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6/8/24

Cataluña vive sumida en una depresión política desde hace al menos 10 años... Y pocas cosas proporcionan un placer más inmediato, en medio de la gran nada que es una depresión, que la adrenalina. Así que hay que provocar episodios extraordinariamente emocionantes, a poder ser épicos, para liberar adrenalina a raudales... Esto es lo que ha ocurrido en la Cataluña independentista la última década: idear manifestaciones descomunales, realizar votaciones, sesiones parlamentarias de retórica inflamada, convertir a los adversarios políticos en enemigos demoníacos, hacer historia tantas veces como la historia lo permita... El independentismo ha confundido la adrenalina con la independencia... Una parte mayoritaria de ERC tomó la decisión hace un tiempo de intentar salir del ciclo político de la adrenalina... Puigdemont vuelve para intentar que no muera jamás la depresión política de Cataluña. Puigdemont vuelve para liberar una dosis descomunal de adrenalina. No tiene ninguna finalidad política. Sólo la voluntad de perpetuar una melancolía patológica en la política catalana (Pau Luque)

 "Un país políticamente deprimido es mucho más que la suma de las depresiones políticas de cada uno de sus habitantes. O, según como se mire, mucho menos. Cataluña vive sumida en una depresión política desde hace al menos 10 años. Y pocas cosas proporcionan un placer más inmediato, en medio de la gran nada que es una depresión, que la adrenalina. Así que hay que provocar episodios extraordinariamente emocionantes, a poder ser épicos, para liberar adrenalina a raudales.

Esto es lo que ha ocurrido en la Cataluña independentista la última década. Idear manifestaciones descomunales y obtener de ellas imágenes vibrantes que puedas exportar a todo el mundo. Realizar votaciones entre muy pocas personas cuyo resultado sería irreversible para el destino de un país. Hacer historia tantas veces como la historia lo permita y, si no, peor para la historia. Reconocerse entre las luchas que han dado los pueblos más oprimidos los dos últimos siglos. Pergeñar sesiones parlamentarias de retórica inflamada. Racionalizar el discurso de los fanáticos. Convertir a los adversarios políticos en enemigos demoníacos. O eliminar de la ecuación a los antihéroes. Se trataba de experimentar un éxtasis tan sublime que la única opción aceptable, tras el consecuente bajón, consistía en forzar las situaciones para volver a experimentarlo.

El independentismo ha confundido la adrenalina con la independencia. Han creído que cuanto más emocionante fuera todo, que cuanto más frecuente fuera el subidón, más cerca se estaba de la independencia. Sin embargo, el estado mental adrenalínico no conduce a ningún lugar; es un fin en sí mismo. Así como el estrés laboral no hace que cumplas los objetivos de trabajo que te marcaron, la adrenalina política tampoco hace que te acerques a ninguno de los objetivos políticos a los que aspiras. El proceso independentista fue el ciclo político de la adrenalina, el ciclo político de la depresión.

Una parte mayoritaria de ERC, por una combinación de razones —algunas instrumentales, otras no—, tomó la decisión hace un tiempo de intentar salir del ciclo político de la adrenalina. Negociaba con el Gobierno central, hacía valer sus intereses y asumía que el improbable proyecto de la independencia de Cataluña requería un enfoque distinto del de los últimos 10 años. Con la misma voluntad de liberarse de la depresión, llegó a un preacuerdo hace unos días con el PSC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat. La consulta entre sus bases para refrendar el preacuerdo podía haber sido un normal episodio de democracia participativa. Pero una parte del independentismo, en su eterna luna de miel con la depresión política, decidió convertirla en otro hecho trascendental para la historia de Cataluña. ¿Cómo iban a hacer presidente —se alegaba— al miembro más españolista del PSC? ¿Cómo iban a entregar la Generalitat, en fin, a España? Así que la consulta se convirtió en un nuevo episodio adrenalínico del que todo el mundo debía estar pendiente desde el sofá, móvil en mano. Una vez terminado ese momento, el independentismo depresivo buscó, en las inminentes sesiones de investidura, el siguiente episodio adrenalínico. Y va a poner toda la carne en el asador.

Carles Puigdemont —que es a ERC lo que los molinos al Quijote— retornará a Cataluña para la investidura de Illa y se expondrá a ser detenido por los cargos que, hasta el momento, la judicatura considera que no quedan amparados por la amnistía. ¿Pero para qué vuelve en realidad Puigdemont? No vuelve para acercar a Cataluña a la independencia, tampoco para ser investido como presidente o para actuar como jefe de la oposición. No. Puigdemont vuelve para intentar que no muera jamás la depresión política de Cataluña. Puigdemont vuelve para liberar una dosis descomunal de adrenalina. No tiene ninguna finalidad política. Sólo la voluntad de perpetuar una melancolía patológica en la política catalana.

Tras saberse el resultado de la consulta entre las bases de ERC, Puigdemont escribió que había preferido esperar a pronunciarse después de la consulta para que no se le pudiera acusar de hacer chantaje emocional a ERC. Sin solución de continuidad, procedía en el mismo texto a sostener que la decisión de ERC de investir a Illa en el Parlament hacía posible que lo detuvieran a él mismo. Es decir, responsabilizaba a ERC de su potencial ingreso en prisión. Es posible que esta retorcida declaración de Puigdemont constituya la Capilla Sixtina del chantaje emocional. La pregunta es: ¿hay algún diputado de ERC en el Parlament susceptible de caer fulminado por la belleza de semejante obra maestra de la inmoralidad? Todo parece indicar que Puigdemont cree que hay al menos un Eduardo Tamayo —uno de los dos diputados del PSOE que en 2003 impidió la investidura del candidato socialista a la Comunidad de Madrid y en (des)honor al cual se acuñó la maravillosa expresión “tamayazo”— entre las filas de ERC. Así que está poniendo todo su empeño en lograr algo inaudito: un tamayazo emocional.

Y es que lo último que querría un prócer que declaró la independencia de su país para suspenderla exactamente al cabo de ocho segundos es que el ciclo político de la depresión y la adrenalina se terminara."               (Pau Luque es investigador en la UNAM, El País, 05/08/24)

8/5/24

Cataluña rozó el colapso. Fue el decenio largo del procés, desde 2012 hasta anteayer. Políticamente se precipitó en él. Económicamente, no se alcanzó la tragedia, pero sí el drama... Con todo, el inicial empujón oficial al traslado de empresas señeras; los intentos de boicot de la pintoresca Assemblea Nacional Catalana a empresas desafectas al secesionismo (ya condenados por la Audiencia barcelonesa); la memoria de las huelgas generales por motivos partidistas decretadas desde la Generalitat; el vacío al jefe del Estado en inauguraciones empresariales (del Mobile, a la SEAT en 2021, semicorregido el pasado día 5 de abril) aún exhiben rescoldos. Amén del deshilachamiento de la cohesión social, que se contagia a un desprestigio del idioma propio ―antes inclusivo, estimulante del ascensor social; ahora asociado con ribetes de lo excluyente― y en grado descendente, pero palpable aún, a los déficits de servicios sociales provocados por los recortes austeritarios que compartieron Convergència/Junts y Esquerra tanto en sus gobiernos coligados como desde sus alianzas parlamentarias. Son fenómenos de largo alcance, y percance, aunque afortunadamente ya bajo sordina (Xavier Vidal-Folch)

 "Cataluña rozó el colapso. Fue el decenio largo del procés, desde 2012 hasta anteayer. Políticamente se precipitó en él. Experimentó un insólito derrumbe por la pérdida temporal del soñado autogobierno —al que se despreció por ser un autonomismo “pasado de pantalla”—, la ruptura estatutaria y constitucional, la fractura social, la anemia de proyectos políticos, las suicidas carreras de muchos gobernantes, el rechazo de su propósito histórico en la gobernanza española, el desorden: todo eso se ha enderezado en buena medida durante el último trienio gracias a esfuerzos de distinto origen. Esfuerzos de catalanes redescubridores del pragmatismo (ERC) y de otros españoles practicantes del reencuentro (socialistas, comunes). “Per la concòrdia”, bautizó Francesc Cambó su libro de 1930, de contenido discutido y título memorable.

Económicamente, no se alcanzó la tragedia, pero sí el drama, lo cual es pernicioso, pues el esplendor catalán contemporáneo se fraguó siempre en la dupla comercio (economía) y cultura. El 12-M ofrece alguna ventana de oportunidad para revertirlo. Con todo, el inicial empujón oficial al traslado de empresas señeras; los intentos de boicot de la pintoresca Assemblea Nacional Catalana a empresas desafectas al secesionismo (ya condenados por la Audiencia barcelonesa); la memoria de las huelgas generales por motivos partidistas decretadas desde la Generalitat; el vacío al jefe del Estado en inauguraciones empresariales (del Mobile, a la SEAT en 2021, semicorregido el pasado día 5 de abril) aún exhiben rescoldos.

Amén del deshilachamiento de la cohesión social, que se contagia a un desprestigio del idioma propio ―antes inclusivo, estimulante del ascensor social; ahora asociado con ribetes de lo excluyente― y en grado descendente, pero palpable aún, a los déficits de servicios sociales provocados por los recortes austeritarios que compartieron Convergència/Junts y Esquerra tanto en sus gobiernos coligados como desde sus alianzas parlamentarias. Son fenómenos de largo alcance, y percance, aunque afortunadamente ya bajo sordina.

El más sonoro es la fuga de sedes sociales empresariales. Es del todo irrelevante la excusa de que no ha derrumbado el PIB, al no extenderse a fábricas y otros centros de producción y distribución. Pero la competencia internacional por atraer sedes corporativas es, como han estudiado Andreu Mas Colell y Xavier Vives, sustancial. Y es que el domicilio de una compañía absorbe sus mejores empleos directivos, estratégicos, institucionales, tecnológicos, jurídicos; es decir, el talento de Estado Mayor. También es inane la hipérbole que de ellas hace la caverna centralista, evocando 8.000 traslados eventualmente causados por el procés. En puridad hay que referirse al saldo neto (salidas menos llegadas) en los fatales y más migratorios años de 2017 y 2018: las salidas, detrayéndoles las entradas, ascendieron a 3.880. En los demás ejercicios apenas han registrado algún centenar. Y causados por factores múltiples: la capacidad de atracción de las capitales de Estado desde el inicio de la última globalización; la radialidad de la red viaria española; la permanente subejecución de las inversiones estatales regionalizables previstas en la comunidad periférica y la inversa sobreejecución en la central; la función aspiradora de la desleal competencia fiscal madrileña, bien radiografiada ―en Madrid:capitalidad, economía del conocimiento y competencia fiscal― por el Institut Valencià d’Investigacions Económiques en 2021 y que sin embargo resulta autopunitiva para la recaudación de los tramos altos del IRPF, como ha demostrado el Instituto de Estudios Fiscales en su estudio sobre las migraciones de profesionales de la España vaciada a Madrid entre 2016 y 2019.

Que el virus, aunque semicongelado, sobrevive lo certifica la reciente amenaza del sector fundamentalista indepe (Junts) con multar a las empresas fugitivas que no regresen de su “exilio” madrileño o valenciano, amenaza que no es más que un incentivo para no volver jamás, porque ¿a qué infierno intervencionista y despótico regresarían? ¡Y el dislate proviene de los herederos de la Convergència que se presentan como business friendly!

El declive relativo de la economía catalana durante el decenio de parálisis no es opinable. Es un dato. La comparación con la tradicional rival interna lo subraya. El peso de la Comunidad de Madrid (CAM) en el PIB español siempre fue, entre 2000 y 2010 a remolque de Cataluña ―bajo gobiernos nacionalistas moderados o del tripartito de izquierdas―, según datos del INE. En 2012, el Govern de Artur Mas quedó ligeramente detrás, con vaivenes, hasta que desde 2017 los de Carles Puigdemont, Quim Torra y Pere Aragonès vieron consolidarse una distancia negativa de medio punto o más. Las oscilaciones del ciclo —como región más industrial, Cataluña es muy sensible a las crisis y reacciona mejor a las recuperaciones— han generado algún volantazo, pero no en el conjunto del período: lo grave de este declive suave es que ha implicado la pérdida del liderazgo, de la primogenitura económica de España, posición no solo simbólica sino de amplios efectos prácticos.

El desfase macroeconómico, sin embargo, no es abrumador, y sí recuperable. El paro catalán en 2023 ha reculado al 9%; el madrileño, al 9,7%. El empuje exportador (26,2%) duplicó al capitalino (13,4%), claro que se debe más a la resiliencia de la empresa manufacturera que a ningún programa autonómico específico. A la contra, la inversión directa extranjera en el periodo 2019/2023 en la CAM (62,8%) ha quintuplicado la destinada a su rival (12,7%). Queda lejos del siglo XX y del principio del XXI, cuando los dirigentes catalanes viajaban a Japón en busca de inversiones industriales que equilibrasen las financieras recibidas por Madrid.

Donde Cataluña resiste mejor es en la industria del conocimiento, la tecnología, la innovación, en suma, del talento. Financiado sobre todo por empresas privadas y por la inversión pública europea, y menos, ay, por el sector público interno. Cataluña y la CAM encabezan la creación de empresas emergentes, startups, apoyadas en su 80% por capital exterior, pero la ciudad de Barcelona es la quinta del ranking europeo, y la capital, la sexta (ICEX, TBS-Business School). El Mobile ha generado un parque de un centenar de centros de desarrollo tecnológico de multinacionales extranjeras. El Sincrotrón Alba y la nueva plataforma científica apoyan la investigación. Además, Cataluña genera un tercio de las patentes, por un quinto su rival.

En lo inmediato, por tanto, casi todo es feo, pero nada hay irreversible. El peligro atenaza el largo plazo, el horizonte. Porque, como sucede con el derrumbe del modelo económico alemán causado por la invasión de Ucrania, el procés y el inmediato posprocés estrangulan las bases del crecimiento catalán acumuladas en dos siglos. La manufactura se impuso en el Principado casi en solitario, pese a pobreza natural, como describió Jordi Nadal en El fracaso de la revolución industrial en España (Ariel, 1984).

 Por varias causas. Una, la energía (los saltos hidroeléctricos del Llobregat que hicieron florecer el despegue textil; seguidos desde los sesenta por el gas de Argelia traído por Pere Duran Farell, y de las centrales nucleares en las últimas fases de la revolución industrial). Dos, el agua del Besós-Rec Comtal que alimentó el Poblenou, hoy barrio tecno barcelonés. Tres, la conectividad, marcada por el vanguardismo ferroviario (primer tren peninsular, el de Barcelona-Mataró, en 1848); viario (las primeras autopistas españolas) y aéreo (El Prat, primer aeropuerto comercial, desde 1927, seguido de Barajas en 1931). Y cuatro, amén del liderazgo de la burguesía, la innovación y el empuje profesional de ingenieros, encarregats, contramestres y obreros especialistas (véase Enginyers industrials, modernització económica i burgesia a Catalunya, Ramon Garrabou, L’Avenç, 1982).

La insurgencia política de la década perdida ha agostado la reproducción de esas fuentes de progreso. Respecto a las energías del futuro, las renovables, Cataluña no es locomotora sino colista: suponen el 15% de su suministro; por el 45% del conjunto de España; solo aporta el 4,5% de la energía estatal (según datos de Red Eléctrica); los Governs indepes solo han dispensado el 1,4% de la subvenciones previstas a las placas solares y abonado el10% de las ayudas al coche eléctrico. La República catalana es, al respecto, una colonia de Aragón.

El agua se agota por la sequía. Empresas como la cavista Freixenet tramitaron ERTE que la Generalitat obstaculizó. Los hoteleros de la Costa Brava alquilan minidesaladoras portátiles para salvar la industria turística. Y es que la más reciente respuesta oficial de envergadura al clima la dio en 2009 el tripartito de izquierdas, con la segunda y última gran desaladora, la del Llobregat. Luego, cero integral. Otras dos quedaron aparcadas. Valencia triplica su número. Mientras, e Govern de Esquerra se arrastra en ocurrencias: primero amenazó con multar a los municipios que más gastan, sin arreglar ni el canal del Urgell ni las viejas tuberías por las que se dilapida un 23% del agua potable, según la Agència Catalana de l’Aigua (que sabe sumar, pero alzas y alzas del canon sin aplicarlas más que al exceso de tesorería); luego prometió traer agua por barco; y al final opta por el invento saudí de desaladoras sobre barcazas… Los colegios profesionales técnicos prefieren las interconexiones: usar el agua del Ebro sobrante en Tarragona, para Barcelona: pero eso ¡nunca! que puede molestar al “territorio”.

El aeropuerto El Prat-Josep Tarradellas lleva también un vía crucis. En 2009 se acabó la terminal 1, luego hubo la nada. En 2021 AENA propuso una nueva ampliación de pistas, apoyada por el empresariado: así podría competir con (y complementar a Barajas-Adolfo Suarez ―orientada hacia el Oeste― como “hub” internacional ―hacia el Este―. Pero la ampliación interfería con una idílica laguna biodiversa, La Ricarda, con 541 especies (que serían transportables). Ganaron las aves a los 1.700 millones de inversión y los miles de empleos subsiguentes. Cataluña quedó presa, protestó el Cercle d’Economia, “en una espiral de irrelevancia económica”. Hasta que los socialistas impusieron una reconsideración y la patronal vehiculó media docena larga de alternativas… Todo acaba de culminar en una apuesta sardónica del Govern: ¡redoblar los vuelos más ruidosos sobre las zonas más pobladas, sin ampliar pistas, para salvar del traslado a unos cuantos animales! Una animalada de decrecimiento y de ambición provinciana que por fortuna ni AENA ni el Gobierno de España validan.

 Último pero esencial: el olvido del factor humano. Por el sistema sanitario: la comunidad ha caído hasta la cola nacional de las listas de espera hospitalarias: han pasado de 40 minutos en 2.010 a 62 en 2.023. Por el desplome del sistema educativo, que ha relegado a Cataluña a peor comunidad española y europea en 2021, según el Informe PISA, cayendo tres veces más que todo el alumnado español. También por los cuellos de botella en la formación profesional: parcheada la falta de plazas con ofertas de enseñanza digital (¡en oficios casi siempre manuales!). Y queda ahora lo más avieso, el abandono de un 40% de alumnos en los ciclos medios. Si Enric Prat de la Riba, el presidente de la Mancomunitat que en 1914 inauguró la legendaria Escola de Treball, resucitase por un instante, volvería presuroso al cenotafio."                                       ( Xavier Vidal-Folch , El País, 06/05/24)

17/1/24

Parece que Convergència o, como se dice ahora, Junts per Catalunya, quiere atravesar el segundo Rubicón. Siempre que esto ocurre, Catalunya da un gran vuelco. El primer Rubicón fue, recordémoslo, la decisión de Artur Mas de invitar a los votantes de clase media de Catalunya a un tren de destino único: independencia... Había comenzado el procés, que transfiguró Catalunya. Fracturada, se deslizó por un tobogán sin fondo: derrota política, drama judicial, crisis existencial... Quizás para superar el callejón sin salida, ahora Junts hace hincapié en el hecho migratorio... El fantasma que ahora recorre Europa se alimenta del miedo de las clases medias. ¿Atravesará Junts ese Rubicón? Sin migraciones, Catalunya tendría dos millones de habitantes y habría sido asimilada muy fácilmente hace un siglo (como ocurrió con las regiones occitanas) (Antoni Puigverd)

 "Parece que Convergència o, como se dice ahora, Junts per Catalunya, quiere atravesar el segundo Rubicón. Siempre que esto ocurre, Catalunya da un gran vuelco. El primer Rubicón fue, recordémoslo, la decisión de Artur Mas de invitar a los votantes de clase media de Catalunya a un tren de destino único: independencia. Contaba con una mayoría confortable de 62 diputados, pero la colosal manifestación del Onze de Setembre de 2012 le pareció peligrosa y apetitosa a la vez. Quiso liderarla anticipando elecciones. Que no le salieron bien (12 diputados menos). Para disimularlo afirmó que el independentismo en su conjunto había triunfado. Ponía su cabeza en la guillotina, que la CUP, cuatro años más tarde, activaría.

Convergència abandonaba la ambigüedad ideológica que a Pujol le había permitido sumar votantes de todo tipo (del independentismo prudente al franquismo sociológico). Había comenzado el procés, que transfiguró Catalunya. Fracturada, se deslizó por un tobogán sin fondo: derrota política, drama judicial, crisis existencial.

Quizás para superar el callejón sin salida, ahora Junts hace hincapié en el hecho migratorio. Ya hace meses que la vía ripollesa se ha convertido en un polo de atracción para los sectores más amargados por el final decepcionante del procés. En las redes, los agitadores independentistas señalan a los recién llegados. Los acusan de la inseguridad y de la pérdida de peso específico de la lengua catalana.

No es ningún error poner sobre la mesa el fenómeno migratorio. Pero la migración no puede separarse de la demografía (exhuberante en África, Asia y Latinoamérica; decadente en Catalunya, como en el resto de España y Europa). Los conflictos armados, las crisis americanas (en estos momentos: Ecuador, Argentina) y el cambio climático desplazarán en pocas décadas a la población mundial.

Catalunya es uno de tantos polos de atracción. Somos una de las poblaciones más viejas de Europa y nuestros jóvenes preparados deben irse. Tener hijos está penalizado. Se han descuidado las políticas de apoyo a la familia y a la natalidad. De postre, las culturas de moda (individualismo, hedonismo, animalismo, queer) favorecen la bajada de la natalidad. Plantearse la importancia de la demografía es urgentísimo.

Una pequeña nación cultural no resistiría la batalla demográfica contra el mundo

Ahora bien, llamar la atención sólo sobre la problemática que genera el fenómeno migratorio (eclipsando los beneficios que reporta) es un error muy grave. El fantasma que ahora recorre Europa se alimenta del miedo de las clases medias. ¿Atravesará Junts ese Rubicón? A corto plazo, puede ser exitoso; a la larga, es suicida. Ninguna pequeña nación cultural resistiría una batalla demográfica contra el mundo.

La lengua catalana no existiría ya sin el prestigio derivado de la fuerza económica que el país obtuvo de la revolución industrial (s. XIX). Y esa fuerza económica sin la inmigración no habría existido. Sin migraciones, Catalunya tendría dos millones de habitantes y habría sido asimilada muy fácilmente hace un siglo (como ocurrió con las regiones occitanas). La inmigración es a la vez una solución y un reto. Los catalanes estábamos preparados para afrontarlo. Estábamos acostumbrados a la mezcla, que diluye y cambia, pero ayuda a preservar lo esencial.

El procés exasperó la identidad romántica. Ahora la parte central del país está resentida y desolada. Puede caer en la tentación de derivar hacia los débiles de la sociedad (los inmigrantes) el resentimiento de una identidad desconcertada por la herida del procés."         (Antoni Puigverd , La Vanguardia, 15/01/24)

27/12/23

«Catalana Occidente» deja de ser «Catalana»... El nacionalismo ha convertido el nombre de 'catalán' en un lastre ... los costes simbólicos del procés

 "Nos explican que si la consolidación, que si las marcas, que si…

El resultado es que Catalana Occidente desaparece. Ahora será «Occident», así a la inglesa o francesa. Porque lo catalán ya no vende, como pasaba desde mediados del siglo XIX hasta los años 80 del XX, que ésser català era un orgull admirat arreu d’Espanya, timbre de currantes, decentes, cumplidores, austeros, realistas y esforzados. Ahora «catalán» significa otra cosa, muy parecida a egoísta, violento, soberbio, victimista, llorón, vago y subvencionado. I a Catalana Occident ho saben, así que se han desecho del adjetivo «catalana».

Una altra empresa catalana que deixa de ser-ho de nom, i aviat segurament de propietat.

Es el fruto pestífero y venenoso del nacionalismo, que ha roto nuestros vínculos, dividido nuestras amistades y familias, erosionado nuestra economía y dinamitado nuestra reputación.

Dolça i descatalanitzada (pel nacionalisme) Catalunya…"               (Dolça Catalunya, 27/12/23)

28/11/23

El acoso al Gobierno y al PSOE presenta un enorme parecido con el 'procés'... ambas secuencias se parecen como gotas de agua: “botiflers” / “traidores”... “piolines” / “hijo de puta”... Se pretendió la sublevación de los Mossos / se llama al Ejército a igual idiotez... Se asaltaban las sedes del PSC / se asedian las del PSOE... Se machacaba a la “premsa espanyola, manipuladora” / se ataca y persigue a periodistas que retratan los brazos en alto... Déu meu. Dios mío

  "El conato de acoso y derribo al Gobierno legítimo de este otoño de 2023 guarda intenso parecido —en dosis concentrada— con lo que apunta como su inverso, la tentativa de revertir ilegalmente el orden constitucional por el procés independentista catalán (el golpe triangular: leyes de desconexión / referéndum / declaración unilateral de independencia). Hay esas diferencias de grado, claro. Y otras: la duración. Mientras el procés se desarrolló entre 2012 y 2017, con prórroga al menos hasta 2019, el intento de abortar la investidura de Pedro Sánchez y derribar al Gobierno lleva menos tiempo. En su fase callejera más intensa, desde el pasado 3 de noviembre.

Otra es su gravedad contra el orden público. El procés fue pacífico de 2012 a 2017; poco antes y durante el referéndum ilegal hubo conatos violentos. Mariano Rajoy dice que todo se encauzó entonces, con la aplicación del 155; olvida que lo peor vino después, y solo amainó de verdad con los indultos de 2021. En octubre de 2019, los desórdenes fueron gravísimos (asedio al aeropuerto, altercados en la plaza de Urquinaona con 102 heridos...). Ahora, el cerco a la sede del PSOE en la calle de Ferraz, lleva casi tres semanas, con 76 detenidos y 45 policías heridos.

La tercera diferencia es la masividad de las movilizaciones. En su fase pacífica, el procés reunió hasta un millón de asistentes; el proceso inverso logró el sábado su récord, 170.000.

Por lo demás, ambas secuencias se parecen como gotas de agua. Su desarrollo va en círculos políticos y mediáticos concéntricos, espacios parcialmente solapados y en parte repartidos. En Cataluña: Govern-ANC-Òmnium-Tsunami-CDR. En Madrid, PP-Vox-Falange-comunidades con gobiernos de la gran derecha-altos cuerpos del Estado. Unos teorizan, otros propagan, los demás esparcen y la tropa de base sirve de carne de cañón.

El Parlament se insubordinó, y ahora grupos de jueces se rebelan a la puerta de sus juzgados... ¿Sabrán que serán objeto de recusaciones? Se buscó deslegitimar al Estado democrático (“opresor”) y ahora se acusa a una de sus instituciones de “acabar con el Estado de derecho”. Se emplean insultos de igual jaez: “botiflers” / “traidores”; “piolines” / “hijo de puta”, ese piropo de Isabel Díaz Ayuso a Sánchez. Economistas cosmopolitas brindaron por la secesión; escribidores e intelectuales exliberales juntan sus diatribas con las de la ultraderecha. Se pretendió la sublevación de los Mossos; se llama al Ejército a igual idiotez. Se asaltaban las sedes del PSC; se asedian las del PSOE. Se machacaba a la “premsa espanyola, manipuladora”, se ataca y persigue a periodistas que retratan los brazos en alto. Déu meu. Dios mío."                  (Xavier Vidal-Folch , El País, 20/11/23)

15/11/23

Moreso, ex-rector de la Pompeu Fabra: "El soberanismo ha jugado a crear una realidad alternativa, como Matrix... Pero, ¿qué pasaría al día siguiente? ¿Las grandes empresas pagarían sus impuestos a la Generalitat? No lo harían"... creo que ahora tampoco se pueden entender las razones de un conflicto que ha llevado a tantas personas a un lado y a otro, a personas con las que hemos tenido relaciones estrechas... Es un problema, sí, existen dos comunidades. Para abrir una negociación si no hay diálogo, a partir de algo compartido, será imposible... Lo que se debería hacer es una clarificación de competencias, con impuestos federales

 "Josep Joan Moreso (Tortosa, 1959), fue rector de la Universidad Pompeu Fabra (2005-2013) y es catedrático de Filosofía del Derecho. Respetado por la comunidad académica y política, Moreso se ha involucrado en el problema político catalán, buscando un consenso que parece todavía lejano. Centrado en el estudio de los fundamentos filosóficos de la Constitución, es autor de Constitución, modelo para armar (Marcial Pons, 2009). Presidente de la agencia para la calidad de las universidades catalanas, AQU, y buen conocedor de la política italiana, Moreso considera que se necesita "mitezza", que no tiene una traducción exacta, pero que es una especie de mezcla entre “paciencia más templanza”, o “la capacidad de evitar la ira, y si llega, la capacidad de atemperarla”. Para un profesor centrado en la filosofía del derecho, lo que ha ocurrido es difícil de comprender, y señala que “el soberanismo ha jugado a crear una realidad alternativa, como en Matrix”. En una entrevista con Crónica Global, Josep Joan Moreso apuesta por una reforma constitucional, y por recomponer la situación, sin dejar de criticar a los “intelectuales orgánicos” que han sustentado el proceso, pero también a los que han confiado únicamente en la capacidad del derecho y han “olvidado” la fuerza de la política.

--En todos estos años en Cataluña se han constituido relatos propios que han servido para justificar las posteriores acciones. ¿Cómo se construyen los relatos, que son, además, antagónicos?

 --Soy filósofo del derecho y utilizamos el lenguaje, que es algo esencial. Y, ciertamente, se han creado relatos a medida que se iba avanzando en el conflicto político, y eso ha sido determinante. El Gobierno central, desde hace años, ha decidido afrontar el problema aplicándolo sin apostar por la política, y eso plantea muchas carencias, porque existe un problema político. Hay, también, un incumplimiento constitucional de un principio democrático en contra de todas las voces, en un Estado que es claramente protofederal. Se veía venir desde 2012, pero se acelera con las decisiones en el Parlament en los días 6 y 7 de septiembre. Entonces se decide lo contrario: hacer política marginando el derecho. Yo digo que el derecho sin la política está vacío, pero la política sin él es ciega, y sobre eso estamos. Obviamente, el relato del proceso soberanista ha mostrado mucha resiliencia ante la realidad, porque las cosas que prometía y que eran centrales no se han cumplido. No ha habido reconocimiento internacional, por ejemplo. Muchos decíamos que sin eso no se podía hacer nada, pero parece que no es suficiente para que cambie ese relato.

--El movimiento soberanista ha ido reivindicando la existencia de una doble legitimidad, basada en una nueva legalidad. ¿Cómo se crea una legalidad?

 --Es verdad que la legalidad se soporta sobre la aceptación social, sobre hechos que están más allá de la cuestión jurídica. En la transición, el acuerdo es aceptado por la población, y eso da legitimidad, al margen de la calidad política que existía. Pero aquí se ha jugado con eso. El filósofo Herbert Hart, un intelectual de primera, explicó en su libro El concepto del derecho (1961) que para que un derecho exista en una sociedad es necesario una regla compartida para saber las que rigen el sistema. En España es la Constitución y lo que emana de esa Constitución. Por eso digo y he comentado de forma reiterada que no hay dos legalidades, porque todas las asociaciones de jueces y fiscales, todos, dijeron que la única regla era esa, la Carta Magna. En ningún momento hubo dos legalidades.

--¿Cómo se puede superar esa legalidad, entonces?

--Una legalidad se puede superar a través de una ruptura revolucionaria, cambiando a los jueces. No veo otra forma. Pero, ¿qué pasaría al día siguiente? ¿Las grandes empresas pagarían sus impuestos a la Generalitat? No lo harían. El soberanismo ha jugado a crear una realidad alternativa, como en Matrix. Cuando la CUP dice que se debería aplicar la república, yo pregunto, ¿se dan las condiciones? No se daban, ni se dan, pero eso parece que no cambia la voluntad política.

--Pero el movimiento independentista reclama que se le ofrezca una vía posible cuando tenga una mayoría suficiente. ¿Cambiarían las condiciones con mayorías más sólidas?

--Yo creo que sí, que eso puede ser determinante. Si un día el independentismo tiene el 60% de apoyo, por poner un porcentaje importante, eso creo que provocaría un cambio de otros elementos y facilitaría una opción negociada, como no puede ser de otra manera dentro de la Unión Europea, forzando al Gobierno español a negociar, que podría pasar, incluso, por un referéndum pactado o por otra fórmula. Yo soy muy partidario de la opinión consultiva del Tribunal Supremo de Canadá, de 1998, un documento extenso, serio, bien fundamentado. Responde a tres preguntas del Gobierno del Quebec, sobre si tiene derecho a la autodeterminación según la Constitución del Canadá, o de acuerdo a la legalidad internacional, y, en caso de respuestas diferentes a las anteriores preguntas, ¿cómo resolver el conflicto? La respuesta es no, en los dos casos, y entonces la tercera no se plantea. Pero ofrece una salida: si se reitera en el tiempo esa petición, el Gobierno de Canadá debería abordar la cuestión, y plantear un referéndum con una pregunta clara. Pero se insiste en que no sería vinculante y que se debería negociar, junto con el resto de provincias del Canadá. Las lecciones canadienses lo que nos dicen es que aquí no se ha hecho bien, que se ha apostado por una vía unilateral, pero también nos dicen que el Gobierno central no ha aceptado el problema político, que existe.

--Es decir, que el Gobierno español no se ha tomado en serio lo que ha ocurrido en los últimos años en Cataluña.

--Eso es. Porque hay que analizar el por qué hemos llegado hasta aquí, cuando históricamente el secesionismo nunca ha superado el 20%, y ahora se ha llegado el 48%. Hay muchos factores en juego que no se han tenido en cuenta. La sentencia del Estatut de 2010 es uno de ellos. Pero también una cuestión que resultó muy negativa, y que se ha dejado de lado: las condiciones en las que el PSOE llega al poder en 2004, tras los atentados terroristas. El PP nunca aceptó esa victoria como normal, y negó su legitimidad. En ese momento, se centró en dos frentes, en que los atentados se podían relacionar con ETA, algo indefendible, y en Cataluña, que se dibujaba en el horizonte. En el PP se estableció un debate, mientras el PP catalán quiso participar, con enmiendas a la propuesta del Estatut en comisión, desde Madrid se consideró que era mejor abandonar. El PP catalán argumentó que en ese caso perdería la centralidad, pero en Madrid el PP determinó que, en cambio, lograría la centralidad en el conjunto de España.

--¿Y el PSOE qué responsabilidad tiene?

--El PSOE llega un momento que abandona, que no puede resistir, y decide que el trabajo lo haga el Tribunal Constitucional, que frene el Estatut, y eso tuvo consecuencias importantes. Pero todo se incendia con la crisis económica. Hay que decir, además, que en el relato independentista se ha ido abandonando el discurso economicista. Pero no ha habido autocrítica sobre aquellos mensajes tan duros, que nos hacía a los catalanes muy poco estimables en Europa, donde el independentismo sólo ha conseguido el apoyo de los partidos xenófobos, de ultraderecha. Pero no ha habido autocrítica.

 

--¿Se puede vislumbrar una salida ahora?

--Se ha creado un clima preocupante. Releí en verano El mundo de ayer, de Stefan Zweig, y me provocó una reflexión profunda. Zweig no podía entender que se creara un ambiente prebélico, que provocaría la I Guerra Mundial. No veía las razones por las que se matarían los jóvenes europeos. Y creo que ahora tampoco se pueden entender las razones de un conflicto que ha llevado a tantas personas a un lado y a otro, a personas con las que hemos tenido relaciones estrechas.

--Las decisiones judiciales, ¿lo complican todo más, imposibilitan una solución?

--Hay un uso excesivo de la prisión provisional. Es necesario un gobierno, pero todo está condicionado por los jueces, que impiden cuestiones básicas a Carles Puigdemont o a Oriol Junqueras que les concede la Constitución y que el juez no ha tenido en cuenta. La representación política es el núcleo de la democracia. Creo que los delitos que se imputan no se sostienen. Se intenta construir un relato, porque eso es una instrucción, y se basa en anotaciones en la libreta de un alto cargo, y en el documento Enfocats y distintas reuniones, y creo que eso es frágil.

--Para encontrar soluciones, es necesario antes compartir un diagnóstico, ¿es posible?

--Es un problema, sí, existen dos comunidades. Para abrir una negociación si no hay diálogo, a partir de algo compartido, será imposible.

 --¿Se debería recurrir, aunque parezca algo superado, a aquellas conversaciones entre intelectuales de Madrid y Barcelona de los años cincuenta?

--Tal vez. Particularmente me gusta releer aquellas conversaciones que se produjeron entre un Dionisio Ridruejo y Carles Riba, por ejemplo. En mi etapa de rector de la Pompeu Fabra lo intenté, con la colaboración de cuatro universidades, la Autónoma de Madrid, la Carlos III, la Autònoma de Barcelona y la Pompeu Fabra. Por ejemplo, se puso en marcha un grado compartido de filosofía política y economía para 60 estudiantes. Y fue realmente sorprendente y muy positivo. He sido profesor en este grado, en un seminario he planteado directamente el problema de la secesión. El conocimiento que los estudiantes tienen entre ellos ha hecho, sin duda, que los catalanes comprendan mejor la opinión de los no catalanes y viceversa. También lo intentó el exconsejero Antoni Castells, reuniendo gente como Josep Maria Colomer con Daniel Innerarity o Álvarez Junco y Emilio Lamo de Espinosa.

 --¿Se debe implicar, por tanto, mucho más la sociedad civil?

--Yo creo que sí. Personalmente me he sentido interpelado por esa responsabilidad. La academia, a veces, se ha distanciado, pero en mi etapa de rector fui muy consciente de llevar nuestras reflexiones al foro público. La filosofía política es un refinamiento del debate político, pero está conectada, debe estarlo. Si no somos capaces de establecer esa conexión, no tendremos una sociedad vigorosa. En la Pompeu Fabra, en mi etapa de rector, en 2013, se hizo con debates en los que estuvieron presentes todos los posicionamientos: Ángel de la Fuente y Jordi Galí, con Ferran Requejo y Félix Ovejero, por ejemplo. 

--La llamada clerecy, intelectuales, profesores, altos cargos de la administración, ¿qué papel cree que ha jugado?

--Hay una clerecy que ha jugado a favor del proceso, es una evidencia. Pero mi impresión es que en Cataluña hay una sociedad plural, con voces diferentes, algo que se ha negado desde el soberanismo. Y ese mismo soberanismo, ciertamente, ha impulsado una serie de intelectuales orgánicos que sólo aplauden y ponen la letra a la música que suena. Pero no es la única. Desde el soberanismo se insiste en que España es plural, como si Cataluña fuera monolítica, y desde el constitucionalismo se insiste en que Cataluña es plural, como si España fuera monolítica. Afortunadamente la pluralidad está en los dos lados, y esa idea se debe recuperar y potenciar.

 --¿Y por parte de la izquierda española? ¿Se ha impuesto un "contra Rajoy vale todo" que comporta abrazar la causa independentista?

--La izquierda española ha vuelto a reflejar sus contradicciones, con un alma jacobina y una federalista. Es la historia de la España contemporánea. Pero además se ha sumado la idea de que contra el PP todo vale, y es cierto, también, que el cansancio contra el PP es muy grande. Recuerdo a una persona que me dijo que estaba muy contenta de haber votado a la CUP, porque consiguió echar a Artur Mas. Ahora todo vale para echar a Rajoy, pero se ha llegado a un punto en el que el PP no sabe cómo gestionar la corrupción, con un horizonte de gran incertidumbre por la irrupción de Ciudadanos, que ha entrado de nuevo en el debate de la lengua, cuando parecía que lo había superado.

--¿Se puede confiar en una reforma de la Constitución con esa situación?

--Creo que sí, que se deberá resolver con una reforma constitucional. Muchas cuestiones no se podían decir en 1978, cuando no se sabía cuáles serían las autonomías, cuando sólo se tenía en cuenta la provincia. A partir de ahí, se podría entrar en una reforma del Senado y del título VIII de la Constitución en clave federal. Lo que se debería hacer es una clarificación de competencias, con impuestos federales. Un Estado federal, en definitiva. (...)"           (Manel Manchón, Crónica Global, 04/03/2018)

7/9/23

El Grupo Volkswagen liquida la marca Seat e inicia la planificación futura de la salida de gran parte de su producción fuera de Cataluña... es sospechoso que ante los conflictos que se empiezan a vislumbrar otra vez en Cat, amnistía y autodeterminación o nuevo 155, salga Volkswagen con una decisión tan drástica para una de sus principales marcas... La decisión le permite, directamente, ante posibles conflictos políticos como los pasados, liquidar la producción de vehículos Seat sin sustituirlos por líneas de producción VW. La gran beneficiada: Navarra... VW cumplirá el compromiso de mantenimiento de producción en España y se quitará una fuente de conflicto que llevaba muchos años soportando. La caída en la economía de Cat que proyectamos en 2018 no sólo se está cumpliendo sino que será mucho más profunda

Carlos Cagigal @CcagigalNeira

Grupo Volkswagen liquida la marca Seat (Sociedad Española de Automoviles de Turismo) e inicia la planificación futura de la salida de gran parte de su producción fuera de Cataluña. Lo avisamos en 2018 en pleno conflicto.

2- Las instalaciones de SEAT en Catalunya pasarán a producir modelos de VW. Este cambio permitirá a la marca flexibilidad de producción de sus modelos y deslocalización de producción según necesidades... o problemas.

3- No debemos ser mal pensados... pero por método sistemático es sospechoso que ante los conflictos que se empiezan a vislumbrar otra vez en Cat, amnistía y autodeterminación o nuevo 155, salga Volkswagen con una decisión tan drástica para una de sus principales marcas.

4- La decisión reciente de VW le permite, directamente, ante posibles conflictos políticos como los pasados, liquidar la producción de vehículos Seat sin sustituirlos por líneas de producción VW. La gran beneficiada: Navarra.

5- VW cumplirá el compromiso de mantenimiento de producción en España y se quitará una fuente de conflicto que llevaba muchos años soportando. La caída en la economía de Cat que proyectamos en 2018 no sólo se está cumpliendo sino que será mucho más profunda. En unos años hablamos

9:47 p. m. · 6 sept. 2023 9.688 Reproducciones
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26/4/23

Las maquinaciones de Vendrell, cerebro del Tsunami, y Terradellas: La secesión, según aleccionaba Terradellas a Vendrell, pasaba por un centenar de muertos, el apoyo de 10.000 soldados rusos y un conflicto bélico... cousas veredes

 "La Audiencia Nacional sitúa a Xavier Vendrell, exsecretario de organización de ERC y exconsejero de Gobernación de la Generalitat como uno de los cerebros de Tsunami Democràtic, un movimiento creado en 2019 para agitar al activismo independentista, tomar las calles y presionar mediante revueltas callejeras al Estado. Un año antes, el propio Vendrell analizaba con Víctor Terradellas --exjefe de relaciones internacionales de Convergència (CDC)-- formas de lograr la independencia, y no precisamente de forma pacífica. La secesión, según aleccionaba Terradellas a Vendrell, pasaba por un centenar de muertos, el apoyo de 10.000 soldados rusos y un conflicto bélico.

La conversación entre el exdirigente de Esquerra y quien fue responsable de las relaciones internacionales de CDC está recogida en el sumario abierto por el titular del Juzgado de Instrucción 1 de Barcelona, conocido como caso Voloh, relativo al el presunto desvío de fondos públicos al procés.

 Y ahora cobra una especial relevancia porque las conversaciones de estos agitadores --ellos siempre hablaron de "montaje policial"-- tuvieron lugar sólo un año antes de que naciera Tsunami, que sí pasó a la acción. Tras la condena a los responsables del referéndum del 1 de octubre de 2017, Tsunami cortó carreteras, tomó el aeropuerto de El Prat y estuvo detrás de los graves disturbios registrados en Barcelona.

Pseudónimos

El Juzgado Central de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional trabaja con la hipótesis de que al frente de  Tsunami Democràtic estaban la fugada Marta Rovira, secretaria general de ERC, así como el empresario afín a este partido, Oriol Soler; el exsecretario general de los republicanos y exmilitante de Terra Lliure, Xavier Vendrell, o el dirigente de Òmnium Cultural Oleguer Serra, entre otros. Todos ellos se comunicaban con pseudónimos. El de Rovira era Matagalls, montaña catalana escenario de movilizaciones separatistas, mientras que el de Vendrell era Índigo y Escobar. Un alias que recuerda a Pablo Escobar, conocido narco colombiano. Crónica Global dio cuenta de los estrechos vínculos que unen al nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, con Xavier Vendrell.

El verano pasado, Petro le concedió a Vendrell y al empresario catalán Manel Grau la nacionalidad colombiana, de manera exprés y por orden presidencial.

"Se nos pasó el arroz"

Solo un año antes de la creación de Tsunami, Terradellas aseguraba en una conversación grabada por la Guardia Civil que hubiesen sido necesarias un centenar de muertes para lograr la independencia tras el referéndum del 1-O. En alusión al fugado Carles Puigdemont, afirmó: "El presidente se cagó el otro día, no quiere ser responsable ni de que te defiendan como si fueras una urna, pero necesitas 100 muertos". Vendrell respondió categórico: "Se nos pasó el arroz, no hubo cojones...".

Mucho se ha escrito sobre los supuestos contactos de esos agitadores independentistas con Rusia. De hecho, los ‘conspiradores’ hablaron de la necesidad de contar con el apoyo de 10.000 soldados rusos. "Si Rusia interviene dentro de lo que es la OTAN, la OTAN reaccionará", dijo Vendrell según consta en las grabaciones judiciales. “Tendrán que matar para entrar”, añadía.

"Poseer un aeropuerto"

Resulta especialmente inquietante que ambos contertulios hablaran de poseer un aeropuerto para hacer llegar a los soldados, una vez descartada la hipótesis de que entraran en barco. De hecho, el 16 de octubre de 2019, Tsunami bloqueó el aeropuerto de Barcelona. Un pasajero francés falleció tras sufrir un infarto después de caminar cuatro kilómetros para llegar a la terminal T2. En solo una semana, se documentaron más de 500 episodios violentos en sólo una semana y pérdidas millonarias por los sabotajes.

También en el marco del caso Voloh, la Guardia Civil intervino a Vendrell una nota en la que se planteaba que, bajo el lema "Libertad y democracia", 20.000 independentistas participaran en acampadas durante dos años en las capitales europeas para exigir la libertad de los políticos presos del procés y la aceptación de los resultados del referéndum secesionista.

Desvío de subvenciones

El caso Voloh es una pieza separada de la investigación llevada a cabo por el propio juzgado sobre el desvío de subvenciones de la Diputación de Barcelona a fundaciones vinculadas a CDC. Las grabaciones de la Benemérita alertaron sobre esa planificación de altercados callejeros. En las mismas, Víctor Terradellas, encargado de buscar financiación para el procés --fue presidente de Fundación Catmón, dedicada a la internacionalización del proyecto independentista-- asegura que del 1 al 27 de octubre lo tenían "ganado", en referencia a la declaración de independencia. Y que "si él hubiera dicho 'chicos, declaro la independencia y venga, a cortar carreteras...'", en referencia a Puigdemont.

"Estoy preparando un acontecimiento bélico", explicaba el mismo exdirigente de Convergència a su compañero del desaparecido MDT (Moviment de Defensa de la Terra) Miquel Casals, exmiembro de la banda terrorista.

Vendrell fue detenido en octubre de 2020 junto a otros integrantes del denominado "Estado mayor" del 1-O, entre ellos el exdirigente de CDC David Madí, acusados de desviar fondos públicos

Hoy es la Audiencia Nacional la que investiga a Vendrell."                     (Mª Jesús Cañizares, Crónica Global, 14/04/23)

17/1/23

En último término, esa sigue siendo la pregunta pendiente: ¿qué demonios fue el 1 de octubre? Nadie sabe responder con precisión. Por ahora, Llarena ha pasado de considerarlo rebelión a solo desobediencia

 "Esta frase del nuevo auto del juez instructor Pablo Llarena puede tener unas severas consecuencias penales y políticas que podrían alterar la estrategia del Gobierno en relación con el conflicto político catalán: “Acordar por esta resolución la busca y captura e ingreso en prisión, como presuntos autores de sendos delitos de desobediencia y malversación de caudales públicos del artículo 432 del Código Penal”. Al expresident Carles Puigdemont y a los exconsellers Toni Comín y Lluís Puig no se les acusaría por el tipo de desórdenes públicos agravados, como era esperable tras la derogación de la sedición, sino que podrían ser encarcelados por malversación. 

La reacción del eurodiputado Puigdemont, voluntarista y noqueado, fue grabar un vídeo donde denunciaba tanto la justicia española como la estrategia política de desjudicialización impulsada por el Gobierno y Esquerra Republicana. El disgusto era evidente y es lógico. Si su apuesta por politizar el conflicto en las instancias europeas fracasa, la nueva acusación por malversación, tal y como ha sido redactado ahora el delito, podría acercar su extradición.

El giro que introduce el auto de Llarena puede interpretarse como la defensa numantina de la respuesta al procés que construyó la cúpula del poder judicial. Porque fue esa cúpula, tras quedar desarbolado el poder ejecutivo, la que lideró esa respuesta e implícitamente actuó como abanderada de la defensa de la nación amenazada.

 La trama de relaciones que mantenían los arquitectos de la respuesta penal al procés nadie la ha contado mejor que la periodista Lola García en el capítulo de El muro protagonizado por Manuel Marchena. Allí se desvela, por ejemplo, que la influencia del presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo fue determinante para que el Ministro de Justicia Rafael Catalá designase a su amigo José Manuel Maza como Fiscal General del Estado. Y Maza, pocos días antes de morir, fue quien presentó la querella por rebelión, sedición y malversación contra el Govern de la Generalitat y la Mesa del Parlament. No estará de más recordar cómo se tituló el archivo donde se escribió la nota de prensa para informar de la querella: Más dura será la caída. Ni estará de más recordar tampoco que el descarte del delito de rebelión fue el argumento jurídico usado por la Audiencia territorial de Schleswig-Holstein para negar la extradición de Puigdemont por ese delito cuando fue detenido en Alemania y que había solicitado Llarena. Un Llarena, por cierto, que recibió una denuncia por haber dado un presunto trato de favor a la hija de Marchena para que accediera a una plaza de juez.

El capítulo central de las trayectorias como juristas de Maza, Marchena y Llarena ha sido y seguramente será la construcción de la respuesta penal al procés, jaleada desde las instancias mediáticas que exigían la respuesta más severa contra los políticos catalanes. Era el tiempo de los elogios al “Llarena solitario”. Entre 2017 y 2019 esa élite judicial jugó un papel esencial en la crisis catalana: uno redactó la querella, el otro fue el juez instructor y el otro el sentenciador. Para ellos su implicación en el caso ha tenido tanto consecuencias personales como profesionales.

 No es extraño, por tanto, que pretendan blindar la respuesta que construyeron y que se materializó en la sentencia de octubre de 2019. Ya durante el juicio, explica García en El muro, la posición de Marchena empezó a virar cuando empezó a plantearse la posibilidad de acometer un cambio en el Código Penal que modificase el delito de sedición. “Después de la sentencia y de las reacciones que esta suscita, sus posiciones se van endureciendo”. Fue evidente ya en el informe del Tribunal Supremo sobre los indultos. Ante las medidas que el poder ejecutivo adoptaba para normalizar la situación política en Cataluña, Marchena hacía una interpretación a partir de la coyuntura política: el Gobierno se autoindultaba porque Esquerra lo sostenía en el Congreso.

Ahora, tras la entrada en vigor del nuevo Código Penal, el Gobierno aún ha arriesgado más en su apuesta desjudicializadora: la derogación de la sedición y el nuevo redactado del delito de malversación actúan, de facto, como un desmontaje de la sentencia del procés, ahora desde el poder legislativo. Para impedir que eso ocurra, para impedir que se deshaga el nudo judicial y con ello la culminación de su carrera, Llarena ha partido de los puntos ciegos de la sentencia y se ha aprovechado del redactado de la nueva ley sobre la malversación para redactar su auto. 
 
Podría invalidar así la estrategia del Gobierno y desmontar la vía de Esquerra al condicionar la situación procesal no solo de Puigdemont, sino también de decenas de cargos que esperan ser juzgados por su participación en el referéndum del 1 de octubre. Porque, en último término, esa sigue siendo la pregunta pendiente: ¿qué demonios fue el 1 de octubre? Nadie sabe responder con precisión. Por ahora, Llarena ha pasado de considerarlo rebelión a solo desobediencia."                     (Jordi Amat, El País, 13/01/23)

9/9/22

Coscubiela: Sinceramente, me produce un poco de pereza escribir de nuevo sobre el procés. Con la que está cayendo... Aún se mantienen en sectores independentistas ciertas dosis de ficción, astucia y autoengaño que se repiten litúrgicamente... La batalla por la hegemonía nacionalista entre ERC y los neoconvergentes ha sido la gran fuerza propulsora del procés y al mismo tiempo, la principal causa de su descarrilamiento en otoño del 2017... para la dirección política el procés siempre fue el terreno de juego de una batalla más prosaica, por mantener o conseguir el control del poder autonómico... Del procés quedan también sus graves efectos colaterales. En primer lugar, un importante deterioro de la calidad de la democracia en Catalunya y España. Las ideas iliberales y los procedimientos antidemocráticos que sustentaban las leyes de desconexión continúan arraigadas en sectores del independentismo... el conflicto “catalán” fue en buena parte expresión de una lógica más global... la de las las crecientes tendencias hacia democracias iliberales... Lo hemos visto en EEUU con Trump y ahora en Europa tenemos buenas muestras de ello. El conflicto catalán lo anticipó

 "Sinceramente, me produce un poco de pereza escribir de nuevo sobre el procés. Con la que está cayendo, mis preocupaciones -creo que las de la mayoría de la ciudadanía- están más centradas en cómo hacer frente a un futuro incierto, con la mirada puesta en Europa y las consecuencias de todo tipo de la invasión rusa de Ucrania. 

Con ello no quiero decir que los hechos del 6 y 7 de septiembre del 2017 y los acontecimientos posteriores pertenezcan solo al pasado. Sus consecuencias continúan muy presentes. Por eso tiene sentido que hablemos de ello, pero no para pasar cuentas del pasado, sino para intentar pasar página en positivo hacia el futuro.

Los cinco años transcurridos desde aquel Pleno y los diez desde la manifestación del 11 de septiembre del 2012 ofrecen suficiente distancia temporal para analizar las lecciones que nos ha dejado el procés. 

Para intentar que aquellas lecciones puedan convertirse en enseñanzas útiles –algo que no está garantizado- parece oportuno hacernos dos preguntas: ¿qué queda del procés? y ¿qué nos anunció y anticipó?

Queda –no lo olvidemos- un conflicto abierto, sin resolver, y de momento sin cauces para su canalización democrática. Los indultos y la apuesta por el diálogo del Gobierno español y de una parte del independentismo han contribuido a destensar el clima social, pero el conflicto continúa enquistado. Lo explique aquí.

Aún se mantienen en sectores independentistas ciertas dosis de ficción, astucia y autoengaño que se repiten litúrgicamente -lo he ido explicando en diferentes artículos, aquí y aquí. Pero lo más significativo que queda del procés es lo que desde el principio ha sido su principal motor, la pugna insomne en el seno del independentismo.  

La batalla por la hegemonía nacionalista entre ERC y los neoconvergentes ha sido la gran fuerza propulsora del procés y al mismo tiempo, la principal causa de su descarrilamiento en otoño del 2017. Las diferentes oportunidades y momentos que hubo para parar máquinas y tomar aire fueron desbaratadas por el perverso juego del gallina entre los partidos independentistas.

Si bien entre las bases del movimiento la independencia se vivió legítimamente y de forma entusiasta como una utopía alcanzable –a corto plazo y de manera unilateral-, para su dirección política siempre fue el terreno de juego de una batalla más prosaica, por mantener o conseguir el control del poder autonómico. 

El descarado y descarnado conflicto entre Junts y ERC en relación a la mesa de diálogo y ahora ante la manifestación del 11 de septiembre no es más que el aggiornamiento de una lógica que comenzó hace diez años, aunque tiene raíces muy profundas en nuestra historia. 

Del procés quedan también sus graves efectos colaterales. En primer lugar, un importante deterioro de la calidad de la democracia en Catalunya y España. Las ideas iliberales y los procedimientos antidemocráticos que sustentaban las leyes de desconexión continúan arraigadas en sectores del independentismo. Algunas de las respuestas del Estado han producido una degradación de la democracia española. Los excesos policiales del 1 de octubre mostraron un Gobierno desbordado, sin capacidad de control de sus fuerzas de seguridad. La reacción de la cúpula del poder judicial que se autoimpuso, en un exceso de celo, la misión de salvar al Estado, han deteriorado su credibilidad y complicado, aún hoy, la salida del conflicto.

Y, sobre todo, las actuaciones mafiosas de las cloacas policiales, toleradas cuando no organizadas desde el poder político, con la connivencia de algunos medios de comunicación. En este apartado del deterioro democrático cabe apuntar el nefasto papel jugado por algunos medios de comunicación. El procés no es ni la causa ni el detonante de un problema mucho más profundo provocado por la doble crisis, de mediación y de negocio, que sufre el mundo de la comunicación, pero sí ha sido un terreno propicio para la degradación de la función social de los medios. Una buena parte de la crispación social ha sido provocada por las burbujas cognitivas respectivas, alimentadas por la división mediática Ítaca y su homónima, la Brunete. Lo destaco porque es otro de los daños colaterales del procés que continúa entre nosotros.

Catalunya, en estos cinco años, ha retrocedido en términos económicos y de cohesión social, también de autogobierno. Afortunadamente, la fortaleza y resiliencia de su tejido económico y de su asociacionismo cívico y social han evitado males mayores y permite ser optimistas de cara al futuro. A condición, claro, de que se acabe con el grave deterioro institucional que provoca la pugna insomne en el seno del independentismo y las dificultades para construir una alternativa. 

Otro efecto indeseado es la radicalización simultanea de unos nacionalismos, centrales y periféricos, que se retroalimentan mutuamente. En Catalunya se expresa en una deriva cada vez más excluyente, incluso xenófoba, de sectores minoritarios pero significativos del independentismo. En España, el procés ha servido de catarsis, aunque no ha sido el único factor, para un reforzamiento de la ideología y las propuestas de la extrema derecha, en sintonía con su crecimiento en toda Europa, ahora ya sin excepciones. 

Hace cinco años, al calor de la fase álgida del conflicto, me preguntaba si el procés era un fenómeno singular o una variante local de una crisis más global. En el libro “Empantanados” intente ofrecer una respuesta en la que apuntaba que hay un poco de todo. 

Con la mirada que nos ofrece el paso de los años hoy podemos afirmar que el conflicto “catalán” fue en buena parte expresión de una lógica más global. Al mismo tiempo que anunciaba tendencias que ya estaban en marcha y que hoy son mucho más evidentes. 

Quizás la más grave sean las crecientes tendencias hacia democracias iliberales, como si este oxímoron fuera posible. Ante la crisis del dogma teológico del indisoluble matrimonio canónico entre economía de mercado y democracia, las tentaciones de apostar por un libre mercado sin democracia -otro oxímoron- son cada vez mayores.

La reacción social ante los excesos de un modelo de globalización sin reglas ni derechos ha adoptado en muchos países formas de nacionalismo exacerbado. Lo hemos visto en EEUU con Trump y ahora en Europa tenemos buenas muestras de ello. El conflicto catalán lo anticipó.

Con la evidente contradicción de que, cuando más evidente es la interdependencia global de todo tipo, más reacciones autárquicas y unilateralistas se producen en el seno de los estados. Hoy, ante la crisis energética aún hay quien habla de soberanía energética nacional o incluso catalana. Este es uno de los espejismos de la propuesta independentista, un concepto de soberanía, propio de los siglos XIX y XX, que está desapareciendo. Lo que no excluye que, como sucede con el nacionalismo ruso, lo haga de manera violenta, una manera de morir matando.  

Termino estos apuntes como comencé, con otra confesión. Mirando hacia el futuro no soy capaz de imaginar una solución sistémica al conflicto en el marco en el que está planteado, el del Estado español. No solo porque las propuestas jurídicas, que existen en el papel, no parecen viables políticamente y menos a corto plazo -que es el de la política. Sobre todo porque igual la solución a este conflicto que se da en muchas latitudes, el de hacer compatible globalización e interdependencia con identidades nacionales propias de los tiempos del estado nación, requiera espacios más amplios. 

Por eso sugiero que dediquemos nuestros esfuerzos a intentar que la Unión Europea salga reforzada de estas crisis y se configure como una alternativa a proyectos que combinan el nacionalismo de los imperios con formas de gobierno no democráticas o de democracia devaluada.  

Mientras tanto, en Catalunya y España, lo más sensato es apostar por que el empantanamiento no se convierta en enquistamiento y este acabe generando gangrena social. Quizás convendría recordar que cuando los conflictos no tienen solución, lo que toca es pactar el desacuerdo."               ( Joan Coscubiela , eldiario.es, 07/09/22)

22/6/22

Miquel Molina, director adjunto de La Vanguardia: “Cuando se van miles de empresas esto tiene un efecto... La burguesía catalana ha perdido fuelle”

 "El periodista Miquel Molina afirma en ests entrevista con e-notícies que “la burguesía catalana ha ido perdiendo fuelle” en parte debido al proceso porque “cuando se van miles de empresas esto tiene que tener un efecto”.

Molina (Barcelona, 1963), director adjunto de La Vanguardia, presenta en la citada entrevista su libro “Proyecto Barcelona. Ideas para impedir la decadencia” (Libros de Vanguardia, 199 páginas, 13,5 euros) en el que se preguntaba si la capital catalana es “una ciudad decadente”.

 En su opinión, “no se puede negar que hubo un efecto claro: si se van las principales empresas se van también sus directivos, servicios auxiliares y ello produce una merma”. “Hay menos dinero para patrocinios y para inversiones”, añade.

El autor insiste más adelante que “la tradicional buguesia catalana ha perdido fuelle y ya no es aquella burguesía que invierte en grandes proyectos”. La obra es posterior a otra que publicó en el 2018, “Alerta Barcelona.  Adiós a la ciudad complaciente”. También ha cultivado el libro periodístico y dos novelas: “Una flor del mal” (2014) y “La sonámbula” (2018)."       
          (e-notícies, 15/06/22)

11/2/22

El mundo ya no nos mira... cunde la desilusión en el Diplocat por el poco caso que nos hace a los catalanes la comunidad internacional en las redes sociales, en las que en 2021 se perdió un 40% de referencias a nuestras cosas con respecto al año anterior... desde que se vio que el prusés ya no daba más de sí, que se indultaba a sus principales amotinados y que el Barça recuperaba su legendaria tradición de no dar pie con bola, se empezaron a olvidar de nosotros y a buscar otros temas de conversación

 "Cunde la desilusión en el Diplocat por el poco caso que nos hace a los catalanes la comunidad internacional en las redes sociales, en las que en 2021 se perdió un 40% de referencias a nuestras cosas con respecto al año anterior. Lo han descubierto gracias a un rastreo realizado por la empresa Nethodology, que se dedica a hurgar en Twitter y demás gallineros virtuales internacionales siguiendo las instrucciones de quien la contrata.

Así se ha descubierto que el mundo ya no nos mira, o que nos mira mucho menos que antes: las menciones a Cataluña en 2020 fueron 793.000, mientras que en 2021 se redujeron a 477.000, alcanzando un pico de interés en el mes de febrero, cuando las protestas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél.

Mi teoría es que la comunidad internacional online, al igual que el presidente Sánchez, nos ha tomado la medida, ha visto de lo que somos capaces (y, sobre todo, de lo que no) y se ha puesto a buscar un tema más interesante de conversación (y con esto no estoy diciendo que haya que volver a quemar contenedores y a quemar Barcelona, lo digo por si hay alguien de Arran que me está leyendo por error). Dicha comunidad, por otra parte, no se diferencia mucho de cualquier turba y atiende especialmente al sang i fetge.

Mientras planteábamos un órdago al Estado (cochambroso, pero órdago), se nos prestaba más atención. Y cuando el Barça funcionaba de maravilla, pues también. Pero desde que se vio que el prusés ya no daba más de sí, que se indultaba a sus principales amotinados y que el Barça recuperaba su legendaria tradición de no dar pie con bola, se empezaron a olvidar de nosotros y a buscar otros temas de conversación.

Realmente, ¿qué clase de polémica internacional se puede obtener con numeritos ridículos como el de Laura Borràs con lo del escaño del cupaire Juvillà? Ese es un tema minoritario, de arte y ensayo, de (escaso) interés exclusivamente local y solo para obsesos y cansinos del tema.

Lamentablemente, no tenemos muchos más asuntos susceptibles de interesar a los anónimos internautas globales: unos juegos olímpicos de invierno que no parecen afectar mucho ni a quienes se postulan a albergarlos, una capital en decadencia que cada día está más sucia y que huye como de la peste de cualquier proyecto que pueda otorgarle alguna relevancia (solo el Gobierno estadounidense se ha acordado recientemente de Barcelona, pero ha sido para desaconsejar la visita a sus conciudadanos)... Hemos pasado de moda en Twitter, donde nos habíamos instalado temporalmente con los peores motivos, y a falta de novedades positivas, Twitter se desinteresa de lo que nos pase o nos pueda pasar (si es que nos pasa algo, cosa que dudo).

Supongo que al Diplocat le gusta que se hable de Cataluña en las redes sociales, pero no vamos a arrasar en ellas pasando del Hermitage o haciendo como que desobedecemos al Gobierno central. Y estamos mal de gente para fer bollir l'olla en el extranjero de la manera que le gustaría al Diplocat: los indultados cada día pintan menos y, encima, se ven vilipendiados por sus antiguos hooligans; el frente exterior se reduce a un señor con una fregona en la cabeza que no da un palo al agua, secundado por unos desustanciados cuyas principales iniciativas se reducen a ponerse a hablar en catalán en el Parlamento Europeo y a afearle la conducta a Hermann Tertsch por dirigirse a la cámara desde un ruidoso restaurante bruselense.

En paralelo al desinterés internacional, cunde en la prensa catalana subvencionada la publicación de artículos de corte derrotista a cargo de gente que, hasta hace poco, veía la independencia al alcance de la mano y ahora, frustrada, la emprende contra los políticos a los que votó de manera entusiasta.

Ya nadie cree en la inminencia de la independencia o, si me apuran, en la independencia misma. Todo se reduce a un paripé enfocado únicamente a chinchar, a un aparentar que se sigue en la brecha, pero sin jugarse nada en la supuesta lucha de liberación nacional.

Como decía ayer Joaquim Coll, el prusés está muerto y enterrado, convertido en un espantajo que no da ningún miedo (vean cómo Sánchez va retrasando la mesa de supuesto diálogo ad calendas graecas): puede que el Cid ganara batallas después de muerto y que los moros huyeran despavoridos al ver su cadáver apalancado en la silla de su caballo (o eso aparentaba Charlton Heston en la célebre biopic producida por Samuel Bronston), pero el prusés no llega a ser ni El muerto vivo de Peret. Ante el desinterés general por nuestras cosillas que acaba de observar el Diplocat, solo me viene a la mente el título de una película de Agustín Díaz Yanes: Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto."                (Ramón de España, Crónica global, 10/02/22)