"El presidente nos enreda con el Acuerdo de Claridad.
No habrá referéndum en el 2023.
Ni más adelante.
No se han leído Clarity Act. Esquerra debe vender algo a su electorado.
De entrada deja claro que Quebec no tiene derecho a “proceder unilateralmente” a la secesión.
Que "el desmembramiento de un Estado democrático" -nos guste o no España lo es- es "una cuestión de extrema gravedad".
Sí admite el derecho a decidir de Quebec.
Pero, no se engañemos, el Acuerdo de Claridad lo hizo el Tribunal Supremo canadiense.
Es evidente que nunca pondrá las cosas fáciles.
De hacerse un tercer referéndum -y con las comdiciones fijadas- no era la independencia automática sino que se abriría un proceso para “negociar la secesión”.
Ahora bien, para que sea “legal”, es necesaria también “una modificación de la Constitución de Canadá”.
Y una eventual negociación, en caso de que ganara el sí, participarían "el conjunto de las provincias de Canadá".
Aquí, las comunidades autónomas.
La Cámara de los Comunes -el Congreso de los Diputados en el caso español- tiene "un rol importante que jugar" para determinar "la mayoría suficientemente clara" a favor de la independencia.
Es necesaria “una mayoría reforzada”. El 51% no sería suficiente.
Por otra parte, tendría en cuenta "todos los partidos políticos" parlamentarios de "la provincia que quiere la secesión.
Aquí, PSC, Vox, Ciudadanos y PP. Incluso los Comunes. ¿Los Comunes están a favor de la indepedencia? Yo creo que ni Jaume Asens.
Clarity Act impide, de facto, la celebración de un nuevo referédum con garantías de éxito
La prueba es que el Partido Quebequés se opuso. Nunca la ha aceptado. Debate cerrado.
Pero ya entiendo que Esquerra debe vender algo a su electorado.
Insistieron tanto con el “queremos votar” que algo deben ofrecer.
El propio Pedro Sánchez ha dejado claro, en su comparecencia que "en la Constitución no se reconoce el derecho a la independencia de ningún territorio".
Sí, ya sé que Pere Aragonès, en su mensaje de Navidad, sacó pecho.
"Se dijo que era imposible derogar la sedición" y se derogó
"Se dijo que era imposible modificar el delito de malversación" y se modificó.
Pero un referendo es una línea roja.
Ciertamente, no cabe en la Constitución.
Y Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno.
Además nacido en Madrid.
Como sus antcesores eran nacidos en Santiago de Compostela (Rajoy), León (Zapatero) o Madrid (Aznar).
Es evidente que no estarán a favor de la independencia de Catalunya ni de los Països Catalans.
Además, siempre dijeron que el referendo bueno era el del 2017.
¿Entonces?
La zanahoria.
Presionada por Junts y la CUP, Esquerra necesita aferrarse a una esperanza.
Antes, ellos eran los indepes en serio y los convergentes eran el partido de los tenderos.
Ahora se han invertido los papeles.
Pero los de Junts tampoco hicieron nada.
Puigdemont suspendió la independencia porque existían “iniciativas de negociación”.
Incluso dijo que había "internacionales".
No era verdad.
A lo sumo el PNV. El lendakari Urkullu como quedó patente en el juicio del Supremo.
Todavía ni siquiera esto era una “negociación” era una muestra de buena voluntad.
No negocian si dos no quieren y Rajoy también dejó claro.
Nunca un presidente del Gobierno español, del color que sea, negociaría con una 'comunidad autónoma' a través de otra comunidad autónoma.
Recuerdo que cuando Trump se entrevistó con Kim Jong-il, el líder norcoreano, lo hizo sin intermediarios y eran enemigos enconados.
Mientras que los de la CUP siempre dan lecciones, pero no tuvieron a nadie en prisión.
Incluso a Anna Gabriel -la que iba con camisetas de “Sin miedo” por el Parlament ha agachado la cabeza.
Y se marchó porque quiso: el delito de desobediencia de lo que la acusaban no está penado en penas de prisión, sino de inhabilitación.
El problema de fondo es que la independencia era imposible.
No porque España no quisiera, que también, sino porque más de la mitad de los catalanes no la querían.
En un censo electoral de 5,5 millones aproximadamente siempre salían dos millones más o menos: el 9-N, el 2015, el 2017, el 2021.
En las últimas elecciones subió al 51%, pero perdieron 600.000 votos por el camino: 1,4 millones.
Y así resulta muy difícil declarar la independencia de un territorio cuando la mitad de la gente no quiere.
¿Qué hacemos con éstos?
¿Los ignoramos?
¿Los escondemos bajo la alfombra?
¿Los expulsamos?
¿Los encarcelamos?
Por eso se han dado casos de supremacismo, de mirar por encima del hombro.
Éstos no eran buenos catalanes.
Pero, con la ley en la mano, un votante de Vox es tan catalán como uno de la CUP.
De hecho, como sabéis, en las últimas elecciones Vox sacó más votos y escaños que la CUP, que siempre ha ido de conciencia nacional del proceso.
Pero dejadme decir otra cosa: lo sabía todo el mundo.
Todo el mundo sabía que esto saldría mal.
No sólo porque el deseo de independencia no era unánimo o casi.
También porque la Unión Europea no quiere dolores de cabeza.
La UE la han realizado los estados, no las naciones sin estado o las regiones.
Y la hicieron, al terminar la II Guerra Mundial, para evitar otro conflicto en Europa.
La UE ya tenía suficientes problemas entre la crisis económica, los refugiados, Putin o su propio futuro como para hacer caso a la reivindicación de los catalanes o parte de los catalanes.
Me ahorro otros comentarios, pero los festejos con Rusia -yo creo que fue hacer volar palomas- tampoco ayudaron.
En efecto, lo sabía todo el mundo
Al menos los de arriba, las tres o cuatro mil familias -Gobierno, consejeros, dirigentes de Esquerra, de Junts, de la CUP-, altos cargos de la Generalitat y lo que podríamos llamar 'cooperadores necesarios' para inflar el globo.
Desde Pilar Rahola a Carlos Viver Pi-Sunyer pasando por Franesc-Marc Álvaro o Vicent Sanchis.
¿Creéis que gente de su nivel, de su background, de sus contactos no lo sabían?
Claro que lo sabían
Pero es más fácil apuntarse al carro que nadar contracorriente.
En fin, han dejado todos juntos a un país malparado.
Sería demasiado largo realizar un balance de los daños políticos, económicos, sociales, culturales e incluso deportivos.
Hemos estado -han estado- mareando la perdiz durante 10 años. Veinte si se añade el debate del Estatut.
Lo pagarán nuestros hijos porque, en plena revolución tecnología, el resto de países no esperarán a que los catalanes se pongan las pilas.
Basta con ver el bloqueo político.
Un gobierno en minoría que no puede aprobar ni los Presupuestos.
O el hecho de que, en los últimos años, nunca se hayan presentado a la vez.
Sin olvidar las elecciones anticipadas. Más que en Grecia.
Maragall, unas. Mas, dos. Luego, Puigdemont.
Esto tampoco es bueno.
Hemos convertido a Cataluña en un país inestable políticamente.
Como aquellos países que tienen la desgracia de vivir en territorios sismológicamente peligrosos.
De hecho, después de la aplicación del 155 retrocedimos 40 años.
Volvimos a los inicios de la Transición cuando se pedía "libertad, amnistía y Estatuto de Autononomía".
Terminaré con dos preguntas:
- ¿Vamos bien? No, por supuesto
- ¿Estamos mejor o estamos peor? Peor, también es evidente.
Ahora insisten en solucionar el "conflicto político". En buena parte lo crearon ellos o le alimentaron.
El proceso ha terminado suprimiendo la sedición y rebajando la malversación para salvar el culo a una treintena de altos cargos de Esquerra.
Pero no era eso, compañeros." (Xavier Rius, director de e-notícies, 27/12/22; traducción google)