"Francia juzgará el próximo martes a los alcaldes de los ayuntamientos de
Elna, Els Banys, Portvendres y Tarerac, de la Catalunya Nord, por haber
cambiado el reglamento municipal para permitir debatir en catalán en
los plenos municipales. De este modo, la "represión" del Estado español
denunciada por el independentismo se extiende también al Estado francés.
El
presidente de ERC, Oriol Junqueras, junto con el diputado en el
Parlament y secretario de Organización, Pau Morales, asistirán el
próximo martes al Tribunal Administrativo de Montpellier para darles
apoyo, informa ERC.
El alcalde de Elna, Nicolas Garcia, que es el
secretario general del Partido Comunista Francés en el Rosellón, se
mostró favorable de la independencia de Catalunya en una entrevista en
2012. Afirmó que la independencia "se vería como algo positivo" en el
sur de Francia y que es un proceso lógico a raíz de la evolución
histórica de los hechos.
Igualmente defendió que Francia
reconozca oficialmente las lenguas minoritarias, entre ellas el catalán,
lo contrario de lo que defienden la mayoría de partidos franceses,
también de izquierdas." (e-notícies, 17/04/23)
............................... las cosas de la clase media ..........................
18/9/23
Esto sí que es "represión"... Francia juzga a cuatro alcaldes por permitir el catalán en los plenos municipales... no es por comparar, pero hay diferencias
27/12/21
Para la élite política catalana es demasiado goloso disponer de una lengua minoritaria que despierta simpatías como para no emplearla en su beneficio. El catalán tiene la desgracia de servirles como elemento principal alrededor del cual articular una identidad nacional que les mantenga en el poder... Es en ese sentido que debe entenderse la defensa a ultranza de la inmersión lingüística en la escuela catalana... Nada nuevo, típico de las derechas. Menos mal que no disponen también de una religión... En Cataluña se ha creado una jerarquía lingüística en la que el catalán representa el idioma bueno, prestigioso y hasta integrador. Y el español, en cambio, representa el malo, el idioma de las barriadas, de la gente pobre, de la inmigración que vino a la maravillosa Cataluña porque no tenía dónde caerse muerta
"Son muchos y variados los símbolos que el nacionalismo catalán ha establecido como identificativos de Cataluña y la catalanidad. La figura del hereu y la pubilla, la sardana, la barretina, el Barça, los castellers, el caganer del pesebre, una especie endémica de burro, un gorila blanco, una virgen negra… Todo este repertorio simbólico descansa sobre la piedra angular de la identidad catalana, que no es otra que la lengua catalana (...)
Cataluña y el catalán no son una excepción. Para la élite política catalana es demasiado goloso disponer de una lengua minoritaria que despierta simpatías como para no emplearla en su beneficio. El catalán tiene la desgracia de servirles como elemento principal alrededor del cual articular una identidad nacional que les mantenga en el poder. Es en ese sentido que debe entenderse la defensa a ultranza de la inmersión lingüística en la escuela catalana, que recientemente ha vuelto a suscitar el debate. Nada nuevo, típico de las derechas. Menos mal que no disponen también de una religión.
La lengua más hablada en Cataluña, región de España, es el castellano o español. Sin embargo, desde hace décadas la Generalitat catalana ha impuesto la enseñanza casi exclusivamente en catalán, en detrimento de los derechos lingüísticos de la mayor parte de alumnado catalán, cuya lengua materna es el castellano. El objetivo de estas políticas lingüísticas en Educación es la creación entre la infancia y la juventud de un sentimiento de pertenencia a Cataluña en contraposición al resto de España. Para la derecha catalana, la escuela es la pieza fundamental de formación del espíritu nacional catalán.
Esta imposición es aceptada y alentada incluso por quienes deberían representar la izquierda y por los sindicatos, desarmados ante el clásico discurso victimista del nacionalismo: como el catalán es una lengua minoritaria y en peligro, pueden suspenderse los derechos lingüísticos del alumnado castellanohablante. Total, su lengua es de las más habladas en el mundo. Que se aguanten. Según ese discurso, es mucho más importante que dentro de trescientos años se siga hablando catalán que los derechos del alumnado catalán de hoy. Y todo esto con el beneplácito de los distintos gobiernos de España, a quienes les importan bien poco los derechos lingüísticos de los hijos e hijas de la clase trabajadora castellanohablante en Cataluña. Porque sus acuerdos de gobierno y sus negocios no los tienen con ningún alumnado, sino con las élites políticas y económicas catalanas, esto es, con la derecha catalana.
En Cataluña se ha creado una jerarquía lingüística en la que el catalán representa el idioma bueno, prestigioso y hasta integrador. Y el español, en cambio, representa el malo, el idioma de las barriadas, de la gente pobre, de la inmigración que vino a la maravillosa Cataluña porque no tenía dónde caerse muerta. El catalanismo exige que le den las gracias a Cataluña por ello, igual que un empresario exige que los trabajadores a los que explota le estén agradecidos por haberles dado trabajo. Esa exigencia pasa por el aprendizaje del catalán, el idioma bueno, y por la connivencia con el nacionalismo catalán.
Cataluña ha necesitado y necesita inmigración para ocupar los puestos de trabajo más precarizados y mal pagados, principalmente del sector servicios ahora mismo. La población catalanohablante ocupa puestos de trabajo más profesionalizados y mejor pagados, y cuando va a tomar un café, acude al ambulatorio o compra en un comercio, quiere que la camarera, la enfermera o la dependienta inmigrante le sirva o atienda en catalán. Pero no hay suficiente población catalanohablante para eso, por lo que es necesaria la inmigración. Así que el nacionalismo catalán enfrenta aquí una curiosa paradoja, porque Cataluña requiere inmigración para su sistema socio-productivo, pero al mismo tiempo esa inmigración supone una amenaza para la catalanidad. Por eso había pancartas llamando que rezaban “fuera colonos” en la manifestación a favor de la inmersión lingüística en pasado día 19 de diciembre.
Aquí es cuando el catalanismo enseña su rostro xenófobo y clasista detrás de la máscara de la falsa cohesión social, cuando se pone en cuestión la inmersión lingüística. El nacionalismo siempre teme que su identidad nacional sea diluida por la llegada de inmigración, como han puesto de manifiesto muchas declaraciones de políticos nacionalistas, desde el abiertamente racista Heribert Barrera hasta Quim Torra. Y no es que sea un miedo infundado, porque ninguna sociedad es, ni se puede mantener, “pura”, tampoco en cuanto a la lengua. Eso no existe. Cuando intentan llevar a cabo su proyecto político basado en la pureza etno-lingüística, entonces estamos inequívocamente delante de la extrema derecha.
Los derechos de más de la mitad de la población catalana que se expresa en español llevan décadas siendo sistemáticamente conculcados por parte del nacionalismo catalanista, cuyas bases ideológicas son las del romanticismo alemán, que define la nación en base a tres elementos simbólicos: la lengua, la tierra y la sangre. Nada bueno puede salir de ahí. Como catalana y catalanohablante, lamento profundamente el uso que el gobierno de la Generalitat ha hecho a mi lengua materna, convirtiéndola en arma contra la propia sociedad catalana, haciendo de ella una lengua insignia de un movimiento claramente clasista y con claros tintes supremacista.
Lo que le faltaba a una lengua que hablan menos de 8 millones de personas en el mundo es que la mayor parte de sus hablantes y representantes políticos se las den de superiores. Ocurre que el verdadero objetivo del poder político en Cataluña no es salvar el catalán. Por eso es habitual que llevan a su prole a escuelas internacionales, donde no hay inmersión lingüística. Pero la imponen en la educación pública con el objetivo político que hemos descrito, la generación de una identidad, un sentimiento de pertenencia a Cataluña al que apelar para seguir en el poder. Ni más ni menos.
Un idioma minoritario puede tener usos reprobables o despreciables, más allá de los discursos bienintencionados sobre la conservación de la diversidad lingüística, que son fáciles y agradables de suscribir. Lo cierto es que la realidad es mucho más intrincada y mucho menos complaciente. En cualquier caso, nunca las personas y sus derechos deben estar por detrás de la intención de conservar una lengua. Y en Cataluña, el alumnado castellanohablante es rehén de las políticas lingüísticas de la derecha nacionalista. Y algún día esto debe acabar, también por el bien del catalán."
(Marina Pibernat Vila, es antropóloga e
historiadora. Como comunista y feminista, ha militado en partidos y
organizaciones de izquierdas, ElPapel, 25/12/21)
4/6/21
¿Por qué desde el 2003 el catalán sufre un descenso continuado de ciudadanos que lo tienen como lengua de identificación?
"(...) No se trataría tanto de pensar esencialmente, sino de reflexionar de forma honesta sobre nuestra realidad para construir un proyecto compartido por el conjunto del país. En este sentido, desde una perspectiva que es concreta pero que es clave, Albert Aixalà acaba de hacer una reflexión importante en su blog.
Parte de los resultados de una encuesta de usos lingüísticos, la última, del 2018. Se preguntaba a los encuestados cuál era su “lengua de identificación” –la lengua que una persona considera más próxima–. Un 36,3% respondió que era el catalán, mientras que el 48,6% dijo que el castellano.
Pero lo que Aixalà subraya no es la diferencia. El núcleo
del texto es una pregunta: ¿por qué desde el 2003 el catalán sufre un
descenso continuado de ciudadanos que lo tienen como lengua de
identificación? Aquel año eran un 47%, a partir de entonces la cifra
empezó a decrecer.
Uno de los factores que han motivado la caída han sido los cambios demográficos que ha vivido nuestra sociedad desde comienzos de siglo. Pero la nueva inmigración no es la única explicación. Más significativo es que entre los ciudadanos nacidos aquí entre 1974 y 1988, educados con TV3 y la escuela en catalán, solo un 29% tienen hoy el catalán como lengua habitual. Es un dato sorprendente que vendría a evidenciar, primero, lo infundado de la histeria sobre la normalización que viene reiterando una parte del constitucionalismo.
Y, segundo, hay que constatar que el proyecto fundacional de la normalización no ha conseguido los resultados imaginados por sus diseñadores. Está claro que tal vez fuera un espejismo pensar que las cosas irían de otra manera. Aunque aquella generación educada en democracia tuviera también el catalán como lengua de uso generalizado gracias a la normalización, si la lengua familiar era el castellano porque eras hijo de la antigua inmigración, lo más probable es que transmitieras el castellano a tus hijos como lengua propia de la Catalunya donde vivías y trabajabas.
No pretendo descubrir que Catalunya es una sociedad bilingüe donde el catalán es claramente más débil que el castellano. Se trata de pensar políticamente los datos porque el procés ha tenido una correlación lingüística que hay que afrontar con honestidad. Hace años que los sociolingüistas Fabà y Torres Pla determinaron que quienes tienen el catalán como única lengua de identificación son muy mayoritariamente favorables a la independencia, mientras que solo un 10% de los que tienen el castellano apoyan la secesión.
Lo señaló también Mario Ríos: un 81,4% de quienes
tienen el castellano como lengua propia no quiere que Catalunya sea un
Estado independiente, mientras que un 79,4% de quienes tienen el catalán
sí que lo quiere. Asumir esta realidad es necesario para responder a
preguntas fundamentales que creemos que se habían resuelto y que ahora
hay que replantear. Pero estas preguntas, que son las que perfilan
nuestro futuro, solo nos las podremos hacer si entre todos creamos las
condiciones para empezar un tiempo nuevo." (Jordi Amat, La Vanguardia, 30/05/21)
29/3/21
Nacido en los años cincuenta de familia catalán hablante, escolarizado integralmente en castellano. Diglosia total y completa: familia y amigos siempre en catalán, instituto integralmente en castellano...
"(...) Pónganse ahora en mi cabeza por unos pocos minutos. Nacido en los años cincuenta de familia catalán hablante por ambos lados, catalana, catalanista y solidaria, pero escolarizado luego a la nacionalcatólica e integralmente en castellano por falta de otra cosa. Escuela de maristas de nivel ínfimo en una pequeña ciudad del área de Barcelona hasta cuarto de bachillerato. Paso al Instituto de Enseñanza Media hasta entonces prácticamente inexistente. Enseñanza integralmente en castellano y una asignatura muy básica en francés.
Buenos profesores casi todos, algunos excelentes de verdad. Diglosia total y completa: familia y amigos siempre en catalán, instituto integralmente en castellano con la excepción frágil del francés. Salida en globo en sexto de bachillerato para disfrutar de una beca Carrero Blanco en la pequeña cárcel local, con expulsión posterior y pérdida de un año entero de bachillerato.
Una observación: jamás se me pasó por la cabeza imputarlo a la lengua en la que fui educado en aquellos años. Dos de los profesores, además, fueron igualmente expedientados y recalaron en Barcelona, en el Instituto donde ahora casualmente estudia mi hijo de 15 años.
Sorpresa todavía mayor: los inicios de la conciencia política fueron de la mano del trato con militantes clandestinos de Comisiones Obreras y del PSUC, muchos de ellos, no todos, castellanohablantes. La amistad y fraternización fue total, desde entonces y hasta hoy.
Primer año de universidad en la recién fundada Universidad Autónoma de Barcelona, todo integralmente en castellano, con la excepción de una asignatura de filología catalana y una conferencia inolvidable de Gabriel Ferrater. Segundo año de carrera, los profesores deciden por sí mismos enseñar en la propia lengua aprovechando la agonía del régimen —aquel sí lo era realmente— de 1939. Disfruto con las lecciones de Josep Fontana y de José Manuel Blecua que orientaron mi vocación futura hacia la Historia y la historia de la cultura. Enorme interés por la América española, colonia, imperio y sociedades con otras hablas, que uno no conoce, pero que debe aprender a respetar. No hubo ni hay una América de lengua española o portuguesa única, menos la hubo en los siglos XVI al XX. Asambleas caóticas en catalán y castellano. Fin de la carrera y balance final: pésimo catalán escrito; mediocre español escrito; mediocre francés hablado y escrito y, consternación absoluta, otra lengua se impone implacable y como herramienta al mismo tiempo: el inglés. En esta lengua intrusa el balance es igual cero, con esfuerzos enormes para comprender aquello que algunos profesores nos citan en clase. Fin del recorrido.
Sigo desde hace años con interés, pero cada vez con mayor aburrimiento las discusiones sobre el trato que se da a las lenguas en España. La larga y desgastante hegemonía del nacionalismo pujolista en Cataluña la viví como una derrota inapelable, sin recompensa alguna para los que no habíamos salido de debajo de las piedras, como se atrevió a decir Marcelino Camacho en cierta ocasión. Nostalgia cero. Uno resulta ganando en libertad de pensamiento, sin otra afiliación que la amistad con gente decente y muy diversa, en Barcelona, en Cataluña, en el País Vasco y Galicia, en toda España y en otras partes del mundo. Un reciclaje continuo y nunca satisfactorio del todo, tratando de avanzar en la profesión. Las deficiencias formativas son un lastre para toda la vida, pero no un lastre insalvable.
Dejo el recorrido personal, que solo puede interesar a cuatro gatos de la propia generación. Pero todavía conviene decir algo. Durante el reinado de Jordi Pujol, observo con prevención los esfuerzos de la administración autonómica para debilitar el estatuto de lengua del castellano en Cataluña. Puedo observar también el escaso interés fuera de Cataluña por las otras lenguas que se hablan en la piel de toro. La solución ya se apuntó al principio: que cada uno defienda lo suyo y que cada uno levante las barricadas que pueda para proteger su territorio. Esta elemental pulsión de todo nacionalismo encuentra mil subterfugios en su articulación conceptual. Me interesan poco en sí mismos. Me interesa mucho más por la división moral y psicológica que esto supone en el interior de cada una de las sociedades que afrontan el problema.
Dos de aquellos artefactos legitimadores son particularmente lacerantes para un historiador informado: lengua natural de la que se derivan derechos de exclusividad; lengua nacional, común a todos los españoles, de la que se deriva un estatuto de preferencia al que tendrán que acomodarse todas los demás. El valenciano ni siquiera se sabe si supera el listón de patois. Llevamos veinte años o más enzarzados en este conflicto, no de lenguas sino de nacionalismos en concurrencia. Leo el brillante artículo de Xavier Vidal-Folch sobre el uso de las dos lenguas en Cataluña y hablo con algunos amigos sobre el tema. No hay agonía por lado alguno, pero todo puede hacerse ciertamente mejor. Eso es innegable. Más fácil aún en el caso de las lenguas neolatinas, todas tan comunicables pero tan mal habladas y mal escritas hoy, aunque seguramente no por la cuestión de competencia entre ellas. Si las lenguas autóctonas de los catalanes/as son, por razones obvias, el castellano y el catalán, ¿no es posible encontrarles un acomodo razonable en todos los niveles educativos en lugar de enzarzarnos periódica y cansinamente en esta discusión peregrina de lo vehicular? Sin embargo, el problema es todavía mayor porque, para cuando estos anacrónicos dilemas estén resueltos en el corral hispánico, nuestros descendientes estarán hablando ya en inglés o chino mandarín. Este es el reto y no retrogradar, como gustaba decir a los liberales del siglo XIX, a discusiones que la sociedad les está negando virtualidad cada día. Y la experiencia muestra algo que no es ocioso: quienes conocen más lenguas, más fácil les resulta el aprendizaje de otras.
Que nos lo digan a la gente de mi generación, que nos lo digan en una lengua que podamos comprender."
(Josep M. Fradera es catedrático de Historia de la Universidad Pompeu Fabra. El País, 04/12/20)
12/3/21
Joaquim Coll: la lengua ha salido perjudicada del ‘procés’ porque se ha asociado con el independentismo y algo profundo en la sociedad catalana se ha roto sobre esa cuestión
"Hace unos días Andreu Claret escribía que el catalán era otra víctima del ‘procés’, de la ruptura de los consensos que había provocado la tensión secesionista desde 2012. El resultado es que el uso de la lengua catalana se ha estancado e incluso retrocedido en el área metropolitana, particularmente entre los jóvenes, según algunos estudios recientes.
Pero como subrayaba Gonzalo Torné en otro artículo reciente, pese a lo que periódicamente reiteran algunos agoreros del idioma, “la estadística es tozudísima: el catalán nunca había tenido tantos hablantes, canales de televisión y radio, editoriales y escritores”.
El uso social del catalán es un gran éxito de los últimos 40 años gracias al marco de protección y promoción que le ofrece la democracia española y el autogobierno. Pero Claret tiene razón en que la lengua ha salido perjudicada del ‘procés’ porque se ha asociado con el independentismo y en que algo profundo en la sociedad catalana se ha roto sobre esa cuestión.
Sin embargo, lo que no está claro es en qué consistía el aludido consenso lingüístico, en qué descansaba ese supuesto acuerdo al que en numerosas ocasiones intelectuales y partidos catalanistas (pero no secesionistas) hacen referencia de forma genérica, lamentando su pérdida como consecuencia del ‘procés’. Nos movemos en un terreno confuso, porque no es lo mismo si nos referimos a la “normalización” del catalán en general o si en esa política se incluyen aspectos problemáticos como la inmersión escolar obligatoria o las sanciones administrativas por no rotular los comercios en catalán, como ejemplo.
Mi impresión es que el acuerdo implícito en la sociedad catalana, que nace en la década de los 80 con las primeras leyes, era sobre el uso social e institucional del catalán para reparar los daños de la dictadura franquista. Es decir, se quería que la lengua de Josep Pla y Mercè Rodoreda fuese recuperada en todos los espacios y que, evidentemente, la enseñanza fuera también en catalán, incluso dándole un trato prioritario.
Fíjense que he escrito “también en catalán” y no “solo en catalán”. Ahí está la diferencia con lo que ha sucedido en las últimas décadas. Del consenso lingüístico amable que impulsó el catalanismo, se pasó a partir de los 90, una vez que el nacionalismo pujolista ganó la hegemonía cultural, a unas políticas lingüísticas que buscaban la exclusión del castellano. De pedir “el català a l’escola” se pasó a postular “l’escola només en català” y sostener un ideal de “escola catalana en llengua i continguts”, que si lo dijéramos para la escuela española sonaría a doctrina falangista, así como a intentar expulsar el castellano del espacio público.
La controvertida inmersión corresponde a ese fase del
proceso en la que ya se rompe el acuerdo inicial aunque se busca
presentarla engañosamente como su culminación. Se quiere imponer una
escuela monolingüe que excluye a la lengua materna de la mitad de los
catalanes y que perjudica en cuanto a oportunidades a las clases medias y populares.
El nacionalismo sabe de su impostura y por eso jamás ha querido preguntar en las encuestas del CEO sobre las políticas lingüísticas de la Generalitat. Sabe que muy pocas familias querrían una escuela monolingüe frente a las ventajas del bilingüismo o del trilingüismo. Pero hábilmente intenta hacer creer que solo la inmersión garantiza el aprendizaje y el dominio del catalán. El problema es que el debate está contaminado de tabús y miedos, por lo que es muy difícil una discusión pedagógica y racional.
Por desgracia, tampoco las leyes estatales de educación han ayudado a desintoxicar la cuestión. La denostada ‘ley Wert’ exhibió una rotundidad sobre la vehicularidad del castellano meramente propagandística, mientras la ‘ley Celaá’ supone una concesión retórica a ERC a cambio de su voto en los Presupuestos, aunque en la práctica no cambie nada.
Afortunadamente la convivencia
lingüística en Catalunya sigue siendo ejemplar, pero es cierto que con
el ‘procés’ se han resquebrajado muchas cosas, entre ellas ese
indefinido consenso lingüístico. Ahora bien, un nuevo acuerdo tendrá que
tejerse desde el interior de la sociedad catalana y solo podrá fundarse
en el respeto hacia los derechos lingüísticos de todos y en la promoción del catalán sin menoscabo del castellano. " (Joaquim Coll, El Periódico, 09/12/20)
24/2/20
e-notícies: Por narices... buscan imponer el catalán contra el castellano para mantener en el futuro la tensión independentista y el enfrentamiento con el Estado...
Esta línea es la que refleja el planteamiento de la diputada en el Parlament de Junts per Catalunya y alcaldesa de Vic, Anna Erra, en el sentido de incitar a los ciudadanos a que no hablen en castellano, sino en catalán, incluso cuando se dirijan a “personas que, por su aspecto físico o por su nombre, no parecen catalanes”. Esta posición ha sido avalada por la consejera de Cultura de la Generalitat, Mariàngela Vilallonga, que ha puesto en marcha el programa No cambies de lengua, y por la directora general de política lingüística, Ester Franquesa
Se trata de un intento de prescindir de la realidad multilingüística de Catalunya, para imponer un totalitarismo idiomático basado en la utilización exclusiva de la lengua catalana. Estos planteamientos de supremacismo lingüístico están contenidos en el manifiesto del denominado grupo Koiné que, entre otras cuestiones, defiende que en una Catalunya eventualmente independiente la única lengua oficial debería ser el catalán, obviando la realidad lingüística catalana." (e-notícies, 19/02/20)
20/2/20
El mismo fascismo lingüístico, el de Vox o el de Torra... obligación de todos los candidatos al Parlament de tener un nivel suficiente de catalán, en caso contrario ¿serían elegibles?. Obligación de todos los españoles de hablar bien... en caso contrario, ¿no serían españoles?
17/12/19
Manuel Valls: Cataluña no es una nación. España es una nación plural capaz de aunar y respetar las distintas sensibilidades de los ciudadanos. Cambiar lo que ya tenemos, una vibrante nación cívica y plural, por una especie de Yugoslavia ibérica, donde los ciudadanos tengan cada uno una nacionalidad distinta, me parece una irresponsabilidad. El nacionalismo, repito una vez más, es guerra porque tiene una lógica supremacista y etnicista... No podemos abandonar los valores progresistas, igualitarios y europeístas, cuya base son las personas y no los territorios...
29/7/19
Entre las modalidades de la xenofobia, la lingüística ha ocupado un lugar preponderante. Y lo ha hecho de manera sutil, casi inadvertida...
22/7/19
¿Quién teme al plurilingüismo?
5/7/19
e-notícies: fanatismo lingüístico. Campaña contra el castellano que está llegando a grados de fanatismo desconocidos hasta ahora...
Destacan especialmente los excesos de una política lingüística directamente dirigida contra el castellano, que está llegando a grados de fanatismo desconocidos hasta ahora. Es el caso de la negativa -posteriormente rectificada- de la portavoz del Govern y consejera de Presidencia, Meritxell Budó, a contestar preguntas en castellano, o la amenaza en el mismo sentido hecha por el nuevo presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Joan Canadell.
Asimismo, este integrismo lingüístico está siendo fomentado desde los medios de comunicación de la Generalitat, con falsedades sobre una supuesta situación de peligro del catalán frente al castellano. En uno de esos programas, un activista cultural lamentaba que la mayoría de los aparatos eléctricos no incluyan la opción del catalán. Este activista llegó a hacer el siguiente planteamiento: "Empezamos a hablar con la lavadora, con la nevera, con la máquina de calentar el pan. Le dices hola, ponme unas tostadas. Y por qué tenemos que hacer esto en castellano?”. (e-notícies, 04/07/19)