16/4/24

La lista de ERC solventa sus posibles carencias con la misma metodología. El referéndum... En 2010 era posible un referéndum... Se trata de un referéndum muerto, que se exhibe ahora, en campaña, en modo “Catalans!”, esas exclamaciones patrióticas que se dicen, en todo el mundo, cuando no hay nada que decir (Guillem Martínez)

 "(...) 4- La legislatura de ERC –ojo: la primera legislatura ERC desde los años treinta del XX– no ha sido muy lucida. Ha habido serios problemas en consellerías como Interior, Sanitat o Educació, que se han solucionado únicamente con el paso del tiempo. Es decir, del hartazgo, del olvido. La metáfora de este govern poco operativo del siglo XXI ha sido la dificultad para luchar contra un problema medieval: la sequía. Esta sequía de tres años de duración –Catalunya es el polo con menos lluvias de la península, se dice rápido– está siendo dramática y tendrá consecuencias, incluso políticas. La razón: la sequía parece ser una Historia de Catalunya portátil. A saber: Catalunya ha ido tirando con las obras estructurales que el tripartit hizo ante una sequía –entonces muy dramática, si bien solo duró 19 meses–, y que fueron detenidas, suspendidas, aplazadas, tras la llegada de Artur Mas al govern. Y la de Puigdemont. Y la de Torra. Cuando todas las políticas posibles fueron reducidas a ninguna / TINA. (...)

9- En esta ocasión, la lista de ERC solventa sus posibles carencias con la misma metodología. Donde el muerto es sustituido por otro. El referéndum.

10- Referéndum, pequeña historia. En 2010 era posible un referéndum. Tras la sentencia del TC sobre el Estatut, un proceso de consultas más o menos populares por todo el territorio, y cierta cohesión social –algo que ya no existe, tras más de diez años sometiendo a la sociedad al abuso de la propaganda–, hubiera sido posible una victoria del sí. La idea fue una Iniciativa Legislativa Popular (ILP), según la cual se hubiera podido convocar un referéndum constitucional, a partir de la Llei de Consultes Populars per via de referéndum –aprobada por el tripartit, cuando el tripartit–, para solicitar a la ciudadanía su parecer para una reforma constitucional, que permitiera crear un Estado indepe. Obviamente, esa reforma nunca se hubiera hecho. Pero la unidad del Estado hubiera sufrido un serio varapalo, y la posibilidad de independencia hubiera sido probable.

 O, al menos, más probable que en cualquier momento posterior. Ni el Govern Mas, ni ERC, permitieron que esa propuesta iniciara trámite parlamentario. Mas/ERC solo se animaron a anunciar referéndums cuando esa posibilidad ya era impracticable, por sentencias del TC. Es entonces, cuando con la garantía explícita de que ese referéndum no se hará de forma legal, se inicia la fiebre referéndum, en 2014, en 2017. Y, con menor intensidad, y solo para muchos menos usuarios y por muchos menos días –una precampaña y una campaña–, ahora. Se trata de un referéndum muerto, que se exhibe ahora, en campaña, en modo “Catalans!”, esas exclamaciones patrióticas que se dicen, en todo el mundo, cuando no hay nada que decir.

 11- El referéndum es el cadáver de aquella primera campaña sin nada que decir, transportado al siglo XXI. Vamos, que debe de cantar la Traviata. La primera vez fue la práctica de algo extendido en la política, que hablaba del mundo, de su época: la mentira. Hoy es la práctica de algo extendido en la política, que habla del mundo, de su época. Se trata de algo más intenso, alto, ancho y largo que la mentira, tanto que, como la magia en el circo, requiere de la complicidad del espectador: la falsedad.

12- Detrás del cadáver de esta emisión están las siglas TINA. Poco más."          (Guillem Martínez   , CTXT, 6/04/2024)

En la Cataluña del ‘postprocés’ y sin presupuestos, en la que la pobreza crece pero mengua el número de beneficiarios de la Renta Garantizada de Ciudadanía, lo único que sigue su camino sin pestañear es el Hard-Rock y su macrocasino... las 104 hectáreas del Hard Rock, que la Caixa compró a 30 euros el metro cuadrado en régimen de expropiación forzosa y ahora se prevé que sean adquiridas por la Generalitat por 115 euros el metro cuadrado

 "La ruleta ha acabado con los presupuestos para 2024. Y ese es un mal dato en un país que viene del agitado decenio del procés y en el que las políticas sociales han tenido un carácter meramente retórico, pues el soberanismo hegemónico las ha limitado a alimentar el mantra populista de que la independencia acabaría a con todos los males.

Lo cierto es que la pobreza crece mientras en la campaña electoral hay quienes siguen agitando el reclamo de esa Arcadia tan feliz como inalcanzable. En Cataluña, según la estadística de la propia Generalitat (Idescat), el 8,9% de la población se halla en situación de pobreza social y material severa lo que supone 80.000 personas más que en 2022. En Cataluña hay más de 700.000 pobres, según datos de 2023.

Y pese a esas cifras, entre enero del año pasado hasta febrero de 2024 el número de personas beneficiarias de la Renta Garantizada de Ciudadanía (RGC) –tanto íntegra como complementaria– ha menguado: ha pasado de 165.371 a 157.520. Es decir, la Generalitat apenas da cobertura al 20% de la población que según ella misma está en situación de pobreza severa.

Por añadidura, el accidentado fin de legislatura ha dado al traste con la modificación de la ley que regula la citada renta, reforma en teoría apoyada por toda la izquierda y que en la práctica se dilata en el tiempo una y otra vez. El embrollo de convocar elecciones anticipadas y estar sin presupuestos tiene consecuencias. Y, más allá del cálculo político, para la ciudadanía resulta incomprensible. Los agentes sociales, que ya expresaron su perplejidad ante la no aprobación de las cuentas de la Generalitat, ahora ven como se esfuman 800 millones de euros en sanidad, como se posterga la rebaja de las tasas universitarias o como quedan en el cajón de los buenos propósitos los 1.700 pisos sociales previstos en Barcelona. No es que las cuentas permitieran declarar el estado de felicidad permanente, pero no tenerlas por meros cálculos políticos es peor.

PSC y Esquerra culpan de todo ello a los comunes y recuerdan que dieron luz verde a dos presupuestos –en 2022 y 2023– en los que figuraba el desarrollo del macro-casino Hard Rock e incluso se llegaba a incluir una partida de 120 millones de euros para el polémico complejo de juego. Eso tan cierto como que el PSC quiso que Hard Rock, la ampliación del aeropuerto del Prat y la construcción de la B-40 entre Sabadell y Terrassa figuraran como condiciones sine qua non para aprobar los presupuestos. Se trata de un catálogo de macroproyectos en una Cataluña en crisis climática. Con restricciones a la vista para el consumo de agua de boca, el Hard Rock emplearía 15.000 millones de litros anuales. Eso sí, la gran piscina del complejo de Salou -de ampliarse el aeropuerto del Prat– podría albergar las aves expulsadas del delta del Llobregat y evocar de esta forma los manglares de la Florida del Hard Rock. La política de vuelo gallináceo del independentismo está contagiando gravemente a la izquierda.

No deja de ser paradójico que cierto progresismo catalán –que arquea preocupado la ceja ante lo que considera chalaneo para conseguir prestaciones sociales– aborde con suma indulgencia el negocio urbanístico con 104 hectáreas del Hard Rock, que la Caixa compró a 30 euros el metro cuadrado en régimen de expropiación forzosa y ahora se prevé que sean adquiridas por la Generalitat por 115 euros el metro cuadrado. En la Cataluña del postprocés y sin presupuestos lo único que sigue su camino sin pestañear es el macrocasino de Salou."            (Francesc Valls, El País, 14/04/24)

14/4/24

Puigdemont necesita mantener viva la ensoñación para convencer a los miles de personas que se entusiasmaron con el ‘procés’ de que aquello tuvo sentido... No digas que fue un sueño... Durante un lustro, decenas de miles de personas fueron felices mientras soñaban una utopía que dio genuino sentido a sus vidas. Y a pesar del tiempo pasado sin que haya pasado nada, probablemente prefieran seguir soñando (Jordi Amat)

 "Desde que las elecciones generales situaron de nuevo a su partido como un actor necesario de la gobernabilidad española, Carles Puigdemont ha activado un cambio estratégico que contradice la posición que había mantenido hasta el pasado julio: asume sin decirlo que el marco de su acción es el perimetrado por el ordenamiento constitucional y su horizonte ha dejado de ser la unilateralidad para retroceder a la demanda de un quimérico referéndum pactado de independencia. Esta es la parte políticamente más útil de la amnistía: la normalización de Junts para que, a efectos institucionales, pueda volver a ser una pieza del Estado autonómico como lo fue la antigua Convergència.

Otra cosa son las palabras que el expresident necesita pronunciar para lograr su cuadratura del círculo: realizar este cambio de estrategia sin ser electoralmente penalizado, llegar al lugar pactista donde está Esquerra sin que lo parezca y a la vez denunciar la claudicación de sus competidores, patrimonializar el 1 de octubre aunque vaciándolo de la operatividad que durante años prometió que tendría. La táctica para conseguirlo es explotar a su personaje y reciclar su lenguaje. Por eso la candidatura lleva su nombre y en la papeleta aparece su rostro. Por eso promete que regresará, esta vez sí, y, como dijo esta semana, solo seguirá si es restituido. El excelente autor de discursos que es Puigdemont, como puede constatarse en sus intervenciones desde septiembre, sigue utilizando la épica a través de la cual ha construido su propio mito. A través del mito carismático, reforzado en buena medida como respuesta a una persecución penal fallida, está en condiciones de convencer a los miles de personas que se entusiasmaron con el procés de que, a pesar de su derrota, a pesar de tantas energías malbaratadas, aquello tuvo sentido.

Hoy la principal virtud de su retórica es hablar como hablaba hasta ahora para tratar de mantener vivo ese sueño. En la sentencia del juicio a los líderes independentistas, Manuel Marchena utilizó el concepto de “ensoñación” para definir el procés. O era eso o fue un “artificio engañoso”. Fuera una cosa o fuera la otra, en los dos casos su objetivo era tensar la institucionalidad y movilizar a la ciudadanía con el propósito último de forzar una negociación con el Gobierno central. Es probable que el juez del Tribunal Supremo acertase en esta descripción de lo ocurrido y también al afirmar que entonces “el Estado mantuvo en todo momento el control de la fuerza, militar, policial, jurisdiccional e incluso social”. Pero si eso fue así, ¿por qué tanta gente quiso vivir y parece que quiere durmiendo en ese sueño? Hoy ya no se trata de un artificio ni un engaño. O, mejor dicho, ya nadie va a llevarse a engaño. Ni entre los miembros de su candidatura ni entre la gran mayoría de su electorado. Es otra cosa.

Durante un lustro, decenas de miles de personas fueron felices mientras soñaban una utopía que dio genuino sentido a sus vidas. Y a pesar del tiempo pasado sin que haya pasado nada, probablemente prefieran seguir soñando. Despertar en la realidad de la Cataluña de hoy, tan gris cuando has prometido llegar a Ítaca y despiertas en una Europa que sufre la amenaza bélica, es lo que ha intentado el Gobierno de Pere Aragonés —ahora situando el modelo de financiación otra vez en el debate— y es la base del catalanismo que expuso Salvador Illa en su conferencia programática del jueves. Ni es conflictiva ni es emocionante. Es gestión y es política. Puigdemont, por el contrario, necesita mantener viva la ensoñación, como escribió Kavafis en su poema: “Sobre todo, no te engañes, no digas que fue / un sueño, ni que se confundieron tus oídos”.           (Jordi Amat, El País, 14/04/24)

8/4/24

Una persona que no está dispuesta a pasar ni un solo día en la cárcel por la causa de la independencia de Cataluña es alguien a quien yo comprendo perfectamente... Puigdemont no puede dejar de pronunciar la palabra 'independencia' que en algún momento muy temprano interiorizó... ¿Pero pasar ni que sea un único y solitario día en el talego por desfigurar España? Ni de broma. Olvídense de lo que dice y fíjense solo en lo que hace. Puigdemont actúa teniendo muy claro que solo los locos o los tontos pisarían la cárcel por la independencia de Cataluña... consigue además pactar la amnistía para aquellos que, a diferencia de él, se habían dejado pillar... una vida entera exiliado en un país de la Unión Europea en pleno siglo XXI es infinitamente mejor que un solo día en una cárcel donde sea. En el fondo Puigdemont es, como todos los pícaros... no hay signo más inequívoco de que Puigdemont ha aceptado su vulgar derrota política que su regreso a Cataluña como un vulgar cabeza de lista que se presenta a unas anodinas, felices y vulgares elecciones autonómicas (Pau Luque)

 "El posible regreso de Carles Puigdemont a Cataluña difícilmente elevará su figura política. Como mito de Cataluña, Puigdemont ocupa un lugar muy discreto. Compararlo con Lluís Companys o con Jordi Pujol sería, por razones de distinta naturaleza, un ejercicio hiriente para Puigdemont. Comparémoslo, pues, con el último presidente de la Generalitat que regresó tras años de exilio. Josep Tarradellas poseía la fuerza moral de ser perseguido por una dictadura. Fuerza que quedó acreditada al ser su regreso a Cataluña parte de un pacto de Estado que refundaba democráticamente un país. Puigdemont llegará, si llega, a Cataluña como consecuencia de una carambola electoral que obligó a Sánchez a perfeccionar, más aún si cabe, su arte de hacer lo correcto por las razones incorrectas.

Al regreso de Tarradellas lo amparaba un relato forjado a la luz de las mejores virtudes políticas, como Jordi Pujol reconoce, con sorpresa retrospectiva, en sus Memòries. Al de Puigdemont no lo ampara ninguna narración que no sea tan, pero tan, de parte que a su lado el himno de tu equipo favorito de futbol se convierte en un canto a la equidistancia.

A Puigdemont lo votarán desde luego centenares de miles de personas pero, a estas alturas, su figura encarna, si acaso, a unos pocos centenares de personas que tiran de su propio cabello para salir del pozo emocional al que cayeron en 2017. Tarradellas, en cambio, encarnaba la suerte institucional de una cultura y una lengua sometidas al yugo de más de treinta años de fascismo.

Tarradellas, en fin, tenía voz moral. Puigdemont, tiene tuiter.

Ya paro. La comparación es insoportable, más aun si tenemos en cuenta que Tarradellas adquirió categoría de mito más por un deus ex machina que por su trayectoria política. Y, sin embargo, es porque Puigdemont palidece ante Tarradellas que hay que celebrar su eventual retorno.

 Y es que una persona que no está dispuesta a pasar ni un solo día en la cárcel por la causa de la independencia de Cataluña es alguien a quien yo comprendo perfectamente. Su retórica es ambigua, desde luego. Y no dejará de serlo. Su obsesión por el poder, así como su desprecio por la autoridad moral, hacen imposible que no hable como si quisiera destruir España. Pero del mismo modo que —como decía aquel refrán sefardí— no por decir “fuego” arde la boca, tampoco por decir “independencia” se rompe España. 

Puigdemont no puede dejar de pronunciar esa palabra que en algún momento muy temprano interiorizó y que ya no dejó de conjurar en él, así como en muchos otros, algún tipo de bienestar personal al que no está dispuesto a renunciar. ¿Pero pasar ni que sea un único y solitario día en el talego por desfigurar España? Ni de broma. Olvídense de lo que dice y fíjense solo en lo que hace. Puigdemont actúa teniendo muy claro que solo los locos o los tontos pisarían la cárcel por la independencia de Cataluña. Y ahora, en un episodio más de su magistral picardía disfrazada de alta política, Puigdemont consigue además pactar la amnistía para aquellos que, a diferencia de él, se habían dejado pillar.

Pero si digo que comprendo a quien cree que la independencia de Cataluña vale exactamente un total de cero días de cárcel es porque yo pienso lo mismo de la unidad de España: vale cero días de cárcel. Es una suerte de pacto implícito de no agresión, el que Puigdemont establece con gente como yo. Un pacto, por lo demás, del todo ininteligible fuera del manicomio en que se ha convertido la Cataluña política de las últimas décadas. Y un pacto que otros compañeros de generación, sin ir más lejos Oriol Junqueras, han rechazado porque sí asumieron que valía la pena ir a la cárcel por intentar resquebrajar España.

Cierto es que Puigdemont ha estado refugiado en Bélgica casi siete años. Pero no deduciría yo de semejante circunstancia que él piense que la independencia de Cataluña sí vale siete años de exilio. Lo único que inferiría es, en el fondo, una obviedad: una vida entera exiliado en un país de la Unión Europea en pleno siglo XXI es infinitamente mejor que un solo día en una cárcel donde sea. En el fondo Puigdemont es, como todos los pícaros, una persona sensata y de orden. Y la prueba definitiva es que, tras declarar la independencia de Cataluña y tras jurar haber destruido la unidad de España, Puigdemont se volvió de nuevo políticamente relevante en Cataluña al contribuir a la formación y estabilidad de un Gobierno…español.

Y es que si no fuera por lo acomplejados que por fortuna nos sentimos los españoles, más aún los catalanes que no somos independentistas, deberíamos concluir una cosa que de tan trivial se nos olvida, a saber, que no hay signo más inequívoco de que Puigdemont ha aceptado su vulgar derrota política que su regreso a Cataluña como un vulgar cabeza de lista que se presenta a unas anodinas, felices y vulgares elecciones autonómicas."         (Pau Luque Sánchez, El País, 07/04/24)

5/4/24

El PP catalán dice que para investir a Illa deberá romper todos los acuerdos con los independentistas... y Feijóo dice que gobernará con los independentistas si se reconcilian con la ley... y dicen que no hay contradicción en estos dos mensajes... En realidad, Feijóo sólo les pide que bajen el tono. Intenta atraer al electorado convergente para el 12 de mayo y envía un mensaje al PNV. Busca la quiebra de la mayoría que invistió a Sánchez

 "Alejandro Fernández dice que para investir a Illa «debería romper todos los acuerdos con los separatistas».

 El candidato del PPC a las elecciones catalanas, Alejandro Fernández, ha asegurado que los socialistas «tendrían que romper todos los acuerdos con los separatismos», en Madrid y en Cataluña, si el PSC quisiera los votos de los populares para investir a Salvador Illa después del 12 -M. En una entrevista en Antena 3, Fernández ha avisado de que «no darán alegremente la clave» del Gobierno a nadie y que, si tienen influencia, «significará el fin del proceso».

Por otra parte, después de que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, haya defendido que si se dan determinadas condiciones podrían «establecer conversaciones con Junts», Alejandro Fernández ha respondido que «hoy no se dan estas condiciones y temo que no se darán». El candidato del PPC ha añadido que no ve «incoherencia» entre su mensaje y el de Feijóo. «La sintonía entre Feijóo y servidor sobre qué hacer en Cataluña es absoluta», ha concluido. (...)"   (elTriangle, 01/05/24)


Enric Juliana Ricart  @EnricJuliana

Núñez Feijóo reitera que está dispuesto a hablar con Junts. Con condiciones, faltaría más. En realidad sólo les pide que bajen el tono. Intenta atraer al electorado convergente para el 12 de mayo y envía un mensaje al PNV. Busca la quiebra de la mayoría que invistió a Sánchez.

11:09 a. m. · 1 abr. 2024 22,3 mil Reproducciones

27/3/24

El regreso al agravio imaginario... en la gestión y desarrollo del procés, el argumento del agravio económico desempeñó un papel crucial en la movilización popular a favor de los postulados secesionistas... el agravio económico sigue disfrutando de un cierto predicamento mediático y ha calado en muchos sectores que lo compran acríticamente porque no hay nada mejor que pensar que no recibimos lo que nos meremos. Además, la comparativa con Madrid es persistente, particularmente en inversiones, y cualquier noticia sirve para validar la tesis general del maltrato. Por eso ERC, en un momento de cansancio del independentismo, ha vuelto a los orígenes, a enarbolar el relato del expolio con el que Oriol Junqueras irrumpió y triunfó en la escena política hace más de una década... La propuesta de una financiación singular para Cataluña, a modo de cupo vasco, pretendidamente constitucional, recupera la argumentación del maltrato con base en las balanzas fiscales que elabora cada año la Generalitat... nadie sensato se dedica a cultivar el agravio que, inevitablemente, aparece cuando se territorializa el gasto público... Solo los dirigentes de las regiones ricas, también en Alemania o Canadá, esgrimen el déficit fiscal con métodos de cálculo parciales para utilizarlo en el debate político doméstico. En el caso español, Cataluña contribuye aproximadamente en proporción a su PIB y recibe en función del peso de su población. Es un criterio razonable y justo, como ya argumentó en su día Pasqual Maragall (Joaquim Coll)

 "Como sabemos, en la gestión y desarrollo del procés, el argumento del agravio económico desempeñó un papel crucial en la movilización popular a favor de los postulados secesionistas, pues logró penetrar en sectores sociales (castellanohablantes) muy alejados del identitarismo nacionalista. Los propios líderes soberanistas lo reconocieron abiertamente.

En aquellos años, la tesis del expolio fue de la mano del relato historicista sobre el 1714 y de la grosera descalificación al Tribunal Constitucional por la sentencia “contra” el Estatuto. Entre 2012 y 2017, el tríptico formado por historia, política y economía justificó el salto al vacío de la secesión unilateral.

Tras el estrepitoso fracaso del procés, de los tres argumentos citados, el único que hoy todavía tiene alguna posibilidad de generar impacto electoral es el fiscal. El histórico, la guerra de sucesión del siglo XVIII, es complejo y de difícil paralelismo, y a lo sumo se rescata por la Diada; y el político, la batalla del Estatuto de principios de este siglo, solo es para los muy iniciados en la cuestión catalana. En cambio, el agravio económico sigue disfrutando de un cierto predicamento mediático y ha calado en muchos sectores que lo compran acríticamente porque no hay nada mejor que pensar que no recibimos lo que nos meremos. Además, la comparativa con Madrid es persistente, particularmente en inversiones, y cualquier noticia sirve para validar la tesis general del maltrato.

Por eso ERC, en un momento de cansancio del independentismo, ha vuelto a los orígenes, a enarbolar el relato del expolio con el que Oriol Junqueras irrumpió y triunfó en la escena política hace más de una década. Con sus tesis maximalistas llevó al límite de sus contradicciones a los votantes de CiU, beneficiándose de un terreno abonado desde los tiempos de Jordi Pujol y que Artur Mas ratificó con su apuesta por el pacto fiscal. No podemos olvidar que uno de los argumentos esgrimidos en 2014 por el Consell Assessor per a la Transició Nacional para ejercer la autodeterminación fue poner fin a la “situación injusta del agravio económico” (la llamada secesión remedial).

Una década más tarde, la promesa de la independencia ha fracasado, y en ERC han decidido que la mejor opción para la movilización electoral es regresar a los cuarteles de invierno. La propuesta de una financiación singular para Cataluña, a modo de cupo vasco, pretendidamente constitucional, recupera la argumentación del maltrato con base en las balanzas fiscales que elabora cada año la Generalitat, según las cuales sufrimos un déficit persistente, que dura más de 35 años, del 8% del PIB, y que en 2021 se ha disparado al 9,6%, lo que representa unos 22.000 millones de euros anuales (“que se’n van i no tornen”, estribillo que les gusta mucho repetir).

En las balanzas fiscales casi todo es mentira. Son un ejercicio académico que ningún Gobierno central en el mundo hace, pues nadie sensato se dedica a cultivar el agravio que, inevitablemente, aparece cuando se territorializa el gasto público. ¿Por qué no calculamos las balanzas fiscales dentro de Cataluña? Solo los dirigentes de las regiones ricas, también en Alemania o Canadá, esgrimen el déficit fiscal con métodos de cálculo parciales para utilizarlo en el debate político doméstico. En el caso español, la realidad de los hechos es que, como en más de una ocasión ha reconocido públicamente el exconsejero Andreu Mas-Colell, Cataluña contribuye aproximadamente en proporción a su PIB y recibe en función del peso de su población. Es un criterio razonable y justo, como ya argumentó en su día Pasqual Maragall 

No hay pues sangría fiscal, contrariamente a lo que sostienen Junqueras y Pere Aragonès. Lo único anormal en España no es que el agregado de las rentas de los ciudadanos de las comunidades ricas (Madrid, Cataluña o Baleares) contribuya más a la hucha común, sino que el País Vasco y Navarra no lo hagan en igual proporción gracias a un sistema de cupo insolidario, que ha sido la moneda de cambio con el que tanto PP como PSOE han premiado al PNV. Para nuestra desgracia, la excepcionalidad foral es el espejo en el que hoy se mira el fracasado independentismo catalán, y que sostiene el cansino recurso al agravio imaginario."                 (

26/3/24

Puigdemont, fundamentalmente, anuncia su candidatura a las elecciones. Por tercera vez en su biografía... es, básicamente, una repetición... diferencia esta repetición de las anteriores la restitució, ese carlismo... Puigdemont, hoy, tan solo aspira a restituirse a sí mismo. Un indicativo de que va por libre... ¿Eso significa que Puigdemont volverá? No está claro. La ocasión para volver ya pasó. Fue en 2017. Y lo que no sucede a tiempo, se pudre... Pugidemont anunció, fundamentalmente, la identidad indepe. Lo que, ojo, es una llenapistas. La identidad indepe –sin programa, ni ganas, de indepe– es lo que une al procesismo, esa cosa inexportable e incomprensible, que entronca con un robusto torrente de votantes que procede del postpujolismo, y que prefiere ser –indepe– que estar –indepe–. Puigdemont ofrece, como ERC, una lista para la identidad indepe. Lo que, a su vez, también es una repetición (Guillem Martínez)

 "1- El discurso de Puigdemont, anunciando su candidatura a las elecciones autonómicas del 12M es, básicamente, una repetición. Pero, en tanto que repetición, está matizada por un hecho importante que la singulariza: el contexto. No es lo mismo prometer algo en 2017, que prometerlo en 2021, que prometerlo en 2024. O, como dijo el gran poeta catalán Jaime Gil de Biedma, uno no se mete dos veces en el mismo lío. ¿En qué lío se mete Puigdemont al repetir en 2024 lo ya señalado en 2017 y 2021? ¿Es diferente de los líos anteriores? El presente artículo intentará satisfacer esos interrogantes, analizando ese discurso, sus repeticiones, sus matices. Su significado. 

2- Puigdemont, fundamentalmente, anuncia su candidatura a las elecciones. Por tercera vez en su biografía. Su programa, su propuesta, su casi todo –es importante la partícula casi, que diferencia esta repetición de las anteriores– es la restitució –ese carlismo–, si bien en esta ocasión ya no se quiere restituir la Generalitat o el Govern, sino tan sólo la Presidència. Importante matiz: Puigdemont, hoy, tan solo aspira a restituirse a sí mismo. Un indicativo de que va por libre. Puigdemont observó, se diría, la candidatura de Xavier Trias al Ajuntament de BCN, en la que Trias se presentó como un fenómeno individual, fuera del campo semántico Junts. Indepe, pero no tanto, autonomista, pero no tanto, usuario de la derecha y abierto, pero no tanto. En BCN funcionó –muy velozmente, ojo– ese primer intento oficial de resignificar Junts hacia la derecha, y olvidar el rollo woke y la estética de pop-cristiano utilizada –y agotada, diría– durante una décadaTambién gustó de Trias, más aún, ese primer intento serio de reconvertir, ya de manera explícita, lo indepe en el nuevo autonomismo, que posibilitó que el abuelito, el padre y el hijo de centro-muy-derecha –tres estados de ánimo indepe, que podrían haberse organizado en tres listas– votaran, nuevamente, lo mismo. Importante: ese “lo mismo” emitió un estado de ánimo sobre la inmigración muy parecido al de otras extremas derechas europeas.

3- Es importante la negativa de Puigdemont a presentarse a las elecciones europeas. Supone abandonar a) la base de su sustento –algo novedoso; la historia del exilio de Puigdemont es también la historia de la búsqueda de ingresos; tras algunos experimentos, como el fallido Consell de la República, la estabilidad llegó solo con el escaño en Bruselas, hoy rechazado–. Pero también, y no menos importante, significa abandonar el b) principal asidero institucional ante una extradición –recordemos que, una vez otorgado el suplicatorio que pidió Llarena, solo gracias a su escaño Puigdemont ha conseguido la libre circulación por toda Europa, salvo, claro, en el país favorito de la Divina Providencia–. ¿Por qué lo hace entonces? ¿Para acentuar el valor de su apuesta catalana? Es posible. Pero es más probable que esa decisión responda al hecho de que, ante el delito de terrorismo –esa gracia de la AN, reída por el TS–, la casilla Parlamento Europeo ha finalizado a corto plazo. No existe ya ese refugio. El tercer acto del exilio de Puigdemont se desarrollará en Bélgica, si bien intentando el juego institucional en Catalunya –con el cargo de terrorismo sobre la chepa, tampoco será fácil–. Y tal vez sin ingresos. Este tema, o no está calculado, o no está resuelto, o es un indicio de que ya se considera que el margen de libertad de Puigdemont, tras la apuesta del TS por el pack terrorismo, se está perfilando. Veremos. 

4- ¿Eso significa que Puigdemont volverá? No está claro. La ocasión para volver ya pasó. Fue en 2017. Y lo que no sucede a tiempo, se pudre. Un amigo mío, que es fotógrafo de bodas, me explicó, en ese sentido, que las peores fotos son cuando la boda transcurre varios años después a cuando tenía sentido. Sobre la ocasión de oro para volver, en 2017: un asesor, me dicen, dibujó una campaña electoral en la que, emulando una campaña de Jean-Luc Mélenchon en Francia, Puigdemont intervendría en mítines catalanes, sin moverse de Bruselas, a través de hologramas. Como la Princesa Leia. En el mitin final, el verdadero Puigdemont aparecería justo encima de su holograma. Hubiera sido una locura. Tal vez una mayoría absoluta –entonces, el río/lío era otro–. Pero no sucedió. Sencillamente porque el procés no era, ni es, eso. Tiene otro carácter. Y, si es verdad que el carácter es el destino, Puigdemont no volverá, tampoco en esta repetición. El anuncio de su vuelta –importante: solo si hay opción de ser presi– es, más posiblemente, un intento de presión sobre ERC. Y diría que esa presión a ERC ya no es efectiva. Se ha roto, de tanto usarla.

5- Puigdemont habló del éxito –personal, incluso– de sus pactos con el PSOE. Que valoró como triunfo sobre el Estado. Lo que no es cierto, si vemos cómo las gasta el Estado en este tema. Lo que sí es cierto es que el procesismo –o intento de negociar con el Estado/Gobierno, desde el límite autonómico, a partir de la construcción de un objeto con el que negociar–, solo se ha producido en la fase exilio, con motivo de las negociaciones de la investidura de Sánchez. Puigdemont, curiosamente, mezcló esos logros del exilio –amnistía, oficialidad del catalán en el Congreso y la fugaz posibilidad de oficialidad del catalán en la UE– con otros itinerarios absolutamente y netamente autonómicos –el déficit fiscal, la baja ejecución de obra pública del Estado; y así–. Otra vez lo indepe como nuevo autonomismo. Otra vez reflejos de Trias. (...)

7- Me explicó un diputado veterano que, cuando un desconocido Puigdemont accedió, de carambola, a la Presidència de la Gene, en 2015, se presentó, en las visitas de los líderes de grupo del Parlament a su despacho, de la siguiente manera. Les enseñó una portada de El Alcázar –si usted aún no había nacido en los 80, por lo que tampoco se chutaba caballo, se lo explico: era un/el diario de la extrema derecha española del momento; muy pallá–. En esa portada aparecía Puigdemont, muy joven, con una estelada. Con esa foto antigua Pugidemont hacía dos cosas, supongo. La cosa a) era presentarse como indepe antiguo –en los 80, no había tantos indepes; de manera militante, más allá de ir por ahí cargando una bandera, un millar, me dicen–. La cosa b) era explicar una identidad, que no un programa, que no un itinerario, que no una voluntad. Un yo-soy-indepe, que no un yo-tengo-un-programa-hacia-la-indepe. Se trata de un canto a la identidad indepe, antes que a la indepe. Sí, suena raro. Denme crédito.

8- En su discurso, Pugidemont anunció, fundamentalmente, eso último. La identidad indepe. Lo que, ojo, es una llenapistas. La identidad indepe –sin programa, ni ganas, de indepe– es lo que une al procesismo, esa cosa inexportable e incomprensible, que entronca con un robusto torrente de votantes que procede del postpujolismo, y que prefiere ser –indepe– que estar –indepe–. Puigdemont ofrece, como ERC, una lista para la identidad indepe. Lo que, a su vez, también es una repetición. La mayor y más lejana.

9- Y esto es una crisis importante, nunca vista, del catalanismo. Ha muerto, ha finalizado como margen e itinerario, sin ceder ese rol a un independentismo efectivo, con un programa, con una idea efectiva de sociedad, que no existe, en tanto solo quiere querer ser, ser identidad, ser una fotografía antigua. Estas crisis de inteligencia tienen consecuencias en los países grandes. Imagínense en los pequeños. "             (Guillem Martínez , CTXT, 25/03/24)

25/3/24

Balanzas fiscales, otra vez... Si se defiende la eliminación de agravios comparativos toca replantearse los importes del cupo vasco y la aportación navarra, resolver los problemas de infrafinanciación en el régimen común y repensar el régimen especial canario... en todos los países del mundo hay regiones con balanzas fiscales positivas, que reciben más de lo que aportan, y negativas, que aportan más de lo que reciben... País Vasco, Navarra y Canarias disfrutan de un saldo fiscal sustancialmente más favorable de lo que cabría aguardar teniendo en cuenta su renta per cápita regional... si uno defiende la eliminación de agravios comparativos, converger con los países más avanzados de la Unión Europea y profundizar en la cohesión social, lo que toca son otras cosas. En particular: replantearse los importes del cupo vasco y la aportación navarra, resolver los problemas de infrafinanciación en el régimen común y repensar el régimen especial canario

 "En España llevamos 20 años hablando de forma recurrente sobre balanzas territoriales. Nos hemos convertido ya en campeones mundiales en cálculos y aportaciones metodológicas. Para que el lector no especialista comprenda mejor el alcance e interés del nuevo episodio al que parece que vamos a asistir, conviene incidir en algunas ideas.

La primera es que las balanzas fiscales son una estimación que requiere partir de hipótesis que admiten márgenes en su concreción, lo que influye en los resultados finales. No es como mirar un termómetro o calcular la cantidad de agua acumulada en un embalse. La existencia de un consenso metodológico previo es la única manera de evitar el baile y la confrontación de cifras aparentemente calculadas de forma objetiva.

Segundo, en todos los países del mundo hay regiones con balanzas fiscales positivas, que reciben más de lo que aportan, y negativas, que aportan más de lo que reciben. Exactamente igual que usted o yo no tenemos residuos fiscales nulos: dependiendo de su nivel de renta y de la demanda efectiva que hace de los servicios públicos su residuo será mayor o menor. Son las reglas del juego redistributivo de las sociedades democráticas que tanto nos ha costado construir.

Si la existencia de saldos negativos y positivos es inevitable, las preguntas relevantes son si existen agravios comparativos dentro de España y cómo nos situamos respecto a los países de nuestro entorno. La respuesta a la primera pregunta es que, en general, las estimaciones muestran que País Vasco, Navarra y Canarias disfrutan de un saldo fiscal sustancialmente más favorable de lo que cabría aguardar teniendo en cuenta su renta per cápita regional. Lo contrario ocurre en la Comunidad Valenciana y Murcia. Cataluña y la Comunidad de Madrid se sitúan muy cerca de donde cabría aguardar. Sobre la segunda cuestión, España no figura entre los países de la UE que despliegan una mayor redistribución interregional de la renta: la evidencia empírica disponible muestra que en España el efecto redistributivo interregional es muy inferior al que se constata en Dinamarca, Suecia, Países Bajos o Alemania.

Cuarta y última idea: las balanzas fiscales sí tienen que ver con el sistema de financiación autonómica. Las posiciones tan favorables de País Vasco y Navarra son, sobre todo, resultado de la aplicación del sistema foral. Y la mala posición de Murcia y la Comunidad Valenciana son explicadas en buena medida por la infrafinanciación derivada de la deficiente aplicación del sistema de régimen común.

Entiendo que una parte de las fuerzas políticas de Cataluña presione por alcanzar un status similar al de las comunidades forales. Pero si uno defiende la eliminación de agravios comparativos, converger con los países más avanzados de la Unión Europea y profundizar en la cohesión social, lo que toca son otras cosas. En particular: replantearse los importes del cupo vasco y la aportación navarra, resolver los problemas de infrafinanciación en el régimen común y repensar el régimen especial canario."

(Santiago Lago Peñas es catedrático del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo. El País, 20/03/24)

8/3/24

Barcelona impone un examen de catalán para poder ser taxista en la ciudad... un 70% de ellos son extranjeros... y pasa lo que pasa: "Los conductores pakistanís desinflan las exigencias de catalán en el taxi"

 "El nivel B2 de catalán no será necesario para llevar un taxi. Eso es lo que sostiene Paktaxi, la asociación que representa a la comunidad pakistaní del amarillo y negro. "No hay nada escrito, no hay ningún pacto", asegura un portavoz a Crónica Global.

Paktaxi esgrime que ayer por la tarde, tras reunirse con el PSC en el Parlament, la formación socialista se desmarcó de la medida. Esta versión contradice el posicionamiento avanzado hace dos semanas por Élite Taxi. Su líder, Tito Álvarez, comunicó entonces un principio de acuerdo entre PSC, ERC, Junts y CUP para exigir el B2 al volante.

 En conversación con este medio, Álvarez reconoce que la acreditación del B2 no se encuentra hoy por hoy en la ley. Pero apostilla que el texto se halla en fase de enmiendas y asegura que el examen lingüístico formará parte "sí o sí" del redactado final.

Además, circunscribe la propuesta a los nuevos conductores. Aunque Élite preferiría ir más allá y aplicar la medida de forma retroactiva, el acuerdo político solo cubriría a los nuevos titulares de licencias.

Recelos también en STAC

Actualmente, la ley autonómica del taxi exige la adquisición de dos certificados lingüísticos: uno de A2 y otro de B1. "Lo más frecuente es que la mayoría de conductores se saquen el B1 de castellano y el A2 de catalán", explica Antoni Servós, portavoz de STAC, otra entidad que expresa sus reservas sobre la obligatoriedad del B2.

Servós se muestra preocupado por la calendarización de la iniciativa y reclama que sea escalonada para no poner en jaque el servicio. STAC teme que muchos conductores no pasen el listón lingüístico, máxime en un sector donde aumentan los trabajadores extracomunitarios.

Élite defiende su iniciativa

El mismo recelo cunde en Paktaxi: "Tenemos miedo de se nos exija desde el primer día"."No estamos en contra de ningún idioma, pero nos parece que el nivel actual es suficiente", añade la organización que da voz a los profesionales pakistanís. Tras estas siglas se agrupan cerca de 4.000 personas entre conductores y propietarios de licencias.

Por su parte, Tito Álvarez defiende la medida para mejorar el servicio: "Para nosotros el taxi se está deteriorando a la velocidad de la luz y es algo que nos trasmiten los usuarios todos los días". "No tenemos miedo a tomar medidas de calado siempre que sean para reforzar la profesionalidad del servicio", resume. Solo se sabrá quién se lleva el gato al agua si finalmente se aprueban los presupuestos."               (Aleix Mercader, Crónica Global, 07/03/24)

 

 "Tener conocimientos de catalán también será un requisito obligatorio para poder trabajar de taxista en Barcelona

Los aspirantes a tener el carnet que da derecho a ejercer este oficio en la ciudad tendrán que superar una prueba tipo test en la cual se evaluará su conocimiento no sólo del castellano, sino también de la lengua autonómica. Esta evaluación, por tanto, se añade a otras como los conocimientos sobre la localidad y su área metropolitana y la normativa y tarifas del taxi.

Para superar la prueba lingüística, los candidatos tendrán que responder de forma correcta más de la mitad de las preguntas que se les formulen: como mínimo seis sobre un total de diez en cada uno de los dos exámenes (el de catalán y el de castellano). Según publica El Periódico, un 70% de los aspirantes a las plazas son extranjeros.

Examen aparte, la página web del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) -ente supramunicipal presidido por el alcalde Jaume Collboni y gobernado por el PSC, con el apoyo de ERC, Junts per Catalunya y En Comú Podem- detalla el nivel mínimo de sus "requisitos lingüísticos" para poder conducir un taxi en la ciudad.

"Requisitos lingüísticos"

En el caso concreto de los extranjeros, el AMB exige que "los aspirantes de países latinoamericanos en los que se hable español deberán acreditar que disponen el nivel A2 (MECR) o superior de catalán".

Para los "aspirantes del resto de países en los que no se hable ningún idioma oficial de Cataluña deberán acreditar que disponen de los siguientes títulos: nivel A2 (MECR) de uno de los idiomas oficiales de Cataluña y nivel B1 (MERC) del otro idioma oficial de Cataluña".

"Es decir, deberán acreditar ambos idiomas, uno de ellos con nivel B1 y el otro con nivel A2, como mínimo", enfatiza en AMB.

Las próximas pruebas para obtener el carnet de taxista se celebrarán la semana que viene, del 19 al 23 de febrero. La próxima convocatoria será dentro de un mes: el plazo para inscribirse será del 18 al 20 de marzo y los exámenes, del 22 al 26 de abril.

Élite Taxi pide a la Generalitat que exija un nivel más alto: el B2

Élite Taxi lleva meses exigiendo a la Generalitat una nueva "política lingüística" a imponer en la profesión. Después de plantearlo durante las negociaciones por la ley que regule el sector en Cataluña, el sindicato pidió este mes de febrero al Govern secesionista que exija a los taxistas que acrediten que saben catalán en un nivel intermedio para poder ejercer.

Concretamente, su propuesta de la semana pasada contempla la obligación de demostrar que el chófer cuenta con un título B2 -más alto todavía que el que plantea el AMB- porque "gran parte" de ellos "ni tan solo son capaces de entender el catalán", según informó Crónica Global.

La entidad liderada por Tito Álvarez lamenta que el Govern de ERC no haya incluido al sector en sus planes de fomento del uso del catalán. Élite Taxi difundió el pasado sábado un comunicado pidiendo que el denominado "Pacto Nacional por la Lengua" que preparan los partidos con representación en el Parlament incluyan este requisito.

En este sentido, Élite Taxi establece un paralelismo al hablar de los profesores y los sanitarios, que deberán contar con los certificados C2 y C1 respectivamente para trabajar en las escuelas públicas y consolidar sus posiciones en el Instituto Catalán de la Salud (ICS).

"Mientras tanto, el taxi, considerado de interés público, cuenta con una gran parte del sector que ni tan solo es capaz de entender el catalán, como tampoco de hablarlo", decía el comunicado.

Exigencias más altas

El nivel de certificación de lengua catalana que se requiere para obtener la credencial de taxista es el B1, un "nivel básico" según la entidad de Tito Álvarez, y que no garantiza lo que llama "derecho lingüístico" de los clientes a ser atendidos en el idioma de Pompeu Fabra. Es por ello que Élite Taxi pide subir el nivel al B2 y solicita al Govern que los Presupuestos incluyan formación en catalán para taxistas."                  (Crónica Global, 17/02/24)

5/3/24

Mientras que el mundo se une en una aparente aldea global, las fracturas nacionales asoman con una celeridad cada vez mayor. Las crisis acentúan ese furor nacionalista... El nacionalismo pasa a ser un fenómeno esencialmente excluyente. Se vuelve, en definitiva, un salvoconducto político. Basta observar cómo, a pesar de la globalización, tras la crisis de 2008 surge un auge nacionalista. Y lo hace a través de las dos vías posibles: la secesionista –como muestran el caso catalán y el escocés– y la del reforzamiento del Estado-nación, como ejemplifican países como Estados Unidos, Italia o Brasil...

 "La ignorancia es lo que envuelve el extraño manto de la nación, ese concepto etéreo, aunque no se trata de esa clase de ignorancia relativa a la estupidez. Lo que ocurre, en realidad, es que el término «nación», tan sólido como pretende, parece siempre endeble. ¿Es, acaso, imposible de definir? «Sabemos lo que es cuando no nos lo preguntáis», defendía el politólogo Walter Bagehot en el lejano año de 1887. Y su sorna era una declaración precisa acerca de la propia imprecisión del concepto. Al fin y al cabo, ¿qué es una nación sino una comunidad imaginaria y, por tanto, arbitraria?

El problema surge en su raíz: hay tantos aspectos que crean la nación que, en realidad, se podría argüir que no hay ninguno. Desde la geografía hasta la lengua o las creencias religiosas, las comunidades se han establecido a partir de elementos que, dependiendo del país, difieren de forma radical. No solo los símbolos son distintos, sino también los criterios: mientras que en la formación de la nación alemana la lengua era un eje esencial, en Francia, aunque importante, no adquiría tamaña trascendencia. Algo que, si bien aparentemente pueda resultar paradójico, es básico para la coherencia del concepto: las naciones deben diferir entre sí y, a su vez, deben tener ciertos rasgos inmutables a lo largo de la historia, tal como intentaron argumentar los filósofos alemanes decimonónicos con la idea del Volkgeist, el «espíritu del pueblo».

Ideas que, no obstante, constituyen artificios intelectuales: la nación no antecede al nacionalismo, sino al revés. Es decir, no existe como un fenómeno invariable y espontáneo surgido a través del paso de la historia: es el nacionalismo, en cuanto fenómeno histórico, el que crea las naciones y sus correspondientes Estados. El nacionalismo sí es definible con cierta sencillez, como «un principio que afirma que la unidad política y nacional debería ser congruente», en palabras del filósofo checo Ernest Gellner. Así, según explica Marc Sanjaume, profesor de Ciencias Políticas en la Universitat Pompeu Fabra, «las naciones no aparecen ex nihilo, contienen un elemento de construcción cultural sobre una base preexistente trabajada y mitificada». En el caso de España, por ejemplo, la Reconquista y sus batallas míticas «son hechos históricos que el nacionalismo se encargó de incorporar a un acervo nacional común», como defiende Sanjaume.

¿No son estos mitos, por tanto, los que en realidad forman el esqueleto de la idea donde descansa el país? Es una impresión que también señala el adagio del viejo historiador Ernest Renan: «Interpretar mal la historia forma parte de ser una nación». Y así es: los símbolos, tradiciones y relatos históricos son, en gran medida, «tradiciones inventadas», en palabras del historiador británico Eric Hobsbawm. «Las naciones modernas buscan estar enraizadas en la antigüedad más remota. Buscan ser comunidades humanas tan “naturales” que no necesiten más definición que la explicación», explicaba, lo que incluye desde los bailes populares a los símbolos nacionales más destacados. Incluso la vestimenta: las faldas escocesas no lo eran hasta que, a la hora de dotar de una raison d’être particularmente escocesa, adquieren tal categoría: pasan a representar la identidad estética.

El triunfo popular de la nación en cuanto a concepto, sin embargo, puede resultar naturalmente atractivo: «El tejido social, desde las amistades a cualquier institución, descansa sobre una base de identidad construida e imaginada», sostiene Sanjaume. «Necesitamos pertenecer a algo y el nacionalismo es la comunidad ganadora en la modernidad por encima de vínculos antiguos», apunta.

¿Un nacionalismo por la libertad?

«El nacionalismo es un fenómeno que se da en casi toda Europa a lo largo del siglo XIX, si bien se parte normalmente de uno de corte más liberal, con concepciones más cívicas y vinculadas a las constituciones del momento», explica Alejandro Quiroga, profesor en la Universidad Complutense de Madrid. Esta primera forma de nacionalismo –que surge de manera integradora, al contrario que los modelos posteriores– es el fenómeno que alumbra los primeros Estados-nación, da paso al liberalismo político y acaba con el Antiguo Régimen (es decir, con las formas políticas de las viejas monarquías europeas). 

No obstante, se trata de algo limitado. «A partir de la segunda mitad del XIX y principios del siglo XX, los nacionalismos étnicos van ganando terreno en casi toda Europa. Aunque la división entre cívico y étnico nunca es pura, las concepciones biologistas y racistas se van afianzando», relata Quiroga. La razón, según defiende el profesor, recae en las motivaciones del escalón más alto de la jerarquía: «Según se va ampliando el sufragio, la manera de integrar a las masas sin pagar un precio democrático es a través de la nación. Algo que sirve también como contrapeso contra el auge del movimiento obrero»

Así, el nacionalismo pasa a ser un fenómeno esencialmente excluyente. Se vuelve, en definitiva, un salvoconducto político. Basta observar cómo, a pesar de la globalización, tras la crisis de 2008 surge un auge nacionalista. Y lo hace a través de las dos vías posibles: la secesionista –como muestran el caso catalán y el escocés– y la del reforzamiento del Estado-nación –como ejemplifican países como Estados Unidos, Italia o Brasil–. Ocurre, además, ante una realidad que parece cada vez más hostil a las ambiciones y poderes políticos. «Ambas se plantean como marcos de solución a una crisis económica. Se ofrece nación a cambio de mantener un modelo económico en crisis», explica Quiroga. El caso catalán es ilustrativo, según señala el profesor. «Es a partir de 2010 cuando empieza a aumentar el apoyo al independentismo. Es entonces cuando se da un paso más allá y esas élites que no eran abiertamente independentistas acaban en el movimiento como marco de salida a la crisis económica de la que en muchos casos ellos son partícipes», explica. «También como respuesta al 15M: no hay banderas cuando rodean el Parlamento de Cataluña y los políticos salen en helicóptero», añade.

El mundo actual genera una paradoja: este es un momento en el que «la mayor proximidad global genera más necesidad de pertenencia local», tal como sostiene Sanjaume, que señala que estamos ante un «repliegue» a un nacionalismo que recuerda al del siglo pasado. Y no es la única y retorcida ironía: la expansión de las ideas democráticas, esas sobre las que algunos decidieron proclamar el fin de la historia, ha llegado a favorecer la proliferación de nuevos Estados y nuevas demandas estatales. Las tensiones crecen hasta puntos insospechados: «El populismo se sirve hoy de los nacionalismos incluso hasta erosionar los pilares del liberalismo democrático». Sin embargo, ¿cuán grande puede llegar a ser una bandera?"              (Pelayo de las Heras , ethic, 09/05/23)

1/3/24

El ilusorio proceso independentista ha conllevado una fuerte depresión social en Catalunya y una desconfianza social entre los diversos sectores sociales. Todo ello agudizado por un hecho innegable, el elevado activismo y esfuerzo del “procès” impulsado y dirigido desde las instituciones de gobierno de Catalunya fue en detrimento del avance y desarrollo de cualquier política económica y social, lo que ha comportado un importante retroceso en la calidad de vida de la población catalana

 "La situación en general de la sociedad catalana después de la década “procesista” es de un cierto desánimo y algo parecido al pesimismo y la tristeza. La década pasada ha dejado una fuerte huella negativa en el conjunto de una sociedad dividida y quebrada en esos años. Catalunya no se ha recuperado y arrastra la huella de la situación vivida estos últimos años.

Nada volverá a ser como antes, como mínimo por un largo tiempo. La división social fue muy profunda. El independentismo ha fracasado de una forma definitiva, aunque haya algunos que no lo acepten de forma pública. La idea de la Catalunya “un sol poble”  que fue hegemónica desde la transición y reivindicada de forma transversal ha sido enterrada por el “procesismo independentista”. Una gran parte de la sociedad y no sólo la castellanoparlante se vio agredida. Los insultos llamando “colonos” u otros epítetos formulados por los sectores más agresivos de los independentistas a las familias procedentes de la inmigración de los años 50 y 60 han comportado una profunda división en la sociedad catalana.

Es necesario recordar que en la lucha antifranquista y durante la transición una gran parte de los luchadores que reclamaban “LLibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia” procedían de la clase trabajadora emigrante. Sólo mirando las fichas de los detenidos antifranquistas en Catalunya se puede comprobar la preeminencia de apellidos no catalanes. En Catalunya quien más se movilizó por la libertad y la autonomía fueron la militancia de CCOO y del PSUC, y fundamentalmente trabajadores y estudiantes. La burguesía catalana no fue precisamente un ejemplo salvo honrosas excepciones de antifranquismo. Un ejemplo sirve de comprobación, en las primeras elecciones municipales una buena parte, principalmente fuera de las grandes ciudades, de alcaldes de la CiU “pujolista” habían sido ya alcaldes con el franquismo.

Una buena parte de la gente mayor movilizadas por los independentistas era gente que jamás había hecho nada durante el franquismo y parecía que estos años quisiera hacer su “revolución pendiente”.

En definitiva, el ilusorio proceso independentista ha conllevado una fuerte depresión social en Catalunya y una desconfianza social entre los diversos sectores sociales. Todo ello agudizado por un hecho innegable, el elevado activismo y esfuerzo del “procès” impulsado y dirigido desde las instituciones de gobierno de Catalunya fue en detrimento del avance y desarrollo de cualquier política económica y social, lo que ha comportado un importante retroceso en la calidad de vida de la población catalana.

Catalunya, que en su momento formaba parte de los llamados “Cuatro Motores para Europa”. Los Cuatro Motores era una asociación de cooperación interregional constituida el 1988 entre los territorios de Catalunya, Baden-Wurttemberg (BW), Lombardia y Ródano-Alpes (actualmente, Auvernia-Ródano-Alpes, AURA). En aquel momento los objetivos de colaboración estaban relacionados principalmente con la economía y la investigación así como con el arte y la cultura y también con la participación activa en la construcción europea. Hoy en día difícilmente podría señalarse a Catalunya en ese grupo.

Catalunya siempre fue un modelo no sólo de economía avanzada sino de modernidad en España en el siglo XX. En la actualidad Catalunya ha perdido fuelle tanto económico como cultural. El independentismo ha eliminado el cosmopolitismo reduciéndolo a un puro nacionalismo estrecho y arcaico.

En el ámbito social los gobiernos independentistas desde Artur Mas a Aragonés han comportado una reducción progresiva de los presupuestos de la Generalitat en las partidas dedicadas a Educación y Sanidad por poner un ejemplo. En el ámbito sanitario en el Presupuesto del último Gobierno Tripartito (PSC-ERC-ICV) dedicó un 35,51% del presupuesto a Sanidad y un 22,63 a Educación. Los gobiernos sucesivos fueron reduciendo el presupuesto en las partidas sociales hasta llegar al del 2022 donde dedicó a Sanidad un 23,95% ocupando el número 16 en el ranking de CCAA en lo relativo a gasto per cápita. En lo relativo a Educación su gasto presupuestario fue de un 18,58%  ocupando el puesto 11 en el ranking de las CCAA.

En lo referente al peso del sector industrial sobre el Valor Añadido Bruto podemos decir que en el año 2000 éste era en Catalunya del 26,9%, mientras que en el 2019, antes de la pandemia había descendido al 19,3%.  En referencia a la aportación al PIB del Estado, mientras que en el 2008 Catalunya aportó el 18,42% y Madrid el 17,74%, en el 2022 Catalunya con el 16,41% de población ha aportado el 19,01% del PIB siendo superada por Madrid que con el 14,22% de población ha aportado el 19,44%.

Asimismo los sucesivos gobiernos independentistas de la Generalitat han sido incapaces de plantear propuestas necesarias de futuro que situaran a Catalunya al frente de alguna de las transformaciones que la sociedad precisa. Dos ejemplos, el primero el relativo al impulso de las energías renovables, en el que Catalunya es la comunidad más atrasada en la implantación de dichas energías, tan solo un 15% de la energía es renovable frente al objetivo de alcanzar el 30%, mientras en el conjunto de España las energías renovables se sitúan en el 50%.. El segundo ejemplo que está de actualidad por la sequía, la falta de desalinizadoras. En la actualidad sólo hay dos en Catalunya, la más reciente fue obra del Gobierno Tripartito de Izquierdas, la del Llobregat que se inauguró en julio del 2009. Esta instalación puede dar servicio a 4,5 millones de habitantes y produce hasta 60 hm3/año de agua Desde entonces no se ha hecho nada más. La otra desalinizadora la del Tordera, de menor capacidad,  está fuera de circulación y ahora se pretende construir otra de  mayor capacidad pero con el problema de la falta de capacidad en el territorio de la energía eléctrica precisa para su funcionamiento.

No hay duda que el “procès” ha afectado negativamente tanto económica como socialmente a Catalunya. Hemos de recordar la fuga de empresas catalanas que deslocalizaron su sede social a otras partes del Estado. En total más 8.700 empresas deslocalizaron su sede fuera del conjunto de Catalunya.

Toda aquella aventura llevada a cabo por políticos que eran conscientes de que todo era una aventura ilegal e imposible, que engañaron a buena parte de la población haciéndoles creer que era posible, la proclamación de independencia duró unos escasos segundos el 27 de octubre de 2017, hasta su suspensión por el propio President de la Generalitat. Todo fue una farsa teatral indigna.

Posteriormente se produjeron hechos de todo tipo desde  la huida de Puigdemont al extranjero, la suspensión de la Autonomía de Catalunya por parte del Gobierno del PP y la intervención de la Generalitat. En las posteriores elecciones autonómicas las fuerzas independentistas volvieron a revalidar su exigua mayoría. Después de la condena por el Tribunal Supremo de dirigentes independentistas y su encierro en prisión, siguieron años de algaradas de todo tipo con importantes disturbios por el conjunto del país, con cortes de carretera, boicot de redes ferroviarias, ocupación del Aeropuerto de Barcelona, todo ello estimulado por el propio Govern y sus medios de comunicación públicos y privados afines. Finalmente llegó el inicio de la descompresión del “souffle” catalán con el indulto por parte del Gobierno de Sánchez como punto final a una etapa política desgraciada.

Y ahora nos encontramos con una sociedad catalana refractaria, dividida, con agravios de todo tipo dentro de la propia sociedad, y con poca adhesión al que- hacer político. Y con un profundo y pesimista sentimiento en el conjunto de la sociedad en todas sus variantes. La actual política catalana no resiste un análisis de calidad. Todos los partidos y sus políticas no provocan grandes motivaciones, ni por parte del independentismo con su sentimiento de derrota, ni en la otra parte de la sociedad no independentista que ha perdido su confianza en lo que comporta la creencia en una superación social del tiempo vivido de forma traumática. (...)"                 (Manel García Biel  , Nueva Tribuna.es, 29 de febrero de 2024)

28/2/24

Jaume Barberà, experiodista de TV3, admite que fue "cómplice" del proceso: "Muchos periodistas dejamos de realizar nuestro oficio y nos convertimos en miembros de la agitación y la propaganda, y esto tuvo sus consecuencias"

 "El periodista Jaume Barberà (Mollet del Vallès, 1955), que trabajó más de 30 años en TV3, ha afirmado en una entrevista a Comunicació 21 que “yo también fui cómplice del proceso”.

"Si los periodistas que en aquellos momentos éramos referentes hubiéramos hecho escrupulosamente nuestro trabajo, quizás los líderes políticos y sociales no habrían ido a prisión, y no se hubiera cometido la estupidez de hacer una declaración unilateral de independencia", ha afirmado.

“Actualmente, todavía hay quien lo hace, no es mi caso. Muchos periodistas dejamos de realizar nuestro oficio y nos convertimos en miembros de la agitación y la propaganda, y esto tuvo sus consecuencias”, prosigue.

Barberà, cuando presentaba el programa Singulars, invitó a un “físico e inversor institucional” -como lo presentó la cadena- que propuso, en pleno proceso. ceder el puerto de Barcelona o el de Tarragona a la Armada china. 

También publicó en 2015 el libro "Se ha acabado el brócoli".

Tras su marcha de TV3 se acercó a los Comuns y acudió, en un lugar simbólico, a la lista de Catalunya sí que se puede en las elecciones al Parlament de diciembre del 2017 tras la aplicación del 155."            (e-notícies, 06/04/23)

27/2/24

La visita de un grupo de eurodiputados para analizar la inmersión lingüística escolar obligatoria y la posible vulneración de derechos fundamentales ha levantado una reacción de urticaria en el nacionalismo... El problema con la inmersión es que todo es mentira. La escuela catalana no es ningún de modelo éxito, sino de fracaso palmario, los datos son irrefutables, aunque evidentemente no solo por culpa del monolingüismo... La defensa y promoción del catalán no pasa por la exclusión del castellano como lengua vehicular... la salud del catalán es buena, y no necesita del monolingüismo forzado. La finalidad de la inmersión es solo política: extranjerizar al castellano... Es contradictorio reclamar el plurilingüismo en España y no aceptar el bilingüismo en Catalunya

 "La visita de un grupo de eurodiputados para analizar la inmersión lingüística escolar obligatoria y la posible vulneración de derechos fundamentales ha levantado una reacción de urticaria en el nacionalismo. Para esquivar el fondo del problema, la imposición de una escuela “solo en catalán”, con exclusión del castellano como lengua vehicular, los argumentos se centran en la adscripción política de los visitantes, que mayoritariamente son de derechas, y en la repetición de una serie de consignas.

 El artículo de las consejeras Simó y Serret es un ejemplo de ese discurso, según el cual, el cuestionamiento del monolingüismo es una ofensiva nada menos que “contra Catalunya”. Seguidamente se enumeran los mantras de siempre, “modelo de éxito”, “consenso social, político y pedagógico”, “garantía de cohesión”, etc. El problema con la inmersión es que todo es mentira. La escuela catalana no es ningún de modelo éxito, sino de fracaso palmario, los datos son irrefutables, aunque evidentemente no solo por culpa del monolingüismo. 

La inmersión es una aberración pedagógica y un contra sentido en una sociedad que quiere ser bilingüe. La defensa y promoción del catalán no pasa por la exclusión del castellano como lengua vehicular. La cerrazón de los nacionalistas al impedir un mínimo del 25%, tal como estableció el TSJC, lo que revela es una profunda hispanofobia. Es evidente que se están vulnerando derechos lingüísticos. Qué no diríamos con razón si fuera al revés. No se trata en ningún caso de separar a los alumnos por lengua materna, sino de que ambos idiomas se utilicen con normalidad. La exclusividad del catalán no le favorece, pues se convierte en una lengua antipática, de imposición.

 Afortunadamente, la salud del catalán es buena, y no necesita del monolingüismo forzado. La finalidad de la inmersión es solo política: extranjerizar al castellano, cuando es la otra lengua de los catalanes, al igual que el catalán es tan español como el castellano. Es contradictorio reclamar el plurilingüismo en España y no aceptar el bilingüismo en Catalunya, que también pasa por la escuela."                    (Joaquim Coll , El Periódico,  24/12/23)              

26/2/24

Juan Francisco Martín Seco: Pocas cosas más estúpidas que un andaluz, un extremeño o un gallego independentista... Eliminar la política redistributiva del Estado puede ser beneficioso para regiones ricas como Cataluña, pero pernicioso para las menos opulentas como Galicia... las transferencias gracias al papel redistributivo de la Hacienda pública estatal llega se eleva al 15,60% de su PIB para Extremadura, para Asturias el 8,40%; Canarias el 8,58%; Galicia el 7.21%; y Andalucía el 6,02%... ¿Podemos imaginar qué sería de la situación económica y social de Extremadura, Andalucía, Asturias, Galicia, etc., sin este flujo anual de recursos?

 "In illo tempore, aquel en el que los sindicatos tenían protagonismo y los problemas sociales ocupaban el centro de la actividad política, se decía que «no hay cosa más tonta que un obrero de derechas». Hoy ya no se oye, pero no porque no haya obreros, sino porque no se sabe muy bien dónde empiezan y dónde terminan las derechas. Sin embargo, tal vez cabría acuñar otra que dijese algo así: «No hay cosa más tonta que un andaluz, un extremeño o un gallego secesionista».

La semana pasada dediqué mi artículo a relatar lo que se entiende por balanza fiscal que, sin demasiada consistencia teórica y sin apenas uso en otros países, se ha puesto de moda en España de la mano del supremacismo catalán, que la ha adoptado como arma arrojadiza en contra de toda política redistributiva a nivel territorial.

Analicé en ese mismo artículo los problemas que presentaban su elaboración y las múltiples versiones que podía adoptar según las hipótesis y los presupuestos que se asuman. No obstante, todas las realizadas hasta la fecha por distintas instituciones u organismos vienen a coincidir en líneas generales. Hay una excepción, la que la Generalitat ha confeccionado con una finalidad claramente partidista en aras de utilizar el victimismo, afirmando que «España nos roba».

El resto presenta convergencia en los resultados. Como no podía ser de otra manera, todas aquellas comunidades cuyas rentas per cápita están por debajo de la media muestran saldo positivo, mientras que lo tienen negativo aquellas cuya renta per cápita se encuentra por encima. País Vasco y Navarra constituyen dos excepciones ya que, a pesar de estar situados en el puesto segundo y tercero en el ranking, exhiben saldos positivos. La razón radica en el especial sistema de financiación de estas dos autonomías.

Fue en agosto de 2016 la última vez que el Ministerio de Hacienda publicó las balanzas fiscales, y lo hizo con datos de 2012. Se siguió una metodología ajena al ministerio y elaborada por varios profesores de las universidades de Valencia y Zaragoza y financiada por la fundación SEPI. En sus conclusiones esenciales coincide con las elaboradas por el propio ministerio en tiempos de Solbes con una metodología diferente, o con las realizadas en varias ocasiones por la fundación BBVA.

Los resultados muestran la inconsistencia del victimismo de los independentistas, puesto que si, como es lógico, Cataluña presenta un déficit fiscal, este no es mayor, sino quizá menor del que lógicamente le correspondería. De hecho, Cataluña, con una renta per cápita mayor que Baleares, arroja en términos relativos (con respecto al PIB) un déficit fiscal menor (3,75 frente a 5,08); y si la renta per cápita de Madrid es superior a la de Cataluña no hay una diferencia tan grande como para justificar un desfase de tal amplitud como el que se produce en los datos del déficit fiscal (9,57% del PIB en Madrid frente a 3,75% en Cataluña).

Pero quizás la conclusión más relevante a resaltar en este momento es que, gracias al papel redistributivo efectuado por la Hacienda Pública estatal, las transferencias anuales que algunas comunidades reciben del resto de los territorios se elevan a cantidades bastante elevadas. Prescindiendo de Ceuta y Melilla por sus especiales características, citemos a Extremadura, que es la autonomía con menor renta per cápita: recibe el 15,60% de su PIB; Asturias el 8,40%; Canarias el 8,58%; Galicia el 7.21%; Andalucía el 6,02% y así sucesivamente.

El principal factor que influye en estos flujos es el sistema fiscal que, aun cuando pensemos que no es suficientemente progresivo, sí tiene virtualidad para corregir, al menos en parte, la desigual distribución territorial que realiza el mercado. ¿Podemos imaginar qué sería de la situación económica y social de Extremadura, Andalucía, Asturias, Galicia, etc., sin este flujo anual de recursos?

Con esto retornamos al principio. No resulta demasiado coherente que haya gallegos que reclamen la independencia. Mal les iría. Pero menos congruente es aún que se engloben en el entramado Frankenstein, que se orienta a conceder más y más ventajas a la Generalitat y al País Vasco.

La concesión a Cataluña de un régimen especial de financiación, tal como quieren no solo los soberanistas sino también el PSC, conduce a la ruptura de la política redistributiva entre las regiones y por lo tanto al hundimiento aun mayor de comunidades tales como la de Galicia.

La postura, por ejemplo, de Iceta afirmando que no pide nada para los catalanes que no pida para los demás resulta hipócrita y un poco cínica. Eliminar la política redistributiva del Estado puede representar importantes beneficios para las regiones ricas como Cataluña, pero efectos perniciosos para las menos opulentas como Galicia. Ser independentista gallego es bastante incoherente, pero más ser gallego y defender la independencia (aunque solo sea la fiscal y presupuestaria) de Cataluña.

Se entiende mal que los habitantes de las regiones más deprimidas, que lógicamente son beneficiarias de los mecanismos redistributivos del Estado, sean independentistas, como resulta también difícil de explicar que desde la izquierda se persiga la desintegración del Estado cuando, a pesar de todos sus defectos, es el único baluarte contra el poder económico. (...)

No hay nada reprobable en la querencia a las tradiciones y a la cultura de cada territorio, aunque en verdad ello es tanto más difícil en este mundo globalizado en el que se da la movilidad de todos los medios de producción. Nada que objetar en que se reivindiquen los hechos diferenciales, aunque en la sociedad actual, sometida por ejemplo a importantes fenómenos migratorios, es fácil que estos se diluyan progresivamente.

El problema surge cuando hay quienes intentan mantenerlos artificialmente para convertirlos en privilegios con repercusiones sociales y políticas. Es la postura de ciertos nacionalismos afincados en las regiones ricas. Es una actitud egoísta, innoble y muy poco de izquierdas, pero hasta cierto punto nadie podrá decir que es irracional. La cosa cambia cuando nos movemos en territorios menos agraciados. Allí a los nacionalismos y a los que con ellos fraternizan no se les puede tildar precisamente de egoístas, pero me temo que la calificación que más les cuadre es la de tontos."             ( Juan Francisco Martín Seco , TheObjective, 13/02/24)

23/2/24

El nacionalismo, políticamente hegemónico desde el año 1980 en Cataluña, nos ha llevado a la debacle actual. No es una cuestión de siglas -CDC, UDC, PDECat, JxCat, ERC, CUP…- es una cuestión de concepto, de mentalidad y, sobre todo, de una manera de hacer y de gobernar... Jordi Pujol se llegó a identificar con Cataluña y la evidencia es que todo aquello que construyó ha acabado hundido, incluido el “país ideal” que imaginó

 "(...) El ideal de una Cataluña “libre, rica y próspera”, segregada de España y de la península Ibérica, ha marcado a las generaciones de catalanes que han nacido y vivido en esta tierra después de la muerte de Franco. Pero este ideal se ha basado sobre un gravísimo error: obviar que la realidad social es compleja y que hay una parte muy importante de la población que no tiene raíces catalanas y que también tiene derecho a expresarse en su lengua y a vivir su cultura con normalidad y plenitud.

La Generalitat, restablecida gracias a la tenacidad del presidente en el exilio, Josep Tarradellas, no ha sido percibida como la institución de “todos”, sino de solo una parte y esta falta de identificación ha entorpecido el proceso de integración. Hoy, más que nunca, hay que ratificar y defender que los 8 millones de habitantes de Cataluña, vengamos de donde vengamos, hablemos como hablemos, somos un solo pueblo, con los mismos derechos y los mismos deberes. 

 El nacionalismo catalán, además de su vertiente excluyente, ha cometido dos otros errores de gran calibre: caer en la lacra de la corrupción y, lo que es peor, intentar justificarla; y poner en marcha el delirante proceso independentista para intentar tapar el lado más oscuro y más sucio de su gestión. De este modo, hemos pasado del supuesto “oasis” pujolista -donde la “omertà mafiosa tapaba todas las críticas- al estallido de las cloacas y al actual desierto, en el cual estamos perdidos y desorientados.

 Para más inri, hemos perdido la empatía y la complicidad de los vecinos. El estropicio del 1-O no solo ha fracturado, todavía más, la sociedad catalana. Ha provocado una reacción de rechazo en la Cataluña Norte, en las Islas Baleares, en la Comunidad Valenciana y en Aragón, donde las últimas elecciones han instaurado gobiernos de derecha y de extrema-derecha, muy refractarios a la colaboración con la Generalitat y con todo aquello que tenga relación con el nacionalismo catalán.

La incapacidad y la impotencia para hacer frente a la sequía; el devastador informe PISA sobre la educación y los reiterados y brutales episodios de inseguridad ciudadana que sufrimos marcan el punto más bajo de Cataluña desde la recuperación de la democracia. Este desbarajuste coincide con un Gobierno, el de Pere Aragonès, que solo tiene 33 diputados en el Parlamento.

 Jordi Pujol, el “padre padrone del nacionalismo contemporáneo, tiene que ver cómo otra de sus obras -a la cual dedicó mucho dinero y esfuerzos-, la Gran Enciclopèdia Catalana (GEC ), también cae a pedazos. Esta empresa editorial arrastra una deuda de 15 millones de euros, ha tenido que vender el edificio corporativo al dueño de Bon Preu, Joan Font, y tiene previsto hacer un ERE de su plantilla.

La crisis de la GEC, fundada en 1968, se añade a las del grupo financiero Banca Catalana, al cierre del diario El Correo Catalán, de la revista Destino -de los que Jordi Pujol era propietario- y de Cadena 13, a la desintegración de Convergència Democrática por corrupción y a la imputación de toda la familia Pujol por esconder una fortuna en paraísos fiscales. Jordi Pujol se llegó a identificar con Cataluña y la evidencia es que todo aquello que construyó ha acabado hundido, incluido el “país ideal” que imaginó.

 Con el descalabro de la GEC culmina este desastre permanente que, bajo las consignas de “hacer país” y “esto ahora no toca”, hemos tenido que soportar el conjunto de los catalanes en las últimas décadas. Dando por sentado que en la iglesia nacionalista, presidida por el pantocrátor de Jordi Pujol, los convergentes eran los padres de esta gran familia mal avenida; los republicanos son los hijos; y los de la CUP, los nietos.

Es evidente que el edificio está en ruinas y que hay que hacer un “reset” con urgencia, pero el PSC, que tendría que liderar la alternativa, está atado de pies y manos por el apoyo que ERC da a la estabilidad de Pedro Sánchez. Mientras en Madrid, el PSOE necesite imperiosamente los escaños de los nacionalistas catalanes para poder gobernar, Salvador Illa se quedará sin la presidencia de la Generalitat. (...)

El nacionalismo ha llevado Cataluña al precipicio. Estamos en caída libre y todavía no hemos tocado fondo."            (Jaume Reixachs, elTriangle, 11/12/23)

20/2/24

Cómo curarse en la lengua correcta... Hasta ahora, ante un médico que no hablara catalán, tal vez recién llegado de Lima, Tegucigalpa o la Patagonia, la consulta, para un lazi de pro, devenía imposible... los que nos dirigimos al médico en el idioma en que nos habla no tenemos esos problemas, pero, claro, ello se debe a que somos unos botiflers y unos nyordos... Si el médico de turno tiene el detalle de aprender catalán, mejor para todos, pero al cabo de un tiempo, todos lo entienden, que tampoco es tan difícil... Este razonamiento que a mí se me antoja tan sensato no lo es para el lazismo... su pretensión de vivir plenamente en catalán es absurda e irrealizable y puede que solo tenga éxito en algunos pueblos de la Cataluña catalana (en Barcelona es imposible)... las personas normales están acostumbradas a cambiar de idioma varias veces al día sin por ello experimentar situaciones traumáticas (Ramón de España)

 "Una de las obsesiones del lazismo es lo que en ese inframundo se describe como “vivir plenamente en catalán”. Es decir, no tener que recurrir al castellano para comunicarse con nadie nunca jamás.

En la Cataluña actual (especialmente en Barcelona), tal deseo es un capricho patriótico y una quimera que solo persiguen los nacionalistas más radicales. Los demás cambiamos de idioma 20 veces al día (yo, dependiendo de la lengua en que se me dirigen) y no experimentamos ningún trauma al respecto. La Cataluña real es bilingüe, pero la soñada por los lazis es exclusivamente monolingüe. De ahí esas quejas que suelen aparecer en los digitales del régimen de gente que se ha indignado porque ha ido al médico y este no hablaba catalán o no lo entendía o ambas cosas a la vez.

 El paciente de turno se ha pillado un rebote del quince y quiere que se entere toda Cataluña: ahí está la prensa del régimen para que su deseo se haga realidad e influya en la política lingüística de la Generalitat. De ahí que el consejero de Salud, Manel Balcells i Díaz (Ripoll, 1958, segundo apellido impuro), se haya sacado de la manga unas clases de catalán para los facultativos que ejercen en nuestra región, gratuitas y a impartir en horario laboral. (...)

Hasta ahora, ante un médico que no hablara catalán había dos opciones: cambiar de idioma o improvisar un diálogo de besugos en el que cada uno chamullara en lo suyo. La cosa solo se complicaba si el médico en cuestión, tal vez recién llegado de Lima, Tegucigalpa o la Patagonia, no entendía ni papa de catalán, momento en que la consulta, para un lazi de pro, devenía imposible (los que nos dirigimos al médico en el idioma en que nos habla no tenemos esos problemas, pero, claro, ello se debe a que somos unos botiflers y unos nyordos).

 Si el médico de turno tiene el detalle de aprender catalán, mejor para todos, pero no está obligado a hacerlo (al cabo de un tiempo, todos lo entienden, que tampoco es tan difícil).

Este razonamiento que a mí se me antoja tan sensato no lo es para el lazismo. No lo es porque sus militantes parten de un error garrafal: creer que viven en la República Catalana, en un país independiente en el que se habla un único idioma. Así pues, hay que explicarles, como a Epi y a Blas, que están equivocados y viven instalados en un error que solo puede conducirles a la depresión. La República Catalana no existe. Cataluña no es un país independiente, sino una comunidad autónoma del reino de España. Por lo tanto, su pretensión de vivir plenamente en catalán es absurda e irrealizable y puede que solo tenga éxito en algunos pueblos de la Cataluña catalana (en Barcelona es imposible).

 Aspirar a la independencia puede ser legítimo, pero actuar como si esa independencia ya hubiese tenido lugar es vivir de espaldas a la realidad y preferir la mentira a la verdad (una especialidad de nuestros nacionalistas). No hace falta que los médicos aprendan catalán. Más necesaria es una intervención psiquiátrica para todos los que se creen que en Cataluña se puede vivir plenamente en catalán. Eso solo sería posible con una independencia que, de momento, no se vislumbra por ninguna parte. Ya entiendo que la quimera puede ser más bonita que la realidad, pero tiene un problema práctico: es una fantasía.

Siguiendo el ejemplo del consejero Balcells, el aguerrido y carismático Tito Álvarez, líder de Élite Taxi, ha conseguido que se implante un examen de catalán para poder ejercer de taxista en Barcelona. Su caso es aún más delirante que el del lazi medio porque nadie le ha oído pronunciar nunca una sola palabra en catalán (igual aspira a una carrera política). Teniendo en cuenta a qué se dedican los taxistas, tal vez sería mejor darles clases de inglés, no en vano Barcelona es una ciudad turística, pero parece que eso no se le ha pasado por la cabeza ni a Tito ni a nadie.

Curiosamente, las cacicadas patrióticas de los mandamases de la salud (y del taxi) pasan casi desapercibidas. La oposición las encaja como el que oye llover. A nadie se le ocurre decir que no hace falta impartir clases de catalán a médicos y taxistas, pues para algo vivimos en un paisito con dos lenguas oficiales (la más hablada, el castellano) en el que las personas normales están acostumbradas a cambiar de idioma varias veces al día sin por ello experimentar situaciones traumáticas.

Pero ya se sabe que los políticos (y los líderes del taxi) siempre encuentran un problema para cada solución. Los taxistas, mejor que aprendan inglés. Y los médicos no deberían robar tiempo a su labor, ya especialmente achuchada y a menudo mal dirigida, para aprender un idioma que no necesitarían si esto no estuviera lleno de fanáticos que confunden sus deseos con la realidad."                    (Ramón de España, Crónica Global, 20/02/24)