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22/5/23

Un algoritmo loco en Euskadi: buscas una víctima y te encuentras un etarra

 "Si uno busca en los cementerios de Sicilia los muertos de la Mafia puede llegar a pensar que la Mafia no existe, parece que no ha matado a nadie. En las lápidas de sus víctimas solo consta la fecha de defunción. Como mucho, frases casi poéticas: “Stroncato da mano crudele”, roto, arrancado, por una mano cruel. Entra dentro del tabú, del clima de terror, del temor a lo explícito. Es decir, miedo a decir la verdad. No sé qué explica algo parecido en el País Vasco en 2023. Supongo que la estupidez o la mala fe, o tener un alcalde de EH Bildu. Prueben a mirar la página web dedicada a la memoria del ayuntamiento de Galdakao, realizada por la sociedad Aranzadi. No es que no haya víctimas de ETA, es al revés, han desaparecido los asesinos, que además se han convertido en víctimas, los pobres. ETA lleva camino de convertirse en un fenómeno natural, como un virus o una desgracia meteorológica.

La web tiene un buscador de víctimas del municipio, pero con un algoritmo loco: buscas una víctima y te sale un etarra. Buscas al alcalde Víctor Legorburu, y ahí sale, asesinado en 1976, al día siguiente de que venciera el ultimátum de seis meses que le dio ETA para que se fuera del País Vasco. Pone “Autor: ETA”. Pero es que hay etarras de Galdakao y también aparecen como víctimas, mezclados con los vecinos que mataron. Por ejemplo, Jon Bienzobas. Es una víctima incluida en el apartado “Vulneraciones”, sección “Otros hechos derivados de la violencia política. Política penitenciaria y aplicación de leyes excepcionales. Autor: Estado español y francés”. Es una información algo limitada y como hay un apartado de “Observaciones”, uno va a ver, pero no, dice esto: “Aunque nació en Bilbao, creció en el barrio de Aperribai de Galdakao”. Podrían haber añadido que le gusta el mus o es del Athletic. Se me ocurre alguna observación más, como que asesinó al jurista Francisco Tomás y Valiente en su despacho de la universidad. No sé, como detalle de interés, por redondear.

Quizá es un lapsus, vamos a ver otro, en el que sea imposible olvidarse de hechos imborrables. Xabier García Gaztelu, Txapote. Pues no, es solo alguien que ha sufrido vulneraciones de derechos por la política penitenciaria. No te enteras de que es el asesino de Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez, José Luis López de Lacalle, Fernando Múgica y Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez, entre otros. Como ejercicio de memoria deja un poco que desear en una web dedicada a la memoria, es un poco cortita. Yo he tenido que reducir la enumeración de sus víctimas porque llenarían la columna, pero ellos no tenían límite de espacio.

Hay webs así en otros municipios vascos, como ha denunciado el PSE. No sé si esto es necesario dentro de la buena voluntad requerida a una comunidad humana para superar un trauma atroz. Me temo que no, y lo necesario es decir las cosas como son. Si no, la monstruosidad de lo que pasó se deja en el sobrentendido, pero ya no familiar o personal, sino institucional, que es inadmisible. Para sobrentender en privado, todos deben tener clara la verdad en público. Aunque todos queramos olvidar, otra cosa es olvidarse del tema, porque lo decisivo hoy es quién gestiona ese olvido. Por cierto, se habla de la apatía en Euskadi ante estos disparates de la desmemoria vasca, pero la del resto de España, donde ya parece que no es asunto nuestro y ni te enteras, tampoco está nada mal."                (ïñigo domínguez, El País, 14/04/23)

30/11/21

ETA ha sido la banda terrorista que ha durado más tiempo, la más letal y destructiva, la que más víctimas mortales y heridos ha ocasionado, también la que mayor número de secuestros llevó a cabo y la que más daño económico ha hecho al país. Además, “ha sido la única que ha contado con un entorno que le daba cobertura social y política”, y fue la clave en la génesis y el desarrollo de otras bandas terroristas, así como la némesis contra la que actuó otro tipo de terrorismo de signo contrario: el parapolicial y el de la extrema derecha violenta

Asesinato de Juan Atarés Peña en Pamplona 23 de diciembre de 1985. Fuente: José Luis Larrión. Diario de Navarra.

 "Para el historiador español Gaizka Fernández Soldevilla, historiográficamente, aunque no sólo, lo más correcto a la hora de hablar de terrorismo es usar esa palabra cuando uno se refiere al “tipo de violencia que busca un efecto psicológico político y simbólico superior al de los daños materiales y humanos directamente producidos por sus atentados”. Como dirían los terroristas radicales de izquierdas italianos de las Brigadas Rojas, el terrorista golpea a una víctima para asustar a cien.

 Fernández Soldevilla es el autor de un libro perteneciente a la colección ‘La Historia de…’, dirigida por Ricardo García Cárcel para la editorial Cátedra, aparecido en 2021, una obra imprescindible para conocer la actividad terrorista en España: El terrorismo en España: de ETA al Dáesh.

El fin justifica los medios

El objeto del pormenorizado y a la vez sintético estudio al que se dedican las páginas del libro son las bandas terroristas. Es decir, aquellas “organizaciones de pequeño tamaño que carecen de control sobre un territorio y que emplean los atentados terroristas como principal estrategia para conseguir sus objetivos”; organizaciones que se diferencian de las guerrillas en que sus integrantes no van uniformados ni dominan determinadas zonas en las que el Estado esté ausente. Lo que es común a todos los grupos terroristas, a los terroristas modernos, que no comparten ideología alguna, es que tienen el mismo método y el mismo principio elemental: el fin justifica los medios.

 Respaldado por el conocimiento histórico, el libro de Fernández Soldevilla (quien documenta toda la bibliografía que le ha permitido pergeñar este clarísimo y comprensible estado de la cuestión) se apoya por supuesto en las cifras constatadas y reconocidas y admitidas, pero no es solamente un libro de cifras, es muchísimo más que un libro de cifras, datos y análisis: es, además, un libro de “biografías con nombres y apellidos”, las biografías, los nombres y los apellidos de (una representación reducida pero solvente) de los seres humanos asesinados por terroristas: Begoña Urroz, José Antonio Pardines, Javier de Ybarra y Vergé, Enrique Casas, Gregorio Ordóñez, Emilia Aldomà Sans, Enrique Valdevira Ibáñez, Adolfo Cotelo, Idoia Rodríguez Buján… Porque El terrorismo en España es de alguna manera también un libro sobre las víctimas del terrorismo.

Resulta excelente el recorrido histórico que podemos leer en el volumen a lo largo y ancho del doloroso trayecto de las actividades terroristas y su influencia en la realidad social y política española, y en la obra es habitual que el análisis del pasado bombardeado por la crudeza cruel de los violentos se explique con irreprochables demostraciones de la comprensión de cuanto ha ocurrido propia de los historiadores, como esta:

"La violencia política no fue, como se ha llegado a insinuar, producto de la Transición sino de quienes pretendían abortarla: terroristas y golpistas".

Conclusiones

Considero absolutamente necesario prestar atención a las conclusiones a las que llega Fernández Soldevilla en El terrorismo en España

Primera. Las bandas terroristas que ejercieron su actividad durante los 60 años que transcurren desde 1960 hasta 2020 “comparten algunos rasgos esenciales: uno, su clandestinidad, su reducido tamaño y su carencia de un territorio propio; dos, una radicalización fanática e incivil; tres, un imaginario épico y un discurso del odio; cuatro, el uso de la violencia terrorista como principal método de acción; y cinco, la idea de que las víctimas son un precio necesario. En definitiva, para los terroristas el fin justifica los medios sangrientos”.

Segunda. Para Fernández Soldevilla, “la razón última por la que algunos individuos se convierten en terroristas es sencilla: porque deciden hacerlo. Hay un hecho que avala dicha teoría: pese a soportar idénticas condiciones, tener los mismos modelos internacionales y estar condicionados por similares parámetros ideológicos, la mayoría de las personas no optaron por la violencia”. Se trata de lo que ha dado en ser llamado el paradigma de la elección deliberada. Los terroristas son responsables de sus propios crímenes e “independientemente de las circunstancias, hacen uso de su libre albedrío”.

Tercera. La tercera oleada de terrorismo, a la que pertenecen ETA, GRAPO y tantas otras organizaciones terroristas, “fue un fenómeno universal”, pero ninguno de esos grupos nacionalistas o de extrema izquierda nacieron para derrocar a la dictadura franquista; antes bien, la mayoría de sus acciones violentas tuvieron lugar durante la democracia: “su antifranquismo fue accidental”, lo que hicieron fue oponerse frontalmente al proceso democratizador llevado a cabo durante la Transición.

Cuarta. Cuando tienen que justificar sus crímenes, los terroristas recurren habitualmente a la denominada transferencia de culpabilidad, es decir, pretenden hacer creer que la responsabilidad de la violencia no recae en quien la ejerce sino en el otro: el Estado, las fuerzas de seguridad, la oligarquía, la derecha, la izquierda, los judíos, los cruzados…

 Quinta. “El terrorismo ha sido campo abonado para las teorías de la conspiración”. No es extraño que en ocasiones se niegue o relativice la existencia de las bandas terroristas, de manera que “se reinterpretan sus acciones violentas como producto de fuerzas misteriosas que maquinan en las sombras”. El ejemplo paradigmático de este fenómeno está relacionado con la masacre yihadista del 11-M en Madrid (11 de marzo de 2004), que se llegó a presentar “como un atentado de falsa bandera en el que estaban envueltos ETA, servicios secretos extranjeros e incluso partidos políticos”: todavía hoy “hay quien se resiste a creer que esa matanza llevaba la firma del yihadismo”.

Sexta. La importancia en la historia reciente española de la existencia de ETA es descomunal. De hecho, sus acciones violentas condicionaron el pasado más inmediato de España, de manera muy especial en los denominados años de plomo, entre 1976 y 1982. ETA ha sido la banda terrorista que ha durado más tiempo, la más letal y destructiva, la que más víctimas mortales y heridos ha ocasionado, también la que mayor número de secuestros llevó a cabo y la que más daño económico ha hecho al país. Además, “ha sido la única que ha contado con un entorno que le daba cobertura social y política”, y fue la clave en la génesis y el desarrollo de otras bandas terroristas, así como la némesis contra la que actuó otro tipo de terrorismo de signo contrario: el parapolicial y el de la extrema derecha violenta.

 Séptima. Es evidente que para los terroristas las víctimas no importaban, eran solo unos instrumentos y su sufrimiento una forma de atemorizar a la población y presionar al Gobierno. Además, hasta la segunda mitad de los años 90, las víctimas también fueron ignoradas por la sociedad. No obstante, “aunque todavía queda mucho por hacer, gracias a las asociaciones y a las instituciones, actualmente España es pionera en las políticas vinculadas a las víctimas del terrorismo”.

Octava. No es cierto que ETA dejara de matar por el rechazo unánime de la sociedad vasca. Aunque el grueso de la población estuvo contra el terrorismo, “sólo una exigua minoría se atrevió a demostrarlo acudiendo a los actos de protesta tras cada asesinato: la mayoría de los vascos y navarros se quedaron en sus casas. Por ese mismo motivo es necesario homenajear a los valientes que sí denunciaron el terror a cara descubierta”. Entre los principales grupos del movimiento pacifista vasco cabe destacar a Gesto por la Paz, que nació en 1985, siete años después del primer acto de protesta contra el terrorismo.

Novena. La modernización y perfeccionamiento a lo largo del tiempo de la legislación española, la Audiencia Nacional, los servicios secretos, la Policía Nacional y la Guardia Civil son las principales causas del final de ETA y los demás grupos terroristas de la llamada tercera ola, así como de la reducción del daño causado por el resto del terrorismo doméstico.

Décima. Ninguna de las organizaciones terroristas que han estado activas en España y que han sido estudiadas en este libro consiguió sus objetivos: causaron eso sí un inmenso dolor y miles de víctimas pero se puede afirmar que incluso llegaron a perjudicar sus fines fundacionales. Aunque es innegable que ETA ha logrado algunos de sus objetivos secundarios (como dividir a la ciudadanía vasca o debilitar a los partidos no nacionalistas, por ejemplo), no ha sido capaz de alcanzar su meta última: una república vasca independiente, socialista y monolingüe en euskera.

Decimoprimera. Como en el caso de otros países que han sufrido la violencia política, en España una de las características del terrorismo ha sido la impunidad. No total, por supuesto, pero sí de muchos de aquellos crímenes. No menos de 362 víctimas mortales han dejado de encontrar una justicia reparadora.

Decimosegunda. Si bien meditar sobre lo que pasó es deber de todos, no todas las narraciones acerca de la historia, acerca del pasado, son igual de legítimas. No puede ser admisible, no debe serlo, que cada uno tenga su propia narración, su propio relato del pasado. Éste no puede ser estudiado desde la fabulación del propagandista, cuyo trabajo no puede colocarse a la misma altura que el estudio académico. Únicamente desde la Historia y las ciencias sociales “conseguiremos acercarnos a la verdad por medio del método científico y el estudio serio y riguroso” de cuantas fuentes estén a nuestra disposición. Ni las mentiras ni los mitos deben prevalecer: es absolutamente fundamental la función social divulgativa de los historiadores, por encima de quienes defienden y justifican aquel movimiento generador de tanto odio fanático que animó a los miembros de ETA a matar. No debemos olvidar que el ciclo de violencia puede reactivarse en el futuro.

Estoy plenamente de acuerdo con el cierre magnífico que ha escrito para este imprescindible libro su autor, Gaizka Fernández Soldevilla:

“Los historiadores somos conscientes de nuestras limitaciones, de nuestra subjetividad, por lo que procuramos aparcar nuestras propias ideas: al fin y al cabo, nuestra finalidad es el avance del conocimiento; hacer Historia, no hacer patria, clase o cualquier otra identidad”.

Un apunte final a cargo del autor

En conversaciones con el autor tras haber leído su libro, Fernández Soldevilla me dijo que, “si bien en el libro, publicado en abril de este año, explico que desde 1960, fecha de inicio que marca la Ley de Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo, 1.451 personas han sido asesinadas en atentados y 4.983 heridas, justo ese mismo mes las cifras quedaron desactualizadas, pues un grupo yihadista afiliado a Al Qaeda asesinó en Burkina Faso a los reporteros españoles Roberto Fraile y David Beriain, con lo que el número total de víctimas mortales asciende ya a 1.453. Ese crimen nos recuerda que el terrorismo no solo es historia sino que, por desgracia, forma parte de nuestro presente. Y que es una realidad cotidiana en otros países no muy lejanos al nuestro”.

No cabe duda de que “eso hace más importante si cabe la cuestión de la educación y de la prevención de la radicalización, para lo que es indispensable realizar no sólo trabajos de investigación, sino también de divulgación, a un público lo más amplio posible, especialmente el juvenil. La Historia no debe ser solo cosa de eruditos: es una herramienta útil para desactivar los discursos del odio”.

Así es."                  (José Luis Ibáñez, Nueva Tribuna.es, 29/11/21)

12/11/21

Martín Alonso: No ha habido un proceso similar a la desnazificación en Alemania tras la desaparición de ETA. Tampoco ha habido acuerdo entre los distintos partidos para oficializar ese final, que es algo triste y sintomático del sectarismo imperante... el discurso que pronunció Otegi con motivo del décimo aniversario del fin de ETA no merece ni una millonésima parte de la atención que se les ha prestado. Forma parte de un tacticismo de su colectivo, que se dirige hacia legitimación retrospectiva en términos prácticos... Las víctimas están de paso, y a modo de concesión para la galería... No hay ningún tipo de sintonía entre las palabras proferidas acerca del daño y la propia expresión no verbal del emisor. No hay signo de aflicción, de sentimiento... En casi todos los procesos de salida de la violencia las víctimas son el precio principal. Ha ocurrido aquí y en otros sitios... Que los que matan llamen fascistas a los asesinados o a los familiares de los asesinados denota una degradación moral muy honda... ETA ha sido lo más parecido en términos de análisis político a una organización fascista por sus elementos totalitarios

 "Martín Alonso Zarra (Ávila, 1951) asegura, como Tony Judt, que el nacionalismo es el germen de todos los errores -y horrores- que han asolado a Occidente durante el último siglo. Y lo dice con conocimiento de causa.

El filósofo, sociólogo y psicólogo, doctor en Ciencias Políticas, ha dedicado toda su obra a reflexionar sobre el mito, la identidad de grupo y la retórica de la violencia, que son el abecé de todo proyecto nacionalista.

 Ese compromiso lo ha reconocido COVITE otorgándole el XX Premio Internacional por su "sólida e impecable trayectoria intelectual en la que ha analizado minuciosamente los discursos legitimadores de la violencia terrorista".

 ¿Entraría dentro de esta consideración el discurso que pronunció Otegi con motivo del décimo aniversario del fin de ETA?

Ni Otegi ni esa declaración merecen una millonésima parte de la atención que se les ha prestado. Forma parte de un tacticismo de su colectivo, que se dirige hacia legitimación retrospectiva en términos prácticos. En los cinco puntos de la declaración no hay ningún elemento novedoso. Uno de ellos, sólo uno, hace referencia a las víctimas. Los otros tienen que ver con el autobombo y el repertorio habitual. El último, de hecho, incide en el "conflicto", que es ese talismán misterioso y milagroso que todo lo explica. Las víctimas están de paso, y a modo de concesión para la galería.

A mí me llama la atención la escenificación, la artificiosidad del discurso. No hay ningún tipo de sintonía entre las palabras proferidas acerca del daño y la propia expresión no verbal del emisor. No hay signo de aflicción, de sentimiento. Y todo lo que ha pasado después ha confirmado esta disociación. Todo lo que se hable de esa declaración y de Otegi sólo sirve a su marketing político.

Apunta usted algo interesante: más allá del contenido del discurso está el continente. En este sentido, no hay que olvidar que Arnaldo Otegi y Arkaitz Rodríguez son ex miembros de ETA. Un mal recipiente para el mensaje.

Ciertamente hay que pedir las credenciales al emisor. Las personas nos equivocamos y tenemos derecho a cambiar y a una segunda oportunidad, pero no es el caso de estas personas. Otegi ha elogiado el papel de algunas víctimas a propósito de un filme reciente, Maixabel, pero no ha dicho nada de los arrepentidos que hablaban con ella.

¿Qué sucede? Quiere dar a entender que hay víctimas excelentes, que son las que perdonan, ¿pero acaso no hay presos excelentes? ¿Y estos quiénes son? ¿Los que reciben los ongi etorris y el apoyo de quienes se manifestaron el sábado pasado en San Sebastián o los que hablan con Maixabel?

Otegi no tiene legitimidad, habla del legado letal de ETA como si fuera una cosa que acaeció, como un accidente meteorológico. Pero no. ETA actuó así porque había una estructura discursiva de legitimación, y porque había actores dispuestos a diseñar objetivos. Y hablo de objetivos en la doble acepción: los objetivos como fines etnonacionalistas y las dianas, personas que había que eliminar porque estorbaban. La autocrítica es una tarea pendiente que no parece estar en los planes inmediatos del sector de la sociedad vasca que representa Otegi.

Durante la marcha proetarra que se celebró el sábado pasado en San Sebastián algunos de los manifestantes cantaron a víctimas de ETA -Covite- "vosotros, facistas, sois los terroristas".

Desgraciadamente este no es un hecho diferencial vasco. ETA utilizaba el término fascista del mismo modo que lo utilizan los sectores hiperventilados del procés en Cataluña contra Impulso Ciudadano, Asociación por una Escuela Bilingüe, Sociedad Civil Catalana, S'ha Acabat o cualquiera que no esté de acuerdo con el credo independentista. En el País Vasco todos los señalados por ETA eran sistemáticamente tildados de una lista larga de conceptos denigrantes, desde txakurra ("perro" en euskera) a españolista o fascista.

Esta inversión del lenguaje es típica de todos los credos violentos, porque autoriza a matar o dañar atribuyendo connotaciones negativas al destinatario. Que los que matan llamen fascistas a los asesinados o a los familiares de los asesinados denota una degradación moral muy honda.

Hoy en día se habla mucho de "discurso de odio", pero rara vez para atribuírselo a los nacionalismos periféricos.

El discurso de odio es una práctica que, como decía Descartes del sentido común, está muy repartida. Lo que como sociedad importa es adoptar las medidas y las prácticas preventivas necesarias para que estas formaciones tóxicas no tengan espacio. Es bien sabido que las redes sociales favorecen este clima de hooliganismo, que luego se traslada a la política, a los medios y a los periodistas. Los discursos de odio aprovechan esa ventana de oportunidad. Habría que abandonar el sectarismo en las atribuciones y combatir los discursos tóxicos en vez de preguntar si son de los míos o de los otros. 

Han pasado ya diez años desde la Conferencia de Aiete. Usted se ha referido a ella como "una coreografía de impunidad" que facilitó "una salida airosa" a una banda terrorista ya derrotada.

Aiete se ha convertido en un elemento talismánico. Por eso la declaración de Otegi del pasado 18 de octubre tiene lugar ante la fachada del Palacio. Sólo hay que fijarse en la teatralidad, en la puesta en escena. Fue todo ensayado, lo que pone en cuestión la sustantividad de la propia declaración. Otegi sigue refiriéndose a las personalidades que se reunieron ahí en 2011, como si ese fuera un argumento que avalara su causa, pero fue un trampantojo.

Cuando hablo de "impunidad" me refiero a la aspiración de autojustificación, de autoblanqueo, de desvío de la atención. Y en esa aspiración Aiete sirvió de decorado. Hay un factor indicativo: de todas las personalidades que estuvieron en Aiete y que defendieron que la sociedad tenía que caminar hacia la reconciliación, ninguna ha tenido ni un mínimo gesto de acercamiento a las víctimas. Es más, algunas de ellas sin conocerlas, sin tratarlas, sin interesarse por ellas, las han descalificado.

 Jonathan Powell, uno de los presentes, ha insistido en que las víctimas están demasiado politizadas. Qué paradoja. Se oculta la dimensión política del terrorismo de ETA, que es algo en lo que ha insistido mucho, por ejemplo, Joseba Arregi. En las víctimas hay sensibilidades políticas de todo tipo, pero para los actores de Aiete ninguna de las asociaciones ha merecido el esfuerzo de un acercamiento.   

En estos diez años, ¿cree que la izquierda abertzale ha dado los pasos necesarios para ser aceptada como un interlocutor válido por parte del Gobierno de España?

No. Pero hay que señalar que los procesos de salida de la violencia son terriblemente complejos. También tenemos pendientes en España miles de fosas comunes sin atender y que son una exigencia de todos los acuerdos internacionales. Insisto, los procesos de salida de la violencia son siempre complicados.

El presidente de Serbia, Aleksandar Vučić, estuvo con Milosevic en los años duros y es negacionista del genocidio de Srebrenica. Pero no sólo en Serbia. El presidente de Eslovenia era ministro del Interior cuando se negaron derechos civiles a más de 20.000 yugoslavos porque no eran étnicamente eslovenos. 

Las salidas son complicadas y lo que hay que tener claro es el horizonte normativo: verdad, justicia y reparación. Acercarse todo lo posible a este horizonte evitando las teatralizaciones, las escenificaciones y las atribuciones de éxitos y medallas por ver quién terminó con la violencia. En el final de ETA el protagonismo lo tuvieron las instituciones del Estado. Y eso lo deberían reivindicar hoy todos los partidos. El Estado se impuso con sus instituciones, con la Justicia, con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y con el impulso de una parte de la sociedad civil.

¿Qué papel jugó la sociedad civil en el final de ETA?

Es difícil de precisar, sobre todo porque ha habido diferentes estratos. Quienes sí jugaron un papel notable fueron aquellas organizaciones que constituyeron tejido asociativo: Gesto por la Paz, Basta Ya, Foro Ermua, Denon Artea… También fueron importantes las movilizaciones que surgieron a partir del asesinato atroz de Miguel Ángel Blanco, y que fueron paralelas a la eficacia policial y a la desaparición del GAL, que fue un elemento que dio oxígeno a ETA durante años y facilitó el reclutamiento de activos etarras.

Hubo una parte de la sociedad civil que respondió y otra que, como es obvio, vivió tranquilamente en esos años de violencia y por eso tampoco tienen mucho interés ahora en hacer una revisión crítica del pasado.

¿Qué queda de ETA hoy?

De entrada, hay que felicitarse de que ya no haya muertos ni coches bomba. La organización terrorista ha desaparecido, pero hay elementos que permanecen. En primer lugar, no se ha impugnado el programa político que la justificó. Eso queda. En segundo lugar, hay ciertos actores políticos muy vinculados a ETA que no han revisado su propia biografía con la óptica de una reconducción ciudadana. Y en tercer lugar, las víctimas de ETA no dejan de serlo porque ETA haya desaparecido.

Si ETA ha sido lo más parecido en términos de análisis político a una organización fascista por sus elementos totalitarios, los rastros quedan ahí y seguramente uno de los datos más preocupantes de lo que está pasando es que ese sector que justificaba la violencia tiene ahora un notable apoyo social, como muestran los resultados electorales. 

Ahí entramos en una cuestión social. En una democracia como la española, que no es militante, estos actores disfrutan de cierta ventaja porque se aprovechan de las estructuras de oportunidad que ofrece.

  No ha habido un proceso similar a la desnazificación en Alemania tras la desaparición de ETA. Tampoco ha habido acuerdo entre los distintos partidos para oficializar ese final, que es algo triste y sintomático del sectarismo imperante. Los oportunismos y los tacticismos no son una buena lección cívica ni democrática.

¿Cree que las víctimas gozan de la consideración y el respeto que merecen?

En casi todos los procesos de salida de la violencia las víctimas son el precio principal. Ha ocurrido aquí y en otros sitios. Las víctimas no tienen esa presencia por varios motivos. Desde el lado de los perpetradores, porque les interesa que desaparezcan del foco. Pero también hay parte de la sociedad que alega que hay víctimas con posiciones que desentonan, que crispan. Es curioso: las víctimas que tanto tardaron en aparecer, que durante años no existieron, parece que ya sobran, que estorban.

Pero su importancia es fundamental. Por eso creo que hay que recordar la Ley 29/2011 de Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo. Su preámbulo merece ser releído. 

Las víctimas tienen un doble valor: porque tenemos una deuda con ellas, porque ninguno hemos hecho méritos para no ser una de ellas, y porque representan a toda la sociedad. Los asesinos podían habernos asesinado a cualquier otro para desestabilizar el Estado. Por eso los años más sangrientos son los años de la Transición, de conformación de la democracia. Y por eso quienes siguen aduciendo que ETA nació contra Franco y para defender la democracia beben de una impostura. (...)"                              (Entrevista a Martín Alonso, Marcos Ondarra, El Español, 01/11/21)

11/11/21

Euskadi: Una sociedad maltrecha y dividida que acunó el carlismo, del que quedó una huella muy honda de tres guerras civiles, hasta llegar a hoy... La primera vez que escuché el grito de ¡Traidor! fe en 1980... Se la echó a la cara una emakume -vieja dama nacionalista a Mario Onaindía. No puedo olvidar el gesto de la señora hacia quien había sido condenado diez años antes a una doble condena a muerte por un Tribunal Militar, en Burgos... Aquel ¡Traidorrrr¡, con la erre tan arrastrada como un disparo, era la reacción de una militante del PNV frente al que no había votado por su candidato... Dejémonos de admoniciones sobre la sinceridad de las disculpas a las víctimas... nada puede ya resarcir a los afectados; unos porque han sido asesinados y los demás porque la sociedad vasca los ha matado de dolor, de miedo, de soledad... la sociedad convive bajo un consenso hacia el terrorismo, con la conciencia de una enfermedad que se hizo crónica... A ETA no la derrotó ni Zapatero ni las mediaciones ni la sociedad vasca, el final de ETA fue obra de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Lo reconoció la mejor cabeza de Herri Batasuna, Txema Montero

 "La primera vez que escuché el grito de ¡Traidor! fue en 1980, a la puerta de la Sala de Juntas de Guernica, el día que salió elegido Carlos Garicoechea como primer lehendakari de la democracia. Se la echó a la cara una emakume -vieja dama nacionalista- al que entonces dirigía Euskadiko Ezquerra, Mario Onaindía

 No puedo olvidar el gesto de la señora hacia quien había sido condenado diez años antes a una doble condena a muerte por un Tribunal Militar, en Burgos, un gélido día de diciembre de 1970. Aquel ¡Traidorrrr¡, con la erre tan arrastrada como un disparo, era la reacción de una militante del PNV frente al que no había votado por su candidato.

 Una sociedad maltrecha y dividida que acunó el carlismo, del que quedó una huella muy honda de tres guerras civiles, hasta llegar a hoy. La política vasca ha mantenido siempre dos lenguajes y cualquier comparación con otra región española no son más que fórmulas para aquietar nuestras propias convicciones. En palabras llanas: cuando Arnaldo Otegi discursea hay que detectar si lo hace en Onda Media o en Frecuencia Modulada. La Media va dirigida al público en general; la Modulada sólo debe ser captada por los suyos.

De esa confusión surgen las cábalas sobre cuál de las dos es la auténtica voz del abertzalismo. Valen las dos. Cada una responde a sus intereses y a las necesidades del público receptor. Si juzgáramos por el valor de ambas lo mejor que podríamos hacer es archivarlas. Responden a necesidades diferentes. Si se me permite la osadía del símil, ocurre como con las encíclicas papales; sea creyente o ateo siempre encuentra en ellas algo donde acogerse.

En Onda Media, Bildu se muestra afectado por el dolor “injusto” y por la cantidad de tiempo que se tardó en eliminarlo. Un lenguaje digno de tiempos borrascosos, porque es tanto como apuntar a que existen dolores justos -nos mantenemos en la jerga de las religiones punitivas y las crueles tradiciones para alcanzar el Paraíso- y luego el lamento, porque fue muy largo. Algo que debe traducirse como un siniestro error de cálculo; hubiera bastado con reducirlo.

 La voz trasmitida en Frecuencia Modulada es más precisa, se pudo escuchar dos días más tarde en una asamblea de militantes y está ausente de las virguerías de nuestros egregios analistas: “hemos vuelto a colocarnos en el centro del tablero, dándole una patada al hormiguero”. Y Otegi tiene razón por lo del tablero y más aún en lo del hormiguero. Dejémonos de admoniciones sobre la sinceridad de las disculpas a las víctimas. Valen lo que pesan las palabras, nada, porque nada puede ya resarcir a los afectados; unos porque han sido asesinados y los demás porque la sociedad vasca los ha matado de dolor, de miedo, de soledad.

Somos esclavos de la simplificación. Cuando Arnaldo Otegi habla en Frecuencia Modulada nuestros espíritus beneméritos olvidan lo más importante y no escuchan más que el ruido. En las últimas elecciones autonómicas de hace un año Bildu consiguió el 28% de los votos, o lo que es lo mismo 250.000 papeletas. Fueron lo más llamativo y lo menos resaltado de aquellas elecciones donde la abstención dejó fuera de las urnas el 49,22%. Se convirtieron en el segundo partido del País Vasco, dispuesto a seguir en el centro del tablero y si puede echar a los demás del juego tras pisotear el hormiguero.

 Una sociedad convive bajo un consenso hacia el terrorismo que obliga a mirarla no con la complacencia del nacionalismo sino con la conciencia de una enfermedad que se hizo crónica. Siempre es mejor que ese tumor esté bajo los paliativos de unas instituciones democráticas que a tenor del crimen, aunque de ahí parta un trecho tortuoso que no debería terminar condicionando al gobierno, sea el de Sánchez o el de cualquier otro. Luego viene el discurso del blanqueamiento y en verdad que roza la desvergüenza. Zapatero como adalid de la paz, Eguiguren y Otegi como esforzados negociadores del final del terrorismo.

 A ETA no la derrotó ni Zapatero ni las mediaciones de Eguiguren y Otegi, ni el talento avieso del recién canonizado Rubalcaba. Ya sé que es en desdoro de tan autosatisfecha clase política en el poder, pero el final de ETA fue obra de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Lo reconoció la mejor cabeza de Herri Batasuna y puente con la organización terrorista durante muchos años, como letrado y europarlamentario, Txema Montero. La sociedad vasca tampoco ayudó a ese final; estaban hartos, pero el miedo, confundible con la omertá, la cubrió de vergüenza hasta que la famosa “Ponencia Oldartzen” (1994), o lo que es lo mismo la estrategia demencial de “socialización del sufrimiento”, echó un último aliento que alcanzó hasta al asesinato de Miguel Ángel Blanco. Una nueva generación de terroristas se enfrentaba a una nueva generación de vascos sin complejos.

Para Otegi y Bildu, todos los terroristas presos, son sus “presos políticos”. El adjetivo figura en la intervención de Arkaitz Rodríguez, la pareja de Otegi en Ayete. Pero la emitió en euskera. Sólo la periodista Leyre Iglesias recogió tan significativo detalle. No cuesta entender la indignación del puñado de temerarios que se enfrentaron entre el aislamiento y la calumnia, y a costa de su vida, frente a la representación de esa mesnada de los 250.000 votos que aún piensan que la sangre vertida mereció la pena. Fueron más de 850 muertos contabilizados y no hay GAL y sus 27 crímenes de Estado que puedan atenuarlos. Sin contar los atentados fallidos y las amenazas y las extorsiones mafiosas. Los muertos siempre están solos pero los asesinatos terroristas dejan siempre una huella entre los vivos que no se borra nunca. Las heridas persisten y no se curan porque pertenecen a la memoria de las víctimas, allí donde no caben los verdugos.

 Que Bildu coloque a sus presos, porque son los suyos y los de 250.000 ciudadanos que les siguen, como condición para apoyar al gobierno de Sánchez no tiene nada de descabellado, hasta tiene su lógica. Lo que rompe el tablero y nos convierte en un hormiguero es lo de jalear perdones, resarcimiento del dolor de las víctimas y demás palabras emitidas en Onda Media para calmar el descrédito. ETA se acabó pero no murió; sigue su espíritu. El terrorismo llegó a su final y ahora busca un lugar en el tablero que salve los muebles y habilite los restos del naufragio con la misma facilidad con la que ha logrado penetrar en el reino del olvido."                (Gregorio Morán, Vox Populi, 30/10/21)

5/11/21

El reconocimiento de las víctimas se detiene ante el rechazo de su eventual exigencia de justicia... eso significa ignorar que la ideología del odio nacida con Sabino Arana, desemboca en el terror por ETA, amén de ser fuente de la ambivalencia del PNV. Un hilo negro ignorado sin más... la reconciliación es posible, siempre que se sustente en la sinceridad... no cuando la mayoría de antiguos verdugos, Otegi incluido, se niegan a rechazar, sin eufemismos, la estrategia terrorista etarra

 "Liliana Segre, superviviente de Auschwitz, acaba de recordarlo: “La justicia nunca es venganza”. Pero tampoco admite el olvido. La aspiración de justicia se apoya en “el reconocimiento, la verdad y la memoria” para evitar que sobrevivan las ideas que impulsaron el terror y la mentalidad de indiferencia que hizo posible su dominio sobre una sociedad.

Las observaciones de la senadora italiana son aplicables al debate sobre el balance de ETA. Desde el PSOE hasta Bildu, pasando por el PNV, prevalece la idea, reflejada en el Memorial de Vitoria, según la cual ETA fue una pesadilla trágica, surgida en el franquismo, bajo un cielo sereno que ahora es recuperado. La reconciliación y el olvido hacen posible la alianza de Pedro Sánchez con el PNV y los herederos del Mal. Otra cosa sería ceder al revanchismo de la derecha. El reconocimiento de las víctimas se detiene ante el rechazo de su eventual exigencia de justicia. No hay que mirar al pasado.

 De cara a la historia, eso significa reescribir el fin de ETA, con Zapatero-Eguiguren en héroes inmerecidos para así avalar el entendimiento PSOE-Bildu. Y sobre todo ignorar que la ideología del odio nacida con Sabino Arana, desemboca en el terror por ETA, amén de ser fuente de la ambivalencia del PNV. Un hilo negro ignorado sin más, y con respaldo institucional y académico, orientado a disociar de ese origen a PNV y Bildu. Dictamen final de consolación: ETA fracasó, cuando por efecto de la intimidación reinante en los años de plomo, sus herederos y el PNV, ejercen un dominio absoluto en la escena política de Euskadi.

Sin terrorismo, hay paz. Cierto, pero esto no significa que bajo esa saludable paz, no gocen de buena salud los signos de que la estrecha vinculación con ETA es todavía seña de identidad de la izquierda abertzale. Los ongi etorris están ahí para que el que quiera entender, y en la manifestación prolibertad de los presos de Donostia no faltaron peneuvistas guipuzcoanos, portadores de aquel alineamiento implícito con el terror de su líder, cuando eludió dar el pésame a la viuda de la víctima, López de Lacalle, la cual antes fuera su andereño en la ikastola de Hernani. Maixabel Lasa fue testigo del relato, y precisamente su película prueba que la reconciliación es posible, siempre que se sustente en la sinceridad.

 Solo que por desgracia no cabe generalizar, cuando la mayoría de antiguos verdugos, Otegi incluido, se niegan a rechazar, sin eufemismos, la estrategia terrorista etarra. Su reciente ejercicio de cinismo, con el pésame mirando al PSOE para luego hablar claro a los suyos, prueba que el espíritu de ETA sigue ahí. Su eliminación es todavía asignatura pendiente."                      (Antonio Elorza, El País, 03/11/21)

28/10/21

Era mucho más cómodo para un cura acoger a un comando que mostrar compasión en público con la viuda. Era más cómodo porque te blindaba, te permitía no tener miedo... Uno de los implicados en el atentado de Eduardo Madina iba a su instituto. El cura de la primera comunión de Borja Sémper fue encarcelado por cobijar a un comando tras un atentado. Estaban muy cerca... La muerte estaba siempre presente. Esa era la atmósfera en la que crecimos muchos niños del País Vasco

 "Nacen en Euskadi hace 45 años, con unas horas y escasos kilómetros de diferencia, en Irun (Gipuzkoa) y Bilbao, dos meses después de la muerte de Franco. Ese año, 1976, ETA asesina a 17 personas; cuando aquellos niños cumplen los 10, son 100 víctimas, una cada tres días. Para defender la libertad, siendo aún unos chavales, se meten en política. Uno en el PP y otro en el PSOE.

 Van a más funerales que conciertos, aprenden a ligar con escolta y a consolar a los amigos que un día les confiesan que prefieren que no les vean con ellos. Borja Sémper y Eduardo Madina dan miedo porque son objetivo de los terroristas. Al primero quieren matarlo al menos tres veces. El segundo sobrevive a un atentado con bomba lapa. Su altura (mide 1,91) hace que salve la vida, pero pierde una pierna en el atentado y tiene que renunciar a una de sus pasiones, el voleibol.

 Hoy hace diez años que recibieron la mejor noticia, la que les permitió recuperar el derecho a improvisar y a las rutinas, “aspirar a una vida normal”: ETA anunciaba su cese definitivo. Una de las voces que leyó el comunicado es la de Iratxe Sorzabal, la etarra que acudió a la facultad de Sémper para intentar matarlo. Ambos celebran el aniversario de su libertad con Todos los futuros perdidos (Plaza y Janés), un generoso ejercicio de memoria personal y colectiva contra el “patente riesgo de olvido” de los años de plomo, un libro que debería leerse en los institutos.

La amenaza, el miedo y la determinación

Pregunta: El primer contacto con las consecuencias del terrorismo de Eduardo es a los ocho años, cuando su padre lo lleva al funeral de Enrique Casas. El de Borja, a los 16, volviendo de una clase de solfeo, cuando ve un cadáver en la calle y la persecución del asesino. En aquella sociedad vasca, donde explican que “la democracia llegó más tarde”, ¿el concepto de la muerte aparecía antes?

Sémper: Lo que se aprendía antes en Euskadi es que la muerte estaba vinculada a la violencia. En eso tenemos un máster. A mí me anunciaron que me querían matar, pero hasta ese momento no pensaba que me podía pasar a mí.

Madina: Cuando Borja y yo éramos niños, la información sobre asesinatos de ETA era constante y recurrente. La muerte estaba siempre presente. Esa era la atmósfera en la que crecimos muchos niños del País Vasco y afortunadamente ha quedado atrás. Fue la última anomalía democrática en Europa, persistía un terrorismo que mataba todo lo que podía.

 Pregunta: Uno de los implicados en el atentado de Eduardo iba a su instituto. El cura de su primera comunión, Borja, fue encarcelado por cobijar a un comando tras un atentado. Estaban muy cerca. ¿Sentían que eran menos que ellos?

Sémper: Siempre tuve claro que éramos más quienes estábamos contra la violencia, pero en los ochenta y noventa todo en Euskadi estaba contaminado por la persecución y tenían mucha más presencia quienes justificaban o relativizaban el terrorismo o la violencia callejera. Era mucho más cómodo para un cura acoger a un comando que mostrar compasión en público con la viuda. Era más cómodo porque te blindaba, te permitía no tener miedo.

Pregunta: Borja, cuenta en el libro que se sacó la licencia de armas y llegó a tener una en la mesilla de noche. ¿Le daba más miedo no tenerla que tener que usarla?

Sémper: (Pausa) Sí.

Pregunta: ¿Cuántos años tenía?

Sémper: Tenía 25 años y era un recurso psicológico para sentirme protegido. Sobrellevabas la situación a base de trucos y ese fue uno de ellos. Gregorio Ordóñez iba armado y lo mataron.

Pregunta: ¿Cuándo se deshizo de ella?

Sémper: No lo recuerdo. Después de que ETA dejó de atentar.

Pregunta: ¿Usted, Eduardo, se lo planteó?

Madina: No. Lo mío fue distinto porque no llegué a tener información relevante. Llegaron sin avisar.

Sémper sacó la licencia de armas después de que la Guardia Civil le informara de que habían estado a punto de matarle. La etarra llegó a la facultad, estuvo “codo con codo” con su objetivo, pero dudó de si le acompañaba un escolta y abortó el plan. El político del PP no se lo contará a sus padres hasta mucho después. Se enterarán por el libro de los otros dos intentos, cuando el nombre de su hijo aparece escrito en la tinta asesina de ETA. El 19 de febrero de 2002, la banda atenta contra Madina, entonces dirigente de Juventudes Socialistas. El joven, de 26 años, se ha levantado tarde para ir a trabajar y llueve mucho así que no mira debajo del coche. Un amigo le dirá en el hospital: “Joder, cuántas veces te avisé de que no te metas en política”. La amenaza terrorista provoca que no puedan salir solos de casa. Sémper tiene su primer escolta a los 19 años. Al principio, les da “vergüenza” ir a todas partes acompañados de esas sombras que protegen su vida. Hoy creen que sus guardaespaldas son “los grandes olvidados” del relato.

 Pregunta: ¿Se sintieron más acompañados después de la reacción ciudadana al secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco? ¿Qué cambió ese día?

Madina: El llamado espíritu de Ermua fue la contestación más masiva que hasta entonces se había conocido en la sociedad vasca y española. Mandaba un mensaje de ruptura definitiva con todo tipo de miedo y cautela. Creo que aquella energía cívica fue muy importante en la aceleración de todos los procesos de la primera década de siglo XXI y a mí me hizo sentir muy orgulloso. La sociedad vasca de los ochenta y principios de los noventa no te hacía sentir tan orgulloso, pero a partir de Miguel Ángel Blanco todo cambió. Gesto por la Paz había conseguido romper el hielo, crear el clima que hizo posible aquel salto cualitativo en términos de contestación social que supuso el asesinato de Miguel Ángel. Fue un antes y un después.

Pregunta: Borja, un guardia civil había llegado a decirle que cuando les mataban solo a ellos “el Estado podía asumirlo”.

Sémper: Sí. El Estado es muy fuerte, tiene capacidad de aguantar los ataques más furibundos, pero utilizando la retórica de ETA, aquello de la socialización del conflicto ensanchando el sufrimiento, matando primero a guardias civiles, luego a policías, ertzainas, militares, concejales, periodistas, fiscales, jueces, cocineros... terminó haciendo mucho daño a ETA.

Pregunta: Eduardo cree que se habría dedicado a la política aunque no hubiera existido ETA. Borja no lo tiene tan claro. Ambos explican que la dejaron por razones que no tienen que ver con el terrorismo. ¿Pudieron más las decepciones que el miedo?

Madina: No fueron decepciones, fue una decisión personal ante las decisiones que tomaba el PSOE. Quise tomar un camino profesional autónomo porque el proyecto que había ganado el liderazgo del partido tenía gente mejor para comprenderlo y llevarlo a cabo.

Sémper: Llegó un punto de agotamiento. No me veo preparado para la política actual. La relación con Edu no tiene tanto que ver con nuestra experiencia con la violencia como con una manera de entender la política: algo maravilloso, la vocación de compartir, de acordar. Discrepamos, pero con nosotros nunca ha sido problema. Cuando compartía una reflexión para ensanchar el debate surgían cafres a acusarte de impuro, decir que te salías del guión o que estabas vendido. En esa política yo no me siento útil.

Encuentros con ETA

Pregunta: Ambos cuentan en el libro que estarían dispuestos a hablar con ETA, pero con distintos interlocutores. Borja preferiría hablar con la etarra que le quiso matar. Eduardo, con los primeros dirigentes.

Sémper: Va por semanas. Algunas veces creo que me apetecería y otras que no es necesario, pero sí tengo alguna curiosidad, desde el punto de vista humano, por saber qué pasa por la cabeza de alguien que quiere matarte.

 Pregunta: ¿Para que le conociera, para que supiera quién es, o para hacerle preguntas?

Sémper: Para que me conociera no. Sería desde el punto de vista de la condición humana. No está entre mis prioridades, pero si se diera el caso probablemente no diría que no a ese encuentro.

Madina: A diferencia de los protagonistas de los encuentros restaurativos en la cárcel de Nanclares, cuyo icono es Maixabel Lasa, yo no siento mucho interés en los nombres propios del operativo que atentó contra mí. Sé quiénes son, les vi en el juicio en la Audiencia Nacional y no me interesan. Sí me interesa la construcción que acompañó a la ejecución de la violencia terrorista durante tanto tiempo, el entorno que fabricó aquella narrativa. Ahí sí tengo alguna conversación que me gustaría tener, pero, como Borja, no está entre las prioridades de mi vida.

Pregunta: ¿Por qué creen que el Gobierno de Rajoy zanjó los encuentros restaurativos entre etarras y víctimas? ¿Fue un error?

Madina: Recuerdo que cuando perdimos el Gobierno, a finales de 2011 y muy poco tiempo después del anuncio del cese definitivo de ETA, Alfredo Pérez Rubalcaba y yo tuvimos una conversación con la que iba a ser vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, para darles nuestra opinión sobre los encuentros y decirles que aquello no hacía mal a nadie. Finalmente, se tomó la decisión de no hacerlos más. No sé si fue una muy buena decisión porque no sé verle las consecuencias negativas a aquellos encuentros que resultaban útiles para las víctimas. Yo los habría mantenido.

Sémper: Creo que eran algo objetivamente bueno porque que se produjeran o no dependía de la voluntad de la víctima y porque si perjudicaban a alguien era a la propia ETA y a su legitimación desde dentro. Probablemente el contexto político, miedos, presiones y posiciones legítimas, pero que no comparto, provocaron que esa vía se paralizara.

 Pregunta: Cuenta Eduardo en el libro que en la primera legislatura de Zapatero, durante la negociación con ETA, los diputados del PP y del PSOE no se hablaban. ¿Aquello les distanció también?

Madina: Ahí no nos conocíamos tanto. Borja estaba muy centrado en el Parlamento vasco y yo estaba recién llegado a la política institucional. Fue una legislatura de alta temperatura, el proceso de paz elevó mucho la tensión, pero no creo que sea una legislatura que los protagonistas recuerden, en lo relativo a las relaciones de los unos con los otros, con mucho orgullo. De hecho sé que hoy algunos de ellos se llevan muy bien, empezando por Rajoy y Zapatero, que tienen una relación mucho mejor ahora que entonces.

Sémper: Yo entonces estaba en el País Vasco y aunque aquel clima contaminaba algo, nuestra relación con el PSE seguía siendo buena porque seguíamos en un momento muy jodido, con ETA activa y no teníamos demasiado tiempo para enfrascarnos en ese tipo de cosas.

 Pregunta: A Eduardo, un día que había una manifestación contra el Gobierno de Zapatero, un hombre lo increpó acusándole de estar cerca de los terroristas. A Borja la ultraderecha lo llamó filoetarra. En el libro reflexionan sobre el intento de reproducir ahora aquella división entre buenos y malos vascos aplicada a todos los españoles.

Sémper: Hay un riesgo en España y en otros países de nuestro entorno a que el nacionalpopulismo copie los peores usos y costumbres de los nacionalismos periféricos para segmentar a la población española entre puros e impuros en función de una serie de requisitos que ellos mismos han establecido para considerarte español de verdad o mediopensionista.

Madina: Siempre hay quien tiene tendencia a considerarse el guardián de las purezas y quienes se creen con el monopolio de cómo ha de sentirse una nación, una patria. Es un tipo de radicalismo porque las sociedades plurales son diversas y complejas.

El presente, la bronca política

Pregunta: Otegi acaba de decir que siente el sufrimiento de las víctimas de ETA y que nunca debió ocurrir. ¿Qué importancia le dan a esas palabras?

Madina: Siempre habrá quien considere que todos los pasos son insuficientes, pero creo que este es uno muy importante en la buena dirección.

Sémper: Es una buena noticia comparado con lo que decía hasta hace poco. Falta que la izquierda abertzale desmonte el discurso de odio y que haga cuanto esté en su mano para que no haya ongi etorri [recibimientos públicos a presos excarcelados].

Pregunta: ETA se disolvió hace diez años, pero sigue muy presente en la bronca del Congreso. ¿Qué se les pasa por la cabeza cuando escuchan ese tipo de discursos?

Madina: Escucho a dirigentes criticar la posición del PP vasco, dando lecciones, y siento indignación y asombro porque a algunos los vi por allí, pero a otras no.

Pregunta: ¿Se refiere a Cayetana Álvarez de Toledo [la diputada del PP acusó a los populares vascos de “tibieza”].

Madina: Son varios. He discrepado mucho con dirigentes del PP vasco, también con Borja, y a veces con mucha intensidad, pero estábamos en la misma barricada. ETA se ha convertido en una especie de icono en la conversación política, pero quien conoce el asunto no lo banaliza.

Pregunta: Se habla de ETA hasta en debates sobre coronavirus.

Sémper: ETA no puede ser protagonista de la dialéctica política para tirarse los trastos a la cabeza entre demócratas. Lo que deberían estar haciendo es construir un discurso superador y desligitimador que nos una a todos.

Pregunta: Ambos explican en el libro que no tienen problema con la presencia de Bildu en el Congreso, pero sí con su influencia en la gobernabilidad. En la convención del PP, Casado les comparó con los terroristas de Bataclan. ¿Son comparables?

 Sémper: Yo no puedo más que aceptar inequívocamente lo que ha dictaminado el Tribunal Constitucional, que legalizó a EH Bildu. El mundo de la izquierda abertzale representa una parte muy oscura de la democracia española y probablemente, si para su legalización hubieran tenido que cantar el himno de la Legión lo habrían hecho. Una vez que eso se produce operan en el Congreso y las instituciones con la misma legitimidad que los demás. Me gustaría que no fueran un actor relevante en lo que afecta a la gobernabilidad de mi país, pero eso no quita para que yo acepte con normalidad que Bildu opere en el Congreso de los Diputados y tenga su interlocución entre partidos. Y puedo tener la mayor censura ética hacia quienes han tenido un recorrido determinado, pero los diputados no han entrado en una discoteca con un fusil, no les puedo equiparar a los terroristas de Bataclan.

Madina: En las calles y en las instituciones que nosotros soñamos para el País Vasco cuando reivindicábamos que había que acabar con el terrorismo siempre había sitio para todo el mundo. La diferencia es que en las calles e instituciones que ellos, ETA y su entorno, soñaban no había un sitio para nosotros. Rubalcaba utilizó durante mucho tiempo una frase mágica: ‘o bombas o votos’. En el campo de los votos tienen que tener un espacio, otra cosa es que formen parte de una lógica en la que no están. Yo nunca les metería en lógicas de gobernabilidad de España.

Memoria y futuro

Pregunta: En el libro comparan el secuestro y el asesinato de Miguel Ángel Blanco con el de Federico García Lorca y Eduardo cuenta que cuando tenía 14 años y le preguntó a su abuelo por la Guerra Civil, este le preguntó qué sabía él. Ahora hay jóvenes que nos saben quién fue Miguel Ángel Blanco y un plan, muy cuestionado por la derecha, para que la represión franquista se enseñe en las escuelas. ¿España tiene un problema de memoria o de conciencia? ¿Por qué resulta tan problemático hablar del pasado?

Madina: España tiene un problema con la memoria de los hechos más traumáticos del pasado. Corremos demasiado rápido a pasar página y el pasado tiene a veces lecciones que extraer para construir un proceso mejor. Yo acabé el instituto y estudié Historia Contemporánea en la universidad y nadie me explicó la Guerra Civil. Mi abuelo quería saber qué conocimiento teníamos de hechos que marcaron su vida. A mí esa pregunta me gustaría hacérsela algún día a Unax [su hijo] para que me cuente él a mí dentro de 15 años qué nos pasó en Euskadi.

Pregunta: ¿Les produce amargura que muchos jóvenes no sepan quién fue Miguel Ángel Blanco?

Madina: El motivo del libro es ese, hacer una aportación a la memoria porque existe un riesgo claro de olvido. En sociedades que han pasado traumas de esta naturaleza el olvido es un atajo que no conduce a ningún lado. Las sociedades que se construyen de una manera sólida son aquellas que lo hacen sobre el recuerdo y la memoria. Algo va mal cuando la gente más joven no conoce diez años después esa realidad.

Pregunta: ¿Y cómo se evita?

Sémper: Al final cada uno en su ámbito de responsabilidad puede hacer algo. Nosotros hemos hecho este libro que no pretende señalar a nadie aunque si alguien de nuestra generación se asoma a él es probable que se sienta incómodo, que se haga preguntas. Y sobre todo sirve para explicar a la gente joven que esto sucedió en una sociedad con niveles de renta más que notables, porque incluso en esas circunstancias puede prender la llama del totalitarismo, con lo cual no estamos inmunizados. Eso nos obliga a estar siempre alerta.

Pregunta: ¿Cómo creen que será la conversación de sus hijos sobre ETA dentro de 10 años? ¿Cómo les gustaría que fuera?

Madina: Me gustaría que fuera una conversación con conocimiento.

Sémper: Nuestra responsabilidad es transmitirles bien los hechos y que hay actitudes que están mal independientemente de quien las haga, esté en tu órbita ideológica o más lejos."            (Natalia Junquera,  El País, 20/10/21)

27/10/21

“El paso del franquismo a la democracia ha ido acompañado de la extensión del miedo en la sociedad vasca, miedo manifestado en la inhibición moral generalizada ante la violencia, en la insolidaridad colectiva ante la muerte, en la aceptación silenciosa del algo habrá hecho que culpabilizaba a cada víctima precisamente por haber sido asesinada, en el drama de los allegados de muchos asesinados pidiendo a ETA pruebas de sus acusaciones para evitar que la infamia se extienda a toda la familia”

 "(...) ETA dejó de matar hace 10 años, pero el discurso y la retórica y las justificaciones que sostuvieron durante tanto tiempo su actividad terrorista siguen circulando por las venas de amplios sectores de la sociedad vasca, y todavía hay quienes conservan esa jactancia que les permite actuar ante los que siguen considerando enemigos como perdonándoles la vida. No es fácil quitarse de encima el odio que se fue alimentando con tanto fervor, y hará falta todavía mucho tiempo. (...)

La profunda degradación que produjo la barbarie etarra en el País Vasco tras la conquista de la democracia la resumió bien el director del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, Florencio Domínguez, en un texto que escribió para un volumen colectivo sobre la violencia política en la España del siglo XX. 

 “El paso del franquismo a la democracia ha ido acompañado de la extensión del miedo en la sociedad vasca, miedo manifestado en la inhibición moral generalizada ante la violencia, en la insolidaridad colectiva ante la muerte, en la aceptación silenciosa del algo habrá hecho que culpabilizaba a cada víctima precisamente por haber sido asesinada, en el drama de los allegados de muchos asesinados pidiendo a ETA pruebas de sus acusaciones para evitar que la infamia se extienda a toda la familia”. 

Las cosas han ido cambiando desde hace 10 años, pero retirarse de una atmósfera envenenada por el terror es una tarea que exige generosidad y valentía, y entender que hay que romper con la rutina heredada de la lucha contra el otro.

“Es preciso otorgar todo su peso a la evidencia de que la patria es rigurosamente un Yo, y el más prepotente y desaforado de todos ellos”, escribió Ferlosio en unas notas sobre el terrorismo. Y apuntaba: “Para dar realidad a la Causa y hacer verdadero su dios, nada mejor que una buena carga de hechos, y de entre los hechos, nada mejor que una buena carga de muertes”. Así operó ETA a lo largo de mucho tiempo.(...)"                    (José Andrés Rojo, El País, 22/10/21)

25/10/21

Jon Viar (director de 'Traidores'): "ETA es una escisión del Partido Nacionalista Vasco, que tiene de izquierdas lo que yo de obispo"... El acierto que tienen es que son capaces de disfrazar su xenofobia diciendo que los españoles son colonizadores y que ellos son los colonizados... el mundo abertzale lo único que quiere socializar es el sentimiento nacionalista, y posteriormente el sufrimiento. Nunca fueron socialistas. Son y siguen siendo nacional-socialistas... ese delirio según el cual los “otros” nos odian – se transmite en el entorno familiar, en el colegio, la Universidad, el bar, los medios de comunicación locales… Está ahí... ETA surge de eso, amparada por la Iglesia vasca, cómplice clave en esta tragedia... cada vez que estoy en el País Vasco me encuentro con gente que no quiere ni hablar del tema. Supongo que es un mecanismo de supervivencia... los “equidistantes” van ganando... pero cuando Mientras Melitón Manzanas torturaba a José Luis López de Lacalle, a José Ramón Recalde, a Ramón Rubial o a Tomás Tueros, Carlos Garikoetxea – hoy en Bildu – era Presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Navarra... era franquista... Estos mismos son los que llaman fachas a los que fundaron el Foro Ermua (todos ellos antifranquistas)... Hoy miles de vascos que votan a Bildu y creen que tienen “derecho a decidir” sobre el territorio político, que es de todos. Creen que pueden convertir a su vecino en un extranjero, creen que pueden levantar una frontera étnica... Hoy tenemos que asumir que la segunda fuerza política del Parlamento Vasco es una coalición formada mayoritariamente por un partido que siempre aplaudió el tiro en la nuca... digo claramente: no en mi nombre

 "Jon Viar nace en 1985 en Bilbao. Se doctora en Estudios Lingüísticos, Literarios y Teatrales por la Universidad de Alcalá. En 2017 realiza Derbi, corto con el que ganó el premio a la mejor interpretación masculina en la XX Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid. En 2020 estrena Traidores, y hace unos días recibió el Premio Mejor Largometraje 2021 PNR del Festival del Cine de Madrid. Esta noche la película se estrena en La 2 de RTVE, coincidiendo con el décimo aniversario del fin de ETA. Conversamos con él sobre esto último, sobre la película, la memoria y la convivencia en el País Vasco.

 Pregunta: Comencemos por Traidores. No voy a pedirle que explique de qué va la película porque sospecho que comparte eso que suele repetir David Lynch en las entrevistas -la explicación es la propia película-, así que vayamos al proceso, que en este caso también revela cosas interesantes. ¿Cómo fue?

 Respuesta: El proceso ha sido un calvario, un desgaste personal enorme. He soportado estoicamente todas las intemperancias que puedas imaginar y me parece un milagro haber acabado la película. No voy a dar más detalles. Tiene gracia que menciones a Lynch pues hace poco volví a ver Wild at heart y pensé de nuevo en cómo la madre miente a la hija. Mi película tiene que ver con eso. Decía Bergman que todo el proceso de producción de sus filmes era siempre un horror. 

En mi caso - como siempre, sin apenas dinero - tuve que ir rodando en mis ratos libres durante cinco años. Siempre quise contar esta historia pero tenía dudas respecto a algunas cuestiones formales. Al principio no pensé que el guión tuviera que ser tan personal pero algo me perturbaba y volví a ver algunas películas de Alan Berliner - Nobody´s business varias veces - y El desencanto de Jaime Chávarri. Entonces cambié de opinión. Mi cambio respecto a la mirada sobre la película no parecía convencer a nadie pero ya lo tenía claro. Al digitalizar algunas imágenes de mi infancia – empecé a grabar con mi cámara al cumplir trece años - entendí que Traidores era la historia de un niño que hereda el trauma de su padre. 

Con apenas ocho años descubrí que mi padre fue de ETA y eso cambió mi vida para siempre. El cine me salvó la vida. Después el teatro. Gracias a las películas, a los libros y a las conversaciones con algunas personas como mi propio padre, pude soportar la ignominia en la que vivíamos. Decía Ionesco que la tragedia del hombre es ridícula y no le faltaba razón. Tuve una adolescencia convulsa pero con fuertes valores éticos en mi entorno familiar. Las lecturas de Sebastian Haffner, Amos Oz e Imre Kertész y las películas de Lubitsch y Woody Allen me salvaron. Leer y ver cine fue mi mecanismo para hacer soportable lo real.

 Dice que es “la historia de un niño que hereda el trauma de su padre”, y en cierto sentido las declaraciones de Mikel Azurmendi, Jon Juaristi o tu propio padre -el episodio de La Bolsa de Bilbao- son la explicitación de varios traumas. En Derbi, su corto de 2018, se adivina también algo así en los momentos de duda. ¿Puede ser precisamente esta incapacidad para reflexionar sobre las obras propias y experimentarlas como algo traumático la esencia del militante fanático?

Derbi es un cortometraje inspirado en unos hechos reales ocurridos en Guipúzcoa en 1976. Es una tragicomedia. El protagonista tiene dudas pero está preso por un discurso político. El fanático se debe al discurso político - por el que debe luchar de forma literal - o por un relato familiar de agravio. Es como si tuviera una deuda moral que solo puede saldar matando. Creo que el fanático, aunque sea muy ignorante, sabe el daño que causa, es plenamente consciente, pero su deuda - con la patria, la revolución, Dios o lo que sea – es más fuerte que su humanidad.

 El que se crea capaz de todo por perseguir un ideal es un peligro público. Personalmente no tengo nada en contra de quien quiera dar su vida por la patria. El problema son los que quieren dar la vida de los demás por la patria. Siempre me ha provocado pavor el predicador de la pureza ideológica. La gran cuestión es; ¿qué podemos hacer ante los fanáticos? Lamentablemente no tienen sentido del humor. La respuesta no puede ser la servidumbre voluntaria. Pongamos un espejo ante el fanático, solo habrá un terrible vacío. Eso es lo que intenté en Derbi.

 Hay un momento muy intenso en la película, cuando Mikel Azurmendi explica que participó en una votación organizada por Julen Madariaga en la que había que decidir si asesinaban o no a Patxi Iturrioz, dirigente de ETA que estaba enfrentado a la corriente más nacionalista. “Eso es muy duro”, dice. Una de las personas que participó en la votación se suicidó poco después. Mikel participó en la votación y después dedicó su vida a contar todas estas cosas. ¿Cree que tiene sentido el concepto ‘arrepentimiento’ en un contexto no religioso? ¿Se puede llegar a saber en qué consiste el arrepentimiento, y si es o no sincero?

El arrepentimiento es un acto estéril, casi ridículo. Desconozco la etimología pero es inquietante: “arrepentí” – “miento”. ¿Es verdadero? ¿Tiene un sentido religioso? El asesinato será pecado para un religioso. Para los ateos como yo es un acto irreversible. El lenguaje no sirve para explicar el horror porque la tragedia es inabarcable. No hay palabras para explicar ese sinsentido. ¿De qué sirve arrepentirse? Mi padre habla siempre de rectificación, nunca de arrepentimiento.

 El perdón es necesario en la vida cotidiana, no es un concepto cristiano exactamente. Mi padre entiende que el perdón tiene límites. Si mato a tu hijo, ¿cómo voy a pedirte perdón? Es un acto absurdo. En la película se muestra el dolor de mi padre al desprenderse de la carga afectiva que la ideología nacionalista tuvo para él. Por esa fortísima ligazón, esa deuda simbólica con sus padres, mi padre se vio obligado a corresponder con un relato familiar. Militar en ETA era la forma más digna para él de recuperar la honra de la familia. 

Lo que me sorprende es que muchos de los que elogian la Vía Nanclares – que me parece una iniciativa magnífica – desprecian tanto a los “traidores” que aparecen en mi película. En el País Vasco te perdonan que salgas de ETA, incluso que critiques sus medios. Lo que la doxa construida en los medios y la Educación no te permite es que salgas del nacionalismo. Y lo critiques. La ideología nacionalista es el dogma intocable.

El Pueblo por encima de los ciudadanos, lo abstracto antes que lo concreto, antes que las vidas concretas. ¿No cree que ese Pueblo recoge también una aspiración de la izquierda, no sólo del nacionalismo? ¿Que hubo gente que entró en ETA por ligazón con valores de la izquierda? 

Volvemos a lo mismo: ETA es una escisión del Partido Nacionalista Vasco, que tiene de izquierdas lo que yo de obispo. José Antonio Etxebarrieta – que fue hermano de Txabi y abogado de mi padre en el proceso de Burgos – intentó elaborar una teoría ideológica que casara el aranismo con otras corrientes ideológicas de extrema izquierda que estaban en boga en ese momento, tras la guerra de Argel, los procesos de descolonización etcétera. El acierto que tienen es que son capaces de disfrazar su xenofobia diciendo que los españoles son colonizadores y que ellos son los colonizados.

  Azurmendi me comentaba - en una de las entrevistas que le hice - cómo realizó un estudio marxista en 1969 que explicaba que era al revés; éramos los vascos quienes de algún modo habíamos colonizado al resto de España. Él se propuso demostrar que Euskadi no era una colonia, lo que suponía desmentir las tesis de ETA. Azurmendi sabía por ese estudio que la acumulación del capital vasco era fundamental en España. La mano de obra que llegó al País Vasco del resto de España desde el siglo XIX fue descomunal. Este estudio de Azurmendi desconcertó a mucha gente al entender que Euskadi no es una colonia de España. Por el contrario, explicaba, Euskadi se ha servido de los españoles para su industrialización y su progreso. 

Para Azurmendi “España es parte de las burguesías colonizadoras que colonizan al pueblo para hacer un Estado propio, que es España. Y por tanto la justicia social debe emanar de cambiar las cosas en España” y no independizarse. En la VI asamblea, que es en ese año 1969, esas tesis, muy bien trabajadas, no son aceptadas por la mayoría de ETA. Los defensores de estas tesis son expulsados de ETA y acusados de “españolistas”. Ahí comienzan las amenazas. 

A Azurmendi le visitaron once personas para extorsionarle. Le torturaron, pues querían saber dónde estaban las armas. Ten en cuenta que mucha gente de ETA se va con él, aburridos ya del etnicismo. Lo que trato de decirte es que el mundo abertzale, lo único que quiere socializar es el sentimiento nacionalista, y posteriormente el sufrimiento (recuerda la ponencia Oldartzen). Nunca fueron socialistas. Son y siguen siendo nacional-socialistas.

 Hace unos días Traidores recibió el Premio Mejor Largometraje 2021 PNR del Festival del Cine de Madrid. En 2018 el Gobierno vasco, a través de Aintzane Ezenarro, Directora del Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos, denegó la subvención a Traidores porque “no aborda la recuperación de la memoria democrática de Euskadi. No aborda temáticas relacionadas con la recuperación de la memoria histórica y la clarificación de la verdad de la memoria reciente, desde la perspectiva de defensa de la democracia y los derechos humanos. ¿Piensa que esto va en la línea de ese otro mensaje de Gogora en el que se afirma que “la memoria es poliédrica”?

Cuando comenté a algunos amigos de Madrid que Gogora se negó a apoyar económicamente mi película, se mostraron sorprendidos. Obviamente no se han enterado de lo que ha pasado en el País Vasco, no imaginan la magnitud de la mentira. Gogora depende de Ezenarro (Aralar) y de Jonan Fernández, que fue dirigente de Herri Batasuna y uno de los principales artífices de la extorsión al Estado con el tema de la autovía de Leizarán. En mi película, mi padre cuenta que fue detenido y torturado por la Brigada Político-Social en 1969 y juzgado en el proceso de Burgos.

 Yo mismo califico a Melitón Manzanas como “torturador” (pues lo era), explico que el franquismo fue una dictadura criminal, siniestra, y también hablo del terrorismo de Estado perpetrado por los GAL (que condeno sin ningún tipo de matices). Sin embargo, Gogora hará todo lo posible por ignorar Traidores porque voy a la raíz del problema: el nacionalismo. En otras palabras: el terrorismo es la consecuencia de un discurso político basado en una mentira transmitida de padres a hijos, según la cual los vascos fuimos colonizados y oprimidos por los españoles. 

El discurso sabiniano se basa precisamente en una idealización de un pasado que nunca existió. Y ETA surge de eso, amparada por la Iglesia vasca, cómplice clave en esta tragedia. Mi padre me dijo una vez que la familia es una estructura neurótica. He pensado mucho en esto. En el fondo, ETA es la consecuencia de la mentira paterna. ETA son los padres.

Es imposible no pensar en ese because our fathers lied de Kipling, que después adaptaría Juaristi a nuestro contexto. ¿No cree que eso valdría para el nacionalismo, pero que para el terrorismo hace falta algo más que las mentiras familiares?

Obviamente, la mentira familiar no lo es todo. Pero siempre que hay una gran mentira en una familia, hay un drama. Vuelvo al ejemplo de El desencanto de Jaime Chávarri o Capturing the Friedmans. Son dos documentales que van sobre eso. La mentira acaba provocando una psicosis. Piensa en Hamlet - que está más cuerdo de lo que todos creen, pero acaba volviendo loca a Ofelia - o en la Edipodia, pues la maldición de los Labdácidas comienza con el crimen cometido por Layo (el padre de Edipo). La mentira acaba estallando en sus vidas y es irreversible.

 El problema es más profundo. Pero esa mentira - esa idealización del pasado, ese delirio según el cual los “otros” nos odian – se transmite en el entorno familiar, en el colegio, la Universidad, el bar, los medios de comunicación locales… Está ahí. Siempre me acuerdo de “Historia de un alemán”, de Sebastian Haffner. Creo que debería ser de lectura obligatoria en los colegios. Los nazis llegaron al poder precisamente por la debilidad política de la República de Weimar.

 Pues habrá que explicar que no todas las ideas son respetables en democracia. Ya lo dijo Mario Onaindía pero no le escucharon. ¿Pero cómo vamos a combatir el racismo de los independentistas si una parte de la izquierda asume su principal reivindicación, que es el mal llamado “derecho a decidir”? Hemos visto el procés, el brexit y otros fenómenos populistas de derechas. Muchos creen que el repliegue identitario es la solución a sus problemas. Creo que se equivocan. Y hay que dar una respuesta democrática.

Tres años después vemos cómo el Gobierno vasco y una parte importante de los medios -de alcance regional y nacional- se vuelcan con otras películas que al parecer sí abordan la memoria de manera adecuada. ¿Cree que la sociedad y sus instituciones premian los enfoques más cómodos, más positivos y optimistas sobre ETA, los efectos del terrorismo y sus apoyos?

Quiero mostrar mi más sincero respeto por otras miradas. La película de Maixabel me parece muy digna y contribuye a denunciar la mafia que fue ETA pero apenas habla de las causas del terrorismo, que son ideológicas. Yo mismo hice un pequeño papel como actor en La línea invisible y pude ver Patria, que es un caso muy particular, debido al éxito de la novela. El problema es que mi película va a la contra del discurso dominante que pretende blanquear a Bildu. 

Es curioso pues durante décadas los nacionalistas – democráticos y no democráticos - nos decían que había que negociar con ETA. Decían que la solución no podía ser policial y judicial, que había que sentarse a negociar para que dejaran de matar. Querían acabar con ETA de una manera muy peculiar: dándole la razón. Ahora, sin embargo, al hablar de memoria, nos aturden con “múltiples violencias”. Afirman que ETA fue mala pero que hubo muchas más violencias. Es una manera de decir que todos fuimos culpables de un “conflicto” de origen divino. 

En el fondo, si todos fuimos culpables, nadie lo fue. En realidad, el nacionalismo institucional entiende que ETA fue mala solo por los medios que utilizó, y no por los fines. Aún recuerdo aquellas declaraciones de Ardanza explicando que “de ETA nos separan los medios y los fines”. Ardanza era un demócrata y lideró el Pacto de Ajuria Enea. Después llegó Ibarretxe con el Pacto de Lizarra y la deriva del PNV hacia la extrema derecha sabiniana; el regreso al origen. 

Y entonces se produjo la fractura social que vivimos, con toda la oposición condenada a muerte y con escolta policial. Ahora no hay fractura social porque sencillamente no hay oposición. Obviamente sabes que hay un consenso sobre el final del terrorismo que consiste en elogiar a Bildu para que se desmarque de su pasado. En ese sentido mi película es incómoda porque muestra ese pasado.

 Su película se rebela, y en ese sentido enlaza con lo que comentaba antes, contra la mentira. Ya no es una mentira privada sobre un pasado glorioso que en realidad nunca existió, sino una mentira pública sobre un pasado terrible que se pretende que fue algo abstracto, impersonal. Cuando alguien denuncia esta mentira institucional siempre se deja caer eso del “relato desde fuera”. Usted vive ahora en Valladolid pero has crecido en el País Vasco y conoce bien este entorno y este clima. ¿Cómo lo valora?

 Decía Unamuno que el mundo entero es un Bilbao más grande. Quizá tuviera razón. Siempre he pensado que el problema vasco es el problema de la condición humana. Ante una amenaza criminal, la mayoría social no se posiciona a favor de los terroristas pero también tiene mucho cuidado de no posicionarse claramente en contra. Supongo que es un mecanismo de supervivencia.

 Hace una década que acabó el terrorismo etarra pero cada vez que estoy en el País Vasco me encuentro con gente que no quiere ni hablar del tema. Y si lo hacen, en algunos casos te justifican parte de la historia de ETA. En eso que llaman la batalla del relato, los “equidistantes” van ganando. Mira la campaña orquestada contra el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, uno de los mayores expertos en la historia de ETA (junto con Rogelio Alonso y Florencio Domínguez). Le han acusado de franquista por decir que Melitón Manzanas fue “asesinado” y que Txiki y Otaegui fueron “ejecutados”. Ni siquiera distinguen lo que es una banda terrorista de un Estado – aunque fuera totalitario como el franquista – que “ejecuta” una sentencia.

 Mi propio padre fue condenado a treinta años de cárcel en el juicio farsa del proceso de Burgos, no voy a explicar esto más... Lo que tiene algo de ironía trágica es saber que los que ordenaron el asesinato de Manzanas han sido después los mayores defensores de la Constitución española y el Estatuto de Gernika. Paradójicamente, Mario Onaindía y Teo Uriarte son las personas más odiadas por el nacionalismo vasco. Te diré más: la persona que disparó a Manzanas militó en Euzkadiko Ezkerra y tuvo que exiliarse pues los abertzales quemaron su cafetería en dos ocasiones. 

Ahora la televisión pública vasca y otros muchos personajes se ensañan contra Soldevilla porque dicen que Txiki y Otaegui fueron ejecutados. ¿Por qué se ensañan con él? Necesitan mantener la ficción del “conflicto” para sentirse bien moralmente. Prefieren pensar que hubo dos bandos muy malos y que ellos están en medio de tantas “violencias” a darse cuenta de que con su equidistancia están banalizando la magnitud del horror que supuso ETA. Y no me refiero solo a los crímenes.

 ETA ha conseguido reforzar la hegemonía nacionalista. Todos lo sabemos. Estos “equidistantes” - profesionales de la negociación, mediación de conflictos o como quieran llamarse – entienden que los movimientos cívicos que surgieron tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco son la otra cara del radicalismo. De hecho dedican más tiempo a denostar a los que se opusieron a negociar con ETA que a los propios etarras. Es todo tan cutre…

Los puentes. Llevamos años oyendo hablar de los puentes. ¿Cree que la convivencia en el País Vasco depende de tender puentes con todos, de “aprender a vivir entre diferentes”? ¿Todos hemos cometido errores y todos hemos sufrido, como se suele decir?

Ese es el discurso oficial del nacionalismo institucional pero también de una parte de la izquierda. Nos hacen esas preguntas como si hubiese un conflicto armado entre dos bandos, luego empiezan a hablar de “empatía” y “resiliencia” y otras cursilerías. No tengo tiempo para comentar estas memeces así que seré conciso. Opino que los únicos que tienen que aprender a convivir son los que han justificado y aplaudido el asesinato durante décadas.

 Yo no tengo que reconciliarme con nadie porque siempre me he opuesto radicalmente a cualquier ilegalidad – independientemente de quién la cometa o quién sea la víctima - y siempre defenderé el pluralismo político. No tengo ningún problema en convivir con personas de cualquier ideología siempre que respeten los derechos humanos. ¿Pero cuál es el asunto de fondo que quieren que ignoremos? Hay gente que dio la cara contra el franquismo y después contra el terrorismo etarra. Y hubo otra mucha gente que vivió muy bien con Franco y después con ETA. 

 Mientras Melitón Manzanas torturaba a José Luis López de Lacalle, a José Ramón Recalde, a Ramón Rubial o a Tomás Tueros, Carlos Garikoetxea – hoy en Bildu – era Presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Navarra. Es patético ver a tanta gente que va de nacionalista o de progre pero que fue franquista y vivió muy bien en la dictadura, ostentando cargos institucionales incluso. 

Estos mismos son los que llaman fachas a los que fundaron el Foro Ermua (todos ellos antifranquistas). La librería LAGUN es el claro ejemplo de resistencia pues sufrió ataques durante décadas. Primero fue atacada por Guerrilleros de Cristo Rey, después por los abertzales, que siempre han sido sus parientes ideológicos.

Cuando hemos hablado alguna vez sobre la cuestión, siempre ha insistido en que todo pasa por la educación. Por el trabajo que se puede hacer en las escuelas. ¿Tiene esperanza en ese sentido?

No tengo ninguna esperanza en este sentido. El Estado ha renunciado a estar presente en el País Vasco. Hace poco el joven líder de las Juventudes Socialistas de Euskadi, Víctor Trimiño, denunció públicamente el blanqueamiento de Bildu. Trimiño es una persona honorable y me consta que tiene respaldo dentro de su partido (conozco a gente del PSE y me parecen admirables) pero hay que apoyarle para que su discurso se escuche claramente en el País Vasco y Navarra. Mi película es un ajuste de cuentas con la historia, desvelar secretos de familia. La mentira paterna se ha mantenido. 

 Hoy tienes a miles de vascos que votan a Bildu y creen que tienen “derecho a decidir” sobre el territorio político, que es de todos. Creen que pueden convertir a su vecino en un extranjero, creen que pueden levantar una frontera étnica. Algunos, incluso, creen que su ideal de identidad, territorio o patria está por encima del derecho a la vida de los demás. 

¿Qué hacer? En mi opinión, las competencias de Educación y las políticas de memoria no pueden estar en manos de personas como Ezenarro y Jonan Fernández. O nos tomamos esto en serio o veremos a Otegi de lehendakari. Y honestamente, la izquierda oficial en nuestro país no está a la altura de la situación. Espero que esto cambie cuanto antes y que la izquierda defienda la igualdad frente a la superstición identitaria.

¿Y en la política? ¿Cree que es posible una especie de reconfiguración de los bloques actuales en el País Vasco que sitúe a la izquierda abertzale y su discurso en los márgenes, o crees que primará la configuración de bloques sobre la base de los pares izquierda y derecha?

Es imposible deslegitimar a una fuerza política como Bildu, claramente nacional-populista y criminógena, cuando un expresidente del Gobierno como Zapatero asegura que son demócratas y “hombres de paz”. La operación de blanqueo comenzó hace muchos años. Revertirla será difícil. Yo lo intento modestamente con mi película pero no seamos ingenuos. 

Para esa reconfiguración que tú propones, en mi opinión, la primera medida sería la recuperación de las competencias de Educación. Después habría que facilitar el regreso de los miles de exiliados producidos por la presión del nacionalismo étnico y la opresión del terrorismo. Hay que acabar con la discriminación que supone la obligatoriedad del euskera para trabajar en la función pública. Honestamente, a día de hoy no hay voluntad política para hacer esto que propongo. 

Lo más grave es que no hay un plan a medio plazo para desmontar las falacias del independentismo. El pragmatismo del día a día y el aburrimiento dominan la política vasca. Hoy tenemos que asumir que la segunda fuerza política del Parlamento Vasco es una coalición formada mayoritariamente por un partido que siempre aplaudió el tiro en la nuca. Y muchos se empeñan en blanquear a Bildu por diversos motivos. Yo acuso. Y digo claramente: no en mi nombre."              

(Entrevista a Jon Viar (director de 'Traidores'), Óscar Monsalvo, Vox Populi, 20/10/21)