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9/2/21

“Quisiera trasladar mi pesar a las familias de las tres personas que asesiné”

 "El pasado julio, el preso de ETA Mikel Azurmendi, alias Hankas, envió un largo texto manuscrito al director del Centro Penitenciario de Valencia en el que se quejaba de que, tras 22 años encarcelado, seguía clasificado en primer grado, el más duro, lo que le impedía obtener beneficios penitenciarios. Condenado a 418 años por, entre otros atentados, el asesinato del concejal del PP de Sevilla Alberto Jiménez Becerril y su esposa en 1998, Azurmendi esgrimía que llevaba tiempo rechazando la violencia. “Sí, reconozco el daño que he causado”, afirmaba en la misiva. 

El pasado 11 de noviembre, el Ministerio del Interior anunciaba su traslado y el de su compañera, la también etarra Maite Pedrosa, a una prisión cercana al País Vasco, la de Zuera (Zaragoza). La decisión provocó una tormenta política al coincidir con el apoyo parlamentario de EH Bildu a la tramitación del proyecto de Presupuestos del Gobierno.

Azurmendi es uno de los 42 presos etarras que, en lo que va de año han pedido perdón por carta, según datos de la lucha antiterrorista a los que ha tenido acceso EL PAÍS. La cifra es superior a la del año pasado, cuando fueron una treintena, y, sobre todo, a la de 2018, el año en el que ETA anunció su disolución, cuando fueron ocho. En la actualidad, permanecen recluidos en cárceles españolas 197 etarras

 “El salto ha sido cuantitativo, pero también cualitativo”, señalan fuentes policiales en referencia al contenido de las misivas. “Al poco de la disolución de ETA, los textos eran similares y se ajustaban a las directrices del EPPK [siglas en euskera del colectivo de presos de ETA] de no arrepentirse ni delatar. Ahora, las hay que también reflejan arrepentimiento”, recalcan. En una de estas misivas, inédita hasta ahora, un etarra escribe: “Quisiera trasladar mi pesar a las familias de estas tres personas [a las que asesiné], pedirles perdón”.

Las directrices a las que se refieren estas fuentes las marcó el EPPK en enero de 2018, cuando anunció la “total disposición” de sus reclusos a reconocer el dolor causado si con ello se mejoraba su situación penitenciaria. En abril de ese año, ETA hacía público un comunicado en el que también admitía el daño provocado como paso previo a su disolución formal materializada semanas después. 

Algunos presos que seguían la disciplina de la banda ya habían dado un primer paso en esa línea, como Jagoba Codó –al que la Audiencia Nacional dejó en libertad condicional el pasado agosto– quien en 2017 había hecho una renuncia genérica a la violencia en un texto en el que afirmaba: “Nadie es ajeno al dolor, ni al sufrido ni al causado, y penalmente lo estoy pagando”.

Tras aquellos dos comunicados, otros reclusos siguieron los pasos de Codó con misivas con un contenido también “muy estandarizado”, destacan fuentes policiales. En una de ellas, su autor decía querer utilizar “las vías políticas para fines políticos” y reconocía “el daño causado en las décadas que existió la organización a la que pertenecí”. Todo ello, en un texto impersonal con apartados. Fuentes del Gobierno vasco que han seguido la evolución de los presos de ETA destacan que “estas cartas siguen siendo la mayoría y responden a un formato preparado por los abogados defensores”. 

En su opinión, “solo buscan facilitar el traslado a una cárcel próxima a Euskadi y mejorar las condiciones penitenciarias”, añaden. EL PAÍS ha intentado contactar con varios abogados de etarras, pero han declinado hablar. También Etxerat, la asociación de familiares de los presos que permanecen dentro de la ortodoxia del EPPK, ha rehusado dar su opinión.

Sin embargo, frente a este tipo de textos, en los últimos meses varios presos han remitido cartas en las que incluso citan a las personas que asesinaron. “Reconozco el daño causado a las víctimas consecuencia de mi actividad armada en dicha organización, sobre todo a las tres víctimas mortales [incluye el nombre y apellidos de cada una de ellas], así como a sus seres queridos y a las personas que fueron heridas”, recoge una misiva manuscrita en la que el preso etarra, cuya identidad no se facilita para evitar represalias, añade: “Reconociendo la gravedad de haberles arrebatado la vida y aún la imposibilidad de devolvérsela, quiero que este reconocimiento y este pesar contribuya a reparar en parte el daño y sufrimiento causado a las víctimas del terrorismo, a todas las víctimas”.

“No debería haber pasado”

“ETA, en su día, reconoció el daño causado, así como el colectivo de presos. Yo, de mi lado, también quiero reconocer el daño que la lucha armada ha causado durante todos estos años, asimismo comprometerme a superar todos los problemas del conflicto”, escribió otro etarra el año pasado. En esta segunda misiva, este recluso añadía: “Eso no debería haber pasado y quiero decirlo porque es así como lo siento, de la misma forma que pienso que hace tiempo que se debería haber buscado una solución para terminar con tanto sufrimiento”. El interno de ETA terminaba reconociendo que el dolor y daños causados “no tienen solución” y mostrando su “respeto a los fallecidos, heridos y demás víctimas”.

Fuentes del Gobierno vasco consideran que este tipo de textos son un avance, aunque lamentan que todavía sean pocos: “No llegan a la docena”. Y culpa de ello a una parte de la izquierda abertzale, que en su opinión no permite a los reclusos de ETA “ir más allá y hacer en estos textos un verdadero planteamiento crítico de lo que fue la violencia terrorista”. La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) se muestra mucho más escéptica y duda, incluso, de que existan estas misivas. Carmen Ladrón de Guevara, abogada de la asociación, critica que Interior utilice su existencia para justificar los acercamientos. “Nunca nos han enseñado estas cartas. Ni a nosotros, como asociación, ni a ninguna víctima”. Para esta abogada, que ha ejercido la acusación en los últimos juicios contra etarras, el “verdadero arrepentimiento” no está en estas misivas sino “en la colaboración con la justicia, y eso no lo estamos viendo”.

Por el contrario, Roberto Manrique, herido de gravedad en el atentado del Hipercor de Barcelona, de junio de 1987, en el que murieron 21 personas, cree que estas cartas son “positivas”. En enero de 2011, con ETA aún activa, Manrique recibió una de uno de los etarras que colocó aquel coche bomba, Rafael Caride Simón, entonces acogido a la llamada Vía Nanclares de reinserción. En ella, el etarra afirmaba: “Reconozco el daño y sufrimiento que causaron en personas como usted las acciones llevadas a cabo durante nuestra militancia en ETA. No soy insensible al dolor y sufrimiento que las mismas generaron; de ahí mi compromiso sincero en tratar de ayudar a cerrar esas heridas y en que nadie más sufra lo que ustedes han sufrido”. Manrique, que un año después de aquella misiva mantuvo un encuentro “reparador” en prisión con el etarra, se muestra convencido de su sinceridad: “Creí en su arrepentimiento”.

Manrique recalca que este tipo de gestos no debe traducirse en beneficios penitenciarios: “Si me dicen que mi encuentro le podía permitir recortar un minuto de su condena, hubiera dicho que no por respeto al resto de las víctimas que causó”. Después de 19 años en cárceles españolas y otros siete en francesas, Caride Simón salió de la cárcel en agosto de 2019. Llevaba dos años en semilibertad. “Es la ley y hay que acatarla. Me consta que ha estado en prisión el tiempo del que tenía que estar”, señala esta víctima."            (Óscar López-Fonseca, El País, 23/11/20)

12/11/18

A Maite Pagaza le mataron a su hermano Joseba. Era el jefe de la policía municipal de Andoáin, pero el Ayuntamiento, gobernado por Euskal Herritarrok, se negó a condenar el asesinato. Ni ese día ni al día siguiente ni al año siguiente Maite Pagaza disparó a su vez contra nadie. Esta conducta fué la de todos los familiares y amigos, menos uno, de los miles de víctimas del terrorismo nacionalista vasco. Yo no estoy absolutamente seguro de que ésa hubiera sido mi conducta en un caso similar...

"Este viernes damos en Barcelona el premio Tolerancia a Maite Pagaza. Aún no tenía ese premio. Es puramente sorprendente. Hace quince años mataron a su hermano Joseba. Concretamente, el 8 de febrero de 2003, cuando un tipo llamado Gurutz Aguirresarobe Pagola entró en el bar Daytona de Andoáin y disparó sobre el hombro, el estómago y la cabeza de su víctima. Pagaza era el jefe de la policía municipal, pero el Ayuntamiento, gobernado por Euskal Herritarrok, se negó a condenar el asesinato.

Ni ese día ni al día siguiente ni al año siguiente Maite Pagaza disparó a su vez contra nadie. No disparó contra el asesino de su hermano ni tampoco eligió disparar en sinécdoque, es decir, no disparó, por ejemplo, contra ninguno de los públicos y reconocidos miserables que se negaron a condenar el asesinato

 Esta conducta es meditable. No fue solo la de Maite Pagaza, sino también la de todos los familiares y amigos, menos uno, de los miles de víctimas del terrorismo nacionalista vasco. Insisto en que es meditable. Yo, para señalarme, no estoy absolutamente seguro de que ésa hubiera sido mi conducta en un caso similar. Y si lo hubiera sido, menos seguro estoy aún de que hubiera sido por algo más que cobardía.

 Supongo que en tales circunstancias agobiantes habría hecho cálculos rápidos. La posibilidad de matar, sí, pero también de morir, en la propia venganza o más tarde, en la venganza sucesiva de los otros; la casi certeza de que te apresarán y los años que pasarás en una sórdida celda, y el horrible rancho, sobre todas las cosas... Yo habría calculado mucho, supongo.

Pero tengo la sospecha de que hay en el mundo otro tipo de personas. Personas que responden a la seca, primera y mejor definición de tolerancia, que es la de llevar las cosas con paciencia, sin alterarse más allá de lo que permite la vida, es decir, sin merodear en los anchurosos campos de la disolución y la muerte. 

Personas tocadas de una gran inteligencia, que ante la certeza, una mañana en el célebre bar Daytona, de un hermano baleado se resisten a extender de su mano la metástasis, simple y civilmente, sin perdones ni demás alientos fétidos, sobriamente seguros de que la continuidad en la vida es la respuesta más eficaz ante la muerte. Y, en realidad, la mejor venganza.  (...)"                (Arcadi Espada, El Mundo, 25/10/18)

5/9/18

Lo que sí sostengo es que, a pesar de que los nacionalistas digan lo contrario, en algunas zonas de Cataluña se está dando un clima social irrespirable...

"(...) El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Girona Ángel Duarte (Barcelona, 61 años) será el encargado de cerrar hoy en el campus de la UPV de Vitoria las jornadas ‘Nacionalización y violencia política’, organizadas por el Instituto Valentín de Foronda.

 «El caso más extremo es el que se ha vivido en el País Vasco con ETA. En otros, la violencia con fines políticos es un elemento mucho más tenue y su uso es más intenso cuando existe una voluntad clara de crear un marco de soberanía propia», sostiene. 

– De ruptura, quiere decir.

– De secesión, exactamente. De crear un sujeto político independiente. En ese momento, el ejercicio de la violencia más pronto que tarde acaba apareciendo. En el País Vasco se han padecido casos de violencia extrema, frente a otros lugares que han intentado esquivar ese tipo de acciones. 

– ¿Se refiere a la situación actual de Cataluña?

– Ahora, sí. Pero no hay que olvidar que en los sesenta y los setenta, aquellos que querían dar un salto hacia un Estado propio ya recurrieron a la violencia. Lo que pasa es que el tema quedó cercenado. Episodios como los del Exèrcit Popular Català (EPOCA), el Frente de Liberación de Cataluña e incluso Terra Lliure. 

Los primeros pasos son muy similares: son atentados contra locales que representan la presencia del Estado, a compañías cuyos intereses chocan con lo auténticamente catalán… En el caso catalán el nacionalismo ‘pujolista’ marcó distancias con los violentos que, además, eran unos inútiles. El de ETA no es un modelo que nos sedujese. No había una red social de apoyo. 

– ¿Teme que surjan conatos de violencia en Cataluña?

– La violencia tal y como se ha vivido en Euskadi es irrepetible en el caso catalán. Lo que sí sostengo es que, a pesar de que los nacionalistas digan lo contrario, en algunas zonas de Cataluña se está dando un clima social irrespirable. 

– ¿Existe un riesgo de fractura?

– Sí, como riesgo existe. No creo que hasta ahora se haya producido. Pero si me pregunta si la gente podría llegar a pegarse en la calle, mi respuesta sería que sí. El que participa del ‘procés’ está metido en una lucha a la escocesa, que podría hacerle sentir frustrado. Mientras que quienes no han tomado parte, tienen una sensación de fatiga absoluta. 

– ¿Confía en que el diálogo dé lugar a una solución política?

– El problema es que yo no veo una voluntad para desacelerar el tema.

– ¿Qué se puede esperar de la reunión del lunes entre Pedro Sánchez y Quim Torra? 

– No espero nada. Me da la sensación de que Pedro Sánchez está dispuesto a hacer todos los gestos que pueda dentro de la ley, incluso bordeándola, pero no va a permitir un referéndum de autodeterminación. Y los otros no se van a bajar de ahí. 

Las relaciones van a ser complicadas durante mucho tiempo y lo que me produce desasosiego es que en Cataluña se instalen dos lógicas comunitarias contrapuestas. A la irlandesa, digamos, pero sin un IRA o grupos paramilitares de por medio. No hablamos de lograr avances el autogobierno, sino de la destrucción del Estado. 

– Lo contrario que Euskadi, donde la apuesta por aumentar los niveles de autogobierno es clara. 

– El problema que tiene el nacionalismo catalán en buena medida es que renunció en el momento de la Transición a una gestión de los recursos similar a lo que se corresponde con el Fuero y el Cupo, y ahora ha llegado a ser insatisfactorio. Teniendo en cuenta la aportación del PIB de Cataluña al conjunto del Estado, exportar el modelo vasco al caso catalán haría, al parecer, inviable la Hacienda española. No lo sé. 

Lo que sí que es cierto es que el PNV está irritando a los sectores más intransigentes del nacionalismo catalán porque están dando muestras de un pragmatismo o una capacidad de entender la gestión política, de explorar los pasos intermedios, tensar la cuerda y saber qué se puede alcanzar y qué no. Eso en Cataluña genera una gran frustración. Pero bueno, parece que algunos, como Esquerra, están empezando a cambiar el ‘chip’. Veremos a ver qué pasa con el tándem Torra-Puigdemont.

 – Participa en unas jornadas en Euskadi tras el final decretado por ETA. Como historiador, ¿cómo se puede ayudar a cerrar heridas? 

– Lo que conviene es un ejercicio de verdad. A partir de ahí se puede pensar en cómo cerrar las heridas. Optar por pasar página en nombre de la piedad, que no tanto de la verdad, me temo que es un mal camino. Hay que situar a cada uno en su lugar, en su contexto. La verdad es lo que sana. Yo he estado con colegas, que tenían que ir escoltados por dos ertzainas. Y ellos no eran el enemigo ni el aparato represor de ningún Estado.

 – ¿Una petición de perdón por parte de quienes ejercieron la violencia ayudaría? 

– No van a pedir perdón. Mientras sigan utilizando la coartada de la ‘guerra sucia’ y tengan un relato histórico de largo recurrido, el de la opresión milenaria, que es un delirio, va a ser complicado. Yo creo, y es solo un consejo, que la gente que ha padecido el terrorismo de ETA debería dejar de esperar ese perdón. Que trabajen los historiadores, que se respete la memoria y el dolor de las víctimas."              (Ángel Duarte, Lorena Gil, El Correo, 06/07/18)

8/5/18

¿Por qué los etarras no muestran un arrepentimiento sincero? Ellos no se quieren sentir como miserables por la persecución a sus vecinos. Como no quieren reconocer eso, no van a parar de dar la murga de colocarse como víctimas... El perdón cara a cara entre víctima y verdugos



"Comprendo que reprocharle a los terroristas etarras las miserias de su comunicado de despedida (?) puede parecer tan superfluo como criticar a Jack el Destripador por la fetidez de su aliento. 

 (...) Desde luego, lamentarse por las víctimas que no tenían nada que ver con el conflicto, dando por buenas y justificadas las otras, es repugnante. Pero aún peor es lamentarse de las aciagas circunstancias (empezando por el bombardeo de Gernika) que les obligaron a oficiar de asesinos: 

“¡Qué más hubiéramos querido que hubiese paz y libertad!”. 

Pues las hubo, claro, a partir del 78 y a pesar de ellos. Porque se convirtieron en el peor enemigo de la democracia, su obstáculo más peligroso, la coartada de los militares golpistas, la mejor garantía de perpetuación de la policía franquista.

 ¿Por qué en su fementido comunicado no mencionan a su víctima principal, la democracia española? ¿Por qué en vez de privatizar los sufrimientos personales no asumen la perspectiva política reconociendo su campaña de tantas décadas contra las libertades y los derechos de todos los ciudadanos? 

A ver, puestos a jugar un poco: ¿qué entienden ellos por esa paz y libertad que falta? ¿Cómo tendría que haber sido el país después de la larga dictadura para que ya no hicieran falta intimidaciones y crímenes? ¿Deberíamos todos habernos puesto en posición de saludo hasta que nos llegasen sus órdenes? 

Sobre todo: ¿por qué no se dejan de lágrimas de cocodrilo y dicen sencillamente que reconocen la democracia constitucional vigente, la que defendieron contra ellos esos “implicados en el conflicto” a los que asesinaron?"               (Fernando Savater, El País, 05/05/18)


 "(...)  Cuando ETA habla de la teoría del conflicto trata de repartir las cargas de su responsabilidad. 

No les debemos nada porque dejen de matar y lo que venden desde hace seis años es humo. ¿Pueden reescribir la historia? Si les dejamos, sí.

¿Por qué cree que no muestran un arrepentimiento sincero? Se disculpan frente a unas víctimas, pero no con otras...

Hay motivos de psicología social: ellos no se quieren sentir como miserables por la persecución de sus vecinos, por una identidad tóxica que se convirtió en asesina; un ataque al sistema democrático y a la ley. Como no quieren reconocer eso, no van a parar de dar la murga de colocarse como víctimas.  (...)

¿No hay convencimiento moral sobre el daño causado sino más bien oportunismo?

Lo de poner el contador a cero es literal. Es querer desprenderse del peso de los muertos, negarse a asumir la responsabilidad de haberlos provocado. Hay una parte que es judicial, de la que deben responder individualmente quienes han cometido crímenes. Luego está la responsabilidad de los políticos, los que mejor han salido de toda esta historia. Los herederos de ETA. Condenaron a futuro. 

Dijeron, ¿bombas o votos? Quitamos las bombas para que estos puedan tener votos. Hace seis años dejaron de matar para conseguir la legalización de la sigla política, pero podría haber sido más exigente: condenaron a futuro pero no la historia de terror. Tenían una enorme responsabilidad.

¿Con la disolución de ETA queda completamente cerrada la situación en País Vasco y Navarra? 

No. Es mejorable. Queda trabajo por realizar. Como no ha habido una vergüenza moral siguen con el narcisismo, el egocentrismo, un video a las dos, otro a las cinco... Están vendiendo humo. Son muy trabajadores. 

Hay que reconocerlo. Si nosotros nos dormimos, avanzarán porque no hay que olvidar que las tensiones institucionales y territoriales en nuestro país pueden volver de diversas maneras... Hay un trabajo muy importante por delante de lo que significa la ley, la libertad, el Estado de Derecho...  (...)

Durante muchos años una parte importante de la sociedad vasca dio la espalda a las víctimas. Incluso insinuando cierta culpabilidad. Entierros clandestinos; lejos de los pueblos de los difuntos. Asesinados y estigmatizados. ¿Queda algún gesto pendiente por parte de la sociedad que ha tenido una actitud como poco ambigua?

Hubo mucha parte de la sociedad que estuvo muy manipulada y muy mal liderada. Y con mucho miedo. La gente, bajo el miedo, actúa de una forma ética muy discutible. Sí que los líderes del nacionalismo nunca o casi nunca estuvieron a la altura de la persecución de sus vecinos. 

Y por eso les interesa adornar el pasado y las responsabilidades. Si se empiezan a aclarar bien las responsabilidades del mundo de ETA y de sus herederos y cómplices emergería la pregunta incómoda: ¿y qué hicisteis vosotros que gobernabais? No estabais cuando vuestros vecinos estaban siendo perseguidos. Necesitamos tiempo, la gente necesitaba aliviarse.... Ahora es una oportunidad para cerrar mejor las heridas.

¿Cómo se construye la memoria para sellar las fracturas de la sociedad?

Queda un trabajo histórico muy importante. El hecho de que haya un centro memorial con buenos historiadores es fundamental. Que en la universidad del País Vasco esté gente como Luis Castells y otros es muy necesario. Si no hay un trabajo riguroso de memoria podemos ser vulnerables al intento de manipulación ideológica del nacionalismo vasco. 

Durante los 80 les resultaba mucho más cercano el pensamiento integrista del nacionalismo radical que el pensamiento plural de quienes éramos sus adversarios políticos. Cuando hacía campañas durante aquella época, gente como Egibar [dirigente del PNV] nos decía: "vosotros no sois buenos vascos, sois anti vascos". Hoy no se atreverían a decirlo. Lo decían entonces cuando nos estaban persiguiendo para matarnos.

Albert Camus hubiera respondido a Egibar: "amo demasiado a mi país como para ser nacionalista"

Mucha gente suele distinguir entre nacionalista y patriota. Se pueden querer muchas cosas de la tierra en la que uno ha nacido, de la historia y la cultura heredada pero convertir eso en exclusión de los demás es recurrente y tóxico a lo largo de la historia. Pobreza, exclusión, la selección adversa de líderes.... Dijo Mitterrand: "nacionalismo es la guerra".

Dice Stuart Mill que la tolerancia es el barómetro de la salud moral de una sociedad. ¿Cómo está la salud moral de la sociedad vasca estos días?

Hay que ser intolerante con los intolerantes. Lo decía el propio Machado en Juan de Mairena. El pacifismo a ultranza en ese periodo de entreguerras, decía Machado, era una verdadera estupidez porque significaba que los más caraduras, los más violentos, los que no tenían escrúpulos se hacían con el poder. Tolerancia en lo que debemos serlo e intolerancia con lo que no debe ser tolerado... Con el sexismo, con la xenofobia, con todos los pensamientos excluyentes...  (...)

Hace años su familia instaló un buzón de Joseba en Andoáin para que quien quisiera pudiera mandarle cartas. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de lo que ha leído? 

Al inicio nos escribían sobre todo amigos y gente que nos quiere, pero después lo que más nos sorprendió fue quienes nos cuentan, ahora arrepentidos, que miraron para otro lado, incluso quienes apoyaron el asesinato de mi hermano. Queremos ordenar las cartas para contribuir a la memoria que tanto necesitamos ahora."                 (Entrevista a Maite Pagazaurtundúa, Carlos Carnicero, Huff Post, 03/05/18)


"Esther Pascual había pedido reuniones pequeñas, con grupos de tres personas, para poder explicar tranquilamente en qué consistía el programa y que cada cual planteara sus dudas. 

No le importaba que eso supusiera visitar varios días la cárcel, a 350 kilómetros de su casa. Estaba ante el mayor reto profesional de su vida y quería ir con calma. Pero, como sucede tantas veces, la realidad arrolla los planes perfectamente calculados.

- ¿De tres en tres? – le dijo entre risas Juan Antonio, el director de la prisión-. Venga, entra, que ahí están.

- Que ahí están… ¿cuántos?

- Pues todos.

Pascual respiró hondo antes de entrar en la sala. Se encontró con una veintena larga de personas. Presos con extensas condenas por terrorismo a sus espaldas que habían acabado reunidos en la cárcel de Nanclares de Oca (Álava) porque se habían alejado de ETA. Eran todos disidentes, pero mantenían planteamientos muy diversos. Ella les ofreció entrar en un proceso de mediación penal para encontrarse con sus víctimas. Les habló sobre la reconciliación y el perdón.

“Fue una reunión complicada, tensa”, recuerda la mediadora y abogada, más de siete años después. La recibieron con desconfianza. Lo primero que le preguntaron fue si era del CNI o una periodista infiltrada; luego, si era una enviada del entonces ministro del Interior, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. 

“Les expliqué cómo iba a funcionar el programa. Que era voluntario y que no iban a tener ningún beneficio penitenciario por participar en él; que era algo puramente personal; que si alguien estaba interesado, tenía que empezar a trabajar conmigo de forma individual en un proceso que podía ser largo; y que se arriesgaban a que luego las víctimas no quisieran reunirse con ellos. Era un paso que dábamos todos sin saber hasta dónde íbamos a poder llegar”.

Los reclusos comenzaron un debate acalorado sobre el perdón, sobre si había que pedirlo de forma individual o lo tenía que hacer ETA como colectivo. Entre ellos no había acuerdo. Finalmente, cinco le dijeron que estaban interesados en hablar con ella individualmente. Uno lo expresó públicamente. Los otros, de forma discreta.

Así empezó un programa que acabó con una decena de encuentros entre presos por delitos terroristas y víctimas de la organización a lo largo de 2011. En algunos casos eran sus víctimas directas, familiares de una de las personas a las que habían matado. En otros, los internos se presentaban como miembros de una organización con estructura militar en la que todos se hacían responsables de todos los atentados.

Tres de los protagonistas de que estos encuentros se llevaran a cabo se han reunido una mañana de finales de abril en Madrid a petición de este periódico. Se trata de la propia Pascual, la entonces secretaria general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, y Txema Urkijo, que en 2011 era adjunto de la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco -dirigida por Maixabel Lasa, víctima ella misma después de que ETA asesinara en 2000 a su marido, Juan Mari Jauregi, exgobernador civil de Gipuzkoa-.

 Los tres defienden un camino, la vía Nanclares, que luego se frenó pero que supuso que miembros de ETA reconocieran sin ambages el daño causado a las víctimas y que la violencia no debió usarse jamás para alcanzar fines políticos.

Nanclares, el intento de quebrar la cohesión del colectivo de presos

Las cárceles han sido siempre una clave de la política antiterrorista, un punto central tanto para ETA como para el Estado. La banda terrorista tenía (y tiene) mecanismos de férreo control sobre los presos que apuntala con apoyo jurídico y económico tanto para ellos como para sus familias. Y el Estado, desde que a finales de los 80 inauguró la política de dispersión, ha tratado en todo momento de quebrar este frente con distintas estrategias según el momento y el Gobierno de turno.

Mercedes Gallizo llegó a Instituciones Penitenciarias en 2004. Se encontró con muchos presos con dudas sobre su vinculación con ETA, sobre la violencia. Cuando la banda terrorista volvió a matar después de la tregua de 2006, las críticas aumentaron dentro de la cárcel. Muchos, además, se sentían abandonados por una organización que apenas había hablado de su situación durante sus conversaciones con el Gobierno. A finales de 2008 Interior fue trasladando a estos reclusos críticos a prisiones cercanas al País Vasco ­­-Zuera, en Zaragoza, y Villabona, en Asturias- para favorecer el debate entre ellos. 

Había presos que habían sido miembros destacados de ETA, como Francisco Mujika Garmendia, Pakito, miembro de la dirección entre 1987 y 1992 que en 2004 ya había escrito una carta a la dirección de ETA pidiendo el fin de la violencia, Joseba Urrusolo Sistiaga, Iñaki de Rentería, Valentín Lasarte, Carmen Gisasola -exjefa del comando Bizkaia-, José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, o Kepa Pikabea. Los dos últimos también habían escrito una carta después del fin de la tregua defendiendo “la inutilidad de la lucha armada”.

Pero lograr que entraran en el camino de la reinserción individual era una empresa muy complicada. “Muchos de los reclusos eran históricos de la banda que sentían que debían lealtad a ETA aunque no estuvieran ya de acuerdo con ellos y que no querían llevar a cabo una crítica pública ni separarse del todo del colectivo de presos”, recuerda Gallizo. En todo caso, Zuera y Villabona se convirtieron en lugares de reflexión colectiva y se empezaron a conceder los primeros permisos penitenciarios.

De allí, los que daban un paso más y firmaban una carta rechazando la violencia, pidiendo perdón a las víctimas y comprometiéndose a hacer frente a las indemnizaciones civiles (requisitos que exige el Código Penal para que los presos por terrorismo puedan obtener beneficios penitenciarios) fueron luego trasladados a la prisión alavesa de Nanclares de Oca, ya en Euskadi, donde comenzaron a aprobarse modelos específicos de cumplimiento para que pudieran salir de la cárcel para estudiar o trabajar.

“Podía haber en torno a 80 o 90 personas con dudas en las cárceles en ese momento”, recuerda Gallizo. “Gente con una posición más o menos clara en el sentido de que no quería saber ya nada de ETA. Pero dar el paso definitivo de hacerlo público era complicado. Suponía ponerse en evidencia, perder todos los apoyos del colectivo, emocionales y económicos, poner a sus familias en una situación delicada en sus pueblos… Era un paso muy difícil para ellos”. Un paso que suponía, a todos los efectos, pasar a ser etiquetado como disidente oficial y público, y que solo dieron una veintena de presos.

Aparece la idea de “acercarse a las víctimas”

“Los que llegaron a Nanclares empezaron poco a poco a comentar su interés por acercarse a las víctimas de alguna forma”, recuerda Txema Urkijo. “No hablaban de encuentros restaurativos ni de nada concreto. Simplemente se planteaban aproximarse a ese mundo. Nosotros pensamos que eso no podía hacerse así como así llevando a víctimas a la cárcel”.

 "Tenía que hacerse una intervención profesional, con un programa protocolizado”, añade Gallizo. Por eso se pusieron en contacto con Esther Pascual, que aceptó el encargo. A partir de ahí, los tres intervinientes –el Ministerio del Interior, la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco y la mediadora- empezaron a trabajar en el más absoluto secreto.

Pascual comenzó a entrevistarse con los cinco presos que habían decidido entrar en el programa después de esa primera reunión colectiva. “Los funcionarios de la cárcel ya habían hecho un trabajo previo con ellos que fue muy importante en todo el proceso”, recuerda. “Luego, en las entrevistas individuales, había que ir muy poco a poco.

 A muchos les costaba entrar a analizar sus vidas, les resultaba difícil volver a según qué cosas. El tema de las emociones no lo tenían trabajado. Es normal. Para matar a otro tienes que anular tus sentimientos. Pero para que pudieran llegar a reunirse con una víctima era muy importante que recuperaran esa parte, que recuperaran la empatía y su lado emocional”.

“Son personas que no se van a perdonar nunca lo que han hecho y que simplemente tratan de vivir con ello”, añade. “La reflexión sobre el pasado que llevaban a cabo era dolorosa, llena de soledad. Cuando alguien recupera la humanidad, le resulta difícil convivir con lo que hizo”. En cada entrevista, cada uno de ellos se iba abriendo más. Pascual observaba el tono, la sinceridad… para decidir cuándo estaban preparados para reunirse con una víctima. 

“El discurso en contra de la violencia tenía que estar claro”, explica. “Las víctimas no pueden tolerar ningún tipo de justificación. Por eso a uno de los cinco le dije que no podía seguir adelante. Era una persona que, de alguna manera, seguía justificando algunos crímenes. Al final continuaron los cuatro que consideré preparados”.

Mientras tanto, en paralelo, la Dirección de Atención a Víctimas del Gobierno vasco convocó otra reunión. Pascual explicó el programa de mediación a un grupo de víctimas de ETA y quiso la casualidad que aceptaran cuatro, exactamente el mismo número de presos que iban a mantener los encuentros. La mediadora inició en ese momento una serie de entrevistas individuales también con las víctimas.

“Estaban preocupadas”, recuerda. “No querían que el programa pudiera ser para los presos algo instrumental para obtener beneficios penitenciarios. Les expliqué que no era así. Lo que muchas buscaban era poder decirle a la persona cómo se habían sentido durante todos esos años, cómo les había cambiado la vida el atentado. Algunas decían que querían participar para ser un ejemplo de convivencia, para que sus hijos y nietos no vivan instalados en el odio. La mayoría decía que no necesitaban que les pidieran perdón, pero en muchas ocasiones esto cambió después”.

Cara a cara con el perdón

Finalmente, se llevó a cabo el primer encuentro. Luego el segundo, y el tercero, y el cuarto. “Todos, y los que siguieron, salieron extraordinariamente bien”, señala Pascual. “Sin excepción. En el primero ya me di cuenta de que yo sobraba, que lo importante era el trabajo previo que se había hecho con ellos. Una vez allí, el encuentro eran ellos. 

El uno frente al otro. La víctima y el victimario. Normalmente, la víctima saca lo que tiene dentro, se crece y logra transmitir con entereza el dolor que ha guardado durante años. Muchos acabaron de una forma cálida y algunos se han seguido viendo después. Todas las víctimas salieron mejor de lo que entraron y se sintieron, de alguna forma, reconfortadas”.

Después de estos primeros encuentros, en mayo de 2011, entre octubre y noviembre de ese año se llevaron a cabo unos talleres en la cárcel de Nanclares con un objetivo parecido: abrir la cárcel al exterior y fomentar la autocrítica, el cuestionamiento de la violencia. Una decena de presos participaron en esas charlas, coordinadas por el abogado y profesor de derecho penal Xabier Etxebarria

Acudieron tres víctimas: Jaime Arrese e Iñaki García Arrizabalaga, cuyos padres –político de UCD el del primero; delegado de Telefónica en Gipuzkoa el segundo- fueron asesinados por los Comandos Autónomos Anticapitalistas el mismo día, el 23 de octubre de 1980, y Gorka Landaburu, periodista que sufrió un atentado con carta bomba en 2001 que le causó graves heridas y la amputación de varios dedos de la mano.

Eran charlas más generales, menos personales que los encuentros. En el caso de Landaburu, al final se le acercaron dos de los presos para informarle de que formaban parte del Comando Buruntza, el que le había mandado la bomba. “Nosotros no participamos directamente, pero te pedimos perdón”, le dijeron

También acudieron a esos talleres, entre otros, el filósofo Reyes Mate, el coordinador de Lokarri Paul Ríos, el exconsejero de Cultura del Gobierno vasco Joseba Arregi o el exrector de la Universidad del País Vasco Peio Salaburu. Algunos de los presos explicaron a este periódico sus razones para participar: avanzar en el camino de la autocrítica de su pasado como terroristas.

Entre tanto se comenzó a trabajar para una segunda tanda de seis encuentros más, en los que participaron también otros mediadores junto a Pascual, que dio a luz en medio de ese proceso. “Todo salió igual de bien que en la primera fase”, recuerda Pascual. “Y menos mal, porque un solo fracaso habría sido un gran fracaso”.

Muchos de los participantes en los encuentros lo han contado: Iñaki García Arrizabalaga; Josu Elespe –hijo de Froilán Elespe, primer concejal socialista asesinado por ETA-; la propia Maixabel Lasa, que se ha reunido con dos de los asesinos de su marido, Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta; el empresario Emiliano Revilla, que se reunió con su secuestrador, Joseba Urrusolo Sistiaga; Rosa, víctima de Hipercor, que se reunió con Rafael Caride, condenado por el atentado; los exmiembros de ETA Iñaki Recarte, Fernando de Luis Astarloa y Valentín Lasarte… Otros han preferido mantenerse en el anonimato.

Todo empezó y acabó en 2011

En octubre de 2011 ETA declaró el cese definitivo de la violencia. Un mes después hubo elecciones generales y un cambio de Gobierno en España. Ambas cosas tuvieron consecuencias en las prisiones. Por un lado, los reclusos críticos apostaron por esperar una solución colectiva para su situación una vez que ETA ya no mataba. Querían evitar significarse de forma individual. 

Por otro, el nuevo Ejecutivo, liderado por Mariano Rajoy, no siguió la línea iniciada por sus predecesores en Nanclares. No se sumaron más presos a esta vía y, los que lo habían hecho, se sentían cada vez más abandonados por las autoridades cuando salían de prisión. Habían perdido las ayudas del colectivo, en muchos casos en sus pueblos los trataban como apestados, y se quejaban de no recibir nungún apoyo a pesar del paso que habían dado.

Los encuentros también se frenaron. Se llevaron a cabo dos sin labor de mediación o preparación previa entre Consuelo Ordoñez –hermana del concejal popular asesinado por ETA en 1995 Gregorio Ordoñez- y Valentín Lasarte; y entre la víctima de Hipercor Roberto Manrique y uno de los condenados por la matanza, Rafael Caride.

 Un tercer encuentro que se había trabajado a medias con el equipo anterior también se produjo. Después, en años sucesivos, algunos disidentes de ETA ya fuera de la cárcel se han reunido con sus víctimas, con y sin mediador de por medio.

Cuando los primeros encuentros se hicieron públicos, en septiembre de 2011, con el testimonio en este periódico de uno de los primeros participantes, Iñaki García Arrizabalaga, hubo mucho debate entre las víctimas. Algunas criticaron el riesgo de un posible blanqueamiento de la banda a través de estos perdones individuales, que no creían sinceros. 

 Finalmente se llegó a un acuerdo tácito de respeto mutuo entendiendo que hay miles de víctimas de ETA, que cada una siente y piensa de una manera, y que tan respetable es quien desea que le pidan perdón y que se arrepientan de haber matado como quien rechaza participar en iniciativas de este tipo.

Han pasado siete años desde entonces. 

Ahora, tras la disolución de ETA, habrá que ver si el resto de los presos empiezan a cumplir individualmente los requisitos para acogerse a beneficios penitenciarios, requisitos que incluyen reconocer el daño causado y pedir perdón a las víctimas, aunque sea por escrito.
 
“No deberíamos olvidar Nanclares por lo que supuso”, concluye Gallizo. “Fomentar la autocrítica de ETA, tanto en el mundo de los presos como por parte de las instituciones, no es un signo de debilidad, sino de valentía. Es algo necesario para no cerrar en falso esta dolorosa página del pasado”. 

“Los presos, tarde o temprano, van a salir a la calle y tienen que vivir en sociedad”, añade Pascual. “Ojalá este tipo de encuentros pudieran darse en el futuro para aquellos que estén interesados, víctimas y victimarios. Es mejor para las víctimas convivir con gente que está reinsertada y que ha hecho una reflexión autocrítica sobre la violencia terrorista que convivir con personas que salen a la calle orgullosas de lo que hicieron”.                (Mónica Ceberio, El País, 02/05/18)

23/4/18

ETA: miserables hasta su final... pide perdón a los asesinados vascos... a los gallegos, a los madrileños, no. Terrorismo racista, de principio a fin. Reconocer que eres un imbécil que has perdido el tiempo miserablemente segando vidas ajenas debería ser el paso previo al suicidio. A buenas horas, mamarrachos...

 "Me reconfortó que un preso de ETA me pidiera perdón a la cara, pero lo de ahora solo es un papel”.

Josu Elespe estaba trabajando en Ataún (Gipuzkoa) el 20 de marzo de 2001 cuando recibió la llamada: "Ha habido un atentado". Trató de hablar con su madre, pero nadie contestó. Lo intentó con otro amigo: "Es tu padre", escuchó al otro lado del teléfono. Mientras recorría los 40 kilómetros que separan Ataún de Lasarte, lo oyó en la radio. Su padre, Froilán, estaba muerto. Fue el primer concejal socialista asesinado por ETA. 

Díez años y medio después se reunió personalmente con un preso disidente de la banda, adscrito a la llamada vía Nanclares, dentro del programa de encuentros entre presos y víctimas del terrorismo impulsado por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. No vio a la persona que mató a su padre, pero un histórico de la organización le pidió perdón por lo ocurrido. La experiencia le sirvió; la vivió como algo positivo. 

Cuando leyó el comunicado de ETA del viernes en el que la banda lamenta el daño causado a lo largo de su sanguinaria historia y pide perdón a algunas víctimas, no sintió lo mismo. “Esto es solo un papel. Es mejor que nada, claro. Es un avance, pero no es lo que yo habría querido. Y hay cosas que no me gustan nada. ETA sigue justificándose”.  (...)

R. Chirría muchísimo la distinción entre víctimas relacionadas con el conflicto y las que no. A unas se les pide perdón y a otras no, incidiendo en la idea esta que maneja siempre ETA de que ha habido un conflicto con dos bandos en el que todos hemos sufrido, en el que todos de alguna forma hemos sido malos. Esto no es aceptable. Una banda terrorista ha matado gente durante 40 años, eso es lo que ha pasado. 

Y el dolor de los terroristas es sobre todo autoinfligido. En el caso de los presos ha sido buscado por ellos, que son los que han matado. El Estado les ha castigado por cometer un delito, simplemente. Si quieren pedir perdón, tienen que pedir perdón a todas las víctimas por igual y sin justificarse.

P. ¿Qué opina sobre la reflexión que hacen sobre la violencia?

R. En este punto siguen las contradicciones. Por un lado reconocen la responsabilidad directa de ETA en el dolor causado, pero luego añaden que “nada de todo ello debió producirse jamás o no debió prolongarse tanto en el tiempo”. Esto último le quita valor a todo lo anterior. Si dices que no debió prolongarse la violencia, de alguna forma estás justificando que en un primer momento fue necesaria. 

Hay varios puntos así en el comunicado, momentos en los que dan un paso adelante y otro atrás. También justifican su historial cuando mencionan Gernika. Además, critican la batalla del relato pero en realidad están defendiendo su propio relato, ese en el que ellos se han visto abocados a matar porque no había más remedio. Siempre quieren acabar con la dichosa idea del empate.

P. A usted un miembro de ETA le ha pedido perdón cara a cara. ¿Qué valor le da frente a este comunicado?

R. La diferencia es abismal. Cuando alguien acepta a hablar contigo cara a cara, en ese momento hay solo dos personas encontrándose, no es un discurso político preparado, es algo humano. La persona con la que yo me encontré había hecho un recorrido ético íntimo que me pareció sincero. Se enfrentó a ver el dolor que había causado de cerca, mirándome a los ojos, algo que no ocurre con este comunicado. 

De mi encuentro salí reconfortado. Tras leer este comunicado no siento nada. ETA dice esto ahora porque toca, porque es lo que tienen que decir en este momento, y ya está.  (...)

P. ¿Anima a los terroristas a pedir perdón personalmente?

R. Cuando la víctima esté dispuesta, que no todas lo quieren, claro. Les animo a pedir perdón cara a cara, les animo a mirarse dentro, a analizar su conciencia. Si quieren respetar a las víctimas, que se lo expresen en directo, desde un punto de vista humano, no de forma política a través de un papel. Esto ayudaría mucho a la convivencia. (...)

P. El caso de su padre, por ejemplo, es uno de los más de 300 crímenes sin resolver de la banda terrorista.

R. Solo ellos pueden ayudar en este tema. ¿Van a hacerlo, van a colaborar? La única posibilidad de saber qué pasó en estos casos está en sus manos."               (Mónica Ceberio, El País, 20/04/18)


"Qué menos que pedir perdón”.

(...)  Iñaki García Arrizabalaga, hijo de Juan Manuel García Cordero, delegado de Telefónica en Gipuzkoa, asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas en San Sebastián en 1980: (...)

Si yo fuera hijo de un guardia civil, me sentiría ofendido. Pero me quedó con una frase: “Ojalá nada de esto hubiera sucedido”. Esto es importante, aunque sea una obviedad, porque se reconoce que esto nunca debió haber pasado, y se dice por primera vez. En vez de enorgullecerse, como hasta ahora, cambia el discurso. Pero, cuidado, tampoco los elevemos a los altares por este comunicado. ETA es la que ha causado este sufrimiento. Qué menos que esto”.

"No le doy valor después de todo lo que han hecho"

Ángel Chaparro, policía nacional reconocido como víctima del terrorismo. Se salvó de milagro de una bomba-lapa colocada en los bajos de su coche. Estuvo destinado en Bizkaia desde 1974 a 1987:

“En mi caso, a mí me da igual. No le doy valor a que pidan perdón después de todo lo que han hecho. Ahí está el caso de Alsasua. Ese mundo nos sigue odiando y nos va a seguir odiando siempre. Supongo que lo de pedir perdón es simplemente algo que les va bien en este momento”.

"Es la primera vez que hablan de perdón, y eso es una buena noticia"

Maixabel Lasa, viuda de Juan Mari Jáuregi, exgobernador civil de Gipuzkoa, asesinado el 29 de julio de 2000:

"Te genera sentimientos encontrados. Por un lado, es la primera vez que hablan de perdón como organización, y eso está bien, es una buena noticia. Por otro, hablan del sufrimiento de todos, incluyéndose, incluyendo a sus presos, cuando eso es algo que se han buscado ellos. No se puede comparar al dolor de las víctimas, que eran inocentes. 

A ETA le cuesta mucho decir que no tenía que haber existido. Qué menos que pedir perdón, claro, por el daño causado. No han conseguido nada con toda esa violencia. 

Me molesta también la distinción entre víctimas, que a unas les pidan perdón y a otras les ofrezcan respeto. Eso es terrible. De alguna manera, siguen justificando lo que han hecho. Supongo que por ejemplo mi marido está dentro de esta última categoría, la de los "enemigos" de Euskal Herria. 

Pero bueno, me quedo con que era un paso necesario, con que la convivencia en Euskadi ahora es mucho mejor, y a eso nos tenemos que agarrar. Espero que las generaciones futuras se queden con la idea de que el uso de la violencia no lleva a nada y está mal".

“Yo no puedo perdonar, porque me han destrozado la vida”

Hortensia Gómez, madre de Alberto Alonso, guardia civil asesinado por ETA a los 23 años el 25 de abril de 1986.

“No puedo perdonarles. ¿Cómo voy a hacerlo? Han destrozado mi vida y la de mi familia. Y ahora piden perdón, después de tantos años… Ni siquiera me lo creo. Seguro que quieren algo, no creo que sea de corazón, de verdad. Yo soy católica, pero cuando mataron a mi niño perdí toda la fe. Mi marido se murió un año y medio después del atentado, con 46 años. 

Mis otros dos hijos no han vuelto a vivir, están destrozados también. Yo tengo 75 años y sigo llorando, pensando en por qué me arrebataron a mi hijo, pensando que ahora tendría 55 años, el pobrecito. 

Sigo igual, como el primer día. Bueno, como el primer día no, porque el primer día ni te enteras. Pero no he conseguido superarlo y no puedo perdonar. Hoy, de hecho, me han amargado la mañana”.               (Mónica Ceberio, El País, 20/04/18)


"Aunque ya no pinte nada, pues el terrorista que deja de matar se convierte ipso facto en lo que siempre ha sido, un cazurro cerril e intolerante, ETA sigue intentando hacerse notar, aunque sea a costa de su demorada disolución. 

Ahora prepara una performance para despedirse definitivamente de su público y de sus víctimas, y previamente ha publicado una especie de manifiesto en el que pide perdón a la gente que mató --pero no a toda, solo a los que no tenían nada que ver con el conflicto-- sin reconocer que su actividad criminal, además de infame, no ha servido para nada

 Supongo que es muy duro darte cuenta de que has echado tu vida a los cerdos y que por eso se agarran los terroristas a la supuesta labor didáctica llevada a cabo durante varias décadas. Reconocer que eres un imbécil que ha perdido el tiempo miserablemente segando vidas ajenas debería ser el paso previo al suicidio.

 Y los etarras (y sus fans) quieren seguir viviendo y, a ser posible, seguir amargándoles la vida a sus vecinos, como quedó demostrado en el linchamiento de Alsasua que miles de miserables, congregados en manifestación hace unos días, consideran una simple reyerta de bar y no la muestra de odio que en realidad fue.

A las excusas a medias de la banda terrorista se han unido las del clero vasco, siempre tan comprensivo con sus gudaris de estar por casa. Ya lo dijo Savater hace años: en Euskadi, si no quieres que te maten, lo mejor es ser cura o del PNV. O las dos cosas a la vez, añado. Basta con leer la novela de Fernando Aramburu Años lentos para comprender la implicación de una parte de la clerigalla vasca en la poco edificante carrera de ETA. 

Ya solo falta que a la serie de excusas poco convincentes se una la sociedad vasca en pleno, en la que detecto mucha prisa por pasar página lo más rápido posible, una prisa mitigada por las víctimas de ETA, a las que pronto acusarán de generar alarma social por no querer participar en el gran acto de amnesia colectiva que propugna el PNV.

Tan duro como reconocer que te has pasado la vida haciendo el imbécil es admitir que has convivido con la miseria moral de tu sociedad durante un montón de años. Salvo cuatro gatos, triste es reconocerlo, el País Vasco se compone de ciudadanos en diferente grado de putrefacción moral: los asesinos, los que les aplaudían, los que no aprobaban sus métodos, pero los encontraban disculpables, y los que no estaban de acuerdo con la situación, pero callaban como muertos y seguían comiendo pintxos tranquilamente.

Tras las disculpas de los asesinos y sus curas, debería llegar la del País Vasco en pleno, que como sociedad se ha tirado décadas ofreciendo una imagen deplorable. Dudo que lleguen algún día esas disculpas, ese reconocimiento de la enfermedad moral sufrida durante demasiado tiempo. Me temo que triunfarán los partidarios de pasar página velozmente, como si los casi 900 muertos del conflicto fuesen un detalle menor y hasta inevitable. 

Y que el odio sobrevivirá y habrá más episodios como el de Alsasua, aunque la prioridad pública será el mantenimiento del injusto cupo, de ese chollo que, sin los muertos de ETA, tal vez habría pasado a mejor vida hace años. En cuanto a que haya que sobornar a una comunidad para que no abandone la casa común, más vale no darle muchas vueltas, pues resulta un pelín deprimente."          (Ramón de España, Crónica global, 22/04/18)

"(...) ETA, por vez primera, no sólo reconoce el daño causado a sus víctimas. Dice, incluso, que “nada de todo ello debió producirse jamás” o que “no debió prolongarse tanto en el tiempo”. Es un paso en su trayectoria. Pero llega con retraso porque la sociedad vasca, liderada por sus instituciones democráticas, ha avanzado mucho más en el reconocimiento a las víctimas y en el discurso político sobre ellas. (...)

El relato que ETA trata de imponer no se sostiene. La inmensa mayoría de la sociedad vasca y de los partidos que la representan saben que ETA no sólo no tuvo justificación sino que trató de desestabilizar las instituciones democráticas y autonómicas recién nacidas. 

La mayor cantidad de asesinatos se produjo en 1978, año de aprobación de la Constitución; en 1979, en que se refrendó el Estatuto; y en 1980, en que se formó el primer Gobierno vasco tras la Guerra Civil. ETA fue una de las excusas de Tejero para intentar el golpe del 23-F. Fue, además de terrorista, una organización reaccionaria, al atentar contra los avances democráticos de vascos y españoles. En su comunicado no hay autocrítica sobre ello.

Su comunicado muestra, también, insensibilidad en el trato a las víctimas al distinguirlas. Muestra “respeto” para “los muertos, los heridos y las víctimas que han causado las acciones de ETA”. Y las distingue de las “víctimas que no tenían una participación directa en el conflicto”, a las que pide “perdón”. Una distinción que ha generado malestar en las asociaciones de víctimas. También en la generalidad de la sociedad vasca, que no hace esas distinciones desde hace tiempo.

ETA va a desaparecer. Pero a la izquierda abertzale le queda una tarea importante en el reconocimiento del daño injusto causado a las víctimas y su relato. Es clave para afianzar la convivencia, la gran tarea pendiente de la sociedad vasca. (...)"                (Luis R. Aizpeolea, El País, 20/04/18)


"El perdón no me dice nada".

(...) Él es Josu Puelles, hermano de la última víctima de la organización terrorista en España, el policía nacional vasco Eduardo Puelles, asesinado en 2009. Es vicepresidente de Covite. Ella es Rosa Rodero, viuda del ertzaina Joseba Goikoetxea, que sufrió un atentado en 1993.(...)

 

¿Acepta el perdón de ETA? 

 

 Rosa Rodero: El perdón no me dice nada... Pero, bueno, me alegro de que se haya hecho. hasta ahora nadie ha sido capaz de hacerlo en este país. Es un pasito más para la paz en Euskadi. De todos modos, deja a algunas víctimas fuera y no me parece lógico.


Josu Puelles: Ni yo ni mi familia, como muchas víctimas, hemos solicitado el perdón de nadie. No queremos el perdón de la banda terrorista. Esto es hipócrita y cínico desde el punto de vista moral y ético. Enmascaran tras el perdón una retórica en la que hablan de unas víctimas que han de ser reconocidas y otras no. El perdón no es genuino, no es generalizado. (...)

 

ETA justifica su actividad por el bombardeo de Gernika.


R.R.: Me parece absurdo. Todo puede venir de la represión franquista y es cierto que esos señores nunca han pedido perdón, pero en la democracia ETA tuvo que haber desaparecido. No se hicieron las cosas y así nos ha ido. La memoria se tiene que escribir como se tiene que escribir.


J.P.: Es un delirio. ETA es el último reducto del franquismo. El único muro contra la libertad en el País Vasco en la democracia ha sido ETA. ETA no es una respuesta a la Guerra Civil. Es un delirio mezclar las cosas. Por eso, duele especialmente el 'totum revolutum' del plan de paz del Gobierno vasco, Aquí hay que focalizar en 858 asesinados y 50 años de terrorismo. (...)

 

¿Cómo espera que se produzca el final de ETA?


J.P.: ¿El final? Su objetivo ha sido derrocar la democracia, por lo que su final debería ser el acatamiento de la democracia. Y colaboración con la justicia. Que se aclaren 300 asesinatos pendientes de resolver, cosa que ETA en ningún momento se ha planteado. Lo demás será propaganda terrorista. (...)"                (Iker Rioja, diarionorte.es, 20/04/18)


 "Asociaciones de víctimas consideran "humillantes" e insuficientes las disculpas de ETA.

 (...) "Para ETA los asesinatos de guardias civiles, policías, políticos, jueces y periodistas están justificados en los términos en los que expresa su comunicado y quizás no está justificada la muerte de quien le dio una patada a una mochila que contenía una bomba", ha dicho Alonso, y ha añadido que "pretende escribir el pasado en términos de justificación de la actividad terrorista y repartir responsabilidades para diluir las suyas en lo que ha ocurrido". 

Entre otras cosas, ha añadido, "reconocer el daño causado es reconocer que se es una organización terrorista" y no una "organización socialista revolucionaria vasca de liberación nacional", como se autodefine.

 "No muestra arrepentimiento con la acción terrorista y pretende justificarla, la contextualiza y la enmarca dentro de un falso conflicto en el que equipara la acción legítima en defensa de la democracia y el Estado de Derecho con la acción criminal de una organización terrorista", ha sentenciado.

La eurodiputada de UPyD, Maite Pagazaurtundúa, también se ha alineado con este relato:

Es su historia del terror lo que ETA debe condenar sin esconderse más en manipulaciones. Evitan condenar su pasado tras “la teoría del conflicto”.

Para entender la letra pequeña del comunicado en el que no piden perdón todas las víctimas se puede recordar esta nota de la dirección de ETA “La vida de nuestros luchadores vale cien veces más que la de un hijo de un txakurra". Operación de propaganda para beneficiar a Otegi.