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7/6/24

Cataluña, el fin de una etapa... el llamado procés murió en octubre de 2017 cuando se desvaneció el sueño de la unilateralidad... la tensión secesionista, que se ha prolongado con sus vaivenes hasta 2024, es lo que ha colapsado en las elecciones del domingo... El perdón de la pena de prisión en 2021 para los condenados en el juicio del procés supuso un antes y un después, desinflamó el lacismo y fue un gesto inteligente con un bajo coste... La amnistía, en cambio, ha premiado al partido independentista más radical y al prófugo Carles Puigdemont, resucitándolo políticamente en perjuicio de ERC, cuya estrategia pragmática ha sido duramente castigada en las urnas... La amnistía ha tenido costes y beneficios para el PSC. Por un lado, le ha permitido seguir drenando votos a su izquierda, de ERC y los Comunes, y también del centroderecha nacionalista moderado. Pero, por otro, su magnífico resultado esconde un trasvase hacia el PP, que ha sido la fuerza que más ha crecido en votos absolutos, y no solo a costa de la desaparición de Ciudadanos... Los dos partidos separatistas necesitan hacer la digestión del 12 de mayo y tomar conciencia de que se ha abierto una nueva etapa en la que la política catalana irá pareciéndose a la vasca... Cuando el ex president dijo que si no era restituido dejaría la primera línea política, acertó en el análisis de que su tiempo se había acabado. Un final que es también el inicio de una nueva etapa con Illa de president (Joaquim Coll)

 "El resultado de las elecciones del pasado domingo, más que poner fin al procés, tal como estos días tanto se afirma, supone el cierre de una larga etapa de tensión secesionista en Cataluña que estalló en 2012, provocó la mayor crisis de la democracia española cinco años más tarde y se ha prolongado hasta 2024 gracias a la existencia de una mayoría independentista en el Parlament. En rigor, el llamado procés murió en octubre de 2017 cuando se desvaneció el sueño de la unilateralidad. 

Hasta entonces, cientos de miles de catalanes creyeron que la secesión era posible si persistían en su deseo, se movilizaban en cada ocasión y acudían en masa a votar en unas elecciones que se revestían de plebiscitarias o participaban entusiásticamente en pseudorreferéndums convocados desde la Generalitat para desbordar al Estado. Si aun así el Gobierno español no se avenía a negociar, entonces, antes o después, la Europa democrática correría en su ayuda, creyeron también. Esa ensoñación se hundió en 2017.

Ahora bien, no hay que confundir el procés como momento concreto con el fenómeno de la tensión secesionista, hija de los largos años del pujolismo y sobre todo del fracaso del segundo Estatuto. Sin la tensión previamente acumulada, y el oportunismo para sortear las consecuencias de la crisis económica de 2008, Artur Mas no se habría atrevido en 2012 a dar el pistoletazo de salida a la exigencia de una consulta, que rápidamente se convirtió, como resultado del juego de la gallina con ERC, en un programa de secesión unilateral, que fue el deus ex machina de la política catalana hasta 2017. Ahora, en cambio, con el hundimiento del independentismo en las urnas, lo que se cierra es el conjunto de una larga etapa de 12 años, donde una mayoría minoritaria ha querido imponer de una forma u otra al conjunto de la sociedad catalana y española el ejercicio de la autodeterminación. En definitiva, el procés murió en 2017, mientras la tensión secesionista, que se ha prolongado con sus vaivenes hasta 2024, es lo que ha colapsado en las elecciones del domingo.

Hay que subrayar que las urnas no solo han despojado al independentismo de su hegemonía parlamentaria, sino que arrojan un dato muy revelador de la nueva etapa: la suma de los partidos (PSC, PP y Vox) que están explícitamente en contra de un referéndum alcanza los 68 diputados de la mayoría absoluta. Evidentemente, esa suma no es operativa para construir nada, pero subraya la fuerza del cambio de eje de la política catalana. En el nuevo Parlament los partidarios del polémico casino Hard Rock en Tarragona superan ampliamente a los del derecho a decidir. Las medidas de gracia que ha aprobado el Gobierno de Pedro Sánchez han tenido sin duda un efecto positivo en el proceso de normalización sociopolítica en Cataluña, aunque una cosa son los indultos y otra, muy diferente, la amnistía. El perdón de la pena de prisión en 2021 para los condenados en el juicio del procés supuso un antes y un después, desinflamó el lacismo y fue un gesto inteligente con un bajo coste y sin ningún riesgo. La amnistía, en cambio, ha sido una operación de pura conveniencia, un pago a cambio de siete votos para una investidura, que ha premiado al partido independentista más radical y al prófugo Carles Puigdemont, resucitándolo políticamente en perjuicio de ERC, cuya estrategia pragmática ha sido duramente castigada en las urnas, aunque en su hundimiento hay una multiplicidad de causas, empezando por una gestión bastante mediocre al frente del Govern de la Generalitat y un liderazgo, el de Pere Aragonès, fallido.

La amnistía ha tenido costes y beneficios para el PSC. Por un lado, le ha permitido seguir drenando votos a su izquierda, de ERC y los Comunes, y también del centroderecha nacionalista moderado. Pero, por otro, su magnífico resultado esconde un trasvase hacia el PP, que ha sido la fuerza que más ha crecido en votos absolutos, y no solo a costa de la desaparición de Ciudadanos. Puesto que Vox ha resistido muy bien, demostrando que hay una extrema derecha españolista que ha venido para quedarse, es evidente que hay una parte de voto socialista contrario a la amnistía que ha optado por Alejandro Fernández, un candidato con personalidad propia frente a la torpe dirección nacional del PP, brillante parlamentario y siempre contundente frente a las falsedades nacionalistas.

La clara victoria del socialista Salvador Illa se explica también por su perfil moderado, dialogante, que huye de la polarización, tan diferente en eso a Sánchez, y que encarna la perfecta simbiosis entre PSC y PSOE. El resultado para los socialistas catalanes es histórico, pues es la primera vez que ganan en votos y escaños, muy por delante de la segunda fuerza. No hay otra presidencia posible que la del líder socialista, por mucho que Carles Puigdemont intente ganar tiempo para atrasar lo inevitable, su retirada de la primera línea de la política. Anunciando que se presentará a la investidura pretende chantajear a ERC y forzar una carambola.

La afirmación trompeteada por algunos analistas de que Sánchez sacrificaría a Illa para seguir contando con el apoyo de los independentistas supone un desconocimiento absoluto de la historia del PSC. Es un partido de obediencia federal, pero autónomo en cuanto a su estrategia en Cataluña. Ya ocurrió con José Luis Rodríguez Zapatero cuando le medio prometió a Mas en 2006 que si ganaba las elecciones no habría otro tripartito de izquierdas, y sin embargo José Montilla se hizo con la presidencia de la Generalitat.

Esta vez no será diferente, y menos aún tras unos resultados tan buenos, con Junts muy por debajo y ERC hundida. Ahora bien, la investidura de Illa no será fácil, y existe el riesgo de volver a las urnas. No me parece el escenario más probable. Los dos partidos separatistas necesitan hacer la digestión del 12 de mayo y tomar conciencia de que se ha abierto una nueva etapa en la que la política catalana irá pareciéndose a la vasca. Tanto ERC como Junts han de revisar sus estrategias y liderazgos, y eso pasa por la anunciada jubilación de Puigdemont y también de Oriol Junqueras, aunque este se resista como gato panza arriba.

Con el paso de las semanas, y tras las elecciones europeas, en ERC verán que es absurdo bloquear la investidura de Illa, y puede que también en Junts. Una doble abstención permitiría a ambos partidos dejar de mirarse de reojo y al socialista formar un gobierno en solitario que daría un año de margen para formalizar un acuerdo de legislatura con uno de los dos partidos independentistas, preferentemente con ERC y el apoyo de los Comunes. Además, tanto Junts como ERC siguen condicionando la legislatura de Sánchez, lo que también es una forma de presión sobre el PSC en un juego en el que todos dependen los unos de los otros.

La repetición electoral en otoño nunca se puede descartar, pero ERC no está en condiciones de volver a las urnas tras la marcha de Aragonès y con una dirección cuestionada. Puigdemont puede tener más tentaciones en un cálculo cortoplacista, pero por encima de su teatralidad es un político inteligente. Sin ninguna esperanza de que se rehaga la unidad independentista, menos aún con la aparición disruptiva de la islamófoba Aliança Catalana, su empecinamiento sería visto como un capricho personal y el resultado para Junts podría empeorar. Cuando el ex president dijo que si no era restituido dejaría la primera línea política, acertó en el análisis de que su tiempo se había acabado. Un final que es también el inicio de una nueva etapa con Illa de president."

(Joaquim Coll es historiador. Revista de prensa, 15/05/24. Este artículo se publicó originalmente en El Mundo.)

8/5/24

Cataluña rozó el colapso. Fue el decenio largo del procés, desde 2012 hasta anteayer. Políticamente se precipitó en él. Económicamente, no se alcanzó la tragedia, pero sí el drama... Con todo, el inicial empujón oficial al traslado de empresas señeras; los intentos de boicot de la pintoresca Assemblea Nacional Catalana a empresas desafectas al secesionismo (ya condenados por la Audiencia barcelonesa); la memoria de las huelgas generales por motivos partidistas decretadas desde la Generalitat; el vacío al jefe del Estado en inauguraciones empresariales (del Mobile, a la SEAT en 2021, semicorregido el pasado día 5 de abril) aún exhiben rescoldos. Amén del deshilachamiento de la cohesión social, que se contagia a un desprestigio del idioma propio ―antes inclusivo, estimulante del ascensor social; ahora asociado con ribetes de lo excluyente― y en grado descendente, pero palpable aún, a los déficits de servicios sociales provocados por los recortes austeritarios que compartieron Convergència/Junts y Esquerra tanto en sus gobiernos coligados como desde sus alianzas parlamentarias. Son fenómenos de largo alcance, y percance, aunque afortunadamente ya bajo sordina (Xavier Vidal-Folch)

 "Cataluña rozó el colapso. Fue el decenio largo del procés, desde 2012 hasta anteayer. Políticamente se precipitó en él. Experimentó un insólito derrumbe por la pérdida temporal del soñado autogobierno —al que se despreció por ser un autonomismo “pasado de pantalla”—, la ruptura estatutaria y constitucional, la fractura social, la anemia de proyectos políticos, las suicidas carreras de muchos gobernantes, el rechazo de su propósito histórico en la gobernanza española, el desorden: todo eso se ha enderezado en buena medida durante el último trienio gracias a esfuerzos de distinto origen. Esfuerzos de catalanes redescubridores del pragmatismo (ERC) y de otros españoles practicantes del reencuentro (socialistas, comunes). “Per la concòrdia”, bautizó Francesc Cambó su libro de 1930, de contenido discutido y título memorable.

Económicamente, no se alcanzó la tragedia, pero sí el drama, lo cual es pernicioso, pues el esplendor catalán contemporáneo se fraguó siempre en la dupla comercio (economía) y cultura. El 12-M ofrece alguna ventana de oportunidad para revertirlo. Con todo, el inicial empujón oficial al traslado de empresas señeras; los intentos de boicot de la pintoresca Assemblea Nacional Catalana a empresas desafectas al secesionismo (ya condenados por la Audiencia barcelonesa); la memoria de las huelgas generales por motivos partidistas decretadas desde la Generalitat; el vacío al jefe del Estado en inauguraciones empresariales (del Mobile, a la SEAT en 2021, semicorregido el pasado día 5 de abril) aún exhiben rescoldos.

Amén del deshilachamiento de la cohesión social, que se contagia a un desprestigio del idioma propio ―antes inclusivo, estimulante del ascensor social; ahora asociado con ribetes de lo excluyente― y en grado descendente, pero palpable aún, a los déficits de servicios sociales provocados por los recortes austeritarios que compartieron Convergència/Junts y Esquerra tanto en sus gobiernos coligados como desde sus alianzas parlamentarias. Son fenómenos de largo alcance, y percance, aunque afortunadamente ya bajo sordina.

El más sonoro es la fuga de sedes sociales empresariales. Es del todo irrelevante la excusa de que no ha derrumbado el PIB, al no extenderse a fábricas y otros centros de producción y distribución. Pero la competencia internacional por atraer sedes corporativas es, como han estudiado Andreu Mas Colell y Xavier Vives, sustancial. Y es que el domicilio de una compañía absorbe sus mejores empleos directivos, estratégicos, institucionales, tecnológicos, jurídicos; es decir, el talento de Estado Mayor. También es inane la hipérbole que de ellas hace la caverna centralista, evocando 8.000 traslados eventualmente causados por el procés. En puridad hay que referirse al saldo neto (salidas menos llegadas) en los fatales y más migratorios años de 2017 y 2018: las salidas, detrayéndoles las entradas, ascendieron a 3.880. En los demás ejercicios apenas han registrado algún centenar. Y causados por factores múltiples: la capacidad de atracción de las capitales de Estado desde el inicio de la última globalización; la radialidad de la red viaria española; la permanente subejecución de las inversiones estatales regionalizables previstas en la comunidad periférica y la inversa sobreejecución en la central; la función aspiradora de la desleal competencia fiscal madrileña, bien radiografiada ―en Madrid:capitalidad, economía del conocimiento y competencia fiscal― por el Institut Valencià d’Investigacions Económiques en 2021 y que sin embargo resulta autopunitiva para la recaudación de los tramos altos del IRPF, como ha demostrado el Instituto de Estudios Fiscales en su estudio sobre las migraciones de profesionales de la España vaciada a Madrid entre 2016 y 2019.

Que el virus, aunque semicongelado, sobrevive lo certifica la reciente amenaza del sector fundamentalista indepe (Junts) con multar a las empresas fugitivas que no regresen de su “exilio” madrileño o valenciano, amenaza que no es más que un incentivo para no volver jamás, porque ¿a qué infierno intervencionista y despótico regresarían? ¡Y el dislate proviene de los herederos de la Convergència que se presentan como business friendly!

El declive relativo de la economía catalana durante el decenio de parálisis no es opinable. Es un dato. La comparación con la tradicional rival interna lo subraya. El peso de la Comunidad de Madrid (CAM) en el PIB español siempre fue, entre 2000 y 2010 a remolque de Cataluña ―bajo gobiernos nacionalistas moderados o del tripartito de izquierdas―, según datos del INE. En 2012, el Govern de Artur Mas quedó ligeramente detrás, con vaivenes, hasta que desde 2017 los de Carles Puigdemont, Quim Torra y Pere Aragonès vieron consolidarse una distancia negativa de medio punto o más. Las oscilaciones del ciclo —como región más industrial, Cataluña es muy sensible a las crisis y reacciona mejor a las recuperaciones— han generado algún volantazo, pero no en el conjunto del período: lo grave de este declive suave es que ha implicado la pérdida del liderazgo, de la primogenitura económica de España, posición no solo simbólica sino de amplios efectos prácticos.

El desfase macroeconómico, sin embargo, no es abrumador, y sí recuperable. El paro catalán en 2023 ha reculado al 9%; el madrileño, al 9,7%. El empuje exportador (26,2%) duplicó al capitalino (13,4%), claro que se debe más a la resiliencia de la empresa manufacturera que a ningún programa autonómico específico. A la contra, la inversión directa extranjera en el periodo 2019/2023 en la CAM (62,8%) ha quintuplicado la destinada a su rival (12,7%). Queda lejos del siglo XX y del principio del XXI, cuando los dirigentes catalanes viajaban a Japón en busca de inversiones industriales que equilibrasen las financieras recibidas por Madrid.

Donde Cataluña resiste mejor es en la industria del conocimiento, la tecnología, la innovación, en suma, del talento. Financiado sobre todo por empresas privadas y por la inversión pública europea, y menos, ay, por el sector público interno. Cataluña y la CAM encabezan la creación de empresas emergentes, startups, apoyadas en su 80% por capital exterior, pero la ciudad de Barcelona es la quinta del ranking europeo, y la capital, la sexta (ICEX, TBS-Business School). El Mobile ha generado un parque de un centenar de centros de desarrollo tecnológico de multinacionales extranjeras. El Sincrotrón Alba y la nueva plataforma científica apoyan la investigación. Además, Cataluña genera un tercio de las patentes, por un quinto su rival.

En lo inmediato, por tanto, casi todo es feo, pero nada hay irreversible. El peligro atenaza el largo plazo, el horizonte. Porque, como sucede con el derrumbe del modelo económico alemán causado por la invasión de Ucrania, el procés y el inmediato posprocés estrangulan las bases del crecimiento catalán acumuladas en dos siglos. La manufactura se impuso en el Principado casi en solitario, pese a pobreza natural, como describió Jordi Nadal en El fracaso de la revolución industrial en España (Ariel, 1984).

 Por varias causas. Una, la energía (los saltos hidroeléctricos del Llobregat que hicieron florecer el despegue textil; seguidos desde los sesenta por el gas de Argelia traído por Pere Duran Farell, y de las centrales nucleares en las últimas fases de la revolución industrial). Dos, el agua del Besós-Rec Comtal que alimentó el Poblenou, hoy barrio tecno barcelonés. Tres, la conectividad, marcada por el vanguardismo ferroviario (primer tren peninsular, el de Barcelona-Mataró, en 1848); viario (las primeras autopistas españolas) y aéreo (El Prat, primer aeropuerto comercial, desde 1927, seguido de Barajas en 1931). Y cuatro, amén del liderazgo de la burguesía, la innovación y el empuje profesional de ingenieros, encarregats, contramestres y obreros especialistas (véase Enginyers industrials, modernització económica i burgesia a Catalunya, Ramon Garrabou, L’Avenç, 1982).

La insurgencia política de la década perdida ha agostado la reproducción de esas fuentes de progreso. Respecto a las energías del futuro, las renovables, Cataluña no es locomotora sino colista: suponen el 15% de su suministro; por el 45% del conjunto de España; solo aporta el 4,5% de la energía estatal (según datos de Red Eléctrica); los Governs indepes solo han dispensado el 1,4% de la subvenciones previstas a las placas solares y abonado el10% de las ayudas al coche eléctrico. La República catalana es, al respecto, una colonia de Aragón.

El agua se agota por la sequía. Empresas como la cavista Freixenet tramitaron ERTE que la Generalitat obstaculizó. Los hoteleros de la Costa Brava alquilan minidesaladoras portátiles para salvar la industria turística. Y es que la más reciente respuesta oficial de envergadura al clima la dio en 2009 el tripartito de izquierdas, con la segunda y última gran desaladora, la del Llobregat. Luego, cero integral. Otras dos quedaron aparcadas. Valencia triplica su número. Mientras, e Govern de Esquerra se arrastra en ocurrencias: primero amenazó con multar a los municipios que más gastan, sin arreglar ni el canal del Urgell ni las viejas tuberías por las que se dilapida un 23% del agua potable, según la Agència Catalana de l’Aigua (que sabe sumar, pero alzas y alzas del canon sin aplicarlas más que al exceso de tesorería); luego prometió traer agua por barco; y al final opta por el invento saudí de desaladoras sobre barcazas… Los colegios profesionales técnicos prefieren las interconexiones: usar el agua del Ebro sobrante en Tarragona, para Barcelona: pero eso ¡nunca! que puede molestar al “territorio”.

El aeropuerto El Prat-Josep Tarradellas lleva también un vía crucis. En 2009 se acabó la terminal 1, luego hubo la nada. En 2021 AENA propuso una nueva ampliación de pistas, apoyada por el empresariado: así podría competir con (y complementar a Barajas-Adolfo Suarez ―orientada hacia el Oeste― como “hub” internacional ―hacia el Este―. Pero la ampliación interfería con una idílica laguna biodiversa, La Ricarda, con 541 especies (que serían transportables). Ganaron las aves a los 1.700 millones de inversión y los miles de empleos subsiguentes. Cataluña quedó presa, protestó el Cercle d’Economia, “en una espiral de irrelevancia económica”. Hasta que los socialistas impusieron una reconsideración y la patronal vehiculó media docena larga de alternativas… Todo acaba de culminar en una apuesta sardónica del Govern: ¡redoblar los vuelos más ruidosos sobre las zonas más pobladas, sin ampliar pistas, para salvar del traslado a unos cuantos animales! Una animalada de decrecimiento y de ambición provinciana que por fortuna ni AENA ni el Gobierno de España validan.

 Último pero esencial: el olvido del factor humano. Por el sistema sanitario: la comunidad ha caído hasta la cola nacional de las listas de espera hospitalarias: han pasado de 40 minutos en 2.010 a 62 en 2.023. Por el desplome del sistema educativo, que ha relegado a Cataluña a peor comunidad española y europea en 2021, según el Informe PISA, cayendo tres veces más que todo el alumnado español. También por los cuellos de botella en la formación profesional: parcheada la falta de plazas con ofertas de enseñanza digital (¡en oficios casi siempre manuales!). Y queda ahora lo más avieso, el abandono de un 40% de alumnos en los ciclos medios. Si Enric Prat de la Riba, el presidente de la Mancomunitat que en 1914 inauguró la legendaria Escola de Treball, resucitase por un instante, volvería presuroso al cenotafio."                                       ( Xavier Vidal-Folch , El País, 06/05/24)

14/4/24

Puigdemont necesita mantener viva la ensoñación para convencer a los miles de personas que se entusiasmaron con el ‘procés’ de que aquello tuvo sentido... No digas que fue un sueño... Durante un lustro, decenas de miles de personas fueron felices mientras soñaban una utopía que dio genuino sentido a sus vidas. Y a pesar del tiempo pasado sin que haya pasado nada, probablemente prefieran seguir soñando (Jordi Amat)

 "Desde que las elecciones generales situaron de nuevo a su partido como un actor necesario de la gobernabilidad española, Carles Puigdemont ha activado un cambio estratégico que contradice la posición que había mantenido hasta el pasado julio: asume sin decirlo que el marco de su acción es el perimetrado por el ordenamiento constitucional y su horizonte ha dejado de ser la unilateralidad para retroceder a la demanda de un quimérico referéndum pactado de independencia. Esta es la parte políticamente más útil de la amnistía: la normalización de Junts para que, a efectos institucionales, pueda volver a ser una pieza del Estado autonómico como lo fue la antigua Convergència.

Otra cosa son las palabras que el expresident necesita pronunciar para lograr su cuadratura del círculo: realizar este cambio de estrategia sin ser electoralmente penalizado, llegar al lugar pactista donde está Esquerra sin que lo parezca y a la vez denunciar la claudicación de sus competidores, patrimonializar el 1 de octubre aunque vaciándolo de la operatividad que durante años prometió que tendría. La táctica para conseguirlo es explotar a su personaje y reciclar su lenguaje. Por eso la candidatura lleva su nombre y en la papeleta aparece su rostro. Por eso promete que regresará, esta vez sí, y, como dijo esta semana, solo seguirá si es restituido. El excelente autor de discursos que es Puigdemont, como puede constatarse en sus intervenciones desde septiembre, sigue utilizando la épica a través de la cual ha construido su propio mito. A través del mito carismático, reforzado en buena medida como respuesta a una persecución penal fallida, está en condiciones de convencer a los miles de personas que se entusiasmaron con el procés de que, a pesar de su derrota, a pesar de tantas energías malbaratadas, aquello tuvo sentido.

Hoy la principal virtud de su retórica es hablar como hablaba hasta ahora para tratar de mantener vivo ese sueño. En la sentencia del juicio a los líderes independentistas, Manuel Marchena utilizó el concepto de “ensoñación” para definir el procés. O era eso o fue un “artificio engañoso”. Fuera una cosa o fuera la otra, en los dos casos su objetivo era tensar la institucionalidad y movilizar a la ciudadanía con el propósito último de forzar una negociación con el Gobierno central. Es probable que el juez del Tribunal Supremo acertase en esta descripción de lo ocurrido y también al afirmar que entonces “el Estado mantuvo en todo momento el control de la fuerza, militar, policial, jurisdiccional e incluso social”. Pero si eso fue así, ¿por qué tanta gente quiso vivir y parece que quiere durmiendo en ese sueño? Hoy ya no se trata de un artificio ni un engaño. O, mejor dicho, ya nadie va a llevarse a engaño. Ni entre los miembros de su candidatura ni entre la gran mayoría de su electorado. Es otra cosa.

Durante un lustro, decenas de miles de personas fueron felices mientras soñaban una utopía que dio genuino sentido a sus vidas. Y a pesar del tiempo pasado sin que haya pasado nada, probablemente prefieran seguir soñando. Despertar en la realidad de la Cataluña de hoy, tan gris cuando has prometido llegar a Ítaca y despiertas en una Europa que sufre la amenaza bélica, es lo que ha intentado el Gobierno de Pere Aragonés —ahora situando el modelo de financiación otra vez en el debate— y es la base del catalanismo que expuso Salvador Illa en su conferencia programática del jueves. Ni es conflictiva ni es emocionante. Es gestión y es política. Puigdemont, por el contrario, necesita mantener viva la ensoñación, como escribió Kavafis en su poema: “Sobre todo, no te engañes, no digas que fue / un sueño, ni que se confundieron tus oídos”.           (Jordi Amat, El País, 14/04/24)

1/3/24

El ilusorio proceso independentista ha conllevado una fuerte depresión social en Catalunya y una desconfianza social entre los diversos sectores sociales. Todo ello agudizado por un hecho innegable, el elevado activismo y esfuerzo del “procès” impulsado y dirigido desde las instituciones de gobierno de Catalunya fue en detrimento del avance y desarrollo de cualquier política económica y social, lo que ha comportado un importante retroceso en la calidad de vida de la población catalana

 "La situación en general de la sociedad catalana después de la década “procesista” es de un cierto desánimo y algo parecido al pesimismo y la tristeza. La década pasada ha dejado una fuerte huella negativa en el conjunto de una sociedad dividida y quebrada en esos años. Catalunya no se ha recuperado y arrastra la huella de la situación vivida estos últimos años.

Nada volverá a ser como antes, como mínimo por un largo tiempo. La división social fue muy profunda. El independentismo ha fracasado de una forma definitiva, aunque haya algunos que no lo acepten de forma pública. La idea de la Catalunya “un sol poble”  que fue hegemónica desde la transición y reivindicada de forma transversal ha sido enterrada por el “procesismo independentista”. Una gran parte de la sociedad y no sólo la castellanoparlante se vio agredida. Los insultos llamando “colonos” u otros epítetos formulados por los sectores más agresivos de los independentistas a las familias procedentes de la inmigración de los años 50 y 60 han comportado una profunda división en la sociedad catalana.

Es necesario recordar que en la lucha antifranquista y durante la transición una gran parte de los luchadores que reclamaban “LLibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia” procedían de la clase trabajadora emigrante. Sólo mirando las fichas de los detenidos antifranquistas en Catalunya se puede comprobar la preeminencia de apellidos no catalanes. En Catalunya quien más se movilizó por la libertad y la autonomía fueron la militancia de CCOO y del PSUC, y fundamentalmente trabajadores y estudiantes. La burguesía catalana no fue precisamente un ejemplo salvo honrosas excepciones de antifranquismo. Un ejemplo sirve de comprobación, en las primeras elecciones municipales una buena parte, principalmente fuera de las grandes ciudades, de alcaldes de la CiU “pujolista” habían sido ya alcaldes con el franquismo.

Una buena parte de la gente mayor movilizadas por los independentistas era gente que jamás había hecho nada durante el franquismo y parecía que estos años quisiera hacer su “revolución pendiente”.

En definitiva, el ilusorio proceso independentista ha conllevado una fuerte depresión social en Catalunya y una desconfianza social entre los diversos sectores sociales. Todo ello agudizado por un hecho innegable, el elevado activismo y esfuerzo del “procès” impulsado y dirigido desde las instituciones de gobierno de Catalunya fue en detrimento del avance y desarrollo de cualquier política económica y social, lo que ha comportado un importante retroceso en la calidad de vida de la población catalana.

Catalunya, que en su momento formaba parte de los llamados “Cuatro Motores para Europa”. Los Cuatro Motores era una asociación de cooperación interregional constituida el 1988 entre los territorios de Catalunya, Baden-Wurttemberg (BW), Lombardia y Ródano-Alpes (actualmente, Auvernia-Ródano-Alpes, AURA). En aquel momento los objetivos de colaboración estaban relacionados principalmente con la economía y la investigación así como con el arte y la cultura y también con la participación activa en la construcción europea. Hoy en día difícilmente podría señalarse a Catalunya en ese grupo.

Catalunya siempre fue un modelo no sólo de economía avanzada sino de modernidad en España en el siglo XX. En la actualidad Catalunya ha perdido fuelle tanto económico como cultural. El independentismo ha eliminado el cosmopolitismo reduciéndolo a un puro nacionalismo estrecho y arcaico.

En el ámbito social los gobiernos independentistas desde Artur Mas a Aragonés han comportado una reducción progresiva de los presupuestos de la Generalitat en las partidas dedicadas a Educación y Sanidad por poner un ejemplo. En el ámbito sanitario en el Presupuesto del último Gobierno Tripartito (PSC-ERC-ICV) dedicó un 35,51% del presupuesto a Sanidad y un 22,63 a Educación. Los gobiernos sucesivos fueron reduciendo el presupuesto en las partidas sociales hasta llegar al del 2022 donde dedicó a Sanidad un 23,95% ocupando el número 16 en el ranking de CCAA en lo relativo a gasto per cápita. En lo relativo a Educación su gasto presupuestario fue de un 18,58%  ocupando el puesto 11 en el ranking de las CCAA.

En lo referente al peso del sector industrial sobre el Valor Añadido Bruto podemos decir que en el año 2000 éste era en Catalunya del 26,9%, mientras que en el 2019, antes de la pandemia había descendido al 19,3%.  En referencia a la aportación al PIB del Estado, mientras que en el 2008 Catalunya aportó el 18,42% y Madrid el 17,74%, en el 2022 Catalunya con el 16,41% de población ha aportado el 19,01% del PIB siendo superada por Madrid que con el 14,22% de población ha aportado el 19,44%.

Asimismo los sucesivos gobiernos independentistas de la Generalitat han sido incapaces de plantear propuestas necesarias de futuro que situaran a Catalunya al frente de alguna de las transformaciones que la sociedad precisa. Dos ejemplos, el primero el relativo al impulso de las energías renovables, en el que Catalunya es la comunidad más atrasada en la implantación de dichas energías, tan solo un 15% de la energía es renovable frente al objetivo de alcanzar el 30%, mientras en el conjunto de España las energías renovables se sitúan en el 50%.. El segundo ejemplo que está de actualidad por la sequía, la falta de desalinizadoras. En la actualidad sólo hay dos en Catalunya, la más reciente fue obra del Gobierno Tripartito de Izquierdas, la del Llobregat que se inauguró en julio del 2009. Esta instalación puede dar servicio a 4,5 millones de habitantes y produce hasta 60 hm3/año de agua Desde entonces no se ha hecho nada más. La otra desalinizadora la del Tordera, de menor capacidad,  está fuera de circulación y ahora se pretende construir otra de  mayor capacidad pero con el problema de la falta de capacidad en el territorio de la energía eléctrica precisa para su funcionamiento.

No hay duda que el “procès” ha afectado negativamente tanto económica como socialmente a Catalunya. Hemos de recordar la fuga de empresas catalanas que deslocalizaron su sede social a otras partes del Estado. En total más 8.700 empresas deslocalizaron su sede fuera del conjunto de Catalunya.

Toda aquella aventura llevada a cabo por políticos que eran conscientes de que todo era una aventura ilegal e imposible, que engañaron a buena parte de la población haciéndoles creer que era posible, la proclamación de independencia duró unos escasos segundos el 27 de octubre de 2017, hasta su suspensión por el propio President de la Generalitat. Todo fue una farsa teatral indigna.

Posteriormente se produjeron hechos de todo tipo desde  la huida de Puigdemont al extranjero, la suspensión de la Autonomía de Catalunya por parte del Gobierno del PP y la intervención de la Generalitat. En las posteriores elecciones autonómicas las fuerzas independentistas volvieron a revalidar su exigua mayoría. Después de la condena por el Tribunal Supremo de dirigentes independentistas y su encierro en prisión, siguieron años de algaradas de todo tipo con importantes disturbios por el conjunto del país, con cortes de carretera, boicot de redes ferroviarias, ocupación del Aeropuerto de Barcelona, todo ello estimulado por el propio Govern y sus medios de comunicación públicos y privados afines. Finalmente llegó el inicio de la descompresión del “souffle” catalán con el indulto por parte del Gobierno de Sánchez como punto final a una etapa política desgraciada.

Y ahora nos encontramos con una sociedad catalana refractaria, dividida, con agravios de todo tipo dentro de la propia sociedad, y con poca adhesión al que- hacer político. Y con un profundo y pesimista sentimiento en el conjunto de la sociedad en todas sus variantes. La actual política catalana no resiste un análisis de calidad. Todos los partidos y sus políticas no provocan grandes motivaciones, ni por parte del independentismo con su sentimiento de derrota, ni en la otra parte de la sociedad no independentista que ha perdido su confianza en lo que comporta la creencia en una superación social del tiempo vivido de forma traumática. (...)"                 (Manel García Biel  , Nueva Tribuna.es, 29 de febrero de 2024)

2/2/24

Roger Senserrich: Las verdaderas víctimas del procés... Tras años de disputas, polémicas, protestas y golpes de Estado extraordinariamente chapuceros, el procés ha terminado... ya podemos ver quién ha sido el gran perdedor en esta disputa: Cataluña se ha quedado atrás, según todos los indicadores... Los políticos catalanes nacionalistas alegarán que todo esto se debe a que Madrid le roba... En realidad, Cataluña esencialmente recibe la misma cantidad de dinero por habitante que Madrid en este aspecto, y de hecho está un poco por encima de la media nacional... El procés, simplemente, ha sido un desastre para Cataluña... Ojalá me equivoque y Cataluña y Barcelona puedan volver a la senda del crecimiento. No soy del todo optimista

 "Tras años de disputas, polémicas, protestas y golpes de Estado extraordinariamente chapuceros, el procés ha terminado. Aunque es perfectamente posible que los partidos independentistas vuelvan a las andadas en un futuro más o menos lejano, lo cierto es que ahora andan más preocupados de buscar acuerdos en el Congreso y aprobar leyes que en absurdas cruzadas quijotescas intentando conseguir la secesión.

Veremos lo que les dura, y si esto es definitivo o una pausa. Sea lo que sea, creo que es un buen momento para hacer balance sobre el resultado final de esta década de conflicto político, y ver quién ha sido el gran perdedor en esta disputa. Para ello, podemos mirar los datos y ver que todos los indicadores se mueven en una misma dirección: Cataluña se ha quedado atrás.

Empecemos por la educación. El mes pasado se publicaron los resultados del informe PISA, comparando los niveles educativos de los colegios en toda la OCDE. Los resultados de los alumnos catalanes fueron espantosamente malos, a la cola de todas las comunidades autónomas. Dado que Cataluña es una comunidad rica, estos resultados son doblemente decepcionantes. Lo más grave, no obstante, es que no deberían tomar a nadie por sorpresa, ya que la tendencia en informes anteriores ya era más que preocupante.

El pequeño problema es que, durante los últimos años, de esto no se había hablado en Cataluña en absoluto. A pesar de que el gasto educativo por alumno es de los más bajos del país, la Generalitat no ha hecho más que hincharse la boca hablando de la Escola catalana y obsesionándose con la política lingüística, no si los chavales estaban aprendiendo nada. Soy partidario de la inmersión, pero las polémicas alrededor de la lengua y las malvadas imposiciones de Madrid han acabado siendo una excusa para no arreglar o ni siquiera prestar atención a un problema urgente.

Podemos hablar también de sanidad, otra de esas políticas públicas de la que los políticos catalanes nunca dejan pasar una oportunidad para alardear de su modelo. Lo que sucede en realidad es que la sanidad catalana se está cayendo a pedazos, con uno de los menores gastos por habitante de todas las comunidades. Es un sistema muy privatizado que maltrata sistemáticamente a sus empleados; sus gastos de personal son de los menores del país. No debería sorprender a nadie entonces que es una de las regiones con las listas de espera más largas tanto en atención quirúrgica como para tener una cita con un especialista.

Esto no es un problema nuevo, pero durante la última década ha estado completamente fuera del debate. Porque obviamente, era más importante discutir hasta el infinito si el uno de octubre fue un día patriótico de liberación o un día de liberalización patriótica que sobre hospitales, enfermeras y médicos.

La parálisis y estulticia del debate político catalán se extiende a otros temas, como el de las energías renovables. España es uno de los países líderes no de Europa sino del mundo en transición energética, con la pequeña excepción de una región de irreductibles galos en el noreste del país que esencialmente no están haciendo nada. Cataluña no está instalando capacidad de generación de energías renovables. Es más, el porcentaje de generación ha disminuido en los últimos dos años. Mientras que en el 2023 más de la mitad de la energía eléctrica en España fue producida sin emisiones, en Cataluña el porcentaje no llegó al 20%.

El motivo, nuevamente, es desidia. Durante la última década, la Generalitat ha tramitado proyectos a paso de tortuga, haciendo caso a cualquier iluminado que hablara de defender el territorio y el paisaje nacional sin la más mínima prisa para construir nada. Cuando tus políticos están distraídos cargando contra molinos de viento imaginarios, es difícil hacer que presten atención a molinos de viento reales.

La Generalitat, además, ha sido notoriamente incompetente ejecutando proyectos que en otras comunidades son casi rutina. La línea 9 del metro de Barcelona es a estas alturas casi un chiste, y más comparando con la excepcional capacidad de Madrid para construir obras similares.

A todo esto se le debe añadir, por descontado, la realidad de que el crecimiento económico en Cataluña ha disminuido notablemente en comparación al resto del país. Sigue siendo una comunidad rica, pero su distancia respecto a Madrid no hace más que agrandarse. La inestabilidad política probablemente haya pasado factura, pero mi sensación es que ha sido más grave la incapacidad de los gobiernos regionales durante todos estos años para intentar afrontar cualquier problema de forma realista lo que realmente ha hecho daño al crecimiento económico. En la primera mitad del 2022, Valencia recibió casi el triple de inversión extranjera que Cataluña; Madrid casi diez veces más.

Los políticos catalanes nacionalistas alegarán que todo esto se debe a que Madrid le roba, y lamentarán el reparto del sistema de financiación autonómica. En realidad, Cataluña esencialmente recibe la misma cantidad de dinero por habitante que Madrid en este aspecto, y de hecho está un poco por encima de la media nacional.

Reliquias postolímpicas

El procés, simplemente, ha sido un desastre para Cataluña. La que fuera la región más dinámica, innovadora y abierta al mundo se ha convertido en un lugar que es capaz simultáneamente de rehuir sus propios problemas mientras se mira el ombligo de manera obsesiva. Barcelona ha caído en un provincianismo infantil, un parque para turistas ensoñada en su propia cultura oficial.

Hace unos meses pasé unos días en Montreal. En el hotel donde nos alojábamos había una pequeña exposición sobre la Exposición Universal y los Juegos Olímpicos que se celebraron en la ciudad. Ambos eventos son recordados como la última era dorada de Montreal, el punto culminante de su época más creativa e innovadora. Justo después, Quebec se metió en años de disputas y votaciones independentistas, y la ciudad nunca acabó de recuperarse. Paseando por Barcelona estas navidades, las reliquias postolímpicas de la ciudad me recordaron bastante a todos esos monumentos medio abandonados de la ciudad canadiense.

Ojalá me equivoque y Cataluña y Barcelona puedan volver a la senda del crecimiento. No soy del todo optimista."                 ( , Vox Populi, 07/01/24)

17/1/24

Parece que Convergència o, como se dice ahora, Junts per Catalunya, quiere atravesar el segundo Rubicón. Siempre que esto ocurre, Catalunya da un gran vuelco. El primer Rubicón fue, recordémoslo, la decisión de Artur Mas de invitar a los votantes de clase media de Catalunya a un tren de destino único: independencia... Había comenzado el procés, que transfiguró Catalunya. Fracturada, se deslizó por un tobogán sin fondo: derrota política, drama judicial, crisis existencial... Quizás para superar el callejón sin salida, ahora Junts hace hincapié en el hecho migratorio... El fantasma que ahora recorre Europa se alimenta del miedo de las clases medias. ¿Atravesará Junts ese Rubicón? Sin migraciones, Catalunya tendría dos millones de habitantes y habría sido asimilada muy fácilmente hace un siglo (como ocurrió con las regiones occitanas) (Antoni Puigverd)

 "Parece que Convergència o, como se dice ahora, Junts per Catalunya, quiere atravesar el segundo Rubicón. Siempre que esto ocurre, Catalunya da un gran vuelco. El primer Rubicón fue, recordémoslo, la decisión de Artur Mas de invitar a los votantes de clase media de Catalunya a un tren de destino único: independencia. Contaba con una mayoría confortable de 62 diputados, pero la colosal manifestación del Onze de Setembre de 2012 le pareció peligrosa y apetitosa a la vez. Quiso liderarla anticipando elecciones. Que no le salieron bien (12 diputados menos). Para disimularlo afirmó que el independentismo en su conjunto había triunfado. Ponía su cabeza en la guillotina, que la CUP, cuatro años más tarde, activaría.

Convergència abandonaba la ambigüedad ideológica que a Pujol le había permitido sumar votantes de todo tipo (del independentismo prudente al franquismo sociológico). Había comenzado el procés, que transfiguró Catalunya. Fracturada, se deslizó por un tobogán sin fondo: derrota política, drama judicial, crisis existencial.

Quizás para superar el callejón sin salida, ahora Junts hace hincapié en el hecho migratorio. Ya hace meses que la vía ripollesa se ha convertido en un polo de atracción para los sectores más amargados por el final decepcionante del procés. En las redes, los agitadores independentistas señalan a los recién llegados. Los acusan de la inseguridad y de la pérdida de peso específico de la lengua catalana.

No es ningún error poner sobre la mesa el fenómeno migratorio. Pero la migración no puede separarse de la demografía (exhuberante en África, Asia y Latinoamérica; decadente en Catalunya, como en el resto de España y Europa). Los conflictos armados, las crisis americanas (en estos momentos: Ecuador, Argentina) y el cambio climático desplazarán en pocas décadas a la población mundial.

Catalunya es uno de tantos polos de atracción. Somos una de las poblaciones más viejas de Europa y nuestros jóvenes preparados deben irse. Tener hijos está penalizado. Se han descuidado las políticas de apoyo a la familia y a la natalidad. De postre, las culturas de moda (individualismo, hedonismo, animalismo, queer) favorecen la bajada de la natalidad. Plantearse la importancia de la demografía es urgentísimo.

Una pequeña nación cultural no resistiría la batalla demográfica contra el mundo

Ahora bien, llamar la atención sólo sobre la problemática que genera el fenómeno migratorio (eclipsando los beneficios que reporta) es un error muy grave. El fantasma que ahora recorre Europa se alimenta del miedo de las clases medias. ¿Atravesará Junts ese Rubicón? A corto plazo, puede ser exitoso; a la larga, es suicida. Ninguna pequeña nación cultural resistiría una batalla demográfica contra el mundo.

La lengua catalana no existiría ya sin el prestigio derivado de la fuerza económica que el país obtuvo de la revolución industrial (s. XIX). Y esa fuerza económica sin la inmigración no habría existido. Sin migraciones, Catalunya tendría dos millones de habitantes y habría sido asimilada muy fácilmente hace un siglo (como ocurrió con las regiones occitanas). La inmigración es a la vez una solución y un reto. Los catalanes estábamos preparados para afrontarlo. Estábamos acostumbrados a la mezcla, que diluye y cambia, pero ayuda a preservar lo esencial.

El procés exasperó la identidad romántica. Ahora la parte central del país está resentida y desolada. Puede caer en la tentación de derivar hacia los débiles de la sociedad (los inmigrantes) el resentimiento de una identidad desconcertada por la herida del procés."         (Antoni Puigverd , La Vanguardia, 15/01/24)

24/11/23

Las consecuencias del referéndum ilegal del 1-O fue la salida de miles de compañías con una facturación de 56.000 millones de euros ​¿Volverán las empresas a Cataluña pese al pacto de PSOE y Junts? La operación retorno se vuelve complicada porque la realidad social, económica y fiscal es diferente seis años después y muchas no están dispuestas a volver

 "Fueron meses de ruido y furia económica en Cataluña. El goteo de empresas que abandonaban la comunidad autónoma ya venía de antes del 1 de octubre de 2017, pero se intensificó en los meses posteriores por la incertidumbre y la deriva nacionalista.

Seis años después de aquello, el acuerdo firmado entre PSOE y Junts para la investidura de Pedro Sánchez prevé abordar la elaboración de un plan que facilite y promueva el regreso a Cataluña de las sedes sociales de las empresas que se mudaron a otros territorios en los últimos años.
Miles de empresas decidieron salir a raíz de la crisis política e institucional que se desencadenó en Cataluña en octubre de 2017, entre las que se encontraban algunas tan simbólicas como CaixaBank, Banco Sabadell o Naturgy.
 En el caso de la banca, CaixaBank trasladó su sede a Valencia; Banco Sabadell, a Alicante, y Naturgy, a Madrid. Especialmente sangrante fue el caso de Sabadell ya que Cataluña representaba el 15 % del balance total de la entidad.
 
Abertis, Cellnex, Colonial, SegurCaixa, Applus+, Catalana Occidente, eDreams, Banco Mediolanum, la cooperativa Arquia Banca o Cementos Molins fueron otras de las empresas que decidieron mover su sede social fuera de Cataluña en aquellos momentos.
La crisis política también llevó a otras grandes empresas familiares catalanas a trasladar su domicilio social a otras comunidades, entre ellas Codorniu, Idilia Foods, Hotusa, Indukern o un gigante del sector editorial como Planeta, y el movimiento también se extendió a empresas extranjeras como Zurich, Allianz o Bimbo.

algunas empresas que abandonaron cataluña

  • Endesa trasladó la sede de Barcelona al número 60 de la calle Ribera del Loira.
  • Gas Natural abandonó Cataluña y movió su sede social de Barcelona a Madrid «para mantener la operativa normal de la compañía y con el fin de proteger los intereses de la misma».
  • Aguas de Barcelona trasladó «de forma temporal» su sede social de Barcelona a Madrid.
  • Allianz Seguros mudó su sede social y fiscal a Madrid para «velar por los intereses de clientes, empleados, mediadores y accionistas».
  • Divina Pastora decidió centralizar sus negocios en Valencia.
  • Catalana Occidente se trasladó al Paseo de la Castellana, en Madrid, para «preservar los intereses de sus clientes, trabajadores, mediadores y accionistas».
  • Colonial llevó sus sedes sociales de Barcelona a Madrid.
  • Abertis acordó mudar su sede de Barcelona a Madrid «con el fin de proteger los intereses generales».
  • Codorniú mudó su domicilio social desde Barcelona hacia La Rioja «ante la situación de incertidumbre política y jurídica».
  • El Grupo Planeta trasladó su sede de Barcelona a Madrid.
  • San Miguel, propiedad de Mahou, trasladó su domicilio social de Cataluña a Málaga.
  • MRW decidió cambiar su sede de L'Hospitalet de Llobregat a Valencia.
  • Bruixa d'Or trasladó la sede desde la localidad leridana hacia Navarra. «Lo hago porque quiero mucho a Cataluña, pero soy español», dijo su propietario.
  • Pastas Gallo mudó su domicilio social a Córdoba.
  • Donuts abandonó Cataluña y trasladó su sede al polígono industrial Las Mercedes de Madrid.
  • La filial española de la marca de neumáticos italiana Pirelli se mudó desde l'Hospitalet a Valencia.
  • Argal abandonó Cataluña para localizarse en Zaragoza.
  • Cellnex siguió el camino de su principal accionista, Abertis, y cambió su sede a Madrid. Su consejera independiente, Marieta del Rivero, anunció que era «una solución provisional».
  • Radio Taxi Barcelona abandonó Cataluña y situó su nueva sede en la calle Sofía de Madrid.

Operación retorno

Un documento de la consultora Informa D&B pone cifras a este goteo de salidas y asegura que las ventas de las 8.000 empresas superaban los 56.000 millones de euros, una cantidad que desapareció de Cataluña rumbo a Madrid, Valencia o Aragón.
La operación retorno se vuelve complicada porque la realidad social, económica y fiscal es diferente seis años después y muchas no están dispuestas a volver.
El presidente de Banco Sabadell, Josep Oliu, ha señalado en varias ocasiones que no se plantea abandonar su actual sede social en Alicante para volver a Cataluña. También han sido muy claras las frases de Gonzalo Gortázar, consejero delegado de CaixaBank. En octubre de 2017, recién trasladada su sede social a Valencia, decía que la decisión había sido puramente técnica, motivada por la «intranquilidad y los nervios» de sus clientes, y que «si el Consejo de Administración hubiera querido decir que el traslado iba a ser temporal, lo hubiera dicho».
La confianza es importante para la banca, y no hay que olvidar que las patronales AEB (Asociación Española de Banca) y CECA (Confederación Española de Cajas de Ahorro) cifraron en 29.429 millones de euros la salida de dinero de depósitos de Cataluña en 2017 ante la posibilidad de una independencia.

Puerta abierta

El Debate pudo contactar con directivos de algunas de las grandes empresas españolas que no descartan la posibilidad de regresar a Cataluña cuando se le expliquen las condiciones: «Ahora la posibilidad de volver no está en la agenda, pero tampoco se puede excluir». «Ojalá algún día dé igual que la sede social esté en Madrid, Barcelona o Valencia», añaden.
Todavía no se conocen las medidas concretas, pero Junts y el PSOE ya se han mostrado interesados en la vuelta de estas empresas mediante concesiones fiscales que podrían dañar al resto de comunidades autónomas. El PSOE se comprometió a «apostar por medidas que permitan la autonomía financiera y el acceso al mercado» de Cataluña. Las líneas maestras son la cesión del 100 % de los tributos a la Generalitat y la reforma a medida del sistema de financiación para atraer a las empresas que abandonaron la región desde 2017 en adelante. (...)"             (Chema Rubio, El Debate, 17/11/23)

30/10/23

Un hombre se plantó junto a nuestra mesa. No se presentó. No nos saludó. “El derecho a decidir existe”, me espetó, furioso... “Esto es lo que ha ocurrido en Cataluña: que, víctimas de un envenenamiento masivo, han brotado personas con mentalidad de amo de rancho (o de plantación) que, imbuidas del sadismo de su propia virtud, se sienten autorizadas a escuchar las conversaciones de sus peones, a violar su privacidad y a interrumpirlos sin el más mínimo escrúpulo ni la más mínima consideración, sin concederles siquiera el derecho de réplica, para reñirlos por decir en voz alta lo que deberían callar” (Javier Cercas)

 "Tras infligirles dos semanas atrás una pequeña antología de mis grandes éxitos, paso a compensarles con una pequeña antología de mis grandes fracasos, particular sobre el cual podría escribir enciclopedias. Los fracasos elegidos tratan sólo sobre un asunto de interés público, y no son ni mucho menos los más rotundos; son apenas algunos que se pueden contar.

Primer fracaso. Antes del procés, el día de la festividad de Sant Jordi, cuando Barcelona se llena de escritores firmando ejemplares de sus libros a los lectores, yo redactaba un 60% de las dedicatorias de los míos en catalán y un 40% en castellano; ahora, un 5% o 10% en catalán y el resto en castellano. Piénsenlo bien: esa discrepancia explica algunas cosas.

Segundo fracaso. Lyon. Principios de abril. Estoy firmándole ejemplares de mis libros en francés a una señora. “Visité su ciudad hace poco”, me dice. “Ah, ¿sí?”, pregunto. “Es usted de Gerona, ¿verdad?”, pregunta a su vez. Levanto la vista, la miro, contesto que sí. La señora añade: “Pues es más difícil encontrar sus libros en su ciudad que en cualquier ciudad francesa”.

El tercer fracaso requiere más explicaciones. En primavera conocí a Josep Martí Blanch, periodista y, entre febrero de 2011 y enero de 2016, secretario de comunicación del Gobierno de Artur Mas. “Yo estaba en la sala de máquinas donde se organizó el procés”, fue su presentación. “Ah”, respondí. “¿Tú fuiste uno de los que sacó el genio de la botella?”. Se rio, asintió; con él estaba la novelista Olga Merino. Conversamos. Tras hablar un rato sobre el procés, Martí Blanch dijo: “Tendrás que aprender a perdonar”. Me quedé perplejo. “A mí nadie me ha pedido disculpas”, contesté. Así fue como, no hace mucho, quedamos a comer en el Bilbao, un restaurante barcelonés de toda la vida; al almuerzo se sumó mi mujer. Inevitablemente, mientras comíamos nos preguntamos qué había ocurrido en Cataluña, dije que padecimos un huracán de mentiras y que, en medio de un huracán de mentiras, quien dice la verdad se convierte en el enemigo del pueblo, conté cómo me había convertido en el enemigo del pueblo. Fue al principio del procés, cuando constaté en un artículo un hecho palmario, y es que el llamado “derecho a decidir” —la llave que abrió las puertas del procés— no existe en ningún ordenamiento jurídico del mundo, ni puede existir, porque decidir es un verbo transitivo: simplemente, no podemos decidir lo que nos da la gana. “Otra cosa es el derecho de autodeterminación”, añadí. “Que sí existe, pero no en democracia: solo en situaciones coloniales, de guerra o violación masiva de derechos humanos”. En fin: evidencias que he repetido mil veces y nadie escucha… Poco después ocurrió.

Un hombre se plantó junto a nuestra mesa. No se presentó. No nos saludó. No recuerdo su aspecto físico, salvo el brillo inconfundible de sus ojos, que preferiría no recordar. “El derecho a decidir existe”, me espetó, furioso. Mi reacción me sorprendió: le alargué una mano, que él no tuvo más remedio que estrechar; antes de que yo pudiera invitarle a sentarse con nosotros, añadió: “Usted es poco democrático”. Y salió disparado. Mientras intentábamos digerir el incidente, pensé: “Esto es lo que ha ocurrido en Cataluña: que, víctimas de un envenenamiento masivo, han brotado personas con mentalidad de amo de rancho (o de plantación) que, imbuidas del sadismo de su propia virtud, se sienten autorizadas a escuchar las conversaciones de sus peones, a violar su privacidad y a interrumpirlos sin el más mínimo escrúpulo ni la más mínima consideración, sin concederles siquiera el derecho de réplica, para reñirlos por decir en voz alta lo que deberían callar”. 

Hablando por todos, Olga señaló el hueco descomunal que había dejado el intruso y sentenció: “Esto es lo que ha ocurrido en Cataluña”. Fue entonces cuando Martí Blanch me dijo: “En la responsabilidad que yo pueda tener, y en lo que te pueda servir, te pido disculpas por lo que ha pasado”. De nuevo me dejó atónito. “No me sirve”, le contesté. “Me sirve muchísimo: es la primera vez que alguien me pide disculpas”.

Y así fue como mi tercer gran fracaso se convirtió en mi primer gran éxito."             (Javier Cercas , El País, 27/08/23)

18/10/23

Arturo San Agustín, periodista: "nos han hecho tanto daño, o lo hemos hecho tan rematadamente mal con el proceso, que es un tema que me revuelve el estómago"

 "El periodista Arturo San Agustín lamenta en una entrevista en e-notícies que "nos han hecho tanto daño, o lo hemos hecho tan rematadamente mal con el proceso, que es un tema que me revuelve el estómago". "Algunos en Catalunya han perdido el sentido común", advierte.

San Agustín admite que "no puedo pensar sensatamente cuando se me saca el tema de Catalunya". "¿Cómo es posible que habiendo gente muy inteligente se creyeran las mentiras que decían ciertos individuos desde ciertos balcones? ¿Cómo es posible que una sociedad pueda ser engañada, manipulada?", se pregunta.

El periodista señala que este engaño se produjo a base de "propaganda" independentista. "Se ha conseguido a base de manipular. Somos muy manipulables", considera.

Pese a criticar el papel de los medios de comunicación, San Agustín hace autocrítica y considera que "alguna responsabilidad tenemos nosotros. Como ciudadanos debemos tener un criterio".

También afirma que "el PSOE nos podía haber salvado de parte del desastres, pero se inhibió porque siempre se inhibe". El periodista denuncia finalmente "el papel de TV3" y recuerda que "fue Pasqual Maragall quien tuvo la gran idea de dar el poder de TV3 a ERC".  
            (e-notícies, 28/02/23)

4/10/23

1 de octubre: nada que celebrar... Pese a estar alentada por ERC, Junts, la ANC, Òmnium y como unas trescientas entidades más de la sociedad civil separatista, la magna concentración en la barcelonesa plaza de Catalunya se redujo, según la Guardia Urbana, a 4.500 personas... Pese a los esfuerzos de TV3 por hacer como que lo del domingo fue un éxito, la realidad era imposible de ocultar: a la mayoría de los catalanes se la sopla la independencia, sea porque siempre han estado en contra o sea porque han dejado de creer en su verosimilitud y se han cansado de hacer el canelo... después de todo, qué celebraba el lazismo el pasado domingo. ¿La república que duró ocho segundos? ¿La evidencia de que sus principales partidos políticos están a matar? El desahogo del pasado domingo, triste, desangelado y con escaso poder de convocatoria, difícilmente puede considerarse una celebración, sino, en el mejor de los casos, otra muestra de masoquismo nacionalista (Ramón de España)

 "Me pregunto qué celebraba el lazismo el pasado domingo. ¿La república que duró ocho segundos? ¿La evidencia de que sus principales partidos políticos están a matar? ¿Los porrazos que se llevaron el día del referéndum ilegal aquellas yayas a las que más les habría valido quedarse en casa viendo TV3? ¿O, simplemente, que era un día festivo y uno se podía permitir un desahogo patriótico de esos que no comprometen a nada? Y es que celebrar, celebrar, lo que se dice celebrar, yo diría que no hay nada que celebrar, por mucho que los procesistas (o algunos de ellos) se hayan venido arriba gracias a la respiración asistida que les ha ofrecido Pedro Sánchez a cambio de que le ayuden a conservar el sillón presidencial.

Pese a estar alentada por ERC, Junts, la ANC, Òmnium y como unas trescientas entidades más de la sociedad civil separatista, la magna concentración en la barcelonesa plaza de Catalunya se redujo, según la Guardia Urbana, a 4.500 personas, una cifra que no es precisamente como para echar cohetes. Y, por cierto, la turba estaba tan desunida como los partidos indepes. Unos estaban a favor de la amnistía; otros, en contra (los que abuchearon al mandamás de Òmnium, Xavier Antich, cuando se manifestó favorable a ella: parece que pedir la amnistía para los responsables del grotesco motín de hace seis años es cosa de botiflers). En cualquier caso, nada que ver con los exitazos de público de las marchas norcoreanas de la Diada de años anteriores: todo parece indicar que un gran sector del lazismo ha perdido el entusiasmo inicial, así como la fe en partidos y organizaciones varias, y ya no está para echarse a la calle con la alegría de antaño, cuando se suponía que la independencia estaba al caer. Pese a los esfuerzos de TV3 por hacer como que lo del domingo fue un éxito, la realidad era imposible de ocultar: a la mayoría de los catalanes se la sopla la independencia, sea porque siempre han estado en contra o sea porque han dejado de creer en su verosimilitud y se han cansado de hacer el canelo.

 La independencia se está convirtiendo, pues, en una monomanía de algunos políticos y de cada vez menos ciudadanos. La obsesión del lazi medio puedo entenderla y disculparla: es un sentimiento que no comparto, pero respeto si es sincero y no ha obedecido a un calentón momentáneo (yo diría que los genuinos indepes siguen siendo los mismos que había durante el franquismo, cerca del 20% de la población: los de aluvión se vinieron abajo después de venirse arriba cuando vieron que la cosa era una quimera invendible en España y en Europa). Pero la actitud de los políticos y de los jefazos de Òmnium y la ANC, aunque también la entienda (su monomanía les sale muy rentable y, en el caso de Dolors Feliu, puede conducirla a la política, ambiente en el que se suele pillar cacho a poco espabilado que seas), me irrita considerablemente: ven que cada día les sigue menos gente, que más de la mitad de los catalanes no están por la labor, que se llevan fatal entre ellos, se insultan y se ponen la zancadilla todo el rato, que, sin representar el sentir mayoritario, se lo adjudican y hablan en nombre de todos nosotros, que no dan un palo al agua para afrontar los problemas reales de los catalanes… ¡Y les da lo mismo! Ellos siguen con el raca, raca de Peridis sin importarles un rábano que la realidad vaya por otro lado. De hecho, una minoría pretende imponernos su visión de Cataluña a todos los ciudadanos, tal vez porque nos consideran de segunda si no les damos la razón. Yo diría que necesitan urgente ayuda psiquiátrica.

 A fin de cuentas, las concesiones del Hombre del Sillón son una anécdota en el recorrido político del procesismo. Solo han servido para que Cocomocho pueda interpretar a la perfección el papel de Piojo Resucitado y para que el Niño Barbudo se vea obligado a sobreactuar y a hacer como que pide la luna para que los de ERC no acaben pareciendo una pandilla de traidores en comparación con los de Junts. A efectos prácticos, la independencia no está ni se la espera. Y está por ver que la amnistía, aunque Sánchez la apoye, supere el filtro judicial. En tales circunstancias, el desahogo del pasado domingo, triste, desangelado y con escaso poder de convocatoria, difícilmente puede considerarse una celebración, sino, en el mejor de los casos, otra muestra de masoquismo nacionalista como el que nos llevó a celebrar la fiesta, digamos, nacional el 11 de septiembre en homenaje a la (supuesta) catástrofe de 1714.

Quiero creer que esto no puede durar eternamente, que cuando la sociedad va por un lado y los políticos por otro, estos tienen las de perder. Aunque también es verdad que a nuestros políticos se la suda la creciente abstención: si ganan, tanto les da que sea con los votos del 5% de la población; en eso, no hay diferencia alguna entre independentistas y constitucionalistas."                  (Ramón de España, Crónica Global, 02/10/23)

27/9/23

Cada vez menos independentistas: el apoyo al 'procés' se desploma entre los jóvenes catalanes... los más jóvenes ya no ocupan la primera línea de la movilización. Si hasta 2020 eran estos los que lideraban las estadísticas con un mayor porcentaje de apoyo a la independencia, los estudios del CEO catalán reflejan ahora que podrían estar tirando la toalla... el grado de apoyo a la independencia entre los jóvenes catalanes es el más bajo de entre todos los grupos etarios: llega al 40% entre los mayores de 65 y supera el 44% entre el resto de población adulta, el apoyo a la independencia entre los jóvenes de 18 a 24 años se ha desplomado hasta el 35%, 24 puntos menos que hace siete años... “Que los jóvenes sean más independentistas es mentira. Ha sido algo que nos han dicho para vendernos la idea de que la independencia era inevitable y cabalgaba a cuestas del relevo generacional”... “Lo que lleva a dar apoyo a la independencia son la lengua y el origen familiar, dos elementos que están unidos”... desde hace algún tiempo, son los mayores quiénes integran la base de la mayoría de movilizaciones independentistas... los jóvenes pueden engancharse y desengancharse más rápido a un movimiento si no se ha conseguido lo que perseguía... “El hecho de que sean jóvenes importa poco, lo que importa es el contexto. Muchos de los que se han incorporado en política pueden haber entendido que la independencia no va a ninguna parte. Pero también hay quienes dicen no ser independentistas porque lo ven imposible y prefieren escoger la opción más viable”

 "Hace algunos años, varios sectores del independentismo repetían como un mantra que la independencia acabaría llegando, convencidos de que las nuevas generaciones eran cada vez más partidarias de esta opción. El tiempo ha pasado y la realidad se ha impuesto. Lejos de cumplirse este vaticinio, tan reiteradamente pregonado, el escenario ahora es otro: a los jóvenes catalanes cada vez les importa menos el 'procés'

Precisamente cuando los partidos independentistas tienen la llave de la gobernabilidad de España y su estrategia es más decisiva que nunca, el apoyo a una Cataluña con Estado propio parece haber perdido partidarios entre los más jóvenes, que ya no ocupan la primera línea de la movilización. Si hasta 2020 eran estos los que lideraban las estadísticas con un mayor porcentaje de apoyo a la independencia, los mismos estudios reflejan ahora que podrían estar tirando la toalla. 

 Al menos así se desprende de las encuestas, especialmente la del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), el conocido como CIS catalán. Según el último estudio de este organismo, publicado en julio, el apoyo a la independencia entre los jóvenes de 18 a 24 años se ha desplomado hasta el 35%, 24 puntos menos que hace siete años y el valor más bajo desde antes del referéndum fallido de 2017. Si nos fijamos en el siguiente grupo de edad, de los 25 a los 34 años, el apoyo al 'procés' también toca fondo, con poco más de un 37% de partidarios frente al 58% de 2016, cuando alcanzó su máximo nivel. De hecho, el grado de apoyo a la independencia entre los jóvenes catalanes es el más bajo de entre todos los grupos etarios: llega al 40% entre los mayores de 65 y supera el 44% entre el resto de población adulta. 

“Que los jóvenes sean más independentistas es mentira. Ha sido algo que nos han dicho para vendernos la idea de que la independencia era inevitable y cabalgaba a cuestas del relevo generacional”, apunta a infoLibre el investigador del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de la Universitat Autónoma de Barcelona Oriol Bartomeus. “Lo que lleva a dar apoyo a la independencia son la lengua y el origen familiar, dos elementos que están unidos”, agrega.  

 Entonces, ¿cómo se explica que el apoyo a la independencia haya caído de forma más brusca entre los jóvenes? De acuerdo con Bartomeus, las nuevas generaciones son más “impacientes” y aunque “pueden participar de un colectivo, no se sienten parte del mismo”. “No tienen un compromiso, un vínculo estructural fuerte con este movimiento”, continúa el experto, que contrapone esta forma de actuar con la de los ciudadanos mayores. De hecho, desde hace algún tiempo, son éstos quienes integran la base de la mayoría de movilizaciones independentistas. 

 “La gente mayor es más fiel, más estable y más constante. Es capaz de seguir al pie del cañón, pase lo que pase. En cambio, los jóvenes pueden engancharse y desengancharse más rápido a un movimiento si no se ha conseguido lo que perseguía”, asevera. Para este investigador, la manera de movilizarse de las nuevas generaciones ha cambiado: “Pueden participar en una protesta con mucha fuerza e incluso con violencia, pero una vez se ha acabado, ya está. Es puntual. Son fanáticos efímeros”, opina. 

Un ejemplo paradigmático de este tipo de movilización fueron las protestas por la detención del rapero Pablo Hasél en Cataluña en febrero de 2021, que encadenaron varios días de disturbios antes de apagarse, a pesar de que, a día de hoy, el artista sigue encarcelado por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona. Algo similar había ocurrido en 2019 tras la sentencia a los líderes del 'procés', cuando los jóvenes volvieron momentáneamente a primera línea.

“Quizás sea cierto que haya un punto de cansancio entre parte de la gente joven por haber ido durante años a manifestaciones y concentraciones y que no haya ocurrido nada”, resume a este diario Bartomeus antes de matizar: “Eso no significa necesariamente que hayan dejado de ser independentistas, sino que se han cansado”.  

 De hecho, según el CEO, cuando se pregunta a los jóvenes de 18 a 24 años cuál es el partido político por que sienten más simpatía, alrededor del 40% responde con una formación independentista, el 34% en el caso del grupo de edad de 25 a 34 años. 

En una línea similar a la de Bartomeus se expresa el doctor europeo en Ciencias Políticas y profesor de la Universitat Pompeu Fabra Toni Rodon, para quien no está claro si estos jóvenes han dejado de ser independentistas, o bien, es una situación “coyuntural”. “Puede que haya quien piense que los políticos de ahora no son buenos o que no han sabido hacer bien las cosas, pero para saber si éstos jóvenes han consolidado su opinión los tendríamos que ver cuando no sean tan jóvenes”, recalca.

Para Rodon, el papel de los actores políticos es clave en esta cuestión: “En las últimas elecciones una buena parte de los votantes independentistas se abstuvo como castigo”. El politólogo se refiere así al desenlace de las generales del 23J, en las que el independentismo perdió unos 700.000 votos respecto a los comicios de 2019. Los grandes beneficiados de este resultado fueron el PSOE y Sumar, pero no cabe olvidar que casi la mitad, unas 300.000 personas, prefirieron no ir a las urnas.

 Por otro lado, Rodon argumenta que la opinión pública suele moverse por ciclos y, en el actual, “la gente es menos pro independencia”. “El hecho de que sean jóvenes importa poco, lo que importa es el contexto. Muchos de los que se han incorporado en política pueden haber entendido que la independencia no va a ninguna parte. Pero también hay quienes dicen no ser independentistas porque lo ven imposible y prefieren escoger la opción más viable”, remarca el politólogo. En este sentido, alerta del peligro de caer en la “frustración política”: “Cuando eres joven y pides cosas que crees fuertemente, si el sistema no te las da, eso puede marcar tu opinión para el resto de la vida”.

Precisamente porque se cree que los años que van desde los 16 a los 24 son los más “impresionables”, lo que más huella dejan en la ideología y la forma de pensar de una persona, Rodon insiste en la importancia de no dejar sin respuesta las inquietudes juveniles.

La apatía política es mucho más difícil de cambiar”, advierte."                (Alba Gil, InfoLibre, 24/09/23)

19/9/23

Más de diez años de procés para acabar pidiendo el catalán en Europa... ERC y Junts lo venden como una conquista histórica

"Aunque el independentismo vende la lucha por la oficialidad del catalán en Europa como una hazaña, Jordi Pujol ya lo pedía en 1986. Uno se pregunta si más de diez de años de procés fueron para acabar pidiendo esto. O si lo de hoy no deja un poco más al descubierto la gran mentira del procesismo.

La actualidad política viene marcada hoy por el debate sobre la oficialidad del catalán, el vasco y el gallego en el parlamento europeo. El Consejo de Asuntos Generales de la UE aborda esta mañana la solicitud de España para modificar el reglamento lingüístico. Este mediodía, el Congreso votará también la reforma para permitir el uso de las lenguas regionales.

Junts se cuelga la medalla y advierte al Gobierno español de que la oficialidad del catalán en Europa es clave para la investidura. Sin embargo, hay muchos estados miembros de la UE que tienen serias dudas. Y es que el catalán en Europa ni es un debate nuevo, ni interesa demasiado allende nuestras fronteras.

Nada demasiado original

ERC y Junts han conseguido reubicar un viejo debate en el marco actual de la negociación con Madrid como si fuera algo rompedor. La realidad es que Jordi Pujol ya intentó impulsar el catalán en las instituciones europeas cuando España entró en la UE, en 1986. Desde entonces ha sido un sueño incumplido del nacionalismo catalán.

 Ya saben lo que ocurrió después. Convergència i Unió, acechada por la corrupción y la conflictividad social derivada de la crisis, se embarcó en la aventura del Procés arrastrando con ella a toda la sociedad catalana. El independentismo trazó una hoja de ruta que prometía declarar la independencia en 18 meses.

 Desde entonces, el procesismo ha ido de derrota en derrota, y en cada nuevo fracaso ha ido cambiando los objetivos. Primero el referéndum, luego la vía unilateral, después la mesa de negociación, el acuerdo de claridad y vuelta al referéndum y la unilateralidad. Lo que no entraba en los planes era vender lo de hoy como una conquista histórica.

No las tienen todas consigo

Campañas a favor del catalán en Europa, mensajes institucionales, peticiones de figuras relevantes como Josep Guardiola o el propio Pere Aragonès. Es evidente que han convertido este tema en una prioridad y se han empleado a fondo. Esto contrasta con el desinterés que genera la cuestión en el resto de Europa.

Aunque el catalán es la lengua minoritaria más hablada en el continente, el resto de estados lo ven como un gasto superfluo en época de crisis. A nadie se le escapa, además, que su petición tantos años después responde a la coyuntura actual en España. Es decir, al chantaje del independentismo al Gobierno a cambio de sus votos por la investidura.

El furor desatado en Cataluña deja entrever también que ERC y Junts no las tienen todas consigo. Ante la posibilidad de que sus grandes objetivos (amnistía y referéndum) acaben naufragando, presentan cualquier logro como una gran victoria. La prensa afín se encarga de explotarlo. 

Mil millones de euros

La propuesta del catalán en Europa genera dudas por varios aspectos, pero uno de ellos es el económico. El coste de la traducción y los servicios lingüísticos asciende a mil millones, el 1% del presupuesto europeo. La multiplicación de estos costes choca con las directrices actuales de la UE de máxima austeridad ante la crisis.

Lo mismo ocurre en el Congreso, donde se invertirán decenas de miles de euros para un servicio que muchos consideran innecesario. Nacionalistas e independentistas utilizarán la sesión de hoy para mostrar su posición de fuerza. Una distracción más mientras Sánchez y Puigdemont siguen negociando las cuestiones mollares."               (e-notícies, 19/09/23)

12/9/23

Xavier Rius, director de e-notícies: Aunque les den la amnistía. Incluso el referéndum. Yo no perdono. El daño causado ha sido demasiado grande... ¡Qué daño han hecho Puigdemont y Junqueras! No solo al independentismo sino también a Cataluña... siempre he dicho que lo peor no es la fractura social, sino la fractura mental. Cataluña ya no se divide entre indepes y no indepes sino entre indepes y cuerdos... Personalmente, he pasado verdadero bochorno con el proceso entre trepas, jetas, conversos, frikis, espabilados y otras categorías profesionales... pero lo que más me jode es la superioridad moral. El mirarte por encima del hombro. Creerse los buenos de la película... pero si sacaron más votos los del PP que los de Junts

 "Aunque les den la amnistía. Incluso el referéndum. Yo no perdono. El daño causado ha sido demasiado grande.

De entrada los daños oficiales por decirlo de alguna manera. La aplicación del 155. No había pasado nunca. Los canarios estuvieron tonteando a finales de los 80 por unos aranceles y bastó mandarles el famoso burofax. Ni a los vascos en pleno apogeo de ETA. Para vergüenza nuestra, los catalanes fuimos los primeros.

 Luego, los daños materiales: la inestabilidad política, la inseguridad jurídica, la incertidumbre económica y el bloque legislativo. Un cóctel letal para cualquier sociedad.

Puigdemont se quejaba en su comparecencia del decreto que permitió a las empresas catalanas cambiar de sede con la aprobación solo del consejo de administración. Hasta entonces se precisaba que el trámite pasara por la junta de accionistas.

¡Pero si fueron los bancos los que lo pidieron! Incluso la leyenda negra que corre sobre la supuesta llamada del Rey a la SEAT. ¿Qué empresa de automóviles se quedaría fuera de la UE? ¿Cómo iba a vender sus coches?

 El problema no es que las empresas catalanas se hayan ido, que también, ¡es que no vuelven! ¿Cómo van a volver con estos al frente de la nave? ¿Pero si no paraban de decir que “ho tornarem a fer”? La economía, para funcionar, necesita tranquilidad.

Luego la famosa fractura social, que es irreversible. E irá a más. Porque vuelven a empezar. Con el proceso ya estuvieron jugando con fuego. “Apreteu, apreteu”, llegó a decir un presidente de la Generalitat, Quim Torra, con el que por cierto se reunió el propio Pedro Sánchez.

 ¿Ahora ya nadie se acuerda de la ocupación del aeropuerto? ¿De los cortes en las autopistas? Quince horas en L’Ampolla (Tarragona) y los Mossos mirándoselo. No hicieron ni una identificación. 

¿Y las interrupciones en el AVE? ¿O el bloqueo de una frontera internacional como la de La Junquera durante tres días con concierto de Lluís Llach incluido? ¿Y la ‘batalla de Urquinaona’? Que hasta elogió la ex consejera Ponsatí en Perpiñán. Nada menos que la ex titular de Educación.

Centenares de contenedores quemados durante una semana en pleno centro de Barcelona. Turistas aterrorizados. Pasen por el Ensanche. En muchos cruces todavía está el asfalto maltrecho del fuego. A Colau no le ha dado tiempo de arreglarlo.

 Me ahorro otros daños para no aburrirles. Pero siempre he dicho que lo peor no es la fractura social, sino la fractura mental. Cataluña ya no se divide entre indepes y no indepes sino entre indepes y cuerdos.

No voy a citar todos los episodios, individuales o colectivos, que hemos visto durante el proceso. Romeva y Ramón Tremosa presentando, cuando eran eurodiputados, una pregunta en el Parlamento Europeo por un pisotón de Pepe, un defensa del Madrid, a Messi durante un partido de Copa del Rey. Como si fuera un ataque de España.

 O aquel empresario, Joan Canadell, que viajaba con una careta de Puigdemont en el coche. Con esos antecedentes llegó no solo a presidente de la Cambra sino incluso a diputado de Junts.

Sin olvidar, el ataque sufrió un día el bus de la línea 155 de Barcelona tras la aplicación del 155. O aquel homenaje a un bolardo derribado por la Guardia Civil durante un registro con tan mala suerte que se equivocaron de bolardo.

Evidentemente, todos estos no son casos penales, pero refleja el nivel. Personalmente, he pasado verdadero bochorno con el proceso entre trepas, jetas, conversos, frikis, espabilados y otras categorías profesionales.

 ¿Lo peor de todo saben qué es? Que sabían que saldría mal. Lo sabían desde el principio. Y nadie se atrevió a decirlo. Al menos en público. A pesar de que TV3 transmitiera -para TV3 tampoco tendría que haber amnistía- la imagen de ‘un sol poble’

¿Cómo se declara la independencia de un territorio con menos de la mitad de la población? Porque, en todas las elecciones, nunca superaron el 50%. En los momentos álgidos fueron dos millones pero de un censo de 5,5 millones.

 Bueno, en las últimas elecciones al Parlament con un 51% pero sumando el PDECAT, que quedó fuera y habiendo perdido casi 900.000 votos. Como en las últimas generales, perdieron 600.000. ¡Pero si han tenido que hacer trampas para constituir grupo parlamentario en el Congreso!

Puigdemont hablaba el otro día en nombre del “poble de Catalunya” pero sacaron más votos los del PP que los de Junts. Es lo que más me jode: la superioridad moral. El mirarte por encima del hombro. Creerse los buenos de la película.

Va a pasar como con los indultos, que nadie los pedía y los concedió Pedro Sánchez a cambio de nada: van a salir como héroes. Que los socialistas traguen es cosa suya. Al fin y al cabo les llamaban el “bloque del 155” o incluso “carceleros”. Pero yo, no.

 A pesar de los desperfectos, no he oído nunca, no ya unas palabras de arrepentimiento, que ni siquiera pido, o de autocrítica. Es que ni siquiera una reflexión sobre cómo han estado mareando la perdiz durante más de diez años para nada. Diez años irremisiblemente perdidos. Por eso: yo no perdono."                 (Xavier Rius , e-notícies, 07/09/23)

11/9/23

Algunos no nos cansamos de señalar que la vida social en Cataluña se está deteriorando a pasos agigantados. Y lo que nos espera pinta muy mal... la Universidad de Barcelona canceló por las bravas la conferencia de Jean Canavaggio, el hispanista que escribió una magnífica biografía de Cervantes... Valgan estas líneas como homenaje póstumo a un republicano francés desde la ciudad que el Quijote llamó “archivo de cortesía”. Han sustituido la entrada libre por un cartel: “Reservado el derecho de admisión” (Gregorio Morán)

 "(...) Algunos no nos cansamos de señalar que la vida social en Cataluña se está deteriorando a pasos agigantados. Y lo que nos espera pinta muy mal. Hace unos días falleció en París Jean Canavaggio, el hispanista que escribió una magnífica biografía de Cervantes y al que la Universidad de Barcelona canceló por las bravas su conferencia un día de febrero de 2018. Valgan estas líneas como homenaje póstumo a un republicano francés desde la ciudad que el Quijote llamó “archivo de cortesía”. Han sustituido la entrada libre por un cartel: “Reservado el derecho de admisión”.  "       (Gregorio Morán, Vox Populi, 02/09/23)  

7/9/23

El Grupo Volkswagen liquida la marca Seat e inicia la planificación futura de la salida de gran parte de su producción fuera de Cataluña... es sospechoso que ante los conflictos que se empiezan a vislumbrar otra vez en Cat, amnistía y autodeterminación o nuevo 155, salga Volkswagen con una decisión tan drástica para una de sus principales marcas... La decisión le permite, directamente, ante posibles conflictos políticos como los pasados, liquidar la producción de vehículos Seat sin sustituirlos por líneas de producción VW. La gran beneficiada: Navarra... VW cumplirá el compromiso de mantenimiento de producción en España y se quitará una fuente de conflicto que llevaba muchos años soportando. La caída en la economía de Cat que proyectamos en 2018 no sólo se está cumpliendo sino que será mucho más profunda

Carlos Cagigal @CcagigalNeira

Grupo Volkswagen liquida la marca Seat (Sociedad Española de Automoviles de Turismo) e inicia la planificación futura de la salida de gran parte de su producción fuera de Cataluña. Lo avisamos en 2018 en pleno conflicto.

2- Las instalaciones de SEAT en Catalunya pasarán a producir modelos de VW. Este cambio permitirá a la marca flexibilidad de producción de sus modelos y deslocalización de producción según necesidades... o problemas.

3- No debemos ser mal pensados... pero por método sistemático es sospechoso que ante los conflictos que se empiezan a vislumbrar otra vez en Cat, amnistía y autodeterminación o nuevo 155, salga Volkswagen con una decisión tan drástica para una de sus principales marcas.

4- La decisión reciente de VW le permite, directamente, ante posibles conflictos políticos como los pasados, liquidar la producción de vehículos Seat sin sustituirlos por líneas de producción VW. La gran beneficiada: Navarra.

5- VW cumplirá el compromiso de mantenimiento de producción en España y se quitará una fuente de conflicto que llevaba muchos años soportando. La caída en la economía de Cat que proyectamos en 2018 no sólo se está cumpliendo sino que será mucho más profunda. En unos años hablamos

9:47 p. m. · 6 sept. 2023 9.688 Reproducciones
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30/3/23

"Llegué a pensar que esto acabaría en conflicto civil... amigos me dejaron de hablar por considerarme facha"

 "Júlia Calvet, de siete apellidos catalanes, es un ejemplo vivo del fracaso de la inmersión. De pequeña, en su casa se veía TV3 y Catalunya Ràdio según explica en el libro "Por qué dejé de ser nacionalista" (19 euros, 181 páginas), hasta que empezó a cuestonarse la versión que transmitían los medios de comunicación catalanes y los profesores de historia y un día le espetó a su madre: "¿Mamá, ¿tan mal estamos compara querer irnos de España y no volver jamás?".

La también presidenta de la organización S'ha Acabat explica en una entrevista en e-notícies que "amigos me dejaron de hablar por considerarme facha". "Ha habido momentos de pensar que esto iba va explotar en conflicto civil", admite igualmente.

También recuerda que durante su etapa como estudiante de bachillerato "hacíamos huelga día sí, día también" y los profesores no sólo no "se quejaban" sinó que se sumaban a estas protestas.

"Los buenos para ellos eran los separatistas", lamenta al recordar como compañeros de clase con los que tenía relación acabaron por darle la espalda.

Del mismo modo considera que "la inmersión crea futuros independentistas" y asegura que "TV3 es un fraude: no les importa el periodismo". "El proceso es un negocio", sentencia finalmente."  
              (e-notícies, 05/01/23)