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16/5/22

Valentí Puig: “Ha habido una espiral del silencio con el procés”

 "El escritor Valentí Puig, en una entrevista en el canal de youtube de Xavier Rius, considera que “ha habido una espiral del silencio con el procés, que ha tenido dos efectos: reducirte al silencio, que te calles para evitar el problema. Y otro, el más terrible en el caso de un intelectual, llegar a cambiar las opiniones que expresa. El silencio es malo para la sociedad pero el camaleón es aún peor”.

Valentí Puig constata que muchos periodistas se apuntaron al independentismo pero que “algunos estan frenando porque ven peligrar su propio estatus”.

 También señala que “los símbolos del procés están desapareciendo de los pueblos, hay mucha fatiga”. “Han engañado mucho, hay gente que se siente engañada, gente que se siente estafada y gente que no ha sido tenida en cuenta”.

“Puigdemont en otros tiempos no lo cogían no de pastor de ovejas, es un ser rupestre”, ha indicado. También apunta que “parece ser que Waterloo lo pagan empresarios pero la financiación se está restringiendo”.

Por otra parte, recuerda que ”vendieron que la independencia sería un paraíso”. "Uno de los engaños más grandes del independentismo fue insistir que Alemania no dejaría que Catalunya se quedase fuera de la UE”, sostiene. "Ya está bien de esos coqueteos grotescos del independentismo con China, con Putin”, añade.

“Ha habido un choque de la Catalunya nacionalista contra el sentido de la razón. El proceso ha sido un parón sumado a una incompetencia intelectual notable y a un desconocimiento de lo que es un Estado”, considera.

Igualmente afirma que ERC es “un partido nefasto para la historia de Cataluña, pero ahora va con cuidado porque nadie quiere ir a la cárcel”. Finalmente sostiene que “hay muchos más padres en contra de la inmersión lingüística de lo que parece”.     
         (e-notícies, 13/05/22)

28/1/22

Lo tremendo es que habiendo nacido aquí, siendo vecino desde 1976 de allí, es decir, desde antes que muchos de los vecinos nacieran, puedo empezar a ser sospechoso por mantener mi amistad con el artista “español”, por ejemplo. Si encima me pronuncio abiertamente en esos foros, paso a ser considerado paradójicamente un «nouvingut» que coloniza su territorio, un español en «su» territorio que jamás será mío. Aunque se mantengan las «formas»... Lo complejo de esas dinámicas irracionales de grupo, del proceso de polarización entre «amigos» y «enemigos», es que no veo que lo decida nadie en particular y sí que lo deciden todos... Un gran amigo se ha separado de su mujer por la deriva nacionalista fanática de ésta y yo me hablo poco con mi hermano -al que quiero con todo mi corazón-, por su fanatismo nacional-secesionista. Esta situación recuerda mucho a los conflictos con las minorías en la antigua Yugoslavia, los dramas familiares, la generación de odios atizados por los gobernantes y sus aparatos institucionales y de propaganda... La cuestión es etiquetar al «español» como invasor, colonizador, contaminador, como amenaza a la identidad a la «cohesió social»

 "Sobre el relato mítico y las prácticas excluyentes que imponen “los ruidosos”. No es mía esta página herida, muy herida. Es de un amigo concernido, sabio, solidario, de un defensor de causas nobles.

Queridos todos:

(...) los ruidosos imponen un relato mítico que ocupa ese espacio y, por tanto, la voz discrepante que cuestiona la hegemonía del ruidoso sobre ese espacio es fulminada, por muy racional y razonable que sea (...)

Un ejemplo: En 1976 mi madre y A. compraron una casa de campo (un «Mas») que desde entonces la familia hemos ido reconstruyendo, restaurando, abocando todo nuestro esfuerzo físico, económico, afectivo,…porque era un proyecto conjunto, de padres e hijos para «disfrutar del campo» y tener una casa abierta a los amigos, a quien quisiera venir.

Esa casa está en X. Por tanto, podéis haceros una idea de que ideológicamente y, sobre todo, en esta cuestión nacional-secesionista soy allí minoría absoluta, aunque sobre esto nunca me he pronunciado abiertamente, a pesar de cómo ha ido fanatizándose el ambiente, de cómo se ha ido construyendo el rechazo hacia los «castellanos» (años 80) o los «españoles» (años 2016 en adelante), y mi necesidad interior, reprimida, de defender bondades, convivencias, razones, errores y peligros.

Dado que para poder funcionar allí necesitamos contacto y predisposición y muchos de esos contactos eran viejos amigos de mis padres (que siempre nos aconsejaron no abrir frentes, para poder «encajar» en esas mentalidades), resulta inútil (y más bien contraproducente) «ocupar» los espacios de comunicación a los efectos intentar cambiar el paradigma nacional-secesionista.

 Así, en el pueblo, los vecinos han formado un grupo a través de redes sociales con el objetivo de informar sobre los acontecimientos, acuerdos municipales, organización de eventos, etc. que afectan al pueblo y en los cuales formo parte. Sin embargo, desde hace un par de años se ha convertido en un foro donde volcar todo el odio antiespañol y toda la pasión nacionalista autocomplaciente. En el “veïnat” vive un amigo artista de Z. que tras ver en el grupo unos videos humillantes y denigrantes sobre los españoles se ha salido del mismo y la consecuencia es el vacío, la distancia. Eso en un pueblo de 40 vecinos es durillo.

 Existe luego el temor entre los miembros de la comunidad que si uno no rechaza al etiquetado como oponente, esa exclusión tácita de la comunidad le contamina a él también. Así es. Es un mecanismo perverso que mantiene esa «cohesió social» que tanto busca la Plataforma per la Llengua, es decir, a través del temor a infringir una supuesta norma indefinida de convivencia (por no hablar en catalán, por defender la unidad territorial de España o criticar el secesionismo o simplemente el funcionamiento del Estado de derecho o la Constitución, por ejemplo).

Lo tremendo es que habiendo nacido aquí, siendo vecino desde 1976 de allí, es decir, desde antes que muchos de los vecinos nacieran, puedo empezar a ser sospechoso por mantener mi amistad con el artista “español”, por ejemplo. Si encima me pronuncio abiertamente en esos foros, paso a ser considerado paradójicamente un «nouvingut» que coloniza su territorio, un español en «su» territorio que jamás será mío. Aunque se mantengan las «formas».

 No «entro al trapo» pero mi silencio que es un constante desviar de temas y hablar, por ejemplo, de la belleza de Burgos, cuando se habla de viajes (por decir algo banal) y luego colgar en esos foros fotos de 1976 en b/n hechas por mi madre de la fiesta del pueblo, deja un signo evidente de que alguien que normaliza la existencia de España como espacio común NO es un “nouvingut” sino uno más del pueblo, que ante su afecto va a ser difícil contraponer la sospecha, el destino de la exclusión. El esfuerzo imaginativo consiste en hacer ver las propias contradicciones (aunque ello sea ciertamente inútil en el caso de los fanáticos).

Lo complejo de esas dinámicas irracionales de grupo, del proceso de polarización entre «amigos» y «enemigos», es que no veo que lo decida nadie en particular y sí que lo deciden todos (por acción o, en la mayoría de casos, por omisión temerosa). Si bien es cierto, existen personas responsables, con nombre y apellidos, que difunden un relato del que la masa concluye un deber ser el infractor del cual debe ser eliminado.

 El señalado no infringe ninguna norma concreta de convivencia, de moralidad positiva que condicione la supervivencia de la comunidad, no existe una ofensa personal… pues el derecho no lo contempla, ni los usos y reglas de la convivencia plural, de la urbanidad. Pero a mi entender existe un (supuesto) quebrantamiento de una «norma». Una «norma» analizable sólo desde la psicología social de las estructuras de comportamiento gregario. Eso es lo fundamentalmente irracional que hace que el pueblo medieval queme viva a la anciana creyéndola bruja, y ahora, pases a ser colono “nouvingut” por criticar abiertamente el insulto supremacista a lo «español», por censurar un odio que no cabe en una comunidad plural y democrática.

Un gran amigo se ha separado de su mujer por la deriva nacionalista fanática de ésta y yo me hablo poco con mi hermano -al que quiero con todo mi corazón-, por su fanatismo nacional-secesionista.
Esta situación recuerda mucho a los conflictos con las minorías en la antigua Yugoslavia, los dramas familiares, la generación de odios atizados por los gobernantes y sus aparatos institucionales y de propaganda.

Me duele que mi hermano me discuta que «ñordo» es una expresión que lleva la misma carga (in)moral que «muselman» o «untermensch», que los nazis adoptaron a fin de gestionar los campos de exterminio sin tener mala conciencia del horror de sus crímenes. La cuestión es etiquetar al «español» como invasor, colonizador, contaminador, como amenaza a la identidad a la «cohesió social»,… pero con el atributo de despreciable y excluido de la comunidad humana que merece la pena defender, es decir, sin valor humano.

Perdonad la perorata, pero necesitaba explicármelo a mí también y desear profundamente que todo esto fuera una exageración, una jugada de la imaginación que dibuja escenarios más terribles de lo que la realidad es.

Un abrazo."                     (Salvador López Arnal, blog, 14/01/22)

29/1/20

Eta llevó a cabo una limpieza étnica sistemática destinada a aterrorizar pero sobre todo a eliminar adversarios políticos del separatismo

"En junio de 1994 los tres políticos con más futuro de Euskadi (Fernando Buesa del PSE, Joseba Egibar del PNV y Gregorio Ordóñez del PP) mantuvieron un debate en ETB. Menos de seis años después, solo quedaba uno vivo: Joseba Egibar, que hoy sigue en la brecha, le deseo mucha salud. 

Los otros dos fueron liquidados por ETA, como parte de una limpieza étnica sistemática destinada a aterrorizar pero sobre todo a eliminar adversarios políticos del separatismo. Gorka Angulo hizo un buen relato en La persecución de ETA a la derecha vasca (editorial Almuzara), que también incluye los atentados contra socialistas. Nada de violencia indiscriminada, nada de violencia inútil.

 El objetivo era convertir la opción por la España constitucional en otro extremismo más (de ahí ese mote infame de “españolistas” que aceptaron dócilmente incluso quienes lo padecían), creador de conflicto y que despertaba reacciones quizá indebidamente violentas pero comprensibles. Apuntarse voluntariamente o por descuido al “españolismo” era una provocación tan reaccionaria como peligrosa. 

Ahora es visto como un radicalismo que compromete innecesariamente la convivencia: ¡con lo fácil y jatorra que resulta dejarse mecer por la suave brisa nacionalista, ser muy “de aquí” y nada “de allí” (salvo lo que aconsejen los negocios) y compadecer a todos los que hayan sufrido, aunque sea de varices!

Hace ya 25 años que asesinaron a Gregorio Ordóñez, un teniente de alcalde “españolista” que si ETA no lo impide hubiera llegado probablemente a la alcaldía de San Sebastián. 

Algo triste y lamentable, naturalmente, todo el mundo lo siente mucho, pero que ha traído al menos un beneficio colateral: ya no es posible que el caso vuelva a darse. Mira qué bien. Como suele repetirse, las víctimas no pertenecen a ningún partido: pero está claro a cuál beneficia su inmolación."          (Fernando Savater, el País, 25/01/20)

3/1/19

Comencen a marcar les propietats dels catalans lliures de nacionalisme


"Fa uns dies ho explicava El Roto amb un dibuix sublim. De inocente nada. Los churros amarillos, al igual que los brazaletes con la cruz gamada, sirven para señalar a los nuestros, los catalanes lazis, el poble… El resto, los que nos negamos a uniformarnos, los que nos resistimos a ser lazis, quedamos marcados: somos las “bestias humanas” de racisTorra, los traidores a lanació que han de marxar o assumir les conseqüències.


De Cataluña, nuestra tierra, no se va ningún dolço, amigos forcos. Vuestras amenazas y agresiones nos convencen de que tenemos que superar vuestra resentida ideología del siglo XIX cuanto antes.

Resistim la violència, dolços. Sense defallir.

Dolça i agredida Catalunya…"                (Dolça Catalunya, 18/12/18)

6/9/18

Girona es una asfixia total. El otro día en medio de un concierto en el Auditorio subió alguien al escenario y dijo que mantuviéramos un minuto de silencio por los presos. Todo el mundo se levantó, aunque seguro que había alguien que no estaba de acuerdo. La antimovilización y la exclusión son los mecanismos sin los cuales resulta imposible entender las últimas décadas de historia vasca y el último lustro de historia catalana

"(...) El terrorismo (...), completado con la violencia callejera (kale borroka) y las formas sutiles de silenciamiento, mantuvo amedrentada y, por tanto, en condiciones de desigualdad en la competencia electoral y en la vida social, a una gran parte de la población del País Vasco, la que no sintonizaba con el esencialismo abertzale.

 La antimovilización y la exclusión son los mecanismos sin los cuales resulta imposible entender las últimas décadas de historia vasca y el último lustro de historia catalana. 

Por eso, es reveladora la sinapsis tardía de Joan Boada, historiador y miembro de ICV, que no es un perfil muy repetido (eltriangle, 03/06/2018): 

Leer ‘Patria’ es empezar a entender otras cosas que no sabíamos del País Vasco. Porque aquí también hay cosas en los pueblos y las ciudades pequeñas de Cataluña que empiezan a parecerse a lo que cuenta Aramburu”. 

El propio Boada había dicho un poco antes: 

Girona es una asfixia total. Una ciudad ictérica. El otro día en medio de un concierto en el Auditorio subió alguien al escenario y dijo que mantuviéramos un minuto de silencio por los presos. Todo el mundo se levantó, aunque seguro que había alguien que no estaba de acuerdo”. 

Y hablando de Girona, tres años antes Marina Pibernat fue excluida de las listas de ICV-EUIA en esa ciudad por haber usado la expresión ‘derechona catalufa(...)"                       (Martín Alonso, Crónica Popular, 28/07/18)

1/6/18

Director de e-notícies: En Catalunya ha habido, en efecto, miedo escénico. Más que miedo un veradero manto de silencio. Las voces no ya discrepantes sino simplemente críticas han sido condenadas a las catacumbas. Hay que romper urgentemente el silencio en Catalunya. Por eso celebro que el primero en hacerlo haya sido el exprimer ministro francés Manuel Valls...

"Hay que romper urgentemente el silencio en Catalunya. No para estar a favor en contra de la independencia sino simplemente para decir la verdad.
Porque durante años nos han dicho que la tenim a tocar, que el món ens mira, que això va de democràcia, que en la UE nos recibirían con los brazos abiertos. Era mentira. Peor: sabían conscientemente que era mentira.

Por eso celebro que el primero en hacerlo haya sido el exprimer ministro francés Manuel Valls, que les ha cantado las cuarenta a la burguesía catalana -o lo que queda de ella— en un una cena privada de la que ya dio cuenta Salvador Sostres. Tenía que ser en el ABC. No sé si en la prensa catalana hubiera salido.

El segundo ha sido el actor Josep Maria Pou. Ha confesado en la ceremonia de Català de l'Any que muchas veces se ha sentido “un mal catalán” por la presión ambiental. Cuantas personas se habrán sentido identificados con estas palabras. Empezando por mí mismo.

¡A falta de intelectuales, ha tenido que ser un hombre de teatro el que ejerza de autoconciencia crítica!. Y eso que con sus apellidos podría ser no sólo diputado de JxCat sino hasta conseller de Cultura. Ya saben que, en esta parte del hemiciclo, no abundan los Pérez.

Porque si hemos llegado hasta el estropicio político, económico y social al que hemos llegado con el proceso es porque, en el fondo, Catalunya es una sociedad fallida.

No funcionaron los mecanismos de control habituales: ni los medios de comunicación ni los periodistas ni los intelectuales ni la sociedad civil ni las élites. Es que ni los referentes morales: Pujol dejó de serlo tras su confesión y a Montilla siempre le han mirado por encima del hombro.

En Catalunya ha habido, en efecto, miedo escénico. Más que miedo un veradero manto de silencio. Las voces no ya discrepantes sino simplemente críticas han sido condenadas a las catacumbas. Sólo hay que ver el programa FAQS. Siempre salen los mismos. Beatriz Talegón és una de las estrellas.

El problema es que el proceso tiene pies de barro: había que vender que som un sol poble cuando, en realidad, es sólo un 47% de los votos. Decir esto en TV3, en Catalunya Ràdio o incluso en RAC1 rompería la imagen idílica que algunos tienen de Catalunya.

Lo que yo he dicho siempre lo dice ahora hasta el presidente Torra aunque, a la hora de la verdad, no actúe en consecuencia. El proceso es una de cal y otra de arena. Una permanente huida hacia no se sabe hacia donde vistos los resultados. ¡Ahora es sacar simplemente los presos a la calle!.

No se puede hacer la independencia con menos de la mitad de los votantes. Y menos en un estado miembro de la UE y que está situado, para más inri, en Europea occidental. En general, las fronteras de esta parte del continente sólo se han modificado en los últimos 200 años a base de guerras o de invasiones.
Lo de Noruega fue una disolución. Y hace más de un siglo (1905). Chequia un divorcio de mutuo acuerdo (1993). Mientras que las repúblicas bálticas aprovecharon la desmembración de la URSS. De los Balcanes mejor no hablar por si acaso.

Maldito silencio. Pero sobre todo malditos censores."                (Xavier Rius, director de e-notícies, 30/05/18)

20/4/18

El síndrome de Alsasua. Aquella noche, los whatsapp de los agresores de Alsasua avisaron de que los guardias estaban en el bar y entonces actuó la jauría...

"Algunos municipios vascos y navarros, en la bajamar de la violencia terrorista, se resistieron especialmente a abandonar las campañas del entorno de ETA contra los cuerpos de seguridad del Estado. 

Durante años, este tipo de campañas habían llenado páginas cada día en los periódicos de la causa. Las actividades de acoso y de deslegitimación se realizaban en cada pueblo y ayudaban a sentir el odio y a justificar, después, los asesinatos de policías y guardias civiles, entre otros. Ayudaban a reclutar nuevos asesinos.

Cuando ETA dejó de asesinar, en algunas localidades como Alsasua continuaron las campañas de adoctrinamiento intensivo para no dejar de aplicar la violencia moral tanto contra los guardias civiles como contra sus familias o contra quienes no les estigmatizasen. Lo consideraban un objetivo plenamente realizable.

La estigmatización insana y tóxica no paró en Alsasua y, por tanto, se siguió involucrando a todos los niños del pueblo y a los jóvenes, en aquelarres de odio, cada año, disfrazados de fiestas populares en las que también bailaban y realizaban pasacalles antes o después de representar pastorales de odio contra los guardias (y todo lo español). (...)

Lo peor del mal es creer que se está haciendo el bien. Lo peor de las campañas de mantenimiento del odio por parte de movimientos como Ospa Mugimendua (ospa es un verbo imperativo, que significa “¡largo de aquí!”) es el candor beatífico de la gran mayoría de la localidad ante la inoculación de ese odio específico.

 Lo que ocurrió tras la agresión brutal a los dos guardias y a sus parejas es comparable con el ecosistema casi perfecto del terror y de los prejuicios excluyentes del nacionalismo vasco que conocí durante mi infancia y juventud. Las familias de las parejas de los guardias han sido estigmatizadas, sus negocios maltrechos y les han negado la condición de víctimas.

Desde 2016, Alsasua no ha dejado de ser un pudridero que ha ido infectando a las autoridades navarras, en un proceso de burbuja tan específico que me atrevo a denominarlo como síndrome de Alsasua o proceso de autosugestión en las mentiras y la legitimación del odio cuando se practica al por mayor y en plan jatorra.

La proporcionalidad o no de la calificación y petición del fiscal es una mera excusa. Desde el primer momento se puso en marcha una campaña de fakes para proceder al borrado social y político de la responsabilidad de la violencia. No fue una pelea de bar. “Esto os pasa por venir aquí, iros de aquí, hijos de puta picoletos, os tenemos que matar por ser guardias civiles, cabrones, txakurras”.

Aquella noche, los whatsapp de los agresores de Alsasua avisaron de que los guardias estaban en el bar y entonces actuó la jauría. Y la jauría, incrementada ya en tribu, no repitió lo mismo siete días más tarde, ante cuatro víctimas del terrorismo que se plantaron ante ellos, porque estaban las cámaras de televisión. Vale la pena ver las imágenes porque la concentración de odio se visualiza con claridad.

El pudridero de Alsasua, ignorante de la falta de sensibilidad con los machacados de esta historia, no ha dejado de crecer hasta alcanzar a la presidenta de la comunidad navarra, e ir más allá, en función de los ajustes de cuentas políticos de cada cual, por distintas razones entre las que ayuda la degradación general de la opinión pública gobernada por las redes sociales.
El aliento de la violencia moral y de la estigmatización siempre trae violencia física. 

La banalización de la responsabilidad siempre trae a tiranos y a mentirosos. No sólo pasa en este caso. Lamentablemente hay mucha porquería en nuestra vida pública, pero no asomarse a la verdad del ecosistema del odio de Alsasua resulta todo un manifiesto de falta de sensibilidad y crueldad con décadas de dolor provocado contra mujeres, niñas y niños acosados por ser familia de guardias civiles. 

 Falta de sensibilidad con tantos niños asesinados en esas casas cuartel, con tantos guardias asesinados bajo la misma bandera de odio que los agredidos de Alsasua."                        

 (Maite Pagazaurtundúa es portavoz de UPyD en el Parlamento Europeo, El País, 19/04/18)

13/4/18

Director de e-notícies: Televisión Española es pública -yo tampoco pondré la mano en el fuego por ella- pero he visto cosas en TV3 que no he visto siquiera en la cadena estatal. ¿Qué diríamos en Catalunya si en TVE quemaran una estelada o aparecieran con una camiseta de Rajoy?. Aquí hay presentadoras de TV3 que, con el entonces presidente, hasta han compartido paellas...

"En la próxima declaración de la renta tendría que haber una casilla para financiar TV3. Como la de la Iglesia o la de las ONG. Yo no estoy en contra de las obras de caridad. Pero si TV3 es la voz del proceso que se la paguen ellos. Como Netflix o Movistar. Yo, la verdad, me he cansado de pagarle el sueldazo a Sanchis.

Al fin y al cabo siempre salen los mismos. En la tertúlia de este martes del programa de tarde salía el exsecretario de comunicación del Govern, Josep Martí, presentando su último libro; la exjefe de prensa del entonces conseller Puig, Joana Vallès; o el columnista de El Nacional Iu Forn, entre otros.

Los tertulianos de TV3 -incluso los de 8TV o Rac1- deberían salir con un cartelito delante: a mí me ha puesto éste o aquel partido. Yo vengo recomendado por fulanito o enchufado por menganito. La audiencia agradecería la transparencia. Más que nada para situarse.

Por su parte, el lunes tenían en Catalunya Ràdio a Elsa Artadi (JxCat), Gerard Gómez del Moral (ERC) i Carles Riera (CUP). Los tres con el correspondiente lazo amarillo. Todo muy plural. Como Mònica Terribas -no se lo pierdan: ¡premio Ràdio Associació!- nos tiene acostumbrados.

Desde luego también invitan a Ciudadanos o PPC pero los utilizan como excusa. La proporción es de tres soberanistas por un unionista. Aunque ni la composición sociológica ni electoral de Catalunya es ésta.

Al contrario, en las elecciones del 2015 el sí a la independencia obtuvo el 47,7. Y en las del año pasado el 47,5. Menos de la mitad del censo electoral. Además notarán que, a pesar de los esfuerzos de la propia cadena, no hay manera de ensanchar la famosa base social.

El PSC tiene menos suerte porque creo que los socialistas que invitan -como Laia Bonet o Jordi Mercader- son soberanistas o han dejado de militar hace tiempo en el partido. Sospecho, en todo caso, que unos y otros están empezando a estar hartos de que los empleen como sparrings.

Como cuando los llaman del programa FAQS. Primer los entrevistan y luego los ponen a parir. No deja de ser curioso que los tres colaboradores fijos sean soberanistas: Pilar Rahola -que tiene púlpito en otro espacio-, Quico Sallés y el jefe de política del Ara, Maiol Roger, al frente de la sección de humor.

Los españoles que acuden están a favor del derecho a decidir -como Beatriz Talegón o Javier Pérez Royo- o son españolistas recalcitrantes. Para proyectar la imagen de una España cavernícola, rancia y desde luego franquista.

TV3 y Catalunya Radio se han convertido desde hace tiempo en el brazo mediático del proceso. A la mínima entrevistan un CDR, un herido en el referéndum -como aquella de los dedos rotos- o un oprimido por el pérfido Estado español. La cuestión es mantener encendida la llama.

El pasado lunes por ejemplo, durante la visita del Rey a Barcelona, entrevistaron a tres personas. La pimera decía que era “una atrocidad que nos esté representando" y que "si este personaje tuviera un poco más de vergüenza abdicaría". Además tuvieron la suerte de que hizo las declaraciones en castellano. Todo perfecto.

Luego otra que afirmaba “que no nos gusta que venga el Rey aquí y menos que venga el Estado español”. Debió desplazarse en pleno. Finalmente, la tercera lamentaba que no tenía en cuenta "las opiniones de los catalanes”. Eché en falta la comparación con Turquía. Está ya un poco sobada.

Un día, en los pasillos del Parlament, se lo reproché a Carles Prats, que presenta el TN mediodía, y me dijo que era información. Sí, claro pero si ponemos un micrófono delante de cada hiperventilado -de uno u otro lado- esto acabará mal.

Antes del referéndum ya estuvieron calentando el ambiente. El fin de semana anterior retransmitieron en directo una Marató per la Democràcia que era no sólo una manera sutil de llamar al voto sino también de movilizar a la gente contras las fuerzas de ocupación.

El problema es que conciben TV3 como una televisión nacionalista -ellos dicen “nacional”- para contrarrestar TVE, Telecinco, Antena 3, La Sexta o Cuatro. Pero resulta que de éstas, cuatro son privadas.

Televisión Española es pública -yo tampoco pondré la mano en el fuego por ella- pero he visto cosas en TV3 que no he visto siquiera en la cadena estatal.  Como quemar una Constitución en directo o salir una presentadora con una camiseta de Puigdemont.

¿Qué diríamos en Catalunya si en TVE quemaran una estelada o aparecieran con una camiseta de Rajoy?. Aquí hay presentadoras de TV3 que, con el entonces presidente, hasta han compartido paellas."                (Xavier Rius, director de e-notícies, 18/04/18)

4/11/16

Si no hay autocrítica, no hay reconocimiento del daño y no podemos pasar aún al humor, no nos lo hemos ganado todavía... en el País Vasco

 Marta Etura

"Hay un punto que no me permite hablar de paz y es el respeto a las víctimas”. Lo decía Fernando Aramburu, autor de ‘Patria’, una novela colosal sobre el horror, el dolor y sus consecuencias. Ya no se habla de ello. Es tema tabú. El chantaje de ‘mirar hacia adelante’ y ‘no chapotear en la sangre del pasado’ se ha impuesto como una ley indiscutible e inapelable. No sólo en el País Vasco.

De vez en cuando se escucha alguna coz, algún lamento y hasta algún grito contra ese silencio oficialmente establecido, esa complicidad cobarde, ese encogimiento general de hombros con el que sacudirse 900 muertos y cuarenta años de terror. 

Dos mujeres han roto estos últimos días el fuego contra el lacerante manto de silencio. Una escritora y una actriz. Edurne Portela, de Santurce, autora de “El eco de los disparos” (Galaxia Gutemberg). Y Marta Etura, nacida en San Sebastián y protagonista de un buen puñado de películas de éxito.

 
 Edurne Portela
Una frase de Portela, doctora y profesora de Literaturas Hispánicas en Estados Unidos, pronunciada al hilo de la presentación de su última obra, merecía honores de reconocimiento general, de columna de la ejemplaridad cívica que escapa ya por entre las alcantarillas por miedo, indolencia o simple pereza.

 Esa falsa normalización que se palpa en la sociedad vasca, donde los amigos de los criminales se han encaramado en las instituciones y donde la barbarie ha dejado de provocar la náusea, está perfectamente reflejada en “Ocho apellidos vascos”, uno de los filmes más taquilleros de los últimos años. 

“Salí enferma, muy afectada de la película, porque se ha pasado del silencio absoluto, de la negación, a la carcajada. Y eso no es decente”. El humor es legítimo, “pero hay un tiempo de reconocimiento de la profundidad del daño”. No se ha respetado ese tiempo del dolor, no se ha tenido la consideración y el respeto que merecen las víctimas. 

“Es una película retrógrada e insultante”, añadía. “Quizás entiendo que produzca risa fuera, pero que en el País Vasco la gente esté dispuesta a reírse con el personaje de Carmen Machi sin conciencia de lo que pueda representar a una viuda de un guardia civil que ha vivido en un pueblo abertzale; o que se rían del ambiente de una herriko taberna, cuando hace cinco años cruzábamos de acera para evitarla. Nos estamos saltando un paso fundamental. 

Si no hay autocrítica, no hay reconocimiento del daño y no podemos pasar aún al humor, no nos lo hemos ganado todavía”, concluye, lúcida y rotunda, Portela.

En el Festival de San Sebastián jamás se guardó un minuto de silencio por las víctimas de ETA. El mundo del cine desfilaba ante la alfombra roja, llenaba las butacas ante la gran pantalla, aplaudía, repartía premios, se dispersaba luego por los suculentos manteles rebosantes de merluzas y cocochas y se emborrachaba luego en Bataplán. No pasaba nada. 

En 2002, el guardia civil Juan Carlos Beiro fue asesinado en Leitza, a veinte minutos escasos donde se celebraba una de las sesión del Festival. Ni un comentario, ni un pésame, ni una condena se escuchó en el Teatro María Cristina. Un mutismo frío y cobarde. Un silencio atroz. “Los lunes al sol”, de Fernando León, se llevó ese año la Concha de Oro del Palmarés donostiarra.  (...)

Marta Etura es uno de los rostros más fascinantes de nuestro cine y una de las presencias más subyugantes de la pantalla. Donostiarra, joven y con siete apellidos vascos. “Una cosa es avanzar y otra, es la impunidad”, declaraba a la revista “Papel” ante un cartel electoral de Otegi. “He crecido rodeada de asesinatos por ETA, de secuestros, de extorsiones.

 Vivíamos bajo el terror. No hay que olvidar”. Salvo en el reducido círculo de las víctimas, ya apenas alguien habla así en el País Vasco. Ni siquiera el PP. “Con un señor como Otegi no hay debate político. No puede presentarse a ningún cargo público. Ha formado parte de ETA, secuestró a gente inocente. No hay discusión posible”. 

Etura acaba de presentar una película sobre Roldán precisamente en el Festival de San Sebastián, tantos años la platea de los corderos, el silencio de los castrati. Venían los actores a los Goya a gritar ‘no a la guerra’ y callaban en San Sebastián donde tenían muertos por doquier.  (...)

Historia de dos mujeres con coraje. Casi dos excepciones en el mundo de la cultura. Una muestra de ética cívica, de compromiso democrático, de lucidez insobornable. De valentía. Dos formas ejemplares de entender el mundo."                   (José Alejandro Vara, Vox Populi, 16/10/16)

12/3/15

No solo hubo abandono, fue peor. Las víctimas de ETA quedaron sometidas a algo parecido al hostigamiento.

"Las víctimas sufrieron el abandono en el País Vasco: es una evidencia pero cuando se recuerda ahora suena a ganas de incordiar. No solo hubo abandono, fue peor. Las víctimas quedaron sometidas a algo parecido al hostigamiento. 

En tiempos, el ‘algo habrá hecho’ estuvo extendido en casi toda la sociedad, no solo en el ámbito que apoyaba a ETA. En realidad, fue lo políticamente correcto, imaginar que algún motivo aceptable tenía el terrorismo, dar por buenos los atentados.

 Durante mucho tiempo y en amplios sectores, no fue infrecuente la opción de ponerse en medio, trazar un imaginario en el que se ocupaba un lugar central y sacrosanto, desde cuyas lindes combatían los terroristas –equivocados, pero en defensa de los vascos– y quienes representaban la España opresora.

La crítica a ETA, cuando existió, fue más bien silenciosa y en la intimidad; no era de las cuestiones que se hablaban sin más con los recién conocidos. Suele decirse que durante los años de plomo la política desapareció de la conversación en los distintos grupos sociales, en las cuadrillas. No es del todo cierto. Hubo un sector que tuvo barra libre y la ejerció en todo momento. 

En cualquier lugar público un sujeto de la cuerda podía expresar, y solía hacerlo, cualquier barbaridad en apoyo a ETA, incluyendo comentarios jubilosos por un atentado o críticas a un secuestrado que no pagaba la extorsión. Hasta pudo oírse en los campos de fútbol «paga ya», «paga y calla», coreado por centenares de voces sin que el resto de la hinchada se horrorizase ni el club hiciera un amago de acabar con tal atrocidad. Eso sucedió, y hay una responsabilidad colectiva.

Se produjo una situación asimétrica: en los sitios públicos la libertad de expresión, si puede llamarse así a la intimidación, correspondió a un sector, el de los secuaces del terror. Hubiese sido una situación insólita que se les replicase en el bar, en las fiestas, en San Mamés, en los lugares de la socialización. 

A nadie le gusta que le llamen facha, mucho menos con las implicaciones que el término tenía en el País Vasco. Sus amenazas resonaban en sitios de natural pacíficos, hacían eco en los festejos, las calles, los campos de fútbol, a veces en los patios de los colegios, entre los grupos de estudiantes en los campus. Se admitió como normal el matonismo político.

Y, enfrente, el silencio: durante mucho tiempo. Este ambiente significó una colaboración pasiva con el terrorismo. Le dio alguna legitimidad, en la medida que no se la negaba expresa y rotundamente. Para que resonase alguna contundencia hubieron de pasar muchos años. Para que se generalizasen las condenas sin matices, décadas.

Con el tiempo, y con la socialización del sufrimiento por la que optó ETA, sectores crecientes fueron repudiando al terrorismo. Aun así, buena parte de la sociedad vasca quedó en la comodidad moral y estética, en el «estamos contra el terrorismo y por la libertad de los vascos», una asociación característica y perversa cuyas secuelas nos siguen castigando.

La clave de la lucha social contra ETA residió (y reside, todavía existe la bicha) en negarle ninguna legitimidad política al terror: esta postura fue ganando terreno, pero sería discutible que llegase a ser una opinión mayoritaria. Por lo común el nacionalismo sostuvo que el terrorismo tenía alguna justificación de este tipo, que era una especie de agente político más. Hasta el final subsistió la idea de que ETA tenía detrás motivos fundados, aunque su práctica fuese condenable. (...)"                (MANUEL MONTERO, EL CORREO – 09/03/15, en Fundación por la Libertad)

9/3/15

«No sé si merece la pena morir por una sociedad que mira a otro lado»

"«Llegué a casa de trabajar y vi a uno de mis hermanos llorando. Antes de poder hablar con él sonó el teléfono. Era un periodista que me dijo que habían puesto una bomba en el coche de mi padre». 

Así recibió Teresa Díaz Bada el mazazo que cambió su vida, el asesinato a manos de ETA de Carlos Díaz Arcocha, primer superintendente de la Ertzaintza y uno de los encargados de alumbrar la Policía autónoma vasca.  (...)

P– En su funeral tuvieron que lidiar con una confrontación que no hacía justicia a las creencias de su padre.

R– Ese día las instituciones vascas y españolas no estuvieron a la altura.

De hecho, los militares no acudieron a los responsos porque la ikurriña había sido depositada sobre el féretro y el Gobierno vasco se negó a poner la bandera rojigualda junto a la vasca pese a que «mi madre y la madre de mi padre se lo pidieron». 

A partir de entonces, el «escaso apoyo» cayó en picado hasta que «unos meses después le entregaron la Gran Cruz al Mérito Policial en Ajuria Enea… Y hasta hoy». (...)

Eso, en su opinión, da buena cuenta de la «dejación absoluta de los organismos competentes», que apuntala al recordar los «más de 300 asesinatos sin resolver» perpetrados por ETA. En el caso de Díaz Arcocha, dos exertzainas fueron absueltos de «colaboracionismo» si bien, asegura su hija, «uno de ellos, arrepentido, dijo que mi padre era un blanco fácil en un día de niebla». 

De lo poco que ha llegado a oídos de Teresa es que «dicen que fue ordenado por ‘Kantauri’ y ‘Anboto’, pero no lo sabemos». Porque realmente no conocen prácticamente nada acerca de aquel aciago 7 de marzo.

P– ¿En qué situación judicial se encuentra el asesinato de su padre?

R– El caso está abierto y metido en un cajón. La Audiencia Nacional no nos da ninguna información.

P– ¿Cree que se cerrará?

R– Sí, pero porque prescribirá, no porque se investigue. Soy escéptica y creo que los gobiernos lo están haciendo mal en ese aspecto.

Expresidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco, Covite, es plenamente consciente de que en algunas pesquisas se han cometido «errores». Pero en las diligencias en torno a la muerte de Díaz Arcocha está convencida de que no hubo fallos. Simplemente, «no se hizo nada».

De la «amenaza permanente» que vivían –su padre llevaba «muchos años» en el punto de mira–, aprendieron que «las ideas se defienden argumentando». Eso es lo que creía el superintendente, seguro de que «el terrorismo acabaría y que había que estar aquí para plantar cara».

Así, y a pesar de la insistencia de su familia, no quiso abandonar San Sebastián. Tampoco esconderse porque, en un momento en el que a los funerales de militares, guardias civiles y policías nacionales no acudían ni los representantes de las instituciones vascas y estatales, Díaz Arcocha y su mujer sí que lo hacían. 

«Era una vergüenza ver cómo iban cuatro a la iglesia y tenían que salir a los coches por la puerta de atrás», denuncia.  (...)

A raíz del «abandono social» que, según denuncia, padecen no solo ella, sino «casi todas las víctimas», ha tenido mucho tiempo para estar segura de que «el país no merecía a mi padre. Ni el País Vasco ni España. Sé que hizo lo que el quería, pero no se si merece mucho la pena morir por una sociedad que mira para otro lado y no tiene ni una palabra de compasión». (...)"             (ENTREVISTA, TERESA DÍAZ BADA, EL CORREO 07/03/15, en Fundación por la Libertad)

31/10/13

¿Existe miedo a opinar en Cataluña? Un 29% de los contrarios a la independencia lo tiene

"(...) ¿existe miedo en Cataluña? Y, en caso de que esto fuese así, ¿quién tiene miedo? La última encuesta encargada por El Periódico a GESOP apunta algunas respuestas a esas preguntas, y no precisamente en el sentido que indican los que apelan a la existencia de un supuesto "discurso del miedo".

Según este sondeo, un 88,1% de los que se declaran independentistas dice sentirse "cómodo" a la hora de "expresar libremente las ideas sobre el tema nacional", frente a un 10,6% que confiesan lo contrario.

En cambio, entre los que se declaran no independentistas, el porcentaje de "cómodos" se reduce al 68,6%, mientras que casi un tercio del total (un 28,7% de los encuestados) dice no sentirse cómodo "para expresar libremente las ideas sobre el tema nacional".     (Crónica Global, 29/10/2013)


"(...) La encuesta de El Periódico demuestra que la política del miedo es la que han conseguido institucionalizar los nacionalistas, nada menos que casi 20 puntos más de miedo entre los no independentistas que entre los que lo son.

 En concreto, un 28,6% frente a un 10,6%. Una parte de la población catalana no desdeñable vive atemorizada. Y los que más atemorizan, a la encuesta me remito, son los que pretenden ir de víctimas y denuncian presuntas campañas del miedo.

Recomendar a los pacientes que se lean el prospecto de una medicina o los peligros de una intervención quirúrgica no es atemorizarlos.

 Es tratarlos como adultos. No hacerlo demuestra una carencia total de deontología. Una falta absoluta de ética. Crear las condiciones para que los ciudadanos piensen que no ser independentistas puede perjudicarles, eso si que es atemorizar.

Y el miedo nace tanto de la presión social como de la evidencia de que no ser independentista puede perjudicarte en tus relaciones con la administración pública. Es igual que seas empresario que funcionario. La neutralidad de la administración pública nunca es total. Ahora, simplemente, no existe y no se guardan ni las formas.(...)"       (Francesc Moreno , Crónica Global, 31/10/2013)

23/9/13

"Confieso que a veces la vida me queda larga, desde mi infancia, desde aquellos putos años del acoso hasta esta hora amarga del cinismo"

"Los de siempre, han vuelto a pintar un insultante "Gora ETA"en la fachada de nuestra casa familiar en Echarri Aranaz, a cuya puerta el etarra Vicente Nazábal tiroteó a nuestro aita, Jesús Ulayar, que quedó tendido a mis pies, muerto. Ya ven, los “derrotados” siguen persiguiéndonos incluso después de matarnos.

 Y digo los de siempre porque las distintas caretas y marcas que ETA ha ido adoptando desde HB hasta hoy son un entramado -una hidra con sus múltiples cabezas- al que se nos quiere presentar como lisa y llanamente derrotado, cuando a la vista salta que, gracias a la traición del infausto Zapatero, a la que se sumaron primero el PNV y luego Mariano Rajoy como actores principales, hoy tiene más poder económico y político que nunca, exaltan a los asesinos y se carcajean de nuestros muertos.

Se regaló la legalización a la bestia cuando estaba al borde de su completa derrota. Así, se dio por buena la situación creada por el cóctel de asesinatos, acosos, amenazas, secuestros y extorsiones con la que los terroristas moldearon durante décadas el País Vasco y buena parte de Navarra, echando a sangre y fuego al rival político ciudadano del espacio público. 
De ese modo, solo había un discurso: el separatista. Gente normal -y cobarde-, en aquel ambiente opresivo, decidió conceder, callar, adaptarse, que es más fácil para vivir: así se han esculpido los resultados electorales. Aunque también extendieron sus más de 850 asesinatos por toda España para amedrentar al Estado.
 Por culpa de los matones -y de un Estado débil con demasiados políticos necios- nunca ha habido democracia en estos lares; y sí un claro beneficiarios de la circunstancia: el separatismo. Era evidente que unos cuantos años de ilegalización, para que el aire de la libertad corriese y nos saneara, eran paso obligado para intentar revertir la atrocidad, borrar la huella social de la bota liberticida. (...)

No doy el poder de herirme a esos nazis que pintan una barbaridad en casa. Lo que me indigna y pudre la sangre es ser derrotado en 1979 a manos de la ETA y sufrir como hemos sufrido los Ulayar Mundiñano (como tantas otras víctimas) durante décadas esperando Memoria, Dignidad y Justicia para, finalmente, comprobar que nos han amordazado y derrotado nuevamente quienes suponíamos eran los nuestros: PSOE y PP, apañando con los matarifes.
 ¡Pero si Egiguren acaba de llamar a los presos de la ETA “soldados” y nadie le va a echar de su partido! A su juicio, ¿sería yo un soldado si cojo una pistola y me tomo venganza? No, sería un asesino, porque aquí no ha habido una guerra.

A pesar de que el resto de las esferas de mi existencia, gracias a Dios, giran en armonía, confieso que ésta, tan importante, la vivo cansado y a veces contamina a las demás; que la vida me queda larga, desde mi infancia, desde aquellos putos años del acoso hasta esta hora amarga del cinismo. Pero juro que no me resigno.
 Solo soy un granito en la playa y mi vida un día se extinguirá como una raya en el agua. Pero mientras tanto, y parafraseando a Primo Levi, proclamo que hay una libertad que jamás podrán quitar a un Ulayar Mundiñano: no otorgaré mi consentimiento, aita."                ((*)  Artículo publicado inicialmente en el blog "La acera de Savador Ulayar" , Euskadi Información global, 11/09/2013)

23/7/13

¿Los catalanes quieren independezarse? Esta impresión obedece al silenciamiento de los partidarios de la unidad, en su mayoría castellano-parlantes de rentas bajas

"En su reciente artículo, Destino Ítaca: ¿Estamos ya todos a bordo?, Pau Marí-Klose y Francisco Javier Moreno desarrollan una interpretación lúcida y provocativa sobre las dinámicas políticas en la Cataluña contemporánea. 

Puede parecer que en Cataluña hay muy amplio consenso en pro de un siempre mayor autogobierno o, incluso, ahora, la secesión. Sin embargo, según exponen, las apariencias engañan. Esta impresión obedece al silenciamiento de los partidarios de la unidad, en su mayoría castellano-parlantes de rentas bajas, por unas instituciones de representación deficientes. 

Este silenciamiento, en el que participa una parte sustancial de los representantes políticos, periodistas e intelectuales, se explica por varios factores, entre los que destaca el fenómeno de la “espiral de silencio”, en el que interviene el temor a las sanciones sociales de la que aparenta ser una mayoría apabullante contra aquellos que discrepen con ella.

Suscribiendo este relato en su práctica totalidad, queremos desarrollar o, en su caso, agregar tres elementos cruciales para la comprensión del proceso en curso. El primero es la intensidad de las preferencias – un tema que presenta problemas importantes para la teoría democrática, aunque en cierto sentido es relativamente simple. 

Supongamos que cerca de una cuarta parte del público catalán desee la independencia con fervor; que una décima parte se oponga resueltamente a cualquier aumento adicional del autogobierno; y que la amplia mayoría restante no tenga una opinión formada al respecto. Pongamos por caso, además, que la cuarta parte independentista esté mucho más interesada por el asunto que el resto. 

¿No cabe esperar que la minoría con preferencias independentistas intensas se salga con la suya? Tener en cuenta no sólo el peso demográfico sino también la intensidad de preferencias – y los recursos de cada cual – tiene utilidad para entender las ventajas y desventajas, en términos de movilización, de los grupos rivales que buscan sentar consensos hegemónicos en pos de sus respectivos proyectos políticos.  (...)

Quienes controlan el “aparato” pueden tener una influencia muy considerable en trazar los límites de la opinión pública “aceptable”. En otras palabras, pueden desempeñar un papel activo y autónomo en la forja de una hegemonía ideológica.

En este sentido, resulta especialmente llamativo que, en los principales partidos de Cataluña, sus diputados autonómicos expresan ser sustancialmente más nacionalistas que sus representantes municipales y éstos, a su vez, marcadamente más nacionalistas que los votantes del partido

 Como se observa en la siguiente Tabla, donde se mide el nacionalismo catalán en términos de identidades relativas catalán-español, quienes controlan el “aparato” en CiU (Convergencia i Unió) y en el PSC (Partit Socialista de Catalunya) tienden a ser mucho más nacionalistas que sus bases (véase la Tabla 1).


 Es más, como demuestra la Tabla 2, en la última década el nacionalismo de los parlamentarios autonómicos ha seguido en aumento, siempre por delante del de la ciudadanía.

 Ahora bien, los dirigentes de los partidos aspiran a ganar elecciones o, cuando menos, a obtener suficiente apoyo electoral (y restárselo a sus rivales) para lograr participar en gobiernos de coalición. Lo cual les lleva a tener en cuenta, en alguna medida, las preferencias existentes entre el electorado en vísperas de los comicios.
 
Esto nos lleva a un segundo factor del proceso en marcha: el fenómeno de los “paquetes” de políticas. Son múltiples los asuntos o dimensiones entorno a los cuales los partidos pueden competir. Por lo general, estas organizaciones no ofrecen una propuesta sobre un único asunto sino, más bien, “paquetes” con una combinación determinada de políticas relativas a múltiples asuntos. 

Por ello, incluso si un partido es receptivo hacia los deseos de un electorado específico sobre ciertos temas, puede seguir cerrándose respecto a sus preferencias sobre otras cuestiones. Después de todo, el votante sólo tiene un voto con el cual castigar o premiar, de una sola vez, a los políticos por sus decisiones, resultados y posturas en múltiples asuntos.

Una gran parte de catalanes cuya primera lengua es el castellano parece ambigua respecto a asuntos tocantes a la “cuestión nacional” y se ve mucho más preocupada por “las lentejas” – asuntos perentorios relativos a políticas de bienestar y redistribución de la riqueza. En contraste, un número importante de ciudadanos cuya primera lengua es el catalán se interesa, y mucho, por temas relativos a “la nación”.

 Como consecuencia, mientras en el primer grupo es mucho más probable que intenten pasar cuentas a los partidos por sus políticas laborales, educativas, sanitarias, de pensiones, vivienda, etc., el segundo grupo es más propenso a evaluar las posturas de sus representantes sobre la cuestión nacional.

Sin duda, esta situación contribuye a favorecer a la minoría que expresa sus intereses en términos “nacionales”. Una “minoría abrumadora” que, además de jugar con ventaja por ocupar puestos clave en el sistema económico, en el político, el educativo, y el de medios de comunicación, ha disfrutado de un acceso aventajado al empleo público y privado, e incluso ha recibido subvenciones para sus asociaciones “civiles”, durante tres décadas.

Asimismo, las trabas para una representación demográficamente proporcional se agravan por la abundante evidencia de que una clara mayoría de catalanes castellano-parlantes considera que las elecciones autonómicas sólo tienen importancia secundaria y, por consiguiente, es mucho más probable que no vote o bien lo haga en clave de la situación del conjunto de España. 

Esta aparente indiferencia de muchos castellano-parlantes amplía el margen de maniobra de los partidos que aspiran a representarles regionalmente respecto a sus posturas sobre la cuestión nacional. 

Y así llegamos a la tercera, pero no menos importante, pieza clave del rompecabezas: la crisis actual ha dado al movimiento nacionalista una oportunidad para cosechar los frutos de tres décadas de políticas de nation-building (construcción de la nación) centradas en el sistema educativo y los medios de comunicación. 

Estas políticas públicas han conducido a la asimilación al imaginario nacionalista de una proporción en absoluto pequeña de la gente cuya primera lengua es el castellano, especialmente entre aquellos con aspiraciones de ascenso social. Al mismo tiempo, y con mayor relevancia, estas políticas han contribuido a una fuerte intensificación de los sentimientos nacionalistas entre los catalano-parlantes.

 Marí-Klose y Moreno quitan hierro al impacto de las políticas de “construcción de la nación” sobre el aumento del independentismo, sugiriendo que “de existir alguna relación entre ambos procesos, ésta no sería lineal, sino en todo caso escalonada y mediada por la aparición de eventos específicos que incrementarían el umbral de apoyo a la causa nacionalista.” 

Es completamente cierto que se ha producido un máximo histórico en el respaldo a la causa nacionalista desde el inicio de la presente crisis, sobre todo entre la población con origen autóctono, una parte de la cual ha sido sensible a la movilización en contra de la sentencia del Tribunal Constitucional – aunque hay que recordar que ésta obedeció a que los dirigentes nacionalistas rompieron el pacto de 1978, cuando la inmensa mayoría de la gente no aspiraba a más autogobierno. 

 Sin embargo, existe evidencia clara de una tendencia sostenida, a largo plazo, en el mismo sentido, con especial importancia entre los ciudadanos con padres autóctonos y socializados en el contexto institucional de las tres últimas décadas, identificados en la siguiente Gráfica como “segunda generación” (2ªG).
 Fuente: Elaboración de E. Martínez-Herrera de datos del Centro de Investigaciones Sociológicas

17/6/13

Si todavía hay partidos que justifican el acoso sistemático que muchos ciudadanos han sufrido, es obvio que persiguen un proyecto político contrario a la democracia

"Como Alan Wolfe escribe en ‘La maldad política’, «llamar políticos a los que cometen actos de terrorismo, limpiezas étnicas o genocidios no los convierte en menos malvados de lo que son en realidad. Por el contrario, nos permite concentrarnos en la forma que tienen de seleccionar sus objetivos, elegir sus medios, obtener sus capacidades y llevar a cabo sus intenciones». 

Por ello los partidos democráticos deben exigir responsabilidades a quienes aún justifican los asesinatos de ETA para imponer un proyecto político que estos siguen legitimando. Quienes han violado gravemente los derechos humanos persiguiendo la exclusión social y política de muchos ciudadanos, quienes han asesinado para imponer una determinada ideología nacionalista, deben rendir cuentas. 

De lo contrario, se idealizará el nuevo contexto asumiéndose la falsa apariencia de que ETA no existe mientras sus representantes políticos se benefician de su presencia en la sombra. Se estará reconociendo la naturaleza política del terrorismo, pero ignorándose sus graves consecuencias sobre el tejido político y social al eludirse la imprescindible rendición de cuentas de quienes ahora se valen de la democracia para dañarla.

Se alimenta así la ilusión de que se hace política sin ETA cuando es evidente que la banda y los efectos de su violencia están muy presentes. 

 Entre ellas, una anómala y desigual situación como lo es que quienes continúan legitimando la ‘limpieza ideológica’ de una parte de la sociedad vasca corrompen hoy el sistema democrático defendiendo los intereses de un grupo terrorista que se niega a desaparecer. Este injusto relativismo y ventajismo pervierte la democracia estimulando una peligrosa espiral del silencio como la que el terrorismo propició.

 El miedo a cuestionar los graves déficits del ‘nuevo tiempo’ induce a una perjudicial conformidad con un sistema viciado. Esa atmósfera genera una considerable presión sobre aquellos que denuncian lo incoherente que resulta manipular los principios del Estado de derecho para favorecer los intereses de quienes lo desprecian.

Si todavía hay partidos que justifican el acoso sistemático que muchos ciudadanos han sufrido, los intentos de borrarles del mapa político y su silenciamiento, es obvio que aquellos persiguen un proyecto político contrario a la democracia. Su aparente aceptación del sistema no merece recompensa alguna, sino un nivel de exigencia muy superior al que en estos momentos tímidamente se plantea.

 La falsa integración de los radicales que algunos ensalzan no consolida el final de la violencia, pues perpetúa la legitimidad de la coacción terrorista, implícita o explícita. Se construye así una sociedad que rehúsa la verdadera deslegitimación del terrorismo, conformista con meras invocaciones a tan necesario objetivo."       (ROGELIO ALONSO, EL CORREO 27/05/2013, en Fundación para la Libertad)

15/12/10

ETA trata de 'conseguir una impunidad histórica y moral que suponga que ha dado lo mismo matar que ser asesinado.'

" Tras la derrota policial y militar del grupo terrorista (IRA) responsable del mayor número de asesinatos en Europa, importantes dirigentes británicos e irlandeses se conformaron con una especie de 'paz espectáculo' renunciando a construir un relato deslegitimador del terrorismo imprescindible para la verdadera resolución del conflicto.

Esa 'paz espectáculo' ha eludido la destrucción de los mitos con los que se ha justificado la violación de los más básicos derechos humanos. La permanente reinvención del pasado en la que descansaba la legitimación de la injusta violencia perpetrada años atrás sigue alentando hoy el terrorismo de grupos escindidos del IRA.

Además la negativa a deslegitimar de manera categórica esa campaña terrorista está contribuyendo a distorsionar una Historia en la que, en contra de lo que pretenden los perpetradores de la violencia, no todos los ciudadanos fueron culpables del terrorismo. La propaganda terrorista no ha cesado de reproducir narrativas con las que consolidar una perversa equiparación de culpas y responsabilidades, provocando una doble humillación de sus víctimas.

Ese genérico e indolente 'no hay culpables' que el propio presidente del PSE ha esgrimido en una entrevista televisiva, replicando la lógica de los únicos responsables de la sistemática violación de derechos humanos en Euskadi, esto es, ETA y Batasuna, es también un recurso recurrente de la propaganda que en Irlanda del Norte intenta convertirse en Historia.

Paradójicamente la cobardía de políticos interesados en diluir la verdad del terrorismo norirlandés mediante una injusta transferencia de culpas se ha topado con la resistencia de algunas obras de ficción. Una de ellas es la película 'Cinco minutos de gloria', en la que se relata el encuentro entre una víctima y su verdugo ante las cámaras.

Con el falso pretexto de la reconciliación se han promovido diálogos televisados entre víctimas y terroristas cuyo resultado ha sido de una considerable obscenidad, como esa película ilustra evocando otros encuentros difundidos por la televisión pública. Dichas iniciativas facilitaban la coacción de víctimas cuya negativa a acceder a ese supuesto gesto de reconciliación las convertía en responsables de obstruir tan idílico objetivo.

La idealización de esos diálogos favorecía la deplorable equiparación de muy dispares sufrimientos: el real de la víctima, y el hipotético del victimario que también se presenta como víctima de un conflicto y como una persona con la valentía de hacer frente a su víctima. Las cámaras y la publicidad que con ellas se perseguía construyeron en torno al dolor un circo mediático transformado en un decepcionante sustituto de las necesidades de justicia de las víctimas.

En dichos encuentros el victimario rehúsa asumir su responsabilidad por el daño infligido y por la ilegitimidad de sus actos, aprovechando la oportunidad que el privilegiado escenario le brinda para reproducir una falsa moralidad subjetiva con la que justificar sus crímenes.

La película citada muestra la desgarradora experiencia de una víctima cuyos sentimientos han sido convertidos en mercancía en aras de un fin que se disfraza como loable. Los responsables de ese experimento lo justifican como un medio para lograr la verdad y la reconciliación, solemnes pero inalcanzables objetivos si se trafica con las emociones de seres humanos que precisan una justicia esencial tanto para el duelo individual como para el colectivo de una sociedad democrática.

Bajo ese impúdico sensacionalismo subyace una hipócrita manipulación de la realidad, pues la imprescindible distinción entre víctima y verdugo se difumina hasta hilvanar un relato legitimador del injusto sufrimiento infligido sobre la primera, ya que, se aduce, al fin y al cabo todos han sufrido y todos son culpables.

Otra de las cargas que se impone sobre la víctima es el perdón, término talismán para quienes ansían una indulgencia que banalice el mal. Al solicitarse un perdón vacío de contenido se presiona a la víctima, eximiendo de responsabilidad al criminal a cambio de una mera fórmula verbal.

Ese perdón artificial reemplaza la imprescindible aplicación de la justicia penal mediante una nueva victimización que desnivela las categorías de víctima y victimario, pues éste se niega a deslegitimar el injusto sufrimiento causado a aquélla.

Los asesinos reproducen una propaganda en la que el asesinato es presentado como necesario, expresando únicamente las razones subjetivas que en su opinión lo justificaban. De esa forma el simple reconocimiento formal del daño difícilmente aliviará a la víctima, pues su sufrimiento aparece como necesario y, por tanto, la injusticia cometida no fue tal.

La ficción y la realidad sobre el terrorismo norirlandés son relevantes en nuestro contexto, pues también aquí hay quien intenta eludir la necesaria deslegitimación de ETA y de su historia de terror con el fin de conseguir una impunidad histórica y moral que suponga que ha dado lo mismo matar que ser asesinado." (Fundación para la Libertad, citando a
Rogelio Alonso, EL DIARIO VASCO, 11/12/2010 )

18/5/10

'¡No vender a los españoles. Matar a los españoles!'

"En el País Vasco hay centenares de niños obligados a no decir quiénes son sus padres. Así pasaba también con algunos huérfanos de atentados de ETA. Niños mutilados en su palabra y en la expresión del duelo por el familiar asesinado o el familiar amenazado de muerte. En muchos de ellos ha dejado huellas de soledad interior y de un dolor moral seco y profundo. (...)

En el País Vasco, ahora mismo, hay centenares de niños obligados a no decir quiénes son sus padres. Así pasaba también con algunos huérfanos de atentados de ETA. (...)

Una mujer me llamó por teléfono hace algo más de un mes. Fue después de la publicación del libro 'Vidas Rotas. Historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA'. Su padre, guardia civil, había sido asesinado en un pueblo de Gipuzkoa cuando ella era casi una niña. Sabía lo que había sido procurar no decir quién era para intentar salvar su muerte y la de sus familiares. Esconder los datos, las rutinas de su padre, no siempre fue posible. La mujer se reventó y por las costuras de la niña que llevaba dentro afloró una de las vejaciones emocionales que debió soportar entre nosotros. Un día su madre la envió a comprar un electrodoméstico a una tienda del pueblo. Lo encargó, entregó el dinero y cuando la persona que le atendió le preguntó dónde debían llevarlo tuvo que indicar la dirección del cuartel. Con frialdad, sin mirarle a la cara, le devolvió el dinero. No vender a los españoles. Algunos políticos de los que frivolizan con consignas parecidas a ésta, deberían saber del dolor que no se ha extinguido todavía, de los silencios de tantos niños, de la persecución de sus padres.

No vender a los españoles. Matar a los españoles. Aquella niña seguía llorando." (Fundación para la Libertad, citando a Maite Pagazaurtundua, EL DIARIO VASCO, 17/5/2010
)