17/4/20

“En España hay un espacio político por cubrir: la izquierda antinacionalista”... El mayor trastorno de nuestra izquierda es su defensa del nacionalismo identitario

"El filósofo catalán publica este mes 'Sobrevivir al naufragio', un ensayo en el que reflexiona con pesimismo sobre el devenir de la política

(...)  En su opinión, ciertas ideas propician más que otras que se cometan injusticias. ¿Sería el nacionalismo una de ellas? 

El nacionalismo es como el racismo o el sexismo: justifica limitar los derechos de ciudadanía de los otros. ¿Qué quieren en España? Ni votar ni redistribuir con los conciudadanos. Privarlos de derechos de modo superlativo, que en eso consiste el levantar una frontera donde no existe.

Recientemente, la alcaldesa de Vic llamó a los “catalanes autóctonos” a hablar exclusivamente en catalán con aquellas personas que por su aspecto o acento “no parezcan catalanes”. ¿Es posible un nacionalismo sin xenofobia?

Cualquier nacionalismo que apele a la identidad es inseparable del desprecio a los diferentes. En el caso del catalán, se quiere convertir en extranjeros a los que hasta ahora son conciudadanos. Si además, como es el caso de Cataluña o el País Vasco, la identidad real de las gentes no se parece a la invocada, y se hace obligado “construirla”, la política resulta inmediatamente identitaria. Por eso se regula hasta cómo deben hablar entre sí los profesores de instituto. Ni Franco.

Por su parte, el presidente de Podemos en el Congreso, Jaume Asens, ha declarado que la obligación de la izquierda es “cortarle el paso al nacionalismo de imposición de la derecha”. ¿Por qué cierta izquierda solo se opone al nacionalismo cuando éste es de raíz española?

Por su parte, el presidente de Podemos en el Congreso, Jaume Asens, ha declarado que la obligación de la izquierda es “cortarle el paso al nacionalismo de imposición de la derecha”. ¿Por qué cierta izquierda solo se opone al nacionalismo cuando éste es de raíz española?

El mayor trastorno de nuestra izquierda es su defensa del nacionalismo identitario. Ya puede uno ser partidario de los soviets que si critica al nacionalismo, inmediatamente, se lo califica de facha. Es una mentira del nacionalismo que la izquierda ha contribuido a extender: España es facha, por definición.

 Cuando la realidad histórica es exactamente la contraria. Y la conceptual: hoy un español se ve discriminado para acceder a posiciones laborales en una parte de su país por razones lingüísticas. O piense lo que sucede con la redistribución: ahora se critica si Madrid elimina sus impuestos. Oigan, ¿y en qué se creen que consiste el federalismo fiscal? Si cada uno tiene competencias en sucesiones o el IRPF, nadie las tiene.  (...)

 En España hay un espacio político por cubrir, por razones de principio y, ya ve, de eficacia electoral: la izquierda antinacionalista. Después de todo el PSOE, una cáscara intelectualmente vacía, está en compañías mucho más reaccionarias que Vox, con partidos que apelan a variantes de la etnia para negarse a redistribuir. (...)

En la conclusión de la obra, apunta que si la izquierda real continúa alejándose de la izquierda ideal, “llegará un día en que tengamos que plantearnos de qué hablamos cuando hablamos de izquierda”. ¿Estamos cerca de ese día?

En la trastienda de este libro, como de algunos otros anteriores, de defensa explícita del socialismo, de reconstruir del ideario, hay una reclamación de una izquierda ilustrada, racional, la de toda la vida. Mi propuesta es, en ese sentido, estipulativa o analítica, pero uno no puede estar toda la vida alejándose de los usos extendidos de las palabras. Me sucede algo parecido con el feminismo. 

Creo que hay lugar para reclamar una tradición emancipatoria radicalmente igualitaria que asegure a las gentes una plena libertad a la hora de elegir cómo quiere vivir. Ahora bien, si quienes se proclaman “socialistas” o “feministas”  acaban defendiendo ideas alejadas de lo que siempre designaron, y todos acaban asumiendo los nuevos contenidos, pues, me temo, no nos quedará otra que abandonar las palabras. La desgracia es que con el maltrato de las palabras, al final, se acaban por maltratar las nobles ideas que durante mucho tiempo designaron esas palabras."               (Entrevista a Félix Ovejero, Óscar Benítez, El Liberal.cat, 12/02/20)

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