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8/6/24

Enric Juliana: Doce años después de 2012, de cuando Artur Mas, las posiciones nominalmente independentistas dejan de tener mayoría absoluta en la cámara catalana. Se abre una nueva etapa... Hay números para un nuevo tripartito de izquierdas, pero ese gobierno no se dará... El batacazo de Esquerra Republicana es colosal y aún no conocemos sus consecuencias. Ni las conocen ellos mismos... Con estos números, el independentismo difícilmente puede acabar forzando una repetición de los comicios. Illa podría obtener un resultado arrollador en octubre... La elevada abstención (42%) ha castigado esta vez a los independentistas. Sólo Junts levanta cabeza después de su regreso a las fuentes de Convergència, de la mano de la patronal Foment y del propio Jordi Pujol... Hay cansancio. Hay un profundo cansancio. Ni siquiera Aliança Catalana, el experimento de extrema derecha impulsado desde Ripoll, ha conseguido transformar ese cansancio en un resultado sorpresa, como auguraban algunos sondeos... Más derecha y menos independentismo... La izquierda irradiada desde 2014 por el fenómeno Podemos baja. Es el signo de los tiempos. Es el signo de Europa... El PP obtiene un muy buen resultado y logra sobrepasar a Vox... Pero atención: Vox no baja y consolida sus once diputados. Vox y Aliança Catalana, la Liga Norte de Ripoll, suman más de trescientos mil votos... Respiro para Pedro Sánchez en uno de los momentos más difíciles de su carrera

 "Gana Salvador Illa y el independentismo no alcanza la mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya por primera vez desde 2012, cuando Artur Mas, en plena crisis económica, adelantó las elecciones con la divisa del soberanismo. Moisés llamaba al pueblo catalán a un nuevo destino. (Mosaico era el gesto de Mas en los carteles de aquella campaña). Doce años después, las posiciones nominalmente independentistas dejan de tener mayoría absoluta en la cámara catalana. Se abre una nueva etapa.

Illa gana y muy teóricamente podría gobernar con el apoyo de Esquerra Republicana y los Comuns. Sería el tercer tripartito. La posibilidad aritmética de esa alianza estuvo bailando durante toda la noche y en el tramo final del escrutinio, el PSC recuperó un escaño por Lleida que facilita la suma de 68 diputados por parte de las izquierdas catalanas, a la espera del recuento definitivo.

Hay números para un nuevo tripartito de izquierdas, pero ese gobierno no se dará

Aunque los números existen, ese tercer tripartito no se va a formar. El batacazo de Esquerra Republicana es colosal y aún no conocemos sus consecuencias. Ni las conocen ellos mismos en estos momentos. Puede abrirse una crisis importante en el interior de ese partido, históricamente propenso a las divisiones internas. En su primera comparecencia pública, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, el hombre que ha conducido a su partido al desastre al adelantar temerariamente las elecciones, anunció que ERC pasará a la oposición.

En los próximos días y semanas se irá conociendo cuál es la posición de Esquerra ante la investidura. En su primera comparecencia pública, Carles Puigdemont dijo que no desea una repetición electoral. Es poco probable que ERC la desee. Los efectos de una repetición de las elecciones podrían ser catastróficas para los partidos que decidiesen bloquear la legislatura. El bloque independentista suma 61 diputados. Cincuenta y nueve escaños si excluimos a Aliança Catalana, con la que Junts, ERC y CUP dicen no querer pactar. Con estos números, el independentismo difícilmente puede acabar forzando una repetición de los comicios. Illa podría obtener un resultado arrollador en octubre.

El independentismo no suma mayoría en el Parlament, este es el dato clave de la jornada

La elevada abstención (42%) ha castigado esta vez a los independentistas. Sólo Junts levanta cabeza después de su regreso a las fuentes de Convergència, de la mano de la patronal Foment y del propio Jordi Pujol, que cerró la campaña con una significativa grabación en la que el histórico emblema de CDC aparecía en un ángulo de su despacho.

La repetición electoral no está en la agenda de la patronal Foment, entidad empresarial que diez días antes de iniciarse la campaña efectuó un gesto inequívoco al visitar a Puigdemont en el sur de Francia. Preside Foment, Josep Sánchez Llibre, ex diputado de CiU en el Congreso de los Diputados durante seis legislaturas, escuela democristiana. Sánchez Llibre no acudió sólo a la cita con el expresidente de la Generalitat en territorio francés, puesto que le acompañaba buena parte de la junta directiva de la principal organización patronal catalana. Un gesto inequívoco.

El batacazo de ERC es tan tremendo que puede cambiar todo el cuadro político

La consolidación de Junts en la pila bautismal de CDC y el enorme batazaco de ERC introducen otra novedad importante: la insomne pugna entre convergentes y republicanos, iniciada hace veinte años tras la retirada de Jordi Pujol, puede estar resolviéndose a favor de los primeros. Posiblemente se ha resuelto ya a favor de los primeros. Anoche Puigdemont se refirió a la necesidad de restablecer marcos unitarios del independentismo, esto es, colocar a la disminuida ERC bajo su órbita.

¿Vuelve Convergència? Vuelve el espíritu de Convergència sin renunciar a la retórica independentista. Esa retórica es hoy como la fruta confitada en la coca de Sant Joan. Da color y sabor.

Hay cansancio. Hay un profundo cansancio. Ni siquiera Aliança Catalana, el experimento de extrema derecha impulsado desde Ripoll, ha conseguido transformar ese cansancio en un resultado sorpresa, como auguraban algunos sondeos. La Liga Norte de Ripoll sólo consigue dos diputados, uno por Girona y otro por Lleida. Una repetición electoral les podría favorecer. Los resultados del grupo Alhora son inenarrables.

Más derecha y menos independentismo, escribe Josep Martí Blanch hoy en La Vanguardia. Tiene razón. El eje de la política catalana se desplaza a la derecha, encabezado por un PSC más pragmático que nunca. Bajan todas las formaciones situadas nominalmente a la izquierda de los socialistas. Los Comunes salvan el tipo: podía haber sido peor. La seriedad de Jessica Albiach, poco dada a la comedia, ha jugado a su favor. La izquierda irradiada desde 2014 por el fenómeno Podemos baja. Es el signo de los tiempos. Es el signo de Europa.

El PP obtiene un muy buen resultado y logra sobrepasar a Vox. Conquistar la cuarta posición era el objetivo de Alberto Núñez Feijóo. Alejandro Fernández no ha sido ajeno al buen resultado de los populares y fortifica su posición en el partido. Pero atención: Vox no baja y consolida sus once diputados. Vox y Aliança Catalana, la Liga Norte de Ripoll, suman más de trescientos mil votos.

Illa sudará para obtener la investidura, Sánchez sale reforzado

Si el Parlament de Catalunya se pudiese simplificar en el eje izquierda-derecha quedaría formado por 72 diputados de izquierda frente a 63 de derechas. No era esa la correlación de fuerzas en las anteriores legislaturas. El eje se ha movido a la derecha. El hilo musical de la sociedad catalana se ha modificado.

Cuadro español. Respiro para Pedro Sánchez en uno de los momentos más difíciles de su carrera. El activismo del líder del PSOE en la campaña no parece haber perjudicado a Illa. Los cinco días de abril de Sánchez no parecen haber pasado factura a los socialistas en el plano electoral.

Los resultados acreditan que los indultos y la ley de Amnistía han contribuido a destensar la sociedad catalana, generando un nuevo marco político.

Sin embargo, Salvador Illa aún no tiene la investidura en el bolsillo."                 (Enric Juliana, La Vanguardia, 13/05/24)

5/4/24

El PP catalán dice que para investir a Illa deberá romper todos los acuerdos con los independentistas... y Feijóo dice que gobernará con los independentistas si se reconcilian con la ley... y dicen que no hay contradicción en estos dos mensajes... En realidad, Feijóo sólo les pide que bajen el tono. Intenta atraer al electorado convergente para el 12 de mayo y envía un mensaje al PNV. Busca la quiebra de la mayoría que invistió a Sánchez

 "Alejandro Fernández dice que para investir a Illa «debería romper todos los acuerdos con los separatistas».

 El candidato del PPC a las elecciones catalanas, Alejandro Fernández, ha asegurado que los socialistas «tendrían que romper todos los acuerdos con los separatismos», en Madrid y en Cataluña, si el PSC quisiera los votos de los populares para investir a Salvador Illa después del 12 -M. En una entrevista en Antena 3, Fernández ha avisado de que «no darán alegremente la clave» del Gobierno a nadie y que, si tienen influencia, «significará el fin del proceso».

Por otra parte, después de que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, haya defendido que si se dan determinadas condiciones podrían «establecer conversaciones con Junts», Alejandro Fernández ha respondido que «hoy no se dan estas condiciones y temo que no se darán». El candidato del PPC ha añadido que no ve «incoherencia» entre su mensaje y el de Feijóo. «La sintonía entre Feijóo y servidor sobre qué hacer en Cataluña es absoluta», ha concluido. (...)"   (elTriangle, 01/05/24)


Enric Juliana Ricart  @EnricJuliana

Núñez Feijóo reitera que está dispuesto a hablar con Junts. Con condiciones, faltaría más. En realidad sólo les pide que bajen el tono. Intenta atraer al electorado convergente para el 12 de mayo y envía un mensaje al PNV. Busca la quiebra de la mayoría que invistió a Sánchez.

11:09 a. m. · 1 abr. 2024 22,3 mil Reproducciones

6/9/23

En el mismo momento en que vivimos un claro retroceso de las fuerzas nacionalistas, Junts y ERC pretendan volver a una antigua pantalla: en Cataluña mandan ellos (algo así como durante el largo virreinato pujolista) y su apoyo a la investidura de Sánchez debe ser bajo el acuerdo implícito que aquí, en .Cat, se obra y vive según sus normas, sobre todo en asuntos financieros, culturales y lingüísticos... La lucha contra las desigualdades en el archivo de los sueños utópicos. Las clases trabajadoras (poco o nada patrióticas .Cat) a currar, que es lo suyo. ¿Qué hacer entonces? ¿Angustiarse, desesperarse? Nada de eso. Más bien lo de siempre... no desfallecer, no callar, decir lo que pensamos, buscar apoyos, hacer comunidad y resistir. No queda otra y acaso sea más necesario que nunca

 "(...) No les abrumo con muchas cifras, pero la disminución de votos de las opciones nacional-secesionistas ha sido de aúpa (¡bien!) en las elecciones del 23J. Su peor resultado en años, en muchos años. ERC ha obtenido 462.883 votos (874.859 en 2019) y Junts 392.634 (530.225 en 2019). En total (sin sumar el fuerte decremento de la CUP), 412.000 + 138.000, unos 550.000 votos menos: 14 diputados de los 48 elegidos en Cataluña, algo menos del 30%, en 4ª y 5ª posición respectivamente. Aunque digan lo contrario, lo llevan diciendo desde hace más de 40 años, no representan a Cataluña, a la ciudadanía catalana en el Congreso (representan, si es que representan, la proporción de la ciudadanía señalada).

¿Qué razones pueden explicar esta fuerte disminución del voto nacional-secesionista? Cansancio de algunos ciudadanos nacionalistas (abstencionistas en esta ocasión), pragmatismo (voto al PSC ante la amenaza PP+VOX), política “apaciguadora” del gobierno (indultos, anulación de la sedición), enfado por la que entienden “claudicación” de ERC (sectores próximos a ANC que han seguido la consigna ultranacionalista) y también, y destacadamente, la meritoria resistencia (antinacionalista), arriesgada, nada fácil en muchas ocasiones, de muchos ciudadanos que no comulgan (que no comulgamos) con la cosmovisión y los sesgados relatos nacionalistas.

Y ahí reside la paradoja: en el mismo momento en que vivimos un claro retroceso de las fuerzas nacionalistas (que, por supuesto, no tiene por qué ser definitivo), la aritmética electoral (con la ley electoral como protagonista) sitúa a Junts (también a ERC) en posiciones decisivas. Lo hemos visto en la elección de la presidencia del Parlamento y lo veremos, sea cual sea el resultado (no hay que descartar completamente nuevas elecciones), en la elección de la presidencia de gobierno. La amnistía (con la inclusión de Laura Borràs y del Vivales) empieza a ser un posible político y constitucional. La Constitución, se dice y repite (por ejemplo, Jaume Asens o Javier Pérez Royo), no la prohíbe.

Y no hay que extrañarse, por otra parte, de que en las negociaciones con el PSOE y Sumar, Junts y ERC pretendan volver a una antigua pantalla: en Cataluña mandan ellos (algo así como durante el largo virreinato pujolista) y su apoyo a la investidura de Sánchez debe ser bajo el acuerdo implícito que aquí, en .Cat, se obra y vive según sus normas, sobre todo en asuntos financieros, culturales y lingüísticos. La diversidad que han reclamado con éxito para el Congreso debe invertirse en el caso de las instituciones catalanas. Ellos, ellos y solo ellos (más conversos y mudos políticos). Catalán, catalán y solo catalán, el castellano es un idioma extranjero. Ni revisión de la mal llamada inmersión lingüística ni nada por el estilo. La lucha contra las desigualdades en el archivo de los sueños utópicos. Las clases trabajadoras (poco o nada patrióticas .Cat) a currar, que es lo suyo.

¿Qué hacer entonces? ¿Angustiarse, desesperarse? Nada de eso. Más bien lo de siempre. Organizarse, no desfallecer, no callar, decir lo que pensamos, buscar apoyos, hacer comunidad y resistir. No queda otra y acaso sea más necesario que nunca.

PS: Les dejo con una reflexión de interés de Joaquim Coll (El Periódico, 18.08.2023): “Lo que exige ahora el independentismo es una ley que haga tabla rasa con todas las causas judiciales que se derivan del ‘procés’. No se conforman con un perdón a posteriori, vía indultos… Si el independentismo quiere un borrón y cuenta nueva tendrá que hacer algo para la reconciliación, empezando por pedir perdón al resto de los catalanes y dejar claro que no lo volverá a hacer. Si la amnistía es constitucionalmente viable solo puede plantearse como resultado de un proceso de reconciliación entre todas las partes, y no como un chantaje a cambio de la Moncloa mientras Puigdemont y los suyos siguen hablando del ‘mandato del 1-O’.”             (Salvador López Arnal , El Viejo Topo, 06/09/23)

8/1/21

Los independentistas de izquierda ensayan un acercamiento a las izquierdas del conjunto de España con el fin de ampliar su base social. Si lo consiguen, será el final de una agenda progresista en España durante varias generaciones... pues su solidaridad es solo con los "nuestros" y necesariamente frente a los "no nuestros"... en esencia la misma lógica que la de "America first": Cataluña first, Galicia first, Euskadi first... la única salida es refundar un demos común y la experiencia de la lucha contra el COVID ha reforzado antes que debilitado el estado de opinión que apunta en este sentido

 "El procés se ha estrellado, pero ha generado una dinámica de largo recorrido que obliga a pensar en antes y después. Solo es posible orientarse en ella comprendiendo las lógicas diferenciadas que alimentan lo nacional/identitario y el eje izquierda/derecha. Los independentistas de izquierdas consideran que es posible fundir ambas en una sola a pesar de su incompatibilidad.

Su concepción de la solidaridad, que sin duda existe, está y estará siempre subordinada a la lógica nacional del demos que pretenden construir: solidaridad quizás, pero solo con los "nuestros" y necesariamente frente a los "no nuestros", en esencia la misma lógica que la de "America first": Cataluña first, Galicia first, Euskadi first. 

 El procés ha demostrado que el voluntarismo institucional no va a permitir nunca alcanzar la independencia y Esquerra ha iniciado un repliegue táctico al que se suma Bildu y, antes o después, también el BNG. 
 
 Aplicando medidas sociales, apostando por el cambio demográfico y cancelando temporalmente su alianza con las derechas secesionistas, estas fuerzas ensayan un acercamiento a las izquierdas del conjunto de España con el fin de ampliar la base social del independentismo intentando incorporar a sectores populares no nacionalistas castigados por la crisis para iniciar un nuevo procés, esta vez con más apoyo ciudadano y quizás extendido al conjunto de España. 
 
Será el momento en el que volverán a su antigua coalición con la derecha secesionista, pues el eje nacional siempre prevalece frente al social cuando el objetivo último es la independencia. Si lo consiguen, será el final de una agenda progresista en España durante varias generaciones. 

 Unidas Podemos no dispone de una estrategia comparable para el tema territorial. La mayoría de sus dirigentes siguen aferrados a la lectura de la autodeterminación entendiéndola como una cuestión democrática antes que como un problema de definición del demos con capacidad de "decidir", en definitiva siguen aferrados al dogma supremo de los nacionalistas.
 
 Unidas Podemos intenta instrumentalizarlos tácticamente para que les apoyen en sus iniciativas progresistas, una estrategia relativamente normal propia de cualquier escaramuza parlamentaria. Pero la cosa es en realidad al revés, pues son los independentistas los que están instrumentalizando a Unidas Podemos que, al no disponer de una propuesta territorial e identitaria propia, se colocan en una posición de desventaja estructural en el protocolo de las concesiones mutuas. 

 Quizás sin saberlo, su apuesta intuitiva es la de Azaña en los primeros años de la República: los catalanes y vascos tienen derecho a cosas identitarias "blandas" mientras que los "castellanos" se tienen que conformar con conquistar los mecanismos fríos y weberianos de gestión racional del Estado para así poder resistir frente a las cosas "blandas", siempre abrumadoras, de la derecha españolista. 
 
Azaña fue traicionado por los nacionalistas porque ni vascos ni catalanes se conformaban con cosas blandas como él pensaba, sino que su objetivo era y es la construcción de un estado frío y weberiano propio: las "cosas blandas" siempre son la antesala de otras más frías y contundentes. 

Las izquierdas españolas, entre las que se encuentran muchos votantes y dirigentes del PSOE procedentes de las zonas más ricas del país, siguen aferradas a este malentendido que les da argumentos para resistir frente a la derecha. Pero no es una estrategia realista pues la derecha se crece siempre con los enfrentamientos entre identidades excluyentes, con lo cual queda neutralizada la ventaja inicial que obtienen las izquierdas de esta clase de alianzas. 
 
Unidas Podemos cree que el problema se puede solucionar retóricamente repitiendo "nuestra patria" cada vez que se habla de justicia social y de Constitución. Pero esto es subestimar el peso político de las "cosas blandas", ignorar que ni el demos español ni ningún otro puede subsistir sin ellas, sin un relato identitario consensuado y coherente que trascienda la retórica. 
 
Esta clase de relato no pasa en España por sustituir el nacionalismo lingüístico al norte del Ebro y del Miño por el nacionalismo lingüístico de tiempos pasados sino –entre otras cosas que incluyen la revisión del título octavo– por impulsar una política de pluralismo lingüístico en todo el territorio, un pluralismo que irá fraguando una nueva identidad compartida y esa lealtad imprescindible para construir un todo federal y simétrico inspirado en principios republicanos. 

La derecha española ni es inocente ni es ajena a esta dinámica. Su patrimonialización sentimental del demos nacional y sus constantes intentos de expulsar de él a la izquierda como estrategia de defensa de su agenda socioeconómica arrojan a esta última a la orfandad identitaria y, desde ahí, a los brazos de los que diseñan desde hace décadas la destrucción del demos español, la inevitable balcanización de la Península Ibérica. 

Pero tampoco sirve el sectarismo frente a conservadores y liberales como hacen no pocos progresistas, incluidos los que reivindican hoy una Tercera República. Si, como tarde tras el procés, se hace más y más evidente que hay que inventar una nueva nación de nacionalidades, también liberales y conservadores tienen que participar en el proceso pues representan la mitad del país. Pero así como las izquierdas tienen que aprender a aceptarlos, también estos tienen que aceptar de una vez por todas que a la izquierda del centro-izquierda vive una parte también sustancial del país, y que las opiniones opuestas al neoliberalismo no significan pretender destruirlo. 
 
Conservadores y liberales solo tendrían que seguirle los pasos a Adolfo Suárez, que entendió en 1977 que sin la legalización del PCE no era viable una democracia parlamentaria de tipo occidental, y menos aún el demos constitucional que tocaba construir y que toca reconstruir ahora. Antes que insistir en la expulsión de las izquierdas estigmatizándolas de "radicales" –el radicalismo afecta hoy más bien a la ortodoxia neoliberal– la aportación de los conservadores a la refundación del demos común debía ser el arrinconamiento del golpismo ideológico de la ultraderecha, así como el rescate de las tradiciones del humanismo cristiano en beneficio del conjunto del país. 

También los liberales tienen que mover ficha redescubriendo su propia tradición humanista –por ejemplo a John Rawls y J. M. Keynes– antes que insistir en el ultraliberalismo antihumanista de Von Hayek o Milton Friedman que, por lo demás, no ofrece solución alguna a los problemas globales que se han agudizado tras las crisis de 2008 y del COVID. 
 
Como ha demostrado Thomas Picketty, no hay posibilidad de crear un demos democrático, un orden civilizado y un espacio de identidad compartida sin hablar de solidaridad no solo entre territorios, como conceden al menos formalmente los liberales españoles –no siempre los conservadores– sino también entre clases y grupos sociales. 
 
No hay otra forma de asegurar que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos en todo el territorio, y no va a ser posible arrinconar a los independentisas –confesos o no– sin una propuesta sincera de solidaridad tanto interterritorial como también social, pues estamos hablando del tercer fundamento –junto con la igualdad y la libertad– de cualquier demos construido sobre bases civilizadas. 

El problema es la cultura del corto plazo, que contrasta con los largos recorridos estratégicos de los nacionalistas y que impide arrostrar el bloqueo secular que sufre la idea de España desde el siglo XIX. Tanto Unidas Podemos hoy como Felipe González o José María Aznar antes que ellos hicieron concesiones estratégicas a los nacionalistas a cambio de apoyos coyunturales. 
 
No habría sido grave, como tampoco lo es que Bildu apoye hoy los presupuestos, si detrás hubiera una estrategia realista de construcción de país sobre la que avanzar a medio y largo plazo. Pero esa estrategia no existía ni existe entre los partidos de ámbito estatal sean de izquierdas o de derechas, lo cual les condena a navegar en un pobre "aquí y ahora" mientras otros exploran escenarios para la balcanización pacífica del sudoeste de Europa. 

El procés ha generado una dinámica que tiende a reforzar a los independentistas. Pero también puede provocar otra que, por fin, actúe en sentido contrario, pues ha dejado al descubierto el coste del mirar a otro lado o del aferrarse al pasado: la única salida es refundar un demos común y la experiencia de la lucha contra el COVID ha reforzado antes que debilitado el estado de opinión que apunta en este sentido. 
 
Tenemos que ponerle fin a la cultura confederalizante a la que ha llevado el desarrollo del actual Título Octavo, basada en la conquista de relaciones bilaterales entre el Gobierno central y los territorios mientras persiste la pelea entre todos ellos debajo de la mesa. En 1978 no se abordó el problema de la identidad común por diferentes razones, pero es imposible crear un espacio federal y solidario sin la construcción de una serie de "cosas blandas" que nos puedan unir a todos, y no solo a catalanes y vascos entre sí como equivocadamente sostuvo Azaña con toda su buena voluntad. 

Hay que forjar un gran pacto para la creación de un demos federal, solidario y tendencialmente simétrico del que siempre quedará fuera ese 30% del país que siempre va a oponerse, pero que debería tener capacidad de incluir a todo el resto. Todos los actores interesados en participar tienen que aprender a salir fuera de su zona de confort ideológico en temas identitarios, de la deprimente ceguera, de la cultura del corto plazo. 
 
El nuevo demos no solo tendrá que reconocer la pluralidad ideológica sino también la lingüística y cultural del conjunto del territorio, entendida como algo más que la simple suma de sus trozos. Por mucho que hoy parezca utópico e imposible sin serlo en absoluto, es la única solución. Y además encierra una clave: la clave para impulsar el propio proyecto de integración europea, la clave para impulsar cualquier proyecto de construcción multilateral del mundo."                 
 

27/8/20

Los gobiernos autonómicos descubren desolados que Sánchez ha abandonado el presidencialismo... ¿Quieres más seguridad jurídica? Ahí tienes un estado de alarma a medida solo para tu territorio que los partidos del Gobierno de coalición no tendrán inconveniente en ratificar en el Congreso. ¿Os faltan manos para el rastreo de casos? Allá van 2.000 militares. ¿Hay dudas sobre la vuelta al colegio? Os dimos 16.000 millones a fondo perdido para que contratarais profesores... algunos presidentes autonómicos ya están sudando

 "La prensa de derechas decía que había un «clamor» para que el Gobierno central asumiera el liderazgo en la lucha contra el coronavirus y pasara por encima de las competencias de las Comunidades Autónomas. Era también el mensaje del PP, preocupado por el impacto de la enfermedad en la reputación de sus gobiernos autonómicos. 

Ambos eran los mismos que desdeñaron primero y rechazaron después las últimas prórrogas del estado de alarma, ese instrumento legal excepcional que concede todo el poder al Gobierno central. Por la gravedad de la situación y por las decisiones contradictorias o simplemente absurdas de algunos jueces metidos en el papel de expertos en pandemias, se decía que varias autonomías exigían «instrumentos jurídicos» de los que carecían.

Tanto marear con la Constitución y ahora resulta que algunos de sus principios básicos son sólo unas simples directrices.

Ya tienen una respuesta de Pedro Sánchez. ¿Quieres más seguridad jurídica? Ahí tienes un estado de alarma a medida solo para tu territorio que los partidos del Gobierno de coalición no tendrán inconveniente en ratificar en el Congreso. ¿Os faltan manos para el rastreo de casos? Allá van 2.000 militares. ¿Hay dudas sobre la vuelta al colegio? Os dimos 16.000 millones a fondo perdido para que contratarais profesores y acometierais inversiones. ¿Queréis que Moncloa y Sanidad asuman el control absoluto y por tanto asuman las consecuencias negativas? «El Estado autonómico no es un invento de quita y pon. Está en el Título VIII de la Constitución», explicó el presidente.

Sánchez regresó de sus vacaciones dispuesto a mantener la apuesta. El desgaste brutal sufrido en primavera no pareció notarse mucho en las encuestas, pero es un error pensar que eso va a continuar siendo así. En especial, cuando los datos de contagios en España son ahora muy malos, mucho peores que en el resto de Europa y todavía no ha llegado el otoño cuando el riesgo será mucho mayor, aunque algunos hayan tenido ahora mucha prisa en decretar la inauguración oficial de la segunda oleada de la pandemia. 

Todos los esfuerzos y sacrificios del confinamiento corren el riesgo de quedar amortizados. Lo mismo se puede decir de los gobiernos que no se pongan las pilas.  (...)

Mientras los hospitales aguanten en la mayor parte del país, Moncloa ha decidido que es mejor volver al sistema parlamentario y autonómico. Las autonomías cuentan con las competencias y los recursos, después de que hayan recibido la ayuda del Estado, para ejecutar sus funciones. Si hay que ir más lejos, ahí está la opción del estado de alarma para los valientes, que no conlleva necesariamente un confinamiento generalizado.

No se sabe cuándo empezaron a sudar algunos presidentes autonómicos ante el dilema. Algunos ya han salido corriendo para negar que eso sea necesario. Otros más inteligentes se limitan a no precipitarse y afirman que tomarán las medidas necesarias en cada momento. Cuando alguien con mando en plaza dice que cada palo aguante su vela, es conveniente que cada uno tenga claro cuánto pesa esa vela.  (...)

Más promesas en el tema que más preocupa ahora mismo a millones de españoles. Aunque las competencias de educación sean de las autonomías, Sánchez utilizó la primera persona del plural en este caso. «Vamos a hacer de los centros educativos centros seguros de Covid», prometió. «Les garantizo a los padres y madres y al personal docente que los centros educativos van a ser libre de Covid». Eso es poner el listón muy alto y, por otro lado, es lo que esperan escuchar los progenitores.

«Mi pregunta es: ¿cómo lo va a garantizar?», le respondió un escéptico Casado abriendo los brazos. Resulta que es el mismo compromiso que había anunciado Isabel Díaz Ayuso. «No mandamos a los alumnos a lugares de riesgo. Mandamos a los alumnos a lugares seguros», dijo la presidenta madrileña. (...)

Póngame todo lo que hayan pedido Euskadi y Catalunya. Esa fue la tendencia de los gobiernos autonómicos cuando optaron por aumentar sus competencias hasta el límite. Ahora algunos desearán no estar tan expuestos. Es lo malo de llevar tatuada la palabra Constitución en la frente. Lo puede ver todo el mundo."                   (Guerra Eterna, 26/08/20)

12/6/20

España ha sido declarado el mejor país del mundo para nacer, el más sociable para vivir y el más seguro para viajar solos sin peligro por todo su territorio. Según The Economist, nuestro nivel democrático está muy por encima de Bélgica, Francia e Italia... España es el país de menor violencia de género en Europa, muy por detrás de las socialmente envidiadas Finlandia, Francia, Dinamarca o Suecia; el tercero con menos asesinatos por 100.000 habitantes, y junto con Italia el de menor tasa de suicidios

"Por organismos internacionales de toda solvencia España ha sido declarado el mejor país del mundo para nacer, el más sociable para vivir y el más seguro para viajar solos sin peligro por todo su territorio. 

Según The Economist, nuestro nivel democrático está muy por encima de Bélgica, Francia e Italia. Pese al masoquismo antropológico de los españoles, este país es líder mundial en donación y trasplantes de órganos, en fecundación asistida, en sistemas de detección precoz del cáncer, en protección sanitaria universal gratuita, en esperanza de vida solo detrás de Japón, en robótica social, en energía eólica, en producción editorial, en conservación marítima, en tratamiento de aguas, en energías limpias, en playas con bandera azul, en construcción de grandes infraestructuras ferroviarias de alta velocidad y en una empresa textil que se estudia en todas las escuelas de negocios del extranjero. Y encima para celebrarlo tenemos la segunda mejor cocina del mundo.

Frente a la agresividad que rezuman los telediarios, España es el país de menor violencia de género en Europa, muy por detrás de las socialmente envidiadas Finlandia, Francia, Dinamarca o Suecia; el tercero con menos asesinatos por 100.000 habitantes, y junto con Italia el de menor tasa de suicidios. 

Dejando aparte la historia, el clima y el paisaje, las fiestas, el folklore y el arte cuya riqueza es evidente, España posee una de las lenguas más poderosas, más habladas y estudiadas del planeta y es el tercer país, según la Unesco, por patrimonio universal detrás de Italia y China.

Todo esto demuestra que en realidad existen dos Españas, no la de derechas o de izquierdas, sino la de los políticos nefastos y líderes de opinión bocazas que gritan, crispan, se insultan y chapotean en el estercolero y la de los ciudadanos con talento que cumplen con su deber, trabajan y callan."                (Manuel Vicent, El País, 18/11/18)

12/5/20

El nacionalismo, tanto en su versión más rancia como en su vertiente “menestral” y “republicana”, intuye algo potencialmente peligroso para sus intereses en unos pactos de Estado y en la dinámica que podrían generar. El peligro que barruntan es que, surgiendo de las exigencias planteadas por esta crisis, un nuevo curso federal acabe arrastrando a las autonomías... que un sentido común federal, una cultura de concertación y fraternidad se abran paso entre la ciudadanía

"(...) Habrá, pues, forcejeo sobre el contenido y la orientación de unos eventuales pactos. Y aunque Joan Coscubiela arguye tres excelentes razones para sacarlos adelante, nada garantiza de antemano su éxito, ni el alcance de los acuerdos. (...)

Porque, si la derecha española arrastra los pies, la actitud más renuente – aparte de Vox, por supuesto, que sueña con izar la bandera de un orden autoritario en medio del caos social – la encontramos en el nacionalismo catalán. (El nacionalismo vasco es siempre más jesuítico en la persecución de sus intereses particulares). Desde luego, no es por casualidad. 

Ni tampoco a causa de esa enfermiza obsesión de Torra y Puigdemont que les lleva a oponerse a cuanto proceda de Madrid. El nacionalismo, tanto en su versión más rancia como en su vertiente “menestral” y “republicana”, intuye algo potencialmente peligroso para sus intereses en unos pactos de Estado y en la dinámica que podrían generar.

Su olfato político no les engaña. El peligro que barruntan es que, surgiendo de las exigencias planteadas por esta crisis, un nuevo curso federal acabe arrastrando a las autonomías. Efectivamente, tal como recuerdan JxCat y ERC, la situación actual es muy distinta a la de 1977. Por aquel entonces, aún no había Constitución, ni se había esbozado siquiera el actual Estado de las Autonomías. 

Es indiscutible, pues, que unos nuevos “Pactos de la Moncloa” o como se quiera bautizarlos, deberán tener en cuenta esa realidad – del mismo modo que habrán de incorporar el papel decisivo de los ayuntamientos en la puesta en marcha de cualquier plan. Pero eso será necesariamente en el marco de una cooperación reforzada y leal entre las distintas administraciones, combinando el gobierno de proximidad con los esfuerzos mancomunados de reconstrucción

Esa es la exigencia que está planteando el control de la epidemia. Y ese será el desafío ante la devastación que nos dejará. A modo preventivo, el gobierno de la Generalitat no ha parado de poner el grito en el cielo, alertando de una constante invasión de competencias. La actuación de Madrid no habría sido sino una sucesión de agravios nacionales: desde la utilización del ejército hasta el envío de 1.714.000 mascarillas… después de un prolongado secuestro de material sanitario y de “haber empujado el virus hacia Catalunya”. 

 El relato, cargado de odio, se vuelve tanto más histriónico cuanto que se trata de contrarrestar una lógica de colaboración institucional acorde con la realidad objetiva. Incluso el “conciliador” Oriol Junqueras ha saltado a la palestra para denunciar que el Estado es “lento, centralista, nacionalista, militarista, oligopólico e ineficiente”, mientras que Sánchez pretendería realizar “un nuevo remiendo para salvar al régimen, como ya se hizo en 1977”. (Afirmaciones que llaman la atención en medio del desastre de las residencias de ancianos, un sector moldeado por las redes clientelares convergentes… ahora bajo la tutela administrativa de ERC. Pero ya se sabe que “los muertos son culpa de España”). Así, pues, contra toda evidencia y sin ruborizarse, Junqueras proclama que, con una República Catalana, esto no pasaría.

Pero, ni esa República Catalana está a la orden del día, ni las competencias autonómicas han sido mermadas. De lo que están hablando los partidos independentistas es en realidad de poder: concretamente, del poder autonómico que tienen, que se disputan entre ellos y que en ningún caso quieren perder. Un presupuesto que ronda los 30.000 millones de euros da para mucho. Sin manejar los resortes de la Generalitat, sería imposible mantener la influencia social alcanzada.

 No hay que perder de vista que las propias insuficiencias de la estructura autonómica – un Senado ineficiente como cámara de representación territorial, poca operatividad de los marcos de concertación entre las administraciones, infrafinanciación y centrifugado perverso del déficit del Estado hacia las comunidades… – han propiciado una vida compartimentada de las mismas. Y, lo que es peor, un recurso sistemático de sus gobiernos a la denuncia del agravio comparativo por encima de la crítica social. 

Todo ello ha favorecido el crecimiento de los nacionalismos. La situación de “confederalidad” que vive Euskadi, con su peculiar régimen foral y su ventajoso concierto económico, ha configurado un terreno de juego que el PNV ha aprovechado para mantener su preeminencia sobre la sociedad vasca.

 Pero, incluso en Catalunya, a pesar de todos los lamentos acerca de los límites del régimen estatutario, fuerza es reconocer que ha permitido la consolidación, a lo largo de varias décadas, de una cultura y un amplio sentimiento nacional – que la derecha ha sabido inflamar en un momento dado con el “procés”.

El futuro territorial de España va a estar en disputa. Y algunos empiezan ya a velar armas. La verborrea involucionista de la derecha española no puede sino confortar al nacionalismo catalán en su victimismo. 

Por el contrario, la posibilidad de que, por la fuerza de las cosas, por razones de eficiencia, por la misma necesidad de coordinar esfuerzos o de impulsar proyectos de ámbito estatal y europeo – y más allá de que la palabra aparezca formalmente o no en unos acuerdos de reconstrucción – un sentido común federal, una cultura de concertación y fraternidad se abran paso entre la ciudadanía, no puede por menos que inquietar a los partidos que necesitan mantener una permanente confrontación emocional con España.

 Tanto la derecha como la pequeña burguesía nacionalista saben que esa es la condición de su hegemonía territorial. Si se agrietase, las izquierdas podrían postularse por fin al liderazgo de las sociedades de las nacionalidades históricas. Si en 1977 Jordi Pujol fue uno de los principales valedores de los Pactos de la Moncloa, hoy sólo cabe esperar por parte del nacionalismo catalán una de las resistencias más tenaces a cualquier acuerdo similar. 

En una atmósfera de tensión, los partidos secesionistas esperan mantenerse cuando menos al frente de las instituciones catalanas. En una situación de debilidad del Estado, los más osados fantasean con que se presente la oportunidad de volver a intentar una aventura. La izquierda se juega mucho con la propuesta que trata de perfilar estos días Pedro Sánchez."                   (Lluís Rabell, blog, 15/04/20)

29/4/20

e-notícies: Illa se los ha 'comido'. Ha bloqueado al Govern de Torra

"Está siendo precisamente un catalán, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, quien está bloqueando totalmente las aspiraciones de Quim Torra y del Govern de la Generalitat en el sentido de tener un protagonismo real en la estrategia puesta en marcha por el Gobierno español en Catalunya para frenar la expansión de la epidemia del coronavirus. Illa se ha convertido en un muro muy sólido contra las reivindicaciones independentistas, frustrando las pretensiones de Torra.

Este discreto apparatchik del PSC participó, con Josep Borrell y Celestino Corbacho, que entonces aún estaba afiliado al partido de los socialistas catalanes, en la masiva manifestación anti independentista organizada en Barcelona el 8 de octubre de 2017 por Sociedad Civil Catalana. También negoció, con Adriana Lastra y José Luis Ábalos, la abstención de Esquerra que propició la investidura de Pedro Sánchez en el Congreso el pasado mes de enero.

La prudencia y efectividad de Illa al frente del decisivo ministerio de Sanidad en la crisis del coronavirus le ha convertido, por el momento, en uno de los políticos claramente ganadores de la situación. Al mismo tiempo, su profundo conocimiento de la realidad de Catalunya y su sensatez ante los excesos independentistas, han sido características decisivas en una gestión que ha conseguido dejar totalmente al margen al independentismo. Y lo ha hecho actuando con un perfil moderado y sin ninguna estridencia."                     (e-notícies, 29/04/20)

2/3/20

Victoria (táctica) de Sánchez... el que el Govern haya aceptado que la solución del conflicto va para largo... la foto de la reunión le va bien. Cada vez que Carles Puigdemont diga pestes de la democracia española habrá quien le recuerde que hay en marcha un proceso de diálogo en el que se puede hablar de todo

"Si alguien pudo salir satisfecho tras la constitución de la mesa de diálogo fue Pedro Sánchez. Ha logrado estabilizar la legislatura porque los integrantes acordaron seguir reuniéndose una vez al mes y establecieron un plazo de medio año para que los presidentes y vicepresidentes de ambos Gobiernos vuelvan a participar en dicha mesa para “hacer balance y dar un nuevo impulso a las negociaciones”. 

Los enormes desacuerdos políticos de fondo se maquillaron bajo un clima de cordialidad y buenas palabras. Eso significa que habrá Presupuestos para el 2020 y que el Gobierno de PSOE y Podemos podrá sacar adelante una serie de medidas legislativas que impriman contenido social a la legislatura.


La mejor noticia para Sánchez es que el Govern haya aceptado que la solución del conflicto va para largo y que Torra dijera en la rueda de prensa que los independentistas en ningún caso se levantarían de la mesa. También desde el punto de vista de la imagen internacional la foto de la reunión le va bien. 

Cada vez que Carles Puigdemont diga pestes de la democracia española habrá quien le recuerde que hay en marcha un proceso de diálogo en el que se puede hablar de todo. Otra cosa es que la ley haya que respetarla, también en España.

 Tras las elecciones en Catalunya, que serán antes o inmediatamente después del verano, se abrirá otra etapa y a esa mesa le llegará el momento de la verdad. Sánchez confía en que entonces haya una nueva correlación de fuerzas en el Parlament que permita abordar “salidas imaginativas” en el marco de la Constitución porque lo que nunca va a aceptar es el supuesto derecho de autodeterminación. 

Pero seis meses es una eternidad en política y, en un momento en el que todo es tan fluido, la táctica lo va a devorar todo. Tras la reunión en la Moncloa, la pelota regresa a Catalunya en medio de una crecida lucha entre ERC y JxCat por la hegemonía del espacio soberanista

 El acto de Puigdemont en Perpinyà será el pistoletazo de salida de la precampaña electoral, una convocatoria que puede estar tan condicionada por la inhabilitación de Torra en el Tribunal Supremo como por el calendario del suplicatorio que tiene que resolver el Parlamento Europeo sobre los eurodiputados prófugos.

 La victoria (táctica) de Sánchez es también un triunfo del PSC que puede argumentar, como hizo su portavoz Eva Granados en Twitter, que la única receta política que funciona es la de los socialistas: diálogo, negociación y pacto. Aunque lo último está por ver y más bien hoy parece improbable, que haya diálogo hasta el aburrimiento no es poca cosa. La sociedad catalana lo exige porque los problemas que tenemos (sociales, económicos, medioambientales, etc.) son de tal magnitud que no podemos seguir atrapados por el 'procés'.

 Para ello hay que llevar a cabo en paralelo un diálogo interno ya que se ha creado un problema de convivencia entre catalanes, de falta de reconocimiento de los derechos de la otra parte (fíjense en el abuso de protesta en la Meridiana, por ejemplo). Pero de este otro diálogo, los independentistas no quieren ni oír hablar. Siguen enganchados a la mentira del 80%."                    (Joaquim coll, El Periódico, 27/02/20)

7/2/20

Xavier Rius, director de e-notícies: Queridos indepes: Si no os lo dicen vuestros líderes os lo diré yo: el Estado ha derrotado al proceso. Puede todavía prolongarse. Criticar, berrear, llorar... La "Agenda para el reencuentro" sólo habla del Mobile, el cambio climático y la lucha contra el machismo...

 "La victoria del Estado.

 Queridos indepes:

Si no os lo dicen vuestros líderes os lo diré yo: el Estado ha derrotado al proceso. Puede todavía prolongarse. Criticar, berrear, llorar. Pero està dat i beneït.

Sólo hay que ver la reunión de Pedro Sánchez y Quim Torra este jueves en Palau. Iván Redondo, el cerebro del sanchismo, se ha inventado un documento de 44 puntos. Artur Mas llevó uno a Rajoy de 23. Carles Puigdemont otro de 46. El pastisser boig no iba a ser menos. Torra uno de 21 cuando fue a la Moncloa.

¿Quién da más?

No sé si os habéis dado cuento pero el documento en cuestion se llama “Agenda para el Reencuentro”. Un reencuentro no es la república ni la independencia ni siquiera la autodeterminación. Parecía una reconciliación matrimonial. El reencuentro es el que vuelve a casa.
Más allá de vaguedades -“abrir vías de diálogo”, “evitar la judicialización de la política”, “regeneración democrática”- hay poca chicha. Bueno, sí, anular el juicio a Companys. Debe ser para contentar a Esquerra.

A mí me ha llegado al alma cuando Pedro Sánchez ha ofrecido apoyo para el Mobile, el cambio climático o la lucha contra el machismo. ¡Faltaría más!

Por supuesto ha insistido en varias ocasions en la palabra “diálogo”. Y en que “no va a ser fácil”. Pero que hay que dejar el "cansancio" atrás. Hasta el "hastío". Lo he dicho siempre: un presidente del Gobierno español -sea del PSOE, del PP, de Vox e incluso de Podemos- no se saldrá nunca de los márgenes marcados por la Constitución y las leyes.

No quiere ni puede.

En todo caso, no hay derrota si el otro contrincante no lo admite. Y Torra se la ha tragado por toda la escuarda. Ha empezado dando las gracias al personal de Palau por el recibimiento. No me extraña. ¡Parecía Donald Trump de visita! Luego lo de siempre: la amnistía, el fin de la represión, el regreso de los exiliados. Aunque esto tampoco es la DUI ni la independencia ni la autodeterminación.

Esto es salvar los muebles. 

Además, proceso parece a veces un simple ataque de cuernos. Torra quiere “una relación bilateral”. Marcar paquete. Y que Cataunya sea considerada “un sujeto político que toma sus propias decisiones”. Como el presidente de la comunidad de vecinos. También decide si hay que llamar al fontanero o al del ascensor. “Lo que está en juego es cuanta democracia es capaz de asumir el Estado español”, ha añadido en tono solemne.

No, lo que estaba en juego era la República catalana. Han provocado todo el estropicio para nada.

Los dirigentes independentistas tendrían, pues, dejar de sacar pecho. Y decir la verdad. Ser recibidos como héroes en el Parlament o en TV3 no ayuda.

Cualquier solución política pasa porque reconozcan al menos el daño causado.

Y, por cierto, incluso TV3 ha empezado a dorar la píldora. Tras la reunión estaban más suaves que nunca. Toca cambio de tercio."           (Xavier rius, director de e-notícies, 06/02/20)

"Iván Redondo se los lleva la huerto. La "Agenda para el reencuentro" sólo habla del Mobile, el cambio climático y la lucha contra el machismo.

 El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha ofrecido al presidente de la Generalitat, Quim Torra, una "Agenda para el reencuentro", un documento de 44 puntos -ideado previsiblemente por su jefe de gabinete, Iván Redondo- que obviamente excluye la independencia e incluso el referéndum de autodeterminación.

Sánchez sólo ofrece el apoyo del Estado a la permanencia del Mobile World Congress en Barcelona y la lucha contra el cambio climático o el machismo. También garantiza su "apoyo a los Juegos Olímpicos de Invierno 2030"

De este modo, el Gobierno español propone "abrir vías de negociación y diálogo sobre el futuro de Catalunya", "evitar la judicialización de la política" así como un "compromiso con la memoria democrática" que incluiría "anular las condenas y sanciones" del ex presidente de la Generalitat, Lluís Companys.

También una "reforma del sistema de Financiación autonòmica" y estudiar "los planteamientos tributarios de la Generalitat". De la misma manera, apuestan por dar un "impulso a la Comisión Bilateral Estado-Generalitat" y dan un "sí, con matices" a las 'embajadas' catalanas en el exterior, que "deben ajustarse" a la ley española."                       (e-notícies, 06/02/20)



 "Torra cuela que Sánchez acepta la autodeterminación.

 El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha destacado que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, "reconoce el derecho a la autodeterminación y el referéndum aunque el camino sea largo". "Es interesante que haya usado esta expresión", ha subrayado.
Sin embargo, ha lamentado que "no he tenido respuesta sobre el fin de la represión" y que "todavía hoy no sabemos cuál es la propuesta del Gobierno español". En este sentido, ha pedido "pasar de la cordialidad a las propuestas".

Durante su comparecencia posterior al encuentro en el Palau de la Generalitat, también ha expuesto que "sin resolver prisión y exilio no resolveremos el conflicto político" y ha reclamado que "Cataluña debe ser reconocida como un sujeto político que toma decisiones".

Quim Torra ha dejado claro que "no nos levantaremos nunca de la mesa del diálogo y la negociación", pero advirtió que "si hacemos una negociación, debe ser para abordar los problemas reales de fondo". "El presidente Sánchez ha hablado de esperanza de diálogo y lo celebro", ha sentenciado."              (e-notícies, 06/02/20)

24/10/19

Daniel Bernabé: la izquierda española debe tomar una decisión dura y difícil, pero necesaria para pintar algo en el futuro: declararse contraria a la independencia. Oponerse claramente al callejón sin salida del procés. Pero de eso no tiene la culpa la izquierda española, la tienen unos dirigentes independentistas que intentaron crear un nuevo Estado en 18 meses. Esta posición es lo único que hoy puede frenar la ola de españolismo reaccionario que promete llevarse todo por delante...

"(...) Estamos viviendo un momento de crisis con herramientas del siglo XXI para conseguir un objetivo del siglo XIX. Con similitudes tácticas a protestas que han sucedido en Venezuela, Ucrania y que actualmente tienen lugar en Hong Kong. Estas se justificaron en los informativos, es lo que tiene estar en el lado incorrecto de la geopolítica.
Si la izquierda no ha aparecido hasta el final de este artículo es porque es la única que podría evitar no una más que improbable independencia catalana, sino que este conflicto sea la excusa para involucionar España a algo que pretende superar el 78 desde líneas reaccionarias. (...)

Es perfectamente compatible en nuestra época un movimiento independentista que reúna antifascistas por oposición a la ultraderecha española, pero que acoja en su seno a activistas y dirigentes que manejan un argumentario etnicista como poco inquietante. Es posible que haya elementos postcapitalistas al lado de otros que ven en la República catalana una vuelta a un ente nacional que les proteja más que la “España saqueadora”. Y dentro de ese postcapitalismo habrá anarquistas y ecologistas, pero también profesionales fascinados con el modelo californiano que ven como un camino factible para una Cataluña ajena a la polvorienta Castilla, del mismo modo que California es hoy un Estado progresista, que odia al medio oeste, y que maneja las políticas identitarias tanto como fomenta con su desarrollo unos índices de desigualdad alarmantes.

El debate, como ven, va mucho más allá simplemente del derecho de autodeterminación, el debate va de que la izquierda no sabe si tomar el camino del movimientismo y la transversalidad o recuperar su hilo rojo. O dicho de una forma más sincera, el debate no existe. Una parte de esa izquierda ya ha elegido ser un ente líquido, curiosamente la misma que acusa de equidistancia cuando en su universo ya no existen las trincheras, sino un páramo en el que todo es aprovechable, multiforme y sin significado. El movimiento independentista, siendo un reclamo típico del siglo XIX, es hoy un vivo ejemplo del conflicto en el siglo XXI, uno en el que sólo se entienden las posiciones desde la moralidad y las narrativas de lo pretendido.

Mientras, la otra izquierda, da tumbos sin saber muy bien qué hacer. Condenando la violencia policial y las barricadas. Intentando poner otros temas sociales sobre el tablero que son barridos por la tiranía de la actualidad. Haciendo lo peor que se puede hacer en estos casos: mantener un perfil difuso cuando todo el mundo, por odio o por miedo, quiere formas concretas.

La mayor virtud de Podemos fue probablemente cargarse años de tabúes izquierdistas. En 2015, En Comú ganó las elecciones generales en Cataluña acercándose al millón de votos, sacando más de trescientos mil votos a ERC. En 2016, En Comú Podem volvió a ganar, reduciendo su distancia con ERC en algo más de doscientos mil votos. Les recuerdo que en estas dos citas electorales el procés estaba vivo, así como que el discurso de la izquierda no estuvo centrado en la clave nacional.

La mayor virtud de Podemos también ha sido su gran debe, trajo iconoclastia pero perdió la organicidad. Una vez pasado el impacto inicial la gente dejó de saber muy bien a qué votaba. Y esto también se notó en Cataluña donde dentro de las marcas que representaron el espacio de Podemos hubo posiciones encontradas a propósito del procés y su desenlace. Podemos fue iconoclasta para todo menos para el eterno complejo de la izquierda española con la cuestión nacional.

Una de las mayores capacidades tácticas del independentismo es su falta de concreción, lo que le ha permitido ser enormemente transversal. Esa misma característica es su talón de Aquiles: más allá del horizonte y de la movilización permanente tiene poco que ofrecer en materias concretas como vivienda, trabajo o pensiones. Es raro que todo el mundo se fascine por un Estado futuro donde nadie explicita cuáles van a ser las diferencias en política económica y fiscal del que se pretende huir.

Por otro lado es extraño que nadie parezca preocuparse por la mitad de Cataluña que no desea la independencia. ¿Cómo se maneja un futuro Estado donde una gran parte de su población se ha visto arrastrada a un escenario que considera ilegítimo? Que Ciudadanos ganara las últimas autonómicas tiene que ver con esto más que con la súbita derechización de la mitad de la población. La izquierda se mostró timorata con quienes, además, eran sus votantes potenciales .

Por último, una parte abrumadora de la población del resto del país, a excepción de Euskadi, no entiende ni los modos, ni las formas, ni los objetivos del independentismo catalán. ¿Qué pueden pensar en las regiones más desfavorecidas del país al respecto? La incomprensión respecto al independentismo va creciendo en una población española progresista que hace no tanto entendió el Estatut y, más allá, incluso hubiera podido entender la celebración de un referendo pactado para un nuevo encaje constitucional. Hoy esas posibilidades son más que remotas.

Se apela al diálogo, pero hay que asumir que en este contexto nadie quiere hablar. La derecha por descontado, el PSOE por razones tanto de Estado como electorales y los independentistas por algo parecido pero inverso: ¿quién da el primer paso y recibe el apelativo de traidor por una gente que se siente humillada tras el recorte al Estatut, las cargas del 1 de octubre, el 155, sus líderes presos, pero sobre todo enormemente frustrada tras el experimento fallido de la proclamación del 2017? Tienen sus razones, eso es indudable. Hablar es necesario cuando hay algo que decirse. Apelar al diálogo en estas condiciones es el enésimo brindis al sol de toda esta historia.

La izquierda española debe tomar una decisión dura y difícil, pero necesaria para pintar algo en el futuro inmediato y ser un actor de peso en el largo plazo: declararse no sólo contraria a la independencia, sino al actual momento soberanista. Oponerse claramente al callejón sin salida que ha resultado el procés, a ese coche que los dirigentes de la CUP despeñaban pidiendo que comenzara el mambo. Explicar que hoy por hoy, en estas condiciones, nacionales e internacionales, la independencia no puede producirse a un nivel real. Ni siquiera ya un referendo, ni siquiera un nuevo proyecto de Estatut. Es lo que ocurre con las derrotas, que se pagan caras. Pero de eso no tiene la culpa la izquierda española, la tienen unos dirigentes independentistas que intentaron crear un nuevo Estado en 18 meses sin contar con ninguno de los requisitos.

Esta posición es lo único que hoy puede frenar la ola de españolismo reaccionario que promete llevarse todo por delante y no sólo a nivel electoral. El Otoño Rojigualdo fue el 15M de la derecha, el reencuentro identitario del tercio más reaccionario del país. Hoy están de vuelta dispuestos a culminar su proyecto. Un aviso: los indecisos, que son legión entre el apoliticismo reinante, suelen caer del lado del que tiene las cosas más claras. Y esto es algo que precisamente la derecha, no sólo la institucional, sino la económica, la mediática y aquella que forma parte del Estado, tiene por virtud.

Sería deseable que los miembros más inteligentes y progresistas del independentismo aceptaran la derrota y dieran un paso atrás. Es absurdo quemar las naves cuando aún puedes salvar una parte de tu proyecto político. Es una decisión dura y difícil, pero honrada con quienes están aún en la calle luchando por lo que estiman, y son, sus derechos democráticos. Hacen falta líderes valientes capaces de aguantar lo que hoy serán acusaciones de traición, lo que mañana serán agradecimientos por haber mostrado un sendero por el que volver a caminar. Ser independentista no es ningún delito, pero hoy está más cerca que nunca de serlo.

Lo primero es evitar que la derecha se haga con el Gobierno central. Que el PSOE decida si quiere una gran coalición con el PP o un pacto de mínimos con la izquierda, que ya no se podrá llamar, por decencia, ni siquiera Gobierno progresista. Entender que los líderes presos no tienen porque cumplir una década de condena, que lo que hoy es imposible en unos meses puede ser un tercer grado y más adelante un indulto.

Entender que hace unos meses una gran parte de la población española había olvidado tanto el rojigualdismo como la conmoción de la declaración unilateral de independencia y que votó dando la espalda a aquella infausta reunión de Colón. Entender que el PP sacó el peor resultado de su historia cuando más radicales se mostraron en su odio a Cataluña. Que incluso partes del electorado conservador querían pasar página.

Es compresible que la sentencia del procés haya puesto todo patas arriba. Si ERC tuvo responsabilidad en la cita electoral de mayo al no votar los presupuestos está exenta de esa responsabilidad en estas segundas elecciones. Pero no puede obviar que del resultado de las mismas depende el futuro inmediato no sólo de los presos y de Cataluña, sino de todo el país. Y en este juego de posiciones, tanto los nacionalistas vascos de derechas como los independentistas vascos de izquierda tendrían mucho que aportar.

La izquierda española se enfrenta a un complejo dilema histórico que debe ser resuelto inmediatamente por las elecciones generales, pero enfrentado a largo plazo si quiere ser un actor político relevante en un momento en que los cambios más bruscos no están llegando de los excluidos de la globalización, sino precisamente de los beneficiados. Al nacionalismo reaccionario español se le puede combatir en líneas de clase, pero también aceptando la españolidad desde los presupuestos cívicos, no identitarios. El encaje de las otras nacionalidades en un futuro proyecto republicano no podrá hacerse sin la complicidad del resto del país. Al menos de una manera pacífica.

A veces hay que dar un paso atrás para poder seguir caminando."                  (Daniel Bernabé, Público, 21/10/19)

16/5/19

Un país como España, de 47 millones de habitantes, está en crisis irremediable y permanente, con avisos de catástrofe, a cuenta de que hay 2,2 millones que votan nacionalista, vasco o catalán

"El papel estelar de las territorialidades contrasta con el sentimiento que al respecto tiene la gran mayoría de la ciudadanía, para la que ocupa un lugar muy secundario. Da por buena su inserción «territorial». 

Por lo común, sus apasionamientos, si los hay, no se refieren a insatisfacciones propias, sino que las generan, a la contra, las radicalidades independentistas. O, si simpatizan, se debe a afanes miméticos, la envidia por las identidades fuertes; o a la presunción de que todo irá mejor si esto revienta y qué mejor que la broca soberanista para empezar.

En la vida corriente la gente no está obsesionada porque los demás les reconozcan su personalidad colectiva, salvo los nacionalistas, a los que no se le hace cansino ir de vasco, catalán o español full time. El resto pasa. En general, los ciudadanos bastante tienen con lo suyo y no se dedican a imaginarse sacrosantas identidades propias (...)

Del discurso dominante se deduciría, sin embargo, que tal es la principal preocupación patria. La política gira alrededor de un eje que la mayoría no siente como una necesidad propia y al que incluso es refractaria.

Es la gran paradoja nacional. Nuestra gran división interna, la que amenaza la convivencia, resulta para la inmensa mayoría una cuestión secundaria. Es más: el asunto tiene importancia sólo en dos comunidades autónomas, pero ni siquiera en ellas la disconformidad autonómica conmueve electoralmente a la mitad de los ciudadanos. Pues bien, tales sectores tienen la máxima capacidad desestabilizadora.

Tal contradicción -una mayoría nacional rehén de una o dos minorías autonómicas- tiene su intríngulis y es de difícil explicación. De entrada, exige que entre los partidos nacionales haya cierto desprecio por la estabilidad, a la que no ven como una prioridad (...)

Cabe entender que los nacionalistas defiendan su idea de nación, la soberanía y la independencia, pero resulta incomprensible que los partidos que no lo son bailen al son que tocan los independentistas, de resultas de lo cual nuestra vida pública se convierte en el baile de San Vito. Y, así, un país como España, de 47 millones de habitantes, está en crisis irremediable y permanente, con avisos de catástrofe, a cuenta de que hay 2,2 millones (últimas elecciones) que votan nacionalista, vasco o catalán.

No parece que los interfectos sean particularmente avispados, aunque tampoco unos pardillos, por lo que tan peculiar fenómeno, según el cual el 8,5% de los votantes nos tienen agarrados por la yugular, se debe a circunstancias muy peculiares. Citaremos algunas de estas.
Pesa en primer lugar la incapacidad de nuestra izquierda y derecha para ponerse de acuerdo en nada.(...)

 El nacionalismo radical podrá reinar mientras no haya ningún acuerdo nacional. Si no lo hace, es por su inclinación irrefrenable a las torpezas. (...)"                  (Manuel Montero, El Correo; en Fundación para la Libertad, 13/05/19)

21/3/19

El partido fascista Vox plantea la ilegalización de Podemos... evidentemente. Los fascistas independentistas plasmaron en la constitución catalana la ilegalización de los partidos constitucionalistas

"Vox plantea la ilegalización de Podemos.

El vicesecretario de relaciones internacionales de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, ha asegurado que la "ultraizquierda y el nacionalismo son los enemigos de España" y es con los que hay que "acabar entre todos", por lo que ha planteado que habría que analizar si pueden seguir en el juego político formaciones como Podemos.

Preguntado en una entrevista en Antena3, recogida por Europa Press, por el escrache que sufrió Vox este pasado fin de semana en el madrileño barrio de Vallecas, lo ha achacado a la "ultraizquierda" que es "peligrosa" para el país.

En este sentido, y tras ser preguntado por un cruce de declaraciones que protagonizó con Íñigo Errejón, ha atribuido a Podemos tener "bilis antiespañola" y ha planteado que en un futuro se tendría que estudiar su ilegalización.

"Habría que analizar si tienen derecho estar en el juego político, los que no creen en la unidad de España y quienes no renuncian al marxismo que tanto muertos han dejado", ha espetado Espinosa de los Monteros. (...)"                  (El Periódico, 18/03/19)

"Los independentistas querían prohibir los partidos que fueran contra la República catalana.

 Los independentistas catalanes se plantearon prohibir los partidos que fueran contra la República catalana o su Constitución, así como espiar a los grupos que pudieran actuar contra el nuevo Estado y crear una unidad especializada en "españolismo violento". Así consta en uno de los últimos informes remitidos por la Guardia Civil al Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona, que instruye la causa contra la organización del referéndum ilegal del 1 de octubre y la creación de estructuras de Estado.

El citado documento recoge los trabajos que se hicieron para redactar la Constitución de la futura República y que le fueron intervenidos al exsenador y juez Santiago Vidal. En el título II de ese presunto texto constitucional se decía expresamente que "se permitirá la existencia de todo tipo de participación política siempre y cuando su programa electoral no vaya contra la existencia de Cataluña como Estado ni contra esta Constitución". En el capítulo VI de ese borrador también se exponía que todos los funcionarios del nuevo Estado debían tener una "única nacionalidad", la catalana

 Y establecían un plazo de 6 meses a partir del día de la declaración de independencia para que todos los funcionarios hicieran "manifestación expresa" sobre si querían seguir siendo del Reino de España. En ese caso cesarían de sus funciones aunque se les permitiría seguir residiendo en Cataluña, perdiendo la condición de funcionarios, en tanto que seguirían siendo ciudadanos europeos. (...)"      (InfoLibre, 06/03/19)

14/2/19

Los 21 puntos que entregó Torra a Sánchez son un alegato surrealista

"(...) Peter Gay, buen conocedor de Sigmund Freud, afirma que lo inconsciente “se asemeja a una prisión de máxima seguridad que mantiene encerrados a elementos antisociales, recién llegados o que llevan allí años” y que  “incontrolados, siempre intentan fugarse”.

La conclusión del autor: los elementos antisociales “solo logran irrumpir con intermitencia y a un alto  precio, tanto para sí mismo como para otros”.

Algo de ello hay en los 21 puntos –un alegato surrealista en la medida que libera el inconsciente nacionalista siempre en estado de vigilia- que Joaquim Torra entregó a Pedro Sánchez como condición para “solucionar el conflicto catalán”.

Resulta interesante decodificar brevemente los olvidos freudianos que se deslizan en el alegato para así desvelar las claves del discurso –la psicopatología- del nacionalismo catalán.    

El alegato olvida a la mitad de los catalanes, que Cataluña no es sujeto del derecho de autodeterminación, que la soberanía reside en el pueblo español, que el autogobierno de Cataluña se ejerce de acuerdo con la Constitución o que el 155 se aplica cuando se gobierna contra el interés general.  

También, se olvida de Montesquieu y la división de poderes, y de que los abusos policiales –la justicia dirá- no van contra el 'pueblo', sino contra quienes incumplen la legalidad democrática.

Se olvida, en fin, que la ética de la responsabilidad implica la asunción de las consecuencias –políticas y penales- de las decisiones tomadas o que el autoritarismo franquista –la idea de Régimen- pervive en la Cataluña nacionalista.

 La psicopatología del nacionalismo catalán -narcisista, egocéntrico y tramposo- lleva a la perversión del lenguaje, la ficción, la desfiguración de la realidad, el engaño y la maquinación. Y a la realización imaginaria de pulsiones instintivas. La República Catalana, por ejemplo. 

Cosa que se traduce en el diseño de un enemigo a la carta, la construcción de una personalidad duplicada y la elaboración de un discurso irrefutable por definición fundado en la falacia.

 

La superioridad moral del nacionalismo


Ese discurso tiene su traducción práctica: la exclusión de la ciudadanía no nacionalista, la fractura de la sociedad, el empobrecimiento general, y  la contaminación política, cultural e ideológica.
Y esa insoportable superioridad moral. 

Y esa insufrible prescripción de la verdad bajo amenaza de excomunión. Y ese irritante comportamiento que siempre exige y nunca cede, que no tiene ninguna voluntad negociadora, que practica el desaire y el desprecio.

Se puede argüir que es el discurso de un Torra que, en el seno del nacionalismo, es lo más cercano a un cero a la izquierda. Pero, también es cierto que dicho discurso -¿hay alguien ahí que diga lo contrario?- ha calado en el mundo nacionalista.    

“Los reinos crepusculares del inconsciente”, decía Coleridge. "             (Miquel Porta Perales, Economía Digital, 12/02/19)

13/2/19

Debe de ser la primera vez que un gobierno declara, negro sobre blanco, que quiere iniciar una política de fosas comunes, y encima solicitando al Gobierno español que colabore en la masacre... No diré que hasta ahora no hayan existido regímenes que han hecho un uso a discreción de las fosas comunes, pero tenían al menos la decencia de hacerlo clandestinamente, a ninguno se le ocurrió anunciarlo en documento público...

"Mucho se ha hablado acerca de que los 21 puntos que Presidentorra reclamó a Pedro Sánchez tratan más de España que de Cataluña, lo que no deja de ser una curiosa manera de «hacer república» esta de preocuparse por la regeneración del estado de que quieren irse.

 También resulta curioso exigir con una mano la separación de poderes, mientras con la otra se pide al gobierno que pase por encima de los tribunales y deje libres los presos. 

 Pero a estas alturas no nos sorprenderemos de una incongruencia más o menos del gobierno catalán, entre las ideas de bombero que tienen los de aquí, y las que los vienen dictadas desde Waterloo, es lógico que unos y otros hagan impresión de necesitar tratamiento psiquiátrico. Nada nuevo. 

A mí, lo que de verdad me ha dejado preocupado es el último punto, exactamente el 21, le habrán puesto tan atrás con la intención de que pase desapercibido. Como soy de los que aún se resisten a reconocer que tenemos un gobierno y unos dirigentes completamente idiotas a pesar de tantos indicios que así lo afirman, quiero creer que el redactado dice exactamente lo que quiere decir.

 Dice el punto 21: «Hay que hacer efectiva una política de fosas comunes». Glups. Debe de ser la primera vez que un gobierno declara, negro sobre blanco, que quiere iniciar una política de fosas comunes, y encima solicitando al Gobierno español que colabore en la masacre. 

No diré que hasta ahora no hayan existido regímenes que han hecho un uso a discreción de las fosas comunes, pero tenían al menos la decencia de hacerlo clandestinamente, a ninguno se le ocurrió anunciarlo en documento público. 

O, al menos, a mí no me consta que en Hitler escribiera que «se hará efectiva una política de campos de exterminio», y lo mismo me atrevería a asegurar de Stalin y los gulags. Se agradece la sinceridad de Presidentorra.

 Supongo que el gobierno -a ilusos no hay quien los gane- cree todavía posible la independencia y se debe ver en la obligación de preparar un lugar de descanso eterno para todos los catalanes que no la querían y no han ido a tiempo, o por los que no puedan demostrar pureza de raza, o por los que se sabe que han votado partidos no suficientemente catalanistas en algunas elecciones, o -toco madera- por los periodistas que nunca se creyeron sus mentiras. 

O por quien sea, tampoco nos pondremos ahora legalistas. Está bien ser previsor y preparar una política de fosas comunes, que luego se te acumulan los cuerpos y los tienes que lanzar a las cunetas, ya sabemos cómo funciona esto.

 Gusta también que no se trate de una sola fosa común, sino que el famoso punto 21 use el plural. Política de fosas comunes. Una sola fosa conlleva gastos de traslado, imaginen que la fosa se cava en Barcelona, ​​no sé, en el Camp de la Bota para no improvisar, y que hasta allí deben llegar desde toda Cataluña los malos catalanes. 

Lo que ahorraríamos -esto sí lo tienen las fosas comunes, permiten cuadrar mejor los presupuestos- en ataúdes, lápidas y otros gastos de entierro, se nos iría en transporte. Es elogiable que se piense en varias fosas, si es posible una en cada comarca, por supuesto de dimensiones más generosas allí donde haya votantes de partidos no suficientemente soberanistas, traidores en catalán llano.

A mí, el redactado de los 21 puntos me trae a la memoria Antífanes, que dejó dicho que cualquier cosa puede disimularse menos el amor y la ebriedad. Y no veo en Presidentorra cara de enamorado."              (Albert Soler, Diari de Girona, 08/02/19)

22/1/19

A Pedro Sánchez le puede resultar más tóxico de lo esperado tener al independentismo como socio para completar mayorías en el Congreso...

"Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano, el think tank más importante de España y uno de los más prestigiosos en el concierto internacional, tiene claro que el independentismo deberá pasar por “todas las etapas del duelo”, entre ellas "la depresión y la aceptación", aunque ahora se debata entre "la negación y la ira".   (...)

Ignacio Molina señala que el presidente Pedro Sánchez acierta en su estrategia, porque “debilita al independentismo” y pone “en evidencia” al presidente Torra. Pero también advierte de que el propio Sánchez y el PSOE pueden no tener un apoyo necesario, con un “Podemos menguante” y con la percepción del conjunto de los españoles de que se apoya en los partidos independentistas.

--Pregunta: Los resultados en las elecciones en Andalucía, ¿cambian el escenario político español, y en qué medida condiciona el llamado proceso soberanista? ¿Todo pasa ahora por Cataluña?

--Respuesta: No hay acuerdo entre politólogos y demás analistas a la hora de explicar las causas que llevaron al impactante resultado electoral en Andalucía, con trece puntos porcentuales de voto perdidos por la izquierda y la fuerte irrupción de una derecha populista hasta ahora extraparlamentaria en España, como ha resultado ser Vox. 

Hay quien defiende que primaron los factores locales, por el juicio negativo y el cansancio acumulado tras casi cuarenta años de gestión socialista en la Junta. Pero es difícil que no se interprete también en clave nacional el hundimiento del PSOE, el mal resultado de Podemos e IU, el fuerte crecimiento de Ciudadanos o la radicalización de un tercio del votante más conservador, que ha optado por Vox en vez de por el PP. 

Estas son las primeras elecciones que se celebran en el resto de España después del complicadísimo otoño de 2017 y es lógico que el juicio sobre lo sucedido en Cataluña haya influido en el comportamiento de muchos votantes. 

Y, aunque los sondeos muestran que Pedro Sánchez sería menos castigado que Susana Díaz, dos conclusiones parecen derivarse del voto andaluz: la primera es que le será muy difícil alcanzar una victoria que le permita seguir en el poder apoyado en un declinante Podemos y, en segundo lugar, que le puede resultar más tóxico de lo esperado tener al independentismo como socio para completar mayorías en el Congreso.

--¿Un problema para el PSOE?

--Los votantes que se sitúan a la derecha del PSOE (muy enfadados por lo sucedido en Cataluña) tienen ahora tres opciones y, si el sistema electoral no perjudica esa dispersión del voto, es difícil que no se movilicen y alcancen una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar.

 La paradoja es que eso ayuda a retrasar las elecciones pues incentiva a los nacionalistas catalanes a moderarse, ante el temor de un Gobierno distinto en Madrid que pueda suspender otra vez la autonomía. 

De esta forma, si eso permite aprobar los nuevos presupuestos y la legislatura se alarga, el conflicto catalán podría perder algo de relevancia y ser en parte reemplazado entre los votantes por asuntos más propios del eje izquierda-derecha.

 En todo caso, al menos hasta que no haya elecciones generales, es muy difícil que Cataluña deje de ser el gran factor que condiciona la política española.  (...)"                 

(Entrevista a Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano,  Manel Manchón, Crónica Popular, 06/01/19)