"El error es serio y tendrá consecuencias. Con los símbolos no se
juega y mucho menos cuando se trata de la clase de símbolos que
reconocemos como nacionales, que sirven para identificar una comunidad
de ciudadanos.
Se ha cometido un error con la estelada y quienes lo han cometido, al
contrario de lo que puedan pensar los más irreflexivos, no son ni la
Junta Electoral Central, que ha exigido su retirada de los locales
públicos y de los colegios electorales, ni la entidad privada Sociedad
Civil Catalana, que presentó la denuncia por su presencia en los
balcones municipales de tres centenares de localidades catalanas.
El error de la estelada lo han cometido los plenos municipales, los
concejales y los alcaldes que han decidido, en el atolodramiento de
su entusiasmo y sin que les frenara la prudencia ni el sentido de la
ecuanimidad -no hablemos ya de la legalidad vigente-, situar en el lugar
de la bandera de todos la bandera de una parte de la población, la de
un partido, vaya. (...)
El error de la estelada no es anecdótico y viene de lejos. Es de
fondo. Recordemos lo que dice la doctrina oficiosa que acompaña su
utilización: se trata de la bandera de una insurrección, ahora pacífica,
es evidente, pero insurrección al fin y al cabo, con voluntad de romper
la legalidad en caso de que convenga. Se levanta cuando comienza el
movimiento y no se arria hasta que triunfa, momento en que la bandera de
todos, la bandera cuatribarrada desnuda, volverá a ser la única que se
utilizará.
En su imposición en los locales públicos hay, pues, dos ideas
implícitas: una, rompamos ya la legalidad; y dos, esto no hay quien lo
pare. En la medida en que haya muchos ayuntamientos que lo hagan, más
clara será la ruptura y más irreversible.
El error es doble: creer que la comunidad internacional y sobre todo
la Unión Europea podrían aceptar un movimiento rupturista, y creer que
el proceso es irreversible. El primer error ya se ha ido esclareciendo
con el tiempo y hoy hay muy poca gente que crea en una comunidad
internacional rendida a los pies de una DUI (declaración unilateral de
independencia).
El segundo error aún no lo han reconocido todos, pero sí
el soberanismo menos cegado por la pasión política: vender que el
proceso es irreversible debilita el proceso.
Este último error pertenece a la misma clase de errores que las
consignas "Ahora o nunca", "Tenemos prisa", "España nos roba", "Ahora es
el momento", o todavía más la invención del concepto de unionismo para
oponerlo al de soberanismo y de forma mucho más indecente todavía el de
dependentismo para oponerlo al independentismo. Como la estelada, estos
conceptos crean el espejismo de que convocan y agrupan gracias a la
presión que ejercen, pero, de hecho, dividen y inmovilizan.
Hay momentos en que hay que elegir entre ser un país o ser una causa.
Lo dijo Henry Kissinger muy solemnemente a propósito de Irán, pero me
parece que tiene validez universal. La bandera tiene una gran virtud que
hay que preservar: no es la bandera de una causa, sino de un país, de
una nación que incluye a todos, los que quieren hacer una nueva, los que
sólo quieren rehacerla con el conjunto de los españoles y los que
quieren que siga tal como está.
Se trata de una virtud histórica, símbolo de la capacidad de
supervivencia por encima de épocas y de regímenes y de la eficacia del
catalanismo a la hora de hacer avanzar las cosas con el entendimiento y
el pacto. Imaginemos por un momento que en el lugar de cada estelada
hubiera simplemente la bandera catalana. El efecto político, me parece a
mí, sería aún más fuerte que esta confusión actual de esteladas azules y
estreladas rojas, todas banderas de partido.
La estelada no debe tener sitio en los edificios oficiales y en las
instalaciones pagadas por todos los contribuyentes. Pero hay que
respetar, solo faltaría, a quienes la quieren exhibir públicamente en
edificios de su propiedad, en sus automóviles o sobre uno mismo. Pero
también hay que recordarles la responsabilidad que significa esta
exhibición. Cuanto más esteladas haya sin que después se sigan
resultados, mayor será la decepción.
Último argumento, para mi gusto definitivo. Todo lo que ha conseguido
Cataluña hasta ahora, y es mucho a pesar de lo que digan los
derrotistas, se debe a lo que simboliza la señera. No tenemos noticia
de que la estelada haya dado algún fruto positivo, pues todo lo que ha
dado hasta ahora han sido atolondramientos, fracasos y decepciones." (Lluís Bassets | 16 de mayo de 2015)
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