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27/2/24

La visita de un grupo de eurodiputados para analizar la inmersión lingüística escolar obligatoria y la posible vulneración de derechos fundamentales ha levantado una reacción de urticaria en el nacionalismo... El problema con la inmersión es que todo es mentira. La escuela catalana no es ningún de modelo éxito, sino de fracaso palmario, los datos son irrefutables, aunque evidentemente no solo por culpa del monolingüismo... La defensa y promoción del catalán no pasa por la exclusión del castellano como lengua vehicular... la salud del catalán es buena, y no necesita del monolingüismo forzado. La finalidad de la inmersión es solo política: extranjerizar al castellano... Es contradictorio reclamar el plurilingüismo en España y no aceptar el bilingüismo en Catalunya

 "La visita de un grupo de eurodiputados para analizar la inmersión lingüística escolar obligatoria y la posible vulneración de derechos fundamentales ha levantado una reacción de urticaria en el nacionalismo. Para esquivar el fondo del problema, la imposición de una escuela “solo en catalán”, con exclusión del castellano como lengua vehicular, los argumentos se centran en la adscripción política de los visitantes, que mayoritariamente son de derechas, y en la repetición de una serie de consignas.

 El artículo de las consejeras Simó y Serret es un ejemplo de ese discurso, según el cual, el cuestionamiento del monolingüismo es una ofensiva nada menos que “contra Catalunya”. Seguidamente se enumeran los mantras de siempre, “modelo de éxito”, “consenso social, político y pedagógico”, “garantía de cohesión”, etc. El problema con la inmersión es que todo es mentira. La escuela catalana no es ningún de modelo éxito, sino de fracaso palmario, los datos son irrefutables, aunque evidentemente no solo por culpa del monolingüismo. 

La inmersión es una aberración pedagógica y un contra sentido en una sociedad que quiere ser bilingüe. La defensa y promoción del catalán no pasa por la exclusión del castellano como lengua vehicular. La cerrazón de los nacionalistas al impedir un mínimo del 25%, tal como estableció el TSJC, lo que revela es una profunda hispanofobia. Es evidente que se están vulnerando derechos lingüísticos. Qué no diríamos con razón si fuera al revés. No se trata en ningún caso de separar a los alumnos por lengua materna, sino de que ambos idiomas se utilicen con normalidad. La exclusividad del catalán no le favorece, pues se convierte en una lengua antipática, de imposición.

 Afortunadamente, la salud del catalán es buena, y no necesita del monolingüismo forzado. La finalidad de la inmersión es solo política: extranjerizar al castellano, cuando es la otra lengua de los catalanes, al igual que el catalán es tan español como el castellano. Es contradictorio reclamar el plurilingüismo en España y no aceptar el bilingüismo en Catalunya, que también pasa por la escuela."                    (Joaquim Coll , El Periódico,  24/12/23)              

22/7/19

¿Quién teme al plurilingüismo?

"El pasado domingo nos desayunamos con el artículo de Arcadi Espada Lo común impropio (El Mundo), en el que vertía una dura descalificación hacia la propuesta de una nueva política lingüística para España que algunos constitucionalistas llevamos tiempo defendiendo y que Mercè Vilarrubias ha sabido articular hasta el mínimo detalle en el libro Por una Ley de Lenguas (Deusto) (...)

lo interesante es adentrarnos en por qué una propuesta de esa naturaleza suscita un debate tan encendido, con tantas desconfianzas y malentendidos, a veces hasta rayar en la caricatura, entre constitucionalistas considerados de “pata negra”. La clave para entender esa animadversión se encuentra en la errónea idea de que un Estado plurilingüe erosiona el castellano/español como lengua común

 Los contrarios a una mayor presencia y uso de las otras lenguas españolas creen que es innecesario y hasta ridículo admitir que el catalán/valenciano, gallego y vasco adquieran un mejor estatus fuera de sus territorios porque el castellano es de obligado conocimiento para todos, y basta. Eso es cierto, pero olvidan que las lenguas no solo tienen una función comunicativa sino también simbólica y emotiva

Y por ello desprecian el hecho de que para los hablantes del catalán/valenciano, vasco o gallego sería una satisfacción verse representados en sus lenguas en aquellos organismos centrales y actos oficiales de Estado que comparten y les unen al resto de los españoles. En la propuesta de Vilarrubias se explicitan toda una serie de ejemplos que permitirían visualizar la realidad del cuatrilingüismo a ese nivel.

En realidad, se trata de avanzar en la construcción de un Estado democrático y plurilingüe pero ahora desde una perspectiva nueva, por lo menos en España, según la cual los titulares de los derechos lingüísticos son los ciudadanos, mientras las administraciones son quienes contraen las obligaciones. 

Y eso avalaría, por ejemplo, que los hablantes del catalán/valenciano, vasco o gallego pudieran declarar en su lengua de elección ante el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional con traducción simultánea, o que los representantes políticos en el Congreso y el Senado pudieran hablar en todos los plenos en otra lengua oficial diferente del castellano. Por la misma razón que el BOE dispone de suplementos en todas las lenguas oficiales españolas, un hecho relevante que muchos desconocen, ahora se trataría de que el cuatrilingüismo se extendiese en todas las instituciones estatales de forma razonable. 

Frente a la caricatura que algunos propagan, nadie está pidiendo que los funcionarios de la Diputación de Zamora aprendan gallego ni que los de la Generalitat tengan que atender en vasco o que en el Ayuntamiento de Sevilla se vean forzados a admitir solicitudes en catalán. Estamos hablando siempre de articular la obligación que tiene la Administración General del Estado, es decir, lo que en otros países descentralizados llaman Gobierno federal u organismos federales, hacia los hablantes de las otras lenguas españolas que también son oficiales.

La Ley de Lenguas se adentra también en la defensa de los derechos lingüísticos de los castellanohablantes en las comunidades autónomas donde las políticas nacionalistas tienden al monolingüismo con el argumento de ser “lengua propia”, un concepto que con resultados desafortunados se introdujo en el Estatuto catalán de 1979. La propuesta de Vilarrubias es equilibrada porque al mismo tiempo que plantea profundizar en el plurilingüismo no desatiende la urgencia de garantizar el bilingüismo en un mínimo del 30% como criterio general. 

Esa cifra es ciertamente discutible y puede ser considerada insuficiente, pero lo más importante es que legalmente sería viable con base en las resoluciones judiciales existentes en educación y a la doctrina del Tribunal Constitucional sobre la materia. Es un porcentaje razonable que permitiría encontrar un punto de equilibrio para empezar a rehacer un consenso lingüístico que en Cataluña se ha roto por los cuatro costados. Sin duda la mejor manera de garantizar derechos desatendidos es regulándolos, tomando el Estado la iniciativa, y no es extraño que los nacionalistas se opusieran ferozmente porque dejarían de ser los únicos en hacerlo.

Plurilingüismo y bilingüismo son, pues, dos caras de una misma propuesta para acercar “las lenguas a la ciudadanía sin delimitarlas a los territorios”, como dice Vilarrubias. Es una propuesta moderada, equilibrada y factible que políticamente pretende fortalecer el proyecto común español. 

No se plantea para contentar a los nacionalistas, “dándoles más catalán” como algunos piensan, pero tampoco para “combatirlos de frente” como otros desearían, sino para introducir sentido común en una querella que es instrumentalizada por las pasiones identitarias. El argumento es el del Estado plurilingüe con la bandera de los derechos lingüísticos de los ciudadanos frente a las visiones románticas de las lenguas como unificadoras de comunidades diferenciadas. 

Y es ahí donde los enemigos del plurilingüismo en España acaban coincidiendo en parecidos términos con los que se oponen al bilingüismo en las comunidades autónomas. Son los que en ambos lados esgrimen el argumento de la lengua común, propia o nacional frente al cual los otros idiomas son subsidiarios y los derechos lingüísticos de los ciudadanos prescindibles."                    (Joaquim Coll, Crónica Global, 17/07/19)

21/4/16

La destrucción del multilingüismo tradicional a manos del nacionalismo lingüístico

"(...) En el plano lingüístico, podríamos decir que los siglos XIX y XX fueron los siglos de la destrucción (o del intento de destrucción) del multilingüismo tradicional a manos del nacionalismo lingüístico. (...)

El caso polaco ilustra la enorme dificultad que supone la empresa de restituir a una lengua el estatus de lengua territorial cuando el territorio en cuestión es de hecho plurilingüe. Si hoy Polonia es un Estado virtualmente monolingüe (el 95% de la población habla polaco en casa) no es porque se constituyera un amplio movimiento ciudadano por la normalización lingüística del polaco ni porque se incorporara al credo independentista la voluntad de articular el polaco como eje integrador de la ciudadanía polaca, sino porque después de la segunda guerra mundial los nacionalistas polacos, con el aliento y el apoyo de los aliados, expulsaron a su población germanófona y borraron cualquier rastro de su existencia. 

(Lo mismo hicieron con su población de habla ucraniana, por cierto.) 

El fracaso de algunos nuevos estados del Este europeo se debe, precisamente, a la pretensión de implantar la fórmula «un Estado, una lengua» en territorios lingüísticamente heterogéneos. Ucrania es acaso el ejemplo contemporáneo más flagrante: la incapacidad de los nacionalistas ucranianos para aceptar la territorialidad del ruso es uno de los factores que explican la desmembración del país.

Pensando en latitudes más cercanas, la verdad es que los líderes del proceso catalán deberían tener cuidado de sus propias huestes. Si las alforjas del soberanismo terminan incluyendo la fórmula «si eres catalán, habla catalán», existe un serio riesgo de que muchos desistan de emprender el viaje. 

El reto del soberanismo no es repetir otra vez la vieja fórmula monista en un nuevo Estado catalán, sino demostrar a los europeos que se puede alcanzar la normalización de una lengua históricamente perseguida no contra sino desde el plurilingüismo."                 (Albert branchadell, El Periódico, 09/04/16)

29/6/14

Cataluña es una comunidad bilingüe con una diversidad de hábitos lingüísticos. Por ejemplo, soy bilingüe activa, de lengua materna catalana, pero también soy castellanohablante

"El ex dirigente de ERC Josep-Lluís Carod-Rovira, cuando estaba en el poder, negó repetidamente que en Cataluña existieran ciudadanos catalanes castellanohablantes. El término "catalán castellanohablante" realmente no existe en el discurso público catalán, a diferencia de otros países y comunidades.

 Por ejemplo, en Quebec, donde se habla abiertamente de los anglófonos, de los francófonos y de los bilingües. (...)

Desde posiciones críticas, por el contrario, el término castellanohablante o catalanohablante es utilizado con mucha frecuencia. Hablamos de ellos para referirnos a los ciudadanos que tienen, respectivamente, el español y el catalán como lenguas maternas.

 Así, unos forman la comunidad castellanohablante y los otros, la catalanohablante.

La pregunta que quiero plantear es: ¿corresponde esta descripción a la realidad? ¿Hay realmente dos grupos compactos formados por dos comunidades lingüísticas separadas y monolíticas? Una observación de la realidad sociolingüística de Cataluña nos muestra que las cosas son más complejas.

Desde mi punto de vista, en Cataluña existe en primer lugar una comunidad de ciudadanos (a pesar de que algunos se empeñen en llamarnos "pueblo") y cuando consideramos a estos ciudadanos como hablantes de una o más lenguas, el categorizarlos principalmente en dos grupos diferenciados según su lengua materna es una opción que presenta dos problemas:

a. Es un enfoque esencialista: cada persona pertenece únicamente a un grupo o a otro dependiendo de un rasgo, su lengua materna, que no ha escogido y que es inmutable. Uno puede aprender varias lenguas pero su lengua materna siempre es la misma. En las democracias, los grupos donde uno no se adhiere de manera voluntaria sino que es situado allí, le guste o no, son difíciles de defender ya que van contra la libertad de las personas.

 Por supuesto que la lengua materna existe y las personas pueden ser agrupadas, de manera descriptiva, según su lengua materna. Esto no es ningún problema, el problema surge cuando a partir de esta categoría esencialista se desprenden ideas, comportamientos, derechos, deberes o cualquier otra cuestión.

b. El dudoso concepto de hablante de una lengua: este enfoque considera hablantes de una lengua únicamente a los que la tienen como lengua materna cuando, desde la lingüística, sabemos que el hablante de una lengua no es sólo aquella persona que la tiene como lengua materna sino también aquellos que la usan de manera habitual y la tienen como lengua de identificación (una lengua que sienten suya, que "aman").

Es posible que aquellos que tienen como lengua materna el español o el catalán y que prácticamente utilizan sólo su lengua materna en la vida cotidiana se sientan satisfechos con la definición de ser miembros exclusivamente de la comunidad castellanohablante o de la comunidad catalanohablante. 

Estas personas son los monolingües que usan y se identifican con una sola lengua. Esta es una elección, perfectamente legítima, pero no es la única que existe en Cataluña.

Otras opciones lingüísticas que podemos observar diariamente son aquellas referidas a los diferentes grados de bilingüismo, como sucede en todas las comunidades bilingües. No existen, por otra parte, comunidades bilingües donde todos los miembros sean bilingües.

 Lo que sí encontramos, como es lógico, son distintas configuraciones y grados de bilingüismo. En Cataluña podemos observar ciudadanos hablantes de español como lengua materna que hablan fluidamente el catalán y que lo usan de manera frecuente. Observamos también los hablantes nativos del catalán que conocen bien el español y lo usan cotidianamente. 

Tanto unos como otros forman un grupo: son los bilingües activos que viven su bilingüismo como una experiencia positiva que les abre puertas.

 Observamos que existen también los llamados bilingües receptivos, es decir, aquellos ciudadanos que se sienten mejor hablando en su lengua materna, sea ésta el español o el catalán, pero que no sienten ninguna resistencia a realizar actividades receptivas, como leer o escuchar, en la otra lengua. 

También pueden usar, con diferentes grados de comodidad, la otra lengua en actividades productivas, como hablar y escribir, pero su preferencia para estas actividades se encuentra en poder realizarlas en su lengua materna.

El hecho de que el español y el catalán sean lenguas tan parecidas facilita el bilingüismo de la sociedad. Es un caso diferente al del País Vasco, por ejemplo, donde el euskera solo se aprende si uno hace un esfuerzo y dedica mucho tiempo y energía porque es una lengua que no se puede aprender sólo viviendo allí mientras que el catalán, sí (al menos, a un nivel receptivo, a nivel de entenderlo).

En este punto, querría realizar un apunte personal: soy bilingüe activa, de lengua materna catalana. Cuando se habla de los castellanohablantes sólo como aquéllos que tienen el español como lengua materna y de las dificultades que experimentan para poder usar el español en la vida pública, me siento excluida de un grupo donde siento que pertenezco. 

Yo también soy castellanohablante y mis derechos lingüísticos también están siendo vulnerados a Cataluña. Mi impresión es que somos bastantes los ciudadanos catalanohablantes nativos que tenemos esta percepción.

Respecto a los castellanohablantes nativos, también muchos de ellos son bilingües activos y quieren una promoción y una protección del catalán, respetuosa con el español (lo cual es posible). Estas personas consideran el catalán también como una lengua suya y se identifican con ella, a pesar de toda la politización que ha hecho el nacionalismo del catalán.

Así, pues, podemos observar una gran variedad en los hábitos lingüísticos de los ciudadanos. El bilingüismo no es un absoluto -una persona perfectamente competente en las dos lenguas- sino una cuestión de grados, de registros y de destrezas. 

En consecuencia, pienso que el enfoque sobre este tema debería ser que en Cataluña no existen dos comunidades lingüísticas diferenciadas y monolíticas sino una sola comunidad bilingüe, con un uso amplio de ambas lenguas por parte de sus ciudadanos, en diferentes grados y dependiendo de las preferencias personales de cada uno. El monolingüismo -español o catalán- es una de estas opciones junto con los bilingüismos activo y receptivo.

Una comunidad bilingüe con una diversidad de hábitos lingüísticos. Desde mi punto de vista, esta definición es más fiel a la realidad sociolingüística de Cataluña que la idea de las dos comunidades lingüísticas diferenciadas."                  (Mercè Vilarrubias, Crónical Global, Sábado, 7 de junio de 2014)

24/10/07

Plurilingües todos los “alatristes”, menos nosotros, los autoalabados

“O senador do PNV Javier Maqueda anunciou este martes a súa intención de pedir a comparecencia da ministra española de Educación, Mercedes Cabrera, na Cámara Alta para esixirlle ao goberno "un compromiso co plurilingüismo"…

"Dicirlles a todos os alatristes, espadas e humoristas resentidos que os problemas se solucionan falando, e falando enténdese a xente e chéganse a acordos como o de Downing Street que solucionan problemas", afirmou.” (Vieiros, 24-10-07)

Los “alatristes” resentidos pueden argumentarle que ETA no habla, asesina; y que en los acuerdos de Downing Street se soluciona el problema de treinta años de terrorismo volviendo a la situación anterior a la aparición del IRA; o sea, que cuando el voto católico en Irlanda del Norte sea mayor que el protestante, ya se hablará de la Unión con Irlanda. Hasta entonces, nada.

"El senador del PNV Javier Maqueda, conocido sobre todo por sus declaraciones existencialistas, ha anunciado que solicitará a la ministra de Educación, Mercedes Cabrera, para que el Gobierno permita que se imparta la enseñanza en toda España en vasco, valenciano, gallego y catalán. (...)

Salgado respondió a Maqueda con ejemplos prácticos. Por ejemplo, los carnés de conducir se pueden expedir en cualquier lengua oficial en algún lugar de España, el 95% de las webs de los organismos oficiales de la Nación están traducidas o que desde 2004 más de 15.000 funcionarios del Estado han recibido clases voluntarias de alguna lengua regional española.

¿Pueden decir lo mismo los gobiernos regionales vasco, gallego o catalán? ¿Puede decir lo mismo la Administración regional catalana en el tema de la expedición de carnés oficiales, el del Instituto Catalán de la Salud, los Ferrocarriles de la Generalidad... que están solo y únicamente en catalán? ¿Qué Administración discrima lingüísticamente a sus ciudadanos? (Criterio, 24-10-07)

En el extranjero hay cátedras de vasco, catalán y valenciano. En España las hay en el Pais Vasco, Cataluña y Galicia. Cuando en Madrid tengan necesidad de saber algo, las consultarán. Lo mismo los niños madrileños.

En Cataluña los niños hijos de inmigrantes gallegos no pueden aprender en gallego (ni en castellano).