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29/7/19

Entre las modalidades de la xenofobia, la lingüística ha ocupado un lugar preponderante. Y lo ha hecho de manera sutil, casi inadvertida...

"(...) La razón de la xenofobia es compleja y quizá la única manera de combatir el nacionalismo sea encarar paciente y largamente a los xenófobos ante su rasgo. 

Exactamente lo contrario de lo que se ha hecho en España donde, después de cuatro décadas, la xenofobia ha alcanzado cotas altísimas de prestigio

 Aunque disfrazada, obviamente, de hecho diferencial, de sentimientos inalienables o de cualquiera de esas retóricas por las que una idea maligna consigue camuflarse y vencer. 

Entre las modalidades de la xenofobia, la lingüística ha ocupado un lugar preponderante. Y lo ha hecho de manera sutil, casi inadvertida. (...)

Decir que el catalán es la lengua exclusiva y natural de Cataluña implica asumir algunas cosas de gran importancia. La fundamental, que Cataluña es algo distinto de los catalanes. En 1979, como cuarenta años después, la lengua materna de la mayoría de los catalanes es el español.

 De lo que resulta un desacuerdo: el grupo de ciudadanos de lengua materna catalana encaja con la lengua del territorio, a diferencia de lo que sucede con el grupo -¡mayoritario!- de ciudadanos de lengua materna castellana. 

La construcción lingüística de las comunidades autónomas se ha basado en una legitimidad predemocrática, en la convicción manifiesta de que las lenguas son -sí- de los territorios antes que de las personas. En Cataluña, singularmente, la consecuencia ha sido taxativa: la organización lingüística de la escuela y los medios se ha hecho al margen de la lengua materna mayoritaria de sus ciudadanos. (...)

Nuestra autora tiene también un plan para la lengua impropia de las comunidades. El plan del 30 por ciento: la cultura, la educación, el perfil del funcionariado deben estar veteados de lengua impropia al menos en un 30 por ciento. Es decir, que la inmersión lingüística catalana debería dejar paso a un modelo educativo donde el 30% de la enseñanza se realizara en castellano. 

¡Parece un avance! Sin embargo hay una difícil pregunta a la que no he encontrado respuesta en el libro. Un 52'7% de catalanes tiene el castellano (un 31% el catalán) como lengua materna. ¿Cómo podría explicar Vilarrubias la impropiedad del 22,7 que va desde su propuesta del 30% castellano hasta la realidad estadística de un 52,7%, de catalanes de lengua materna castellana? No podría. (...)

 Ni en la Constitución ni en ningún Estatuto se dice del español que sea lengua propia de alguien. La razón es que es la lengua del otro (...)"                  (Arcadi Espada , El Mundo, 14/07/19)

22/7/19

¿Quién teme al plurilingüismo?

"El pasado domingo nos desayunamos con el artículo de Arcadi Espada Lo común impropio (El Mundo), en el que vertía una dura descalificación hacia la propuesta de una nueva política lingüística para España que algunos constitucionalistas llevamos tiempo defendiendo y que Mercè Vilarrubias ha sabido articular hasta el mínimo detalle en el libro Por una Ley de Lenguas (Deusto) (...)

lo interesante es adentrarnos en por qué una propuesta de esa naturaleza suscita un debate tan encendido, con tantas desconfianzas y malentendidos, a veces hasta rayar en la caricatura, entre constitucionalistas considerados de “pata negra”. La clave para entender esa animadversión se encuentra en la errónea idea de que un Estado plurilingüe erosiona el castellano/español como lengua común

 Los contrarios a una mayor presencia y uso de las otras lenguas españolas creen que es innecesario y hasta ridículo admitir que el catalán/valenciano, gallego y vasco adquieran un mejor estatus fuera de sus territorios porque el castellano es de obligado conocimiento para todos, y basta. Eso es cierto, pero olvidan que las lenguas no solo tienen una función comunicativa sino también simbólica y emotiva

Y por ello desprecian el hecho de que para los hablantes del catalán/valenciano, vasco o gallego sería una satisfacción verse representados en sus lenguas en aquellos organismos centrales y actos oficiales de Estado que comparten y les unen al resto de los españoles. En la propuesta de Vilarrubias se explicitan toda una serie de ejemplos que permitirían visualizar la realidad del cuatrilingüismo a ese nivel.

En realidad, se trata de avanzar en la construcción de un Estado democrático y plurilingüe pero ahora desde una perspectiva nueva, por lo menos en España, según la cual los titulares de los derechos lingüísticos son los ciudadanos, mientras las administraciones son quienes contraen las obligaciones. 

Y eso avalaría, por ejemplo, que los hablantes del catalán/valenciano, vasco o gallego pudieran declarar en su lengua de elección ante el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional con traducción simultánea, o que los representantes políticos en el Congreso y el Senado pudieran hablar en todos los plenos en otra lengua oficial diferente del castellano. Por la misma razón que el BOE dispone de suplementos en todas las lenguas oficiales españolas, un hecho relevante que muchos desconocen, ahora se trataría de que el cuatrilingüismo se extendiese en todas las instituciones estatales de forma razonable. 

Frente a la caricatura que algunos propagan, nadie está pidiendo que los funcionarios de la Diputación de Zamora aprendan gallego ni que los de la Generalitat tengan que atender en vasco o que en el Ayuntamiento de Sevilla se vean forzados a admitir solicitudes en catalán. Estamos hablando siempre de articular la obligación que tiene la Administración General del Estado, es decir, lo que en otros países descentralizados llaman Gobierno federal u organismos federales, hacia los hablantes de las otras lenguas españolas que también son oficiales.

La Ley de Lenguas se adentra también en la defensa de los derechos lingüísticos de los castellanohablantes en las comunidades autónomas donde las políticas nacionalistas tienden al monolingüismo con el argumento de ser “lengua propia”, un concepto que con resultados desafortunados se introdujo en el Estatuto catalán de 1979. La propuesta de Vilarrubias es equilibrada porque al mismo tiempo que plantea profundizar en el plurilingüismo no desatiende la urgencia de garantizar el bilingüismo en un mínimo del 30% como criterio general. 

Esa cifra es ciertamente discutible y puede ser considerada insuficiente, pero lo más importante es que legalmente sería viable con base en las resoluciones judiciales existentes en educación y a la doctrina del Tribunal Constitucional sobre la materia. Es un porcentaje razonable que permitiría encontrar un punto de equilibrio para empezar a rehacer un consenso lingüístico que en Cataluña se ha roto por los cuatro costados. Sin duda la mejor manera de garantizar derechos desatendidos es regulándolos, tomando el Estado la iniciativa, y no es extraño que los nacionalistas se opusieran ferozmente porque dejarían de ser los únicos en hacerlo.

Plurilingüismo y bilingüismo son, pues, dos caras de una misma propuesta para acercar “las lenguas a la ciudadanía sin delimitarlas a los territorios”, como dice Vilarrubias. Es una propuesta moderada, equilibrada y factible que políticamente pretende fortalecer el proyecto común español. 

No se plantea para contentar a los nacionalistas, “dándoles más catalán” como algunos piensan, pero tampoco para “combatirlos de frente” como otros desearían, sino para introducir sentido común en una querella que es instrumentalizada por las pasiones identitarias. El argumento es el del Estado plurilingüe con la bandera de los derechos lingüísticos de los ciudadanos frente a las visiones románticas de las lenguas como unificadoras de comunidades diferenciadas. 

Y es ahí donde los enemigos del plurilingüismo en España acaban coincidiendo en parecidos términos con los que se oponen al bilingüismo en las comunidades autónomas. Son los que en ambos lados esgrimen el argumento de la lengua común, propia o nacional frente al cual los otros idiomas son subsidiarios y los derechos lingüísticos de los ciudadanos prescindibles."                    (Joaquim Coll, Crónica Global, 17/07/19)

22/11/18

‘El rumor de los desarraigados’, una historia «peligrosa» del español

"Fueron las palabras que empleó Àngel Colom, entonces secretario de Esquerra Republicana, cuando El rumor de los desarraigados se presentó en Barcelona: «Este libro es muy peligroso, parece que dice una cosa y en realidad dice otra». Pero el lingüista Ángel López (Zaragoza, 1949) no solo cosechó críticas en Cataluña. También hubo ciertos sectores a los que no gustó la revelación de que el español no fuese patrimonio original o exclusivo de Castilla y, ni mucho menos, que hundiese sus raíces en el euskera. 

El ensayo (Premio Anagrama 1985), subtitulado ‘Conflicto de lenguas en la península ibérica’, apelaba en sus conclusiones por qué todas las lenguas que se hablan en la península deberían ser patrimonio de todos los españoles. Un bilingüismo para todos. No hace falta que abundemos en la popularidad de esta idea. Pruebe usted mismo a sugerir en Madrid que todos los españoles deberían, si no hablar o dominar, sí conocer las otras lenguas de España, al menos sus rudimentos. Pues el mismo caso se le hizo entonces.

Sin embargo, treinta años después, hay que valorar la oportunidad de esta propuesta en una época, la actual, en la que la articulación del Estado, administrativa e identitaria, está cada vez más cuestionada. La otra opción que tenemos es seguir dándonos mamporros, pero resultaría especialmente lacerante a tenor de la historia de nuestra lengua principal, el español, que nunca antes, al menos hasta la era moderna, generó conflictos, más bien todo lo contrario. Pero dejemos que esta historia nos la cuente su autor.

En El rumor de los desarraigados hablaste de que el español surge en la península como koiné, como lengua de intercambio entre gentes de distinto idioma.

En la Edad Media la lengua sería era el latín y las populares, los dialectos románicos. Teníamos lo que se denomina sequilingüismo, un fenómeno que consiste en que, aunque se hablen lenguas distintas, la gente se entiende. Por ejemplo, es lo mismo que puedes encontrarte ahora en Valencia con alguien que solo habla castellano, pero que entiende perfectamente cuando se dirigen a él en valenciano.

 O el caso que pueda darse en un avión de Scandinavian Airlines, donde la azafata se exprese en danés, los pasajeros la contesten en noruego o en sueco y todos se entiendan. En España, esto ocurría con todos los pueblos, unos hablaban catalán, otros gallego, y se comprendían perfectamente. Todos, excepto los vascohablantes, que no entendían ni el latín ni las lenguas romances.

¿Qué ocurrió entonces? Los vascos desarrollaron un ‘pidgin’ que acabaría convirtiéndose en uno de los dialectos del romance central y a la postre en su representante normativo. El origen del término ‘pidgin’ alude a la situación que se produjo en el Mar de la China en el siglo XIX, cuando los chinos intentaron comerciar con los británicos y simplificaron rudamente el inglés.

 Igual que le ocurriría a un español que hoy tuviese que irse a vivir un año él solo a un pueblo de Turquía donde solo se habla turco; esa persona tendría que aprender los rudimentos del turco para comunicarse en las tiendas, aunque no lo hablase bien, porque no le quedaría otro remedio. Una ‘pidgin’ es una lengua de urgencia. Los vascos articularon una para entenderse con los pueblos que les rodeaban.

¿Cómo se extendió esta lengua ‘pidgin’ por España?

España era el nombre latino con el que se designaba a la península. En la Edad Media, España era Al Andalus. Y para los cristianos del norte, España era lo que no tenía nombre. Hablaban de España como de lo que podían conquistar. El Fuero de Jaca, de hecho, distingue entre el hombre de montaña y el hombre de España.

También hay que tener en cuenta que en la Edad Media, a la lo largo del Camino de Santiago, se instalaron montones de europeos. Y conforme avanzó la Reconquista, los ejércitos reales, de Aragón, Castilla o León, arrastraban detrás guerreros, comerciantes, frailes y curas que venían allende del Pirineo. Todas estas gentes de diversos orígenes fueron repoblando las ciudades devastadas que se fueron arrebatando a Al Andalus.

Los reyes, con el fuero de cada ciudad, daban ventajas a los pobladores. En vez de hacerlos depender de un señor feudal, como ocurría en el resto de Europa, dependían directamente del rey. De este modo, en estas ciudades se instalaron barrios enteros de franceses, alemanes, judíos y también mozárabes que subían del sur. 

Toda esta población de origen dispar tiene que comunicarse y es ahí cuando adoptan la variedad simplificada de los vascos, más sencilla y accesible que otras modalidades románicas próximas, como eran el navarro-aragonés, el castellano o el leonés. Pero esta sencillez se refiere a su origen, no a sus características actuales. No es un argumento para publicitar el español como lengua extranjera fácil de aprender, sino para entender la rapidez de su propagación por el centro de la península.

Estos primeros pobladores de la España reconquistada son los que llamas ‘desarraigados’ que adoptan el ‘pidgin’ en sus intercambios con gentes de lengua diferente.

Son los desarraigados, que no desarrapados. No eran necesariamente pobres. Pero era gente sin raíces locales o espaciales fijas. En la Edad Media, en toda Europa la gente se quedaba en su pueblo. Lo normal era que una persona en toda su vida no viajase más de cinco kilómetros alrededor de la localidad donde había nacido.

 Ahí pagaba sus tributos, dependía de un señor feudal y poco más.

La propia Francia en la Edad Media estaba fragmentada en múltiples lenguas y dialectos. El francés no empieza hasta después de la Revolución francesa, cuando se plantea un sentimiento nacional. De todas las lenguas que hay adoptan la de región de París y la imponen a través de la escuela a todos los demás. En Italia ocurrió lo mismo, cuando Garibaldi unifica la península hay un montón de lenguas. Fuera de la Toscana no se hablaba el italiano que conocemos ahora hasta que no se impone por la televisión, por la RAI, a partir de los años 50.

En España la Reconquista cambia totalmente ese patrón. Lo que había aquí era un poco como el Oeste americano, una tierra de oportunidades. Con el citado Fuero el rey llamaba a poblar esos núcleos dando beneficios, eximiendo de impuestos; y llegó gente de todas partes. Personas que no tenían nada, siervos de la gleba que se instalan y se convierten en comerciantes. Era, por otra parte, gente muy poco proclive a mantener los privilegios nobiliarios, lo que explica que España sea el primer estado moderno europeo.

Este tipo de asentamientos son los que hay en León, Navarra o Castilla, donde se habla esta variedad. Es la lengua en la que están escritas las Glosas Emilianenses, el Mío Cid o los textos de Berceo. Al principio solo se usaba en el centro, desde el Ebro hasta los límites de León con Galicia, pero luego se fue extendiendo por toda la península como lengua vehicular. Y no destruyó a las otras lenguas porque no tenía orgullo de lengua, no tenía adscripción nacional, motivo por el que la adoptaron tranquilamente los judíos, que tenían sus barrios tanto en ciudades de Extremadura como de Tarragona.

Aquí, si eras un comerciante de lengua francesa que tenía que vender sus productos a un cruzado alemán y a un labrador musulmán que solo hablaba árabe, tú me dirás cómo te las arreglas: pues en la lengua vehicular que se usa para el comercio y que con el tiempo algunos acabaron teniendo como lengua propia. Algo de esto ha ocurrido modernamente en Nueva Guinea con el tok pisin, así que sabemos perfectamente cómo funciona.

Entonces de esta lengua, que ya podríamos denominar español por su alcance, surge el castellano, y no al revés.

Comúnmente se cree que el español viene del castellano, pero es al contrario, el castellano viene del español, que no es lo mismo. En el escenario que hemos descrito, el rey Alfonso X el Sabio puso una fijación léxica, una serie de normas a esa variedad y con el tiempo se le dio el nombre de su reino: castellano. No trato de negar la aportación de los castellanos, pero es que esa lengua es la que se hablaba entonces en todas partes.

Por eso no tiene sentido decir que el castellano se impuso en Aragón en el siglo XIV. El reino de Castilla y el de Aragón eran enemigos feroces; de imponerse algo en Aragón habría sido lógicamente el catalán. Piensa que Zaragoza tardó en conquistarse más de un siglo porque el rey de Castilla era aliado del rey moro. ¿A santo de qué iban a dejar de hablar aragonés y ponerse a hablar castellano? Es de locos, lo que pasaba es que todos hablaban lo mismo.

En la literatura, los primeros poetas catalanes escribían en provenzal y los castellanos, en gallego. La literatura en español, como no era una lengua culta, no tenía importancia, y aparecía en los géneros populares, eran romances escritos en pliegos, cuartillas, lo mismo que hoy serían los programas de corazón de televisión o el Pronto, el ¡Hola!

¿Y qué ocurrió con el descubrimiento de América?

La lengua española que llegó a América era canaria y andaluza. Los barcos salían de Sevilla, después de Cádiz, y las expediciones tenían que pasar allí un año aproximadamente para dotar a los barcos de los medios necesarios. Luego llegaban a Canarias y allí permanecían otros meses. Pero este español, cuando llega la independencia de las repúblicas americanas en 1812, solo lo hablaba un 10% de la población. 

El español empezó a crecer realmente en el continente cuando se impone a través de las constituciones de los nuevos países, que consideran que el único lazo de unión de todos los pobladores es la posibilidad de la lengua.

En tu libro dices que hasta entonces el español en América coexistió con las lenguas indígenas sin conflicto.

En América lo que ocurrió cuando llegó Colón es que se quedaron estupefactos porque los indígenas no hablaban ni latín, ni hebreo, ni árabe. Hubo una verdadera crisis en este sentido porque consideraban que las lenguas del mundo eran las de la visión bíblica de Babel. Hay correspondencia de frailes con Carlos V y Felipe II y el Consejo de Indias donde informaban desesperados de que cada veinte leguas cambiaba la lengua. Ellos creían que en el Nuevo Mundo se hablaría una lengua exótica, pero solo una.

Hay que tener en cuenta que el pretexto de la conquista de América fue evangelizar a los indígenas. Con esa idea el papa Alejandro VI dividió el Nuevo Mundo entre portugueses y españoles, para encomendarles la cristianización de los indígenas. Ir, iban naturalmente por el oro, pero al mismo tiempo la legitimación de esta empresa era la predicación de la fe cristiana. Y muchos frailes creían en eso.

Pero la clave en todo esto es que los españoles en América se encontraron con que ya había dos imperios. Castilla consiguió los éxitos de la conquista porque se derrumbaron los dos grandes imperios indígenas, de lo contrario, si hubieran tenido que conquistar a los indígenas uno por uno, no habría sido tan rápido ni muchísimo menos. Al caer Moctezuma se quedaron con todo lo que había aglutinado y con Atahualpa, igual.

Entonces se dieron cuenta de que en los imperios caídos había una lengua general de entendimiento, una koiné en cada uno de ellos. En el Inca el quechua y en el Azteca el náhuatl. Y la política que se creó no fue la de difundir el español. Los religiosos españoles aprendieron estas lenguas indígenas generales y se pusieron a predicar en ellas.

Eso explica que la primera cátedra de quechua fuese del año 1580, en la Universidad de San Marcos en Lima. Y que Domingo de Santo Tomás publicara en 1560 en Valladolid un arte de la lengua quechua, una gramática. De modo que se promovieron estas lenguas, no el español. Lo que no quita que la finalidad del colonialismo fuera quedarse con los recursos de otro. Eso está claro. Pero el español, si algo no ha sido en Sudamérica, es una lengua imperialista, sino todo lo contrario. En Estados Unidos no se conservan las lenguas indígenas, esto es un hecho.

¿Cuál es el futuro del español actual?

España ya pinta poco en el futuro del español. En Estados Unidos el crecimiento del idioma es espectacular; hay 50 millones de hispanohablantes, más que aquí. Aunque la lengua en Estados Unidos está sometida a un proceso de desaparición, hay una batalla incruenta entre el español y el inglés; disputa que yo estoy viviendo muy de cerca porque soy miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y me consta se ponen toda clase de dificultades para escolarizar a los niños en español, etcétera. Pero como Estados Unidos es un país capitalista, naturalmente, la lengua significa dinero. 

Es decir, hay consumidores que se captan con publicidad en español, productos audiovisuales, cadenas de radio. La lengua está viva.

Además, los medios de comunicación son tremendamente pragmáticos y han terminado por crear un español internacional. Una modalidad por si quieren vender un producto simultáneamente en México, Argentina y Estados Unidos, y han buscado un español que no suene raro en ninguno de los sitios. Se lo están inventando de una manera empírica, no es que hayan reunido lingüistas. El español que sale de ahí se escucha en todos los países hispanohablantes y creará cierta uniformidad.

Y volviendo a España, ¿cómo ves la convivencia del español con las otras lenguas peninsulares?

Pues qué quieres que te diga: mal. Mal por las actitudes de los tirios y también por las de los troyanos. Vayamos por partes. El español es una lengua vehicular que se habla y entiende en todo el estado español y que en el siglo XVI también era comprendido en Portugal, según nos confirman algunos testimonios como el de la Grámatica de la lengua vulgar de España, publicada en Lovaina en 1559. Esto, guste o no guste, es así. ¿Razones? Hasta los decretos de Nueva Planta (siglo XVIII), en los que se impone a los territorios catalanohablantes por la fuerza, su progreso obedeció a una necesidad comunicativa y su empleo siempre fue libre. 

Esto quiere decir que el mapa con el que se suele ilustrar la variedad lingüística peninsular en los manuales está desenfocado. Por mucho que coloreemos Galicia, Euskadi y Cataluña-Valencia-Baleares con colores diferentes de los del resto, esto no significa que sean territorios monolingües. España no es ni Bélgica ni Suiza, se parece más a Rusia o a Gran Bretaña.

Estos son los hechos. Ahora viene la política. Si de lo que se trata es de independizar esos territorios coloreados de manera diferente, interesará ocultar su condición bilingüe todo lo posible. Y en eso estamos, aunque no tengo duda de que por su propio interés la independencia traería consigo un apoyo a la enseñanza del español porque es la lengua mundial que dominan y el pretender que se vuelvan anglohablantes constituye una utopía. 

Mas los troyanos no son los únicos insensatos, los tirios tienen su parte de culpa igualmente. ¿De verdad creen –en Madrid, en Sevilla, en Zaragoza, en Salamanca…– que los catalanes, los valencianos, los gallegos o los vascos aceptarán seguir siendo españoles si su lengua propia, en el mejor de los casos, se tolera y, en el peor, simplemente desaparece? Miren, eso no va a ocurrir de ninguna manera; primero porque es imposible; segundo, porque sería injusto y tercero, porque resulta innecesario. 

El catalán/valenciano, el euskera y el gallego no son una extravagancia. Son patrimonio de todos los españoles, exactamente igual que el río Ebro, la mezquita de Córdoba o la propia lengua española. Admitirlo y obrar en consecuencia es la única actitud inteligente. Y, desde luego, si alguna vez se logra la unidad política peninsular, el viejo sueño iberista, no esperen conseguirlo con la cutre visión centralista y casticista predominante."                (Entrevista a Ángel López, Álvaro Corazón, Yorokobu, 20/05/14)

7/10/16

Garantizar los derechos lingúísticos de los hablantes de lenguas minoritarias (vasco, catalán, gallego) no puede hacerse a costa de sacrificar la lengua común, mayoritaria

"(...) No se trata de imponer una lengua única, como les gustará rebatir a los erizos de la política. Resulta que los derechos lingüísticos de los ciudadanos (¡nunca de las lenguas!) son peliagudos por ser derechos individuales de ejercicio colectivo y, por tanto, contextuales. 

Y esto implica necesariamente establecer un criterio territorial para garantizarlos correctamente: en las CCAA bilingües suele haber zonas de uso (quizás más confusas en Cataluña pero muy nítidas en la Comunidad Valenciana, Euskadi o Navarra; no conozco suficiente Galicia), que son lo que la política lingüística debe determinar; sin permitir, como de hecho está ocurriendo de manos del nacionalismo, que las leyes autonómicas expandan artificialmente dichas zonas allí donde no hay tal uso.

 ¿Si todos sabemos que no se oirá en Alicante el valenciano que se oye en Castellón, ni en el sur de Navarra el euskera que quizás sí llegue a oírse en algún punto del norte (¡el uso del euskera en Navarra roza el 10%!), por qué exigir en ambos sitios, castellanoparlantes, el requisito (o mérito desorbitado) lingüístico para el acceso a la función pública?

 ¿Aceptaría un madrileño o un albaceteño que le exigieran aprobar un examen de catalán o euskera para acceder a la función pública en Madrid o en Albacete? ¿Por qué nos echan a nosotros a los leones nacionalistas?

Otro ejemplo: si, por razón de las guerras y el terrorismo en el norte de África, llegasen en masa a Valencia refugiados sirios y con el tiempo adquiriesen derechos de ciudadanía pero conservasen sus usos lingüísticos, el Ayuntamiento probablemente (en función de su representatividad relativa en la zona) debería en justicia garantizarles derechos lingüísticos.

Pero al mismo tiempo parecería razonable sostener, por una parte, que garantizar tales derechos a los hablantes no puede hacerse a costa de sacrificar la lengua política, es decir, no pueden garantizarse mermando la función democrática e integradora de una lengua común, que deberá ser obligatorio estudiar. 

Y, por otra parte, no menos razonable será pretender salvaguardar el derecho al igual acceso a la función pública. Entre otras cosas porque quienes, mediante oposición, acaban siendo gestores del poder administrativo (que debe regirse por principios como los de legalidad o imparcialidad) ejercen un papel democrático esencial, pocas veces bien aquilatado por la teoría política.

 De hecho, piensen en lo que ocurriría si, para garantizar los derechos que en el caso anterior corresponderían a los sirios, se exigiera un nivel (no digo ya alto, sino un nivel mínimo) de árabe en todos los puestos de acceso a la función pública… Es evidente que la mayoría de valencianos tendrían obstaculizado el acceso a la función pública.

 Por eso, y para garantizar que en la función pública prime la competencia, es fundamental pensar, por zonas, en sistemas de cuotas a la hora de exigir requisitos lingüísticos en las oposiciones; y que tales cuotas sólo se impongan para puestos que tengan que dar cara al ciudadano. Pero esta no es, desde luego, la estrategia del nacionalismo, que tiene más interés en llevar a puerto la construcción nacional que en garantizar una función pública competente.(...)

En fin, que no parece fácil relacionar la solidaridad y la defensa de la clase trabajadora (que, por oposición al capital a partir del cual se define, tampoco debería conocer fronteras) con la fragmentación de comunidades políticas. 

Pero eso es lo que pretende el nacionalismo, bien construyendo directamente barreras jurídico-políticas (fronteras), bien, como hemos visto, preparando antes el terreno mediante barreras menos visibles, como las de la lengua (usando requisitos o méritos tan desproporcionados que, en la práctica, juegan el papel de requisitos). 

Aunque un gallego y un catalán acabarán comunicándose en castellano (y en eso radica la potencia de toda lengua común o política –y más el castellano–, en abrir puertas y tender puentes, en hacernos accesible objetos –producciones culturales, guías turísticos, mercados de trabajo extranjeros, etcétera– que, para hablantes de lenguas minoritarias, quedan restringidos), resulta que cuando cada uno de ellos busca trabajo en la comunidad autónoma ajena sólo encuentra obstáculos que desincentivan su movilidad; obstáculos para acceder a los puestos de la función pública (incluso para puestos donde no tendría que atender al público), para cerrar contratos de obra o de servicios con la administración autonómica, para escolarizar a sus hijos, para presentar su tarjeta de la Seguridad Social y ser normalmente atendido, etc.

Muchos ciudadanos españoles que vivimos en comunidades bilingües (repetimos que las comunidades bilingües no albergan exclusivamente a ciudadanos bilingües, sino también –y son mayoría, por eso sonroja repetirlo tantas veces– monolingües en castellano) usamos diariamente el castellano y vemos un alto coste de oportunidad en manejar correctamente la lengua cooficial en lugar de estudiar inglés o de emprender otras muchas actividades.

 Nos piden que valoremos una lengua que no es la nuestra, pero no tenemos por qué valorarla hasta tal punto, sin que ello implique menospreciarla. Lo que sí valoramos es que nuestros conciudadanos bilingües puedan comunicarse sin obstáculos en su lengua, que sean atendidos por su administración más próxima en su lengua, que puedan llevar a sus hijos al colegio en su lengua.

Podemos apreciar también que, residiendo en una comunidad bilingüe, todos (bilingües y monolingües) puedan acceder libremente al estudio de la lengua regional. Esto estaría especialmente justificado, más allá de la lengua materna de cada cual y de la zona de uso lingüístico en la que se resida, porque el conocimiento de dicha lengua abre las puertas al mercado de trabajo de la respectiva Comunidad Autónoma y, además, constituye ora un mérito ora un requisito para oposiciones y concursos públicos. 

E incluso, y siguiendo la misma lógica en defensa de la igualdad de oportunidades, quizás podría estudiarse –como me hizo entender hace poco mi amigo Juan Antonio Cordero– la viabilidad de ofrecer en el currículo escolar la opción de estudiar en toda España alguna de las lenguas cooficiales del Estado: de otro modo, los empleos y plazas públicas de las CCAA bilingües que exijan el conocimiento de las lenguas regionales quedarían irremediablemente vedadas a los ciudadanos de las comunidades monolingües (castellanoparlantes, se entiende).

Pero, ojo, esta medida, que busca ser igualitaria, jamás debería retroalimentar a su vez un nuevo aumento del nivel de dichos méritos/requisitos para el acceso a la función pública si es contrario a la realidad sociolingüística, que es la realidad de uso

Esto generaría más desigualdad. Por otra parte, la opción de estudiar el resto de lenguas del Estado en absoluto implicaría la extensión al conjunto de España de la cooficialidad de esas lenguas, que debe quedar restringida a las zonas realmente bilingües de las CCAA estatutariamente bilingües. A semejante proyecto multilingüe deberán anteponerse tanto la restricción presupuestaria como el derecho a la igualdad de acceso a la función pública.

Por fin, resulta fundamental que todo el mundo comprenda que para evitar que los bilingües decidan algún día hablar a sus hijos exclusivamente en castellano (si es que creyesen que, a fin de cuentas, resulta más práctico o que brindaría a sus hijos mejores armas en el mercado de trabajo), no es en absoluto de justicia que nos impongan a todos la lengua regional. Un derecho lingüístico es lo contrario a una obligación lingüística. Debería ser evidente.  (...)"              (Mikel Arteta, Frontera-D, 23/09/16)

10/11/15

El senado de Francia rechaza reconocer como lenguas oficiales al catalán y al euskera

"El senado francés ha rechazado una iniciativa del Gobierno para modificar la Constitución en la que se buscaba reconocer oficialmente las lenguas minoritarias en nuestro país vecino.

Francia  ha rechazado formalmente reconocer oficialmente cualquier lengua que no sea el francés. En una votación para la incorporación de la Carta Europea de Lenguas Regionales, firmada por el país galo en 1999, el Senado ha tumbado la iniciativa del Ejecutivo. Así, ni el catalán, las lenguas alsacianas, el euskera o el corso serán reconocidas como lenguas oficiales.

El proyecto de ley ha sido rechazado por 180 senadores, la mayoría pertenecientes a partidos conservadores y del PRG, un partido de la izquierda radical. Con este rechazo a la iniciativa del Ministerio de Justicia, no se modificará el artículo 2 de su Carta Magna, que declara como única lengua de la República es el francés.

Los Republicanos y la UMP sostienen que la ratificación de la Carta supondría la ”ruptura de la unidad de Francia”, además de la introducción del ”comunitarismo” en la Constitución. Los conservadores de Sarkozy sostienen que al ser el francés la lengua de la nación, abrir la puerta a la oficialización de otros idiomas sería una contradicción.

Los partidos de izquierdas defensores de la medida, naturales de las zonas en las que se hablan esas lenguas, habían solicitado a los senadores que asumieran ”su responsabilidad por el futuro del patrimonio lingüístico de Francia”, además de pedirles que apoyasen la iniciativa del Ejecutivo.

Dada la respuesta de la Cámara francesa, los senadores no han entendido que ese patrimonio lingüístico esté en peligro alguno y han decidido mantener sin cambios su Constitución."                  (Somatemps, 08/11/15)

12/5/15

Cooficialidad de las lenguas... ya existe (en parte): la administración periférica del Estado presta sus servicios en catalán tanto como en español

"Quiero agradecer a Crónica Global la posibilidad de terciar en el debate sobre la Ley de Lenguas que desde sectores contrarios al soberanismo se está proponiendo y entre cuyos promotores y defensores me encuentro. 

Para ello, no tengo más títulos que el de un ciudadano concernido que ha dado muchas (muchísimas) vueltas a la cuestión, ayudado por la experiencia de vivir en Canadá, un país donde rige el bilingüismo oficial en el nivel federal. Recientemente he publicado junto a Mercè Vilarrubias dos artículos en El País sobre el tema ("Blindar la convivencia, no las lenguas" y "Todas las lenguas de España"). Anteriormente había publicado en solitario "Por una Ley de Lenguas, de una maldita vez".(...)

 Concedo al sector crítico que la Ley de lenguas es una operación delicada. Sostengo al mismo tiempo que la empresa es necesaria y yo diría que imprescindible. Por eso es nuestra obligación explicarnos muy bien. Tan importante es dejar claro lo que la Ley es como lo que no es. Merece la pena empezar por esto último.
Lo que la Ley no es, es esto:
  • No es una cesión a los nacionalistas. Por una razón muy sencilla: ningún nacionalista la ha pedido y ninguno la quiere. Saben que si pierden el monopolio de la gestión de las lenguas su discurso quedará muy debilitado. Por otro lado, al contrario que otras medidas que se discuten, como el llamado blindaje de la lengua, nuestra propuesta no otorga ni un centímetro más de poder competencial a los nacionalistas. Y tampoco se trata de complacerles, como nos acusa de hacer Robles. Creemos que la medida es justa en sus propios términos y puede ser del agrado de muchos españoles no independentistas cuya lengua primera no es el castellano.
  • No es un galimatías ni un laberinto. Como hemos dicho desde el principio, no se trata de multiplicarlo todo por cuatro. La Ley solo afectaría a algunos órganos del Estado, los de mayor solera e importancia simbólica. Las autonomías y los órganos que de ellas dependan seguirán las directrices lingüísticas marcadas en sus estatutos. Más abajo repasaremos las medidas concretas que se avanzan, para ver si acaso alguna de ellas parece irrazonable.
  • No es un menoscabo de la lengua común. El español seguiría siendo la ley de trabajo de la mayoría de las administraciones. Seguiría, socialmente, siendo sentida por la vasta mayoría de los españoles, como el instrumento de comunicación privilegiado
Pasemos ahora a examinar algunos hechos. En primer lugar, hay que llamar la atención sobre una curiosa circunstancia: España es el único país donde se hablan varias lenguas –lenguas con gran arraigo– que no tiene una Ley de Lenguas Oficiales. 

Creemos que ese vacío legal es el origen de mil acerbas disputas que desgastan nuestra convivencia a diario. Bien, en países como el nuestro, con un patrimonio lingüístico similar, existen dos caminos: el bilingüismo territorializado o la gestión federal de lenguas. Hasta ahora, España ha seguido el primer sistema. 

El problema es que ese bilingüismo territorializado, cuando se combina con la fuerte implantación de fuerzas nacionalistas en territorios bilingües, resulta letal para la cohesión del Estado y para los derechos de los usuarios. 

Los nacionalistas aprovechan la inhibición del Estado central para empujar su programa monolingüista. Eso es lo que ha pasado y por eso proponemos que el Estado central recupere el iniciativa: porque lo hará mejor y en beneficio de todos.

Por otro lado, ruego a los lectores consideren lo siguiente: En España ya existe un acervo normativo sobre lenguas. Pero se trata de un amasijo informe de órdenes circulares, reglamentos, y –sobre todo- alambica jurisprudencia. ¿De veras alguien cree que dar sentido y coherencia a esta masa heterogénea de normas puede resultar negativo?

 El coste de la no-ley, ya lo tenemos a la vista: una bronca permanente. Una observación que corre en paralelo es la de que el catalán ya es, de manera implícita, una lengua co-oficial en el ámbito estatal en varios aspectos. Los documentos expedidos las terminales del Estado en Cataluña, como DNI, pasaportes o libros de familia, son bilingües. (...)

 La administración periférica del Estado presta –o debería prestar– sus servicios en catalán tanto como en español (Orden Ministerial de 20 de julio de 1990, sobre conocimiento de las lenguas oficiales de las CCAA en la provisión de puestos de trabajo en al Administración Periférica del Estado). El BOE se traduce al catalán. 

Todo esto ocurre y me gustaría preguntar al Sr. Robles si acaso considera que, dado que los ejemplos mencionados son ominosos signos de la co-oficialidad estatal del catalán y de cesión al nacionalismo, deberíamos deshacer lo andado. Seguramente no lo crea. Pero a su vez, el Sr. Robles y los críticos podrían muy legítimamente preguntarme a mí: “Si es verdad lo que usted dice, si el Estado ya reconoce y usa el catalán en gran medida, ¿dónde está el problema, por qué ir más allá?”
 
Por dos razones:

 Les pongo un ejemplo. Hace un par de años, el diputado de ERC, Alfred Bosch, dirigió una pregunta parlamentaria al Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación preguntando cuántas actividades en promoción de la cultura catalana había realizado el Instituto Cervantes en el último curso. 

El diputado esperaba sin duda pillar al gobierno en un renuncio y poder exaltar su victimismo. Cuál no sería su sorpresa cuando el Gobierno respondió con un robusto informe con más de cien actividades. ¿Hemos de esperar que sea el Sr. Bosch quien dé publicidad de esa buena labor del Estado en desarrollo del artículo 3 de la Constitución? 

Ese informe no existía hasta que el Sr. Bosch preguntó. Esa falta de garbo en el Estado para hacer valer sus méritos es un problema. Y se soluciona con una Ley que pida al Instituto elevar y publicar cada año un anuario con las actividades realizadas en lengua catalana o en beneficio de creadores catalanes (lo mismo vascos y gallegos).

En segundo lugar, la Ley es necesaria porque hay lagunas e insuficiencias en el reconocimiento del plurilingüismo. Estas se aprecian sobre todo en la administración de justicia, que se sigue impartiendo esencialmente en castellano, y donde por tanto, el consenso sobre bilingüismo territorializado no se cumple. 

Aquí, un pequeño empuje en la dirección de concienciación de los funcionarios (a los que no propongo penalizar por el desconocimiento de las lenguas co-oficiales, sino darles facilidades para aprenderlas a su llegada a Comunidades bilingües), y sobre todo, del uso de las cada vez más perfeccionadas herramientas electrónicas de traducción e interpretación debería bastar.

Otro aspecto deficitario es el de la enseñanza en la España dónde únicamente se habla castellano. Hay que ofrecer a nuestros alumnos la posibilidad de tener nociones básicas sobre el resto de las lenguas y literaturas de España. ¿Por qué? Porque son españoles y solo así tendrán un conocimiento cabal de la cultura de su país, lo que no parece una mala idea.

Pero aun reconociendo que en el plano administrativo el Estado cumple, aun quedaría por colmar todo el aspecto simbólico. Nos equivocamos si pensamos que el Estado es sólo un organizador racional; también satisface necesidades de orden simbólico y se manifiesta en todo tipo de liturgias civiles que obedecen al propósito de reforzar la noción de comunidad. 

El Estado no nos habla con unos y ceros, nos habla con lenguas humanas, y los ciudadanos albergan sentimientos en relación a sus lenguas. Esto no es ser nacionalista. Esto es ser realista y pagar tributo a la realidad de nuestra época. Por tanto, en esas ocasiones solemnes y más visibles, el Estado también debe hablar en las cuatro lenguas. Eso se consigue de varios modos.

 Cosas tan sencillas como que los ministros lean parte de sus alocuciones en las lenguas co-oficiales, que la rotulación de los edificios más emblemáticos sean cuatrilingües, o que los catálogos de los museos estatales estén en las cuatro lenguas principales. Cualquiera que haya pasado por Suiza ha comprobado que tal cosa es posible.

 Todo esto se puede ridiculizar. Se puede parodiar diciendo que lo que queremos es que un guipuzcoano pueda exigir ser atendido en eusquera en un hospital de Zamora o que los funcionarios estatales hablen en cuatro lenguas.   (...)

Como decía más arriba, es un error concebir el Estado como un mero organizador racional. Nos guste o no, ha de contar también con dónde ponen los afectos los ciudadanos. Con independencia de su carácter de instrumento, las lenguas tienen una carga afectiva con una dimensión política. Me abstengo de valorar este hecho y me limito a constatarlo. En Canadá se dieron cuenta a tiempo.

 Estoy convencido de que si el gobierno de Ottawa no hubiera implantado a tiempo el bilingüismo federal, los independentistas de Quebec habrían ganado sus referendos de independencia. La medida, por cierto, también fue impopular al principio. Tengo por aquí una encuesta de Gallup hecha en los años setenta en que el bilingüismo federal cosechaba únicamente un 22% de aprobación ciudadana. 

Hoy nadie lo discute. Las pequeñas disfunciones e ineficiencias que genera el bilingüismo federal, que no son tantas, son un precio pequeño para mantener intacto el potencial de un país unido y diverso. En España, de manera semejante, tenemos un conflicto de lenguas que corroe la convivencia. 

Hay que arreglarlo. Sé que la ley que propongo contiene aspectos llamativos. Pero el coste de la no-ley empieza a ser demasiado gravoso para los españoles, bastante más oneroso que los gastos –que intuyo más modestos de lo que se pregona– en los que incurríamos para poner en planta el tipo de legislación que, en mi opinión, es requerida por la realidad española.  (...)"            (Juan Claudio de Ramón, Crónica Global, Lunes, 4 de mayo de 2015)

6/5/15

Estupor en la Generalitat: el castellano es la lengua (de lejos) más hablada por los catalanes


"Se acaba de publicar la Encuesta sobre usos lingüísticos de la población 2013, realizada del Departamento de Cultura de la Generalitat y el Instituto de Estadística (Idescat). El estudio muestra que el catalán es el idioma habitual del 36,3% de la población de Cataluña, mientras que el castellano lo es para el 50,7%. 

 Nada menos que casi 15 puntos de diferencia a favor del español por antonomasia. Es decir: el castellano lo hablan un 40% más de catalanes que el catalán.
 
Dicen que a Artur Mas le ha dado un tembleque en la mandíbula cuando se lo ha comunicado madame Muriel: “Això justifica que fem més pressió amb la normalització, monsieur le president”.

Montes, ríos y frondas no hablan; hablan las personas. E incluso la Generalitat reconoce que los catalanes tienen como lengua propia el castellano muy mayoritariamente. ¿Hasta cuándo seguiremos los catalanes tolerando la imposición de los políticos nacionalistas sobre nuestra libertad de lengua? Volem viure lliures.
Dolça i castellanoparlant Catalunya…"              (Dolça Catalunya, 22/04/2015)

15/4/15

Miseria moral: defender públicamente el catalán en la escuela, pero llevar a los hijos al Liceo francés o a la Escuela alemana

"(...) En Catalunya, una de las regiones más laicas de Europa y del mundo, hace tiempo que se ha remplazado a Dios por la lengua catalana. Las bíblias y crucifijos se suprimieron de las escuelas para imponer un modelo de inmersión lingüística que, como el de antaño, guarda más relación con los intereses políticos de la clase dirigente que con un supuesto beneficio pedagógico.

La perversidad de este sistema radica principalmente en su obligatoriedad -no poder elegir entre ser escolarizado en catalán, castellano o inglés-, pero también en el hecho de que se haya elevado la lengua catalana como parte estructural de la identidad catalana sin la cual no puede haber integración o cohesión social. Una verdad revelada que convierte cualquier crítica hacia el modelo educativo en un sacrilegio contra Catalunya y el catalán.

Más allá de esta perversidad, como sucede con toda religión, también se evidencia una especie de doble moral: defender públicamente el catalán en la escuela, pero llevar a los hijos al Liceo francés o a la Escuela alemana. 

Son muchos y conocidos los personajes públicos independentistas que prefieren que su prole se eduque en el bilingüismo o el trilingüismo, y eso sí que seguramente no contribuye ni a la cohesión social ni a la igualdad de oportunidades. Libertad de elección solo para quien pueda pagar.  (...)

Esta religiosidad a la hora de tratar el tema de la lengua se mezcla a menudo de un romanticismo que dificulta aun más abordar el tema desde la racionalidad y los derechos de los ciudadanos castellanohablantes. Forma parte del imaginario colectivo creer que “pensamos y sentimos” en la lengua madre. 

Un supuesto que la neurociencia, cada vez más, se atreve a desafiar. En palabras del científico y lingüístico Steven Pinker esta creencia forma parte de la “estupidez convencional” y lo explica muy bien en su libro ‘El instinto del lenguaje’ (Alianza, 2012): “Depende realmente el pensamiento de la palabra? ¿Es verdad que la gente piensa literalmente en inglés, cherokee, kivunjo? (...) 

La idea de que el pensamiento es lo mismo que la lengua constituye un buen ejemplo de la podría denominarse una estupidez convencional (...). Todos hemos tenido la experiencia de haber proferido o escrito una frase y al momento mismo de terminar habernos dado cuenta de que eso no era exactamente lo que queríamos decir. Para que uno pueda sentir eso tiene que haber un “algo que queríamos decir” que sea diferente de lo dijimos.

 A veces no es sencillo encontrar palabras que valgan para expresar adecuadamente una idea. Cuando escuchamos o leemos algo, solemos recordar el sentido general, y no las palabras exactas, de manera que tiene que haber un sentido que no sea lo mismo que las palabras que lo expresan. Y además, si los pensamientos dependen de las palabras, ¿cómo es posible que se puedan acuñar nuevas palabras?; ¿cómo es posible traducir de unas lenguas a otras?”.  (...)

En el sistema educativo catalán, los derechos de los ciudadanos catalanohablantes están actualmente reconocidos y salvaguardados. Quienes no gozan de la misma suerte son los ciudadanos castellanohablantes. Si en Catalunya se continua aprendiendo el castellano no es porque el sistema lo propicie, sino porque la ley no es lo suficientemente totalitaria para imponerse en una sociedad compleja donde buena parte de la televisión, la vida pública y el mercado son en castellano. (...)"                 (Laura Fábregas, 10/04/2015)

18/2/14

"Que tus hijos aprenden en su lengua materna, tú lo decides" (cartel del PSUC para pedir el Estatuto de Autonomía de Cataluña, 1976)

"(...) Con la lengua materna hemos topado. El Gran Término Tabú de la sociedad catalana. La lengua materna es un favorecedor del aprendizaje, sobre todo en la primera enseñanza, y en eso coinciden numerosos trabajos. Además, tanto la UNESCO como UNICEF recomiendan que esa sea la lengua utilizada para la lectoescritura e intentan velar por la protección de ese derecho de los infantes. 

De hecho, esa fue una de las grandes reivindicaciones del nacionalismo catalán durante la Transición, a saber, la necesidad de escolarizar a los niños en su lengua materna con argumentos de eficacia pedagógica y de necesidad psicológica, tal como se pone de manifiesto en un opúsculo editado por "Rosa Sensat" en 1972. 

Y, por poner otro ejemplo, en el cartel del PSUC para pedir el sí por el Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1976 se puede leer: "Que tus hijos aprenden en su lengua materna, tú lo decides".

Sin embargo, en la actualidad, "lengua materna" ha desaparecido del discurso oral y escrito en Cataluña. No interesa que se hable de ello porque implica reconocer que se le está negando un derecho a más de la mitad de la población. 

Ya no hay debate sobre el tema, ninguna publicación al respecto y, por poner un ejemplo concreto, en la Encuesta de usos lingüísticos de la población de 2008 en lugar de preguntar por la "lengua materna", como sería lógico y habitual, ya que es como se denomina internacionalmente, se habla de "lengua inicial", que en el resto del mundo se entiende como el primer curso de una lengua extranjera y no como sinónimo de lengua materna. 

Tampoco aparece en los formularios para preguntar a los padres sobre la lengua de sus hijos. Aquí el concepto se sustituye por "lengua habitual", aunque a nadie se le escapa que la "lengua materna" y la "lengua habitual" no tienen por qué coincidir.

 Rápidamente, los tertulianos de turno sacan a relucir que los alumnos catalanes obtienen mejores resultados en lengua española -antes de que nadie me llame "facha", aclarar que la RAE considera que es más adecuado "español" que "castellano"- que los alumnos del resto de España. Si esto fuera cierto, investigadores de todo el mundo vendrían a estudiar tan extraño suceso.

 ¿Cómo se pueden lograr mejores resultados con 2 o 3 horas a la semana frente a más de 20? Obviamente, porque esto no es así. Las pruebas PISA y las de Evaluación General de Diagnóstico se han hecho aquí siempre en catalán y, por lo tanto, no hay ninguna prueba homologable con el resto del país. 

Además, incluso en el caso que se llegaran a hacer en español, como ya sucede con la Evaluación Diagnóstica de la Generalidad, estas pruebas evalúan, sobre todo, la comprensión lectora, generalmente mediante preguntas tipos test (cuatro opciones y no se descuenta por error) y los textos pueden ser de todo tipo: carteles publicitarios, instrucciones, mapas… 

Prácticamente no se evalúa la expresión escrita y aún menos la ortografía (4 puntos sobre 53 en el caso catalán) así como tampoco la expresión oral con lo cual, a partir de eso, es muy difícil analizar el conocimiento y el dominio real de una lengua. Para hacernos una idea, no sería ni la cuarta parte de la evaluación a la que se somete cualquier persona en los exámenes oficiales en una lengua extranjera. 

En cuanto a los exámenes de acceso a la Universidad tampoco son homologables en grado de dificultad como demuestra Roberto Augusto. Es evidente que con una sola asignatura de gramática descriptiva de español es muy difícil llegar a tener un dominio del registro culto de esta lengua.
 
Y no puede faltar el argumento estrella: el modelo catalán es un modelo de éxito. ¡Toma ya! Modelo de éxito. Y lo repiten una y mil veces sin que les tiemble la voz ni se les escape la risa. 

Pese a los malos resultados en PISA y a ser la comunidad autónoma que encabeza el fracaso y el abandono escolar, resulta que el modelo catalán es un modelo de éxito. No quiero ni pensar cómo serían las cosas si no lo fueran. Y esto nos lleva a otras de las grandes falacias: este modelo de éxito es el que proporciona y garantiza la cohesión social.

Para empezar, no hay ningún estudio que demuestre que la cohesión social de los países en los que no se aplica la inmersión lingüística sea menor que en Cataluña. Pero es que, además, cuando se habla de "cohesión social" en el ámbito educativo a nivel internacional se suele hablar de factores como la calidad de la educación, la equidad dentro del sistema y la equidad de los resultados académicos.

 Nunca se habla de un sistema como la inmersión lingüística como se entiende en Cataluña, entre otras cosas porque solo se aplica algo parecido en Flandes mientras que en el resto de países se suele optar por la doble red o por sistemas plurilingües.

 Veamos, pues, si se cumplen estos factores en Cataluña. En primer lugar, ya se ha comentado que tenemos unos resultados mediocres en los informes PISA, como ocurre en gran parte del resto de España, así que no se cumple con el requisito de la calidad de enseñanza. 

Pero es que, además, Cataluña está por encima de la media de fracaso y el abandono escolar: el 24,4% no acaba sus estudios; el 22% de los alumnos no llegan a graduarse y el 26% no sigue sus estudios una vez finalizada la ESO. Dentro de Europa, tan solo Malta supera estos pésimos resultados.
 
Por si todo esto fuera poco, sobre la base de los datos proporcionados por el informe PISA 2006, la Fundació Jaume Bofill realizó un estudio titulado Equitat, excel·lència i eficiencia educativa a Catalunya. Una anàlisi comparada, que arroja un terrible resultado: los alumnos que hablan español obtienen una media de 40 puntos por debajo de los que hablan catalán. 

 Esto responde a diversas causas, en primer lugar al diferente nivel socioeconómico cultural. Pero, y esto es lo significativo, incluso cuando se distraen los datos socioeconómicos, los resultados de los castellanoparlantes son más bajos. 

Hay que tener en cuenta que estos reciben la enseñanza en una lengua que no es su lengua materna mientras que los catalanohablantes, sí y, como ya se ha señalado, la lengua materna es un facilitador del aprendizaje.

A partir de estos datos, resulta evidente que la mal llamada inmersión lingüística no favorece la cohesión social porque no ofrece un sistema de calidad ni una equidad de los resultados. Y, por supuesto, resulta desproporcionado hablar de modelo de éxito cuando se encabeza el fracaso y el abandono escolar.

 Siempre nos quedará Europa, suspirarán algunos. Porque otro de los mantras es el apoyo de la Unión Europea a este modelo. De entrada, sorprende que, pese a ser respaldado por la UE, en el único lugar que se aplique algo similar sea en Flandes. Y mira que hay territorios plurilingües en Europa. Pues nada, les da por otros modelos.(...)

 En resumen, por mucho que se repita una y otra vez que el alumnado catalán tiene un conocimiento del español superior a la media del resto de España, que la mal llamada inmersión es un modelo de éxito, que garantiza la cohesión social y que tiene el respaldo de Europa, ninguna de estas afirmaciones resiste ni el más mínimo análisis. Curioso que nadie en los medios del editorial único haya caído en esto."            (Sonia Sierra, Crónica Global, Martes, 18 de febrero de 2014)

12/1/14

Sólo el 13,3% de los vascos recurre habitualmente al euskera

"(...) En esta última encuesta del Gobierno vasco solo un 27% de encuestados confiesa manejarse bien en euskera, aun cuando el 75% de ese mismo sector reconoce que habla mejor el castellano. 

En los incesantes sondeos de este tipo, sin embargo, quienes manifiestan desear un mayor conocimiento de la “lengua propia” de su comunidad ascienden a un porcentaje nada desdeñable (en la CAV el 63%, en Navarra el 38%).

 Lo sospechoso es que tantos acepten imponerse unas obligaciones que durante décadas han sido reacios a satisfacer y que pospongan otras iniciativas públicas que les serían de bastante mayor interés individual y colectivo. 

Tan escandaloso como que esa mayoría que solo conoce y emplea nuestra lengua común esté hoy matriculando a sus retoños en el modelo D, o sea, en la inmersión en euskera. O que muchos de esos pocos que dicen hablar el euskera con soltura, prefieran conversar en castellano; pero que eso no les impida sostener a la vez que el euskera es el idioma “por excelencia” de los vascos…

 Es de temer entonces que no solo estén falsificados los resultados de estas encuestas, sino antes y sobre todo la conciencia misma de buena parte de quienes las responden. Llamémosla hipócrita, conformista o atemorizada, pero el diagnóstico parece indudable. La falta de libertad de expresión ante la política del euskera no ha sido fruto directo del miedo a ETA, sino del miedo al control social de “los nuestros”.

 Y con ello se falsea, asimismo, la impresión que sacan los extraños, que tienden aún a creer en nuestra realidad nacional al toparse por doquier con rótulos, folletos, carteles, topónimos, etcétera en ambos idiomas y a fiarse sin reservas de datos como estos que les ofrecen.

Así que no se confundan. Pese a su cuantía tan reducida, las cifras obtenidas mediante esas consultas telefónicas aún están infladas. Para verificarlo, acudamos a la VI Medición del Uso de las Lenguas en la Calle (2011) llevada a cabo por el Cluster de Sociolingüística, bajo el patrocinio de dos departamentos del Gobierno vasco y de las cuatro Diputaciones forales.

 Según este estudio, basado en la observación directa, solo el 13,3% de los vascos recurre habitualmente al euskera, lo que significa que su uso está prácticamente estancado y que durante los últimos 22 años (1989-2011) ha crecido nada más que en un 2,5% (aunque se dispare, eso sí, el derroche presupuestario de esa partida).

 Hay diferencias por territorios, claro: en Guipúzcoa los hablantes ascienden hasta el 32,7%, mientras que en Vizcaya se quedan en el 9,4%, en Navarra en el 5,7% y en Álava alcanzan justamente el 4%. Llama la atención que en capitales como San Sebastián ese porcentaje sea el 15,9%, igual que el medido hace 10 años. Tal vez no se lo crean, pero en Vitoria y en Bilbao los usuarios rondan el 3% y en Pamplona oscilan alrededor del 2,5%.

Si el dato más revelador de la pujanza de una lengua es su uso efectivo, y si solo este ofrece el fundamento de los derechos lingüísticos…, saquen las consecuencias. 

Y si hiciéramos una pregunta expresa sobre las razones de un empleo tan exiguo del euskera, la respuesta sincera más probable del ciudadano medio sería esta: “Porque apenas tengo necesidad ni ocasión de servirme de esa lengua”. ¿Habrá algún valiente que se atreva a declararlo?

Todo esto se lleva denunciado en la prensa local bastantes años. Ni el gremio de sociólogos, ni las empresas de investigación contratadas ni los propios servicios del Gobierno vasco se han dado nunca por aludidos. Cosas de la timidez, supongo."                 (AURELIO ARTETA, EL PAIS 07/01/14, en Fundación para la Libertad)

31/5/13

La UAB ha identificado una nueva variedad lingüística utilizada por los adolescentes latinoamericanos

"Investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) han identificado en un estudio una nueva variedad lingüística utilizada entre los adolescentes latinoamericanos de Barcelona, e incluso los de orígen pakistaní, el "latino-español", como le han llamado.

La variedad combina palabras de diferentes países de América Latina, con expresiones del catalán y el castellano; el acento caribeño de determinadas expresiones (aunque el estudiante no tenga este origen), el 'seseo' y la aspiración de la s final, y el uso, por ejemplo, de la palabra 'man' para referirse a una persona, en combinación con palabras coloquiales del castellano como 'tío', 'chivarse' o 'cabreo', que se mezclan con expresiones catalanas referidas a la escuela.

El estudio se ha llevado a cabo analizando conversaciones entre estudiantes de Barcelona entre el 2006 y el 2009. Más del 10% de los alumnos de las escuelas catalanas son inmigrantes que utilizan diferentes variantes del castellano. 

Progresivamente van utlizando el español como idioma habitual de comunicación y el catalán sólo para las actividades escolares, como hacen sus compañeros españoles.

Según el estudio, el "latino-español" es utilizado para "autoafirmarse e identificarse con un grupo" y también para resistirse al catalán y al castellano que les enseñan en el colegio. 

El profesor de la UAB Víctor Coma ha destacado que esta variante lingüística "es un reflejo de la multiculturalidad que hay en Barcelona", lo que demuestra la complejidad de la integración de los recién llegados."        ( Diálogo Libre, 26/05/2013)

24/1/13

Los Mossos protestan en castellano en el Parlament. Con cánticos como "En Suiza está nuestro dinero" o "No hay policía para tanto chorizo”


Mossos, con una pancarta en castellano, a las puertas del Parlament

"A la izquierda de la puerta de entrada del palacio de la Ciutadella, una veintena de personas que han respondido a la llamada 'De España y catalanes', a la derecha, los primeros independentistas que se deben encontrar al mediodía, y entre los dos bandos, unos doc-cientos Mossos en protesta por los recortes.
 
Antes de comenzar el Pleno previsto para las 10h de este miércoles, la concentración mayoritaria en la puerta de entrada del Parlament era la de los "Mossos en lucha". La policía autonómica en protesta por el recorte salarial.

"En Suiza está nuestro dinero" o "No hay policía para tanto chorizo", han sido alguno de los cánticos que han repetido los Mossos cada vez que entraba un diputado en el Parlament."       (e-notícies, 23/01/2013)

7/1/13

El TSJC obliga a la Generalitat a escolarizar 6 alumnos en castellano, y catalán

"El tribunal insiste en que se debe considerar al castellano como lengua vehicular junto con el catalán. Las sentencias piden a la Generalitat que adapte el sistema de enseñanza lingüística sin segregar a los alumnos.
 
La sala contenciosa administrativa del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) ha fallado a favor de seis familias que interpusieron sendas medidas cautelares en contra de la Conselleria d'Ensenyament de la Generalitat para que adoptara "las medidas necesarias" para que sus hijos reciban "una enseñanza conjunta en las dos lenguas oficiales, de forma proporcionada y sin desequilibrios entre ellas".

La resolución pide a las escuelas que "adapten el sistema de enseñanza a la nueva situación", sin que esto suponga la segregación de los seis alumnos por razón de lengua.
El TSJC también ha dictado que la Administración deberá considerar el castellano como lengua vehicular de la enseñanza, juntamente con el catalán, tal y como sentenció el Tribunal Constitucional en 2010, en "la proporción que proceda dado el estado de normalización lingüística alcanzado por la sociedad catalana".

 La proporción y su puesta en práctica "corresponde acordarla a la Generalitat" después de atender a la realidad sociolingüística del centro, detallan las resoluciones.

Las medidas cautelares disponen del voto particular del magistrado Alberto Andrés Pereira, que considera que el procedimiento cautelar sólo se debe utilizar ante perjuicios irreparables que, en este caso, no se producen, ya que no cabe considerar como un perjuicio "la enseñanza conforme al sistema que han seguido todos los alumnos de Catalunya durante cerca de veinte años".     (Público, 04/01/2013)

21/12/12

Laicismo lingüístico

"El precursor de la inmersión lingüística fue Franco, quien impuso el castellano en exclusividad y desterró a todas las demás lenguas españolas del sistema educativo para no dividir a la comunidad. Es decir, lo que hoy se argumenta en Cataluña. (...)

En Cataluña los nacionalistas se han acostumbrado a asegurar cosas catastróficas e inverosímiles respecto a su relación con el Gobierno de España: por lo visto, a pesar del tamaño de los embustes no les va mal del todo así. 

De modo que tras denunciar el expolio económico a que les somete el Estado, ahora toca proclamar que la lengua catalana padece el más atroz ataque que han visto los siglos. De inmediato, nacionalistas de otras latitudes se han solidarizado con las víctimas de tan injusto acoso. 

No deja de ser revelador respecto a los orígenes clericales de la ideología nacionalista las similitudes de estas protestas con las tradicionales de la Iglesia católica contra el laicismo. En cuanto la doctrina católica pierde la exclusiva de sus privilegios y debe verse en el mismo plano que otras creencias o que la ausencia de ellas, considera que está sometida a una terrible persecución. 

Sus eminencias siempre consideran que es de justicia gozar de un trato de favor y que carecer de él es una ofensa y una agresión. De igual modo, los nacionalistas de ayer y de hoy se dan por atacados no cuando a su lengua se le quita algo sino cuando se concede lo mismo a otra, que para colmo es la que se habla en todo el país y por tanto les vincula con él. El único derecho de que se les priva es el de prohibir pero eso ya les parece una herejía intolerable…

Los nacionalistas creen que son las lenguas mismas las que tienen derechos, no sus hablantes. Por tanto, les encanta repetir como un argumento incontrovertible que al final de la enseñanza obligatoria los alumnos, aunque no hayan estudiado en castellano, acabarán manejando esa lengua omnipresente con tanta competencia como los educados en ella. 

No es seguro que sea así, pero concedámoslo: por muy independiente que sea Irlanda, el gaélico nunca hará ininteligible el inglés para los irlandeses. Lo que se debate sin embargo no es eso, sino el derecho de quienes estudian en Cataluña, el País Vasco o cualquier otra región de España a educarse en castellano, la lengua común, si así lo desean: no se cuestiona su conocimiento de ese idioma al final de los estudios, sino que se defiende su derecho a adquirir conocimientos por medio de él. 

Es una forma de laicismo lingüístico, que como otros laicismos choca con los intransigentes que no se conforman con gozar de un derecho sino que pretenden convertirlo en deber para todos los demás."            (EL CORREO 15/12/12, FERNANDO SAVATER)

1/11/12

Garantizar los derechos de los hablantes de las lenguas minoritarias... pero no a costa de los derechos de los hablantes de la lengua mayoritaria

"La búsqueda de avales internacionales por parte de la Generalidad para el modelo de inmersión lingüística escolar obligatoria exclusivamente en catalán que aplica desde hace dos décadas no está teniendo el éxito que esperaba.

Así se deduce del informe del Comité de Expertos del Consejo de Europa sobre el grado de aplicación en España de la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias que fue presentado la semana pasada y que, no solo no respalda la prohibición del español como lengua vehicular escolar, sino que, al contrario, entiende que la lengua de enseñanza debe poder ser elegida libremente por los padres. (...)

En 2002, un Comité de Expertos del Consejo de Europa realizó un informe de situación inicial, y cada tres años (2005, 2008 y 2011) han ido analizando su evolución. El informe conocido la semana pasada corresponde al año 2011.

 Pese a que el análisis realizado por los expertos se circunscribe a evaluar únicamente el grado de cumplimiento de los compromisos del Gobierno y de las CCAA para garantizar los derechos de los hablantes de las ‘lenguas regionales’, el informe de 2008 fue más allá

Sorprendidos por el hecho de que, en el caso de Cataluña, eran los derechos de los hablantes de la lengua mayoritaria los que estaban siendo menospreciados, los expertos se atrevieron a lanzar una advertencia más allá de su competencia:
‘El Gobierno español se comprometió a asegurar que se impartiría enseñanza en las lenguas regionales o minoritarias a todos los niveles. El Comité de Expertos entiende que estos compromisos significan que se impartirá enseñanza en catalán en aquellos territorios en los que se emplee esta lengua. La Carta no prevé la enseñanza obligatoria en catalán para todos los alumnos, sino, únicamente, que todos los alumnos reciban educación en catalán si sus padres así lo desean‘.
E insistieron en que:
‘Existe supuestamente un sistema basado en la impartición de educación fundamentalmente en la lengua cooficial para todos aquellos que lo solicitan, pero este sistema no debe ser obligatorio para todos los niños’.
Entienden que los padres pueden elegir la lengua vehicular
En el último informe, los expertos vuelven a incidir en que el objetivo de la Carta es garantizar los derechos de los hablantes de las lenguas minoritarias -que consideran ampliamente cumplidos en el ámbito de la educación en Cataluña-, pero no a costa de los derechos de los hablantes de la lengua mayoritaria. (...)

‘El Comité de Expertos reitera su punto de vista en el sentido de que los compromisos en cuestión [en materia educativa] no implican necesariamente que este tipo de educación [en la lengua minoritaria] sea obligatoria para todos los alumnos, no el 100% de todas las asignaturas han de ser en esa lengua‘, indican en el párrafo 39.

En ese sentido, el párrafo 256 del documento se hacen eco de que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto eliminó el ‘uso preferente’ del catalán por parte de la Generalidad y señaló que la apelación al ‘uso normal’ del catalán en la educación no debe ‘excluir la enseñanza en castellano’.
Y concluyen lo siguiente (punto 257):
‘El Comité de Expertos entiende que esta decisión significa que la educación en Cataluña en catalán es ofrecida y está disponible, y que los padres son libres de decidir si quieren que sus hijos aprovechen ese ofrecimiento o, en su lugar, que sus hijos sean educados solo en castellano: la educación no es que sea, por tanto, ofrecida solo en catalán de manera obligatoria para todos los alumnos, sino que el castellano también puede ser utilizado como lengua de enseñanza’."            (lavozdebarcelona.com, 31/10/2012)

18/7/12

Los derechos lingüísticos deben atenerse al principio de adecuación a la realidad sociolingüística

“Pues bien, varias comunidades españolas, y por mentar tan sólo el acceso al empleo público, llevan largos años discriminando ilegítimamente a los ciudadanos en razón de su lengua. No los discriminan porque establezcan condiciones lingüísticas específicas a los candidatos, que tal es su derecho y su deber como comunidades bilingües que son. 

Los discriminan sin derecho porque, tratándose de territorios donde su lengua particular sólo es hablada por una parte pequeña o grande de su población, exigen a todos los aspirantes como requisito (o como mérito decisivo) acreditar el conocimiento oral y escrito de esa lengua. Así se destroza el principio de igualdad, mérito y capacidad para seleccionar a los concursantes. (…)

Además de que todos hablemos y entendamos el castellano, bastantes españoles hablan y entienden también otra lengua que es oficial en sus respectivas comunidades. Ese bilingüismo, cuando es natural y no forzoso o exagerado, real y no artificial, entraña una riqueza para sus hablantes. Naturalmente, no está reñido con la excelencia cuando se hace presente en la comunicación habitual de las gentes. 

Pero tiene poco de excelente en esas comunidades en que brilla sobre todo en la toponimia, los rótulos o los documentos oficiales, mientras lo desconoce el grueso de la calle y el comercio, y profesores y alumnos no alcanzan el nivel mínimo requerido en la lengua local. Al contrario, en esas comunidades se vive en una continua hipocresía. (…)

Pues los derechos lingüísticos no son de la Lengua, ni del Pueblo, ni del Territorio ni de cualesquiera ciudadanos, sino ante todo de los hablantes. Pero no de los hablantes en abstracto, sino de los que viven en una particular comunidad lingüística que tiene en esa lengua su medio ordinario de comunicación (y que por lo general será la lengua materna de la mayoría). 

Los sujetos de esos derechos son los miembros de esa comunidad de habla, por tanto, y no de otra distinta ni tampoco de la que formaron sus antepasados, y eso mientras permanezcan en esa interrelación local. Por ello mismo, los lingüísticos son derechos territoriales y no de personalidad

Es decir, no son geográficamente universales como la libertad de expresión, sino dependientes del lugar de residencia de su titular: sólo pueden ejercerse en esa zona, no se trasladan con su sujeto cuando éste se instala en otra comunidad lingüística. Dada la primordial función comunicativa de la lengua, además, aquella comunidad ha de abarcar un número suficiente de hablantes como para hacer probable su viabilidad.
De modo que en una sociedad con recursos escasos aquellos derechos tendrán que parangonarse con otras necesidades y otros derechos en liza. Todo esto está contenido en la Carta Europea de Lenguas Regionales y Minoritarias de 1992, suscrita por España el 2001, sin que algunos hombres de leyes se hayan enterado del todo.

En resumidas cuentas, en esta materia debe regir el principio de adecuación a la realidad sociolingüística. Y desde nuestra plural realidad española se obtienen unas conclusiones que me parecen inapelables.

Que no hay derecho a escolarizar a nadie en una lengua que no sea la propia de su comunidad lingüística, si bien puede y debe adoptarse la cooficial como lengua auxiliar.
Que no se incumple ningún derecho cuando se estudia español en toda España y catalán sólo en Cataluña o gallego sólo en Galicia, porque ese diverso derecho nace de su uso real. 

Que en territorios bilingües sería conveniente distinguir zonas lingüísticas -con sus derechos diferentes-, como en Navarra, en caso de que la lengua cooficial estuviera concentrada sólo en unas comarcas. 

Que no hay, por tanto, una jerarquía entre los ciudadanos españoles a causa de su lengua, sino una diferencia cualitativa que les imprimen sus lenguas diversas por su extensión: una común y otras particulares. 

Que cada comunidad bilingüe ha de contar con funcionarios competentes en las lenguas cooficiales, sólo que según la proporción de usuarios y las tareas públicas acordes con la conducta habitual de los hablantes; que todos los españoles, en fin, pueden comunicarse en su propia lengua con los empleados públicos. No es tan difícil de entender.” (AURELIO ARTETA: Añoranza de Babel. El País, ed. Galicia, opinión, 21/01/2008, pp. 31)