"Hace muchos años, cuando intentaba encontrar mi sitio como “escritora catalana de origen marroquí” y recién publicada mi primer libro, me vi de repente participando en una actividad que no sabía muy bien de qué iba:los parlamentos previos al Once de Septiembre en el Fossar de les Moreres.
Asistí al acto con mi lista de requisitos imprescindibles para garantizar una buena “integración” en esta sociedad: trabajo, educación y sanidad.Confieso que me cohibieron un poco las antorchas encendidas, pero dije lo que creía que debía decir: que las personas somos de donde podemos tener una vida digna.
El público me miró exactamente como si hablara una lengua extranjera, y cuando terminé mi parlamento se me acercó una señora, me cogió por lado y, con el rostro cargado de indignación, me soltó una retahílaacusaciones que nada tenían que ver conmigo: que habíamos venido a conquistar Catalunya, que lo que queríamos era islamizarla y que no parábamos de tener hijos.Aturdida por el fuego que ardía y por las palabras enfurecidas de aquella mujer, huí como pude de aquella escena esperpéntica.
Por experiencias como aquella, la avalancha de incrédulos desconcertados que han venido expresando sus opiniones desde que Sílvia Orriols fue la lista más votada en las últimas municipales me resulta ciertamente sorprendente y, según cómo, un punto ridícula.
¿Cómo puede ser?¿Nosotros también somos racistas y de ultraderecha?¡Y ahora!¡Pero si somos tierra de acogida!El pecado original del catalanismo es el concepto tan elevado que tenemos de nosotros mismos, y por eso, contradiciendo todos los indicadores objetivos, pensábamos que estábamos inmunizados ante la ola xenófoba que se ha extendido por todos los países desarrollados en las últimasdécadas.
El discurso de la nueva alcaldesa de Ripoll no es ninguna novedad, sólo hace falta repasar la hemeroteca para encontrar ideas muy parecidas en CiU y sus herederos (no hace mucho que Laura Borràs y Quim Torra participaban en un homenaje a Heribert Barrera).Los atentados del 2017 aceleraron el proceso en la localidad donde se habían criado a los terroristas, pero la xenofobia ya existía antes de ese terrible mes de agosto.
Durante la primera década del milenio los discursos sobre la inmigración eran calcados en los de Aliança Catalana.Recordamos los carteles de Duran y Lleida proclamando que "Aquí no cabemos todos".Y eso que eran unos años en los que los inmigrantes llegaban un viernes con una oferta de trabajo en origen y el lunes siguiente ya estaban en obra cargando sobre las espaldas el crecimiento de la burbuja inmobiliaria.
El racismo más terrible que ha vivido la población extranjera en este país no es de discurso, sino de hechos concretos, de políticas que se llevaron a cabo para expulsar del país a miles de familias que hacía años que se habían instalado.Cuando con la recesión económica se acabó el trabajo, el mensaje que se difundió fue claro: los últimos en llegar debían ser los primeros que iban a marcharse y se inició una campaña de auténtico acoso contra un sector de la poblaciónque, además, estaba sufriendo la crisis de forma mucho más feroz que el resto de ciudadanos.
El acoso alcanzó unos niveles de violencia insoportables cuando empezaron los recortes de Artur Mas;el ensañamiento con las familias recién llegadas fue despiadado: recuerdo un verano en el que se bloqueó el ingreso del PIRMI (la renta garantizada de entonces) a todos los que eran beneficiarios para pillar se les habían ido al país deorigen.Nunca olvidaré las lágrimas de una tía mía que quería ir a ver a la madre a punto de morir pero temía perder la ayuda con la que vivían ella, el marido y cuatro hijos.) El resultado de ese racismo institucional y sistematizado esque a día de hoy encontramos muchas familias catalanomarroquinas esparcidas por toda Europa.
Luego llegó el Proceso y pareció que la inmigración y los discursos excluyentes se habían esfumado, pero de hecho se transformaron e integraron en una retórica que pasó a considerarse indispensable para condicionar a la catalanidad ser independentista.Aquí ya no sólo no cabían los inmigrantes, sino que también se expulsaba a los “unionistas” aunque tuvieran todos los apellidos catalanes.
ERC volvió a una dinámica comunitarista reavivando la figura del charnego bien integrado con la creación de Súmate, haciendo distinciones entre catalanohablantes y castellanohablantes.Junqueras salió a defender a los recién llegados por motivos utilitaristas: así tendríamos catalanes que dominan el chino, el árabe, etc.
Los republicanos se propusieron captar el nuevo voto de los inmigrantes para ensanchar la base, y para ello les ofrecieron reconocimientos simbólicos que ellos no habían pedido en vez de hacerles propuestas programáticas, en lo que es una clara actitud de populismo dirigidosólo en este sector de la ciudadanía.
Pudimos ver la buena sintonía de los de ERC con imanes salafistas, o mítines en mezquitas con el público separado por sexos.Lo más grave de esta deriva, sin embargo, es haber asimilado a la población musulmana a los fundamentalistas presentes en todo el territorio, un posicionamiento que comparten con la CUP.En esto no se equivoca Silvia Orriols: el islamismo lleva tiempo aquí y tiene objetivos políticos claros explicitados en congresos y publicaciones.Que las izquierdas hayan decidido ignorar el fenómeno o incluso ser cómplices demuestra que no se han tomado la molestia de conocer a fondo a los “musulmanes catalanes” y siguen confundiendo a los simples creyentes con las organizaciones que quieren capitalizar su presencia enEuropa.
Proclamar que no somos islamófobos mientras damos protagonismo mediático y político a imanes y autoproclamados portavoces de la comunidad, algunos con oscuras relaciones con el gobierno de Marruecos o con los egipcios Hermanos Musulmanes, es una contradicción que sólo se explica por ignorancia o por cinismo.Por no hablar de los derechos de las mujeres musulmanas, sacrificados sin miramientos en este entendimiento entre las izquierdas y el fundamentalismo.
Los derechos de las musulmanas se han sacrificado en este entendimiento entre las izquierdas y el fundamentalismo.Así que sí, que en este país ha habido y hay racismo.La particularidad que nos hace diferentes es que aquí tenemos para elegir y remover: podemos optar por el esencialismo español de Vox, el supremacismo independentista catalán frustrado por el descalabro del Proceso, o la instrumentalización utilitarista que reconoce identidad y religiones mientras se olvida dela exclusión material." (Najat El Hachmi , El País, 07/07/23; traducción google)
"Qué extraña resulta la cuestión de la identidad aplicada al fútbol. La
selección que ganó el otro día a la española es de una curiosa
marroquinidad: la mayoría de jugadores ni nacieron ni viven en Marruecos
pero llevaban con orgullo la camiseta roja. Están en su derecho y su
decisión puede interpretarse como un gesto político al querer honrar la procedencia de sus padres y abuelos pero yo me pregunto qué ha hecho Marruecos por unos jugadores que se crecieron en otras tierras.
No entiendo la identidad en base a la sangre que corre por las venas,
idea esta que me asusta al despertar fantasmas terroríficos de pureza y
creo que la identidad nacional la hacen más las escuelas públicas, las
salidas laborales, la igualdad de oportunidades, la libertad y la
posibilidad de poder dedicarse uno a lo que le plazca, incluso a jugar a
fútbol. Pero Marruecos siempre ha reclamado como propios los éxitos y
logros de los descendientes de aquellos que se vieron forzados al exilio
económico.
No quiero aguarles la fiesta a los que festejan con
alegría el hito de haber llegado a cuartos de final de un mundial pero
la selección que lo ha logrado es más hija de la numerosa diáspora
esparcida por todo el mundo que mérito de un país que sigue expulsando a
su propia juventud. Si somos leales y reconocemos el sacrificio que
hicieron nuestros padres al irse de Marruecos no podemos quitarles a
ellos de este logro para atribuirlo a un concepto, el de ser marroquí,
que en muchos casos no es más que una noción abstracta y lejana. Así que
el martes no ganó Marruecos, ganaron los albañiles que se dejaron la
espalda en la obra y las amas de casa dedicadas a los cuidados. Eso hay
que celebrar." (Najat el Hachmi , SER, 08/12/22)
"Ya ha llovido desde aquel día que me llamaron para echar una mano como
camarero en una de las casetas de la Feria de Abril de Catalunya.
Enclavada en el Parque del Fórum de Barcelona, la feria era un
caleidoscopio de colores y un arroyo incesante de multitudes que
llenaban las casetas. La verdad es que fui con pocas ganas.
Ya se sabe
que, en este tipo de eventos, los camareros trabajan a destajo hasta
bien entrada la madrugada. Como era de esperar, la noche fue frenética y
no paré de servir copas. Pero la verdad es que guardo un buen recuerdo.
En los pocos momentos que tenía de descanso me dedicaba a observar
aquella explosión de euforia expresada en animadas conversaciones y en
la envolvente coreografía de los bailes por sevillanas. No en vano,
aquel ambiente me resultaba familiar y aquellos jóvenes tenían mucho en
común conmigo mismo: procedían de barrios de la periferia de Barcelona y
de familias castellanohablantes de clase trabajadora.
Un recuerdo que suelo asociar a aquella noche es una
canción: “Tu calorro”, de Estopa. Cuando sonaban los primeros compases
de la canción, acompañados de la rugosa voz de David Muñoz, la caseta se
venía abajo. Cantada a pleno pulmón como si de un himno se tratase. Y
posiblemente lo fuese para muchos. En los hermanos Muñoz, de Cornellà y
que habían trabajado en una proveedora de Seat, veían a dos héroes
locales con quienes compartían un origen social y unos mismos códigos.
Eso era un motivo de orgullo y de cierto sentimiento de pertenencia.
Estopa eran como ellos y en sus canciones se veían reflejados. Qué mejor
estampa para celebrarlo que la de una noche nostálgica de fin de semana
en cuyo horizonte se dibujaban las tres chimeneas de la antigua central
térmica de Sant Adrià del Besós y el barrio de La Mina. La poesía de
los márgenes o, en palabras de Jorge Luis Borges, “la luna de los
suburbios derruidos”.
La Feria de Abril de Catalunya, que se
celebra desde 1971 y que en 2009 recibió dos millones de visitas, parece
haber pasado sus mejores días. Desde aquella lejana noche no la he
vuelto a visitar y las veces que he regresado al Parque del Fórum ha
sido para asistir a conciertos de grupos como Sonic Youth
y The Cure. Hoy los hijos de la emigración andaluza hemos superado ya
holgadamente los 40 años, tenemos un trabajo estable y una hipoteca a
tipo variable.
Algunos, incluso, dejaron el barrio hace tiempo. Queda en
la memoria un imaginario colectivo y simbólico vinculado generalmente a
los barrios obreros del área metropolitana de Barcelona. Una banda
sonora generacional que podríamos reconocer en las rumbas de Los Chichos
o en el desgarrador quejío flamenco de Camarón de la Isla. Esa
Catalunya a la que últimamente el moderneo barcelonés dedica festivales
de “cultura txarnega”.
El problema es que no solo ignoramos, tan
anclados en un pasado idealizado, que en los últimos años los márgenes
se han movido, sino que desconocemos por completo nuevas manifestaciones
culturales y musicales nacidas entre los hijos de la nueva inmigración.
Igual son ellos en quienes deberíamos centrarnos a la hora analizar la
vida en las periferias de Catalunya. Básicamente porque, aunque siempre
haya desconfiado del concepto, ellos son los nuevos charnegos.
Los chicos de la calle
Escribía Najat El Hachmi en el prólogo de la edición no censurada de Els altres catalans de Francesc Candel sobre los recelos entre la emigración de los años 60 y la inmigración actual. Como apunta la autora de Jo també sóc catalana,
la relación no siempre ha sido fácil y un lugar muy común entre los
emigrantes que llegaron a Catalunya hace ya más de medio siglo es el de
comparar ambas oleadas migratorias para constatar que el suyo fue un
proceso mucho más duro y que, a pesar de las dificultades, supieron
integrarse y prosperar.
Lejos de romantizar la realidad de los barrios, como
habitualmente hacen quienes no viven en ellos, no podemos obviar los
conflictos que en ocasiones se generan, por ejemplo, por la utilización
del espacio público. Las frágiles políticas de acogida de las
administraciones, así como el paternalismo y la criminalización de la
pobreza, han propiciado que la interrelación entre las diferentes
comunidades no sea tan idílica como pudiéramos pensar. Y no es idílica
porque la realidad social dista mucho de serlo en barrios donde los
índices de vulnerabilidad se han disparado en la misma proporción que
los desahucios. Hay barrios, no solo en el área metropolitana de
Barcelona, cuyas heridas abiertas nos advierten de la necesidad de
abordar el problema a fin de evitar que se consolide una Catalunya de
dos velocidades.
En 2016 se estrenó la serie The Get Down sobre
el nacimiento del hip hop en el sur del Bronx a finales de los años 70.
En un barrio castigado por la pobreza y la marginalidad, bandas de
jóvenes afroamericanos deambulaban entre edificios abandonados a la
espera de la demolición y fue en ese paisaje urbano en ruinas donde
surgió un género musical que conquistaría el mundo. Un estilo que
germinó de la desesperación y la falta de expectativas de futuro. Porque
hay realidades que suelen ser terreno abonado para la creatividad como
expresión de rabia de una comunidad. O la necesidad como motor de la
inspiración. Recordemos cómo en España, y también en Catalunya, la rumba
flamenca hizo visible a la comunidad gitana a finales de los años 70 y
principios de los 80.
Varias décadas después, asistimos en
Catalunya a una eclosión similar pero cuyos protagonistas son jóvenes de
familias procedentes del Magreb y de Latinoamérica. Una realidad que
nos han querido esconder y que teníamos a la vuelta de la esquina.
Morad nació en L'Hospitalet hace 21 años. Hijo de marroquís, hoy es
el máximo exponente de un movimiento musical radicado, casi en
exclusividad, en los Bloques de La Florida de su ciudad y que debe sus
influencias al afrobeat, al trap y al hip hop francés de los barrios
periféricos de ciudades como París y Marsella. Morad es un referente
entre los suyos. Lo es porque en él hay autenticidad y porque, a través
de sus letras y composiciones, se ha visualizado una realidad, la de los
Bloques de La Florida, que es una de esas heridas abiertas de Catalunya
a las que hacíamos referencia en líneas anteriores. Morad no es solo un
ídolo musical para los suyos, es un espejo en el que se miran los
chavales de los Bloques que, como él, crecieron en la calle y para los
cuales la música es, a la vez, una válvula de escape y un medio de
denuncia de la realidad que viven a diario.
Morad publicó en 2019 su primer disco de larga duración titulado M.D.L.R,
acrónimo francés de Mec de la Rue, es decir, chico de la calle. Algo
más que un título, la alusión hace referencia a una comunidad compuesta
por el propio Morad y la que podría definirse como su segunda familia,
los chicos de la calle. Ellos son sus hermanos, su gente, una red de
apoyo que transciende de lo musical y que jamás le fallará.
Su
primer disco convirtió a Morad en una figura emergente y mediática en
el panorama musical del trap nacional. Él mismo suele recordar cómo las
mismas salas de conciertos y discotecas que hace unos años le prohibían
el acceso ahora lo llaman para actuar. El ascenso ha sido tan meteórico
que solo hace falta echar un vistazo a sus redes sociales y a su cuenta
de YouTube para certificar que Morad es un fenómeno global. Para
hacernos una idea, en la primera semana de noviembre de 2020,
coincidiendo con el lanzamiento de su nuevo single, “Motorola”, Morad
fue el artista español con más visitas en YouTube por encima de nombres
tan comerciales como Aitana, Rosalía y Pablo Alborán. Por ejemplo,
utilicemos como referencia a Los Planetas, grupo por excelencia del
indie español con más de 25 años de carrera a sus espaldas, por el que
uno mismo y tantos otros de mi generación hemos profesado autentica
devoción. En YouTube, el vídeo musical más visto de Los Planetas es el
de “Un buen día”, una canción de hace 20 años y que es todo un himno
generacional para muchos. Tiene cerca de cuatro millones de
visualizaciones. El vídeo más visto de Morad es el de “Aguantando”, con
más de 16 millones de visualizaciones y otros dos videos suyos superan
los 15 millones. Todo ello en poco más de un año.
Como se puede apreciar en los vídeos musicales de Morad, los Bloques
de La Florida toman especial protagonismo para convertirse en un actor
principal. Sus bloques y su comunidad de chicos de la calle. Sirve, al
mismo tiempo, para visualizar una realidad que se presenta desde un
prisma objetivo y real. Morad y los chicos de la calle no necesitan
aparentar. Ellos se muestran tal y como son, a diferencia de otras
figuras del trap español que han cimentado su carrera en una “estética
de barrio” basada en el disfraz y en el cliché tan recurrente de las
bandas callejeras. En el caso de Morad no hay marketing alguno.
Esa realidad que él vive no la expresa en sus canciones ni la muestra en
sus vídeos como algo decorativo o sencillamente para epatar. No ha
necesitado crear un relato ficticio sobre “el ser de barrio”, el suyo es
un proceso de observación, cuenta lo que ve a su alrededor. Su realidad
cotidiana es precisamente la que refleja en sus canciones.
Beny
Jr es otro de los chicos de la calle de los Bloques de La Florida y el
compañero inseparable de Morad. Su tarjeta de presentación fue, como no
podría ser de otra manera, un feat con Morad titulado
“#FreePeke”, un alegato contra las apariencias y los postureos que tanto
abundan en el mundo del trap y del hip hop. Su primer disco, Trap and Love,
le ha situado como otro de los nombres de la escena musical de los
Bloques más allá de su amistad con Morad. Al igual que su fiel amigo,
Beny Jr describe con incisivo y afilado verbo las realidades tangibles y
sin aditivos de su día a día: el racismo institucional, la falta de
oportunidades, el desempleo, la pobreza, los trapicheos en las calles,
las redadas policiales. Volvemos a la observación como ejercicio de
denuncia. Pero no desde una perspectiva política sino desde el enfoque
del narrador que no es otro que el mismo que sufre esa realidad.
Beny
Jr estrenó hace un mes nuevo single con el título de “Mafioso”, cuyo
vídeo vuelve a mostrar el esqueleto urbano de los Bloques de La Florida
como zona desgajada del resto de la ciudad y de su propio barrio. Por
ello merece una mención especial el joven Iván Salvador, realizador de
los vídeos de Morad y Beny Jr que de manera tan diáfana ha retratado el
universo callejero de los Bloques como elemento esencial de la música de
ambos.
De Jensel King lo primero que llama poderosamente la atención es su
juventud: 15 años. De nuevo estamos ante un talento, en este caso de
gran precocidad, surgido de la cantera musical de los Bloques de La
Florida. De registros sonoros más cercanos al afrobeat y con ciertas
reminiscencias del gansta rap, Jensel King aúna el orgullo y la reivindicación del barrio
con la crónica de la crudeza diaria de las calles. Asimismo, la
denuncia de los operativos de las fuerzas de seguridad y del papel de la
prensa está presente en sus letras como esbozo de una realidad. Sin
duda, se trata de uno de los artistas con mayor proyección y futuro
dentro del trap hecho en L'Hospitalet y Catalunya. Veremos cuál es el
dictamen del tiempo en alguien tan joven pero tan sobrado de cualidades
para alcanzar las cuotas de reconocimiento y éxito de sus vecinos Morad y
Beny Jr.
Quieren ser calle, pero no lo son
Pubilla
Cases es un barrio limítrofe con La Florida. En la zona norte de
L'Hospitalet se hallan los barrios con mayor densidad de población, una
de las mayores de Europa, y con una concentración más elevada de
inmigrantes. En Pubilla Cases, barrio lleno de vida y conocido por sus
bares de tapeo andaluz, hay una notable comunidad de origen
latinoamericano. En este contexto aparece la extraordinaria figura de La
Tiguerita.
Catalana de origen dominicano, Melissa Peralta
utiliza el nombre artístico de La Tiguerita en un claro guiño a sus
orígenes y a la tierra de su padre. En República Dominicana, un tiguere
es alguien que se busca la vida. Melissa, de apenas 19 años, es la
tiguere de L'Hospitalet y está dispuesta a comerse el mundo. En unas
calles y en un movimiento musical donde tanto predomina la testosterona
masculina, su presencia adquiere un valor doble desde una clave de
género y de feminizar la escena del trap y del hip hop de su ciudad.
La Tiguerita es de las que no se calla. Clama contra quienes quieren ser calle, pero no lo son
y lo hace con un estilo directo y autosuficiente. Una constante tanto
en los chicos de la calle de los Bloques de La Florida como en La
Tiguerita es el rechazo a esa impostura tan coetánea de hacerse pasar
por lo que uno no es. Ver cómo los barrios de las periferias urbanas se
han convertido casi en una moda y en un tótem en entornos intelectuales y
musicales ajenos a esas mismas realidades ha provocado la réplica de
quienes sí viven en esas ciudades dormitorio donde la vida no es solo un
fetiche o una manera de vestir, sino que se manifiesta en la angustia
diaria por salir adelante y sobrevivir. Pero desde ciertos ámbitos del mainstream
se ha tendido a idealizar lo marginal, y por lo tanto la pobreza, como
productos de consumo. El revival del “cine quinqui” y la aproximación a
los barrios de la clase trabajadora como quien va de safari urbano
parecen confirmar una tendencia que no solo se pierde en la
superficialidad y el tópico, sino que se construye desde el clasismo tan
interiorizado en las clases medias urbanitas y academicistas.
La Tiguerita está en racha. En 2019 protagonizó el cortometraje Beef
de Ingride Santos en el que interpreta a una joven estudiante que
cuestiona el sistema pedagógico en los institutos de educación
secundaria. La producción ha sido nominada para los próximos premios
Goya en el apartado del mejor corto de ficción. Seguro que su barrio
estará en vilo la noche que se celebre la gala de los Goya. Y es que,
haciendo honor a nombre artístico, La Tiguerita es de las que saben
buscarse la vida.
L'Hospitalet, segunda ciudad de Catalunya en
número de habitantes, vive el estallido de una escena musical nacida
entre los hijos e hijas de la inmigración. Pero lejos de hablar de
cantantes de origen marroquí o latino deberíamos referirnos a ellos como
lo que realmente son: jóvenes catalanes que reflejan en sus letras y
canciones la realidad de sus barrios y, por consiguiente, de una parte
de Catalunya. Sería importante que desde los medios catalanes se
prestara atención a este fenómeno hecho por catalanes y catalanas como
algo propio. Mientras se invisibilice lo que está pasando en algunos
barrios de Catalunya, no tendremos una idea precisa de la sociedad
catalana, tan cambiante y en transformación continua desde que llegaron
las primeras migraciones hace ya varias décadas." (Pedro Luna Antúnez, El Salto, 01/12/20)
Sí. Le resulta pesadamente familiar la polémica del burka; también otras tradiciones que coartan la libertad de las mujeres en el entorno musulmán. La hija de un escrupuloso imán de Larache (Marruecos), que conoció a su marido días antes de una boda pactada entre progenitores y ajustada al ancestral rito marroquí -una novia menor de edad entregada a un desconocido 11 años mayor que ella-, viajó meses después a España para volcarse en la integración del colectivo islámico inmigrado a Cunit (Tarragona).
"He saltado del Marruecos más arcaico al otro extremo occidental para afrontar algunas de las costumbres que viví de pequeña", dice Ghailan. Ha sido, añade, "un cambio drástico" esta transición vertiginosa que le llevó a dominar el castellano en seis meses (tardó algo más con el catalán). Ahora, hasta los camareros se sorprenden de que deje el embutido intacto sobre la mesa. "Soy española, marroquí y musulmana.
Me siento constantemente parte de todos los bandos", precisa.Desde esta perspectiva enclavada entre dos orillas cayó como una pedrada la espiral de prohibiciones en la que 14 municipios españoles, 12 de ellos en Cataluña, vetaron uno detrás de otro, en apenas dos meses, el uso del velo integral en los edificios municipales. "Parece una competición para ver quién es más valiente. Dicen defender la libertad de las musulmanas, pero nadie habla con ellas. ¿De verdad les importan? Pues las están tratando como a fantasmas", se queja. (...)
"Los políticos seguirán sin integrar en el debate a los marroquíes, principal nacionalidad de seguidores del islam en España", advierte Ghailan sobre un veto que también aprobó el Consistorio en que trabaja. "Me consta que a ningún técnico de ninguna Administración se le consultó nada sobre el asunto", revela tras esa experiencia. ¿Qué habrían respondido los expertos? "Ante todo, pedagogía. Los marroquíes estamos en contra del velo integral, es una prenda horrible, la mayoría rechaza a los que imponen estas tradiciones. Pero las prohibiciones han levantado mucho miedo", diagnostica.
"El rechazo al burka podría haber unido a españoles y marroquíes, pero se ha planteado de forma tan tosca que por ahora solo abre más divisiones", concluye Ghailan, en quien esa ruptura aparece como duplicada. "Convivir con dos culturas superpuestas también multiplica los problemas, recibo golpes de los dos lados", detalla. Entre esos golpes destaca un conflicto legal contra el imán de Cunit, imputado por intentar que el Ayuntamiento despidiera a esta musulmana que osa cuestionar algunos hábitos del mundo islámico. (...)
Asociaciones sociales y entidades islámicas moderadas también alertan sobre este poco sondeado efecto secundario: el creciente temor de los musulmanes a que el veto al velo integral sea el primero de una serie de prohibiciones indiscriminadas contra esa comunidad. "Ese miedo desvela que falla algo más profundo entre las comunidades marroquíes de España", juzga Ghailan.
"Vinimos para progresar, pero cuando vuelvo a Marruecos parece que son ellos los que han avanzado. No sufren la tensión social y religiosa que padecemos aquí. En algunos colectivos parece que el tiempo se ha parado, incluso estamos yendo para atrás. ¿No resulta inquietante?". Pero en el Congreso, a la vuelta del verano, solo se hablará del burka." (El País, última, 27/08/2010)
“España no se ha roto, pero la aplicación del criterio de la comodidad, un policentrismo de hecho, muestra cómo la deriva confederal introduce crecientes elementos de disociación. "A cada comunidad, su río", de manera que en tiempo de sequía el Estado tiene que acudir a solidaridades de partido y a eufemismos para que el agua disponible llegue a quien la necesita.
No es cuestión de conferencias ni de buenas voluntades: la soberanía de una comunidad sobre tales recursos contradice el interés general. Otro tanto cabe decir de la reforma financiera interterritorial. Puede ser necesaria para quienes más pagan como Cataluña (o Baleares, o Madrid), pero lo grave es el planteamiento del president Montilla, que se limita a esgrimir frente al Estado la supuesta imposibilidad de que Cataluña soporte la situación actual, proponiendo la aplicación del principio que ya contenía la Constitución de los confederados en la guerra de Secesión americana: no aportar recursos para disminuir la desigualdad interterritorial.
Es la afirmación más nítida de un principio de bilateralidad, que reposa sobre la lógica interna del Estatut, por encima de los remiendos para "constitucionalizarlo": hay una nación, Cataluña, y un Estado español, nunca España. De nuevo conferencias y tratos para salir del paso. Falta un mecanismo constitucional, de carácter federal, que aborde tales conflictos de decisiva importancia.
No hablemos de Ibarretxe. Incluso un hombre discreto como Montilla, ex ministro, acepta la falsa evidencia de que es posible pensarlo todo exclusivamente desde Cataluña, que resulta lógica la hegemonía impuesta al modo de Quebec hasta el límite en la enseñanza y en la expresión pública de la "lengua propia" sobre el idioma de todos, que la política de apoyo a los inmigrantes musulmanes, como explica el profesor Moreras, entregada a ERC, tenga por objetivo ganarles para la idea de la independencia de Cataluña, que la idea de solidaridad característica de la izquierda haya sido reemplazada por la defensa a ultranza de los propios intereses económicos.”(ANTONIO ELORZA: El síndrome confederal. El País, ed. Galicia, Opinión, 29/05/2008, p. 31)