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1/3/24

El ilusorio proceso independentista ha conllevado una fuerte depresión social en Catalunya y una desconfianza social entre los diversos sectores sociales. Todo ello agudizado por un hecho innegable, el elevado activismo y esfuerzo del “procès” impulsado y dirigido desde las instituciones de gobierno de Catalunya fue en detrimento del avance y desarrollo de cualquier política económica y social, lo que ha comportado un importante retroceso en la calidad de vida de la población catalana

 "La situación en general de la sociedad catalana después de la década “procesista” es de un cierto desánimo y algo parecido al pesimismo y la tristeza. La década pasada ha dejado una fuerte huella negativa en el conjunto de una sociedad dividida y quebrada en esos años. Catalunya no se ha recuperado y arrastra la huella de la situación vivida estos últimos años.

Nada volverá a ser como antes, como mínimo por un largo tiempo. La división social fue muy profunda. El independentismo ha fracasado de una forma definitiva, aunque haya algunos que no lo acepten de forma pública. La idea de la Catalunya “un sol poble”  que fue hegemónica desde la transición y reivindicada de forma transversal ha sido enterrada por el “procesismo independentista”. Una gran parte de la sociedad y no sólo la castellanoparlante se vio agredida. Los insultos llamando “colonos” u otros epítetos formulados por los sectores más agresivos de los independentistas a las familias procedentes de la inmigración de los años 50 y 60 han comportado una profunda división en la sociedad catalana.

Es necesario recordar que en la lucha antifranquista y durante la transición una gran parte de los luchadores que reclamaban “LLibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia” procedían de la clase trabajadora emigrante. Sólo mirando las fichas de los detenidos antifranquistas en Catalunya se puede comprobar la preeminencia de apellidos no catalanes. En Catalunya quien más se movilizó por la libertad y la autonomía fueron la militancia de CCOO y del PSUC, y fundamentalmente trabajadores y estudiantes. La burguesía catalana no fue precisamente un ejemplo salvo honrosas excepciones de antifranquismo. Un ejemplo sirve de comprobación, en las primeras elecciones municipales una buena parte, principalmente fuera de las grandes ciudades, de alcaldes de la CiU “pujolista” habían sido ya alcaldes con el franquismo.

Una buena parte de la gente mayor movilizadas por los independentistas era gente que jamás había hecho nada durante el franquismo y parecía que estos años quisiera hacer su “revolución pendiente”.

En definitiva, el ilusorio proceso independentista ha conllevado una fuerte depresión social en Catalunya y una desconfianza social entre los diversos sectores sociales. Todo ello agudizado por un hecho innegable, el elevado activismo y esfuerzo del “procès” impulsado y dirigido desde las instituciones de gobierno de Catalunya fue en detrimento del avance y desarrollo de cualquier política económica y social, lo que ha comportado un importante retroceso en la calidad de vida de la población catalana.

Catalunya, que en su momento formaba parte de los llamados “Cuatro Motores para Europa”. Los Cuatro Motores era una asociación de cooperación interregional constituida el 1988 entre los territorios de Catalunya, Baden-Wurttemberg (BW), Lombardia y Ródano-Alpes (actualmente, Auvernia-Ródano-Alpes, AURA). En aquel momento los objetivos de colaboración estaban relacionados principalmente con la economía y la investigación así como con el arte y la cultura y también con la participación activa en la construcción europea. Hoy en día difícilmente podría señalarse a Catalunya en ese grupo.

Catalunya siempre fue un modelo no sólo de economía avanzada sino de modernidad en España en el siglo XX. En la actualidad Catalunya ha perdido fuelle tanto económico como cultural. El independentismo ha eliminado el cosmopolitismo reduciéndolo a un puro nacionalismo estrecho y arcaico.

En el ámbito social los gobiernos independentistas desde Artur Mas a Aragonés han comportado una reducción progresiva de los presupuestos de la Generalitat en las partidas dedicadas a Educación y Sanidad por poner un ejemplo. En el ámbito sanitario en el Presupuesto del último Gobierno Tripartito (PSC-ERC-ICV) dedicó un 35,51% del presupuesto a Sanidad y un 22,63 a Educación. Los gobiernos sucesivos fueron reduciendo el presupuesto en las partidas sociales hasta llegar al del 2022 donde dedicó a Sanidad un 23,95% ocupando el número 16 en el ranking de CCAA en lo relativo a gasto per cápita. En lo relativo a Educación su gasto presupuestario fue de un 18,58%  ocupando el puesto 11 en el ranking de las CCAA.

En lo referente al peso del sector industrial sobre el Valor Añadido Bruto podemos decir que en el año 2000 éste era en Catalunya del 26,9%, mientras que en el 2019, antes de la pandemia había descendido al 19,3%.  En referencia a la aportación al PIB del Estado, mientras que en el 2008 Catalunya aportó el 18,42% y Madrid el 17,74%, en el 2022 Catalunya con el 16,41% de población ha aportado el 19,01% del PIB siendo superada por Madrid que con el 14,22% de población ha aportado el 19,44%.

Asimismo los sucesivos gobiernos independentistas de la Generalitat han sido incapaces de plantear propuestas necesarias de futuro que situaran a Catalunya al frente de alguna de las transformaciones que la sociedad precisa. Dos ejemplos, el primero el relativo al impulso de las energías renovables, en el que Catalunya es la comunidad más atrasada en la implantación de dichas energías, tan solo un 15% de la energía es renovable frente al objetivo de alcanzar el 30%, mientras en el conjunto de España las energías renovables se sitúan en el 50%.. El segundo ejemplo que está de actualidad por la sequía, la falta de desalinizadoras. En la actualidad sólo hay dos en Catalunya, la más reciente fue obra del Gobierno Tripartito de Izquierdas, la del Llobregat que se inauguró en julio del 2009. Esta instalación puede dar servicio a 4,5 millones de habitantes y produce hasta 60 hm3/año de agua Desde entonces no se ha hecho nada más. La otra desalinizadora la del Tordera, de menor capacidad,  está fuera de circulación y ahora se pretende construir otra de  mayor capacidad pero con el problema de la falta de capacidad en el territorio de la energía eléctrica precisa para su funcionamiento.

No hay duda que el “procès” ha afectado negativamente tanto económica como socialmente a Catalunya. Hemos de recordar la fuga de empresas catalanas que deslocalizaron su sede social a otras partes del Estado. En total más 8.700 empresas deslocalizaron su sede fuera del conjunto de Catalunya.

Toda aquella aventura llevada a cabo por políticos que eran conscientes de que todo era una aventura ilegal e imposible, que engañaron a buena parte de la población haciéndoles creer que era posible, la proclamación de independencia duró unos escasos segundos el 27 de octubre de 2017, hasta su suspensión por el propio President de la Generalitat. Todo fue una farsa teatral indigna.

Posteriormente se produjeron hechos de todo tipo desde  la huida de Puigdemont al extranjero, la suspensión de la Autonomía de Catalunya por parte del Gobierno del PP y la intervención de la Generalitat. En las posteriores elecciones autonómicas las fuerzas independentistas volvieron a revalidar su exigua mayoría. Después de la condena por el Tribunal Supremo de dirigentes independentistas y su encierro en prisión, siguieron años de algaradas de todo tipo con importantes disturbios por el conjunto del país, con cortes de carretera, boicot de redes ferroviarias, ocupación del Aeropuerto de Barcelona, todo ello estimulado por el propio Govern y sus medios de comunicación públicos y privados afines. Finalmente llegó el inicio de la descompresión del “souffle” catalán con el indulto por parte del Gobierno de Sánchez como punto final a una etapa política desgraciada.

Y ahora nos encontramos con una sociedad catalana refractaria, dividida, con agravios de todo tipo dentro de la propia sociedad, y con poca adhesión al que- hacer político. Y con un profundo y pesimista sentimiento en el conjunto de la sociedad en todas sus variantes. La actual política catalana no resiste un análisis de calidad. Todos los partidos y sus políticas no provocan grandes motivaciones, ni por parte del independentismo con su sentimiento de derrota, ni en la otra parte de la sociedad no independentista que ha perdido su confianza en lo que comporta la creencia en una superación social del tiempo vivido de forma traumática. (...)"                 (Manel García Biel  , Nueva Tribuna.es, 29 de febrero de 2024)

17/10/23

Ya no da vergüenza sentirse español en Barcelona... el constitucionalismo, incluso el españolismo, ha salido del armario

 "Hace años era impensable ver banderas españolas en Barcelona más allá de edificios oficiales. La primera vez que proliferaron en público fue cuando la Selección ganó la medalla de oro en Barcelona 92. Por cierto, con Pep Guardiola en el equipo. Pero el proceso ha hecho que el constitucionalismo, incluso el españolismo, haya salido del armario."         (Xavier Rius, e-notícies, 13/10/23)

31/10/22

Así dañó el ‘procés’ la convivencia... el procés ha supuesto un ascenso de la aversión hacia la política y, al mismo tiempo, un sensible aumento de la polarización, e incluso del “rechazo visceral”, entre partidarios y opuestos a la independencia

 "Casi nadie discute que el proceso independentista ha dejado profundas heridas emocionales en la sociedad catalana. La cuestión es en qué medida y en qué aspectos concretos ha crecido la polarización afectiva en Catalunya. Es decir, cómo han evolucionado los sentimientos de simpatía y rechazo entre los catalanes y qué otros efectos ha tenido el proceso iniciado hace ahora una década. Un estudio del ICPS, realizado por la profesora del departamento de Ciencia Política de la UAB Lucía Medina, revela que el procés ha supuesto un ascenso de la aversión hacia la política y, al mismo tiempo, un sensible aumento de la polarización –e incluso del “rechazo visceral”– entre partidarios y opuestos a la independencia.

Sin embargo, el estudio –elaborado a partir de la explotación de los sondeos del ICPS entre 1995 y el 2021– detecta otros fenómenos igual de inquietantes. Por ejemplo, “la irrupción de la cuestión independentista derivó en un aumento y politización de las diferencias en torno a la identidad” de los ciudadanos. Y, sobre todo, el “clima de alta polarización afectiva” impactó “más negativamente en las personas emocionalmente moderadas” y con “un vínculo emocional más tibio hacia los diferentes partidos”. Esa deriva –que “las personas menos polarizadas” acaben desarrollando “sentimientos más negativos” hacia la política en un clima de conflicto– dibuja la posibilidad de un deterioro gradual de la convivencia democrática, la gobernabilidad o la legitimidad institucional.

Inquietante paradoja: el clima de conflicto radicalizó en mayor grado a los moderados emocionales

En este sentido, “el interés hacia la política” fue inicialmente un sentimiento dominante entre los distintos grupos de votantes catalanes. Entre el 2003 y el 2004, por ejemplo, alcanzaba a un 37% y se mantuvo por encima del 25% durante una década. Pero “no aumentó durante el procés ” y, a partir del 2016 –“cuando se constatan las dificultades del reto soberanista”–, ese interés “inicia una tendencia descendente”. En paralelo al declive del interés por la política, “la desconfianza, la irritación y la indiferencia son las emociones” que más crecen. Por ejemplo, la desconfianza pasó de alcanzar a un 12,4% de los votantes en el 2008 a más del 28% en el 2013, y a rozar el 34% en el 2018.

Este ascenso de los sentimientos negativos hacia la política afectó inicialmente en mayor medida a los electores opuestos a la independencia, y parecía ir ligado tanto a la gran recesión que estalló en el 2008 como a la propia radicalización del proceso soberanista. En cambio, entre los simpatizantes independentistas “el dominio de los sentimientos positivos hacia la política” se prolongó más tiempo y solo empezó a declinar en beneficio de las percepciones negativas después de la frustrada tentativa de declaración de independencia, en el 2017. Aun así, el balance de los sentimientos negativos hacia la política continúa siendo mayor entre los opuestos a la secesión. De hecho, entre los partidarios de la independencia “el porcentaje de personas que expresan sentimientos positivos es diez puntos superior”.

Los jóvenes han sido los menos propensos a la polarización, y los mayores, los más proclives al radicalismo

En cuanto al “creciente distanciamiento entre simpatizantes de partidos favorables y contrarios a la independencia”, como un factor del aumento de la polarización política, el estudio confirma que “coincide con el arranque del procés en el 2012 y llega a su punto álgido en el 2016”, cuando alcanza la máxima puntuación. Es decir, al “situar la cuestión territorial en el centro de la disputa”, se produce un endurecimiento de las posturas a favor o en contra de la secesión.

En este sentido, los indicadores de los sucesivos sondeos revelan que “el gran incremento” que registra el sesgo afectivo de los independentistas como bloque a partir del 2012 demostraría que esa “escalada no se produjo a raíz de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, sino que tuvo su origen en el giro independentista de CiU” y en las estrategias de “otros actores políticos influyentes”. A ello habría que añadir que la polarización afectiva entre bloques llega a su punto máximo en el 2017 y que el nivel de “polarización entre bloques de los independentistas es siempre mayor que el de los no independentistas”. Estos últimos están mucho más divididos sobre el estatus de Catalunya en España y también ideológicamente, y solo “se polarizan intensamente en el 2017”, cuando la amenaza de la independencia “se hizo efectiva”.

La radicalización crece entre aquellos que se ubican en la derecha, apoyan la secesión o se creen solo españoles o catalanes

Finalmente, y en lo relativo a la “polarización afectiva individual” durante el procés , el “sesgo es especialmente elevado” entre las personas “que se sienten únicamente catalanas”, entre las que se consideran “solo o predominantemente españolas”, entre aquellas “que se ubican en la derecha” (los seguidores del PP y Ciudadanos) y “entre los partidarios de la independencia”. Asimismo, el “sesgo afectivo es menor entre los jóvenes y mayor entre los adultos y sobre todo, entre los más mayores”.               (Carles Castro , La Vanguardia,  30/10/22)

1/6/22

Josep Maria Fradera, historiador: estamos pagando los platos rotos de más de dos décadas de pujolismo, un régimen basado en el nacionalismo como cultura y la inmoralidad como práctica de gobierno. Los resultados han sido nefastos... El fruto más problemático del procés es haber fabricado una fractura interna entre catalanes que dificulta que se haga política de verdad, exigir responsabilidades a alguien o por alguna cosa. Siempre se tiene a punto una coartada... y es que el procés pulveriza la dinámica de inclusión marginando a la mitad del país como poco. De hecho, ese era el gran y triste objetivo de una operación tan torpe... hasta que la confianza social no vuelva a constituir el fundamento de la sociedad civil no existe posibilidad de hacer política de verdad, de plantear una vía de progreso real... la política catalana de los últimos años ha tenido una fase del todo narcisista en la medida en que se reivindica sin conciliarse con la realidad... los actores políticos catalanes están acabados del todo. El nacionalismo exhibido una y otra vez de forma retórica tiene un efecto corrosivo sobre la sociedad... Quien inició el proceso unilateral, quien se empeñó en presentar una consulta a los suyos como un referéndum que nos vinculaba a todos, tiene unas responsabilidades inmensas. En consecuencia, deberá pedir excusas sinceras y creíbles

 "(...) Acercándonos más a la actualidad, ¿cómo valora la situación política catalana en esta fase final del procés?

Los historiadores tenemos poco que decir sobre los embrollos actuales. Tenemos razón cuando pedimos una imagen más compleja, menos simplificada e ideologizada del pasado remoto o inmediato. La historiografía catalana actual no puede lanzar la primera piedra. Antes mitificó el pasado medieval pensándolo como una sociedad ordenada e independiente, todo falso; ahora ha añadido la idea de una lucha constante contra el poder monárquico, una ilusión tan fuera de lugar como la anterior. La única forma de obtener la visión más compleja que pedimos es midiendo y comparando con realidades próximas en Europa y en el mundo. Afortunadamente, la historiografía internacional va en esa dirección.

Volviendo a los problemas del presente, parece obvia una primera conclusión: estamos pagando los platos rotos de más de dos décadas de pujolismo, un régimen basado en el nacionalismo como cultura y la inmoralidad como práctica de gobierno. Los resultados han sido nefastos. Es notorio ahora mismo. Como ciudadanos, tenemos la obligación de intentar modificar esta dinámica de futuro, se lo debemos a las generaciones venideras. El fruto más problemático del procés es haber fabricado una fractura interna entre catalanes que dificulta que se haga política de verdad, exigir responsabilidades a alguien o por alguna cosa. Siempre se tiene a punto una coartada. Esta era, de hecho, la motivación de una empresa desmesurada, tener dos gobiernos funcionando uno junto a otro, uno para administrar y el otro para preparar una insurrección de estar por casa. Nadie con un dedo de frente podía creer que entre España y Francia, dentro de la UE, se podía hacer de irlandés de 1916.

Al final del franquismo, una sociedad catalana seriamente movilizada pudo encontrar la manera de plantear un consenso estilo lib-lab (liberalismo y laborismo). Es decir: construir un sistema político que respetase las libertades democráticas y pusiese en marcha políticas de mejora de las condiciones de vida de las clases populares. Han hecho políticas de este estilo tanto Pujol como Maragall, cada uno a su manera, con deficiencias de sobra conocidas y que no podemos excusar. El franquismo se agotaba y las fuerzas antifranquistas estaban dispuestas a entenderse con otras que en Cataluña habían contemporizado o colaborado con la Dictadura, anteponiendo este consenso como la única solución viable.

Esto lo protagonizan el mundo en torno a Jordi Pujol y las izquierdas, al menos hasta final de siglo. Sin excluirse mutuamente –y aún menos excluir a sectores de la ciudadanía–, con un acuerdo de mínimos de fondo, a menudo con reparto de áreas de influencia, de una moralidad dudosa y falta de visión. El procés pulveriza esta dinámica de inclusión, pacto y poca vigilancia, marginando a la mitad del país como poco. De hecho, ese era el gran y triste objetivo de una operación tan torpe. Hasta que la confianza social no vuelva a constituir el fundamento de la sociedad civil no existe posibilidad de hacer política de verdad, de plantear una vía de progreso real. La sociedad catalana no podrá reconstruir los consensos más básicos mirándose el ombligo. Sería de un solipsismo aterrador y suicida. Hay motivos para temer los riesgos que supondría este lamento.

En los últimos treinta años se han producido dos cambios globales sin cuya comprensión afinada no podremos volver a ocuparnos de la realidad. Uno es la consolidación de la Unión Europea, el área de soberanía en la que estamos insertos catalanes y españoles. La soberanía, hoy, ya no reside ni en la nación (nunca fue así) ni en el estado-nación que había sido España, sino que reside en la Unión Europea y es con esta con quien se debe negociar y planificar el futuro. Ya era así hace veinte años, pero la pandemia y la eclosión de nuevas tecnologías lo han puesto de manifiesto de manera contundente. Del mismo modo que ha puesto de manifiesto que el reto más importante que tenemos ahora es el de un equilibrio posible entre las actividades humanas y el mundo en el que vivimos.

Una competición nacionalista no parece el mejor camino para hacer frente a un desafío global de estas dimensiones. Por lo tanto, los catalanes no podrán abordar ninguna de las cuestiones decisivas de nuestros días al margen del resto de los españoles y de los europeos. Toda negociación –la política tout court— tendrá lugar dentro de la Unión Europea, de los organismos internacionales, y atendiendo a las imposiciones de los grandes poderes emergentes, nos guste o no. I es aquí donde debemos reforzarnos y hacer «política fina», como habría dicho el general Prim. Por lo tanto, es perentorio que se restablezca la confianza interna en casa, entre ésta y la española, y de ambas con Europa. Costaría mucho convencer a alguien de que la política catalana de los últimos años es digna de confianza, sea cual sea la idea que se tenga del trato recibido por parte del Estado central. Salir de prisión diciendo «lo volveremos a hacer» no parece lo más inteligente.

Además, la idea de que podemos encontrar una solución propia a los retos que se nos plantean es poco más que una distracción para críos. Esta solución propia ya no existe. Las fuerzas y los actores sociales y económicos reales que ahora empujan hacia la recomposición del orden mundial no existían hace veinticinco años. La economía digital, las empresas situadas en primera fila, han hecho que las condiciones de trabajo hayan mutado de una manera tan sustancial que nos habría resultado difícil de creer unas décadas atrás. Una vez más ha sido un virus maligno el que ha puesto esto en evidencia. Este choque afectará duramente al mercado de trabajo, provocará cambios drásticos que persistirán de forma destructiva durante mucho tiempo.

Para muchos sectores sociales (jóvenes, inmigrantes, gente con bajo nivel educativo) el cambio tecnológico y social supondrá una experiencia dura y negativa. El mundo del trabajo manual tal como lo conocíamos está desapareciendo. No quiero decir que no haya trabajo manual sino que éste se mueve en una condiciones cada vez más infames en todas partes, con exigencias e índices de paro aterradores. Hay sectores de la población que viven con salarios muy bajos mientras observan cómo, muy cerca, otros disfrutan de unas condiciones muy favorables.

En 1845, un joven conservador, Benjamin Disraeli, publicó una novela, Sybil, or Two Nations. Era el mismo año en que Engels publicaba su estudio sobre las condiciones de vida de la clase obrera fabril. Ambos se referían a una Inglaterra partida en dos sociedades y dos formas de vida. En parte, y salvando todas las distancias, estamos en las mismas. Cambio social y condiciones de vida han sido los grandes temas de los historiadores del siglo XX. ¿Hay que hacer una historia más tradicional y más distraída, obritas de entretenimiento y biografías de grandes personajes? No lo creo.

 Vuelvo a la idea de fondo: sin reconstruir los vínculos internos que unen a la sociedad catalana será imposible entender y explicarnos lo que sucede en toda su magnitud, dar una respuesta de la altura que merece y conviene. La generación que sube, aquella que se ha formado de una manera lo bastante sólida en los últimos veinte años, ha de encontrar un espacio para reflexionar y negociar sobre estos temas para poder aportar soluciones. Por eso hay que desplazar a quien ha gobernado (o consentido que gobiernen) en las últimas décadas. Lo mínimo que podrían (podríamos) hacer es no molestar.

 Es un juicio bastante duro y sitúa el debate político catalán de los últimos años en el terreno de la frivolidad.

Ciertamente, la política catalana de los últimos años ha tenido una fase del todo narcisista en la medida en que se reivindica sin conciliarse con la realidad. Y la realidad es que el peso de la economía catalana se basa en el sector automovilístico (aquella SEAT iniciativa del INI), en el negocio farmacéutico y médico, en una industria de nuevas tecnologías que no acaba de asentarse del todo y en el negocio inmobiliario y el complejo ocio/turismo. Todo ello tiene un punto de fragilidad, puntos muy volátiles. Una economía con grietas que habrá que soldar para evitar que las nuevas generaciones tengan que buscarse la vida demasiado a menudo en otros lugares mientras muchos compatriotas viven en unas condiciones de misera que deberían avergonzarnos. La España vaciada es una especie de premonición de lo que puede pasar en otros sitios. Por suerte, como recuerda Andreu Missé, el impacto de la política local sobre la economía pasa por muchos filtros antes de ser percibida de forma irreparable, sobre todo cuando se trata de una región industrial que trabaja más sobre el mercado español como única dimensión posible.

 ¿De quién es la responsabilidad?

En realidad se tiende a sugerir que el problema es de la política española, de la política que se hace en Madrid (metáfora muy socorrida porque nos separan dos larguísimas horas de AVE). Lo que se esconde es que desde aquí se ha contribuido firmemente a este colapso político. ¿Qué se podía esperar de un nacionalismo retórico e hiperbólico, de lo que se ha hecho aquí en los últimos años? ¿No era acaso previsible que de unas pretensiones tan desaforadas surgiera otro simétrico en el resto del país? ¿Quién empezó? Otra pregunta meramente retórica, de respuesta imposible.

Ambos nacionalismos son repugnantes, no se puede decir de otra manera. Ambos constituyen formas de narcisismo, de ofuscación, para ocultar frustraciones e incapacidades. Si queremos salir de este agujero habrá que ser realistas, estudiar más, investigar más –muchos ya lo hacen–, intentando salvar una instalación industrial que ha de ser competitiva, estar presentes en las instituciones de la Unión Europea e intentando que éstas puedan competir en un mundo globalizado, como siempre ha sido. EL campeonato de patriotismo, de republicanismo cívico, debería comenzar por dar respuesta a estas demandas y, después, picando piedra donde haga falta.

Si la política se halla en una fase narcisista y la sociedad está rota, ¿quiénes son entonces los actores que pueden levantar cabeza y competir aquí, en Cataluña, en este momento?

Los historiadores no tenemos respuestas a esto. Soy muy pesimista: los actores políticos catalanes están acabados del todo. El nacionalismo exhibido una y otra vez de forma retórica tiene un efecto corrosivo sobre la sociedad. La derecha catalana no ha dejado ni una miga de pan a los herederos. El socialismo catalán hace mucho que no presenta un programa que no remita a la mera continuidad, a tratar de evitar un estropicio. De la extrema izquierda, sea o no «independentista», no se puede esperar mucho, deslumbrada como está entre la ilusión de un contenedor en llamas y unas políticas sociales que comportan gasto sin que se nos diga nunca cómo se generarán los correspondientes ingresos.

Los demás actores, las instituciones de la sociedad civil, tampoco pasan por un buen momento, podridas como están por las subvenciones y un mecenazgo abusivo, sea de la Generalitat o de la Diputación de Barcelona, me da lo mismo. Un programa significa devolver a la gente la confianza en unas instituciones que la representan, comunicar a la ciudadanía que tenemos obligaciones urgentes después de una década perdida. Un programa de reanudación basado en la confianza no lo puede ofrecer en exclusiva nadie, es una tarea que compete a una sociedad civil que pueda liberarse finalmente de tanta autocensura, de tanta broma fácil sobre los méritos propios y los deméritos ajenos. Sin este esfuerzo de recomposición no hay solución posible.

Quien inició el proceso unilateral, quien se empeñó en presentar una consulta a los suyos como un referéndum que nos vinculaba a todos, tiene unas responsabilidades inmensas. En consecuencia, deberá pedir excusas sinceras y creíbles. Dicho lo cual, es demasiado simple pensar que el gran problema se pueda solucionar gracias a una mesa de dos gobiernos, dos gobiernos que han sido incapaces hasta ahora de hacer algo positivo. A esta mesa deberíamos poder sentarnos todos, los que están en las instituciones y quienes estamos fuera de ellas, los que creyeron en la inmediata locura y quienes fuimos excluidos de la misma. Un trabajo de entendimiento y debate será ciertamente más arduo que convocar elecciones. Pero para que todo ello sea posible y plausible se deberán reconstruir los lazos de confianza entre sociedad política.

Merece la pena mirar atrás otra vez. La intangibilidad de confianza existió al final del franquismo, cuando el régimen fue vaciado hasta quedar como un caparazón de tortuga, sin sustancia. El llamado «régimen del 78» tomó forma mucho antes de la muerte del dictador y desembocó finalmente en una constitución democrática que pagó el precio de las debilidades de unos y otros. Nos ha tocado aprender que todos los sistemas políticos deben renovarse. La reforma de la judicatura y la ecuanimidad y criterio en el reparto de los fondos europeos serán pruebas decisivas de la voluntad de mejora. Ahora bien, la sociedad y quienes dicen representarla también deberán renovarse. Y lo primero que hay que hacer –si se quiere ir en esta dirección, claro está— es saber cuáles son las reglas del juego, por poco que gusten. En esto último los catalanes tienen mucho trabajo por delante. De entrada, bajar de la parra.

Y es que, si en 1975 se tuvo la idea de que todos debíamos ponernos de acuerdo en torno a un mínimo común denominador ¿no lo podemos hacer ahora? Tampoco entonces se intentó nada particularmente ingenioso: el lib-lab del que hablábamos antes. No hace falta ver series televisivas para entenderlo, basta con leer algún buen libro de historia para saber que este continente estuvo a punto de hundirse, que se salvó cuando entendió que la viabilidad de la democracia dependía de favorecer la igualdad y el bienestar social. No supo hacer partícipes de ello a otros pueblos del mundo y esta es una factura que todavía estamos pagando.

Recuperar estas cuestiones de las que hemos hablado y ser realista es la única manera de salir del agujero en el que hemos caído por méritos propios y gracias a una extraña forma de ayuda externa. Ahora bien, yo soy historiador, no dispongo de fórmulas ni puedo ofrecerlas para los problemas del presente. Podemos ayudar a identificarlos, ver cómo algunos evolucionaron a largo plazo, compararlos con los que se plantearon en otros lugares, facilitando así la labor a otras ciencias sociales. Es bastante. Ahora bien, las soluciones a los problemas actuales dependen de todos, de la imaginación colectiva."

 (Entrevista al historiador Josep Maria Fradera, 

8/2/22

Esto lo dice... ¡Un profesor de derecho constitucional! : “Es necesario asumir que si se hace efectiva la República habrá gente que no querrá asumir la nacionalidad catalana. No entiendo por qué es necesario tener en consideración el parecer de este grupo"... pues vaya con el respeto a las supuestas minorias... puro fascismo

"(...) Traduzco el insultante (e incluso chulesco) comentario de Héctor López Bofill (profesor de derecho constitucional de la UPF, poeta, concejal de JuntsxCat en Altafulla, Tarragona):

“Es necesario asumir que si se hace efectiva la República habrá gente que no querrá asumir la nacionalidad catalana. No entiendo por qué es necesario tener en consideración el parecer de este grupo una vez se ha demostrado reiteradamente que son minoría y que rechazan participar en el proyecto colectivo”.

¡Un profesor de derecho constitucional -¡constitucional!- menosprecia abiertamente a la ciudadanía constitucionalista o no nacional-secesionista de .Cat! ¿Se ha demostrado, esta es la palabra que usa, que somos minoría? ¿Y qué pasaría y justificaría si lo fuéramos (aunque no lo somos)? ¿El proyecto secesionista -”proyecto colectivo” (?)- es un proyecto de todos como deja a entrever HLB? (...)"                                (Salvador López Arnal, blog, 26/11/21)

26/10/21

Las demandas y consideraciones de un ciudadano no nacionalista de Cataluña, y/o charnego... Que no se nos sitúe en la penumbra. No somos ni queremos ser invisibles. Que la izquierda española (también la catalana) no nos ubique, como suele hacer, en el campo de la reacción o del españolismo rancio... que queremos ser ciudadanos/as trabajadores con todos nuestros derechos... hermanados con el resto de trabajadores españoles. No admitiremos ser ciudadanos de segunda o tercera clase

"(...) Las demandas y consideraciones de un ciudadano no nacionalista de Cataluña podían ser estas (con brevedad, las vacaciones se aproximan):

1. Que nuestro Ser (cívico), el de los ciudadanos no nacionalistas, no es la Nada.

2. Que no se nos sitúe en la penumbra. No somos ni queremos ser invisibles.

3. Que no se nos arroje de nuevo, como en septiembre y octubre de 2017, fuera del ágora política.

4. Que la izquierda española (también la catalana) no nos ubique, como suele hacer, en el campo de la reacción o del españolismo rancio.

5. Que se nos considere parte sustantiva de la ciudadanía de Cataluña. Nada de “altres catalans” o formulaciones afines (a las que no negamos, en algunos casos, buena intención).

6. Que los medios públicos.Cat no sean lo que son: instrumentos ininterrumpidos de intoxicación nacional-secesionista que forman y deforman la conciencia y opinión de millones de ciudadanos.

7. Que los escándalos sean eso, escándalos. Por ejemplo, que TV3 promocione una escuela militar de verano vinculada al secesionismo (https://www.eltriangle.eu/es/2021/07/06/tv3-promociona-una-escuela-militar-de-verano-vinculada-al-independentismo/) o que las multas y responsabilidades civiles relacionadas con una actividad delictiva (el “procés” por ejemplo) corran a cargo de una administración pública (Joaquim Coll: “Huele a corrupción, o como a mínimo a fraude de ley. No puede ser que una administración cree un fondo para pagar en último término las fianzas de sus propias autoridades acusadas de malversación.”).

8. Que el castellano (uno de nuestras lenguas, no nuestra lengua en singular) no sea considerado lengua de unas bestias con rostro humano, lengua impropia de Cataluña, lengua de colonizadores [1]

9. Que las ficciones, y finalidades y deseos interesados, no se confundan con lecciones “indiscutibles” de Historia, y que la estrellada no sea considerada bandera de Cataluña, sino símbolo (marcadamente excluyente) del sector nacional-secesionista.

10. Que las corruptelas y enchufes sean considerados como tales, como corruptelas y enchufes, y no como “prácticas de país”. ¡Que el gobierno de la Generalitat deje de estar al servicio excluyente “de los suyos”!

11. Que los cuentos y mentiras (¡España nos roba!) sean considerados lo que son, cuentos y mentiras. Cataluña ha recibido 10.789,08 millones (38,97% del total) de los 27.687,37 millones que el gobierno de España ha asignado este año con cargo al Fondo de Financiación. Segundo lugar: la Comunidad Valenciana: 6.885,34, 24,81%; tercer lugar: Andalucía: 2.979,33 millones (menos de la tercera parte de Cataluña).

12. Que nadie use nunca jamás más la expresión honorable president Pujol o gran home d’Estat o de país para referirse al capo de la gran famiglia [2].

13. Que la ideología nacionalista sea vista tal cual es: como una ideología que amplía diferencias interesadamente y separa ciudadanos y pueblos en beneficio de sectores privilegiados que aspiran a serlo más aún.

14. Que la educación en Cataluña, punto esencial de su programa a medio y largo plazo, no sea un medio de adoctrinamiento nacionalista.

15. Que no es ninguna aspiración socialmente justa ni abono para ningún sendero emancipatorio soñar con vivir en una Andorra a lo grande.

16. Que las amistades del mundo nacional-secesionista con Israel sean consideradas como lo que son, amistades muy peligrosas con uno de los Estados criminales del mundo.

17. Que lo esencial para nosotros siga estando en el puesto de mando: igualdad, libertad, solidaridad, fraternidad, apoyo mutuo, máxima preocupación por los más vulnerables y ¡que sigamos estando hermanados al resto de trabajadores españoles!

18. Que todos deberíamos ser conscientes que la exclusión, el supremacismo y la hispanofobia no son, no pueden ser señales de ningún movimiento emancipador, que el procesismo es otra cosa.

19. Que nunca hemos sido colonizadores de nada, y que hay que plantar cara cuando la ocasión lo exige. ¡Y nos lo exige!

20. Que no es falsa demagogia, sino realidad al desnudo, lo que cuenta María Jesús Cañizares en este artículo: “Sin dinero para la sanidad, solo para rescatar independentistas” [3] “Solo un dato: los planes de refuerzo de la asistencia primaria sanitaria en verano cuestan unos cinco millones de euros. Es decir, la mitad del fondo creado por el Govern. Pero el consejero de Salud, Josep Maria Argimon, asegura que “tenemos las manos que tenemos, no podemos contratar más personal porque no hay. Si no tenemos más financiación, el sistema petará”.

En síntesis: que queremos ser ciudadanos/as trabajadores con todos nuestros derechos, con todas nuestras aspiraciones, hermanados con el resto de trabajadores españoles. No admitiremos ser ciudadanos de segunda o tercera clase. (...)"       (Salvador López-Arnal, blog, 08/07/21)

14/9/21

La resaca del 'procés'. El 'procés' está moribundo pero ha dejado profundas fracturas en la sociedad catalana.... En Catalunya se ha roto el sueño de una sociedad unida... La ruptura social producida por el “procés” continúa en el interior de la ciudadanía de Catalunya. Los independentistas hoy en su gran mayoría están frustrados, confundidos y con un sentimiento de derrota, incomprensión, pesimismo y tristeza hacia la situación actual... la ciudadanía no independentista, al margen de una sensación de liberación, continúa manteniéndo una desconfianza hacia los actuales gobernantes de Catalunya que solo les han provocado sentimientos de miedo y de discriminación al pretender situarlos fuera de una supuesta “catalanidad”...

 "No hay duda de que el denominado “procés” está en caída libre. Lo que lo hace más evidente es el cambio en el paisaje urbano con la desaparición del 90% de la simbología independentista de las fachadas y las calles. 

Lo cual es aún más evidente en los edificios públicos del Gobierno de la Generalitat, de los balcones y ventanas de todos los edificios de los departamentos gubernamentales han desaparecidos los lazos amarillos y otros elementos que, de forma antidemocrática, pretendían patrimonializar para un sector los edificios públicos.

La oleada independentista dirigida e impulsada desde las instituciones de la Generalitat y sus medios públicos o subvencionados ha iniciado un declive imparable. ¡Sí, la utopía que se había prometido no era posible!

El panorama social de Cataluña no ha recuperado la normalidad, a pesar de las apariencias. La ruptura social producida por el “procés” continúa en el interior de la ciudadanía de Catalunya. Los independentistas hoy en su gran mayoría están frustrados, confundidos y con un sentimiento de derrota, incomprensión, pesimismo y tristeza hacia la situación actual. No se explican qué ha pasado con las promesas que se les hacían de una independencia a tocar con los dedos hasta la situación actual. Los dirigentes independentistas de todos los colores no han dado ninguna explicación, solo palabras vagas y promesas no creíbles. 

Ninguno ha dado una explicación al fracaso de un aventurismo que no podía llevar en ninguna parte. Ninguna explicación de un engaño colectivo por parte de sus responsables. Ninguna explicación de las razones de una ficción en la que creyó una parte del país. Tampoco ninguna explicación de las consecuencias negativas que para la sociedad catalana ha tenido esta “aventura” en términos de degradación de la convivencia, de regresión en el autogobierno y en la cultura democrática. Sin hablar de las consecuencias económicas, de deterioro de los servicios públicos y de todo un espacio de tiempo de mal gobierno por no decir de desgobierno.

Por parte de la ciudadanía no independentista, al margen de una sensación de liberación, continúa manteniéndose una desconfianza hacia los actuales gobernantes de Catalunya que solo les han provocado sentimientos de miedo y de discriminación al pretender situarlos fuera de una supuesta “catalanidad”. Desgraciadamente esta situación provocará durante un buen periodo tiempo cierta indiferencia cuando no alejamiento, en mayor o menor grado, respecto a las instituciones de autogobierno y de los símbolos que fueron de todos antaño.

En Catalunya se ha roto el sueño de una sociedad unida. En estos momentos no hay el sentimiento de “un solo pueblo” ni de “las luchas compartidas” vivido durante la lucha por la transición democrática en Cataluña dirigida e impulsada bajo la dirección de la izquierda y la hegemonía del PSUC y la Asamblea de Cataluña.

 Los políticos independentistas, todos ellos, han impulsado el fraccionamiento social entre los “catalanes de verdad” es decir los independentistas y el resto, excluidos del “paraíso independentista”, e incluso denominados despectivamente a veces como “colonos”, herederos muchos de ellos de la inmigración que tanto luchó por la recuperación de la democracia y de la cultura, la lengua catalana y el autogobierno de Catalunya.

Después de todos aquellos afanes ahora han sido insultados cuando no injuriados por aquellos que sin ninguna razón ni vergüenza han querido apropiarse del derecho a decidir quién era o no catalán.

El “procés” por suerte está moribundo pero ha deja profundas fracturas en la sociedad catalana. Y esta situación tiene unos responsables que ahora intentan pasar página sin afrontar su responsabilidad frente a toda una población, una parte de la cual les ha creído y está ahora desconcertada o confundida mientras la otra parte que ha sido ofendida y discriminada precisa de una reparación.

Sería necesaria una profunda catarsis para intentar superarlo. Haría falta que los responsables de este periodo, negativo para el conjunto de la sociedad catalana, fueran capaces de hacer una autocrítica y dar una explicación tanto a los que los siguieron en el “espejismo” de la independencia como a los que se sintieron agraviados. Sería precisa y necesaria esta explicación pero parece que eso será imposible.

Hoy la ruptura dentro del mundo independentista es múltiple, la división entre las diferentes corrientes se hace evidente no solo entre partidos sino dentro de los partidos. Y esto les impide hacer el necesario “mea culpa” y aceptar los errores cometidos. Aceptar y decir al conjunto de la sociedad catalana que actualmente ni a nivel de Catalunya, ni de España ni en el marco europeo la independencia era posible. En Catalunya el proceso ha comportado división social interna que no ha hecho más que debilitar el sentimiento de pertenencia de buena parte de la sociedad catalana.

 En el ámbito del Estado se ha demostrado la incapacidad de confrontar con éxito el enfrentamiento institucional. En el ámbito de la Unión Europea se ha demostrado que no había ningún apoyo a la independencia ni ningún posible reconocimiento por parte de ningún estado miembro. La Unión Europea no cree que el derecho de autodeterminación se pueda aplicar en sus Estados miembros puesto que no hay colonias en su interior y existen legalidades democráticas para resolver las diferencias.

 La división del movimiento independentista les impide explicar su error estratégico a sus seguidores por miedo a perder su apoyo electoral. Unos simulan que todo está normalizado y dibujan vías de diálogo con el Gobierno central. Otros pretenden que ellos siguen igual pero sin ninguna propuesta antagónica por miedo a perder sus cargos en al aparato del gobierno de Catalunya. Pero a pesar de lo que puedan decir la realidad es muy clara: ha sido una aventura con graves costes. La propia marcha de la familia de Puigdemont a Bruselas denota que la aventura se ha acabado. 

Y ahora cada cual trata de resituarse sin que se vea demasiado su cambio de posición. Quizás este sea el camino más realista y posible aunque no sea el más ético. Los presos están en la calle indultados pero muchos de quienes les creyeron deberán afrontar multas u otras consecuencias por hacerles caso. Y todo sin ninguna explicación y sin ningún remordimiento.

Quizás el paso del tiempo será el mejor camino para acabar con una falsa ilusión que se inculcó y consiguió engañar a mucha gente que la secundó.

Porque lo que ha provocado el llamado “procés” han sido hechos muy graves y que quizás sólo con el paso del tiempo se consiga superar. Recordemos que el 6 y 7 de septiembre del 2017 el Parlament de Catalunya vulneró la legalidad democrática aprobando unas leyes ilegales. Que el 1 de Octubre se realizó un falso Referéndum de independencia sin las mínimas garantías ni legales ni democráticas. Que después se aprobó por el Parlament una Declaración de Independencia que duró 8 segundos. 

Que posteriormente unos políticos fueron encarcelados por sus actos ilegales y no como se ha querido vender por sus ideas. Que un President de la Generalitat huyó, no se exilió, para no hacer frente a sus responsabilidades en todos estos hechos. Hemos tenido que soportar que se quisiera confrontar un supuesto valor insustituible del voto, de cualquier forma de voto, como fórmula suprema de legitimidad frente al valor del respeto a la legalidad democrática.

Durante casi una década en Cataluña se ha vivido en una falsa realidad donde se han priorizado la exaltación de los sentimientos de algunos a la razón y la realidad de la sociedad catalana diversa y plural. Y ahora después de demasiado tiempo en que se ha engañado a mucha gente es difícil afrontar de golpe la dura realidad de un mundo que no es como algunos han querido creer y donde muchos otros han sufrido. Para algunos debe ser difícil de mirarse en el espejo sin sonrojarse de vergüenza.

Ahora estamos en tiempo de resaca después de un temporal o después de una borrachera. Lejos aún de una normalidad que tardará y para la cual quizás precisaremos décadas o el paso de alguna generación para conseguir una regeneración del tejido social de la ciudadanía catalana.

Pero hoy, por suerte, el “procés” empieza a ser tiempo pasado."                      (Manel García Biel , Nueva Tribuna, 11/09/21)

10/8/21

Doble desafección de los demócratas catalanes... hacia el nacionalismo catalan... y hacia España

 "En la Cataluña actual, dominada institucionalmente por el nacionalismo pero no por la fuerza del número, en los últimos meses se está produciendo un problema alarmante, algo que definiré como la doble desafección.

Muchos catalanes que se sienten también plenamente españoles (la mayoría), debido al apartheid social, cultural, económico y lingüístico que se ha impuesto contra ellos desde la Generalitat y el Parlamento regional, poco a poco, han ido perdiendo apego hacia su propia tierra, hacia la lengua catalana y la cultura hecha en Cataluña hasta el extremo de la desafección. 

Este proceso es análogo a lo que le sucedió al personaje de la novela homónima de Prudenci Bertrana, Josafat, el simiesco campanero de la catedral de Gerona, que “poco a poco, a base de pegar golpes de sacudidores de polvo a las imágenes [religiosas], fue perdiéndoles el respeto”.

Son muchos los que han sentido ya desde hace tiempo esta primera desafección, en definitiva, una clara desafección hacia Cataluña y todo lo que es catalán ya que el nacionalismo lo ha identificado con su propia ideología, arrebatándole todos y cada uno de los valores sentimentales que atesora sobre su propia tierra y sus vivencias cualquier persona en cualquier parte del mundo. 

El nacionalismo catalán ha conseguido que algunos (bastantes, la verdad) incluso renuncien físicamente a su propia tierra, partiendo hacia otros confines de España, especialmente aquellos que están jubilados y aquellos que tienen hijos en edad escolar, para evitar el burdo y vomitivo adoctrinamiento de la escola catalana, el verdadero huevo de la serpiente nacionalista. 

Como caso paradigmático cito el caso de un matrimonio amigo, ambos funcionarios de la Generalitat que renunciaron a sus plazas y se fueron a vivir a Málaga para evitar que sus hijos, ambos en Primaria, tuvieran que vivir lo que nosotros hemos vivido y darles la oportunidad de realizarse en su etapa adulta en una vida plena, próspera y libre del totalismo nacionalista.

Pero existe una segunda desafección, mucho más reciente, e incluso peor que la primera. Los pactos históricos con los nacionalistas de los dos grandes partidos de ámbito nacional, PP y PSOE, a fin de obtener la aprobación de unos presupuestos y garantizar la gobernabilidad de España (con quienes la odian, algo del todo paradójico) ya habían hecho mella en la moral de los catalanes libres de nacionalismo. 

Pero la desaparición paulatina de las estructuras del Estado en Cataluña (en muchas poblaciones el único vestigio que queda es el buzón de correos y, para mayor inri, es amarillo) y los pactos y cesiones del gobierno de Sánchez con los partidos nacionalistas han acabado por minar completamente la moral de aquellos ciudadanos comprometidos que aún resistían contra el nacionalismo, y cuyo resultado es una terrible desafección con la idea de España.

 Recientes e inexplicables artículos de Alejandro Tercero (Votaré sí en el referéndum, de 2 de julio) y de Félix Ovejero (Un niño de Biafra camino de desafección, de 7 de julio) citan claramente la desafección con España de sendos cronistas. Alejandro, Félix, con todo el cariño y respeto que os tengo, ¿de verdad creéis que esto ayuda en algo? Lo único que se logra es mostrar división y la asunción lúgubre de la derrota. 

No podemos tirar la toalla, no ya por nosotros mismos sino por todos nuestros conciudadanos a quienes no podemos abandonar, y mucho menos arrojarlos a las fauces del Leviatán nacionalista. Lo fácil es ponerse de rodillas, lo difícil mantenerse de pie, inmóvil como un escollo contra los vientos y la tormenta nacionalista, como Fiordiligi en la mozartiana ópera Così fan tutte. Lo contrario, arrodillarse, es dar fe notarial de la derrota de la democracia y de la libertad en esa parte de España que es y debe seguir siendo Cataluña.  (...)

Miserias localistas aparte, es importante remarcar, a nivel nacional, que aquellos que no han sufrido los estragos del nacionalismo, aunque compartan y entiendan nuestro sufrimiento, al no haberlo vivido, lógicamente no pueden acabar de empatizar hasta las últimas consecuencias como sí hacemos los afectados (no es lo mismo vivir una guerra que ver por televisión la que acontece en un lugar remoto); y los que se marchan del telúrico terruño catalán, al respirar aires de libertad, se olvidan pronto del apartheid social, cultural, económico y lingüístico que aquí han vivido, como quien se despierta súbitamente de una pesadilla o de un terror nocturno que dejará atrás en menos 5 minutos. 

Por ello, como afirmo siempre, para evitar esa desafección con España, es del todo imprescindible la participación activa del resto de españoles en la lucha contra el apartheid nacionalista ya que los catalanes, por nosotros mismos, no seremos capaces de acabar con el monstruo, sin recursos, sin apoyos y con la inexcusable ausencia del Estado en estas tierras. (...)

Buñuel tilda irónicamente a esa burguesía de poseer un encanto discreto ya que no tiene encanto alguno y, en verdad, es realmente una clase decadente repleta de zánganos que lo único que buscan es obtener su peix al cove, sus ingresos fáciles, sin importarles un rábano ni la sociedad ni el resto de sus miembros, algo que es directamente asimilable a día de hoy a la antes industriosa y dinámica burguesía catalana pero hoy inane en manos del nacionalismo.

Como esto siga así, esa burguesía catalana que, con su discreto encanto, ha sido y sigue siendo cómplice y colaboracionista del nacionalismo, más que suquet de peix u otras delicias culinarias propias de estas tierras, acabarán por comer ratas, como sucedió en el sitio de Gerona (así lo recoge Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales), al tiempo que sus activos desaparecen y sus empresas se deslocalizan, dejando en la miseria para varias generaciones a todos los catalanes indistintamente, ya sean separatistas u orgullosos españoles, con la excepción de los dirigentes nacionalistas que seguirán viviendo como Nicolae Ceaușescu y su familia, opulentos en una reichpública de miseria.

No tengan duda, el nacionalismo es el mal y Junqueras su profeta. Y mientras esto dure, la burguesía catalana, de discretísimo encanto, seguirá ejerciendo de adocenado monaguillo en la misa amarilla."               (Pau Guix. 23 de julio de 2021, elCatalán.es)

8/7/21

Puedo asegurarle al diputado Rufián, como miembro del segundo colectivo, el de los ciudadanos de Cataluña que no somos secesionistas ni nacionalistas (ni siquiera ya catalanistas), que la distancia que sentimos entre nosotros y el mundo nacional-secesionista.Cat se puede medir no en años-luz sino en siglos-luz

 "(...) el pasado miércoles, en el pleno del Congreso, Gabriel Rufián afirmó que la distancia que existía entre José MªAznar o Felipe González y Pedro Sánchez era mayor (no recuerdo si dijo mucho mayor) que la distancia entre un catalán secesionista y otro que no lo sea. 

Su objetivo: negar la necesidad de una mesa de diálogo, aquí en Cataluña, paralela a la mesa de diálogo entre los dos gobiernos. 

No sé cómo se mide la distancia a la que alude el diputado Rufián de ERC, pero, como miembro del segundo colectivo, el de los ciudadanos de Cataluña que no somos secesionistas ni nacionalistas (ni siquiera ya catalanistas), puedo asegurarle que la distancia que sentimos, cada día con más fuerza, entre nosotros y el mundo nacional-secesionista .Cat se puede medir no en años-luz sino en siglos-luz. 

Poco o nada que ver y porque ellos han querido. Diga lo que diga don Rufián, a la mesa de diálogo (o de teatralidad del desencuentro) entre los gobiernos de la Generalitat y de España le falta una pata: nosotros, los no nacionalistas. Nadie nos representa, y menos que nadie el gobierno secesionista de la Generalitat. (...)"     (Salvador López Arnal. Ex Profesor Tutor de la UNED, Crónica Popular, 05/07/21)

10/6/21

Xavier Rius, director de e-notícies: Junqueras ha reconocido por primera vez la existencia de una Catalunya subterránea... excluida... ¡Ya era hora!... ¿Excluidos?... Les han tratado a patadas. Como a una mierda. Les han llamado de todo: “colonos”, “súbditos”, “ñordos”...

 "Junqueras, en su último artículo, ha reconocido por primera vez la existencia de una Catalunya subterránea.

¡Ya era hora!

“Quiero volver -decía- a tender la mano a todos aquellos que se hayan podido sentir excluidos, porque nuestro objetivo tiene que ser justamente el de construir un futuro que incluya a todo el mundo”.

¿Excluidos?

Les han tratado a patadas. Como a una mierda. Les han llamado de todo: “colonos”, “súbditos”, “ñordos”.

Claro, no encajan en la versión oficial de un sol poble. Un pueblo unido hacia la independencia.

¿Qué hacemos con la mitad de los catalanes que no quiere la independencia? ¿Los escondemos debajo de la alfombra? ¿Los expulsamos? ¿Los encarcelamos? Hasta el Estado ha desaparecido para ellos. (...)

Pues bien, el Estado también deja desasistidos a esta mitad de los catalanes.

¿Dónde está Teresa Cunillera?  La Delegada del Gobierno se empeña en no pisar ulls de poll. Ni siquiera en contrarrestar el relato oficial.  Inlcuso cuando el gobierno catalán pecó hace uno año de falta de previsión con los temporeros ella ni apareció.  ¡Y eso que es de Lleida!

Pedro Sánchez ha olvidado también lo de “crisis de convivencia”. ¿Se acuerdan? Ahora es “conflicto poltico” o “mesa de diaólgo”.

Claro con un Podemos en horas bajas y Ciuadadanos en riesgo de desaparición hay que asegurarse un plan B. Ya sólo quedan ERC y Bildu para amarrar la legislatura

Enorme paradoja para un presidente del gobierno de España.

En cierta manera, se ha cumplido la profecía de Gregorio Morán, otro charnego de lujo injustamente tratado, cuando dijo aquello de la minoría hegemónica:

"El independentismo en Cataluña incluye con precisión una masa ciudadana que no llega a los dos millones. Ahora bien, esta minoría abundante controla de manera casi exclusiva buena parte de la vida social del país, empezando por los medios de comunicación y terminando por la exhibición pública abrumadora de sus consignas y su afán por representar la parte como un todo. Ellos son Cataluña, los otros son adversarios para acojonar” (“Las urnas milagrosas", 15 de noviembre del 2014)

Sí, tienen mayoría parlamentaria. Incluso holgada: 74 diputados de 135. Pero con apenas 1,4 millones de votos en las últimas elecciones al Parlamenet -de un censo electoral de 5,3- y una abstención del 49%.

Como el referéndum del Estatut del 2005 -aparentemente el principio de todo- en el que hubo una abstención del 51%.

Claro: ¿Cómo van a ir a votar si siempre ganan los mismos?

Incluso con Pasqual Maragall, aquel hombe que tenía que ser la alternativa a Pujol, continuaron mandando los mismos. Carod hasta presumió un día, antes de irse a Perpiñán, de tener las “llaves del Govern”. Maragall, en efecto, cedió las consejerías más sensibles a Esquerra: Educación, Gobernación -territorio-, Cultura. A los socialistas le tocaron los marrones: Interior, las cárceles (Justicia).

Y gracias a la Ley Electoral y la mencionada TV3 es muy difícil la alternancia democrática en Catalunya.

TV3 y medios de comunicación privados generosamente regados con dinero público: Rac1, los periódicos, prensa digital. 

Pero hay una mitad de catalanes que están hartos del poceso. No es que los hayan tratado como ciudadanos de segunda, es que los han tratado como imbéciles.Me incluyo hasta yo, que vengo de este mundo.

Que no pierdan un día la paciencia o lo manden todo a hacer puñetas. Han sido ignorados de manera sistemática.

Oriol se queja. Ahora ya es tarde. El mal ya está hecho. Esta es la verdadera fractura social.

No es que los hayan tratado com ciudadanos de segunda, es que los han tratado lisa y llanamente como imbéciles."                    (Xavier Rius, director de e-notícies, 09/06/21)

27/4/21

Miquel Fañanàs, colaborador del Diari de Girona, ha escrito la obra de teatro «El cumpleaños», que transcurre durante la celebración del tercer aniversario de la proclamación de la República catalana

 "Miquel Fañanàs: «Por suerte la estelada está de baja, como de baja está el lazo amarillo».

Miquel Fañanàs, colaborador de este diario, ha escrito la obra de teatro «El cumpleaños», que transcurre durante la celebración del tercer aniversario de la proclamación de la República catalana.

 Un «1984» a la catalana? Puede haber alguna connotación. Es un futuro ... que podría ser.

Cataluña independiente: ¿utopía o distopía? Es algo irreal ahora, y lo es en muchos años vista. Pero hay gente que se cree las utopías. Desgraciadamente, esta se lo ha creído mucha gente. 

¿No sabe que hay temas de los que está prohibido hacer sátira? 

Si desaparece el sentido del humor, desaparecerá el mundo. La independencia es algo serio, hombre. Es un tema del que se puede hacer broma. Y está bien que se haga. Ojalá se hiciera más. ¿O hay que quedarse sólo con el Polonia y sus servidumbres? 

¿El mundo nos ha mirado alguna vez? 

Si nos ha mirado alguna vez, ha sido por un agujero muy pequeño. Si el mundo nos mira, hay muchos que nos miran mal. 

 En la obra salen campos de concentración para desafectos al régimen ... 

Los ha habido en la historia, en países tan cultos como Italia y Alemania. En los países totalitarios, los disidentes se encierran.

 Ya, pero esto que haya un periodista de nombre Albert Soler pasándolas canutas en uno de estos campos ... 

Ha, ha, un periodista que ha sido insultado y amenazado con pintadas debía salir en él de alguna manera. Espero que no sea premonitorio, y que le queden muchos años por delante para ir haciendo entrevistas. 

Es que me da miedo que usted parece tener dotes de adivino: también aparece el Kremlin mandando en Cataluña. 

Y eso que lo escribí mucho antes de que saliera lo de los rusos en Cataluña. La obra se sitúa en una Europa dominada por las fuerzas económicas y militares rusas. ¿Una exageración? Naturalmente. ¿Una posibilidad? Por qué no. Los rusos por aquí, quieren dominar Europa. 

El partido que gobierna la república se llama JuntsxFutur. ¿Era el único nombre que quedaba por escoger? 

No puse JuntsxLapasta sino JuntsxFutur, porque lo encuentro más correcto para una formación política. 

Este Carles Viviente, presidente en el exilio ... ¿lo puede describir físicamente? 

Mmm ... no. Podría ser también un Carlos Vivales. 

¿No estará acompañado en el exilio por un pianista? No, no, es un nombre inventado, también se podría decir ... Carlos Puigdevall. La situación que describo es ficticia. 

¿Ve una UE con gobiernos de extrema derecha? 

Es una posibilidad real, los populismos están dominando con fuerza áreas de influencia, en Europa, en España y en Cataluña. 

¿A la extrema derecha europea le gustaría una Cataluña independiente? 

En Europa, evidentemente que no. A la extrema derecha europea, como que le interesa romper la Unión Europea y romperlo todo, quizá sí. Pueden creer que tras la rotura, ellos subirán. 

¿En la vida real nos obligarán algún día a colgar banderas en el balcón? 

Espero que no. Las banderas impuestas y impostadas de la estelada van a menos. Antes teníamos una bandera que nos unía, que era la bandera, y nos impusieron la estelada, que no es bandera de país sino de partido. Afortunadamente va de baja, como va de baja el lazo amarillo.

¿Cuando veremos «El aniversario» en TV3? 

Le puedo asegurar que nunca, como tampoco la verá a ningún teatro de Cataluña (ríe)."          (Entrevista a Miquel Fañanás, Albert Soler, Diari de Girona, 03/12/20

25/3/21

¿Cómo se soluciona lo del procés? Lo primero es volviendo a la realidad y devolviendo a las palabras su significado. Libertad no significa hacer lo que a mí me da la gana. España no es una dictadura, es una democracia imperfecta, como todas, también es completamente falso que todos los catalanes quieran la independencia y España no roba a Catalunya...

 "(...) Se reconoce "muy furioso por dentro" contra las élites y la tiranía del dinero y de eso va su libro. No solo de eso, pero sobre todo de eso, de cómo se enquistan las élites en el poder. "Quemar contenedores no sirve absolutamente para nada. Lo que sirve es tomarse la democracia en serio y leer a Cervantes", receta.

Cercas considera que en Catalunya seguimos "flotando en un líquido amniótico de mentiras" y se muestra pesimista respecto a que pueda haber una solución. Lo primero, explica, sería volver a la realidad y devolver su sentido a palabras como independencia o libertad. "Democracia no significa votar", advierte. Se define como una persona de izquierdas y reconoce que le molesta más el populismo de los suyos, el populismo de izquierdas, que el de derechas. (...)

 Tras publicar 'Terra Alta' y ahora con 'Independencia' asegura que está más claro adónde quiere ir. ¿Significa que se quedará en la novela policíaca?

No. En el fondo siempre he publicado novelas policíacas. Borges decía que todas las novelas son novelas policíacas. (...)

Es ficción pero es un libro que no habría surgido sin el 1-O. 

Esta novela es autónoma, se puede leer por si misma, pero también es la segunda parte de 'Terra Alta'. Lo que digo es que estas novelas no hubieran existido sin el shock que para mí y creo que para la inmensa mayoría de los catalanes supuso lo ocurrido en Catalunya desde el 2012 al 2017 y en particular lo que ocurrió en octubre del 2017. No es el 1 de octubre. Es lo que ocurrió el 6 y 7 de septiembre hasta el 27 de octubre. Josep Fontana, patriarca de los historiadores y filoindependentista en su vejez, habló de un clima prebélico en Catalunya. Yo eso pensé que nunca lo iba a vivir y ese shock es el carburante de estas novelas aunque no sea su tema.

En el dietario de Juan Marsé que se ha editado ahora aparece una frase que anotó en el 2016 y que no sé si comparte: "A veces tengo dudas acerca de si la independencia de Cataluña, que nunca he deseado ni apoyado, sería tal vez conveniente, deseable y justa. De lo que no tengo duda es de que los patriotas catalanes que la promueven hoy son unos perfectos carcamales y no me merecen el menor respeto".  

Es de Marsé, no es mía. Esto nos llevaría muy lejos pero habría que empezar diciendo que no buscan la independencia.

¿Qué buscan?

La secesión, que es muy distinto. La independencia es una ilusión del siglo XIX, una quimera, mientras que la secesión se puede intentar. No les llamaría carcamales porque han sido muy inteligentes. Los que son tontos son los que les consideran tontos. Para conquistar la realidad hay que conquistar primero el lenguaje. Y ellos lo han hecho. Todas las palabras valiosas se las han apropiado: independencia, libertad, democracia... Pervirtiendo su significado, pero se las han apropiado. Lo han hecho extraordinariamente bien y en particular en el otoño del 2017.   

 Usted es de los que cree que el procés como tal se ha acabado. Pero el lío sigue.

Es que son cosas distintas. El procés tal y como se montó, en el 2012, con el concurso de las élites, la creencia de que la independencia era inminente, se acaba en el 2017 cuando choca con el muro del Estado de Derecho sostenido por la Unión Europea. Ahí se acaba. Ahora en lo que estamos es en las consecuencias del problemón que eso ha creado. No sabemos a dónde nos va a llevar. 

Tú y yo no creo que lleguemos a ver la solución. No lo digo porque sea profeta sino porque sé algo de historia. Dividir una sociedad es muy fácil si tienes los medios adecuados pero volverla a unir es muy complicado.    

¿Entonces tenemos que acostumbrarnos a esta especie de cronificación del problema en la que parece que estamos instalados?

Lo que tendríamos que hacer es intentar solucionarlo, pero yo no soy optimista. 

¿Cómo se soluciona?

Lo primero es volviendo a la realidad y devolviendo a las palabras su significado. Democracia no significa votar, eso es falso, y libertad no significa hacer lo que a mí me da la gana. España no es una dictadura, es una democracia imperfecta, como todas, menos que algunas y más que otras. También es completamente falso que todos los catalanes quieran la independencia y España no roba a Catalunya. El Evangelio dice que la verdad crea hombres y mujeres libres, y eso significa que la mentira crea esclavos.

 Aquí se han contado toneladas de mentiras. Ahora volver a la verdad es muy complicado y los que tienen que desmentir las mentiras son los que las contaron. En Catalunya el nacionalpopulismo sigue en el poder y nosotros seguimos flotando en un líquido amniótico de mentiras. Eso es letal. (...)

¿Y qué es lo que pasa en Catalunya?   

En el 2012, en Occidente se vive una crisis brutal y las élites económicas catalanas quieren salir de la mejor manera posible y lo hacen como lo han hecho siempre: presionando al poder político. ¿Cómo? Contribuyendo a sacar a la gente a la calle. La gente estaba cabreada y con razón. Los que culpaban a la Generalitat inmediatamente pasaron a culpar al Gobierno de Madrid. A la vez se ofreció lo que se ha llamado una utopía disponible, un país maravilloso.

 La gente se creyó esas trolas y ahora las élites lo que quieren es que la gente se vuelva a casa. Están asustaditas y por eso hacen estas reuniones diciendo a la gente que no hay que quemar contenedores. Si tienes los medios de comunicación, el poder político y las redes sociales, que son una bomba absoluta, es muy fácil sacar a la gente de casa. Devolverla es muy complicado. (...)"               (Entrevista a javier Cercas, Neus tomás, 20/03/21)

12/2/21

David Jiménez (The New York Times): Si los resultados contaran en política, los líderes soberanistas del llamado procés, que han llevado a Cataluña a su actual decadencia, perderían el poder en las elecciones del próximo domingo. Su promesa de un país independiente está más lejos, la economía empobrecida y la sociedad fracturada en dos bandos irreconciliables

 "Si los resultados contaran en política, los líderes soberanistas del llamado procés, que han llevado a Cataluña a su actual decadencia, perderían el poder en las elecciones del próximo domingo. Su promesa de un país independiente está más lejos, la economía empobrecida y la sociedad fracturada en dos bandos irreconciliables. Pero una vieja carta, explotada en cada campaña, todavía podría ahorrarles el disgusto: el argumentario de que la culpa de todo la tiene España y su empeño en “oprimir” al pueblo catalán.

La falta de autocrítica del movimiento independentista es preocupante porque invita a repetir los errores que han llevado a Cataluña hasta aquí. Incluso descontando la indudable contribución de los gobiernos de Madrid al desapego que muchos catalanes sienten hacia España, nadie ha infligido más daño a la región que su propia clase dirigente. Su receta populista ha sido la misma que llevó al Estados Unidos de Donald Trump al borde del precipicio o al Reino Unido al brexit, con su combinación de victimismo, intolerancia y desinformación.

Los catalanes merecen algo mejor.

 La toxicidad del debate por la independencia catalana ha separado a amigos, roto familias y convertido a adversarios políticos en enemigos. ¿A cambio de qué? El único logro del independentismo estos años ha sido provocar el despertar de un nacionalismo español que había permanecido dormido desde la llegada de la democracia en los años setenta.

Las encuestas auguran una división del voto en dos mitades entre los favorables a permanecer en España y los independentistas, que podrían volver a gobernar gracias a una distribución de escaños que les beneficia. Ese reiterado empate de voluntades hace incomprensible el viaje a la independencia unilateral iniciado por los partidos soberanistas hace una década. Sus impulsores nunca han entendido que lo inaceptable no son sus aspiraciones de crear un Estado propio, sino el intento de imponérselas al conjunto de los catalanes.

 Que la lección no ha sido aprendida lo demuestra la candidata a la presidencia de la Generalitat del cogobernante partido Junts per Catalunya, Laura Borràs, y su insistencia en defender que la secesión puede ser proclamada aunque el independentismo no logre el 50 por ciento de votos. Bastaría una mayoría de escaños. Ni la pandemia ni la crisis económica, menos aún la desigualdad, el desempleo o las carencias del desbordado sistema de salud, han desviado a los dirigentes nacionalistas de su objetivo. O de su empeño en buscar atajos democráticos para lograrlo.

La estrategia independentista de los últimos años ha incluido la marginación de los discrepantes, rebajados a la condición de catalanes de segunda categoría, la utilización de las instituciones costeadas por todos para impulsar el desafío a Madrid o las mentiras sobre las consecuencias reales de la independencia, incluida la salida de la nación resultante de la Unión Europea o la negación de su impacto económico. Desde la convocatoria del referéndum de 2017, y la fallida proclamación de independencia, más de 6000 empresas han abandonado Cataluña, que ha perdido el liderazgo económico que mantuvo en España durante décadas.

Los catalanes necesitan políticos capaces de defender sus ideas con la fuerza de la verdad y eso implica aceptar que el procés ha fracasado. Cuanto antes se reconozca más rápidamente se pondrá el foco en mejorar la vida de los ciudadanos y recuperar la economía. El crecimiento de Cataluña ha sido menor que la medida del resto de España desde 2017, su productividad se ha desacelerado y es la comunidad que sufre un mayor índice de criminalidad.

El gobierno autonómico que surja el domingo dispondrá de la competencias en educación, sanidad, asistencia social o medioambiente para enfrentarse a los problemas. España debe dejar de ser la excusa para eludir las responsabilidades en la gestión autonómica.

 La reflexión sobre la necesaria tregua en el envite nacionalista se encuentra más avanzada en el otro gran partido independentista, Esquerra Republicana. Dirigentes de la formación —cuyo líder Oriol Junqueras fue condenado por sedición y malversación junto a otros políticos catalanes— admiten, según me dijo uno de ellos en privado, que la independencia necesitará de un apoyo superior al 60 por ciento sostenido en el tiempo durante al menos una década. Una vez aceptado que ese apoyo ahora no existe, el gran objetivo de los representantes que salgan de las elecciones debería ser reconciliar a las dos Cataluñas.

El principal beneficiado de la división causada por el independentismo ha sido Vox, el partido de extrema derecha que se apoyó en la inestabilidad catalana para convertirse en el tercer partido de España y que entrará con fuerza en el parlamento catalán, según los sondeos. La solución de Vox para Cataluña pasa por propuestas centralizadoras y mano dura contra el independentismo, incluida una intervención del ejército para “restablecer el orden” cuando se producen disturbios.

La idea de que España puede reducir el sentimiento independentista con políticas represivas es un disparate. Pocas cosas han provocado más desafección entre los catalanes, incluidos los que se sienten españoles, que las imágenes de las agresiones policiales a votantes que participaron en el referéndum de 2017, declarado ilegal por la justicia española. La mejor forma de fomentar la pertenencia de los catalanes a un proyecto común es presentar un país tolerante, moderno, orgulloso de su diversidad y que garantice una mayor prosperidad.

 Para superar el trauma de estos años de conflicto, Cataluña necesitará una alianza de moderados en los gobiernos de Madrid y Barcelona capaces de hacer a un lado sus diferencias para reconstruir espacios de convivencia. Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno de España, cree haber encontrado a la persona capaz de impulsar ese proceso en Salvador Illa, su discutido ministro de Sanidad durante el último año de pandemia y esperanza de los constitucionalistas en las elecciones del domingo.

Illa, a quien las encuestas sitúan en un triple empate con los candidatos de los dos principales partidos independentistas, ha prometido una actitud conciliadora. Tras la votación, debe trabajar por convencer al Partido Popular y Ciudadanos, dos partidos constitucionalistas en horas bajas, de los beneficios de poner en marcha un diálogo en Cataluña.

La pregunta es si los nacionalistas están dispuestos a hacer su parte, abandonar el populismo que los ha llevado a un callejón sin salida y aceptar que sus diputados en el nuevo parlamento tendrán la obligación moral de legislar para todos los catalanes, no solo para los que piensen como ellos.

Cataluña no puede esperar más tiempo para pasar página y sanar las heridas dejadas por una década de intolerancia."                         

 (David Jiménez, escritor y periodista. Su libro más reciente es El director. The New York Times, 11/02/21)