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23/3/18

Vascos y catalanes, si deciden libremente integrarse en la soberanía nacional española lo tendrán que hacer en plano de igualdad con el resto de los ciudadanos y pueblos de España, sin más hechos diferenciales que los estrictamente culturales... dejando atrás mecanismos feudales de articulación política y afrontando los graves problemas de futuro que tiene la España del siglo XXI

"(...) Para llenarse de contenido, las Comunidades Autónomas han exagerado su actividad normativa (785.000 páginas de nuevas leyes y reglamentos solo en 2016), creando un marasmo legal que dificulta la actividad económica y la necesaria unidad del mercado, que ha multiplicado innecesariamente la burocracia e inducido a la corrupción. 

Sin suficientes mecanismos de control y rendición de cuentas y en un marco de competencias duplicadas y mal diseñadas, las autonomías han generado un gasto y una deuda excesivos que no siempre han redundado en la mejora de los niveles de vida. 

El sistema de financiación autonómico ha tenido un diseño inadecuado y muy imperfecto que se ha resuelto siempre a base de competencia entre territorios, no siempre leal ni corresponsable. 

Y las competencias educativas y de medios de comunicación autonómicos se han utilizado, en demasiadas ocasiones, para fomentar la ideología nacionalista y el resentimiento y enfrentamiento entre las comunidades, en lugar del respeto, la concordia y la fraternidad entre las personas y los pueblos.

La consecuencia de todo ello ha sido paradójica: no solo no se ha podido evitar la puesta en marcha de la agenda independentista, sino que ésta se alimenta del mal diseño de nuestra organización autonómica y termina activándose, en el marco de un aumento de la inequidad y la desigualdad entre los españoles y entre nuestros territorios, y cuando el desarme de medios y competencias que sufre la administración central deja al Estado en situación de extrema debilidad (el alojamiento de las fuerzas de seguridad desplazadas a Cataluña en estrambóticos cruceros es una expresiva muestra de ello).  (...)

La respuesta a la situación de crisis que estamos viviendo no puede ser la de volver a reproducir la lógica extremista del péndulo, como está tratando de hacer el Partido Popular (“ahogarlos por directa estrangulación: persiguiendo sus ideas, sus organizaciones y sus hombres”, escribió Ortega y Gasset).   

Tampoco la de exacerbar el nacionalismo español más rancio e igualmente totalitario que vuelve a confundir a toda Cataluña y a los catalanes en su conjunto con el independentismo. Igual de inútil es tratar de moverse en tierra de nadie o querer contentar a todos sacando recursos de donde no los hay, como hacen las izquierdas que siguen teniendo miedo incluso a mencionar el nombre de España. 

Ni vale el más de lo mismo, estirando el modelo actual mal diseñado, o tratar de multiplicar el número de naciones como si fueran piñones en una especie de café para todos elevado a la enésima y más absurda de las potencias. Nada de eso puede resolver nuestros problemas de ahora.

Por el contrario, nos parece que ha llegado el momento de enfrentarnos democráticamente, con serenidad, con generosidad y con rigor al asunto central que los españoles no pudimos contemplar abiertamente en 1978, quizá porque era materialmente imposible hacerlo en la situación en la que estábamos entonces, con la correlación de fuerzas y con la natural desconfianza mutua de aquel momento.

Es la hora de invertir el orden de las cosas. Ni se puede creer que la solución de los problemas territoriales de España puede venir de la recentralización, por muy de nuevo cuño que fuera, ni podemos continuar haciendo concesiones ad infinitum y continuos remiendos en el diseño del Estado Autonómico. 

Hay que comenzar, en primer lugar, por analizar rigurosamente lo que ha fallado. En segundo lugar, habría que consensuar el proceso que puede permitir que se plantee y resuelva democráticamente el problema básico de la legitimidad, efectiva y no solo formal, del proyecto común de España. 

Para ello es imprescindible que exista lo que a nuestro juicio hay que reconocer que no se ha logrado de modo real a causa del mal diseño del Estado de las autonomías: el compromiso inequívoco de la gran mayoría de los españoles con un proyecto común de España, de nuestra España diversa, sin matices ni evasiones. 

Un compromiso que creemos que en estos momentos solo puede venir de una refundación basada en la libre voluntad de los pueblos que componen nuestra Patria, sustituyendo la remota fundación por vía de guerras y de matrimonios dinásticos por una democrática en la que todos los pueblos de España, en plano de igualdad, puedan decidir si mantienen el proyecto común o lo abandonan, pero eso sí, con todas sus consecuencias para todos.

Vascos y catalanes, pero también el resto de los españoles, deberíamos decidir si estamos dentro o fuera.

 Y si los pueblos de España, como es de esperar, deciden libremente integrarse en la soberanía nacional española lo tendrán que hacer en plano de igualdad con el resto de los ciudadanos y pueblos de España, sin más hechos diferenciales que los estrictamente culturales, entendiendo que cualquier ser humano, sea cual sea su peculiaridad cultural o lingüística, tiene unos mismos derechos y unas mismas obligaciones, dejando atrás mecanismos feudales de articulación política y afrontando los graves problemas de futuro que tiene la España del siglo XXI, no sólo en el interior sino en nuestro entorno geopolítico.

Solo así nos parece posible lograr el rediseño del Estado que garantice lo que hasta ahora no hemos conseguido: que todos los españoles, siendo tan diferentes, tengamos igual derecho de acceso a los bienes y servicios públicos y que contribuyamos a sufragarlos en condiciones de equidad. 

Por ejemplo, disponiendo de un sistema de salud y cuidados nacional que permita atender las necesidades de todos los españoles de manera igualitaria, inmediata y sin obstáculos en cualquier parte del territorio nacional, o de un sistema educativo estatal que, preservando la educación en lenguas y tradiciones de los diferentes pueblos de España, contenga un pensum detallado común a todos los españoles y asegure el perfecto conocimiento del idioma vehicular común. 

Que garantice algo tan esencial como la coordinación y subordinación de las policías autonómicas con las fuerzas de seguridad del Estado que permitan una mayor eficacia y seguridad a todos los españoles; o que dispongamos de instituciones y mecanismos que permitan la coordinación efectiva, la codecisión y la solidaridad en la práctica entre todas las instituciones de nuestros diferentes territorios.  (...)"                     (Juan Torres López/ Roberto Viciano Pastor, CTXT, 19/03/18)

22/1/08

“Restricciones internas en nombre de la solidaridad grupal” este es el nombre técnico de las políticas etnicistas catalanas o vascas

“… como dice Imanol Zubero citando a Kymlicka "todos los grupos nacionales son extremadamente partidarios de reivindicar y, siempre que sea posible, construir un sistema de protecciones externas (de las que la más desarrollada es el Estado-nación) que garantice su existencia y su identidad específica frente a las posibles influencias debilitadoras de la misma procedentes de las sociedades con las que se relacionan o en las que están necesariamente englobadas. Sin embargo, estos mismos grupos nacionales no suelen ser tan sensibles ante la existencia en su seno de pertenencias o identidades distintas de la nacional hegemónica, pero igualmente necesitadas de reconocimiento. Frente a la demanda de protecciones externas que estos subgrupos realizan, la respuesta del grupo nacional dominante suele ser la imposición de restricciones internas en nombre de la solidaridad grupal". Se trata de superar esas posiciones desde el (re)conocimiento.” (…)

Lo más sensato, a mi juicio, sería hacer posible que las naciones encuentren mejor acomodo en una comunidad política integrada en un Estado compuesto. Manteniendo un exquisito equilibrio entre igualdad y pluralidad, distinguiendo con claridad, como decía Antoni Comín, entre ciudadanía e identidad, "garantizando la simetría en los derechos de ciudadanía de tipo social, cívico y político -y de las competencias, así como de las necesidades financieras que de ellos se derivan- y la asimetría en todas aquellas competencias y disposiciones simbólicas que afectan a la plurinacionalidad del Estado, así como su carácter pluricultural y plurilingüístico". (JOAN ROMERO: La tensión entre nacionalismos en España. El País, ed. Galicia, Opinión, 16/01/2008, p. 42)

Al fascismo se la trae al pairo el “(re)conocimiento”. La asimetría (el federalismo asimétrico) siempre busca privilegios fiscales, financieros y de poder, en la obligación para los demás de aceptar mis ocurrencias,eso sí, debidamente fundamentadas en la época de el El Pilós, o por ahí…

19/12/07

¿No lo entenderían los catalanes? ¿Seguro?

“Pero el programa del que más se ha hablado este año es Bye, bye Belgique, el mejor ejemplo de cómo pueden transgredirse los géneros. La televisión pública belga RTBF emitió hace un año un informativo especial presentado por la estrella de la cadena que interrumpió la programación habitual sin previo aviso. El periodista anunciaba la independencia de Flandes, la próspera región belga con aspiraciones independentistas. Media hora más tarde se informó a los espectadores de que todo se trataba de una broma, pero para entonces el informativo ficticio ya había sacudido al país.

Philippe Dutilleul, director del programa, afirmó este fin de semana que su objetivo era "generar un debate de fondo entre la ciudadanía sobre el futuro de Bélgica y los límites de la televisión a seis meses de las elecciones generales". La verdad es que además consiguió desencadenar un vendaval político y que el 89% de la audiencia se creyera el bulo.

En el coloquio posterior a la proyección en el CCCB, algunos profesionales del medio, como Francesc Escribano, director de TV-3, y Josep Maria Carbonell, presidente del Consejo del Audiovisual de Cataluña, opinaron que este programa no sería posible en España. "Nuestra tradición democrática es diferente, más joven y, además de un debate, el programa generaría un clima desagradable", comentó Escribano. Tampoco Xavier Coral, presentador del informativo del mediodía en TV-3, se ve participando en la farsa. "Sé lo que cuesta ganarse la credibilidad de la audiencia. Por otro lado, el programa se presta a la confusión y no sé si los espectadores entenderían qué es verdad y qué es mentira", concluyó Coral.” (El País, ed. Galicia, Pantallas, 18-12-07, pp. 64)

A los periodistas catalanes no les interesa el reality show político, al estilo belga, no se vayan a confundir los espectadores, pobriños, y volverse españolistas con el susto (podrían sublevarse al grito: ¿Y qué será de mis pensiones?), lo que sería muy desagradable, desde luego.


16/11/07

Autodeterminación ¡Por Favor! ¡Cuánto antes mejor! A ver si acabamos de una puñetera vez con el raca, raca...

“Sí, es cierto, la ciudad es ahora un verdadero caos, pero no sólo por los trenes de cercanías. En realidad las cercanías hace decenios que fueron abandonadas por la Generalitat. (…)

La vieja política de Pujol fue siempre desarrollar todo lo que no fuera Barcelona y reducir la capital, tan híbrida, tan forastera, tan poco nacional, a una ciudad de provincias. Ahora ya es tarde. (…)

El caos ha traído una exacerbación de la angustia; el fracaso, un incremento de la sensación de impotencia. Nunca como antes los grupos de energúmenos se habían sentido tan justificados y protegidos. (…)

La táctica pujolista de echar la culpa de todo a los españoles sigue dando frutos. (…)

La situación se ha estancado en un punto tedioso… ha llegado el momento de hablar abiertamente con la población sobre la independencia… No creo que quede otra salida. De una parte, la población está hastiada del despilfarro gigantesco que se comete con la excusa de la "identidad" en detrimento de la vida real; otros ya no pueden soportar más sermones y broncas por no parecer sobradamente catalanes según el modelo de las elites; por fin hay una minoría que se angustia frente a un discurso agotado y teme caer en el abismo. Por esta razón, un partido conservador, católico y burgués como Convergència, ha optado por la vía adolescente. El partido converge hacia Ibarretxe. Ahora son separatistas, aunque mantengan los eufemismos habituales: confederación, asimetría, autodeterminación, soberanismo. (…)

Sería de desear que se realizara esa consulta bajo un apelativo que justificara su legalidad, con todas las garantías posibles y mediante un periodo de explicación suficientemente largo. Por ejemplo, un año.

Durante ese año los separatistas nos explicarían cómo iba a ser la nueva nación, qué harían con aquellos que desearan seguir siendo españoles, cómo se resolverían los problemas prácticos (propiedades, comunicaciones, fiscalidad, etcétera), qué protección jurídica tendrían los excluidos o sus familias, y cuáles serían las ventajas de semejante paso. Por su lado, los partidarios de continuar con el Estado de las autonomías podrían defender su criterio sobre los efectos de poner fronteras al Ebro. (…)

Yo creo que una consulta semejante puede llevarse a cabo perfectamente en Cataluña y estoy, además, seguro del resultado. Excepto en un porcentaje que no debe de llegar ni al 20% de la población, no creo que ni siquiera los separatistas votaran por la independencia: les crearía problemas. Pero es cosa de averiguarlo. (…)

Desde la experiencia catalana, el discurso nacionalista está acabado, como muestra el continuo incremento de la abstención, y sólo queda el recurso populista a la independencia o la negociación para mantenerse dentro de la actual Constitución de una vez por todas. Prolongar la situación privilegiada de irresponsabilidad de los políticos catalanes sólo trae consigo un deterioro progresivo e imparable de las condiciones vitales de la población. Sobre todo, la del barcelonés, la región más nutrida por las sucesivas inmigraciones que han construido la actual Cataluña. (FÉLIX DE AZÚA: ¿Ha llegado el momento?; El País, ed. Galicia, Opinión, 12/11/2007, pp. 29)