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30/9/22

Francesc de Carreras: «El PSC siempre ha estado contagiado de nacionalismo»

 "Francesc de Carreras (Barcelona, 1943) fue Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona. Antes de emprender la carrera académica, fue secretario de redacción de la revista Destino. Comprometido con el socialismo y la resistencia anti-franquista, se filió al PSUC en 1967. El acercamiento de la izquierda catalana al nacionalismo provocó su alejamiento de la política de partidos. Perteneció al grupo de intelectuales que en 2005 impulsaron la plataforma Ciudadanos de Cataluña. Se define como racionalista, liberal y socialdemócrata. Ha colaborado en diarios como El País, El Periódico de Cataluña, La Vanguardia y actualmente tiene un columna en THE OBJECTIVE.

PREGUNTA. Empecemos por tu infancia, ¿dónde naciste y en qué ambiente te criaste?

RESPUESTA. Nací en Barcelona. Mis padres eran de un pueblo que se llama La Bisbal d’Empordà, y llegaron a Barcelona en la segunda mitad de los años 20. Mi padre era maestro en Sant Just Desvern, un pueblito al lado de Barcelona, y desde allí hizo la carrera de Derecho por libre. En esa época empezó también a hacer política en la universidad, era la época de Primo de Rivera, y después conectó con Francesc Cambó y estuvo muy ligado a él hasta su muerte.

P. ¿Cómo se estableció la relación de tu padre con él?

R. A principios de los 30, mi padre estuvo un tiempo en la Secretaría Política de Cambó. Después se casó y montó un despacho con un compañero. Vino la Guerra Civil y tuvo que huir antes de que lo detuvieran, precisamente por su relación con la Lliga. Pasó buena parte de la guerra en San Sebastián. Mi madre se quedó en Barcelona, embarazada; mi hermano mayor nació en plena guerra, en el 37. Después de la guerra, ya exiliado, Cambó le volvió a llamar, y del 39 al 47, año en que muere Cambó, mi padre fue su persona de confianza en Barcelona. Esto se sabe poco, pero Cambó vino a España una vez y se entrevistó con Serrano Suñer. Y murió una semana antes de hacer su retorno definitivo a España desde su exilio en Buenos Aires. Cambó fue mi padrino, aunque yo no le conocí nunca. Y me llamo «Francesc» por él, y esto me marcó. Se hablaba mucho de Cambó en casa y mi padre lo tenía por un personaje extraordinario, «de aquellos que salen sólo una vez en un siglo», una cosa absolutamente exagerada. Yo me he leído parte de la obra de Cambó, aunque tenía cierto rechazo a leer sus memorias porque me parece una persona muy vanidosa. Simpatía personal no le tengo, aunque creo que políticamente era una persona muy inteligente.

P. ¿La afinidad de tu padre con Cambó era más personal que política, o se sentía ideológicamente cercano a la Lliga?

R. Sí, mi padre fue de la Lliga. En San Just había un teórico del independentismo más ardiente, que era Daniel Cardona, y tuvo contacto con él y con su grupo. Era un mundo muy nacionalista, diría casi parafascista. Allí se empapó de ese pensamiento, pero le parecían muy radicales y no siguió en esa línea. En la universidad fue presidente de los estudiantes católicos, que estaban relacionados con el Cardenal Herrera Oria y el Grupo de Propagandistas Católicos. Mi padre tenía una virtud, y es que hablaba muy bien, era un orador a la antigua, un poco florido, y en los mítines debía entusiasmar. Eso llegó a oídos de Cambó, y le ofreció trabajar con él y así empezó, por sus propios medios, porque mis abuelos no pudieron darle ni el bachillerato. Mi abuelo se había arruinado totalmente. A los 20 años, cuando murió su padre, el hombre de confianza de su padre le estafó. Yo conocía mucho a mi abuelo, porque vivía en casa con nosotros, y el pobre nunca consiguió restablecerse. Mi padre, en cambio, era una persona de un gran ímpetu personal.

P. Tu padre fue también presidente del F.C. Barcelona. ¿Es cierto que inventó la frase «Més que un club»?

R. Mi padre fue durante año y medio, en el 68, presidente del Barcelona. Le interesaba ya muy poco el fútbol, pero le presionaron para evitar enfrentamientos entre grupos. A partir de 1945 hubo una cierta tolerancia para que el presidente del Barcelona no lo eligiera el gobernador civil, sino que se presentaban a votación los candidatos que el gobernador civil autorizaba. Y entonces se presentó un gran amigo suyo, un fabricante textil del que mi padre era abogado, Montal; después fue Martí Carreto y hasta el caso Di Stéfano, estuvo ahí. En aquella época, se entraba en el Barcelona por política, es decir, no era un mero club de fútbol, sino que había que entrar en lugares donde se pudiera hacer «catalanismo», el catalanismo más tradicional y conservador de la Lliga. Y tiempo después de ser presidente, mi padre dijo esta expresión en un discurso, después lo repitió en una entrevista y dijo algo tan concreto como «son mes que un club y representamos lo que representamos».

P. ¿Recuerdas que considerara su identidad catalana incompatible con su identidad española?

R. Mi padre no las veía incompatibles en absoluto. Siempre decía que lo que teníamos que hacer los catalanes era ir a Madrid a hacer política, cosa que él hacía continuamente. Se publicó en un libro que mi padre era una persona prominente de la burguesía catalana, y no es así: mi padre era abogado de burgueses catalanes de textiles. Tenía un despacho con mi tío y tenían como clientes a unos doscientos fabricantes relacionados con el textil, que pagaban una iguala cada mes. Y esto refleja también lo que era el franquismo: ser abogado de los fabricantes textiles consistía en ir a Madrid y obtener cupos de algodón o de lana, permisos de importación, etcétera. El franquismo tenía un punto de vista intervencionista de la economía, y así tenía controlada a la gente, si alguien se portaba mal no le daba el cupo.

P. ¿Cómo describirías la relación entre esa burguesía catalana y el régimen?

R. Esta burguesía textil se benefició enormemente del franquismo por el proteccionismo. Por ejemplo, el ejército necesitaba uniformes, y los fabricantes se disputaban a ver quién los hacía. Lógicamente, la burguesía se adapta a cualquier sistema, y estaba perfectamente acomodada.

P. ¿Hasta qué punto estaban reprimidas la lengua y la cultura catalana?

R. Por un lado, es cierto que había cierta represión. Había una única lengua oficial que era el castellano, por tanto, los actos públicos se tenían que hacer en castellano, con algunas excepciones, como los Juegos Florales que se hacían en catalán. Pero sí que se editaban libros en catalán, en la editorial Selecta, y había un teatro en Barcelona que aún existe, el Teatro Romea, que desde el año 46 sólo representa teatro en catalán. Piensa que cuando acaba la Guerra, Franco, que era una persona muy inteligente, se encuentra con que se le asocia con Mussolini y con Hitler. Entonces lo que busca es incluir a católicos en el gobierno, como Martín Artajo; en Cataluña quiere buscar apoyos dentro de la burguesía catalanista; y también busca que vuelvan los exiliados españoles. Muchos vuelven entre el 45 y el 50, pero él quería que volvieran muchos más porque tiene que recolocarse en Europa y en el mundo. Y este plan lo culmina en el año 53 con el Concordato con el Vaticano, y con los pactos con Estados Unidos. Lo que no estaba permitido era publicar periódicos en catalán, tan solo revistas. Por ejemplo, se admitió una revista en la que yo trabajé dos años y medio, de la que tengo unos extraordinarios recuerdos, que era la revista Destino. Sus primeros números se hicieron en Burgos, y agrupaba a gente como Ridruejo o Laín Entralgo, este grupo de falangistas que después evolucionaron, pero entonces todavía no habían evolucionado. Y después se empezó a publicar en Barcelona, con Josep Vergés como editor. Fue la primera revista que se hizo fuera del Movimiento y tuvo una cierta independencia. Incluso un grupo de falangistas la asaltó en el año 43 y destrozaron el local porque estaban en contra de esta apertura. Pero ya el régimen permitía ciertas cosas, en consonancia con la situación mundial, porque ya se veía que la Segunda Guerra Mundial la ganarían los aliados.

P. Tú te crías en un ambiente de clase media alta de Barcelona, y con veinticuatro años te afilias al PSUC. ¿Cómo se produce ese despertar político?

R. Bueno, en casa se hablaba mucho de política. En casa se recibían cada día 11 periódicos, y a la semana, seis o siete revistas, más algún periódico deportivo. Y se recibían periódicos tanto de Madrid como de Barcelona, como Le Monde o Paris Match…una enorme cantidad. Y yo me aficioné absolutamente a esto. Mi abuelo, que estaba jubilado, se pasaba el día leyendo periódicos; era poco hablador y decía que era sordo, aunque no nos lo creíamos mucho porque por las noches ponía la radio, las informaciones de la BBC de Londres en castellano, no de Radio Nacional de España. Entonces, en casa se hablaba de política. Y ya en el colegio empecé a leer cosas de política y de historia. Tenía un hermano mayor que en aquella época compraba libros de Camus, de Sartre, compraba historias de España que no se vendían aquí, o algún libro sobre la Guerra Civil, y tenía conversaciones con él. Así que cuando llegué a la universidad, en el año 60, ya tenía cierta formación política. Y mi padre tenía muchos libros del mundo catalanista, de Prat de la Riba, Cambó, Estelrich. Leí La nacionalitat catalana de Prat de la Riba a los dieciséis años, y me entusiasmó. Quedé fascinado por el libro y pensé que tenía que salvar Cataluña. Pero después, leyendo otras cosas y hablando con gente mayor, me di cuenta de que esto del nacionalismo era simplemente una tontería intelectual y que lo importante eran la libertad y la igualdad, como grandes valores que se podían canalizar a través de sistemas democráticos liberales, a través de sistemas socialistas. Y creo que entré en la universidad sintiéndome socialista. En la facultad enlacé con un joven profesor, gran amigo, que era Juan Ramón Capella, catedrático de Filosofía de Derecho. Él me pasó el discurso de Carrillo, Después de Franco ¿qué?, y me identifiqué mucho. Venía de una cierta formación marxista, había pasado un verano en París, junto con mi primo Narcís Serra, y allí compré más de 30 libros, todo lo que aquí no podíamos encontrar. Y después, efectivamente fui del PSUC, pero no entré hasta el año 67, dos años después de dejar la facultad.

P. ¿Sigues siendo socialista?

R. Yo digo que soy racionalista, liberal y socialdemócrata. Desde luego, he cambiado a lo largo de los años. Cuando yo me hago del PSUC, acababa de volver de Cuba. Allí conocí una revolución cubana tremendamente idealista, había que crear el hombre nuevo; eso que ahora me parece desastroso, y que fracasó absolutamente, en aquel momento me contagió y pensé que, aunque en Europa esto no podía funcionar porque funcionaba la vía socialista -con el Partido Comunista Italiano y las ideas de Gramsci de ir tomando esferas de poder-, la guerrilla en Latinoamérica era un sistema válido. Esto lo creí por lo menos hasta los años 70. Después regresé a Cuba pero ya con ojos críticos. Pero hubo un momento en Europa que me hizo dudar, y fue Portugal. Portugal tenía un sistema relativamente parecido al franquista, eran dos sistemas no democráticos y allí da un golpe de Estado el Ejército, y no pasa nada, es pacífico y se produce un cambio brutal. Pensé que quizás había una Europa de Francia, Italia, Alemania, Gran Bretaña y otra que era Portugal, España, quizás Grecia, que era una Europa con una cultura política distinta. Esto era en el año 74, y en España iban a producirse la muerte de Franco y la Transición, que ahora se habla como si estuviera medida, como si se supiera todo lo que iba a pasar, cuando había muy pocas certezas. Y fui un entusiasta de la Transición, no puedo decir que fuera protagonista, en absoluto, pero sí que la seguí muy de cerca con algunos de sus protagonistas.

P. ¿No tuviste algo de protagonismo en la Constitución?

R. Bueno, Jordi Solé Tura fue ponente constitucional. Yo estaba ya en la Autónoma, por lo tanto no estaba con él, pero sí que formó un grupo que coordinaba Eliseo Aja, discípulo suyo, y yo estaba en ese grupo. Y por otro lado, yo era discípulo de Manuel Jiménez de Parga, que fue Ministro de Trabajo y estuvo en la UCD; conecté mucho con él, lo considero maestro en muchas cosas, entre otras en periodismo.

P. Ahora que lo mencionas, a ti se te conoce sobre todo como catedrático de Derecho Constitucional, pero antes fuiste periodista.

R. Como te decía, los once periódicos que llegaban a casa a diario, me los leía, en lo fundamental, pero me los leía. Cuando terminé la carrera, mi padre me preguntó qué quería hacer, y lo que tuve claro es que de abogado en su despacho no quería entrar. 

 Pensándolo después, creo que le quité un peso de encima porque el despacho de mi padre, ligado a la industria textil, empezó a entrar en decadencia súbita con el plan de estabilización. Tras la liberalización, de las doscientas empresas textiles, quebraron todas en un plazo de dos años. Por lo tanto, el despacho iba francamente mal. Y yo lo que quería era ser profesor de universidad, pero era muy difícil, tanto entrar en el mundo académico como vivir con un sueldo de ayudante, que era exactamente de 1.815 pesetas al mes. Mi segunda vocación era periodista, y la tercera, editor. Y empecé por esto último, entré en la Editorial Blume y en la revista Destino. Y esta revista que hoy en día es poco recordada, excepto por los que somos mayores, para mí fue una escuela fundamental, de literatura, de humanidad -conocí a unas personas extraordinarias- y de periodismo, porque yo entré de secretario de redacción, y ahí empecé a escribir. La revista tenía una figura central, que escribía cada semana, que era Josep Pla, al que conocí mucho; y había muchos otros escritores, no sólo catalanes, también de otras zonas de España, como Delibes, Azorín, Camilo José Cela… la nómina era interminable. Y allí aprendí a coger confianza para escribir artículos de noticias candentes que tenían que salir antes del cierre, es decir, que podía tener una hora para escribirlos. Aprendí mucho y escribía artículos de todo tipo.

P. ¿Cuál fue tu relación con Josep Pla?

R. Para mí era un ídolo literario. Mi padre era un gran aficionado, tenía las obras completas y lo había leído mucho. Recuerdo que en el verano del plan de estabilización, en el año 59, Pla visitó La Bisbal, se formó una mesa en la terraza de un bar, y yo me metí allí para escuchar. Y uno de los que allí estaba era el director de la sucursal de La Caixa en La Bisbal, un hombre muy inteligente. Y Pla le preguntó cómo veía el plan de estabilización, porque le interesaba escuchar la opinión de todos, la de sus amigos economistas, como Juan Sardá, pero también la del director de una sucursal en un pueblo. Y cuando yo trabajaba en la editorial Destino, me encargaba de Pla cuando venía a Barcelona, y salíamos a cenar. Era un personaje con muchas peculiaridades, entre ellas que no pagaba en los restaurantes. Íbamos a un restaurante bueno de Barcelona, y allí pedía de todo, comíamos, bebíamos… y cuando llegaba la cuenta, que podía estar en torno a las 3000 pesetas de la época, Pla se sacaba 100 pesetas y decía que con eso estaba todo pagado. Y el maître le contestaba que estaban encantados de tenerle ahí, que volviera cuando quisiera. Así iba por toda Cataluña.

P. ¿Cómo vives la llegada al poder de Pujol en 1980?

R. Yo lo vivo fatal. Conocí a Pujol en los años 60-70, y tenía claras dos cosas de él. Primero, que era un hombre muy inteligente y con una cultura más vasta que la inmensa mayoría de políticos. Y segundo, que era un nacionalista radical. Y esta mezcla me daba miedo, por el fanatismo y por el nacionalismo. Y la verdad es que lo recuerdo muy bien, aquella noche fue una noche muy triste. Tan es así que al cabo de unos días surgió la posibilidad de un viaje a Italia por un congreso universitario y me fui para alejarme del tema.  

P. ¿Fue un error que el PSOE no se implantara en Cataluña?

R. Sí, visto desde el presente, creo que fue un error. En aquel momento no recuerdo qué opinaba yo de esto, pero el Partido Socialista de Cataluña se organizó bastante mal, porque quería por encima de todo preservarse y no confundirse con el PSOE. A Felipe y a Alfonso Guerra, no los veían para Cataluña, y sí veían a Joan Reventós que era una gran persona, un luchador antifranquista de verdad, de la burguesía catalana.

P. Pero no atraía al votante natural de un partido socialista.

R. Ni siquiera era un gran político. Estaba también Raimon Obiols, que era su segundo, también un gran luchador y excelente persona, pero no conectaban con lo que podía ser la base de los socialistas, los que votaron en el 77 a Felipe, los que votaron en las municipales a Narcís Serra cuando salió de alcalde. En las autonómicas se plantaban allí, iban a un pueblo de los alrededores de Barcelona, del entorno industrial donde todos hablaban castellano, y ellos les hacían el discurso en catalán porque tenían que demostrar que vivían allí. El PSC siempre ha estado contagiado de nacionalismo, y cuando ha estado a punto de no estarlo, ha vuelto a caer, como por ejemplo ahora.

P. En ese momento existía la ficción, dentro del PSOE de Alfonso Guerra y Felipe González, de que ellos podrían controlar al PSC, y finalmente ha sido al revés: ha sido el PSC quien ha tenido mayor ascendencia sobre el PSOE.

R. Es posible, sí. Yo siempre he oído decir a Alfonso Guerra que se habían equivocado. Es un partido que, teniendo un potencial brutal, no ha sabido triunfar. Es verdad que ahora ha sacado 33 diputados y aunque está empatado con Esquerra, tiene más votos. Pero es que en estas últimas elecciones en Cataluña votó el 51%, o sea, casi nadie. Y pasa que al PSC le han votado los irreductibles, pero también muchos que seguramente habían votado a Ciudadanos la vez anterior. La desaparición de Ciudadanos ha sido una tragedia en Cataluña porque los nacionalistas se han quedado casi sin oposición.

P. Ahora juzgamos el pujolismo con perspectiva, como un régimen longevo que sembró buena parte de los problemas que hemos sufrido después. ¿Pero esto se vio venir?

R. Desde el minuto uno se sabía. Hay que leer el discurso de investidura del año 80, que empieza más o menos así: «Nosotros somos un partido nacionalista. Este será un gobierno nacionalista por encima de todo. Nosotros somos muy distintos del resto de España, tenemos una personalidad propia, tenemos una lengua propia». Ahí está ya el germen de por dónde iba a ir todo, ahí se empezaba la construcción de una nación. Y es lo que se hizo en los años 80 y 90, pero la clase política y periodística de Madrid no se enteraba. Yo estuve muchos años en un organismo de la Generalitat, en el Consejo Consultivo. Éramos siete miembros y nos ocupábamos de dictámenes jurídicos, pero me sirvió mucho para ver la capacidad de odio a España que había en gente estupenda, normal, culta. También asistí a algunas cenas con Pujol en aquella época y lo veía en expresiones suyas o de su mujer. Y en el programa de gobierno del año 80 ya está contemplada la reforma del Estatuto de Cataluña. Quizá eso fue por presión de Esquerra Republicana, porque Pujol necesitaba los votos, también los de UCD, que apoyó la investidura de Pujol. Y en el primer gobierno de Pujol había varios miembros, el propio Pujol incluido, aunque nunca lo dijo claramente porque era un hombre muy hábil, cuya finalidad era la independencia de Cataluña, o dicho de otra manera, la plenitud de la soberanía. Se han utilizado muchas fórmulas para decir lo mismo y creo que sigue siendo así.

P. ¿En qué momento se te hace intolerable el proyecto nacionalizador de Pujol? Porque Ciudadanos no se crea hasta el año 2005, tras dos décadas de incomparecencia de los partidos de izquierda frente al nacionalismo.

R. Absolutamente. Incomparecencia durante los 80, 90 y primeros 2000, con el tripartito. El detonante de la fundación de Ciudadanos es cuando el tripartito se dispone a hacer un nuevo Estatuto elaborado por PSC y Esquerra Republicana como motores principales. Podían llegar a acuerdos con Esquerra Republicana en política de vivienda o de trabajo, pero negociar un nuevo Estatuto eran palabras mayores. Además, Esquerra tiene una virtud y es que son sinceros, nunca ocultan que son independentistas. Por tanto, asociarse con ellos para querer llegar a la presidencia de la Generalitat fue algo imperdonable.

P. ¿Qué relación tenías con Maragall en ese momento?

R. Teníamos una buena relación. Le conocía ya desde hacía muchos años, yo no era del grupo maragallista, pero era amigo de algunos de ellos y del propio Maragall, que era también profesor en la Autónoma. Cuando dejó de ser alcalde, creo que en el año 97, se fue un año a Roma y allí organizó un seminario en la universidad, y asistí. Y paseando por Roma, le comenté que muchos en Cataluña esperábamos que se presentara a presidente de la Generalitat en las siguientes elecciones. 

P. ¿ Maragall era nacionalista?

R. Bueno, Maragall nunca ha tenido ideas muy claras. Siempre ha sido un hombre tremendamente confuso y muy influido por los que tenía alrededor. Y por tanto, ni era una cosa ni la otra. Ahora, en la tarea de compaginar Cataluña con España, bajo mi punto de vista lo hizo de manera excelente con los Juegos Olímpicos. Nadie podía sentirse ofendido. Era un momento difícil, porque los nacionalistas, en concreto Convergència, que era el partido fuerte, estaba en contra; pero Maragall supo manejar esto. El cambio de Barcelona en aquellos años, desde finales de los 70 hasta el 2005, fue brutal. Se recuperaron barrios invivibles de las afueras de la ciudad, la parte antigua se remodeló y quedó muy bien. Y luego está la apertura al mar de la ciudad. Y ahí está el mérito, que empezó con Narcís Serra y Oriol Bohigas, el arquitecto que tenía diseñado todo Barcelona y que era un entusiasta de la ciudad. Y en cierta manera la apertura al mar ya la había previsto un empresario también genial, que era Durán i Farell, fundador de Gas Natural, hoy Naturgy. Es decir, desde los 70 se estaba trabajando en la transformación de la ciudad, y culminó con las Olimpiadas, que fue el gran momento de Cataluña en los últimos 40 años.

 R. Ciudadanos tenía un hecho diferencial que no existía en el mercado político catalán, que era el afirmar no ser nacionalista. También lo decía el PP, ojo, también lo decía Vidal-Quadras en los años 90, pero Pujol tuvo la habilidad de decir que no eran catalanes y la gente se lo creyó. La burguesía que apoya al PP en otras regiones, allí no les apoyaban, estaban con Convergencia, porque el poder estaba en la Generalitat que daba los permisos, las subvenciones, etc. Y Ciudadanos en Cataluña dejó claro que no era nacionalista, ni de ningún extremo. Estaba en una posición más central y así quedó escrito en el ideario que teníamos desde el principio, desde antes de fundarse el partido. Nacemos de un tronco que tiene dos ramas, el liberalismo político y el socialismo democrático, y era un partido pensado básicamente para Cataluña. Después, con el tiempo, llega un momento que parece que puede tener éxito en el resto de España, que hay hueco para un partido que no sea ni el PSOE, ni el PP. De entrada, yo no confié en esto, la verdad, y se lo dije a Rivera. Pero al cabo de dos o tres años vi que podía ser verdad y que sí podía tener importancia en España. Ahora, yo creo que Rivera se equivocó en abandonar el papel de partido central. Es decir, la función de Ciudadanos en España en aquellos años, de 2015 a 2019, era poder ofrecer mayorías para que ni el PP ni el PSOE tuvieran que recurrir al PNV, a Convergencia o a Podemos. Que se pactara hacia el centro. Y por tanto, cuando Rivera empieza a decir que no pactará nunca con el PSOE y no dice nada del PP, al cual quería destruir, por cierto, hubo un cambio de posición que no nos había comunicado. Yo hablé con él poco antes de las elecciones, delante de otras dos personas, y me dijo que lo que yo decía del partido bisagra no servía para nada, y que las reformas que queríamos hacer solo se podían hacer presidiendo el gobierno. Las elecciones eran el 28 de abril, y el 9 yo había enviado una carta con mi dimisión, aunque no se supo hasta julio. Creo que Rivera, que tenía condiciones para ser un gran líder, no quiso escuchar a la gente buena que había en el partido como Toni Roldán, Luis Garicano, o el mismo Valls. Yo decía desde hacía tiempo que en Ciudadanos había mucha comunicación y poca materia gris. Los de comunicación eran los que mandaban.

P. ¿Y qué futuro le auguras al partido?

R. Pues ninguno, yo creo que va hacia la desaparición. Cuando un partido pierde la confianza de los suyos, sintiéndolo mucho, está acabado. Y no estoy diciendo nada nuevo que no sepa la mayoría de la gente. (...)"                    (Entrevista a Francesc de Carreras, David Mejia, The Objective, 25/09/22)

28/9/22

Lidia Falcón: La izquierda contra el engaño del catalanismo... Muchos fuimos los ciudadanos catalanes a los que el catalanismo nos negó el derecho al ejercicio de la función pública en la nueva administración naciente en España. Y, por ello, muchos fuimos los ciudadanos catalanes que pasamos a tener un derecho de ciudadanía limitado... millones de ciudadanos formados en la época franquista no tuvimos acceso a una formación lingüística suficiente para acceder al nuevo modelo lingüístico que empezaron a implantar las administraciones de las comunidades autónomas con lengua cooficial... Por ello, lograr que el sistema educativo sea realmente bilingüe, con la participación igual del castellano y el catalán, es una reivindicación popular que fundamentalmente beneficiaría a las clases trabajadoras

 "La Constitución Española de 1979 nos trajo a los ciudadanos españoles un pacto entre el pasado y el futuro. Algunos buscamos la ruptura con el régimen franquista y la restauración de la Republica. Otros buscaron la continuidad con caras viejas. Otros la tradición monárquica con caras nuevas. Al final salió una formulación mestiza. Todos dejamos jirones en el empeño y nos preparamos para una etapa de desarrollos tácticos a la espera de que el tiempo nos ofreciera nuevas oportunidades para nuestro modelo.

El tiempo ha pasado y muchas voces han expresado su valoración a lo largo de los más de 40 años de vigencia del pacto constitucional. Se han sucedido gobiernos que han enfocado su gestión en función de sus valores y aspiraciones. Las grandes corrientes ideológicas han madurado sus posiciones. El mundo ha evolucionado y con él la política española ha ido adaptándose con mejor o menor suerte a esa evolución. Los retos son permanentes. Cada día ha tenido su afán.

El 18 de septiembre un nuevo reto llama a la puerta. ¿Es la política lingüística consensuada en el Parlamento catalán la política realmente necesaria para esta sociedad? ¿Es esta política la adecuada (para) (a) la realidad? ¿Es justa?

Los autores de este artículo llevamos sobre nuestras espaldas una larga trayectoria de un compromiso político vertebrado sobre los valores de libertad, igualdad y solidaridad. Expresamos un amplio abanico de matices susceptibles aún de encontrar fórmulas de encaje para acometer nuevos retos compartidos en el futuro.

Sin embargo, a partir de este domingo 18 y, con seguridad, para la etapa que con esta fecha se abre, una reivindicación común nos aúna.

Muchos fuimos los, en ese momento, ciudadanos catalanes a los que el catalanismo nos negó el derecho al ejercicio de la función pública en la nueva administración naciente en España. Y, por ello, muchos fuimos los ciudadanos catalanes que pasamos a tener un derecho de ciudadanía limitado.

 Como nosotros en Cataluña, millones de ciudadanos formados en la época franquista no tuvimos acceso a una formación lingüística suficiente para acceder al nuevo modelo lingüístico que empezaron a implantar las administraciones de las comunidades autónomas con lengua cooficial.

La situación era claramente injusta y las pocas voces que se alzaron fueron ignoradas y arrinconadas por ese catalanismo trasversal que domina la aritmética parlamentaria y que llegó a infiltrarse en la izquierda, desde el franquismo, con el lema: “Liberación de clase y liberación nacional, dos caras de la misma moneda”, enmascarando la explotación de clase con el discurso de la liberación nacional, para engañar al proletariado y a las mujeres que pueden creer que con la independencia vivirán mejor, cuando la burguesía catalana es de las más mezquinas y avarientas y quiere hacerse con la exclusiva de la plus valía.

Ahora, 40 años después, se ha puesto de manifiesto que los grupos políticos que apadrinaron ese proyecto lo que en realidad buscaban no era la recuperación de esas lenguas por el valor cultural que ello representa. Lo que buscaban y buscan era y es imponer un proyecto nacionalista para cada una de ellas, condenando a muerte a la realidad nacional española labrada durante tantos siglos.

Y el problema añadido no es lo que buscan, sino cómo lo buscan. La realidad de los hechos es que las aspiraciones nacionalistas periféricas en España, como en una carrera de relevos, han traicionado, con estrategias diferenciadas pactadas -como la Declaración de Barcelona- y prácticas, sanguinarias unos y torticeras otros, el pacto constitucional.

En realidad, responden a las pretensiones de las burguesías que pretenden hacerse con los beneficios económicos de la explotación de las clases trabajadoras, la mayoría de origen emigrante. Esas burguesías que durante la época franquista se beneficiaron de su cercanía y servidumbre a los jerarcas del régimen. Para nadie debería ser un secreto que los que ahora se muestran radicalmente independentistas son hijos y nietos, y alguno incluso protagonista, de los industriales y comerciantes que se beneficiaron de las subvenciones, regalías, comisiones y participación en los negocios de los jerarcas del régimen.

Desde finales del siglo XIX, cuando la pérdida de las colonias llevaba a la crisis económica a los diversos sectores de producción afectados, la burguesía catalana ha enarbolado los sentimientos nacionalistas para obtener beneficios económicos del Estado español, mientras se apropiaba de la plusvalía extraída a los trabajadores de toda España, que arribaban a Cataluña expulsados de sus pueblos por la explotación exhaustiva a que los condenaba el sistema feudal de sus regiones de origen.

 La manipulación de los sentimientos que utiliza constantemente los gobiernos de Cataluña para convencer a los catalanes de origen de que son sometidos al pago de cantidades exorbitantes por parte del Estado , recordad el eslogan “España nos roba”, oculta los verdaderos propósitos de la clase gobernante: hacerse con la totalidad de los bienes de producción, dejar de pagar impuestos, dejar de compartir las cargas sociales con el resto de España, y buscar apoyo internacional, indiscriminadamente, con el único propósito de debilitar a España y fragmentar aún más Europa, con los beneficios económicos que ello pudiera reportarles.

Estos objetivos están enmascarados en los discursos y programas electorales del gobierno de la Generalidad, con grandes y enfáticos discursos sobre la identidad nacional, la lengua propia y la defensa de las tradiciones catalanas.

En consecuencia, y parece que en venganza por la represión que sufrieron durante el franquismo, el gobierno catalán ha decidido erradicar la lengua castellana (española) del territorio de Cataluña, mediante el sistema educativo que impone en todos los grados de la enseñanza pública.

Esta política constituye un verdadero genocidio cultural: privar a las generaciones venideras, desde la infancia, del conocimiento de la lengua española hablada por 580 millones de personas en varios continentes, haciendo de los niños –hoy- unos ignorantes provincianos que están privados de un saber que los marginará del mundo económico, cultural y científico nacional e internacional, reduciéndolos al mínimo ambiente catalán.

Porque, además, se produce la máxima falacia: mientras los gobernantes imponen la erradicación del castellano de la enseñanza pública, ellos matriculan a sus hijos en las escuelas privadas y extranjeras donde no sólo se enseña en castellano sino además aprenden otros idiomas. Porque para ellos queda claro que la ignorancia de las lenguas habladas mayoritariamente en el mundo es un caudal cultural y educativo imprescindible para el futuro económico y social de sus hijos. Ese del que privan a los trabajadores que no pueden costear una enseñanza de calidad a los suyos. 

Por ello, lograr que el sistema educativo sea realmente bilingüe, con la participación igual del castellano -lengua común española- y el catalán, es una reivindicación popular que fundamentalmente beneficiaría a las clases trabajadoras, esas que nada le importan al gobierno burgués y xenófobo de la Generalidad de Cataluña. Es hora, pues, de reivindicar la construcción de un modelo de sociedad en el que todos nos podamos realizar, individual y colectivamente, no solo sin renunciar a nuestros signos de identidad sino consiguiendo que éstos formen parte del perfil propio de los signos de identidad de Cataluña."                (Lidia Falcón, Santiago Trancón, Julio Villacorta, El Común, 19/09/22)

3/9/21

El barraquismo es la historia de la Barcelona franquista... Es la historia de cuando los españoles éramos perseguidos, devueltos en caliente y encerrados en CIEs… En nuestro propio país... Este es el momento en el que el catalanismo teoriza que empezó una «colonización franquista de Cataluña» (la versión catalanista de la «Conspiración Kalergi», que tanto quita el sueño a los neonazis)

Víctor Sierra @SierraMonsalvez

 El barraquismo es la historia de la Barcelona franquista que en VOX no quieren escuchar y en el catalanismo no quieren que se escuche. Es la historia de cuando los españoles éramos perseguidos, devueltos en caliente y encerrados en CIEs… En nuestro propio país.

Zonas emblemáticas y turísticas de Barcelona, como la playa del Somorrostro o la montaña de Montjuïc, fueron durante gran parte del siglo XX zonas repletas de barracas.

El barraquismo en Barcelona apareció a finales del siglo XIX con la llegada de trabajadores de toda España a la ciudad industrial. Sin embargo, este fenómeno no se consolidó hasta el éxodo rural en tiempos de la posguerra, en los años 40.

Este es el momento en el que el catalanismo teoriza que empezó una «colonización franquista de Cataluña» (la versión catalanista de la «Conspiración Kalergi», que tanto quita el sueño a los neonazis). La historia, empero, destapa la falsedad de catalanistas y franquistas.

La existencia de extensos barrios de barracas en Barcelona es una parte más o menos conocida de nuestra historia: lo que se desconoce viene a partir de 1949, cuando el franquismo, con Porcioles al frente del Ayuntamiento, creó el Servicio de Erradicación del Barraquismo.

Los españoles pobres llegados a Barcelona eran tratados por las autoridades franquistas como inmigrantes ilegales en su propia nación. La policía se ponía en la Estación de Francia y «deportaban» a quienes no llevaran papeles conforme ya iban con trabajo y vivienda.

En 1953, las autoridades franquistas fueron más allá en la represión de la «inmigración» y habilitaron un pabellón de Montjuïc, el Palacio de las Misiones, a modo de CIE de españoles, donde encerraban a los recién llegados y a los barraquistas desalojados y represaliados.

Famoso fue por su crueldad un policía al que apodaban «El Grabao» (José Antonio Rivera López. Lugo, 1903 - Barcelona, 1994), cuya función era combatir el estraperlo en la ciudad y reprimir a los habitantes de las barracas, metiendo en el Palacio de las Misiones a quien pillase.

Quienes vivieron aquella época no sabían si al «Grabao» le llamaban así por tener la cara marcada por la viruela o porque grababa a porrazos a sus víctimas. A los niños, en lugar de «¡Qué viene el Coco!» se les decía «¡Qué viene "El Grabao"!».

Volviendo al Palacio de las Misiones, se justificaba su existencia, la persecución y la «deportación» de «inmigrantes» con la Ley de Maleantes, contra quienes no tenían contrato ni vivienda legal. Fue derribado en 1967 y en su lugar está hoy la piscina olímpica de Montjuïc.

Paco Candel fue una de las personas que más escribió y estudió el barraquismo (y su Fundación tiene gran información sobre este tema), pero como era habitual en el PSUC (y sigue siéndolo en su partido sucesor), subordinó su obra al catalanismo y terminó de títere de Jordi Pujol.

Casi todas mis fuentes son directas, pues esta es historia «charnega» y reciente. Todo esto es fácilmente contrastable por Internet, pero agradecería mucho a @AventurasClio y a @Iberprolet, si pueden, algún vídeo o artículo que ahonde en esta memoria tan necesaria como olvidada. 

12:01 p. m. · 28 ago. 2021
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pilarlarraona @pilarlarraona
En respuesta a @SierraMonsalvez

 Yo puedo decir que es cierto porque lo vivieron mis suegros ( y así me lo contaron) cómo tenían que esconderse para salir de la estación de Francia y seguir camino a otras poblaciones donde tenían conocidos que les podían ayudar a conseguir trabajo.

Víctor Sierra @SierraMonsalvez

 Valientes fueron tus suegros, porque las anécdotas más comunes son evitar la Estación de Francia, bajando en paradas anteriores (que creo que estarían mucho más lejos que ahora) y entrando a Barcelona andando.

11/6/21

Josep Pla: espía de Franco y de los aliados

 "Josep Pla i Casadevall (1897-1981) fue un periodista y escritor natural de Palafrugell, Girona.

Su obra literaria fue esencial en la modernización de la lengua catalana.

Sus artículos de opinión, sus crónicas periodísticas y sus reportajes de numerosos países constituyen un testimonio único de la historia del siglo XX. Sus viajes a innumerables países en varias etapas de su carrera como periodista y escritor le ayudaron a crear una obra literaria inmensa y a escribir algunos de sus libros más notables.

Pero Josep Pla fue, además, otras muchas cosas: un catalanista de la Lliga Regionalista que fue elegido diputado de la Mancomunidad de Cataluña en 1921, un exiliado durante la Dictadura de Primo de Rivera, un desencantado de la II República española, un espía de Franco, un desencantado de su régimen y un espía de los Aliados.

En 1980, en el tramo final de su vida, el presidente de la Generalitat de Catalunya Josep Tarradellas le impuso la Medalla de Oro de la Generalitat en reconocimiento a su monumental obra escrita.

Uno de los temas más espinosos de la biografía de Josep Pla es su relación con el espionaje, tanto franquista como Aliado.

En septiembre de 1936, Josep Pla huyó de la Cataluña republicana en compañía de su pareja Adi Enberg al temer por su vida. Al llegar a Marsella, Pla y Enberg se instalaron en el número 37 de la calle Cours Joseph-Thierry, el piso contiguo a la sede del SIFNE (Servicios de Información de la Frontera del Noreste de España), e iniciaron una importante colaboración con este servicio de espionaje franquista.

El SIFNE fue creado en agosto de 1936 por el general Emilio Mola, tras el Golpe de Estado contra el Gobierno de la II República española del 18 de julio de 1936. El responsable de este servicio de espionaje franquista fue José Bertrán y Musitu, antiguo carlista, fundador de la Lliga Regionalista, Ministro de Gracia y Justicia con Alfonso XIII, jefe del Somatén de Barcelona.

En los documentos oficiales del SIFNE, Josep Pla aparece citado como agente número 10 en Marsella, junto al periodista Carlos Sentís (agente número 7).

Mientras Adi Enberg ejercía de secretaría del SIFNE, Josep Pla desarrollaba su trabajo de espía, elaborando informes sobre el movimiento de barcos en el puerto de Marsella, las negociones del Gobierno de la República y la Generalitat de Catalunya con las potencias extranjeras y la situación interna de Cataluña. Los informes sobre estas dos últimas cuestiones se basaban en los testimonios de los exiliados catalanes. 

 En 1937, el gobierno francés decidió acabar con el espionaje franquista instalado en Francia y ordenó la detención de agentes del SIFNE. Adi Enberg tuvo que huir y Josep Pla inició una serie de movimientos por Francia e Italia para que le perdiesen la pista.

En 1939, Josep Pla regresó a Barcelona tras la entrada de las tropas franquistas, fue subdirector de La Vanguardia e inició sus colaboraciones con la revista Destino, renegando finalmente de Franco y su régimen. Con Franco, no podía escribir en catalán y en libertad. Y eso fue definitivo para la renuncia de Pla.

Sobre Franco, escribió que era el responsable de “un sistema dictatorial monolítico castellano, copiado del nacionalsocialismo alemán”. Y de la España de Franco escribió que era “un embalse de mierda de unas proporciones generales fantásticas”.

Al poco tiempo, Josep Pla, su hermano Pere y una red de colaboradores empezaron a colaborar con los servicios de inteligencia de los Aliados. Ayudaron a huir de los nazis a combatientes aliados durante la Segunda Guerra Mundial, utilizando pasos fronterizos y la playa Platja del Castell, situada en el término municipal de Palamós. El historiador Josep Clara relató que, además, los Pla «enviaban informes políticos y militares a los aliados”.

En diciembre de 1944, la Guardia Civil de Palafrugell fue alertada de que se iba a celebrar una reunión de extremistas en casa del hermano de Josep Pla, Pere. Tras sus investigaciones, tuvo pocas dudas sobre la reunión. El informe de la Guardia Civil hablaba de los asistentes (los hermanos Pla, empresarios de la zona, etc.) y aparecía coronado con un título escrito a mano: servicio americano. Todo dicho.

En las mismas fechas, los hermanos Pla también socorrieron con su red a judíos perseguidos por el nazismo. La cobertura para esas ocasiones fue la orquesta de jazz del Hotel Ritz de Barcelona, según relató Cristina Badosa, catedrática de literatura catalana y autora del libro Josep Pla (Edicions 62, 1996).

 Y es que la relación de Josep Pla con el pueblo judío e Israel fue duradera. Pla tuvo como pareja de juventud a la hebrea Aly Herscovitz, asesinada en Auschwitz. Pla ayudó con su red a muchos judíos huidos del nazismo. En 1957, Pla viajó a Israel. Llegó a Tel Aviv en uno de los barcos procedentes de Marsella, repleto de judíos de la diáspora. En Israel, observó fascinado la construcción de las nuevas ciudades e infraestructuras hebreas en pleno desierto. Dejó un testimonio único para la posteridad sobre los primeros años de existencia del Estado judío: su libro Israel 1957, un reportatge (Destino, 1958).

Josep Pla fue esencial en la modernización del catalán y su obra es única. Su técnica sencilla dejó escuela. Su biografía aún no ha sido escrita con la profundidad deseada, aunque poco a poco algunos investigadores han desvelado parte de lo que no se conocía. Hay temas que aún están por profundizarse. Estoy convencido de que hay información desconocida y sorpresas. Probablemente, esa biografía definitiva de Josep Pla no acaba de ser escrita, no acaba de llegar a las librerías, porque es laberíntica e incómoda para demasiados."                 (Gabe Abrahams , Rebelión, 04/06/2021)

23/3/21

Deconstruyendo el relato indepe: “Òmnium está en su derecho en avalar una ley de amnistía de parte e iniciar una recogida de firmas... pero nada de esto tiene que ver con la amnistía que cimentó la lucha antifranquista”

 "El historiador Andreu Mayayo, en un artículo en El Periódico, deconstruye el relato independentista “todo empezó el 13 de octubre de 2008 en el acto de homenaje a Lluís M. Xirinacs en el Palau de la Música Catalana”.

“Los independentistas hicieron una apropiación indebida de las manifestaciones unitarias de febrero de 1976 por la amnistía, las libertades y el Estatut d'Autonomia. El tridente programático de la Assemblea de Catalunya, con el cancerbero estratégico (el cuarto punto) de la unidad con las fuerzas democráticas del resto de España”.  

“El ‘procés’ ha sido antes que nada la construcción de un relato e imaginario colectivo de la causa secesionista deformando el pasado, apropiándose de acciones colectivas y de personas, subvirtiendo el significado de los conceptos y de las cosas y, a la postre, privatizando las instituciones y los sentimientos nacionales”, añade.

“Semanas atrás, Marc Andreu tiraba de las orejas, con razón, al diputado Vidal Aragonés por convertir a Francesc Layret en un protoindependentista. También se intentó hacerlo con ‘el Noi del Sucre’, el dirigente anarcosindicalista Salvador Seguí”, apunta.

También señala que “Òmnium está en su derecho en avalar una ley de amnistía de parte e iniciar una recogida de firmas como un complemento electoral en favor de las candidaturas independentistas, pero nada de esto tiene que ver con la amnistía que cimentó la lucha antifranquista”.   
   (e-notícies, 04/01/21)

12/3/21

Lo más alucinado del nacionalismo es pretender compensar su ausencia en el antifranquismo diciendo que nada ha cambiado. Van a derrumbar el franquismo en 2020, pero en 1974 se lo miraban tan panchos

Óscar Guardingo @oguardingo

 Lo más alucinado del nacionalismo es pretender compensar su ausencia en el antifranquismo diciendo que nada ha cambiado. Van a derrumbar el franquismo en 2020, pero en 1974 se lo miraban tan panchos.

Hace 4 años llegaron al extremo de agredir a miembros de la asociación catalana de ex presos políticos del franquismo. (BComú acusa a las juventudes del PDECat y ERC de “llamar fascistas a las víctimas del franquismo”)

Pese a la restauración de la Generalitat, la escuela catalana, TV3, las libertades políticas, de asociación y de prensa, el mensaje alucinado es que el franquismo sigue vigente y ellos son los antifranquistas. Otro planeta.

¿Nuestra democracia es perfecta? Por supuesto que no.
¿La lucha del antifranquismo fue en vano? Claro que no.

Hay que conocerla y honrarla. Sin esos hombres y mujeres no disfrutaríamos de las libertades actuales. 

12:47 p. m. · 9 dic. 2020

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Carles Farré @CarlesFarr3
En respuesta a @oguardingo

Tu no saps qui fou en Josep Benet, oi?

Óscar Guardingo @oguardingo 

El candidat del PSUC que no va ser president de la Generalitat, perquè ERC va preferir Jordi Pujol.

9/2/21

TV3 blanquea a Carulla. La cadena obvia sus declaraciones sobre los trenes cargados "con gente"

 "El presentador del Telenotícies vespre Toni Cruanyes ha destacado que Montserrat Carulla, que ha muerto este martes a los 90 años, se definía como "actriz, catalana e independentista" y que "tocó todos los medios y todos los géneros entre la admiración de la profesión y también el aprecio del público", pero ha obviado que en un acto de la ANC manifestó que "Franco en los años 60 nos envió mucha gente, cargó trenes con gente, para ver si nos diluía".

"Porque él amaba Cataluña, pero quería una Cataluña castellana. ¿Por qué se empeñan en hablar una lengua cuando pueden hablar la lengua del imperio? -, pero nos encontró a nosotros. Una serie de generaciones que aún duran ante este pensamiento", agregó en mayo de 2013.

El entonces president de la FECAC, Daniel Salinero, recordó estas palabras el 5 de marzo de 2014 y acusó a Montserrat Carulla de "racismo". También remarcó que los inmigrantes andaluces "construyeron Cataluña" porque, según él, los catalanes de la edad de Carulla fueron "una generación de vagos".

Salinero subrayó que la inmigración de los sesenta "levantó Cataluña a costa de la generación de vagos que representa esta señora. Su racismo debe ser debido a la edad". "No estaría mal una rectificación y que pidiera perdón", sentenció.

La actriz replicó al día siguiente que "yo le recordaría que perdimos una guerra, que perdió toda España, pero que se hizo justamente para someter Cataluña. Y que nos sometieron". "Y que el racista sin duda es él. Y que además de racista, probablemente también es un fascista", añadió."               (e-notícies, 25/11/20)

12/1/21

Tiene razón Xavier Vendrell cuando asegura que hay gente que ha ido a prisión para que los catalanes puedan votar. Hubo muchos valientes que acabaron entre rejas para reivindicarlo. Sucede que ninguno de ellos era independentista. Estos estaban ocupados haciendo fortuna bajo el franquismo porque años después sus hijos y nietos pudieran jugar a revoluciones con el riñón bien cubierto... Vendrell, ocupado con sus trapicheos, no se ha dado cuenta de que los catalanes hace muchos años que votan, y no gracias a él y sus amigos

 " Los cojones de Vendrell.

Tiene razón Xavier Vendrell cuando asegura que hay gente que ha ido a prisión para que los catalanes puedan votar. Hubo muchos valientes que acabaron entre rejas para reivindicarlo. Sucede que ninguno de ellos era independentista. Estos estaban ocupados haciendo fortuna bajo el franquismo porque años después sus hijos y nietos pudieran jugar a revoluciones con el riñón bien cubierto. 

Los que terminaron presos para que los catalanes pudieran votar, eran gente de izquierdas de toda España, que si algo tenían en común, además de sus ideas democráticas, es que ninguno de ellos vio nunca un independentista catalán en la prisión. Seguramente por eso lograron su objetivo: que los catalanes y el resto de españoles pudieran votar, lo que hacen ininterrumpidamente desde 1977.

 Vendrell, ocupado con sus trapicheos, no se ha dado cuenta de que los catalanes hace muchos años que votan, y no gracias a él y sus amigos, que pasan una sola noche en comisaría y salen con un aspecto como si la criada hubiera olvidado de quitarles el polvo.

 La frase que mejor define tanto el mismo Vendrell como los de su cuerda es «con todo lo que he hecho por Cataluña, no me toque los cojones». Se desconoce qué ha hecho por Cataluña, seguramente lo desconoce incluso él, pero uno siente una frase así y se le corta el aliento, sabe que se encuentra ante un héroe y que nada de tocarle los cojones, ni literalmente ni metafórica: haga usted lo que quiera, como si estuviera en su casa, de hecho ya está en su casa, no otra cosa es Cataluña para usted. 

Cuidado, no se deje aquel cajón para vaciar, de nada, a disponer. No le toque los cojones, por Dios, y deje que maneje por aquí y por allá, que haga fortuna de la manera que quiera y que salga en TV3 como si fuera un semidiós, que formó parte de un grupo de niños llamada Tierra Libre y si le escuchas parece que hubiera militado en el Vietcong. Con todo lo que ha hecho por Cataluña, merece también que hagamos ver que merece respeto.

 Un día hubo en que algunos se jugaron la piel para que los catalanes pudieran votar, y ahora están los que no se la han jugado nunca y únicamente quieren que se les permita enriquecerse en paz sin que nadie les toque las pelotas. Tampoco piden tanto, con todo lo que han hecho por Cataluña."             (Albert Soler, diari de Girona, 02/11/20)

8/1/21

Mayayo: El ‘procés’ ha sido antes que nada la construcción de un relato e imaginario colectivo de la causa secesionista deformando el pasado, apropiándose de acciones colectivas y de personas, subvirtiendo el significado de los conceptos y de las cosas...

 "El ‘procés’ ha sido antes que nada la construcción de un relato e imaginario colectivo de la causa secesionista deformando el pasado, apropiándose de acciones colectivas y de personas, subvirtiendo el significado de los conceptos y de las cosas y, a la postre, privatizando las instituciones y los sentimientos nacionales"        Andreu Mayayo (2020)

 (...) Como nadie creo que pueda acusar a Mayayo de historiador desinformado, de ñordo, de anticatalán o de agente del centralismo españolista, me baso en su artículo para recordar lo que nunca deberíamos haber olvidado:

Todo empezó (tal vez no todo), sostiene Mayayo, el 13 de octubre de 2008 en el acto de homenaje a Xirinacs en el Palau de la Música Catalana. Los independentistas, afirma, “hicieron una apropiación indebida de las manifestaciones unitarias de febrero de 1976 por la amnistía, las libertades y el Estatut d’Autonomia [Nosotras dos, ambas militantes del MCC, estuvimos en ellas]”. El tridente programático de la Asamblea de Cataluña “con el cancerbero estratégico (el cuarto punto) de la unidad con las fuerzas democráticas del resto de España”. 

Remarco: en unidad con las fuerzas democráticas del resto de España, no del resto del Estado español, y con objetivos compartidos. Mayayo recuerda que él mismo lo denunció hace años (‘Épica independentista’ [2]) “con la complicidad de Carles Pastor, recibiendo la primera perdigonada pública de los ‘procesistas avant la lettre’”.

Semanas atrás, prosigue, Marc Andreu “tiraba de las orejas, con razón, al diputado Vidal Aragonés [de la CUP] por convertir a Francesc Layret en un protoindependentista”. También, según parece, se intentó hacerlo con ‘el Noi del Sucre’, con el dirigente anarcosindicalista Salvador Seguí.

Mayayo admite que “ÒC está en su derecho en avalar una ley de amnistía de parte e iniciar una recogida de firmas como un complemento electoral en favor de las candidaturas independentistas”, pero, señala con mucha razón, “que nada de esto tiene que ver con la amnistía que cimentó la lucha antifranquista”. El vicepresidente de OC Marcel Mauri, comenta Mayayo, “declara sin tapujos que, entonces como ahora, la amnistía suscita el máximo consenso cifrándolo en el 80% de la población catalana”.

 Pero si nos atenemos a las votaciones en el Parlament disuelto, observa Mayayo con razón, “la propuesta de ley de amnistía apenas sobrepasa la mitad de los diputados”. En estos momentos, en su opinión, “la vía de la excarceración de los políticos presos [no presos políticos] que puede aunar un mayor consenso, político y social, es el indulto, no la amnistía”.

El independentismo, nos recuerda Mayayo, presiona con una ley de amnistía que llegará al Congreso el 15 de marzo. Y añade (negro sobre blanco): “Òmnium está en su derecho en avalar una ley de amnistía de parte, como hizo el Caudillo en 1939 para los suyos, e iniciar una recogida de firmas como un complemento electoral en favor de las candidaturas independentistas, pero nada de esto tiene que ver con la amnistía que cimentó la lucha antifranquista”. La cursiva es mía. 

Para la oposición democrática y, más concretamente, para los que más sufrieron la represión de la dictadura y aún estaban vivos, “la amnistía era la premisa de la reconciliación nacional, que desterrara la división entre vencedores y vencidos instaurada, mantenida y propagada por el franquismo hasta el último aliento del Generalísimo”. La amnistía, sostiene Mayayo, fue la llave de la democracia. Fue la primera ley que se aprobó en las Cortes Generales, con la abstención por cierto de los franquistas de Fraga Iribarne y López Rodó. Nada que ver con la amnistía de la que hablan las fuerzas nacional-secesionistas.

En la cultura antifranquista, recuerda Mayayo con razón, “no había luchas compartidas sino luchas comunes como la de la lengua catalana y la recuperación del autogobierno, en las qué destacó Comisiones Obreras a pesar de su ilegalización por parte del Tribunal Supremo en 1967”. Era el mismo año en que “OC volvía a funcionar con toda normalidad mostrando una escasa empatía por la luchas sociales, sindicales y políticas de la época”. Esas luchas no estaban en sus cercanías. Eran otro mundo, eran otras las clases en lucha,

Cuesta entender, afirma finalmente Mayayo, el punto es importante para denunciar el permanente y diseñado revisionismo histórico del nacional-secesionismo, la ausencia de OC “en la solicitud de permiso de la manifestación proamnistía de febrero de 1976, avalada por una larguísima relación de entidades de todo tipo”. Supongamos, aunque no admitamos, que la convocatoria de manifestaciones no fuera pertinente en una entidad como Òmnium. 

Pero entonces, pregunta Mayayo con toda pertinenciaia, “¿cómo explicar que fuera uno de los convocantes de la manifestación de apoyo de Jordi Pujol el día de su segunda investidura?”. Recordemos el día: fue el momento en que el molt ex honorable, el capo de la gran famigilia, gritó una frase que pasará a la historia universal de la infamia y el cinismo: “a partir de ahora, cuando alguien hable de ética, de moral y juego limpio, hablaremos nosotros”. ¡De ética y juego limpio! (...)"                 (Rosa Guevara Landa, Rebelión, 07/01/21)

1/10/20

Josep Aragonès, el nieto de un alcalde franquista llega a la presidencia de la Generalitat (un dato ilustrativo de los orígenes del nacionalismo)

 "El nuevo presidente en funciones de la Generalitat, se confiesa "Un hombre de partido" en el libro retrato que hace de él la periodista Magda Gregori, "Pere Aragonès, el independentismo pragmático", publicado en febrero de 2020 para facilitar su proyección mediática entre el electorado, al menos el de ERC.

Aragonès, en efecto, ha sido toda la vida vinculado a Esquerra desde que ingresó a las JERC y llegó a portavoz nacional, el máximo cargo en la organización juvenial. Allí se le recuerda aún poniendo, en alguna rueda de prensa, con carteles de "España nos roba", el lema que puso de moda Solidaridad después de su irrupción en el Parlamento. También participó en una protesta ante los estudios de la Cope en Madrid.

El ahora presidente también deja claro en el libro que, para la independencia de Cataluña, hay una mayoría holgada de "70-80%". Explica que "uno de los argumentos que utilizan desde Madrid es: 'No eres el 50 % 'y este es un conflicto entre catalanes'. De hecho, Pedro Sánchez siempre repite: 'este es un problema de convivencia, no sobre la independencia "." por lo tanto -continúa-, para evitar esto, debemos conseguir unos consensos mucho más grandes. Tenemos que ser el 70-80% a favor y entonces podemos decir: 'Ahora sí que os parece bien poder hacer un referéndum sobre la independencia? ".

En 2004 invitó a un historiador llamado Oriol Junqueras a un acto de las JERC. El propio Junqueras convertiría en 2009 candidato independiente de Esquerra a las elecciones europeas y tras el fiasco electoral del 2012 -cuando pasaron de 21 diputados a 10- tomó las riendas del partido en sustitución de Joan Puigcercós.

Aragonès, alineado precisamente con este sector, hizo carrera paulatinamente y fue testigo de las tensiones internas como las de 2008 cuando en el congreso de ese año en el Fòrum se enfrentaron hasta cuatro candidaturas: la de Puigcercós -que se impuso a la de Benach, la de Carretero y la de Uriel Bertran.

 

Cuando Uriel Bertran, entonces diputado en el Parlamento, impulsó la corriente crítica Esquerra Independentista,Aragonès festejó allí pero desde el aparato del partido se le hizo llegar el mensaje que se jugaba su repetición en las listas. Bertran, en efecto, quedó fuera y ahora es uno de los asesores de Elisenda Paluzie, la presidenta de la ANC.

Aragonès todavía tuvo que tragarse otro marrón. En 2014, le tocó anunciar que no apoyarían los Presupuestos de CiU pero quince días después anunció lo contrario. Junqueras lo justificó asegurando que serían los "últimos Presupuestos autonómicos" aunque, óbviamente, tampoco ha sido así.

El ahora presidente en funciones encabezó dos veces la lista de ERC en Pineda de Mar (Barcelona), su localidad natal, aunque sin llegar a alcalde desde mayo de 2011 a abril de 2018. Su abuelo había sido precisamente lo último alcalde franquista de la localidad entre 1966, aunque después repitió ya en democracia en las listas de CDC hasta 1987.

Diputado en el Parlamento de Cataluña entre los años 2006 y 2016, Junqueras lo nombró ese año secretario de economía del departamento aunque lo dejó al margen de la preparación del referéndum -no como Lluís Salvadó o Josep Maria Jové- por si la policía actuaba, como así fue. Nombrado vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda en junio de 2018 ahora ha llegado a presidente, por lo menos en funciones.

Con toda seguridad será también el candidato de ERC en las próximas elecciones donde se disputaba la plaza con el presidente del Parlamento, Roger Torrent, segundo cargo institucional del país, pero Junqueras lo designó a él. Torrent puede sufrir incluso para ir en las listas, si encabeza la de Girona, porque las bases de ERC en estas comarcas son puigdemontistas."               (e-notícies, 30/09/20)


17/9/20

¿Quién acusó y condenó a Companys, president Torra? Un tal Tapies, padre del futuro pintor... un tal Trías , tío carnal del ex-alcalde convergente de Barcelona, Xavier Trías...

 "Como cada año por estas fechas, la máxima autoridad del Estado en Cataluña, Joaquim Torra, ha vuelto a exigir al jefe del Estado y al presidente del Gobierno de ese mismo Estado que le pidan perdón por el fusilamiento en 1940 de Lluís Companys en el foso del castillo de Montjuich. A diferencia del XVIII, que fue el siglo de las Luces, el XXI va camino de ser el de los focos.

 Y en la era de los focos, es sabido, la cualidad básica de un argumento a fin de devenir eficaz no pasa porque apele a la razón e invite al pensamiento sino, bien al contrario, por su capacidad para incitar al llanto colectivo entre las audiencias audiovisuales. De ahí que la industria más rentable del planeta a estas horas resulte ser la de la victimización. 

Todo el mundo quiere ser víctima. Y por eso la eclosión de la moda ecuménica que consiste en reclamar penitencia a los contemporáneos por hechos acontecidos en otras épocas, incluso hace varios siglos. 

Así, no faltan hoy un sinfín de airados deudos putativos de Almanzor o de Moctezuma empeñados en reclamar justas compensaciones al actual Reino de España por agravios sucedidos cuando la Reconquista o la colonización de las Indias. Torra solo es uno más de esa colla. Ocurre, sin embargo, que la Ley de Memoria Histórica ya declaró la expresa ilegalidad, “al vulnerar las más elementales exigencias del derecho a un juicio justo”, de los Tribunales Responsabilidades Políticas y los Consejos de Guerra posteriores a 1939, así como la absoluta ilegitimidad de la totalidad de sus resoluciones.

Pretender, como ansía Torra, que se revise la causa contra Companys equivale, pues, a reconocer la vigencia jurídica de aquellas condenas ilegales. Si bien, y en el caso concreto de Companys, el Gobierno de España emitió en 2009 una declaración institucional de reparación expresa que hizo llegar a sus familiares vivos.

 ¿Por qué insiste entonces Torra en seguir manoseando el cadáver de Companys cada principio de septiembre? Lo hace movido por una razón obscenamente simple, a saber: para apuntalar en el imaginario colectivo catalán la ficción de que la guerra civil de 1936-39, al igual que la historia toda de la Península Ibérica desde el 11 de septiembre de 1714 hasta hoy, no fue más que otro episodio recurrente, el enésimo, en la conflagración crónica entre Cataluña y eso que él y los suyos llaman el Estado español. 

Una reescritura novelada del pasado cuyo guión canónico exige, por muy obvias razones de verosimilitud narrativa, que todos los malos sean castellanos y todos los buenos, catalanes. 

Porque en la historia-ficción alumbrada por el catalanismo institucional no puede, bajo ningún concepto, haber catalanes malos. Los catalanes, y por definición, tienen que ser todos buenos; todos, sin excepción. Por eso, jamás aparecen en la escena de la memoria oficial los catalanes que defendieron en su día, cuando la Guerra de Sucesión, la causa borbónica. Y mucho menos aún, claro, los catalanes que abrazaron, y con desbordado entusiasmo militante, la sublevación franquista tras el 18 de Julio.

Así pautado el guión, puesto que no podían existir franquistas catalanes, mucho menos podría haber, claro, catalanes implicados en la muerte de Companys. Pero resulta que sí los hubo. Y muchos, además. Catalán era, aunque Torra todavía simule no saberlo, el principal testigo de cargo que declaró contra Companys en la causa 23.468 entre los días 3 y 15 de octubre de 1940. 

Se trataba de cierto Josep Tàpies i Mestre, por más señas el padre del pintor Antoni Tàpies, uno de cuyos lienzos gigantes preside, para mayor sarcasmo, la sala oficial donde se reúne todas las semanas el Gobierno de la Generalitat.

 Igual que catalán era Carles Trías i Bertrán, un tío carnal del alcalde convergente de Barcelona Xavier Trías, quien por aquellas mismas fechas ejercía como jefe provincial del Movimiento en la demarcación de Barcelona. Y no menos catalán era el tercero de los testigos de cargo contra Companys, un tal Lluís Maria Balcells i Sert. También catalán, y por los cuatro costados, resultó ser el juez militar que instruyó la causa, el general Ramón de Puig. 

E igualmente catalán, el fiscal acusador, Antoni Rodríguez i Molins. Y el vocal del tribunal, el general de brigada Pompeyo Masferrer. Y el médico militar que asistió a las sesiones de la causa, Marià Callís i Farriol. Y aún había más, como el abogado nombrado defensor de Companys, el teniente de artillería Ramón de Colubí. O, en fin, un Antoni Fernàndez i Ferrer, antiguo funcionario de la Generalitat que también actuó como testigo de cargo contra el reo. Y Torra insistiendo. Para que luego digan que el teatro está en crisis."       (José García Domínguez, The Objective, 14/09/20)

7/9/20

“El abuelo de Puigdemont era requeté” Conxa Rodríguez, historiadora: “Ayudó a las tropas de Franco”

 "La historiadora especialista en el carlismo Conxa Rodríguez revela en una entrevista en e-notícies que uno de los abuelos del expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, fue “requeté en la guerra civil del 36 a 39 y por el Empordà entró en varias ciudades con los requetés”.

Rodríguez asegura que ese dato “está demostrado” e insiste que el abuelo del expresidente catalán formó parte de los requetés que “ayudaron a las tropas de Franco”. “Él alguna vez ha dicho que tiene orígenes carlistas. No lo ha escondido”, añade la historiadora.

El requeté fue una organización paramilitar carlista con más de 60.000 combatientes que se creó a principios del siglo XX y participó en la guerra civil luchando con el bando nacional. El nombre de la organización proviene del que usaron algunos batallones carlistas durante la primera guerra carlista (1833-1840).

Conxa Rodríguez también indica que en Catalunya “hay familias que se dedicaron al carlismo durante todo el siglo XIX”. “Tanto en el carlismo como en el independentismo actual, en la Catalunya interior, sí que hay un carácter de linajes y de clanes que de una generación a otra persiste la línea política”, señala.

La historiadora encuentra una relación entre los feudos carlistas e independentistas. “Geográficamente el interior de Cataluña, que es donde el independentismo es mucho más fuerte, coincide con los enclaves carlistas del siglo XIX”, sostiene. También ve coincidencias en la motivación política porque ambos movimientos defienden “lo local contra lo que viene de fuera”.

“Hay unos elementos de insurrección, de defensa del territorio, de defensa de lo local, de querer coger competencias al Estado central en beneficio de lo local, y ahí coinciden el independentismo con el carlismo”, concluye Rodríguez. "                    (e-notícies, 07/09/20)

12/6/20

¿Quién teme a Jordi Pujol?

"No deja de ser significativo cómo los medios de comunicación de Cataluña, tanto los públicos como los privados, hayan rememorado los llamados «Hechos de Palacio de la Música Catalana», al cumplirse el sesenta aniversario de los mismos sin apartarse ni un ápice de la versión canónica que elevó a Pujol a la categoría de «mártir» y «padre de la patria catalana». 

Lo sucedido aquella noche es el acto seminal del nacionalismo catalán actual y la labor de su líder taumaturgo es la condición sine que non para el intento de golpe secesionista llevado a cabo en Cataluña. Esta conmemoración ha servido para blanquear la figura del expresidente, inmerso, él y su familia, en un proceso judicial por una trama de corrupción sin precedentes, y ha contado con el silencio cómplice de la sociedad catalana. 

No hay que olvidar que el propio Pujol, en una comparecencia en el mismo Parlamento catalán amenazó diciendo, ante el alud de críticas recibidas que: «Si vas segando, digamos, la rama de un árbol, al final cae toda la rama: No, es que después caerá aquel de allí, aquel de allí que …no, no, ¡caerán todos!».

La noche del 19 de mayo de 1960, Franco, de visita a Barcelona, no fue el único ausente en el Palacio de la Música. Mientras una parte del público coreaba el «Cant de la senyera», prohibido por el gobernador civil pero previsto en el programa original, Pujol estaba en su casa. No participó en aquel acto ni siquiera a nivel organizativo. Pujol había saludado la visita redactando «Os presentamos al General Franco», una octavilla manifiesto sobre la falta de libertades en el país, y que introducía un elemento innovador: «El Régimen ha fomentado la inmoralidad de la vida pública y económica. El hombre que vendrá a Barcelona, además de un opresor, es un corruptor».

Pujol no tenía reparo alguno con que, un año antes, su padre hubiese aparecido en el BOE en una lista de más de ochocientos ciudadanos españoles con cuentas bancarias en Suiza. Su expediente fue sobreseído por no poderse dar con él. También aparecía Moisés David Tennenbaum, el sempiterno socio, que coincidía con Florenci y el propio Jordi Pujol, éste en calidad de administrador, en el consejo del importador de diamantes García Asturiano S.A.. 

Un mes más tarde formalizó la compra de la Banca Dorca, la futura Banca Catalana, donde no pudieron figurar los dos primeros, sustituyéndolos sus esposas, y una de cuyas funciones sería blanquear las comisiones conseguidas al servicio de los algodoneros catalanes, en el mercado libre de divisas de Tánger al cambiar las pesetas de contrabando por dólares.

La redada policial en el mismo coliseo deparó una sorpresa. Uno de los detenidos llevaba en la cartera una fotografía de la bandera catalana desplegada días antes en la Sagrada Familia. Los interrogatorios y palizas en la cercana Jefatura de Policía se completaron, aquella misma madrugada, con registros domiciliarios. En casa de un detenido se encontraron copias de la octavilla. El nombre de Jordi Pujol salió a relucir esta vez y a pesar de las advertencias de sus amigos permaneció en casa.

En la madrugada del 20 al 21 se lo llevaron a él también. Las explicaciones de Pujol respecto las torturas infligidas han sido siempre confusas, dubitativas e incompletas. El agente Gregorio Martín Guijarro sostendría ante el juez que Pujol «pidió quedarse solo unos minutos y hacer examen de conciencia, así como pedir a Dios consejo para una decisión justa, acabando por confesar que efectivamente, en la imprenta de Pizón se habían confeccionado las mismas». Los agentes aseguraron que lo invitaron a desayunar en un bar próximo, pero entre los amigos de Pujol no faltaron quienes lo vieron tendido, sin poder caminar, a causa de golpes. Uno de los detenidos, el periodista Enric Bastardes, añade que le oyeron mascullar: «Ahora sí que estoy seguro que ganaremos».

Un par de días después, su padre presentó una demanda por malos tratos. El mismo abogado que la presentó, Salvador Casanovas, se entrevistaría privadamente con el fiscal del consejo de guerra a Pujol, y consiguió de forma poco creíble reducir la petición de prisión de quince a siete años. En el consejo de guerra, Pujol pronunció un discurso inhabitual bajo el franquismo. Más comprometedor todavía resulta el hecho de que, mientras se celebraba el consejo de guerra, el padre de Pujol, Florenci, se reuniera con el capitán general de la IV Región, el teniente general Pablo Martín Alonso y uno de los poco amigos de la infancia de Franco.

En enero de 1961, mientras cumplía condena y le llegaban donaciones en efectivo y alimentos de toda Cataluña, Florenci y Tennenbaum fueron procesados por tener una red de evasión de divisas, mediante remesas de 200.000 pesetas (a veces superiores) que a través de Andorra se ingresaban en cuentas suizas. El epicentro del negocio era la Casa de Cambios, situada al final de las Ramblas, de la cual ambos eran propietarios y que contaba en exclusiva con los miembros de la VI Flota norteamericana en sus visitas a la ciudad, así como con la flor y nata del Barrio Chino.

Y aún el 31 de ese mes, Marta Ferrusola escribió a la cárcel comentando a su marido que, entre los socios del laboratorio farmacéutico controlado por la familia, con presencia de Tennenbaum, se barajaba la posibilidad de rebautizar el laboratorio como Pujol. Tras dos años y medio de prisión, solicitó y obtuvo el indulto.

La octavilla contra Franco fue una profecía autocumplida."                    

(Manuel Trallero es periodista y escritor, Revista de prensa, 10/06/20; fuente: ABC,

6/2/20

Franco contaba con el apoyo de un alto porcentaje de la burguesía y las clases populares y la adhesión del carlismo vasco... en el País Vasco... la represión franquista causó 1.800 víctimas mortales en todo el País Vasco... sólo en Málaga 7.471, en Badajoz 8.914, en Sevilla 12.507... está claro a quién Franco consideraba su principal enemigo...

“No hay una relación causal entre la represión franquista tras la Guerra Civil y el nacimiento de ETA y su opción por las armas”, sostiene el historiador Gaizka Fernández Soldevilla. “De hecho, en el País Vasco, la represión franquista causó entre 1.660 y 1.800 víctimas mortales. 

Se trata de una cantidad de asesinatos muy inferior a la registrada en Málaga (7.471), Badajoz (8.914) o Sevilla (12.507), por nombrar las tres provincias más castigadas por los sublevados”, asegura el historiador bilbaíno.

 En su libro La voluntad del gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA, Gaizka Fernández desmonta el mito invocado recientemente por ETA de que Euskadi fue víctima de una limpieza étnica, idea que conecta con la tesis del ultranacionalismo vasco según la cual “España” —no el franquismo, parte de los españoles y de los vascos y catalanes, sino España—, sumó el genocidio lingüístico y cultural al militar y policial con el propósito de borrar a la nación vasca de la faz de la tierra. Para el historiador, la dictadura nunca fue un régimen ajeno al País Vasco y a Navarra. 

“Contaba con la bendición de la jerarquía eclesiástica, el apoyo de un alto porcentaje de la burguesía y las clases populares y la adhesión del carlismo vasco. No estuvo empeñada en un genocidio contra los vascos, objetivo imposible, sino en la persecución de los disidentes. Pretendió acabar con la diversidad política, identitaria, cultural y lingüística en toda España. La idea de que ETA empezó a matar por imperativo histórico es una (consoladora) falsedad”, asegura.

 Mientras los mitos nacionalistas reverdecen de la mano de propagandistas nada escrupulosos disfrazados de historiadores —se vuelve a la teoría de que las guerras carlistas fueron un enfrentamiento entre vascos y españoles y, en un ejercicio de desvergüenza intelectual, se atribuye en última instancia a los españoles la quema de San Sebastián llevada a cabo por las tropas anglo-portuguesas en 1813—, empiezan a rellenarse poco a poco las grandes zanjas de la filiación ideológica que dividen a los vascos.

 En las poblaciones pequeñas y medianas la retirada de ETA libera poco a poco caudales de relación estancados, habilita espacios de contacto antes prohibidos, pero es en las familias divididas donde la distensión restaura afectos congelados y resulta más provechosa. La normalización es una montaña menos accesible y útil ya para las generaciones maduras que tienen sus canales de relación construidos y consolidados.

 Que la espita abierta no quede cegada dependerá en buena medida de la honestidad con que se comporte el nacionalismo a la hora de interpretar lo que les ha ocurrido a los vascos, y de prefigurar el futuro común. Puede que la paz vasca no sea otra cosa que lo que ahora mismo se respira: alivio por la retirada de ETA, ganas de vivir horizontes más abiertos e interés en enterrar estas décadas, pero, como señala Gaizka Fernández, “antes de pasar página, convendría leer bien ese pasado trágico para evitar que pueda volver”.

 El nacionalismo vasco, en sus dos versiones, no tiene interés en abordar descarnadamente las razones que explicarían la persistencia de ETA a lo largo de siete lustros de democracia. No quiere interpelarse sobre su acción o omisión y en eso conecta bien con una gran mayoría social que prefiere no mirarse en el espejo del pasado.

 “Como historiador, me preocupa la versión equidistante que va a quedar de esta historia trágica que ha costado 845 víctimas mortales, un mínimo de 2.533 heridos (de ellos, 709 con gran invalidez), 15.649 amenazados (solo en el período 1968-2001) y un número desconocido de exiliados forzosos y damnificados económicamente. 

Discrepo de esa idea de reconciliación que se está difundiendo, según la cual todos somos víctimas y todos somos culpables”, indica José Antonio Pérez, autor junto al también historiador Fernando Molina de la obra El peso de la identidad. Mitos y ritos de la historia vasca. Florencio Domínguez, periodista y director de la fundación Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, observa en los planes que desarrolla la Dirección de Paz y Convivencia del Gobierno vasco cierto empeño en que se llegue a la reconciliación personal entre las víctimas de ETA y los GAL.

 “Puede que todo sea más sencillo, ahora que han desaparecido los agresores. Puede que lo que las víctimas demandan sea simplemente respeto y que no necesiten reunirse y buscar que les quieran. El problema no ha estado ni está en las víctimas, sino en sus agresores”, subraya. (...)"               (José Luis Barbería, El País, 12/04/16)