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28/2/23

Hacía años, tal vez siglos, que no se veía en el mundo gesto tan heroico como el de Míriam Nogueras en el Congreso, retirando un par de metros la bandera española, sin que le temblara el pulso... los seguidores de su partido necesitaban un gesto como este, que les reafirmara que Catalunya es tierra de gente intrépida, capaz de sacrificarlo todo por la causa. Todo salvo el sueldo, claro, que aunque lo pague el pérfido estado español, eso es sagrado... Uno siempre se ha preguntado cómo es posible que un ejército tan valeroso como el lacista fracasara tan estruendosamente. Unos tipos capaces de llevar a cabo huelgas de hambre desde la hora de la comida hasta la de la merienda, e incluso de publicar de vez en cuando algún tuit contra España, estaban destinados a vencer a cualquier enemigo... bastó la orden de la delegada para que los valerosos funcionarios de la Generalitat en Girona corrieran a esconder hasta el último lacito. No se arriesgaron ni a un mínimo expediente, no sea que ello conllevara sanción económica... Una vez que Míriam se ha convertido en la Juana de Arco lacista, no puede detenerse ahí, el pueblo le va a exigir nuevas acciones heroicas, más arriesgadas en cada ocasión. Hay quien asegura que planea responder "Bon dia" cuando en algún bar madrileño de los que frecuenta el camarero la salude con un "Buenos días". Capaz la veo, que esta mujer ya ha saboreado las mieles del riesgo

 "Hacía años, tal vez siglos, que no se veía en el mundo gesto tan heroico como el de Míriam Nogueras en el Congreso, retirando un par de metros la bandera española, sin que le temblara el pulso. Se diría incluso que, en un alarde de temeridad, lo hizo sonriendo, aunque este extremo no ha podido confirmarse porque con semejante dentadura parece que sonría a todas horas. 

La portavoz de JuntsxBrindisalsol (o como se llamen hoy), despreciando su propia vida, deslizó la enseña a un costado para admiración de todos los seguidores de su partido, quienes -justo es reconocerlo- desde la huida nocturna del Vivales necesitaban un gesto como este, que les reafirmara que Catalunya es tierra de gente intrépida, capaz de sacrificarlo todo por la causa. Todo salvo el sueldo, claro, que aunque lo pague el pérfido estado español, eso es sagrado, no vamos a pedirle a Nogueras que encima de valiente sea consecuente.

Uno siempre se ha preguntado cómo es posible que un ejército tan valeroso como el lacista fracasara tan estruendosamente. Unos tipos capaces de llevar a cabo huelgas de hambre desde la hora de la comida hasta la de la merienda, e incluso de publicar de vez en cuando algún tuit contra España, estaban destinados a vencer a cualquier enemigo. La respuesta está en el bolsillo, que una cosa es estar dispuestos a todo, y la otra que ese todo incluya la mensualidad.

-Por la republiqueta estamos dispuestos a cualquier sacrificio, a perder la vida si es necesario, incluso a que la pierdan nuestros hijos. ¡Ofreceremos nuestra sangre por la causa! ¡Visca Catalunya!

-¿Y a perder la paga doble?

-Eso no, todo tiene un límite.

La sede de la Generalitat en Girona, mi ciudad, es el paradigma de esta lucha. El edificio fue convertido en un parque temático del lacismo: lazos amarillos, 'estelades', pancartas, carteles llamando a la lucha, huchas para colaborar en cajas de resistencia, estampitas de los santos líderes y no sé si escapularios amarillos que le protegen al usuario de cualquier veleidad españolista. Durante años, uno entraba allí para llevar a cabo una gestión y en lugar de en unas dependencias oficiales, creía estar en la trastienda de un bazar chino, que es donde hoy se encuentran todos esos gadgets.

Bastó hace pocas semanas un solo amago de denuncia para que la delegada del Governet ordenase la retirada de toda la parafernalia lacista. Y bastó la orden de la delegada para que los valerosos funcionarios de la Generalitat en Girona corrieran a esconder hasta el último lacito. No se arriesgaron ni a un mínimo expediente, no sea que ello conllevara sanción económica. Son revolucionarios estilo Míriam Nogueras, de los de colocar o sacar banderitas según convenga, pero también de nómina íntegra y cobrada al día. Al final ha resultado que el famoso 'Donec perficiam' ('hasta conseguirlo') con que se adornan los lacistas más valientes entre los valientes se refiere a conseguir cobrar sin problemas a final de mes.

Una vez que Míriam se ha convertido en la Juana de Arco lacista, no puede detenerse ahí, el pueblo le va a exigir nuevas acciones heroicas, más arriesgadas en cada ocasión. Hay quien asegura que planea responder "Bon dia" cuando en algún bar madrileño de los que frecuenta el camarero la salude con un "Buenos días". Capaz la veo, que esta mujer ya ha saboreado las mieles del riesgo. Y encima, lo va a hacer sonriendo."                       (Albert Soler , El Periódico, 24/02/23)

21/1/22

Guardad para siempre las esteladas. Esa enseña es una bandera imaginada para dividir y separar... ha dejado de producir el efecto encantador que tenía hasta ahora... es el símbolo de la decepción, del desengaño, y por tanto también de las ilusiones sin fundamento, de las grandes mentiras del Proceso, del ridículo... y finalmente de una mala suerte querida y buscada con tozudez

 "La estelada es la bandera de la mala suerte. En la versión burguesa azul o en la versión socialista roja, es la enseña de las derrotas catalanas. Allí donde hay esteladas huele a batallas perdidas.

 El presidente Companys la hizo retirar del Palau de la Generalitat durante los Fets d’Octubre, pero no hubo nada que hacer. Ya había salido, todo el mundo la había visto y aunque la república proclamada quería ser federal y española, aquellos hechos malhadados se convirtieron en un hito separatista y una derrota catalana.

La estelada en sus diferentes versiones es una bandera imaginada para dividir y separar. Quisiera ser la bandera de un combate contra el enemigo exterior, el invasor, el ocupante, el colonizador, pero acaba siendo la bandera de la discordia entre catalanes. No podía encontrar otra mejor el proceso, máquina política de trinchar, que comenzó por los partidos, siguió por las instituciones y ha terminado por las amistades y las familias. Por cierto, ahora trincha a sus dirigentes, que pagarán muy caro haberse aventurado a levantarla para nada.

El expresidente Puigdemont la ha llevado también a la misma capital europea, con una explícita vocación de trinchar las relaciones entre España y sus socios europeos, y la seguridad de que si esto sucediera, también dañaría las mismas instituciones de la UE. ¡Ay de los europeos si se dejaran encandilar por las esteladas!

Este tipo de Gobierno fantasmagórico en el exilio o en itinerancia pretende presentarse como un ejemplo de responsabilidad y de espíritu pacífico, cuando es exactamente lo contrario. Son la zorra que no puede alcanzar las uvas y dice que son verdes.

 Puigdemont y los suyos especularon con echar la gente a la calle para bloquear las instituciones e impedir así la aplicación del artículo 155, pero cuando vieron que Rajoy sólo quería elecciones se dieron cuenta de que la gente no los seguiría. Con la altivez de quien se siente obedecido por las masas ahora nos dicen que por responsabilidad y pacifismo no han querido lanzar al pueblo catalán a la violencia.

 La estelada ha dejado de producir el efecto encantador que tenía hasta ahora. Cuando la quimera se deshace también deja de ser atractivo el símbolo que la encarna. Enfrente de la señera, la limpia, clara y vibrante cuatribarrada, esta bandera de resonancias revolucionarias y soviéticas es el símbolo de la decepción, del desengaño, y por tanto también de las ilusiones sin fundamento, de las grandes mentiras del Proceso, del ridículo que el presidente Tarradellas nos tenía prohibido, y finalmente de una mala suerte querida y buscada con tozudez.

Guardad las esteladas y no las saquéis nunca más. Si hay que lucir banderas que sean las de las únicas victorias catalanistas ciertas, que son las que nos han dado la unidad y el realismo, el pactismo y el posibilismo, la democracia y la prosperidad, el autogobierno en Cataluña y la responsabilidad en la gobernación española. No hay nada de lo conseguido en el siglo y medio de catalanismo que no sea hijo de la señera, mientras que de la estelada sólo hemos sacado disgustos y desgracias, muertes incluso.

¿Por qué deberíamos inventar una bandera de enfrentamiento cuando tenemos una más grande, que es de paz y de alianza, y nos hermana con Aragón, Valencia, las Islas e incluso más allá, y nos vincula con la rojo y amarilla de las Españas, surgida de los mismos colores y de la misma pasión de convivencia y fraternidad?"                 (Lluís Bassets , El País, 01/011/17)

18/11/19

La quema de banderas indígenas radicaliza el conflicto en Bolivia... “Esta señora no quiere a los campesinos; toda la gente en su gobierno tiene la cara blanca”... en El Alto se mostraron asustadas por las escenas en las que policías de Santa Cruz han arrancado la wiphala de sus uniformes. “Es nuestra bandera y la insultan”, dijo una mujer aimara ...

 "(...) Un vuelo desde Santa Cruz de la Sierra al aeropuerto de La Paz –ciudad colindante con El Alto, capital de las comunidades indígenas de etnia aimara y feudo de Evo Morales– permite comprobar las dos realidades políticas de Bolivia cuatro días después de la renuncia del ex presidente indígena.

En Santa Cruz, la ciudad entera –al parecer desde los más pobres hasta los más ricos– celebra esta semana con banderas nacionales ondeando en cada fiesta callejera la salida de Morales. Hay un respaldo incondicional al nuevo gobierno nombrado por la senadora conservadora Jeanine Áñez, expresentadora de televisión oriunda de la misma ciudad y estrechamente relacionada con el ultraconservador Luis Fernando Camacho, que lideró las movilizaciones contra Morales y ha logrado colocar a políticos de su confianza en el nuevo gabinete boliviano.

Pero en El Alto –una ciudad de casi un millón de habitantes, 600 metros más alto que la capital en la cordillera andina y accesible por teleférico– se respira miedo y rabia. Cientos de indígenas asistieron ayer a mítines convocados espontáneamente en cada esquina de la ciudad, que hace veinte años era una barriada de infraviviendas de La Paz y ahora es un municipio con su propia arquitectura, los llamado cholets –chalés de chola– de arquitectura rococó diseñados por sus dueños aimara.


“Esta señora no quiere a los campesinos; toda la gente en su gobierno tiene la cara blanca”, dijo una aimara que asistía a un mitin en el centro El Alto refiriéndose a los 11 ministros que integran el nuevo gobierno interino. (...)

“Los periodistas están ignorando nuestras protestas y la violencia contra nosotros en El Alto, no dan información sobre lo que pasa aquí, mientras la policía ha cerrado los medios locales”, decía otra indígena. Todo indicaba que la marcha de los campesino pro Morales se enfrentaría una vez mas con los policías antidisturbios en el centro. (...)

La policía y el gobierno acusan a los militantes del Movimiento al Socialismo (MAS) de fomentar violencia y saqueos, pero los aimara denuncian que hay delincuentes que se cuelan en las filas de las protesta anti golpe. “Son infiltrados, y si paseas por El Alto verás que los que más han sufrido saqueos somos nosotros”, dijo José Luis Quispe, uno de los líderes de la comunidad que se identifican por sus bastones dorados. “Aquí la policía ha prendido fuego a casas”, añadió. “Nos disparan y nos gasifican y los periodistas no lo ponen en la televisión”, dijo otra aimara. (...)

Mientras la caída de Evo Morales se celebra con la bandera tricolor nacional –rojo, amarillo y verde– en Santa Cruz y otras ciudades, en El Alto las banderas colgadas de los balcones es la wiphala, una insignia multicolor que representa a los pueblos indígenas –el 60% de la población de Bolivia– y simboliza la plurinacionalidad del estado boliviano desde que Morales ganó su primera elección en el 2006. 

Entonces, el movimiento indígena, que el expresidente lideraba, quiso borrar los iconos colonialistas y racistas de la simbología nacional. Pero desde la renuncia del presidente indígena, se han producido varias escenas en las que la wiphala ha sido destruida por representantes de lo que los indígenas califican como un golpe de Estado. Aimaras entrevistadas en El Alto se mostraron asustadas por las escenas en las que policías de Santa Cruz han arrancado la wiphala de sus uniformes. 

 “Es nuestra bandera y la insultan”, dijo una mujer aimara que paseaba delante de puestos en una calle de El Alto donde se vendían telas con los colores de la wiphala. Áñez, que en el pasado había rechazado el estado plurinacional encarnado en al constitución boliviana, apareció ayer flanqueada por las dos banderas."         (Andy Robinson,  La Vanguardia, 15/11/19)


"(...) El discurso racista y la quema de whipalas —la bandera de las nacionalidades indígenas de Bolivia—, por parte de los seguidores del líder cívico cruceño Luis Fernando Camacho y del candidato opositor Carlos Mesa, encendió a los campesinos aymaras del altiplano, que entraron en El Alto como una riada arrasando puestos policiales y provocando la retirada de los efectivos, según relata el medio digital Bolpress.

La retirada de la whipala del palacio de Gobierno por parte de los policías amotinados o la sustitución de la bandera indígena de los uniformes de los agentes caldearon los ánimos.

 (...) frente al “caudillismo evista” (...) el proyecto cruceño “enfrentó otro caudillo aparentemente antagónico, pero al mismo tiempo complementario: un hombre blanco, empresario, presidente de un ente ‘cívico’, que usó el fanatismo religioso y un discurso abiertamente misógino y que entre líneas promete a los hombres de la sociedad la recuperación del control sobre las mujeres”. (...)

“La Wiphala no es del Evo Morales ni del MAS, es nuestro símbolo de los aymaras, quechuas y otras naciones indígenas y originarias. El temblor vendrá desde abajo. Carajo”, escribió el histórico dirigente campesino Felipe Quispe. (...)"                     (Martín Cúneo, El Salto, 12/11/19)

24/6/19

Una profesora envía a Urgencias a una menor por dibujar una bandera de España



"Col.legi Font de l’Alba, a Terrassa. Tiempo de Tutoría en las clases de Primaria con los chavales de 10 años. 

La niña ha hecho su álbum de fin de curso y ha decorado la portada con una bandera de España i els mots “Viva España”. “La tutora les dijo que podían hacer lo que ellos quisieran en la portada. Mi hija dibujó una bandera de España y cuando la profesora lo vio, le gritó muy fuerte ”¡Banderas no!”, cuenta la sra. C a La Razón.

La profesora Miriam llegó por detrás, levantó a la niña y la tiró al suelo. Después la cogió de la camiseta, la levantó y la echó de clase agarrándola por el cuello.

El parte médico del Hospital de Tarrasa elaborado por la dra. M ayer mismo a las 17:09 lo explica así:

Niña de 10 años que acude a urgencias acompañada de sus padres por agresión por parte de la profesora, según refieren. La niña refiere que en clase ha dibujado unas banderas de España acompañadas de la frase “viva España” en el álbum de fin de curso. Refiere que la profesora (…) al verlo le ha gritado, la ha cogido de la camiseta y al hacerlo la niña ha caído contra el suelo golpeándose en la espalda y posteriormente la ha cogido del cuello para sacarla de la clase. La niña refiere molestias en la zona torácico-lumbar tras el golpe, molestias en el primer dedo de la mano derecha y molestias a nivel inguinal derecho donde tiene una hernia pendiente de intervenir. No otra sintomatología. (…)

Orientación diagnóstica: Dorso-lumbalgia (dolor dorso-lumbar). Contusión primer dedo”.
En resum: si dibuixes senyeres de tots a una escola de la Gene (que paguem tots), la professora Miriam s’histeritza i t’agredeix. (...)      (Dolça Catalunya, 19/06/19)


"Imaginemos por un momento que en una escuela de alguna ciudad de Castilla, Ávila por ejemplo, a una niña se le ocurre dibujar en el cuaderno de la clase la señera, y la maestra, una mujer que en el aula suele hacer profesión de fe nacionalista española y luce en la solapa de la bata insignias ad hoc, pierde los estribos y ciega de ira rompe en pedazos el dibujo, arroja a la niña al suelo, la saca a rastras del aula, la envía al hospital.

Supongo que la indignación de nuestro facherío laci sería colosal. El aparato de agitprop se pondría a trabajar ya, echaría humo inmediatamente. La noticia ocuparía la portada de la prensa sobornada, donde mil columnistas paniaguados escribirían artículos desgarrándose las vestiduras; abriría los telediarios de TV3 y Catalunya Ràdio, sería tema de encendidos e interminables debates.

El defensor del pueblo no interrumpiría sus agradables viajes de negocios con su secretaria pero a su regreso expresaría su firme condena de la bárbara maestra y exigiría explicaciones al Gobierno. Se montarían manifestaciones monstruo con lemas como “Ja n’hi ha prou!!!”, “Marxem!”, etcétera. En estas manifestaciones se haría participar a muchos niños, solidarios con la víctima, vestidos con camiseta amarilla, encantados de su protagonismo aunque sin entender mucho de qué va la cosa.

Pilarín, la verdulera mayor del reino, pondría el grito en el cielo o lloraría a moco tendido –asegurándose de que las cámaras la pillan bien– reclamando para la maestra fanática, para ese monstruo que en vez de educar y amar a los críos los envía al hospital, más años de cárcel que para los miembros de La Manada.

Se execraría a la maestra y se hablaría mucho de la secular intolerancia de los españoles, en torno a cuyo ADN se perciben claras señales epigenéticas de la intolerancia de la santa Inquisición. Espot se pondría como el demonio de Tasmania. Martí i Pol se levantaría de la tumba para componer unos ripios sobre el tema, que Colau leería desde el balcón del ayuntamiento llorando también (en abierta competencia con Rahola), sin que se pudiera saber a ciencia cierta si lloraba por la emoción, pensando en la pobre niña, o si lloraba porque abajo la multitud la estaba llamando “puta” y “botiflera”.

 Margarit chasquearía la lengua y sacudiría la cabeza murmurando que el poema se lo tenían que haber encargado a él. Lluís Llach daría un concierto de desagravio y solidaridad en el Palau de la Música, abarrotado por un público que sentiría escalofríos de emoción al oírle chillar con su mejor voz caprina:

–Aasssssaaaaaaassssssiiiiiiiins!

Para tranquilizar los ánimos, el Gobierno de Sánchez tomaría cartas en el asunto. La maestra se caería con todo el equipo. No volvería a dar clase en su vida.

Ahora bien, cuando un caso igual sucede en una escuela de Terrasa, y lo que la niña dibuja no es la señera sino la bandera nacional, como ha pasado realmente, no se ha producido ninguna de esas reacciones.

Qué raro. ¿Por qué será? La “investigación” de los hechos, clamorosamente silenciados por las terminales del régimen, se le ha confiado a un jerarca de ERC, y aquí paz y después gloria.
Al margen de su gravedad puntual, el caso de la niña maltratada por su maestra por dibujar la banderita sirve como signo y síntoma del estado de las cosas en nuestra región en el año 2019. (...)"        Ignacio Vidal-Folch, Crónica Global, 02/07/19)


"Silencio atronador. Sobre el incidente escolar con una niña.

 Diversos sectores políticos y periodísticos de Catalunya han destacado los significativos silencios y la extremada prudencia que han rodeado el caso del supuesto incidente en una escuela de Terrassa con una niña de diez años, cuyo entorno asegura que sufrió presuntamente malos tratos de carácter leve por una profesora del centro, por haber dibujado una bandera española.

Estas fuentes resaltan este pacto mediático, político e institucional para evitar que este asunto pueda conseguir una difusión notable, y consideran que se trata de una demostración de la red de complicidades independentistas en diversos ámbitos de Catalunya con el objetivo de impedir que el caso se conozca ampliamente y se abra un debate público sobre una cuestión de estas características.

Asimismo, comparan esta situación con la reacción que se hubiera producido en Catalunya, en el hipotético caso de que hubiera indicios en el sentido de que una niña catalana de diez años hubiera sufrido algún tipo de maltrato por una profesora en una escuela de fuera de Catalunya -en Madrid, también como hipótesis-, por haber dibujado en un mural una bandera catalana. ¿Se habrían producido los mismos silencios y se habría actuado con la misma prudencia?"              (e-notícies, 26/06/19)


"La Generalitat abre expediente a la profesora acusada de agredir a una alumna por pintar una bandera española.

El Departamento de Educación de la Generalitat ha abierto un expediente disciplinario a la profesora de un colegio de Terrassa (Barcelona) que, presuntamente, agredió a una alumna de 10 años por pintar una bandera española en un trabajo de clase.

Tras las pesquisas de la inspección educativa, la consejería ha concluido que no hay "evidencia fehaciente de maltrato físico" ni motivación ideológica detrás. No obstante, sí ha abierto un expediente a la docente por una falta leve tras conocer que, presuntamente, la profesora le rompió el trabajo en público y la dejó sola en el pasillo.

La familia de la menor denunció el pasado martes a los Mossos d'Esquadra que una profesora del colegio Font de l'Alba de Terrassa agredió y gritó a su hija por pintar una bandera de España en un trabajo que estaba haciendo en clase. En el parte médico de urgencias del Hospital de Terrassa que circula por las redes sociales, la menor refiere que la docente le gritó y le cogió por el cuello para expulsarla de clase por pintar la bandera y escribir la frase "Viva España".

El complejo sanitario ha evitado estos días confirmar la veracidad del documento, pero sí ha apuntado que "la plantilla del informe es la habitual que se utiliza en Urgencias del Hospital de Terrassa". Los padres de la niña, de 10 años, también pusieron una reclamación al centro y a los servicios territoriales de Educación.  (...)

La investigación de la inspección educativa -analizó la denuncia a Mossos, la reclamación de los padres a los servicios territoriales, el informe de la maestra, el parte de urgencias y el informe de la dirección del centro- apunta que, presuntamente, la profesora habría echado de clase a la menor dejándola sola en el pasillo y, además, habría despedazado en público su trabajo.

Educación ha anunciado que abrirá un expediente disciplinario a la profesora para esclarecer si ha cometido una falta y tomar las medidas sancionadoras oportunas de confirmarse que así ha sido. Con todo, como medida cautelar, el Departamento estableció que la docente investigada estuviese siempre acompañada de otra profesora durante las horas lectivas que ha tenido estos últimos días de clase. El curso ha terminado este viernes en Cataluña."                (Jessica Mouzo, El País, 21/06/19)


 "Alumnos y padres llenan de banderas españolas el colegio donde una profe agredió a una niña por pintar una rojigualda.

 (...) Avui desenes d’alumnes i pares han colgado dibujos con senyeres de tots a la porta de l’escola-madrassa de la Generalitat. No había pasado nunca.

 Qué maravillosa acción de dignidad, dolços de Tarrasa. N’estem tips de nacionalisme. ¡Basta ya!"               (Dolça Catalunya, 20/06/19)

14/12/18

Nos preguntamos si campañas tan desmesuradas como la que se ha orquestado contra Dani Mateo no serán señuelos que se lanzan al pueblo, para provocar en él reacciones viscerales... si tales campañas no se orquestarán para distraer la atención de los aprovechateguis que perpetran sus trapisondas y cambalaches envueltos en la bandera española...

"No me mueve a escribir este artículo ninguna simpatía hacia el cómico llamado Dani Mateo, que en una humorada reciente se sonó los mocos en una bandera española. (...)

Tampoco escribo este artículo por aversión a las banderas, que algunos botarates consideran un mero “trapo”. Pero también es un “trapo” el pañuelo que la muchacha regala a su novio en prenda de su amor, o la bufanda que el hijo hereda de su padre difunto; y en esos “trapos” los seres humanos simbolizamos, desde la noche de los tiempos, nuestros amores más abnegados.

 A través de las banderas, como a través del pañuelo de la novia o la bufanda del padre difunto, los hombres expresamos nuestras lealtades más arraigadas, nuestros anhelos más hondos, nuestras aspiraciones más nobles. En un pasaje especialmente tenebroso de La filosofía en el tocador, el marqués de Sade propone que, en lugar de perpetrar matanzas o deportaciones, quien desee destruir una comunidad humana debe «emplear la fuerza contra sus símbolos». 

Y es que Sade sabía perfectamente que la destrucción de los símbolos es la antesala del aniquilamiento de la naturaleza humana: pues el hombre, antes que ese animal económico que postula el materialismo, es un «animal simbólico» cuya vocación espiritual sólo puede expresarse mediante “trapos”, canciones o ritos que encierren la fuerza de un símbolo. 

Los ingenieros sociales más sofisticados, antes que las masacres, prefieren el despojo y el escarnio de los símbolos, que dejan a los pueblos sin identidad, moviéndose en el vacío hasta convertirse en patulea desalmada: fieras prestas a atender de nuevo la llamada de la selva. (...)

Y entonces nos preguntamos si campañas tan desmesuradas como la que se ha orquestado contra el cómico no serán, precisamente, señuelos que se lanzan al pueblo, para provocar en él reacciones viscerales, al modo en que Paulov hacía sonar una campanilla, para que salivase el perro de sus experimentos.

 Y también nos preguntamos si tales campañas no se orquestarán para distraer la atención de los aprovechateguis que perpetran sus trapisondas y cambalaches envueltos en la bandera española. Tal vez ese cómico haya llenado una bandera de mocos; pero los mocos, por espesos que sean, no resisten una lavadura. 

En cambio, estos salvapatrias fariseos que se forran envolviéndose en la bandera española la ensucian con manchas indelebles. Y, a la vez que ensucian el símbolo, tornan odiosa para muchos la realidad que ese símbolo representa."                (Juan Manuel de Prada, XLSemanal)

19/9/18

Los nacionalistas se amparan en la libertad de expresión y que, quien lo desee, pueda expresarse del mismo modo... lo que es falso, porque lo que se produce es una ocupación monopolística del espacio público, que no deja espacio a la expresión de nadie que no sea el separatismo... se trata de una vieja táctica fascista... Franco se estará riendo... también engalanaba todo...

"Lazos amarillos y libertad de expresión: un caso práctico.


Analicemos la imagen. Un indicador ubicado en la calle de Santa Clara de Girona, con unos plásticos amarillos que, además, tapan en parte alguna de las indicaciones.

Objetivamente, la falta de civismo es incuestionable. De manera algo más informal, también se puede decir que es una marranada. La “libertad de expresión”, pues, presenta graves carencias en su forma práctica.

Ahora bien, situémonos en el campo de argumentación secesionista, ese que, sea cual sea la circunstancia, dice que la anterior imagen se ampara en la libertad de expresión y que, quien lo desee, puede expresarse del mismo modo.

El argumento es falso.

Y es falso porque, a día de hoy, lo que se produce es una ocupación monopolística del espacio público, que no deja espacio a la expresión de nadie que no sea el separatismo.

Tomemos -a meros efectos dialécticos, o sea, de discusión- el argumento secesionista de que los lazos se enmarcan en el derecho a la libertad de expresión. En la teoría, ello puede incluso ser aceptado. Ahora, vamos a ver qué nos enseña la práctica. O sea: cuál es el ardid -que, dicho sea de paso, no engaña a nadie más que al dispuesto a ser engañado- que esconde tal teoría.

A veces, nos perdemos en la teoría (que defiendo absolutamente como ejercicio de abstracción indispensable) y nos olvidamos de la práctica. Eso es lo que propongo hoy: un caso práctico. Consiste, con imágenes, en dar un pequeño paseo por la parte más emblemática de la ciudad de Girona y ver cómo aplica el separatismo la libertad de expresión. La respuesta, que será más o menos la misma en muchas poblaciones, ya la sabéis: ocupación única, exclusiva y excluyente del espacio público en todos aquellos elementos o espacios susceptibles de ser objeto de la supuesta “libertad de expresión”.  (...)

Si los lazos son “libertad de expresión” ¿cómo es que el secesionismo no deja espacio libre alguno para que los demás pueden expresarse? Es obvio: porque no aspira a que realmente nadie ejerza una libertad que, y a las pruebas me remito, solo es admisible si coincide con su punto de vista.

Por tanto, coincido con todos aquellos que afirman que la cuestión no es nimia. ¿Quieres expresarte? Perfecto. Respeta los derechos de los demás. Algo que está muy lejos de ser representado por los lazos amarillos y su monopolística expresión.

En verdad, no son libertad de expresión, sino una imposición."                   (Cita Falsa, 04/09/18)

25/1/18

El catalán que se pasea por las calles llorando de emoción es un invento artificial de la manipulación de la educación, de los medios, a través de muchos años, que han acabado cristalizando en ese personaje, que es un enemigo de la democracia

"(...) Subraya usted que su panfleto es contra el separatismo, y no contra el nacionalismo. Pero, ¿hay nacionalismo bueno?


No es que sea bueno, pero hasta cierto punto es inevitable. Hay un punto de nacionalismo, de apego a lo nuestro, de narcisismo ingenuo, que tiene muchos lados, que puede ser asumible o que va creciendo hasta causar la II Guerra Mundial en el pasado.

 Probablemente, en una medida más o menos intensa, vamos a tener que convivir con él. Con el separatismo no, porque con el pretexto del nacionalismo se produce una agresión directa al corazón mismo de la ciudadanía democrática, que se basa en que los ciudadanos sean libres e iguales más allá del territorio, sexo, color de piel, etc. 

Sería escandaloso que se dijera que en unas elecciones van a votar los protestantes separados de los católicos, pero se admite que los catalanes, que son una categoría bastante más imprecisa, pueden votar por separado de los murcianos o de los gallegos. No son categorías políticas, no hay catalanes o vascos en el sentido político del término. Lo que hay es ciudadanos libres e iguales, y como españoles viven donde les da la gana.

¿No tiene algo el nacionalismo de complejo de superioridad, ese ‘mi tribu es mejor que la tuya’?


Bueno, eso es verdad pero también todos creemos que nuestro equipo de fútbol, aunque esté en cuarta regional y vaya el último es el bueno y el que tiene más gracia, pero los árbitros no le quieren. Yo he ido de toda la vida con la trainera donostiarra, que es la peor [risas], pero eso son cosas como enseñar uno la foto de la mujer y los niños, o defender que las croquetas que hacía mi madre eran sublimes. 

Vivimos en esas ingenuidades, pero no excluye lo de los demás, al contrario, entra un poco en el juego habitual. El problema es que el nacionalismo crea una especie de personaje-robot diseñado a partir de su odio a España y al resto de los españoles.

 El catalán que se pasea estos días por las calles llorando de emoción es un invento artificial de la manipulación de la educación, de los medios, a través de muchos años, que han acabado cristalizando en ese personaje, que es un enemigo de la democracia, aunque crea defenderla. Y todo se ha facilitado porque no ha habido una educación para la ciudadanía… (...)

El discurso del “que se vayan los catalanes si quieren”, ¿es otra forma de separatismo?

Es otra forma de ridiculez. Por mí que se vaya quien se quiera ir, pero que no se lleve nada mío…

A mí me lo dijo Boadella en un rapto de indignación…

Hombre, como digo, yo lo que no quiero es que se lleven Barcelona, que es mía también. ¡Ancho es el mundo, pero no me quiten una parte de mi país!

Y el 20 por ciento del PIB, ¿no?

Por supuesto. La prueba es que ya hay muchos empresarios que han dicho: por si acaso usted quiere irse por ahí, mi empresa no me la toca, ya me la llevo yo a otro lado.

Llama la atención también en el libro, acerca de la guerra de banderas en los balcones, que diga no es lo mismo exhibir esteladas que banderas de España.


La estelada es una bandera que va contra las banderas oficiales, que son las que unen al país. A mí me gusta mucho la bandera pirata, pero no nos une a todos, no es una bandera que unifique. La de España no excluye a nadie, ni a los andaluces ni a los catalanes, porque es la bandera de los libres e iguales. No es lo mismo ni en dignidad ni en símbolo. 

Se trata de defender lo que nos une, que es uno de los lemas que manejamos nosotros en el País Vasco en todas las manifestaciones. El separatismo está por lo que nos separa.

¿Por eso causó rechazo en amplios sectores la manifestación de las banderas blancas?

Sí, porque las banderas blancas son de rendición, y no hay que rendirse. Yo no soy neutral entre los que quieren quitarnos nuestra ciudadanía y quienes la defienden. No es para decir “yo ni con los unos ni con los otros”. Yo estoy con unos claramente.

Antes de la Diada de 2012 le tocó de cerca una polémica, la de la abolición de los toros en Cataluña. ¿Tiene algo que ver esto con el devenir posterior del separatismo catalán?


Fue una cacicada. Se metieron en eso como si el Parlamento prohibiera las películas de Walt Disney, que no sé qué es peor… Es para decir, oiga, usted dedíquese a sus cosas y no se meta con los gustos de la población. Yo no le pregunto al gobierno qué tengo que hacer para divertirme, cumplo las leyes, pago mis impuestos y no me parece bien meterse de esa manera, además fingiendo que era una cuestión ecológica, pero luego manteniendo los correbous para que se viera que no era una cuestión ecológica, sino puramente de sectarismo.

 Que se hayan aceptado esas cosas… es verdad que el Tribunal Constitucional suspendió esa decisión, mañana mismo podría haber toros en Barcelona, pero no se puede. Claro, ya se crea un clima de intimidación. Se dice que no hay violencia, pero tampoco se puede hacer lo que se quiera, hay una coacción institucionalizada. Hemos permitido esas cosas y hemos llegado a este punto.

Joan Margarit me dijo una vez que soñaba con ver “al tío del puro en los toros fuera de su casa”.

¡Claro! El problema es que no es su casa, ni la ciudad ni el país son su casa. Esto lo ejemplifica muy bien la imbécil esta, ¿cómo se llama?, la que le dijo a la Arrimadas “Vete para Cádiz”, que es una maldición muy aceptable. Pues mire, yo puedo ir adonde sea, pero no crea que por estar en Cádiz no voy a tener el mismo derecho para decidir sobre Cataluña.

 En Cádiz tengo el mismo derecho para decidir sobre Cataluña que si estoy en Gerona, porque da la casualidad de que sigo siendo ciudadano español allí, aquí o en Lugo.

Se habla como posible solución imitar el modelo fiscal del País Vasco. ¿Lo ve viable, siendo dos territorios tan diferentes?

Yo creo que lo que hay que hacer es quitarle el privilegio al País Vasco, no extenderlo a otros territorios. Impuestos iguales y representación igual era el grito de los republicanos norteamericanos que se levantaron… Los que pagamos impuestos tenemos que tener la misma representación y al revés, y no unos quedarse con parte del impuesto.


Pero en el País Vasco eso era todo, ¿por qué lo llamaban sentimientos cuando quieren decir pasta?

Siempre hubo un fondo económico del asunto que sigue ahí, pero ahora no van a comprometer las ventajas que tienen de otro orden, cuando están viendo que lo de Cataluña tampoco va tan bien. Pero si saliese bien, seguramente volverían a darnos la lata…

¿La paz en Euskadi está verificada? ¿Es concebible una vuelta atrás?


No. La violencia ya cumplió su función pedagógica de asustar, de crear ese clima de que “aquí debe pasar algo grave, puesto se están matando unos a otros”, y que se convirtió en un círculo vicioso. Eso ahora ya no. Ahora ven que se pueden conseguir las cosas a base de presiones sobre la población, claro. Allí no es fácil sacar una bandera española.

Sin embargo sí vi allí muchas banderas pidiendo el acercamiento de los presos. ¿Es una asignatura pendiente?

Claro, los presos son lo que queda de ETA, y defenderlos es defender lo único aceptable que hay en ETA. Aceptable en el sentido legal, digo.

El gobierno, ¿debería mover ficha?

Lo que no hay que hacer es dar triunfos a ETA. Hay un camino individualizado, de condenar individualmente la violencia y acceder a acercamientos o incluso tener un tratamiento penal más leve. Lo que no puedes dar a todos los presos que siguen siendo de ETA y obedeciendo a ETA es premiarles con un acercamiento ni con nada. Si uno por uno condenan al demonio, sus pompas y sus obras, muy bien. ¿no? Pues mira, que sigan allí en la cárcel, ya se les pasará.

Por curiosidad, ¿leyó Patria?


Soy amigo de Fernando Aramburu y me gustó mucho, pero hay que tener claro que Patria es una novela literaria, no un prontuario. Me alegro de su éxito, es una buena novela, muy interesante, pero a mí no me cuenta nada nuevo, porque he vivido eso. Y él habla de un pueblo en el que todos son nacionalistas, unos matan y otros no. Si la acción se hubiera desarrollado en San Sebastián o en Bilbao, no podría haber sido así. 

Me ha asombrado que de pronto montones de gente hayan abierto los ojos con este libro, ¿ahora se enteran? ¡Ocurrió todo eso y mil cosas más! Yo me he pasado toda la vida contando esto, dando charlas, recorriendo en autobús España, ¿y necesitan una novela para entenderlo?  (...)"                   (Entrevista a Fernando Savater, Alejandro Luque, M'Sur, 23/01/18)

11/12/17

Bastantes españoles, incluyendo catalanes de las clases populares no independentistas, siguen encontrando en la bandera española eso que Podemos ha querido (sin poder del todo) recuperar del concepto de patriotismo

"La democracia española arrastra un viejo problema que la crisis catalana ha vuelto a revelar en toda su crudeza. No existe una identidad nacional incluyente de las diversidades constitutivas del país, que son tanto culturales como políticas.

Existe, desde luego, un marco identitario españolista que la derecha ha impuesto y demarcado a su antojo, en buena parte por el poder absoluto que la dictadura franquista le garantizó. Pero la consolidación de ese marco excluyente es también en buena medida responsabilidad de las fuerzas progresistas del país, que hasta muy recientemente no han mostrado interés ni capacidad real para impugnarlo de forma consciente y organizada.

Dicha impugnación requiere propuestas alternativas, y ha quedado claro una vez más, en este caso por la desbordada crisis catalana, que la ausencia de dichas alternativas supone una fuente permanente de debilidad política para la construcción de una España más justa y democrática.

En los últimos años se han realizado esfuerzos por aliviar esta debilidad, en particular desde algunos sectores de Podemos. Pero el problema es que en este esfuerzo se han jugado con cartas que difícilmente permiten ganar el juego.

 Cuando Podemos comenzó a dar expresión al descontento generalizado que los lodos de la revolución neoliberal y el robo oligárquico habían generado en el país, varios de sus miembros reconocieron la importancia de comunicar un proyecto de país, y no sólo de desplegar una crítica frontal contra los que lo habían desdibujado.

Para entonces ya quedaba claro que había un sujeto colectivo emergente que se encontraba fundamentalmente en el antagonismo al orden establecido, y que se entrelazaba con facilidad en torno a las demandas de democracia social y política.

 Había también un liderazgo en construcción, y que se ha consolidado con éxito, alrededor de la figura de Pablo Iglesias. Pero a toda esta fuerza social en efervescencia le faltaban, y le siguen faltando, unos elementos que son clave en todo proceso de construcción popular: símbolos colectivos (y, en este caso, símbolos nacionales).

El 15M tuvo la valentía de nacer y crecer al margen de banderas, y sin embargo las necesitaba. Es incómodo reconocerlo, pero también indispensable.

Los límites al crecimiento del bloque de renovación democrática que Podemos canalizó después del 15M sólo se pueden explicar si, además del reconocer la influencia de los ataques sistemáticos de sus rivales (dominantes de la producción informativa), se le da un nombre a la única identidad transversal que el partido no ha sabido manejar con solidez en ningún momento, a pesar de sus aciertos con los significantes: se trata de la identidad española (que, dejémoslo claro, es plural y democrática y no es, ni debería ser, la que agita la extrema derecha a su antojo).

Podemos, o por lo menos algunas de sus líderes, con Iglesias a la cabeza, reconocieron aquella debilidad de posición original, y trataron de corregirla con cierto arrojo pero sin armas de peso. Se apeló al patriotismo, reconvertido principalmente en sentimiento de amor y respeto al vecino, al ciudadano y al juego democrático.

 No se hizo de este significante una pilar discursivo central, desde luego, pero, utilizado con acierto en momentos clave, por lo menos sirvió para atajar ataques que trataban de encasillar a Podemos como una fuerza anti-nacional – una fuerza que, de hecho, ha tenido problemas para hablar de España, y que tampoco ha querido reinventar sus símbolos.

 Hoy, cuando con la crisis catalana presenciamos un nuevo ejemplo de la fortaleza latente de las identidades nacionales y su capacidad de movilización, desde algunos focos de Podemos se regresa a la ofensiva del patriotismo discursivo. Lo hemos visto en las última semana con claridad, y quizá es buena señal.

Ya que a estas alturas no se puede volver atrás, quedan pocas alternativas para apelar a la identidad nacional democrática y progresista que late en España. Sin embargo, es previsible que esta táctica de recuperación del patriotismo como significante no podrá llegar más allá de donde ya ha llegado: nos guste más a menos, ha quedado demostrado que en este país un patriotismo sin símbolos tiene sus límites bien afincados.

Y, nos guste menos o más, el escenario que se vive en el país viene a ilustrarlo una vez más: bastantes españoles y españolas en todo el país, incluyendo catalanes y catalanas de las clases populares que no encuentran convicción ni inclusión en el independentismo, siguen encontrando en la bandera española eso que Podemos ha querido (sin poder del todo) encapsular en su recuperación del concepto de patriotismo – un concepto que, fatalmente, ha carecido de símbolos que lo materialicen, que son fundamentales en la comunicación y cristalización de identidades.

El problema es enorme, claro está, porque los símbolos de nacionalidad con los que se cuenta en España están marcados por los límites de la transición y del tipo de ruptura de baja intensidad que marcó frente a la dictadura.

Pero, en cualquier caso, conviene admitir que el problema no va desaparecer, y quizá sea esta la hora en la que de una vez por todas se empiece a buscar vías de solución entre las fuerzas progresistas de este país, incluyendo aquellas que aspiran a ver en sus instituciones públicas símbolos nacionales renovados que representen a la España plurinacional y democrática, la que sigue ahogada aun siendo mayoritaria. Poner esta España en marcha va a ser difícil con un patriotismo sin símbolos."                  (Luis Fernando Angosto , Rebelión, 31/10/17)

3/11/17

No deja de ser paradójico que el independentismo haya contribuido a culminar el proceso de hacer atractiva la identidad nacional española hasta el punto de animar a exhibir la bandera como nunca antes se había hecho

"Aún no sabemos si estas semanas convulsas serán consideradas en el futuro como parteaguas de nuestra historia reciente. El relato independentista desea subrayar el 1 de octubre como hito en la ruptura entre una gran parte de la sociedad catalana y la idea de España. Sin embargo, los acontecimientos recientes han sido más complejos y en muchos casos nada favorecedores de la narrativa soberanista.

 No sólo la huida empresarial o el rechazo europeo e internacional a la secesión unilateral forman también parte de este otoño caliente, sino otros desarrollos políticos visibles en la masiva manifestación del 8 de octubre en Barcelona, la profusión de rojigualdas en los balcones, la audiencia televisiva del discurso del Rey, o la celebración este jueves del Día Nacional.

Al margen del impacto de todo esto sobre el procés, surge ahora otra pregunta de fondo interesante: ¿Hasta qué punto estamos asistiendo a un punto crítico que cambie la relación, hasta ahora más bien complicada, que tienen los españoles con su identidad nacional y sus símbolos? 

Una investigación del politólogo Jordi Muñoz mostró hace pocos años que el proceso de sustitución del nacionalismo español tradicional por otro democrático ha sido más exitoso y consensual de lo que podría parecer a primera vista. 

Al margen de las diferencias lógicas entre el modo en que las distintas sensibilidades ideológicas interpretan la nación, la mayor parte de las élites y en torno al 80% de los ciudadanos han ido convergiendo en un patriotismo de adhesión a la Constitución de 1978 y los principios allí consagrados (lo que incluye el reconocimiento de la pluralidad territorial interna aun sin cuestionar el carácter unitario de España).

Al menos hasta 2012, la normalización de los símbolos españoles en determinados ámbitos había avanzado mucho. Piénsese en cómo la inmensa mayoría de los ciudadanos los acepta en las celebraciones deportivas o en las instituciones. 

No obstante, si bien solo sectores marginales rechazan la bandera en un ayuntamiento o en un éxito de la selección de fútbol, lo cierto es que su exposición en actos políticos y sociales ha seguido siendo muy limitada. El motivo es doble.

El primero está conectado con residuos de connotación negativa que la misma idea de España sigue despertando entre sectores de la izquierda e incluso liberales. No es algo excepcional pues otros países con pasado dictatorial -como Alemania, Italia o Japón- también han experimentado esa incomodidad y, por consiguiente, un uso público comedido de cualquier alarde patriótico

La segunda limitación tiene que ver con la existencia de fuertes identidades alternativas en varias comunidades autónomas que han estado además gobernadas casi ininterrumpidamente por partidos nacionalistas. Tampoco es una particularidad exclusiva de España pues otras democracias –como Bélgica, Canadá o Reino Unido- experimentan una contestación similar a sus símbolos en partes de su territorio.

Pero lo que sí es característico de España es que la debilidad sea doble (ideológica y periférica) y, sobre todo, que en los últimos años ambas se hayan intensificado por la aparición casi simultánea de dos fenómenos políticos que cuestionan radicalmente el lento proceso de reconciliación con la bandera, el himno o el Día Nacional.

Por un lado, la aparición de Podemos y su renuncia a la transición democrática como mito fundante de una identidad nacional democrática. Por el otro, y en contraste con lo que últimamente pasa en el País Vasco, la pretensión del nacionalismo catalán de rechazar e incluso expulsar del espacio público cualquier elemento que represente España.

La intensificación del desafío soberanista ha provocado en las últimas semanas una evidente reacción en toda España. Para un gran segmento de la ciudadanía (incluyendo, desde luego, los núcleos urbanos de Cataluña) la situación les anima a dejar de reprimir públicamente un orgullo en el que se combina la reivindicación constitucional con elementos más culturales como el idioma español o la historia común. 

En la medida que el conflicto siga siendo intenso, esta tendencia puede aumentar y consolidarse en sectores de la sociedad (jóvenes y progresistas) que, tras 40 años de democracia, no entienden la estigmatización de los símbolos de España. Si ese fuera el caso, no deja de der paradójico que el independentismo haya contribuido a culminar el proceso de hacer atractiva la identidad nacional española hasta el punto de animar a exhibirla como nunca antes se había hecho."             (  , Agenda Pública, 14 octubre 2017

17/10/17

Jordi Évole: del aeropuerto me fui a Cornellà a comer con mis padres. Llevaba un par de semanas sin pasar por allí... las banderas españolas en los balcones se habían multiplicado. Esto huele más a desafío o a desagravio. Esa Catalunya que ha permanecido a lo suyo durante los últimos años, también existe...

"Aterricé en Barcelona el martes 10 de octubre, el día en el que, parafraseando a Pau Luque, se hizo más política que historia. Del aeropuerto me fui a Cornellà a comer con mis padres. Llevaba un par de semanas sin pasar por allí y en la parte alta de la ciudad (en Cornellà, al revés que en Barcelona, la parte alta no es sinónimo de zona alta sino de barrio obrero) las banderas españolas en los balcones se habían multiplicado.

Llevaba 12 días lejos, grabando en zonas de conflicto de Irak y Siria, conflictos donde ya nadie reclama mediadores. Pero en 12 días en mi casa las cosas habían cambiado, y yo andaba sorprendido con lo que veía por la calle, como quien despierta de un coma tras años dormido, porque el 'procés' convierte algunos días en años. Me sentía como la protagonista de 'Good Bye Lenin', pero sin un hijo que me alterase la realidad para que fuese de mi agrado.

 

Las dos Catalunyas


Mi barrio no ha sido nunca de lucir banderas. Solo las recuerdo durante el Mundial de Sudáfrica, el del gol de Iniesta. Pero aquello era por una celebración. Esto huele más a desafío o a desagravio. Esa Catalunya que ha permanecido a lo suyo durante los últimos años, también existe.

 Igual que existe la otra Catalunya, la movilizada, la que salió a votar el 1-O, ilusionada, vilmente apaleada por la policía. Y tengo la sensación que ambas Catalunyas cada vez van más a su bola. Microcosmos con pocas cosas en común. Me preocupa qué puede vertebrar de nuevo a esas Catalunyas. (...)

Le pregunto a mis padres que qué ha pasado mientras estaba fuera. Primera respuesta: "Que los bancos catalanes se han ido de Catalunya". Joder con el patriotismo del dinero. El coma me lleva otra vez al pasado, a otras declaraciones de Mas

Más apasionadas. Septiembre 2015: "No se marchará ningún banco de Catalunya", mientras le aplaudía el que sería el próximo 'conseller' de Economía, Oriol Junqueras, el mismo que ahora dice que no hay que preocuparse, que se van als Països Catalans.  (...)"                (Jordi Évole ,  El Periódico, 15/10/17)

26/5/16

Las esteladas y la maquinaria nacionalista... que crea un “medio para la identificación nacional y la comunidad ficticia”

"(...) En Catalunya, la desafortunada prohibición ha puesto en marcha el poderoso aparato mediático y propagandístico nacionalista y ha incendiado las redes sociales. Como analizó Hannah Arendt, una de las características de los movimientos nacionalistas radica precisamente en la “movilización permanente” de sus bases sociales. 

De este modo, la medida adoptada por Concepción Dancausa ofrece un excelente pretexto para poner en marcha el citado mecanismo. El leitmotiv de la campaña es amalgamar el PP, con el Estado español y a ambos con España. Se trataría de un Estado y un país que no respetan un principio básico de los sistemas democráticos como la libertad de expresión por lo que lo mejor es abandonarlo y proclamar la independencia.

La decisión del juez Torres, vertida en un auto de nueve páginas, cuestiona este argumentario con una resolución judicial impecablemente democrática. En efecto, el magistrado argumenta que la prohibición de la delegada del gobierno en Madrid, sostenida por la fiscalía, supone una limitación a un derecho fundamental como la libertad de expresión que sólo puede restringirse en circunstancias excepcionales y con una sólida motivación. (...)

Desde la eclosión del movimiento soberanista en 2011, tras la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, la estelada ha ido substituyendo a la senyera como la bandera del movimiento catalanista. Una sustitución que indica, en el terreno iconográfico y simbólico, el pasaje del autonomismo al independentismo del nacionalismo catalán.

Además, desde entonces, muchos ciudadanos de ideología independentista han colgado en sus balcones la estelada como una muestra de su apoyo a la secesión, cosa que no ocurría con la senyera que sólo se exhibía en días señalados como Sant Jordi o con motivo de la Diada Nacional del Onze de Setembre. Se trata no sólo de manifestar la adhesión a la causa secesionista, sino la voluntad de mantenerla hasta que no se consiga el objetivo del Estado propio. 

Un comportamiento que permite visualizar el apoyo a la independencia en los municipios y barrios del país. Así, en las localidades de la Catalunya interior y en los distritos habitados por las clases medias y altas proliferan las esteladas, mientras que los barrios y municipios del Área Metropolitana de Barcelona apenas pueden verse.

Si esto sucede en el espacio privado de los domicilios particulares, los estadios de fútbol, particularmente el del Barça, se ha convertido en el lugar por excelencia para mostrar públicamente la estelada como expresión de la voluntad de construir un Estado independiente y como caja de resonancia mediática. El Futbol Club Barcelona tiene un papel específico en el imaginario del nacionalismo catalán. (...)

Por otro lado, el Barça ha ejercido simbólicamente el papel de selección nacional catalana que la ausencia de Estado impedía poseer. Como ha tematizado Eric Hobsbawm los deportes están profundamente vinculados a la expresión de los sentimientos nacionalistas al proporcionar un “mecanismo para unir a personas de categoría social equivalente que, de no ser por ella, carecían de vínculos sociales o económicos orgánicos”. 

Tanto el deporte de masas como el de clase media combinaban la invención de tradiciones políticas y sociales proporcionando un “medio para la identificación nacional y la comunidad ficticia”. Vínculos que unen a todos los habitantes: masificados espontánea o comercialmente y expresados en competencias internacionales donde los equipos representan a las naciones en lucha simbólica contra las otras naciones. 

El papel del Barça en el nacionalismo catalán resulta un ejemplo de manual de las tesis del historiador británico. El huracán mediático sobre la prohibición de las esteladas coincidió con la noticia de que, según el Ayuntamiento de Barcelona, casi 3.000 personas no tienen vivienda, un tercio de las cuales duerme en la calle y el resto en equipamientos municipales o de otras entidades. (...) 

Toda una demostración de cómo funcionan las cosas en este país, donde las pasiones nacionalitarias sirven, a menudo, para esconder los graves problemas sociales que le atenazan. Efectos colaterales La resolución del episodio de las esteladas cuestiona el argumentario de los independentistas al demostrar que en España existen mecanismos democráticos para detener las decisiones arbitrarias del gobierno del PP que afectan a derechos fundamentales. 

En su fuero interno, esta resolución no habrá sido valorada positivamente por muchos nacionalistas catalanes que hubieran preferido un auto judicial que avalara la prohibición, lo cual habría apuntalado sus tesis sobre la naturaleza antidemocrática del Estado español. (...)"      (Antonio Santamaría, El viejo Topo, 22/05/16)

23/5/16

Como se prohibió la entrada de banderas españolas en el Nou Camp, es totalmente inadmisible que se prohiba la entrada de esteladas en el Bernabeu...

"Como de costumbre muchas de las decisiones que toman las autoridades españolas respecto del independentismo son fruto de la falta de autoridad. 

Esta ridícula prohibición de que entren banderas independentistas en el Estadio, solo superada en su carácter por la vergonzosa circunstancia de que en el Camp Nou se haya prohibido la entrada de banderas españolas en más de un partido.  (...)

Las autoridades no tienen el valor político ni el coraje cívico de suspender los partidos donde se insulta al rey, al himno y a la bandera de España. No tienen siquiera el valor de castigar a los clubes responsables de esos fanáticos (como es una madre responsable de las tropelías de su hijito). 

Y ahora pretenden hacerse los constitucionales impidiendo que se exhiban unas cuantas bayetas cubanas en el Estadio. A otro perro."               

31/5/15

"De España no queremos nada, ni el aire que hemos de respirar"... así que a pitar, "hasta que les revienten las orejas"

"Miles de aficionados -la inmensa mayoría de los asistentes al Camp Nou- han dedicado este sábado una estruendosa pitada al himno nacional de España y al Rey Felipe VI en los momentos previos a la final de la Copa del Rey disputada entre el F.C. Barcelona y el Athletic Club de Bilbao. (...)

La casi unánime pitada y los numerosos gestos ofensivos hacia los símbolos de España realizados este sábado en el Camp Nou desmienten de forma contundente los discursos de algunos dirigentes independentistas, como el presidente de la Generalidad y de CiU, Artur Mas, y el líder de ERC, Oriol Junqueras, cuando una y otra vez aseguran que sus planes rupturistas no van "contra España".

De hecho, como se puede ver en las imágenes, el propio Mas -situado junto al Rey- no ha podido evitar esbozar una ligera sonrisa durante la pitada. Ni han faltado las risas y los comentarios jocosos de los comentaristas que realizaban la transmisión para TV3. También se han coreado gritos de "independencia" en el minuto 17.14.

De nada han servido los llamamientos al respeto a los símbolos -por muy ajenos que puedan sentirse- realizados por múltiples personalidades y entidades de la sociedad civil, como SCC, o por diferentes deportistas españoles (incluido Pau Gasol). (...)

Por otra parte, el boicot a los símbolos de España de este sábado no ha sido una acción espontánea. Diversas entidades independentistas han repartido miles de silbatos a las puertas del estadio y han difundido un manifiesto titulado "Por la pitada al himno español y a Felipe de Borbón".

El texto, que insta a "dejar de ser súbditos" de España porque "nos quiere humillar", ha sido suscrito, entre otros, por Catalunya Acció, Sobirania i Progrés, el CADCI, la Plataforma pel Dret a Decidir, International Comission of European Citizens, la Fundació President Macià, Ara o Mai y Catalunya diu Prou.

Desde Catalunya Acció, la entidad presidida por Santiago Espot, han dejado claro cuáles son sus pretensiones. "De España no queremos nada, ni el aire que hemos de respirar", señalan en un comunicado, en el que instan a pitar "hasta que les revienten las orejas".

Una pedagogía del odio a España que viene de lejos

En cualquier caso, la pedagogía del odio a España cultivada por el nacionalismo y el independentismo catalán es habitual y viene de lejos. Los ejemplos son numerosos. Basta con recordar el simposio 'España contra Cataluña: una mirada histórica', organizado en diciembre de 2013 por Instituto de Estudios Catalanes (IEC) con el aval de la Generalidad. (...)

TV3 constituye un capítulo aparte. En un reciente documental, la televisión de la Generalidad no dudó en equiparar a España con un maltratador para promocionar el proyecto secesionista de Mas y Junqueras.

La televisión autonómica también ha equiparado a Rajoy con Hitler, y a varios ministros con dirigentes nazis. Eso sí, siempre en tono jocoso. En ninguno de los dos casos el CAC estimó que TV3 se hubiese ultrapasado en sus funciones como televisión pública. (...)

Tras la clamorosa pitada contra el himno de España de este sábado, solo cabe esperar para ver si la Generalidad -aficionada a llevar a los tribunales manifestaciones de supuesto odio "por motivos de nacionalidad"- o el Síndic de Greuges -dedicado últimamente a denunciar ante la Fiscalía los nombres ofensivos que ponen a los caballos en Ciudad Real- también actúan de oficio contra esta flagrante incitación al odio."       (Crónica Global, 30/05/2015)

20/5/15

El error de la 'estelada' consiste en situar en el lugar de la bandera de todos, la bandera de una parte de la población

"El error es serio y tendrá consecuencias. Con los símbolos no se juega y mucho menos cuando se trata de la clase de símbolos que reconocemos como nacionales, que sirven para identificar una comunidad de ciudadanos.

Se ha cometido un error con la estelada y quienes lo han cometido, al contrario de lo que puedan pensar los más irreflexivos, no son ni la Junta Electoral Central, que ha exigido su retirada de los locales públicos y de los colegios electorales, ni la entidad privada Sociedad Civil Catalana, que presentó la denuncia por su presencia en los balcones municipales de tres centenares de localidades catalanas.

El error de la estelada lo han cometido los plenos municipales, los concejales y los alcaldes que han decidido, en el atolodramiento de su entusiasmo y sin que les frenara la prudencia ni el sentido de la ecuanimidad -no hablemos ya de la legalidad vigente-, situar en el lugar de la bandera de todos la bandera de una parte de la población, la de un partido, vaya.  (...)

El error de la estelada no es anecdótico y viene de lejos. Es de fondo. Recordemos lo que dice la doctrina oficiosa que acompaña su utilización: se trata de la bandera de una insurrección, ahora pacífica, es evidente, pero insurrección al fin y al cabo, con voluntad de romper la legalidad en caso de que convenga. Se levanta cuando comienza el movimiento y no se arria hasta que triunfa, momento en que la bandera de todos, la bandera cuatribarrada desnuda, volverá a ser la única que se utilizará.

En su imposición en los locales públicos hay, pues, dos ideas implícitas: una, rompamos ya la legalidad; y dos, esto no hay quien lo pare. En la medida en que haya muchos ayuntamientos que lo hagan, más clara será la ruptura y más irreversible.

El error es doble: creer que la comunidad internacional y sobre todo la Unión Europea podrían aceptar un movimiento rupturista, y creer que el proceso es irreversible. El primer error ya se ha ido esclareciendo con el tiempo y hoy hay muy poca gente que crea en una comunidad internacional rendida a los pies de una DUI (declaración unilateral de independencia). 

El segundo error aún no lo han reconocido todos, pero sí el soberanismo menos cegado por la pasión política: vender que el proceso es irreversible debilita el proceso.

Este último error pertenece a la misma clase de errores que las consignas "Ahora o nunca", "Tenemos prisa", "España nos roba", "Ahora es el momento", o todavía más la invención del concepto de unionismo para oponerlo al de soberanismo y de forma mucho más indecente todavía el de dependentismo para oponerlo al independentismo. Como la estelada, estos conceptos crean el espejismo de que convocan y agrupan gracias a la presión que ejercen, pero, de hecho, dividen y inmovilizan.

Hay momentos en que hay que elegir entre ser un país o ser una causa. Lo dijo Henry Kissinger muy solemnemente a propósito de Irán, pero me parece que tiene validez universal. La bandera tiene una gran virtud que hay que preservar: no es la bandera de una causa, sino de un país, de una nación que incluye a todos, los que quieren hacer una nueva, los que sólo quieren rehacerla con el conjunto de los españoles y los que quieren que siga tal como está.

Se trata de una virtud histórica, símbolo de la capacidad de supervivencia por encima de épocas y de regímenes y de la eficacia del catalanismo a la hora de hacer avanzar las cosas con el entendimiento y el pacto. Imaginemos por un momento que en el lugar de cada estelada hubiera simplemente la bandera catalana. El efecto político, me parece a mí, sería aún más fuerte que esta confusión actual de esteladas azules y estreladas rojas, todas banderas de partido.

La estelada no debe tener sitio en los edificios oficiales y en las instalaciones pagadas por todos los contribuyentes. Pero hay que respetar, solo faltaría, a quienes la quieren exhibir públicamente en edificios de su propiedad, en sus automóviles o sobre uno mismo. Pero también hay que recordarles la responsabilidad que significa esta exhibición. Cuanto más esteladas haya sin que después se sigan resultados, mayor será la decepción.

Último argumento, para mi gusto definitivo. Todo lo que ha conseguido Cataluña hasta ahora, y es mucho a pesar de lo que digan los derrotistas, se debe a lo que simboliza la señera. No tenemos noticia de que la estelada haya dado algún fruto positivo, pues todo lo que ha dado hasta ahora han sido atolondramientos, fracasos y decepciones."          (Lluís Bassets | 16 de mayo de 2015)