"El periodista Bruno Bimbi, doctor en Lingüística y
experto en política brasileña, excorresponsal en Brasil para la cadena
Todo Noticias y autor de El fin del armario, denuncia la discriminación del castellano en las universidades catalanas y el fanatismo y la xenofobia del independentismo.
Tu artículo no solo provocó una turba en redes sino que incluso el medio en el que lo publicaste, CTXT, emitió una carta de disculpa. (...)
En el artículo te quejas de la falta de transparencia lingüística en la universidad catalana.
Si un curso se oferta en español se tiene que dar en
español. Y si se oferta en catalán se tiene que dar en catalán. En este
momento, hay una disciplina en la que no voy a clase. Estoy solo, con
los libros en mi casa. Me presento al examen sin saber absolutamente
nada de lo que se dijo en clase. Solo tengo la bibliografía. Y eso en
una disciplina que tiene once grupos. No costaba nada que uno de los
once fuera en español. Pero además, dos de esos once fueron publicitados
como que se impartían en español. La universidad me mintió.
Antes de escribir el artículo busqué varias vías. Hablé
con la primera profesora y me expulsó de la clase. Y ese mismo día
recibí un email en el que la directora del grado me decía que me tenía
que ir de ese grupo. La directora del grado, por indicación de la
profesora, me decía que lo mejor es que me saliera del grupo. Se me
critica que no diga quién es y dónde. Pero si yo pusiera su nombre le
habrían acosado desde el otro lado. Me pasaron a otro grupo que se
ofertaba en español, pero también era en catalán. Hablé con la tutora,
la jefa de estudios, intenté todo. La universidad, ante este problema,
no busca una solución. Ni lo intenta, simplemente lo ignora.
Yo pedí a la profesora que al menos me diera bibliografía
porque no entendía sus clases. Me respondió que era un maleducado, que
como le decía una cosa así. Es una clase teórica, de dos horas, en la
que se usa terminología técnica. Hay muchas palabras o expresiones que
pueden ser falsos amigos.
En el artículo dices que esta cuestión, tanto la
del español en las universidades como en general en Cataluña, es un tabú
para muchos. Lo es para los independentistas pero también para una
parte de la izquierda.
Siempre he evitado hablar sobre el conflicto catalán,
aunque tengo mis opiniones. No me parecía prudente meterme. En este caso
hablo de la lengua, que está vinculada al conflicto pero es otro tema.
La cuestión de las lenguas está tan contaminada con odio que cualquier
cosa que uno diga le encasillan en un extremo. Por un lado el discurso
de la extrema derecha nacionalista española, que diría que las clases
deberían ser solo en español. Y el de la extrema derecha nacionalista
catalana que te dice que todo tiene que ser en catalán.
En las encuestas, la sociedad catalana no está de
acuerdo con esos extremos. Y hay un porcentaje bajísimo de ciudadanos
catalanes que quieren una educación solo en castellano. Abunda la
posición en favor del bilingüismo.
O incluso el trilingüismo. Cuando se le pregunta a la
gente si está de acuerdo con la inmersión lingüística, más o menos la
mitad dice que está de acuerdo y la otra mitad que no. Si en una
sociedad polarizada haces una pregunta en la que solo das dos opciones,
te va a salir la fractura. Este es el debate en la escuela, creo que es
distinto en la universidad.
Tengo una visión muy crítica del independentismo porque
siento mucha aversión hacia todos los nacionalismos. Incluso en
Argentina, de donde soy. La idea de poner más fronteras y dividir no
coincide con lo que pienso. Simpatizo más con la UE que con la idea de
dividir un país en pedacitos. Si hubiera un referéndum en Cataluña y yo
fuera ciudadano español, votaría no.
Al mismo tiempo, no me parece bien
que, por ejemplo, Oriol Junqueras esté en la cárcel. Creo que los independentistas presos son presos políticos. No estoy de acuerdo con que nadie esté preso por sus ideas. Si yo hubiese escrito un artículo sobre esto último, los que salieron a insultarme me habrían aplaudido, y viceversa.
Estudié lingüística, para mí preservar una lengua es
fundamental. Pero la política lingüística catalana hoy no es la mejor
para preservar una lengua. Se protege el catalán enfrentándolo al
español. Lo que más molestó de mi artículo es
que lo escribiera donde lo escribí. Una crítica al modelo lingüístico
catalán en un medio de izquierdas por un periodista de izquierdas.
Mientras estas discusiones estén encapsuladas en burbujas ideológicas,
seguirá ocurriendo esto.
El tema del castellano en Cataluña generalmente lo trata la derecha.
Conozco mucha gente de izquierdas que está de acuerdo con
mi artículo y no lo va a decir. Esto sucede. Me ha pasado muchas veces
en mi vida. Viví diez años en Brasil. He escrito decenas de artículos
sobre Bolsonaro y la extrema derecha en el país. Era corresponsal para
Todo Noticias, el canal argentino. Dije que el impeachment contra
Dilma fue un golpe de Estado encubierto y que el país corría el riesgo
de volverse autoritario si ganaba las elecciones Bolsonaro.
Cuando decía
eso, a la izquierda le gustaba. Pero cuando escribía que lo que sucede
en Venezuela es una barbaridad, que hay exiliados, torturados en las
cárceles, partidos proscritos y que las elecciones son un fraude, esos
mismos me insultaban. No tengo dictadores favoritos.
¿Qué opinas de las respuestas que ha habido a tu
artículo, más allá de los insultos? El vicerrector de la Universidad
Pompeu i Fabra, José Luis Martí, escribió un artículo
en el que dice que “No existe un problema general con/para el
castellano en Cataluña. Y no existe un problema particular con/para el
castellano en las universidades catalanas”
Hay argumentos que no se sostienen. La respuesta de Martí
es muy educada, ojalá todas hubieran sido así. Pero se dijo que mi
artículo trataba sobre una cuestión particular y era muy subjetivo. Pero
el de Martí cae en eso también. Cuenta su experiencia como profesor,
igual que yo cuento mi experiencia como alumno.
En mi artículo, partí de mi experiencia personal, pero
también hablé con profesores y alumnos (que por razones ahora obvias no
habrían querido que los mencionase), investigué datos y encuestas. Martí
usa los mismos datos que yo uso, el Informe de Política Lingüística de
la Generalitat. Yo extraigo de esa encuesta los datos sobre el uso del
catalán y el español en Cataluña que demuestran que más de la mitad de
los catalanes se identifica con la lengua española.
Alrededor del 30% se
identifica con el catalán. El artículo de Martí se centra en el uso del
catalán y el español en la universidad. Y muestra que, en promedio, el
75,6% de las disciplinas en grado son en catalán exclusivamente, el
13,7% en español, y el 10,7% en inglés. Él plantea esta estadística como
prueba de que me estoy equivocando. Pero lo que prueba es que lo que yo
digo es verdad.
Una cosa que me decían era: fuiste a estudiar a una
universidad en Brasil, ¿te quejaste de que las clases fueran en
portugués? Pero es que en la universidad donde yo estudié, en Río de
Janeiro, el 100% de la población habla portugués. Y la lengua oficial es
el portugués. La lengua que utiliza el 100% de la población es el
portugués. Es obvio que las clases sean en portugués. En Cataluña, el
98% o 99% sabe hablar español.
El porcentaje de los que entienden
catalán es un poco inferior. Ahora bien, si miramos el conocimiento
escrito, la diferencia es mayor, de casi veinte puntos. El 65% de los
catalanes escribe en catalán, frente al 97,6% en castellano. Barcelona
es una ciudad en la que más de la mitad de la población prefiere el
español al catalán, cuya lengua materna y de identificación es el
español. Comparar esto con Río de Janeiro es ridículo.
Las cifras que ofrece Martí hay que cogerlas con pinzas.
Son datos de un promedio. Hablan de la oferta que hay. Si miras en cada
carrera, puedes ver el porcentaje de clases que se ofertan en cada
lengua. Pero la cuestión no es qué se oferta sino cuál es el itinerario
del alumno. Hay disciplinas obligatorias y optativas. En las
obligatorias tienes, por ejemplo, 13 grupos. Pero si de ellas no hay
ninguna asignatura en castellano, no tienes alternativa. En el caso de
las optativas, como solo puedes darlas en castellano, pues eliges solo
las que puedes dar en castellano. La oferta de optativas, por lo tanto,
se reduce y es como si fueran obligatorias.
Hay otra cuestión. Si a mí cuando me matriculé me
hubieran dicho: tienes estas disciplinas y las tienes que dar en
catalán, no hay alternativa, pero son en el último año y te ofrecemos la
posibilidad de aprender catalán gratuitamente en la universidad, a mí
me habría parecido fantástico. Pero no es así, lo que se te dice es: no
puedes hacer esta carrera.
Es una barrera de entrada.
Si uno entra en la Facultad de filología de la
Universidad de Barcelona ve que la información sobre los porcentajes de
lengua en cada asignatura solo está en la versión en catalán. Por
ejemplo, tomemos Estudios Árabes y Hebreos, una asignatura que no tiene
nada que ver con el español ni el catalán. Catalán, 55,2%, castellano,
6,9%. Si yo quisiera estudiar Estudios árabes y hebreos no podría. Otro
ejemplo. Filología clásica. Se imparte en catalán en un 69,2%, en
castellano en un 21%. Incluso en Filología Hispánica tienes un 24% de
disciplinas en catalán. Hay otros grados con un 70 u 80% en catalán.
La pregunta para mí no es sobre porcentajes, es más
simple. ¿Puede un estudiante que no habla catalán ingresar a un grado en
la Universidad de Barcelona? Decir que no hay un problema es tapar el
sol con la mano. Podemos estar en desacuerdo sobre cómo resolver el
problema. Pero lo hay. El artículo de Martí cae en eso, en decir que no
hay ningún problema.
¿Es justificable que en una ciudad en la que más del 50%
de sus habitantes elige el español como lengua de identificación no se
pueda estudiar si no hablas catalán? Si el día de mañana Cataluña se
convierte en un país independiente, esta discusión seguirá existiendo.
Seguirán existiendo los castellanoparlantes y gente que se siente más
cómoda con el catalán o con el español.
A no ser que lo que realmente
quieras es echar a los que no quieren hablar catalán. La universidad no
puede crear más barreras, debe existir para derribarlas. Es un mecanismo
de ascenso social también. Tiene que eliminar restricciones. La
cuestión es cómo garantizar el acceso a la mayor cantidad de estudiantes
a la universidad." (Entrevista a Bruno Bimbi, Ricardo dudda, Letras Libres, 11/12/20)