16/5/19

Un país como España, de 47 millones de habitantes, está en crisis irremediable y permanente, con avisos de catástrofe, a cuenta de que hay 2,2 millones que votan nacionalista, vasco o catalán

"El papel estelar de las territorialidades contrasta con el sentimiento que al respecto tiene la gran mayoría de la ciudadanía, para la que ocupa un lugar muy secundario. Da por buena su inserción «territorial». 

Por lo común, sus apasionamientos, si los hay, no se refieren a insatisfacciones propias, sino que las generan, a la contra, las radicalidades independentistas. O, si simpatizan, se debe a afanes miméticos, la envidia por las identidades fuertes; o a la presunción de que todo irá mejor si esto revienta y qué mejor que la broca soberanista para empezar.

En la vida corriente la gente no está obsesionada porque los demás les reconozcan su personalidad colectiva, salvo los nacionalistas, a los que no se le hace cansino ir de vasco, catalán o español full time. El resto pasa. En general, los ciudadanos bastante tienen con lo suyo y no se dedican a imaginarse sacrosantas identidades propias (...)

Del discurso dominante se deduciría, sin embargo, que tal es la principal preocupación patria. La política gira alrededor de un eje que la mayoría no siente como una necesidad propia y al que incluso es refractaria.

Es la gran paradoja nacional. Nuestra gran división interna, la que amenaza la convivencia, resulta para la inmensa mayoría una cuestión secundaria. Es más: el asunto tiene importancia sólo en dos comunidades autónomas, pero ni siquiera en ellas la disconformidad autonómica conmueve electoralmente a la mitad de los ciudadanos. Pues bien, tales sectores tienen la máxima capacidad desestabilizadora.

Tal contradicción -una mayoría nacional rehén de una o dos minorías autonómicas- tiene su intríngulis y es de difícil explicación. De entrada, exige que entre los partidos nacionales haya cierto desprecio por la estabilidad, a la que no ven como una prioridad (...)

Cabe entender que los nacionalistas defiendan su idea de nación, la soberanía y la independencia, pero resulta incomprensible que los partidos que no lo son bailen al son que tocan los independentistas, de resultas de lo cual nuestra vida pública se convierte en el baile de San Vito. Y, así, un país como España, de 47 millones de habitantes, está en crisis irremediable y permanente, con avisos de catástrofe, a cuenta de que hay 2,2 millones (últimas elecciones) que votan nacionalista, vasco o catalán.

No parece que los interfectos sean particularmente avispados, aunque tampoco unos pardillos, por lo que tan peculiar fenómeno, según el cual el 8,5% de los votantes nos tienen agarrados por la yugular, se debe a circunstancias muy peculiares. Citaremos algunas de estas.
Pesa en primer lugar la incapacidad de nuestra izquierda y derecha para ponerse de acuerdo en nada.(...)

 El nacionalismo radical podrá reinar mientras no haya ningún acuerdo nacional. Si no lo hace, es por su inclinación irrefrenable a las torpezas. (...)"                  (Manuel Montero, El Correo; en Fundación para la Libertad, 13/05/19)

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