"(...) Los movimientos independentistas suelen ocultar un proceso de secesión
social y cultural que en realidad se propone desmantelar las
solidaridades nacionales y validar el modelo territorial desigualitario
de la globalización, el de las grandes ciudades. Más que una renovación
del nacionalismo, es antes que nada la secesión de las burguesías que
lleva en estado latente la balcanización de los países desarrollados.
[…]
Presentado como un caso de irredentismo cultural, el separatismo de
los catalanes revela en primer lugar una reacción de las regiones ricas a
la crisis económica y el hundimiento de las clases medias españolas.
[…] Lo dirige fundamentalmente una ideología liberal-libertaria
característica de las nuevas burguesías. […] Las fuerzas que dirigen el
nacionalismo catalán son las mismas que encontramos en los territorios
beneficiados por la globalización, se apoyan en la alianza ideológica
del liberalismo económico y del liberalismo social.
Bajo el barniz
nacionalista, de hecho, reencontramos los fundamentos ideológicos de las
clases dominantes y de la nueva burguesía. También aquí el antifascismo
se usa como arma de clase. Las clases dominantes utilizan un
sentimiento nacionalista real para imponer un modelo neoliberal que, en
consecuencia, perjudica a las clases populares en España, pero también
en Cataluña, donde la concentración de la riqueza y del empleo en
Barcelona ha operado en detrimento de las clases populares catalanas. (...)
Si el consenso posbélico pudo alumbrar los Treinta Gloriosos fue por la
configuración de coaliciones positivas; en los momentos presentes la
imagen es más bien la de la prevalencia de distintos tipos de
coalescencias negativas internas y cruzadas.
La principal de las
internas es la que apuntó Barrington Moore en Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia,
una coalición reaccionaria entre las élites urbanas –para el presente,
financieras– y los sectores rurales –en este caso el nacionalpopulismo–.
Las cruzadas operan de facto en marcos identitarios; la polarización
subsiguiente favorece a los extremos de ambos espacios en contra de los
moderados correspondientes.
Hoy el suflé catalán alimenta la cocina
incendiaria de Vox y Vox alimenta al suflé catalán. Ambos comparten la
misma fe neoliberal. De ello dan fe las agresivas reformas de Artur Mas
antes o la Ley Aragonés hoy del lado catalán, y la propuesta del gurú
económico de Vox, Rubén Manso, de privatizar las pensiones, eliminar el
salario mínimo y rebajar drásticamente los impuestos.
La receta de Manso, Estado ultramínimo, privatización de sanidad, educación y servicios sociales está calcada de Nozick, como se observa desde el prefacio mismo de Anarchy, State, and Utopia,
que se publicó un año después del golpe de Pinochet. Vox, que no elude
la plantilla populista contra las élites, que defiende el cheque escolar
y que no deja de invocar a España, no ha dicho palabra sobre ese
rescate multimillonario a la banca a costa de la cartera de los
españoles. De nuevo la alianza impía, la simbiosis perversa."
(Martín Alonso Zarza, 'Desde la caída del Muro. ¿En las antípodas de los Treinta Gloriosos?', CTXT, 18/12/19)
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