"(...) Dedica otro capítulo a Tabarnia. ¿Permite el humor sobrellevar o conllevar la situación creada por el separatismo?
Las
dos cosas. Hubo un momento en Cataluña, cuando la presión del
independentismo fue tal que los llamados constitucionalistas estaban
desamparados, en el que, si no eras independentista, no eras nada. Y
apareció Tabarnia. Y la gente se aferró a ello para proclamar que eran
tabarneses. "No soy independentista, soy tabarnés", decían. Esto ayudó
psicológicamente a muchos y permitió que la gente saliera a la calle
para manifestarse.
Cuando evolucionó el movimiento, se pensó en contraprogramar lo que
ellos habían creado. De ahí que hubiera un presidente en el exilio
llamado Albert Boadella y todo lo que ocurrió. El movimiento Tabarnia
les puso un espejo a los independentistas para demostrarles lo absurdo
de sus postulados. Hay que decir que funcionó. se enfadaron, pero
también se dieron cuenta de sus absurdas acciones para dividir una
sociedad que nunca lo había estado. (...)
Desde tiempos de Pujol, Cataluña ha reclamado lo mismo: más dinero y más
competencias. Esto también pasó en la época del tripartito.
Siempre es lo mismo y siempre lo han conseguido. La triste de todo esto
es que el independentismo ha fracturado la sociedad catalana con una
mentira para reclamar dinero y competencias. Porque ellos saben que
nunca conseguirán la independencia. Otro tema que deben afrontar es el
de sus sabios.
Esto es, se tiene que dirigir a ellos y decirles que han
mentido, que todo lo que dijeron no era verdad. Esto es duro, porque
perderán credibilidad. Ya la están perdiendo con el paso de los días. En
definitiva, tendrán que dar marcha atrás en muchas cosas y esto es muy
duro."
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