reconstruir la imagen de un país con gran continuo histórico: la cultura celta de los castros; el reino suevo, primer reino reconocido dentro del imperio romano; el reino cristiano del Noroeste; la derrota de nuestra nobleza y nuestra reina, dona Joana; la existencia jurídica del reino hasta el XIX; la revolución de 1846; el estatuto del 36; el Ejército Guerrillero de Galicia de Ponte y el Consello da Galiza en el exilio argentino; el antifranquismo gallego. A Aldraxe, Nunca Máis... Nuestra gente y nuestras creaciones, nuestra lengua y literatura. Nuestras tradiciones políticas, el galleguismo liberal y republicano, nuestras entidades y organizaciones sociales y políticas. Nuestro presente, nuestra voluntad.

Hay vida después de Fraga y el fraguismo. Necesitamos un relato nuevo, esta vez tenemos que escribirlo aquí nosotros. Para contarnos quien somos. Y que en esa imagen, nos veamos con nuestros defectos y virtudes, pero con dignidad.” (SUSO DE TORO: Una nueva imagen. El País, ed. Galicia, Galicia, 16/07/2007, p. 32)

Así que los suevos, los explotadores de los campesinos, ya eran gallegos. Y “nuestra nobleza, y nuestra reina Joanna” la nobleza que vivía explotando a los campesinos, que fue sustituida por otra, como en todo el mundo, eran “los nuestros”.

Por tanto, sus sucesores, los explotadores (y asesinos) franquistas, los que se cansaron de matar, también son “nuestros”, cronológicamente. Tan gallegos como la reina Joanna. Lo que es confundir señores con campesinos.

6/3/08

¡Arre demo! ¡Más inspectores de la Xunta! ¿Para vigilarnos el autoodio?

“Galicia fue oprimida y discriminada históricamente, pero le hemos cogido el gusto a la cosa y, si nos falta, la extrañamos… todos los partidos creen que estos son los Presupuestos del Estado que mejor tratan a Galicia. (…)

Y resulta que en vez de verlo y de felicitarnos repasamos nuestros agravios empapados de localismo y victimismo, en cada ciudad se hace balance de lo que no nos concedieron. En Vigo, no les dieron esto, vaya. En A Coruña, les negaron eso otro, tremendo. En Santiago, falta aquello, ya me dirán. En Lugo, ya se sabe. En Ourense, qué les voy a contar. Y en Ferrol, en fin. Pero es que en Pontevedra...Tenemos los mejores Presupuestos de la historia, ¡pero cada ciudad y cada comarca está discriminada! ¡Estamos oprimidos, expoliados!

Nos va la marcha. La autocompasión. La imagen de nosotros como víctimas, snif, ya ha entrado en nuestro interior y es parte de nuestra identidad. Snif. (…)

Ahora que el Estado nos empieza a tratar de modo justo, a uno lo que le duele es que nos mintamos de un modo tan infantil. De quien debemos cuidarnos no es del opresor foráneo, es de nosotros mismos: a quien hay que vigilar es a los gallegos. Necesitamos al inspector Matute para que nos vigile. 

Me refiero a esos 90 inspectores contratados por la denominación Rías Baixas. (…)
Fuimos los gallegos quienes más daño nos hicimos. Por ejemplo nuestra pesca, nuestra sardina. Cada noche las explosiones en nuestra costa reventando el mar. Es nuestra culpa. Lo que necesitamos es menos echar balones fuera y más inspectores que nos vigilen.” 


Y total, puestos ¿Por qué no la Guardia Civil?. En fin, de la autocompasión, a la autoexcitación. Cambiamos nuestra identidad (la del pobre) a causa de un simple cambio presupuestario. Pues vaya ¿En esto consistirá el nacionalismo? ¿En el cambio presupuestario? Debe ser...

7/2/08

Así éramos los gallegos... campesinos ¿Y ahora? Nin se sabe, pero dulzura...

“Afirma en algún lugar Riszard Kapuscinski que en todas partes las gentes de la ciudad han despreciado a los campesinos…El juicio vale, desde luego, también para describir la actitud de los gallegos, enojados tal vez consigo mismos por proceder, en una muy amplia mayoría, de orígenes rurales… lo normal entre nosotros ha sido denostar con gran vehemencia, hasta llegar a lo mórbido, la vida del campo.

Pero lo cierto es que Galicia se ha desagrarizado a una velocidad de vértigo. De hecho, los historiadores sugieren que ha sido el país europeo en el que se ha consumado ese proceso de una manera más rápida. (…)

Ese hecho tiene muchas implicaciones… Pero tal vez la ecuación más complicada de resolver es la que afecta al cambio de actitudes y de mentalidad. Las aldeas ¿están desapareciendo o simplemente han cambiado de lugar? No puede caber duda de que la aldea ha de buscarse hoy más bien en los barrios de nuestras ciudades, en los catedráticos de economía, los empresarios del metal, las señoras de la limpieza, los vendedores del Corte Inglés y, por supuesto, los miembros del Parlamento. Es allí dónde hay que intentar localizar los gestos, los automatismos, todo el material genético incorporado a una cultura y una forma de vida que no puede evaporarse en el transcurso de una sola generación sin dejar rastro. (…)

En ese sentido, los últimos años están marcando una transformación no sólo histórica y económica, sino, si la palabra no fuese tan ambigua, antropológica. Están emergiendo nuevos tipos de gallegos antes desconocidos como producto de nuevas hibridaciones sociales. Se observan nuevos tipos humanos más decididos, pero tal vez de menor capacidad para el humor negro y el sarcasmo.

La mentalidad de nuestros campesinos, que tal vez hemos heredado, estaba forjada por dos factores: la debilidad de su posición social y la dureza de sus condiciones de vida. De lo primero se derivaba una tendencia a guardar el equilibrio, a la ambigüedad y, en definitiva, una proclividad al pacto, dados los costes que tendría una afirmación excesiva frente a aquellos de los que dependía. De lo segundo una tensión que a veces se resolvía en explosiones de violencia o de crueldad.

Existe el equívoco que hace de Galicia un país blando. Hay poco de cierto en ello. El nuestro es una tierra de gentes que vienen de honduras históricas en las que lo que precisamente no era posible era la dulzura.” (ANTÓN BAAMONDE: Aldeas. El País, ed. Galicia, Galicia, 04/02/2008, p. 4)

25/1/08

La galleguidad, la muerte y la libertad… cuando se quiere decir ¿Campesinidad?

“La galleguidad de Ramón Sampedro debería ser reivindicada por todos: la galleguidad de mirar cara a cara a la muerte. Toda la mitología sobre la Santa Compaña sólo se explica por la humanización con la que los gallegos afrontamos la muerte (de ahí también algunos estigmas como los de enterrar a los cadáveres con zapatos -"quédalles moito camiño"- o cierto rechazo a la incineración), galleguidad también en su tesón y su terquedad crítica para defender un derecho y, finalmente, galleguidad positiva para derrumbar ese otro tópico sobre los gallegos, el de que no somos apasionados de la libertad.” (ANTÓN REIXA: Sampedro adentro. El País, ed. Galicia, Galicia, 15/01/2008, pp. 4)

Un auténtico creador que se echa a la espaldas unas muletillas nacionalistas para utilizar políticamente la cultura popular, extendiéndola a todos los gallegos; una cultura que fue, extraordinaria, como todas las culturas campesinas; todas en proceso de extinción, y que por lo tanto solo suponen la ¿galleguidad?, mejor la “campesinidad” de unos pocos, cada vez menos… por desgracia. Siempre desaparecen los mejores.