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2/5/24

Puigdemont tuvo alusiones a la celebración de un referéndum de autodeterminación... Que, por lo que veo, también parece ser el llenapistas de ERC en su programa, a falta de obra de Gobierno tras tres años de Gobierno... Un referéndum en Catalunya –un lío/río diferente al escocés, por ejemplo– no es necesario, pues nunca ha habido una mayoría electoral indepe. Reclamar ese referéndum sin esa mayoría es, básicamente, un suicidio, su archivo, para la opción indepe... Lo que configura al procesismo como el único movimiento indepe no indepe del mundo... Con una mayoría social del 60%, por ejemplo, la indepe es imparable, sin referéndum alguno (Guillem Martínez)

 "(...) 6- Hubo alusiones a la celebración de un referéndum de autodeterminación. Que, por lo que veo, también parece ser el llenapistas de ERC en su programa, a falta de obra de Gobierno tras tres años de Gobierno. 

Lo que significa, tanto en Puigdemont como en ERC, la persistencia en el cultivo procesista del fake. Un referéndum en Catalunya –un lío/río diferente al escocés, por ejemplo– no es necesario, pues nunca ha habido una mayoría electoral indepe. Reclamar ese referéndum sin esa mayoría es, básicamente, un suicidio, su archivo, para la opción indepe. La indepe, por otra parte, es, tan solo, una mayoría social. 

Con una mayoría social del 60%, por ejemplo, la indepe es imparable, sin referéndum alguno. 

Esa vía –de los hechos, que no de las campañas electorales–, por cierto, nunca ha interesado al procesismo. Lo que configura al procesismo como el único movimiento indepe no indepe del mundo. (...)"             (Guillem Martínez , CTXT, 25/03/24)

1/2/22

La alcaldesa de Vic niega la celebración de actos si éstos difieren de la opinión de la mayoría de la población. Esto no se le ocurrió ni al pobre Orwell... o sea, lo que piensen las minorías debe ser erradicado, que por algo son minorías... o sea, «Solo es legal lo que piensa la mayoría, y sólo la alcaldesa sabe lo que piensa la mayoría»... Todo ello casa a la perfección con el concepto de «mandato popular», ese invento gracias al cual uno puede saltarse la ley en nombre de una mayoría, da igual si real o imaginaria. Esto y amordazar a las minorías está inventado desde hace tiempo, la alcaldesa debe de haberse inspirado en Mussolini... Razón de más para nombrar a Vic capital de la republiqueta

 "Fue un grave error de Presidentorra proclamar a Girona capital de la Cataluña auténtica. No es que esta mi ciudad no sea suficientemente casposa, ridícula y pagada de sí misma para merecer tal honor, pero no cabe duda de que Vic, en la Catalunya profunda, simboliza aún mejor la republiqueta que un día nos quisieron endosar. 

Si ya hace un tiempo Vic fue noticia porque su megafonía callejera recordaba a los sufridos peatones -al más puro estilo orwelliano- la existencia de no sé qué presos políticos, ahora el ayuntamiento niega la celebración de actos si éstos difieren de la opinión de la mayoría de la población. Esto no se le ocurrió ni al pobre Orwell, que antes imaginó pensar a un cerdo que a Anna Erra, alcaldesa de Vic.

 Damos por bueno que la alcaldesa sepa perfectamente qué piensan sus súbditos sobre todos los temas, desde los políticos y sociales hasta los sexuales y dietéticos, al fin y al cabo, su amor por la distopía orwelliana, debe suponer espiar- en todo momento para conocerlo todo de ellos. Lo que es digno de reconocimiento va más allá, es éste prohibir cualquier manifestación pública que se aleje de la opinión mayoritaria. 

Lo que piensen las minorías debe ser erradicado, que por algo son minorías. O al menos estas minorías deben ser calladas hasta que llegue el momento en que puedan ser encarceladas, como el Winston Smith de 1984. Da igual que se trate de un acto pacífico, legal y democrático, lo esencial en Vic es que este acto sea ​​conforme con el pensamiento imperante. Lo cual, dicho sea de paso, es una buena forma de garantizar que este pensamiento siga siendo imperante. «Solo es legal lo que piensa la mayoría, y sólo la alcaldesa sabe lo que piensa la mayoría». 

Si no sale en 1984 en boca de la Policía del Pensamiento, debería salir. Todo ello casa a la perfección con el concepto de «mandato popular», ese invento gracias al cual uno puede saltarse la ley en nombre de una mayoría, da igual si real o imaginaria. Esto y amordazar a las minorías está inventado desde hace tiempo, pero como la alcaldesa no parece ser muy leída, más que inspirarse en Orwell -que le debe sonar a atleta inglés de medio fondo, de los años ochenta- lo habrá hecho en Mussolini. Razón de más para nombrar a Vic capital de la republiqueta."                 (Albert Soler, Diari de Girona, 01/02/22)

7/10/21

El espejismo de la mayoría independentista no pasa de ser una fantasía... muestra una precariedad notable para la enormidad del objetivo de crear un nuevo Estado sobre la base de una sociedad partida por la mitad

 "El independentismo esgrime el resultado del 14-F para reivindicar su hoja de ruta hacia la amnistía y la autodeterminación. Los últimos comicios autonómicos dejaron el espacio independentista por encima del 50% de los sufragios emitidos, una correlación que no se producía desde hace décadas. 

De hecho, ni en los momentos más dulces del procés (“el vot de la teva vida” del 2015), ni en los más tensos y amargos (los comicios del artículo 155 en el 2017), los partidos independentistas lograron imponerse a las fuerzas contrarias a la ruptura con España. En ambas citas, el secesionismo se quedó por debajo del 48% de los sufragios, frente a casi el 51% que cosecharon sus antagonistas.

Ahora bien, en los comicios del pasado febrero, el independentismo más unilateral tampoco alcanzó el 50% de los sufragios. Se quedó por debajo del 48,5%, resultado de sumar el voto de ERC, Junts, la CUP y los ultracatalanistas del microscópico Front Nacional, que sedujo a 5.000 electores. Y para llegar al 51,3% que algunos líderes secesionistas exhiben como el aval que convierte la consulta unilateral del 1-O del 2017 en el punto de partida irrenunciable hacia la independencia, hay que añadir las papeletas de dos formaciones escindidas de Junts y que apuestan por un mayor gradualismo: el PDECat (con menos del 3% de los votos) y el PNC (con el 0,16%).

 Sin duda, la supuesta mayoría independentista muestra una precariedad notable para la enormidad del objetivo de crear un nuevo Estado sobre la base de una sociedad partida por la mitad. Sin embargo, esa fragilidad se aprecia en toda su dimensión si se mide el apoyo al independentismo en voto sobre censo (es decir, sobre el conjunto del electorado y no únicamente sobre quienes acudieron a las urnas en la última convocatoria). Esa medida es el verdadero termómetro de la musculatura electoral de una opción política.

En realidad, el 51,3% de votantes independentistas en los comicios del 14-F supone únicamente un 27% del censo electoral (compuesto por algo más de cinco millones y medio de catalanes). Esa tasa refleja, además, un retroceso de diez puntos con respecto al resultado del 2017, que parece dibujar el techo del voto secesionista. Y no solo eso. Ese porcentaje es el tercer peor registro del voto nacionalista desde 1980. En las primeras autonómicas, el sufragio de ese signo representó algo menos del 25% del censo, una tasa similar a la de los comicios del 2006.

 El problema del independentismo es que el voto de signo contrario (que el 14-F supuso el 26,5% de los electores, en lo que implicó su segundo peor resultado histórico) ha llegado a rozar o incluso superar la barrera del 40% del censo. Es lo que ocurrió en comicios como los del 2015 o el 2017, cuando la relación con España se convirtió en un dilema dramático.

A partir de ahí, la supuesta mayoría independentista no pasa de ser una fantasía. Sobre todo si se recuerda que la abstención batió récords el 14-F (participó poco más de la mitad del censo) y los partidos independentistas extraviaron 600.000 votos con respecto al 2017. Esas son las verdaderas cifras de la cruda realidad."                   (Carles Castro, La Vanguardia, 12/09/21)

12/12/19

Cientos de miles de personas de origen ruso siguen sin acceso a la ciudadanía letona por no dominar el idioma...

"(...) En la pequeña república báltica, el idioma es todavía hoy uno de los factores que más fomenta divisiones entre la población letona y la comunidad que usa el ruso como lengua franca. Hace más de 25 años que las tropas soviéticas abandonaron los estados bálticos. Pero, en su mayoría, la población de habla rusa se quedó. 

Hoy, a medida que crece el conflicto latente entre los tres estados bálticos y Rusia, aumentan también las tensiones entre la población local y los cientos de miles de habitantes que se instalaron allí durante el dominio soviético y sus descendientes. Junto a la frontera con el gigante vecino, donde se concentra la minoría rusa, los temores de convulsiones al estilo de Ucrania son aún más evidentes.  (...)

A pesar de tener madre rusa, Kristina Kallas, la directora de la Facultad de Narva, se considera estoniana y, por eso, aquí es ella la minoría. De semblante serio, incluso cuando sonríe, la académica refiere como principal obstáculo a la convivencia la "segregación geográfica" que divide a las dos comunidades. Tanto en Estonia como en Letonia, la población rusa (alrededor del 30% de la población) está concentrada en las regiones este, junto a la frontera, mientras en las capitales –Tallinn y Riga– los ruso étnicos son prácticamente la mitad de la población.  

Kallas encabeza el recién creado partido Estonia 200, que se prepara para concurrir por primera vez a las elecciones legislativas que tendrán lugar el próximo año. Para fomentar la integración de las dos comunidades, no tiene dudas: “Es necesario abolir la división en las escuelas. Hoy los niños frecuentan una enseñanza diferente según la lengua que se habla en casa. Queremos acabar con esta separación”.   (...)

En Letonia, la sensación entre la comunidad ruso étnica es similar. “Estamos aislados dentro del país donde vivimos”, acusa Alexander Kuzmin, miembro de la Comisión de Derechos Humanos, que se dedica a la defensa de la minoría de origen ruso que reside en el país. Le preocupa en particular la situación de los llamados no ciudadanos: cientos de miles de personas que siguen sin acceso a la ciudadanía letona por no dominar el idioma. 

El trato dado a las minorías rusas en Estonia y Letonia es una de las principales armas arrojadizas utilizadas por los medios de comunicación con sede en Moscú contra los países vecinos, que acusan de rusofobia. Esta semana, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, recordó la situación de los apátridas en los Estados Bálticos, pocos días después de que Vladimir Putin volviera a manifestar todo hará para “proteger los derechos de los compatriotas que viven fuera de Rusia”.

 Desde que estalló el conflicto armado entre Ucrania y los rebeldes separatistas pro-rusos en el este del país, en los tres estados bálticos se propaga el temor de que un enfrentamiento semejante pueda alcanzar la región.   (...)

Sin embargo, el escenario junto al Mar Báltico es distinto del que se vive en Ucrania. “Los rusos de Estonia no tienen interés en unirse a Rusia”, cree Kristina Kallas. Asumiendo que las divisiones entre las dos comunidades son “aún mayores hoy que en los tiempos de la Unión Soviética”, la responsable considera que la minoría rusa en Estonia está principalmente interesada en “ganar poder y derechos”. Stefano Braghiroli, investigador de la Universidad de Tartu, en Estonia, también rechaza el carácter separatista de la comunidad: “La mayoría de los rusos que viven aquí piensan en Estonia como su casa. Pueden criticar al Gobierno, pero no quieren vivir en Rusia, porque los estándares de vida en los Estados bálticos son superiores”. El propio Alexander Kuzmin subraya que a pesar de que el “sentimiento de desánimo” dentro de la comunidad ruso étnica es fuerte, estos desean sobre todo ser tratados con “igualdad” dentro de una Letonia independiente.   (...)

En las tensiones entre las dos comunidades, la lectura del pasado sigue jugando un papel fundamental. Dependiendo de quién habla, el Ejército Rojo puede ser visto como libertador o como opresor. 

“Hay un negativismo en relación a la comunidad rusa porque esta comunidad fue creada durante la ocupación soviética y esos son los tiempos más negros que podemos recordar”, admite Kristina Kallas. La migración masiva ocurrida durante los casi 50 años de dominio soviético se ha sentido como un tsunami: “Los rusos pasaron de representar el 5% de la población al 35%”, señala, y añade que no logra vislumbrar aún una reconciliación entre las dos comunidades: “Será muy difícil porque los rusos que viven en Estonia no aceptan el relato de que el Ejército Rojo fue asesino porque ellos vinieron aquí con ese ejército. Sería admitir que ellos formaron parte de un régimen criminal y que su presencia es ilegal".


Para la comunidad ruso étnica la lectura de la historia reciente es bastante diferente. “El relato oficial dice que los países bálticos fueron ocupados por dos sistemas totalitarios, nazi y soviético. Pero no es correcto equiparar la represión de esos dos regímenes”, argumenta Alexander Kuzmin. En el período que siguió a la muerte de Stalin, hubo progreso: “Era un régimen no democrático, pero a un nivel diferente: muchas de las personas que fueron deportadas pudieron regresar”, señala el activista, lamentando que en Letonia se quiera olvidar todo el legado soviético. (...)"                 (Marïa Joao Morais, CTXT, 02/01/19)

27/11/19

El mantra del 80% partidarios de un referéndum

"Uno de los mantras del proceso es que hay un 80% de catalanes a favor del referéndum. El presidente Puigdemont y el vicepresidente Junqueras lo volvieron a decir en su artículo en El País el pasado domingo. "Sondeos de todo tipo y procedencia -cito en el original- señalan que en torno a un 80% de los catalanes querrían ser consultados acerca del futuro político de Cataluña respecto a España". 

 Y la diputada de la CUP Anna Gabriel también ha insistido este miércoles durante la algarabía de los Presupuestos en el Parlamento: "Parece que prevalecen más los derechos de los diputados y de los letrados que el del 80 por ciento de la población, que pide poder ejercer el derecho a la autodeterminación votando en un referéndum ".

¿Pero de donde sale este dato? Es un misterio. No hay ningún barómetro del CEO en el que aparezca la cifra mágica. El otro día llamé expresamente y me lo confirmaron. Por eso, el martes le pregunté a la portavoz Neus Munté durante la rueda de prensa de Gobierno. Como es habitual no saqué nada en claro.

Parece que hay que retroceder hasta octubre de 2012 cuando los de Rac1 hicieron una encuesta según la cual, en efecto, ocho de cada diez ciudadanos quieren que se haga un referéndum. Y un seguidor de twitter, que sospecho que indepe no es, me ha recordado que hay un otro de La Vanguardia de septiembre de 2012 que hablaba de un 84%.

Pero dado que era la misma empresa que casi predijo la mayoría absoluta para CiU en las elecciones del 2012 no sé qué pensar. Además el director había sido asesor de Mas. Con tan cuidada predicción creo que después le colocaron de tertuliano en Cataluña Radio.

Hay una más reciente -en este caso de El Periódico- que da también más de un 80% a favor del referéndum. Pero dividido por la mitad: el 49,6% está a favor aunque no sea acordado con el Estado y el 48,8% sólo si es pactado. (...)

Dada la fiabilidad de las encuestas últimamente, yo tampoco me fío mucho. A veces la respuesta depende de cómo plantees la pregunta. Si, por ejemplo, pides: "¿usted quiere que los catalanes celebramos un referéndum para acabar el conflicto con España?" Casi todo el mundo votará favor porque "conflicto" tiene una connotación negativa.  (...)

Recuerdo una encuesta de la Oficina Antifraude del año 2010 en la que preguntaban sobre la corrupción. La última cuestión es si considerabas que era necesario un "organismo independiente" dedicado a combatir la corrupción. El 72% de contestaba que sí, claro. Era una forma de justificar su propia existencia.

Pero los referendos -desde el Brexit- han cogido mala fama en la Unión Europea. Yo creo que sólo deben convocarse si lo puedes ganar de calle. Y, hoy por hoy, la independencia no gana ni en las encuestas del CEO.

Si los datos de Wikipedia son correctos en el referéndum de Eslovenia de 1990 votaron a favor de ser independientes un 90%. En Letonia un 73%. En Estonia un 77%. Y a Lituania un 76%. Todos con una participación superior al 80%.

¿Entonces porque piden un referéndum? Básicamente porque se han dado cuenta de que no hay suficiente mayoría social para declarar la independencia con 72 diputados del Parlamento. Con dos millones de un censo electoral de 5,5 difícilmente te reconocerá Bruselas o Sudán del Sur, por ejemplo.

En segundo lugar porque es una manera de intentar ensanchar la famosa base social. Ahora ya no hablan de independencia sino de democracia. Aunque después chirrian algunas de las cosas que hacen en el Parlamento. En teoría todo el mundo está a favor de la democracia.

A pesar de que tampoco tengo claro que, en caso de referéndum, fuera a votar el 80%. Al 9-N acudieron 2,3 millones de personas, pero sólo 1,8 a favor del sí-sí. Yo, incluido. Es cierto que había menos colegios electorales, ¡ pero también que se pudo votar durante quince días !. Sin olvidar que ampliaron el censo con inmigrantes y bajaron la edad de voto a los 16 años.

La cifra de los dos millones más o menos se ha mantenido inmutable desde entonces como lo demuestra el resultado de los partidos soberanistas en las últimas elecciones al Parlamento. Los partidarios de la independencia -junto el Sí y la CUP- sacaron 1,9 milones de votos, pero los contrarios 1,6 millones. Los 460 restantes fueron de CSQP y de Unión, que no salió.

 Y, finalmente, porque algún bacalao tienen que vender cuando están a punto de llegar a los 18 meses que se dieron de plazo para declarar la independencia. Acaban este verano. El reloj comenzó a contar aquel 10 de enero en el que Carles Puigdemont fue elegido presidente. Aunque algunas voces, como la de Artur Mas, ya empiezan a decir que tal vez dejarlo para más adelante. Se ven a venir trompazo.

Pero, sobre todo, porque si consigues un referéndum ya has sentado un precedente: entonces siempre lo puedes volver a pedir. Es lo que hicieron los quebequenses en 1995 tras perder el de 1980 -tampoco lo ganarán- y lo que está haciendo ya la líder del SNP, Nicola Sturgeon. Theresa May, de momento, ya ha dicho que no. La anterior fue en 2014. Apenas han pasado dos años."            (Xavier Rius, director de e-notícies, 22/03/17)

12/11/19

Gana el constitucionalismo. Más votos y escaños que el independentismo... la tesis de que la sentencia del juicio por los hechos del otoño de 2017 implicaría una gran movilización electoral del independentismo era infundada

"El dato más llamativo en Catalunya de las elecciones del domingo, aunque el independentismo y sus medios de comunicación afines lo oculten, es que las formaciones denominadas constitucionalistas, es decir, no independentistas, suman globalmente más escaños y más votos que el independentismo.

De los 48 escaños que se eligieron en Catalunya el 10-N, los partidos no independentistas consiguieron 25, y los independentistas 23. Respecto a los votos, el constitucionalismo obtuvo casi 2.100.000, mientras que el independentismo se acercó a 1.650.000. Por tanto, los no independentistas consiguieron casi 450.000 votos más.

Por tanto, se ha demostrado que la tesis de que la sentencia del juicio por los hechos del otoño de 2017 implicaría una gran movilización electoral del independentismo era infundada. Es decir, el objetivo de una ampliación de la base social para llegar a la independencia tendrá que esperar, por el momento."                    (e-notícies, 12/11/19)

31/10/19

Antes de seguir apostando por consultas plebiscitarias para resolver disputas territoriales en sociedades divididas habría que tomarse en serio el caso del intento de creación de la nueva comarca del Lluçanès

"(...) El caso de la —por ahora fallida— comarca del Lluçanès merece un análisis detenido por las lecciones que pueden extraerse de él para otros procesos de separación y sobre todo en un momento en el que, una vez difuminado el “mandato” del 1-O, la reivindicación de un referéndum —preferiblemente pactado— vuelve a cobrar fuerza en Cataluña.

Respondiendo a la demanda de los ayuntamientos del Lluçanès, en 2015 la Generalitat autorizó una consulta popular en la que los ciudadanos de la zona pudiesen responder a la pregunta “Vols que el teu municipi formi part de la comarca del Lluçanès?”. 

 El 17 de julio, tras reunirse con los alcaldes de la zona, el Departament de Governació de la Generalitat publicó una nota de prensa para dar a conocer las pautas del proceso participativo; entre otras cosas, según la nota, el documento acordado con los alcaldes preveía que “qualsevol municipi on el resultat del procés sigui negatiu continuarà adscrit a la seva comarca actual”.

La consulta se celebró el 26 de julio de 2015. Con una participación del 55% del censo, muy superior al umbral pactado con los alcaldes (el 35%), el arrasó con un 70% de los votos. El resultado parecía inapelable. El problema es que en cinco de los 13 municipios llamados a las urnas triunfó el no. Los ciudadanos de Santa Maria de Merlès vinieron a decir que preferían quedarse en el Berguedà; los de Sant Feliu Sasserra, en el Bages; y los de Sant Agustí de Lluçanès, Sant Bartomeu del Grau y Sant Boi de Lluçanès, en Osona.

Con estos datos en la mano, el proceso siguió adelante y se constituyó en el Parlament una ponencia para elaborar la ley de creación de la comarca del Lluçanès. Para sorpresa de muchos, la ponencia se descolgó con un texto que prevé la creación de una comarca integrada por 13 municipios en lugar de 8. 

Contra lo que había prometido la Generalitat antes de la consulta, el único consuelo para los municipios del no era una disposición transitoria que permitía a los ayuntamientos de esos municipios adoptar un acuerdo para manifestar si quieren “seguir formando parte de la comarca del Lluçanès o bien reintegrarse a la comarca a la cual estaban adscritos anteriormente” (algo tan rocambolesco como volver a una comarca de la cual nunca habían querido salir). 

No es extraño que ante tamaña desvirtuación de los acuerdos previos en el debate de totalidad tres grupos parlamentarios no dieran su apoyo al texto, que de todas maneras habría seguido el trámite parlamentario si la legislatura no se hubiese interrumpido traumáticamente en octubre de 2017.

Un reconocimiento implícito del fracaso de este proceso es que ninguno de los partidos que sí que dio su apoyo a la proposición de ley llevara la creación de la comarca del Lluçanès en su programa para las elecciones del 21 de diciembre de 2017. 

Tampoco parece que Quim Torra, en su visita a Prats de Lluçanès en diciembre de 2018, prometiera nada al respecto, a pesar de las presiones que sin duda recibió del alcalde de la localidad, Isaac Peraire, uno de los máximos líderes del independentismo lluçanense. Sea como fuere, antes de seguir apostando por consultas plebiscitarias —incluso pactadas— para resolver disputas territoriales en sociedades divididas habría que tomarse el Lluçanès en serio."                     (Albert Branchadell, El País, 23/09/19)

30/10/19

Liberation: Cataluña y los riesgos de la desunión europea... DU también podría significar "desunión europea" si los parlamentarios europeos cuestionaran el principio mismo de la aplicación de la ley en España... pues podría impulsar el voto de extrema derecha, una fuerza en ascenso en toda Europa...

"Hasta el momento, la UE ha guardado bastante silencio sobre el expediente catalán. Si sus parlamentarios vinieran a apoyar a los separatistas, podrían poner en peligro el edificio democrático europeo.

  Quim Torra, el actual presidente de la Generalitat, dijo: "Ponemos la voluntad de las personas, la democracia, antes que la ley". (1) Un representante electo postula que hoy, en un estado europeo, la revolución , el golpe de fuerza, es una práctica superior a la reforma siguiendo las leyes.  

Y según muchos artículos de la sentencia que acaba de imponerse a políticos y activistas separatistas catalanes, la condena de estas personas convertiría a España en un estado arbitrario que no respeta sus propias reglas democráticas. "Hemos pasado", dice Quim Torra, "del estado de derecho a la aplicación de un derecho estatal contra el disenso basado únicamente en la sagrada unidad de España".

 "DU" significa en la prensa española "declaración unilateral" de independencia, la que los nacionalistas catalanes, mayortarios en escaños pero minoritarios en votos, votaron el 10 de octubre de 2017 después de una mascarada de referéndum (listas incontroladas que han permitido a los votantes votar varias veces, boletines recogidos en pisos, etc.). Pero DU también podría significar "desunión europea" si los parlamentarios europeos cuestionaran el principio mismo de la aplicación de la ley en España.

 Control de instituciones.

El estado español es "de derecho" porque se basa en una constitución negociada hace cuarenta años entre partidos con diferentes ambiciones geopolíticas para abrir el camino de la democracia y el desarrollo después de la guerra civil y treinta y siete años de dictadura. 

En 1978, en la provincia catalana de Girona, la más independiente de la actualidad, el 90% de los votantes aprobó la Constitución española (participación: 72%). Tal vez hubiera sido necesario que los grandes partidos piensen en reformarla, que un movimiento ciudadano lo exija o que los partidos nacionalistas catalanes lo reclamen. 

Pero esto no sucedió, por razones complejas, y hoy estos nacionalistas catalanes intentan imponer su poder a todos los ciudadanos: con 70 diputados (mayoría absoluta: 68) declararon tomar el control de todos instituciones que gobiernan la vida del 52.7% de los votantes (2017, 37% de los registrados).

 Si los eurodiputados se decidieran principalmente por el respeto de la práctica revolucionaria (cambio por un golpe) de los separatistas, se debilitaría el edificio democrático europeo de compromiso y alternancia. Dar un valor equivalente a las prácticas políticas del movimiento separatista catalán y al de las instituciones españolas sería considerar que "el pueblo" está dotado de una razón inmanente y, por lo tanto, admitir la validez de que cualquier ideología soberanista se exprese fuera del marco de las Constituciones actualmente vigentes.

 Intocables

Cuando aprobaron las leyes que derogaban el orden legal español vigente, los nacionalistas catalanes sabían las penas que podrían sufrir, pero indudablemente estaban convencidos de que eran intocables porque fueron elegidos. 

Dejar que los funcionarios electos crean que pueden liberarse de las leyes que conocen sería un riesgo considerable para la fortaleza de nuestros sistemas democráticos. 

Los jueces de la Corte Suprema española rechazaron el veredicto de rebelión: consideraron que la estrategia de movilización de la multitud nacionalista y sus desbordamientos era una perturbación del orden público y no una "violencia". 

Sobre todo, minimizaron la seriedad de las leyes aprobadas por los nacionalistas catalanes dirigidas explícitamente a abolir la monarquía constitucional española, creando una nacionalidad catalana obligatoria y una nueva frontera en tierra, mar y aire. Esto podría haberse llamado rebelión, pero fue la noción de desorden público la que se eligió por unanimidad.

 El 28 de mayo de 2019, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó que la decisión del Tribunal Constitucional español de suspender la sesión plenaria del Parlamento catalán del 9 de octubre de 2017 (donde estaba previsto declarar unilateralmente la independencia de Cataluña) era "necesario en una sociedad democrática, en particular para el mantenimiento de la seguridad pública, la defensa del orden y la protección de los derechos y libertades de los demás, en el sentido del artículo 11 (2) de la Convención" (2) Europea de Derechos Humanos. Veremos cuál será su interpretación legal de esta sentencia.

 El oportunismo de las denuncias de quienes se ponen del lado de un derecho inmanente del pueblo, sin describir la complejidad de la situación, refuerza la desconfianza de los ciudadanos en las instituciones en funcionamiento. Pero esta desconfianza no debe tomarse a la ligera, porque podría impulsar el voto de extrema derecha, una fuerza en ascenso en toda Europa."          

10/10/19

Xavier Rius: ¿La independencia con el 34%? El proceso, en el fondo, interesa a muy poca gente... sólo el 23,5% de la población se siente "sólo catalán"?

"Un amable lector que me sigue desde Alemania, Don Felipe, -no confundir con el Rey- me ha pedido mi opinión sobre la última encuesta del CEO.

Recuperado del sobresalto y devuelto mi ego a sus niveles normales -a este paso se me subirán los humos- he grabado un vídeo que he colgado en mi canal de youtube.

Pero he pensado que, vista la complejidad del tema, quizá mejor ponerlo por escrito.
Que conste, en todo caso, que yo no creo en las encuestas ni en los milagros.

Los que tienen la inmensa paciencia de seguirme recordaran que a veces cito una frase que pronunció hace años Miquel Iceta tras una rueda de prensa en la antigua sede del PSC en la calle Nicaragua: “Los sondeos no sirven para detectar la opinión, sino para crearla”.
Pues eso.

Pero sobre el último barómetro del CEO se pueden hacer, si me permiten, diversas consideraciones.

Algunas -como que el independentismo está estancado o que Ciudadano baja- ya ha sido destacado a conciencia por los medios de comunicación a la hora de redactar esta columna. Incluido e-notícies.

Voy a centrarme, pues, en otras. Y lo haré cronológicamente.
La pimera es que el proceso, en el fondo, interesa a muy poca gente.
La primera pregunta del CEO es, en efecto, sobre “los principales problemas que tiene actualmente Catalunya”.

Las relaciones España-Catalunya es el primero pero sólo con el 40%.
Y si se pregunta por “el más importante” baja al 24,8%. No me hagan explicar las diferencias entre una y otra porque esto ya son misterios del barómetro.

Pero el resto son problemas más mundanos: la insatisfacción con la política, el paro, el funcionamiento de la economía o la sanidad.
Y me juego un guisante, que se dice por aquí, que si preguntasen cosas más concretas como las listas de espera, la inseguridad ciudadana, los menas o los barracones saldrían primero.

Con ello no quiero decir que no es que el proceso sea artificial. Dios me libre.
Al contrario, el entonces presidente Montilla ya advirtió en el 2007 durante una conferencia en Madrid sobre la “desafección”.

Sin embargo es evidente que ha sido promovida desde las altas instancias del Govern o de TV3. Un exalto cargo -nada menos el que fuera Secretario de Comunicación con Mas durante cinco años- lo confesó en un libro publicado tras su cese.
“El proceso no hubiera sido posible sin la gente exigiendo en la calle pero, a su vez, esa exigencia fue y es espoleada por el soberanismo institucional y político que aspiraba a sacarle provecho” (1).

Ni que decir que la cadena -y otros medios de comunicación públicos o privados- han ayudado mucho a fer bullir l’olla como decimos en catalán.
Un día alguien me dijo, y de veras que lamento no recordar el nombre, que si Mariano Rajoy hubiera visto TV3 durante cinco años se habría vuelto indepe.
Probablemente es una exageración -considero al expresidente del Gobierno un hombre de más sólidas convicciones- pero hay parte de razón.

TV3 ha puesto toda la carne en el asador y especialmente ahora al final del proceso -al menos como lo hemos entendido hasta ahora- porque se juegan las lentejas.
Hasta los suyos -como Ramón Cotarelo o el exdiputado de JxSí Germà Bel- admiten que se veta “sistemáticamente” y que hay "listas negras”.

Mientas que otros que apoyaron el proceso en sus inicios desde la izquierda, como Antoni Puigverd, reconoce ahora que funciona “por cuotas”. ¿Ahora? ¡No, siempre ha sido así!
En fin otro tema: aquí siempre están hablando mal del Estado. España es una cosa carpetovetónica, casposa, rancia. Es la idea que, de una manera u otra, se intenta transmitir. También desde algunos medios de comunicación. Los catalanes, en cambio, somos la hostia. Una balsa de aceite. El famoso oasis catalán.

Pero cuando se pregunta por “la situación política actual” la gente cree que es más ”mala” en Catalunya (50,5%) que en España (48,1%). Obviamente los porcentajes varian de una a otra pero poco. Y tras la investidura fallida de Pedro Sánchez el resultado para España habría salido peor.
 Bueno, nos acercamos al rovell de l’ou, al quid de  la cuestión.
 
Pregunta sobre el sentimiento de pertenencia. Sólo el 23,5 se siente “sólo catalán” y el 20% “más catalán que español”. La mayoría, el 39,2%, se siente “tan español como catalán”.
¿Pero entonces cómo vas a hacer la independencia si sólo ese 23,5% se siente "sólo catalán"?
Lo que les he dicho a veces: que el independentismo ha tenido tradicionalemente un 20% de apoyo en Catalunya. El otro 20% y pico hasta llegar al 47% de las últimas dos elecciones al Paralment es añadido.

Como en la pregunta sobre los problemas hay otra cuestión similar sobre si se siente más identicada con Catalunya o con España: el 46,5% se siente “catalán que vive en Catalunya”, no en España. Pero lo mismo: con estos porcentajes no se puede hacer la independencia.
Nos acercamos ahora a las dos preguntas clave: “Cree que Catalunya tendría que ser …”. Es la fórmula Iniciativa o Podemos que en su día propusieron un referéndum con tres respuestas: independencia, estado federal o comunidad autónoma.

Aquí el 34,5% está a favor de “un Estado independiente”, un 24,5% un estado federal y un 27% una comunidad autónoma. Lo bueno es que el independentismo no ha alcanzado nunca ni el 50%. A lo más que llegó fue al 48,5% en noviembre del 2013. Pero no es que haya superado la barrera mental del 50% es que ni siquiera ha llegado.

Siempre incluyen también otra pregunta similar: ¿Quiere que Catalunya se convierta en un Estado independiente? El no le saca ahora cuatro puntos al sí -48,3% frente 44% cuando hace apenas tres meses -en marzo- era al revés: 48,4% sí, 44,1% no.
Pero como la anterior -(...)- tampoco nuna ha llegado al 50%.

 El exsecretario general de ERC, Joan Puigcercós, decía el domingo pasado en una entrevista en El Punt-Avui que “si quieres la vía unilateral necesitas más del 50,01%" en un ataque de lucidez propio de este personaje. Y hace mucho tiempo que no hablo con él.

 En fin, no quiero aburrirles más pero me van a permitir dos pinceladas finales antes de terminar.
La primera es destacar un favor del CEO al Govern. Hay una pregunta sobre el diálogo -que tanto reclaman ahora en Palau-: un 42,3% está a favor de un diálogo “sin límites” que es lo que pide Torra. Y un 39,7% “dentro” de la Constitución.
No quiero ser malpensado pero es un guiño del director del CEO, Jorid Argelaguet, a la Generalitat. Al fin y al cabo lo pusieron ellos.

Argelaguet, entonces militante de ERC, fue el único que rompió el carnet cuando los republicanos pactaron con el PSC en el primer tripartito (2003). Después de que CiU recupera la Generalitat (2010)  fue recompensado con la dirección del organismo.
Vale decir que, en las elecciones del 2012, no estuvo muy fino y pronosticó mayoría absoluta para Artur Mas. El líder de CiU perdió doce diputados de golpe. Argelaguet presentó su dimisión pero no le fue aceptada. Ahí sigue.

La siguiente pregunta -sobre el “derecho” a votar- también encaja con la estrategia del Govern: el 53,7% cree que es eso: un “derecho”. Es lo que dice Torra: los han puesto en la cácel por “votar”.
Es como cuando afirma que el 80% está a favor del derecho a decidir o contra la monarquía y que estos son “consenso de país”. ¿Saben de dónde sale el primero? ¡De una encuesta de La Vanguardia! ¡Otro  favor!.

Es una posverdad, claro. O al menos no ha estado corroborado por un resultado electoral porque si el 80% de la gente estuviera a favor del derecho a decidir -trampa semántica de la independencia- en las elecciones no sacarían sólo el 47%.
¿Cómo lo han conseguido esto? Bueno, creando una burbuja mediática.

La teroría de la minoría hegemónica que Gregorio Morán describió con precisión quirúrgica en un artículo no vetado hace años.

"El independentismo en Cataluña -explicaba el conocido perodista- incluye con precisión una masa ciudadana que no llega a los dos millones. Ahora bien, esta minoría abundante controla de manera casi exclusiva buena parte de la vida social del país, empezando por los medios de comunicación y terminando por la exhibición pública abrumadora de sus consignas y su afán por representar la parte como un todo. Ellos son Cataluña, los otros son adversarios para acojonar.”

Tiene más razón que un santo por mucho que hubiea pasado por el PCE: según el propio barómetro el 44,4% de los catalanes ve los “habitualmente” los informativos de TV3. Curiosamenteque casi el mismo número de voantes indepes en las últimas elecciones del 2017 (47,5%) y las del 2015 (47,7%).

Mientras que el 57,7% escucha dos emisoras que se han alineado sin fisuras con el proceso: Rac1 con un 33,7%. Catalunya Ràdio, un 24%.
Con el permiso, en el caso de la pimera,  de Javier Godó. Por otra parte, Grande de Españá. Quizá recordar que Eduard Pujol pasó direcdamene de director de la cadena a portavoz de JxCat. Un misterio más dento del sistema comunicativo catalán. El míercoles, en el Parlament, todavía trataba al Rey de “loco”.

Y ya puestos me permitirán un último detalle para alguien que, como yo, se confiesa de derechas e indepe: Catalunya es una extraña tierra en la que Pujol gobernó durante 23 años pero casi nadie se confiesa conservador excepto Valentí y un servidor.
Apaga y vámonos."                   (Xavier Rius, director de e-notícies, 26/07/19)

7/10/19

Xavier Rius, director de e-notícies... carta a un indepe... el proceso no sólo se ha cargado la independencia sino también el país. Tardaremos aún muchos años en evaluar los desperfectos no sólo materiales -políticos, económicos, sociales- sino también morales y emocionales. Lo peor de todo es que lo sabían, sabían que no saldría bien. De ahí mi perplejidad...

"El pasado martes, el segundo aniversario del 1-0, recibí este mail a través de la web de e-noticias mientras hacían el TN tarde. Eran las 21:02:

"Somos del 1 de octubre de 2019 y me acabo de tomar dos cubatas. Los necesito para escribir estas líneas. Dos es el punto justo, si sólo me tomo uno, no me salen las palabras. Si hago tres, tampoco. Por lo tanto, dos cubatas y trabajar.

Lo envío a un tal Ríus del e-noticias. Es un tío muy cachondo y pienso que me lo podrá esparcir. Soy egocéntrico y lo que quiero es que esto se extienda. No lo quiero hacer en las redes sociales, soy de un partido y me conocen. Qué vergüenza hacerlo así, pero no tengo otro remedio. El partido del que soy ha recibido la represión al más alto nivel, no como otros que en teoría son más radicales.

Pero los de mi partido no saben como ir saliendo de esta situación. Se debe hacer lo políticamente correcto, hoy lo han hecho, pero mal. Pero no seré yo quien critique lo que hace mi partido, al menos ahora, cuando los míos están en prisión. Imagino y deseo el día que lo pueda hacer, tengo ganas, pero no lo haré hasta que sean libres "

 "El e-noticias -añadía- es un portal de noticias un poco extraño. Le siguen mucho los de Ciutadans, pero también algunos independentistas como yo, que nos consideramos críticos y estamos cabreados. No me gusta nada Ríus que se burle de los que están en prisión, o tal vez no es exactamente eso. No lo sé. Me gustaría que el Ríus fuera más sensible. Quizás el Rius y yo no somos tan diferentes. Al menos los dos estamos cabreados.

Hoy el Puigdemont ha continuado con las fricades de cuando la cosa está movida. Todo se ha ido a pique por su frikismo. Los míos también son frikis, pero no tanto. Mis familiares han ido a Lledoners, vuelven a estar animados. La República es posible, dicen. Yo lloro. No puedo. ¿Estoy solo? Me gusta saber que no. En todo caso, todo lo tenemos que decidir votando. No hemos llegado al 50% y esto es clave.

 Nos espera un octubre triste. Los míos no saben qué hacer. Rius, me gustaría que nos echaras una mano.

Respondí a las 22.12 con estos términos y, tal como me pedía, publicamos su escrito, al día siguiente:

Estimado señor,

 Sólo saldremos del atolladero diciendo la verdad: con el 47% de los votos no se puede hacer la independencia. Esto es la Unión Europea, la Unión Europea la han hecho los estados. El mundo no nos mira. Además es Europa occidental. No es el Cáucaso ni los Balcanes aunque con el 47%, tampoco allí les dejarían. Es mucha gente, pero no suficiente gente. Lo he dicho siempre.

No sé su edad, pero yo recuerdo que en 1980 -las primeras elecciones al Parlamento- Nacionalistes d'Esquerra -entonces los únicos indepen oficiales- sacaron 44.000 votos.

 Además, siempre los tratan a ustedes como el hermano pequeño. Y créame, los conozco: yo me hice militante de Convergencia con 14 añitos. Yo había ido a manifestaciones con Quim Horno, por ejemplo. Después lo dejé correr. Ahora, también veo poca valentía a Ezquerra. Los veo muy desorientados. Obviamente no lo digo por los presos sino para asumir la realidad.

Tampoco se puede estar en misa y repicando. Aragonés no se levantó el otro día con los gritos del Parlamento -dijo bien: hay cosas que un vicepresidente no puede hacerlo y hoy ha hecho el típico mitin en Fonollosa. Las dos almas de Ezquerra. Cuando se pongan de acuerdo, Ezquerra y el país saldrá ganando.

 También deben generar nuevos liderazgos: no se puede dirigir un partido desde la prisión o desde Suiza. En resumen, el independentismo tiene que aterrizar, hacer autocrítica y replantear todo. También el independentismo.

No he estado nunca partidario del pecho y cojones, la política es tira y afloja, negociación y pacto.

No sé si mi opinión le servirá de mucho, agradezco en todo caso las críticas y la franqueza.

Quedo a su disposición por si hay una mano. Siempre que no afecte mi independencia periodística. Los lectores siempre primeros.

Mañana publicaremos el que me ha enviado como artículo. Va contra mis principios publicar artículos anónimos, pero creo que el contenido vale la pena.

Celebro haber encontrado el primer independentista que tiene los pies en el suelo en mucho tiempo.

PD / No abuse de los cubatas :)

Al día siguiente me contestó con un mensaje de cortesía que ahorro para mantener su anonimato.

 Le envié un segundo mail:

Usted que es -me ahorro la profesión por no dar detalles- lo debería saber: ¿qué nos ha pasado a los catalanes?

Yo no lo acabo de entender. Teníamos fama de currantes, serios, rersponsables.

Yo lo digo siempre, en Bruselas, cuando vaya un catalán a negociar la cuota de la gamba de Palamós o la avellana de Reus el funcionario de turno saldrá corrientes. Pujol, chorizo ​​o no, lo recibían en todas partes. Puigdemont no pasó de la Feria Floral de Gante y aún porque el alcalde era un nacionalista flamenco. Y a Torra no le dejaron entrar en el principal museo de Washington.

Yo no salgo de mi asombro.

Creo que uno de los principales problemas del independentismo es el frikismo.

 Ya sé que están en la cárcel, pero ¿se acuerda que Romeva y Tremosa presentaron una pregunta en el Parlamento Europeo sobre el pisotón de Pepe, aquel jugador del Madrid, a Messi en una semifinal de la Copa del Rey?

Allí ya debieron pensar en Bruselas que había algo en la azotea de los catalanas -o de algunos catalanes- que no funcionaba.

Lo jodido es que el frikismo ha llegado a las capas altas del movimiento independentista.

El Canadall, el presidente de la Cámara, con una careta de Puigdetmon el coche. Y lo cuelga en twittert! Me he encontrado tios insultando a twitter que son empresarios o abogados o maestros.

Hemos perdido incluso el sentido del ridículo, el único que según Tarradellas no se puede perder en política. Y, créame, yo de joven no era tarradellista. Incluso ridículos institucionales. El famoso Aurresku, esa especie de baile a la vasca, en Palau. O el paripé de las pancartas. 
Incluido que cuatro incompetentes -sí: inompetentes- entren en Palau como si nada y cambien la pancarta colgada en el  balcón más solemne del edificio.

No me dirá que no nos va la marcha? Pero no llegaremos a ninguna parte. Da vergüenza todo. Me ahorro otras cosas como la tendencia a la llamarada, el agua de borrajas, al sacar pecho.

Muy triste todo.

suerte

persevere

PD / Queda pendiente un encuentro, pero le advderteixo que soy más de manzanillas que de cubatas :)

 Recojo el intercambio porque celebro haber tropezado con un indepe como debe ser. Todavía hay esperanzas: hay gente independentista que empieza a verlo. El proceso no nos ha llevado a ninguna parte y los daños son muy superiores a las ilusiones creadas. Para decirlo sin rodeos: el proceso no sólo se ha cargado la independencia sino también el país. Tardaremos aún muchos años en evaluar los desperfectos no sólo materiales -políticos, económicos, sociales- sino también morales y emocionales. Lo peor de todo es que lo sabían, sabían que no saldría bien. De ahí mi perplejidad."                 (Xavier Rius, director de e-notícies, 04/10/19)

1/10/19

Un país verdaderamente democrático no puede cambiar su estructura constitucional porque lo quiera un 7% de su población. Dos millones de personas no son suficientes para cambiar la voluntad de 47

"Van pasando los años –hito tras hito, Diada tras Diada– y las predicciones más aciagas van cumpliéndose. Mientras la extraordinaria maquinaria de propaganda oficialista, con sus medios públicos, sus celebérrimos tertulianos, sus alimentadas redes sociales y su influencia internacional se dedica a enmascarar emocionalmente las verdaderas consecuencias de esta escapada a ninguna parte, la realidad va imponiéndose como una losa fría y desnuda. (...)

El resultado de tanto trabajo improductivo es una sociedad dividida, sin discusiones políticas porque los contrarios ni se hablan. Una sociedad parcialmente amordazada, porque aquellos que dicen lo que piensan se arriesgan al castigo pueril pero incisivo del agitprop y sus redes sociales. Es el de un territorio, de gente trabajadora y seria, del que han huido las sedes de más de 5.000 empresas (entre ellas, las más importantes) y con ellas, poco a poco, sus directivos y centros de decisión. 

Un lugar donde las élites intelectuales han permitido que se ultraje un prestigio de moderación ganado en siglos de convivencia con el resto de España, y donde todavía desde el poder se hacen esfuerzos sobrehumanos para ganar una visibilidad internacional, antes inexistente, con el triste objetivo de decirle a un mundo estupefacto que somos una víctima maltratada que se ha ganado el derecho natural a la protesta y el conflicto.

Pero la realidad se impone porque se ha vendido un imposible. Volvamos a repetirlo: un país verdaderamente democrático no puede cambiar su estructura constitucional porque lo quiera un 7% de su población. Dos millones de personas no son suficientes para cambiar la voluntad de 47. No habrá referéndum porque sería tremendamente antidemocrático autorizarlo. 

  Y no habrá presión internacional suficiente (aparte del apoyo que puedan dar antisistema y desorientados de otros países) porque la comunidad internacional no quiere que los países se secesionen y, especialmente, no tiene interés alguno en que lo haga Catalunya, un lugar próspero pero insignificante para las grandes potencias. 

Y ya vemos cómo va el Brexit en el Reino Unido para que nadie en su sano juicio piense todavía que un referéndum es una solución a nada. Creo que tampoco habrá ruido internacional contra las sentencias: un intento de ruptura de la integridad territorial desde un poder del Estado es un grave delito en cualquier país.

Muchos catalanes que no participaron en la fiesta y muchos arrepentidos suplicamos terminarla ya. No queremos políticos en la cárcel. Por ello queremos que cumplan con las leyes y las sentencias, como se exige al resto de la ciudadanía. Para eso les pagamos. No queremos otro 155, y por ello pedimos que los impuestos se dediquen al bienestar de las familias y no a la promoción de lo que jamás pasará. También queremos medios de comunicación públicos que sean neutros como ocurre en todo país democrático con lo que se llama el cuarto poder. 

Y no pensamos que estas grandes manifestaciones cargadas de estudiado simbolismo sean un bien en sí mismas como tampoco lo son las cruzadas oficiales contra la judicatura y la monarquía. En cuanto a las entidades de presión social promocionadas desde el poder, que toman las calles y se arrogan el papel de toda la sociedad, la historia está llena de ejemplos similares, todos ellos terribles por lo que finalmente pasa cuando no se les pone límites.

España es un buen país, aunque es verdad que en términos históricos deja que desear. Es, por ejemplo, uno de los pocos países occidentales que ha tenido cuatro guerras civiles en los últimos dos siglos (todas ellas, por cierto, muy catalanas).

Pero desde el 78 las cosas no han ido mal. Según Bloomberg, España tiene el mejor sistema sanitario del mundo. Es el país donde sus ciudadanos viven más años (después de Japón). Es un país muy seguro (con unos escasos 320 homicidios al año) y nos visitan anualmente más de 80 millones de personas. Nuestro PIB per cápita se ha multiplicado por seis en 40 años (¡600%!) y tenemos influencia en una amplia parte del planeta gracias a nuestro vínculo transatlántico.

En este mundo que viene, con sus disrupciones tecnológicas, económicas, geopolíticas y medioambientales, la verdadera oportunidad no es seguir insistiendo en la agotadora construcción de una república imposible, sino por el contrario coliderar, equilibrar y reforzar sin complejos y cuanto antes, por y desde Catalunya, a este país extraordinario llamado España.

 Seguramente algún lector pensará que esta es la reflexión de un nacionalista español. Pues no. Esta es, sencillamente, la humilde opinión de un catalán de enraizada tradición de catalanismo prudente y pragmático, que como una gran mayoría –demasiado tiempo silenciada– ama intensamente a su tierra y por ello abjura de todos aquellos insensatos que quieren arruinarla."                  

3/4/19

¿Los dirigentes independentistas catalanes considerarían legítimo que una futura mayoría parlamentaria del Congreso de los Diputados, argumentando disponer de un “mandato democrático” porque figuraba en sus programas electorales, decidiera que la Administración central recuperara unilateralmente competencias transferidas a las comunidades autónomas, vulnerando lo establecido en la Constitución?

"De camino hacia unas elecciones generales, ¿los dirigentes independentistas catalanes considerarían legítimo que una futura mayoría parlamentaria del Congreso de los Diputados, argumentando disponer de un “mandato democrático” porque figuraba en sus programas electorales, decidiera que la Administración central recuperara unilateralmente competencias transferidas a las comunidades autónomas, vulnerando lo establecido en la Constitución y en los estatutos de autonomía? 

 ¿Considerarían un ataque a la democracia y a los derechos fundamentales que el Tribunal Constitucional anulara tal legislación? 

Y si, pese a ello, se intentara imponer transgrediendo la legalidad y desobedeciendo a los tribunales, ¿considerarían que no existirían responsabilidades de quienes así obraran?"               (Pere Ysàs Solanes, Barcelona, El País, Cartas a la directora, 12/03/19)

15/3/19

El 6 y 7 de septiembre de 2017, el Parlamento de Cataluña evoca la dictadura soberana de Schmitt: se atribuye carácter constituyente y trata de imponer una decisión a la minoría sin atenerse a las reglas de juego. En ese momento, el Rey propicia probablemente una mutación constitucional haciendo uso de un “derecho de discurso” para contener la situación...

"(...) --Hemos presenciado las declaraciones de los políticos independentistas presos durante el juicio en el Tribunal Supremo, con apelaciones directas a los mandatos democráticos. ¿Es una reminiscencia de Schmitt? ¿Se aguantan esos argumentos?

--En nuestro libro señalamos que la apelación a Schmitt para describir lo ocurrido en el procés debe ser tomada con cautela. El jurista de Plettenberg era un señor de orden, el derecho de autodeterminación (trasunto del derecho a decidir) le parecería en esencia un artefacto revolucionario contra el sistema de Westfalia que él admiraba (se pasaba horas en el Museo del Prado viendo La rendición de Breda de Velázquez). 

 En la crisis catalana, decimos en el libro, Schmitt habría estado en Madrid aplicando la dictadura comisarial del art. 155 CE --utilizando su propia terminología--. Ya lo hizo con la suspensión de la autonomía de Prusia en 1932 por el Reich alemán

Ahora bien, no podemos dejar de destacar la idea de que lo ocurrido el 6 y 7 de septiembre de 2017 en el Parlamento de Cataluña también evoca la dictadura soberana de Schmitt: se atribuye carácter constituyente y trata de imponer una decisión a la minoría sin atenerse a las reglas de juego. 

En Cataluña ha habido un largo proceso de transformación de la democracia representativa en democracia plebiscitaria que no ha sido muy destacado.

--¿Cómo se debe enmarcar el discurso del Rey del 3 de octubre? ¿Es Kelsen quien aparece en ese momento para recordar en qué se basa una democracia liberal?

--El 3 de octubre de 2017 se estaba creando un vacío de poder en España por incomparecencia del Gobierno de la Nación, como nos ha ocurrido en otros periodos de nuestra historia (1808, 1868 y 1931). En ese momento, el Rey propicia probablemente una mutación constitucional haciendo uso de un “derecho de discurso” para contener la situación.

 En mi opinión, aparece, como señala en la pregunta, un defensor existencial de la Ley Fundamental porque el Tribunal Constitucional --que ha realizado un trabajo poco reconocido en el procés-- ya no puede contener la deriva independentista por sí solo. Ya ocurrió, por otro lado, en 1981 con el golpe de Estado de Tejero y la actuación de Don Juan Carlos.

--¿En qué ha fallado, si es que se considera así, la defensa del constitucionalismo en todos estos años en Cataluña cuando el llamado derecho a decidir se ha abrazado con tanto apoyo y entusiasmo?

--Como he dicho al principio, este es un asunto de guerras culturales y descomposición social y constitucional que lleva décadas larvándose. En Cataluña, en 2012, se entrecruzan un problema territorial de rancio abolengo y un fenómeno populista que hace que parte de la población abrace una religión política (la secesionista) que trata de sustituir los antiguos consensos.

 Ese fenómeno trae novedades muy intensas frente a las que el Estado y la Constitución tenían escasos instrumentos de contención: privatización de la política (véase la gran participación de Ómnium y ANC en todo el procés), desaparición de una mínima neutralidad institucional y, sobre todo, incorporación de prácticas constituyentes que en España entran de la mano de Podemos y la experiencia latinoamericana.

 El independentismo es un movimiento muy atento a las transformaciones de la globalización política. No me parece baladí el efecto que, por ejemplo, pudieron tener en Cataluña las revoluciones árabes y su modus operandi basado en la desobediencia, a partir de 2012.

--¿Es, precisamente, un fallo en el constitucionalismo, con la sentencia del TC en 2010, tras un referéndum, una causa determinante de esa crisis en Cataluña?

--La sentencia del Estatut ha sido muy mal interpretada. A pesar de sus dificultades, por las presiones partidistas recibidas, el Tribunal manda una señal más o menos clara a la clase política: la reforma de la Constitución solo puede hacerse siguiendo el procedimiento en ella establecida, no mediante el legislador orgánico y estatutario. 

La realización del Estatut, descartando al PP del consenso constitucional, fue un error grave. Sin embargo, la idea de que la Constitución española podía ser releída y actualizada por el Parlament y las Cortes Generales, sin atender a lo dispuesto en los arts. 167 y 168 CE, me parece aún más desafortunada. En cualquier caso, me gustaría apuntar algo importante: lo que dijera el Tribunal resultaba indiferente en 2010. 

La clase política nacionalista ya había rechazado su competencia para revisar --tal y como establece la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional-- la reforma del Estatut. Se ha dado muy poca importancia al editorial conjunto de 12 periódicos el 29 de noviembre de 2009. 

 En dicho editorial ya se ve claramente que Cataluña y el nacionalismo caminan hacia un modelo decisionista en el que se separa interesadamente política y derecho: se niega entonces la legitimidad del Tribunal Constitucional no como actor jurisdiccional territorial, sino como pieza clave de la democracia contramayoritaria surgida en Europa tras la II Guerra Mundial. (...) "                             (Entrevista a Miguel Bárcena, Manel Manchón, Crónica Global, 03/03/19)

26/2/19

Tribunal Supremo de Canadá: Pero si algún día los nacionalistas alcanzasen una mayoría suficiente, forzados por el principio democrático, habrían de negociar con el resto de españoles los cambios constitucionales imprescindibles que permitieran el derecho a la autodeterminación...

"(...) argumento, repetido en el Supremo, de que la manifiesta desobediencia del nacionalismo a la ley se habría visto compensada por el ejercicio del "principio democrático". La alusión concreta a dicho principio que manejan los nacionalistas procede de la "Decisión del Tribunal Supremo de Canadá, en respuesta a una remisión del Gobierno Federal sobre algunas cuestiones relacionadas con la secesión de Quebec", de 20 de agosto de 1998.(...)

 El objetivo fundamental de la resolución es negar al Quebec la posibilidad de una secesión unilateral. Pero la resolución contiene una zona erógena de la pasión nacionalista a la que aludieron las alegaciones de la Generalidad ante el Tribunal Constitucional con motivo de un recurso del Gobierno contra la habilitación de presupuesto para el referéndum ilegal, varios de los escritos de la defensa de los hoy procesados y sus propias manifestaciones en el juicio.

 Estas son las líneas calientes: "Es igualmente cierto que un sistema de gobierno no podrá sobrevivir con el único respeto a la ley. Un sistema político debe, asimismo, dotarse de legitimidad, lo cual exige, en nuestra cultura política, una interacción entre la primacía del Derecho y el principio democrático".

Conviene, sin embargo, reproducir lo que viene antes:

"El asentimiento de los gobernados constituye una función fundamental en nuestra concepción de una sociedad libre y democrática. Sin embargo, la democracia, en el sentido verdadero del término, no puede darse sin el principio de la primacía de la Ley. Es la Ley la que crea el marco en el cual debe determinarse y aplicarse la 'voluntad popular'. 
Para ser legítimas, las instituciones democráticas han de reposar, en definitiva, en unos fundamentos jurídicos. Esto significa que deben permitir la participación del pueblo y responder ante él mediante instituciones públicas creadas con arreglo a la Constitución".

Y reproducir también lo que viene después:

"El sistema debe poder reflejar las aspiraciones de la población. Pero hay algo más. La legitimidad de nuestras leyes reposa también en un llamamiento a valores morales, muchos de los cuales están incardinados en nuestra estructura constitucional. Sería un error grave reducir la legitimidad a la única 'voluntad soberana' o a la única regla de la mayoría, excluyendo otros valores constitucionales".

Sería interesante que sobre la incardinación constitucional de determinados valores morales el legislador o el poder judicial respondieran algún día a la cuestión de si la xenofobia -fuerza motriz de la reivindicación secesionista- entra en contradicción con la moralidad constitucional.

Toda la fuerza del argumento nacionalista del Proceso ha cargado siempre en el principio democrático. El nacionalismo concede que la Ley no está de su parte, pero no admite discutir la legitimidad democrática que lo ampara: "Solo queremos votar". Nadie puede negar el éxito que ha alcanzado en la opinión pública global. La democracia es siempre más sexy que la Ley. Entre otros muchos factores porque la democracia expresa y la Ley obliga. A la gente le gusta mucho expresarse. (...)

El tribunal jamás da a entender que la democracia, y por lo tanto la legitimidad, estén en manos de las provincias y la Ley en manos del Estado, como aspiran a que creamos, tan toscamente, nuestros nacionalistas. Tanto la democracia como la Ley son partes indisolubles de la organización política del Estado y las provincias, como no podía ser de otro modo. 

Taxativamente la resolución declara: "Una mayoría política en cualquier nivel que no actuase de acuerdo con los principios constitucionales mencionados pondría en riesgo la legitimidad del ejercicio de sus derechos y, en definitiva, la aceptación del resultado por parte de la comunidad internacional". 

Y añade: "El ordenamiento constitucional canadiense existente no podría permanecer indiferente ante la expresión clara, por parte de una mayoría clara de quebequeses, de su voluntad de dejar de formar parte de Canadá".

Pero este ordenamiento constitucional reposa igualmente en el principio democrático. Así, cuando el Supremo llama a la negociación política entre el Estado Federal y las provincias no está llamando a una negociación entre la Ley y la legitimidad, sino a una negociación entre legitimidades. Y fundamenta la negociación en razón de la naturaleza de la democracia canadiense, que define como «una democracia en evolución» en oposición implícita a una democracia militante, cuya capacidad de reforma está sometida a ciertos límites. 

La invocación del principio democrático por parte del tribunal solo trata de justificar la legitimidad de la Constitución canadiense para reformarse a sí misma.

La imaginaria aplicación de esta decisión jurídica, en la que se ampara de manera ignorante o malintencionada la propaganda nacionalista, impugnaría de arriba abajo el Proceso. Según la instrucción canadiense los nacionalistas deberían actuar no solo respetando la ley ¡sino el principio democrático! del que se llenan la boca. Para empezar en el interior de su propia comunidad política. 

Entre los variadísimos mantras que rigen la propaganda y que han sido expuestos abundantemente en el juicio está el de la supuesta mayoría favorable al derecho de autodeterminación, que se cifra en el 80% de los catalanes. Un absurdo porcentaje. La suma de los partidos autodeterministas no supera el 55%, tomando como referencia las últimas elecciones autonómicas. 

Si la suma se proyecta no sobre los votos emitidos, sino sobre la totalidad del censo electoral, alcanza el 43%. Y si, como hizo el viernes Tadeu, se incluye, como quisieron los nacionalistas el 1 de octubre, a los extranjeros, el porcentaje baja hasta el 37%.

El principio democrático interno queda lejos de esa mayoría vigorosa favorable a la autodeterminación que el Supremo canadiense ve imprescindible para el inicio de cualquier proceso. 

Pero si algún día los nacionalistas la alcanzasen, la instrucción canadiense tampoco deja dudas: forzados por el principio democrático, habrían de negociar con el resto de españoles los cambios constitucionales imprescindibles que permitieran el derecho a la autodeterminación. Naturalmente es una vía difícil. 

Así debe ser, porque la secesión en un Estado democrático es un objetivo costoso, destructivo e inmoral. La vía elegida por los catalanes es, como su objetivo: costosa, destructiva e inmoral. Y, además, imposible."                    (Arcadi Espada, El Mundo, 24/02/19)