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8/6/24

Enric Juliana: Doce años después de 2012, de cuando Artur Mas, las posiciones nominalmente independentistas dejan de tener mayoría absoluta en la cámara catalana. Se abre una nueva etapa... Hay números para un nuevo tripartito de izquierdas, pero ese gobierno no se dará... El batacazo de Esquerra Republicana es colosal y aún no conocemos sus consecuencias. Ni las conocen ellos mismos... Con estos números, el independentismo difícilmente puede acabar forzando una repetición de los comicios. Illa podría obtener un resultado arrollador en octubre... La elevada abstención (42%) ha castigado esta vez a los independentistas. Sólo Junts levanta cabeza después de su regreso a las fuentes de Convergència, de la mano de la patronal Foment y del propio Jordi Pujol... Hay cansancio. Hay un profundo cansancio. Ni siquiera Aliança Catalana, el experimento de extrema derecha impulsado desde Ripoll, ha conseguido transformar ese cansancio en un resultado sorpresa, como auguraban algunos sondeos... Más derecha y menos independentismo... La izquierda irradiada desde 2014 por el fenómeno Podemos baja. Es el signo de los tiempos. Es el signo de Europa... El PP obtiene un muy buen resultado y logra sobrepasar a Vox... Pero atención: Vox no baja y consolida sus once diputados. Vox y Aliança Catalana, la Liga Norte de Ripoll, suman más de trescientos mil votos... Respiro para Pedro Sánchez en uno de los momentos más difíciles de su carrera

 "Gana Salvador Illa y el independentismo no alcanza la mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya por primera vez desde 2012, cuando Artur Mas, en plena crisis económica, adelantó las elecciones con la divisa del soberanismo. Moisés llamaba al pueblo catalán a un nuevo destino. (Mosaico era el gesto de Mas en los carteles de aquella campaña). Doce años después, las posiciones nominalmente independentistas dejan de tener mayoría absoluta en la cámara catalana. Se abre una nueva etapa.

Illa gana y muy teóricamente podría gobernar con el apoyo de Esquerra Republicana y los Comuns. Sería el tercer tripartito. La posibilidad aritmética de esa alianza estuvo bailando durante toda la noche y en el tramo final del escrutinio, el PSC recuperó un escaño por Lleida que facilita la suma de 68 diputados por parte de las izquierdas catalanas, a la espera del recuento definitivo.

Hay números para un nuevo tripartito de izquierdas, pero ese gobierno no se dará

Aunque los números existen, ese tercer tripartito no se va a formar. El batacazo de Esquerra Republicana es colosal y aún no conocemos sus consecuencias. Ni las conocen ellos mismos en estos momentos. Puede abrirse una crisis importante en el interior de ese partido, históricamente propenso a las divisiones internas. En su primera comparecencia pública, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, el hombre que ha conducido a su partido al desastre al adelantar temerariamente las elecciones, anunció que ERC pasará a la oposición.

En los próximos días y semanas se irá conociendo cuál es la posición de Esquerra ante la investidura. En su primera comparecencia pública, Carles Puigdemont dijo que no desea una repetición electoral. Es poco probable que ERC la desee. Los efectos de una repetición de las elecciones podrían ser catastróficas para los partidos que decidiesen bloquear la legislatura. El bloque independentista suma 61 diputados. Cincuenta y nueve escaños si excluimos a Aliança Catalana, con la que Junts, ERC y CUP dicen no querer pactar. Con estos números, el independentismo difícilmente puede acabar forzando una repetición de los comicios. Illa podría obtener un resultado arrollador en octubre.

El independentismo no suma mayoría en el Parlament, este es el dato clave de la jornada

La elevada abstención (42%) ha castigado esta vez a los independentistas. Sólo Junts levanta cabeza después de su regreso a las fuentes de Convergència, de la mano de la patronal Foment y del propio Jordi Pujol, que cerró la campaña con una significativa grabación en la que el histórico emblema de CDC aparecía en un ángulo de su despacho.

La repetición electoral no está en la agenda de la patronal Foment, entidad empresarial que diez días antes de iniciarse la campaña efectuó un gesto inequívoco al visitar a Puigdemont en el sur de Francia. Preside Foment, Josep Sánchez Llibre, ex diputado de CiU en el Congreso de los Diputados durante seis legislaturas, escuela democristiana. Sánchez Llibre no acudió sólo a la cita con el expresidente de la Generalitat en territorio francés, puesto que le acompañaba buena parte de la junta directiva de la principal organización patronal catalana. Un gesto inequívoco.

El batacazo de ERC es tan tremendo que puede cambiar todo el cuadro político

La consolidación de Junts en la pila bautismal de CDC y el enorme batazaco de ERC introducen otra novedad importante: la insomne pugna entre convergentes y republicanos, iniciada hace veinte años tras la retirada de Jordi Pujol, puede estar resolviéndose a favor de los primeros. Posiblemente se ha resuelto ya a favor de los primeros. Anoche Puigdemont se refirió a la necesidad de restablecer marcos unitarios del independentismo, esto es, colocar a la disminuida ERC bajo su órbita.

¿Vuelve Convergència? Vuelve el espíritu de Convergència sin renunciar a la retórica independentista. Esa retórica es hoy como la fruta confitada en la coca de Sant Joan. Da color y sabor.

Hay cansancio. Hay un profundo cansancio. Ni siquiera Aliança Catalana, el experimento de extrema derecha impulsado desde Ripoll, ha conseguido transformar ese cansancio en un resultado sorpresa, como auguraban algunos sondeos. La Liga Norte de Ripoll sólo consigue dos diputados, uno por Girona y otro por Lleida. Una repetición electoral les podría favorecer. Los resultados del grupo Alhora son inenarrables.

Más derecha y menos independentismo, escribe Josep Martí Blanch hoy en La Vanguardia. Tiene razón. El eje de la política catalana se desplaza a la derecha, encabezado por un PSC más pragmático que nunca. Bajan todas las formaciones situadas nominalmente a la izquierda de los socialistas. Los Comunes salvan el tipo: podía haber sido peor. La seriedad de Jessica Albiach, poco dada a la comedia, ha jugado a su favor. La izquierda irradiada desde 2014 por el fenómeno Podemos baja. Es el signo de los tiempos. Es el signo de Europa.

El PP obtiene un muy buen resultado y logra sobrepasar a Vox. Conquistar la cuarta posición era el objetivo de Alberto Núñez Feijóo. Alejandro Fernández no ha sido ajeno al buen resultado de los populares y fortifica su posición en el partido. Pero atención: Vox no baja y consolida sus once diputados. Vox y Aliança Catalana, la Liga Norte de Ripoll, suman más de trescientos mil votos.

Illa sudará para obtener la investidura, Sánchez sale reforzado

Si el Parlament de Catalunya se pudiese simplificar en el eje izquierda-derecha quedaría formado por 72 diputados de izquierda frente a 63 de derechas. No era esa la correlación de fuerzas en las anteriores legislaturas. El eje se ha movido a la derecha. El hilo musical de la sociedad catalana se ha modificado.

Cuadro español. Respiro para Pedro Sánchez en uno de los momentos más difíciles de su carrera. El activismo del líder del PSOE en la campaña no parece haber perjudicado a Illa. Los cinco días de abril de Sánchez no parecen haber pasado factura a los socialistas en el plano electoral.

Los resultados acreditan que los indultos y la ley de Amnistía han contribuido a destensar la sociedad catalana, generando un nuevo marco político.

Sin embargo, Salvador Illa aún no tiene la investidura en el bolsillo."                 (Enric Juliana, La Vanguardia, 13/05/24)

7/6/24

Cataluña, el fin de una etapa... el llamado procés murió en octubre de 2017 cuando se desvaneció el sueño de la unilateralidad... la tensión secesionista, que se ha prolongado con sus vaivenes hasta 2024, es lo que ha colapsado en las elecciones del domingo... El perdón de la pena de prisión en 2021 para los condenados en el juicio del procés supuso un antes y un después, desinflamó el lacismo y fue un gesto inteligente con un bajo coste... La amnistía, en cambio, ha premiado al partido independentista más radical y al prófugo Carles Puigdemont, resucitándolo políticamente en perjuicio de ERC, cuya estrategia pragmática ha sido duramente castigada en las urnas... La amnistía ha tenido costes y beneficios para el PSC. Por un lado, le ha permitido seguir drenando votos a su izquierda, de ERC y los Comunes, y también del centroderecha nacionalista moderado. Pero, por otro, su magnífico resultado esconde un trasvase hacia el PP, que ha sido la fuerza que más ha crecido en votos absolutos, y no solo a costa de la desaparición de Ciudadanos... Los dos partidos separatistas necesitan hacer la digestión del 12 de mayo y tomar conciencia de que se ha abierto una nueva etapa en la que la política catalana irá pareciéndose a la vasca... Cuando el ex president dijo que si no era restituido dejaría la primera línea política, acertó en el análisis de que su tiempo se había acabado. Un final que es también el inicio de una nueva etapa con Illa de president (Joaquim Coll)

 "El resultado de las elecciones del pasado domingo, más que poner fin al procés, tal como estos días tanto se afirma, supone el cierre de una larga etapa de tensión secesionista en Cataluña que estalló en 2012, provocó la mayor crisis de la democracia española cinco años más tarde y se ha prolongado hasta 2024 gracias a la existencia de una mayoría independentista en el Parlament. En rigor, el llamado procés murió en octubre de 2017 cuando se desvaneció el sueño de la unilateralidad. 

Hasta entonces, cientos de miles de catalanes creyeron que la secesión era posible si persistían en su deseo, se movilizaban en cada ocasión y acudían en masa a votar en unas elecciones que se revestían de plebiscitarias o participaban entusiásticamente en pseudorreferéndums convocados desde la Generalitat para desbordar al Estado. Si aun así el Gobierno español no se avenía a negociar, entonces, antes o después, la Europa democrática correría en su ayuda, creyeron también. Esa ensoñación se hundió en 2017.

Ahora bien, no hay que confundir el procés como momento concreto con el fenómeno de la tensión secesionista, hija de los largos años del pujolismo y sobre todo del fracaso del segundo Estatuto. Sin la tensión previamente acumulada, y el oportunismo para sortear las consecuencias de la crisis económica de 2008, Artur Mas no se habría atrevido en 2012 a dar el pistoletazo de salida a la exigencia de una consulta, que rápidamente se convirtió, como resultado del juego de la gallina con ERC, en un programa de secesión unilateral, que fue el deus ex machina de la política catalana hasta 2017. Ahora, en cambio, con el hundimiento del independentismo en las urnas, lo que se cierra es el conjunto de una larga etapa de 12 años, donde una mayoría minoritaria ha querido imponer de una forma u otra al conjunto de la sociedad catalana y española el ejercicio de la autodeterminación. En definitiva, el procés murió en 2017, mientras la tensión secesionista, que se ha prolongado con sus vaivenes hasta 2024, es lo que ha colapsado en las elecciones del domingo.

Hay que subrayar que las urnas no solo han despojado al independentismo de su hegemonía parlamentaria, sino que arrojan un dato muy revelador de la nueva etapa: la suma de los partidos (PSC, PP y Vox) que están explícitamente en contra de un referéndum alcanza los 68 diputados de la mayoría absoluta. Evidentemente, esa suma no es operativa para construir nada, pero subraya la fuerza del cambio de eje de la política catalana. En el nuevo Parlament los partidarios del polémico casino Hard Rock en Tarragona superan ampliamente a los del derecho a decidir. Las medidas de gracia que ha aprobado el Gobierno de Pedro Sánchez han tenido sin duda un efecto positivo en el proceso de normalización sociopolítica en Cataluña, aunque una cosa son los indultos y otra, muy diferente, la amnistía. El perdón de la pena de prisión en 2021 para los condenados en el juicio del procés supuso un antes y un después, desinflamó el lacismo y fue un gesto inteligente con un bajo coste y sin ningún riesgo. La amnistía, en cambio, ha sido una operación de pura conveniencia, un pago a cambio de siete votos para una investidura, que ha premiado al partido independentista más radical y al prófugo Carles Puigdemont, resucitándolo políticamente en perjuicio de ERC, cuya estrategia pragmática ha sido duramente castigada en las urnas, aunque en su hundimiento hay una multiplicidad de causas, empezando por una gestión bastante mediocre al frente del Govern de la Generalitat y un liderazgo, el de Pere Aragonès, fallido.

La amnistía ha tenido costes y beneficios para el PSC. Por un lado, le ha permitido seguir drenando votos a su izquierda, de ERC y los Comunes, y también del centroderecha nacionalista moderado. Pero, por otro, su magnífico resultado esconde un trasvase hacia el PP, que ha sido la fuerza que más ha crecido en votos absolutos, y no solo a costa de la desaparición de Ciudadanos. Puesto que Vox ha resistido muy bien, demostrando que hay una extrema derecha españolista que ha venido para quedarse, es evidente que hay una parte de voto socialista contrario a la amnistía que ha optado por Alejandro Fernández, un candidato con personalidad propia frente a la torpe dirección nacional del PP, brillante parlamentario y siempre contundente frente a las falsedades nacionalistas.

La clara victoria del socialista Salvador Illa se explica también por su perfil moderado, dialogante, que huye de la polarización, tan diferente en eso a Sánchez, y que encarna la perfecta simbiosis entre PSC y PSOE. El resultado para los socialistas catalanes es histórico, pues es la primera vez que ganan en votos y escaños, muy por delante de la segunda fuerza. No hay otra presidencia posible que la del líder socialista, por mucho que Carles Puigdemont intente ganar tiempo para atrasar lo inevitable, su retirada de la primera línea de la política. Anunciando que se presentará a la investidura pretende chantajear a ERC y forzar una carambola.

La afirmación trompeteada por algunos analistas de que Sánchez sacrificaría a Illa para seguir contando con el apoyo de los independentistas supone un desconocimiento absoluto de la historia del PSC. Es un partido de obediencia federal, pero autónomo en cuanto a su estrategia en Cataluña. Ya ocurrió con José Luis Rodríguez Zapatero cuando le medio prometió a Mas en 2006 que si ganaba las elecciones no habría otro tripartito de izquierdas, y sin embargo José Montilla se hizo con la presidencia de la Generalitat.

Esta vez no será diferente, y menos aún tras unos resultados tan buenos, con Junts muy por debajo y ERC hundida. Ahora bien, la investidura de Illa no será fácil, y existe el riesgo de volver a las urnas. No me parece el escenario más probable. Los dos partidos separatistas necesitan hacer la digestión del 12 de mayo y tomar conciencia de que se ha abierto una nueva etapa en la que la política catalana irá pareciéndose a la vasca. Tanto ERC como Junts han de revisar sus estrategias y liderazgos, y eso pasa por la anunciada jubilación de Puigdemont y también de Oriol Junqueras, aunque este se resista como gato panza arriba.

Con el paso de las semanas, y tras las elecciones europeas, en ERC verán que es absurdo bloquear la investidura de Illa, y puede que también en Junts. Una doble abstención permitiría a ambos partidos dejar de mirarse de reojo y al socialista formar un gobierno en solitario que daría un año de margen para formalizar un acuerdo de legislatura con uno de los dos partidos independentistas, preferentemente con ERC y el apoyo de los Comunes. Además, tanto Junts como ERC siguen condicionando la legislatura de Sánchez, lo que también es una forma de presión sobre el PSC en un juego en el que todos dependen los unos de los otros.

La repetición electoral en otoño nunca se puede descartar, pero ERC no está en condiciones de volver a las urnas tras la marcha de Aragonès y con una dirección cuestionada. Puigdemont puede tener más tentaciones en un cálculo cortoplacista, pero por encima de su teatralidad es un político inteligente. Sin ninguna esperanza de que se rehaga la unidad independentista, menos aún con la aparición disruptiva de la islamófoba Aliança Catalana, su empecinamiento sería visto como un capricho personal y el resultado para Junts podría empeorar. Cuando el ex president dijo que si no era restituido dejaría la primera línea política, acertó en el análisis de que su tiempo se había acabado. Un final que es también el inicio de una nueva etapa con Illa de president."

(Joaquim Coll es historiador. Revista de prensa, 15/05/24. Este artículo se publicó originalmente en El Mundo.)

6/6/24

Debacle independentista en tres años: del récord de 2021 a su mínimo histórico el 12M... un capital dilapidado en tres años de peleas internas continuas, hasta sufrir una debacle que lo deja muy lejos de los guarismos de los años del 'procés'... por comparar, CiU de Pujol tenía 50 diputados en 2012, 62 en 2010 y hasta 72 en 1984. Los 35 diputados de Puigdemont dan risa

"En las elecciones catalanas de 2021, el independentismo consiguió un hito: mayoría absoluta de escaños (74) y, por primera vez, también de votos (52 %), un capital dilapidado en tres años de peleas internas continuas, hasta sufrir una debacle que lo deja muy lejos de los guarismos de los años del 'procés'.

Hace tres años, el PSC de Salvador Illa fue el partido más votado, pero empató a 33 escaños con ERC, seguido de JxCat con 32, mientras que la CUP ocupó la quinta plaza, con nueve diputados.

El récord de votos y escaños que entonces sumaron ERC, JxCat y la CUP se tradujo en un pacto de investidura que llevó a Pere Aragonès a la presidencia de la Generalitat, con un Govern de coalición entre Esquerra y Junts, sustentado desde fuera por la CUP.

Aragonès arrancó con el compromiso de trabajar para "culminar" el proceso de independencia, pero la alianza con sus dos socios duró poco y enseguida se vio que, aparcada la vía unilateral, el 'procés' entraba en una fase de letargo, más centrada en levantar las causas judiciales por el 1-O que en avanzar hacia el Estado independiente.

La CUP ni tan siquiera le aprobó los primeros presupuestos de la legislatura, mientras que la cohabitación entre ERC y JxCat topó con constantes desencuentros, cada vez menos disimulados, hasta que la situación se hizo irrespirable y JxCat, en octubre de 2022, decidió en una consulta interna abandonar el Govern y pasar a la oposición.

Todo ello ocurría en medio del desconcierto entre el electorado independentista, que empezó a dar señales de desmovilización, sobre todo en unas manifestaciones de la Diada del 11 de septiembre cada vez menos concurridas.

En las elecciones municipales y generales del año pasado, ERC perdió miles de votos, mientras que el PSC volvía a convertirse en pilar fundamental para mantener a flote el PSOE.

Los siete escaños obtenidos por ERC y también por JxCat en las generales valían su peso en oro, porque eran claves para permitir la investidura de Pedro Sánchez, pero los síntomas de desmovilización de su electorado se han acabado confirmando este domingo.

La suma de JxCat (35), ERC (20), la CUP (4) y Aliança Catalana (2) no pasa de los 61 escaños, con más del 98 % escrutado, lo que dista mucho del récord alcanzado en 2021, cuando las candidaturas partidarias de la independencia de Cataluña lograron por primera vez la mayoría absoluta en escaños (74) y en votos (52 %).

Cuatro años antes, en 2017, después de la fallida declaración unilateral de independencia y de la suspensión de la autonomía con el artículo 155 de la Constitución, JxCat (34), ERC (32) y la CUP (4) sumaron un total de 70 escaños.

En las elecciones anteriores, en 2015, Convergència y ERC se presentaron conjuntamente bajo la fórmula unitaria de Junts pel Sí, que obtuvo 62 diputados, que, sumados a los 10 de la CUP, también superaron la mayoría absoluta (72).

Las primeras elecciones del 'procés' pueden considerarse que son las de 2012, convocadas por el entonces president Artur Mas bajo el compromiso de convocar una consulta soberanista: CiU consiguió 50 escaños, ERC subió a 21, mientras que la CUP obtuvo tres."            (Roger Mateos, El Obrero, 13/05/24)
 
 
"(...) Algo se ha roto en 2024 en el nacionalismo: el % de voto nacionalista -estable desde 1999- empieza a bajar y se sitúa en niveles de 1980.
  • JxC (CiU) solo consigue 675.000 votos. Solo en 2021 había tenido menos (568.000). Está lejísimos de los 1.347.000 que logró en 1984, o los 1.320.000 de 1995, o incluso los 1.116.000 de 2012. Son niveles paupérrimos, la mitad de sus resultados habituales antes del prusés. El partido pujolista tenía 50 diputados en 2012, 62 en 2010 y hasta 72 en 1984. Sus 35 diputados actuales dan risa.
  • ERC s’ha quedat en 427.000 vots, un 13,7% dels vots i un 8% del censo. El 2017 venia de 936.000 vots. Se ha quedado en 20 diputados, lejísimos de los 33 que tenía.
  • La CUP, el partit burgeset catabatasú, obtiene 128.000 votos, apenas algo más que cuando apareció en 2012 i molt lluny dels 338.000 del 2015. Solo retiene 4 diputados, cuando había llegado a 10 en 2015 i a 9 el 2021.
  • Aliança Catalana, el partit que retorna a les arrels pures del nacionalisme, recull 118.000 vots i 2 escons. (...)"                       (Dolça Catalunya, 13/05/24)

4/6/24

Nadie llora por Pere Aragonès... En su favor hay que decir que seguramente es el jefe del Ejecutivo catalán que en una década más horas ha dedicado a trabajar en las cuestiones concretas de la vida de los catalanes. En comparación con Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra, el republicano tenía fama de conocer al dedillo todos los temas, de ser escrupuloso y aplicado... Pero todos los problemas le han estallado juntos, desde la falta de inversiones para hacer frente a la pertinaz sequía, pasando por la debacle de la educación, donde ya nadie se atreve a afirmar que la escola catalana sea un modelo de inclusión y excelencia, al retraso en la compleja carpeta de la transición energética, hasta el desaguisado de gestión que la consejera de Justica, Ubasart, ha organizado en prisiones, sin olvidarse de la lista de espera en sanidad, etcétera. Se ha instalado la sensación de que no había nadie competente para hacer frente a los problemas por resolver mil veces aplazados, y Aragonès ha suspendido en gestión (Joaquim Coll)

 "La soledad política envolvió su renuncia a tomar el acta de diputado y el anuncio del abandono de la primera línea, una noticia que tampoco fue una sorpresa absoluta porque el viernes era una posibilidad que ya circulaba en medios periodísticos.

Tras el tremendo batacazo Pere Aragonès no tenía más remedio, pues hubiera sido inaudito verlo en la oposición del Parlament pudiendo disfrutar de las prebendas vitalicias que tan generosamente los contribuyentes catalanes pagamos a quienes han ejercido un tiempo de supremos patriarcas.

Nadie llora desde el lunes su marcha ni dentro ni fuera del partido, y un número significativo de catalanes decía desconocer en las encuestas el nombre del president de la Generalitat.

Aragonès ha pasado por el Palau de la plaza Sant Jaume con más pena que gloria. En su favor hay que decir que seguramente es el jefe del Ejecutivo catalán que en una década más horas ha dedicado a trabajar en las cuestiones concretas de la vida de los catalanes. En comparación con Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra, el republicano tenía fama de conocer al dedillo todos los temas, de ser escrupuloso y aplicado.

Alcanzó muy joven los primeros puestos, a la sombra de Oriol Junqueras en la Consejería de Economía, y después como vicepresidente en el histriónico Govern presidido por el ultranacionalista Quim Torra, a quien relevó en funciones cuando fue inhabilitado. En 2021, con 38 años, alcanzó la presidencia tras ganar ERC el pulso electoral por la mínima a Junts, en una investidura que se salvó in extremis, y del que nació un nuevo Govern de coalición que duró poco más de un año.

Desde entonces, Aragonès ha ejercido la presidencia con bastante autonomía respecto a Junqueras, de quien se ha ido distanciado, en un proceso clásico en este tipo de relaciones en el que quien te pone pretende ejercer una tutela, y ha tomado en estos tres años dos decisiones que han marcado su suerte.

La primera fue formar un Gobierno en solitario tras la salida de Junts. Lo lógico, democráticamente, hubiera sido convocar nuevas elecciones, pues sostenerse solo con 33 diputados de 135 es una anomalía absoluta que solo puede pasar en Cataluña. Ni tan siquiera se sometió a una moción de confianza. En su lugar, hizo dos cosas bien. Primero, llevó a cabo una serie de fichajes de impacto para el nuevo Govern, a derecha e izquierda, para ocupar la centralidad, tirando del caladero de exdirigentes del PSC que rompieron con su formación cuando el procés (Joaquim Nadal y Joan Ignasi Elena), del exconvergente Carles Campuzano, o de la fundadora de Podemos en Cataluña, Gemma Ubasart. Un giro hacia la transversalidad y la moderación dentro del espacio soberanista, aunque a ese Govern le ha fallado todo, empezando por el sottogoverno. Y, segundo, logró aprobar los presupuestos de 2023 con el apoyo del PSC y los comunes.

Parecía que Aragonès ponía las bases para consolidar su figura volcándose en la gestión tras una década donde los sucesivos Gobiernos de la Generalitat han estado en otras cosas. Pero todos los problemas le han estallado juntos, desde la falta de inversiones para hacer frente a la pertinaz sequía, pasando por la debacle de la educación, donde ya nadie se atreve a afirmar que la escola catalana sea un modelo de inclusión y excelencia, al retraso en la compleja carpeta de la transición energética, hasta el desaguisado de gestión que la consejera de Justica, Ubasart, ha organizado en prisiones, sin olvidarse de la lista de espera en sanidad, etcétera.

Se ha instalado la sensación de que no había nadie competente para hacer frente a los problemas por resolver mil veces aplazados, y Aragonès ha suspendido en gestión. Seguramente, hoy la historia sería diferente si en 2022 hubiera adelantado las elecciones, tras el portazo de Junts por sus incontables líos internos, con Laura Borràs inhabilitada por corrupción, y con Carles Puigdemont desaparecido de la política catalana mucho antes de que la amnistía apareciese en el horizonte de lo posible. Sin duda habría obtenido un mejor resultado y tal vez hubiera podido seguir al frente de la Generalitat gobernando de la mano del PSC.

La segunda decisión fue adelantar las elecciones esta primavera tras el portazo de los comunes a los presupuestos para 2024, una apuesta de la que Junqueras discrepaba, pero con la que Aragonès quiso hacer un Sánchez, previendo que la erosión hasta el año siguiente sería peor para ERC. La jugada le ha salido muy mal, los 20 escaños obtenidos están por debajo de las peores expectativas, y la campaña acabó siendo una elección entre Illa o Puigdemont, con Aragonès invisibilizado. ¿Y ahora, qué? Hasta después de las elecciones europeas no se sabrá nada, las espadas se mantendrán en alto, pero la investidura del candidato socialista aparece como inevitable tras el hundimiento del independentismo, que volverá probablemente a sufrir un retroceso el 9 de junio.

Hoy todavía no sabemos cómo, pero la fórmula de una doble abstención, tanto de ERC como de Junts, una vez que Puigdemont compruebe por enésima vez que los republicanos no piensan votarle y que lo más inteligente es retirarse, me parece la solución más probable y la menos costosa para unos y otros. Si Junqueras pretende perpetuarse como mandamás de los republicanos, como así parece, lo que menos le conviene es una repetición electoral, pues si empeorase los resultados se vería obligado a seguir el camino de Aragonès."               (l , Crónica Globa, 15 mayo, 2024)

16/4/24

En la Cataluña del ‘postprocés’ y sin presupuestos, en la que la pobreza crece pero mengua el número de beneficiarios de la Renta Garantizada de Ciudadanía, lo único que sigue su camino sin pestañear es el Hard-Rock y su macrocasino... las 104 hectáreas del Hard Rock, que la Caixa compró a 30 euros el metro cuadrado en régimen de expropiación forzosa y ahora se prevé que sean adquiridas por la Generalitat por 115 euros el metro cuadrado

 "La ruleta ha acabado con los presupuestos para 2024. Y ese es un mal dato en un país que viene del agitado decenio del procés y en el que las políticas sociales han tenido un carácter meramente retórico, pues el soberanismo hegemónico las ha limitado a alimentar el mantra populista de que la independencia acabaría a con todos los males.

Lo cierto es que la pobreza crece mientras en la campaña electoral hay quienes siguen agitando el reclamo de esa Arcadia tan feliz como inalcanzable. En Cataluña, según la estadística de la propia Generalitat (Idescat), el 8,9% de la población se halla en situación de pobreza social y material severa lo que supone 80.000 personas más que en 2022. En Cataluña hay más de 700.000 pobres, según datos de 2023.

Y pese a esas cifras, entre enero del año pasado hasta febrero de 2024 el número de personas beneficiarias de la Renta Garantizada de Ciudadanía (RGC) –tanto íntegra como complementaria– ha menguado: ha pasado de 165.371 a 157.520. Es decir, la Generalitat apenas da cobertura al 20% de la población que según ella misma está en situación de pobreza severa.

Por añadidura, el accidentado fin de legislatura ha dado al traste con la modificación de la ley que regula la citada renta, reforma en teoría apoyada por toda la izquierda y que en la práctica se dilata en el tiempo una y otra vez. El embrollo de convocar elecciones anticipadas y estar sin presupuestos tiene consecuencias. Y, más allá del cálculo político, para la ciudadanía resulta incomprensible. Los agentes sociales, que ya expresaron su perplejidad ante la no aprobación de las cuentas de la Generalitat, ahora ven como se esfuman 800 millones de euros en sanidad, como se posterga la rebaja de las tasas universitarias o como quedan en el cajón de los buenos propósitos los 1.700 pisos sociales previstos en Barcelona. No es que las cuentas permitieran declarar el estado de felicidad permanente, pero no tenerlas por meros cálculos políticos es peor.

PSC y Esquerra culpan de todo ello a los comunes y recuerdan que dieron luz verde a dos presupuestos –en 2022 y 2023– en los que figuraba el desarrollo del macro-casino Hard Rock e incluso se llegaba a incluir una partida de 120 millones de euros para el polémico complejo de juego. Eso tan cierto como que el PSC quiso que Hard Rock, la ampliación del aeropuerto del Prat y la construcción de la B-40 entre Sabadell y Terrassa figuraran como condiciones sine qua non para aprobar los presupuestos. Se trata de un catálogo de macroproyectos en una Cataluña en crisis climática. Con restricciones a la vista para el consumo de agua de boca, el Hard Rock emplearía 15.000 millones de litros anuales. Eso sí, la gran piscina del complejo de Salou -de ampliarse el aeropuerto del Prat– podría albergar las aves expulsadas del delta del Llobregat y evocar de esta forma los manglares de la Florida del Hard Rock. La política de vuelo gallináceo del independentismo está contagiando gravemente a la izquierda.

No deja de ser paradójico que cierto progresismo catalán –que arquea preocupado la ceja ante lo que considera chalaneo para conseguir prestaciones sociales– aborde con suma indulgencia el negocio urbanístico con 104 hectáreas del Hard Rock, que la Caixa compró a 30 euros el metro cuadrado en régimen de expropiación forzosa y ahora se prevé que sean adquiridas por la Generalitat por 115 euros el metro cuadrado. En la Cataluña del postprocés y sin presupuestos lo único que sigue su camino sin pestañear es el macrocasino de Salou."            (Francesc Valls, El País, 14/04/24)

14/4/24

Puigdemont necesita mantener viva la ensoñación para convencer a los miles de personas que se entusiasmaron con el ‘procés’ de que aquello tuvo sentido... No digas que fue un sueño... Durante un lustro, decenas de miles de personas fueron felices mientras soñaban una utopía que dio genuino sentido a sus vidas. Y a pesar del tiempo pasado sin que haya pasado nada, probablemente prefieran seguir soñando (Jordi Amat)

 "Desde que las elecciones generales situaron de nuevo a su partido como un actor necesario de la gobernabilidad española, Carles Puigdemont ha activado un cambio estratégico que contradice la posición que había mantenido hasta el pasado julio: asume sin decirlo que el marco de su acción es el perimetrado por el ordenamiento constitucional y su horizonte ha dejado de ser la unilateralidad para retroceder a la demanda de un quimérico referéndum pactado de independencia. Esta es la parte políticamente más útil de la amnistía: la normalización de Junts para que, a efectos institucionales, pueda volver a ser una pieza del Estado autonómico como lo fue la antigua Convergència.

Otra cosa son las palabras que el expresident necesita pronunciar para lograr su cuadratura del círculo: realizar este cambio de estrategia sin ser electoralmente penalizado, llegar al lugar pactista donde está Esquerra sin que lo parezca y a la vez denunciar la claudicación de sus competidores, patrimonializar el 1 de octubre aunque vaciándolo de la operatividad que durante años prometió que tendría. La táctica para conseguirlo es explotar a su personaje y reciclar su lenguaje. Por eso la candidatura lleva su nombre y en la papeleta aparece su rostro. Por eso promete que regresará, esta vez sí, y, como dijo esta semana, solo seguirá si es restituido. El excelente autor de discursos que es Puigdemont, como puede constatarse en sus intervenciones desde septiembre, sigue utilizando la épica a través de la cual ha construido su propio mito. A través del mito carismático, reforzado en buena medida como respuesta a una persecución penal fallida, está en condiciones de convencer a los miles de personas que se entusiasmaron con el procés de que, a pesar de su derrota, a pesar de tantas energías malbaratadas, aquello tuvo sentido.

Hoy la principal virtud de su retórica es hablar como hablaba hasta ahora para tratar de mantener vivo ese sueño. En la sentencia del juicio a los líderes independentistas, Manuel Marchena utilizó el concepto de “ensoñación” para definir el procés. O era eso o fue un “artificio engañoso”. Fuera una cosa o fuera la otra, en los dos casos su objetivo era tensar la institucionalidad y movilizar a la ciudadanía con el propósito último de forzar una negociación con el Gobierno central. Es probable que el juez del Tribunal Supremo acertase en esta descripción de lo ocurrido y también al afirmar que entonces “el Estado mantuvo en todo momento el control de la fuerza, militar, policial, jurisdiccional e incluso social”. Pero si eso fue así, ¿por qué tanta gente quiso vivir y parece que quiere durmiendo en ese sueño? Hoy ya no se trata de un artificio ni un engaño. O, mejor dicho, ya nadie va a llevarse a engaño. Ni entre los miembros de su candidatura ni entre la gran mayoría de su electorado. Es otra cosa.

Durante un lustro, decenas de miles de personas fueron felices mientras soñaban una utopía que dio genuino sentido a sus vidas. Y a pesar del tiempo pasado sin que haya pasado nada, probablemente prefieran seguir soñando. Despertar en la realidad de la Cataluña de hoy, tan gris cuando has prometido llegar a Ítaca y despiertas en una Europa que sufre la amenaza bélica, es lo que ha intentado el Gobierno de Pere Aragonés —ahora situando el modelo de financiación otra vez en el debate— y es la base del catalanismo que expuso Salvador Illa en su conferencia programática del jueves. Ni es conflictiva ni es emocionante. Es gestión y es política. Puigdemont, por el contrario, necesita mantener viva la ensoñación, como escribió Kavafis en su poema: “Sobre todo, no te engañes, no digas que fue / un sueño, ni que se confundieron tus oídos”.           (Jordi Amat, El País, 14/04/24)

8/4/24

Una persona que no está dispuesta a pasar ni un solo día en la cárcel por la causa de la independencia de Cataluña es alguien a quien yo comprendo perfectamente... Puigdemont no puede dejar de pronunciar la palabra 'independencia' que en algún momento muy temprano interiorizó... ¿Pero pasar ni que sea un único y solitario día en el talego por desfigurar España? Ni de broma. Olvídense de lo que dice y fíjense solo en lo que hace. Puigdemont actúa teniendo muy claro que solo los locos o los tontos pisarían la cárcel por la independencia de Cataluña... consigue además pactar la amnistía para aquellos que, a diferencia de él, se habían dejado pillar... una vida entera exiliado en un país de la Unión Europea en pleno siglo XXI es infinitamente mejor que un solo día en una cárcel donde sea. En el fondo Puigdemont es, como todos los pícaros... no hay signo más inequívoco de que Puigdemont ha aceptado su vulgar derrota política que su regreso a Cataluña como un vulgar cabeza de lista que se presenta a unas anodinas, felices y vulgares elecciones autonómicas (Pau Luque)

 "El posible regreso de Carles Puigdemont a Cataluña difícilmente elevará su figura política. Como mito de Cataluña, Puigdemont ocupa un lugar muy discreto. Compararlo con Lluís Companys o con Jordi Pujol sería, por razones de distinta naturaleza, un ejercicio hiriente para Puigdemont. Comparémoslo, pues, con el último presidente de la Generalitat que regresó tras años de exilio. Josep Tarradellas poseía la fuerza moral de ser perseguido por una dictadura. Fuerza que quedó acreditada al ser su regreso a Cataluña parte de un pacto de Estado que refundaba democráticamente un país. Puigdemont llegará, si llega, a Cataluña como consecuencia de una carambola electoral que obligó a Sánchez a perfeccionar, más aún si cabe, su arte de hacer lo correcto por las razones incorrectas.

Al regreso de Tarradellas lo amparaba un relato forjado a la luz de las mejores virtudes políticas, como Jordi Pujol reconoce, con sorpresa retrospectiva, en sus Memòries. Al de Puigdemont no lo ampara ninguna narración que no sea tan, pero tan, de parte que a su lado el himno de tu equipo favorito de futbol se convierte en un canto a la equidistancia.

A Puigdemont lo votarán desde luego centenares de miles de personas pero, a estas alturas, su figura encarna, si acaso, a unos pocos centenares de personas que tiran de su propio cabello para salir del pozo emocional al que cayeron en 2017. Tarradellas, en cambio, encarnaba la suerte institucional de una cultura y una lengua sometidas al yugo de más de treinta años de fascismo.

Tarradellas, en fin, tenía voz moral. Puigdemont, tiene tuiter.

Ya paro. La comparación es insoportable, más aun si tenemos en cuenta que Tarradellas adquirió categoría de mito más por un deus ex machina que por su trayectoria política. Y, sin embargo, es porque Puigdemont palidece ante Tarradellas que hay que celebrar su eventual retorno.

 Y es que una persona que no está dispuesta a pasar ni un solo día en la cárcel por la causa de la independencia de Cataluña es alguien a quien yo comprendo perfectamente. Su retórica es ambigua, desde luego. Y no dejará de serlo. Su obsesión por el poder, así como su desprecio por la autoridad moral, hacen imposible que no hable como si quisiera destruir España. Pero del mismo modo que —como decía aquel refrán sefardí— no por decir “fuego” arde la boca, tampoco por decir “independencia” se rompe España. 

Puigdemont no puede dejar de pronunciar esa palabra que en algún momento muy temprano interiorizó y que ya no dejó de conjurar en él, así como en muchos otros, algún tipo de bienestar personal al que no está dispuesto a renunciar. ¿Pero pasar ni que sea un único y solitario día en el talego por desfigurar España? Ni de broma. Olvídense de lo que dice y fíjense solo en lo que hace. Puigdemont actúa teniendo muy claro que solo los locos o los tontos pisarían la cárcel por la independencia de Cataluña. Y ahora, en un episodio más de su magistral picardía disfrazada de alta política, Puigdemont consigue además pactar la amnistía para aquellos que, a diferencia de él, se habían dejado pillar.

Pero si digo que comprendo a quien cree que la independencia de Cataluña vale exactamente un total de cero días de cárcel es porque yo pienso lo mismo de la unidad de España: vale cero días de cárcel. Es una suerte de pacto implícito de no agresión, el que Puigdemont establece con gente como yo. Un pacto, por lo demás, del todo ininteligible fuera del manicomio en que se ha convertido la Cataluña política de las últimas décadas. Y un pacto que otros compañeros de generación, sin ir más lejos Oriol Junqueras, han rechazado porque sí asumieron que valía la pena ir a la cárcel por intentar resquebrajar España.

Cierto es que Puigdemont ha estado refugiado en Bélgica casi siete años. Pero no deduciría yo de semejante circunstancia que él piense que la independencia de Cataluña sí vale siete años de exilio. Lo único que inferiría es, en el fondo, una obviedad: una vida entera exiliado en un país de la Unión Europea en pleno siglo XXI es infinitamente mejor que un solo día en una cárcel donde sea. En el fondo Puigdemont es, como todos los pícaros, una persona sensata y de orden. Y la prueba definitiva es que, tras declarar la independencia de Cataluña y tras jurar haber destruido la unidad de España, Puigdemont se volvió de nuevo políticamente relevante en Cataluña al contribuir a la formación y estabilidad de un Gobierno…español.

Y es que si no fuera por lo acomplejados que por fortuna nos sentimos los españoles, más aún los catalanes que no somos independentistas, deberíamos concluir una cosa que de tan trivial se nos olvida, a saber, que no hay signo más inequívoco de que Puigdemont ha aceptado su vulgar derrota política que su regreso a Cataluña como un vulgar cabeza de lista que se presenta a unas anodinas, felices y vulgares elecciones autonómicas."         (Pau Luque Sánchez, El País, 07/04/24)

5/4/24

El PP catalán dice que para investir a Illa deberá romper todos los acuerdos con los independentistas... y Feijóo dice que gobernará con los independentistas si se reconcilian con la ley... y dicen que no hay contradicción en estos dos mensajes... En realidad, Feijóo sólo les pide que bajen el tono. Intenta atraer al electorado convergente para el 12 de mayo y envía un mensaje al PNV. Busca la quiebra de la mayoría que invistió a Sánchez

 "Alejandro Fernández dice que para investir a Illa «debería romper todos los acuerdos con los separatistas».

 El candidato del PPC a las elecciones catalanas, Alejandro Fernández, ha asegurado que los socialistas «tendrían que romper todos los acuerdos con los separatismos», en Madrid y en Cataluña, si el PSC quisiera los votos de los populares para investir a Salvador Illa después del 12 -M. En una entrevista en Antena 3, Fernández ha avisado de que «no darán alegremente la clave» del Gobierno a nadie y que, si tienen influencia, «significará el fin del proceso».

Por otra parte, después de que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, haya defendido que si se dan determinadas condiciones podrían «establecer conversaciones con Junts», Alejandro Fernández ha respondido que «hoy no se dan estas condiciones y temo que no se darán». El candidato del PPC ha añadido que no ve «incoherencia» entre su mensaje y el de Feijóo. «La sintonía entre Feijóo y servidor sobre qué hacer en Cataluña es absoluta», ha concluido. (...)"   (elTriangle, 01/05/24)


Enric Juliana Ricart  @EnricJuliana

Núñez Feijóo reitera que está dispuesto a hablar con Junts. Con condiciones, faltaría más. En realidad sólo les pide que bajen el tono. Intenta atraer al electorado convergente para el 12 de mayo y envía un mensaje al PNV. Busca la quiebra de la mayoría que invistió a Sánchez.

11:09 a. m. · 1 abr. 2024 22,3 mil Reproducciones

26/3/24

Puigdemont, fundamentalmente, anuncia su candidatura a las elecciones. Por tercera vez en su biografía... es, básicamente, una repetición... diferencia esta repetición de las anteriores la restitució, ese carlismo... Puigdemont, hoy, tan solo aspira a restituirse a sí mismo. Un indicativo de que va por libre... ¿Eso significa que Puigdemont volverá? No está claro. La ocasión para volver ya pasó. Fue en 2017. Y lo que no sucede a tiempo, se pudre... Pugidemont anunció, fundamentalmente, la identidad indepe. Lo que, ojo, es una llenapistas. La identidad indepe –sin programa, ni ganas, de indepe– es lo que une al procesismo, esa cosa inexportable e incomprensible, que entronca con un robusto torrente de votantes que procede del postpujolismo, y que prefiere ser –indepe– que estar –indepe–. Puigdemont ofrece, como ERC, una lista para la identidad indepe. Lo que, a su vez, también es una repetición (Guillem Martínez)

 "1- El discurso de Puigdemont, anunciando su candidatura a las elecciones autonómicas del 12M es, básicamente, una repetición. Pero, en tanto que repetición, está matizada por un hecho importante que la singulariza: el contexto. No es lo mismo prometer algo en 2017, que prometerlo en 2021, que prometerlo en 2024. O, como dijo el gran poeta catalán Jaime Gil de Biedma, uno no se mete dos veces en el mismo lío. ¿En qué lío se mete Puigdemont al repetir en 2024 lo ya señalado en 2017 y 2021? ¿Es diferente de los líos anteriores? El presente artículo intentará satisfacer esos interrogantes, analizando ese discurso, sus repeticiones, sus matices. Su significado. 

2- Puigdemont, fundamentalmente, anuncia su candidatura a las elecciones. Por tercera vez en su biografía. Su programa, su propuesta, su casi todo –es importante la partícula casi, que diferencia esta repetición de las anteriores– es la restitució –ese carlismo–, si bien en esta ocasión ya no se quiere restituir la Generalitat o el Govern, sino tan sólo la Presidència. Importante matiz: Puigdemont, hoy, tan solo aspira a restituirse a sí mismo. Un indicativo de que va por libre. Puigdemont observó, se diría, la candidatura de Xavier Trias al Ajuntament de BCN, en la que Trias se presentó como un fenómeno individual, fuera del campo semántico Junts. Indepe, pero no tanto, autonomista, pero no tanto, usuario de la derecha y abierto, pero no tanto. En BCN funcionó –muy velozmente, ojo– ese primer intento oficial de resignificar Junts hacia la derecha, y olvidar el rollo woke y la estética de pop-cristiano utilizada –y agotada, diría– durante una décadaTambién gustó de Trias, más aún, ese primer intento serio de reconvertir, ya de manera explícita, lo indepe en el nuevo autonomismo, que posibilitó que el abuelito, el padre y el hijo de centro-muy-derecha –tres estados de ánimo indepe, que podrían haberse organizado en tres listas– votaran, nuevamente, lo mismo. Importante: ese “lo mismo” emitió un estado de ánimo sobre la inmigración muy parecido al de otras extremas derechas europeas.

3- Es importante la negativa de Puigdemont a presentarse a las elecciones europeas. Supone abandonar a) la base de su sustento –algo novedoso; la historia del exilio de Puigdemont es también la historia de la búsqueda de ingresos; tras algunos experimentos, como el fallido Consell de la República, la estabilidad llegó solo con el escaño en Bruselas, hoy rechazado–. Pero también, y no menos importante, significa abandonar el b) principal asidero institucional ante una extradición –recordemos que, una vez otorgado el suplicatorio que pidió Llarena, solo gracias a su escaño Puigdemont ha conseguido la libre circulación por toda Europa, salvo, claro, en el país favorito de la Divina Providencia–. ¿Por qué lo hace entonces? ¿Para acentuar el valor de su apuesta catalana? Es posible. Pero es más probable que esa decisión responda al hecho de que, ante el delito de terrorismo –esa gracia de la AN, reída por el TS–, la casilla Parlamento Europeo ha finalizado a corto plazo. No existe ya ese refugio. El tercer acto del exilio de Puigdemont se desarrollará en Bélgica, si bien intentando el juego institucional en Catalunya –con el cargo de terrorismo sobre la chepa, tampoco será fácil–. Y tal vez sin ingresos. Este tema, o no está calculado, o no está resuelto, o es un indicio de que ya se considera que el margen de libertad de Puigdemont, tras la apuesta del TS por el pack terrorismo, se está perfilando. Veremos. 

4- ¿Eso significa que Puigdemont volverá? No está claro. La ocasión para volver ya pasó. Fue en 2017. Y lo que no sucede a tiempo, se pudre. Un amigo mío, que es fotógrafo de bodas, me explicó, en ese sentido, que las peores fotos son cuando la boda transcurre varios años después a cuando tenía sentido. Sobre la ocasión de oro para volver, en 2017: un asesor, me dicen, dibujó una campaña electoral en la que, emulando una campaña de Jean-Luc Mélenchon en Francia, Puigdemont intervendría en mítines catalanes, sin moverse de Bruselas, a través de hologramas. Como la Princesa Leia. En el mitin final, el verdadero Puigdemont aparecería justo encima de su holograma. Hubiera sido una locura. Tal vez una mayoría absoluta –entonces, el río/lío era otro–. Pero no sucedió. Sencillamente porque el procés no era, ni es, eso. Tiene otro carácter. Y, si es verdad que el carácter es el destino, Puigdemont no volverá, tampoco en esta repetición. El anuncio de su vuelta –importante: solo si hay opción de ser presi– es, más posiblemente, un intento de presión sobre ERC. Y diría que esa presión a ERC ya no es efectiva. Se ha roto, de tanto usarla.

5- Puigdemont habló del éxito –personal, incluso– de sus pactos con el PSOE. Que valoró como triunfo sobre el Estado. Lo que no es cierto, si vemos cómo las gasta el Estado en este tema. Lo que sí es cierto es que el procesismo –o intento de negociar con el Estado/Gobierno, desde el límite autonómico, a partir de la construcción de un objeto con el que negociar–, solo se ha producido en la fase exilio, con motivo de las negociaciones de la investidura de Sánchez. Puigdemont, curiosamente, mezcló esos logros del exilio –amnistía, oficialidad del catalán en el Congreso y la fugaz posibilidad de oficialidad del catalán en la UE– con otros itinerarios absolutamente y netamente autonómicos –el déficit fiscal, la baja ejecución de obra pública del Estado; y así–. Otra vez lo indepe como nuevo autonomismo. Otra vez reflejos de Trias. (...)

7- Me explicó un diputado veterano que, cuando un desconocido Puigdemont accedió, de carambola, a la Presidència de la Gene, en 2015, se presentó, en las visitas de los líderes de grupo del Parlament a su despacho, de la siguiente manera. Les enseñó una portada de El Alcázar –si usted aún no había nacido en los 80, por lo que tampoco se chutaba caballo, se lo explico: era un/el diario de la extrema derecha española del momento; muy pallá–. En esa portada aparecía Puigdemont, muy joven, con una estelada. Con esa foto antigua Pugidemont hacía dos cosas, supongo. La cosa a) era presentarse como indepe antiguo –en los 80, no había tantos indepes; de manera militante, más allá de ir por ahí cargando una bandera, un millar, me dicen–. La cosa b) era explicar una identidad, que no un programa, que no un itinerario, que no una voluntad. Un yo-soy-indepe, que no un yo-tengo-un-programa-hacia-la-indepe. Se trata de un canto a la identidad indepe, antes que a la indepe. Sí, suena raro. Denme crédito.

8- En su discurso, Pugidemont anunció, fundamentalmente, eso último. La identidad indepe. Lo que, ojo, es una llenapistas. La identidad indepe –sin programa, ni ganas, de indepe– es lo que une al procesismo, esa cosa inexportable e incomprensible, que entronca con un robusto torrente de votantes que procede del postpujolismo, y que prefiere ser –indepe– que estar –indepe–. Puigdemont ofrece, como ERC, una lista para la identidad indepe. Lo que, a su vez, también es una repetición. La mayor y más lejana.

9- Y esto es una crisis importante, nunca vista, del catalanismo. Ha muerto, ha finalizado como margen e itinerario, sin ceder ese rol a un independentismo efectivo, con un programa, con una idea efectiva de sociedad, que no existe, en tanto solo quiere querer ser, ser identidad, ser una fotografía antigua. Estas crisis de inteligencia tienen consecuencias en los países grandes. Imagínense en los pequeños. "             (Guillem Martínez , CTXT, 25/03/24)

8/11/23

La victoria en las generales de los socialistas catalanes había sido incontestable... el PSC encarnaba al mismo tiempo el catalanismo, la socialdemocracia y el constitucionalismo. “Orden y progreso”, podía haber sido el lema del PSC para la Cataluña del posprocés... Lo impensable era que el prófugo de Waterloo, que estaba a un paso de ser extraditado, se convirtiera en el amo de la situación... Illa ha hecho de tripas corazón... la amnistía, con todos sus problemas y objeciones, habrá valido la pena si Illa alcanza la presidencia de la Generalitat, certificando así el carpetazo al procés... pero el PSC se la juega si una parte de sus votantes se desenganchan y acaban en la abstención (Joaquim Coll)

 "Todo iba viento en popa para el PSC hasta que la noche del 23 de julio la investidura de Pedro Sánchez quedó en manos de Carles Puigdemont, y muy pronto desde Junts dejaron clarísimo que sin amnistía no habría negociación posible. 

La victoria en las generales de los socialistas catalanes había sido incontestable, rematando los excelentes resultados de las municipales de mayo, con la carambola de haber recuperado la alcaldía de Barcelona después de 12 años.

En el mundo local, tanto ERC como Junts se peleaban por pactar con el PSC en los consejos comarcales y en las diputaciones. Todas las encuestas certificaban que Salvador Illa iba acumulando puntos para las autonómicas, pues ERC sufría un enorme castigo, Junts resistía mal y la CUP también retrocedía.

Con la práctica desaparición de Ciudadanos, y la irrelevancia de los populares en el Parlament, el PSC encarnaba al mismo tiempo el catalanismo, la socialdemocracia y el constitucionalismo. “Orden y progreso”, podía haber sido el lema del PSC para la Cataluña del posprocés. Pero la política es caprichosa y los endiablados resultados electorales han puesto ese escenario patas arriba.

La anunciada llegada del PP a la Moncloa con el apoyo Vox podía haber agitado las aguas de la protesta en Cataluña, pero el PSC estaba en buenas condiciones para sacar rédito electoral como fuerza central y baluarte de la izquierda. Lo impensable era que el prófugo de Waterloo, que estaba a un paso de ser extraditado, se convirtiera en el amo de la situación, y que Sánchez optara por una sola estrategia: investidura o investidura. Sin un plan b para ir a elecciones en caso de que las exigencias independentistas fueran indigeribles o encallasen.

El veterano dirigente socialista vasco Odón Elorza se lamentaba de ese error en el último Comité Federal. En cualquier caso, lo más probable es que Sánchez sea investido presidente, seguramente a finales de esta semana, mientras Puigdemont tiene ya asegurado aparecer en la foto final como el gran triunfador.

En todo este tiempo, Illa ha hecho de tripas corazón y no le ha puesto ninguna objeción a Sánchez bajo el principio de que retener el Gobierno de España es prioritario para los intereses del PSC, lo cual es cierto siempre y cuando la amnistía no sirva para dar alas al separatismo y encierre a la política catalana en algo parecido a un nuevo procés.

Los socialistas catalanes han recuperado votos que entre 2015 y 2017 se fueron a Ciudadanos, pero ahora beben también de un electorado nacionalista desencantado con los líderes independentistas. La amnistía le ayudará a amarrar a este último, y le afianza como la fuerza conciliadora indiscutible en el desgarro catalán, pero puede provocarle pérdidas entre el electorado más constitucionalista, sobre todo si la legislatura española queda atrapada en el debate territorial y el clima sociopolítico se envenena hasta un punto nunca visto, con un choque institucional entre poderes.

Las manifestaciones, las protestas ante las sedes socialistas de estos días, y el cabreo de la judicatura son solo el aperitivo de lo que vendrá. Ahora bien, la amnistía, con todos sus problemas y objeciones, habrá valido la pena si Illa alcanza la presidencia de la Generalitat, certificando así el carpetazo al procés, lo cual hoy no parece un final tan probable como antes de que los partidos independentistas, aunque débiles electoralmente, se convirtieran en los dueños de la situación.

El PSC se la juega si una parte de sus votantes se desenganchan y acaban en la abstención, mientras el elector nacionalista, que votó CDC o ERC, corre el riesgo a medio plazo de regresar a la radicalización si el eje de la política catalana gira alrededor de una nueva consulta."                   (Joaquim Coll, Crónica Global, 08/11/23)

11/10/22

Aragonès entierra la independencia... al echar mano para formar su gobierno de ex-miembros de PSC, CDC y Podemos en el nuevo Govern

 "El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha hecho pública la lista de los consejeros que configuran el nuevo gobierno en solitario de ERC. El nuevo ejecutivo, además de miembros de ERC, cuenta con independientes y antiguos dirigentes de otras formaciones políticas como PSC, Podemos y CDC.
 
Aragonès ha sustituido a los 7 consejeros salientes por 7 nuevos, algunos próximos a otras sensibilidades políticas como el PSC, la antigua Convergència y Podemos. Es el caso de Joaquim Nadal, histórico dirigente socialista, que será el nuevo consejero de Investigación y Universidades.

También el de Carlos Campuzano, exdiputado convergente, que ahora ocupará el departamento de Derechos Sociales. Y el de Gemma Ubasart, que fue líder de Podemos Catalunya, y que ahora será la nueva consejera de Justicia. Una cartera que incorpora en el nombre de Derechos y Memoria para remarcar que son competencias prioritarias para el gobierno.

Aragonès también tiene un gesto con el exilio con la incorporación de Meritxell Serret en la conselleria de Acció Exterior. Natàlia Mas será la primera mujer en ocupar el cargo de consejera de Economía de la historia de Catalunya. (...)"         
        (e-notícies, 10/10/22)

12/8/22

En dos años veremos como acaba la guerra en el espacio soberanista...

"(...) Y usted ¿qué cree que pasará?

Creo que votaremos. El mantra es que el 80% quiere votar. Esto es una encuesta, creo recordar, de Feedback, en La Vanguardia, en 2013. Y se quedaron con ese 80%. Después las encuestas han indicado un descenso hasta el 39% pero los independentistas siguen con la imagen del 80%.

El independentismo es muy hábil. Hay que reconocer que son unos grandes cracks de la comunicación. Se inventan un lenguaje especial: mandato democrático, embate democrático, derecho a decidir,… ¿Qué dijeron la noche electoral? «Somos el 52%». ¡El número real es el 27% del censo electoral! Pero venden que son el 52%, lo explican por todas partes.

Juegan a que la otra parte se canse. Y al final acabas ni discutiendo. No hay una estrategia conjunta de los no independentistas para que cada vez que digan que son el 52% contestar que son el 27%. Y a ver quién gana.

¿ERC aguantará la presión de Junts para que se eche al monte?


Las municipales de 2023 nos lo dirán.

¿Y antes?

Antes tienen que pasar cosas

¿Volverá Puigdemont?


Puigdemont no volverá. El Tribunal de la Unión tiene que responder una previa prejudicial y la respuesta a esta previa tendrá consecuencias sobre la justicia belga que ha hecho algo que no está prevista en las euroórdenes: un juicio paralelo.

 ¿Habrá, pues, un referéndum pero no sobre independencia Sí/independencia No?

¿Qué pasó en 2010? La sentencia del Tribunal Constitucional no es, como dicen, el inicio del independentismo. Tiene un elemento mucho más grave del que nadie habla, que es que la sentencia es, en el fondo, la ruptura del pacto fundacional de 1978.

En 1978, hay un pacto de consenso, de convivencia, de encaje. Un colega mío dice que Catalunya se autodeterminó el 6 de diciembre de 1978 cuando decidió votar la Constitución. El pacto sentimental, emocional, se rompe con la sentencia. En ese momento, una parte de los ciudadanos del país sienten que se ha roto algo entre «ellos» y «nosotros».

Titulé un artículo mío sobre el procés «Crónica sentimental de un desamor», siguiendo un poco a Vázquez Montalbán. Todo lo que nos está pasando es porque no nos sentimos queridos por España. Lo que habíamos sido -Juegos Olímpicos, diseño, referencia,…-, que España nos miraba con admiración, se rompe el 2010.

Necesitamos más «cariño». Me gustó que Pedro Sánchez terminara su intervención en el Liceo diciendo «Catalunya, catalanes, catalanas, os queremos».

Si Pedro Sánchez deja de ser presidente del gobierno español, estos planteamientos que explica se van al traste


Pedro Sánchez continuará. El referéndum seguramente será posible cuando Pedro Sánchez revalide la mayoría. Antes no pasará. No es posible. No es necesario provocar al electorado antes de las elecciones generales con este tema.

Primero la pandemia y la economía, después la solución catalana. Además, España preside la Unión Europea en el segundo semestre de 2023S. Se agotará la legislatura y las elecciones se convocarán para el 2024. (...)

Que se avance en un acuerdo está y estará, pues, en manos de Pedro Sánchez

Sí. Y de Pere Aragonés. Para bailar se necesitan dos personas. Y Aragonés necesita consolidarse como presidente. La noche del 14 de febrero, la conclusión es que quien había perdido las elecciones de verdad era Puigdemont. Había perdido la iniciativa política, ya no era el primer partido, ya no podía nombrar un presidente vicario y, por tanto, dejaba de ser el presidente «legítimo».

Toda la batalla que montó para ver cómo podía influir sobre el Gobierno de la Generalitat la perdió. Fue una gran derrota. Cuanto más se consolide Pere Aragonés, menos poder de decisión y influencia tendrá Puigdemont. En dos años veremos como acaba la guerra en el espacio soberanista..

¿Que Pedro Aragonés se consolide sería bueno para una solución a este contencioso?

Clarísimo." 

(Entrevista a Gabriel Colomé, director académico y de investigación del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales, Siscu Baiges , CatalunyaPlural, 13/07/21)

28/7/22

El editorial “La dignidad de Cataluña” se convirtió en el ariete político de una Convergencia postpujolista... Trataba de ocultar el agujereado tapiz donde Jordi Pujol hacía de padrino y su especial secretario de fondos y promociones, Prenafeta, ejercía similar papel al de Bárcenas en el PP... La diferencia es que a Bárcenas no se le ocurría justificar su rapiña por la “dignidad de España”, mientras que Prenafeta se consideraba el alma de la Cataluña modélica... Cataluña vive un proceso en el que las dosis de nacionalismo son diversas pero cubren el panorama de lo visible, empezando por el mediático. Frente a una sociedad cada vez más alérgica a la dogmática identitaria... La dignidad de Cataluña está tan deteriorada que los nuevos albaceas del erial posmoderno dan en pensar que el futuro caerá del cielo... Les queda la pasividad de los camellos; seguir la ruta y aguantar en la senda que ni ellos mismos sueñan alcanzar. La hipocresía que les amamantó desde adolescentes

 "Si hubiera que poner un jalón en la batalla del catalanismo por mantenerse como dominante de la vida política y social de Cataluña sería obligado referirse a un editorial, publicado en 2007, con un engolado título, “La dignidad de Cataluña”. Lo habían redactado en primeras nupcias dos personajes de trayectorias sinuosas; un notario asentado, el aragonés López Burniol, que había saltado de una obsesiva inclinación por redactar “cartas al director” a convertirse en espeso recitador de los lugares comunes patrocinados por sus clientes. La otra pluma del manifiesto no fue otro que un periodista, hoy ubicuo tertuliano, Enric Juliana, que adquirió maneras como corresponsal en el Vaticano tras una efímera travesía por “Bandera Roja” y el PSUC, referentes de la izquierda antifranquista.

 “La dignidad de Cataluña” se convirtió en el ariete político de una Convergencia postpujolista, entonces capitaneada por un buscavidas con riñón cubierto, Artur Mas. Bastó que toda la prensa catalana se sumara al envite que retaba a la España constitucional y a todo aquel que dirigiera su mirada hacia la corrupta trama que rodeaba al poder en Cataluña. Trataba de ocultar el agujereado tapiz donde Jordi Pujol hacía de padrino y su especial secretario de fondos y promociones, Prenafeta, ejercía similar papel al de Bárcenas en el PP. Los dos Luises, Prenafeta y Bárcenas, coetáneos, ilustran una época y un modo de hacer política. La diferencia es que a Bárcenas no se le ocurría justificar su rapiña por la “dignidad de España”, mientras que Prenafeta se consideraba el alma de la Cataluña modélica, hasta el punto de ejercer de promotor de talentos mediáticos y literarios que a día de hoy tienen buen cuidado de no incluirlo en sus currículos.

Cataluña vive un proceso en el que las dosis de nacionalismo son diversas pero cubren el panorama de lo visible, empezando por el mediático. Frente a una sociedad cada vez más alérgica a la dogmática identitaria subsiste sin embargo en los medios de comunicación, en la tropa que abreva en las redes y cómo no, en la clase política de últimas rebajas. Plantear un 25% de castellano en la enseñanza pública se entiende como una provocación para los rescoldos del espíritu pujoliano que lo empaña todo. “Las esencias, nos quieren robar las esencias; ellos, que son iguales, mientras nosotros somos diferentes”. 

La hipocresía, que es la marca de la casa del catalanismo, instituyó que lo válido para los demás no tiene por qué ser para ellos. Cabe recordar aquel arrebato cínico –“A partir de ahora cuando se hable de honradez hemos de hacerlo nosotros”- dijo el President en discurso muy celebrado. Adaptada a los tiempos no otra cosa es que la presidenta del Parlament, Laura Borrás, rechace dimitir tras su incontestable entrega de fondos públicos a un amigo, por lo demás reincidente y traficante. Le piden seis años de cárcel, pero no va con ella ni tampoco con el daltónico Parlament. La misma letanía.

 La cultura en Cataluña podrá ser un erial de mediocridad, como otras, pero tiene el rasgo identitario del abrevadero. Laura Borrás fue durante años directora del Instituto de las Letras Catalanas; como antes su colega Quim Torra. El gremio del talento sólo emite el ruidito gruñón de los gorrinos cuando pujan por hacerse con su ración de pitanza. Ni una muestra de dignidad, ni siquiera vergüenza por aquella machada de la Feria de Frankfurt, donde se contabilizaron 680 talentos de la cultura, a pan y mantel. Ni los chinos hubieran osado tan oficial y numerosa corte del ingenio.  

Si hay algo que causa perplejidad para quienes seguimos el anodino mundo de la cultura catalanista -en tiempos más oscuros se denominaba sin empacho “cultureta”- es su desvergüenza. Nada los ruboriza. Son inmunes a la dignidad mínima exigible en una sociedad abierta y responsable de sus actos y tropelías. La subvención institucional, que mejor habría de denominarse “promociones del Virreinato”, abarca el ámbito de una lengua surgida para expresarse y hacerla viva, y no para convertirla en pasaporte de la mediocridad y la servidumbre.

Agotada la cantera del catalanismo convergente la izquierda institucional ha venido a cubrir el vacío. Los herederos del mundo imaginario de la catalanidad ya no tienen nostalgias del pujolismo, pero han quedado las flores secas del cementerio, una singularidad del paisaje político catalán. Enviciados en la política como modo de vida, la izquierda institucional que procedía del PSUC -los comunistas catalanes- se ha convertido en la tropa ideológica de los únicos que pueden concederles un lugar a cargo de los presupuestos. La fantasmal familia de los “Bandera Roja”, el grupo que fundarán Alfonso Carlos Comín, padre del independentista de Waterloo, y Jordi Solé Tura, con el objetivo de radicalizar a los comunistas en los años 70, ahora son los floreros del PSC, de los Comunes de Ada Colau, o de la CUP arrebatada de los barrios altos. El que fuera último secretario general del PSUC, Rafael Ribó, “Síndico de agravios” en la traducción autóctona, cumplió su papel de palanganero de la catalanidad independentista, a muy buen precio y con regalías.

 La dignidad de Cataluña está tan deteriorada que los nuevos albaceas del erial posmoderno dan en pensar que el futuro caerá del cielo en forma de un joven empresariado tecnológico, ajeno a los avatares de un presente turbio. Son tan iguales que se aferran a la lengua “propia” como el único clavo donde colgar su fracaso político. Nada importante, salvo que han conseguido convertir una tierra fructífera en un desierto sin oasis. Les queda la pasividad de los camellos; seguir la ruta y aguantar en la senda que ni ellos mismos sueñan alcanzar. La hipocresía que les amamantó desde adolescentes."              (Gregorio Morán   Vox Populi, 16/07/22)

14/7/22

Albert Soler: el Governet va a exigir al Gobierno español, en la famosa mesa de diálogo, una amnistía o un perdón, o no sé qué más... ¡Que tiemble España! Me entra la risa por la palabra "exigir", ya que para exigir algo, se debe tener una posición de fuerza, y si algo ha demostrado no tener en absoluto el ‘lacismo’, es fuerza alguna. Bueno, tampoco valor, ni inteligencia, ni líderes capacitados, ni apoyo de nadie, pero aquí hablamos de fuerza... ¿Cómo se puede exigir nada a nadie desde la derrota y la debilidad?: - Amenazaremos con mandarles a la Rahola y devolverles a Cotarelo... Buenooo... -¡Nos seguiremos manifestando cada 11-S!... Ya. Y este año con camiseta negra, a ver si así asustan a alguien..

 "Mesa de negociación | Que tiemble España

Cuando leo que el Governet va a exigir al Gobierno español en la famosa mesa de diálogo una amnistía o un perdón o no sé qué más, me entra la risa. Me entra por la palabra "exigir", ya que para exigir algo, se debe tener una posición de fuerza, y si algo ha demostrado no tener en absoluto el ‘lacismo’ es fuerza alguna. Bueno, tampoco valor, ni inteligencia, ni líderes capacitados, ni apoyo de nadie, pero aquí hablamos de fuerza. ¿Cómo se puede exigir nada a nadie desde la derrota y la debilidad?

- Amenazaremos con colgar una pancarta acusando al Estado español de fascista, se van a enterar de lo que vale un peine.

¿Otra más? No parece que las pancartas hayan supuesto problema alguno para España, lo mismo que los lazos amarillos.

-Y les advertiremos de que vamos a seguir llorando.

Eso como amenaza no está mal, porque a lloricas no hay quien les gane, aunque dudo mucho que eso sirva para presionar a nadie, ni siquiera acompañando los lloros de pataletas y mocos. Imagino que esa táctica le funciona a Pere Aragonès con sus papás, pero otra cosa es cuando se trata de presionar a un Estado. No, hace falta algo más.

-Pues les mandamos a la Rahola y les devolvemos a Cotarelo.

Yo también pensaba que eso podía achantar definitivamente a España, pero la Rahola ya hace tiempo que asoma en Cuatro, sin que eso parezca importar a nadie. Cotarelo, por su parte, aquí nos divierte cuando intenta hablar y escribir en catalán, pero en Madrid nadie recuerda quien es esa señora de pelo cano.

-¡Nos seguiremos manifestando cada 11-S!

Ya. Y este año con camiseta negra, a ver si así asustan a alguien. Temo que si esa es toda la presión que pueden meterle al Gobierno español, Pedro Sánchez va a montar la mesa de negociación en una guardería, que por lo menos unos niños berreando van a meterle más miedo en el cuerpo que esos catalanes que vienen a exigir sin fortaleza alguna

Quien no tiene fuerza, y ese es el caso del ‘lacismo’, debe olvidarse de exigir y limitarse a pedir educadamente. Probablemente tampoco va a conseguir nada, pero por lo menos no se le van a reír en la cara."                    (Albert Soler , El Periódico, 12/07/22)

9/12/21

El gobierno catalán llama al boicot... ¡Catalanes, se han ido un montón de empresas, hemos perdido nosecuantosmiles puestos de trabajo, la sociedad está dividida, somos la risa mundial, pero no ha sido en vano: Netflix programará un 6% en catalán!... o lo boicotearemos... Y Netflix, temblando

 "No sé yo si Netflix está muy preocupado porque un tal Vila llame a los catalanes a boicotearle. Lo más probable es que en Netflix no sepan ni siquiera que no sé qué rincón del mundo unos tipos vinculaban su apoyo al gobierno, a que esta plataforma programara en no sé qué lengua. 

La fuerza de Cataluña es la que es, no hay que engañarse, otra cosa sería si se dieran de baja los chinos. 

- Escuche míster Netflix, que dicen los lacistas catalanes que se darán de baja. 

- Lléveme un café y no me dé la tabarra, Romerales. 

En Cataluña somos muy boicots, pero somos tan pocos que a nadie le importan nuestros boicots, o peor, será que nadie se entera de nuestros boicots. 

 Supongo que la noticia sería que esta vez quien llama al boicot, el tal Vila, es un alto cargo de la Generalitat, es decir, que es el gobierno quien insta a que no miremos a Netflix. Esto es comprensible. Netflix en catalán, es decir, un poquito de catalán en Netflix, era lo único que podían esgrimir como éxito de años de proceso.

 Si esto hubiera salido adelante, el mensaje navideño del presidente catalán habría tenido algún sentido, por fin podría hablar de hechos y no ilusiones. Ya casi lo estábamos viendo: 

 -Catalanes, se han ido un montón de empresas, hemos perdido nosecuantosmiles puestos de trabajo, la sociedad está dividida, somos la risa mundial, pero no ha sido en vano: Netflix programará un 6% en catalán.

 Tal discurso, por sí solo, valía para entrar en la historia de Catalunya junto a los mayores héroes, y ya debía de estar Aragonés comprando alzas para los zapatos, para quedar bien en los retratos con los que pasaría a la posteridad. Al final, ni eso. Pero nos queda el boicot, con el dueño de Netflix en su despacho, inquieto, nervioso. 

- ¡Este café, Romerales! 

Como ocurre con todas las movilizaciones lacistas, al final no se dará de baja ni el tal Villa, que aquí, además de ser muy boicots, somos mucho de que lo hagan los otros primero, y yo si acaso ya lo veré más adelante . 

 En lugar de tanto boicot, si mejoraran TV3 quizás no veríamos a Netflix, pero mientras la alternativa sea el FAQS los sábados por la noche, que no nos pidan heroicidades. Antes me trago Cine de Barrio."              (Albert Soler, Diari de Girona, 07/12/21)

27/9/21

Puigdemont detenido y soltado... probablemente algunos de los dirigentes de ERC habrán sonreído en privado como secreto desquite a las burlas recibidas de sus colegas/rivales de Junts... y no es tan seguro que los cansinos profetas de las catástrofes acierten... el episodio se produce en medio de un intenso reflujo de la radicalidad... en la Cataluña del posprocés apenas caben ya las astracanadas

 "La detención del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont a su entrada en la isla italiana de Cerdeña ha cogido a contrapié al político catalán fugado de la justicia. Como muchos, el hombre de Waterloo consideraba que la última decisión del Tribunal General de la Unión Europea suponía al menos la congelación de la orden de captura internacional dictada contra él por el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena. Pero no era esa la interpretación que hacían el jueves por la noche fuentes del alto tribunal español, para las que esa orden seguía plenamente vigente.

Ese detalle jurídico tiene por supuesto toda la importancia. Porque de la conclusión a la que llegue en las próximas horas el tribunal sardo de Sássari acerca del dilema dependerá de si se ha tratado de una retención efímera, más o menos administrativa, a la espera de aclarar la viscosa situación; o bien de una detención en toda regla previa a la inminente entrega del prófugo al Estado español.

De modo que habrá que poner en sordina la contundencia de las reacciones políticas internas a la interceptación policial del expresident. No parece haber lugar definitivo a los aplausos procedentes de la derecha y el centroderecha. Ni tampoco las airadas protestas de Junts per Catalunya (el movimiento exconvergente que formalmente preside Puigdemont), contra la “indignidad” del Estado tienen muchos visos de perdurabilidad: si la retención decae, habrá sido responsabilidad italiana; si se convierte en firme, y por tanto se traduce en entrega del detenido, ay, entonces, habrá capotado ante el poder del Estado (que creían decrépito), toda la literatura heroica previa.

Menos trascendencia apuntan de momento las quejas de trámite vehiculadas por Esquerra: parecen entonarse más como una letanía ritual imprescindible, recuelo de años de aparente solidaridad indepe, que como contundente adscripción repentina a la “confrontación” con el Estado que pregonaba Junts y que despreciaba el republicanismo convertido a la vía pragmática y dialogante. Es más, probablemente algunos de sus dirigentes habrán sonreído en privado como secreto desquite a las burlas recibidas de sus colegas/rivales de Junts, según las cuales Puigdemont sería el más listo porque se escapó triunfante de las rejas, mientras que Oriol Junqueras pasó tres años en prisión.        

Más allá de estos avatares domésticos entre los protagonistas de lo que un día fue el procés, algunos apostaban que el episodio sardo de Puigdemont reavivaría los rescoldos de la protesta radical; convocaría nuevos desórdenes públicos; y cercenaría las vías negociadoras entreabiertas por la mesa de diálogo reinaugurada por los presidentes Pere Aragonès y Pedro Sánchez.

No es tan seguro que los cansinos profetas de las catástrofes continuas acierten, tampoco esta vez. Porque aunque desde luego un Puigdemont esposado agitaría sentimientos y enturbiaría las aguas en trance de alcanzar la calma, el episodio se produce en medio de un intenso reflujo de la radicalidad. Lo balizó la menguante concurrencia a la manifestación de la Diada. Lo agravó la defección de los consejeros de Junts a la convocatoria de la mesa: nunca nada como ese incidente ha evidenciado de forma tan clara que el conflicto más sonoro se produce actualmente no tanto en la dialéctica Cataluña-España, sino entre catalanes; y aún más, entre independentistas catalanes, que aprendieron a repartirse poltronas, pero no logran compartir una verdadera estrategia de gobernabilidad y negociación. Casi todo es posible en política, pero en la Cataluña del posprocés apenas caben ya las astracanadas."                                   (Xavier Vidal-Folch , El País, 24/09/21)

13/9/21

La agonía del ‘procés’... capota el apoyo social al aventurerismo. Los lazos amarillos se decoloran en las plazas de la pretendida Cataluña catalana (la carlistaí). Merma la asistencia a las protestas... La retórica autodeterminista y proamnistía se contempla cada vez más como ritual...

 "El procés agoniza. La política de mano tendida desde el Gobierno —indultos— ha reducido la fiebre secesionista, al cancelar su causa más viva: la imagen de los líderes entre rejas. La entronización del diálogo, patrocinada por los socialistas y por Esquerra, surte demoledor efecto antes incluso de reunirse la Mesa oficial. Desactiva el unilateralismo —ya el cuestionamiento secesionista del ordenamiento, ya el del patrioterismo castizo— porque es su contrario: multilateralismo, interlocución, negociación.

Así que, la movilización de la Diada, aunque nutrida, será menguante. Su convocatoria por la Assemblea Nacional denota un naufragio: no persigue ya la “confrontación” con la democracia española, como clamó Waterloo, sino la denuncia sectaria de la “traición” esquerrista. El lema de un sol poble queda en amarga ensoñación.

Los viejos bloques se reformatean. Ahora el inmovilismo congrega a unilateralistas catalanes y ultras españoles en siniestra sintonía común: boicotear la concordia. Aquellos, quebrando la Mesa desde su vera y poniéndole plazos inanes (de dos años) que solo perjudican a quienes los establecen, según ratifica la historia reciente: la independencia se programó para 2014; luego, en 18 meses, sustituidos por el referéndum o referéndum de Carles Puigdemont. Fechas filfa, conjuntos vacíos.

Y los ultras, trabando cordones de seguridad contra el rojerío. También frente a patronal y obispos, los “cómplices” de los indultos de Pedro Sánchez, en lenguaje de Pablo Casado usurpado a Santiago Abascal. Y buscando separar a españoles de doble idioma común: “No habláis catalán, habláis mallorquín, habláis menorquín, habláis ibicenco, habláis formenterés” (¡!). Un comodecir que colombiano y argentino no son español, genial patriotismo.

Ignoramos el detalle de la estación final del diálogo —como en toda negociación—, pero sabemos que su trayecto se apunta, aunque arduo, irreversible. Así lo pespuntea la residualización del numantinismo de Waterloo: la talibana Clara Ponsatí abandona el Consell per la República (¡por “autonomista”!); las coyundas rusas minan su imagen desde The New York Times; el liderazgo se cuartea al perder mando sobre el interior, dirigido por un antisistema de La Crida, Jordi Sánchez; sus eurodiputados pierden la inmunidad; su conmilitona Laura Borràs califica de “simulacro” la mesa, qué indigencia. Y el viejo patriarca, aunque corrupto, lúcido, reconoce al fin que Cataluña “no tiene la independencia a su alcance”, por lo que “hemos de abrirnos a fórmulas no independentistas” (Jordi Pujol, entre el dolor i l’esperança, Vicenç Villatoro, Proa, junio de 2021).

 Más decisivo: capota el apoyo social al aventurerismo. Los lazos amarillos se decoloran en las plazas de la pretendida Cataluña catalana (la carlista; será que el resto es maorí). Merma la asistencia a las protestas. Las organizaciones activistas pierden hegemonía a lonchas de fuet en cada aniversario, la retornan a los despachos representativos. Más grave: a la patronal Foment, que encabezada por un catalanista, Josep Sánchez-Llibre, reclama presencia autonómica en todas las instancias españolas, y el corredor mediterráneo, y ampliar el aeropuerto El Prat/Josep Tarradellas.

De modo que un president al fin respetuoso (y aseado), Pere Aragonès, recupera tono institucional, también influenciado por el giro estratégico del País Vasco. Calcula la secesión para 2030, más o menos dentro de tres o cuatro siglos. Y se vuelca en el pragmatismo, en la gestión, en las cosas, sabedor de que Cataluña ha sufrido —por culpa de tanta audacia de sus antecesores—, la peor insidia: ceder el liderazgo económico, de momento por tres años consecutivos (2017 a 2019, ambos incluidos), a la eterna rival, Madrid.

El partido del dinamismo va ganando (por puntos, tampoco exageremos) al del inmovilismo. Y los primeros compases del diálogo graban la marca del momento. La lógica del encuentro se infiltra (dificultosamente) entre los prejuicios del desencuentro.

  La retórica autodeterminista y proamnistía se contempla cada vez más como ritual esparcido de Viejo Testamento: añagaza prepolítica, por inviable, como todos saben y pocos aún reconocen en público.

La reunión de la comisión bilateral del 2 de agosto, tras años archivada, señaló un después. La reforma del aeropuerto (y sus exigencias ecológicas), milimetrada por el presidente de AENA, Maurici Lucena, ocupaba el proscenio... hasta ayer, pues el Govern retranqueó su apoyo: ¡ay!, vaivenes. La inversión de 1.700 millones de euros cristalizaba el envite: en complicidad, crecimiento económico; en confrontación, pérdida de peso. Los fondos europeos convocarían una agenda común. Y se discute de presupuestos, catalanes y españoles.

Salvador Illa ofrece ahí muleta con condiciones: si se acepta, adiós a la apariencia de bloque indepe; si se rechaza en pro de la radicalidad cupera, adiós a su presunta sustancia de centralidad. Es la ventaja de contar con una pinza federal, psoE-psC. Y debe resultar en enervar el diálogo interno en Cataluña, no basta con el Parlament (al igual que tampoco con el Congreso).

El vuelco al —muy oscilante— pragmatismo aflora déficits ocultos del Govern. Demasiado reales. Como la torpe reacción a las inundaciones de Alcanar (echando la culpa hasta a sus meteorólogos); los 20.000 candidatos desdeñados para cursar la Formación Profesional, por falta de plazas; la precariedad energética medida en los 32,6 megavatios fotovoltaicos tangibles, frente a los 6.000 necesarios...

Para que la era del reencuentro fructifique, con velocidad e intensidad crecientes, se requiere más. Urge reequilibrar gestos, actitudes y concesiones. Hasta hoy, corren más de la cuenta del Gobierno que del Govern, algo lógico al inicio del deshielo, pues debe hacer más quien más puede. Pero desde que se reanude la Mesa de diálogo conviene consagrar que los esfuerzos han de ser desde ambas direcciones. De otro modo no serán sostenibles. La Mesa abre un espacio inédito entre ejecutivos. Es decir, entre instituciones. Y requiere por tanto la rápida recuperación de la plena institucionalidad, aunque algunos pretendan legítimamente reformarla. Por tanto, también la presencia sistemática de Cataluña en todas las instancias comunes: en beneficio de sus ciudadanos, y del resto.

Eso implica que no puede repetirse la ominosa ausencia del president de la Conferencia de Presidentes, como ocurrió en Salamanca (donde Iñigo Urkullu dio otra lección de modos negociadores), más aún si se abordan asuntos clave para todos como el plan de recuperación apoyado en los fondos europeos Next Generation, o la lucha contra la pandemia. La excusa de que fuese un foro para hacerse la foto es tontuna: también el Consejo Europeo se creó en 1974 como un encuentro informal y hoy es decisivo para la Europa exponencialmente federal. Sin olvidar que la vida política se fragua, como la vida misma, desde el contacto personal, la proximidad, la escucha directa de las posiciones ajenas: y España no es solo Madrid.

También debe normalizarse el lazo de la Generalitat con Felipe VI. Resulta atrabiliario que el representante ordinario del Estado en Cataluña, el president, no se relacione plenamente con el jefe de ese mismo Estado (aunque lo propugne republicano). Perjudica sobre todo a trabajadores y empresarios catalanes, como se verificó el 5 de marzo en el 70º aniversario de la Seat en Martorell, con desaire añadido al grupo Volkswagen. La rectificación iniciada el 16 de junio en la reunión anual del Círculo de Economía debe completarse.

Y así con todo: garantizar el cumplimiento normativo general; descrestar la litigiosidad ante el Tribunal Constitucional (donde yacen 419 recursos a leyes estatales, contra 184 a normas catalanas); aportar iniciativa a la transformación del Senado; al plurilingüismo de la Administración General del Estado; volver al puesto conseguido en el equipo español del Consejo de la Unión Europea... Solo así los catalanes volverán a ser ciudadanos de primera."              (Xavier Vidal-Folch, El País, 09/09/21)