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27/12/23

«Catalana Occidente» deja de ser «Catalana»... El nacionalismo ha convertido el nombre de 'catalán' en un lastre ... los costes simbólicos del procés

 "Nos explican que si la consolidación, que si las marcas, que si…

El resultado es que Catalana Occidente desaparece. Ahora será «Occident», así a la inglesa o francesa. Porque lo catalán ya no vende, como pasaba desde mediados del siglo XIX hasta los años 80 del XX, que ésser català era un orgull admirat arreu d’Espanya, timbre de currantes, decentes, cumplidores, austeros, realistas y esforzados. Ahora «catalán» significa otra cosa, muy parecida a egoísta, violento, soberbio, victimista, llorón, vago y subvencionado. I a Catalana Occident ho saben, así que se han desecho del adjetivo «catalana».

Una altra empresa catalana que deixa de ser-ho de nom, i aviat segurament de propietat.

Es el fruto pestífero y venenoso del nacionalismo, que ha roto nuestros vínculos, dividido nuestras amistades y familias, erosionado nuestra economía y dinamitado nuestra reputación.

Dolça i descatalanitzada (pel nacionalisme) Catalunya…"               (Dolça Catalunya, 27/12/23)

3/7/23

La idea del “gallego bruto” caía en pedazos frente a esa prueba empírica que mi padre certificaba

 "Tengo la fantasía de que me parezco a los gallegos, quizá por mi abuelo de A Coruña. Quizá por don Ángel Naveira, amigo de mi padre en Deán Funes, provincia de la Córdoba argentina. En aquel lejano entonces, aprendí que los gallegos no eran siempre rústicos, sino callados y astutos. No me lo enseñó mi abuelo gallego, porque murió antes de que yo pudiera conocerlo. Además, las anécdotas que repetían mi madre y mis tías acentuaban el prejuicio sobre aquel inmigrante agobiado por el trabajo, que decía con desprecio, posiblemente fingido, que las buenas notas obtenidas por sus hijos en la escuela apenas servían para “echarlas al puchero”. A lo mejor, esta era una metáfora que sus hijos no entendieron.

Pero, afortunadamente, a los seis años conocí a don Ángel Naveira. Había sido pescador en Galicia y su madre lo había embarcado hacia América para que no se le muriera “otro hijo en la mar”. Cumpliendo ese mandato, don Ángel le compró, en cuanto pudo, un pasaje a su hermano menor. Dos Naveira se salvaron así de la borrasca y el naufragio.

Durante 20 años, don Ángel durmió debajo del mostrador en el almacén de ramos generales que Carlos Dopazo, otro gallego nada bruto, había levantado con su reciente y pequeña fortuna. El almacén estaba en una aldea del norte argentino, que mi padre frecuentaba cuando íbamos a hacer las compras durante los largos meses de las vacaciones. Afable y conversador, don Ángel nos recibía en los escritorios de su ya importante comercio. Mi padre se sentaba allí y comenzaba una conversación de la cual era, muchas veces, el único interlocutor.

Yo daba vueltas entre piezas de lona, rollos de alambre, ruedas de molino, bidones y latas de conservas mientras esperaba que se hicieran las doce. A esa hora, acompañaba a don Ángel y a mi padre al bar del hotel frente a la plaza. Ellos tomaban su aperitivo de jerez y yo una naranjada con rodajas de salame y pedacitos de queso. Todos los días, don Ángel y mi padre discutían sobre quién iba a pagar el consumo. Los dos eran invitadores compulsivos, de modo que el torneo se repetía igual e inexorable, ya que los dos también rechazaban la forma más moderna de la alternancia. Siempre uno de ellos se afanaba por adelantarse en el momento de pedir la cuenta. Ambos sacudían las billeteras sobre sus cabezas, ante el rostro del mozo que ya estaba acostumbrado a la escena y elegía a uno u otro, seguro de que la propina sería buena, viniera de quien viniera.

Don Ángel, el gallego, porfiaba con mi padre, nieto y bisnieto de argentinos, en un cuadro de competencia entre inmigrantes y criollos. Venciera quien venciera, la porfía terminaba cuando nos levantábamos y don Ángel nos acompañaba hasta el carro, tirado por un caballo tobiano, que nos estaba esperando frente a la plaza. Mi padre, cuya palabra era santa, siempre decía que don Ángel era un hombre de gran inteligencia. De modo que la idea del “gallego bruto” caía en pedazos frente a esa prueba empírica que mi padre certificaba con la experiencia que yo le atribuía. Pepe, el hermano de don Ángel, que también se había salvado de la mar, inauguraba mi imagen de cultura gallega con un libro de Rosalía de Castro, del que me leía en voz alta Campanas de Bastabales.

Cuando, por Semana Santa, volvíamos al pueblito, encontrábamos a don Ángel haciendo los preparativos para un “guiso de pescado”, plato que no estaba incluido en nuestras inclinaciones decididamente carnívoras. El pueblito quedaba a 300 kilómetros de la ciudad más próxima. De esa ciudad llegaba algo que don Ángel consideraba alimento premium: bacalao. Supongo que sería alguna forma del pescado seco o salado, ya que nunca vi en esos caminos de tierra camiones frigoríficos. Fuera el pescado que fuere y en el estado en que don Ángel lo consiguiera, el Viernes Santo nos invitaba a comer ese guiso que comenzaba a preparar desde la mañana temprano. Ni a mi padre ni a mí nos gustaba el resultado de su esfuerzo; nos daba aprensión la olla con esos pedazos de algo desconocido, revueltos entre otros pedazos de galleta ablandada por el caldo, de donde brotaba un olor que resulta desagradable si antes no se ha aprendido que es agradable. De todos modos, mi padre, que comía como un criollo, se sentaba a la mesa de don Ángel y celebraba con él la ceremonia. Yo la pasaba peor porque practicaba esa intolerancia típica de los niños frente a comidas “raras”. Los niños no son exploradores gourmet, por lo menos en aquella época. Pero me gustaba escucharlo a don Ángel. Su acento me gustaba. Sobre todo, me gustaba la manera en que él y mi padre, transcurrido el almuerzo, hacia la media tarde, salían a caminar por el pueblo, tomados del brazo.

Mi padre, un hombre desbordante de prejuicios, con razón o sin ella, consideraba que su familia vivía desde un tiempo muy largo en Argentina. Sin embargo, esos prejuicios cayeron ante la discreta cortesía de don Ángel. O quizá don Ángel era la imagen de su inmigrante ideal: gallego de módico acento, buen escuchador, sin ningún rasgo pintoresco de esos que enloquecen al racismo y al nacionalismo. Lindo habría sido que don Ángel fuera mi abuelo."               (Beatriz Sarlo , El país, 24/06/23)

9/12/22

Como cuando los emigrantes gallegos en Alemania abarrotaban los estadios para ver ganar al Real Madrid, y ser superiores por un día... la cuestión de la identidad aplicada al fútbol. La selección que ganó el otro día a la española es de una curiosa marroquinidad: la mayoría de jugadores ni nacieron ni viven en Marruecos pero llevaban con orgullo la camiseta roja... la selección que lo ha logrado es más hija de la numerosa diáspora esparcida por todo el mundo que mérito de un país que sigue expulsando a su propia juventud... Así que el martes no ganó Marruecos, ganaron los albañiles que se dejaron la espalda en la obra y las amas de casa dedicadas a los cuidados. Eso hay que celebrar (Najat el Hachmi)... es lo que celebraban los emigrantes españoles

 "Qué extraña resulta la cuestión de la identidad aplicada al fútbol. La selección que ganó el otro día a la española es de una curiosa marroquinidad: la mayoría de jugadores ni nacieron ni viven en Marruecos pero llevaban con orgullo la camiseta roja. Están en su derecho y su decisión puede interpretarse como un gesto político al querer honrar la procedencia de sus padres y abuelos pero yo me pregunto qué ha hecho Marruecos por unos jugadores que se crecieron en otras tierras.

 No entiendo la identidad en base a la sangre que corre por las venas, idea esta que me asusta al despertar fantasmas terroríficos de pureza y creo que la identidad nacional la hacen más las escuelas públicas, las salidas laborales, la igualdad de oportunidades, la libertad y la posibilidad de poder dedicarse uno a lo que le plazca, incluso a jugar a fútbol. Pero Marruecos siempre ha reclamado como propios los éxitos y logros de los descendientes de aquellos que se vieron forzados al exilio económico.

No quiero aguarles la fiesta a los que festejan con alegría el hito de haber llegado a cuartos de final de un mundial pero la selección que lo ha logrado es más hija de la numerosa diáspora esparcida por todo el mundo que mérito de un país que sigue expulsando a su propia juventud. Si somos leales y reconocemos el sacrificio que hicieron nuestros padres al irse de Marruecos no podemos quitarles a ellos de este logro para atribuirlo a un concepto, el de ser marroquí, que en muchos casos no es más que una noción abstracta y lejana. Así que el martes no ganó Marruecos, ganaron los albañiles que se dejaron la espalda en la obra y las amas de casa dedicadas a los cuidados. Eso hay que celebrar."              (Najat el Hachmi , SER, 08/12/22)

26/1/22

¿Por qué los españoles tienen peor opinión de su país que los extranjeros? Entre los países europeos más grandes, España es el que se percibe más positivamente desde el exterior, por delante de Alemania, Italia, Francia y el Reino Unido... España es uno de los pocos países que ha pasado de una renta media a una alta. Pero se vende mal y no desprende la confianza que merece... Nadie es más duro con los españoles que ellos mismos... Es como si los españoles hubieran creado una especie de leyenda negra moderna sobre ellos mismos

 "España vuelve a ser mejor percibida en el exterior que por sus propios ciudadanos, según un informe del Real Instituto Elcano y la empresa RepTrak (ver gráficos 1 y 2). En 2020 fue al revés por primera vez desde que se inició el estudio anual en 2014, a pesar del impacto inicial de la pandemia del COVID-19.

 Se encuestó a veinticuatro países para conocer su percepción interna y la de otros países. En casi todos ellos la percepción interna era superior a la externa, con la excepción, además de España, de Argentina, Japón, Sudáfrica y Brasil. Los dos países latinoamericanos y España tienen algo en común: todos han sido dictaduras (también Sudáfrica, si se cuenta el apartheid como una forma de dictadura), pero es imposible saber si ésta es una de las causas de la baja autoestima.

Los tres países más "orgullosos" (es decir, los que más se sobrevaloran a sí mismos, en comparación con la percepción externa que se tiene de ellos) son Rusia, Turquía y -no es sorprendente- mi propio país, Gran Bretaña (una diferencia positiva de más de 9 puntos entre la percepción interna y externa).

El Reino Unido ha conseguido durante mucho tiempo estar por encima de su peso a nivel internacional y trata de hacerlo después del Brexit con el mantra sin sentido de la "Gran Bretaña Global", repetido sin cesar por el gobierno, ignorando la paradoja entre los Brexiters que impulsan un Reino Unido comprometido internacionalmente y el hecho de que el Brexit ha significado la desvinculación con la UE, el mayor bloque comercial del mundo.

Las puntuaciones de la encuesta se basan en 17 atributos que incluyen el estilo de vida, la calidad de los productos y servicios, la cultura, el sistema educativo y el entorno económico. Entre los países europeos más grandes, España es el que se percibe más positivamente desde el exterior, por delante de Alemania, Italia, Francia y el Reino Unido. España sube en el ranking en aspectos como los países más atractivos para visitar (9º frente al 14º de la encuesta anterior) y en cultura (6º, frente al 9º) y es el 10º país más recomendado para vivir (17º para trabajar e invertir).

 Pero cuando se trata de la autoevaluación de los españoles en cuestiones como "ética y transparencia", "uso eficiente de los recursos" y "entorno institucional y/o político" hay una diferencia de entre 15 y 20 puntos con las puntuaciones que otros países asignan a estas mismas características.

La oleada de casos de corrupción, sin embargo, no ha dañado significativamente la imagen de España en el exterior, pero en el interior sí influye mucho más en la visión que los ciudadanos tienen de su país. Lo que es muy importante para nosotros se vive con gran intensidad y dramatismo en casa, mientras que recibe una atención muy limitada fuera de nuestras fronteras", dice mi colega Carmen Enríquez González, que dirige el Observatorio de la Imagen de España de Elcano.

En mi experiencia de haber vivido en España durante los últimos 35 años, los españoles tienden a dramatizar en exceso sus problemas y también a pasar del excesivo pesimismo al excesivo optimismo.

Este año, el país ha seguido siendo duramente golpeado por la pandemia, pero es probable que éste sea sólo un pequeño factor que contribuya a la visión negativa de los españoles sobre su país. España ha afrontado el COVID mucho mejor que países como Estados Unidos y el Reino Unido, cuyas muertes por cada 100.000 habitantes a finales de octubre eran respectivamente 226 y 210, frente a las 185 de España. Y el porcentaje de población española doblemente vacunada es uno de los más altos del mundo (alrededor del 80%, frente al 67% del Reino Unido y el 57% de Estados Unidos). Pero este éxito no parece haber calado entre la población.

El sistema de salud pública español ha recibido una paliza, pero está en mucha mejor forma que el británico, según los parámetros internacionales habituales (por ejemplo, el 7º en la clasificación de la Organización Mundial de la Salud, frente al 18º del Reino Unido). La mayoría de los españoles, sin embargo, no lo saben. España también supera al Reino Unido en esperanza de vida media: 83,5 años frente a los 81,2 de 2019 antes de la pandemia, que redujo la esperanza de vida en ambos países. Hace 50 años, la esperanza de vida de España era de 71,6 años y la del Reino Unido de 72,3.

España puede y debe estar orgullosa de los más de 40 años de democracia y de los logros económicos, sociales y culturales, aunque siempre se puede mejorar. España es uno de los pocos países que ha pasado de una renta media a una alta. Pero se vende mal y no desprende la confianza que merece. Nadie es más duro con los españoles que ellos mismos, y además son especialmente sensibles y tienen la piel muy fina con lo que dicen los extranjeros sobre ellos. Pocos países son más autocríticos. Es como si los españoles hubieran creado una especie de leyenda negra moderna sobre ellos mismos.

Este complejo de baja autoestima/inferioridad se remonta, de forma simplista, a la decadencia del vasto imperio español, una historia sangrienta de 53 golpes de Estado, siete constituciones y tres guerras civiles carlistas entre 1812 y 1935, seguidas de la Guerra Civil de 1936-39 y la dictadura franquista de 36 años hasta 1975. Partes del pasado son idealizadas por los dos extremos del espectro político, la derecha dura de VOX y la izquierda dura de Unidos Podemos, para sus propios intereses particulares.

Feria, la novela autobiográfica más vendida de Ana Iris Simón, se nutre de la nostalgia por un pasado reciente que se romantiza. "Tengo envidia de la vida de mis padres a mi edad", dice la frase inicial de la autora de 30 años.

El régimen franquista, con su nacionalcatolicismo y su exclusivo discurso anti-España (todos los contrarios a una determinada idea de España), desvirtuó el patriotismo natural que todos los países muestran. Como resultado, las muestras de patriotismo se han asociado a ese régimen. En general, los españoles, salvo los partidarios del nacionalismo de extrema derecha, son reacios a hablar abiertamente de la patria o a ondear la bandera nacional, aunque ésta sea de todos.

¿Cómo se puede superar la baja autoestima? A principios de este año, el Ministerio de Asuntos Exteriores lanzó una segunda entrega de la campaña "Spain for Sure" para reforzar la reputación del país en el extranjero y la autoestima de los españoles. A diferencia de la primera campaña, en la que participaron españoles conocidos como el campeón de tenis Rafa Nadal y el cocinero estrella José Andrés, la segunda entrega incluyó a personalidades extranjeras que viven y trabajan en España como el bodeguero danés Peter Sisseck, que ha llevado el vino español a lo más alto del mundo, la cantante cubana Lucrecia Pérez y el entrenador de fútbol argentino del Atlético de Madrid.

Este esfuerzo, sin embargo, tuvo poca repercusión. Que unos famosos digan cosas bonitas de un país con un telón de fondo de lugares emblemáticos durante unos segundos no va a cambiar la percepción de la gente, ni dentro ni fuera del país.

En mi opinión, hay dos factores fundamentales que deben cambiar: un sistema educativo (hasta los 16 años) que dedica poco tiempo a explicar los avances del país desde el final de la dictadura franquista y a situarlos en un contexto internacional, lo que ha hecho que los menores de 30 años desconozcan en gran medida los logros alcanzados, y una clase política permanentemente en guerra y, por tanto, incapaz de forjar consensos y compromisos plurianuales duraderos en cuestiones clave.

Entre estos temas se encuentran la educación (altas tasas de abandono escolar y repetición de curso), las pensiones (un déficit estructural insostenible), el mercado laboral (disfuncional) y el federalismo asimétrico. Y cuando se aprueban las reformas, con demasiada frecuencia se deshacen cuando toma posesión un nuevo gobierno de distinto color político.

El cortoplacismo de los sucesivos gobiernos desde 2015, cuando se rompió el sistema esencialmente bipartidista de los gobiernos del Partido Popular o de los socialistas con la llegada al parlamento de dos nuevos partidos -Podemos y el pretendidamente centrista Ciudadanos (agravado en 2019 con la entrada de VOX)- ha dejado al país parado.

La sociedad española, con la excepción de Cataluña, no se ha radicalizado como lo ha hecho la clase política. Está dispuesta a hacer sacrificios, como hizo durante la Gran Recesión de 2008-14, si está convencida de que son los mejores (y a largo plazo) intereses de la mayoría. Pero lo que ven es el deprimente espectáculo de los diputados bramando unos contra otros.

Manuel Valls, ex primer ministro francés que también tiene la nacionalidad española, dice que los españoles deben preguntarse qué significa ser español para forjar un proyecto común como nación.

En el polarizado y fragmentado clima político actual, eso es casi imposible, pero, como dice la expresión española, "la esperanza es lo último que se pierde".   
           (   , Real Instituto Elcano, 18/11/2021)

21/9/21

"Lo de Rusia no hace ningún favor al independentismo, que está apareciendo cada vez más como un elemento de extrema derecha... Los grandes amigos que tiene Puigdemont en Bélgica son los partidos de extrema derecha flamencos”

 "El periodista Manuel Trallero, en una entrevista en el canal de youtube de Xavier Rius, considera que “lo de Rusia no hace ningún favor al independentismo, que está apareciendo cada vez más como un elemento de extrema derecha”. “Los grandes amigos que tiene Puigdemont en Bélgica son los partidos de extrema derecha flamencos”, ha advertido.

 Trallero cree que “los independentistas están enseñando la patita. Putin además de entrometerse en Cataluña se ha entrometido en Italia apoyando a la Liga Norte y se ha entrometido en otros países apoyando a partidos de extrema derecha. Putin está haciendo todas las maniobras posibles para desestabilizar a la UE”.

El periodista apunta, por otra parte, que “Catalunya ha tenido siempre este problema, tiene una debilidad intrínseca: somos pocos, somos poca gente y el crecimiento económico se ha debido a la inmigración”.

“Sin la inmigración de los años 60 Catalunya no tendría la potencia económica que tiene en la actualidad. Esto es indiscutible. Se ha demostrado por activa y por pasiva. Pero esta corriente inmigratoria que es tan indispensable para Catalunya también pone en jaque la identidad catalana”, añade.

Trallero, finalmente, hace referencia a los movimientos migratorios y señala que “la sociedad francesa está en crisis y con miedo a una guerra civil. Se está debatiendo el problema de la identidad”.

“Tenemos miedo a perder nuestra propia identidad. Tenemos miedo a la identidad desde el 11 de setiembre de hace 20 años porque se demostró que no tenemos seguridad. No discutimos si necesitamos inmigración o no la necesitamos. Lo que debatimos es el miedo a perder nuestra identidad”, concluye."         
      (Entrevista a Trallero, e-notícies, 08/09/21)

26/3/21

Cómo reaccionan los ciudadanos italianos cuando otros líderes europeos debaten sobre su país

 "Cuando los líderes de la UE discuten los desarrollos en otros estados miembros, a menudo atraen una atención sustancial en los medios. Pero, ¿cómo afectan estas declaraciones a las actitudes de los ciudadanos hacia la UE y cuestiones como la austeridad? Sobre la base de un nuevo estudio, Alessandro Del Ponte ilustra cómo la retórica adoptada por los líderes de la UE puede ofender o galvanizar inadvertidamente al público en los estados vecinos.

Los ciudadanos a menudo conocen a través de los medios de comunicación lo que los líderes europeos dicen sobre su país de origen. Por ejemplo, la canciller alemana Angela Merkel exhortó previamente a los italianos a "hacer sus deberes", refiriéndose a la necesidad de austeridad económica. 

Mientras tanto, el ex presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, invitó a los italianos a "trabajar más", "ser menos corruptos" y más "serios". El ex presidente holandés del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, incluso dijo una vez que los europeos del sur "gastan todo el dinero en bebidas y mujeres y luego piden ayuda". Sin embargo, los líderes también elogian a otros países por hacer las cosas bien. Por ejemplo, Merkel ha elogiado a los italianos en varias ocasiones por su "impresionante" progreso en las reformas económicas.

Este tipo de retórica se está volviendo más común a medida que emerge una esfera pública europea, lo que plantea la pregunta: ¿Cómo afecta la retórica de las élites europeas a las emociones y actitudes de los ciudadanos sobre la austeridad económica? En un nuevo estudio, he investigado cómo las críticas y los elogios de las élites europeas afectan la forma en que los ciudadanos piensan y sienten sobre la austeridad en su país de origen.

El estudio utilizó un experimento de encuesta en dos blogs de los periódicos italianos Corriere della Sera y la Repubblica. Los visitantes del blog leen un artículo de noticias ficticio en el que Angela Merkel se dirige a los italianos. El experimento asignó al azar entre los participantes si Merkel usó palabras de elogio o culpa hacia los italianos y si el mensaje se centró en aspectos simbólicos (como valores y estereotipos) o en la economía. Los mensajes de elogio se diseñaron para transmitir un sentido de concordancia entre italianos y europeos, mientras que los mensajes de culpa se diseñaron para comunicar un sentido de amenaza a la identidad italiana. Los participantes del grupo de control no leyeron ningún artículo y ambos grupos respondieron preguntas de la encuesta sobre sus identidades italianas y europeas, sus emociones y cómo se sentían acerca de la austeridad.

La teoría de la identidad social sugiere que las reacciones de las personas a la retórica extranjera dependerán del tipo de mensaje, pero también de cuánto se sientan italianos o europeos. Las personas para las que el ser italiano define quiénes son, percibirán la culpa de Italia como un insulto personal y cualquier victoria política que Italia anote como propia. Alternativamente, los italianos que se sienten más apegados a Europa se sentirán menos amenazados si se critica a Italia, pero también se alegrarán si se elogia a Italia. Esto sucede porque la identidad italiana y europea pueden coexistir y reforzarse mutuamente.

Los resultados del estudio son consistentes con las predicciones de la teoría de la identidad social. Descubrí que las personas que se identifican fuertemente como italianos reaccionaban a la retórica que enfatizaba los puntos en común económicos entre Italia y Europa con entusiasmo y menos oposición a la austeridad. Mientras tanto, las personas con un fuerte sentido de pertenencia a Europa respondieron con entusiasmo a la retórica que enfatizaba las similitudes simbólicas entre Italia y otros países europeos.

 Sin duda, leer críticas o elogios a Italia desencadenó las emociones de los participantes independientemente de su identificación con Italia o Europa (...). Sin embargo, los participantes se mostraron mucho más entusiasmados después de leer un artículo que enfatizaba cómo Italia está fortaleciendo a la UE si se identificaban fuertemente con Italia o la UE.

 Sin embargo, cambiar las actitudes de los ciudadanos no es tan simple como cambiar sus emociones, especialmente en un tema muy conocido como la austeridad. Una búsqueda en los archivos en línea de Corriere della Sera y La Repubblica en el año anterior al experimento reveló que los participantes probablemente habían leído artículos sobre Angela Merkel y habían estado expuestos a su retórica sobre la austeridad. Los participantes probablemente ya habían formado una asociación mental entre Merkel y la negatividad hacia Italia, ya que la palabra austeridad se mencionaba a menudo en los mismos artículos que presentaban a Merkel. Como era de esperar, a la mayoría de los italianos no les agrada Merkel.

De hecho, en el experimento, en promedio, la retórica de Merkel no tuvo ningún efecto en las actitudes de los participantes hacia la austeridad nacional. Sin embargo, los participantes con una fuerte identidad italiana aceptaron más la austeridad cuando leyeron el mensaje de elogio de Merkel por el progreso económico de Italia (ver Figura 2 arriba) en comparación con aquellos que no leyeron ningún artículo.

Un patrón similar ocurrió para las personas que se identifican fuertemente como europeas cuando leen el artículo que enfatiza los puntos en común simbólicos entre Italia y la UE. Estos participantes estaban más dispuestos a dar dinero a la UE en una compensación simbólica entre priorizar recursos para Italia o Europa.

En resumen, esta investigación sugiere dos puntos clave sobre la retórica de las élites y los vínculos nacionales. Primero, la identidad europea de la gente puede actuar como un antídoto contra la reacción anti-Europa que ocurre cuando los líderes hacen un comentario mordaz sobre un estado miembro y puede fomentar sentimientos pro-Europa cuando los líderes usan palabras de unidad. En segundo lugar, la identidad nacional de las personas puede amplificar los efectos de los mensajes de discordia o unidad hacia la nación.

Los líderes europeos deberían elegir sabiamente sus palabras cuando hablan de otros Estados miembros, porque sus palabras tienen peso. La UE, y especialmente sus políticas de disciplina fiscal, pueden enmarcarse como una oportunidad para fortalecerse juntos o como una amenaza para las identidades nacionales. La retórica vívida puede ofender o galvanizar inadvertidamente al público en los estados vecinos dependiendo de si los ciudadanos perciben a Europa como hostil hacia su nación o del mismo lado.

A medida que el entorno de los medios de comunicación europeos está cada vez más conectado, los líderes europeos tienen una mayor responsabilidad. Los líderes pueden contribuir a fomentar la solidaridad europea y acercar a los europeos haciendo hincapié en los puntos en común económicos y simbólicos que fomentan la unidad en lugar de los estereotipos y las disputas que alimentan la división."        
    (
Alessandro Del Ponte, EUROPP, November 25th, 2020)

9/3/20

La identidad... la porteña... la argentina... "Yo ya no soy un argentino, pero nunca podré ser un catalán. Envejecer, morir aquí, tal vez. Pero morir sin ser lo uno ni lo otro"

"El primer aviso serio fue el del gorila. El tipo lo detuvo una mañana de 1975 en la puerta de la Universidad de Rosario y le dijo que así no podía entrar: -¿Cómo así? -Con esa barba. Se afeita y vuelve. Se afeitó, porque perdía la cátedra. 

Semanas después iba de parto. Un parto difícil en medio de la noche. Cuando llegó, el niño ya había nacido. Sin su ayuda: lo habían entretenido en la calle unos militares que lo pusieron en cueros, a él y al coche, por si llevaban armas. 

El doctor Padula salvó la tapicería, pero el coche no. Al final dinamitaron la casa del presidente de la Cámara de Diputados de Santa Fe. Era buen amigo suyo y pediatra de sus gemelas. Entonces decidió irse. "No, yo no tenía ninguna relación con la guerrilla. Yo era, solamente, un hombre progresista, que había militado en el socialismo. Y era el pediatra de los hijos de alguna gente que sí estaba en la guerrilla. De unos lo sabía y de muchos otros no.

 Eh... a veces también curé a algún herido". Su nombre estaba en demasiadas agendas -el doctor- y le llegaron inequívocos avisos de que iban a darle boleta. Zarpó. En 1976 aún había navegación regular entre Europa y Buenos Aires. Si vino a Barcelona fue por el antecedente de algunos amigos que habían hecho lo mismo poco antes y por cómo sonaba el húmedo nombre de Barcelona entre la progresía argentina. Había pensado también en Argelia, porque el Frente de Liberación Nacional necesitaba pediatras. O más bien recuerda ahora que un día pensó en Argelia. 

Llegó a la ciudad con una mujer y dos hijos muy pequeños, cinco mil dólares que creyó darían para mucho y dos cartas, una para el doctor Ballabriga y otra para José María Dexeus. Pero no fue con ellas con las que ganó su primer dinero en la ciudad. "Yo había sido músico profesional. Aún lo soy, si me llaman. Tocaba el tango con la guitarra. Una noche, con un compatriota, cantamos tangos en el Cafetín Musiquero y luego vinieron muchas otras noches más". El Cafetín era un lugar estupendo de la calle Santaló, por debajo de la Via Augusta, un sótano hermético y lleno de humo, que sólo cumplía una de las normas exigidas: generar la ilusión a los que tomaban de que podían vivir la vida entera allí. 

Padula se desprendió rápidamente de esa posibilidad: fue a ver cómo entraba Tarradellas en la plaza de Sant Jaume -Ciutadans de Catalunya!- y se sintió aludido. Aprendió catalán, se entendió bien con la izquierda que gobernaba el colegio de Médicos. -Acarín, Solé Sabarís, aquella Barcelona-, vivió la continuación de aquella primavera camporista (por el suspiro cívico de Hector Cámpora que precedió al envilecimiento) y a los seis meses de su llegada creaba y dirigía el servicio de Pediatría del hospital de Terrassa. También así se explican los exilios. 

"Llegué en un momento muy especial. Fueron unos años muy guapos. A veces tenía la sensación, en algunas miradas, en la pose de algunos policías de que todavía había miedo, pero a lo mejor sólo era que reverberaba en el mío. Yo tuve mucha ayuda y mucha suerte. 

Aunque cueste creerlo, en 1976 no había demasiados pediatras dispuestos a irse a trabajar a Terrassa. ¡Y se trataba de un hotel de tres mil plazas! Y yo, antes de que me insinuaran la posibilidad, ya estaba bajando por la boca del túnel de los ferrocarriles de Sarrià". Así empezó a convertirse en un experto en gestión hospitalaria, así llegó a dirigir durante muchos años el hospital de Manresa y así dispone hoy de este balcón luminoso y calmado sobre un parterre de acacias. -¿El exilio, es una ficción? "Para mí ha sido, sobre todo, una escisión". 

La vida consciente del doctor Padula se parte en dos mitades. Allá quedaron 35 años, la casa de Rosario y su patio, y los padres, que han acabado de morir este año. Y quedó casi su primera mujer, aunque zarpara con él: sólo pudieron atravesar juntos los tres primeros años de exilio. "Es frecuente. Tenemos muchos amigos a los que les pasó lo mismo. Llegaron y rompieron. Nunca se sabe, ni puede saberse. 

Pero está bastante extendida la circunstancia". Argentina son los asados en la terraza, el tango que suena muy elegante y bajito en el salón y la completa seguridad del doctor Padula de que hoy estaría allí conduciendo un taxi, buscando números de muchas cifras en los arrabales. O en un cabaret, a veces tocando para oídos honrados. 

Argentina, a la que vuelve por negocios, hecho un señor, es una familia completa que busca basura en la comida de los containers. Suele ver ese tipo de fragmentos realistas cuando sale de los restaurantes. "Cada día que pasa está peor que antes. Cada día, desde que nos marchamos. No ha habido un sólo día que no haya ido a peor.

 Ahora trabajo con gente de allí para impulsar proyectos hospitalarios. No sé, me gustaría aportar allí algo de lo que aprendí aquí. Yo vivo con más de lo que necesito y me gustaría pagar no sé yo qué deuda". -¿Envejecer aquí, entonces? El yo vacila, sin embargo. El doctor Padula está a punto de pronunciar una frase que es un exilio. Antes va probando con palabras sueltas, esquizofrenia, confusión, fragmentos. Listo. "Yo ya no soy un argentino, pero nunca podré ser un catalán. Envejecer, morir aquí, tal vez. Pero morir sin ser lo uno ni lo otro". 

La posibilidad de que semejante rareza pudiera despistar a la muerte no acaba de convencer al doctor. Media sonrisa triste lo ayuda a levantarse. Sobre el mueble principal del salón hay fotos en blanco y negro de muchas tangadas remotas. Hay algún músico muerto. Hay un muchacho serio con bigotito, que mira el traste de la guitarra, intentando cuadrarlo, como años después debería sucederle con los balances. 

Hay una música extendida como un rastro que no viene de ninguna parte. Abajo están las acacias y el verano que se desploma. La belleza esencial de Barcelona le parece ésta al doctor Padula. "El respeto a la diferencia".                   (Arcadi Espada, El País, 09/08/99)

15/1/20

Jaume Sisa: "la identidad es una mierda. Lo normal es que uno no sepa muy bien quién es... me ha maravillado cómo en los últimos años tantos catalanes, tantos, han comprado una fantasía tipo Walt Disney ¡¡¡sin preguntar ni el precio!!!!

"(...) –Pues siempre ha ido de incómodo


–¿Yo?… ¡Nooo! Mire, yo soy normal… yo… no tengo ni idea de cómo soy. Como todo el mundo. Nunca he conocido a nadie que, en rigor y hablando con  total honestidad, pueda afirmar: yo soy así o asá. Todos somos así y asá, asina, asana y asana, asuna… Somos muchos, yo soy muchos y en este libro se desvela. Cuando alguien te dice yo soy así está mintiendo. Hoy eres así y mañana a las siete y media serás de otra manera


–No sé yo si esa identidad múltiple casa mucho con este momento de defensa identitaria, y además aquí en Barcelona…


–Mire, la identidad es una mierda. Lo normal es que uno no sepa muy bien quién es. Todo está sujeto a cambios. Cuando estudias mínimamente cómo funciona el Universo, y nosotros somos el Universo, te das cuenta de que es una cosa extrañísima del que apenas se conocen sus leyes. Y las que se conocen se ponen en cuestión cada cierto tiempo. Es un misterio absoluto. Te pasas la vida con la cantinela de conócete a ti mismo y lo más probable es que te vayas de la vida sin saber quién eres…


–Me lo está diciendo en Barcelona, su ciudad, a la que le ha dedicado canciones y hasta un disco completo.   


–Barcelona es... A ver cómo lo digo…Es como el útero de mi madre. Yo vivo aquí. Yo en realidad no he nacido, no existo. A ver, yo soy ese niño potencial que nunca ha querido crecer ni comprometerse con una mujer, ni tener hijos, y se ha relacionado con el mundo lo justo. Lo justo para tener una vida normal… pero, en realidad, mi objetivo ahora que ya soy mayor es ir caminando hacia el niño que fui. Lo más parecido a la conquista de la inocencia que conozco.


–Ya. ¿Es usted antinacionalista catalán o…?


–Yo soy antinacionalista. Mi nación es el mundo. Me parece un horror el nacionalismo, cualquiera. ¿Cómo nos podemos encerrar en algo tan feo y tan estrecho como es el nacionalismo? ¿Conseguimos escapar de la tribu para caer en el nacionalismo? Ni tribus ni estados: la especie humana, el ser humano. Con todos sus misterios, sus preguntas y con toda su belleza.


–Eso es poesía.   (...)

–Entendible es que usted ha llamado al seny, condón de la idiosincrasia catalana.


–(Se ríe, travieso). No creo que se haya enfadado nadie. A ver, los catalanes somos un pueblo que navega entre un sentimiento juicioso de la vida y los arrebatos… y entremedias contemporizamos con lo que haga falta. Somos un pueblo pacífico que siempre se ha dedicado a la cultura y al comercio y que no sirve para nada más. No servimos para la guerra. Todas estas proclamas de independencia son inútiles porque el catalán sabe que no está dispuesto a sacrificar ni su piel ni su patrimonio, y sin eso no se consigue nada. 

Dicho lo cual, tengo que reconocer que me ha maravillado cómo en los últimos años tantos catalanes, tantos, han comprado una fantasía tipo Walt Disney ¡¡¡sin preguntar ni el precio!!!! Me tiene muy intrigado. Santiago Rusiñol puso un puesto en las Ramblas con duros que vendía a cuatro pesetas. La gente los tocaba, comprobaba que no eran falsos pero no vendió ni uno. ¡¡¡No le compró nadie!!! Claro, lo normal.


–Ha vuelto a definirse como un ácrata siglos después de Canet de Mar ¿Eso es lo mismo que ser antisistema?


–Yo querría saber cuál es la acción real de los antisistemas. Porque si su acción son dar saltos, quemar contenedores, discursos, camisetas…Con eso no se acaba con el sistema porque todos formamos parte del sistema, los antisistema también…La acracia es una alternativa real y profunda al sistema capitalista y al comunista, y se basa en que cada individuo es responsable de su vida y sus actos ante la comunidad…Eso no ha pasado nunca y, al paso que vamos,…las personas tendemos a delegar. No queremos asumir responsabilidades. (...)"                    (Entrevista a Jaume Sisa, Mercedes de Pablos, El Triangle, 23/09/19)

21/11/19

En Sabadell, la identidad nacional está vinculada a la clase social... basta comparar los distritos dónde los indepes obtienen mejores y peores resultados para comprobar que sus soportes se ubican en las clases medias de lengua catalana y son muy escasos en los barrios de clases trabajadoras castellanohablantes...

"Esta réplica al escrito  Ara: Catalunya endins i un nou lideratge está redactada desde una perspectiva crítica, pero con la voluntad de iniciar un debate racional sobre la grave situación política de nuestro país y esbozar sus posibles soluciones. (...)

 El texto arranca con unas consideraciones generales sobre la identidad nacional, algunas de las cuales podemos compartir, como la que sostiene su carácter de "construcción histórica" y "colectiva", compleja y sujeta a transformaciones, o la referida a la incorporación de nuevos valores.  

Asimismo estamos de acuerdo en la resiliencia o resistencia de las identidades en el curso de la historia. Sin embargo, los problemas comienzan cuando estos planteamientos abstractos se aplican al catalanismo del que se afirma que siempre ha sido abierto y cosmopolita y que nunca -independentista o no- ha generado "aberraciones" que interpretamos, quizá equivocadamente, como expresiones de actitudes intolerantes, excluyentes o xenófobas.

En nuestros días se han multiplicado los actos intolerantes de los sectores más encendidos del independentismo con ataques contra sedes de partidos constitucionalistas o periodistas e incluso contra aquellos independentistas que muestran el menor atisbo de autocrítica hacia la ortodoxia secesionista. Eso por no citar los escritos xenófobos del actual presidente vicario de la Generalidad.

Así, pues, los firmantes del documento harían bien en no negar la realidad. Podríamos estar de acuerdo con ellos en que en el catalanismo han predominado los componentes de carácter cívico respecto a los de carácter étnico. Pero es un grave error negar estos últimos, los que a nuestro juicio han ido ganando terreno en el proceso independentista como demuestra el hecho de que Quim Torra ocupe la presidencia de la Generalitat. Es más, como demócratas, deberían advertir sobre los peligros de esta deriva etnicista. Por ello, las críticas al "supramacisme", que los autores del texto les provocan una "sonrisa", más bien los deberían suscitar preocupación.

Asimilación imposible

Compartimos su constatación de que en "Cataluña hay dos identidades". También, suscribimos su preocupación por la "ulsterització" del país y el objetivo de "recoser" la fragmentada sociedad catalana. Ahora bien, la receta que proponen no sólo es completamente errada, sino que se contradice con sus consideraciones generales sobre la identidad. A su juicio, la causa de la dualidad identitaria radica en el "rotura del mecanismo de asimilación (...) un concepto mal visto en el pasado por una especie de progresismo rancio, porque la evidencia histórica muestra que la aspiración dominante de  los inmigrantes es integrarse en el país de acogida ".

Para aclarar los conceptos, asimilación significa que los inmigrantes tienen que abandonar su identidad, en el sentido amplio del término, y adoptar la del país de acogida. En este sentido, la tesis de los autores del escrito representa un retroceso respecto no al "progresismo rancio", sino a las tesis del joven Jordi Pujol que criticaba la idea de asimilación y propugnaba aquella más flexible de integración.

 De seguir su razonamiento asimilacionista, los centros catalanes en el extranjero deberían disolverse inmediatamente por asimilarse a la sociedad de acogida. Del mismo modo, los musulmanes residentes entre nosotros -en la medida en que la religión forma una parte esencial de su identidad cultural- deberían dejar de serlo. En contra de toda la doctrina de las Naciones Unidas sobre las minorías nacionales, según su planteamiento, la minoría sueca residente en Finlandia o la minoría húngara en Rumanía debería dejar su lengua y cultura para asimilarse a la mayoría finesa o rumana que los acoge. En fin, podríamos multiplicar ejemplos hasta el infinito.

Además, esta tesis asimilacionista se contradice con el carácter resilintes de las identidades culturales / nacionales. ¿Por qué la identidad de los catalanes que también se sienten españoles debería ser menos resiliente que la de aquellos catalanes sometidos durante décadas los intentos de asimilación del Estado español?

 En definitiva, su oferta para los ciudadanos, que se sienten catalanes y españoles, radica en que renuncien a su identidad y se asimilen a la identidad únicamente catalana que, por cierto, es la que profesan los autores del texto. De esta manera, no sólo será imposible ensanchar la base social del independentismo, sino que conduce a solidificar aún más las barreras entre las dos comunidades identitarias existentes en Cataluña.

 Identidad nacional y clase social

En el texto se hace una referencia tangencial a la relación entre identidad nacional y clase social donde se afirma que la "identidad nacional se usa para enmascarar o apaciguar los conflictos de clase. Cierto, así sido y es. Pero las clases sociales y sus organizaciones -y que se nos demuestre lo contrario- están empapadas de identidad nacional ".

En nuestro país tenemos un ejemplo de manual. El giro independentista del catalanismo conservador se produce justo después de dos huelgas generales, del movimiento del 15M y de la histriónica entrada de Artur Mas en helicóptero en el Parlamento de Cataluña. De hecho, el exconseller Santi Vila confesó, en diciembre de 2014, que el relato del proceso soberanista permitió resistir "cuatro años de recortes" y que por eso había un proyecto "mínimamente ilusionante". Unas aseveraciones que se ajustan al teorema de Eric Hoffer:

 "Neutralizar un movimiento de masas es a menudo asunto de sustituir un movimiento por otro. Una revolución social puede ser inmovilizada promoviendo un movimiento nacionalista o religioso"

 Por lo que aquí nos interesa, en Sabadell, la identidad nacional está estrechamente vinculada a la clase social. Así basta comparar los distritos donde las fuerzas independentistas obtienen mejores y peores resultados electorales para comprobar que sus principales soportes se ubican entre las clases medias de lengua vehicular catalana y son muy escasos en los barrios donde residen las clases trabajadoras castellanohablantes. Así pues, existe una profunda conexión entre identidad y clase social donde las diferencias sociales están -por así decirlo- subrayadas por los factores de identidad.
 
 Aquí radica un componente clave sin el cual resulta imposible entender correctamente la realidad y que agrava aún más la división entre las dos Catalunyas, ya que las diferencias identitarias se yuxtaponen a las de clase. La hegemonía del pujolismo coincidió con la crisis industrial que rompió la espina dorsal del movimiento obrero, al tiempo que en torno a la ideología nacionalista se asistía a un movimiento de homogeneización identitaria e ideológica de las clases medias. Así, mientras la clase trabajadora experimentaba un proceso de desestructuración y aculturación y devenía invisible; la clase media se unificaba alrededor del nacionalismo, en el marco de constantes campañas en torno a la lengua y la identidad. Este complejo proceso explica el que los autores califican de "superioridad orgánica independentista" y permite afirmar que el independentismo es la fase superior del pujolismo. (...)

Todos los países europeos tienen aspectos oscuros en su historia. España y Cataluña no son una excepción. Sin embargo, los países podemos cambiar si se dan unas circunstancias adecuadas. Sin embargo, basta con comparar la situación de la lengua y cultura catalana en la Cataluña Norte para comprobar cómo la democracia española ofrece un marco para el autogobierno y para el desarrollo de la cultura catalana que no existe en la República francesa. Por tanto, no podemos asumir la tesis, según la cual no se puede esperar nada de España excepto más represión e involución. Ahora, la fracasada vía unilateral ensayada por el movimiento independentista, ha provocado la reacción contraria; pero no se puede descartar que en otras condiciones políticas e históricas se revierta esta tendencia. (...)

El escrito contiene el aspecto positivo de reclamar una "adaptación a la realidad" frente a los planteamientos "irresponsables" de Elisenda Paluzié y Quim Torra, dada la actual correlación de fuerzas. En clave de autocrítica, propugnan un "trabajo de masas" para ensanchar la base social y unas "políticas sociales de centro-izquierda", desde el gobierno de la Generalitat, por "atraer a nuestro campo a gente indiferente u hostil". A la independencia -aseguran- no llegará inmediatamente, sino con "determinación y perseverancia" combinadas con "paciencia e inteligencia".

Sin embargo, su propuesta asimilacionista se alza como un obstáculo casi insalvable para alcanzar este objetivo. Especialmente cuando se pide en España el reconocimiento de su pluralidad identitaria, pero al mismo tiempo se quiere acabar con la pluralidad identitaria interna de Cataluña. 

En nuestra opinión, la solución al actual conflicto político no radica en insistir en una vía que se ha mostrado rota. Por el contrario, creemos que esta salida pasa por buscar alianzas con las fuerzas progresistas catalanas y del resto de España para caminar hacia un Estado federal que garantice la convivencia, en términos de igualdad y fraternidad, los pueblos de esta piel de toro como decía Salvador Espriu."                       (Antonio Santamaría, iSabadell, 14/11/19)

27/9/19

Solo el 20% de los catalanes no se siente español, según encuesta del CEO

"La nueva encuesta Òmnibus del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (CEO) nos aporta datos muy interesantes sobre las preocupaciones y percepciones de los catalanes.

El 41,2 por ciento de los catalanes se siente tan español como catalán, frente al 20,1%, que solo se siente catalán y el 2,8% que se siente más español que catalán. A la pregunta, un 8,2% ha respondido “solo español” y un 17,4%, “más catalán que español”.

Sobre el juicio por el intento de Golpe de Estado en Cataluña el 55,6% cree que acabará dirimiéndose en tribunales europeos y el 63% opina que es el juicio más relevante de la democracia europea. En cuanto a la independencia, solo el 11,3% considera que la vía unilateral de la Generalitat es la correcta en el proceso soberanista.

La encuesta se realizó entre el 3 y el 25 de junio con una muestra de 1.200 personas entrevistadas y cuenta con un margen de error del 2,83%."                    (El Catalán.es, 26/09/19)

10/6/19

No tiene sentido querer construir una identidad europea. Te sientes europeo o no. Esta identidad europea no debe ser "construida" si construir significa que queremos que exista una identidad europea que no existía previamente. Pero si construir significa "vivir y actuar juntos" como nacionales dentro de una misma Unión, fomentando proyectos comunes, subrayando elementos que hacen de Europa un continente de cultura, entonces tiene un significado

10) ¿Cree que existe una identidad europea? Por el bien de Europa, ¿debería existir una identidad como base de un proyecto futuro?

R: Ésta es una pregunta que se plantea muy a menudo y así fue especialmente durante el referéndum sobre la Constitución Europea. Para algunos, Europa debe definirse por su cultura cristiana; para otros, Europa no es sólo cristiana, hay muchas otras religiones, y hay ateos. Se ha alcanzado un compromiso por el que Europa se define por su tradición humanista.

Todas estas respuestas tienen su pizca de verdad. El problema no radica tanto en la corrección o falsedad de estas respuestas sino en el concepto mismo de identidad, que presupone que nos distinguimos de otros individuos, ya sea que reivindiquemos o no nuestra pertenencia a uno o más grupos o comunidades humanas, a nivel nacional, regional, internacional o incluso de especie, o si consideramos que las otras especies son diferentes del ser humano.

Si en las sociedades arcaicas o tradicionales las identidades del individuo o de grupo son más o menos estables, en cambio en las sociedades modernas se experimentan necesariamente múltiples identidades.

Esto a veces complica el debate y lo oscurece. El hecho de que te identifiques con Andalucía no significa que no seas español, o que seas español no significa que no puedas sentirte europeo en determinadas circunstancias, o que no puedas sentirte parte del mundo cristiano o musulmán. Todo depende del polo con el que te identifiques.

Básicamente esto es lo que Montesquieu expresó de esta manera: "Si supiera algo útil para mi nación que fuera ruinoso para otra, no se lo propondría a mi príncipe, porque soy un hombre antes de ser francés (o bien) porque soy necesariamente un hombre y sólo soy francés por casualidad. Si supiera algo que me fuera útil, y que fuera perjudicial para mi familia, lo expulsaría de mi mente.

Si supiera algo útil para mi familia que no fuera útil para mi país, trataría de olvidarlo. Si supiera algo útil para mi patria y que fuera perjudicial para Europa, o que fuera útil para Europa y perjudicial para el género humano, lo consideraría un crimen" (Mis pensamientos: 10 y 11).

En esta cita aparecen lo que yo llamo los polos en torno a los cuales se estructura la identidad, aquellos en los que las identidades encajan como muñecas rusas. Precisamente en las sociedades arcaicas, donde la identidad se vivía en términos concretos, esto no suponía problema alguno. Uno vivía su diferencia sin hacer de ello un drama.

Hoy, cuando el mundo se está achicando y no podemos vivir con una sola identidad o con una sola diferencia sin hacer el ridículo y mentirnos a nosotros mismos, estamos haciendo de ello un discurso. El discurso "tribal" y "separatista" nunca ha alimentado tanto la política.

Es un terreno propicio para todos los separatismos, para todos los discursos de los orígenes, del territorio, del « Blut und Boden », [ Blut und Boden: expresión alemana que significa “sangre y tierra”, se refiere a una ideología que se centra en el origen étnico, basado en dos factores: la ascendencia (sangre de un pueblo) y la tierra, a veces sólo de orígenes míticos e inventados].

El error que cometemos a menudo es querer esencializar la identidad, congelarla, sustancializarla. Al igual que los polos de identificación, los procesos de identificación son numerosos en una sociedad moderna y casi por completo abierta a los cambios y a todo tipo de intereses; además, estos procesos duran toda la vida.

En este sentido, no tiene sentido querer construir una identidad europea. Te sientes europeo o no. Esta identidad europea no debe ser "construida" si construir significa que queremos que exista una identidad europea que no existía previamente. Pero si construir significa "vivir y actuar juntos" como nacionales dentro de una misma Unión, fomentando proyectos comunes, subrayando elementos que hacen de Europa un continente de cultura, entonces tiene un significado, incluso un significado saludable. Desde este punto de vista, los programas de intercambio interuniversitario o los programas de formación en general a escala europea en determinados ámbitos son muy bienvenidos.

Lo que me parece muy interesante en Europa es que incluso los partidos euroescépticos utilizan las mismas estrategias de "aunar" a nivel europeo, para defender sus ideas y sus programas. Con la excepción de una muy pequeña minoría de discursos políticos, también esto es una forma --distinta a la que preconiza la UE-- de hacer Europa, que es un viejo proyecto que data de finales del Imperio Romano.

Europa es un proyecto que puede adoptar muchas formas, pero está ahí para perdurar en la medida en que ningún Estado ya puede ir por su cuenta, incluso en interés propio. Los euroescépticos necesitan a Europa o su plataforma, aunque les repatee.

Ningún continente ha dejado más huella en el mundo que Europa. Más allá de las críticas al colonialismo y a la dominación de los pueblos de otros continentes (críticas que se hacen en abundancia y con razón), en mi opinión no se piensa mucho en lo que esto significa para el continente en su conjunto.

Me sorprende que sólo unos pocos se hayan preguntado por qué un pequeño continente como Europa se haya impuesto al mundo. Es una cuestión para reflexionar este aspecto de la historia mundial, y que se está reduciendo demasiado deprisa a una superioridad técnico-militar, algo que China ya poseía en cierto momento.

Me gustaría que los académicos e investigadores de todas las categorías de las humanidades y las ciencias sociales reflexionaran sobre esta "racionalidad" que pudo imponerse sobre todas las demás. ¿Fue un puro accidente o hay algo inscrito en esta racionalidad europea que hace -para bien y/o para mal- que haya prevalecido en el mundo? (...)" (Entrevista a Lukas K. Sosoe, Entrevista y traducción de: JM Lacruz)

14/3/19

El nacionalismo español es un “fenómeno residual”. De un año a esta parte ha crecido, pero se trata de una respuesta circunstancial al nacionalismo catalán. No existe un nacionalismo español fomentado por las instituciones y el poder político, como sí ocurre en Cataluña...

"(...) En un artículo publicado hace un año, definió el nacionalismo español como un “fenómeno residual”. ¿Se lo sigue pareciendo?

Sí, lo sigo pensando. De un año a esta parte ha crecido, pero se trata de una respuesta circunstancial al nacionalismo catalán. No existe un nacionalismo español fomentado por las instituciones y el poder político, como sí ocurre en Cataluña.

Sin embargo, escritores y ensayistas a los que aprecio mucho —uno de ellos es Jordi Amat— ya denunciaban la existencia de un fuerte nacionalismo español antes de que apareciera Vox. Hombre, si Rajoy era un nacionalista español, ahora con Vox Amat y los demás deben de estar viviendo ocultos en el armario como los comunistas durante el franquismo. Se deben de sentir perseguidos a más no poder.

En cualquier caso, el nacionalismo español no tiene el peligro del catalán, que ha llevado a cabo una violación de la legalidad. Tal vez empiece a ser peligroso ahora, pero no lo ha sido durante 40 años.
Según el escritor Ramón de España, el “nacionalismo es supremacista por definición”.
Evidentemente. No obstante, la relación que uno establece con su tierra no tiene que ser necesariamente nociva. Uno se puede sentir catalán, español o de donde sea. Es como ser heterosexual, bisexual o gay. Son sentimientos personales e intransferibles. Pero no son siempre peligrosos.

El peligro aparece cuando a partir de la identidad eriges un sistema, una ideología. Éstas tienden a la imposición y al enfrentamiento con el otro. Ahí es donde reside el verdadero peligro de estos sentimientos tribales.

Por otra parte, ese fundamentalismo tiene que ver mucho con la conducta de cada uno. Tengo la sensación que toda esta gente tan alterada lo estaría igualmente por otros motivos. Si no existiese el independentismo, se buscarían otra causa. Y también ha de decirse que no todos los independentistas defienden sus postulados desde el supremacismo. (...)"                  

(Entrevista a Jordi Bernal, colaborador en The Objetive y Jot Down, Óscar Benítez, El Catalán, 26/02/19)

9/1/19

El independentismo se estanca en Barcelona... Los barceloneses que sólo se sienten catalanes se sitúan en el 23,3%, una cifra que se ha mantenido en valores similares durante todo el proceso independentista...

"Los barceloneses que sólo se sienten catalanes se sitúan en el 23,3%, una cifra que se ha mantenido en valores similares durante todo el proceso independentista. Así se desprende del último Barómetro Municipal de Barcelona, que revela que hay un 41,3% de ciudadanos que se consideran tanto españoles como catalanes.

Entre los años 2012 y 2018, el porcentaje de encuestados que han manifestado sentirse únicamente catalanes nunca ha llegado al 30%, sino que se ha movido entre el 21,3% (junio de 2015) y el 29,3% (diciembre de 2012). En cuanto a aquellos que afirman compartir el sentimiento catalán y español se ha incrementado casi en siete punto en los últimos seis años, pasando del 34,4% del 2012 al 41,3% de 2018.

El Barómetro Municipal constata, por otra parte, que hay un 44,8% del barceloneses que se definen como más catalanes que españoles o únicamente catalanes; mientras que los que dicen ser únicamente españoles, más españoles que catalanes o tanto español como catalanes se sitúan en el 49,6%."                 (e-notícies, 04/01/19)

7/1/19

A nivel político, la identidad es una noción de carácter radicalmente dañino. Dado que siempre es un instrumento de jerarquía, división y opresión por parte de los estados, es, cuando dice ser apropiado dentro de la sociedad, la marca misma de una orientación de carácter fascista...

"Respecto a la identidad, adelantaremos dos tesis.

Por un lado, la identidad se refiere a la capacidad y la intensidad de la apariencia de un sujeto en un mundo. La posibilidad de construcción simbólica del tema, que es muy difícil en el mundo actual, y por lo tanto su capacidad de identificación, es esencial. De ahí la importancia del acceso a la historia.

Por otro lado, a nivel político, la identidad es una noción de carácter radicalmente dañino. Dado que siempre es un instrumento de jerarquía, división y opresión por parte de los estados, es, cuando dice ser apropiado dentro de la sociedad, la marca misma de una orientación de carácter fascista, desplegada o en desarrollo, en el sentido fuerte o en el débil sentido de una solicitud de reconocimiento especial por parte de un estado. Toda política emancipatoria se basa en nociones de justicia, ya sean verdaderas o falsas, y está dirigida a todo el pueblo.

 Pero ninguna identidad es más o menos verdadera, más o menos justa que cualquier otra. Si es correcto oponerse a cualquier opresión de identidad, no puede ser adoptando esta determinación.

En una asamblea popular, la autoridad debe proceder del contenido, de la verdad del sujeto y no de las características de identidad del hablante. (...)"                                      
 
(Cécile Winter, médico y activista político desde 1968. Charles Cédric Tsimi, Licenciado en Ciencias Políticas y Autor,  Sociología Crítica 13/12/18 )

29/11/18

No, señor Torra, el franquismo no fue una pesadilla que sufrieron solo los catalanes, la sufrimos todos. Bueno, no todos, que en todas partes hubo quienes lo recibieron con todo tipo de parabienes, como pasó en Cataluña, por cierto, donde una parte importante de su burguesía se sumó encantada a la siniestra fiesta, como bien se explica en Habíamos ganado la guerra, el libro de memorias de Esther Tusquets...

"(...)  Una vez, con apenas 20 años, estuve en Bonn unos días. Fui a visitar a una amiga mía que estaba asistiendo a unas clases en su universidad. Mientras ella atendía sus deberes, yo deambulaba por la ciudad, sin hablar con nadie, pues no sabía ni una sola palabra de alemán. Llevaba conmigo el primer tomo de En busca del tiempo perdido, que leía incansablemente en cafés y jardines mientras esperaba el regreso de mi amiga. 

Una mañana, durante uno de esos paseos, oí la voz de una mujer cantando en español, y me acerqué a ver. Era una mujer de edad indefinida que, arrodillada en el suelo, como tantas veces había visto en mi infancia, estaba fregando el portal de una casa. La canción era la queja de un hombre al que habían robado su carro y se preguntaba dónde podía estar. 

Y esa imagen, y esa canción, me conmovieron de tal manera que no pude moverme de allí hasta que la mujer terminó de cantarla. Un chico, aprendiz de escritor, que estaba leyendo apasionadamente a Proust, hechizado por una canción de Manolo Escobar. ¿Hay quien entienda esta escena?

Es extraño esto de la patria, la mayor parte de las veces tiene que ver con cosas inconfesables. Lo que llamamos patriotismo bien podría definirse como una de esas tiernas perversiones que nos hacen amar inexplicablemente incluso aquello que nos avergüenza. 

No hay forma de evitarlo, son los asuntos del corazón, y ya se sabe que el corazón es un poco bobo. ¿Podríamos vivir si no lo fuera? Pero una cosa es que seamos permisivos con las tontunas de ese corazón, y otra, que le hagamos más caso de la cuenta. 

Para eso sirve el humor, para defendernos de sus excesos. No me refiero a ese tipo de humor que busca rebajar y ofender. Y ahí están los cientos de chistes que sobre las mujeres, los homosexuales, los emigrantes, los tartamudos o los que sufren alguna tara tenemos que soportar con tanta frecuencia. 

Me refiero al humor de los padres con sus niños pequeños, de las parejas entre sí, de los seres verdaderamente religiosos cuando miran el mundo. Es difícil concebir un amor en el que los amantes no se gasten bromas. Tienen que hacerlo para no ser devorados por su propio delirio. 

La broma los devuelve al mundo real. También las madres y los niños pequeños suelen tomarse a broma su propio amor. De otra forma caerían en la locura, lo que por desgracia pasa muchas veces. La broma es uno de los rostros de esa ternura que viene en su ayuda para salvarles.

Digo esto porque una de las cosas que caracterizan a estos nacionalismos furibundos que padecemos es su falta de humor. Juan José Millás escribió un luminoso artículo en que alertaba sobre los peligros de una identidad hipertrofiada. 

Nunca había que ser enteramente una sola cosa, venía a decir en ese artículo. En vez de ser español, había que ser medio español, lo que aplicado a los independentistas catalanes significa que harían bien en ser solo la mitad de lo que dicen ser. A unos y a otros nos quedaría así una parte libre, sin compromisos, con la que podríamos aspirar a ser otras cosas y llegar a entendernos. 

Roberto Rossellini dijo que el corazón de una sociedad es la ley, pero que el de una comunidad es el amor. Y hablar de una comunidad es hablar de fiestas comunes, de una lengua, de canciones y bailes, de comidas al aire libre, de celebraciones y fiestas compartidas. Y está bien disfrutar de todo eso, pero también es importante no tomárselo demasiado en serio, y no olvidar que ese amor del que habla Rossellini es el otro nombre de la fraternidad, que nos hace iguales a nuestros vecinos.

 No, señor Torra, el franquismo no fue una pesadilla que sufrieron solo los catalanes, la sufrimos todos. Bueno, no todos, que en todas partes hubo quienes lo recibieron con todo tipo de parabienes, como pasó en Cataluña, por cierto, donde una parte importante de su burguesía se sumó encantada a la siniestra fiesta, como bien se explica en Habíamos ganado la guerra, el libro de memorias de Esther Tusquets.   (...)

Los sueños excluyentes no solo son malos para quienes los sufren, sino también para quienes los imponen, que terminan siendo sus prisioneros. Y, entonces, el sueño se transforma en delirio. Es lo que les pasa a los fanáticos, que tienen sueños que no pueden abandonar, de los que ya no regresan. 

Pero ¿por qué conformarse con un solo sueño cuando se pueden tener todos los sueños? “El extranjero te permite ser tú mismo, al hacer de ti un extranjero”. Son palabras de Edmond Jabès, ciudadano del mundo. Quienes cruzan los puentes, eso es lo que todos deberíamos ser: extranjeros en esta tierra."                  (Gustavo Martín Garzo es escritor, El País, 22/11/18)

22/10/18

El internacionalismo es algo que se organiza desde los propios Estados y en el proceso de toma del poder del Estado...

"(...) En su reivindicación del Estado nación, ¿dónde queda el internacionalismo?

Estos días nos han dado en la boca, o lo han pretendido, con la palabra "internacionalismo", que suena muy bien. Pero el internacionalismo es algo que hay que organizarlo, ¿o es espontáneo?, ¿o el trabajador español se levanta por la mañana y se siente vinculado con el trabajador italiano? El internacionalismo se organiza, se potencia, se difunde, y para eso están las ideas y las instituciones. 

El internacionalismo es algo que se organiza desde los propios Estados y en el proceso de toma del poder del Estado.

Detrás de las rupturas que dieron lugar a la III y a la IV Internacional está, precisamente, la disputa entre el internacionalismo y el Estado-nación. ¿Puede romperse ahora la izquierda entre los “cosmopolitas” y quienes creen en el Estado nación? ¿Qué hay de la posible nueva corriente de Podemos?

 Cuando hay lucha de clases y pobres y ricos, lo de cosmopolita me parece... No quiero utilizar una palabra muy gorda... Déjelo con puntos suspensivos.  (...)

 Pero sí parece haber síntomas de ruptura en la izquierda en Europa.

Es una desgracia que nos ha acompañado porque es inherente a la izquierda, por una razón que nos ha acompañado: la izquierda es el pensamiento, siempre lo ha sido, basado en Heráclito, todo fluye, todo cambia, nada es eterno, nada es firme, nada es sagrado. Por eso tenemos este hándicap, salvo en momentos excepcionales.

 La izquierda se salva cuando sabe trabajar sus pueblos. El Frente Popular era un guirigay, era un pandemónium, pero había un movimiento en la base de la gente que nos arrastró. Cuando eso ocurra, si ocurre, estaremos más cohesionados. Tenemos que darnos cuenta de que las elecciones, aunque son algo muy importante, no pueden representar el 98% de nuestra labor. El trabajo en la base, ideológico, cultural, lo tenemos muy abandonado.(...)"

28/9/18

Hay un miedo a desaparecer, a la desaparición de la identidad, tal como la hemos conocido. El sentimiento agónico es un gran aliado del victimismo. Y el victimismo de la instrumentalización política. Parece estar claro que uno de los desencadenantes más significativos de lo que estamos viviendo ha sido la crisis económica. La explosión del independentismo vino ligada al miedo al empobrecimiento y a la pérdida del status social de mucha gente

"(...) ¿Esta resistencia a reconocer lo diverso no es una especie de atavismo, como el machismo, el racismo o el nacionalismo?

Si, tiene algo de eso, pero el miedo, que también está en nuestro ADN, trata de imponerse.

¿Es actualmente Cataluña un paradigma de esta pugna?

España ha vivido mal la diversidad. Que se hablen diferentes lenguas, haya diferentes culturas…, es una riqueza que no ha sido suficientemente reconocida porque quienes han gobernado. Y este es precisamente uno de los problemas que han alimentado las reacciones en contra. 

En Cataluña, lo que está ocurriendo aparenta ir en sentido contrario, pero es más de lo mismo. Es un movimiento separatista que se basa en negar lo diferente. Estamos viviendo cada día una negación de la diversidad.

¿Es el nacionalismo especialmente contrario a la diversidad?

Sí. Habla de “un sol poble” y genera una identidad, un relato muy trabajado, que comienza con muchas falsificaciones históricas. Y al final, lo quiere es imponer una de las culturas de Cataluña al conjunto.

 En definitiva, es una imposición, una negación de las otras realidades. En lugar de reconocer que hay diferentes identidades y de favorecer que cada uno se sienta como quiera, se prima una parte sobre el resto. 

Al final, hemos de ser capaces de buscar un mínimo común denominador para decidir cómo convivimos, como trabajamos, como tiramos adelante conjuntamente. Y, además de negar la diversidad, asistimos a una manipulación de las cosas como, por ejemplo, asociar el sentirse diferente a no ser demócrata. Coda que me parece una auténtica barbaridad.

Si en la raíz de la negación de la diversidad está el miedo ¿Cuáles son, a su juicio, los miedos que se padecen en Cataluña?

Hay un miedo a desaparecer, a la desaparición de la identidad, tal como la hemos conocido: la lengua, las costumbres. En un mundo globalizado, donde se difuminan muchas cosas, es natural que se produzcan reacciones de defensa, por ejemplo, respecto a la lengua. Una lengua que hablan pocas personas, en relación con el castellano o el inglés, por ejemplo. 

Mantenerla exige un reconocimiento y un soporte especial. Pero de ahí a plantear que hay que ser políticamente independientes para proteger la lengua, la cultura, la identidad, parece excesivo. El sentimiento agónico es un gran aliado del victimismo. Y le victimismo de la instrumentalización política.

¿Ha contribuido la crisis económica a desatar otros miedos que, a veces, se disfrazan de identidad?

Parece estar claro que uno de los desencadenantes más significativos de lo que estamos viviendo ha sido la crisis económica. Esto de “España nos roba” lo han conseguido vender muy bien. Ligar la crisis a las balanzas fiscales, diciendo por ejemplo que hay más pobres en Cataluña que en Extremadura, y que seremos solidarios con la independencia, cuando creamos que tenemos resuelta la cuestión dl dinero. 

La explosión del independentismo vino ligada al miedo al empobrecimiento y a la pérdida del status social de mucha gente.

Curiosamente, la denominada nueva emigración, que tantos demonios identitarios despierta por Europa, en Cataluña parece estar tapada…

Esta es otra falsas manera de entender la identidad. En los discursos políticamente correctos, se cita mucho a los “nous vinguts”, a los refugiados… Y, después, el que no lleva el lazo amarillo es enemigo. De esto hablé en la presentación de las fiestas de Poble Sec, donde allí estaban algunos identificados con su lazo amarillo, haciendo sus discursos nacionalistas.

 Disfrutad, les dije, y practicad la diversidad con todo el mundo. Es el momento para estar con los vecinos y hablar. Porque hay una hipocresía sobre la diversidad. Hay gente que proclama la diversidad y resulta que después es incapaz de respetar, reconocer y hablar, sobre todo con el tema del “Procés”, con la otra parte. Hay que pensar y educarse mucho más en la diversidad.

Parecía haber en Cataluña una cierta gimnasia en el manejo de la diversidad, sobre todo a partir de la recuperación de la democracia ¿Estamos aún a tiempo de volver a ejercerla?

Donde realmente ha sucedido esto ha sido en Barcelona y su entorno. Con la democracia, la Educación ayudó al desarrollo de la convivencia entre identidades diferenciadas. En otros lugares de Cataluña, hubo quizás mucho respeto a la diversidad, pero no una integración tan clara.

 En el área metropolitana, por ejemplo, se produjo el predominio de la parte inmigrante y en el territorio rural, eran mayoritarios los, digamos, autóctonos. Pero el paradigma de la diversidad es, sin duda, Barcelona. 

De ahí su importancia, por ejemplo, en las próximas elecciones municipales, en las que en buena medida se dirimirá el futuro del “Procés”. Por lo que significa, sin duda, a nivel interno y por su proyección en el mundo.  (...)"                      (Entrevista a Monserrat Ballarín, concejala barcelonesa, El Triangle, 23/09/18)

2/7/18

Durante los meses más tensos de las manifestaciones soberanistas, él se presentaba en el colegio con su camiseta de “La Roja”... –¿Qué quieres? ¿Que me esconda?

"Yo soy peruano, pero mi hijo de 10 años nació en Barcelona y ha vivido toda su vida ahí. Es un fanático –más bien un adicto– del Barça, conoce las alineaciones de todos los equipos de la Liga española, incluso sabe por cuánto venderán y comprarán a cada jugador en Europa la próxima temporada. Y sin embargo, para mi sorpresa, en vísperas del Mundial, me ha dicho:

–Papá, si Perú juega contra España en el Mundial, yo voy a querer que gane Perú.

–¿En serio? –he preguntado, casi con lágrimas en los ojos–. Qué bonito.

–Bueno –ha aclarado él, para evitar malentendidos–, pero si gana España, no me voy a poner muy triste, ¿ya?

Supongo que va a ser diplomático.

De todos modos, tiene gestos concretos muy emotivos. Por ejemplo, ahora se pone la camiseta de Perú. Sus amigos, que nunca han visto a nuestra selección en un Mundial, creen que es la del Rayo Vallecano. Él mismo tenía poco aprecio por la Blanquirroja antes de ganarle a Nueva Zelanda. Pero tras la clasificación a Rusia, ya le parecemos un país serio.

Su entusiasmo peruano me ha recordado la Eurocopa del 2008, que se celebró meses después de su nacimiento. El día de la final, mi esposa quería salir con sus amigas y yo me quedé en casa cuidando al bebe. España ganó con un tanto de Torres. Y yo me sorprendí a mí mismo gritando el gol como un energúmeno frente al televisor.

No sabía por qué me sentía tan eufórico. Ese no era mi país. Luego comprendí que sí lo era. Fernando Iwasaki me dijo una vez que tenemos una palabra para la tierra de los padres, ‘patria’, pero no para la tierra de los hijos, que tiene el mismo peso en nuestro corazón. El país que alzó la Eurocopa del 2008 se había hecho mío con el nacimiento de ese bebe.

Los últimos años, vivir en Barcelona ha sido un constante reto a mi identidad. La política catalana se esmera en recordarte cada cinco minutos que eres un extranjero, y que eso es malo. Hay incluso una palabra, ‘charnego’, para recordarles a algunos catalanes que sus padres provienen de fuera. 

Una alta dirigente nacionalista les dijo a los dirigentes de otro partido catalán “lárguense a Cádiz”, porque no les concedía el grado mínimo de pureza étnica para representar a sus propios votantes. Yo mismo he escuchado en miles de conversaciones acusaciones contra los españoles por no ser “suficientemente europeos”, lo cual, como consecuencia, me excluye de por vida. Yo nunca me acercaré siquiera a lo que una parte de la sociedad exige para formar parte de ella.

Forzado a posicionarse, mi niño –de madre valenciana– ha optado por ser catalán y español y peruano. Durante los meses más tensos de las manifestaciones soberanistas, él se presentaba en el colegio con su camiseta de “La Roja”. Preocupado por él, le dije muchas veces:

–Chico, estamos en el mismo bando... pero no hace falta ir por la calle publicitándolo, ¿OK?

–¿Qué quieres? –respondía él indignado– ¿Que me esconda?

Y yo lo dejaba ir vestido como quisiera. ¿Qué podía hacer?

Por eso mismo, me ha gustado especialmente que ahora se ponga su camiseta blanquirroja. Me siento orgulloso de que mi hijo sea capaz de sentirse de más de un lugar. De amar a más de un grupo. 

De disfrutar de un mundo más grande. Y de paso, me ha hecho entender algo muy importante: que vemos el fútbol para saber de dónde somos. Y somos del lugar donde alguien nos quiere."