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1/9/23

La propuesta de Urkullu me parece el punto final de la diversidad y el mestizaje, porque plurinacional no se refiere aquí a un estado que refleje una nación plural, sino a un estado que contiene varias naciones homogéneas en sus territorios (Óscar Guardingo)

Óscar Guardingo @oguardingo

La propuesta de Urkullu me parece el punto final de la diversidad y el mestizaje, porque plurinacional no se refiere aquí a un estado que refleje una nación plural, sino a un estado que contiene varias naciones homogéneas en sus territorios.

12:19 p. m. · 1 sept. 2023 513 Reproducciones
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"Urkullu propone. El lehendakari lanza un plan para reinterpretar la Constitución y construir un futuro plurinacional.

 El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha lanzado una propuesta para reformar el modelo territorial de España sin necesidad de tocar la Constitución. Su plan, que supuestamente se negociaría de manera bilateral entre los gobiernos central y vasco a través de una llamada “convención constitucional”, permitiría ampliar las competencias de las comunidades históricas —cita expresamente a Galicia, País Vasco, Navarra y Cataluña— y reconocer en todas ellas la “capacidad de decidir pactada”, eufemismo del derecho de autodeterminación. Esa condición es una de las líneas rojas que los dos partidos que han gobernado España los últimos 41 años, PSOE y PP, no están dispuestos a cruzar.

La propuesta de Urkullu, expuesta en un artículo publicado en este diario, no detalla ni las nuevas competencias que asumirían esas comunidades para ampliar su autogobierno ni aclara si el objetivo final de reconocer “la capacidad de decidir pactada” es celebrar una consulta para la independencia. Algunos presidentes autonómicos han apoyado la reivindicación de mayor autogobierno pero recuerdan que esa mejora debería extenderse a todos los territorios, no solo a los citados por Urkullu. A estas alturas del desarrollo autonómico es difícil concebir una negociación indolora de una reforma territorial que mejorase solo el autogobierno de una parte de las comunidades. El escrito del lehendakari no incluye las palabras “independencia” ni “derecho de autodeterminación”, lo que podría evitar de partida el recelo de PP y PSOE a abrir un diálogo sobre este plan. Urkullu habla solo de reinterpretación de la Constitución para alcanzar esos objetivos políticos y ahuyenta así el fantasma de una reforma de la Ley Fundamental a sabiendas de que sería inviable porque no existe ahora mayoría suficiente para culminar con éxito esa tarea nunca antes emprendida en la etapa democrática, salvo para asuntos muy puntuales.

La propuesta está formulada como un intento de construir un futuro plurinacional sin la tensión territorial que sufre España desde hace años; “un planteamiento novedoso y viable desde el punto de vista de su constitucionalidad”. Salvando las distancias y reconociendo las diferencias, las ideas del lehendakari para un cambio del modelo territorial que amplíe el autogobierno de cuatro comunidades tiene un trasfondo parecido a la propuesta de reforma del Estatuto Político de Euskadi, el llamado plan Ibarretxe, que PSOE y PP tumbaron en el Congreso hace 18 años.

Los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy usaron entonces argumentos para oponerse a esa iniciativa que encajarían hoy en un manual de oposición al plan Urkullu: “Creo, con tanto fervor como cualquiera, que la voluntad popular hay que llevarla a cabo con todas sus consecuencias, y afirmo que la relación del País Vasco con el resto de España la decidirán todos los vascos, no la mitad, y todos los españoles”, dijo Zapatero. “Nuestra unión como país no es un tributo a la historia; nuestra unión como país no es un apego a una bandera; nuestra unión se sustenta en la fuerza más poderosa que ha conocido nuestro devenir y el de todos los pueblos: los valores de la razón, la libertad, la ciudadanía de iguales, el pluralismo, la supremacía del Derecho, de las garantías, el pacto colectivo, la limitación del poder”, añadía. Y defendía “la integridad territorial de España” como marco en el que disfrutar “de una libertad integral, de un pluralismo real”. Es un buen comienzo para iniciar el debate sobre el plan de Urkullu. Sería bueno que hubiera en España un diálogo realista y sincero sobre la realidad territorial 45 años después de aprobarse la Constitución."           (Editorial El País, 01/09/23)

6/12/15

Como el alemán, el nacionalismo vasco es biológico, antes que étnico. Su clave de bóveda es la raza. En torno a ella, la religión, la independencia y el euskera

"A principios del siglo XVII, en la segunda parte apócrifa del Guzmán de Alfarache, un lacayo vizcaíno, “apasionado de su hidalguía y de su tierra”, suelta un interminable discurso sobre la excepcionalidad de Vizcaya. 

No faltan en él la idea de la independencia originaria, los fueros como expresión de su libertad y de la nobleza de sus habitantes, la limpieza de sangre protegida al impedir el avecindamiento de moros y judíos, la exaltación de la lengua, ni siquiera el recuerdo de la batalla de Padura, luego llamada Arrigorriaga por sus peñas tintas en sangre de los leoneses que quisieron conquistar Vizcaya. 

Casi tres siglos más tarde, Padura es la primera de las cuatro victorias de cartón piedra frente a León y Castilla, que constituyen en 1892 el núcleo político del libro-manifiesto de Sabino Arana Goiri, Bizkaya por su independencia.

Los demás elementos siguen ahí, en todo caso actualizados. Los fueros se convierten en leyes viejas,legitimación de la independencia; la pureza de sangre se aplicará contra los inmigrantes maketos; el euskera y la religión han de verse liberados de la contaminación española. 

Pero el mensaje de guerra, ahora refrescado por las guerras carlistas, constituye el núcleo de la propuesta, con el árbol de Guernica por emblema, como ya lo fuera en la perorata del lacayo, de una “Vizcaya libre, soberana y sin señor”. Horizonte luego ampliado a Euskadi y al conjunto de Euskal Herria.

Así que en el caso vasco, aun cuando el nacionalismo se construyó sobre una tradición cargada de mitos, los mismos se encontraban ya profundamente enraizados en la historia. 

Aunque la crisis económica y bélica pareció dar la razón al diagnóstico de Engels hacia 1850, situando a los vascos entre las “ruinas de pueblos”, condenadas por el atraso a desaparecer, no sin antes sostener causas reaccionarias. 

Lo segundo se confirmó, con el nacionalismo finisecular como heredero inmediato del carlismo; pero el impacto de la industrialización en Vizcaya, con sus consecuencias de traslación de poder, y cambios demográficos y culturales, hizo que el sentimiento agónico —el ill da euskera!, ha muerto el vascuence, del poeta Arrese y Beitia— sirviera de impulso al nacionalismo agresivo de Sabino Arana. 

Llevó al joven vizcaíno a emprender una cruzada contra la dominación española y la “invasión” de los inmigrantes, socialistas y ateos. Con la independencia como objetivo irrenunciable.

Como el alemán, el nacionalismo vasco de Sabino Arana es biológico, antes que étnico. Su clave de bóveda es la raza. En torno a ella, la religión (que comparte con el integrismo), los fueros como independencia (fuerismo también compartido), ambos reunidos en el lema JEL, y el euskera (que Sabino nunca habló bien) fueron rasgos de su movimiento, pero no exclusivos. 

El racismo venía de atrás (losmaketos como belarrimochas, orejas cortas, en la estela de la discriminación pirenaica contra los agotes), se reforzará con la satanización carlista de belchas o liberales, y servirá luego contra los nuevos rivales en la lucha por el poder y en el conflicto social. Cierra el círculo el anticastellanismo vivido en Barcelona como estudiante. 

Es un fenómeno que se repite hasta hoy a escala europea, cuando odio racial y xenofobia alimentan movimientos como el Frente Nacional en Francia. La violencia nacionalista contra el otro aparece desde un principio con el asalto a círculos liberales, en Bilbao, por admitir a maketos, o en Gernika por exhibir la bandera española. Aquí gritan por vez primera: “¡Muera España!”.

Tal es la cara oscura de la vertiente más atractiva de Arana: desarrollar una acción agónica por superar el “esto se va”, que él mismo diagnosticara para la lengua y la identidad vascas. A partir de ahí el sabinianismo puso en marcha una fecunda iniciativa, al insertar el movimiento patriótico en la sociabilidad y gestar la hegemonía apoyándose en una microsociedad constituida por losbatzokis, centros socio-políticos donde se piensa y se vive en nacionalista.

Sabino Arana admiró al único santo vasco disponible, Ignacio de Loyola. La visión militante de la Compañía de Jesús, infalible a su juicio, giraba sobre el concepto de enemigo, aplicable a españoles yeuskaldunes traidores. Desde ahí, Ignacio pasa a inspirar la idea de una organización fuertemente disciplinada, pensada para imponer los principios excluyentes del partido al conjunto de los vascos. 

Concepción bélica, pero también pragmática. Absolutismo ideológico, flexibilidad en los medios (alianzas, objetivos parciales). De Sabino a Arzalluz, habrá que “entrar con el enemigo”, no rehuir el ingreso en su espacio político, siempre que se salga con uno mismo. Una férrea disciplina evitará desviaciones.

Esto explica el mal entendido viraje final hacia una Liga de Vascos Españolista en 1902. No se trató de moderación, sino de ajuste táctico a una coyuntura de persecución, entrando con el enemigo.Bajo la máscara regionalista, el objetivo final permanecía, y nada lo prueba mejor que el melodrama Libe, del mismo año, donde el relato vuelve a las batallas victoriosas contra Castilla. 

No hay dos almas en el nacionalismo sabiniano, cuyos seguidores hasta ETA esgrimirán “la pureza doctrinal”, sino dualidad táctica y tensiones con esa voluntad de adecuación que ya se afirma, muerto Sabino, cuando el PNV defiende el Concierto Económico en 1905 frente a los zelotes de la independencia. Intereses frente a ortodoxia. Únicamente al salir de escena ETA se ha resuelto el dilema.

Al llegar en noviembre de 2003 el centenario de la muerte de Sabino Arana, era previsible su triunfo póstumo. Fue el año en que ETA asesinó a Joseba Pagazaurtundua y en que Ibarretxe presentó en el Parlamento vasco su plan de constituir un Estado Libre Vasco en nombre de la inevitable “soberanía originaria”. Podía confirmarse lo que el amo dijera al lacayo del Guzmán: “por hacer a Vizcaya querer deshacer a España”.

Cuando ya se han cumplido los 150 años del nacimiento de Sabino, cabe anotar cambios sustanciales. La convergencia entre independentismo político y lucha armada se estrelló con la pérdida del Gobierno por el PNV en 2009 (ocaso del maximalismo), y sobre todo contra la derrota inapelable de ETA en 2011. 

Los mitos no han desaparecido, ni la voluntad abertzale de mantener la tensión por el “proceso de paz”. Solo que la convivencia surgida tras el fin del terror y el reconocimiento de las ventajas económicas del Concierto, convertido en auténtica Constitución vasca asumida por todos, disiparon esa nube de violencia sembrada por Sabino Arana.

 Se acabó, esperemos que por siempre, Bizkaya por su independencia.Eso sí, como compensación el PNV lleva a su antojo una construcción nacional vasca donde la mitología sabiniana sigue vigente."              

 ( es catedrático de Ciencia Política y autor de Tras la huella de Sabino Arana (2005). en El País, 28/11/15)

19/6/11

E PNV asume una organización de tipo militar, donde todo debate interno queda excluido apenas el creyente da el paso decisivo de ingresar en él

"En el PNV, lo que le proporciona desde un principio su especificidad no es la finalidad independentista, ni siquiera su inicial racismo.

Cuando Sabino Arana piensa en montar una organización política, su modelo no es partido político alguno, sino la Compañía de Jesús, en cuyo internado estudió de 1876 a 1881, y a la cual reverenciaba hasta el punto de estimarla tan infalible como el Papa.

De San Ignacio, "nuestro gran patrón celestial", procede la viga maestra de la construcción, la distinción entre el creyente, el patriota, y "el enemigo", quien se opone a Dios y a la libertad de Euskadi, merecedor por ello de ser destruido, con el recurso a la violencia si hace falta.

El radicalismo inherente a esa dualidad implica que el partido, como la Compañía, asuma una organización de tipo militar, donde todo debate interno queda excluido apenas el creyente da el paso decisivo de ingresar en ella: una vez hecha "la gran elección", "nadie debe guiarse por su cabeza".

La maleabilidad es entonces extrema: un partido con un 10% de independentistas en 1990, asume el fin de la independencia unánimemente sin debate alguno en 2000. El Superior, el órgano de dirección, marca la pauta y so pena de expulsión los militantes asumen disciplinadamente sus decisiones.

Lo propio de su autoridad no es explicar, sino elaborar un sistema de designaciones -actitudes, símbolos, códigos de comunicación- que acote el espacio identitario de la comunidad nacionalista y la separe de un exterior hostil, o al que es preciso hostilizar.

Ejemplos: el lehendakari tiene que ser llamado "López", el País Vasco, Euskalherría. Y por fin, lo que es esencial, el absolutismo de los principios ha de conjugarse con el pragmatismo de los medios. Incluso, advierte Ignacio, cabe entrar con el enemigo, siempre que salgamos con nosotros mismos.

Vale aceptar la autonomía, si es plataforma para la soberanía, convirtiendo el ideario nacionalista, con su lógica de exclusión incorporada, en elemento hegemónico de la mentalidad vasca." (ANTONIO ELORZA: Del PNV a Bildu. El País, 18/06/2011, p. 14)