Mostrando entradas con la etiqueta b. Identidad barcelonesa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta b. Identidad barcelonesa. Mostrar todas las entradas

22/2/23

El Acuerdo de Claridad canadiense permite Tabarnia... "Introduce un principio tan claro como que si Canadá es divisible, también lo es Quebec"

 "El diputado de Ciudadanos Nacho Martín Blanco ha reprochado a Esquerra que ponga los ejemplos de Escocia, Quebec, Montenegro para establecer las bases del acuerdo de claridad que propuso el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y que el Parlament tumbó. En este sentido, ha recordado que el Acuerdo de Claridad canadiense permitiría la secesión de una parte de Catalunya en caso de independencia.

Blanco ha denunciado en el debate de las enmiendas a la totalidad a los Pressupuestos que "seguir poniendo como ejemplo de la aplicación del derecho a la autodeterminación los casos de Canadá y del Reino Unido, los casos de Quebec i de Escocia, es de una falta de sentido histórico".

Sobre Canadá, el portavoz naranja ha recordado que los referéndums del 80 y el 85 en el Quebec se "llevaron a cabo sin un marco legal que los habilitase" y ha añadido que "en el año 98, el Tribunal Supremo canadiense emitió un dictamen en el que decía claramente que Quebec no tiene derecho a autodeterminación ni de acuerdo con el derecho interno canadiense ni de acuerdo con el derecho internacional".

"Por tanto, ese principio debe ser aplicado lógicamente a cualquier región de cualquier estado democrático del mundo. También a Cataluña. Cataluña no tiene derecho a la autodeterminación", ha remachado Nacho Martín Blanco, que también ha hecho referencia al acuerdo de claridad canadiense y ha indicado que "introduce un principio tan claro como que si Canadá es divisible, también lo es Quebec".

Además ha señalado que Stéphane Dion, el padre intelectual de la ley de claridad, dice que "si los canadienses tuvieron que hacer una ley de claridad fue, precisamente, porque no tienen un artículo 2 como el que nosotros tenemos en la Constitución" que se fundamenta "en la indisoluble unidad de la nación española" y garantiza "el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran".

Por otro lado, ha expuesto que poner de ejemplo a Montenegro "les deja todavía en peor lugar" porque "cuando la antigua Yugoslavia, después de una guerra cruenta, se escindió en diversos territorios, Serbia y Montenegro sucedió como estado a Yugoslavia, con cláusulas claramente determinadas en las constituciones de las respectivas partes integrantes de esa nueva federación entre Serbia y Montenegro de que la secesión era una posibilidad".

"Y, efectivamente, se acabó produciendo la secesión de Montenegro a través de lo que dijo la Comisión de Venecia. Pero insisto, después de una situación cruenta, de guerra que yo, sinceramente, Dios nos guarde a los ciudadanos de Cataluña de tener nunca algo así. Y estoy convencido de que entre todos seremos capaces de no alcanzar semejantes extremos", ha concluido."                (e-notícies, 15/02/23)

5/5/22

Maruja Torres: «Te perdonan un poco que seas charnega, pero no que no pienses como ellos»... A las charnegas, se las querían follar todos, pero no casarse con ellas, claro... En los años setenta ya me preguntaron por qué no escribía en catalán, y la última pregunta que me hicieron en Cataluña fue la misma. Me aburre. ¡Cada uno es hijo de su lengua y de su historia!... A mí qué coño me importa en qué idioma escribo

 "(...) Un barrio pobre, el Raval, hija…

Yo era casi del cuarto mundo avant la lettre. Era del gueto de los murcianos. ¿No sabías que había un gueto en Barcelona de los murcianos? Desde principios del novecientos. Mis padres llegaron cuando ya eran mayores, cada uno por cuenta propia, con sus familias. Por parte de madre, venían a Barcelona por la Exposición de 1929. Todos eran carpinteros de Cartagena, donde se había cerrado todo. Fue entonces cuando vivieron en la zona entre las murallas de la Rambla y Montjuïc. Allí se construyeron barracas y después el barrio Chino: comisarías de la Guardia Civil con caballos, lavabos públicos, lavanderías públicas, las fábricas ‘con sus gentes’, como diría Julio Iglesias.

Hablando de tus orígenes, escribes: “Éramos el barrio. Hijos de una posguerra y de una geografía concretas, veníamos de fábricas en donde abrasó sus pulmones el proletariado surgido de aquella industrialización”. Y cierras así: “Veníamos de las aguas fecales, de la ropa perennemente húmeda porque ni el sol se atrevía a acercarse a nosotros. La tercera muralla, que dio origen a la Ronda y al Paralelo, nos emparedó, consumó la segregación; éramos propiedad ajena y esa nueva barrera resultó determinante para retenernos, para que nuestro hedor de Barrio sur no alcanzara las orondas pecheras del naciente Ensanche”. No veas.

Tal cual. Yo todavía desconozco cuáles eran los propietarios de nuestras casas del barrio Chino, ¿sabes? Por lo que yo sé, era un marqués con una masía en Esplugues de Llobregat. Cuando después viví en el Eixample, ya me di cuenta. Son como putos dueños. Esta es la mierda, ¿lo entiendes? Pero, a mí, me suda el coño. Todos estos han vivido de rentas toda la vida y todos son, ya no digo de Puigdemont, sino de más allá…

¿De Quim Torra?

Más aún, aún más. Te perdonan un poco que seas charnega, pero no que no pienses como ellos. Mira, yo me he equivocado con los hombres; pero, al no firmar papeles, me iba. Uno pertenece a aquello a lo que pertenece, pero uno mismo debe saber que él es el responsable de sus actos y no de los actos de los demás. Yo comprendí que, si seguía en mi familia, no saldría adelante, como sí lo estaba haciendo el país.

¿Hablas de no conformarse?

Sí, de no sentirse a gusto en la mierda, en la ignorancia. Hablo de leer y viajar y saber que existen otros mundos. Me parece que luchar por cambiar de vida ha sido lo mejor que he hecho. Hablo de que, si miras atrás, te das cuenta de que todo aquello es un peso muerto y que es necesario cortar, cortar los pesos muertos.

En este sentido, dices que leer bien te salvó. ¿Por qué? Explícamelo.

¡A mí me salva, sí, sí! Mira, leer bien es como… ¡como votar bien! [Maruja estalla a reír mientras se agarra las rodillas y se echa atrás en el sofá pies arriba.] A ver, si tú acumulas doscientos libros de Corín Tellado [escritora española de novelas rosa y románticas], tu vida no va a cambiar. Quizás te ayuda a hacerte pajas o incluso a equivocarte en el matrimonio. Pero, si buscas a otros autores, la cosa puede cambiar. Coño, si estoy hablando de las afinidades selectivas, ¡se-lec-ti-ves! Tienes que tener instinto. Te lo digo porque yo no tenía maestros, ¿qué coño tuve yo? Yo ya estaba bien encaminada, porque solo quería hablar de libros, leía todo lo que caía bajo mi nariz. ¿Cómo? Escogía por identificaciones, por instinto. Dostoyevski, Dickens, Dos Pasos, Steinbeck. Y cuando te decían que había una habitación cerrada de libros prohibidos, como lo eran, entrabas. Pero, claro, permanecer en la mediocridad es mucho más fácil, querido.

 ¿Tú crees que uno de los problemas de ahora es que no se lee?

Es una mezcla de ignorancia y desmemoria. Hay una juventud más acostumbrada a tener que reflexionar; tampoco quiero generalizar, porque yo nací en una España donde los hombres se rascaban la bragueta en público, aunque luego cambió. Son procesos educacionales… Ahora bien, si nos olvidamos y bajamos la guardia, los de Vox impondrán de nuevo rascarse la bragueta. (...)

En este país triunfó el fascismo, y esto no se produjo en Italia ni en Francia ni en Alemania. Y, por supuesto, pasa factura. Mira a la Iglesia tan fuerte en Italia y, en cambio, los italianos no son como nosotros. Aquí, el nacionalcatolicismo ha hecho aún más daño.

¿Cataluña se salva de esto?

Yo creo que también sufre de un catolicismo carlista… Diría que tiene más salvación porque queda más cerca de la frontera; pero tampoco te fíes mucho de los católicos franceses. No podemos simplificarlo. Cataluña, en los años setenta, se salvaba. Pero debemos estar atentos porque, a la que te descuidas, te insuflan los aromas de Montserrat y ya estás jodido.

 Háblame de tus padres. ¿Tu madre era modista?

Limpiaba, lo que fuera. Yo nací en 1943, y ella tenía 39 años. Mi padre era un hombre que, si dejamos de lado que le hostiaba… [Maruja se gira y desde el sofá alarga la mano y coge una foto pequeña en la que sale ella, de niña, en medio de sus padres.] Mira, que elegante, cinco minutos antes de salir de casa. Esta foto es una impostura. Mi padre tenía casi 50 años y este era su segundo matrimonio. Su primera mujer, la madre de mis dos hermanastras, murió en el bombardeo de los italianos, donde murió también la madre de Juan Goytisolo. Él pilló una buena cogorza, durmió la mona y me dio de alta en la vida el 30 de marzo de 1943; pero yo nací el 17 de marzo, y ahora tengo dos cumpleaños. Él era un camarero, un alcohólico y era violento. Mi madre no se separó porque en aquella época la justicia estaba a favor de los hombres, y a una mujer se le podía acusar de adulterio en cualquier momento con dos falsos testigos y se le quitaba al hijo o la hija. A pesar de cómo está la justicia ahora, esto ha cambiado. Mis padres son hijos de su época, productos de ese tiempo.

Escuchándote, recuerdo que mi abuela me hablaba de casas de beneficencia, donde acogían a niños y niñas abandonados.

¿Sabes qué? En uno de los paseos moralistas de mi madre, ella me decía, mirando una de esas casas: “Qué suerte has tenido de que no te jodieran en el turno”. Esas eran las alegrías familiares. Mi madre, pobre mujer, la casaron porque se le había pasado el arroz y le presentaron un viudo de buen ver; pero el viudo de buen ver era un alcohólico de esos que no lo parecen.

En la foto sale bien peinado, vestido, elegante.

Sí, peinado y elegante… y la primera hostia, cuando cierras la puerta de casa. Fueron víctimas de la Guerra Civil.

¿En qué crees que te ha marcado todo eso como escritora y periodista?

En todo, los orígenes te marcan en todo; pero es necesario saber vivir porque es muy ridículo ser adulto y llorar por los orígenes. Y, además, cuando viajas un poco, se te quitan las tonterías de encima. (...)

En la portada de tu libro Esperadme en el cielo, salís los tres abrazados a las butacas de un cine, mirando la pantalla, tú en medio de Manolo y Terenci. En aquella infancia de posguerra, ¿el refugio y el sueño era el cine?

No solo era nuestro refugio, sino que era mejor que el de hoy, cuando todavía el cine vivía de los talentos europeos emigrados, cuando los estudios tenían productores fuertes y los agentes de los actores todavía no controlaban todo; no como ahora, que pagan un huevo a un tipo para hacer una megapelícula para un megapúblico y exigiendo que deben venderse muchas camisetas y palomitas. (...)

Sobre tu generación de los setenta, la de los escritores catalanes que escribís en castellano, como Juan Marsé y otros, hubo una…

Mira, me aburre a muerte este tema. En los años setenta ya me preguntaron por qué no escribía en catalán, y la última pregunta que me hicieron en Cataluña fue la misma. Me aburre. ¡Cada uno es hijo de su lengua y de su historia! Ya está bien, coño, yo no elijo mi lengua: es la lengua la que me elige a mí. Me importa un coño, hostia. [Maruja resopla y mueve los brazos arriba, como si asustara demonios.]

 Ya sé, que te enfada, lo sé, es la parte más pesada de la entrevista. ¿Es literatura catalana la que se escribe en español?

Claro. Como si fuera un italiano que nació en Barcelona hijo de un camello y una lactante, qué sé yo. Lo que puedo decirte es que soy un mamífero bípedo y punto. Ya no tengo más definición. ¡Estoy hasta el mismísimo coño de que intenten que interiorice las identidades, hasta el coño! Mira, cuanto más nos dividamos, más débiles seremos, ¿lo entiendes? Y la lucha de clases a tomar por el culo. Pero… [de repente, Maruja empieza a reír pícara y divertida], si tú sabes, querido, que en pocos años y no falta mucho, cuando tú salgas a follar, llevarás un chip dentro y decidirás en ese momento qué eres y con quién te lo pasas bien… ¡Si vamos todos de cabeza hacia Blade Runner!

Sí, sí, lo sé, lo sé.

Si yo seré una replicante, a mí qué coño me importa en qué idioma escribo. Si recibo mensajes en mi teléfono que me dicen “aprende a dictar en vez de escribir”. Se me ponen los pelos de punta con solo pensarlo.

Para cerrar este tema: en la primera entrevista en CRÍTIC, decías que no eras independentista, pero que no te molestaba. Ahora, después de todo lo que hemos vivido, ¿cómo lo ves?

A mí me pareció que prometían algo que no podían cumplir, y es lo que me parece más grave. Y la división es una tontería. Yo siempre he sostenido -desde mi libro Mujer en guerra– que, cuando llegó Pujol a la Generalitat, todo se provincianizó. Fue un trabajo lento que ha dado su fruto, y ahora estamos en un punto que ya no me interesa nada. Yo he conocido una Rambla que ahora da pena. ¿Qué culpa tenéis vosotros de no haber vivido los setenta?

 Sí, fue una época cultural fantástica, de creación, de ambiente liberal… Tú has dicho que a la “charnega” muchos se la querían llevar a la cama.

A las charnegas, se las querían follar todos, pero no casarse con ellas, claro, ¡no me jodas! ¡Afortunadamente! Un compañero que trabajaba en la revista Por Favor decía que, para casarse, mejor una Roseret o una Montserrat o una clueca catalana con garantías. Las charnegas íbamos a nuestro aire… Pero, fuera coñas, algunas catalanas, hay que decirlo, también eran muy liberales. Fue una época magnífica; aunque no me parece que esta sea mala.

Has dicho que es una de las mejores épocas para contar al mundo. ¿Seguro?

Es interesante; otra cosa es vivirla, por supuesto. (...)

Dices que el relato de la Transición le pesó mucho a vuestra generación. ¿Por qué?

De la Transición, opinas poco cuando la vives. Murió mucha gente. Había ese grupo de falangistas, como los de ahora; la derecha era brutal y ETA —todo hay que decirlo— mató a gusto cuando murió Franco. Estábamos en una fragilidad permanente, intentando proteger lo poco que estábamos consiguiendo; por tanto, ni beatos ni hostias, se hizo lo que se pudo en un país donde Franco ganó en 1939 y, encima, murió en la cama. Además, las potencias no ayudaron; más bien al contrario: ayudaron a los demás. No había caído el muro, y eso fue fundamental, porque los fachas y la derecha española -que es la propietaria de la finca- no sabían en ese momento que la URSS era un tigre de papel.

¿Y después?

Que los españoles votaron a la UCD. Y, ¿qué quieres que te diga? En eso estamos y nunca saldremos de ahí. Ahora miras atrás y ves que Suárez, pues bien; pero, en su momento, nos parecía un zoquete. Queríamos pasar a la izquierda dominante y todo se fue al garete, como en la vida misma. Hay que leer a Scott Fitzgerald para darse cuenta de que el fracaso es la constante en la vida. (...)"      (Entrevista a Maruja Torres, Txema Seglers  , La Marea, 03 mayo 2022)

20/7/20

Juan Marsé: el escritor señalado por el nacionalismo catalán

"En una Barcelona donde el relato oficial escrito por su oportunista burguesía siempre ha despreciado la prosa cotidiana de la calle, tan alejada de sus delirios provincianos de grandeza, Juan Marsé retrató frase a frase, novela a novela, puñetazo a puñetazo el universo sentimental de una ciudad mestiza, por portuaria y Mediterránea, que tantos han intentado someter y siempre fracasaron. 

Aquella urbe inquieta que se revolvía en barrios como El Carmelo, Horta, el Guinardó, Poble Sec... Eternas confluencias de acentos y biografías que durante la triste postguerra, la desmemoriada Transición y la orgía olímpica, pero también en los recientes años del locoide proceso independentista, siempre les ha tocado el papel de observadoras de las fiestas celebradas en pérgolas y jardines donde bailan las infinitas Teresas. 

Con la rapidez y la fuerza de los cronistas alejados de toda academia, Marsé escribió la gran (grandes) novela de la Barcelona charnega y perdedora, un horizonte mitológico en el que muchos perecieron al intentar alcanzarlo, y con el que sedujo a miles de lectores que, con el paso del tiempo y la instauración del Pujolato, descubrieron el valor subversivo de la palabra escrita. 

Sin quererlo pero sin rehuir el enfrentamiento, con la arrogancia de un chico de barrio frente a cualquier autoridad, Marsé fue señalado por el nacionalismo catalán como un obstáculo en el proceso de construcción de la Cataluña ideal -un partido, una lengua, una religión-, donde su castellano hijo del bilingüismo y rico en metáforas, y esa retahíla de personajes fronterizos con los que llenó el imaginario barcelonés, fueron considerados poco menos que versos satánicos.

"Yo no soy nacionalista y todas las banderas me repugnan. Con mi huerto me basta", declaró en plena revuelta independentista de una Cataluña oficial que siempre lo consideró poco más que una nota el pie de página. 

Libre y orgulloso, asumió el precio de no bajar la cerviz ante el poder. Ni una felicitación pública tras recibir el Premio Cervantes, ni un aplauso, ni un simple gesto de reconocimiento a su escritura de largo recorrido recibió Marsé de unas instituciones que se desvivían en convertir al último pelota subvencionado del pujolismo en candidato fallido a premio Nobel. «¿Marsé escritor catalán?», se preguntaba un exdirigente de ERC metido ahora a agitador cibernético. Una falta de reconocimiento institucional, sin apenas espacio en TV3 -la pieza que anunciaba su muerte empezaba señalando, como inevitable reprimenda del profesor al niño descarriado, que no escribía en catalán pese "a ser su lengua materna"-, al tiempo que orillado de los planes de estudios con los que la Generalitat ha ido moldeando a sus juventudes, regaló a Marsé la maravillosa atracción del escritor maldito. 

Recuerdo que a finales de los años 90, en los colegios de la zona alta de la capital catalana, en los que estudian todavía las eternas Teresas y donde de vez en cuando deambula emboscado algún pijoaparte al que partirán el corazón con un frío mensaje telefónico, cómo circulaban las obras de Marsé de mano en mano, como las de Céline, Kerouac, Salinger, Gide o Sagarra... Pasaban de mano en mano como preciado material de lectura para todo adolescente sediento de literatura y calle.

De esta forma, con viejas ediciones de Si te dicen que caí, Un día volveré y El embrujo de Shanghai metidas en los bolsillos de americanas confeccionadas en Groc, robadas de los armarios de nuestros padres, nos lanzamos sin parachoques a vivir la Barcelona de Juan Marsé. Tan real y ficticia, como los sueños y pesadillas que nos acechan."                  (Iñaki Ellacuría, El Mundo, 19/07/20)


 "Marsé fallece en medio del vacío oficial. Escribir en castellano en Cataluña lo alejó de los círculos institucionales.

El escritor barcelonés Juan Marsé ha fallecido esta madrugada a los 87 años en el Hospital de Sant Pau. Fue una de las figuras más relevantes de la llamada 'Generación de los 50', junto con Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Manuel Vázquez Montalbán, Terenci Moix o Eduardo Mendoza.

Marsé -que realmente se llamaba Juan Faneca Roca- es autor de obras como 'Últimas tardes con Teresa', 'Ronda de Guinardó', 'Si te dicen que caí' o 'El embrujo de Shanghai' y se le considera uno de los cronistas literarios de la Barcelona de posguerra.

Juan Marsé ha recibido numerosos premios a lo largo de su carrera, entre los que destacan el premio Planeta 1978, el premio Ciudad de Barcelona 1985 y el Premio Cervantes 2008, el más importante en lengua castellana."             (e-notícies, 19/07/20)

11/6/20

Las lenguas de Cataluña. Los 392.000 residentes extranjeros de Barcelona representan 175 nacionalidades y hablan un total de 300 idiomas. Estos catalanes multilingües tienen un enfoque fluido del lenguaje que no está ligado a la identidad. Ven el lenguaje más como una herramienta o un estado de ánimo

"No hay turistas en Barcelona,​​ninguno, y como resultado uno podría imaginar que, sin todos los extranjeros, los únicos idiomas que oiría hablar serían el catalán y el castellano. Pero, de hecho, escuchas muchos otros idiomas, en particular italiano, francés e inglés, pero también ruso, urdu y mandarín, entre otros.

Esto no debería ser una sorpresa dado que alrededor de una quinta parte de la población catalana nació fuera de España, una cifra que se eleva a casi el 25% en Barcelona y al 40% en Salt. Según un informe publicado el año pasado por la ONG Linguapax, los 392.000 residentes extranjeros de Barcelona representan 175 nacionalidades y hablan un total de 300 idiomas.

Cada pocos años, la Generalitat de Catalunya realiza una encuesta en la que se pregunta a los encuestados cuál es su idioma preferido, el catalán o el castellano, y en qué medida se identifican como catalán, español o una mezcla de ambos. No hay otras opciones.

A veces te preguntas dónde viven las personas que componen estos cuestionarios, precisamente no en el área metropolitana de Barcelona, ​​donde habitan cerca de dos tercios de la población. ¿Se les escapó la noticia de que la mujer que les sirve el café es probablemente latina o china, que la persona que cuida a su madre en la residencia probablemente sea de Colombia o Ecuador, que el ingeniero de Telefónica sea boliviano o peruano, que el taxista es de Pakistán?

Una nueva generación, los hijos e hijas de estos inmigrantes, han crecido y han sido educados en catalán, pero también hablan español y los idiomas de sus padres con fluidez. Pueden quedar fuera del campo de visión de la Generalitat, pero sus puntos de vista señalan el camino hacia un futuro multicultural y multilingüe para Catalunya que difiere de la hoja de ruta oficial.

“La idea de que simplemente marcando una casilla puede suscribirse a un idioma o identidad en particular va en contra de la comprensión actual sobre la complejidad de la realidad lingüística”, dice Scott Thornbury, una autoridad líder en la enseñanza de un segundo idioma, que ha vivido en Barcelona por más de 30 años.

“Las opciones de idioma, especialmente para los multilingües, son invariablemente locales y están acordadas, dependiendo de con quién estamos hablando, sobre qué, dónde y por qué. Y la correlación entre lenguaje e identidad se complica por el hecho de que las identidades en sí mismas no están talladas en piedra. Las identidades son fluidas y multifacéticas”.

Entrevistamos a siete jóvenes que crecieron en Barcelona hablando al menos un idioma además del catalán y el castellano y que tienen al menos un padre extranjero. Todos menos uno han sido educados en el sistema escolar catalán.

La identidad del idioma deriva de una combinación de experiencia, filiación y herencia. Si bien estos hallazgos son anecdóticos y no son una muestra científica, se podría intuir que, a pesar de la enorme inversión financiera y política en la promoción del catalán, muchos de los llamados nous catalans sienten poca afinidad con el idioma o la identidad.

Estos catalanes multilingües tienen un enfoque fluido del lenguaje que no está ligado a la identidad. Ven el lenguaje más como una herramienta o un estado de ánimo o incluso como tonos musicales, con algunos sentimientos que se adaptan mejor a un tono que a otro. Varios de ellos eligen diferentes idiomas para expresar enojo y tristeza, por ejemplo.

Tomemos el caso de Inés Carballo Rolph, de 18 años, cuya madre es inglesa y su padre español. Ambos idiomas se usan igualmente en casa. Al igual que muchos hablantes trilingües, Inés no siente que tenga una lengua materna. “Lo mezclamos mucho”, dice ella. “No hay un idioma predominante en la casa. Hablo español con mi hermano, pero hablamos mucho catalán cuando estamos fuera de casa”.

Dani Yao, de 19 años, dice que tiene tres lenguas maternas: mandarín estándar, español y catalán, pero se siente como en su salsa en español, aunque habla chino con sus padres y una mezcla de chino y español con su hermano menor. 

Se identifica como chino. “Soy un chino españolizado”, dice, y admite que, aunque habla catalán, “cuando estoy con un grupo de personas que hablan catalán, me siento un poco afuera”.

Laura Tejada Szabó, de 12 años, dice que siente que es una mezcla. Se considera catalana y española, “pero que tiende al español”. Ella habla inglés con su madre húngara pero su padre es de República Dominicana y el español es la lengua franca de la casa.

“Ahora la gente piensa que si hablas en catalán debes ser independentista y si hablas español eres de la ultraderecha”, dice Laura. Desarma viniendo de alguien tan joven.
Para Neus Magrinyà Thomson, 23 años, madre escocesa, padre catalán, el idioma principal en el hogar es el inglés, incluso con su hermana, aunque habla catalán con su padre y la mayoría de sus amigos.

“Si hablo de cosas académicas, me siento más cómoda en catalán porque eso es lo que me enseñaron”, dice Neus. “Cuando se trata de mis emociones, me resulta más fácil hablar en inglés. Pero siempre he pensado que al ser trilingüe tengo un pequeño déficit en los tres”.

“Si escribiera una novela sería en inglés o español”, dice ella. “No encuentro el catalán tan intuitivo”.

El español es el idioma común en la familia de Jan Groeneveld i Sousa, de 18 años, aunque su madre es alemana y su padre catalán. Jan también escribiría una novela en español. “Hablo mejor en catalán pero escribo mejor en español, porque he leído mucho en español”.

“Hablo árabe y español con mi madre, árabe con mis abuelos, pero español con mi hermano y mis tíos”, dice Omar Hicham, de 21 años, nacido en Barcelona de padres marroquíes. “No hablamos catalán en casa”.

Omar no sabe leer ni escribir en árabe y, aunque su hermano menor lo entiende, no lo habla. Se siente más español, que era el idioma dominante en el patio de la escuela primaria y secundaria.

A diferencia de los demás, todos educados en el sistema escolar catalán, Oscar Dayon de Grenet, de 14 años, siempre ha ido a escuelas francesas. Su madre es italiana y, mientras su padre creció en Inglaterra, sus padres eran franceses y españoles. Como resultado, Oscar habla con fluidez cinco idiomas. Habla italiano con su madre, inglés con su padre y una mezcla de español e italiano con su hermana menor. Cuando la familia está junta, hablan inglés. Oscar dice que si escribiera una novela sería en francés, pero siente que el español es su lengua materna.

En común con su enfoque libre de lenguaje, ninguno de ellos tiene un fuerte sentido de identidad lingüística o nacional. Dani y Omar se auto-identifican como chino-español y marroquí-español. En cuanto al resto de los entrevistados, solo Neus se identifica como catalana, e incluso ella agrega que “siempre me aseguro de decir que soy medio escocesa”.

A pesar de tener un padre catalán, Jan dice: “Si estoy en Alemania digo que soy español, pero no por ninguna razón política, o si no, digo que soy de Barcelona. En algunos contextos, digo que soy alemán. Hablo los idiomas y tengo algunas cosas culturales de aquí, pero realmente no me identifico con ningún país”.

La identidad nacional tampoco es un asunto para Inés. “En Londres digo que soy española porque no creo que sea británica, pero en España diría que soy británica porque no soy española. Nunca me he identificado como catalana; Barcelona solo es la ciudad en la que crecí. No tengo ninguna conexión emocional con el idioma o el lugar. Siento una conexión con los lugares de donde proviene mi familia [Galicia y Londres] pero no siento una conexión con España para considerarla mi nación”.

Oscar, a pesar de tener padres italianos e ingleses y de haber sido educado en francés, dice que se siente español, pero que apoyaría a Italia contra España en el fútbol. Recientemente apoyó al Napoli, el equipo de la ciudad natal de su madre, contra el Barça.
Alrededor del 98% de los catalanes entienden y hablan el catalán, una cifra con la que los defensores del idioma irlandés o galés solo podrían soñar, y sin embargo, la propia investigación de la Generalitat muestra que el número de ciudadanos para quienes el catalán es el idioma de primera elección se ha mantenido obstinado en torno a 35%. A pesar de décadas de inversión financiera y política en la promoción del catalán y a pesar de ser el idioma oficial de la educación, el español sigue siendo el idioma de preferencia para más de la mitad de la población. ¿Por qué?

“El español se ha convertido en el idioma social, que no es lo que la gente esperaba que sucediera”, dice David Block, profesor de ICREA en sociolingüística en la Universitat Pompeu Fabra, que ha tenido estrechos vínculos con Cataluña desde la década de 1970. Esto se debe en parte a la forma en que Internet y las redes sociales han potenciado aún más el español y el inglés, cree, además del hecho de que el catalán no se percibe como “tan guay”.

“Parte de esto se debe al trato a los inmigrantes, ya que a los africanos, chinos y asiáticos del sur directamente son denegados por los catalanohablantes que no les dan la oportunidad de expresarse con ellos en catalán porque tienden a perfilarlos racialmente”, dice.

A pesar de la educación catalana casi universal, a muchos catalanes todavía les cuesta creer que una persona de origen africano o asiático pueda hablar su idioma, lo que refuerza la impresión entre muchos inmigrantes de que el catalán no es para ellos.

“La investigación muestra que muchos jóvenes latinos no se identifican con el catalán”, dice Block. “Lo ven como el lenguaje de la clase media, de conformidad y autoridad. Hay mucha desafección y esto se refleja con su rechazo hacia el idioma catalán”.

Sin embargo, ninguno de los jóvenes entrevistados para este artículo rechaza el catalán. Como hijos de inmigrantes, han tenido la experiencia inusual de adquirir no uno sino dos de los idiomas del país anfitrión. Para ellos, el catalán es solo una herramienta más.

Ellos son el rostro humano de la globalización, personas de ascendencia mixta, culturas e idiomas: las personas que la ex primera ministra británica, Theresa May, calificó como “ciudadanos de ninguna parte”.

Pero no están en ninguna parte, están aquí, y no todos serán asimilados en una identidad preexistente. La identidad es una negociación de diferencia, no una suma de lo viejo y lo nuevo, no la mitad y la mitad. Y eso también se aplica al lenguaje. Aún quedan por ver qué opciones culturales y lingüísticas tomarán sus hijos.

Como dice Neus: “Si tengo hijos, ¿en qué idioma les hablaría? Si mi compañero fuera inglés, les hablaría en catalán, pero si fueran de aquí, les hablaría en inglés. Y si hablaran otro idioma, no sé qué haría”.                   (Stephen Burgen , CTXT, 9/06/2020)

27/2/20

Los mayores problemas de las élites del procés no están en Madrid sino en Barcelona... cuando se pregunta a los catalanes cómo se sienten cuando viajan por España, un 74% afirma que se siente en su propio país, y únicamente un 8% considera que es un 'extranjero en otro país'

"(...) Pero la voluntad de los sectores más reaccionarios de las élites del procés por avivar el conflicto, se estrellan contra muros que no están en Madrid sino en Barcelona. Una encuesta publicada por La Vanguardia así lo atestigua.

En ella, quienes votarían No en un referéndum por la independencia superan a los que votarían sí. El apoyo a la ruptura solo se impone entre los menores de 29 años… aquellos que han sido plenamente educados por el procés. 

Pero la verdadera posición de la sociedad catalana, a la que se quiere conducir a un falso “enfrentamiento con España”, se revela cuando se le pregunta por sus sentimientos de pertenencia. Solo un 14% declara sentirse “únicamente catalán”. Por el contrario el 50% se considera “tan catalán como español”. Y un 25% comparten, primando a uno o a otro, el sentimiento de pertenencia a España y a Cataluña.

La respuesta es mucho más explícita cuando se pregunta a los catalanes cómo se sienten cuando viajan por España. Un 74% afirma que se siente en su propio país, y únicamente un 8% considera que es un “extranjero en otro país”.

Esta es la realidad de la sociedad catalana, unida por múltiples vínculos con el resto de España… y que se niega a romperlos.
Cuando la sociedad catalana puede pronunciarse lo hace en el sentido contrario al del viento que sopla desde Waterloo.

Frente a los intentos por azuzar el enfrentamiento, levantando obstáculos que impidan un acuerdo, más de un 80% de los catalanes apoyan las vías de diálogo abiertas.

Y hasta un 81% considera que la actual situación económica de Cataluña es mala (un 49%) o regular (un 32%). Solo un 18% la considera buena. Los responsables de esta realidad son, en buena parte, los sucesivos gobiernos de Mas, Puigdemont o Torra, ejecutores de la mayor oleada de recortes contra la población.

Esta voluntad mayoritaria en la sociedad catalana es la que ha empujado a ERC a respaldar la constitución de un gobierno progresista o a abrir un proceso de diálogo, en abierta oposición al camino del 1-O y la DUI que respaldaron en 2017.

Definitivamente, los mayores problemas de las élites del procés no están en Madrid sino en Barcelona, en la mayoría de catalanes que se niegan a seguir sus dictados."                  (Joan Arnau, De Verdad digital, 20/02/20)

22/11/19

Tabarnia existe: solo el 37% de barceloneses y el 38% de tarraconenses quiere la secesión

"La encuesta (...) el CEO

% contrarios a la secesión (aumentando):
  • Barcelona: 52,5%
  • Tarragona: 48,7%
  • Lérida: 34,9%
  • Gerona: 33,8%
% favorables a la secesión (cayendo):
  • Barcelona: 37,5%
  • Tarragona: 37,8%
  • Lérida: 53,5%
  • Gerona: 56,8%
2 conclusions (i amb dades de la Gene!):
  1. En ninguna de las provincias catalanas el secesionismo rebasa el 60%. Con eso no se hace ninguna reichpubliqueta.
  1. Tabarnia (Tarragona + Barcelona) existe y su ciudadanía tiene una mentalidad notablemente diferente a la de Tractoria.
  1. El dretadecidir debería aplicarse también a Tabarnia, según reconoce el mismo Motxo:

¿Algún partido tiene pensado reconocer el hecho diferencial tabarnés y satisfacer las necesidades de los habitantes de Tabarnia, o tendremos que seguir dependiendo del fanatismo (menguante y débil) tractoriano?

Dolça i diferent Tabàrnia…"                  (Dolça Catalunya, 17/11/19)

27/5/19

Una élite político-intelectual de la izquierda catalana secuestró el relato republicano del franquismo para regurgitarlo en clave nacionalista y estibárselo a una izquierda española fascinada por la excelencia catalana. A partir de entonces, franquismo y España se entenderán como equivalentes... la culpa es de Franco: arrebató a los españoles la conciencia ciudadana y el nacionalismo se aprovechó de ello

"(...) A la espera de la investigación detallada, aquí va mi conjetura: una élite político-intelectual de la izquierda catalana secuestró el relato republicano del franquismo para regurgitarlo en clave nacionalista y estibárselo a una izquierda española fascinada por la excelencia catalana. A partir de entonces, franquismo y España se entenderán como equivalentes

 La dictadura vendría a ser una suerte de puesta al día de un programa gestado en 1714 y la guerra civil, un decreto de Nueva Planta 2.0. 

El cuento, obviamente, es una fábula. En Cataluña y el País Vasco hubo mucha menos represión que en ninguna otra parte de España. Con diferencia. Un resultado, por lo demás, previsible: la riqueza acostumbra a tener buenas aldabas. Ciertamente a Cataluña no le fue mal con el franquismo. 

En realidad, disfrutó de una ventaja diferencial compatible con mi conjetura, con la reputación de los catalanes: Barcelona se convirtió en -o se presentó como- lo más europeo que podíamos pasear. En lo que atañe a los negocios, caben pocas dudas. No hay demostración más elocuente que el "voto con los pies" de millones de españoles abandonando regiones hundidas en la miseria para ganarse la vida. 

Por si acaso, el franquismo facilitó el camino. En Cataluña se instaló el grueso de las autopistas y recalaron las mayores inversiones en red ferroviaria. Y en la cultura, pues también. La superioridad, unas veces real y otras autoproclamada, se puede rastrear en muchos lugares. Por ejemplo, en la importancia de la Universidad de Barcelona, vanguardia de tantas cosas en España durante la dictadura.

 Por cierto, si quieren entender la internacionalización del relato independentista, sigan ustedes la pista a los economistas catalanes. La superioridad se mostraba en la Universidad, pero no solo. Por hablar como entonces, se trataba de una hegemonía exhaustiva, ubicua, que es como debe ser la verdadera hegemonía. 

Alcanzará incluso al extravagante mundo de los poetas. Basta con ver cómo se escribió la historia, la procedencia del escalafón: la rusticidad de los de la berza contrastaba con la exquisitez de la escuela de Barcelona o de los novísimos, en particular de algunos novísimos.

La hegemonía se prolongó hasta bastante después de la muerte del dictador. Con la democracia, Europa y sus dineros y alguna otra cosa más, el cuadro comenzó a cambiar. Entre las otras cosas, muy destacadamente, el Titanic barcelonés, entregado al nacionalismo, que espantó a muchos. De pronto, en muchas partes de España aparecían españoles que podían mostrar sus talentos sin pasar por una Barcelona cada día más antipática.

 Cierto día los catalanes descubrimos que, por defecto, ya no éramos los mejores. No desatiendan esa circunstancia cuando quieran entender tantas conversiones al independentismo de intelectuales de izquierdas. La cabeza de ratón, ya saben. En versión más clásica: lo de la infraestructura y la superestructura. Una caída del caballo con importantes consecuencias.

El cuadro completo requiere volver la mirada a la mayor singularidad intelectual de nuestros nacionalismos: invoca una realidad que no existe, que no cuadra con la trama doctrinal clásica del nacionalismo. No estamos ante una minoría (en España) mayoritaria concentrada territorialmente (en Cataluña o en el País Vasco). 

Los movimientos de población que siguieron a los planes de desarrollo franquistas recompusieron apellidos y lenguas de uso. La realidad catalana es fundamentalmente española. No es la de la República. El verdadero milagro es cómo, con ese ecosistema, la ficción de la nación cultural se ha podido sostener. Mi conjetura última es que, también ahora, la culpa es de Franco: arrebató a los españoles la conciencia ciudadana y el nacionalismo se aprovechó de ello.

Los "otros catalanes" llegaban como llegan hoy tantos sin papeles, inseguros de sus derechos y derrotados. Incluso asumían la calificación -en su propio país- de "emigrantes", esto es, de extranjeros. Algo que no sucedía en otros destinos españoles: nadie emigra desde Zaragoza a Madrid. 

Los nativos se encargaron de recordarles que no eran verdaderos catalanes, que, si acaso, tenían la obligación moral de "integrarse", que no eran ciudadanos plenos. Se crearon pseudoproblemas (qué es ser catalán) y se dignificaron entelequias metafísicas ("el catalanismo"). Y ellos, que con Franco nunca había sido ciudadanos, acabaron por creérselos. La anomalía no había muerto con Franco. Votaron en consecuencia. 

En las generales, al PSOE y en las autonómicas, ni siquiera: aquello no iba con ellos. La Generalitat, que solo se expresaba en catalán, era de los catalanes fetén. No se habían sentido ciudadanos con Franco y seguían sin sentirse con el nacionalismo. El nacionalismo, otra vez, rentabilizando al franquismo. Una minoría privilegiada monopolizó la voz de los más.

Los más radicales perdedores se encontraron sin portavoces políticos. Sus partidos naturales estaban por otras cosas, por traficar con la mercancía nacionalista, facturando una pésima producción en torno a "la cuestión nacional" que no debía dividir a los trabajadores. La rueda de molino. Nadie dijo nada y al que lo decía, pues "lerrouxista", ese pauloviano reflejo que tanto recuerda, a efectos pragmáticos, a las descalificaciones (¡islamofobia!, etc.) de la izquierda reaccionaria cuando decide vetar los debates. 

Andando el tiempo, quienes facturaban el producto, de acuerdo con su procedencia, acabarían por nutrir todas las variantes del nacionalismo; esto es, toda la política catalana. Está todo en Últimas tardes con Teresa la profética novela de Juan Marsé. En 1964 Santiago Carrillo (à la Vázquez Montalbán) puso en circulación una de sus fantasías conceptuales a la espera de que otros le dieran lustre: la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura. Aunque los funcionarios del partido se entregaron a la labor, la ocurrencia recibió la cera de Manuel Sacristán y Gustavo Bueno, marxistas con lecturas bien digeridas. 

El único sitio en donde la fórmula pareció cuajar fue en Cataluña, eso sí, de la peor manera: una clase trabajadora excluida y desnortada y una élite intelectual entregada al relato nacionalista. Los pobres y los pijos. Con un responsable último: un franquismo que privó a unos de conciencia ciudadana y estableció las condiciones para que los otros pudieran lucir porte exquisito. Franco, con renglones torcidos, dinamitó el ya de por sí endeble relato republicano de la izquierda española.

Por supuesto, no se trata de más que de una conjetura. En el mejor de los casos, de una explicación parcial. A la espera de la investigación de detalle yo comenzaría por explorar los destinos de los integrantes de Bandera Roja, aquella escisión circunstancialmente maoísta del PSUC. Hagan la lista de los nombres y miren por dónde andan. Entenderán muchas cosas. La tesis doctoral está a la espera."                            

(Félix Ovejero, profesor de Ética y Economía de la Universidad de Barcelona. El Mundo, 04/04/19)

9/1/19

El independentismo se estanca en Barcelona... Los barceloneses que sólo se sienten catalanes se sitúan en el 23,3%, una cifra que se ha mantenido en valores similares durante todo el proceso independentista...

"Los barceloneses que sólo se sienten catalanes se sitúan en el 23,3%, una cifra que se ha mantenido en valores similares durante todo el proceso independentista. Así se desprende del último Barómetro Municipal de Barcelona, que revela que hay un 41,3% de ciudadanos que se consideran tanto españoles como catalanes.

Entre los años 2012 y 2018, el porcentaje de encuestados que han manifestado sentirse únicamente catalanes nunca ha llegado al 30%, sino que se ha movido entre el 21,3% (junio de 2015) y el 29,3% (diciembre de 2012). En cuanto a aquellos que afirman compartir el sentimiento catalán y español se ha incrementado casi en siete punto en los últimos seis años, pasando del 34,4% del 2012 al 41,3% de 2018.

El Barómetro Municipal constata, por otra parte, que hay un 44,8% del barceloneses que se definen como más catalanes que españoles o únicamente catalanes; mientras que los que dicen ser únicamente españoles, más españoles que catalanes o tanto español como catalanes se sitúan en el 49,6%."                 (e-notícies, 04/01/19)

9/11/18

Sólo el 18% de los barceloneses rechazan su nacionalidad española...

"La encuesta de servicios municipales llevaba a cabo por el Ayuntamiento de Barcelona liderado por Ada Colau nos aporta un dato que deja bien a las claras como se sienten la inmensa mayoría de los ciudadanos de la capital catalana, dejando en mal lugar las innumerables actitudes separatistas de su actual alcaldesa.

Sólo el 18,8% de los barceloneses se considera únicamente catalán y rechaza su nacionalidad española. El 33,9% de ellos dice sentirse tan español como catalán, mientras que el 6,1% afirma que su pertenencia a España es más fuerte que a Cataluña. En el caso contrario encontramos que un 22,9% se sienten más catalanes que españoles, pero sin dejar de sentirse españoles. Por último, el 6,2% afirma que su sentimiento es únicamente español.  (...)"             (El Catalán, 01/11/18)


3/9/18

Dentro del territorio plurinacional de Cataluña podemos distinguir tres naciones, ¡culturales claro!: Barcelona-Tarragona, Lérida-Gerona, y el Val de Arán. La diversidad, un hecho; la igualdad, un derecho. Si un hecho genera desigualdad… no hay derecho

"(...) Hilemos fino: Cataluña es una nación cultural de naciones culturales. Dentro de este territorio plurinacional que es Cataluña –vamos a dejar por ahora el resto de los llamados “països catalans”, porque la cosa se complicaría aun más- podemos distinguir, al menos, tres naciones, ¡culturales claro!:
  • La más numerosa, la española, se concentra básicamente en las comarcas más industrializadas de las provincias de Barcelona y Tarragona, son comarcas cercanas al mar y coinciden con lo que, últimamente, se denomina Tabarnia.
  • La segunda nación cultural la componen prácticamente las provincias de Gerona y Lerida y algunas comarcas de interior de las otras dos provincias catalanas. Se corresponde, con lo que se ha dado en llamar, últimamente, Tractoria, haciendo referencia, de forma claramente despectiva, al sector económico principal del territorio o más bien al uso de tractores para bloquear la carretera en aciagas fechas del pasado año.
  • La tercera es una pequeña nación cultural donde el aranés es la lengua oficial, muy reducida, aunque parece que sus habitantes se apuntan a fusionarse con Tabarnia.
Se podría hablar de otras naciones culturales si entendemos que es la lengua o la etnia la que las determinan. Hablaríamos de la nación gitana, la nación árabe, la nación china, la nación paquistaní…

Ya en serio, creo que toca hablar sin darle más vueltas y afirmar que España es un nación política, plural y diversa culturalmente. Que no es plurinacional y que tal palabra no tiene sentido en sí misma.

Que hemos de gestionar nuestra diversidad con respeto, sin imponer sentimientos de pertenencia excluyentes, que tenemos una lengua común y unas lenguas que son patrimonio de todos.

Que el sistema autonómico español se inició en la Segunda República Española y se desarrolla a partir de la Constitución del 78, calcando, prácticamente, el modelo.

Que no podemos hablar de federalismo como un proceso para unir lo que está separado, porque está junto –no caben derechos de autodeterminación–.

Que solo podemos hablar de federalismo como proceso para culminar un sistema autonómico donde las competencias sean iguales para todas las autonomías, respetando la diversidad de cada una, en lo interno y en lo externo, y dándonos la posibilidad de recuperar competencias para la administración central, como educación y sanidad que permitan garantizar la igualdad de todos los españoles.  (...)

Me repito: La diversidad, un hecho; la igualdad, un derecho. Si un hecho genera desigualdad… no hay derecho. (...)

Nou Barris, Barcelona, 27 de junio de 2018"                 (Vicente Serrano, Presidente de Alternativa Ciudadana Progresista, Crónica Popular, 20/07/18)

14/3/18

Los impuestos de los barceloneses sirven para subvencionar a los residentes del resto de Cataluña, que pagan menos impuestos, necesitan más servicios, y al estar más desperdigados, son mucho más caros de servir... logicamente

"La idea de Tabarnia lleva rondando las redes sociales desde hace dos o tres años. Tabarnia parte de un principio muy simple: los ciudadanos de un territorio deben poder escoger libre y democráticamente sobre su destino, y por tanto poder determinar si desean que su región siga formando parte del estado o comunidad a la que pertenecen.

La cuestión es que la región en este caso son las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, y la comunidad autónoma/república de fantasía de la que se quieren separar es Cataluña.

Si miramos el resultado de todas las elecciones catalanas en las últimas dos décadas podemos ver claramente el motivo. Las comarcas del litoral central catalán y sus conurbaciones urbanas siempre han votado en un sentido radicalmente distinto al del resto de la región: mientras que en el interior, sur y norte de Cataluña han votado a partidos nacionalistas con una radicalización creciente, el Barcelonès, Vallès(Oriental y Occidental), Baix Llobregat, Garraf, Tarragonès, Baix Camp i Baix Penedès (y el Vall d´Aran, como enclave pirenaico) han votado siempre a partidos constitucionalistas moderados.

Estas nueve comarcas concentran más del setenta por ciento del PIB de Cataluña, y dos tercios de la población. Son la región más diversa y económicamente vibrante; el grueso de la producción industrial, servicios y exportaciones salen de esta zona. Al ser una región más rica que la media de Cataluña, sus habitantes pagan más impuestos y utilizan menos servicios públicos. 

A la práctica, gran parte de lo que pagan sirve para subvencionar a los residentes del resto de la comunidad que pagan menos impuestos, necesitan más servicios, y al estar más desperdigados, son mucho más caros de servir.

Aunque la región contiene el grueso de la población y la economía productiva catalanas, políticamente ha sido una región históricamente infrarrepresentada en el sistema político catalán.

 Esto, por cierto, no tiene nada de exageración poética; las instituciones catalanas dan mayor peso electoral a las zonas rurales, y el parlament y Generalitat tiene un número preocupantemente bajo de políticos con apellidos no catalanes.

 Los partidarios de Tabarnia alegan que sus ideas y convicciones políticas no son ni representadas ni respetadas por la élite dirigente catalana, que parecen incapaces de entender sus problemas o cultura. Es por este motivo que piden la aplicación del artículo 144 de la constitución española y exigen su separación de Cataluña y la formación de una nueva comunidad autónoma.

Y lo quieren votar en referéndum, claro.  (...)

Nuestros argumentos han sido casi sin excepción un cortar y pegar de todo el argumentario independentista de los últimos cinco años, simplemente cambiando “España” por “Cataluña” y “Cataluña” por “Tabarnia”.  (...)

El resultado ha sido francamente absurdo. Hemos visto comentaristas independentistas decir que Tabarnia vulnera la constitución española. Algunos han proclamado que Cataluña es una e indivisible, y que el futuro de Tabarnia debería ser decidido por todos los catalanes.

 Se ha acusado a los impulsores de Tabarnia de inventarse fronteras, practicar el populismo o de querer seguir el modelo de Milosevic en Bosnia. Es decir, los mismos argumentos, a menudo palabra por palabra, que los constitucionalistas lanzan a los independentistas catalanes, una y otra vez.

Tabarnia es, obviamente, un chiste, una sátira. La idea que un puñado de comarcas puedan decidir de forma unilateral que quieren salirse de una región es absurda, igual que la noción de que “no nos entienden”, la insistencia en que la “Generalitat nos roba” o que “no nos representan”. 

Es casi trivial dibujar una serie de divisiones caprichosas sobre un mapa de resultados electorales y tener una mayoría abrumadora sobre casi cualquier cosa; las murallas de Tabarnia no dejan de ser un elaborado gerrymandering con políticos escogiendo votantes, no votantes escogiendo políticos.

La cuestión, sin embargo, es que todas las fronteras son caprichosas. El debate de fondo en el independentismo catalán es un debate sobre la definición de la demos, de quién consideramos “el pueblo” en nuestra democracia. 

Saber quién puede votar, por qué y donde es clave en el laborioso proceso de agregación de preferencias y representación política de cualquier régimen democrático. La decisión sobre qué cantidad de territorio se considera un sujeto soberano, y quiénes son ciudadanos en él, a menudo basta para definir el resultado.

Los nacionalismos han oscilado siempre entre dos argumentos para dibujar las fronteras del demos en sus reivindicaciones. La forma tradicional del nacionalismo de finales del siglo XIX y principios del XX era el de “nación cultural”, con las fronteras delimitando territorios con historia, cultura, tradiciones y lengua diferenciada. El problema de este método es que las naciones culturales tienden a estar distribuidas de forma bien poco homogénea, y el concepto de identidad nacional es algo mucho más complicado y ambiguo que una serie de categorías simples. Intentos pasados de dibujar mapas según estos principios, como los salidos de los catorce puntos de Wilson y los tratados de paz de la primera guerra mundial, han creado invariablemente estados débiles, fracturados e inestables, amén de furibundos brotes de nacionalismo etnicista.

Dado que la idea de “nación cultural” tiene mala prensa, los independentistas han recurrido a una definición digamos un tanto circular: Cataluña es una nación porque los catalanes dicen que lo es, y por lo tanto el pueblo es quien dice los catalanes que es el pueblo. 

Por supuesto, el pueblo que decide que es pueblo parece caer casualmente dentro de los confines de la comunidad autónoma de Cataluña, y les basta tanto para sacar mayorías absolutas en el parlament como para pedir de forma incesante que les dejen votar una secesión. 

El problema, claro está, es que bajo esta racionalidad y sus justificaciones asociadas (expolio económico, voluntad de ser distintos, incomprensión del resto del territorio, etcétera), el cuento de Tabarnia es también perfectamente legítimo, y el debate rápidamente cae en el absurdo que hemos visto estos días.  (...)

Dibujar fronteras y decidir quién vota es algo que no podemos hacer por mayoría simple, dado que cualquier mayoría social no deja de ser ficticia a poco que movamos las líneas o cambiemos las reglas. Tarde o temprano los catalanes y españoles deberemos llegar a un acuerdo sobre qué podemos votar y quién puede hacerlo, algo que implicará redefinir competencias, arreglar el sistema de financiación autonómica y llegar a un acuerdo a medio camino entre el statu quo y la secesión.

El problema, por desgracia, es que nadie en Cataluña parece estar por la labor de buscar la clase de consensos buscando el apoyo de una gran mayoría social que pueden dar una solución a este debate."                      (Roger Senserrich, Vox Populi, 28/12/17)

25/1/18

¿Tabarnia ha llegado para quedarse?

" (...) Tabarnia sigue ocupando lugares destacados en los medios de comunicación y en las redes sociales --ha sido trending topic durante varios días y los memes se reproducen y difunden de forma viral--. Cada vez son más los medios internacionales que se hacen eco de la iniciativa. De hecho, el propio Puigdemont ha podido ver en su refugio de Bruselas cómo la televisión pública belga francófona incluía en un informativo un minirreportaje sobre los que “quieren separarse del resto de Cataluña”.

Además, la campaña de recogida de firmas en Change.org para el nacimiento de la nueva comunidad autonómica ha superado los 225.000 apoyos.  (...)

 ómeno puntual, fruto del momento de tensión que se ha vivido en los últimos meses con el procés, o si ha llegado para quedarse; si es una ocurrencia intrascendente que desaparecerá poco o poco, o si se trata de una respuesta a los años de implementación de políticas nacionalistas que puede acabar teniendo recorrido político.

Para la politóloga Verónica Fumanal, Tabarnia “ha tenido más recorrido mediático que el que se podría imaginar en un primer momento”, y lo atribuye a que la explosión del fenómeno se ha producido en un momento de “valle informativo”, con muchos espacios que rellenar en los medios.

“A nivel político no tiene ningún recorrido, más allá que el que pone en contradicción a los dos bloques: a los independentistas, que no reconocen un derecho de autodeterminación infracatalán, y a los no nacionalistas, que hablan de la indivisible unidad de la nación española y ahora resulta que esto les hace gracia y ven con cierta simpatía lo de trocear Cataluña”, añade la consultora en comunicación política.

Como muestra de la contradicción, Fumanal ha recordado una famosa intervención de Pilar Rahola durante una tertulia en TV3 hace varios años en la que se posicionaba airadamente en contra de un joven aranés que defendía el derecho del Valle de Arán a poder independizarse de Cataluña, en base a un derecho similar que reivindicaba la tertuliana para Cataluña respecto al resto de España.

La profesora de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Montserrat Baras, en cambio, sí cree que la iniciativa puede tener “un importante recorrido político”, no como para que Tabarnia se convierta en una comunidad autónoma, pero sí para rebatir algunos de los dogmas difundidos con éxito por el nacionalismo.

Para la politóloga, Tabarnia implica que “lo de un sol poble ha desparecido, y que el otro poble tiene un contenido geográfico definido, con unas comarcas y ciudades concretas, además de un programa --cosmopolitismo, aperturismo…--, aunque esté pendiente de desarrollarse”. 

“Y esto es el inicio de cualquier movimiento político: tener territorio y programa”, añade.
Baras destaca que el fenómeno se dispara casi en paralelo a “la salida del armario de la gente no nacionalista” en Cataluña. Esto es, con las manifestaciones no independentistas del mes de octubre y, posteriormente, con la victoria de Cs en las elecciones autonómicas del 21D. (...)

David Pérez, secretario segundo de la Mesa del Parlament (ahora Diputación permanente) y diputado electo del PSC el 21D, es más pesimista. “El nacionalismo ha fomentado un sentimiento de insolidaridad territorial, la idea de que solos nos irá mejor, y eso ha calado en buena parte de la sociedad”, explica.

Y concluye: “Esa insolidaridad territorial casa perfectamente con la idea de Tabarnia porque en el fondo es lo mismo: ¿por qué nosotros que estamos medio bien tenemos que estar pagando a los de los tractores?. El procés ha generado el caldo de cultivo óptimo para que fenómenos como en el de Tabarnia a largo plazo se queden ahí. ¿Lo de Tabarnia tiene recorrido? Este fenómeno de insolidaridad se puede enquistar”.                (Alenjandro Tercero, El Español, 05/01/18)

17/1/18

Tabarnia: ¿es viable económicamente?

"Ayer  Tabarnia fue Trending Topic mundial. Incluso algunos medios internacionales como Euronews se han hecho eco de la idea y la iniciativa suma en Change.org más de 25.000 firmas.

1. ¿Qué es Tabarnia?

La palabra nace de la unión de Tarragona y Barcelona y es un movimiento que pide la independencia de Catalunya. Usan los mismos argumentos que los independentistas: Catalunya ens roba, quieren el derecho a decidir y piden que un voto de un barcelonés valga lo mismo que uno de Girona.

 Con la ley electoral actual, un voto en Girona es equivalente a dos votos en Barcelona o lo que es lo mismo un votante de Barcelona vale la mitad que uno de Girona.

Tabarnia tendría 6 millones de habitantes o sea el 80% de la población catalana, concentraría la práctica totalidad de la industria, del turismo, de los sectores tecnológicos, del puerto, del aeropuerto y, por lo tanto, del PIB y de la recaudación de impuestos.

2. La Catalunya fuera de Tabarnia sería una economía preindustrial con la agricultura y la ganadería como principal sector

Y no solo eso: se quedaría fuera de Europa y los agricultores perderían los subsidios de la PAC. La población estaría muy envejecida y la pensión media sufriría un recorte muy significativo. Y los pocos jóvenes que quedarán tendrían que emigrar a Tabarnia. O sea, tendrían un PIB por habitante similar al de España en 1960, antes del Plan de Estabilización (diez veces inferior al PIB actual de los catalanes). Y la desigualdad y la pobreza aumentarían exponencialmente.

3. Tabarnia is not catalonia

Esta es sólo la parte positiva y la versión romántica del relato. La realidad es que Tabarnia seguiría siendo una sociedad muy dividida con un porcentaje elevado defendiendo la independencia y la unión a la vez con Catalunya. 

Tabarnia sentaría un precedente de involución del proceso europeo, volviendo al siglo XVII, por lo que también tendría el rechazo de la totalidad de países miembros, como lo ha tenido la independencia de Catalunya. Para autorizar el referéndum habría que modificar la Constitución y si los partidos no han sido capaces de llegar a un acuerdo en el Pacto de Toledo, parece un escenario muy poco probable.

2.1 Más caos, confusión y pobreza

Por lo tanto, Tabarnia generaría más caos y confusión, más horas de televisión en los medios internacionales, más fuga de depósitos, más fuga de empresas, más fuga de talento y capital humano. En suma: más pobreza e infelicidad para los ciudadanos catalanes, especialmente para los trabajadores y parados de menor renta.

Tabarnia es una muestra más del camino a ninguna parte en el que Artur Mas, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont han metido a la sociedad catalana. Hoy ya sabemos que no habrá reconocimiento internacional y una Catalunya independiente generaría caos y pobreza. 

El problema es que sus líderes han mentido a los catalanes sistemáticamente desde 2012 y les han seguido mintiendo durante la campaña. Decirles la verdad sería el fin de su vida política. Sólo así se puede explicar que Tabarnia haya sido Trending Topic mundial.

 Para los que admirábamos a Catalunya es muy triste observar el espectáculo tan patético que están dando. Por el bien de todos los catalanes, especialmente de los más perjudicados por la crisis, espero y deseo que esta pesadilla acabe cuanto antes."              (José Carlos Díez, 27/12817)