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1/4/22

Albert Soler: Se va la fábrica de baterías a Valencia, se va el museo Hermitage, se ha ido Nissan, se han ido un montón de empresas, se irán los JJOO de Invierno antes de venir si no es que los miembros de COI votan las sedes en pleno coma etílico, se va todo el mundo de Cataluña excepto los que deberían marcharse para no volver y están gobernando... Ni un paso atrás, proclamaban los lacistas se diría que hace siglos, y efectivamente, ni un paso atrás darán hasta conseguir que entremos en la economía de subsistencia... En la actual Catalunya, hechos que no hace mucho te llevaban al psiquiátrico te llevan ahora al Parlament. Lo mismo ocurre con hechos que hasta hace poco te llevaban a la cárcel

 "Albert Soler: Ni sopla viento ni la barca es nueva.

 Se va la fábrica de baterías a Valencia, se va el museo Hermitage, se ha ido Nissan, se han ido un montón de empresas, se irán los JJOO de Invierno antes de venir si no es que los miembros de COI votan las sedes en pleno coma etílico, se va todo el mundo de Cataluña excepto los que deberían marcharse para no volver y están gobernando, pero a nosotros nos da igual, porque somos catalanes y con esto en hacemos lo suficiente. 

Ser catalán supone de por sí tanta riqueza espiritual, que toda la material nos sobra y la vamos regalando a pueblos más necesitados. Ni un paso atrás, proclamaban los lacistas se diría que hace siglos, y efectivamente, ni un paso atrás darán hasta conseguir que entremos en la economía de subsistencia, con cada catalán comiendo lo que buenamente haya podido cultivar en su balcón, al grito de «¡cuánta dignidad!».

 A los lacistas no les interesan minucias como trabajar o comer, sino temas de verdad esenciales como colgar una pancarta de vez en cuando, escribir tuits contra España o llevar en la cartera el carné del Consejo de la República, que al menos sirve para eso, para llevarlo a la cartera, digo.

 La expresión más utilizada cada vez que se anuncia el adiós de otra empresa o la pérdida de una inversión más, es «buen viento y barca nueva», que es como se dice en idioma lacista que las uvas están verdes . ¿Qué deben decir si no? ¿Que por culpa del delirio de unos pocos, una región que no hace mucho era líder está casi arruinada? Esto, nunca. Para evitarlo, existen unos mantras que deben repetirse, a poder ser con cara de odio, como hace el presunto diputado Joan Canadell, culpando en un tuit a España de la inoperancia e inutilidad de su gobernillo respecto a la fábrica de baterías. Nada extraño en alguien cuyo único mérito para formar parte de una lista electoral fue pasearse en coche con una carita del Vivales colocada en el asiento del copiloto. En la actual Catalunya, hechos que no hace mucho te llevaban al psiquiátrico te llevan ahora al Parlament. Lo mismo ocurre con hechos que hasta hace poco te llevaban a la cárcel.

 En Cataluña, una empresa nunca estará tranquila, el día menos pensado le montamos un piquete en la puerta porque en el menú que ofrece a sus trabajadores pone «pan y postre» en lugar de «pan i postre», y claro , los catalanohablantes no comen nada porque no entienden lo que se les ofrece, lo que repercute en su salud y -peor- en su rendimiento laboral. Eso sí, a cambio de sufrir a menudo estos pequeños inconvenientes, las empresas tendrán el orgullo de estar ubicadas en Cataluña, que eso sí que es relevante. Y si no les gusta, buen viento y barca nueva, que hay cola de industrias que desean venir a instalarse. 

 - Errr... presidente, que no hay ninguna, que nadie quiere venir. 

 - ¿Ah no? Pues buen viento y barca nueva a por todas, no nos hacen falta. ¡Somos Cataluña!

 -¿Y ya está? ¿Es esto todo? -Perdón: y la culpa es de España. El empresario que quiera venir a Cataluña, que digo, incluso lo que quiera permanecer, tendrá que firmar un documento de adhesión al régimen, al igual que deben hacerlo los periodistas que quieran participar en ruedas de prensa del gobernillo . Orgullosos deberían estar acogidos por la mayor nación de la tierra, para que, de postre, pretendan producir en paz."                  (Albert Soler, Diari de Girona, 01/04/22)

26/3/21

Cómo reaccionan los ciudadanos italianos cuando otros líderes europeos debaten sobre su país

 "Cuando los líderes de la UE discuten los desarrollos en otros estados miembros, a menudo atraen una atención sustancial en los medios. Pero, ¿cómo afectan estas declaraciones a las actitudes de los ciudadanos hacia la UE y cuestiones como la austeridad? Sobre la base de un nuevo estudio, Alessandro Del Ponte ilustra cómo la retórica adoptada por los líderes de la UE puede ofender o galvanizar inadvertidamente al público en los estados vecinos.

Los ciudadanos a menudo conocen a través de los medios de comunicación lo que los líderes europeos dicen sobre su país de origen. Por ejemplo, la canciller alemana Angela Merkel exhortó previamente a los italianos a "hacer sus deberes", refiriéndose a la necesidad de austeridad económica. 

Mientras tanto, el ex presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, invitó a los italianos a "trabajar más", "ser menos corruptos" y más "serios". El ex presidente holandés del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, incluso dijo una vez que los europeos del sur "gastan todo el dinero en bebidas y mujeres y luego piden ayuda". Sin embargo, los líderes también elogian a otros países por hacer las cosas bien. Por ejemplo, Merkel ha elogiado a los italianos en varias ocasiones por su "impresionante" progreso en las reformas económicas.

Este tipo de retórica se está volviendo más común a medida que emerge una esfera pública europea, lo que plantea la pregunta: ¿Cómo afecta la retórica de las élites europeas a las emociones y actitudes de los ciudadanos sobre la austeridad económica? En un nuevo estudio, he investigado cómo las críticas y los elogios de las élites europeas afectan la forma en que los ciudadanos piensan y sienten sobre la austeridad en su país de origen.

El estudio utilizó un experimento de encuesta en dos blogs de los periódicos italianos Corriere della Sera y la Repubblica. Los visitantes del blog leen un artículo de noticias ficticio en el que Angela Merkel se dirige a los italianos. El experimento asignó al azar entre los participantes si Merkel usó palabras de elogio o culpa hacia los italianos y si el mensaje se centró en aspectos simbólicos (como valores y estereotipos) o en la economía. Los mensajes de elogio se diseñaron para transmitir un sentido de concordancia entre italianos y europeos, mientras que los mensajes de culpa se diseñaron para comunicar un sentido de amenaza a la identidad italiana. Los participantes del grupo de control no leyeron ningún artículo y ambos grupos respondieron preguntas de la encuesta sobre sus identidades italianas y europeas, sus emociones y cómo se sentían acerca de la austeridad.

La teoría de la identidad social sugiere que las reacciones de las personas a la retórica extranjera dependerán del tipo de mensaje, pero también de cuánto se sientan italianos o europeos. Las personas para las que el ser italiano define quiénes son, percibirán la culpa de Italia como un insulto personal y cualquier victoria política que Italia anote como propia. Alternativamente, los italianos que se sienten más apegados a Europa se sentirán menos amenazados si se critica a Italia, pero también se alegrarán si se elogia a Italia. Esto sucede porque la identidad italiana y europea pueden coexistir y reforzarse mutuamente.

Los resultados del estudio son consistentes con las predicciones de la teoría de la identidad social. Descubrí que las personas que se identifican fuertemente como italianos reaccionaban a la retórica que enfatizaba los puntos en común económicos entre Italia y Europa con entusiasmo y menos oposición a la austeridad. Mientras tanto, las personas con un fuerte sentido de pertenencia a Europa respondieron con entusiasmo a la retórica que enfatizaba las similitudes simbólicas entre Italia y otros países europeos.

 Sin duda, leer críticas o elogios a Italia desencadenó las emociones de los participantes independientemente de su identificación con Italia o Europa (...). Sin embargo, los participantes se mostraron mucho más entusiasmados después de leer un artículo que enfatizaba cómo Italia está fortaleciendo a la UE si se identificaban fuertemente con Italia o la UE.

 Sin embargo, cambiar las actitudes de los ciudadanos no es tan simple como cambiar sus emociones, especialmente en un tema muy conocido como la austeridad. Una búsqueda en los archivos en línea de Corriere della Sera y La Repubblica en el año anterior al experimento reveló que los participantes probablemente habían leído artículos sobre Angela Merkel y habían estado expuestos a su retórica sobre la austeridad. Los participantes probablemente ya habían formado una asociación mental entre Merkel y la negatividad hacia Italia, ya que la palabra austeridad se mencionaba a menudo en los mismos artículos que presentaban a Merkel. Como era de esperar, a la mayoría de los italianos no les agrada Merkel.

De hecho, en el experimento, en promedio, la retórica de Merkel no tuvo ningún efecto en las actitudes de los participantes hacia la austeridad nacional. Sin embargo, los participantes con una fuerte identidad italiana aceptaron más la austeridad cuando leyeron el mensaje de elogio de Merkel por el progreso económico de Italia (ver Figura 2 arriba) en comparación con aquellos que no leyeron ningún artículo.

Un patrón similar ocurrió para las personas que se identifican fuertemente como europeas cuando leen el artículo que enfatiza los puntos en común simbólicos entre Italia y la UE. Estos participantes estaban más dispuestos a dar dinero a la UE en una compensación simbólica entre priorizar recursos para Italia o Europa.

En resumen, esta investigación sugiere dos puntos clave sobre la retórica de las élites y los vínculos nacionales. Primero, la identidad europea de la gente puede actuar como un antídoto contra la reacción anti-Europa que ocurre cuando los líderes hacen un comentario mordaz sobre un estado miembro y puede fomentar sentimientos pro-Europa cuando los líderes usan palabras de unidad. En segundo lugar, la identidad nacional de las personas puede amplificar los efectos de los mensajes de discordia o unidad hacia la nación.

Los líderes europeos deberían elegir sabiamente sus palabras cuando hablan de otros Estados miembros, porque sus palabras tienen peso. La UE, y especialmente sus políticas de disciplina fiscal, pueden enmarcarse como una oportunidad para fortalecerse juntos o como una amenaza para las identidades nacionales. La retórica vívida puede ofender o galvanizar inadvertidamente al público en los estados vecinos dependiendo de si los ciudadanos perciben a Europa como hostil hacia su nación o del mismo lado.

A medida que el entorno de los medios de comunicación europeos está cada vez más conectado, los líderes europeos tienen una mayor responsabilidad. Los líderes pueden contribuir a fomentar la solidaridad europea y acercar a los europeos haciendo hincapié en los puntos en común económicos y simbólicos que fomentan la unidad en lugar de los estereotipos y las disputas que alimentan la división."        
    (
Alessandro Del Ponte, EUROPP, November 25th, 2020)

30/12/20

Salvador López Arnal: ¿Qué debería pasar para que Cataluña fuera un país normal? Cosas como las siguientes...

 "(...) Si mi memoria ha acuñado bien esta moneda, fue Joan Brossa quien dijo en alguna ocasión que Cataluña no llegaría a ser un país normal hasta que el Barça no bajara a segunda. 

Como las cosas no andan muy bien por el Camp Nou, no es impensable que esta temporada, o acaso la próxima, pueda ocurrir lo que hasta hace muy poco era un imposible lógico-metafísico: que uno de los símbolos más potentes del nacional-secesionismo (¿recuerdan el in-de-pen-dèn-cia del 17:14?) descienda de categoría. 

Si es el caso (admito que mi alma culé no está del toda cómoda con esta hipótesis), deberíamos aprovechar la ocasión. ¿Qué debería pasar para que .Cat fuera un país normal? Cosas como las siguientes:

Que no existieran pintadas como esta: "Habla catalán o emigra. En Cataluña, en catalán" (Pintada en las paredes de un restaurante italiano en Barcelona)

Ni encuestas como esta que les copio:

 'Hasta qué punto te identificas con:

1. Lengua catalana. 2. Lengua castellana. 3. La lengua de tu país de nacimiento (o del de tu familia)

Hasta qué punto te identificas con:

1. Cultura catalana. 2. Cultura española. 3. Cultura de tu país de nacimiento (o del tu familia)

Hasta qué punto te identificas:

1. El movimiento independentista. 2. El movimiento no independentista.'

 Sería un país en el que los sectores más vulnerables, más al borde del abismo y de la exclusión social (que son muchos), fueran preocupación constante y verdadera (no de cara a la galería), el eje de las intervenciones políticas y de las preocupaciones ciudadanas.

Un país en el que que fueran impensables incendios como el de la semana pasada en Badalona.

Un país en el que la clase obrera no fuera maltratada o menospreciada, un país en el que no se hablara de los trabajadores y trabajadoras solo en momentos de “emergencia sanitaria”.

Un país en el que los llamados sindicatos de clase y los partidos políticos que aspiran a representar y defender a los y las trabajadoras no comulgaran con las ruedas de molino ni con el marco conceptual (¡tan y tan interiorizado!) del nacionalismo.

Un país en el que desamiantado generalizado sería una tarea urgente, un país que nunca olvidaría a las víctimas (trabajadores, vecinos y familiares en su gran mayoría) que han sido y serán víctimas de la industria criminal del amianto.

Un país en el que nadie usara las lenguas como instrumento atizador de desencuentros, separaciones y supremacismos, como línea de demarcación entre los ‘nuestros’ y los de ‘fuera’.

Un país bilingüe (o trilingüe…) en el que todo el mundo viviera enriquecido por el bilingüismo.

Un país que odiara y desconsiderada la hispanofobia tanto como odia y desconsidera la catalanofobia.

Un país en el que nadie usaría expresiones como charnego, murciano, castellanufo, gorgo, español de m, botifler.

Un país en el que nadie tendría la ocurrencia de agitar no se sabe qué con el “boti, boti, boti, espanyol qui no boti”.

Un país que llamaría a las cosas por su nombre. España, por ejemplo, para hablar de España y no Estado español (ya no nevaría en el Estado español ni tampoco en el Reino de España sino en España).

Un país en el que la aspiración a la creación de un nuevo muro-Estado sería pensada (y rechazada) como lo que es: la construcción de un muro de separación entre ciudadanos-trabajadores de aquí y de allí unidos por miles de lazos familiares, de compañerismo, de historia, de vida en común y de amistad.

Un país que estaría por el derecho de autodeterminación… de pueblos oprimidos como el Sáhara.

Un país que no inventaría su historia ni tendría ésta un peso opresor, permanente, omnipresente.

Un país en el sería imposible celebrar un “congreso científico” bajo el lema “España contra Cataluña (1714-2014)”.

Un país en el que alguien como Joan Canadell no podría ocupar puesto alguno (menos ser segundo) en cualquier lista electoral (“Españoles fijaros en la diferencia de un cierre 2 semanas antes. Hacer caso a @QuimTorraiPla hubiera supuesto parecernos a Grecia, una centena parte de contagios y muerte. Catalunya independiente hubiera salvado miles de vidas… España es paro y muerte, Catalunya vida y futuro”).

Ibidem para el caso de Laura Borràs, cabeza de lista de Junts per Barcelona, que firmó un manifiesto en el que se insultaba a miles y miles de trabajadores (y a sus familias) tildándolos de colonizadores lingüísticos.

Un país que no olvidaría los nombres de ciudadanos/as que han sido esenciales en su cultura y en la lucha democrática antifascista como Joan Marsé, Paco Frutos, Jaime Gil de Biedma, Manuel Sacristán, Paco Fernández Buey o Antoni Domènech.

Un país en el que, como ha señalado Paola Lo Cascio, no rija un absoluto ninguneo de las instituciones hacia la ciudadanía no independentista, considerados ciudadanos de segunda… o de tercera.

Un país en el que defraudadores, manipuladores y capos de famiglia no serían considerados hombres de Estado, personas admirables, gentes que lo han dado todo por el país.

Un país en el que la política no quedaría reducida a temas de identidad, identidad, identidad, identidad…

Un país que sería muy consciente de los resultados de la hegemonía nacionalista en estos últimos 40 años, 33 de ellos gobernados por fuerzas políticas de derecha nacionalista (aliada en ocasiones, sin muchos miramientos, con el PP).

Un país en el que la derecha no sería solo PP y VOX sino también la derecha catalanista y sus variantes más extremas, se camuflara como se camuflara.

Un país en el que la presidencia de la Generalitat no se dirimiera entre políticos profesionales nacionalistas tipo Laura Borràs o Pere Aragones.

Un país en el que los ciudadanos no permitieran (por sentido común y por evitar abusos evidentes, no por atacar ningún derecho de expresión o manifestación) que 20, 50 0 100 personas corten sistemáticamente la avenida Meridiana de Barcelona durante un año y medio 200 veces o más.

Un país en que se cumplieran las sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (sobre la lengua por ejemplo: https://elpais.com/espana/catalunya/2020-12-17/el-tsjc-obliga-a-un-minimo-del-25-de-ensenanza-en-castellano.html) por aquello de que la Ley es nudo esencial en el Estado de Derecho y también por aquello de que todos somos y debemos ser iguales ante ella [2].

Un país en el que Antonio Machado, García Lorca, Luis Cernuda, José Agustín Goytisolo y tantos otros no serían considerados como parte de la cultura de ‘otro país’.

Un país en el que la izquierda no repetiría, sin reflexión, talmúdicamente, una y otra vez consignas mil veces dichas.

Un país en el que nadie sería capaz de decir, como hizo el pasado domingo 12 de diciembre en La Sexta Gabriel Rufián, “entre electoralismo y vida, siempre hay que elegir vida, como ha hecho Cataluña”.

Un país que sabría, como ha señalado un compañero médico, que lo de los días 6-7-8 de septiembre de 2017 no fueron una enajenación mental sino “un plan metódico y ejecutado milimétricamente hasta donde les llegaron las fuerzas: unas fuerzas ingentes y lanzadas a por todo como no creo que nadie recuerde en España desde tiempos de la II República”.

Un país en el que nadie reiría ni admitiría el chiste-insulto: “De Madrid al cielo”.

Un país en el que Puigdemont y ‘sus pollos a España’ merecería la total desaprobación de la ciudadanía.

Un país que uniría a su gente y no la dividiría por la mitad, como recientemente ha comentado el alcalde nacionalista de Amberes.

Un país en el que la derecha sería pensada como derecha aunque se cubriese con el ropaje de la estelada y símbolos afines.

UN país que recordaría que el amarillo era el color de los sindicatos amarillos.

Un país donde la televisión sería fuera un servicio público y no un medio de intoxicación e inculcación de ideología de parte.

Un país donde la educación sería vista como instrucción pública, crítica, respetuosa de los derechos de los niños/as, y no como medio preferente para la construcción nacionalista de un país nacionalista.

En fin, lo que ustedes ya saben: un país igualitarista, fraternal, socialista, feminista, antimilitarista, bilingüe, autocrítico, respetuoso con todos/as, una de las nacionalidades de España más diversas, alejada de todo unilateralismo y de todo enfrentamiento con otras nacionalidades y regiones. Lo que hemos querido siempre… ¿O no era eso a lo que queríamos?

Buenas fiestas, mucha prudencia, mucho ánimo. ¡Hasta el año que viene!"               (Salvador López Arnal, Rebelión, 19/12/20)

13/3/20

¡Charnegos! El charneguismo es, sobre todo, desarraigo, desarraigo de clase. Tener conciencia charnega es tener conciencia de clase, y eso, en estos tiempos, es complicao... ¿Saben de algún lugar del mundo donde para marcar la diferencia repitan el gentilicio? Aquí, en Cataluña, sí... El pijoaparte es el charnego que pretende escapar de la condena social de ser pobre e inmigrante en Cataluña... pero aquí el estigma acompaña de por vida

"Buenas tardes, gente. ¿Han visto? Acabo de encontrar un genérico terminado en “e” sin saltarme las reglas ortográficas ni gramaticales y además suena como muy charnego… Gente.

Me dice el Serrano –el pequeño; eran dos hermanos, los Serrano, en el Colegio Nacional Ruiz de Alda, donde nos conocimos, ahora normalizado como Colegi Nacional del Carmel–… me dice que tenía que venir a contaros qué es eso de ser charnego hoy… Como si ser charnego hoy fuera distinto de serlo ayer; bueno, ayer… hace unos años.

Lo primero es que no puedo estar, a ver, no es que no pueda, es que no me conviene. Me explico: tras un largo periodo de no dar palo al agua he encontrado curro y resulta que es en un sitio oficial, de la Gene, y, aunque sea temporal y mal pagado, no estamos como para poner en peligro la fuente de los dineros con los que pagar el condumio y las birras, y además me lo ha prohibido mi santa… Pues eso, que os largo esta carta y que la lea el señorito Serrano.

Que sepáis que el Serrano, ese sí que es un “pijoaparte” que logró escaparse del barrio, al menos al principio… Digamos que dio el braguetazo –no con una Teresa con pedigrí como la del Manolo Reyes de Últimas tardes… de Marsé, pero…– y se colocó de funcionario. Aunque al final acabó mal, de vuelta al charneguismo, por Nou Barris, que tampoco es que se fuera muy lejos.

¡A lo que íbamos!

Dice el Évola –perdón, Évole; me ha traicionado el subconsciente– que él es del “Xarnego Power”. Es decir: que es un pijoaparte triunfador y punto… Pero ya sabemos que hoy en día con poner palabras en inglés todo suena más chachi. Vamos a decirlo claro… los secesionistas necesitan incorporar a más charnegos al Procés, y para ello están los Rufianes y Évoles de turno. Para llegar al Power hay que rendir pleitesía a los que de verdad detentan el poder. 

El estilo bufón crítico, tipo “el follonero”, siempre gusta a los señores. La crítica controlada los reafirma en el poder. La crítica frontal hay que silenciarla.

Ahora, ser charnego será fashion, otra cosa es llegar a final de mes. Y son los que no llegan a fin de mes los que definen el charneguismo. El orgullo charnego al que alude Évole en su entrevista en El Mundo solo es real si es orgullo de clase, de clase obrera. Lo otro es parafernalia. 

En mi nuevo trabajo parlo catalá amb acent de Girona –no sé si os acordáis de mi historia con la vallisoletana, ¿no? Pues si no os acordáis lo buscáis en Charnego News–; en fin, por allí pululan mancebos y mancebas con lacito en el pecho y todos hablan con nivel C para arriba, aunque a alguno le traicionen los apellidos, como es mi caso. Yo todavía no me he puesto el lazo, pero, si es para que me hagan fijo, igual me lo pienso.

Me dicen que el pasado año hubo un Festival de Cultura Txarnega en Barcelona, subvencionado por el Ajuntament de Barcelona, y yo sin enterarme. Por el Carmelo no vinieron a preguntarnos… Lo cierto es que a la organizadora la apalearon en redes, y eso que las pretensiones eran como muy “buenistas”, sin críticas a la inmersión lingüística y tal… ¡Más preguntas que respuestas!

El charneguismo es, sobre todo, desarraigo, desarraigo de clase. Hay charnegos que bailan sevillanas, y otros, bachatas o sardanas, no es una cuestión folclórica. Hay quienes confunden folclore con cultura. A mí, que conste que las sardinas, a la brasa, y las sevillanas… de faralaes. Recuerdo que cuando festejaba con mi Teresa, ella bailaba sardanas y había un vejete, que manava en el círculo –no podemita, no, al cercle-, que animaba repetidamente a las mozas: “que botin els pits, els pits han de botar”… ¡Viejo verde! Lo digo por mí.

Decía Jordi Pujol sobre los andaluces (no se veía bien decir charnegos) que “viven en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual”, y “si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña”. De aquellos polvos estos lodos. 

No es cuestión de que los charnegos dominen, es cuestión de que se apunten al “Procés”; y si es necesario dar “power” a algún charneguito, se le da, pero siempre como subalterno –aunque sea a titulo de President o Diputado–, y se le monta algún escrache de tanto en tanto para que no olviden quien manda: es el caso de Montilla en la famosa manifestación contra la sentencia de L’Estatut (tuvo que salir por piernas siendo President), o del Truhán (perdón Rufián) en sus últimos baños de multitudes. 

Decía en 2016, me auto-cito, que “existen otros muros económicos, sociales, culturales, lingüísticos, políticos que pretenden mantener o levantar los defensores de las esencias patrias, sean catalanes, vascos, españoles, franceses, corsos, húngaros, alemanes, padanos, estadounidenses o europeos. 

Y al otro lado como víctimas están, de una forma o de otra, con más o menos gravedad, los negros, los árabes, los sirios, los palestinos… los charnegos. No tanto por su adscripción étnica, sino por pertenecer a los marginales, a los que molestan al poder, a los que solo son mano de obra barata o carne de cañón”. 

Es ahí donde está el charnego, incluso sin conciencia de serlo, incluso votando al secesionismo, cual pijoaparte que cree que recibirá un mayor trozo del pastel cuando Cataluña sea independiente. Para ser charnego no hace falta tener conciencia de serlo, es una realidad objetiva, política y económica. Eso es así, aunque crean que se han asimilado, que han sido aceptados en el club de los “Catalanes Catalanes”, con pase de “Xarnego Power”.

¿Saben de algún lugar del mundo donde para marcar la diferencia repitan el gentilicio? Aquí, en Cataluña, sí. Dado que se popularizó aquello de que es catalán el que vive y trabaja en Cataluña, se necesitaba remarcar la catalanidad de pro, la catalanidad con barretina… La redundancia como elemento de distinción. ¡Manda webs! 

Tiempo ha, asistí a un seminario impartido por una pija de Madriz, a la que encantaban los “Catalanes catalanes”. La mayoría de los asistentes éramos catalanes a secas y sin barretina. Desayunaba sola. Y eso que era una experta en motivación…

Los charnegos estamos mal vistos en Madriz: ni Pedro Sánchez nos tiene en cuenta para el “diálogo”. Claro, allá no les llaman charnegos, allá es un conflicto de clases. Aquí, es un conflicto más complejo… de clase, pero alimentando un conflicto étnico y secesionista. Aquí, la alienación es más fácil. El empoderamiento –¡Jo! qué palabro– exige aceptar la subordinación al proyecto identitario, incluso en los sindicatos supuestamente de clase y en partidos autodenominados de izquierda.

A lo que íbamos. Ser charnego no es un estado idílico, es más bien el producto de un proceso social en un lugar –Cataluña– y tiempo determinado –Siglo XX, con parte de finales del XIX y principios del XXI–,  y responde a unas condiciones de producción y de reparto de la riqueza en un entorno económico –neoliberal, acompañado de un proceso de concentración de la riqueza en burguesías regionales– y un proceso histórico complejo –descolonización, crisis del proyecto España, procesos revolucionarios y fascistas en Europa y en el mundo, dictadura de Franco, desnortamiento de la izquierda española…)

¿Lo ha leído de corrido, todo esto, el Serrano? Y, encima, seguro que le ha gustao. Tan marxista él. Son las reminiscencias de las charlas que nos daba uno del PSUC en un sótano de la calle Tolrà, allí apelotonao,s apoyando mi cabeza en el regazo de una pijoflauta de la época –años 70–, esas que intentaban salvarnos del feroz capitalismo… de sus papás.

No hay charnego sin pijoaparte y no hay pijoaparte sin pijoflauta. Antes “teresas”, en la terminología marsetiana.

El pijoaparte es el charnego que pretende escapar de la condena social de ser pobre e inmigrante en Cataluña –A mí me gusta decir las cosas por su nombre: uno es emigrante cuando se va, pero cuando llega al destino es inmigrante. Cuando uno se va es querido, amado y despedido con llantos. Cuando llega, cambia su condición socioeconómica, se degrada–. 

La mayoría de los pijoapartes se frustraron en su intento de escapada: lo del ascensor social, en Cataluña funciona mal, muy mal; no es que en el resto de España funcione mejor, pero aquí el estigma acompaña de por vida… ya puedes hacerte con un título de “nivell C de català”, que si no abrazas el nacional-catalanismo lo tienes jodido.

Solo hay que mirar cómo despreciaba Sor Ferrusola al Montilla, President de la Generalitat, charnego agradecido como pocos, correveidile de Maragall y bufón bien pagado del nacionalismo; eso sí, no mejoró su catalán ni a palos… ni a palos, como los que le dieron en la manifesta contra la Sentencia del Estatut. O el entrañable, para Charnego News, Gabriel Truhán, digo Rufián, que le dimos en 2016 el premio “Charnego aMontillado” –parece que cuando venía a recoger el premio, unas birras, no supo encontrarnos pues llevaba mal puesta la barretina–.

Ellos son el paradigma del pijoaparte triunfador, sí; pero siempre, a pesar de sus ingentes ingresos –que alguno quisiéramos–, están y estarán marcados por su origen charnego.

El charnego es el objetivo del nacional-secesionismo, pero no para colocarlo arriba de la pirámide social, no… ¡para obtener su voto!. Y para ello necesita gentes como Montilla o Rufián… o “intelectuales” como Justo Molinero –lo de intelectuales entrecomillao, se entiende–, o “trotskistas” como Jaume Roures, o “revolucionarios” –entrecomillados los adjetivos, ¡eh!– como David Hernández, “el Niño la Chancla”.

 ¿Se acuerdan? Cuando tras honda genuflexión ante il capo dei capi, Don Jordi Pujol, amenazaba con tirarle la chancla a otro delincuente, el Rodrigo Rato. ¿No les recuerda a Ruiz Mateos cuando amenazaba con el “que te pego leche, que te pego”?

La escuela ha sido para el nacionalismo la gran baza para adocenar a los charnegos. Pero, a pesar de llevar 40 años de matraca, puede decirse que han fracasado estrepitosamente. Cierto que hay charneguitos en la Meridiana embozados con una estelada, pero son los menos.

Charnego y obrero son sinónimos. Tener conciencia charnega es tener conciencia de clase, y eso, en estos tiempos, es complicao. El obrero tiene tendencia a querer ser burgués, ¡es la vida! A nadie le amarga un dulce… Yo también quiero un casoplón como el Iglesias y la Montero o un palacete como los duques de Mallorca. La alienación del trabajador se hace más llevadera con la sociedad de consumo, mientras que la del charnego nunca se hace fácil: aunque te creas “charnego power”, tu apellido, tu origen, siempre será un estigma.

Acabando. Ser charnego es una situación a superar, como ser obrero. Es decir, que lo tenemos crudo. Podríamos ir por partes, que decía Jack el Destripador, y parece que sería más fácil solventar lo del charneguismo, mas me temo que va inexorablemente unido a ser trabajador. Aquí el nacionalismo nos hará sonar trompetas celestiales ofreciéndonos el cielo de la secesión. “La independència ens farà més iguals i ens portarà rius de mel”. ¡No, gracias!, no me lo creo ni harto de ratafía.

Yo pensaba más bien en acabar con el nacionalismo y luego ya entrar en los temas de igualdad social.

En fin. Mientras tanto, disfruten y ríanse del procés, nosotros les ofrecemos Charnego News como referente y además les invitamos a participar. Hemos abierto la convocatoria para el “Premio Charnego aMontillado 2020”. Anímense, propónganos nombres, dígannos cuales son las cualidades del personaje para recibir tan honorable galardón. No se corten… Échenle imaginación y envíenos sus propuestas. Nos encontraran en Facebook, Twitter o en la página web charnegonews.com.
¡Con Dios! ¿o no?

El Carmelo, Farselona. 22 de febrero de 2020.

* Este texto fue leído en la Mesa Redonda “¡Charnegos!”, celebrada el pasado 22 de febrero en el Pati Llimona, de Barcelona, y organizada por Alternativa Ciudadana Progresista." 

9/3/20

La identidad... la porteña... la argentina... "Yo ya no soy un argentino, pero nunca podré ser un catalán. Envejecer, morir aquí, tal vez. Pero morir sin ser lo uno ni lo otro"

"El primer aviso serio fue el del gorila. El tipo lo detuvo una mañana de 1975 en la puerta de la Universidad de Rosario y le dijo que así no podía entrar: -¿Cómo así? -Con esa barba. Se afeita y vuelve. Se afeitó, porque perdía la cátedra. 

Semanas después iba de parto. Un parto difícil en medio de la noche. Cuando llegó, el niño ya había nacido. Sin su ayuda: lo habían entretenido en la calle unos militares que lo pusieron en cueros, a él y al coche, por si llevaban armas. 

El doctor Padula salvó la tapicería, pero el coche no. Al final dinamitaron la casa del presidente de la Cámara de Diputados de Santa Fe. Era buen amigo suyo y pediatra de sus gemelas. Entonces decidió irse. "No, yo no tenía ninguna relación con la guerrilla. Yo era, solamente, un hombre progresista, que había militado en el socialismo. Y era el pediatra de los hijos de alguna gente que sí estaba en la guerrilla. De unos lo sabía y de muchos otros no.

 Eh... a veces también curé a algún herido". Su nombre estaba en demasiadas agendas -el doctor- y le llegaron inequívocos avisos de que iban a darle boleta. Zarpó. En 1976 aún había navegación regular entre Europa y Buenos Aires. Si vino a Barcelona fue por el antecedente de algunos amigos que habían hecho lo mismo poco antes y por cómo sonaba el húmedo nombre de Barcelona entre la progresía argentina. Había pensado también en Argelia, porque el Frente de Liberación Nacional necesitaba pediatras. O más bien recuerda ahora que un día pensó en Argelia. 

Llegó a la ciudad con una mujer y dos hijos muy pequeños, cinco mil dólares que creyó darían para mucho y dos cartas, una para el doctor Ballabriga y otra para José María Dexeus. Pero no fue con ellas con las que ganó su primer dinero en la ciudad. "Yo había sido músico profesional. Aún lo soy, si me llaman. Tocaba el tango con la guitarra. Una noche, con un compatriota, cantamos tangos en el Cafetín Musiquero y luego vinieron muchas otras noches más". El Cafetín era un lugar estupendo de la calle Santaló, por debajo de la Via Augusta, un sótano hermético y lleno de humo, que sólo cumplía una de las normas exigidas: generar la ilusión a los que tomaban de que podían vivir la vida entera allí. 

Padula se desprendió rápidamente de esa posibilidad: fue a ver cómo entraba Tarradellas en la plaza de Sant Jaume -Ciutadans de Catalunya!- y se sintió aludido. Aprendió catalán, se entendió bien con la izquierda que gobernaba el colegio de Médicos. -Acarín, Solé Sabarís, aquella Barcelona-, vivió la continuación de aquella primavera camporista (por el suspiro cívico de Hector Cámpora que precedió al envilecimiento) y a los seis meses de su llegada creaba y dirigía el servicio de Pediatría del hospital de Terrassa. También así se explican los exilios. 

"Llegué en un momento muy especial. Fueron unos años muy guapos. A veces tenía la sensación, en algunas miradas, en la pose de algunos policías de que todavía había miedo, pero a lo mejor sólo era que reverberaba en el mío. Yo tuve mucha ayuda y mucha suerte. 

Aunque cueste creerlo, en 1976 no había demasiados pediatras dispuestos a irse a trabajar a Terrassa. ¡Y se trataba de un hotel de tres mil plazas! Y yo, antes de que me insinuaran la posibilidad, ya estaba bajando por la boca del túnel de los ferrocarriles de Sarrià". Así empezó a convertirse en un experto en gestión hospitalaria, así llegó a dirigir durante muchos años el hospital de Manresa y así dispone hoy de este balcón luminoso y calmado sobre un parterre de acacias. -¿El exilio, es una ficción? "Para mí ha sido, sobre todo, una escisión". 

La vida consciente del doctor Padula se parte en dos mitades. Allá quedaron 35 años, la casa de Rosario y su patio, y los padres, que han acabado de morir este año. Y quedó casi su primera mujer, aunque zarpara con él: sólo pudieron atravesar juntos los tres primeros años de exilio. "Es frecuente. Tenemos muchos amigos a los que les pasó lo mismo. Llegaron y rompieron. Nunca se sabe, ni puede saberse. 

Pero está bastante extendida la circunstancia". Argentina son los asados en la terraza, el tango que suena muy elegante y bajito en el salón y la completa seguridad del doctor Padula de que hoy estaría allí conduciendo un taxi, buscando números de muchas cifras en los arrabales. O en un cabaret, a veces tocando para oídos honrados. 

Argentina, a la que vuelve por negocios, hecho un señor, es una familia completa que busca basura en la comida de los containers. Suele ver ese tipo de fragmentos realistas cuando sale de los restaurantes. "Cada día que pasa está peor que antes. Cada día, desde que nos marchamos. No ha habido un sólo día que no haya ido a peor.

 Ahora trabajo con gente de allí para impulsar proyectos hospitalarios. No sé, me gustaría aportar allí algo de lo que aprendí aquí. Yo vivo con más de lo que necesito y me gustaría pagar no sé yo qué deuda". -¿Envejecer aquí, entonces? El yo vacila, sin embargo. El doctor Padula está a punto de pronunciar una frase que es un exilio. Antes va probando con palabras sueltas, esquizofrenia, confusión, fragmentos. Listo. "Yo ya no soy un argentino, pero nunca podré ser un catalán. Envejecer, morir aquí, tal vez. Pero morir sin ser lo uno ni lo otro". 

La posibilidad de que semejante rareza pudiera despistar a la muerte no acaba de convencer al doctor. Media sonrisa triste lo ayuda a levantarse. Sobre el mueble principal del salón hay fotos en blanco y negro de muchas tangadas remotas. Hay algún músico muerto. Hay un muchacho serio con bigotito, que mira el traste de la guitarra, intentando cuadrarlo, como años después debería sucederle con los balances. 

Hay una música extendida como un rastro que no viene de ninguna parte. Abajo están las acacias y el verano que se desploma. La belleza esencial de Barcelona le parece ésta al doctor Padula. "El respeto a la diferencia".                   (Arcadi Espada, El País, 09/08/99)

15/1/20

Jaume Sisa: "la identidad es una mierda. Lo normal es que uno no sepa muy bien quién es... me ha maravillado cómo en los últimos años tantos catalanes, tantos, han comprado una fantasía tipo Walt Disney ¡¡¡sin preguntar ni el precio!!!!

"(...) –Pues siempre ha ido de incómodo


–¿Yo?… ¡Nooo! Mire, yo soy normal… yo… no tengo ni idea de cómo soy. Como todo el mundo. Nunca he conocido a nadie que, en rigor y hablando con  total honestidad, pueda afirmar: yo soy así o asá. Todos somos así y asá, asina, asana y asana, asuna… Somos muchos, yo soy muchos y en este libro se desvela. Cuando alguien te dice yo soy así está mintiendo. Hoy eres así y mañana a las siete y media serás de otra manera


–No sé yo si esa identidad múltiple casa mucho con este momento de defensa identitaria, y además aquí en Barcelona…


–Mire, la identidad es una mierda. Lo normal es que uno no sepa muy bien quién es. Todo está sujeto a cambios. Cuando estudias mínimamente cómo funciona el Universo, y nosotros somos el Universo, te das cuenta de que es una cosa extrañísima del que apenas se conocen sus leyes. Y las que se conocen se ponen en cuestión cada cierto tiempo. Es un misterio absoluto. Te pasas la vida con la cantinela de conócete a ti mismo y lo más probable es que te vayas de la vida sin saber quién eres…


–Me lo está diciendo en Barcelona, su ciudad, a la que le ha dedicado canciones y hasta un disco completo.   


–Barcelona es... A ver cómo lo digo…Es como el útero de mi madre. Yo vivo aquí. Yo en realidad no he nacido, no existo. A ver, yo soy ese niño potencial que nunca ha querido crecer ni comprometerse con una mujer, ni tener hijos, y se ha relacionado con el mundo lo justo. Lo justo para tener una vida normal… pero, en realidad, mi objetivo ahora que ya soy mayor es ir caminando hacia el niño que fui. Lo más parecido a la conquista de la inocencia que conozco.


–Ya. ¿Es usted antinacionalista catalán o…?


–Yo soy antinacionalista. Mi nación es el mundo. Me parece un horror el nacionalismo, cualquiera. ¿Cómo nos podemos encerrar en algo tan feo y tan estrecho como es el nacionalismo? ¿Conseguimos escapar de la tribu para caer en el nacionalismo? Ni tribus ni estados: la especie humana, el ser humano. Con todos sus misterios, sus preguntas y con toda su belleza.


–Eso es poesía.   (...)

–Entendible es que usted ha llamado al seny, condón de la idiosincrasia catalana.


–(Se ríe, travieso). No creo que se haya enfadado nadie. A ver, los catalanes somos un pueblo que navega entre un sentimiento juicioso de la vida y los arrebatos… y entremedias contemporizamos con lo que haga falta. Somos un pueblo pacífico que siempre se ha dedicado a la cultura y al comercio y que no sirve para nada más. No servimos para la guerra. Todas estas proclamas de independencia son inútiles porque el catalán sabe que no está dispuesto a sacrificar ni su piel ni su patrimonio, y sin eso no se consigue nada. 

Dicho lo cual, tengo que reconocer que me ha maravillado cómo en los últimos años tantos catalanes, tantos, han comprado una fantasía tipo Walt Disney ¡¡¡sin preguntar ni el precio!!!! Me tiene muy intrigado. Santiago Rusiñol puso un puesto en las Ramblas con duros que vendía a cuatro pesetas. La gente los tocaba, comprobaba que no eran falsos pero no vendió ni uno. ¡¡¡No le compró nadie!!! Claro, lo normal.


–Ha vuelto a definirse como un ácrata siglos después de Canet de Mar ¿Eso es lo mismo que ser antisistema?


–Yo querría saber cuál es la acción real de los antisistemas. Porque si su acción son dar saltos, quemar contenedores, discursos, camisetas…Con eso no se acaba con el sistema porque todos formamos parte del sistema, los antisistema también…La acracia es una alternativa real y profunda al sistema capitalista y al comunista, y se basa en que cada individuo es responsable de su vida y sus actos ante la comunidad…Eso no ha pasado nunca y, al paso que vamos,…las personas tendemos a delegar. No queremos asumir responsabilidades. (...)"                    (Entrevista a Jaume Sisa, Mercedes de Pablos, El Triangle, 23/09/19)

13/12/19

Observo el debate sobre cuántas naciones hay en España (que si una, que si cuatro, que si ocho) y me dan ganas de llorar ante tanta tontería.

"(...) La palabra nación tiene dos significados muy diferentes:

La primera es la nación como una organización política soberana que comprende un territorio determinado. En esta acepción, España es una nación, Francia es una nación, etc.

La segunda (que algunos llaman nacionalidad) hace referencia a una realidad sociocultural: las afinidades lingüísticas, culturales, religiosas, económicas, etc que se producen en un determinado territorio.


Las naciones como entes políticos soberanos son objetivas, están definidas en las constituciones respectivas y, en contra de lo que sostienen los nacionalistas (que prefieren explicaciones más glamurosas), se han forjado – que nadie se llame a engaño – en los campos de batalla o acuerdos internacionales.


Las naciones como entes culturales son emocionalmente más potentes pero también subjetivas y complejas. La identidad nacional puede ser muy diferente entre personas que comparten el mismo rellano de la escalera: por eso hay en Barcelona fachadas en la que el del tercero C cuelga una bandera española, el del tercero A una estelada… y el del tercero B pasa de los otros dos porque se siente – con toda legitimidad – ciudadano del mundo.


Las identidades son una propiedad exclusiva y compleja de los ciudadanos y ningún político tiene derecho a explicarle a la gente lo que es y cómo se debe sentir.

Los políticos, en cambio, tienen la obligación de gestionar políticamente las demandas de la ciudadanía – incluyendo las que hacen referencia a la organización territorial del poder político – y, por supuesto, atendiendo a la voluntad política mayoritaria de dicha ciudadanía.


En el ámbito político, la Constitución española permite la segregación de una parte del territorio aunque sea con un procedimiento muy complejo y que exige una mayoría cualificada. El problema es que, en el caso de Catalunya, hemos tenido dos tipos de políticos particularmente nefastos: los conservadores españoles que, a partir de los 90, hicieron bandera de desoir las aspiraciones de mayor autogobierno de Catalunya para sacar votos en el resto del Estado y los políticos catalanes que, desde hace 4 años, buscan votos sobre la base de reclamar la independencia sin tener, ni siquiera, el apoyo del 50% de los catalanes."                      (grosske, la izquierda unida y más, 11/12/19)

13/6/19

El síndrome del charnego separatista... El Tío Tom, el charnego independentista, nunca llegará a ser miembro de pleno derecho del club independentista; como mucho se quedará en converso útil bajo sospecha.

"El “síndrome de Estocolmo” refiere el caso de un secuestro (1973) con rehenes que duró seis días en dicha ciudad. Los rehenes, sobre todo Kristin Hehnmark, se identificaron de tal manera con sus captores que llegaron a sentirse más seguros con sus secuestradores que con la policía. 

Según el criminólogo Nils Bejerot, que acuñó el término poco después, las razones detrás de esa extraña identificación eran de tipo psicológico y obedecían al sentimiento de falta de control de su destino por parte del rehén, lo que lo lleva a idealizar al secuestrador como única persona que puede sacarle de esa tragedia, olvidando el pequeño detalle de que ha sido éste último el que la ha creado. 

Mientras, la policía le resultaría una gente extraña que no conoce, ajena por tanto a su posible control.

¿No está ocurriendo algo parecido en Cataluña? Cuando aparece un artículo, un post o un tuit sobre el problema catalán, suele surgir el comentario airado de alguna persona nacida en Cataluña, pero de origen de otra región de España, que no solo se manifiesta orgullosa de ser independentista, sino que asegura, con aparente sinceridad, que nunca se ha sentido inmigrante en Cataluña (¿gracias a ser independentista?) y que los únicos que la tratan con desprecio y la llaman charnega son los despreciables “españolazos”. ¿Es esto verdad o todo obedece a un nuevo síndrome?

Empecemos por el caso vasco. El término “maqueto” surge para denominar despectivamente a los inmigrantes del resto de España que fueron a trabajar a finales del siglo XIX como consecuencia del proceso de reindustrialización vasco, el cual continuó durante el franquismo. Sabino Arana exacerbará ese desprecio, acusándoles, en un artículo titulado “Nuestros moros”, de traer «la impiedad, todo género de inmoralidad, la blasfemia, el crimen, el libre pensamiento, la incredulidad, el socialismo, el anarquismo...»”. 

Esta impresión es recogida en el Manifiesto (Principios) de la I Asamblea de ETA, celebrada en mayo 1962, donde se hablaba expresamente de los “elementos extraños al País”, es decir los que no eran vascos de pata negra, a los que en un alarde de generosidad en la futura Arcadia feliz independiente se les toleraría, siempre que no fueran o se convirtieran en un obstáculo “para los intereses nacionales de Euskadi”. No se definía de qué manera se librarían de ellos, pero casi 900 asesinados y miles de heridos pueden darnos una pista.

En cuanto a Cataluña, el término “charnego” ha tenido siempre un contenido despectivo, dirigido igualmente a los inmigrantes que iban a trabajar a Cataluña porque esta región era más rica (también en tiempos de Franco) que la suya de procedencia. Su origen etimológico se relaciona con el término “lucharniego” que hace referencia al “perro de poco pedigrí de carácter nocturno”.

 Es cierto que, por puras razones estratégicas, Pujol optó por tratar de ganarse a ese grupo para la causa independentista consciente de que, dado su número, el independentismo nunca triunfaría por vías democráticas sin ellos. Esa misma estrategia se aplicó a los nuevos inmigrantes foráneos intentando que procedieran de países no hispanos.

En ambos casos no se trataba de ninguna política “sincera” de integración sino de mero cálculo estratégico “provisional”, hasta tanto los necesitaran. De hecho, el desprecio y la concepción despectiva-supremacista del que no es catalán de pura cepa continua vigente en el imaginario independentista y afecta a la vida diaria de miles de ciudadanos. Basten algunos ejemplos:
  • Las declaraciones del propio president Quim Torra en su artículo “La lengua y las bestias” donde decía que los catalanes que hablan español son “bestias que viven, mueren y se multiplican(…) miras a tu país y vuelves a ver hablar a las bestias. Pero son de otro tipo. Carroñeras, víboras, hienas. Bestias con forma humana, que destilan odio (…)”.
  • El relato propagandístico en las escuelas; el pasado lunes 28 de enero el partido Ciudadanos registró una pregunta en el Parlamento catalán en relación con el tratamiento en algunas escuelas de Lérida a los inmigrantes que llegaron a esa zona en los años 40 como “colonos que ocuparon los pueblos viniendo desde diferentes puntos del Estado”, señalándoles despectivamente añadiendo: “aún nos encontramos con un 25 por ciento de familias que aún utilizan el castellano para comunicarse oralmente a nivel familiar».
  • La procedencia de las familias que dominan el poder económico, político y social en Cataluña. Basta ver los apellidos de los diputados de partidos separatistas, nacionalistas o catalanistas (con algunas contadas excepciones) y compararlos con los apellidos de sus votantes a los que en teoría representan. Esto llega a todos los rincones de la sociedad. En octubre de 2018 Antonio Torres, excolegiado de fútbol en Sabadell, narró en una entrevista a El Español sus dificultades para ser candidato a la Presidencia de la Federación de Fútbol Catalana: “El ser hijo de emigrantes supone un claro obstáculo para prosperar como candidato (…) Me hacen la vida imposible”.
Entonces, ¿por qué, a pesar de ello, muchos descendientes de españoles se suman a un proyecto que trata de romper el país de sus padres, abuelos, bisabuelos…? Una primera respuesta sería porque es lo más fácil para “sentirse integrado” y salir de la presión que sufre el no-nacionalista, pero esto solo puede explicar parte del fenómeno, pues aunque la capacidad del ser humano para autojustificarse resulta ilimitada, nadie quiere verse a sí mismo/a como un comodón o como un cobarde. 

Hace falta por tanto “creerse” el discurso nacionalista que promete que si el charnego es bueno, habla catalán sin acento, y se convierte al dogma independentista será considerado como “uno de los suyos” con igual consideración y dignidad que un catalán de pata negra en el nuevo paraíso por venir, finalmente liberado de los malvados españoles.

Pero ¿es realmente sincero el sentimiento de camaradería que, por ahora, se les ofrece? ¿Están seguros de que una vez que ya no sean (¿tontos?) útiles (es decir conseguida plenamente la independencia) la inquisición nacionalista no los mirará con sospecha de falsos conversos? Una prueba de que algo huele mal en esa imagen de Arcadia feliz es que los charnegos independentistas se sienten forzados a ser más radicales y entusiastas que nadie, como si en realidad sospecharan que a poco que bajen el pistón de su pasión sus “supuestos” amigos nacionalistas podrían dudar de ellos. 

Cabe rememorar que la Inquisición en España nace en la Corona de Aragón (1479) y que tuvo a Ramón de Penyafort (y otros catalanes, valencianos y mallorquines) entre sus más activos defensores.

En realidad, nada nuevo bajo el sol. En situaciones donde entran en conflicto un poder dominante y supremacista frente a una población perseguida, siempre hay miembros de esta última que sienten la tentación de “colaborar” con los verdugos de sus antiguos amigos, familias o compatriotas, por puro instinto de supervivencia física o social. 

Existen ejemplos que están en la mente de todos. Pero conviene recordar que estas historias nunca salen bien, y que los verdugos, aunque se vistan de una seda cultural, verdugos se quedan, y nunca cumplen sus promesas. Despierten de ese falso sueño: el charnego independentista nunca llegará a ser miembro de pleno derecho del club independentista; como mucho se quedará en converso útil bajo sospecha."               (Alberto J. Gil, Vox Populi, 02/03/19)

10/6/19

No tiene sentido querer construir una identidad europea. Te sientes europeo o no. Esta identidad europea no debe ser "construida" si construir significa que queremos que exista una identidad europea que no existía previamente. Pero si construir significa "vivir y actuar juntos" como nacionales dentro de una misma Unión, fomentando proyectos comunes, subrayando elementos que hacen de Europa un continente de cultura, entonces tiene un significado

10) ¿Cree que existe una identidad europea? Por el bien de Europa, ¿debería existir una identidad como base de un proyecto futuro?

R: Ésta es una pregunta que se plantea muy a menudo y así fue especialmente durante el referéndum sobre la Constitución Europea. Para algunos, Europa debe definirse por su cultura cristiana; para otros, Europa no es sólo cristiana, hay muchas otras religiones, y hay ateos. Se ha alcanzado un compromiso por el que Europa se define por su tradición humanista.

Todas estas respuestas tienen su pizca de verdad. El problema no radica tanto en la corrección o falsedad de estas respuestas sino en el concepto mismo de identidad, que presupone que nos distinguimos de otros individuos, ya sea que reivindiquemos o no nuestra pertenencia a uno o más grupos o comunidades humanas, a nivel nacional, regional, internacional o incluso de especie, o si consideramos que las otras especies son diferentes del ser humano.

Si en las sociedades arcaicas o tradicionales las identidades del individuo o de grupo son más o menos estables, en cambio en las sociedades modernas se experimentan necesariamente múltiples identidades.

Esto a veces complica el debate y lo oscurece. El hecho de que te identifiques con Andalucía no significa que no seas español, o que seas español no significa que no puedas sentirte europeo en determinadas circunstancias, o que no puedas sentirte parte del mundo cristiano o musulmán. Todo depende del polo con el que te identifiques.

Básicamente esto es lo que Montesquieu expresó de esta manera: "Si supiera algo útil para mi nación que fuera ruinoso para otra, no se lo propondría a mi príncipe, porque soy un hombre antes de ser francés (o bien) porque soy necesariamente un hombre y sólo soy francés por casualidad. Si supiera algo que me fuera útil, y que fuera perjudicial para mi familia, lo expulsaría de mi mente.

Si supiera algo útil para mi familia que no fuera útil para mi país, trataría de olvidarlo. Si supiera algo útil para mi patria y que fuera perjudicial para Europa, o que fuera útil para Europa y perjudicial para el género humano, lo consideraría un crimen" (Mis pensamientos: 10 y 11).

En esta cita aparecen lo que yo llamo los polos en torno a los cuales se estructura la identidad, aquellos en los que las identidades encajan como muñecas rusas. Precisamente en las sociedades arcaicas, donde la identidad se vivía en términos concretos, esto no suponía problema alguno. Uno vivía su diferencia sin hacer de ello un drama.

Hoy, cuando el mundo se está achicando y no podemos vivir con una sola identidad o con una sola diferencia sin hacer el ridículo y mentirnos a nosotros mismos, estamos haciendo de ello un discurso. El discurso "tribal" y "separatista" nunca ha alimentado tanto la política.

Es un terreno propicio para todos los separatismos, para todos los discursos de los orígenes, del territorio, del « Blut und Boden », [ Blut und Boden: expresión alemana que significa “sangre y tierra”, se refiere a una ideología que se centra en el origen étnico, basado en dos factores: la ascendencia (sangre de un pueblo) y la tierra, a veces sólo de orígenes míticos e inventados].

El error que cometemos a menudo es querer esencializar la identidad, congelarla, sustancializarla. Al igual que los polos de identificación, los procesos de identificación son numerosos en una sociedad moderna y casi por completo abierta a los cambios y a todo tipo de intereses; además, estos procesos duran toda la vida.

En este sentido, no tiene sentido querer construir una identidad europea. Te sientes europeo o no. Esta identidad europea no debe ser "construida" si construir significa que queremos que exista una identidad europea que no existía previamente. Pero si construir significa "vivir y actuar juntos" como nacionales dentro de una misma Unión, fomentando proyectos comunes, subrayando elementos que hacen de Europa un continente de cultura, entonces tiene un significado, incluso un significado saludable. Desde este punto de vista, los programas de intercambio interuniversitario o los programas de formación en general a escala europea en determinados ámbitos son muy bienvenidos.

Lo que me parece muy interesante en Europa es que incluso los partidos euroescépticos utilizan las mismas estrategias de "aunar" a nivel europeo, para defender sus ideas y sus programas. Con la excepción de una muy pequeña minoría de discursos políticos, también esto es una forma --distinta a la que preconiza la UE-- de hacer Europa, que es un viejo proyecto que data de finales del Imperio Romano.

Europa es un proyecto que puede adoptar muchas formas, pero está ahí para perdurar en la medida en que ningún Estado ya puede ir por su cuenta, incluso en interés propio. Los euroescépticos necesitan a Europa o su plataforma, aunque les repatee.

Ningún continente ha dejado más huella en el mundo que Europa. Más allá de las críticas al colonialismo y a la dominación de los pueblos de otros continentes (críticas que se hacen en abundancia y con razón), en mi opinión no se piensa mucho en lo que esto significa para el continente en su conjunto.

Me sorprende que sólo unos pocos se hayan preguntado por qué un pequeño continente como Europa se haya impuesto al mundo. Es una cuestión para reflexionar este aspecto de la historia mundial, y que se está reduciendo demasiado deprisa a una superioridad técnico-militar, algo que China ya poseía en cierto momento.

Me gustaría que los académicos e investigadores de todas las categorías de las humanidades y las ciencias sociales reflexionaran sobre esta "racionalidad" que pudo imponerse sobre todas las demás. ¿Fue un puro accidente o hay algo inscrito en esta racionalidad europea que hace -para bien y/o para mal- que haya prevalecido en el mundo? (...)" (Entrevista a Lukas K. Sosoe, Entrevista y traducción de: JM Lacruz)

21/5/19

Fernando Aramburu: el nacionalismo es imponer tu nación hasta crear un espacio geográfico donde sólo quepan los puros, los auténticos como tú: es esa nación exclusiva y eterna que el nacionalista sueña para sí y los suyos...

"(...)La idea de nación nunca me ha gustado. Esa ideología que parcela el planeta y las personas en naciones es arbitraria…

Pero también somos nuestro origen.

Porque tememos quedarnos indefinidos, sin contenido. Y es que ningún ser humano es capaz de definirse sólo con respecto a sí mismo. Buscamos completarnos en lo colectivo.

¿Nos convierte eso en seres nacionales?

Incluso sabiendo que morimos, preferimos pensar que lo que hemos sido seguirá vivo en la generación siguiente; que hablará nuestra lengua y será nuestra misma nación…

¿No se puede tener una sin ofender?

No hablo de lo propio, sino de las pulsiones nacionalistas que surgen del ansia de perpetuar sobre todos los demás cuanto me define a mí.

¿Quien pierde el origen no pierde la identidad?

Eso es diferente del nacionalismo, que no es el natural amor a lo propio, sino imponer tu nación hasta crear un espacio geográfico donde sólo quepan los puros, los auténticos como tú: es esa nación exclusiva y eterna que el nacionalista sueña para sí y los suyos.

¿Y si tu nación es integradora?

La del nacionalismo no lo es, porque se nutre de esa ilusión de eternidad: si cumples una serie de normas, te proyectas en el más allá. Y las cumplen, porque el ser humano no puede estar tranquilo si no cree en que es eterno, que trascenderá su final.
Si es feliz así, sin molestar a nadie...

Es que necesita constatar que también hay otros con su misma fe y que están juntos, fuertes, con una misión en la vida...Y otros que no.  (...)"                                   (Entrevista a Fernando Aramburu, Lluís Amiguet, La Vanguardia, 26/04/19)

14/1/19

La identidad es una forma de recomponer lo roto, de unir a gente separada por un individualismo feroz... Esa es la oferta populista, y a ella ha opuesto la izquierda otro tipo de identidades, las culturales. Combatir en el marco de la identidad, desde esa perspectiva, es pelear en el terreno de juego en el que vas a perder...

"(...) La cuestión de las identidades va a ser probablemente una cuestión central en los próximos diez años. ¿Están las fuerzas progresistas preparadas para encararla sin caer en los tics esencializantes de la derecha radical conservadora?

La identidad es una forma de recomponer lo roto, de unir a gente separada por un individualismo feroz, de conceder autoestima y orgullo a poblaciones que tienden a carecer de ella. 

Esa es la oferta populista, y a ella ha opuesto la izquierda otro tipo de identidades, las culturales. 

Combatir en el marco de la identidad, desde esa perspectiva, es pelear en el terreno de juego en el que vas a perder. 

Para tomar en serio la identidad, debemos conocer mucho mejor nuestra sociedad, cuáles son sus deseos y aspiraciones, sus temores y sus necesidades, y a partir de ahí se puede construir una opción real.   (...)"  

28/11/18

Toca cambiar la identidad... del andaluz vago, del charnego bruto... a... Andalucía, uno de los mayores exportadores del mundo en el sector aeroespacial y líder europeo en tecnología de drones. Igual que en Texas hay una industria petrolera, los andaluces deben concentrarse en desarrollar una industria solar...

"(...) En 1975 uno de cada dos andaluces estaba sin escolarizar, uno de cada cuatro era analfabeto, únicamente el 5% tenía estudios universitarios y solo el 15% había terminado la secundaria. Hoy el 25% de los andaluces tienen estudios universitarios y uno de cada dos jóvenes va a la universidad. En 1980 trabajaban 1,6 millones de andaluces, 400.000 en la agricultura. En 2018 han superado los tres millones de afiliados a la Seguridad Social y el empleo crece el 3% anual.

Un crecimiento del empleo desde 1980 que supera al promedio de España en 25 puntos porcentuales y dobla el crecimiento del empleo en la Unión Europea. Si lo comparamos con Grecia, Portugal o el sur de Italia el crecimiento es aún más espectacular. Y las exportaciones han pasado de 1.000 millones de euros a 31.000 millones en 2017 superando a Madrid y situándose como segunda comunidad autónoma más exportadora solo superada por Cataluña. 

La pregunta que surge es ¿por qué Andalucía tiene una tasa de paro tan elevada? La población ha crecido un 30% desde 1980 mientras en Castilla y León ha caído un 7% y en Galicia tienen la misma. (...)

Los andaluces deberían poner su mirada en 2030 como ha hecho Naciones Unidas en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y esa debe ser su prioridad un crecimiento más sostenible social y ambientalmente.

 El reto del cambio climático ha provocado una revolución energética y el sol es el petróleo del siglo XXI. Andalucía tiene el doble de horas de sol que nuestros socios europeos. Igual que en Texas hay una industria petrolera, los andaluces deben concentrar a sus mejores empresarios, ingenieros e investigadores para desarrollar una industria solar.

El 70% del comercio mundial pasa por el estrecho de Gibraltar. Los puertos andaluces deben conseguir que esos barcos paren para producir parte de su cadena de valor y crear empleos de calidad y no solo para cambiar de barco o cargarlos en un camión. África está despertando y Algeciras debe aspirar a ser el principal puerto europeo en 2030. Para ello es necesario modernizar el corredor central para conectarlo con Francia y el corredor Mediterráneo.

Andalucía es uno de los mayores exportadores del mundo en el sector aeroespacial y según la Comisión Europea es líder europeo en tecnología de drones. Inteligencia artificial, análisis de datos, ciberseguridad, blockchain, fintech, agricultura biorgánica, innovación social, atraer nómadas digitales, etcétera.

Como decía el filósofo el pasado es incierto y el futuro es ilusionante. Si los andaluces dejan de mirar al retrovisor y ponen las largas descubrirán su potencial para dar otro salto de saltamontes en las próximas décadas. Si no lo hacen ellos, otros ocuparán su lugar en la era de la tecnología global."      (José Carlos díez, El País, 23/11/18)