"Veo al presidente Mas, en el debate de política general, hablando con
una solemnidad que le viene aún más estrecha que la chaqueta. Como
último recurso, dice, convocaré elecciones. Estoy dispuesto a llegar
hasta este punto, insiste con la ofendida impostación del que declara la
guerra a Polonia (toma nota, escriba).
Bien. El presidente está
dispuesto a convocar elecciones. Unas llamadas elecciones plebiscitarias
donde prevé que haya dos opciones a elegir. Es decir, el presidente Mas
no solo va a elegir su discurso, sino también el discurso de los otros.
Es un abuso, ciertamente; pero no deja de ser una extensión de lo que
ha pasado en Cataluña en estas últimas décadas.
El presidente plantea
esta posibilidad electoral como la disuasión definitiva y la amenaza
máxima. Pero en realidad no deja de ser la exhibición de su debilidad.
Porque, efectivamente, si no puede convocar la llamada consulta, si
fracasa en su empeño de convencer al gobierno, o dimite o convoca
elecciones. Plebiscitarias, sí, pero solo respecto a la carrera política
de Artur Mas.
Para darse cuenta de que estas elecciones son solo
recurso, ni mucho menos último, basta con imaginar lo que puede suceder
al día siguiente, en el caso más favorable a sus intereses. Esto es, que
el bloque separatista las gane. La pregunta elemental es qué
diferenciaría el momento de la victoria del momento de la convocatoria.
¿Acaso habría una mayoría electoral distinta? El presidente Mas tendría
esa mañana postelectoral el mismo problema que tiene ahora: elegir entre
la democracia y la insurrección. Entre seguir yendo a La Moncloa en
secreto o proclamar (en fin, ya me disculparán el verbo) lo que llaman
la independencia unilateral de Cataluña.
Es verdad que él, su partido y
sus aliados pueden pasar del happening a la insurrección, tras el
presunto plebiscito. Y es indudable que en ese caso se produciría un
cambio sustancial. Pero se trataría del punto de partida de algo
profundamente distinto.
Del preámbulo a la única pregunta verdadera que
puede hacerse en exclusiva a los catalanes: cuánto de su estabilidad y
seguridad personal (personal, digo, eh, no colectiva: la farsa se
acabó), de su vida y de su hacienda está usted dispuesto a arriesgar en
la empresa llamada independencia.
El presidente haría bien en tener las
respuestas pormenorizadas antes de desabrocharse un solo botón de su
chaqueta."(ARCADI ESPADA, EL MUNDO 26/09/13, en Fundación para la Libertad)
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