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26/3/24

Puigdemont, fundamentalmente, anuncia su candidatura a las elecciones. Por tercera vez en su biografía... es, básicamente, una repetición... diferencia esta repetición de las anteriores la restitució, ese carlismo... Puigdemont, hoy, tan solo aspira a restituirse a sí mismo. Un indicativo de que va por libre... ¿Eso significa que Puigdemont volverá? No está claro. La ocasión para volver ya pasó. Fue en 2017. Y lo que no sucede a tiempo, se pudre... Pugidemont anunció, fundamentalmente, la identidad indepe. Lo que, ojo, es una llenapistas. La identidad indepe –sin programa, ni ganas, de indepe– es lo que une al procesismo, esa cosa inexportable e incomprensible, que entronca con un robusto torrente de votantes que procede del postpujolismo, y que prefiere ser –indepe– que estar –indepe–. Puigdemont ofrece, como ERC, una lista para la identidad indepe. Lo que, a su vez, también es una repetición (Guillem Martínez)

 "1- El discurso de Puigdemont, anunciando su candidatura a las elecciones autonómicas del 12M es, básicamente, una repetición. Pero, en tanto que repetición, está matizada por un hecho importante que la singulariza: el contexto. No es lo mismo prometer algo en 2017, que prometerlo en 2021, que prometerlo en 2024. O, como dijo el gran poeta catalán Jaime Gil de Biedma, uno no se mete dos veces en el mismo lío. ¿En qué lío se mete Puigdemont al repetir en 2024 lo ya señalado en 2017 y 2021? ¿Es diferente de los líos anteriores? El presente artículo intentará satisfacer esos interrogantes, analizando ese discurso, sus repeticiones, sus matices. Su significado. 

2- Puigdemont, fundamentalmente, anuncia su candidatura a las elecciones. Por tercera vez en su biografía. Su programa, su propuesta, su casi todo –es importante la partícula casi, que diferencia esta repetición de las anteriores– es la restitució –ese carlismo–, si bien en esta ocasión ya no se quiere restituir la Generalitat o el Govern, sino tan sólo la Presidència. Importante matiz: Puigdemont, hoy, tan solo aspira a restituirse a sí mismo. Un indicativo de que va por libre. Puigdemont observó, se diría, la candidatura de Xavier Trias al Ajuntament de BCN, en la que Trias se presentó como un fenómeno individual, fuera del campo semántico Junts. Indepe, pero no tanto, autonomista, pero no tanto, usuario de la derecha y abierto, pero no tanto. En BCN funcionó –muy velozmente, ojo– ese primer intento oficial de resignificar Junts hacia la derecha, y olvidar el rollo woke y la estética de pop-cristiano utilizada –y agotada, diría– durante una décadaTambién gustó de Trias, más aún, ese primer intento serio de reconvertir, ya de manera explícita, lo indepe en el nuevo autonomismo, que posibilitó que el abuelito, el padre y el hijo de centro-muy-derecha –tres estados de ánimo indepe, que podrían haberse organizado en tres listas– votaran, nuevamente, lo mismo. Importante: ese “lo mismo” emitió un estado de ánimo sobre la inmigración muy parecido al de otras extremas derechas europeas.

3- Es importante la negativa de Puigdemont a presentarse a las elecciones europeas. Supone abandonar a) la base de su sustento –algo novedoso; la historia del exilio de Puigdemont es también la historia de la búsqueda de ingresos; tras algunos experimentos, como el fallido Consell de la República, la estabilidad llegó solo con el escaño en Bruselas, hoy rechazado–. Pero también, y no menos importante, significa abandonar el b) principal asidero institucional ante una extradición –recordemos que, una vez otorgado el suplicatorio que pidió Llarena, solo gracias a su escaño Puigdemont ha conseguido la libre circulación por toda Europa, salvo, claro, en el país favorito de la Divina Providencia–. ¿Por qué lo hace entonces? ¿Para acentuar el valor de su apuesta catalana? Es posible. Pero es más probable que esa decisión responda al hecho de que, ante el delito de terrorismo –esa gracia de la AN, reída por el TS–, la casilla Parlamento Europeo ha finalizado a corto plazo. No existe ya ese refugio. El tercer acto del exilio de Puigdemont se desarrollará en Bélgica, si bien intentando el juego institucional en Catalunya –con el cargo de terrorismo sobre la chepa, tampoco será fácil–. Y tal vez sin ingresos. Este tema, o no está calculado, o no está resuelto, o es un indicio de que ya se considera que el margen de libertad de Puigdemont, tras la apuesta del TS por el pack terrorismo, se está perfilando. Veremos. 

4- ¿Eso significa que Puigdemont volverá? No está claro. La ocasión para volver ya pasó. Fue en 2017. Y lo que no sucede a tiempo, se pudre. Un amigo mío, que es fotógrafo de bodas, me explicó, en ese sentido, que las peores fotos son cuando la boda transcurre varios años después a cuando tenía sentido. Sobre la ocasión de oro para volver, en 2017: un asesor, me dicen, dibujó una campaña electoral en la que, emulando una campaña de Jean-Luc Mélenchon en Francia, Puigdemont intervendría en mítines catalanes, sin moverse de Bruselas, a través de hologramas. Como la Princesa Leia. En el mitin final, el verdadero Puigdemont aparecería justo encima de su holograma. Hubiera sido una locura. Tal vez una mayoría absoluta –entonces, el río/lío era otro–. Pero no sucedió. Sencillamente porque el procés no era, ni es, eso. Tiene otro carácter. Y, si es verdad que el carácter es el destino, Puigdemont no volverá, tampoco en esta repetición. El anuncio de su vuelta –importante: solo si hay opción de ser presi– es, más posiblemente, un intento de presión sobre ERC. Y diría que esa presión a ERC ya no es efectiva. Se ha roto, de tanto usarla.

5- Puigdemont habló del éxito –personal, incluso– de sus pactos con el PSOE. Que valoró como triunfo sobre el Estado. Lo que no es cierto, si vemos cómo las gasta el Estado en este tema. Lo que sí es cierto es que el procesismo –o intento de negociar con el Estado/Gobierno, desde el límite autonómico, a partir de la construcción de un objeto con el que negociar–, solo se ha producido en la fase exilio, con motivo de las negociaciones de la investidura de Sánchez. Puigdemont, curiosamente, mezcló esos logros del exilio –amnistía, oficialidad del catalán en el Congreso y la fugaz posibilidad de oficialidad del catalán en la UE– con otros itinerarios absolutamente y netamente autonómicos –el déficit fiscal, la baja ejecución de obra pública del Estado; y así–. Otra vez lo indepe como nuevo autonomismo. Otra vez reflejos de Trias. (...)

7- Me explicó un diputado veterano que, cuando un desconocido Puigdemont accedió, de carambola, a la Presidència de la Gene, en 2015, se presentó, en las visitas de los líderes de grupo del Parlament a su despacho, de la siguiente manera. Les enseñó una portada de El Alcázar –si usted aún no había nacido en los 80, por lo que tampoco se chutaba caballo, se lo explico: era un/el diario de la extrema derecha española del momento; muy pallá–. En esa portada aparecía Puigdemont, muy joven, con una estelada. Con esa foto antigua Pugidemont hacía dos cosas, supongo. La cosa a) era presentarse como indepe antiguo –en los 80, no había tantos indepes; de manera militante, más allá de ir por ahí cargando una bandera, un millar, me dicen–. La cosa b) era explicar una identidad, que no un programa, que no un itinerario, que no una voluntad. Un yo-soy-indepe, que no un yo-tengo-un-programa-hacia-la-indepe. Se trata de un canto a la identidad indepe, antes que a la indepe. Sí, suena raro. Denme crédito.

8- En su discurso, Pugidemont anunció, fundamentalmente, eso último. La identidad indepe. Lo que, ojo, es una llenapistas. La identidad indepe –sin programa, ni ganas, de indepe– es lo que une al procesismo, esa cosa inexportable e incomprensible, que entronca con un robusto torrente de votantes que procede del postpujolismo, y que prefiere ser –indepe– que estar –indepe–. Puigdemont ofrece, como ERC, una lista para la identidad indepe. Lo que, a su vez, también es una repetición. La mayor y más lejana.

9- Y esto es una crisis importante, nunca vista, del catalanismo. Ha muerto, ha finalizado como margen e itinerario, sin ceder ese rol a un independentismo efectivo, con un programa, con una idea efectiva de sociedad, que no existe, en tanto solo quiere querer ser, ser identidad, ser una fotografía antigua. Estas crisis de inteligencia tienen consecuencias en los países grandes. Imagínense en los pequeños. "             (Guillem Martínez , CTXT, 25/03/24)

23/2/24

El nacionalismo, políticamente hegemónico desde el año 1980 en Cataluña, nos ha llevado a la debacle actual. No es una cuestión de siglas -CDC, UDC, PDECat, JxCat, ERC, CUP…- es una cuestión de concepto, de mentalidad y, sobre todo, de una manera de hacer y de gobernar... Jordi Pujol se llegó a identificar con Cataluña y la evidencia es que todo aquello que construyó ha acabado hundido, incluido el “país ideal” que imaginó

 "(...) El ideal de una Cataluña “libre, rica y próspera”, segregada de España y de la península Ibérica, ha marcado a las generaciones de catalanes que han nacido y vivido en esta tierra después de la muerte de Franco. Pero este ideal se ha basado sobre un gravísimo error: obviar que la realidad social es compleja y que hay una parte muy importante de la población que no tiene raíces catalanas y que también tiene derecho a expresarse en su lengua y a vivir su cultura con normalidad y plenitud.

La Generalitat, restablecida gracias a la tenacidad del presidente en el exilio, Josep Tarradellas, no ha sido percibida como la institución de “todos”, sino de solo una parte y esta falta de identificación ha entorpecido el proceso de integración. Hoy, más que nunca, hay que ratificar y defender que los 8 millones de habitantes de Cataluña, vengamos de donde vengamos, hablemos como hablemos, somos un solo pueblo, con los mismos derechos y los mismos deberes. 

 El nacionalismo catalán, además de su vertiente excluyente, ha cometido dos otros errores de gran calibre: caer en la lacra de la corrupción y, lo que es peor, intentar justificarla; y poner en marcha el delirante proceso independentista para intentar tapar el lado más oscuro y más sucio de su gestión. De este modo, hemos pasado del supuesto “oasis” pujolista -donde la “omertà mafiosa tapaba todas las críticas- al estallido de las cloacas y al actual desierto, en el cual estamos perdidos y desorientados.

 Para más inri, hemos perdido la empatía y la complicidad de los vecinos. El estropicio del 1-O no solo ha fracturado, todavía más, la sociedad catalana. Ha provocado una reacción de rechazo en la Cataluña Norte, en las Islas Baleares, en la Comunidad Valenciana y en Aragón, donde las últimas elecciones han instaurado gobiernos de derecha y de extrema-derecha, muy refractarios a la colaboración con la Generalitat y con todo aquello que tenga relación con el nacionalismo catalán.

La incapacidad y la impotencia para hacer frente a la sequía; el devastador informe PISA sobre la educación y los reiterados y brutales episodios de inseguridad ciudadana que sufrimos marcan el punto más bajo de Cataluña desde la recuperación de la democracia. Este desbarajuste coincide con un Gobierno, el de Pere Aragonès, que solo tiene 33 diputados en el Parlamento.

 Jordi Pujol, el “padre padrone del nacionalismo contemporáneo, tiene que ver cómo otra de sus obras -a la cual dedicó mucho dinero y esfuerzos-, la Gran Enciclopèdia Catalana (GEC ), también cae a pedazos. Esta empresa editorial arrastra una deuda de 15 millones de euros, ha tenido que vender el edificio corporativo al dueño de Bon Preu, Joan Font, y tiene previsto hacer un ERE de su plantilla.

La crisis de la GEC, fundada en 1968, se añade a las del grupo financiero Banca Catalana, al cierre del diario El Correo Catalán, de la revista Destino -de los que Jordi Pujol era propietario- y de Cadena 13, a la desintegración de Convergència Democrática por corrupción y a la imputación de toda la familia Pujol por esconder una fortuna en paraísos fiscales. Jordi Pujol se llegó a identificar con Cataluña y la evidencia es que todo aquello que construyó ha acabado hundido, incluido el “país ideal” que imaginó.

 Con el descalabro de la GEC culmina este desastre permanente que, bajo las consignas de “hacer país” y “esto ahora no toca”, hemos tenido que soportar el conjunto de los catalanes en las últimas décadas. Dando por sentado que en la iglesia nacionalista, presidida por el pantocrátor de Jordi Pujol, los convergentes eran los padres de esta gran familia mal avenida; los republicanos son los hijos; y los de la CUP, los nietos.

Es evidente que el edificio está en ruinas y que hay que hacer un “reset” con urgencia, pero el PSC, que tendría que liderar la alternativa, está atado de pies y manos por el apoyo que ERC da a la estabilidad de Pedro Sánchez. Mientras en Madrid, el PSOE necesite imperiosamente los escaños de los nacionalistas catalanes para poder gobernar, Salvador Illa se quedará sin la presidencia de la Generalitat. (...)

El nacionalismo ha llevado Cataluña al precipicio. Estamos en caída libre y todavía no hemos tocado fondo."            (Jaume Reixachs, elTriangle, 11/12/23)

12/9/23

Xavier Rius, director de e-notícies: Aunque les den la amnistía. Incluso el referéndum. Yo no perdono. El daño causado ha sido demasiado grande... ¡Qué daño han hecho Puigdemont y Junqueras! No solo al independentismo sino también a Cataluña... siempre he dicho que lo peor no es la fractura social, sino la fractura mental. Cataluña ya no se divide entre indepes y no indepes sino entre indepes y cuerdos... Personalmente, he pasado verdadero bochorno con el proceso entre trepas, jetas, conversos, frikis, espabilados y otras categorías profesionales... pero lo que más me jode es la superioridad moral. El mirarte por encima del hombro. Creerse los buenos de la película... pero si sacaron más votos los del PP que los de Junts

 "Aunque les den la amnistía. Incluso el referéndum. Yo no perdono. El daño causado ha sido demasiado grande.

De entrada los daños oficiales por decirlo de alguna manera. La aplicación del 155. No había pasado nunca. Los canarios estuvieron tonteando a finales de los 80 por unos aranceles y bastó mandarles el famoso burofax. Ni a los vascos en pleno apogeo de ETA. Para vergüenza nuestra, los catalanes fuimos los primeros.

 Luego, los daños materiales: la inestabilidad política, la inseguridad jurídica, la incertidumbre económica y el bloque legislativo. Un cóctel letal para cualquier sociedad.

Puigdemont se quejaba en su comparecencia del decreto que permitió a las empresas catalanas cambiar de sede con la aprobación solo del consejo de administración. Hasta entonces se precisaba que el trámite pasara por la junta de accionistas.

¡Pero si fueron los bancos los que lo pidieron! Incluso la leyenda negra que corre sobre la supuesta llamada del Rey a la SEAT. ¿Qué empresa de automóviles se quedaría fuera de la UE? ¿Cómo iba a vender sus coches?

 El problema no es que las empresas catalanas se hayan ido, que también, ¡es que no vuelven! ¿Cómo van a volver con estos al frente de la nave? ¿Pero si no paraban de decir que “ho tornarem a fer”? La economía, para funcionar, necesita tranquilidad.

Luego la famosa fractura social, que es irreversible. E irá a más. Porque vuelven a empezar. Con el proceso ya estuvieron jugando con fuego. “Apreteu, apreteu”, llegó a decir un presidente de la Generalitat, Quim Torra, con el que por cierto se reunió el propio Pedro Sánchez.

 ¿Ahora ya nadie se acuerda de la ocupación del aeropuerto? ¿De los cortes en las autopistas? Quince horas en L’Ampolla (Tarragona) y los Mossos mirándoselo. No hicieron ni una identificación. 

¿Y las interrupciones en el AVE? ¿O el bloqueo de una frontera internacional como la de La Junquera durante tres días con concierto de Lluís Llach incluido? ¿Y la ‘batalla de Urquinaona’? Que hasta elogió la ex consejera Ponsatí en Perpiñán. Nada menos que la ex titular de Educación.

Centenares de contenedores quemados durante una semana en pleno centro de Barcelona. Turistas aterrorizados. Pasen por el Ensanche. En muchos cruces todavía está el asfalto maltrecho del fuego. A Colau no le ha dado tiempo de arreglarlo.

 Me ahorro otros daños para no aburrirles. Pero siempre he dicho que lo peor no es la fractura social, sino la fractura mental. Cataluña ya no se divide entre indepes y no indepes sino entre indepes y cuerdos.

No voy a citar todos los episodios, individuales o colectivos, que hemos visto durante el proceso. Romeva y Ramón Tremosa presentando, cuando eran eurodiputados, una pregunta en el Parlamento Europeo por un pisotón de Pepe, un defensa del Madrid, a Messi durante un partido de Copa del Rey. Como si fuera un ataque de España.

 O aquel empresario, Joan Canadell, que viajaba con una careta de Puigdemont en el coche. Con esos antecedentes llegó no solo a presidente de la Cambra sino incluso a diputado de Junts.

Sin olvidar, el ataque sufrió un día el bus de la línea 155 de Barcelona tras la aplicación del 155. O aquel homenaje a un bolardo derribado por la Guardia Civil durante un registro con tan mala suerte que se equivocaron de bolardo.

Evidentemente, todos estos no son casos penales, pero refleja el nivel. Personalmente, he pasado verdadero bochorno con el proceso entre trepas, jetas, conversos, frikis, espabilados y otras categorías profesionales.

 ¿Lo peor de todo saben qué es? Que sabían que saldría mal. Lo sabían desde el principio. Y nadie se atrevió a decirlo. Al menos en público. A pesar de que TV3 transmitiera -para TV3 tampoco tendría que haber amnistía- la imagen de ‘un sol poble’

¿Cómo se declara la independencia de un territorio con menos de la mitad de la población? Porque, en todas las elecciones, nunca superaron el 50%. En los momentos álgidos fueron dos millones pero de un censo de 5,5 millones.

 Bueno, en las últimas elecciones al Parlament con un 51% pero sumando el PDECAT, que quedó fuera y habiendo perdido casi 900.000 votos. Como en las últimas generales, perdieron 600.000. ¡Pero si han tenido que hacer trampas para constituir grupo parlamentario en el Congreso!

Puigdemont hablaba el otro día en nombre del “poble de Catalunya” pero sacaron más votos los del PP que los de Junts. Es lo que más me jode: la superioridad moral. El mirarte por encima del hombro. Creerse los buenos de la película.

Va a pasar como con los indultos, que nadie los pedía y los concedió Pedro Sánchez a cambio de nada: van a salir como héroes. Que los socialistas traguen es cosa suya. Al fin y al cabo les llamaban el “bloque del 155” o incluso “carceleros”. Pero yo, no.

 A pesar de los desperfectos, no he oído nunca, no ya unas palabras de arrepentimiento, que ni siquiera pido, o de autocrítica. Es que ni siquiera una reflexión sobre cómo han estado mareando la perdiz durante más de diez años para nada. Diez años irremisiblemente perdidos. Por eso: yo no perdono."                 (Xavier Rius , e-notícies, 07/09/23)

29/5/23

Xavier Rius: el proceso ha abierto en canal nuestra miserias... hemos retrocedido: no somos una nación, somos una tribu. Hemos vuelto a los tiempos de los bergistanos, los lacetanos, los layetanos. Anque ahora sólo hay dos: la de los lazos amarillos y la otra... Los países, para salir adelante, necesitan grandes consensos sociales y el proceso lo ha roto todo... entraremos -por culpa del proceso- en un largo período de decadencia si ya no lo estamos ya

 "Cuando Pujol cumplió 80 años, TV3 emitió un programa de homenaje a cargo de un periodista de confianza: Miquel Calçada. En un momento de la entrevista, el presentador le peguntó al expresidente:

-       “¿Cuál sería el momento en que nos tendríamos que haber consolidado?”
 
Pujol, tras unos instantes de reflexión, dijo: “Probablemente en el siglo XV. El XV y el XVI. En el XVI ya hemos perdido pero en el XV quizá todavía podríamos haber hecho alguna cosa”.
 
En efecto, uno de los principales misterios de la humanidad -al menos para la historografía catalana más nacionalista- es por qué Catalunya no se consolidó como estado nación cuando tocaba. Se han eleborado las más curiosas teorías al respecto.

En general se culpa a la decadencia medieval. El famoso lo mal any primer de 1333. Plagas, terremotos, epidemias, la peste negra.

A mí no me ha cuadrado nunca demasiado. Inglaterra perdió el 40% de su población y luego construyó un imperio.

En mi opinión de aficionado a la historia, la guerra medieval de 1462-1472 -la Generalitat contra el Rey, les sonará- fue decisiva. Imaginen cómo debía quedar el Principado tras un conflicto civil de diez años cuando apenas tenía unos 400.000 habitantes.

En una época, además, en que no había la Convención de Ginebra para atenuar los efectos de la guerra en la medida de lo posible.

Para colmo acabó en tablas.

Pero yo creo que el proceso ha abierto en canal nuestra miserias: ¿cómo quieren gobernar una república si ni siquiera saben gobernar una comunidad autónoma? Es verdad que suena fatalista. Pero a los hechos me remito.

Sería esa alergía al poder -al ejercicio del poder- del que hablaba Vicens Vives hace más de 50 años en su Noticia de Cataluña: el Síndrome del Minotauro. Quizá por eso fuimos más fenicios que cartagineses, aunque no es que éstos últimos acabaran muy bien. Más comerciantes que funcionarios.

Incluso hemos retrocedido: no somos una nación, somos una tribu. Hemos vuleto a los tiempos de los bergistanos, los lacetanos, los layetanos. Anque ahora sólo hay dos: la de los lazos amarillos y la otra.

Esto imposibilita avancar. Los países, para salir adelante, necesitan grandes consensos sociales y el proceso lo ha roto todo.

La decadencia medieval empezó por una seria de conflictos sociales -la Biga contra la Busca, los payeses de remença, etc- que precipitó la decadencia y su consolidación posterior como estado.

Al igual que ahora, entraremos -por culpa del proceso- en un largo período de decadencia si ya no lo estamos ya."                     (Xavier Rius, e-notícies, 09/03/23)

20/1/23

Todos se van... Junqueras, al grito de "Junqueras, traidor, te queremos en prisión". El líder de ERC tiene que irse de la protesta en Montjuïc... también se invita a irse a otros colectivos: "gabachos y ñordos, largaros de nuestro país"... y Aragonés también se va, antes de escuchar La Marsellesa... inspirados, sin duda, por la gran Lola Flores, cuando exclamaba '¡Si me queréis, irse!'

 "Junqueras, traidor, te queremos en prisión". El líder de ERC tiene que irse de la protesta en Montjuïc.

El presidente de Esquerra, Oriol Junqueras, ha asistido a la manifestación independentista contra la celebración de la cumbre entre los gobiernos español y francés en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) en Barcelona con gritos de "Puigdemont, presidente" y el ha abandonado antes de tiempo abucheado por una parte de los asistentes.

Ante la delegación republicana, encabezada por Junqueras, varias personas han gritado "Junqueras, traidor, te queremos en prisión" y "fuera botiflers de nuestro Parlament". Esta escena ha pasado momentos antes de la lectura del manifiesto. El líder de ERC, de hecho, ha abandonado la protesta antes de tiempo porque increpado por una serie de independentistas, que le han abucheado y la han silbado mientras se marchaba.

La ANC, Òmnium Cultural y el Consell per la República, entidades convocantes de la protesta, han denunciado el papel de ambos estados en la "vulneración sistemática de derechos fundamentales" del independentismo. El manifiesto independentista también ha expuesto que "España y Francia no tienen ninguna intención de afrontar el conflicto político de los Països Catalans de forma democrática". (e-notícies, 19/01/23)

 

"Supremacismo en Montjuïc. Pancartas contra "ñordos" en la manifestación indepe.

 La manifestación independentista contra la cumbre hispano-francesa que ha reunido a Pedro Sánchez y Emmanuel Macron en Montjuïc ha incluido pancartas de corte supremacista, como la que muestra la fotografía, donde de puede leer "gabachos y ñordos, largaros de nuestro país".

La manifestación ha reunido a 6.500 personas según la Guardia Urbana y 30.000, según la organización, bajo el lema "¡Aquí no ha terminado nada!". Miles de personas se han concentrado en las Cuatro Columnas de Puig y Cadafalch, a los pies de Montjuïc, convocadas por el Consell de la República, la ANC y Òmnium, junto con una treintena de entidades más y el apoyo de ERC, Junts y la CUP.

No es la primera vez que se pueden ver este tipo de pancartas en manifestaciones independentistas. En la celebrada el 18 de diciembre de 2021 a favor de la inmersión también pudieron verse algunas que pedían "fuera colonos" o "fuera botiflers".

En aquella ocasión, la manifesatción estaba copada básicamente por personal docente que exigía "escuela en catalán", pero también el entonces líder de Òmnium, Jordi Cuixart, o líderes sindicales como Camil Ros (UGT) o Javier Pacheco (CCOO)."             (e-notícies, 19/01/23)


 "Feo de Aragonés a Macron. Se va antes de escuchar la Marsellesa.

 El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, se ha ido de la ceremonia previa a la cumbre en cuanto ha terminado primero el saludo con el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y unos minutos después el recibimiento, al presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron."          (e-notícies, 19/01/23)

El presidente no se ha quedado en presenciar los honores militares ni en escuchar a los himnos nacionales de Francia y España. Posteriormente, Aragonés ha explicado que por no "dar carta de validez reconociendo al Ejército como propio".

16/1/23

Mientras Pere Aragonès, el niño barbudo que juega a gobernar Catalunya, irá de salón en salón intentando que alguien que no sea un camarero le atienda en sus reivindicaciones, Oriol Junqueras estará en el exterior, berreando contra la cumbre para demostrar que a gritar no hay quien gane a los catalanes. El pobre Macron no sabe dónde se mete. Él está acostumbrado a vérselas con los del Frente Nacional, que tendrán sus cositas pero por lo menos no padecen desdoblamiento de la personalidad (Albert Soler)

 "ERC va a participar en la cumbre franco-española de Barcelona y también va a manifestarse contra la misma, y lo hará al mismo tiempo, confirmando así que sus siglas significan Estamos Rematadamente Chiflados. Estar en contra de un acto en el que uno participa está al alcance solo de grandes mitos de la historia como el doctor Jekyll, que se convertía de vez en cuando en míster Hyde, aunque ni siquiera él fue capaz de adoptar las dos personalidades a la vez. 

Mientras Pere Aragonès, el niño barbudo que juega a gobernar Catalunya, irá de salón en salón intentando que alguien que no sea un camarero le atienda en sus reivindicaciones, Oriol Junqueras estará en el exterior, berreando contra la cumbre para demostrar que a gritar no hay quien gane a los catalanes.

El pobre Macron no sabe dónde se mete. Él está acostumbrado a vérselas con los del Frente Nacional, que tendrán sus cositas pero por lo menos no padecen desdoblamiento de la personalidad. Por si no tuviera suficiente con ver por el rabillo del ojo que cada vez que hace un aparte con Pedro Sánchez, se les acerca un chaval que parece balbucear algo sobre la lengua catalana en Francia y no sé qué corredor mediterráneo -hay que ver lo mal que llevan la seguridad los españoles, que se les cuelan escolares en los actos oficiales-, ahora también oye gritos en el exterior, así no hay quien se concentre en temas de estado, 'sacrebleu'. 

-Son los catalanes, que protestan porque se celebra una cumbre en la cual participan los catalanes -le va a tener que explicar Sánchez a su invitado.

-'Ils sont fous, ces catalans' -responderá el francés, remitiéndose a los clásicos de la literatura gala.

No es que estén locos, o no solo es eso. Que Junqueras sea quien lidere a los cuadros de ERC que protestarán contra la cumbre en la que participa el primer presidente de la Generalitat de ERC desde Tarradellas, no puede ser debido solo a trastornos psíquicos. En esas cumbres -Junqueras se relame cuando lo piensa- no faltan las pitanzas, e imaginar que un alfeñique como Pere Aragonès esté desaprovechando tal cantidad de manjares, le remueve las tripas, y no precisamente de hambre. 

Su deber patriótico y dietético es mostrar disconformidad ante tal desperdicio, hacer saber al mundo que el líder que merece estar sentado a la mesa es él, enseñándoles a los franceses que su Obélix es un don nadie."                        (Albert Soler , El Periódico, 13/01/23)

31/10/22

Así dañó el ‘procés’ la convivencia... el procés ha supuesto un ascenso de la aversión hacia la política y, al mismo tiempo, un sensible aumento de la polarización, e incluso del “rechazo visceral”, entre partidarios y opuestos a la independencia

 "Casi nadie discute que el proceso independentista ha dejado profundas heridas emocionales en la sociedad catalana. La cuestión es en qué medida y en qué aspectos concretos ha crecido la polarización afectiva en Catalunya. Es decir, cómo han evolucionado los sentimientos de simpatía y rechazo entre los catalanes y qué otros efectos ha tenido el proceso iniciado hace ahora una década. Un estudio del ICPS, realizado por la profesora del departamento de Ciencia Política de la UAB Lucía Medina, revela que el procés ha supuesto un ascenso de la aversión hacia la política y, al mismo tiempo, un sensible aumento de la polarización –e incluso del “rechazo visceral”– entre partidarios y opuestos a la independencia.

Sin embargo, el estudio –elaborado a partir de la explotación de los sondeos del ICPS entre 1995 y el 2021– detecta otros fenómenos igual de inquietantes. Por ejemplo, “la irrupción de la cuestión independentista derivó en un aumento y politización de las diferencias en torno a la identidad” de los ciudadanos. Y, sobre todo, el “clima de alta polarización afectiva” impactó “más negativamente en las personas emocionalmente moderadas” y con “un vínculo emocional más tibio hacia los diferentes partidos”. Esa deriva –que “las personas menos polarizadas” acaben desarrollando “sentimientos más negativos” hacia la política en un clima de conflicto– dibuja la posibilidad de un deterioro gradual de la convivencia democrática, la gobernabilidad o la legitimidad institucional.

Inquietante paradoja: el clima de conflicto radicalizó en mayor grado a los moderados emocionales

En este sentido, “el interés hacia la política” fue inicialmente un sentimiento dominante entre los distintos grupos de votantes catalanes. Entre el 2003 y el 2004, por ejemplo, alcanzaba a un 37% y se mantuvo por encima del 25% durante una década. Pero “no aumentó durante el procés ” y, a partir del 2016 –“cuando se constatan las dificultades del reto soberanista”–, ese interés “inicia una tendencia descendente”. En paralelo al declive del interés por la política, “la desconfianza, la irritación y la indiferencia son las emociones” que más crecen. Por ejemplo, la desconfianza pasó de alcanzar a un 12,4% de los votantes en el 2008 a más del 28% en el 2013, y a rozar el 34% en el 2018.

Este ascenso de los sentimientos negativos hacia la política afectó inicialmente en mayor medida a los electores opuestos a la independencia, y parecía ir ligado tanto a la gran recesión que estalló en el 2008 como a la propia radicalización del proceso soberanista. En cambio, entre los simpatizantes independentistas “el dominio de los sentimientos positivos hacia la política” se prolongó más tiempo y solo empezó a declinar en beneficio de las percepciones negativas después de la frustrada tentativa de declaración de independencia, en el 2017. Aun así, el balance de los sentimientos negativos hacia la política continúa siendo mayor entre los opuestos a la secesión. De hecho, entre los partidarios de la independencia “el porcentaje de personas que expresan sentimientos positivos es diez puntos superior”.

Los jóvenes han sido los menos propensos a la polarización, y los mayores, los más proclives al radicalismo

En cuanto al “creciente distanciamiento entre simpatizantes de partidos favorables y contrarios a la independencia”, como un factor del aumento de la polarización política, el estudio confirma que “coincide con el arranque del procés en el 2012 y llega a su punto álgido en el 2016”, cuando alcanza la máxima puntuación. Es decir, al “situar la cuestión territorial en el centro de la disputa”, se produce un endurecimiento de las posturas a favor o en contra de la secesión.

En este sentido, los indicadores de los sucesivos sondeos revelan que “el gran incremento” que registra el sesgo afectivo de los independentistas como bloque a partir del 2012 demostraría que esa “escalada no se produjo a raíz de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, sino que tuvo su origen en el giro independentista de CiU” y en las estrategias de “otros actores políticos influyentes”. A ello habría que añadir que la polarización afectiva entre bloques llega a su punto máximo en el 2017 y que el nivel de “polarización entre bloques de los independentistas es siempre mayor que el de los no independentistas”. Estos últimos están mucho más divididos sobre el estatus de Catalunya en España y también ideológicamente, y solo “se polarizan intensamente en el 2017”, cuando la amenaza de la independencia “se hizo efectiva”.

La radicalización crece entre aquellos que se ubican en la derecha, apoyan la secesión o se creen solo españoles o catalanes

Finalmente, y en lo relativo a la “polarización afectiva individual” durante el procés , el “sesgo es especialmente elevado” entre las personas “que se sienten únicamente catalanas”, entre las que se consideran “solo o predominantemente españolas”, entre aquellas “que se ubican en la derecha” (los seguidores del PP y Ciudadanos) y “entre los partidarios de la independencia”. Asimismo, el “sesgo afectivo es menor entre los jóvenes y mayor entre los adultos y sobre todo, entre los más mayores”.               (Carles Castro , La Vanguardia,  30/10/22)

21/10/22

Antonio Santamaría: Se cierra el ciclo del ‘procés’... La ruptura de la coalición de ERC y Junts pone fin a las convulsiones políticas que siguieron al fracaso de la vía unilateral para la independencia de Cataluña...

 "La rápida recomposición del Go- bierno de la Generalitat des- pués de la salida de los ‘con sellers’ de Junts cierra la larga crisis entre los socios y apunta a un giro en el eje de dominancia de la política catalana, centrado monotemáticamente desde hace doce años en la independencia, si contamos desde la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut (julio 2010). 

La inclusión como independientes, en el Ejecutivo monocolor de ERC, de Joaquim Nadal, líder histórico del sector catalanista del PSC, y Gemma Ubasart, primera dirigente de Podemos en Cataluña, muestra una orientación hacia la izquierda tripartita. También, con Carles Campuzano, un guiño a los sectores de la vieja Convergència que se han resistido a romper la coalición gubernamental y abandonar sus parcelas de poder. 

Con el apoyo de solo 33 diputados de 135, se ciernen dudas razonables sobre la duración de este Gabinete, que puede contar con el apoyo de los Comunes y la benevolente ayuda de los socialistas, como se apresuró a manifestar Pedro Sánchez. 

Las municipales de mayo de 2023 podrían señalar su fecha de caducidad. Tras las autonómicas de febrero de 2021, en plena pandemia y con una baja participación, se produjo el sorpaso de ERC por la mínima diferencia de un escaño respecto a Junts. Según los pactos suscritos desde las plebiscitarias de 2015, la presidencia de la Generalitat corresponde al partido independentista más votado, y la vicepresidencia y la presidencia del Parlament, al segundo. 

Esquerra cumplió sin rechistar estos acuerdos invistiendo a Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra. Cuando a Junts le ha tocado asumir estos pactos, se han multiplicado los problemas. Jordi Sánchez, entonces secretario general de la formación, expresidente de Omnium Cultural, condenado a nueve años de prisión e indultado, hubo de emplearse a fondo para vencer las resistencias de Waterloo, que a la postre le costaron su dimisión.

Pere Aragonès, que previamente había cerrado un acuerdo con la CUP –ahora roto–, hubo de someterse a tres sesiones de investidura hasta conseguir los votos de Junts. Desde entonces se sucedieron los choques entre los socios. El primero de envergadura se produjo con la pretensión provocadora de Junts de incluir en la mesa de diálogo con el Gobierno español –la apuesta estratégica de ERC– a miembros del partido que no formaban parte del Ejecutivo catalán. 

Aragonès tuvo que dar un golpe de autoridad y excluirlos de la mesa. Los desencuentros continuaron con temas de gran calado como, por ejemplo, la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Las tensiones llegaron al paroxismo con la suspensión, en aplicación del reglamento del Parlament, de Laura Borràs, presidenta de Junts, de su condición de diputada y presidenta de la Cámara, imputada por diversos presuntos delitos de corrupción. 

Junts resulta una formación de aluvión, formada por elementos de muy diversas procedencias y restos de la vieja Convergència, cuya argamasa es el liderazgo carismático de Puigdemont y un discurso nacional-populista con numerosos puntos de contacto con movimientos europeos del mismo signo. 

La consulta de Junts a sus militantes también sirvió para dirimir la correlación de fuerzas en su seno: mientras las bases siguieron la consigna de Puigdemont y Borràs de romper con ERC, la mayoría de los cargos públicos votaron por permanecer en el Ejecutivo. En los años del ‘procés’, el debate de política general de finales de septiembre servía de caja de resonancia de las masivas diadas independentistas y para señalar la hoja de ruta para alcanzar la independencia.

 En esta ocasión, la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC) organizó una Diada contra Esquerra con durísimas críticas a la mesa de diálogo, considerada una trampa del Gobierno español para anestesiar al independentismo y devolverlo al redil autonomista. Quizás, en vísperas del quinto aniversario del 1 de octubre, la dirección de Junts calculó que Aragonès acabaría cediendo al clamor de los sectores más movilizados del secesionismo. 

La ruptura de la coalición señala el punto de inflexión de las turbulencias y convulsiones políticas que han seguido al fracaso de la vía unilateral ensayada en septiembre y octubre de 2017. Un divorcio que responde a divergencias de carácter estratégico entre ambas formaciones. Desde Junts se insiste, contra todas las evidencias, en la validez de la vía unilateral, basada en la legitimidad del 1 de octubre. 

La nación catalana se autodeterminó entonces, y ahora solo resta implementar la independencia. La propuesta quebequesa de ERC presupone declarar amortizada esa supuesta legitimidad y obliga a recorrer el largo camino de ampliar la base social hasta conseguir una amplia mayoría –ahora inexistente– de la sociedad y negociar con el Gobierno central las condiciones para convocar un referéndum de autodeterminación vinculante y reconocido internacionalmente. De modo que, implícitamente, se entierra el ciclo del ‘procés’ inaugurado hace doce años."           (Antonio Santamaría, El Correo, 11/10/22)

14/10/22

Antonio Santamaría: Fractura y final del ciclo procesista... La ruptura del pacto de coalición Junts/ERC señala el punto de inflexión de las turbulencias y convulsiones políticas que han seguido al fracaso de la vía unilateral ensayada en las jornadas de septiembre y octubre de 2017. Un divorcio que responde a divergencias de carácter estratégico... De este modo, Junts se alinea cada vez más con los movimientos nacionalpopulistas de derecha que prosperan en Europa y ERC parece orientarse hacia acuerdos con las formaciones de la izquierda catalana

 "El proceso soberanista, cuyo inicio suele datarse con la publicación el 28 de junio de 2010 de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de 2006, destrozó el sistema de partidos que había regido durante el pujolismo (1980-2003) caracterizado por un bipartidismo imperfecto con dos grandes formaciones, CiU y PSC, que se repartían el poder autonómico y municipal y dos formaciones menores, ERC e ICV, que operaban como conciencia crítica de aquéllos y sus socios preferentes en las coaliciones. El PP era la única fuerza que no se reclamaba del catalanismo político en su versión progresista o conservadora.

Para el nacionalismo catalán la sentencia del Constitucional significó la ruptura con el pacto constituyente y estatutario, dejando expedito el camino para el ejercicio del derecho inalienable a la autodeterminación que asiste a la nación catalana.

La implosión del espacio convergente puede fecharse el 25 de julio de 2014 con la confesión de Jordi Pujol que destapó los sucios negocios de su numerosa familia y que impregnaban las siglas del partido. La caída en desgracia del mítico refundador de catalanismo y constructor de las instituciones de autogobierno, solo comparable con Prat de la Riba, tuvo efectos de largo alcance. La confesión se producía en medio del giro independentista de Convergència y la ruptura con los tradicionales socios democristianos de Unió. Ello obligó a la refundación del partido –liderada por Artur Mas, delfín de Pujol y presidente de la Generalitat– bajo la denominación de Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCat), en julio de 2016. Así se buscaba borrar, en la medida de lo posible, los estigmas de la corrupción estructural convergente y pasar página del autonomismo posibilista de Pujol. El nuevo partido surgía como una formación independentista de nuevo cuño, aunque con todas las caras de siempre de la antigua Convergència.

En las autonómicas del 2012 se recompusieron las relaciones entre el espacio postconvergente y ERC, muy deterioradas tras la experiencia de los dos tripartitos de izquierdas presididos por Pasqual Maragall y José Montilla (2003-2010). Esquerra había depurado las caras visibles, Carod-Rovira y Joan Puigcercós, de esta apuesta estratégica por las izquierdas. Se dio paso al liderato de Oriol Junqueras, un profesor universitario de Historia Económica con algunos escarceos mediáticos en TV3, que dirigió el cambio de alianzas para alinearse con Junts en el eje nacional en torno a la dicotomía independentista/constitucionalista. Junqueras, que formalmente era el líder de la oposición, ejerció de socio preferente de Mas.

 Desde entonces, las complejas relaciones entre ambas formaciones han estado atravesadas por los vectores contradictorios de colaboración y competencia. La colaboración junto con las plataformas independentistas, Assemblea Nacional de Catalunya (ANC) y Òmnium, para impulsar la hoja de ruta hacia la República catalana. La competencia por la hegemonía política del nuevo independentismo de masas capaz de movilizar a centenares de miles de personas en las Diadas. Especialmente cuando, en los sucesivos comicios, que durante el procés se celebraron cada dos años, se evidenciaron los vasos comunicantes entre ambas formaciones. Por ejemplo, en las autonómicas del 2012, Mas reclamó una mayoría extraordinaria para conducir como Moisés a su pueblo a la tierra prometida de la independencia. Sin embargo, perdió 12 escaños, 11 de los cuales fueron a parar a ERC.

Hasta el desenlace del proceso soberanista, en las jornadas de septiembre y octubre de 2017, la relación entre ambos socios estuvo determinada por la siguiente correlación de fuerzas: la mayoritaria y moderada (Junts) frente a la minoritaria y radical (ERC). Al fin y al cabo, los de Junts eran unos recién llegados a la causa de la independencia. ERC, la venerable formación republicana de los presidentes Macià, Companys y Tarradellas, se había refundado en el lejano Congreso de Lleida (1989), cuando bajo la dirección de Àngel Colom abandonó el viejo ideario federalista para convertirse en un partido independentista. Esquerra, que durante décadas había sido un partido de militantes de edad provecta, se convirtió en los 90 en el referente político de la denominada “generación independencia”. Jóvenes de entre treinta y cuarenta años, muchos con estudios superiores, formados en la escuela catalana y con los programas infantiles y juveniles de TV3. Frente al nacionalismo conservador y con cierto olor a sacristía de Pujol, la nueva ERC ofrecía un nacionalismo laico y progresista que conectaba mejor con estos estratos sociales y generacionales.

 El proceso soberanista favoreció el crecimiento de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), en el ámbito de la izquierda radical independentista, que se convirtió en un factor clave para la conformación de las mayorías absolutas en el Parlament y para las investiduras presidenciales. Así se evidenció tras los comicios “plebiscitarios” del 2015, cuando postconvergentes y republicanos concurrieron unidos en la lista de Junts pel Sí, que impidió conocer la correlación de sus respectivas fuerzas electorales. Entonces la CUP pidió y obtuvo la cabeza de Artur Mas, condenado a la “papelera de la historia”, quien designó al borde de la repetición de los comicios a Carles Puigdemont, alcalde de Girona y presidente de la Associació de Municipis per la Independència (AMI) que agrupa a los ayuntamientos secesionistas.

La inversión de papeles

El 27 de octubre de 2017 se produjo la jornada decisiva del proceso soberanista. Ese día había de celebrarse el pleno del Parlament que proclamaría la independencia y el pleno de Senado que aplicaría el artículo 155 de la Constitución que dejaba en suspenso la autonomía catalana. El lehendakari, Íñigo Urkullu, ejerció, a través del conseller Santi Vila, el papel de mediador entre los gobiernos español y catalán para evitar el choque de trenes. Según Urkullu, Mariano Rajoy, a quien le aterraba la perspectiva de entrar en la dimensión desconocida del 155, estaba dispuesto a no aplicarlo si Carles Puigdemont disolvía la cámara y no proclamaba la independencia. Como ha escrito Santi Vila (De héroes y traidores, 2018) en la madrugada de ese mismo día se redactó el decreto de convocatoria electoral, pero se decidió publicarlo más tarde. La reacción de la secretaria general de ERC, Marta Rovira, que montó una escena, y de Junqueras, que amenazó con abandonar el ejecutivo inmediatamente, determinaron que el president Puigdemont diera marcha atrás.

 La aplicación del 155 consistió básicamente en la disolución del ejecutivo y el legislativo autónomo y la convocatoria de elecciones en el plazo más breve posible, el 21 diciembre de 2017. Desde las autonómicas del 2012, Junts y ERC no medían sus fuerzas en las urnas. En estos comicios convocados por Rajoy y con los lideres del movimiento independentista encarcelados o huidos al extranjero, se trastocó la tradicional relación mayoría/minoría entre ambas formaciones. Por primera vez se asistió a una suerte de empate técnico. Junts obtenía 34 diputados y ERC, 32, separados solo por 12 mil votos. El hecho que Puigdemont desde Waterloo encabezara la lista de Junts resultó un factor determinante para otorgar a Junts esa estrecha mayoría en el bloque independentista. Unas elecciones donde Ciudadanos fue la fuerza más votada (36 escaños y 1,1 millón de votos) evidenciando la profunda división de la sociedad catalana.

En honor a la verdad, se ha decir que ERC cumplió a rajatabla con los pactos suscritos en las “plebiscitarias” del 2015, según los cuales la presidencia de la Generalitat recaería en la fuerza más votada y la vicepresidencia del ejecutivo y la presidencia del Parlament en la segunda. El primer choque serio se produjo en los primeros compases del mandato cuando Roger Torrent (ERC), presidente de la Cámara, se negó, advertido por el Tribunal Constitucional, a tramitar la investidura “telemática” de Puigdemont. Junts quiso prolongar la tensión con el Estado, presentando a la investidura al presidente de Òmnium Jordi Sánchez (en prisión preventiva) y Jordi Turull (en libertad condicional). Al final se invistió a Quim Torra, conocido por sus exabruptos xenófobos, quien desde el primer momento se consideró presidente vicario de la Generalitat, pues solo reconocía a Carles Puigdemont como presidente legítimo de Catalunya.

La tramitación de la inhabilitación de Torra de su condición de diputado, por desobedecer la orden de descolgar una pancarta en el balcón de la Generalitat en periodo electoral, señalo otro choque frontal con ERC. Torrent se negó a ceder a los requerimientos de Junts de desobedecer las sentencias judiciales, sabedor que correría la misma suerte que Carme Forcadell, su predecesora en el cargo.

Estos dos episodios mostraron que, tras el 155 y la ofensiva judicial, ERC se desmarcaba de lo que Gabriel Rufián calificó de “independentismo mágico” y emprendía la ruta del realismo político.

La inhabilitación de Torra, tras un breve periodo en que Pere Aragonès ejerció la presidencia en funciones de la Generalitat, forzó el fin de la legislatura y la convocatoria de elecciones anticipadas, el 14 de febrero de 2021, en plena pandemia. Con una baja participación (51,29%), se reprodujo el empate técnico, pero en esta ocasión a favor de ERC, que obtenía un escaño y 35 mil votos más que Junts, que presentó como cabeza de lista a Laura Borràs, imputada por presuntos delitos de corrupción. Borràs, que presionó para ser nombrada vicepresidenta de la Generalitat, hubo de conformarse con la presidencia del Parlament, ante la negativa de ERC de incluirla en el ejecutivo por suponer, con razón, que sería una fuente inagotable de conflictos.

Si ERC había respetado escrupulosamente los pactos de reparto de poder con Junts, ahora, cuando le tocaba a Junts cumplirlos, se multiplicaron los problemas. Desde Waterloo se manifestó la escasa disposición a ceder la presidencia de la Generalitat a ERC y en cualquier caso se planteó que el gobierno autonómico debería someterse a los dictados del Consell per la República, presidido por Puigdemont, en los aspectos estratégicos de la política catalana; una condición inaceptable para ERC. Jordi Sánchez, entonces secretario general de Junts, tuvo que emplearse a fondo para conseguir que su formación accediese a la investidura de Aragonès, quien previamente había suscrito un pacto con la CUP. Aragonès hubo de someterse a tres sesiones de investidura antes de romper la abstención de Junts. Poco después, Sánchez presentó la dimisión a causa de sus discrepancias con Waterloo.

 Bien pronto, el flamante presidente de la Generalitat perdió la mayoría absoluta de la investidura, cuando los nueve diputados de la CUP anunciaron que no apoyarían los Presupuestos de la Generalitat. Esto le obligó a buscar el apoyo en los ocho escaños de los Comunes para aprobarlos, a cambio de hacer lo propio con los presupuestos del Ayuntamiento de Barcelona, cuya alcaldesa Ada Colau es el principal activo electoral de la formación izquierdista. En consecuencia, ERC dio por roto el pacto con la CUP, según el cual Aragonès se sometería a una cuestión de confianza a mitad de legislatura para evaluar los resultados de la mesa de diálogo con el gobierno central, su apuesta estratégica de la legislatura. La idea no cayó en saco roto y sería rescatada por Junts.

Justamente, la composición de la mesa de diálogo provocó el primer choque de envergadura entre ERC y Junts, que ciertamente nunca había ocultado su escasa fe en esta vía. Pero una cosa es el escepticismo y otra cosa el boicot a la apuesta estratégica de su socio de gobierno. Esto ocurrió cuando, en una clara provocación, pretendieron que su delegación incluyese a miembros del partido que no formaban parte del ejecutivo autónomo. Esto derivó en un golpe de autoridad de Aragonès, que se negó a aceptarlos, de manera que la mesa de diálogo, como se comentó cáusticamente desde Junts y CUP, se había devaluado a una mesa de partidos y no de gobiernos.

Toda la legislatura ha estado salpicada de graves discrepancias en cuestiones de fondo como la ampliación del Aeropuerto de Barcelona o el Cuarto Cinturón en el Vallès, hasta que la suspensión de Laura Borràs, en aplicación del reglamento del Parlament, marcó un punto de inflexión en una dinámica en la cual Junts ejercía al mismo tiempo de poder en las instituciones y oposición en los medios de comunicación. Borràs se negó a dimitir de su cargo, que actualmente está ocupado en funciones por la vicepresidenta, Alba Vergès, de ERC.

En julio de 2022 se celebró el Congreso de Junts que, tras la dimisión de Jordi Sànchez, eligió una dirección bicéfala que representaba a las dos almas del partido. Por un lado, el entorno de Waterloo encarnado por Borràs, elegida presidenta. Un vector nacionalpopulista bajo la dirección autocrática y carismática de Puigdemont. Por otro lado, Turull, que representa el gen convergente de permanencia en el poder, quien por cierto apoyó la petición de penas de sedición a los militantes del 15M que protestaron por los recortes de Artur Mas a la entrada del Parlament. Una de las principales conclusiones del Congreso radicó en encargar una auditoría para comprobar el grado de cumplimiento del pacto de gobierno y a la luz de sus resultados, consultar a las bases sobre su continuidad en el ejecutivo.

Conejos de la chistera

Durante la década procesista el debate de Política General, equivalente al debate del Estado de la Nación, servía de caja de resonancia a las masivas movilizaciones de la Diada, señalando la hoja de ruta en el arranque el curso político. Unas orientaciones políticas que eran debidamente amplificadas a través de los medios de comunicación de la Generalitat y los afines generosamente subvencionados en la que fue la edad de oro de los digitales indepes.

En esta ocasión, la ANC convocó una Diada contra ERC donde se atacó duramente la estrategia de la mesa de diálogo concebida para anestesiar al movimiento independentista. Tanto es así que Pere Aragonès y la plana mayor de su partido declinaron asistir al día más sagrado del nacionalismo catalán, donde sabía que no sería bien recibido. Lógicamente esto provocó un gran malestar en ERC, pues ANC aparecía como un instrumento de la estrategia de Junts de torpedear la apuesta estratégica del partido.

Las declaraciones de la flamante presidenta de la ANC, Dolors Feliu, vinieron a salvar los muebles de ERC. Feliu afirmó que el pueblo catalán ya se había autodeterminado el 1 de octubre de 2017. Ahora solo faltaba que la mayoría absoluta independentista en el Parlament hiciera efectiva la secesión. Si en el segundo semestre del 2023 no se había proclamado la independencia, la ANC impulsaría una candidatura cívica al margen de los partidos en las próximas elecciones autonómicas. La escasa consistencia y viabilidad de la propuesta condujeron a que fuese tibiamente desautorizada desde Waterloo.

 Con estos precedentes, el debate de Política General se planteaba como la prueba de fuego sobre la estabilidad del pacto de gobierno ante una eventual ruptura de ERC. Aragonès pronunció un discurso de una hora y tres cuartos dividido en dos bloques, social y nacional, donde repasó el trabajo una por una las consejerías. En el primer bloque desgranó un paquete de medidas de corte socialdemócrata para combatir la inflación y la crisis energética muy semejantes a las implementadas por el PSOE y Unidas Podemos. Aquí contó con el apoyo del PSC, que se ofreció para negociar los Presupuestos como muestra de su alto sentido de la responsabilidad en un contexto de inflación desbocada, crisis energética y oscuras perspectivas económicas.

En el eje nacional, Aragonès se sacó de la chistera el Acuerdo de Claridad, a la canadiense. Se trata de un viejo conocido de la política catalana. Tras la renuncia de Pere Navarro, al liderato del PSC, y de su propuesta de referéndum pactado en el marco de la legalidad, Miquel Iceta fue elegido primer secretario del partido. El nuevo líder socialista avaló la propuesta, en los trabajos preparatorios del Congreso del PSC de noviembre de 2014, que planteaba una reforma federal de la Constitución; en caso de que ésta fracasase, se explorarían otras fórmulas democráticas como la ley de claridad canadiense. Finalmente, ante la viva oposición de un sector del partido, apoyado por la dirección del PSOE, se retiró esta segunda opción. Por su parte, los Comunes defendieron la fórmula quebequesa en el debate de Política General del 2018, bajo la presidencia de Quim Torra, y desde ERC les replicaron que era una “pantalla pasada”. Sin embargo, Roger Torrent, entonces presidente del Parlament defendió más tarde, en julio de 2019, estudiar esta opción para resolver el “conflicto político”. La propuesta de Aragonès halló escaso eco en las filas socialistas y causó regocijo en los Comunes, que le dieron la bienvenida al club.

No acabaron aquí las sorpresas. Albert Batet, exalcalde convergente de Valls, tierra de castellers, y portavoz del grupo parlamentario, entonó un discurso más propio de la oposición que de un socio de gobierno. Denunció los tres incumplimientos del pacto de investidura: dirección estratégica del movimiento coordinada desde Waterloo, límites a la negociación en la mesa de diálogo y coordinación del voto de los diputados independentistas en Madrid. Acto seguido lanzó la bomba al anunciar que si, en breve, Aragonès no reconducía la situación, le aconsejaría someterse a una moción de confianza. Una demanda insólita desde un socio de gobierno y que, a diferencia de la moción de censura, es una facultad exclusiva del presidente de la Generalitat.

Acaso Batet, adscrito al sector de Puigdemont, esperaba que tras las la Diada y en vísperas del quinto aniversario del 1 de octubre, Aragonés se arrugaría, ante el clamor de los sectores más hiperventilados del independentismo. Por el contrario, Aragonés dio un golpe de autoridad, con la fulminante destitución del vicepresidente Jordi Puigneró, que no le había informado de la moción de confianza cuando Aragonés le había hecho partícipe previamente del Acuerdo de Claridad.

Las primeras reacciones de la dirección de Junts mostraron que no esperaban esta respuesta. El secretario general Jordi Turull se ofreció a negociar con Aragonès durante todo el fin de semana para salvar el pacto de gobierno. Unos contactos que no llegaron a buen puerto, a pesar de que Junts retiró la condición de restituir a Puigneró.

Con estos sombríos precedentes, el acto convocado por el Consell de la República en el Arco del Triunfo, frente al Palacio de Justicia, para celebrar el 1 de octubre resultó una manifestación de los sectores más hiperventilados del movimiento. Carme Forcadell, la presidenta mártir del Parlament y heroína del independentismo, fue abucheada y tratada de traidora por su sintonía con ERC. Al igual que Xavier Antich, presidente de Òmnium, que apenas pudieron acabar sus parlamentos. Por el contrario, Dolors Feliu y Puigdemont, que cerró el acto desde Waterloo, fueron vitoreados y aplaudidos.

El discurso de Puigdemont no dejó lugar a dudas. Catalunya ya se había autodeterminado el 1 de octubre. Ahora solo faltaba que el gobierno de la Generalitat y la ciudadanía organizada hiciesen efectiva la independencia. La mesa de diálogo resulta la trampa del gobierno español para anestesiar al movimiento independentista y que vuelva al redil autonomista. Se trata de emprender unas movilizaciones permanentes que alimenten el conflicto a fin de crear una situación insostenible que obligue a la intervención de la Unión Europea. De las palabras de Puigdemont se desprendía implícitamente que llamaba a la militancia de Junts a votar a favor de romper el pacto con ERC y forzar el adelanto electoral. Una posición expuesta sin tapujos por Laura Borràs, mientras Turull, acaso para salvaguardar la unidad del partido, prefirió no pronunciarse.

En estas circunstancias, la respuesta a la pregunta a los 6.500 militantes de la formación, ¿Quieres que Junts siga formando parte del Gobierno de Cataluña?, dirimiría no solo la continuidad del gobierno de coalición, sino la correlación de fuerzas en el interior de Junts. En efecto, todos los consellers excepto una, y la mayoría de los cargos públicos del partido se pronunciaron a favor de la permanencia en el gobierno. Por el contrario, las bases se pronunciaron claramente por las tesis de Waterloo. Esto arroja espesas sombras de duda sobre la cohesión interna de esta formación, si tenemos en cuenta el precedente de la ruptura de su grupo parlamentario en Madrid, donde la mitad de los ocho diputados obedecen las directrices de Junts y los otros cuatro a las del PDeCat, votando de modo distinto en numerosas ocasiones.

 También, se plantean serias dudas sobre la capacidad de ERC, con solo 33 diputados, de acabar la legislatura y cuando tendrá que enfrentarse a la oposición sin concesiones de Junts. Ciertamente, durante algún tiempo podrá contar con el apoyo de los Comunes, también del PSC, como se apresuró a asegurar Pedro Sánchez, quien a su vez depende del apoyo de Esquerra para acabar su mandato. Las elecciones municipales previstas el último domingo de mayo del 2023 podrían señalar el fin de la legislatura catalana.

Divergencias estratégicas

La ruptura del pacto de coalición Junts/ERC señala el punto de inflexión de las turbulencias y convulsiones políticas que han seguido al fracaso de la vía unilateral ensayada en las jornadas de septiembre y octubre de 2017.  Un divorcio que responde a divergencias de carácter estratégico.

Por un lado, Junts continúa insistiendo –contra todas las evidencias– en la validez de la vía unilateral, fundamentada en la hipotética legitimidad del 1 de octubre. Por el contrario, la propuesta quebequesa de ERC supone declarar amortizada esa supuesta legitimidad, para recorrer un largo camino que pasa por ampliar la base social del independentismo hasta conseguir una amplia mayoría –ahora inexistente– de la sociedad y negociar con el gobierno español las condiciones para convocar un referéndum de autodeterminación vinculante y reconocido internacionalmente. Ello implica, implícitamente, enterrar el ciclo procesista inaugurado hace doce años.

 De este modo, Junts se alinea cada vez más con los movimientos nacionalpopulistas de derecha que prosperan en Europa y ERC parece orientarse hacia acuerdos con las formaciones de la izquierda catalana. Así lo indica la incorporación al ejecutivo monocolor de figuras históricas del PSC, como Joaquim Nadal, Carles Campuzano, de la vieja Convergència y Gemma Ubarsat, fundadora y primera dirigente de Podemos en Catalunya. Ello en un momento postpandémico, de inflación desbocada, crisis energética y oscuras perspectivas económicas que apuntan hacia un giro en el eje de dominancia de la política catalana, hasta ahora monotemáticamente centrado en la cuestión nacional."             (Antonio Santamaría, El viejo topo, 14/10/22)

13/10/22

Coscubiela: En Catalunya nada es lo que parece... En los últimos años nos hemos hecho adictos a la ficción... Artur Mas hizo frente a la gran recesión tirando mano de la ficción. Mientras aplicaba de manera entusiasta los recortes en Catalunya, se manifestaba en su contra si venían de España... Durante años, en el Parlament se han aprobado todo tipo de resoluciones con la clara intención de no tenerlas que aplicar... Después de la aplicación del artículo 155 se escenificó una oposición a cara de perro, pero en realidad los altos cargos de la Generalitat colaboraron eficientemente en su aplicación... Al final, tanta ficción se les ha escapado de las manos... En pocos días hemos visto cosas inimaginables. La mayoría independentista ha explosionado, el procés ha pasado a mejor vida, ERC ha enterrado el mandato democrático del 1-O, ese que nunca existió, a pesar de que simularon que existía y se lo creían. Pero todo sigue igual, en Catalunya nada es lo que parece

 "En Catalunya nada es lo que parece. No sufran, no pretendo descubrir ninguna seña de identidad del pueblo catalán. Eso mismo puede afirmarse, en mayor o menor medida, de otras sociedades. Pero, sin ser una característica exclusiva de Catalunya, se ha convertido en una marca, distinción de la casa. 

En los últimos años nos hemos hecho adictos a la ficción. Aunque la cosa viene de lejos y tiene raíces profundas. Jordi Pujol aparentó creerse lo de “som un sol poble”, apropiándose del pensamiento de Josep Benet pero no de su concepto de país. Durante décadas alimentó unos imaginarios, algunos muy esencialistas y victimistas, que sembraron muchas semillas de frutos posteriores. 

 Artur Mas hizo frente a la gran recesión tirando mano de la ficción. Mientras aplicaba de manera entusiasta los recortes en Catalunya, se manifestaba en su contra si venían de España. Cuando se vio acorralado por la reacción social, se convirtió al independentismo, que nunca había sido lo suyo.

Durante años, en el Parlament se han aprobado todo tipo de resoluciones, comenzando por la 1/XI de 9 de noviembre que dio inicio al procés polític, con la clara intención de no tenerlas que aplicar. 

Los dirigentes independentistas hicieron creer a sus bases que la independencia estaba muy cerca, que saldríamos de España, manteniéndonos en la UE, que el mundo entero nos reconocería como Estado soberano y que la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) era viable. Todos hacían que se lo creían, esperando que fuera otro el que pusiera el freno de mano, les dijera a los suyos que los reyes magos son los padres y cargar con el letrero de traidor.

Después de la aplicación del artículo 155 se escenificó una oposición a cara de perro, pero en realidad los altos cargos de la Generalitat colaboraron eficientemente en su aplicación, como luego se ha comprobado. 

La ciudadanía indepe se apuntó a la liturgia revolucionaria, se imponía sacrificios a la ciudadanía, se los exigían a sus dirigentes, pero no estaban dispuestos a arriesgar ni un día de sus ingresos. En Catalunya, durante el procés, se ha inventado la huelga sin riesgos ni descuentos de salarios. 

Luego nos dijeron que lo volverían a hacer sin que nunca se supiera muy bien en qué consistía eso. Y frente a ese compromiso que sonaba a advertencia, se levantó airada una derecha política y mediática que aparentó creerse la nueva ficción para así poder mantener alta la tensión. 

La atracción por aparentar lo que en realidad no es, no ha sido exclusiva del independentismo. Algunas fuerzas políticas como Ciutadans se lamentan de la quiebra de la sociedad catalana, cuando en realidad la aprovechan y en ocasiones la alimentan para crecer electoralmente. Quizás por eso les sienta fatal la desinflamación del conflicto.

Mientras se hace ver que estamos en la gran guerra, Junts y PSC gobiernan, ellos sí juntos, la diputación de Barcelona. A nivel local se pueden encontrar todo tipo de acuerdos de gobierno entre partidos que simulan que no se soportan.

También en el terreno de la comunicación, algunos medios hacían como que informaban, cuando en realidad agitaban y hasta en ocasiones se convertían en los directores de la orquesta y los que marcaban la hoja de ruta. 

Durante los cinco años posteriores al otoño del 2017, ERC y Junts han estado fingiendo que tenían cada uno una estrategia distinta para alcanzar la independencia. Pero también en eso nada es lo que parece, nunca han tenido ninguna.  

Sus encontronazos aparentan ser por diferencias sobre las políticas independentistas, cuando en realidad son una pugna insomne por el control del gobierno autonómico, ese por el que se matan políticamente mientras aparentan despreciarlo. 

Al final, tanta ficción se les ha escapado de las manos. A la operación “acoso sin derribo” puesta en marcha por Junts contra el presidente Aragonès le ha faltado la finezza de Pujol. A un profesional de la política como Turull nunca le hubieran explotado en las manos los fuegos artificiales, pero no es él quien conduce la nave. 

Alguien hizo ver que Puigdemont se había retirado y que Borràs estaba neutralizada, pero en Junts tampoco nada es lo que parece. Quieren que nos creamos que tienen dos sensibilidades distintas cuando en realidad lo que determina las diferencias son intereses personales tan potentes como la situación procesal de Puigdemont y Borrás. 

En pocos días hemos visto cosas inimaginables. La mayoría independentista ha explosionado, el procés ha pasado a mejor vida, ERC ha enterrado el mandato democrático del 1-O, ese que nunca existió, a pesar de que simularon que existía y se lo creían. Pero todo sigue igual, en Catalunya nada es lo que parece. 

El president Aragonès alardea de una habilidad, que nadie le niega, para hacernos creer que tiene mayoría parlamentaria con la que gobernar en solitario. Junqueras, que es el “cazatalentos” de ERC, ha puesto en funcionamiento sus dotes de Cardenal Mazarino, el de simula y disimula, para que parezca que 33 escaños son el 81% del Parlament. 

La aportación de tres notables incorporaciones le va a dar más solvencia a la acción del gobierno, pero no parece que sea un puente para ampliar mayorías. Por mucho que algunos profesionales de la comunicación hayan comprado ese relato, envasado y remitido directamente por el emisor, en el que de nuevo se aparenta lo que en realidad no es. 

De todas las incorporaciones, la única que puede tener recorrido político es la de Carles Campuzano ,porque representa a un colectivo de huérfanos convergentes que de momento no ha conseguido articularse políticamente. 

En este proceso de aparentar lo que no es, Junqueras le niega interlocución a Salvador Illa y al PSC mientras se la exige a Pedro Sánchez. A los Comuns no se la niega, pero tampoco se la ofrece. Para el nacionalismo catalán las izquierdas buenas siempre han sido las que están lejos, en España. Las de casa, con las que compiten electoralmente, no son de su agrado.   

Tampoco eso es tan novedoso como parece. Se trata de una maniobra con rancias raíces pujolistas. El president se pasó todo el tiempo intentando ningunear a Raimon Obiols mientras establecía una solida alianza con Felipe González. Luego, Artur Mas repitió la operación con el Estatut. Consiguió puentear al president Maragall para pactar directamente con Zapatero. Ahora, Junqueras pretende repetir de nuevo la jugada de entenderse con los partidos españoles, mientras ningunea a sus homónimos catalanes. 

En esta Catalunya donde nada es lo que parece, nuestro Cardenal Mazarino nos quiere vender que lo hace por la “complicidad represora” del PSC, como si el papel de los socialistas, como el de los Comunes, no hubiera sido clave para la concesión de los indultos. 

Con esta jugada, que se ve venir a kilómetros de distancia, Junqueras trata de esconder las verdaderas razones. En su obsesión por la hegemonía política en Catalunya, Junts es un obstáculo para su proyecto de convertir ERC en el Scotish National Party. Pero sus adversarios políticos son el PSC y los Comunes. 

Es evidente que esta operación solo funcionará si los dirigentes estatales de las izquierdas se prestan a ello. Esperemos que a Pedro Sánchez no le entre un ataque intenso de tacticismo. 

Con Yolanda Díaz, ERC tiene peor la cosa, Rufián ya le confirmó en el debate de la reforma laboral –si fuera por él nunca se hubiera aprobado- que la considera su principal adversaria. 

Haría bien la vicepresidenta en explicárselo a Jaume Asens, cuyas memorias seguro nos desvelan las razones de su amor político desinteresado por Puigdemont, el presidente legítimo. Con Pablo Iglesias mejor que ni lo intente, tiene su propia agenda y va a la suya, como se encarga de demostrarnos cada día.

Ya sé que voy a contracorriente de los que avistan un desbloqueo de la situación a la vuelta de la esquina, y un nuevo tripartito a corto plazo -yo también lo deseo- pero tampoco en eso las cosas en Catalunya son lo que parecen. 

No creo que ERC haya hecho este largo, complicado y duro trayecto para llegar hasta aquí. Antes, han de pasar muchas cosas. Entre ellas, que la apariencia ceda el paso a la realidad. Eso no se consigue de manera inmediata, hay que desandar mucho camino y lo ha de desandar mucha gente. La cosa sería menos difícil si en Catalunya todos nos empeñáramos en que las cosas parezcan lo que en realidad son."         (Joan Coscubiela , eldiario.es,  12/10/22)

10/10/22

Lo de Catalunya... Un sector de JxC, bendecido por Waterloo, se ha lanzado a crear un espacio relacionado con la moderna extrema derecha, antes de que la ANC lo haga formalmente... ANC es ahora es un grupo antipolítico, esencialista, inocente del mayor engaño habido en la política catalana, y –sumamente– antiizquierdista... de este modo, si Feijóo gana las próximas elecciones, y no convierta la política estatal en un combate entre extremas derechas 2.0, podrían llegar a un acuerdo entre extremas derechas 2.0

 "(...) Bueno, este artículo pretende explicarles lo acaecido en Cat –sinopsis: JxC abandona el Govern tras una consulta; la única consulta efectiva desde 2012, lo que tiene guasa–. Pero desde otro punto de vista, alejado del fake propuesto por diversos partidos y reproducido por diversos medios. (...)

3- Desde 2012, la construcción de la agenda política cat sucedía el 11-S. La explicación es que no era una gran agenda política, sino su aplazamiento a través de la propaganda, fundamentada en la construcción de una mani gigantesca, y de declaraciones y formación de estados de ánimo en torno a ella, reproducidas en los medios, en modo demostración sindical.

4- Este año, el 11-S no estuvo muy rollizo. Poca gente. Lo que puede ser, incluso, secundario. Lo raro, lo inaudito, lo verdaderamente categórico fue la ausencia de cualquier intento de crear una agenda anual. Salvo JxC, cuya propuesta de agenda venía a ser el Chicken Game de toda la vida: acusar a su socio, ERC, de ser traidores y tibios, y de no tener lo que hay que tener para satisfacer a una nación. Lo que es ya un clásico y un subgénero informativo, un oficio, en los medios públicos y concertados cat. (...)

6- En el Debat, JxC propuso intensificar la partida de Chicken Game, a partir de una propuesta de tres puntos. A) establecer un alto mando común que coordinara a JxC y a ERC. B) Reorientar la Mesa de negociación con el Gobierno, de manera que b.1) su delegación cat pudiera estar compuesta por ex-presos, y b.2) su temática solo abarcara los temas amnistía y autodeterminación. Y, finalmente, C), unificar los grupos parlamentarios de JxC y ERC en el Congreso. A su vez, Aragonés/ERC propuso como agenda el establecimiento de una Ley de Claridad, para reivindicar, con ella y frente al Gobierno, un referéndum pactado.

7- Las propuestas de JxC y de ERC parecen diáfanas. Pero como todo en Cat y en el Báltico, no son lo que aparentan. Se las traduzco.

8- La propuesta de JxC consiste en una vuelta a los glory days de 2017. La absorción de ERC por JxC y la emisión vertical de propaganda, que volvería a substituir a la política. La propuesta de JxC era una OPA –otra, vamos– a ERC. Bajo la amenaza de que, en caso de que esa oferta se rechazara, ERC sería expulsada a las tinieblas exteriores del Chicken Game. Parece ridículo. Lo es. Pero siempre les ha funcionado desde que Junqueras es el gran ideólogo de ERC. La propuesta de ERC era, a su vez, importante. Un cambio radical y que nadie valoró. Se trataba de elaborar algo parecido a la Ley de Claridad canadiense, que en su día paralizó el independentismo quebecois, hasta convertirlo en una anécdota histórica. Aquí abajo sería un bonito final del procesismo. Con una pega. Es imposible. El Estado, fiel a la idea de nación única de la I Restauración –la misma idea viejuna e inoperante de nación disponible en Cat, por otra parte–, no puede pactar ni siquiera una ley que impida hacer referéndums, como sería el caso, al aparecer en ella el palabro referéndum. (...)

El independentismo que queda –poco elaborado, sin recorrido más allá del sentimental y propagandístico; yo sigo llamándolo procesismo–, es el nuevo autonomismo. Unos –la derecha– optan por un autonomismo apasionado, siempre a punto de dejar de serlo, repleto de enemigos internos que lo impiden, vibrante, fundamentado en la retórica de la Revolución Pendiente, mientras que otros –la Tercera Vía–, apuestan por jubilar el tema con cierto decoro y dedicarse al gobierno de esta C.A. de tercera, si bien con sueldos de Premier.

 10- La cosa se podría haber quedado ahí. Que es donde se quedan las cosas en Cat. Para ello hay una programación sustentada en la información sentimentalizada y en la tertulia, en la que se discute todo el día, sin solución, lo que la política elige que sea discutido. Pero, en esta ocasión, no fue así. La cosa ganó agresividad cuando JxC profundizó más allá de la lógica el Chicken Game, y soltó la propuesta de una moción de confianza a Aragonés, en el caso de que rechazara los tres puntos de JxC y de la catalanidad pura y verdadera. Eso supuso el calentón de Aragonés y la posterior expulsión del Govern de su vicepresi, Puigneró.

11- Lo que dejó sin habla a Puigneró. Pero también a un sector de JxC. El sector que viene de CDC, y que tan solo quería seguir gobernando otro ratito. Y, en ese trance, consolidar su estructura como partido, a través de la parte del sueldo recaudada a unos 300 cargos gubernamentales, que reciben un bruto de 20M€ en sueldos. Pero ese mismo fenómeno que hizo callar a una parte de JxC, animó a hablar y a liarla a otro, que tenía otro plan. Porque, y esto es importante, había un plan en un sector de JxC.

 12- Ese sector parte del encuentro fortuito, en la anterior legislatura, de tres personas en un despacho del Parlament. Se trata del expresi Torra, autor de bellos textos supremacistas y hoy abandonado a sí mismo y a su sueldazo de expresi. Pero, más y mejor, se trata de Laura Borràs, expresi del Parlament, hoy diputada suspendida a la espera de juicio por posible mangoneo de dinero público, y se trata del diputado Francesc Dalmases. Puigdemont, si bien tiene afinidad ideológica, de estilo, de carácter, con ese sector, no tiene ningún tipo de simpatía personal hacia sus tres promotores. Pero a pesar de su desapego, Puigdemont dio a ese grupo un regalo fabuloso, con ocasión de los fastos del aniversario del 1-O. Dio por celebrado el referéndum de autodeterminación de Cat. Según él, se celebró hace cinco años, el día 1-O. Ese día se produjo una manifestación exitosa, duramente reprimida, y unas votaciones simbólicas, sin garantía alguna. Pocos días después de los fraudulentos referéndums rusos en Ucrania, Puigdemont cerraba –otra– oportunidad de empatía en –lo que queda de– la Europa liberal. Desacreditaba, hipotecaba el independentismo cat en términos democráticos internacionales. Pero ganaba, sellaba un espacio electoral en Cat. Una extrema derecha que, ya definitivamente, solo reconocía el voto de lo que asumía como poble / pueblo, y  que solo tenía que llegar al poder para declarar la indepe. Un mecanismo improbable para acceder a la indepe, pero que facilitaría la existencia en un Parlament de un grupo con esa idea restrictiva de democracia.

 13- Las cartas ya estaban echadas. La cosa no era una crisis de Govern. O no solo. Se trataba de un combate interno en JxC. Y, todo apunta a ello, se trataba de una futura escisión, que veremos, o no, próximamente. Entre un sector ex-CDC y otro, formado por personas que fueron felices en el ciclo propagandístico 2012-22, y que evolucionaron con la evolución del fake en el procesismo, cada vez más íntimo. Ese sector, que tuvo ocasión de dominar JxC, pero que en su día perdió las elecciones internas, ahora tenía la oportunidad de dominar el partido, o de salir de él como grupo homogéneo. Sucedía lo esperado por ese sector, lo que gestionó por meses. Y lo que nos lleva al famoso punto 14.

 14- Tras las elecciones de la ANC, en 2021, la ANC está quemando etapas. Hacia la antipolítica. La idea que está difundiendo es que no hubo indepe porque mintió la clase política. El movimiento procesista es inocente, puro, mientras que pasan a ser culpables del engaño los políticos. Más concretamente, los de ERC. Sorpresivamente, PDeCAT, JxC, que presidía el asunto, no mintió o mintió menos, o da lo mismo. Diversos políticos –entre ellos Torra, por ejemplo– han confesado al mundo que también se sintieron, snif, engañados –por ellos mismos, se supone–. Borràs, que defiende que su incorporación a la política fue el 1-O del 2017, y no a través del cargo por el que le va a caer un juicio, pues también. El resultado de todo ello es un nuevo perfil en ANC, que ahora es un grupo antipolítico, esencialista, inocente del mayor engaño habido en la política cat, y –sumamente– antiizquierdista. Lo que no es importante. Lo que sí lo es es que baraja, seriamente, hacer una lista electoral para las próximas elecciones, con todos esos ingredientes. Que ya son componentes intensos y literales de la extrema derecha 2.0 europea y americana. Esa posible lista futura ha causado terror en Bruselas y en el sector no CDC de JxC, que ven seriamente amenazados sus campos semánticos. Un sector de JxC, bendecido por Waterloo, se ha lanzado a crear un espacio relacionado con la moderna extrema derecha, antes de que ANC lo haga formalmente. JxC, un sector de JxC, el que ha votado masivamente en la consulta, exigiendo la salida del Govern, ¿ha preferido perder un sueldo en el Govern para jugársela, laboralmente –que lo de la indepe ni está ni se le espera–, en una futura lista dentro de la ANC, que aún no existe? Respuesta: así como suena. Y por dos razones. Razón a) estadísticamente, no cobraban. No tenían cargo, o lo habían perdido por posible mangue. Eran los nuevos, los recién incorporados, sin la cultura de la permanencia de CDC. Razón b) han tomado las decisiones a partir de las burbujas de gas en el mar, y no a partir de la explosión de la tubería. Las han tomado a partir de sus decisiones explicadas y oídas en medios de comunicación públicos y concertados. La han tomado sin saber lo más importante del procés. Que el procés es, literalmente, un programa de la tele. Como dejen de salir en ella, fin de la historia. Sin tele, y como Feijóo no gane las elecciones, y no convierta la política estatal en un combate entre extremas derechas 2.0, o en un acuerdo entre extremas derechas 2.0, no tendrán opciones. (...)

CUP no supo ver, en los últimos años, esencialismo y actitudes excluyentes hacia la vieja –y, por lo tanto, la nueva– inmigración, no supo ver extrema derecha 2.0 mientras pactaba con ella. Comuns, el primer partido de Cat en Elecciones Generales hasta que su lenguaje se confundió netamente con el del procesismo, aún mantiene cargos en el Congreso que aluden a Borràs como un ser de luz, o que, incluso, defienden que la derecha cat se autodisolvió en su día, en vez de refundarse varias veces, cada una más cerca del yuyu. El mismísimo Podemos con problemas para Sumar, se ve a sí mismo, y al procesismo, como víctimas del R’78, por lo que idealiza el discurso procesista para idealizar el suyo. Y sí, ambos son víctimas del R’78. Pero no solo. También lo son de sí mismos, de sus análisis sostenidos de mala calidad.  (...)

Cat, una sociedad sometida a neoliberalismo, a su ruptura social, a su cultivo de la identidad, a su exclusión forzada y cotidiana en grupos enfrentados, precisa una reacción cívica que impida hechos como que, ahora mismo, aún con la salida de JxC del Govern, la segunda autoridad de Cat sea la responsable de que se excluyeran de la sanidad, vía documento interno en plena pandemia, a grupos de edad. Solo hubo dos Gobiernos europeos que perpetraran ese ataque sin paliativos a los DD. HH. Llamamos de extrema derecha solo a uno.

 Aún siendo improbable, es precisa una reacción cívica también en el Govern, para invertir la debacle ética que vive Cat, para dotar al Govern, formado en el mito y la propaganda, de alguna herramienta ante lo que viene este otoño. Un ERE a personajes inquietantes y pasados, un Govern de izquierdas de amplio espectro, y la reformulación de TV3, el sitio en el sucede la política, serían los tres primeros pasos o señales. Veremos."                    (Guillem martínez, CTXT, 08/10/22)