30/12/20

Salvador López Arnal: ¿Qué debería pasar para que Cataluña fuera un país normal? Cosas como las siguientes...

 "(...) Si mi memoria ha acuñado bien esta moneda, fue Joan Brossa quien dijo en alguna ocasión que Cataluña no llegaría a ser un país normal hasta que el Barça no bajara a segunda. 

Como las cosas no andan muy bien por el Camp Nou, no es impensable que esta temporada, o acaso la próxima, pueda ocurrir lo que hasta hace muy poco era un imposible lógico-metafísico: que uno de los símbolos más potentes del nacional-secesionismo (¿recuerdan el in-de-pen-dèn-cia del 17:14?) descienda de categoría. 

Si es el caso (admito que mi alma culé no está del toda cómoda con esta hipótesis), deberíamos aprovechar la ocasión. ¿Qué debería pasar para que .Cat fuera un país normal? Cosas como las siguientes:

Que no existieran pintadas como esta: "Habla catalán o emigra. En Cataluña, en catalán" (Pintada en las paredes de un restaurante italiano en Barcelona)

Ni encuestas como esta que les copio:

 'Hasta qué punto te identificas con:

1. Lengua catalana. 2. Lengua castellana. 3. La lengua de tu país de nacimiento (o del de tu familia)

Hasta qué punto te identificas con:

1. Cultura catalana. 2. Cultura española. 3. Cultura de tu país de nacimiento (o del tu familia)

Hasta qué punto te identificas:

1. El movimiento independentista. 2. El movimiento no independentista.'

 Sería un país en el que los sectores más vulnerables, más al borde del abismo y de la exclusión social (que son muchos), fueran preocupación constante y verdadera (no de cara a la galería), el eje de las intervenciones políticas y de las preocupaciones ciudadanas.

Un país en el que que fueran impensables incendios como el de la semana pasada en Badalona.

Un país en el que la clase obrera no fuera maltratada o menospreciada, un país en el que no se hablara de los trabajadores y trabajadoras solo en momentos de “emergencia sanitaria”.

Un país en el que los llamados sindicatos de clase y los partidos políticos que aspiran a representar y defender a los y las trabajadoras no comulgaran con las ruedas de molino ni con el marco conceptual (¡tan y tan interiorizado!) del nacionalismo.

Un país en el que desamiantado generalizado sería una tarea urgente, un país que nunca olvidaría a las víctimas (trabajadores, vecinos y familiares en su gran mayoría) que han sido y serán víctimas de la industria criminal del amianto.

Un país en el que nadie usara las lenguas como instrumento atizador de desencuentros, separaciones y supremacismos, como línea de demarcación entre los ‘nuestros’ y los de ‘fuera’.

Un país bilingüe (o trilingüe…) en el que todo el mundo viviera enriquecido por el bilingüismo.

Un país que odiara y desconsiderada la hispanofobia tanto como odia y desconsidera la catalanofobia.

Un país en el que nadie usaría expresiones como charnego, murciano, castellanufo, gorgo, español de m, botifler.

Un país en el que nadie tendría la ocurrencia de agitar no se sabe qué con el “boti, boti, boti, espanyol qui no boti”.

Un país que llamaría a las cosas por su nombre. España, por ejemplo, para hablar de España y no Estado español (ya no nevaría en el Estado español ni tampoco en el Reino de España sino en España).

Un país en el que la aspiración a la creación de un nuevo muro-Estado sería pensada (y rechazada) como lo que es: la construcción de un muro de separación entre ciudadanos-trabajadores de aquí y de allí unidos por miles de lazos familiares, de compañerismo, de historia, de vida en común y de amistad.

Un país que estaría por el derecho de autodeterminación… de pueblos oprimidos como el Sáhara.

Un país que no inventaría su historia ni tendría ésta un peso opresor, permanente, omnipresente.

Un país en el sería imposible celebrar un “congreso científico” bajo el lema “España contra Cataluña (1714-2014)”.

Un país en el que alguien como Joan Canadell no podría ocupar puesto alguno (menos ser segundo) en cualquier lista electoral (“Españoles fijaros en la diferencia de un cierre 2 semanas antes. Hacer caso a @QuimTorraiPla hubiera supuesto parecernos a Grecia, una centena parte de contagios y muerte. Catalunya independiente hubiera salvado miles de vidas… España es paro y muerte, Catalunya vida y futuro”).

Ibidem para el caso de Laura Borràs, cabeza de lista de Junts per Barcelona, que firmó un manifiesto en el que se insultaba a miles y miles de trabajadores (y a sus familias) tildándolos de colonizadores lingüísticos.

Un país que no olvidaría los nombres de ciudadanos/as que han sido esenciales en su cultura y en la lucha democrática antifascista como Joan Marsé, Paco Frutos, Jaime Gil de Biedma, Manuel Sacristán, Paco Fernández Buey o Antoni Domènech.

Un país en el que, como ha señalado Paola Lo Cascio, no rija un absoluto ninguneo de las instituciones hacia la ciudadanía no independentista, considerados ciudadanos de segunda… o de tercera.

Un país en el que defraudadores, manipuladores y capos de famiglia no serían considerados hombres de Estado, personas admirables, gentes que lo han dado todo por el país.

Un país en el que la política no quedaría reducida a temas de identidad, identidad, identidad, identidad…

Un país que sería muy consciente de los resultados de la hegemonía nacionalista en estos últimos 40 años, 33 de ellos gobernados por fuerzas políticas de derecha nacionalista (aliada en ocasiones, sin muchos miramientos, con el PP).

Un país en el que la derecha no sería solo PP y VOX sino también la derecha catalanista y sus variantes más extremas, se camuflara como se camuflara.

Un país en el que la presidencia de la Generalitat no se dirimiera entre políticos profesionales nacionalistas tipo Laura Borràs o Pere Aragones.

Un país en el que los ciudadanos no permitieran (por sentido común y por evitar abusos evidentes, no por atacar ningún derecho de expresión o manifestación) que 20, 50 0 100 personas corten sistemáticamente la avenida Meridiana de Barcelona durante un año y medio 200 veces o más.

Un país en que se cumplieran las sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (sobre la lengua por ejemplo: https://elpais.com/espana/catalunya/2020-12-17/el-tsjc-obliga-a-un-minimo-del-25-de-ensenanza-en-castellano.html) por aquello de que la Ley es nudo esencial en el Estado de Derecho y también por aquello de que todos somos y debemos ser iguales ante ella [2].

Un país en el que Antonio Machado, García Lorca, Luis Cernuda, José Agustín Goytisolo y tantos otros no serían considerados como parte de la cultura de ‘otro país’.

Un país en el que la izquierda no repetiría, sin reflexión, talmúdicamente, una y otra vez consignas mil veces dichas.

Un país en el que nadie sería capaz de decir, como hizo el pasado domingo 12 de diciembre en La Sexta Gabriel Rufián, “entre electoralismo y vida, siempre hay que elegir vida, como ha hecho Cataluña”.

Un país que sabría, como ha señalado un compañero médico, que lo de los días 6-7-8 de septiembre de 2017 no fueron una enajenación mental sino “un plan metódico y ejecutado milimétricamente hasta donde les llegaron las fuerzas: unas fuerzas ingentes y lanzadas a por todo como no creo que nadie recuerde en España desde tiempos de la II República”.

Un país en el que nadie reiría ni admitiría el chiste-insulto: “De Madrid al cielo”.

Un país en el que Puigdemont y ‘sus pollos a España’ merecería la total desaprobación de la ciudadanía.

Un país que uniría a su gente y no la dividiría por la mitad, como recientemente ha comentado el alcalde nacionalista de Amberes.

Un país en el que la derecha sería pensada como derecha aunque se cubriese con el ropaje de la estelada y símbolos afines.

UN país que recordaría que el amarillo era el color de los sindicatos amarillos.

Un país donde la televisión sería fuera un servicio público y no un medio de intoxicación e inculcación de ideología de parte.

Un país donde la educación sería vista como instrucción pública, crítica, respetuosa de los derechos de los niños/as, y no como medio preferente para la construcción nacionalista de un país nacionalista.

En fin, lo que ustedes ya saben: un país igualitarista, fraternal, socialista, feminista, antimilitarista, bilingüe, autocrítico, respetuoso con todos/as, una de las nacionalidades de España más diversas, alejada de todo unilateralismo y de todo enfrentamiento con otras nacionalidades y regiones. Lo que hemos querido siempre… ¿O no era eso a lo que queríamos?

Buenas fiestas, mucha prudencia, mucho ánimo. ¡Hasta el año que viene!"               (Salvador López Arnal, Rebelión, 19/12/20)

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