"Partido político con 20.000 afiliados, que sacó 358.539 votos en las
europeas (y 1.672.777 en 2008, el mejor resultado de su historia) y
dispone de 20 diputados en el Parlamento, 17 federaciones extendidas por
toda Cataluña, con una situación económica difícil, pero convencional.
Responde al nombre de Partido de los Socialistas de Cataluña y acredita
36 años de historia, siete de ellos al frente del Gobierno de Cataluña.
En estos momentos busca alguien que quiera hacerse cargo de él. (...)
El PSC no ha podido resistir el fin de la ambigüedad. Quizá porque,
para empezar, no ha sabido reconocer que el tiempo de la ambigüedad ha
acabado en Cataluña. Los socialistas catalanes siempre fueron un partido
ambiguo: baste para explicarlo su famoso oxímoron federalismo
asimétrico.
Es decir, que se adaptaron plácidamente al mainstream
diseñado por Convergència i Unió, epítome de la ambigüedad, que aquí se
llamaba, ¡en tus tiempos!, la puta i la ramoneta. Durante muchos años
eso les reportó una posición secundaria en Cataluña, pero con algunas
ventajas no desdeñables: alcaldías y diputaciones importantes.
Y la
garantía de ser el vencedor en las elecciones generales, que le supuso
ser un factor clave en las sucesivas hegemonías del socialismo español.
Sin embargo, cuando a partir del 11 de septiembre de 2012 Mas dio por
acabada la era de la ambigüedad, el partido socialista no supo darse
por enterado.
A la clara y terminante reivindicación nacionalista que
pretende convertir a Cataluña en un sujeto político soberano, y por lo
tanto facultado para decidir entre su permanencia en España o su
independencia de España; el pobre, triste, patético Partido Socialista
sólo dijo en voz muy bajita: «…mientras sea legal…». (...)
En Cataluña la ambigüedad se ha terminado, y alguien va a perder y
alguien va a ganar el próximo 9 de noviembre y cualquier otro 9 de
noviembre, más o menos plebiscitario, que pueda plantearse. Las opciones
en juego no se organizan en torno al Estado autonómico, la
independencia y el derecho a decidir, sino entre las dos primeras.
Es evidente que la independencia es un proceso y que éste comienza,
precisamente, con el ejercicio del derecho a decidir, o sea, con la
liquidación del derecho a decidir de una gran parte de los ciudadanos de
un Estado sobre lo que deba ser el futuro de ese Estado.
La ejecución
del derecho a decidir es el primer acto de la independencia, y así lo
entienden, más o menos directamente, toda las constituciones del mundo;
salvo las de Canadá, Gran Bretaña y Etiopía.
Con su absurdo e ilógico
alojamiento en el derecho a decidir y su simultáneo rechazo de la
independencia, el PSC ha perdido las dos únicas oportunidades políticas
que tenía: convertirse en l’esquerra nacional o convertirse en la
izquierda nacional.
Es muy probable, querido amigo, que en nuestro mundo ya no se sepa
muy bien qué es y qué significa la izquierda. Pero pretender que
sobreviva un partido que ni sabe lo que es la izquierda ni sabe lo que
es lo nacional me parece un virtuosismo por completo al margen del
alcance humano." (ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 14/06/14, en
Fundación para la Libertad)
"(...) El PSC se ha suicidado.
Lo peor es que deja huérfanos a miles de
catalanes y catalanas que a pesar de todo siguen siendo progresistas, de
izquierdas, catalanistas y federalistas. Excepto las ratas que se irán
corriendo a los partidos soberanistas para sentirse queridos por esa
"mayoría" que copa los medios de comunicación del régimen, el resto va a
empezar su travesía del desierto.
De momento, no hay nuevo líder. No
hay nuevas ideas. No hay nuevo programa. Pero los electores socialistas
seguirán ahí a la espera.
El espacio socialista catalán no se ha
suicidado y la gran mayoría no se llama ni Albert Batlle, ni Ferrán
Mascarell, ni Toni Comín, ni Ernest Maragall, ni Jordi Martí, ni
Montserrat Tura... La gran mayoría seguirá fiel a su espacio aunque
ahora reine la tundra." (
Toni Bolaño. Crónica Global, Domingo, 15 de junio de 2014)
"(...) Creo que, en el actual contexto, el PSC afronta un dilema trágico, una
situación de la cual no puede salir indemne.
¿En qué sentido? No digo
nada nuevo si afirmo que el PSC es la conjunción de dos tradiciones
políticas, pero también sociales, distintas: por un lado, las oleadas
migratorias provenientes de otros lugares de España, de clase
trabajadora y que consideran, mayoritariamente y de buena fe, que su
lugar de origen no es un país distinto al que han ido a parar; y, por
otro lado, una clase social media catalana, catalanista, culta y
progresista. El PSC no solo consiguió, durante décadas, armonizar estas
dos tradiciones, sino que, de alguna manera, se fundó sobre la
posibilidad de armonizar estas dos tradiciones.
Sin embargo, ahora el PSC ha pasado a ser una fuerza menor. ¿Por qué
ha ocurrido esto? El PSC consiguió ser un partido mayoritario durante
décadas porque las circunstancias no le obligaban a elegir entre sus dos
tradiciones. Pero esto ha cambiado desde hace dos años.
Ya no es
posible armonizar esas dos tradiciones en el seno del PSC porque ahora
lo que domina la escena política catalana no es, como a veces se dice,
el “derecho a decidir”, sino la “obligación de decidir”.
El independentismo ha conseguido marcar la agenda política de tal
manera que ya no es posible no decidir, ya no es posible no tomar
partido entre España y Cataluña, no hay tertium datur.
Esta situación,
traducida a la idiosincracia propia del PSC, significa que están
obligados a decidir entre una de las dos tradiciones que lo componen. La
percepción general es que el PSC ha elegido la tradición españolista,
ha elegido la lealtad al alma más jacobina del PSOE en detrimento de la
más catalanista.
Yo creo que no es una percepción del todo equivocada, pero sí exagerada.
De todas formas, lo que, en mi opinión, no consiguen ver con toda
claridad los partidarios de la tradición catalanista es que, en el
actual contexto, el PSC afronta un dilema trágico: si opta por el ala
catalanista, pierde apoyos en el lado españolista; si opta por esta,
pierde apoyos en el ala catalanista.
Buena parte de los votos que
acumula Ciutadans se deben, creo, a lo molestos que están algunos
exvotantes del PSC por el coqueteo socialista con el nacionalismo
tradicional. Sería inteligente que el ala catalanista —los llamados
críticos— también se diera cuenta de este punto, quizás esto le
permitiría tener una representación ecuánime de la situación actual. (...)
¿Puede salir de esta encrucijada el PSC? En mi opinión, mientras sea
“obligatorio decidir”, no. Si llega el día —y esperemos que llegue, para
nuestra salud mental y para nuestros castigados oídos— en que no sea
obligatorio decidir, entonces el PSC quizá consiga reconciliar de nuevo
las dos tradiciones que lo constituyen. (...)" (
Pau Luque Sánchez , El País, 14 JUN 2014)