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23/6/09

No es bueno que las viudas levanten la voz... no se les vaya a escuchar

"Dirigentes del PNV creen que el 'lehendakari' hizo un discurso "demasiado épico" en la manifestación de rechazo al asesinato del inspector Puelles. Pero lo que más rechazo ha despertado entre los líderes del partido nacionalista es que los organizadores de la marcha cedieran el micrófono a Francisca Hernández, la viuda de Eduardo Puelles.

El contundente discurso pronunciado por el lehendakari Patxi López al término de la multitudinaria manifestación de repulsa a ETA celebrada el sábado en Bilbao le parece "excesivamente épico" a la dirección del PNV. Pero lo que más rechazo ha despertado entre los líderes del partido nacionalista es que los organizadores de la marcha cedieran el micrófono a Francisca Hernández, la viuda de Eduardo Puelles, asesinado el viernes por la banda terrorista con una bomba lapa colocada en su coche.

Un miembro de la ejecutiva del PNV ha expresado así sus críticas a este periódico: "En esas circunstancias no se puede dejar el discurso a la viuda. Fue una situación durísima. La mujer lo mezcló todo. Hizo referencias muy duras a las familias de los presos. Supongo que estaría sedada a tope. Eso lo tienen que cuidar. Es mejor que las viudas no hablen".

Al final de la manifestación de repulsa del sábado, Francisca Hernández, flanqueada por sus dos hijos, se dirigió a los concentrados en medio de un gran silencio: "¡Soy la mujer de Eduardo y me siento muy orgullosa! Y estos dos que tengo a mi lado son sus hijos". Interrumpida continuamente por los aplausos, prosiguió: "Lo único que [los terroristas] han conseguido ha sido dejar dos huérfanos y una viuda. No van a conseguir nada más, porque, gracias a Dios, hay mucha gente como mi marido, ¡mucha!, y no van a poder con ellos". Y añadió: "Son asesinos, no son políticos, no son presos políticos, eso es mentira. Que no vengan sus familias pidiendo dinero para ir a verlos porque son presos políticos. No. Es mentira, son asesinos".
(Fundación para la Libertad, citando a EL PAÍS, 22/6/2009)

La eterna incomodidad de los bienpensantes, ante el grito de dolor de una víctima...

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Lo que a Francisca se le concedió, la palabra, a muchos les fue negado, de tal manera que cuando un familiar habla hoy en un homenaje a su ser querido está expresando lo que otros quisieron decir y no pudieron. La percepción que cada uno tenemos de la realidad nos distingue: a mí no me pareció sedada, sino digna y furiosa, como es lógico. Fue emocionante escuchar sus palabras, más que por el contenido, por el simple hecho de que pueda pronunciarlas." (ELVIRA LINDO. Francisca. (El País, ed. Galicia, Última, 24/06/2009)

"Para algunos es mejor que las viudas no hablen, y menos en público, y mucho menos con un micrófono, porque la palabra de viuda, por lo visto, puede exacerbar los ánimos de la población. En otras palabras: que la palabra de una viuda es mucho más ofensiva que la bomba. Será que la bomba no provoca indignación ni dolor." (Fundación para la Libertad, citando a Joan Barril: El Mal banalizado, EL PERIÓDICO DE CATALUÑA, 23/6/2009)

"Hay en el alegato de viuda de Puelles un mensaje de rotunda potencia moral, un llamamiento contra la resignación o la flaqueza. El mensaje de Ermua, retoñado tras años de vacilaciones, inercias, pasividades y falsos atajos. Una vigorosa repulsa de la apatía, de la ambigüedad y del desaliento que puede y debe ser el punto de inflexión para un tiempo distinto y una respuesta diferente.

Esa mujer, la viuda de Eduardo Puelles, es una nueva vestal de la dignidad y del coraje. A lo largo de todos estos años de plomo y rabia, un grupo de mujeres valientes y enteras ha mantenido vivo el fuego de la memoria de las víctimas del terrorismo como testimonio moral de la resistencia y del dolor. Madres, viudas, hermanas, hijas. Pilar Ruiz, Ana Iríbar, Teresa Jiménez Becerril, Conchita Martín, Maite Pagaza, Sandra Carrasco, Mari Mar Blanco y tantas otras han arrastrado su desgarro interior a través de una lucha indomable contra el olvido y la desidia, contra la anestesia y el conformismo.

La democracia española tiene con ellas una deuda de gratitud por su tenaz, irrenunciable y no siempre comprendida aspiración a una justicia sin transacciones. Ellas han sido la primera fuente de energía frente al desfallecimiento y el último depósito de legitimidad ante el desengaño." (Fundación para la Libertad, citando a Ignacio Camacho: El grito de Antígona, ABC, 22/6/2009)

14/5/08

Una buena persona nos dice cosas obvias, que cree excepcionales. Sí, eran buena gente ¿Y...?

“Fernando dijo...

Espero que te guste mi poeblo, Baracaldo. Alli leemos casi todos El Correo. Los de izquierdas y los de derechas. Muchos venidos de lejos. Maquetos. De fuera. Allí, en Baracaldo, conocí yo a mis primeros extremeños. El padre obrero en Altos Hornos, el hijo policía nacional. El hijo en cuanto pudo se trasladó a Salamanca. El padre retornaría años después, ya jubilado, a Villamiel. De aquel hombre recuerdo la bondad, la humildad y la sencillez. Sí, eran de fuera. Pero eran buena gente.” (El Blog de Guillermo Fernández Vara. 11 de mayo de 2008 14:21)

28/12/07

Los muertos no eran víctimas, eran gallegos

“Las víctimas del terrorismo no han existido durante años. No han existido como seres humanos ni han tenido un reconocimiento político por parte de la sociedad vasca. Tampoco han sido valoradas como merecían en el resto de España.

En los primeros años de democracia, la banda terrorista ETA asesinaba de forma regular a guardias civiles, policías, militares, personas que habían tenido alguna relación con la dictadura y políticos de UCD. De los funerales celebrados en el País Vasco no había prácticamente noticia. Misas fugaces, familiares venidos de fuera con la humildad moldeada en la cara, pobremente vestidos casi siempre, mandos policiales a los que les quemaban los funerales, traslados urgentes para no desanimar a los supervivientes y una abrumadora indiferencia entre la población, absorta en su rutina y en su mayoría carente de empatía o celebrando, demasiados, la muerte ajena. En cuanto a los actos fúnebres realizados en Madrid, eran capitalizados por la extrema derecha, que reclamaba delante de los féretros el golpe de Estado. (…)

Nunca se hablará lo suficiente de las brutales imágenes de la muerte, de las desgarradoras escenas de los funerales solitarios, de la alegría de buena parte de la población vasca que, por ejemplo, cuando se asesinaba a tres guardias civiles y se hería a dos soltaba "Tres goles y dos postes". O que ironizaba sobre los juegos malabares que podía hacer Irene Villa en su silla de ruedas, o jaleaba en plenas fiestas del pueblo de turno el nombre de la última víctima reclamando nuevos muertos a la banda. Lo mismo se gritaba por la calle "ETA, mátalos", que se llamaba por teléfono a la viuda para pedirle que devolviera la bala que acababa de asesinar a su marido o se declaraba hijo predilecto del pueblo al criminal.

Tuvieron que pasar muchos años, correr mucha sangre y mucho sufrimiento para que la situación cambiara. (…)

El relato periodístico de los atentados parecía sufrir entonces un cierto contagio del discurso criminal. La "acción" "transcurría en segundos"; "los activistas" huían en una "potente moto"; eran casi siempre "jóvenes" y no como los guardias civiles, que eran guardias, sólo guardias, o números, aunque tuvieran 23 años. Los asesinados eran, sobre todo, extremeños, gallegos, leoneses, como si aquellos lugares fueran exóticos, remotos y merecedores de muerte los allí nacidos. (…)

El cenit de ese reconocimiento a las víctimas se alcanza con el secuestro, tortura y asesinato del joven Miguel Ángel Blanco. El mecanismo de identificación con aquella víctima por parte de una inmensa mayoría de ciudadanos se establece de manera automática: es joven, no es ni policía ni militar, no responde al perfil de un político profesional; es humilde, con novia joven que sale a la calle a pedir su libertad... Todo el mundo puede tener un hijo, un amigo o un vecino como Miguel Ángel Blanco. Ya nadie dice: algo habrá hecho. Aquellas 48 horas movilizan a gente que se estrena en la lucha contra ETA. A partir de ese momento queda fijada la idea de las víctimas como seres humanos y como símbolos de la democracia.” (JOSÉ MARÍA CALLEJA: La manipulación de las víctimas de ETA. El País, ed. Galicia, Opinión, 27/12/2007, pp. 35)