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17/3/23

Xavier Rius, director de e-notícies: Jordi Pujol ha sido el peor político catalán de la historia... lo digo por el procés... tenía la autoridad moral para haber dicho: “Prendrem mal”. "¿No nos la pegaremos?". O haber advertido al menos de los riesgos... tiene olfato... Porque ya veníamos del debate del Estatut. Ahí ya dijo aquello de que “no ens hem agradat”... Y sin embargo se apuntó al proceso. No sé por qué lo hizo... ¿Para salvar a sus hijos de la investigación judicial? ¿Para pasar a la historia? ¿Por miedo al qué dirán si no lo hacía? Da igual. Ahora el daño ya está hecho... ahora que proliferan las operaciones de blanqueo, President, no se pregunte cómo pasará a la historia sino el país que nos deja. Usted podía haberlo evitado

 "Cuando Pujol presentó sus memorias la editorial estuvo a punto de poner en la portada: “el político catalán más importante de los últimos 500 años”. En un ataque de modestia, dijo que sólo de los últimos cien años. Y no le faltaba razón si hemos de medir un político por su obra de gobierno.

Al fin y al cabo la política catalana siempre ha oscilado entre el seny i la rauxa.

Lo que pasa es que no sé si se dará cuenta de que finalmente pasará a la historia como el peor político catalán. Sobre todo ahora que anda preocupado por lo que dirán de él las generaciones futuras.

No lo digo por el famoso Plan 2000, que también. Sino por el procés.

 Pujol tenía la autoridad moral para haber dicho: “Prendrem mal”. "¿No nos la pegaremos?". O haber advertido al menos de los riesgos. Pujol, además, sabe historia. Tiene olfato.

Porque ya veníamos del debate del Estatut. Ahí ya dijo aquello de que “no ens hem agradat”. “No nos hemos gustado”.

Y sin embargo se apuntó al proceso. No sé por qué lo hizo.

 ¿Para salvar a sus hijos de la investigación judicial? ¿Para pasar a la historia? ¿Por miedo al qué dirán si no lo hacía? Da igual. Ahora el daño ya está hecho

 No deja de ser curioso, sin embargo, que ha arrasado con toda su obra de gobierno. 

La Generalitat. TV3. La función pública. La escuela catalana. Los Mossos. El prestigio de las instituciones, en definitiva. No ha quedado nada en pie. Ha resultado todo erosionado o socavado. Incluso desde dentro o, peor aún, desde arriba.

 Por eso, ahora que proliferan las operaciones de blanqueo -¿tan mal estamos de referentes?- y se reeditan sus obras quiero repescar un párrafo de sus Escrits de Presó -página 21- recientemente reeditado aunque yo lo leí a finales de los 70. Conservo mi viejo volumen.

Cuando se pregunta: “¿Cuál es la situación de Catalunya, hoy? La de un país intensamente trabajador por fuerzas de descompsición, fruto de la mediocridad de unas generaciones” y condenado “al precipicio de su destrucción”. Sesenta años después estamos exactamente cómo él pronosticaba.

Habiendo recuperado el autogobierno. Y habiéndolo tirado luego por la borda.

President, no se pregunte cómo pasará a la historia sino el país que nos deja.

Usted podía haberlo evitado."                (Xavier Rius, director de e-notícies, 06/03/23)

2/3/23

La riqueza de Cataluña la han hecho, por una parte, los privilegios que les ha dado siempre el Gobierno central, sobre todo en materia fiscal. Por ejemplo, durante casi un siglo, en España solo podías comprar tejidos catalanes. Los tejidos ingleses eran muchísimo mejores y más baratos, pero estaba prohibida su importación. Cataluña se ha hecho a base de privilegios del centralismo... cuando se acaban los privilegios, la burguesía no tiene más remedio que echar mano del nacionalismo... Los primeros gobiernos socialistas y el de Aznar les proporcionaron muchos beneficios. Pero ya no era lo de antes. Ya no era Franco, claro. Entonces imitaron el modelo vasco para sacar dinero del Estado

 "(...) P.- Comentas que desde la izquierda os llamaban «burguesitos». ¿Cuál es tu opinión sobre la burguesía como clase social en la historia?

R.- La burguesía como clase social nace con la Revolución Francesa. Es un momento de transformación que va a construir un mundo entero. Es decir, la burguesía construye el mundo tal y como va a ser prácticamente hasta la Segunda Guerra Mundial. Pero hay grandes diferencias. La burguesía española de la época de la Revolución son cuatro gatos. Es lo más interesante que ha dado el país. Va desde Moratín hasta Goya y la Constitución de Cádiz. Pero es poca gente. No tienen peso social. Inmediatamente, son arrasados por lo propio de este país, que son las malas bestias nacional-eclesiásticas.

En Cataluña tendría que haber habido una burguesía progresista, como la hubo un poquito en Asturias, un poquito en el País Vasco, pero de forma muy débil. Tampoco pudieron producir grandes transformaciones. Inmediatamente fueron comprados por el poder central. Es decir, la riqueza de Cataluña la han hecho, por una parte, los privilegios que les ha dado siempre el Gobierno central, sobre todo en materia fiscal. Por ejemplo, durante casi un siglo, en España solo podías comprar tejidos catalanes. Los tejidos ingleses eran muchísimo mejores y más baratos, pero estaba prohibida su importación. Cataluña se ha hecho a base de privilegios del centralismo, corrupciones múltiples, y una cierta capacidad para hacer trabajar a los demás. A veces, se dice: «Es que los catalanes son muy trabajadores». Saben hacer trabajar a los demás. Pero ellos trabajar, trabajan lo mínimo. Los privilegios del centro y la masa de inmigrantes, sobre todo de Levante y el Sur, son los que hicieron Cataluña. Eso, claro, la burguesía no se lo ha perdonado.

P.- Ya que hemos entrado en el tema de Cataluña, háblanos de la burguesía catalana y de cómo te influyó su cercanía al pujolismo.

R.- Mi caso es un poco especial porque yo soy de familia burguesa, o acomodada. Los conozco demasiado bien como para tomármelos en serio. Pujol siempre ha sido un personaje totalmente repugnante. Muy parecido a mi abuelo. Cuando yo enfermaba en casa, cuando era pequeñito, mis padres me llevaban a casa de los abuelos para que no contagiara a mi hermana. Entonces mi abuelo, en la cama, me ponía la bandera de Cataluña. Yo he dormido mucho tiempo bajo la bandera de Cataluña. Los conozco muy bien. Tienen virtudes. Hay una parte de la burguesía un poco ilustrada, no mucho. No se pueden comparar con la burguesía ilustrada de Sevilla, Madrid, Oviedo o Gijón. Hay una parte un poquito culta, pero en general, son de una ignorancia oceánica. Estuvieron siempre con los regímenes dictatoriales. 

Por ejemplo con Primo de Rivera, quien les dio toda suerte de beneficios. Miguel Primo de Rivera se parecía mucho a Pedro Sánchez. Creía que a los catalanes había que echarles de comer. Y les dio muchísimas cosas. Simultáneamente, tuvo líos con las esposas de todos los burgueses a los que les daba dinero. Es una historia la de Primo de Rivera sobre que algún día se tendrá que hacer una serie de televisión. Fue un personaje increíble, mucho más listo que los catalanes, claro. Se los comió, los devoró. 

Luego, con Franco, la burguesía catalana fue franquista de los pies a la cabeza. Cuando Pujol empieza a hacer su partido, necesita cientos de alcaldes. Todos los alcaldes franquistas fueron alcaldes de Pujol. Todos los cargos medios del franquismo fueron cargos medios de Pujol. Resumiendo, no es una clase social que me sea simpática.

P.- ¿Pierdes la simpatía durante el franquismo o en la fase nacionalista?

R.- No, el nacionalismo es un ornamento. No tuvieron más remedio que echar mano del nacionalismo porque se habían acabado los privilegios. Los primeros gobiernos socialistas y el de Aznar les proporcionaron muchos beneficios. Pero ya no era lo de antes. Ya no era Franco, claro. Entonces imitaron el modelo vasco para sacar dinero del Estado. El nacionalismo ha ido creciendo, se ha ido volviendo cada vez más violento, más agresivo, más exclusivo, más racista, porque se ha convertido en una religión. En este momento, la masa catalana que dice ser nacionalista, en realidad son gente que echa mucho de menos el cristianismo. Necesitan una fe. Necesitan unos líderes carismáticos. Necesitan cargos intermedios, comisarios, o sea, párrocos. Y obedecer. Les gusta obedecer, aunque quemen calles. Aunque quemen Barcelona, lo hacen obedeciendo las órdenes que les dan. Pero el nacionalismo solo se puede curar plantándole cara. Y eso no creo que se vaya a hacer ya nunca. Creo que han ganado, la verdad. (...)"                       (Entrevista a Félix de Azúa, David Mejía, The Objective, 19/02/23)

24/2/23

Retorno a Pujol... Jordi Pujol siempre estuvo aquí, pero sufrió un eclipse en la memoria colectiva de Cataluña durante una década... Se mantuvo la pátina de respeto porque a la familia -a la familia en general, como en Sicilia- se le acaba perdonando todo... Es lo que tiene el nacionalismo de los sentimientos; puede sancionarte, robarte, cancelarte, hacerte la vida imposible…pero no cree hacerlo por nada tan material como la apropiación indebida y el fraude sino por algo tan inconsútil como el sentido de pertenencia, la identidad o las ansias de ser algo sin parangón en la historia

 "Jordi Pujol siempre estuvo aquí, pero sufrió un eclipse en la memoria colectiva de Cataluña durante una década. Fueron los años volcánicos que siguieron a su confesión de 2014, cuando el fantasma del “avi Florenci” entró en escena y se descubrió lo que todos sabían pero nadie se atrevía a señalar. El viejo President hacía trampas en el juego participativo de corrupción y reparto que había durado veinte años. Se mantuvo la pátina de respeto porque a la familia -a la familia en general, como en Sicilia- se le acaba perdonando todo. Lo que vino a suceder luego fue un a modo de “Retorno a Brideshead” de Evelyn Waugh. Sin embargo no era una novela sino una realidad sin pizca de talento más allá del arte de someter a una sociedad con las artimañas que él mismo había fabricado. Un hipócrita contumaz como rey del juego.

Cautivo y desarmado el ejército pujoliano siguió ganando la batalla. Ninguno de los corruptos convictos y confesos asumió su responsabilidad. Todos y cada uno lo hicieron por defender el indeclinable derecho de familia, es decir, “la patria catalana”. Por Cataluña ya se había hecho rico Cambó y la letanía siguió hasta esa señora inmune al ridículo llamada Laura Borràs. En el medio hubo de todo; un festín con algún fiambre memorable y digno, del que sus herederos hicieron buena pitanza.

Para afirmar que “el Procés” ha terminado habría que precisar antes cuándo empezó, que sería el mejor modo de llegar a la conclusión de que no ha pasado nada porque nadie considera haberse equivocado, ni menos aún ser un golpista desenfadado. Es lo que tiene el nacionalismo de los sentimientos; puede sancionarte, robarte, cancelarte, hacerte la vida imposible…pero no cree hacerlo por nada tan material como la apropiación indebida y el fraude sino por algo tan inconsútil como el sentido de pertenencia, la identidad o las ansias de ser algo sin parangón en la historia.

Deberían importarnos una higa las palabras emotivas y menos aún el juicio postrero de los historiadores; una falacia. Para los sentimientos el tiempo no aclara las cosas sino que las complica y siempre aparece quien descubre las buenas intenciones ocultas en Hitler o Stalin, qué no dirán del amor por Cataluña de Jordi Pujol padre, Jordi Pujol hijo, Artur Mas el de Ítaca, el abacial Junqueras, o el autoexiliado Puigdemont. Si va bajando usted en la lista del escalafón podrá llegar hasta el funcionario abrevador del erario público. Nadie en Cataluña se ha preguntado nunca por qué desde el President de la Generalitat hasta los “mossos de esquadra”, pasando por “consellers” y asesores de a puñado, todos ellos se remuneran a sí mismos con cantidades muy superiores a las de sus homólogos españoles. Habrá que entender que es porque tienen una idea tan alta de Cataluña que se la cobran en euros.

Si Jordi Pujol menudea las apariciones en público después de años de silencio es porque su mundo sigue y no se ha extinguido como cabría suponer de un líder letal para la sociedad catalana. Ni la economía, ni la cultura parecen echar cuentas de la degradación que supuso su largo reinado. Menos aún la política. Desde Artur Mas a Pascual Maragall le emularon y por eso subieron unos grados el horno; la pieza amenazaba gusanera y tenían menos tiempo para hacerla servir. Olvidamos que fue Felipe González quien distrajo el asunto de Banca Catalana para poder cobrárselo algún día. Lo mismo repitieron Aznar y Rajoy, solo Zapatero y Sánchez por necesidades de supervivencia pasaron de socios a cómplices; lo uno y lo otro.

¿Y ahora, qué tenemos? Variantes del pujolismo, unos con más calorías que otros, pero todos seguidores de las vías que marcó el Padrino. No es nada personal, solo negocios, por más que los recubra ese velo de romanticismo sentimental que nos sale cuando contemplamos las cuitas de aquel Marlon Brando de Coppola, achacoso y febril, tratando de mantener su imperio delictivo. La torticera ambición de retirar el castellano del espacio público desde la infancia no es más que la consecuencia del fracaso de la inmersión lingüística que convirtió en sufrimientos individualizados lo que no era sino una represión social supremacista. Incluso han logrado convertirlo en principio obligatorio para sobrevivir en una sociedad inclinada a la servidumbre de los sentimientos que cotizan en bolsa.

¿En qué se diferencia el president Aragonés del aspirante Illa? En “el tarannà” que dirían por aquí; en la actitud. Esta sociedad que se miraba en espejos socialdemócratas o liberales, o eso decían, se deslizó hacia el catalanismo como coartada identitaria. Cambian los tonos pero la canción pegadiza sigue la misma, por eso si echamos la mirada a los cánones culturales percibiríamos que las personas son idénticas pero diversifican sus disfraces y a algunos les da por creer -es menos incómodo- que los tiempos se clarifican. 

Los frágiles iconos mediáticos no se desdicen del ayer. Tan solo varían sus posturas. Se puede pasar de la CUP al Círculo de Economía con la mirada puesta en Illa, como en el caso de Josep Ramoneda. De escribiente promotor del editorial acrisolado “La dignidad de Cataluña” a Podemos, sin que se mueva un pelo ni una coma, caso de Enric Juliana. O dar un salto de la crianza servil con Lluis Prenafeta, -jefe de la fontanería del Padrino y fundador de la nunca citada “Cataluña Oberta”- a vocero del palatino “El País” como Jordi Amat. Son los aquilatadores de lo políticamente correcto. No pasa nada, ni nadie les va a señalar si no es con argucias metafóricas orsianas -si se entiende demasiado, complíquelo-.

Pocos signos tan simbólicos como la candidatura de Xavier Trías a la alcaldía de Barcelona. Este médico de la política siempre estuvo allí, como el dinosaurio de Monterroso, pero ahora se aparece como las esencias de antaño sin la pestilencia del Palau, el secreto de familia. Volver a Pujol sin disimular que nunca se ha ido. Nada del PDCat, solo el viejo embrujo del seny autocomplaciente. La batalla de Barcelona del próximo mayo tiene mucho de Juegos Florales que esconden una realidad viciada, en la que los contendientes hacen ejercicios sobre un caballo que no es otra cosa que nuestros propios lomos. Por eso se han sumado todos con aviesa complicidad a considerarle un adversario que da el tono. Los Comunes de la izquierda institucional, los socialistas disociados en el último minuto, la Esquerra que hace como que gobierna y la derecha hirsuta que ni sabe quién será su candidato. Todos a una se felicitan por volver a lo de siempre. "                     (Gregorio Morán  , Vox Populi, 18/02/23)

3/3/22

El procés como tal, el intento urgente de construir el nuevo Estado .Cat ha fracasado. Pero no cabe afirmar lo mismo si nos referimos al procesismo, a la cosmovisión que alimentó el intento y que sigue viva y coleando, y con la misma fuerza de siempre

"(...) procés y procesismos se dicen también de muchas maneras. Podemos intentar acordar un sentido que podamos compartir. Este por ejemplo: el procés fue el intento, real, nada ficcional por errónea e “ingenuamente” que estuviera pensado, planificado y ejecutado, de construir un Estado propio, de levantar un muro de separación con el resto de España, amparándose, calculando, creyendo a un tiempo, en la debilidad del Estado y en la propia fortaleza.

El procesismo sería, en cambio, la ideología, el marco conceptual (que venía de muy de atrás), la organización, la movilización, que ha alimentando (y que ha sido alimentada a su vez) todo el proceso y que ha penetrado profundamente (con éxito) entre amplios sectores de las clases medias catalanas (y en sectores minoritarios de las clases trabajadores, especialmente en las catalanohablantes), muy tendentes desde hace décadas (el papel transmisor de la familia ha sido y es esencial) al nacionalismo, al catalanismo excluyente (que no es todo el catalanismo) y a una destacada hispanofobia.

A estas alturas de la jugada, puede afirmarse que el procés como tal, el intento urgente -tenim pressa, tenim pressa!- de construir el nuevo Estado .Cat ha fracasado. Pero no cabe afirmar lo mismo si nos referimos al procesismo, a la cosmovisión que alimentó el intento y que sigue viva y coleando, y con la misma fuerza de siempre.

Poco o nada ha cambiado. Recordemos su reacción ante la sentencia del 25% de las clases en castellano, por ejemplo, o declaraciones como las del portavoz de Junts en el Parlamento de Cataluña: diga lo que diga, rechazarán, así lo han afirmado, cualquier propuesta parlamentaria redactada en castellano.

Mil ejemplos más son posibles.

En síntesis, como ha comentado recientemente el médico de familia Antonio Navas de Espai Marx: “OC es solo una más, grande, pero una más, de esas cosas que ellos tienen y nosotros no: un tremendo y apabullante entramado organizativo socio-cultural trabajado con paciencia y esmero durante décadas. Por eso nos han dado, dan y darán sopas con honda. Nosotros dejamos todo eso para tener concejales y algunos diputados.”

¿Qué hacer entonces? Entre muchas otras tareas, no abandonar la lucha cultural, la deconstrucción de falsas conjeturas e hipótesis que siguen pasando aquí como “verdades incuestionables, de toda la vida”.

Tal vez aquí resida un cambio en la situación de estos últimos años: que colectivos que estaban enmudecidos, casi sin existencia social, han decidido no callar más. ¡Basta ya! ¡Somos! ¡Tenemos voz, hablamos, existimos!"                (Salvador López Arnal, blog, 25/02/22)

3/2/22

Valentí Puig: «El secesionismo ha acabado con las posibilidades históricas del catalanismo»

 "El diagnòstic de la situació de Catalunya que en Valentí Puig fa a El Mundo és impecable:

«El secesionismo ha acabado con las posibilidades históricas del catalanismo histórico. Tarradellas lo supo prontamente y por eso al regresar a Cataluña desde el exilio dijo: ‘Ciutadans de Catalunya!’ y no ‘Catalans!’ (…) 

Es útil recordar que la UCD de Adolfo Suárez tuvo mejores resultados electorales que Jordi Pujol en las primeras elecciones de la transición (…) Posteriormente, desaparecida la UCD, (…) pareció como si el Estado diese por hecho que su interlocutor en Cataluña solo podía ser Pujol, y lo mismo ocurrió con el grueso del mundo empresarial y del poder económico (…) quedó claro que íbamos a ir presenciando la historia de una deslealtad. El procés ha sido su transformación en podredumbre».

Y aparece Valents, el nuevo partido de centro que quiere aunar a catalanes libres de nacionalismo procedentes de PSC, PP y Ciudadanos:

«Centrarse en la constitucionalidad y las políticas razonables solo puede lograrse con la moderación y la sensatez (…) Valents no lo va a tener fácil. (…) Se trata de urdir una política que apueste por la vitalidad de la sociedad civil, por prescindir del intervencionismo impuesto por el pujolismo y abrir las instituciones autonómicas a los modelos de la iniciativa privada».

Està molt bé. Ara falta una coseta, a part de que PP i Cs es suïcidin i decideixin desaparèixer del mapa: fer-ho.

Dolça i interessant Catalunya…"                   (Dolça Catalunya, 31/01/22)

 

27/12/21

Para la élite política catalana es demasiado goloso disponer de una lengua minoritaria que despierta simpatías como para no emplearla en su beneficio. El catalán tiene la desgracia de servirles como elemento principal alrededor del cual articular una identidad nacional que les mantenga en el poder... Es en ese sentido que debe entenderse la defensa a ultranza de la inmersión lingüística en la escuela catalana... Nada nuevo, típico de las derechas. Menos mal que no disponen también de una religión... En Cataluña se ha creado una jerarquía lingüística en la que el catalán representa el idioma bueno, prestigioso y hasta integrador. Y el español, en cambio, representa el malo, el idioma de las barriadas, de la gente pobre, de la inmigración que vino a la maravillosa Cataluña porque no tenía dónde caerse muerta

 "Son muchos y variados los símbolos que el nacionalismo catalán ha establecido como identificativos de Cataluña y la catalanidad. La figura del hereu y la pubilla, la sardana, la barretina, el Barça, los castellers, el caganer del pesebre, una especie endémica de burro, un gorila blanco, una virgen negra… Todo este repertorio simbólico descansa sobre la piedra angular de la identidad catalana, que no es otra que la lengua catalana (...)

Cataluña y el catalán no son una excepción. Para la élite política catalana es demasiado goloso disponer de una lengua minoritaria que despierta simpatías como para no emplearla en su beneficio. El catalán tiene la desgracia de servirles como elemento principal alrededor del cual articular una identidad nacional  que les mantenga en el poder. Es en ese sentido que debe entenderse la defensa a ultranza de la inmersión lingüística en la escuela catalana, que recientemente ha vuelto a suscitar el debate. Nada nuevo, típico de las derechas. Menos mal que no disponen también de una religión.

 La lengua más hablada en Cataluña, región de España, es el castellano o español. Sin embargo, desde hace décadas la Generalitat catalana ha impuesto la enseñanza casi exclusivamente en catalán, en detrimento de los derechos lingüísticos de la mayor parte de alumnado catalán, cuya lengua materna es el castellano. El objetivo de estas políticas lingüísticas en Educación es la creación entre la infancia y la juventud de un sentimiento de pertenencia a Cataluña en contraposición al resto de España. Para la derecha catalana, la escuela es la pieza fundamental de formación del espíritu nacional catalán.

 Esta imposición es aceptada y alentada incluso por quienes deberían representar la izquierda y por los sindicatos, desarmados ante el clásico discurso victimista del nacionalismo: como el catalán es una lengua minoritaria y en peligro, pueden suspenderse los derechos lingüísticos del alumnado castellanohablante. Total, su lengua es de las más habladas en el mundo. Que se aguanten. Según ese discurso, es mucho más importante que dentro de trescientos años se siga hablando catalán que los derechos del alumnado catalán de hoy. Y todo esto con el beneplácito de los distintos gobiernos de España, a quienes les importan bien poco los derechos lingüísticos de los hijos e hijas de la clase trabajadora castellanohablante en Cataluña. Porque sus acuerdos de gobierno y sus negocios no los tienen con ningún alumnado, sino con las élites políticas  y económicas catalanas, esto es, con la derecha catalana.

En Cataluña se ha creado una jerarquía lingüística en la que el catalán representa el idioma bueno, prestigioso y hasta integrador. Y el español, en cambio, representa el malo, el idioma de las barriadas, de la gente pobre, de la inmigración que vino a la maravillosa Cataluña porque no tenía dónde caerse muerta. El catalanismo exige que le den las gracias a Cataluña por ello, igual que un empresario exige que los trabajadores a los que explota le estén agradecidos por haberles dado trabajo. Esa exigencia pasa por el aprendizaje del catalán, el idioma bueno, y por la connivencia con el nacionalismo catalán.

Cataluña ha necesitado y necesita inmigración para ocupar los puestos de trabajo más precarizados y mal pagados, principalmente del sector servicios ahora mismo. La población catalanohablante ocupa puestos de trabajo más profesionalizados y mejor pagados, y cuando va a tomar un café, acude al ambulatorio o compra en un comercio, quiere que la camarera, la enfermera o la dependienta inmigrante le sirva o atienda en catalán. Pero no hay suficiente población catalanohablante para eso, por lo que es necesaria la inmigración. Así que el nacionalismo catalán enfrenta aquí una curiosa paradoja, porque Cataluña requiere inmigración para su sistema socio-productivo, pero al mismo tiempo esa inmigración supone una amenaza para la catalanidad. Por eso había pancartas llamando que rezaban “fuera colonos” en la manifestación a favor de la inmersión lingüística en pasado día 19 de diciembre.

Aquí es cuando el catalanismo enseña su rostro xenófobo y clasista detrás de la máscara de la falsa cohesión social, cuando se pone en cuestión la inmersión lingüística. El nacionalismo siempre teme que su identidad nacional sea diluida por la llegada de inmigración, como han puesto de manifiesto muchas declaraciones de políticos nacionalistas, desde el abiertamente racista Heribert Barrera hasta Quim Torra. Y no es que sea un miedo infundado, porque ninguna sociedad es, ni se puede mantener, “pura”, tampoco en cuanto a la lengua. Eso no existe. Cuando intentan llevar a cabo su proyecto político basado en la pureza etno-lingüística, entonces estamos inequívocamente delante de la extrema derecha.

 Los derechos de más de la mitad de la población catalana que se expresa en español llevan décadas siendo sistemáticamente conculcados por parte del nacionalismo catalanista, cuyas bases ideológicas son las del romanticismo alemán, que define la nación en base a tres elementos simbólicos: la lengua, la tierra y la sangre. Nada bueno puede salir de ahí. Como catalana y catalanohablante, lamento profundamente el uso que el gobierno de la Generalitat ha hecho a mi lengua materna, convirtiéndola en arma contra la propia sociedad catalana, haciendo de ella una lengua insignia de un movimiento claramente clasista y con claros tintes supremacista.

Lo que le faltaba a una lengua que hablan menos de 8 millones de personas en el mundo es que la mayor parte de sus hablantes y representantes políticos se las den de superiores. Ocurre que el verdadero objetivo del poder político en Cataluña no es salvar el catalán. Por eso es habitual que llevan a su prole a escuelas internacionales, donde no hay inmersión lingüística. Pero la imponen en la educación pública con el objetivo político que hemos descrito, la generación de una identidad, un sentimiento de pertenencia a Cataluña al que apelar para seguir en el poder. Ni más ni menos.

Un idioma minoritario puede tener usos reprobables o despreciables, más allá de los discursos bienintencionados sobre la conservación de la diversidad lingüística, que son fáciles y agradables de suscribir. Lo cierto es que la realidad es mucho más intrincada y mucho menos complaciente. En cualquier caso, nunca las personas y sus derechos deben estar por detrás de la intención de conservar una lengua. Y en Cataluña, el alumnado castellanohablante es rehén de las políticas lingüísticas de la derecha nacionalista. Y algún día esto debe acabar, también por el bien del catalán."                  

(Marina Pibernat Vila, es antropóloga e historiadora. Como comunista y feminista, ha militado en partidos y organizaciones de izquierdas, ElPapel, 25/12/21)

18/11/21

Steven Forti considera que el partido de Puigdemont defiende un "etnicismo identitario”

 "El historiador italiano y profesor de la UAB, Steven Forti, publica el libro ‘Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla’ (Siglo XXI), prologado por el periodista de La Vanguardia, Enric Juliana.

En él, Forti compara a Junts con la ultraderecha, lo que ha provocado un enfrentamiento entre partidarios y detractores en las redes sociales, con algunos insultos y amenazas para el historiador.

“Si bien es una excelente noticia que una formación de derecha nacionalpopulista como JxCAT se haya sumado al cordón sanitario, no se puede obviar que dentro del partido liderado por Carles Puigdemont hay un número nada desdeñable de dirigentes y diputados que comparten ideas ultraderechistas, haciendo público su etnicismo identitario, aunque con otra afiliación nacional respecto a la de Vox”, explica Forti en el libro.

También en una entrevista en El Periódico días atrás, el historiador añade que “Junts es una mezcla nacional-populista y no sería acertado definirle como un partido del todo de extrema derecha 2.0, pero comparte muchos rasgos con estas formaciones”.

“Ha habido candidatos expulsados por declaraciones xenófobas, racistas y machistas y, cambiando las referencias geográficas, algunas declaraciones del ex presidente (Quim) Torra podrían ponerse en boca de (Matteo) Salvini o de (Viktor) Orbán. Muchas de las de Joan Canadell, número 3 de la lista de la lista de Junts, se enmarcan claramente en el discurso de la extrema-derecha 2.0”, concluye."
          (e-notícies, 17/11/21)

11/11/21

Manuel Trallero: "El independentismo ha entrado en una fase macarra"

 "El periodista y escritor Manuel Trallero ha asegurado en el canal de Youtube de Xavier Rius que "ni hay independencia, ni habrá independencia, ni está ni se le espera". "¿Cuántas mentiras más somos capaces de aguantar los catalanes? ¿Cuál es la dosis que necesitamos para darnos cuenta de una vez por todas que no están tomando el pelo?", ha preguntado.

 Trallero ha calificado de "empanada mental" que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, fijara el referéndum "antes" de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 y añadiera que "si se vota de forma reconocida serán los primeros Juegos en los que podremos participar con nuestra bandera". "Esta ocurrencia del presidente diciendo que nos van a pagar las Olimpiadas y que encima nosotros iremos..."

El escritor ha criticado a la "clase política de ínfima categoría" porque, según él, "es impensable que alguien se lo tome en serio" y ha añadido que "es como si estuviésemos viendo un interminable programa de Polònia". Por otro lado, ha criticado que "el independentismo ha entrado en una fase macarra".

Finalmente, Manuel Trallero ha dicho que "este independentismo macarra que ahora nos toca padecer o sufrir ha tenido algunas expresiones brillantes" y ha puesto de ejemplo que el vicepresidente Jordi Puigneró dijo que "el Estado debe saber que estamos dispuestos a volver hacerlo". "Es una de las grandes frases del independentismo", ha ironizado."                     (e-notícies, 01/09/21)

20/10/21

La burguesía catalana, entre los que había muchos que apoyaron a Franco, siempre fue supremacista. Ese supremacismo se proyectó especialmente contra los emigrantes que vinieron a trabajar a Cataluña... El procés ha reforzado ese supremacismo, ignorando y ninguneando a media Cataluña

 "Profesor de francés y catalán. Fue concejal de Sabadell por el PSC, forma parte de Greenpeace y otras plataformas ecologistas. Se siente muy identificado con Federalistes d’Esquerras. Desde hace una década colabora en el diario digital iSabadell.cat

Siendo rectora de calidad y política lingüística en la UPC, Nuria Pla, lanzó un tuit, en vísperas del 11S, diciendo “Tengo ganas de fuego, quemar contenedores y aeropuerto colapsado” ¿Cómo interpretar esto? ¿Se trata quizás de una llamada de la selva?

Los que pudieron creer que el independentismo era un movimiento pacífico se equivocaban. Lo vimos en los hechos de septiembre, quemando la Vía Layetana… Hay gente que reivindica esta violencia, pero, claro, no cuentan con el apoyo de la sociedad catalana, en su conjunto. Entre otras cosas, porque todos sabemos que esto es una revuelta burguesa. Se entendería que gente que gana 400 euros al mes saliera a la calle, pero quienes disponen de ingresos altos, con su torrecita, hablen de revolución solo son palabras. Seguro que la ya ex-vicerrectora que escribió eso sería incapaz de participar en lo que dice desear. Es la arenga a los de la CUP, que yo creo empiezan a olerse que se aprovechan de ellos.

Más allá de las ganas de violencia, no deja de sorprender que en pleno siglo XXI, con más de 200 años de Ilustración a la espalda, personas a las que se les supone un bagaje intelectual muy por encima de la media, se alineen con algo tan irracionalidad como el procés, sin cortarse un pelo…

Todos podemos tener impulsos irracionales, pero como ahora es tan fácil transitar desde ellos al mensaje, vía móvil, nada tiene de extraño que lo primero que pase por la cabeza pase de inmediato a los dedos. No hace mucho, cuando se veía en la tele algo que no gustaba se le gritaba a la pantalla sabiendo que no iba a responder. Sin, no es raro que gente que sin pensárselo lanza lo primero que se le ocurre, y cuando ve lo que se le viene encima lo borra. Se trata casi de un acto reflejo, que tenemos que aprender a controlar. Porque por ahí se cuelan no solo los prontos sino manipulaciones y trolas como aquélla muy celebrada de la mujer, que en los sucesos del 1-O, dijo que un antidisturbios le había roto los dedos, uno a uno. Tengo que confesar que yo mismo me alarmé. En la época de las redes digitales, de las que la propia autora del tuit parece ser una experta, tendríamos que recomendarnos algo más de prudencia.

Por añadidura, esa persona, como responsable de política lingüística de una Universidad, también se presupone que algo tiene que saber del valor de las palabras…

Ella forma parte de un movimiento visceral, emocional, en el cual no prima, sino todo lo contrario, la inteligencia, la sensibilidad, el saber estar… El sentido común da paso al fanatismo y en ese terreno no hay reglas. Se recurre al insulto. Conmigo lo han hecho muchísimas veces. Fascista y falangista es lo más suave que se me ha dicho solo por pensar diferente. Hay gente fría, calculadora, que ha promovido la utilización de determinadas palabras, sin ninguna legitimidad, pervirtiendo su sentido originario. Cuando se dice, por ejemplo, “exiliado”, refiriéndose a Puigdemont, llama la atención la tergiversación del término. Y así, “democracia”, “libertad”, «presos políticos”, “amnistía”, etc.

Pero, en definitiva, toda esta terminología viene prestada del pasado, y utilizada de manera torticera, claro… Pero nada nuevo bajo el sol.

Utilizan en favor propio conceptos, valores, reivindicaciones…, que tuvieron gran valor en el pasado y que, por cierto, no fueron ellos precisamente quienes los compartieron. Fundamentalmente, para tapar la gran corrupción que han protagonizado. Había gente que vivía muy bien, con Jordi Pujol a la cabeza. De hecho, Aznar no tocó ni una coma de la inversión, ni de nada, en Cataluña. Cuando sale a la luz la corrupción, el engaño, el robo (porque no es España quien roba, si no ellos) tienen que inventarse algo, y aparece el procés. Reivindican cosas imposibles, sabiendo que lo son, pero tienen que aguantar como sea.

¿Cómo, por ejemplo, ahora, la amnistía?

O son extremadamente listos, o extremadamente tontos ¿Cuándo alguien se lanza a lo que se lanzaron se puede pensar acaso que el Gobierno español no iba a hacer nada? ¿Alguien podía creer que no habría que pagar por lo que se hizo? Y ahora piden una amnistía ¿Para Puigdemont? Ha habido un indulto y carece de sentido tratar de borrar el pasado, diciendo que no hubo delitos. De hecho, Junts no está en la mesa de negociación entre otras cosas porque plantearon que en ella se hablara sobre los políticos huidos, y de su posible retorno. Resulta surrealista que, a ojos de una parte del independentismo, los “traidores” fueron a la cárcel y los que huyeron los “héroes”. Puigdemont es el héroe y Junqueras el traidor. Cataluña es el mundo al revés.

En este mundo al revés ocupa un lugar muy significativo lo que se ha llamado “supremacismo”, eso que según Wikipedia defiende la superioridad de un colectivo humano frente a los demás por razones étnicas, biológicas, culturales, religiosas o de origen…

La burguesía catalana, entre los que había muchos que apoyaron a Franco, siempre fue supremacista. Ese supremacismo se proyectó especialmente contra los emigrantes que vinieron a trabajar a Cataluña. Prueba de esto son, por ejemplo, cosas como que, en el centro de Sabadell, donde yo vivo, se le considere y se le llame Sabadell, propiamente dicho, y “los barrios”, de gente emigrante, son otra cosa. Eso pervive aún. El procés ha reforzado ese supremacismo, ignorando y ninguneando a media Cataluña. Resultó sorprendente que medio Parlamento se ausentara en una votación y ellos siguieran a lo suyo, como si nada. Cosas como asociar el “poble de Catalunya” a los suyos es intolerable.

En este estado de cosas ¿Qué paisajes se vislumbran?

Parece que Cataluña no tiene solución. La mesa de diálogo, si prospera, llegaría un nuevo estatuto, en el que naturalmente no se abriría la puerta a la autodeterminación, ni a la amnistía. Preveo un estatus a lo belga, donde los flamencos viven separados de los francófonos. Puede haber gobiernos independentistas para rato, porque el constitucionalismo no reúne condiciones para hacerle frente al nacionalismo.

En cualquier caso, el ramalazo independentista no desprende un cierto aroma de fin de época… ¿No hay algo o mucho de agónico en el nacionalismo catalán?

Parece que Pere Aragonés, por fin, podría “peneuvizarse”. Convertirse en un partido pragmático, capaz de pactar, más allá de su ideología o sus fines a largo plazo. Podría, por ejemplo, pactar con el Partido Socialista, como hace el PNV. Cosa que, nadie duda, le va muy bien. El nacionalismo siempre ha sido más mayoritario en el parlamento vasco que en el catalán y, sin embargo, eso nunca ha llegado a desembocar en un frente nacionalista. Urkullu, que encabezó en su partido la salida de la crisis de Ibarretxe, se comprometió a fondo en la salida del atolladero de Puigdemont. No hubo nada que hacer. Les da igual que todo se vaya a pique. La educación se hunde, la economía se evapora… Estamos cada vez más a la cola en los rankings. Esquerra parece que está intentando encauzar algo, y está por ver hasta dónde puede llegar, a la vista de las enormes presiones que soporta. Parece que lo más sensato sería llegar a un pacto con Salvador Illa. Seguramente, algún día llegará. Porque lo de Vía Layetana ha quedado atrás. Habrá quien añore que el 1-O no hubiera algún muerto, pero serán cada vez menos.

Pero la función del procés, como en los espectáculos de magia, se acaba. Se encienden las luces, y se vuelve a la realidad…

Soy defensor de la lengua catalana, porque me he ganado la vida dando clases de catalán. Pero es verdad que el catalán se ha instrumentalizado políticamente tanto, asociándolo al nacionalismo, que acabará pagando por ello. Cuando yo enseñaba catalán en barrios castellano-hablantes había pasión por aprenderlo, porque para muchos significaba una forma de acceder a otro estatus. De ahí, que la inmersión fuera apoyada por los inmigrantes. El propio Jordi Pujol se oponía a ello, porque temía que el catalán saldría perdiendo. Elegir la lengua podía contribuir a separarse. Aunque también es verdad que la buena inmersión tendría que haber sido en una doble dirección, bilingüe. Y eso no ha ocurrido. El catalán se haya asimilado tanto al nacionalismo que yo mismo he recibido insultos por hablar en catalán. Laura Borrás diciendo que no contestaba a una pregunta en castellano le está haciendo un flaco favor al catalán."                      (Entrevista a Josep Asensio, El Triangle, 03/10/21)

8/9/21

Teresa Giménez Barbat, ex eurodiputada: “hay gente que ha encontrado su nicho de negocio en el independentismo... Ellos prosperan allí y ya está, no hay más misterio ni más secreto”

 "La ex eurodiputada Teresa Giménez Barbat, en una entrevista en el canal de youtube de Xavier Rius, señala que “hay gente que ha encontrado su nicho de negocio en el independentismo”. “Ellos prosperan allí y ya está, no hay más misterio ni más secreto”, añade.

 Giménez Barbat también explica que en Ciudadanos “se me utilizó, porque no les interesaba en absoluto lo que yo pudiera hacer, sinó tener allá tres diputados. Estava con Carolina Punset y Javier Nart. Punset por una serie de motivos no aparece por el parlamento. Nart es muy trabajador pero está interesado en la política africana y viaja mucho. Me quedé muy a menudo sola en la delegación”.

La ex eurodiputada ha defendido que “hubiera sido muy bueno para el partido y para España” que Albert Rivera hubiera pactado con Pedro Sánchez. “Hubiera podido cambiar la deriva terrorífica de un gobierno aliado con lo peor del país: la extrema izquierda, los nacionalismos, los independentismos, algunos de raiz violenta como Bildu”. “Los constitucionalistas catalanes, que tanto habíamos trabajado, nos quedamos con un palmo de narices”, lamenta.

“hay momentos clave en el declive de Ciudadanos, como cuando Albert Rivera decide que está preparado para dar el ‘sorpasso’ al PP. Se ve de presidente del gobierno y todo lo encaran a su propia persona”. “cuando un partido intenta captar mucho electorado, tiene que rebajar sus opiniones y ser menos contundente. El partido se fue descafeinando y no sé si es recuperable. Es muy triste que haya sucedido esto porque hay un nicho para un partido como Ciudadanos”.

Finalmente recuerda que en 2016 “Jordi Cañas estaba muy mal visto en el partido, le hacían el vacio, era como un ángel caído, no se contaba con él. Estaba marginado”.

Giménez Barbat cree que “lo que ha pasado en Catalunya ha sido un auténtico fenómeno de locura de masas, se presta a muchísimos estudios”, con “una televisión machacando todo el día”.

“La batalla hay que darla, no hay que acobardarse, un ejemplo de no haber sido firmes no hablando claro ha sido en Cataluña. Desde el gobierno central se han ido permitiendo cosas y cosas que al final han conducido al golpe del 2017”. Finalmente lamenta que “la izquierda apoyó esta locura”
         (e-notícies, 07/09/21)

16/8/21

El independentismo brahmánico. El movimiento tiene un talón de Aquiles en los estamentos menos favorecidos de la población

"Durante décadas una concepción hegemónica de la historia y de la ciencia política aceptaba a grandes rasgos que el nacionalismo era un proyecto burgués. Durante el siglo XIX y buena parte del XX, políticos burgueses lideraban los movimientos nacionalistas.

Intelectuales burgueses los fundamentaban, «inventando tradiciones» (en afortunada expresión del afamado historiador Eric Hobsbawn). Los estamentos sociales burgueses eran la base social que posibilitaba su éxito electoral. En Cataluña la Liga es el ejemplo por antonomasia de este fenómeno. CiU, el gran continuador de un proyecto nacionalista de indiscutible perfil burgués.

Evidentemente estamos ante una simplificación. El nacionalismo siempre ha disfrutado de implantación en ciertas clases populares menestrales, aunque su penetración entre los grupos más numerosos y menos favorecidos de la clase trabajadora ha sido limitada. Y esto sigue siendo así.

ERC ha hecho un esfuerzo considerable para superar las limitaciones de la movilización nacionalista, proclamando explícitamente su voluntad de ensanchar la base. Estos esfuerzos han permitido a los republicanos arrancar votos donde no habría pensado que los obtendría: en segundas generaciones de la inmigración castellanoparlante. Pero sólo en sectores bien formados.

ERC es un partido con fuerte perfil brahmánico, el concepto acuñado por Thomas Piketty y otros colaboradores suyos para referirse a partidos de izquierda cada vez más elitistas, que han ensanchado en las últimas décadas su base electoral entre los sectores con nivel educativo y de ingresos más elevados, hasta el punto de terminar representante fundamentalmente colectivos acomodadas.

Cuando comenzó el proceso en 2012 los nacionalismos estaban convencidos de que era posible instalar la idea de que un solo pueblo avanzaba unido hacia la independencia. En uno de los primeros artículos que escribí sobre el tema (con F. Javier Moreno Fuentes), Destino Itaca ¿Estamos todos a bordo? (Agenda Pública, 2013) presentábamos datos que lo cuestionaba.

Buena parte de los catalanes de perfil socioeconómico más humilde no querían ir a Ítaca. La reacción de los politólogos afines al movimiento independentista (en prensa escrita, blogs y redes) resultó sorprendente. Reconocían que existían diferencias entre clases socioeconómicas en el apoyo a la independencia (difícil negarlas), pero afirmaban ufanos que eran estadísticamente espurias, que debían ser atribuidas a identidades sociolingüísticas.

En otras palabras, si veíamos diferencias en el apoyo a partidos nacionalistas o la independencia no teníamos que quedarnos con la idea de que podían ser «explicadas» para la extracción socioeconómica sino por el origen sociocultural."                         (Pau Marí-Klose , Política & Prosa, 02/07/21)

5/5/21

El último grito de Jordi Pujol frente al 'procés'... entiende que los errores cometidos han sido enormes... y que él nunca los habría cometido

 "El campo de juego ha quedado embarrado, las líneas de cal apenas se perciben, pero sigue siendo el único terreno posible. La alternativa se ha ido dibujando de forma tímida, pero no tiene los apoyos suficientes. Y, además, hay dudas internas.

 La cancha es la que delimitó Jordi Pujol y ahí sigue, con la hierba demasiado alta, pero perceptible. Sirve. El anhelo de ser, de mantener una identidad, de proteger una lengua y una cultura, a pesar de todos los errores políticos cometidos, se mantiene. Y quien logró una tarea que parecía del todo imposible en el arranque de la Transición se llama Jordi Pujol y acaba de llamar a la puerta, con un último grito, para acabar con el procés y señalar que lo prioritario es “ser”, y que lo conveniente es reformular todo lo que se ha llevado a cabo en los últimos años y ejercer el arte de la política.

Para muchos esa situación será triste, lamentable. Y querrán cambiarla por completo. Pero para intentarlo es necesario un proyecto alternativo, con recursos, y con la misma fe con la que actuó Jordi Pujol como gobernante. El expresidente de la Generalitat, al margen de su situación judicial y de su confesión en 2014, sigue siendo el único gran referente del nacionalismo catalán, que lleva dando palos de ciego desde que Pujol se retiró. Ni Artur Mas, ni Oriol Junqueras, ni por supuesto Carles Puigdemont o Quim Torra han liderado ningún proyecto con una ambición suficiente ni con la estrategia del anciano presidente.

Todo pudo haber sido diferente, sí, cuando en 1980 se convocaron las primeras elecciones a la Generalitat, cuando Josep Tarradellas hablaba de “ciudadanos” y no de “catalanes”, cuando la izquierda había triunfado en las municipales de 1979. Pero la historia avanzó por otros derroteros y una parte importante de la sociedad catalana, la que vota a partidos nacionalistas e integra el gran entramado civil de Cataluña, ha interiorizado que lo más importante es “ser” y defender una identidad que siempre sabe encontrar culpables en el otro lado.

Este martes se celebran elecciones en la Comunidad de Madrid, y una gran victoria del PP puede dejar a Pedro Sánchez en una situación delicada, con todos sus planes ensombrecidos. Deberá mirar a izquierda y derecha y tratar de contar con los mismos socios que apoyaron su investidura. Y ahí estarán ERC y Junts per Cataluña. El problema con el independentismo catalán no desaparecerá de la noche a la mañana. Sí podrá Sánchez buscar apaños a corto plazo, pero a medio, el nacionalismo catalán, ahora muy desorientado, surgirá otra vez para recordar que, como apunta Pujol, la identidad catalana no se resigna a desaparecer.

Pujol publica un libro-entrevista tras largas conversaciones con Vicenç Villatoro. El libro, Entre el dolor i l’esperança, sacará a la luz las reflexiones del expresidente de los últimos años. Romperá su silencio para ofrecer su particular visión sobre su culpa, que ha acabado en una larga causa judicial. Pero también aportará su reflexión política, en la que constatará su posición meditada sobre los reiterados errores de sus sucesores políticos. Pujol no quiso el Estatut de 2006, y no quería ninguna declaración unilateral de independencia. Sigue sin entender los pasos dados por Quim Torra y se ha mantenido fiel a la estrategia del PDECat, en detrimento de Junts per Catalunya y de Carles Puigdemont.

Pujol llamaba a muchos de sus habituales interlocutores para preguntarles sobre las consecuencias del nuevo Estatut, el que impulsó Pasqual Maragall, con ERC e ICV desde la presidencia de la Generalitat. Intuía que todo resultaría fatal, y no podía comprender cómo esos mismos interlocutores no asumían la gravedad de la situación. Lo intuyó bien, porque nadie como Pujol conoce y ha utilizado mejor las palancas del poder, como demuestra Jordi Amat en su libro El hijo del chófer, un relato sobre el periodista Alfons Quintà pero que es, en realidad, un gran fresco sobre el poder del expresident.

Ahora surgirán sus últimas palabras, las que ha compartido con el periodista y escritor Vicenç Villatoro, un nacionalista de primera hora, pero que ha mantenido puentes y que, como Pujol, entiende que los errores cometidos han sido enormes.

Está por ver la influencia que todavía mantenga Pujol en la mayoría de dirigentes independentistas, que siguen siendo incapaces de formar un Govern. Pero Pujol, a pesar de todo lo ocurrido, mantiene el ascendente de una parte importante de ciudadanos catalanes que siguen pensando que lo más importante es “ser”, y que la identidad catalana no se puede perder, al margen de las mejoras materiales o de las crisis económicas que, de forma cíclica, puedan aparecer.

Para muchos Pujol vuelve para reincidir en todas sus mentiras, para seguir marcando un terreno de juego que les ha excluido, como ha relatado de forma magistral Iván Teruel, nieto de inmigrantes andaluces y extremeños, en el libro ¿Somos el fracaso de Cataluña? Teruel nació en 1980, justo cuando Pujol ganó sus primeras elecciones. Es hijo del pujolismo y se revuelve ahora, porque el procés ha despertado muchas conciencias. Ese error, el cometido por el hijo político de Pujol, Artur Mas, nunca lo hubiera cometido el viejo president. Porque sabía, precisamente, que muchos Iván Teruel podían alzar su voz, como ha ocurrido."               (Manel Manchón, Crónica Global, 04/05/21)

29/4/21

¿Cuándo se jodió Catalunya? Las cosas empezaron a torcerse el 30 de mayo de 1984, cuando una multitud enfervorizada acompañó a Jordi Pujol desde el Parlament hasta la plaza de Sant Jaume, al grito de ‘som una nació’... todo quedó envuelto en la misma bandera. Las legítimas aspiraciones de Catalunya y lo demás. La patria, el partido y la familia de Jordi Pujol

 "¿Cuándo se jodió Catalunya? Muchos se hacen esta pregunta, emulando aquel personaje de ficción de Vargas Llosa que se planteó, hace medio siglo, en qué momento se había jodido el Perú. Muchas son las respuestas, dominadas, unas, por el hastío, y otras por el relato dominante.  

Hay quien considera que a Catalunya se le torció el futuro el 28 de junio del 2010, cuando el Tribunal Constitucional anuló 14 artículos de un Estatut aprobado por las Cortes y por el Parlament, y refrendado. 

Sin quitarle importancia a aquellos polvos que trajeron muchos lodos, no creo que sea la respuesta correcta. Hay quien fija el inicio del estropicio el 6 y 7 de septiembre del 2017, cuando los diputados de la cámara catalana decidieron que la patria, su patria, justificaba quebrantar la ley. Fue un día aciago para la democracia, pero no hacia más que llover sobre mojado. 

Y los cien años de cárcel que les cayeron a los líderes del procés constituyeron el último disparate de una calamidad que viene de lejos. ¿Como hemos llegado hasta aquí? ¿Cuándo se desencadenó semejante torbellino político, judicial y emocional?

El último libro de Jordi Amat aporta una respuesta. En Catalunya, las cosas empezaron a torcerse el 30 de mayo de 1984, cuando una multitud enfervorizada acompañó a Jordi Pujol desde el Parlament hasta la plaza de Sant Jaume, al grito de ‘som una nació’. Vitoreaban a un Pujol recién reelegido presidente de la Generalitat y comprometido en el gravísimo quebranto financiero de Banca Catalana. Las dos cosas.

Nada revela tanto la trascendencia de aquel acontecimiento como una pancarta que exhibían los manifestantes, con tres fechas: 1714, 1939, 1984. Felipe V, Franco y Felipe González. Todos ellos enemigos. Por bombardear Barcelona, por intentar erradicar la lengua y la personalidad de Catalunya, por no impedir –inicialmente– que los fiscales empapelaran a Pujol. No son actuaciones equiparables, pero ¿qué más da? A partir de entonces, la 'senyera' (más tarde la' estelada') servirían para justificar cualquier delito.  

La deplorable gestión de banca catalana, el 3% con el que se financiaron campañas electorales exitosas, o el desvarío jurídico del 'procés'. Los atropellos políticos cocinados en Madrid justificaron la deriva. La Loapa, con la que Catalunya pagaba los platos rotos del 23-F y, más tarde, el cepillado del Estatut. Poco a poco, todo quedó envuelto en la misma bandera. Las legítimas aspiraciones de Catalunya y lo demás. La patria, el partido y la familia de Jordi Pujol.

Una parte sustancial de la sociedad catalana respaldó a partir de entonces aquel relato victimista y ya no distinguió entre la defensa de los intereses de Catalunya y el respaldo a quienes corrompían la política y la gestión. Pujol acababa de ganar las elecciones autonómicas por mayoría absoluta y seguiría en el poder casi veinte años más. Votado por una mayoría y jaleado por muchos, dentro y fuera de Catalunya, desde el segundo González hasta el primer José María Azar, pasando por el diario 'Abc' que le hizo ‘español del año’ en 1985.

Así empezó un deterioro que quedó ofuscado por los buenos resultados que supuso para Catalunya y por la estabilidad que brindó a la política española, pero que constituyó el pecado original de nuestra historia reciente. Una suerte de tara moral sin la que es imposible entender cómo un psicópata como el del libro de Amat pudo medrar en lo más alto del poder. 

Sin este ejercicio de patrimonialización del Catalunya –que volvió a aflorar en las conversaciones entre David Madí y Pilar Rahola reveladas recientemente– un monstruo como Alfons Quintà nunca hubiese dirigido TV-3, un arribista de las finanzas como Javier de la Rosa nunca hubiese alcanzado categoría de banquero del régimen, y los hijos de Jordi Pujol no se hubiesen enriquecido con tanta impunidad.

La jugada

Politizando el caso de Banca Catalana y denunciando una ‘jugada indigna’ desde el balcón de la Generalitat, Pujol mató dos pájaros de un tiro. Salió indemne de la imputación –con la ayuda de Lluís Prenafeta y Joan Piqué Vidal, dos cómplices del episodio–, y acoquinó al mundo empresarial, a los jueces, a los medios de comunicación, al poder y a la Corona. 

Nos deslumbró a muchos por su capacidad de pensar grande en un país aquejado de enanismo político y consiguió que todo, fuera de su mundo, fuera un erial. Impuso una lógica binaria que echó al infierno a quienes pensaban de otro modo. Conmigo o con los enemigos de Catalunya. Una dicotomía tan falsa como eficaz, cuya primera piedra se colocó el 30 de mayo de 1984. El día en el que empezó a joderse Catalunya. "                (Andreu claret, El Periódico. 22/11/20)

22/3/21

Si borrases de Cataluña, Barcelona y su cinturón industrial, el voto independentista sería aplastante. Es el mundo rural el que, básicamente, tiene este comportamiento independentista que no es de izquierdas. Es un independentismo de derechas... El mundo rural se ha encontrado con que Barcelona ha impedido que el 1 de octubre se consolide como una realidad política. Ese es el problema

 "Temi Vives Rego. Biólogo y filósofo. Fue catedrático de microbiología en la Universidad de Barcelona y da clases en la UPC. Es miembro del Grupo de Natura Sterna. Ha publicado ¿Suicidio político o suicidio ecológico? (Fundamentos) y Los dilemas medioambientales del siglo XXI, ante la eco-ética (Bubok Publishing). Forma parte de Federalistes d’Esquerres.

Hablando de fracturas, tan a la mode ¿Cómo es la que, en Cataluña, se produce entre el mundo rural y urbano?

Esta división, fractura o polarización (que queda más fino) tiene unos tintes específicos en Cataluña. En principio, la población rural o de origen rural, está históricamente mucho más enfrentada con la urbana. Esto ya viene de las luchas entre los condes y los “remensas”, que eran los apoderados de territorios y personal, que puteaban de manera brutal al campesino, provocando revueltas.

 La fractura tiene un origen profundo, histórico, y muy, muy implicada, en la identidad catalana. Después, esta división se ha ido conformando de acuerdo con la evolución social. Hubo, en principio, una emigración descomunal de gente del mundo rural, sobre todo a la ciudad de Barcelona y aledaños, y luego también a las ciudades industriales, primero Tarragona y, muy recientemente, Gerona.

¿Resulta significativo, en tal sentido, el movimiento, digamos semi-ruralista, de las segundas residencias? 

Es un fenómeno remarcable el de la gente de Barcelona que se va al mundo rural, básicamente a segundas residencias, pero no es el único. Tengo amigos, nacidos y educados en Barcelona, que se han ido a vivir y trabajar a la Costa Brava, el Ampurdán, Lleida, Tarragona… Forman parte de los “pixapins”. Se habla de varios millones de personas de Barcelona, y también de Tarragona, que tienen una segunda residencia en pueblos pequeños, que han pasado de una situación de desierto social y económico, a crecer significativamente.

 Pero no han sido capaces de reconocer a esa gente como del pueblo. O sea, la ruptura entre mundo rural y urbano no es solamente entre la ciudad y el pueblo, sino con la población de gente de la ciudad que vive en estos pueblos, básicamente en segundas residencias.

“Barcelona como problema”, es un sentir muy generalizado en el universo nacionalista, especialmente el de carácter rural ¿Qué quiere decir esto?

El problema está en Barcelona, porque es ahí donde está la oposición más fuerte al independentismo. Si borrases de Cataluña Barcelona, y su cinturón industrial, el Barcelonés, el voto independentista sería aplastante. Es el mundo rural el que, básicamente, tiene este comportamiento independentista que no es de izquierdas. Es un independentismo de derechas. En cambio, en Barcelona y el cinturón industrial se es más de izquierdas.

 Y la derecha tradicional, los convergentes de toda la vida, no son tan nacionalistas como se plantea ahora, aunque no se atreven a decirlo. El mundo rural se ha encontrado con que Barcelona ha impedido que el 1 de octubre se consolide como una realidad política. Ese es el problema.

¿La religión y la iglesia católica, de base sobre todo rural, siguen conformando un frame determinante del sentimiento y la adscripción nacionalista?

Ya sabes que los convergentes son, de hecho, carlistas y también falangistas. He conocido a muchos, hablando un catalán exquisito, que cuando llegó la democracia, se pasaron a Convergencia. Pero esto va más lejos. La Iglesia, oficialmente, en Cataluña, también estaba dividida entre independentistas y quienes no lo son. Los primeros estaban localizados básicamente en la abadía de Montserrat, y los segundos en las de Tarragona-Barcelona. Por eso, Junqueras va a Montserrat. Otros políticos iban al Miracle, de Cardona, porque no eran tan independentistas.  (...)

¿Y cuál es la correlación, digamos, urbano-rural, entre las élites políticas?

Ahora, los miembros de gobierno catalán son de pueblo. Por ejemplo, Puigdemont es de Amer; Torra es de Blanes… Hasta la época de Mas, todos eran de Barcelona ciudad y, a lo sumo, de algún aledaño. Esto es algo que ilustra muy bien esta ruptura entre lo urbano y lo rural. Los políticos de pueblo han pasado a hacer política desde el Palacio de la Generalitat, y ya nos podemos imaginar sus consecuencias.

¿Podemos hablar de la pervivencia en Cataluña, sobre todo en el territorio, de una especie de neo-caciquismo velado, vía tráfico de influencias, clientelismo y otras criaturas similares?

Cataluña siempre ha sido clientelista, entre otras cosas porque el gran progreso económico, sobre todo de Barcelona, se estableció a partir del famoso eje económico Barcelona-Madrid, Madrid-Barcelona que, por supuesto, beneficiaba a ambos. Uno de los problemas para los independentistas, sobre todo de los neo-convergentes, es ese eje sagrado, que si no funciona todo se va al garete.

¿A la vista de los desequilibrios existentes, federalismo también para Cataluña, como parece decir Xavier Urkullu, en Euskadi?

Los independentistas solo hablan de lo que les interesa. El famoso agravio Cataluña-España, del déficit fiscal, se puede plantear también a nivel interno. El Barcelonés aporta muchísimo más a Cataluña de lo que ésta lo hace a la metrópoli. Si se interrumpiera el flujo económico, humano, social… entre el Barcelonés y el resto de Cataluña, automáticamente ésta se empobrecería drásticamente.

 Urkullu ha empezado a hablar de la necesidad de federalizar Euskadi muy tarde y sotto voce. En Gerona ciudad se mira por encima del hombro a los de Barcelona, como antes se hacía entre Cataluña y Madrid. El federalismo dentro de Cataluña es un tema que no conviene a los independentistas, porque exige colocar sobre la mesa qué diferencias hay, y cómo nos ponemos de acuerdo para coexistir, y compensarlas de una manera u otra.

Barcelona forma parte de las grandes urbes, que dialogan, compiten, colaboran, a escala planetaria. ¿No parece, en consecuencia, que necesita de un estatus propio, mucho más allá de su condición de capitalidad de Cataluña?

Es uno de los temas tabús que, en principio, Maragall intentó sacar adelante con el tema de las Olimpiadas, pero que ha sido enterrado por los independentistas. Se ha hablado y debatido, la idea de hacer de Barcelona algo similar a Singapur. Una ciudad-Estado. Sin llegar quizás a eso, existen muchos ejemplos en el mundo de conglomerados urbanos que disponen de estatutos propios, con mucho poder y competencias, que Barcelona tendría que adoptar. 

Este es, por ejemplo, el caso de Londres, que dispone de amplios poderes. También el de Nueva York, o de Washington DC. Todo lo cual, responde a la idea que hoy en día, más que nunca, no se puede vivir de espaldas a los demás.

¿Tienen algo que decir los inmigrantes, los novísimos catalanes, en todo esto?

Hace poco, escribí algo que empezaba diciendo «ni Cataluña para los catalanes, ni España para los españoles, ni América para los americanos». El mundo es de los migrantes. Poco a poco se van configurando espacio de emigrantes, que hablan sus lenguas, y viven a su manera. Esto es algo que no se puede eludir. 

Yo viví en Bruselas, en St. Gilles. Había la zona de españoles y, a su vez, la de asturianos, gallegos, andaluces… Compraba el pan y la carne a un marroquí, el pescado a un asturiano, e iba a comer a restaurantes griegos… Aquí no se coge el toro por los cuernos. En Llagostera, sin ir más lejos, no se ofrece a los emigrantes la posibilidad de hablar castellano, porque todo lo que les hacen y ofrecen es aprender catalán, y hacer cosas en catalán. Podrán hablarlo, pero sus familias hablan castellano, inglés, árabe… Y esto puede estar generando una nueva fractura."                (Entrevista a Temi Vives Rego, eltriangle, Peru Erroteta, 31/01/21)

8/3/21

Si algo se repetía siempre como un bordón era el de explicarte el pacifismo de la sociedad vasca. Pero salías a la calle y te esforzabas un poco podías encontrar un muerto, nada casualmente amigo tuyo

 "(...) Usted tiene que ser nacionalista y si no lo es da lo mismo, ya le pondrán algo apropiado que desenmascare lo que desea ocultar en el fondo de sus inclinaciones. Un españolista, por extensión. Me producen espanto el españolismo y el catalanismo, empezando por sus símbolos que no están hechos para causar respeto sino adscripción, como las enseñas de los equipos de fútbol.  

Desde adolescente la bandera bicolor me dice cosas que no me gustan y el himno, militar por supuesto, felizmente sin letra, me deja frío. Lo mismo me ocurre con la “cuatribarrada” que engendró legendariamente El Pilós y la horrenda música de Els Segadors, que es a la canción lo que la “butifarra amb secas” a la gastronomía.

Mi pobre padre, un patriota que se decía español hasta las cachas, solía reprochar mi desdén y me advertía: ya verás cuando un día escuches un pasodoble en tierras lejanas y no puedas contener las lágrimas. Profecía paterna se cumple siempre y así tuve que aguantar un pasodoble en Helsinki y acabé pensando en la tontuna humana y en la invención sentimental como una de las artes de baja estofa que provocan más risa que llanto.

Me he tirado muchos años y muchos esfuerzos en forma de páginas durante mis estancias en el País Vasco. Si algo se repetía siempre como un bordón era el de explicarte el pacifismo de la sociedad vasca. Pero salías a la calle y te encontrabas a un personal airado del que debías huir en tu condición de “efecto colateral” y si te esforzabas un poco podías encontrar un muerto, nada casualmente amigo tuyo.

 Cataluña está en un punto de ignición muy alto y no encuentro nada que sirva para enfriar la situación que no sea al tiempo un recurso para aumentar la calentura. Sin embargo, hay un rasgo llamativo de diferencia con lo que fue, y en gran medida sigue siendo, la situación vasca, y es que aquí los plumillas, más conocidos como creadores de opinión, intelectuales de lo efímero, hacen esfuerzos por hacerte creer que todos tenemos religión, sólo que unos la verdadera y otros la atea. (...)

¿Y la violencia? No inquietarse. Ya hemos detenido a cinco italianos del lumpen ácrata como protagonistas de los disturbios y el vandalismo. Los papás y las mamas pueden estar tranquilos, pero díganles a sus retoños que no se excedan mezclándose con la chusma, que hagan como Laura Borràs, que cojan el coche, esa joya del lujo y el empoderamiento, y que les visiten en la cárcel. Son buena gente, España los malea. 

En resumen, todos tranquilos. Lo que pasa, acabará, y nosotros seguiremos montados sobre el caballo, aunque sea el de un tiovivo. Y a dar vueltas, felicitándonos. Los violentos son de fuera. Ahora lo entiendo todo y ya puedo escribir el editorial."         (Gregorio Morán, Vox Populi, 06/03/25)

25/2/21

«Se ha creado una clase social que vive por y para el ‘procés’»... Existe, valga la expresión, una casta vinculada al “procesismo”, en su conjunto.

 "(...) Dijo Samuel Johnson aquello tan célebre de que “el patriotismo es el último refugio de los canallas”, y añadió “para ocultar sus propios intereses”. En este sentido ¿Cuál es la relación entre las, digamos, emociones patrióticas y el bolsillo?

Aprovechando que hay sentimiento y corazón, en el momento en que los intereses entran en peligro, se echa mano del corazón, se magnifica, y se ocultan los intereses. Por ejemplo, cuando empieza a surgir todo el asunto del 3%, del caso Palau, de las sospechas sobre Pujol…, Artur Mas provoca una fuga adelante, apelando a un patriotismo feroce, y se produce una aceleración vertiginosa del independentismo.

 ¿Qué intención subyace, en tal movimiento? La de ocultar, sin duda, la nefasta gestión de la crisis, sus recortes escandalosos y, desde luego, la corrupción en su partido. Así, gente que nunca había sido nacionalista, acabó creyéndose el discurso identitario de pertenencia y de que el enemigo es el otro, que les está agrediendo constantemente. El nacionalismo canario es lo mismo.

¿No tiene mucho de maligno y miserable imbricar la idea de pertenencia, (“ser” canario, catalán, vasco, español…) con las cuestiones reales y sentidas, que todos compartimos, como llegar a fin de mes, educar a los niños, la salud…?

Si, ahí está la madre de todas las batallas. Usted, tendría buena Sanidad si España no nos robara. Tendría mejor Educación si España no nos robara… Y así, sucesivamente. Usted viviría mejor, en fin, si España no nos robara. 

Porque no tendríamos que pagar a los jornaleros andaluces; porque nos dan menos de lo que aportamos, etc. etc. Las piezas del puzle nacionalista (identidad, filosofía, historia, economía, cultura, trabajo, vida cotidiana…) no van por separado. Se construye con ellas un rompecabezas (nunca mejor dicho), donde está todo interrelacionado. Se instrumentalizan, se tira de ellos en función de la conveniencia y los más diversos avatares. 

¿En el puchero del procés, donde se cuece la pócima mágica, no hay digamos cocineros profesionales, que han hecho del asunto un oficio? 

Desde luego. Y la onda expansiva de tal situación llega muy lejos. Hay, por ejemplo, empleados públicos, profesores…, que asocian su empleo a la adhesión a la causa. Sin duda, a veces, de manera inconsciente, automática, derivada de la relación con los que dictan las políticas, con los que mandan. También, desde luego, por presiones implícitas y explícitas. Porque, en fin, si no eres de la cuerda te la juegas… 

Y gente que se hace rica fabricando, por ejemplo, camisetas o que trabaja en los medios de comunicación públicos… Aquí se ha creado una economía vinculada al “procesismo”. Una clase social que vive por y para el procés. Esto ya empezó cuando se empezaron a generar intereses económicos alrededor de la lengua. Existe, valga la expresión, una casta, vinculada al “procesismo”, en su conjunto.

Con pasta de por medio, poco parece tener de extraño que surjan entidades privadas con negocios públicos, como ANC y Omnium, que alguien tan poco sospechoso de anti-nacionalismo, como Iñigo Urkullu, llegó a calificar como lo más peligroso de la política catalana…

Y ahora con sus contradicciones. Porque cuando adquirieron la dimensión que llegaron a tener, las familias nacionalistas empezaron a pugnar para conseguir su control. En este sentido, comparado con el procés, el MPAIAC, de Cubillo, aunque con muertes de por medio, es cosa menor. El trabazón de intereses, incluido el asalto a las organizaciones sociales, constituye uno de los problemas más peliagudos que ha generado el procés.

¿Por dónde puede aparecer la brisa o el huracán capaz de disipar este nublado?

También hay que tener en cuenta que son muy torpes. Han sido hábiles a la hora de montar el numerito, pero negados a la hora de gestionarlo. No se oculta que hay cansancio, incluso en sus filas, porque al final si las cosas no funcionan acabarán perjudicando a los que intentan dirigirlas. Hay que tener paciencia, aunque también podría producirse un vuelco político. Pero lo que podríamos llamar el mundo alternativo al independentismo tampoco está para echar cohetes, más allá de lo que pueda representar ahora Salvador Illa, como una estrella fulgurante, que ha aparecido en el firmamento del espectáculo. 

El Covid ha irrumpido en este escenario mágico y algún efecto estará produciendo ¿Va por aquí la pregunta del millón?

Parece evidente que la pandemia ha producido un bajón espectacular de todo el discurso independentista. Las preocupaciones han cambiado de coordenadas. Veremos lo que pasa en las elecciones ¿Y después?, cabe preguntarse. Si la crisis económica sigue ahondándose y rebrotan los conflictos sociales, no patrióticos ¿Qué puede pasar? Entre las cosas buenas del Covid, dicho con todas las salvedades, está la de que en Cataluña se puede empezar a discutir de otras cosas.

 Le ha quitado al «procés” su preminencia en los medios de comunicación. Y lo que también es cierto es que las cuestiones sociales son algo a contrapelo del “procesismo”. No les interesan, ni saben como abordarlas. 

Volviendo a la magia, de los cual saben mucho las religiones ¿No parece el nacionalismo una especie de spin-off o secuela del catolicismo, en el caso que nos ocupa?

 El historiador Peter Hayes tiene un libro sobre el nacionalismo como religión. Cosa que viene corroborada, por añadidura, con una liturgia: las banderas ondeando, las celebraciones, el llanto por la derrota, las imágenes… Las liturgias generan, cuando menos, la lagrimita. Todo ello en torno a algo desconocido, como el cielo. Porque nadie conoce lo que es la independencia. Nadie sabe qué forma tiene. 

Al final, Bajo el murmullo de los alisios cuenta que todo esto también subvierte, a veces de modo radical, una relación personal…

Cuando se entra en el cuerpo a cuerpo, en la discusión, se van diluyendo los vínculos de empatía, el afecto, la complicidad…. “Tú eres godo” -le dice la chica a su pareja-, «no puedes entender esto”. Algo extensible a todos los nacionalismos. Trastoca las cosas. No importa, por ejemplo, la calidad de un producto cultural, de una narración. 

Solo puntúa en la lengua en que está escrito, el grado de adhesión a la causa, lo nuestro… Este universo simbólico paralelo no tiene límites. Si, por ejemplo, el equipo olímpico de rugby sobre hierba está mayoritariamente integrado por catalanes, ya se encargará la televisión pública catalana de machacarnos, recordándonoslo una y otra vez ¿La condición de catalán del jugador influye en su juego?  

En el Libelo sobre la cultura en euskera, se denunciaba el negocio montado en torno al tema ¿Hay ejemplos de esto en Cataluña?

TV3 doblaba el doble o triple de películas que podía emitir, tanto por derechos como por tiempo. Había una película que se llamaba California, que costaba 300.000 pesetas la traducción de cada capítulo. Se doblaron muchos que no se han visto nunca. Eso se supo por una huelga de actores de doblaje, a los que pagaban una miseria."                       (Entrevista a Joan Ferrán, Peru Erroteta, El Triangle, 21/02/21)

19/2/21

The Spectator: La cultura del agravio de Cataluña

 "Escocia, declaraba el Times en 1856, es “manifiestamente un país en búsqueda de agravios”.

 Lo mismo podría decirse de Cataluña, que ha celebrado elecciones regionales esta semana.

 Lo mismo podría decirse de Cataluña, que ha celebrado elecciones autonómicas esta semana. Cataluña pasó gran parte del siglo XIX sumando agravios a su acervo. En 1885, una delegación de políticos viajó a Madrid en un intento infructuoso de interesar al gobierno español en una lista completa de los "greuges" de su región (en catalán, quejas).

Un siglo más tarde, el acuerdo democrático post-franquista para Cataluña intentó corregir estos errores históricos de una vez por todas, otorgando a la región poderes de autogobierno sin precedentes. Desde entonces, la autonomía de Cataluña ha aumentado aún más. Hoy en día, entre otras competencias, tiene poder en educación, su propio cuerpo de policía, servicio de salud y canales de radio y televisión.

Pero en lugar de disminuir, la lista de “greuges” de Cataluña no ha dejado de crecer. Durante las últimas cuatro décadas, tanto los medios de comunicación como los programas escolares han fomentado la sensación de que Cataluña es un país diferente y han promovido una narrativa de victimismo

Toda una generación escolarizada en la inmersión en catalán, posiblemente en detrimento del español, se ha empapado de una versión selectiva y distorsionada de la historia catalana. La facilidad con la que algunos separatistas afirman que la España democrática moderna somete a Cataluña a una represión de tipo franquista sugiere el poco sentido histórico que tienen.

 Mientras tanto, el mensaje subliminal en las previsiones meteorológicas de la televisión catalana, que muestran el Mediterráneo occidental pero excluyen la mayor parte de la Península Ibérica, es que Cataluña no forma parte de España, una impresión reforzada por los mapas que los niños estudian en sus libros de texto de geografía. Los separatistas se refieren ahora habitualmente al resto del país como “el Estado español” en el mismo tono de voz que los nacionalistas escoceses se refieren a “Westminster”.

Aunque Cataluña nunca ha sido un estado independiente, la región ha sido dotada de algunos de los instrumentos de un país soberano, incluyendo varias “embajadas” en capitales extranjeras. A medida que se ha ido concediendo más autonomía, se han ido añadiendo capas de administración dotadas de un número cada vez mayor de empleados públicos, lo que ha fomentado la corrupción y la cultura de la dependencia.”

 En 2010, cuando los aspectos clave de un nuevo Estatuto de Autonomía que proponía aún más autogobierno para la región se consideraron inconstitucionales, se agregó a la lista otro gran "greuge". En el día nacional catalán de 2012, en un momento en el que la crisis económica estaba haciendo que muchos se preguntaran si realmente tenían mucho que perder, más de un millón de personas se manifestaron por "Cataluña: un nuevo estado en Europa". Otro lema, 'España nos está robando', se refería a las transferencias fiscales que la próspera Cataluña hace a las zonas más pobres del país.

 Un punto de crisis llegó el 27 de octubre de 2017 cuando, envalentonado por un referéndum ilegal con una participación de poco más del 40%, el parlamento catalán, en abierto desafío a Madrid, hizo una declaración unilateral de independencia. Sin embargo, el apoyo esperado de la comunidad internacional no se materializó. Los secesionistas se sintieron especialmente decepcionados por el hombro frío de la Unión Europea: "Si permitimos que Cataluña ... se separe, otros harán lo mismo", observó Jean-Claude Juncker.

 Mientras Carles Puigdemont, el presidente regional catalán, y otros huyeron del país para escapar del arresto por cargos de sedición, rebelión y malversación de fondos públicos; la brutalidad de los intentos policiales de detener el referéndum, el encarcelamiento de otros políticos secesionistas, la suspensión temporal de la autonomía de Cataluña, la negativa de Madrid a aprobar un referéndum legal y una severa reprimenda del rey Felipe VI se agregaron debidamente a la lista que ahora crece rápidamente de 'greuges'.

 En las elecciones regionales de 2017, los partidos independentistas obtuvieron el 47% de los votos y solo 70 de 135 escaños. Se formó debidamente otro gobierno independentista, pero empezó a ser evidente que no había forma de avanzar para los secesionistas. No solo carecían del apoyo inequívoco de la mayoría de los catalanes, sino que los principales partidos políticos de España habían dejado muy claro que ni siquiera considerarían permitir un referéndum legal. Y, evidentemente, un estado separatista no podría esperar ayuda de la UE. (...)

Si, como parece probable, finalmente surge otro gobierno independentista de las negociaciones postelectorales que ahora comenzarán, ¿qué podrá hacer durante los próximos cuatro años cuando no hay una hoja de ruta que conduzca a la independencia? La respuesta, por supuesto, es que puede ir pasando el tiempo y seguir añadiendo alegremente nuevos agravios a su catálogo de “greuges””.                        (Jim Lawley, The Spectator; 15/02/21)