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24/9/18

La política de la identidad se convierte en una prisión grupal y en un obstáculo social para configurar una acción colectiva con capacidad de hacer frente a las lógicas depredadoras de gentes como Orbán, Bannon o Netanyahu

"(...) Las palabras crean campos de valores. Así, “identidad” rima con particularidad (se enaltece lo propio frente a lo común), distinción, ADN, competición, privatización/patrimonialización, diferencia, pureza, exclusión, tribalismo, marcadores, fronteras, muros, estrategias de suma cero, síndrome carencial…; pero no con solidaridad, igualdad, reciprocidad, cooperación, fraternidad, ciudadanía, dominio público, universal o planetario.

 No cabe aquí el desglose de la constelación tenebrosa (supremacismo, victimismo, esencialismo, narcisismo, faccionalismo, radicalización, binarización –“nosotros-ellos”–, fundamentalismo, organicismo, irredentismo emocional, intolerancia, burbuja cognitiva, paleofilia…) propiciada por las gramáticas de la identidad que se resuelven en el mejor de los casos en bastiones incomunicados. (...)

Es esta propensión la que explica las prevenciones de mentes preclaras: para Tony Judt, “‘Identidad’ es una palabra peligrosa. No tiene ningún uso respetable en nuestros días”; para Ian Buruma, como para Amin Maalouf, es “un asunto con sabor a sangre”. 

Sin llegar tan lejos, la identidad es una herramienta que produce resultados bien diferenciados según el espacio ideológico y civil. 

De nuevo Steve Bannon: “En tanto [los demócratas y la izquierda] sigan hablando de política de identidad, les tendremos dominados”. Recordemos donde germinó el “Spain is different”, precursor del contagioso “X [nosotros] primero”, “hacer a X grande otra vez”. 

De ahí la inclinación de los líderes etnopopulistas a convertir la identidad en palanca de movilización. Porque la identidad activa emociones negativas low cost, como el miedo, el odio o el resentimiento. 

 De modo que a poco que las circunstancias coadyuven, el vals de las identidades derrapa en danza macabra. 

Pero sin llegar a ello la identidad produce una segmentación en la movilización que impide la confluencia en términos de solidaridad ciudadana, como señalaba hace poco en estas páginas Eugenio del Río y acaba de recordar Michael Ignatieff aprovechando la publicación de dos libros recientes que apuntalan el mismo argumento. 

No se ha prestado bastante atención a la diferente respuesta de la marea blanca en Madrid y en Barcelona; y a las consecuencias que ello ha tenido para las poblaciones respectivas en términos de calidad asistencial. Es evidente que mientras predomine la lógica identitaria que reivindica lo particular y lo propio, la agenda social por la igualdad y los derechos comunes quedará relegada a un papel subalterno. 

Al final, la política de la identidad se convierte a la vez en una prisión grupal y en un obstáculo social para configurar una acción colectiva con capacidad de hacer frente a las lógicas depredadoras de gentes como Orbán, Bannon o Netanyahu. El último nombre es el mejor ejemplo para mostrar el efecto sobre la izquierda y las fuerzas sociales de una lógica identitaria en un estado que se considera con razón heredero de la peor catástrofe producida por la lógica identitaria. 

 Mírese qué peso tiene hoy la izquierda en el país de los kibutz.  No deberíamos olvidar, junto a otras reivindicaciones legítimas de la memoria histórica, el núcleo central de la historia del siglo XX."                   (Martín Alonso, CTXT, 19/09/18)

3/9/10

"Soy ex judío; he dejado atrás la idea de pueblo elegido"

""La masacre israelí en mar abierto fue una repetición del asesinato de Cristo". Quien así habla podría ser un miembro del Parlamento palestino fuera de servicio; quizá un integrante de un colectivo antisionista en gira de promoción. Sin embargo, Gilad Atzmon es un músico de jazz. (...)

Gilad Atzmon nació en 1963 en Tel Aviv en el seno de una familia tradicional judía. En 1982 sirvió en el Ejército durante la invasión israelí de Líbano: "Aquella experiencia me abrió los ojos al papel que juega Israel como un Estado colonial". (...)

Desde entonces, el saxofonista se presenta como "ex israelí" y "ex judío": "Ser ex judío significa dejar atrás el concepto de pueblo elegido y transformarse en un ser humano ordinario. Me siento feliz siendo ex judío". (...)

Articulista y novelista polémico -es autor de Guía de Perplejos, de 2001, y Mi único amor, de 2005-, sus arremetidas en contra del lobby judío y el Estado de Israel, al que ha comparado con la Alemania nazi, le van valido la crítica de prosionistas y antisionistas tanto como la de los antimarxistas, y la de los propios marxistas (...)

La incorrección política es su marca de la casa: "Uno piensa en un colega, como Avishai Cohen, que sigue viviendo en Israel. No le conozco personalmente, pero los hechos están muy claros. Prefiere vivir en un Estado de apartheid y habitar una tierra que no es suya. No hay duda de que es un músico estupendo, pero estoy mucho menos convencido de que sea apolítico". (El País, cultura, 02/09/2010, p. 35)

10/2/10

La identidad en Europa... la judía... la musulmana...

"Los judíos viven una versión extrema del mismo proceso que experimenta el conjunto del país: el 90% de los miembros de la comunidad judía son inmigrantes recientes. Han llegado en el curso de las dos últimas décadas procedentes de la antigua URSS. En 2002, Alemania acogió a más judíos originarios del espacio postsoviético que Israel: la Jewish Agency ha estado presionando al Estado alemán para que endurezca las condiciones de entrada a los judíos rusos con la intención de que un mayor número escoja instalarse en Israel, aunque ha sido en vano.

¡Qué ironía que unos judíos rueguen al Estado alemán que no sea tan generoso con los judíos! Existe también un tercer factor que cambia la perspectiva que se tiene sobre el judaísmo. En la actualidad, la minoría que practica una religión próxima y sin embargo extraña y que la mayoría experimenta como un desafío a su identidad ya no son los judíos, sino los musulmanes.

Muchos judíos viven esta situación con sentimientos encontrados. Temen que el debate que rodea al islam pueda empujar a la inquieta mayoría a librar una batalla defensiva contra la sociedad pluriconfesional.La situación toma pues un giro paradójico: la minoría judía crece, pero el interés que despierta en la opinión pública ha disminuido en términos relativos. Eso hace posible también un retorno a la calma, o para utilizar un término tabú en la relación entre judíos y alemanes, un paso hacia la normalidad." (Presseurop, Febrero 09 2010 | Die Zeit)

22/1/10

Los nombres... a los que tuvimos que renunciar... los queremos recuperar...

"Tras la Segunda Guerra Mundial numerosas familias judías francesas decidieron afrancesar su patronímico ante la amenaza del antisemitismo y para facilitar su integración. Así, los Rozenkopf se convirtieron en los Rosent, los Rubinstein en los Raimbaud o los Wolkowicz en los Volcot.

“Algunos de sus hijos, en busca de sus raíces, intentan hoy ‘recuperar’ su apellido de origen”,observa Libération. Reunidos entorno al colectivo 'La Force du Nom' (la fuerza del nombre), acaban de defender su causa ante el Consejo de Estado (la más alta jurisdicción administrativa).

“Si bien todo extranjero puede afrancesar su apellido, está prohibido hacer lo contrario”, añade el diario, “mientras que en Estados Unidos, la posibilidad de recuperar el apellido existe desde hace varias décadas”. (Presseurop, 20/01/2010, citando a Libération, 20 de enero de 2010)

9/12/09

El lío de las identidades.... judío-mexicana, judía latinoamericana, mexicana, americana... e israelí...

"La suya es la historia de una familia para la que, como a la mayoría de los judíos, el siglo XX supuso un cambio radical. Sus abuelos maternos llegaron a México en 1924, después de que EE UU cerrara las puertas a los judíos. Los paternos, sin embargo, sí entraron, desde Lituania, en el sueño americano y el abuelo volvió a Europa para combatir el nazismo. En la actualidad, la familia se reparte entre México, Estados Unidos y Canadá. "Yo la llamo la familia del TLC", apunta Siegel, madre de dos hijas, una de las cuales, siguiendo la tradición familiar, se dedica al sindicalismo, pero en EE UU. (...)

"Desde que vivo en EE UU (llegué en 1996) se ha reforzado mi identidad latina. Digamos que soy judía-mexicana, judía-latinoamericana, mexicana americana y un tercio israelí". (DINA SIEGEL. "Educar no basta: miren qué pasó en la culta Alemania". El País, ed. Galicia, última, 26/11/2009 )