"Pocos de los 81 países participantes en esta última edición,
retrasada por la epidemia de Covid, han mejorado sus datos en el último
informe del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes
(PISA, por sus siglas en inglés), que evalúa a los estudiantes de 15
años en tres competencias especialmente: matemáticas, ciencias y
lectura. Una tónica general de la que no se sustraen ni España ni la
mayoría de sus comunidades autónomas, siendo el caso vasco uno de los
más graves, por la altura desde la que cae y por la persistencia del
desplome.
Euskadi alcanzó en 2012 su mayor éxito en competencia lectora en el
Informe PISA, con 498 puntos. Desde entonces no ha hecho más que
descender, obteniendo en la actualidad solo 466. Una puntuación por
debajo de la media española y de la OCDE y que indica que, en este
tiempo, los estudiantes vascos han perdido un curso completo en cuanto a
competencia lectora. Pero es que la puntuación en matemáticas también
ha disminuido, de 505 puntos hace 10 años a 482 en la actualidad; esto
es, 23 puntos menos. Y en la competencia científica, los estudiantes
vascos han pasado de 506 puntos a 480, la mayor caída entre todas las
Comunidades Autónomas.
La magnitud del retroceso no es la única nota que aporta gravedad.
También lo son el incremento de alumnado en los niveles más bajos de las
distintas competencias y el descenso cada vez más acusado de
estudiantes en los niveles avanzados, lo que pomposamente llamamos
«excelencia». Pues bien, Euskadi está entre las comunidades con menor
porcentaje de alumnado en estos altos niveles en lectura: solo un
estudiante por cada ocho que no superan el nivel bajo. En competencia
científica, hay un alumno en el nivel avanzado por cada siete en el
inicial. En el caso de las matemáticas, por cada alumno excelente hay
casi cinco en los niveles bajos de rendimiento.
En todos los campos, pero especialmente en el de la lectura, Euskadi
parecía tener todo a su favor para obtener buenos resultados. No en vano
era la comunidad autónoma que dedicaba al ámbito lingüístico mayor
tiempo del currículo (en torno al 40% del total, según el decreto
curricular en vigor en ese momento); su muestra concurría con el nivel
socioeconómico y cultural más alto (+0,18 de ISEC), sólo por detrás de
Madrid (+0,25) y claramente por encima de la media española (-0,03); es
además la comunidad que escolariza al alumnado más tempranamente (más
del 90% desde los dos años de edad); posee comparativamente más recursos
humanos ocupados en actividades educativas, y cuenta con un mayor gasto
público y privado en educación, tanto si se analiza el gasto por
estudiante como si se compara con el gasto por habitante. Pero ha sido
el segundo descenso más significativo en los últimos 10 años de PISA,
con 32 puntos de caída, tan sólo por detrás del sufrido por Cataluña (38
puntos).
No hay explicación gubernamental a este enorme retroceso. Las
autoridades vascas se han escudado en el impacto de la pandemia o se han
limitado a señalar que PISA es «sólo un indicador», olvidando que esta
tendencia descendente es plenamente coincidente con otras evaluaciones
internacionales como PIRLS (Estudio Internacional de Progreso en
Comprensión Lectora), practicada en 2016 -Euskadi canceló su
participación en la siguiente edición-, y coincidente también con las
propias de la comunidad autónoma, tanto muestrales como censales. De
hecho, los datos que han trascendido de la última, celebrada en el
primer trimestre de este mismo año, son dramáticos. El alumnado de 2º
curso de ESO en el nivel inicial en Lengua Española es casi un tercio
del conjunto. El alumnado que no supera tampoco este nivel inicial en
Lengua Vasca, que es la única lengua que vehicula aprendizajes en la
mayoría de los centros educativos, supera la mitad del total. Euskadi
tiene un problema muy grave en la competencia lingüística de su alumnado
que lastra el resto de sus aprendizajes.
Está claro que no existe liderazgo suficiente en Euskadi para que
funcione correctamente el triángulo que constituyen la investigación, la
innovación y la formación, y ello influye en estos datos. Cada vez se
debate en mayor medida el influjo de la modernidad en los rendimientos
escolares, que asoma con un uso incorrecto de dispositivos electrónicos,
digitales y conectados, útiles para la comunicación, la observación y
la experimentación interactivas, pero inadecuados para la lectura
profunda y reflexiva que exige la educación. Es evidente el impacto
negativo de la segregación escolar, apuntalada en el País Vasco por la
mayor presencia de enseñanza privada concertada, con la mayor extensión
en toda España del cobro de cuotas irregulares a las familias. Las
diferencias socioeconómicas, especialmente de quienes están en peor
situación -tal es el caso de la población inmigrante-, sólo explican
estos pobres resultados parcialmente, ya que los rendimientos de los
autóctonos caen aún más.
Ni siquiera la combinación de todos los elementos de esta larga lista
puede explicar la magnitud del retroceso. ¿Qué falta entonces en esta
enumeración de razones, todas válidas pero insuficientes, para explicar
este descalabro confirmado por PISA? ¿Qué más se necesita analizar, y
resolver, para acabar con una tendencia de rendimientos desiguales,
aunque unánimemente decrecientes, señalados en todas las evaluaciones?
Uno especialmente, y que no es menor, sino todo lo contrario: el impacto
de una política lingüística aplicada con prevalencia sobre la política
educativa, que impide precisamente la resolución de los problemas.
En la mayoría de los centros educativos vascos se trabaja sobre una
ficción: la de que el euskara es la primera e incluso la única lengua de
la totalidad del alumnado, cuando esto no es así. En esta última
edición de PISA, solamente el 32% de los estudiantes escogió la lengua
vasca para realizar las pruebas, en su inmensa mayoría porque esta es su
lengua materna. Pero pese a que el euskara no llega a ser la primera
lengua más que de un tercio del alumnado, es la única que vehicula los
aprendizajes de casi tres cuartas partes de los estudiantes, la única
válida para relacionarse con sus profesores y la única cuyo uso y
conocimiento se estimula.
En la mayoría de los centros educativos vascos se funciona como si la
primera lengua de la mayoría, la española, fuese el obstáculo para
conseguir altos niveles de dominio en la otra lengua que
institucionalmente se aspira a promover, el euskara. Debido a esta
creencia errónea, el castellano se excluye como herramienta de cualquier
aprendizaje, incluso como auxilio para producir mejoras competenciales;
se expulsa del espacio educativo, o se relega a un ámbito marginal, y
se reduce su tiempo de trabajo lo máximo posible. Consecuentemente, las
estrategias se reducen, los recursos disminuyen y las metodologías se
empobrecen. Todo ello concluye en imposibilitar que buena parte del
alumnado mejore sus competencias, lingüísticas y no lingüísticas.
No hay ninguna investigación que justifique este desatino. Son
inconsistentes sus soportes desde la psicología cognitiva y la
lingüística aplicada, y solo se articulan sobre supuestos ideológicos
injustos, etnicistas y excluyentes. Olvidan el papel clave de la escuela
en la adquisición y transmisión del conocimiento y pretenden, en clara
contradicción con una sociedad que aspira a un bilingüismo cada vez más
equilibrado, una formación sobre la base de una sola lengua. Sus
fórmulas obsoletas no se sustentan sobre la realidad, se muestran
inútiles para la lengua que pretenden privilegiar y contribuyen al
fracaso en el resto de áreas curriculares.
El daño se ha hecho ya muy evidente y son abundantes y diversas las
evaluaciones que prueban la influencia de estos planteamientos en la
reducción de los rendimientos del alumnado. Porque efectivamente PISA no
es más que una muestra, solo una muestra más. Tanto esta como las otras
prueban lo mismo: que cuando una política que prima lo
simbólico-identitario frente a lo lingüístico-comunicativo se impone
sobre la necesidad educativa, sobreviene el desastre."
(Ricardo Arana, profesor, Revista de prensa, 20/12/23. Este artículo se publicó originalmente en El Mundo.)
Hay que tener en cuenta el examen de lengua se hizo en catalán (en la lengua vehicular en cada caso). No se hizo examen de castellano común. En caso de hacerse saldríamos la 17 seguro. En el País Vasco, en cambio, explica por qué salen con un resultado tan bajo, cuando se dan las condiciones socioeconómicas y de infraestructuras educativas para que están arriba.